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UNIDAD V: LOS AUXILIARES DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

SUMARIO UNIDAD V: Enumeración y características de los tribunales de administración de justicia.

1. Concepto de auxiliares de la administración de justicia. Son organismos y personas


que actúan como colaboradores de los órganos jurisdiccionales en el ejercicio de la potestad
jurisdiccional y en el cumplimiento de la función jurisdiccional. Su regulación se contiene en
los arts. 350 y ss. título XI COT.
Al respecto, destacamos la Fiscalía Judicial, los Defensores Públicos, los Secretarios,
los Relatores, los Administradores de tribunales con competencia en lo penal.
Mención aparte merece la figura de los Notarios, en especial por la condición de minis-
tros de fe por excelencia que detentan (arts. 399 y 401 Nº6 COT). La principal función es ex-
tender escrituras públicas (art. 403 COT), figura documental que será estudiada al analizar la
teoría de la prueba en otro curso.
2. Fiscal judicial. Es aquél organismo auxiliar de la administración de justicia cuya fun-
ción es representar los intereses de la sociedad ante los tribunales. Se encuentra regulado en
los arts. 350-364 COT.
Antes de la reforma introducida por la Ley Nº19.965/2000 este organismo se llamaba
ministerio público. Con motivo de la puesta en marcha de la reforma procesal penal fue nece-
sario cambiarle la denominación, pasando a llamarse fiscalía judicial. Los funcionarios de la
fiscalía judicial se llaman fiscales judiciales.
Desde la dictación del DFL Nº426/1927, que suprimió los llamados promotores fisca-
les ante los jueces de letras, la fiscalía judicial solamente actúa a nivel de Cortes de Apelacio-
nes y Corte Suprema.
De conformidad con el art. 350 COT, la fiscalía judicial será ejercida por el fiscal judi-
cial de la Corte Suprema, que será el jefe del servicio, y por los fiscales judiciales de las Cor-
tes de Apelaciones.
Pueden cumplir su función de representar los intereses de la sociedad toda de tres ma-
neras: uno, como parte principal; dos, como terceros y tres, como auxiliares del juez.
Como parte principal. Con arreglo al art. 355 COT, cuando los fiscales judiciales de-
ben intervenir como parte principal, es necesario que figuren en todos los trámites del juicio.
Por ejemplo, tendrán que ser notificados de las resoluciones respectivas como todas las demás
partes.
Sólo actúa de esta manera, cuando lo indica una norma legal expresa. El único caso
que se ajusta a esta situación es el señalado en el art. 249 CPC, en materia de exequátur de
resoluciones dictadas por tribunales extranjeros en asuntos de jurisdicción no contenciosa.
Como terceros. Los fiscales judiciales actúan como terceros en todos aquellos casos en
que por disposición legal es necesario oír la opinión de éstos.
El art. 357 COT, indica los casos en que debe ser oída la fiscalía judicial. Ello tendrá
lugar, por ejemplo, en los juicios sobre responsabilidad civil de los jueces o de cualesquiera
empleados públicos por sus actos ministeriales.
Otro ejemplo: juicios de reclamación de ilegalidad en contra de municipalidades (art.
140 letra g, Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades).
La opinión del fiscal se materializa a través de un informe fiscal, el cual no tiene carác-
ter vinculante para el tribunal. Es una opinión.
Como auxiliar del juez. Los fiscales judiciales actúan como auxiliar del juez en todos
aquellos casos en que los tribunales solicitan la opinión de estos. Al respecto, es pertinente el
art. 359 COT.
Hay que tener presente que el art. 62 COT, contempla la posibilidad de que un fiscal
judicial integre una sala de alguna de las Cortes de Apelaciones.
3. Defensores públicos. Son auxiliares de la administración de justicia a los que corres-
ponde velar por los intereses de los incapaces, de los ausentes y de las obras pías o de benefi-
cencia. Su regulación se encuentra en los arts. 365-371 COT.

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No se debe confundir esta figura con los defensores penales públicos, que son orga-
nismos y funcionarios ubicados en el marco del proceso penal a los que corresponde represen-
tar a los imputados que no tengan abogado.
Pueden cumplir la función que se les encomienda, ya sea, emitiendo un informe en
aquellos casos en que la ley señala (art. 366 COT); o representando en juicio a las personas
indicadas en el concepto, cuando no tengan representante (art. 367 COT).
4. Los relatores. Son auxiliares de la administración de justicia cuya principal función es
dar a conocer verbalmente a los miembros de los tribunales superiores de justicia de los proce-
sos y asuntos que deban resolver. Su regulación se encuentra en los arts. 372-378 COT.
Sólo existen en las Cortes de Apelaciones y la Corte Suprema.
El art. 372 COT señala las funciones de los relatores; de éstas, sólo destacaremos las
señaladas en los números 1 y 4 del precepto, las que se relacionan con el funcionamiento de
las Cortes (la cuenta y la relación).
5. Los secretarios. Los secretarios de las Cortes y Juzgados son ministros de fe pública,
encargados de autorizar, salvo las excepciones legales, todas las providencias, despachos y
actos emanados de aquellas autoridades, y de custodiar los procesos y todos los documentos y
papeles que sean presentados a la Corte o Juzgado en que cada uno de ellos debe prestar sus
servicios. Se encuentra regulado en los arts. 379 y ss. COT.
Sus funciones están señaladas en el art. 380 COT, de las que destacamos los Nºs 2 y 5,
consistentes en: a) autorizar las providencias o resoluciones que sobre dichas solicitudes reca-
yeren y hacerlas saber a los interesados que acudieren a la oficina para tomar conocimiento de
ellas, anotando en el proceso las notificaciones que hicieren y practicar las notificaciones por
el estado diario; b) autorizar los poderes judiciales que puedan otorgarse ante ellos.
Excepcionalmente, según los arts. 380 Nº1 y 383 COT, les corresponderá dar cuenta y
efectuar la relación en las Cortes de Apelaciones y Corte Suprema.
Este funcionario se encuentra en los juzgados de letras, las Cortes de Apelaciones y la
Corte Suprema.
6. Administradores de tribunales con competencia en lo penal. Son funcionarios auxi-
liares de la administración de justicia encargados de organizar y controlar la gestión adminis-
trativa de los tribunales de juicio oral en lo penal y de los juzgados de garantía. Se encuentra
regulado en los arts. 389 A-389 G COT.

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UNIDAD VI: LAS PARTES

SUMARIO UNIDAD VI: 1. Concepto, capacidad y legitimación; 2. Litisconsorcio, intervención forzada de partes; 3.
Los terceros, concepto, clasificación, requisitos para ser terceros, derechos y cargas, limitaciones; 4. Tutela judi-
cial de intereses supraindividuales. Concepto y características; 5. Comparecencia ante los tribunales; patrocinio,
mandato judicial, representación; 6. Los abogados, requisitos, colegios de abogados, responsabilidades; 7. Cargas
pecuniarias, las costas.

1. CONCEPTO, CAPACIDAD Y LEGITIMACIÓN

a) Concepto. Las partes son sujetos procesales cuya presencia es indispensable para con-
cebir al proceso. En materia procesal civil, son sujetos procesales el órgano jurisdiccional y las
partes. En ambos casos, podemos decir que se trata de presupuestos procesales de existencia.
Las partes en el proceso civil son aquellos sujetos procesales que formulan la preten-
sión y en contra de quienes se formula la pretensión. Sintéticamente, se ha dicho que las partes
son “quien pretende y contra quien se pretende”. Para cada caso, se usa –de preferencia- el
nombre: demandante y demandado.
Es demandante quien ejercita la acción y formula la pretensión. Es demandado el suje-
to en contra de quien se ejercita la acción y se formula la pretensión. En caso de existir de-
manda reconvencional, las partes se denominan demandante reconvencional y demandado
reconvencional. Tratándose de un procedimiento ejecutivo, la parte que entabla la demanda
ejecutiva se denomina ejecutante, y la parte contra quien se dirige la demanda ejecutiva se
denomina ejecutado.
Con motivo de la interposición de los recursos se utiliza la nomenclatura “recurrente” o
“parte recurrente” y “recurrido” o “parte recurrida”.
Por sus propias características, el proceso civil está regido por el llamado principio de
dualidad de partes, conforme al cual siempre es necesario que existan dos posiciones contra-
puestas. Dos bloques de intereses en contraposición. Nos referimos, por cierto, al proceso civil
contencioso.

