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LA ASIMETRIA FUNCIONAL DE LOS HEMISFERIOS CEREBRALES

1. DOS MENTES EN UN SOLO CEREBRO

El cerebro del hombre, igual que el de los animales, es


doble.
Hipócrates, s. V a C.

Por razones de estrategia evolutiva no fáciles de comprender, las especies del


reino animal, no así las del vegetal, presentan una casi total simetría entre los lados
derecho e izquierdo de sus organismos. Esta simetría se extiende más allá de los
órganos externos y afecta también al sistema nervioso. El cerebro es un caso típico. En
los mamíferos superiores, su tronco central está recubierto por la corteza cerebral, que
forma dos hemisferios de sustancia gris y forma arriñonada (fig. 4), imagen especular
uno del otro.
Dicha corteza cerebral consta de tres zonas con funcionalidad marcadamente
distinta (fig. 5): la motora, donde se procesan las señales de salida; la sensorial, que
procesa las de entrada; y la asociativa o zona central, en la que se procesa el resto de
la información tratada en el cerebro. La primera de estas zonas contiene las
terminaciones nerviosas eferentes encargadas de controlar todos y cada uno de los
movimientos del cuerpo. La segunda está formada por las terminaciones aferentes de
las conexiones que van desde las zonas periféricas del organismo hasta la corteza
cerebral. Por último, la tercera, que en el hombre es la más extensa con gran

diferencia, contiene las neuronas que constituyen los sistemas de percepción,


aprendizaje y memorización de la mente.
En toda la corteza cerebral se observa un curioso y aún no bien comprendido
cruzamiento (1) de sus vías nerviosas, de forma que las neuronas situadas en el
hemisferio derecho controlan los movimientos o reciben las sensaciones del lado
izquierdo del cuerpo, y viceversa.
Además, las zonas motora y sensorial están fuertemente especializadas. Cada
parte o porción de ellas controla el movimiento o las sensaciones de un área muy
concreta del cuerpo. En un principio se creyó que la zona central no funcionaba de
esta forma, sino que, por el contrario, en ella cada una de las áreas asociativas de
los hemisferios cerebrales realizaba papeles idénticos, ya que en ellas residía lo más
íntimo de la mente del ser humano, lo que algunos llaman su identidad personal, y
ésta debería ser única. Hoy día se sabe que no es así, pues las áreas neuronales de
cada uno de los hemisferios realizan funciones claramente diferenciadas.
El origen de estos descubrimientos data de 1861, en que Paul Broca (2)
comprobó que, cuando cierta porción del hemisferio izquierdo se lesionaba,
aparecían desórdenes muy específicos en el lenguaje, pero si las lesiones se
producían en el hemisferio derecho no ocurría otro tanto.

Pocos años después, Carl Wernicke (3) localizó otra zona, también en el
hemisferio izquierdo, que, en caso de sufrir algún trauma, afectaba asi mismo al habla.
Estos descubrimientos indicaron claramente que el hemisferio izquierdo era el
responsable de coordinar el lenguaje, mientras que el derecho no desempeña papel
alguno en esta importante actividad.
A partir de entonces los trabajos de investigación se multiplicaron de forma
sorprendente en busca de las funciones perceptuales y cognitivas propias de cada
hemisferio cerebral. Pero no se produjo otro descubrimiento de transcendencia hasta que
en 1952 Roger W. Sperry (4), de la Universidad de Chicago, comprobó que, si seccionaba
quirúrgicamente el cuerpo calloso (gran paquete de fibras nerviosas que interconexionan
los dos hemisferios) (fig. 6), no se apreciaban síntomas importantes en el individuo, si
bien a partir de entonces los dos hemisferios funcionaban de forma independiente, como
si se tratara de cerebros distintos, no sólo en cuanto a su localización dentro del mismo
cráneo, sino también en cuanto a lo que es capaz de hacer cada uno de ellos, dándose el
caso paradójico de que uno podía aprender una cosa y el otro la ignoraba por completo.
En los últimos treinta años, este nuevo e importante descubrimiento ha dado
origen a un renovado esfuerzo de investigación en busca de su verdadero significado. El
propósito de este capítulo es abordar el tema desde el punto de vista de la cibernética
y de la teoría de la información, enfoque inédito hasta la fecha.

2. ALGUNAS NOCIONES BASICAS SOBRE EL


TRATAMIENTO DE LA INFORMACION

Creo que las ideas de la teoría de la información pue-


den aportar un número importante de contribuciones
al estudio del cerebro, el cual si no es otra cosa, al
menos es un elaborador de información extraordina-
riamente eficaz.
Donald M. Mackay, 1980

«El espacio y el tiempo son considerados comúnmente como las formas de


existencia del mundo real, y la materia como su sustancia», señala Herman Weyl (5) al
iniciar un detallado análisis sobre estos tres conceptos, en los que se apoyan toda la
física y toda la filosofía.
La teoría de la información se mueve también dentro de las mismas
coordenadas: la materia, único constituyente sustancial de los datos, «piezas
fundamentales» usadas para desarrollar la teoría; y el tiempo y el espacio, únicas
formas básicas en que se pueden ordenar esos datos.
Si se procesa información secuencialmente, se están ordenando los datos de
manera temporal; por el contrario, cuando se hace globalmente, el ordenamiento tiene
forma espacial. Dada la estructura genérica del Universo en que vivimos, sólo pueden
existir estos dos modos de ordenar la información: el temporal o serie, y el espacial o
paralelo, y, como consecuencia, todos los métodos de tratamiento de información
elaborados hasta ahora (tabla I) por el hombre, o que pueda elaborar en el futuro, se
basan en uno de estos dos modos. Y todas las formas del conoci miento científico se
fundamentan por lo general en algunas de las modalidades enumeradas en esa tabla.
La naturaleza discurre por idénticos caminos. El cerebro humano elabora
información en base al tiempo y al espacio. Al leer un libro, realizar un cálculo
numérico, ordenar una colección de libros, etc., se están realizando una serie de
operaciones mentales secuenciales, es decir, se está procesando información en serie.
Los datos entran y salen del cerebro unos detrás de otros, son percibidos
consecutivamente y van siendo tratados y transformados en tiempos sucesivos. Por el
contrario, al contemplar un paisaje, al intentar reconocer un rostro, al percatarnos de
una situación de peligro, etc., las operaciones mentales necesarias

