Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Para comprender el ensayo sobre el lenguaje del ´16 es necesario tener como telón de
fondo esta mencionada ruptura con el movimiento juvenil, dado que uno de los puntos
que se juegan en dicha ruptura gira en torno a la compresión del lenguaje. Benjamin
critica que este sea usado como medio para producir una acción, critica que el acto de
escribir, por ejemplo, pueda instrumentalizarse según determinados fines políticos,
éticos o religiosos, para conseguir efectos determinados sobre los hombres o su estado
espiritual1. Cómo expresa en una carta de Julio de 1916 dirigida a Martin Buber, en la
que le explica los motivos por los cuales no colaborará en la revista Der Juden que este
último dirigía:
La idea de una magia inmanente del lenguaje, será desarrollada en el ensayo Sobre el
lenguaje en tanto tal y sobre el lenguaje de los hombres como una teoría de la
medialidad pura. Se trata de poder pensar al lenguaje no como una mediación, como un
mero medio para transmitir un contenido comunicable sino como el medio inmediato,
puro, donde se expresa lo comunicable2. El lenguaje como medio puro: tal es la idea
capital que Benjamin elabora en 1916. Por eso su modelo es el arte, puesto que es una
teoría expresiva y anti-denotativa, entiende que lo propiamente lingüístico es la
capacidad de expresarse y no la de denotar o referir algo exterior al lenguaje. Esto
1
2
implica una ampliación de la lengua mucho más allá del corset de su función
significativa; en efecto, hay tantos lenguajes como seres capaces de expresarse. De aquí
la idea de una “eliminación de lo indecible en el lenguaje” pues este no refiere a algo,
sino que lleva lo inexpresado a la expresión. La tarea política que Benjamin entiende
debe ser realizada en (y no mediante) el lenguaje es llevar a la expresión a aquello que
esta enmudecido.
En este punto debemos señalar que la teoría del lenguaje benjaminiana implica una
teoría del conocimiento que, partiendo de Kant, intenta ir mucho más allá. Con Johann
Hamman, Benjamin entenderá que aquello que la filosofía kantiana deja peligrosamente
de lado, es justamente el vínculo entre lenguaje y conocimiento3. Si estamos frente a
una teoría lingüística de la expresión, tenemos que poder diferenciar, en las formas de
expresión, grados de claridad. No todas las formas de expresión son igualmente
“cristalinas”. Para Benjamin la forma más pura de la expresión es el nombre4; en el
nombre, la expresión llega a su forma última, deviene conocimiento. Esta articulación
nos permite comprender un drástico giro que el ensayo sobre el lenguaje realiza luego
de sus primeras páginas: se encamina hacia una interpretación bíblica del Génesis5. Pero
este viraje no está dado porque se busque producir una teología del lenguaje, sino por la
sencilla razón de que Benjamin considera que, para encontrar una teoría desarrollada de
la relación entre el nombre y el conocimiento, tenemos que retroceder hasta el texto
bíblico, pues estos problemas fueron ilegítimamente desligados por la reflexión
filosófica moderna6.
La reflexión girará a partir de ese momento sobre el lenguaje adánico, que es entendido
como una lengua de los nombres puros, y su relación con las lenguas históricas,
aquellas que se desarrollan posteriormente a la caída. La lengua adánica es una lengua
de lo puramente concreto, en tanto traduce al elemento sonoro el lenguaje mismo de las
cosas (su expresión propia); así la cadena expresiva va desde el rincón más lejano de la
creación, como un mensaje que es transmitido de un centinela a otro, ganando en
trasparencia expresiva, hasta llegar a la lengua de Adán donde brilla en su grado
máximo de cognocibilidad. Sin embargo, al ser el nombre, en su sonoridad, un
privilegio del lenguaje de los hombres, el acto de dar nombre, y con él, la felicidad
3
4
5
6
paradisiaca del lenguaje, se ven desde siempre empañados por la sombra de un resto
inexpresable: la expresión desde la cosa misma, que en su mutismo no accede al nombre
sino de forma exterior. El hecho de que el conocimiento, la lengua de los nombres, sea
“puesto” por Adán, hace del paraíso el lugar de una tensión dialéctica por la cual el
momento mismo de su ser más cristalino es para el nombre también el de su total
opacidad; en el brillo puro de la luz de los nombres resta todavía un indecible, una
incognocibilidad que colorea a la naturaleza de un sentimiento luctuoso y anuncia ya la
caída:
Esta exigencia constituye para Benjamin la clave para entender el trauerspiel alemán.
