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“A LA GLORIA DEL GRAN GEÓMETRA DEL UNIVERSO”

El universo entero es una danza cuyo sentido sólo puede hallarse en los trazados invisibles que
ella forma. La Geometría se ocupa del estudio de estos patrones y órdenes armónicos que lejos de
ser estáticos, son reflejos de ideas generadoras(1).

Siempre nos ha parecido que la expresión “Que nadie entre aquí si no


es geómetra” que figuraba en la entrada a la Academia de Platón en
Atenas, en realidad podría estar en todas las Academias y Escuelas
de Conocimiento que han habido a lo largo del tiempo. Interpretando
el pensamiento de Platón, nosotros entendemos que lo que esa
expresión –dicha de manera tan explícita y categórica– está
queriendo decir es que el estudio y comprensión de la Geometría
constituía una condición indispensable para entender precisamente la
esencia de su Filosofía, que es la Filosofía en tanto que ella puede
conducirnos por su intermedio al templo de la Sabiduría.

La Geometría de la que habla Platón nada tiene que ver con lo que se
entiende hoy en día por tal, donde por lo general se desconoce su
dimensión simbólica, iniciática y metafísica. No se puede saber de
qué trata la ciencia de la geometría si ignoramos que, ella nos
introduce y nos guía en un verdadero camino de Conocimiento, que
es lo propio de la Filosofía cuando ésta, como es el caso de la
platónica, trata desde diferentes enfoques acerca de los misterios del
cosmos y del Ser, que son los del hombre mismo.

Como ciencia simbólica la Geometría es un vehículo: expresa las ideas inteligibles a través de formas
precisas y “medidas”, de ahí geo-metría, “medida de la tierra”. Constituye por tanto un código y un
lenguaje que hay que aprender, y que en su didáctica necesariamente se interrelaciona con otras
ciencias y artes de la Cosmogonía, especialmente con la del Número, que constituye el armazón de
todo lo manifestado, ya sea visible o invisible, tangible o intangible. “Todo está dispuesto conforme al
Número” decían los pitagóricos.

Ambas, la Aritmética y la Geometría, son inseparables. Pasamos de la una a la otra sin solución de
continuidad, como si se tratara de una sola ciencia, y el hecho es que la Geometría siempre se ha
considerado como el “cuerpo” del número(2). Este, en sí mismo, como Número puro, es invisible, por
eso no puede confundirse con la cifra y lo meramente cuantitativo, como la Geometría tampoco puede
confundirse con las “magnitudes” y “extensiones” de los cuerpos en el espacio sin relación alguna con
sus “formas”, que son precisamente las que merecen ser calificadas de símbolos vehiculadores de las
ideas. El Número es la Idea inteligible expresada por la forma geométrica.

Los pitagóricos figuraban la serie numérica con puntos (como unidades o mónadas) y la disposición de
los mismos en el espacio determinaban las figuras geométricas, y por lo tanto simbólicas, como es el
caso de la sagrada Tetraktys (sobre la cual hacían sus juramentos los pitagóricos) (3), que tiene un gran
poder de síntesis y de concentración de energías-fuerza pues reúne en una sola figura, o forma, nada
menos que el Triángulo, el Cuaternario y la Década (o sea un modelo del Cosmos), siendo análoga
también al Círculo en cuanto que, y al igual que este, tiene un punto central y nueve alrededor de él,
siendo justamente el nueve el número que simboliza la circunferencia.
Es esta concepción del Número y la Geometría la que interesa retener en la
mente, para que su luz la fecunde y contribuya a su transmutación. Por eso es
tan importante desarrollar la facultad del pensamiento simbólico, innato en el
ser humano. Dicho pensamiento está sustentado y ha sido educado en las
analogías y correspondencias entre los distintos planos de la realidad, de tal
manera que constituye un “lazo” que vincula y une lo sensible con lo inteligible,
la Tierra con el Cielo. No olvidemos que las analogías y las correspondencias
traducen las semejanzas esenciales que existen entre las formas del mundo, ya
sean las corporales o las sutiles. El pensamiento simbólico, como la “imaginación” simbólica, permite
comprender en otra escala lo que sería imposible con la sola facultad de la “lógica” racionalista, que,
por ejemplo, no podría entender plenamente el sentido de las siguientes palabras de Platón:

Por la belleza de las formas, yo no entiendo la belleza de los seres vivos, o los cuadros que los
representan, sino el cuadrado y el círculo, que no tienen, como las demás cosas, una belleza
arbitraria sino que son absolutamente bellas en sí. (4)