b) Partes directas. Partes indirectas. En nuestro sistema procesal civil es posible distin-
guir entre las partes directas e indirectas. Las primeras son aquellas que existen desde el inicio
del proceso. Las partes indirectas, en cambio, son aquellas que comparecen en un proceso que
se encuentra en curso. A las partes indirectas, nuestra ley las denomina “terceros”, que están
regulados en los arts. 22-24 CPC.
No deben confundirse a las partes que pueden intervenir en un proceso con las perso-
nas que pueden interactuar en el mismo. Un testigo o perito, por ejemplo, no son partes, ni
directas ni indirectas. Son terceros, pero sin interés en el resultado del juicio. Ello los diferen-
cia de los terceros regulados por los arts. 22-24 CPC, que siempre deben invocar un “interés”,
lo que permite calificarlos como partes (indirectas).

c) Capacidad para ser parte. Puede ser parte todo sujeto de Derecho, sean personas
naturales o jurídicas. La capacidad para ser parte es una capacidad de goce.
Un sector de la doctrina también reconoce capacidad para ser parte a entidades de
hecho sin personalidad jurídica. Ello en aras de permitir un mejor acceso a la tutela judicial
efectiva. Sobre esta materia existe regulación especial en materia de protección de los dere-
chos de los consumidores, según señalaremos más adelante, que considera como partes a
“grupos de consumidores”.

d) Legitimación. La capacidad para ser “justa parte” o “legítima parte” se denomina legi-
timación. Éste es un requisito constitutivo de la acción consistente en la aptitud de una persona
para ejercitar legítimamente una acción y para formular una pretensión en contra de otra per-
sona que corresponde a su legítimo contradictor. Lo anterior se determina con base en consi-
deraciones de Derecho material.
Para que exista legitimación activa es necesario que el demandante encuentre ampara-
da su pretensión por el Derecho material. Para que podamos hablar de legitimación pasiva, es
necesario que el demandado sea la persona en contra quien según el Derecho material, corres-
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ponde dirigir la pretensión. Es, reiteramos, es un requisito constitutivo de la acción, una exi-
gencia para que la acción y la pretensión resulten acogidas por la sentencia. No es un presu-
puesto procesal, como sí lo es la capacidad.
No cabe confundir la capacidad para ser parte con la legitimación. Una persona pue-
de tener capacidad para ser parte, pero carecer de legitimación activa. Por ejemplo, una perso-
na natural demanda invocando una calidad de dueño que, según la ley material, no tiene. Lo
mismo puede suceder con la parte demandada: puede ser capaz pero carecer de legitimación
pasiva; por ejemplo, se demanda a una persona jurídica en calidad de parte de un contrato que
no acordó.
La legitimación no es un presupuesto procesal, es más bien un tema que guarda rela-
ción con el fondo del asunto. Es una calidad basada en norma jurídica sustantiva, o relación
jurídica material.
Si no existe legitimación, el proceso no es nulo. Lo que sucederá es que tramitado todo
un proceso válido, se dictará una sentencia desestimatoria de la demanda por no cumplirse con
un requisito constitutivo de la acción.
Si no se cumple con el presupuesto procesal de capacidad para ser parte, existirá un
problema de inexistencia o nulidad del proceso.
Clases de legitimación. En doctrina se distinguen dos principales tipos de legitimación:
la legitimación ordinaria y la legitimación extraordinaria.
Legitimación ordinaria es la que corresponde al titular de la relación jurídica sustan-
cial; legitimación extraordinaria es la que corresponde según norma legal expresa a un sujeto
distinto del titular de la situación jurídica sustancial.
Dentro de la legitimación extraordinaria podemos situar las denominadas acciones in-
directas. Por ejemplo la acción oblicua o subrogatoria del Derecho civil (art. 2466 CC). En
doctrina procesal se estima que este es un caso donde nos encontramos frente a una situación
de legitimación extraordinaria por sustitución procesal.
Otro caso de legitimación extraordinaria lo encontramos en materia de protección de
los derechos e intereses difusos y colectivos, cuya principal manifestación en nuestro medio se
encuentra en la Ley de protección de los derechos de los consumidores, a la que nos referire-
mos luego.

2. LITISCONSORCIO. INTERVENCIÓN FORZADA DE PARTES

a) Noción general. Esta materia se relaciona con la pluralidad de partes o partes con plu-
ralidad de sujetos. Consiste en una hipótesis en que encontramos a varios sujetos actuando
como demandantes o demandados en el marco de un proceso civil.
Según el citado principio de dualidad de partes, en el proceso civil siempre encontra-
remos dos categorías de sujetos en calidad de partes: demandante y demandado. Siendo posi-
ble que en la posición de demandante o de demandado o de ambos, existan una o más perso-
nas, naturales o jurídicas. Por lo mismo, consideramos que resulta más correcto aludir a este
fenómeno como partes con pluralidad de sujetos. El CPC, sin embargo, utiliza la expresión
pluralidad de partes en el epígrafe del título III del Libro I.
Utilizando la nomenclatura del CPC, podemos decir que son casos de pluralidad de
partes: el litisconsorcio y los terceros.

b) Litisconsorcio. El litisconsorcio consiste en una pluralidad de individuos en una mis-


ma posición de parte. Es decir, existirá litisconsorcio cuando la parte demandante y/o la parte
demandada se compongan de dos o más individuos.
El fundamento de la institución radica en la economía procesal, y en el deseo de evitar
decisiones contradictorias en asuntos que guardan conexión.

c) Clasificación del litisconsorcio. Existen dos principales clasificaciones.


Según la posición de los individuos. Distinguimos entre litisconsorcio activo, pasivo o
mixto. El primero corresponde a aquél en que existe una pluralidad de sujetos en una misma
condición de demandantes. El segundo una pluralidad de sujetos en una misma condición de
demandados. El mixto es aquél donde existe una pluralidad de sujetos en una misma condición
de demandantes y demandados.
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Según la obligatoriedad del litisconsorcio. Distinguimos entre litisconsorcio volunta-
rio o facultativo y el necesario u obligatorio. El voluntario o facultativo es aquél que tiene lu-
gar por propia decisión de la parte demandante. El litis consorcio necesario que es aquél que
obligatoriamente debe tener lugar, ya sea porque la ley expresamente lo dispone (litisconsor-
cio necesario propio), o porque así resulta de la relación material subyacente (litisconsorcio
necesario impropio).
En cualquiera de los dos casos, el litisconsorcio necesario tiene lugar por razones que
atañen al Derecho material, siendo el mismo excepcional, de Destricto y de excepción. A la
postre, constituye una excepción al principio dispositivo, pues el actor no puede libremente
decidir en contra de quien dirige su acción y pretensión.
El incumplimiento del litisconsorcio necesario puede provocar: la ineficacia relación
procesal sea ineficaz; la nulidad de la sentencia; la inopobilidad del fallo. Es un tema abierto al
debate, sobre el cual no existe mayor análisis en nuestro medio.

d) Regulación del litis consorcio en el CPC. Si bien el Código no utilizó esta expresión,
destina 3 normas para esta figura: arts. 18, 19 y 20 CPC.
Las hipótesis están definidas por el art. 18 CPC. Éste permite que intervengan en un
juicio como demandantes o como demandados varias personas: primero; si deducen una mis-
ma acción (por ejemplo, el caso de la acción reivindicatoria que entablan varios comuneros
contra una persona); segundo; si se ejercitan acciones que emanen directa e inmediatamente de
un mismo hecho (por ejemplo, acciones indemnizatorias entabladas por los pasajeros de un
bus que chocó); tercero; si se procede conjuntamente por muchos o contra muchos en los ca-
sos que autoriza la ley (por ejemplo, en el caso de una obligación solidaria).
Los artículos 19 y 20 CPC, se refieren a la manera en que deben actuar los litisconsor-
tes. Según el primero de estos preceptos, si se entabla la misma acción o se oponen las mis-
mas defensas, deben actuar representados por un solo mandatario. Según el artículo 20 CPC en
cambio, si se entablan acciones distintas o defensas distintas, pueden actuar a través de manda-
tario distintos.
Referencia al litisconsorcio subsidiario o eventual. Se trata de aquél caso en que se
ejercitan acciones contra distintas personas, una en subsidio de la otra. En Chile no existe
norma expresa que permita el litisconsorcio subsidiario, sin embargo, ha sido aceptado por la
doctrina y jurisprudencia actual.

