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De casa y espa as fuentes para el estudio de la in- dumentaria durante el virreina- to son principalmente las créni- «as, los testamentos guardados en los archivos notariales, los biombos, las pinturas y los exvotos. Todos ellos re- trataron los ejemplares més diversos del mestizaje novohispano. Los artis tas que se ocuparon del tema, ademas de buenos observedores, debieron te ner conocimiento de las ordenanzas que la Real Audiencia emitfa regular- mente en relacibn con las prendas que a cada casta se le permitfa usar, asi co- mo de la reglamemtacién de oficios que podian practicar. Siglo xvi A finales del siglo XVII las castas esta ban ya bien definidas. En el archivo parroquial de San Miguel Arcingel, de Ia ciudad de México, se conservan, ade- més de los libros concernientes a los espafiolesy criollos, un “Libro de bau- tismos de color quebrado que comien za ocho de marzo de 1690 afios y fi naliza en diez de julio de 1699”; otro de matrimonios ce mulatos, de 1690 a 1711, y algunos mas de entierros. En estos libros se hallan referencias a to- das las castas: mulatas libres, mulatos esclavos, moriscos, pardos, negros, chi nos, mestizos, etcétera. Ello hace su- poner que los cuadros de castas s contraban en parroquias y que servian alos pérrocos para identificar a quie- nes se registraban, opinin compart da también por el investigador Gon- zalo Obregén, ya que el registro civil fue establecido después de las L Reforma, en 1856. Las pinta ademds se Ilevaron a Espafia como documento informativo o bien como dobjetos meramente curiosos. En car ta que Antonio de Ulloa enviara, en julio de 1778, desde Cadiz, al virrey Antonio Maria de Bucareli —y que fuera publicada por Francisco de Solano— aquél le comunicaba que se Ie estaban poniendo medias cafias y cristales a una pintura de la Virgen de Guadalupe, “y lo mismo a las dist tas liminas de las distintas castas de gentes del reino” La coleccién més antigua de cuadros de castas se encuentra en Breamore House, Hampshire, Inglaterra, man- Ed sién que se abre al piblico inican te en verano. En carta que me envid su duefio, Sir Westrow Hulse, el 14 de diciembre de 1979, me informa que un antepasado suyo, el almirante Wes- trow, capturé el galeén que se diriga a Espafia a fines del siglo XVM y en el cual iban las pinturas, a lo que afadié: “Le envio la lista de las inscripciones y unas fotografias; as pinturas miden 43 x 33 pulgadas, estan pintadas sobre lienzo y enmarcadas en seneillas mol- duras de ébano negro”; la coleccién th formada por 14 cuadros. La indumemtaria de los personajes indica que muy probablemente fueron pintados en el siglo Xvi; en el prime- ro de los cuadros aparece un espafiol con pelucas al estilo Luis XIV y vesti- do con una casaca de influencia fran- esa, lo cual no necesariamente los ubi- ca como posteriores a 1700, cuando co- menz6 el reino de los Borbones y cambié la moda en Espafia; 21 afios an- tes, al casarse Carlos II con Marfa Luisa de Borbén (1679), el rey habia pedido asus cortesanos que la recibieran ves tidos a la moda francesa. Por otra par te, las mujeres indigenas que acompa fan al espafiol en el primer cuadro mencionado llevan lacabeza cubierta con un pafio de sol y un huipil adorna- do con un dguila bicéfala, emblema de los Habsburgo. Las indigenas nobles adornaron estas prendas con materia: les europeos, pero siempre conserva- ron la forma. De hecio, los hombres y las mujeres de esta casta continua- ron usando gran parte de su indumen- taria, obligados por el bando que se ex- pidid, segtin Antonio de Robles, a raiz: del tumulto de 1692, Este ordenaba: “que los indios anden en su traje, des calzos y sin capote, 7 que se presen ten los mestizos y no :raigan espadas”. Otra muestra de lz influencia de la moda francesa en la Nueva Espafa es Ja pintura del nifio Manuel Ferndndez de Santa Cruz, hechaen 1698 por Ni- colés Rodriguez Juarez. La criatura aparece ataviada ala francesa y es “un Luis XIV en miniatura”, segin el co- mentario de Virginia Armella de As peen su articulo “El traje civil en Nue va Espafia” Pero volviendo a la fecha de estas pinturas, otra prueba a favor de que hayan sido realizadac en el siglo XVI, De esp y mora, sae albina suo dori fines del igo XV mained 7% TERESA CASTELLO YTURBIDE a JOYAS ESCLAVAS Los hombres y las mujeres artan exe ‘waordinaramente en vestry 8 10° pssson porlo comin de ses, no sir ‘indose de pao aide camelote ni es que en ella aparecen mujeres que uusan unas cofias 0 gorros bordados que yano vuelven a encontrarse (con una sola excepcidn) en los cuadros de cas- tas hechos en épocas posteriores. Tho- ‘mas Gage, fraile dominico que visité Nueva Espafia en 1625, describe asi a Jas mulatas: “El tocado de sus cabello: es una escofieta de infinitas labores” Jo cual