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Teoría de la Gestalt y Teoría de los Prototipos

Jorge Souza Jauffred

Dos aportes que, entre otros, ha recogido la lingüística cognoscitiva son la Teoría
de la Gestalt y la Teoría de los Prototipos. Ambas plantean postulados que han
servido de base para el desarrollo de teorías posteriores, en diferentes disciplinas.
Ambas surgieron del campo de la psicología y han sido retomadas principalmente
por la lingüística pero también, en general, por psicólogos, sociólogos,
antropólogos y neurólogos cognoscitivos; si bien la adopción de algunos de los
presupuestos de estas teorías con el tiempo han sido criticados o incluso
rectificados6, los principios básicos permanecen y se consideran transcendentes
para posteriores desarrollos teóricos.

Sabine Geck (2000, p:28-30), apoyada en autores alemanes como Liebert (1992),
critica a los cognitivistas como Lakoff y Johnson, debido a que “utilizan” el término
gestalt, sin precisarlo ni remitirse a sus creadores alemanes; esto significa para
ella, según entiendo su queja, que autores norteamericanos tomen y aprovechen
una noción “europea” sin otorgarle el crédito correspondiente a su trascendencia.
Lo utilizan, dice Geck –siguiendo a Liebert— más bien en forma “intuitiva”, ya que
no ahondan en esta teoría ni en sus implicaciones. En este sentido, baste señalar
que parece una crítica infundada, en tanto que si bien estos autores no se refieren
abiertamente a los gestalistas, citándolos por su nombre, —tal vez para evitar
ajustarse estrictamente a la teoría— sí definen el uso del término en múltiples
ocasiones, en relación con la forma en que lo emplean. Lakoff y Johnson
(1980/1995), por ejemplo, definen una gestalt, entre otras cosas, como “un todo
que los seres humanos encontramos más básico que sus partes”; Johnson (1987) la
define como “unified wholes whitin our experience and cognition”; y Lakoff y
Johnson (1999) lo determinan y se refieren directamente a él, en por lo menos
ocho ocasiones, y en todas queda claro que se trata de un concepto básico para
explicar que los seres humanos perciben la diversidad de estímulos y datos
procedentes del medio, construyéndolos en totalidades denominadas gestalts.

La Teoría de la Gestalt surgió en Alemania y le dieron su forma definitiva los


psicólogos Max Wertheimer (1880-1943), Wolfang Köhler (1887-1967) y Kurt
Koffka (1886-1941) quienes trabajaron y experimentaron ampliamente en el
campo de la percepción a partir de la primera parte del siglo XX. En 1912,
Wertheimer publicó su primera obra, Estudios experimentales de la percepción del
movimiento, y a partir de entonces la teoría comenzó su desarrollo, dando cuenta
de que la percepción humana no consiste sólo el recibir una serie de datos y
estímulos sensoriales, sino en organizarlos mediante un proceso de estructuración
que los construye como “formas”, totalidades, gestalts, que emergen como figuras
sobre un fondo determinado. Así, podemos decir que la Teoría de la Gestalt:

“sostiene que los sujetos perciben en primera instancia, directamente,


configuraciones complejas en una totalidad y que el análisis de los
elementos es posterior a esa aprehensión global [...] Una gestalt
(término que se asimila también a forma o estructura) es una
configuración que no se reduce a la superposición o sumatoria de los
elementos que la integran, sino que posee cualidades en tanto que
totalidad, de modo tal que la modificación de uno solo de sus elementos
puede cambiar la gestalt en su conjunto. El todo es, entonces, más que la
suma de la partes.” (Ciafardo, 2009: 2)

El reconocimiento de estas formas definidas o gestalts responde a una serie de


leyes7 que permiten establecer el camino que sigue la percepción para lograr que
el ser humano se represente al mundo que lo rodea. (Koffka 1922, Wertheimer
1924, Pastrana,y Barrera y Alonso 2006). Más tarde, estas leyes fueron también
objeto de críticas por dejar a un lado la participación del observador; “desde la
sociología, la estética o el psicoanálisis han reparado en estas limitaciones”
(Ciafardo 2009). Empero, las aportaciones de la Gestalt han sido rescatadas y
nuevamente se reconoce su utilidad, el valor de su aportación y se les entiende,
más como principios o condiciones generales de la percepción que han resultado
muy productivos,
Con base en numerosos experimentos realizados por los gestalistas,
principalmente los efectuados en el campo de la percepción de la música, por
Wertheimer, (quien por cierto también era músico) y en el campo de la percepción
animal, por Köhler, la Teoría de la Gestalt propuso una serie de leyes que dirigen la
estructuración de los estímulos sensoriales para construir las formas que
percibimos. Algunas de las más importantes son la Ley de la proximidad, que dice
que los estímulos próximos entre sí, tienden a percibirse agrupados; la Ley de la
semejanza: los estímulos parecidos entre sí, tienden a percibirse agrupados; la Ley
del cierre: las figuras abiertas, inacabadas o incompletas, tienden a cerrarse,
acabarse o completarse, con el fin de que adquieran una forma; la Ley del destino
común: los elementos que se desvían de un modo similar respecto de un grupo
mayor, tienden a percibirse agrupados; la Ley de concisión: la percepción tiende a
formar una “buena” gestalt. El término “buena” incluye: regularidad, simetría,
equilibrio. como leyes específicas. Para Whertimer: “The fundamental ‘formula’ of
Gestalt Theory might be expressed in this way. There are wholes, the behaviour of
which is not determined by that of their individual elements, but where the part-
processes are themselves determined by the intrinsic nature of the whole.”
(Whertimer 1924).