e) Características del litisconsorcio


Primero, tiene lugar desde el inicio del juicio y se determina en la demanda. Sin em-
bargo, existen excepciones consistentes en el caso del artículo 21 CPC y el litisconsorcio pro-
ducido con motivo de la acumulación de autos.
Primera excepción: caso del art. 21 CPC. Este precepto regula la hipótesis que la ac-
ción ejercida por alguna persona corresponde también a otra u otras personas determinadas. En
tal caso, el demandado puede solicitar que se ponga la demanda en conocimiento de las perso-
nas que no hayan ocurrido a entablarla, quienes deberán expresar en el término de emplaza-
miento si adhieren a la misma.
Puede dar lugar a un litisconsorcio activo que se formará después de entablada y notifi-
cada la demanda.
Las personas que originariamente no concurrieron a la demanda, tienen 3 opciones: La
primera, es adherir a la demanda. Según el artículo 21 inc. 2, en esta hipótesis se aplican los
artículo 12 y 13 CPC, lo que podemos resumir a grandes rasgos en que se produce un litiscon-
sorcio. La segunda opción, es no adherir a la demanda. Con arreglo al art. 21 inc. 2º CPC, en
este caso caduca el derecho del sujeto que no se adhiere. En tercero lugar, la persona que ori-
ginalmente no concurrió a la demanda puede no decir nada, en este caso, según el art. 1 inc. 2
CPC, les afectarán los resultados del proceso sin necesidad de nueva notificación.
En este último caso, estas personas pueden comparecer en cualquier estado del juicio,
pero respetando todo lo actuado con anterioridad.
Segunda excepción, caso del litisconsorcio producido con motivo de la acumulación de
autos. Existe doctrina que estima que una vez producida la acumulación de autos se provocaría
un litisconsorcio entre las distintas partes de los procesos. De todos modos, es necesario preci-
sar que si en los procesos acumulados sólo intervienen sujetos individuales (no una pluralidad)
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no se produce un litisconsorcio.
Segunda característica: el litisconsorcio, por regla general, es facultativo o voluntario.
Por lo tanto, la regla es que el litis consorcio se configure por propia decisión de la parte de-
mandante, sea este activo o pasivo. La excepción viene dada por el litis consorcio necesario.
Aclaramos que no deben confundirse el litisconsorcio necesario con las demandas co-
lectivas; pues por medio de ellas se ejercitan acciones destinadas a tutelar intereses difusos o
colectivos. El litisconsorcio no tiene dicha finalidad ni tampoco aquél fundamento.

3. LOS TERCEROS, CONCEPTO, CLASIFICACIÓN, REQUISITOS PARA SER TERCEROS.


DERECHOS Y CARGAS, LIMITACIONES.

a) Los terceros, concepto, características, regulación. Son sujetos que invocando un


interés actual en los resultados de un proceso en curso, intervienen en éste haciendo valer pre-
tensiones armónicas, incompatibles o autónomas de aquellas formuladas por las partes direc-
tas.
El fundamento de la institución radica en la economía procesal, la necesidad de evitar
decisiones contradictorias y en la necesidad de evitar el fraude procesal.
Son características de esta figura, uno, que se trata de terceros que tienen interés y, dos,
que se trata de sujetos que comparecen en un proceso en curso.
En cuanto a su regulación en el Código, existen dos tipos de regulación, una de carác-
ter general y otra especial contemplada a propósito del juicio ejecutivo. La primera se contiene
en los arts. 22-24 CPC; la segunda en los artículos 518 – 529 del mismo cuerpo legal. Noso-
tros estudiaremos las reglas generales sobre los terceros.

b) Requisitos para ser terceros, clasificación. Según los arts. 22-24 CPC, existen tres
tipos de terceros: los terceros coadyuvantes, los excluyentes y los independientes. Siendo
común a todos, el que para efectos de admitirse su comparecencia, debe existir un proceso ya
iniciado, en el cual deben tener interés actual en los resultados del juicio.
La exigencia relativa a la existencia de un juicio en curso aparece recogida en los arts.
22 y 23 CPC. La exigencia de interés actual, la doctrina y jurisprudencia la hace aplicable a
todos los terceros, entendiendo que existe siempre que existe comprometido un derecho y no
una mera expectativa.
No basta -por tanto- invocar una mera expectativa, es decir, la esperanza de adquisi-
ción de un derecho fundado en la ley vigente y que aún no se convierte en derecho por faltar
alguno de los requisitos legales. Salvo que, como indica el art.23 CPC, que la ley lo autorice
expresamente para un caso determinado. Por ejemplo, para el caso de los acreedores condicio-
nales del artículo 1492 inc. final CC.
De conformidad con el artículo 22 y 23 CPC, concluimos que los terceros éstos pueden
comparecer en cualquier estado del juicio.

c) Clases de terceros y derechos, cargas, limitaciones


Terceros coadyuvantes. Son sujetos que invocando un interés actual en los resultados
del proceso ya iniciado, intervienen en éste haciendo valer pretensiones armónicas con la de
alguna parte.
Sólo puede coadyuvar a una parte, no a ambas a la vez. Por su adscripción a la posición
de una de las partes, a su intervención, en doctrina se le denomina adhesiva.
La regulación de esta figura se contiene en el art. 23 inc. 1º CPC.
La solicitud de intervención del tercero, no obstante la falta de norma expresa, recibe
tramitación incidental. Doctrina y jurisprudencia estiman que las partes directas del proceso
deben ser oídas al respecto.
Sólo si el tribunal accede a la solicitud, se tendrá al solicitante como tercero coadyu-
vante de la causa.
Una vez admitido en el juicio, el tercero coadyuvante adquiere la calidad de parte y
tiene los derechos del artículo 16 CPC, lo que se traduce, en general, en que deberá actuar a
través de procurador común con la parte a la cual coadyuva, sin perjuicio de encontrarse auto-
rizado por la ley para actuar por separado formulando las alegaciones y pruebas que estime
conducentes.
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Hacemos presente que existe al respecto doctrina que estima que en este caso el tercero
viene a cumplir un rol de mero accesorio a la parte directa.
Terceros excluyentes. Son sujetos que invocando un interés actual en los resultados de
un proceso ya iniciado, intervienen en éste haciendo valer pretensiones incompatibles con la
de las partes directas.
Su regulación se encuentra en el artículo 22 CPC. La tramitación de la solicitud del
tercero para ser admitido en el pleito se rige por las reglas de los incidentes.
La resolución que acoge la petición provoca que el solicitante adquiera la calidad de
parte. No debe perderse de vista que la pretensión formulada por el tercero se dirige en contra
de las dos partes del pleito.
Una vez admitido el tercero excluyente en el proceso éste adquiere la condición de
parte. Según el artículo 22 CPC puede ejercer los derechos que se establecen en el artículo 16
del mismo cuerpo legal.
En relación con este último precepto, hacemos presente que la aplicación irrestricta del
mismo provoca inconsistencias; por ejemplo, por la necesidad de actuación a través de procu-
rador común. Pensamos que los derechos del tercero excluyente consisten, en realidad, en la
posibilidad de formular alegaciones y de producir las pruebas que estime conducentes.
No obstante la intervención del tercero excluyente, el proceso continúa en el estado en
que se encuentre. Según el Código, la intervención de este tercero no debe transformarse en un
medio de entorpecer la marcha de los juicios.
Con el objeto de morigerar este rigor, y en vistas al fundamento de evitar fraudes pro-
cesales de la institución, algunos autores han propuesto que una vez admitido el tercero exclu-
yente, el proceso se suspende, en tanto se le da la tramitación que proceda a la pretensión del
tercero; una vez que la tramitación llega al mismo estado en que se encontraban las partes di-
rectas, se sigue adelante de modo de resolver todas las pretensiones a la vez. Se ha propuesto,
así, dar aplicación al art. 97 CPC ubicado dentro de la acumulación de autos.
Terceros independientes. Son sujetos que invocando un interés actual en los resultados
de un proceso ya iniciado, intervienen en éste haciendo valer pretensiones autónomas con re-
lación a la de las partes directas.
Su consagración normativa se encuentra en el art.23 inc. 3º CPC. En la jurisprudencia
se ha señalado que un caso tercero independiente es el que se produce con motivo del cobro de
honorarios que efectúa un perito por un informe pericial evacuado en el proceso.
La solicitud se tramita en forma incidental, una vez aceptada la intervención, se le da la
tramitación que corresponda.
Por aplicación del art. 22 CPC, el proceso continúa tramitándose en el estado en que se
encuentre. En este caso, la pretensión puede estar dirigida contra una de las partes directas o
contra ambas.
Derechos, cargas, limitaciones. Los terceros, en general, tienen los mismos derechos
que las partes directas. Sin embargo, tienen la limitación de tener que aceptar todo lo actuado
hasta el momento de su comparecencia.
En virtud de lo anterior, la interpretación mayoritaria de la doctrina respecto del artícu-
lo 23 CPC, entiende que los terceros no pueden formular nulidades procesales respecto de ac-
tos que tuvieron lugar con anterioridad a su comparecencia.
Sin embargo, el profesor TAVOLARI ha postulado que a fin de reprimir fraudes procesa-
les, corresponde que el tercero tenga legitimación para impetrar nulidad procesal en la medida
que se cumplan los supuestos de la misma, aun cuando el acto cuya invalidación se solicita
haya tenido lugar antes de su intervención. Así, debería interpretarse el art. 23 CPC, en el sen-
tido que el tercero no puede pretender que a su respecto no opere la preclusión en relación con
etapas procesales que ya hayan vencido, pero sí podría impetrar una nulidad procesal basada
en vicios insubsanables (por ejemplo, incompetencia absoluta del tribunal).

