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No se debe confundir esta figura con los defensores penales públicos, que son orga-
nismos y funcionarios ubicados en el marco del proceso penal a los que corresponde represen-
tar a los imputados que no tengan abogado.
Pueden cumplir la función que se les encomienda, ya sea, emitiendo un informe en
aquellos casos en que la ley señala (art. 366 COT); o representando en juicio a las personas
indicadas en el concepto, cuando no tengan representante (art. 367 COT).
4. Los relatores. Son auxiliares de la administración de justicia cuya principal función es
dar a conocer verbalmente a los miembros de los tribunales superiores de justicia de los proce-
sos y asuntos que deban resolver. Su regulación se encuentra en los arts. 372-378 COT.
Sólo existen en las Cortes de Apelaciones y la Corte Suprema.
El art. 372 COT señala las funciones de los relatores; de éstas, sólo destacaremos las
señaladas en los números 1 y 4 del precepto, las que se relacionan con el funcionamiento de
las Cortes (la cuenta y la relación).
5. Los secretarios. Los secretarios de las Cortes y Juzgados son ministros de fe pública,
encargados de autorizar, salvo las excepciones legales, todas las providencias, despachos y
actos emanados de aquellas autoridades, y de custodiar los procesos y todos los documentos y
papeles que sean presentados a la Corte o Juzgado en que cada uno de ellos debe prestar sus
servicios. Se encuentra regulado en los arts. 379 y ss. COT.
Sus funciones están señaladas en el art. 380 COT, de las que destacamos los Nºs 2 y 5,
consistentes en: a) autorizar las providencias o resoluciones que sobre dichas solicitudes reca-
yeren y hacerlas saber a los interesados que acudieren a la oficina para tomar conocimiento de
ellas, anotando en el proceso las notificaciones que hicieren y practicar las notificaciones por
el estado diario; b) autorizar los poderes judiciales que puedan otorgarse ante ellos.
Excepcionalmente, según los arts. 380 Nº1 y 383 COT, les corresponderá dar cuenta y
efectuar la relación en las Cortes de Apelaciones y Corte Suprema.
Este funcionario se encuentra en los juzgados de letras, las Cortes de Apelaciones y la
Corte Suprema.
6. Administradores de tribunales con competencia en lo penal. Son funcionarios auxi-
liares de la administración de justicia encargados de organizar y controlar la gestión adminis-
trativa de los tribunales de juicio oral en lo penal y de los juzgados de garantía. Se encuentra
regulado en los arts. 389 A-389 G COT.
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UNIDAD VI: LAS PARTES
SUMARIO UNIDAD VI: 1. Concepto, capacidad y legitimación; 2. Litisconsorcio, intervención forzada de partes; 3.
Los terceros, concepto, clasificación, requisitos para ser terceros, derechos y cargas, limitaciones; 4. Tutela judi-
cial de intereses supraindividuales. Concepto y características; 5. Comparecencia ante los tribunales; patrocinio,
mandato judicial, representación; 6. Los abogados, requisitos, colegios de abogados, responsabilidades; 7. Cargas
pecuniarias, las costas.
a) Concepto. Las partes son sujetos procesales cuya presencia es indispensable para con-
cebir al proceso. En materia procesal civil, son sujetos procesales el órgano jurisdiccional y las
partes. En ambos casos, podemos decir que se trata de presupuestos procesales de existencia.
Las partes en el proceso civil son aquellos sujetos procesales que formulan la preten-
sión y en contra de quienes se formula la pretensión. Sintéticamente, se ha dicho que las partes
son “quien pretende y contra quien se pretende”. Para cada caso, se usa –de preferencia- el
nombre: demandante y demandado.
Es demandante quien ejercita la acción y formula la pretensión. Es demandado el suje-
to en contra de quien se ejercita la acción y se formula la pretensión. En caso de existir de-
manda reconvencional, las partes se denominan demandante reconvencional y demandado
reconvencional. Tratándose de un procedimiento ejecutivo, la parte que entabla la demanda
ejecutiva se denomina ejecutante, y la parte contra quien se dirige la demanda ejecutiva se
denomina ejecutado.