(entrada, percepción y salida de datos) ocurren en puntos distintos del espacio, es


decir, la información es procesada en paralelo. Los datos llegan simultáneamente a
los sentidos, son transformados todos al mismo tiempo, y los subproductos
correspondientes son también percibidos de forma global.
Cuando el cerebro procesa información, lo que realmente hace es, en primer
lugar, transmitir esa información desde el lugar que la capta o detecta al entramado
neuronal donde la elabora. En el caso de la visión, por ejemplo, la información es
transmitida desde la retina, que es donde se la detecta, por primera vez, a ciertas zonas
de la corteza que es donde se la percibe. La percepción es el acto más importante y
complejo de todo el proceso de elaboración de información, y no debe confundirse
con la detección que ocurre en los comienzos del proceso y que encierra operaciones
menos delicadas. Según se dijo, para llegar a percibir algo es preciso -tratando de
explicar el fenómeno de manera muy simple comparar ese algo, una vez detectado, con
recuerdos de la memoria y, como consecuencia de esta comparación, catalogarlo de la
forma más efectiva posible para así llegar a comprenderlo. Percibir es también un
proceso susceptible de ser efectuado tanto en serie como en paralelo. Si nos fijamos en
las dos partes de la figura 7 y procesamos (percibimos) la información contenida en
ella, en paralelo, ambas partes nos parecen idénticas. Si, por el contrario, procesamos
esa misma información percibiendo detalle a detalle (serie), lo que lógicamente nos
obligará a alargar la operación con respecto al caso anterior, podremos llegar a
descubrir hasta siete diferencias importantes, que en el proceso paralelo nos pasa ron
inadvertidas.
Cuando se procesa información en serie, lógicamente se gana en «detalle», si
bien se pierde en «panorama». Sin embargo, al hacerlo en paralelo sucede todo lo
contrario. Es precisamente el mismo fenómeno que ocurre con el objetivo telescópico
de una máquina fotográfica: si se amplía el campo, se pierde definición, y viceversa.
No sólo se procesa información en paralelo cuando se reciben, detectan y
perciben varios canales de datos al mismo tiempo (por ejemplo: vista, oído, memoria,
sentimientos), sino también cuando, tratándose de un solo canal de datos, las
percepciones se refieren a conjuntos amplios de ellos, como puede ocurrir en el
ejemplo de la figura 7, donde solamente entra en juego el canal de información
correspondiente a la vista, pero que puede ser tratado en dos formas: abarcando toda
la figura (paralelo) o solamente parte de ella (serie). Otro ejemplo muy instructivo es el
caso de la lectura: «macroscópicamente» hablando, se trata de un proceso serie, pues
se perciben las letras una a continuación de otra; sin embargo, desde el punto de vista
«microscópico», el proceso es paralelo, porque cada letra con todos sus detalles se
percibe en forma global y no punto por punto, como en realidad requeriría un proceso
serie.
El cerebro humano, igual que el de muchos animales, posee la extraordinaria
capacidad de procesar información en paralelo, tanto en forma de muchos canales
simultáneamente como a nivel de un solo canal, pero con campo relativamente amplio.
Los modernos computadores digitales, aun los más sofisticados y potentes, no suelen
presentar esa capacidad. Por lo general procesan información sólo en serie, aunque
puedan procesar varios canales al mismo tiempo, pero dentro de cada canal sólo
«perciben» punto a punto (bit a bit).

3. RESUMEN DE CONCLUSIONES YA FORMULADAS SOBRE ASIMETRIA


FUNCIONAL DEL CEREBRO HUMANO

Es lógico llegar a la conclusión de que,


si un solo hemisferio basta para tener
una mente, el hecho de tener dos
hemisferios nos capacita para tener dos
mentes.
Joseph E. Bogen, 1969

