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Objetivo
La violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones a los derechos humanos
más sistemáticas y extendidas. Está arraigada en estructuras sociales construidas en
base al género más que en acciones individuales o acciones al azar; trasciende límites
de edad, socio-económicos, educacionales y geográficos afectando a todas las
sociedades.
Las Naciones Unidas definen la violencia contra las mujeres como “todo acto de
violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como
resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las
amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se
producen en la vida pública como en la vida privada”.
Según los datos por países disponibles, entre un 15% y un 76% de las mujeres
sufren violencia física y/o sexual a lo largo de su vida. Esta violencia se produce
mayormente en el seno de las relaciones íntimas, y muchas mujeres (entre un 9% y un
70%) señalan al cónyuge o pareja como el maltratador.
Dentro de este tipo de violencia, la inquietud de género y la discriminación
resultan ser la raíz de un problema arrastrado hasta día de hoy por desequilibrios
históricos, culturales y estructurales entre mujeres y hombres. Los factores de riesgo
que podemos encontrar son una variedad pudiendo ser individuales, de relaciones, de
comunidad y de la sociedad en sí. Algunos de éstos a destacar, podrían ser el abuso de
sustancias tóxicas, la pertenencia de las mujeres a grupos marginados o excluidos o la
presencia de disparidades económicas, educativas y laborales entre hombres y
mujeres, entre otros.
Por todo ello, se elaboró unas estadísticas extraídas de “acabar con la violencia
contra las Mujeres y las Niñas”: Los datos, de una recopilación de UNIFEM, en 2010.
Algunas conclusiones a las que se ha llegado son que la desigualdad y la violencia de
género obstaculizan los esfuerzos de los países por reducir la pobreza, la violencia
contra las mujeres reduce la productividad y agota los presupuestos públicos, los
costes y las consecuencias de la violencia contra las mujeres duran generaciones, la
violencia sexual priva a las chicas de recibir educación, daña la salud reproductiva y la
salud materna, así como la del niño. También, alimenta la pandemia del VIH/SIDA, así
como un aumento de la peligrosidad en las vidas de las mujeres y niñas que viven en
barrios de tugurios y que ninguna de ellas en el mundo está completamente libre del
riesgo de sufrir violencia y abusos.
Por otro lado, se establecieron una serie de principios guía que deberían fijar el
diseño, implementación, monitoreo y evaluación de todas las políticas, programas y
servicios relacionados al tratamiento de la violencia contra mujeres y niñas. Así, se
debe actuar conforme a las directrices éticas, asegurar la sensibilidad al género,
emplear medidas culturalmente adecuadas, tratar formas y escenarios específicos,
responder a la diversidad actuando dentro de un modelo ecológico, empleo de
programas que impliquen una serie de alianzas entre los diferentes agentes
involucrados tales como el gobierno, la sociedad civil y grupos de base comunitaria,
instituciones académicas y de investigación, y lo más importante, mujeres y niñas
sobrevivientes.