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“José era un joven que quería pertenecer a un grupo de su barrio, pero la condición para ingresar a este grupo era
hacerse un tatuaje en el brazo con la figura de una serpiente. José visitó algunos tatuadores, quienes le ofrecieron
distintos precios, tamaños y tecnologías para tatuarse. Le pareció que no todos trabajaban con las medidas de
higiene necesarias, pero igual eligió al que le hizo una rebaja, a cambio de no darle boleta, y que además era piolita;
era tan piola que ni siquiera le explicó cómo iba a hacer su trabajo. Como a José le urgía demasiado pertenecer
al grupo, decidió hacerse igual el tatuaje. Después de unas semanas, sintió una terrible molestia en el brazo. Su mamá
lo revisó y se dieron cuenta que la piel alrededor del tatuaje estaba muy hinchada, irritada y había empezado a
ponerse morada. Fueron de urgencia al consultorio y el doctor le tuvo que recetar medicamentos y hacerle
muchas curaciones, ya que el brazo lo tenía infectado.
Una vez recuperado, José fue a la casa del tatuador a reclamarle, pero la casa estaba deshabitada y nadie sabía nada del
personaje. Pasó el tiempo y José, feliz con su tatuaje y su brazo sano, un día entró a una tienda de ropa a comprarse
algo especial para su graduación del colegio, pero los guardias del local no lo dejaron entrar, por su tatuaje;
le dijeron que la tienda era exclusiva.
“José era un joven que quería pertenecer a un grupo de su barrio, pero la condición para ingresar a este grupo era
hacerse un tatuaje en el brazo con la figura de una serpiente. José visitó algunos tatuadores, quienes le ofrecieron
distintos precios, tamaños y tecnologías para tatuarse. Le pareció que no todos trabajaban con las medidas de
higiene necesarias, pero igual eligió al que le hizo una rebaja, a cambio de no darle boleta, y que además era piolita;
era tan piola que ni siquiera le explicó cómo iba a hacer su trabajo. Como a José le urgía demasiado pertenecer
al grupo, decidió hacerse igual el tatuaje. Después de unas semanas, sintió una terrible molestia en el brazo. Su mamá
lo revisó y se dieron cuenta que la piel alrededor del tatuaje estaba muy hinchada, irritada y había empezado a
ponerse morada. Fueron de urgencia al consultorio y el doctor le tuvo que recetar medicamentos y hacerle
muchas curaciones, ya que el brazo lo tenía infectado.
Una vez recuperado, José fue a la casa del tatuador a reclamarle, pero la casa estaba deshabitada y nadie sabía nada del
personaje. Pasó el tiempo y José, feliz con su tatuaje y su brazo sano, un día entró a una tienda de ropa a comprarse
algo especial para su graduación del colegio, pero los guardias del local no lo dejaron entrar, por su tatuaje;
le dijeron que la tienda era exclusiva.