NOTAS COMPLEMENTARIAS SOBRE EL ESTATUTO PROCESAL DE LAS PARTES

Para complementar lo expuesto, transcribimos a continuación partes del libro del pro-
fesor ALEJANDRO ROMERO SEGUEL, Curso de Derecho Procesal Civil. Los presupuestos pro-
cesales relativos a las partes, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2011, pp. 24-30.

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La intervención forzada
La intervención forzada, provocada o coactiva, es una figura que está lejos de una des-
cripción uniforme, tanto en la doctrina como en derecho comparado. Su existencia se vincula
normalmente a ciertas obligaciones de garantía que se imponen a determinados terceros, los
que se pueden ver obligados a ingresar a un proceso pendiente con el objeto de satisfacer un
determinado interés previsto por el legislador.
El carácter coactivo de esta intervención viene dado por el hecho de que el tercero es
compelido a participar en un proceso pendiente, bajo la amenaza de producirse en su contra
algún efecto jurídico desfavorable, si no comparece.
El Código de Procedimiento Civil no contempla una regla general para forzar la inter-
vención de un tercero. La única norma cercana a esta institución la contiene el art. 21 del CPC,
cuando dispone que si la acción ejercida por alguna persona corresponde también a otra u
otras personas determinadas, podrán los demandados pedir que se ponga la demanda en cono-
cimiento de las que no hayan concurrido a entablarla, quienes deberán expresar en el término
de emplazamiento si se adhieren a ella.
Como hipótesis de intervención provocada, el precepto anterior es altamente deficiente,
atendido que no clarifica en qué consiste la adhesión a la demanda. Concretamente, no se ex-
plica si el tercero citado concurre al proceso ampliando subjetivamente la relación procesal o,
por el contrario, si al comparecer puede formular su propia acción.
Si entendemos que el tercero queda limitado por el contenido de la demanda a la que
adhiere, con ello se infringirá el contenido del derecho de acción, ya que, hasta antes de la
citación, el tercero podía accionar sin restricción. De igual forma, esta solución vulnera el con-
tenido básico del principio dispositivo, al imponer a una persona la obligación de adherirse a
una demanda propuesta por otros.
La Corte Suprema ha declarado sobre esta figura que “no se puede ampliar el objeto
del proceso mediante un adherimiento hecho en un proceso a nombre de una nueva demandan-
te, toda vez que ese adherimiento es una acción diversa de la anterior que debería cumplir con
todas las exigencias de toda primera demanda”.
En nuestra opinión, la aplicación de este precepto debería encauzar a los terceros que
puedan intervenir en la forma adhesiva litisconsorcial. En efecto, como ellos pueden reclamar
el mismo derecho que forma parte del objeto del proceso, a través de esta citación se facilitaría
que puedan asumir alguna de las actitudes que admite la ley, en una discusión pendiente donde
tienen derechos comprometidos, como puede ocurrir, por ejemplo, en un proceso tendiente a
reparar un daño medioambiental.
La denuncia del litigio
La denuncia del litigio (o litisdenunciación) es un acto de comunicación que busca
poner en conocimiento de un tercero la existencia de un juicio pendiente, cuyo resultado le
puede acarrear alguna consecuencia desfavorable.
Con este acto procesal se puede lograr que el tercero denunciado asuma una determi-
nada actitud. Ella dependerá naturalmente de la situación en la que se encuentre respecto del
objeto del proceso, Así, por ejemplo, podría verse motivado a solicitar intervenir voluntaria-
mente como coadyuvante, pero también podría generar alguna hipótesis de intervención pro-
vocada, como ocurre en nuestro derecho provocada, como ocurre en nuestro derecho civil con
la citación de evicción (arts. 1843 y 1844 CC).
La regulación de esta institución actualmente cuenta con un reconocimiento parcial, tal
como se aprecia en los siguientes preceptos, que citamos a modo de ejemplo:
a) El artículo 11 de la Ley Nº 18.101, sobre arrendamientos urbanos, dispone que
para hacer oponibles a los subarrendatarios lo obrado y la sentencia recaída en los juicios de
desahucio, de restitución o de terminación del arrendamiento por falta de pago de la renta,
seguidos contra el arrendatario, les deberá ser notificada la demanda.
En este caso, el acto de comunicación permite que los efectos de la sentencia alcance a
esos terceros, los que, por tener la calidad de subarrendatarios, verán extinguidos sus derechos
si su arrendador pierde el juicio. Asimismo, esta denuncia les permite a los subarrendatarios
poder intervenir voluntariamente como coadyuvantes de su subarrendador.
b) En el procedimiento ante los Juzgados de Policía Local, para que la sentencia
condenatoria pueda surtir efecto respecto del tercero civilmente responsable, la ley exige poner
en conocimiento de este la denuncia o querella seguida ante ese tribunal mediante una notifi-
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cación judicial practicada antes de la dictación de la sentencia (art. 29 inc. 2º de la Ley Nº
18.287). En este caso, la litisdenunciación constituye un trámite que permite, en un proceso
posterior, invocar en contra de ese tercero los efectos de la sentencia judicial, aunque no haya
sido parte. Si tal comunicación no se practica, el tercero podrá hacer valer, en su beneficio, el
efecto relativo de la sentencia, obligando al demandante a tener que acreditar, a su respecto, la
existencia de todos los requisitos de la responsabilidad civil.
La sucesión procesal o cambio de partes
Explicación general
Por distintas razones puede ocurrir que, durante el desarrollo del proceso, el demandan-
te o el demandado sea reemplazado por otro sujeto que pasa a ocupar su sitio en el litigio, al
haberse producido un cambio en la titularidad de los derechos subjetivos que conforman el
objeto del proceso. El fenómeno descrito se designa como sucesión procesal o cambio de par-
tes.
Dicho de otro modo, la figura que nos ocupa es una proyección en el proceso de la ins-
titución general de la sucesión. Como lo expone Elorriaga, “suceder a una persona es ocupar
su lugar y recoger los derechos y obligaciones que a cualquier título le pertenecían, es decir, se
sucede siempre que subsistiendo una obligación o un derecho subjetivo, cambia el sujeto, sea
el titular o el obligado.
La sucesión procesal existe para responder a ciertas eventualidades que pueden surgir
en la tramitación de un proceso, por el hecho de haberse producido una transferencia o una
transmisión de la cosa litigiosa. No resulta razonable que, por la producción de alguno de esos
eventos, lo obrado devenga en ineficaz.
Atendiendo a la causa que la origina, se debe distinguir entre sucesión procesal por
muerte de una de las partes y la sucesión procesal surgida por transferencia de la cosa litigiosa
por acto entre vivos.
Requisitos de la sucesión procesal
Para que se produzca la sucesión procesal se deben cumplir los siguientes requisitos:
1º) Que, después de producida la litispendencia, se provoque la transmisión o una
transferencia del derecho litigioso que es objeto del proceso;
2º) Que dicha transferencia o transmisión pueda generar, efectivamente, un cambio de
partes; y
3º) Que en la relación procesal pendiente se solicite y decrete el cambio de partes, an-
tes que se dicte una sentencia que alcance el efecto de cosa juzgada. Esta exigencia se explica
porque el cambio de la titularidad en los derechos subjetivos no se proyecta automáticamente
al proceso pendiente, tal como se pasa a explicar.
La sucesión procesal por muerte de una de la partes
Régimen general
La muerte constituye un acontecimiento imprevisible e inevitable, que puede alcanzar a
una persona que tenga la calidad de parte en la relación procesal.
En principio, los herederos del causante tienen una vocación a la continuación del pro-
ceso donde su causahabiente era parte (arts. 951 y 1097 CC). Sin embargo, la continuación del
juicio por los herederos dependerá de la actitud que ellos asuman frente a la delación de la
herencia, esto es, del llamamiento de la ley a aceptarla o repudiarla (art. 956 CC). Sólo si
aceptan la herencia surge la posibilidad de materializar la sucesión procesal de materializar la
sucesión procesal en un juicio pendiente donde el causante tenía la calidad de parte.
Con relación al hecho jurídico de la muerte y la sucesión procesal, se deben distinguir
dos situaciones:
a) Si la parte que fallece tenía constituido mandato judicial
El mandato judicial no expira por la muerte del mandante (arts. 528 y 529 COT). Esto
significa que el mandatario judicial puede seguir tramitando el juicio o la gestión voluntaria,
hasta su conclusión.
La solución anterior hace una excepción a las reglas generales del Código Civil sobre
terminación del contrato de mandato, atenuando el efecto que la muerte puede provocar en un
proceso en un proceso pendiente, sin solucionar directamente el problema de la sucesión pro-
cesal. En efecto, la posibilidad que el mandatario concluya el juicio será viable mientras no
sea necesaria la comparecencia personal del causante que le confirió el poder, como puede ser,
por ejemplo, la citación a una audiencia de conciliación o de prueba. Si ello se dispone, no
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habrá más remedio que provocar la sucesión procesal de los herederos o el ingreso del curador
de la herencia yacente, a falta de sucesores.
b) Si la parte comparece por sí misma
Cuando fallece alguna de las partes que obre por sí misma –hipótesis excepcional en
nuestro sistema-, el proceso quedará en suspenso y su estado se comunicará a los herederos,
para que comparezcan a hacer uso de su derecho en un plazo igual a de emplazamiento (art. 5°
CPC). Si los herederos no repudian la herencia, pasan a adquirir la calidad de parte en el jui-
cio, produciéndose de esa forma la sucesión procesal.
Como se pude apreciar, en el caso del deceso de la parte que comparecía personalmente en un
proceso, la muerte obliga, siempre, a realizar la sucesión o cambio de parte.
Fallecimiento de una de las partes, en el caso de derechos personalísimos
Cuando fallece una de las partes, en un proceso cuyo objeto versa sobre derechos que
revisten el carácter de personalísimos, el principio general es que la relación procesal conclu-
ya, al no ser factible provocar el cambio de la parte.
Las hipótesis más típicas de esta situación se presentan en el campo del derecho de
familia. Donde la intransmisibilidad de los derechos constituye la regla general.
Un ejemplo de lo anterior se da en la acción de divorcio, cuya titularidad pertenece
exclusivamente a los cónyuges (art. 56 CPC). Esto significa que di durante el proceso fallece
uno de los cónyuges, el matrimonio debe entenderse disuelto por la muerte, por tener a acción
de divorcio un carácter personalísimo, que impide provocar una sucesión procesal con los
herederos.
Dicho de otra forma, el “derecho al divorcio” es algo que la ley reconoce exclusiva-
mente al cónyuge y, por ende, no se podría mediante una sucesión procesal continuar discu-
tiendo por terceros sobre la procedencia o improcedencia de la disolución del vínculo matri-
monial.
Con todo, en otras situaciones, vinculadas al derecho de familia, el legislador ha pre-
visto una solución diversa, autorizando la sucesión procesal si fallece una de las partes en un
proceso pendiente. Un ejemplo de esta opción se da en los juicios pendientes sobre determina-
ción de la paternidad o maternidad, al autorizar que los legítimos contradictores puedan “con-
tinuar la acción” deducida con los herederos del difunto (art. 317 CC)
Por último, surge la duda si es factible provocar la sucesión procesal en procesos pen-
dientes, cuando el derecho reclamado tiene un contenido extramatrimonial. El problema se
podría presentar, por ejemplo, en los juicios donde el actor reclamaba una indemnización por
daño moral, o solicitaba la protección jurisdiccional en una materia muy particular, como
podría ser un determinado acto de discriminación. La solución en estos casos pasa, necesaria-
mente, por definir si se trata o no de derechos transmisibles a sus sucesores.
La sucesión procesal por transferencia de la cosa litigiosa
La sucesión procesal por la transferencia de la cosa litigiosa se puede originar por di-
versas causas.
A diferencia de otros ordenamientos, nuestro legislador aceptó la transferencia de los
derechos que están siendo discutidos en juicio mediante la celebración de un acto denominado
cesión de derechos litigiosos (arts. 1911 al 1914 del CC). El art. 1911 del CC señala que “se
cede un derecho litigiosos cuando el objeto directo de la cesión es el evento incierto de la li-
tis”.
También pueden producir la sucesión procesal otros actos, en cuanto comprendan la
transferencia de los derechos que forman parte de una disputa judicial, como puede ser la
compraventa, la permuta, una cesión de derechos personales, la cesión de contrato, etcétera.
De igual forma, es posible que este cambio de partes sea justificado por la transferencia
de derechos que se producen por el solo ministerio de la ley, al perfeccionarse o realizarse una
serie de actos jurídicos de la más variada naturaleza. Dentro de este grupo, los casos más fre-
cuente pueden provenir, entre otros, en el pago por subrogación (arts. 1608 – 1613 CC), en el
pago de la indemnización en el contrato de seguro (art. 553 CCM), por la transferencia de la
empresa (art. 4°CT) o por la fusión de sociedades.
La falta de regulación legal en esta materia no ha sido obstáculo para aceptar la suce-
sión procesal, permitiendo en la práctica forense, por ejemplo, que el cesionario pueda hacerse
parte en el juicio pendiente, sustituyendo a la parte original.