Las numerosas investigaciones realizadas para intentar descubrir la


funcionalidad en cuanto a percepción, aprendizaje y memorización de cada uno de los
hemisferios cerebrales pueden agruparse en cuatro categorías, según el tipo de
asimetría cerebral existente en los sujetos sometidos a examen.
En la primera están todos los estudios del comportamiento de pacientes a los
que se les ha seccionado quirúrgicamente el cuerpo calloso dejando los hemisferios sin
intercomunicación, en busca de remedio contra fuertes ataques epilépticos originados
posiblemente en algún tipo de «realimentación» entre dichos hemisferios. Casos de
este tipo pueden encontrarse en las referencias 4, 6, 7, 8, 9, 10 y 11, así como en
otras muchas no enumeradas aquí para no hacer interminable la bibliografía que se da
al final de este capítulo.
El segundo grupo se refiere al estudio de pacientes a los que ha sido preciso
extirpar alguno de los hemisferios para reducir ciertos tumores o a causa de heridas
traumáticas. En este grupo también pueden incluirse enfermos con alguno de los
hemisferios total o parcialmente inutilizado debido a trombosis cerebrales (12, 13 y
14).
En el tercer grupo se incluyen estudios de personas sanas, cuyos dos
hemisferios funcionan perfectamente y están intercomunicados a través del cuerpo
calloso. Varios de estos casos se detallan en las referencias 15, 16 y 17. Estos sujetos
son sometidos a experimentación mediante instrumentos y aparatos muy ingeniosos,
que permiten que en el momento de la prueba sea sólo uno de los hemisferios el que
realice la parte más significativa del trabajo mental.
Por último, el cuarto grupo incluye también personas normales a las que se
«duerme» uno de los hemisferios mediante electrochoque localizado o inyectando un
anestésico apropiado en la arteria carótida (18, 19 y 20).
Sería poco menos que imposible intentar resumir aquí los resultados del gran
número de investigaciones enmarcadas en cada uno de los cuatro grupos anteriores.
Además, cada autor suele analizar una faceta distinta dentro de una habilidad
determinada o de una pauta de conducta concreta del sujeto sometido a
experimentación, lo que hace muy difícil cualquier tipo de sistematización. Por otro
lado, en investigaciones de esta naturaleza cada caso clínico tiene una importante
componente subjetiva, que dificulta su valorización objetiva. El resultado final es, en la
mayoría de los casos, una multitud de ideas poco relacionadas entre sí y difíciles de
ordenar y clasificar.
Sin embargo, existe un aspecto que, en mi opinión, puede ser muy interesante.
Todos estos autores acostumbran a incluir en sus trabajos algunos párrafos de carácter
especulativo, en los que, basándose sólo en la intuición y sin lugar a demostración
experimental alguna, intentan sintetizar sus observaciones utilizando para ello
expresiones de carácter muy general con las que tratan de cualificar el modo de
operación de cada uno de los hemisferios cerebrales. A continuación se resume en
algunas tablas el contenido principal de estos párrafos especulativos al modo y manera
de lo hecho por Bogen (21), pero procurando anteponer en lo posible el punto de vista
de la teoría de la información.
Para encuadrar mejor los términos usados por los autores a los que antes se ha
hecho referencia, se han considerado por separado tres facetas muy importantes de la
mente humana: pensamiento, consciencia y comunicación. En la tabla II se han
agrupado las expresiones empleadas para designar el modo de pensamiento propio de
cada uno de los hemisferios cerebrales, entendiendo por tal la forma característica en
que elaboran información. La tabla III es análoga a la II, si bien se refiere a los modos
de consciencia, es decir, a las formas peculiares en que cada hemisferio autopercibe la
información que está elaborando. Y, por último, en la tabla IV se agrupan los términos
correspondientes a las formas de comunicación más características de estos
hemisferios, esto es, su manera de recibir y transmitir la información.
Si se analiza el contenido de estas tres tablas, lo que más llama la atención es el
hecho de que, a pesar de existir una evidente variedad en los términos empleados por
los distintos investigadores, para expresar la funcionalidad de cada uno de los
hemisferios (a lo que unos llaman pensamiento lógico, otros denominan intelectual; lo
que unos consideran comunicación por imágenes, otros lo entienden como estructural,
etc.); sin embargo, se aprecia una concordancia casi total en el hecho de que todas
las funciones correspondientes a las columnas asociadas con el hemisferio izquierdo
se refieren a procesos de elaboración de información en serie, mientras que todas las
relativas al hemisferio derecho corresponden a procesos del tipo paralelo. Este hecho
