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del lenguaje
La violencia en el lenguaje es una de las más nocivas formas de agresión. Por un
lado las palabras tienen el poder de dejar huellas que tienen repercusión incluso muchos
años después. Por otro lado, muchas veces la violencia en el lenguaje es soterrada y/o
legitimada socialmente. No es tan visible como la violencia física, por lo que es más
difícil que se produzca una intervención al respecto.
Las palabras tampoco dejan huellas físicas. Por eso suele haber cierto halo de
impunidad frente a ellas. Muchos dicen que no dijeron o que fueron malinterpretados
o que no hay que tomar en serio lo que se dice cuando hay ira de por medio. Lo cierto es
que las palabras violentas equivalen a golpes, a veces muy fuertes, en el alma. Por eso
no son admisibles.
El lenguaje violento daña a las personas y deteriora las relaciones. Una vez que se
dicen ciertas palabras o frases afiladas, una relación ya no volverá a ser la misma.
Suponen traspasar la barrera del respeto y la consideración que merece el otro, de hecho
por eso afectan y dejan cicatrices. Enseguida te hablamos acerca de tres de esas
manifestaciones de violencia a través del lenguaje.
Es tan usual que se utilicen este tipo de palabras que se han incorporado al
lenguaje corriente. Son aceptadas socialmente y de hecho no se puede decir que tengan
un corte demasiado afilado, salvo que se repitan con frecuencia o no vayan
acompañadas de otros indicadores de desprecio.
Ellos no sienten ira, sino rabia o furia. No experimentan tristeza, sino que se sienten
heridos en el alma o como con un puñal en el corazón. Siempre están eligiendo la
forma más extraordinaria de manifestar el dolor, la ira o la aflicción. Su propósito no es
expresarse, sino violentar al otro con esas expresiones.
El discurso reiterativo es una forma de comunicación unilateral. Pero más allá de eso es
un intento por imponer un significado. Lo peor es que se trata de un intento que se
realiza por la vía más primaria -inocular las palabras en la conciencia del otro- y por eso
precisamente anula al interelocutor. Lo reduce a objeto de un mensaje unívoco, de una
marca.