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Lo anterior es sin perjuicio de los límites que por razón de oportunidad se ha impuesto
a este cambio. Entre otros. Se ha declarado que no puede tener la calidad de parte un apersona
jurídica que suscribe un avenimiento en que le cedieron derechos litigiosos, ello por haberse
suscrito dicho acto una vez que el juicio estaba terminado por sentencia ejecutoriada.
La sucesión procesal y obligaciones de garantía
Aunque la sucesión procesal normalmente surge por la transferencia o la transmisión
del derecho que es objeto del juicio, también puede provenir del surgimiento de ciertas obliga-
ciones de garantía que se pueden hacer valer en un proceso pendiente.
El caso más evidente se da en la denominada citación de evicción, al permitir que un
tercero sea citado a un juicio en curso, para que asuma la obligación de defensa que debe pre-
star a la parte compradora y evite la evicción de la cosa comprada, esto es, la pérdida de la
cosa total o parcialmente por sentencia judicial.
Si el tercero-vendedor comparece a dicho juicio se seguirá contra él la demanda, ge-
nerándose de ese modo una sucesión procesal (art. 1844 CC). Si el citado de evicción no com-
parece, la sucesión procesal no se produce, continuando el juicio entre el demandante y de-
mandado original.
Tratamiento procesal y efectos de la sucesión
Como la transferencia o la transmisión de los derechos en estado de litispendencia no
repercute ipso iure en el proceso en curso, el cambio de partes debe ser solicitado al juez que
conoce del juicio.
El peticionario que quiera provocar esta modificación en la relación procesal deberá
acreditar, según el caso, la transmisión o la transferencia del derecho, acompañando el certifi-
cado de defunción, la resolución judicial o administrativa que concedió la posesión efectiva a
los herederos, el contrato o la cesión del derecho litigioso, la escritura pública que da cuenta
de la fusión de sociedades, etcétera.
A falta de regla especial, la petición de cambio de partes se debe tramitar conforme a
las reglas de los incidentes ordinarios.
La parte contra quien se solicita esta modificación podrá oponerse aduciendo, entre
otras razones, por ejemplo, que el acto jurídico donde consta la transferencia del derecho es
nulo; que el solicitante o tiene la calidad de heredero, al existir un juicio pendiente que cues-
tiona esa condición; que el acto traslaticio de dominio no tiene relación con el derecho que se
encuentra controvertido en el juicio; que el acto de transferencia invocado es nulo o no fue
realizado con las exigencias legales, etcétera.
Una vez que se ha decretado el cambio de partes, el sucesor pasa a ocupar el lugar de
su causante. A partir de la notificación de esa declaración podrá ejercer todos los derechos
procesales, con la única limitación de aceptar todo lo obrado hasta el momento que se produce
su ingreso.
Si no se solicita y autoriza judicialmente el cambio de parte, el proceso terminará con
los sujetos que originalmente habían adquirido dicha calidad.

4. TUTELA JUDICIAL DE INTERESES SUPRAINDIVIDUALES.


CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS

Nos remitimos al trabajo “Notas sobre „representatividad adecuada‟ en los procesos


colectivos”, que se entrega como anexo.