singularmente significativo constituye la base de la hipótesis que se va a explicar en
el apartado 5.
4. LATERALIDAD DE LAS EXTREMIDADES

Que el dextrismo y la zurdería de los humanos es un


carácter heredado está más allá de toda disputa.

Robert L. Collins, 1978

Como se dijo en el apartado 1, el sistema nervioso presenta una curiosa


estructura cruzada, en la que las extremidades del lado derecho están controladas
desde el hemisferio cerebral izquierdo, y viceversa. Ocurre, además, que en los
humanos se da una evidente especialización en el uso de sus extremidades
(lateralidad), principalmente en el caso de las superiores, de forma que una gran
mayoría de ellos, entre el 85 y el 90 por ciento aproximadamente, emplean la mano
derecha para trabajos que requieren una cierta habilidad (operating grip, en la
literatura anglosajona) y reservan la izquierda para las tareas en las que lo importante
es la capacidad de sujeción (holding grip).
La especialización funcional de los hemisferios cerebrales no sólo se manifiesta
en las funciones perceptuales o cognitivas, a las que se hizo referencia en el apartado
anterior, sino también en las motoras, lo que ha hecho suponer a numerosos
investigadores (15, 18, 22, 23, 24, 25, 26 y 27) que ambos fenómenos deben tener un
origen común.
Dado que el estudio de la lateralidad de las extremidades es muy anterior al de
la especialización funcional de los hemisferios, puede resultar oportuno repasar
brevemente aquí lo que se conoce actualmente sobre el primer tema, pues ello podría
ser de utilidad a la hora de interpretar el segundo.
Las primeras hipótesis atribuían la existencia de una mano diestra y otra zurda a
hábitos adquiridos durante la infancia o a costumbres tradicionales. Sin embargo, la
antropología ha demostrado que se trata de un fenómeno existente desde tiempos
remotos y de carácter universal (que trasciende más allá de razas, culturas o
continentes), lo que hace pensar (23 y 28) que se podría tratar de un carácter
heredado genéticamente. Más aún, al parecer, la mutación responsable de este
carácter es propia solamente del homo sapiens o de sus más inmediatos antepasados,
pues los mamíferos superiores no presentan dicha lateralidad. Es cierto que los perros,
monos, elefantes, etc., utilizan con más frecuencia una de sus patas delanteras o
colmillos (23 y 29) para determinadas tareas, pero la gran mayoría de ellos no utilizan
la misma extremidad como ocurre en el hombre, sino que el número de animales
diestros es aproximadamente igual al de zurdos, lo que hace pensar que se trata de
un hábito adquirido como consecuencia de circunstancias aleatorias.
Las hipótesis más aceptadas en la actualidad sobre el origen de la lateralidad
en los humanos son tres, que se exponen a continuación, si bien es preciso advertir
que, dadas las dificultades que presenta el tema, la bibliografía sobre el mismo es
muy incompleta y escasa.
La primera hipótesis (27) presupone que la prevalencia lateral viene
determinada por un alelo (correspondiente a un par de genes) que da origen al
dextrismo, existiendo el alelo complementario que provoca la zurdería, siendo
dominante el primero y recesivo el segundo.
La segunda 1 afirma la inexistencia de este último alelo complementario. En
otras palabras, los hombres nacen genéticamente predispuestos al dextrismo o
nacen sin predisposición alguna (individuos que en lo que sigue serán llamados
«neutros»). Estos últimos, debido a un hábito adquirido de forma aleatoria, pasan a
ser diestros, ambidiestros o zurdos, con una distribución aproximadamente igual
entre los tres grupos. Según esta teoría, deberán existir dos clases de diest ros: los
de origen genético, que son aproximadamente un 85 por ciento de los humanos, y
los «neutros» que por hábito se han convertido en diestros, y que se estiman en un
5 por ciento, lo que hace el total de diestros de un 90 por ciento. El 10 por ciento
restante se divide entre zurdos y ambidiestros en partes prácticamente iguales.
La tercera hipótesis (28) pone en duda la existencia tanto del gen del
dextrismo como el de la zurdería. Sin embargo admite el origen genético de la
lateralidad, pero lo considera como un fenómeno indirecto: existen ciertos genes que
modelan el organismo de cada individuo con unas características tales que
predisponen a usar preferentemente una de las dos manos.
Si se analizan conjuntamente los fenómenos de la lateralidad y la
especialización funcional hemisférica, la hipótesis que mejor explica ambas, según
se verá más adelante, podría ser una superposición de la segunda y tercera citadas
anteriormente; es decir, existe algo genético en el hombre que le predispone
indirectamente a la lateralidad, pero que cuando aparece únicamente le predispone
al dextrismo.