coincide tanto con los cuadros de Breamore House que llevan las ins- cripciones “De espafiol y mulata, pro- duce morisca”, con el que reza: “De castiso y espafiola, produce espafiol”, como con la pintura Retrato de mujer, que se conserva en el Museo Nacio- nal de Historia del Castillo de Chapul- tepec. Este dleo sobre tela de indose blancas con dos rizos sobre las orejas y recogiéndose atrés con un azo; los nobles se acostumbraron tan- to aellas que adoptaron el uso, cuan- do estaban en casa, de ponerse unos bonetes blancos que paliaran el frio ue sentfan al quitarse las pelucas; més tarde la moda se extendié a toda la gen- te, usara 0 no este accesorio. Ajofrin, el fraile viajero, comenté al visitar Nueva Espaiia en 1765: “‘Los gorros blancos son otros titeres. Chicos y srandes, ricos y pobres, todos traen su gorro muy empingorotado”. Por su parte, las mujeres espafiolas y criollas adoptaron la moda francesa pero con cierto recato; los grandes es- cotes iban cubiertos de ligeras muse- de tela semejantes. Las piedas pre ciosas yas perks een allan en 0 y tienen en eso tana vanidad, que ns ‘da hay ms de sobra que ver condo- nes bias de diamants en lox sombrers de las sefors,y cintillos de pris en los de los menestals y gente de oficio, Hasta as negra yas selves atezadas tienen soya to hay una que slg sin su collar y brazaletes opulers de pels, yas endintescon alguna peda precons, 83.cm x 63 cm hasido atribuido, por su delicadeza y colorido, a Juan Ro- driguez Juarez, pintor del siglo XVI. En cuanto ala irdumentaria mascu- lina, espafioles y mestizos llevan casa- as, pafiuelos anudados al cuello, ca- pas y chambergos, sombreros de ala ancha y copa redonda (aunque fueron prohibidos en 1714, para imponer el linas; el ajustado corpifio terminaba en un Angulo agudo, y de los bordes de Jas mangas salfan anchos encajes. To- dos los vestidos, incluso los de ricos brocados de seda chinos 0 europeos, se adornaban con lazos, pasamanerias y galones de oro y plata. La ampona fenagua dejaba lucir el zapato, donde brillaban las hebillas de diamantes Thomas Gage, 1648 * Quexqueitl. Cuadeado forma por dos r= tinglos de tela: queda cerrado exceptuando una ahertura en el centro para introducir la cabeza. ** Tilma de ee, Rectingulo de manta que muda en el hombro 2 modo de capa tricornio, la gente siguid usindolo). Independientemente de que los ¢s- pecialistas las atribuyan o no al siglo XVI, las pinturas que se conservan en Inglaterra tienen el mérito de ser las primeras sobre las castas, por lo que deben de haber marcado una pauta al nuevo género, cuando menos hasta 1813, cuando José Marfa Morelos pro- puso abolir las caszas en la Constitu- cién de Apatzingin. Siglo xv El advenimiento dz los Borbones in- fluyé inmediatamente en la indumen- taria novohispana. El investigador An- tonio de Robles menciona el 6 de ene- ro de 1703: “Dicho dia, salieron los soldados de Palacio vestidos con pa- fio azul con las mangas encarnadas y ‘medias del mismo color, y sombreros de tres picos al uso de Francia”. Por cierto, este atuendo los expuso a la burla del pueblo, que llamé al tricor- nio sombrero de “tres cuernos”. Los espatioles adoptaron la casaca de color, que no se abrochaba a fin de lucir la chupa, especie de chaleco casi siempre bordado; les camisas llevaban lanes de encaje en ‘os pufos, y la cor- bata al cuello terminaba a veces en chorrera. Las medias iban cefidas a la rodilla y los zapatos lucian hebillas de lene, Loe nelaces me madi (“ebillas de pies”). Los peinados se adornaban con lazos, alhajs y plumas; Jas joyas eran usadas con profusién, es pecialmente las perlas, como las famo- sas de California. Por si fuera poco, el barroquismo de la época indujo a los primeros mexicanos a usar hasta dos relojes. Otros accesorios eran los chiqueadores de carey o terciopelo que se colocaban en las sienes, asi como los lujosos e ineludibles abanicos, En va- no trataron los virreyes de moderar el Iujo de los espafioles y de los erillos: nadie hizo caso a las ordenanzas del vestido provenientes de Espaiia. Las pinturas de castas més represen- tativas del siglo Xvi son indudable- mente las de Miguel Cabrera; una par- te de ellas se conserva en Monterrey, Nuevo Leén, y otras en el Museo de América, de Madrid; no se sabe dén- de estan cinco pinturas que deben de completar la coleccidn. En ella figu- ran mujeres con rebozo, prenda mes- tiza por excelencia mencionada por fray Diego Durin en 1572. Formado por una tira larga de algodén que se tejié aprovechando la anchura del te- lar prehispénico, el rebozo nacié de la necesidad de cubrirse que tenian las mestizas, pues carecian de los medios suficientes para adquirir los mantos y tocas usados por espafolas y criollas ysa la vez, estaban obligadas a sujetarse

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