5. COMPARECENCIA ANTE LOS TRIBUNALES


PATROCINIO, MANDATO JUDICIAL Y REPRESENTACIÓN

a) Concepto
Comparecer ante el órgano jurisdiccional consiste, en estricto sentido, en el acto de
presentarse ante los tribunales ejercitando acciones y formulando pretensiones, por un lado, y
ejercitando el derecho de defensa (o derecho de contradicción), por otro.
En nuestro sistema, la regla general es que la comparecencia de las partes se realice a
través de un abogado patrocinante y de un apoderado procesal (o mandatario procesal o procu-
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rador). Sólo por excepción se permite la comparecencia personal de la parte. Al respecto es
pertinente el art. 4 CPC.
La exigencia de comparecer a través de abogado patrocinante y de apoderado procesal
aparece impuesta por la Ley Nº18.120 de 1982 (aparece en el apéndice del CPC). De no cum-
plirse con este requisito, la comparecencia es inválida y no produce efecto alguno.

b) Patrocinio
Es un contrato por el cual una persona encomienda a un abogado habilitado la defensa
de sus derechos en un proceso.
Por medio de este contrato se encomienda la conducción jurídica de un caso. La figura
del patrocinante y su función la podemos sintetizar indicando que asume la labor de “técnico
en el Derecho”.
La exigencia de constitución del patrocinio se encuentra prevista en el art. 1º Ley
Nº18.120. Debe cumplirse en la primera presentación que realice la parte.
Forma como se constituye el patrocinio: art. 1° inc. 2º ley 18.120. Esta obligación se
entiende cumplida por el hecho de poner el abogado su firma, indicando además su nombre,
apellidos y domicilio. Sólo puede ser patrocinante el abogado habilitado para el ejercicio de la
profesión.
Los artículos 520 y ss. COT establecen normas sobre los abogados y señalan los requi-
sitos para serlo.
Consecuencias derivadas de la falta de constitución del patrocinio. Si el patrocinio no
es debidamente constituido, la primera presentación de la parte no podrá ser proveída y se
tendrá por no efectuada para todos los efectos legales. Incluso, podría estimarse que la sanción
es la inexistencia procesal de la actuación.
Efectos de la constitución del patrocinio. Desde el momento en que se ha constituido
el patrocinio, el abogado asume responsabilidades frente al patrocinado (civiles, penales, de
ética profesional). Además, el patrocinante tendrá la facultad representar al patrocinado en el
juicio, para determinadas actuaciones. Ello de conformidad con el art. 1º inc. 3º ley 18.120:
“Podrá, además, tomar la representación de su patrocinado en cualquiera de las actuaciones,
gestiones o trámites de las diversas instancias del juicio o asunto”.
Es necesario aclarar que la representación procesal no es de la esencia del patrocinio,
de modo que es facultativo para el patrocinante actuar en como apoderado de la parte. La re-
presentación corresponde al mandatario y no al patrocinante. Esto es importante frente a la
contraparte, pues todas las actuaciones del juicio y, dentro de ellas, las notificaciones, deben
practicarse al apoderado y no al patrocinante. Si después de constituido patrocinio y poder, la
contraparte notifica de una resolución al abogado patrocinante, esa actuación es ineficaz, pues
debe ser practicada al apoderado.
Término del patrocinio. El abogado conserva su responsabilidad mientras en el proce-
so no haya testimonio de la cesación del patrocinio.
El patrocinio termina:
En primer término, por el hecho de haberse cumplido el encargo. Esto es así porque el
patrocinio es un contrato por el cual una parte encarga a un abogado habilitado la defensa de
sus derechos en un juicio, por lo que si se acaba el proceso, culmina el patrocinio.
En segundo lugar, el patrocinio termina por la renuncia del patrocinante. La renuncia s
un acto unilateral del patrocinante por el cual decide dejar de cumplir con el encargo. De
acuerdo con el art. 1º inc. 4º CPC, es necesario que el patrocinante ponga en conocimiento de
la parte su renuncia, a fin de no dejar al patrocinado en la indefensión. Por ello, para que la
renuncia del patrocinante se perfeccione y surta efectos, es necesario colocar la renuncia en
conocimiento del patrocinado e informarle el estado del proceso. El patrocinante conserva
responsabilidad durante todo el término de emplazamiento, salvo que antes de vencido dicho
plazo la parte haya nombrado otro patrocinante.
Tercero, el patrocinio termina por el fallecimiento del patrocinante. Así lo indica el art.
1º inc. Final. Cabe observar que de conformidad con el art. 529 COT, la muerte del patrocina-
do no termina el patrocinio. En caso de fallecimiento del abogado, la parte debe designar otro
en su reemplazo en la primera presentación que realice, según lo ordena el art. 1º inc. final Ley
18.120.
Cuarto, el patrocinio termina por su revocación. La revocación es un acto unilateral de
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voluntad del patrocinado por el cual pone término al encargo. En este caso, tendrá que presen-
tarse un escrito al proceso donde se comunica al tribunal la decisión del patrocinado de revo-
car el patrocinio al abogado respectivo. Temas como honorarios pendientes, no invalidan la
revocación. No es necesario invocar causal para que opere la revocación.

c) Representación procesal. El apoderado procesal, o mandatario procesal, o procu-