Resulta curioso que un enigma bíblico se intente (puesto que no estamos más que ante
7
tentativas) resolver en un ignoto y desprestigiado genero del teatro barroco. Sin
embargo, hay que entender que para Benjamin el problema de la redención apunta
siempre a los estratos más bajos de la criatura, a lo menesteroso, es en ella donde están
puestas siempre las esperanzas mesiánicas. Y al mismo tiempo, la salvación no es una
grandiosa trasformación del todo, sino más bien una operación sobre lo minúsculo, es
un “pequeño deslizamiento”8, tiene su partida decisiva en lo aparentemente
insignificante. Podemos decir, entonces, retomando una expresión de la citada carta a
Martin Buber, que el trauerspiel es, para Benjamin, el lugar de una “concentración
intensiva” de sus enigmas filosóficos sobre “el núcleo del más íntimo enmudecimiento”.
II.
De sus sucesivos escritos sobre este género teatral, permítasenos tomar solo uno, datado
también en 1916 y titulado El significado del lenguaje en el trauerspiel y la tragedia.
En este breve escrito, Benjamin correlaciona el lenguaje humano, caracterizado por la
división entre significante y significado, con el sentimiento luctuoso que se apodera de
la naturaleza. Separándose en un significado y un significante, el lenguaje cierra a la
naturaleza en el circulo del lamento enmudecido, en su no poder expresarse. Pero el
trauerspiel trata de ser la expresión, en el lenguaje del arte, de este sentimiento
luctuoso: “El cómo el lenguaje se puede llenar de lo luctuoso y ser expresión de lo
luctuoso viene a ser la cuestión fundamental de todo el trauerspiel, junto a otra anterior
¿Cómo puede entrar lo luctuoso, en cuento sentimiento, en el orden lingüístico del
arte?”
8
dos. Pues el círculo del sentimiento se cierra en la música, y el dos de la
palabra y su significado destruye la paz del anhelo profundo y difunde el
luto por la naturaleza. La interacción entre significado y sonido se vuelve
para el trauerspiel algo tan espectral como terrible; su naturaleza poseída
como esta por el lenguaje, se convierte en botín de un sentimiento infinito,
tal como sucede con Polonio, que al reflexionar se vuelve loco. Mas la obra
ha de encontrar la redención, y para el trauerspiel el misterio redentor se da
en la música; en el renacer del sentimiento en una naturaleza suprasensorial.
Si en la música se encuentra el “misterio redentor”, es porque esta frena la caída de la
palabra humana en el parloteo9 de los significantes impuestos arbitrariamente sobre la
naturaleza enmudecida y restituye así el carácter gnoseológico del lenguaje. El lenguaje
humano vuelve a escuchar a las cosas y a ser su traducción en un mayor grado de
expresividad (suprasensible). Pero esta traducción se hace no a la palabra hablada, sino
a un ser lingüístico totalmente nuevo: la música, que cierra el hiato entre significante y
significado en el círculo sonoro del sentimiento. Pero justamente por esto, la música no
debe buscarse primeramente en la emisión de un sonido, sino que antes de cantar debe
escuchar. Escuchar el silencio, el lamento con sordina de lo enmudecido. El lenguaje de
la música, paradójicamente debe poder escuchar aquello que es inaudible, el lamento de
la naturaleza, para poder entonces superar la audición y alcanzar lo suprasensible de un
sentimiento en sí mismo redimido. El trauerspiel:
9
emisión de significaciones se enfrenta y se encuentra con su otro (la naturaleza y su ser
silencioso). De lo que se trata, en el canto, según las aforísticas formulaciones de
Takemitsu, es más bien de “ser consciente del sonido del silencio en la naturaleza”, es
decir, se trata de que la voz se llene de silencio y, cantando, sea la resonancia de la
afonía natural: no una ruptura y un salir más allá del silencio y la naturaleza, sino su
expresión misma. Esto lo expresa Takemitsu en su concepto de “mundo”, al que todo
arte en su verdad apunta: “Es en silencio que el artista señala la verdad para cantar o
dibujar. Y es entonces cuando se da cuenta de que su verdad existe antes de todo. Este
es el amor al arte, y al mismo tiempo, es algo que podría llamarse "el mundo".”