5. HIPOTESIS SOBRE LA FORMA EN QUE TRABAJA CADA UNO DE LOS


HEMISFERIOS CEREBRALES

Los hemisferios cerebrales se diferencian no sólo en aquellos mecanismos que


explican su comportamiento complejo, sino también en los procesos correspondientes
a las señales que entran y salen de ellos.

Josefina Semens, 1967

A pesar de la profusión de literatura científica existente sobre el tema de la


especialización de los hemisferios cerebrales, la explicación de los mecanismos
neuronales responsables de ella es un tema todavía inédito, si se exceptúa el trabajo
de Semens (22) que, aun siendo de gran interés, adolece de falta de concreción en lo
referente a esos mecanismos, limitándose a afirmar que el hemisferio derecho está
organizado de «forma difusa», mientras que el izquierdo lo está de «forma localizada».
Puede ser que esta escasez de trabajos interpretativos frente a tantos descripti vos se
deba a que el tema aún no ha sido abordado desde el punto de vista de la cibernética,
único que lógicamente puede esclarecerlo, al ser el cerebro un potentísimo elaborador
de información.

* * *

En la evolución de las especies pertenecientes al reino animal, el cerebro debió


aparecer muy al principio, asumiendo el papel de centro de coordinación y control del
sistema nervioso. Por rudimentario que fuera este órgano, su función siempre fue
procesar la información captada por dicho sistema, el cual, en la mayoría de los casos,
tenía forma de estrella con un núcleo central y una serie de ramificaciones que partían
de él. En consecuencia, la información llegaba casi siempre al cerebro procedente de
puntos diferentes pero simultáneamente, es decir, en paralelo. Esto obligaba al cerebro
a procesar esa información también en paralelo. Más tarde, cuando éste se desdobló en
dos hemisférios, probablemente como consecuencia de la presión evolutiva en favor de
un elemento tan eficaz como el cerebro, ambos necesariamente debieron conti nuar
procesando la información en paralelo. Hasta que, en un momento determinado de la
evolución, una cierta mutación debió afectar de forma directa o indirecta a la estructura
neuronal de dichos hemisferios, haciendo que uno de ellos -el izquierdo concretamente-
se transformara en un elaborador de información de tipo serie.
Al aparecer esta desigualdad funcional hemisférica, es lógico suponer que los
trabajos manuales, que requieren una cierta habilidad y que, por tanto, deben verse
favorecidos por un control neuronal secuencial, pasaran a ser competencia casi
exclusiva del hemisferio que estaba mejor dotado para ese tipo de proceso de
información, que era el izquierdo. Y así es como debió originarse la prevalencia de la
mano derecha - controlada por el hemisferio izquierdo- en dicho tipo de trabajos. Aná-
logamente, el lenguaje, que también requiere actividad mental seriada al exigir
concentración en el discurso y tratamiento temporal de la información (idea tras idea,
frase tras frase, palabra tras palabra y fonema tras fonema), debió asimismo pasar a
ser una función a cargo generalmente de ese hemisferio.
Por un razonamiento análogo, se puede suponer que la elaboración del
pensamiento lógico, del racional y del abstracto, que igualmente deben sustentarse en
procesamientos de información de tipo secuencial, tuviera lugar en dicho hemisferio
izquierdo.
En consecuencia, este hemisferio debió ir acaparando una serie de tareas de
gran importancia, y como, cuando un hemisferio se concentra en una actividad, el otro
se inhibe de ella (18), el hemisferio derecho debió «disponer de mucho tiempo libre»
para acometer aquellas tareas que precisaban un control neuronal espacial o de tipo
paralelo, como, por ejemplo, la percepción ambiental, el pensamiento intuitivo y
concreto, la consciencia emocional, etc.
La hipótesis expuesta entiende que la lateralidad de las extremidades es
consecuencia directa de la asimetría funcional hemisférica; por tanto, si se admite para
dicha lateralidad la hipótesis enumerada en segundo lugar en el apartado anterior,
según se justifica más adelante, habrá que suponer también que sólo los diestros de
origen genético (aproximadamente un 85 % de los seres humanos) deberán tener sus
hemisferios funcionalmente diferenciados (uno predispuesto para los procesos en serie
y otro para los en paralelo), mientras que los «neutros» (el 15 % restante) tendrán sus
dos hemisferios en el estado evolutivo original, es decir, ambos predispuestos para
elaborar información en paralelo.
Se desconoce por completo en qué momento preciso de la evolución apareció la
mutación a la que antes se ha hecho referencia, si bien se podría pensar que pudo tener
lugar simultáneamente con alguna de las mutaciones que originaron los grandes cambios
de capacidad craneal acaecidos dentro del género homo (cuando el ramapithecus se
transformó en homo habilis, o cuando éste se convirtió en erectus, o cuando el último
pasó a ser homo sapiens).
Conviene indicar también que la diferenciación en la estructura neuronal a que
se viene haciendo referencia no requiere distinción anatómica externa alguna. Más bien
podría tratarse tan sólo de un cambio en alguno de los agentes que influyen
directamente en el comportamiento de las neuronas de la corteza cerebral, como, por
ejemplo, el riego sanguíneo (29), la dosificación hormonal, etc. Téngase en cuenta que,
según enseña la teoría de la información, convertir la capacidad de procesar
información en paralelo en capacidad para hacerlo en serie no implica cambios
estructurales de gran importancia; bastaría, por ejemplo, con adquirir un mayor «poder
de concentración» que permitiera dar énfasis a un número reducido de canales de
información dentro del gran grupo de los disponibles. Por el contrario, el cambio de
serie a paralelo hubiera implicado transformaciones mucho más importantes.
Al parecer, este fenómeno de la especialización hemisférica no se presenta al
modo de una variable digital -o todo o nada-, sino que más bien se manifiesta como
una transición entre personas que tienen sus hemisferios claramente diferenciados y
otras que los tienen casi sin diferenciar (18). Inclusive algunos autores (26) han
señalado que esta diferenciación suele ser mayor en los varones que en las mujeres,
hipótesis sobre la que últimamente se ha especulado bastante, pero que todavía no ha
sido confirmada científicamente.
Debe comprenderse que este fenómeno de la especialización consiste sólo en
una cierta predisposición de cada uno de los hemisferios para un tipo u otro de proceso
de información. No se trata de que la elaboración en serie sea competencia exclusiva
de un hemisferio y la en paralelo del otro. Ambos hemisferios pueden procesar
información de cualquier forma, pero, como consecuencia de la predisposición indicada,
su eficacia es mucho mayor en uno de esos casos.
Recuérdese además que, por lo general, cualquier forma de elaboración de
información en serie suele poder descomponerse en varios subprocesos que operan en
paralelo. Por todo esto, la diferencia funcional de los hemisferios a la que se viene
haciendo referencia es muy posible que consista simplemente en que uno de ellos
trabaja mejor procesando muchos canales de información simultáneamente, siendo
estos canales de amplio contenido, mientras que el otro lo hace mejor al tratarse de
menor número de canales y con un contenido más limitado.
Por último, conviene no olvidar que el entramado neuronal de la corteza cerebral
posee una plasticidad extraordinaria. Por tanto, a pesar de que cada uno de los
hemisferios puede tener una de las predisposiciones indicadas, es preciso «facilitar»
previamente con el uso ese modo de operación, y en casos excepcionales, como los que
se derivan de ciertas lesiones cerebrales, entra dentro de lo posible una cierta
reeducación, a no ser que dicha plasticidad haya desaparecido con el paso de los años.