Hay en estas palabras una intención de generar en quien las lee, o escucha, una “emoción intelectual”
que conduce a algún tipo de “catarsis” purificadora, capaz de generar un estado de receptividad
necesario para recibir su influjo espiritual. Que dos figuras tan “esquemáticas” como son el círculo y el
cuadrado sean consideradas en sí mismas como absolutamente bellas, rompe con el canon de una
concepción de la belleza que con el tiempo acabaría confundiéndose con la mera “estética”, confusión a
la que ya eran propensos los griegos de la época de Platón, entre ellos los sofistas, que adornaban sus
discursos con palabras cuya retórica no consistía en “despertar” el intelecto, sino en tejer en torno a él
una red “lingüística” impidiéndole su “libre circulación” por el alma humana, espejo del Alma del
Mundo(5). Precisamente, el círculo (del que el cuadrado es la “cristalización”) alude a la naturaleza del
Alma del Mundo, que es circular:

Primero colocó el alma en su centro y luego la extendió a


través de toda la superficie y cubrió el cuerpo con ella. Creó
así un mundo circular que gira en círculo, único, solo y
aislado, que por su virtud puede convivir consigo mismo y
no necesita de ningún otro, que se conoce y ama
suficientemente a sí mismo.(6)

La belleza, de la que se ha dicho que nace de la perfección de las


relaciones existentes entre el espíritu y los objetos que él
ilumina(7), no es desde luego sinónimo de “estética”, cuya
etimología está vinculada más bien con “sentir”, o sea con el
“sentimiento”, que se opone en cierto modo al intelecto en
cuanto que pretende sustituirlo como guía en la interpretación del
mundo. La “estética” es la “apariencia”, la “superficie” de las
cosas, no su profundidad, ni su ser.

Para empezar, la Belleza es un nombre de Dios, y en la Cábala


ella equivale a la sefirah Tifereth, con la que también está ligada
la Armonía. “Dios es bello y ama la belleza” es un dicho árabe
que encajaría perfectamente con el dios Apolo (análogo a
Tifereth en la tradición griega), patrón de todas las Artes y aquel
de cuya inteligencia se ha dicho que “geometriza siempre” pues es la Luz del Espíritu contenida en la
Geometría, co-esencial a ella, pues. Por eso mismo la Geometría “alumbra” –en el doble sentido de
iluminar y dar nacimiento– a la Arquitectura del Cosmos, a la Armonía Universal y por analogía
“ilumina” también nuestra propia regeneración psicológica y espiritual. La Geometría revela la belleza
de nuestro intelecto y nos conduce hacia su fuente de Luz, que en última instancia siempre es de origen
metafísico: “las Tinieblas más que luminosas”.

Si el número, a partir del uno, es una cadencia o estructura rítmica que se desarrolla en el tiempo, la
Geometría revela eso mismo mediante la proporción y la armonía en el espacio. Una proporción nos
descubre las analogías entre el Todo y las partes que lo conforman, o las partes entre sí: tal el Cosmos y
los distintos seres y mundos que lo pueblan. De ahí la idea de la “proporción áurea”, que tiene distintas
maneras de expresarse geométricamente, y que siempre constituye un “módulo” o “patrón” de
conocimiento por analogía.

La cadencia sonora y rítmica se geometriza en el espacio, como el gesto de nuestra mano trazando un
círculo con el compás o el cordel. Este gesto es un rito –un símbolo en acción–, como el que realiza el
Gran Geómetra trazando con el compás de su Inteligencia los límites del Cosmos (8); un gesto que se
imita a sí mismo en todos los mundos a través de ritmos, ciclos y proporciones armónicas, y que el
hombre es capaz de reconocer y reproducir en su acción igualmente creadora, es decir con su arte,
nacido de la contemplación de las ideas en su espíritu.

“Y el Número se hizo Geometría” podríamos decir parafraseando “El Verbo se hizo carne” del
Evangelio de San Juan.

De hecho, no vamos muy descaminados acudiendo a esta comparación, pues en todas las enseñanzas
tradicionales los números son también nombres del Dios único, sonidos del Verbo o Palabra primordial
como expresión del Intelecto divino. Este es el caso de la Cábala con las sefiroth del Árbol de la Vida,
que significan tanto número como nombre de Dios, sin olvidarnos de que sefirah también puede
traducirse como “esfera”, que es el círculo en la tridimensionalidad, y que, como él, simboliza el
principio de las cosas en su estado original(9). Eso es un dios, de naturaleza inmortal.