rador. El mandato procesal o mandato judicial
La representación procesal lugar por medio del mandato judicial, que es un contrato so-
lemne por el cual una persona encomienda a otra que la represente en el proceso. Es un contra-
to intuito personae.
Objeto del mandato judicial. Encargar la representación en un juicio. Quien cumple
esta labor es el mandatario o procurador. Ésta figura la podemos sintetizar señalando que es el
“técnico en el proceso” (a diferencia del patrocinante, que es el “técnico en el Derecho”).
De conformidad con el art. 2º Ley 18.120, es necesario constituir mandato en la prime-
ra presentación de la parte.
Efectos del incumplimiento, art. 2º inc. 4º ley 18120. El tribunal ordenará la debida
constitución del mandato dentro de un plazo máximo de tres días; extinguido dicho plazo y sin
más trámite, se tendrá la solicitud por no presentada para todos los efectos legales.
Personas que pueden tener la calidad de mandatario judicial. Sólo pueden tener esta
calidad las personas enumeradas en el artículo 2º Ley 18.120. Dichas personas tienen el de-
nominado derecho de postulación o facultad de postulación o “ius postulandi”.
Estas personas son, primero, el abogado habilitado para el ejercicio de la profesión;
segundo; el procurador del número; tercero; los estudiantes de Derecho actualmente inscritos
en tercero, cuarto o quinto año; cuarto; los egresados de las Escuelas de Derecho hasta los tres
años después del egreso; quinto; los egresados en práctica profesional en la Corporación de
Asistencia Judicial.
Formas de constituir el mandato judicial. El mandato es un contrato solemne, pues
debe cumplir con las formalidades establecidas en el art. 6 CPC. Este artículo señala 3 formas
de constituir el mandato judicial.
Primera forma: por medio de escritura pública otorgada ante Notario público, o en su
caso, ante oficial del Registro Civil (art. 6 inc. 2 CPC). Con arreglo al artículo 35 de la Ley
Orgánica del Servicio de Registro Civil e Identificación, Ley Nº19.477, los oficiales civiles
titulares de oficinas ubicadas en circunscripciones en que no exista notario estarán facultados
para intervenir como ministros de fe.
Segunda forma: se denomina mediante acta o “apud acta”, art. 6º inc. 2º, nº2 CPC.
Consiste en constituir el mandato judicial mediante acta extendida ante juez de letras o ante un
juez árbitro suscrita por todos los otorgantes. La última parte de la norma en que se contiene
esta forma de constitución del mandato judicial no es del todo precisa, por cuanto exige que el
acta sea suscrita por todos los otorgantes, siendo que lo que debiese exigir es que el acta sea
suscrita por la parte y por el mandatario que designa dicha parte.
Tercera forma: mediante la declaración escrita del mandante, de conformidad con el
art. 6º inc. 2 Nº3 CPC. La solemnidad del mandato consiste en que éste se otorgue mediante
una declaración escrita del mandante que debe estar autorizada por el Secretario del tribunal
que conoce el juicio.
Existe también la constitución del mandato judicial mediante el endoso en comisión de
cobranza, contemplado por la ley en materia de cheques.
Facultades del mandato judicial (artículo 7 CPC). Tradicionalmente se han distingui-
do dos tipos de facultades: facultades ordinarias, contenidas en el art. 7º inc. 1º CPC; faculta-
des extraordinarias, reguladas en el art. 7º inc. 2º CPC.
Con la denominación facultades ordinarias, se comprenden aquellas que detenta el
mandatario por el sólo hecho de constituirse el mandato judicial, sin que sea necesario indicar-
las de modo expreso en el mandato. Todo mandatario las detenta, pues no resulta procedente
negarlas ni limitarlas.
Se entiende por facultades extraordinarias, aquellas que sólo detenta el mandatario en
virtud de una mención expresa, sin la cual el procurador no puede actuar en las materias res-
pectivas.
Parece más preciso usar los criterios del art. 1444 CC, y hablar de tres tipos de faculta-
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des: facultades de la esencia, de la naturaleza y, accidentales.
Facultades de la esencia: son aquellas que forman parte del mandato judicial por el sólo
ministerio de la ley, sin las cuales este no existe o degenera en otro contrato distinto. Son las
del art. 7º inc. 1º CPC, tradicionalmente entendidas como facultades ordinarias del mandato
judicial. Nos referimos en consecuencia a aquellas con las cuales cuenta el apoderado para
actuar durante todo el proceso en representación de la parte, pudiendo realizar todos los actos
que sean necesarios hasta la ejecución completa de la sentencia. Todas las cláusulas que nie-
guen o limiten éstas facultades del mandatario son nulas.
En virtud de estas facultades por tanto, el mandatario se encuentra autorizado para
formular incidentes, presentar lista de testigos, interponer recursos, etc.
Facultades de la naturaleza: son aquellas que se entienden incorporadas al contrato por
el solo ministerio de la ley, en silencio de la voluntad de las partes; pero que pueden ser modi-
ficadas por las partes.
Corresponde a la facultad para “delegar” el mandato. La doctrina que sólo distingue
entre facultades ordinarias y extraordinarias, indica que en este caso estamos en presencia de
una facultad ordinaria especial.
La delegación corresponde a la celebración de un sub-mandato, es decir, un mandato
que celebra el mandatario con otra persona. De acuerdo con el artículo 2 inc. 5º Ley 18.120, el
delegado también debe contar con el derecho de postulación.
Se ha señalado por la jurisprudencia que sólo resulta posible realizar una delegación.
Ello implica que el delegado no se encuentra habilitado para volver a delegar el mandato judi-
cial, pues muchas delegaciones hacen perder el carácter intuito personae del mandato judicial.
Para proceder a la delegación del mandato judicial, deben cumplirse con los mismos requisitos
analizados para efectos de la constitución.
Facultades accidentales: son aquellas facultades que inviste el mandatario en virtud de
estipulación expresa. Son las que señala el art. 7 inc. 2º CPC, que tradicionalmente se han de-
nominado facultades extraordinarias.
El art. 7 inc. 2º CPC indica que sólo se cuenta con estas facultades cuando existe ex-
presa mención. En relación con esto último, existen dos interpretaciones.
Una primera interpretación estima que se cumple con la exigencia en la medida que
exista una expresa remisión al art. 7 inc. 2º CPC. Por ejemplo “se conceden al mandatario
todas las facultades del art. 7 inc. 2 CPC”.
Otra interpretación, más rigurosa, estima que para tener estas facultades es necesario
señalarlas explícitamente una a una. Ejemplo, se conceden al mandatario las facultades de de-
sistirse en primera instancia de la acción deducida, de aceptar la demanda contraria, etc. Por
cierto que esta última es mucho más segura y precisa.
Referencia a las facultades accidentales del mandato judicial.
Muchas de estas facultades atingen a materias que serán estudiadas en otros cursos del
ramo, por lo que nos limitaremos a enunciarlas y hacer breves referencias de ellas:
Desistirse en primera instancia de la acción deducida: corresponde al desistimiento de
la demanda regulado por los arts. 148-151 CPC.
Aceptar la demanda contraria: consiste en el allanamiento regulado por el art. 313
CPC.
Absolver posiciones: es la facultad del mandatario para responder preguntas en nombre
y representación del mandante en el marco de la diligencia probatoria denominada absolución
de posiciones.
Renunciar a los recursos y los términos legales: son actos de abdicación de recursos o
plazos.
Transigir: significa celebrar un contrato de transacción.
Comprometer: significa celebrar un compromiso de arbitraje. En nuestro concepto, esto
también debería aplicable a la cláusula compromisoria.
Otorgar a los árbitros facultad de arbitradores.
Aprobar convenios: se traduce en la facultad para celebrar acuerdos en el marco de una
quiebra.
Percibir: quiere decir el mandatario recibe la facultad de recibir pagos a nombre de su
representado.
Efectos de la constitución del mandato. Produce los efectos del contrato de mandato
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regulado en el CC, lo que implica, fundamentalmente, que el mandatario asume la representa-
ción de la parte en el proceso. Actúa por cuenta y riesgo de su representado (la parte).
La jurisprudencia ha señalado de modo reiterado que, por lo anterior, las notificaciones
hay que practicarlas al mandatario, puesto que constituido el mandato, se produce como efecto
que el mandatario va a actuar por la parte.
Hay, sin embargo, casos en que no obstante existir mandatario, la ley contempla la
intervención personal de la parte. El art. 7 inc. 1º CPC indica expresamente esta excepción.
Ejemplos: en materia de conciliación, según el art. 264 CPC; otro caso, es el de la absolución
de posiciones, según el art. 397 CPC. La jurisprudencia ha entendido que la parte puede solici-
tar la comparecencia personal de su contendor para absolver posiciones.
Finalización del mandato. Termina por los modos que indica el artículo 2163 CC. En
cualquier caso, el motivo de finalización del mandato debe constar en el proceso, según lo
dispone al art. 10 inc. 1º CPC.
Si la causa de terminación del mandato es la renuncia del mandatario, debe cumplirse
con el art. 10 inc. 2 CPC. Es decir, debe ponerse la renuncia en conocimiento de su mandante
junto con el estado del juicio, y se entenderá vigente el poder hasta que haya transcurrido un
término de emplazamiento desde la notificación de la renuncia al mandante. La ratio de la
norma es impedir la indefensión del mandante.
En caso de muerte del mandante, según el art. 396 COT, no termina el mandato judi-
cial, lo que distingue a este mandato del civil.
Paralelo entre patrocinio y mandato judicial
Semejanzas: ambas son exigencias legales para la comparecencia de las partes en el
juicio; nuestra ley exige ambos, diferenciando entre la defensa por un lado, y la representación
por otro.
Diferencias: el objeto del patrocinio es la defensa de los derechos; el objeto del manda-
to es la representación en el proceso.
Sólo el abogado habilitado para el ejercicio de la profesión puede ser patrocinante; en
cambio, pueden ser procuradores otras categorías de personas.
El patrocinio se constituye con la firma del abogado y la indicación de su nombre, ape-
llido y domicilio; en cambio, el mandato cuenta con otras formas de constitución.
Si se incumple con el patrocinio, la sanción es más drástica, se habla incluso de inexis-
tencia del acto procesal; en cambio, si se incumple con el mandato, el tribunal resolverá que el
poder debe ser constituido correctamente dentro de tercero día.

d) Casos en que la ley admite la comparecencia personal


Distinguimos al respecto 4 casos:
Primero: caso en que se obtenga autorización judicial según el art. 2 inc. 3 Ley 18.120,
en este caso, el tribunal puede autorizar bajo determinadas circunstancias que una persona no
letrada pueda defenderse personalmente.
Segundo: caso en que el número de abogados sea inferior a 4 en la localidad respectiva,
al respecto, es pertinente el art. 2 inc. 9 Ley 18.120.
Tercero: casos relacionados con la cuantía, en los términos del art. 2 inc. 11 Ley
18.120.
Por último: cabe la comparecencia personal, según el art. 2 inc. 11 Ley 18.120 en todas
aquellas materias señaladas por la ley, encontrándose ejemplos de esto último en aquellos jui-
cios que se tramiten ante juzgados de menores; juicios tramitados ante árbitros arbitradores;
recursos de amparo y de protección.

