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CONTRAOPINION

Cristóbal Videla-Hintze
10 de febrero de 1973

La dominación al estilo chileno.


En su columna de hoy don Carlos Peña opina que el caso en que Pérez Cruz
expulsa a tres mujeres de la ribera del Lago Ranco es “un retrato breve, pero
intenso del tipo de racionalidades que se entrecruzan en el Chile de hoy.”

Si bien en la descripción superficial de los hechos y algunas opiniones


podríamos concordar con algunas expresiones del columnista de El Mercurio,
por ejemplo, “ocupado como estaba en rezar y sacar cuentas”, “se me van de
aquí”, “no me discuta, soy abogado”, “es la simple presencia del otro lo que
desata su irritación”, “su reacción arrogante y presuntuosa”, “ese remedo de
señor feudal”, y otras; en el fondo tenemos una contraopinión.

En primer lugar, nuestro contrincante supone dos tipos sociales en la sociedad


chilena: los propietarios y los ciudadanos. Otro Carlos, Carlos Marx habló de
los burgueses y proletarios en la Europa del siglo XIX con sólidos argumentos
y con funciones definidas en la sociedad y en el sistema económico.

Carlos Peña describe a sus prototipos de personas contempóraneas sin


relacionarlos con la función económica que cumplen en la sociedad actual, sin
bien los relaciona con la función social, pero no se debe olvidar que ésta última
viene determinada por aquella.

Como gerente de una empresa grande, Pérez Cruz, actúa determinado por su
función de administrador del capital, lo que Carlos Marx llamaba actuar como
burgués. Lo importante aquí es recalcar que la conducta de ese señor no está
determinada por su psicología, sino por la función de administrador del capital;
la psicología juega su rol cuando Peña habla de “la escena ridícula y
vergonzante”, juicio en el que concordamos, pero no es lo relevante.

Por otra parte, “las tres mujeres” agraviadas y acosadas por este energúmeno, si
bien son ciudadanas, en su función económica en la sociedad, no cabe duda que
son trabajadoras, es decir, están desposeídas de la propiedad privada de bienes
productivos, pero no necesariamente desposeídas de bienes privados, por
ejemplo, alguna de ellas puede, casi con seguridad, ser propietaria de una casa
habitación. Entonces, la división de Peña es confusa, pues tanto Pérez Cruz
como una de sus víctimas serían “propietarios”, pero en sentidos radicalmente
dintintos: uno, el bruto, es propietario del capital, que por definición genera
ganancias, que Carlos Marx analíticamente llamaba plus-valor; y una de las
víctimas, es propietaria de un bien de uso privado, su casa habitación, que
seguramente ha pagado con un sacrificio de largos años de endeudamiento.

Entonces, ahora estamos en condiciones de leer la columna de Carlos Peña, ya


no entre propietarios y ciudadanos, sino entre capitalistas y trabajadores.

El capitalista debe estar permanentemente “manteniendo al trabajador en su


lugar”, esto es, que sea sumiso, obediente, que no discuta sus órdenes, que
acepte vivir endeudado toda su vida, y él por su parte, haciendo los negocios
con total impunidad, sin pagar los costos colaterales, como destruir el medio
ambiente y vivir como un señor feudal.

Entonces, ya no son motivos psicológicos o miedos de tipo personal, los que


moldean la conducta del capitalista, sino que son funciones absolutamente
necesarias para la mantención del sistema capitalista de dominación las que
ejerce día a día gente como Pérez Cruz.
Ahora bien, ¿qué motiva a los trabajadores?, o como los llama Carlos Peña, “los
ciudadanos”.

La mayoría, qué duda cabe que los trabajadores somos la mayoría de la


población, pero, ¡cuidado!, hay que saberlos contar (no tengamos espacio para
explicarlo aquí), “siente” que hay espacios comunes que le pertenecen, paisajes
cuyo acceso no es la propiedad el título necesario sino la simple ciudadanía, “no
se trata de personas alérgicas a la propiedad privada”.

¡Puchas! Se complica la cosa: los rotos “sienten” que tienen derechos que
amenazan a los dueños del capital. Aquí está la cuestión: ¿hay derechos o no?
¿los derechos los tenemos como seres humanos o los “sentimos”? ¿”Personas
alérgicas a la propiedad privada”?

Don Carlos Peña en su tarea mercurial puede lograr confundir a más de uno que
su retórica es correcta y esto lo lograra en la medida que sea capaz de confundor
la mente de los trabajadores. Los socialistas y comunistas somos “alérgicos a la
propiedad privada” o luchamos contra la “propiedad privada de los medios de
producción”. Pero nunca he pensado que mi cepillo de dientes lo puedan usar
otras personas, ni siquiera mi pareja.

Para cerrar por hoy, entonces, podemos decir que la cuestión no es entre
propietarios y cidadanos, sino entre capitalistas y trabajadores, y que nunca
hemos puesto en duda la “propiedad privada” sino que la “propiedad privada de
los medios de producción”, y que la discusión no es sobre los aspectos
psicológicos de los participantes, sino que sobre el modo de dominación de una
clase a la otra, en tres palabras, ¿capitalismo o socialismo?

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