Esta teoría, pues, está en la base de la construcción de los Modelos Cognoscitivos


Idealizados, en tanto también constituyen totalidades de algunos aspectos del
mundo, si bien, más complejos y organizados. Incluso, Lakoff y Johnson denominan
a algunos de estos modelos “gestalts experienciales” y consideran que ordenan en
una sola configuración cognoscitiva, una articulación compleja de elementos. Un
ejemplo de ello es “disparar una pistola”, escena en la que se encuentran
integrados numerosos elementos y conocimientos previos derivados de nuestro
contexto cultural, nuestro medio social, etcétera; entre ellos está, por supuesto, la
persona que dispara, el arma que es disparada y que, sabemos, tiene gatillo, balas,
cañón y potencialmente posee una gran peligrosidad; sabemos, asimismo, que hay
un trueno, una pequeña flama, humo, así como un blanco contra el que se disparó
el arma; entendemos que hubo una intención que depende de un contexto
altamente estructurado, etcétera...
Es importante, pues, la deuda de los lingüistas cognoscitivos, particularmente de
los que han configurado la teoría de los Modelos Cognoscitivos Idealizados, hacia
las aportaciones teóricas de la Gestalt; así es como la ciencia se supera y avanza,
construyendo sobre las bases anteriores. Además de la Gestalt es necesario
referirnos, aunque sea brevemente, a la Teoría de los prototipos de Rosch (1978).

La teoría se refiere al problema de la categorización, es decir, la forma en la que


organizamos conceptualmente nuestra experiencia. Según Aguirre (2009), “El
saber cómo establecemos categorías con los elementos, acciones, etc. que
conforman nuestro estar en el mundo puede hacerse desde dos puntos de vista”:
desde el objetivista, la categorización se realiza a partir de propiedades comunes,
en donde los miembros de una misma categoría presentan rasgos idénticos; es
decir, los elementos se agrupan en una categoría siguiendo el principio de
propiedades compartidas. Desde el punto de vista de la perspectiva
experiencialista –que incluye a los autores de la lingüística cognoscitiva— se
sustenta en la Teoría de los Prototipos, que describe Kleiber (1995) de la siguiente
forma:

“La teoría de los prototipos rompe con la concepción clásica, ́aristotélica ́, de la


categorización y propone una nueva teoría de la categorización, la cual no
considera que la existencia de propiedades comunes compartidas por todos los
miembros, sea condición necesaria para el establecimiento de una categoría. De las
categorías denominadas lógicas, definidas por una lista de condiciones necesarias
y suficientes, se pasa a un análisis de categorías llamadas naturales, que tiende
ante todo a describir su organización interna y externa en relación con su
funcionalidad. El proceso de categorización ya no se limita al descubrimiento de
una regla de clasificación, sino a señalar covariaciones y similitudes globales y la
formación de prototipos de referencia (p: 17-18)

Fue Rosch (1978), quien a partir de sus estudios sobre la conceptualización del
color en diferentes lenguajes, particularmente en la lengua dani, de Nueva Guinea,
obtuvo un arsenal de datos empíricos que le permitieron proponer la existencia de
categorías no clásicas. La lengua dani sólo dispone de dos palabras para nombrar
los colores: “mili” y “mola”; la primera, significa oscuro-frío e incluye los colores
negro, verde y azul; la segunda, significa claro-cálido e incluye las tonalidades
blancas, rojas y amarillas; esto significa que la categorización de los colores (y por
lo tanto su percepción y organización conceptual) puede variar en distintas
culturas. Con estos datos, entre otros, Rosch llegó a conclusiones muy
significativas. Dos de ellas, trascendentes para su teoría: 1) la mayoría de las
categorías no tienen fronteras claramente definidas, sino que son borrosas, lo que
permite la posibilidad de establecer gradientes de pertenencia a la categoría y, por
lo tanto, 2) algunos de los ejemplares que pertenecen a una categoría son más
prototípicos que otros; es decir, las categorías son radiales y sus miembros tienen
entre sí “parecidos de familia” y en cuyo centro se encuentran las figuras más
prototípicas.

Sobre esas bases, la Teoría de los Prototipos ha tenido numerosas repercusiones,


sobre todo en lo que se refiere a la categorización y a la elaboración de la teoría de
los Modelos Cognoscitivos Idealizados que, más tarde, desarrollo Lakoff (1987) y
que se utiliza ampliamente para entender el lenguaje desde la lingüística
cognoscitiva.

Así, una taza se puede ir “convirtiendo” poco a poco en un plato, si colocamos


treinta o cuarenta objetos intermedios en un gradiente entre los extremos. Resulta
difícil establecer el momento en el que se realiza el cambio de categoría.

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