e) Casos especiales de representación en el proceso


Nos referimos a la agencia oficiosa; la autorización para diligenciar exhortos; el caso
del procurador común; la representación de personas jurídicas de derecho privado y, por últi-
mo, la representación judicial de personas ausentes.
La agencia oficiosa: ésta es un acto jurídico unilateral por el cual una persona asume
sin mandato la representación judicial de otra, ofreciendo garantía suficiente de que esta últi-
ma aprobará lo actuado a su nombre.
El Código Civil determina que la agencia oficiosa tiene naturaleza de cuasicontrato. La
agencia oficiosa que estamos estudiando se encuentra regulada en el art. 6 inc. 3 y 4 CPC, ins-
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pirándose en la idea de evitar la indefensión de la parte en aquellos casos en que no se ha otor-
gado mandato.
Requisitos: primero, sólo puede ser agente oficioso una persona que de acuerdo con la
ley 18.120 tiene ius postulando; segundo, debe indicarse motivo plausible, el que será objeto
de ponderación judicial; tercero, es necesario que el agente otorgue caución suficiente. Esta
caución recibe el nombre de “fianza de rato”, cuyo objeto es dar credibilidad de que el intere-
sado ratificará lo actuado por el agente oficioso.
Para efectos de hacer operativa y eficaz la agencia oficiosa, el tribunal debe fijar un
plazo para que el interesado ratifique lo obrado por el agente oficioso.
El juez evaluará la caución y los motivos, y si los considera suficientes va a aceptar la
agencia oficiosa y fijará un plazo para que el interesado ratifique lo actuado por el agente ofi-
cioso.
Dicho plazo tiene por objeto que el interesado manifieste su voluntad. Si dentro de
dicho plazo no ratifica lo actuado, se anulará todo lo actuad por el agente oficioso (no está
claro qué ocurre con la caución otorgada por el agente oficioso). Si dentro del plazo señalado
el interesado comparece y ratifica lo actuado, se convalida todo lo obrado por el agente oficio-
so.
Autorización para diligenciar exhortos: el art. 73 CPC contempla una forma especial
de otorgar representación procesal. En las gestiones que sea necesario hacer ante el tribunal
exhortado podrá intervenir el encargado de la parte que solicitó el exhorto, siempre que en éste
se exprese el nombre de dicho encargado, o se indique que puede diligenciarlo el que lo pre-
sente o cualquiera otra persona.
En este último caso se encuentra la forma especial de otorgar representación procesal.
De acuerdo con el art. 2 Ley 18.120, la persona a la que se autoriza la tramitación de este ex-
horto debe tener ius postulandi.
Procurador común: está regulado por los arts. 12-16 CPC. El procurador común es
una figura que tiene sentido en el caso de litisconsorcio y se trata de un representante para mu-
chas personas. Las partes deben nombrarlo de común acuerdo; en caso que ello no se realicé,
el nombramiento lo efectúa el juez. En este último caso tiene lugar una forma especial de re-
presentación.
Representación de personas jurídicas de derecho privado. En el art. 8 CPC se encuen-
tra una norma especial para la representación de personas jurídicas de Derecho Privado. De
acuerdo con esta norma, el gerente o administrador de sociedades civiles o comerciales o el
presidente de las corporaciones o fundaciones con personalidad jurídica representan judicial-
mente a estas personas jurídicas.
La representación antedicha tiene lugar no obstante cualquier limitación establecida en
los estatutos o actos constitutivos de la sociedad o corporación.
En materia de sociedades anónimas, la Ley sobre Sociedades Anónimas indica que
quien tiene representación judicial es el gerente general.
Representación judicial de personas ausentes. La persona ausente es la que no se en-
cuentra en el territorio de la República. La ley procesal contempla al respecto un grupo de dis-
posiciones para resolver el tema de quien representa al ausente, destacando al respecto los arts.
11, 844, 845 y 846 CPC, sin perjuicio del art. 367 COT.
Se extraen de dichas disposiciones las siguientes hipótesis y reglas:
Primero, la representación judicial del ausente que no ha dejado mandatario en el país.
Si se conoce su paradero, lo podrá representar el defensor público; si se desconoce el paradero,
deberá nombrarse un curador de ausente, siendo éste quien lo representará.
Segundo, representación judicial del ausente que dejó mandatario en Chile. Si el man-
datario está autorizado para actuar en juicio o tiene poder general de administración, éste re-
presentará al ausente; si el mandatario no cuenta con los antedichos poderes, o se negó expre-
samente la facultad para ser notificado de nuevas demandas, desconociéndose además su para-
dero, quien lo representará será el defensor público.

6. LOS ABOGADOS, REQUISITOS, COLEGIOS DE ABOGADOS, RESPONSABILIDADES.

Nos remitimos al texto del profesor ROMERO, ob. cit., pp.83-85, epígrafes 10 y 11
(“Nociones generales sobre la responsabilidad del abogado”; “Derechos del abogado en su
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actividad profesional”), que forma parte de este apunte como anexo.

7. CARGAS PECUNIARIAS. LAS COSTAS

El tema de fondo es la responsabilidad patrimonial de las partes en relación con la acti-


vidad desarrollada en el proceso jurisdiccional. Se trata, en concreto, del pago de las costas; de
la obligación de indemnización de perjuicios y, por último, del pago de multas.

a) Responsabilidad pecuniaria de la parte derivada del pago de las costas


Las costas son los gastos inmediatos y directos que se originan con motivo de la trami-
tación de un proceso y que deben ser soportados por las partes de conformidad con la ley.
Pueden ser definidas –igualmente- como desembolsos patrimoniales en que deben incurrir las
partes para solventar los gastos de un proceso.
Este tema se encuentra regulado en los arts. 25-28 CPC y los arts. 138 y ss. CPC.
Existen diferentes opiniones en torno a la naturaleza jurídica de la obligación de pagar
las costas:
Primera opinión doctrinal: las costas tienen naturaleza de indemnización. Según esta
doctrina, la parte al pagar las costas lo que realiza es resarcir los daños sufridos por la otra con
motivo de un proceso. Se critica esta postura por cuanto confunde los gastos de un proceso
con los perjuicios, términos que no siempre son equivalentes. Pero sobre todo, el problema
que presenta esta postura es la suposición que la actuación de la parte vencida fue dolosa o
culposa.
Segunda opinión: las costas tienen naturaleza de sanción procesal. Nuevamente se par-
te del supuesto que la conducta de la contraria es ilícita; ello porque las sanciones se aplican
sólo respecto de aquél tipo de conductas. Ello implicaría admitir que el ejercicio del derecho
de defensa (derecho de acción o derecho de contradicción), es ilícito, lo que resulta incorrecto.
Tercera opinión: la teoría del hecho objetivo del vencimiento defendida por el procesa-
lista italiano CHIOVENDA. Según este autor, las costas constituyen una consecuencia patrimo-
nial que deriva del hecho objetivo del vencimiento. Por ello, según este autor, la obligación de
pagar las costas recae sobre la parte derrotada.
Nuestra jurisprudencia ha indicado que la obligación de pagar las costas constituye una
medida de carácter económico. Es decir, lo inserta dentro de las facultades económicas de los
jueces. Coherente con esta concepción, se ha resuelto que no existe el vicio de ultra petita
cuando el tribunal condena en costas a la parte vencida, no obstante que la parte vencedora no
lo solicitó tal condena.
Clases de costas. A partir del art. 139 CPC distinguimos entre costas procesales y per-
sonales. Las primeras, son las causadas en la formación del proceso y corresponden a servicios
estimados en los aranceles judiciales. Por ejemplo, el pago de los honorarios de peritos y de
receptores. Son costas personales las provenientes de honorarios de los abogados y demás per-
sonas que hayan intervenido en el negocio (procuradores) y de los defensores públicos en el
caso del art. 367 COT.
No está incluido en la tasación y regulación de las costas el pago del servicio prestado
por los tribunales, ello pues en Chile la justicia es gratuita en lo que atañe al funcionamiento
del tribunal. Relacionado con esto, hacemos presente que la ley procesal contempla el llamado
beneficio de pobreza en favor de las personas de escasos recursos (arts. 129 y ss. CPC y 591 y
ss. COT). En virtud de tal privilegio estas personas no pueden ser condenadas en costas, salvo
excepciones.
Hay que aclarar que las costas pertenecen a la parte, tanto las procesales como las per-
sonales. De modo que la tasación de costas del abogado no otorga necesariamente un derecho
a éste para obtener un pago de sus servicios. En definitiva, los honorarios que corresponden al
abogado son una cuestión que no queda sujeta a la tasación de costas.

Obligación de pagar las costas en el CPC


La regla general en esta materia se encuentra en el art. 144 CPC. Según ésta, la parte
que ha sido vencida totalmente en un juicio o en un incidente, será condenada al pago de las
costas. Excepcionalmente, el tribunal podrá eximirla del pago de las costas, cuando aparezca
que ha tenido motivos plausibles para litigar, sobre lo cual se debe hacer declaración expresa
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en la resolución.
Con todo, aun cuando existan motivos plausibles para litigar, en aquél caso en que la
parte promovió un incidente dilatorio obteniendo una resolución desfavorable, debe ser preci-
samente condenada en costas.
Con arreglo a los arts. 25-28 CPC, durante la tramitación del proceso, cada parte debe
pagar sus costas.

b) Responsabilidad pecuniaria derivada de la obligación de indemnizar perjuicios


Esta responsabilidad surge con motivo de conductas ilícitas que causan perjuicios en el
marco de un proceso. En el CPC encontramos un caso claro de este tipo de responsabilidad en
el art. 280 CPC, regulado a propósito de las medidas prejudiciales precautorias.
Una vez que se acoge la solicitud de medida prejudicial precautoria, la parte debe pre-
sentar su demanda dentro del plazo de 10 días y solicitar que dichas medidas se mantengan. Si
no se deduce la demanda oportunamente o no se pide que continúen en vigor las medidas pre-
cautorias decretadas, o al resolverse sobre la petición el tribunal no mantiene dichas medidas,
por ese sólo hecho el solicitante queda responsable de los perjuicios causados, considerándose
doloso su procedimiento.

c) Responsabilidad pecuniaria derivada del pago de multas


Las multas constituyen una sanción procesal impuesta por la ley frente a conductas
consideradas ilícitas. El art. 252 CPC, indica que las multas establecidas en el CPC se impo-
nen a beneficio fiscal.
Encontramos un caso de multa a propósito de las implicancias y recusaciones, en el art.
114 CPC. En este caso, el tribunal puede imponer a la parte que maliciosamente haya retarda-
do el reclamo de una implicancia, una multa que no exceda de un sueldo vital.
Éstas se pagan en la Tesorería General de la República y el comprobante se acompaña
al tribunal.

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