La ciencia de los números es idéntica a la ciencia de los nombres, o de las letras, que en todos los
alfabetos sagrados constituyen ideogramas que derivan de una geometría sagrada ya implícita en ellos.
En el simbolismo masónico, la Iod hebrea y la “I” latina a veces sustituyen a la letra “G”, inicial de
Geometría, y también de God, Dios, en inglés. Pero lo interesante es ver que todas estas palabras son
símbolos del Centro y del Eje, o sea que están refiriéndose al Origen, a la Unidad metafísica, y hacia
ella encaminamos nuestros pasos a través del aprendizaje y conocimiento de la Cosmogonía, con ritmo
“medido”, “mesurado”, imitando la “acción ritual” del dios Geómetra.

La “medida es lo supremo” decían los sacerdotes de Apolo en Delfos, para significar algo más que la
simple magnitud, como hemos recordado antes. Hay una identidad entre la “medida” y la Geometría,
por eso ella es la “ciencia de la medida”. Y esto nos lleva a considerar que la palabra griega “geo”, de
geometría, en su sentido más alto se refiere en realidad a Gea, a la Tierra como diosa y no únicamente a
la tierra “física”. Esta Tierra es precisamente la Substancia universal, en la cual se imprimen las
“medidas”, atributos y nombres divinos, que no son otros que las posibilidades de manifestación
contenidas en la Esencia, en el Espíritu, que siguiendo con la lengua griega se corresponde con el
paredroa de Gea: Urano, el Cielo.

a La que se sienta junto a, o cerca de.


En este sentido, René Guénon, en un capítulo esencial de “El Reino de la Cantidad y los Signos de los
Tiempos”, “Medida y Manifestación”, habla de los distintos significados de la palabra “medida”, metiri
en latín, centrándose sobre todo en su etimología con la palabra hindú mâtrâ (mantra) y la hebrea
middah, de donde middoth, los atributos o nombres de Dios (las sefiroth), con los cuales este creó los
mundos,

“lo que por otra parte se relaciona precisamente con el simbolismo del
punto central y de las direcciones del espacio”.(10)

Espacio que se toma, a su vez, como el símbolo de la Manifestación Universal


en su conjunto, de ahí las correspondencias y analogías entre los distintos
niveles o planos del Cosmos, de tal manera que las “medidas” son las
“extensiones” de su Verbo llenando todo el espacio sonoro del Alma del
Mundo (y del hombre), y cuyos límites no son aquí sinónimos de
“limitaciones” por carencia de algo, o que tuviera que oponerse a lo
verdaderamente ilimitado y no-mensurable (En Sof o Infinito), sino que más
bien equivalen a la idea de “perfección” y “acabamiento” de la Obra, cósmica
y humana, un “acabamiento” ligado a todo aquello que se ha cumplido según
los arquetipos eternos contenidos en la Mente del Gran Geómetra del
Universo.

Notas
1 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Acápite “Geometría”,
Módulo II. Revista SYMBOLOS Nº 25-26, Barcelona, 2003.
2 No es por casualidad entonces que en la enumeración de las Artes Liberales la Geometría venga
inmediatamente después de la Aritmética.
3 He aquí la fórmula del juramento: “Yo lo juro por aquel que ha transmitido a nuestra alma el sagrado
Cuaternario, fuente de la Naturaleza cuyo curso es eterno”. Versos Dorados, Ed. Guy Trédaniel, París, 1979.
4 Frase de Platón encontrada en el capítulo XI de Art du Monde. La spiritualité du métier, de Luc Benoist. Ed.
Michel Allard, París, 1978.
5 Y al hilo de esto habría que decir que el “sofismo” es una trampa en la que podemos caer fácilmente. La
palabra y la letra fecundan el alma cuando ellas son emisarias de las ideas, pero también pueden “matarla”
cuando son sólo adornos de un discurso finalmente huero, a lo sumo alegórico.
6 Platón, Timeo, 34b. Aguilar, Madrid, 1981.
7 Luc Benoist, Art du Monde. La spiritualité du métier, ibíd, cap. XIII.
8 El compás forma un conjunto simbólico con la escuadra, lo cual es muy evidente en la Masonería, pero
también en otras tradiciones, como la china. El compás, que simboliza el Cielo, es dinámico y activo,
mientras que la escuadra, que simboliza la Tierra, es estática y pasiva. Sin embargo, ambos instrumentos se
componen de un eje vertical y otro horizontal unidos por sus vértices respectivos. En el caso del compás el eje
horizontal es el brazo que traza la circunferencia, mientras que el eje vertical permanece inmóvil en dicho
“movimiento circular”.
9 Mientras que el cuadrado, o el cubo, es el desarrollo pleno de ese mismo principio substanciándose en el
tiempo y el espacio, hasta su “cristalización” final, que coincide con el descenso de la Jerusalén Celeste y el
comienzo de un nuevo ciclo para la humanidad.
10 René Guénon, El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. III. Ed. Ayuso, Madrid, 1976.

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