* * *

En cuanto a los mecanismos neuronales responsables de la predisposición


indicada no se conoce nada concreto como consecuencia de experiencias directas, pues
observar en el laboratorio la actividad neuronal es asunto aún muy difícil y rodeado de
toda clase de limitaciones; sin embargo, en base a los principios fundamentales de la
teoría de la información, se pueden aventurar algunas hipótesis. Así, resulta lógico
suponer que el hemisferio izquierdo deberá estar dotado de un poder de inhibición
neuronal mucho más enérgico que el del derecho, lo cual favorecerá la elaboración de
información en serie en dicho hemisferio. Se entiende por poder de inhibición la
capacidad de bloquear de forma refleja (inconsciente) determinadas cadenas o zonas
neuronales. Este debe ser un fenómeno de naturaleza química y muy bien pudiera estar
relacionada, como ya se ha indicado, con el riego sanguíneo de cada uno de los
hemisferios (a menor riego, las neuronas estarán menos activadas y podrán ser
bloqueadas con menor acción química, es decir, más fácilmente).
Esta capacidad de inhibición deberá ponerse de manifiesto en tres zonas
concretas: la periférica, tanto de entrada como de salida; la central, cuando sus
neuronas participan en procesos cognitivos y de aprendizaje; y esa misma zona, pero
cuando sus neuronas intervienen en procesos de memorización.
Por lo que se refiere a la primera de dichas zonas, el hemisferio derecho debe
trabajar con todos o casi todos sus canales de entrada y salida activados, mientras que
el izquierdo deberá ser capaz de inhibir un número importante de ellos.
Por lo que respecta a la zona de las neuronas centrales que participan en procesos
cognitivos, las del hemisferio izquierdo deberán trabajar en base a una excitación
enérgica de largas cadenas, quedando las colaterales inhibidas total o parcialmente. Por
el contrario, las neuronas del hemisferio derecho lo harán mediante la excitación global
de un considerable número de ellas que se inhibirán parcialmente entre sí y que, por
tanto, darán lugar a una excitación mucho menos enérgica que en el caso anterior. Esta
interpretación explicaría por qué el pensamiento lógico o el racional, propios del
hemisferio izquierdo, se perciben en forma mucho más clara que el pensamiento
intuitivo o el holístico, asociados con el derecho. Por último, las neuronas centrales
responsables de los procesos de memorización deberán originar engramas extensos
y de poca intensidad en el hemisferio derecho, y reducidos, pero de gran contraste,
en el izquierdo.
Estos puntos de vista, así como la principal hipótesis aquí expuesta, coinciden
en líneas generales con lo postulado por Semens (22), sin que se observe
contradicción aparente entre los dos enunciados, si bien su planteamiento se apoya
en investigaciones anatómicas y no en especulaciones de carácter cibernético como
lo aquí tratado.
El hecho de haber admitido para la lateralidad de las extremidades y, por
tanto, para la diferenciación hemisférica la segunda de las hipótesis del apartado
anterior y no la primera, se debe a las siguientes razones:
a) Está comprobado que el habla -la función asociativa más fácil de localizar
en alguno de los hemisferios- no aparece, como pudiera esperarse, en todos los
diestros en su hemisferio izquierdo y en todos los zurdos en el derecho, sino que
existe un pequeño porcentaje de unos y otros en los que esta importante función se
encuentra invertida (11, 15 y 23). Y, aún más, existen sujetos (22, 25 y 30) con el
habla localizada en ambos hemisferios. Todos estos casos podrían interpretarse
como pertenecientes al grupo de los llamados «neutros», que, al no tener el gen -
directo o indirecto- del dextrismo, fijan el habla de manera totalmente aleatoria en
alguno de sus hemisferios, o inclusive en ambos, ya que cualquiera de ellos está
igualmente capacitado y ninguno ofrece ventajas importantes para elaborar
información en serie, mientras que la lateralidad manual no tiene por qué fijarse en
el mismo hemisferio.
b) También está comprobado (11, 23, 25 y 27) que, cuando como consecuencia
de lesiones cerebrales aparecen trastornos en el habla, las personas afectadas se
recuperan mejor y más rápidamente si son zurdas. Y dentro del grupo de los diestros,
que son de recuperación muy lenta o inexistente, los que tienen parientes consanguíneos
zurdos son los que mejoran más. El primero de estos hallazgos podría explicarse supo-
niendo que el zurdo tiene siempre ciertas funciones del habla asociadas con ambos
hemisferios, y el segundo, si se admite que los diestros con parientes zurdos son
probablemente «neutros», es decir, personas sin sus hemisferios diferenciados; por
consiguiente, con la misma configuración cerebral que los zurdos.

6. EMOCIONES POSITIVAS Y NEGATIVAS

Lo más insufrible para el hombre razonable es aquello que carece de razón.


Epicteto, s. II a. C.

Aun a pesar de conocerse que las emociones tienen su origen en estratos


muy profundos del cerebro, concretamente en su sistema límbico, se ha explicado
anteriormente (Apartado 3) cómo el hemisferio derecho es el responsable de la
consciencia emocional del individuo, y así lo corroboran diversos autores (23, 24, 31
y 32), pues la elaboración final de las señales procedentes de esos estratos, que
requieren procesamiento en paralelo, dada la multiplicidad de vías de información
en ellas contenidas, tiene lugar al parecer en dicho hemisferio. Además, según se ha
explicado, en la mayoría de las personas este hemisferio es el más primitivo de los
dos, en correspondencia con la vida emocional que, sin lugar a dudas, es anterior a
la racional en cuanto a historial evolutivo.
Ahora bien, algunos investigadores soviéticos (18) han encontrad o que,
cuando como consecuencia de un electrochoque lateralizado deja de funcionar el
hemisferio derecho, el paciente manifiesta únicamente emociones positivas (tono
vital alto, optimismo, vivacidad, etc.), mientras que, si no trabaja el hemisferio
izquierdo, aparecen las emociones negativas (tono vital bajo, pesimismo, etc.).
Estas observaciones contradicen en cierta medida la hipótesis expuesta en el
apartado anterior, porque parecen indicar que tanto un hemisferio como otro son
capaces de procesar información emocional que, como se indicó, requiere
elaboración en paralelo. Sin embargo, esta objeción no puede ser considerada como
válida, según se va a tratar de explicar a continuación. Las emociones negativas,
derivadas del miedo a la muerte, debieron ser mucho más favorecidas que las
positivas en la evolución de las especies. El animal que debido a un accidente
genético desarrollaba pautas de conducta en las que el temor a la muerte tenía un
protagonismo importante aumentaba considerablemente la probabilidad de
reproducirse, y, por tanto, sus genes se propagaban mejor. Lo que lleva a pensar
que, después de miles de siglos de proceso evolutivo, solamente han «sobrevivido»
las emociones negativas, y lo que ahora se considera como positivas equivale en
realidad a la ausencia de las negativas.
Entonces ocurre que en la mayoría de las personas el hemisferio derecho,
cuando trabaja, elabora la información correspondiente a las emociones negativas. Por
tanto, si ese hemisferio deja de funcionar por causa accidental, el paciente sufrirá la
ausencia de dichas emociones y se mostrará optimista, alegre, etc. Por el contrario,
cuando el único que trabaja es el hemisferio derecho, aparecerán necesariamente las
emociones negativas.

