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Mala gestión gubernamental

En los últimos meses los escándalos políticos han sido pan de todos los días. ¿Influye la
turbulencia política en la evolución económica? Partamos de reconocer que la economía
peruana creció apenas 1.98% y 2.31% en junio y julio, respectivamente. Sin embargo, la
inflación se encuentra bajo control y dentro de la meta del banco central, el tipo de
cambio casi no aumentó como consecuencia de las crisis turca y argentina, el déficit fiscal
presenta una tendencia hacia la reducción, etc. Las cifras grandes se ven relativamente
bien.

Sin embargo, ¿qué ocurre a nivel micro? Pues que los números no se reflejan en un
aumento del bienestar para todos. El estado no cumple con su función básica: garantizar
el acceso a servicios básicos de calidad para todos (la “inclusión”). Pensemos en
educación, salud, seguridad, caminos rurales, etc. Naturalmente el ciudadano de a pie se
cuestiona de qué sirven las cifras si no se reflejan en sus bolsillos.

¿Cómo podrían conectarse los números macro con el bienestar?

El crecimiento económico, a través de la recaudación tributaria, “financia” el gasto que


hace el estado. El crecimiento económico le otorga el dinero al estado para que este gaste
y cumpla con su función. Por eso el crecimiento es una condición necesaria (genera los
recursos) pero no suficiente (depende de cómo gaste el estado) para que aumente el
bienestar. El crecimiento económico es un medio y no un fin en sí mismo.
¿Quiénes toman las decisiones sobre cuánto y cómo gasta el estado?

Desde luego, lo que llamamos “la clase política”, es decir, ministros, congresistas,
funcionarios públicos, partidos políticos, entre otros. ¿Por qué no toman las decisiones
que la ciudadanía considera correctas? ¿Por qué los conflictos entre el ejecutivo y el
legislativo generan que no se hable de las reformas necesarias para lograr una mayor
eficiencia del estado en la provisión de servicios básicos, entre ellos educación, salud y
seguridad ciudadana? Sin reformas no habrá cambios.

La relación entre política y economía tiene una doble causalidad; por un lado, si la
economía no va bien, los políticos que dirigen el país aparecerán como los primeros
culpables por que no tomaron decisiones correctas o si lo hicieron, fueron erradas y
generaron confusión e incertidumbre entre los inversionistas y público en general; por
otro, si la economía va bien, es natural esperar que vaya “bien” para las grandes mayorías
y eso está relacionado con reformas claves en los servicios básicos, como educación y
salud. Si las instituciones políticas “no funcionan”, entonces estamos lejos de legislar en
torno de reformas claves y el avance económico tiene un límite.

Existen dos escenarios para implementar reformas: a través del consenso (democracia) o
de manera vertical (autoritarismo). El primer camino es más largo, pero conduce a
resultados más sostenibles y es el mecanismo normal de las democracias representativas.
El segundo tiende a ocurrir en gobiernos con características autoritarias.
La democracia es el gobierno del pueblo, pero como todos no pueden gobernar, los
ciudadanos eligen a algunos de ellos para que los representen, tanto en el poder ejecutivo
como en el congreso.

Muchas veces ocurre que la “clase política” olvida dos cosas: por un lado, que
“representa” a todos, por lo que no puede decidir lo que se le antoje; por otro, cuando
cualquier persona paga impuestos, financia los ingresos de los “representantes”.

En otras palabras, los congresistas o representantes son los intermediarios entre la


población y quienes deciden. Este escenario ideal funciona mejor cuando existen partidos
políticos sólidos, de alcance nacional que canalicen las demandas de los ciudadanos, algo
inexistente en el caso peruano. El problema es que cuando no funciona, se abre el camino
a regímenes autoritarios.

Decía Aristóteles: “No hace falta un gobierno perfecto, sólo se necesita uno que sea
práctico”

4 deficiencias de la Gestión en el Perú

1. Un sistema de planeamiento desconectado

El Gobierno NO necesariamente recoge las necesidades de la población y, por ende,


realiza planes que no están articulados con las brechas que debe cubrir. Por lo tanto, el
planeamiento no termina siendo una herramienta efectiva de gestión y no se alinea con el
presupuesto público.

2. Estructura de organización y funciones ineficaces

Las organizaciones de decenas de entidades públicas no están diseñadas de acuerdo a sus


objetivos. Puede ser porque fueron diseñadas con una organización jerárquica sin claridad
en los procesos que realizan para entregar sus servicios de manera oportuna y
responsable.

3. Producción de bienes y servicios inadecuados

La mayoría de instituciones no tienen los recursos ni capacidades para optimizar sus


procesos. Por otra parte, uno de los problemas más importantes es la desarticulación
entre los sistemas administrativos. Por ello, solo le interesa cumplir sus funciones sin
buscar la satisfacción de la ciudadanía.
4. Articulación gubernamental débil

Los mecanismos de coordinación establecidos en nuestro marco legal suelen contar con
limitaciones en su diseño y han sido poco efectivos al momento de la articulación entre
instituciones. Este debe ser mejorado para que la descentralización nacional pueda ser
una realidad.

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