7. ARTISTAS Y PENSADORES
La experiencia muestra claramente que existen dos categorías de
individuos: los artistas y los pensadores, que se diferencian en
forma tajante. Los artistas abarcan la realidad en su conjunto,
como una entidad viviente, completa e indivisible. Por su parte,
los pensadores disecan la realidad, reduciéndola temporalmente
a un esqueleto, después reúnen progresivamente los pedazos e
intentan volver a insuflarles vida.
Ivan Pavlov, 1936

La existencia de dos tipos básicos de «temperamentos mentales», los intuitivos o


artistas y los racionales o pensadores, fue puesta de manifiesto por Pavlov hace casi
medio siglo. Posteriormente, algunos autores (18 y 24) han intentado relacionar esta
curiosa dicotomía con la existencia de dos hemisferios cerebrales funcionalmente
distintos.
En los primeros años de investigación sobre la lateralidad hemisférica, hasta el
comienzo de la década de los setenta aproximadamente, la creencia más generalizada
atribuía el papel de dominante a uno de los hemisferios y suponía que el otro trabajaba
en constante subordinación. Concretamente se pensaba que el dominante era el
hemisferio izquierdo, más evolucionado, poseedor del lenguaje e inexistente en los
animales. Actualmente se piensa que existe un hemisferio más desarrollado que el otro
y que éste es el más activo, lo que inclina a las personas de forma inconsciente a
trabajar más cómoda y espontáneamente con él, pero sin que ningún hemisferio sea el
dominador.
Y así se piensa que, dependiendo de cuál de los dos hemisferios sea el más
activo, el individuo pertenecerá a uno u otro de los grupos de Pavlov. Los que trabajan
mejor con su hemisferio izquierdo serán los pensadores, mientras los que lo hacen con el
derecho serán los artistas.
Admitida la existencia de esos dos grupos, se puede profundizar más sobre su
origen. En nuestra opinión, no se trata de que un hemisferio esté más o menos
desarrollado. Lo que posiblemente ocurra es que, entre los dos grupos de per sonas
citadas en el Apartado 5 (los que tienen sus hemisferios diferenciados y los que los
tienen iguales), el primero lógicamente debe dar origen a los «especialistas» en
procesar información en serie, que evidentemente pueden ser considerados más
como pensadores que como artistas, por tener una mentalidad fundamental mente
analítica, mientras que los segundos deben dar origen a los «especialistas» en
procesar información en paralelo, que serán más artistas que pensadores, por tener
una mentalidad más apropiada para los procesos globales o de síntesis.
Esta nueva hipótesis, complementaria de las dos expuestas en el Apartado
anterior, parece más verosímil que la de las referencias 18 y 24 antes citadas,
según se explicará a continuación. En primer lugar, la nueva proposición atribuye a
un solo supuesto los tres aspectos fundamentales del tema que se está tratando:
1) lateralidad de hemisferios,
2) lateralidad de extremidades y
3) dicotomía de temperamentos,
al aceptar que estas tres manifestaciones tienen su origen en una misma
característica. En segundo lugar, fundamenta la última de dichas mani festaciones en
un fenómeno de origen genético, sin dejarlo al arbitrio de una circunstancia tan
incierta como el que un hemisferio sea más activo o menos perez oso que el otro.
Aunque la dicotomía señalada aún no ha sido objeto de análisis en el
laboratorio, sin embargo, de todos es sabido que la mentalidad racional es mucho
más frecuente que la intuitiva, lo que en primera aproximación se corresponde con
la relativa abundancia de diestros y escasez de zurdos. Asimismo, se puede aportar,
como una prueba más en favor de la correlación propuesta, que dentro del escaso
número de zurdos, en relación con el de diestros, se encuentra un grupo importante
de hombres ilustres con temperamento artístico y mentalidad intuitiva, como, por
ejemplo (33), Leonardo da Vinci, Rafael, Franklin, Bertillon, Schumann, Stanley Hall,
etc.

* * *

La dependencia mutua existente entre los tres fenómenos antes enumerados


puede permitir descubrir la configuración neuronal hemisférica más probable de un
sujeto, a partir de la lateralidad manual y de la pertenencia a uno de los grupos de
Pavlov. Para ello es preciso no olvidar que la lateralidad de las extremidades no se
corresponde exactamente con los otros dos fenómenos, pues, según se ha indicado,
existe un número pequeño de diestros (un 6 % aproximadamente) que, al no ser
diestros de origen genético, sino procedentes del grupo de los llamados «neutros»,
tienen la misma configuración hemisférica que los zurdos o los ambidiestros.
Esta pequeña ambigüedad puede resolverse si se conoce el grupo de Pavlov al
que pertenece el sujeto sometido a examen, o utilizando ciertos criterios generales
como los que se indican a continuación, que se pueden obtener por extrapolación a
partir del contenido de las tablas II, III y IV y lo allí dicho:
1) Las personas que hablan bien y se expresan fácilmente y con espontaneidad
muestran un claro indicio de tener su hemisferio izquierdo muy apto para la elaboración
de información en serie, lo que significa que sus dos hemisferios deben estar diferen -
ciados. Otra muestra de esta configuración podría ser un discurso monótono y sin
cambios de entonación. Por el contrario, los que hablan de manera entrecortada y
ligeramente dificultosa y los dados a no terminar las frases y a ayudarse con gestos,
accionando mucho y modulando fuertemente la voz, tienen posiblemente los dos
hemisferios sin diferenciar.
2) Los que tienen relativa facilidad para concentrarse, inclusive en ambientes
incómodos y hostiles, es probable que tengan sus hemisferios diferenciados. El izquierdo,
al ser capaz de procesar información en serie, podrá desconectar con relativa facilidad
muchas de sus entradas, y además, al trabajar intensamente, inhibe al derecho, todo lo
cual le permite concentrarse con facilidad. Por el contrario, aquellos a los que les resulta
difícil fijar la atención, o que al hacerlo se distraen fácilmente, deben ser personas con
sus hemisferios no diferenciados, que, al procesar información en paralelo con un número
elevado de entradas y salidas en funcionamiento, son muy propicios a verse afectados
por las perturbaciones.
3) Los individuos poco apasionados y de temperamento frío lógicamente
deberán pertenecer al grupo de hemisferios diferenciados, mientras que los emo-
cionales o temperamentales corresponderán al otro grupo. Podría también
anticiparse que pertenecerán al primero las personas que ante una situación impre-
vista o de emergencia reaccionen con frialdad y serenidad, porque su hemisferio
izquierdo está preparado para el proceso en serie y, por tanto, requiere poca
información para tomar decisiones. Por el contrario, los que tienen iguales sus
hemisferios serán de reacción lenta en esas situaciones, pues al trabajar sus
hemisferios en paralelo necesitarán que varios canales les suministren información
antes de tomar una decisión, y si no reciben toda esa información se quedarán
bloqueados. A la inversa, en aquellas situaciones en las que sea preciso interpretar
varias fuentes de información al mismo tiempo, se desenvolverán mejor las
personas con sus dos hemisferios igualmente configurados.
4) Existen, asimismo, dos tipos de sujetos: «los que hablan» y «los que
escuchan» (output-men e inputmen). Los primeros corresponden a los del hemisferio
izquierdo evolucionado, pues los procesos de información en serie son los más
apropiados para la salida de datos del cerebro. Los segundos serán los de hemisfe-
rios no diferenciados, pues los procesos en paralelo resultan los más apropiados
para la recogida de datos.
5) En muchas ocasiones es posible adquirir y procesar una cierta información
por dos métodos diferentes: o bien mediante una serie de instrucciones tanto
verbales como escritas, o bien a partir de figuras, esquemas, cuadros sinópticos,
etc. Los que prefieren el primer camino pertenecerán probablemente al grupo de los
hemisferios diferenciados, mientras que los que se inclinan por el segundo camino
es muy probable que tengan sus dos hemisferios iguales.

* * *

Como es lógico, también se pueden aprovechar las enseñanzas que nos


proporciona la asimetría funcional del cerebro humano en sentido inverso al
anteriormente empleado, según ha hecho Mintzberg (24). Es decir, se pueden prever
en forma aproximada las aptitudes más características de cada una de las dos posibles
configuraciones hemisféricas, al modo de lo brevemente condensado en la tabla V.
Los que tienen sus dos hemisferios no diferenciados, al ser especialistas en
procesos de información en paralelo, se desenvolverán mejor en ambientes en los
que este tipo de proceso sea el más apropiado, como, por ejemplo, en puestos de
dirección, en actividades artísticas, en política, etc. Por el contrario, las personas
con el hemisferio izquierdo más evolucionado, lo que les capacita para los
procesos complicados de elaboración de información en serie, deberán
desenvolverse mejor en los ambientes en que esa forma sea utilizada
preferentemente, como, por ejemplo, la planificación, la investigación científica,
los trabajos relacionados con las ciencias, las leyes, etc.
Es fácil comprender que lo anteriormente dicho sólo se refiere a una cierta
predisposición innata, que en algunos casos podría llegar a ser determinante, pero
que en modo alguno implica la negación de las aptitudes opuestas a una
determinada configuración hemisférica.

8. FINAL

La verdad se hace negando lo anterior.


Faustino Cordón, 1981

Konrad Lorenz (34) ha explicado cómo los organismos vivos empujados por
el proceso evolutivo se van adaptando a la naturaleza hasta tal extremo que en
ocasiones llegan a copiar la propia realidad. Extrapolando esta opinión al caso de
los hemisferios cerebrales, esa realidad no es otra que el Universo en que vivimos
o, mejor dicho, las dos formas de la materia que lo constituye: el tiempo y el
espacio. El cerebro del hombre, probablemente el elemento más desarrollado del
mundo en evolución, ha copiado esas dos formas de ordenar los datos materiales,
y sus neuronas se agrupan de manera similar: unas en forma espacial y otras en
forma temporal. Por eso, las especies más evolucionadas poseen dos cerebros,
hechos uno para comprender el tiempo y el otro, el espacio.
Resulta igualmente instructivo observar la trayectoria en zigzag que recorre la
evolución. En un principio arrastró a los organismos hacia formas redundantes que
proporcionan mayores posibilidades de supervivencia y reproducción. Posiblemente por
ese motivo, los organismos más evolucionados tienen, por lo general, duplicados sus
órganos esenciales. Sin embargo, en épocas más recientes del proceso evolutivo y en
muy contadas ocasiones, al amparo de nuevas mutaciones, se destruye esa
redundancia en favor de nuevas ventajas, cuando éstas llegan a compensar la
disminución de fiabilidad que conlleva la falta de redundancia. Por ejemplo, los
mamíferos superiores superan al hombre (si es diestro de origen genético) en cuanto a
redundancia, porque dichos mamíferos tienen dos hemisferios cerebrales idénticos en
sus funciones asociativas y ambos capacitados para procesar información en paralelo.
Si uno sufre una lesión, el otro asume la casi totalidad de las funciones asociativas y el
comportamiento animal queda poco afectado. A su vez ese mismo hombre supera a los
mamíferos, entre otras cosas, en variabilidad hemisférica, porque tiene medio cerebro
predispuesto para elaborar información asociativa en serie y el otro medio en paralelo,
dándole el primero acceso a habilidades únicas en la especie. Sin embargo, cada uno
de estos hemisferios especializados no tiene otro de repuesto. Si, por ejemplo, el
izquierdo sufre una lesión de importancia, se pierde la facultad del habla que no puede
ser transferida al derecho.
Y, para terminar, unas palabras muy elocuentes de Henry Mintzberg (24):
«No sabemos lo que en realidad sabemos, o, más concretamente, nuestro
hemisferio izquierdo es incapaz de articular explícitamente lo que nuestro
hemisferio derecho conoce implícitamente.»

9. BIBLIOGRAFIA

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Notas.

1
Citada en la referencia 23, pero original también de Marian Annet, la autora de la
primera teoría, Handedness in the Children of Two Left Handed Parents:
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