Con motivo de la interposición de los recursos se utiliza la nomenclatura “recurrente” o
“parte recurrente” y “recurrido” o “parte recurrida”.
Por sus propias características, el proceso civil está regido por el llamado principio de
dualidad de partes, conforme al cual siempre es necesario que existan dos posiciones contra-
puestas. Dos bloques de intereses en contraposición. Nos referimos, por cierto, al proceso civil
contencioso.
b) Partes directas. Partes indirectas. En nuestro sistema procesal civil es posible distin-
guir entre las partes directas e indirectas. Las primeras son aquellas que existen desde el inicio
del proceso. Las partes indirectas, en cambio, son aquellas que comparecen en un proceso que
se encuentra en curso. A las partes indirectas, nuestra ley las denomina “terceros”, que están
regulados en los arts. 22-24 CPC.
No deben confundirse a las partes que pueden intervenir en un proceso con las perso-
nas que pueden interactuar en el mismo. Un testigo o perito, por ejemplo, no son partes, ni
directas ni indirectas. Son terceros, pero sin interés en el resultado del juicio. Ello los diferen-
cia de los terceros regulados por los arts. 22-24 CPC, que siempre deben invocar un “interés”,
lo que permite calificarlos como partes (indirectas).
c) Capacidad para ser parte. Puede ser parte todo sujeto de Derecho, sean personas
naturales o jurídicas. La capacidad para ser parte es una capacidad de goce.
Un sector de la doctrina también reconoce capacidad para ser parte a entidades de
hecho sin personalidad jurídica. Ello en aras de permitir un mejor acceso a la tutela judicial
efectiva. Sobre esta materia existe regulación especial en materia de protección de los dere-
chos de los consumidores, según señalaremos más adelante, que considera como partes a
“grupos de consumidores”.
d) Legitimación. La capacidad para ser “justa parte” o “legítima parte” se denomina legi-
timación. Éste es un requisito constitutivo de la acción consistente en la aptitud de una persona
para ejercitar legítimamente una acción y para formular una pretensión en contra de otra per-
sona que corresponde a su legítimo contradictor. Lo anterior se determina con base en consi-
deraciones de Derecho material.
Para que exista legitimación activa es necesario que el demandante encuentre ampara-
da su pretensión por el Derecho material. Para que podamos hablar de legitimación pasiva, es
necesario que el demandado sea la persona en contra quien según el Derecho material, corres-
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ponde dirigir la pretensión. Es, reiteramos, es un requisito constitutivo de la acción, una exi-
gencia para que la acción y la pretensión resulten acogidas por la sentencia. No es un presu-
puesto procesal, como sí lo es la capacidad.
No cabe confundir la capacidad para ser parte con la legitimación. Una persona pue-
de tener capacidad para ser parte, pero carecer de legitimación activa. Por ejemplo, una perso-
na natural demanda invocando una calidad de dueño que, según la ley material, no tiene. Lo
mismo puede suceder con la parte demandada: puede ser capaz pero carecer de legitimación
pasiva; por ejemplo, se demanda a una persona jurídica en calidad de parte de un contrato que
no acordó.
La legitimación no es un presupuesto procesal, es más bien un tema que guarda rela-
ción con el fondo del asunto. Es una calidad basada en norma jurídica sustantiva, o relación
jurídica material.
Si no existe legitimación, el proceso no es nulo. Lo que sucederá es que tramitado todo
un proceso válido, se dictará una sentencia desestimatoria de la demanda por no cumplirse con
un requisito constitutivo de la acción.
Si no se cumple con el presupuesto procesal de capacidad para ser parte, existirá un
problema de inexistencia o nulidad del proceso.
Clases de legitimación. En doctrina se distinguen dos principales tipos de legitimación:
la legitimación ordinaria y la legitimación extraordinaria.
Legitimación ordinaria es la que corresponde al titular de la relación jurídica sustan-
cial; legitimación extraordinaria es la que corresponde según norma legal expresa a un sujeto
distinto del titular de la situación jurídica sustancial.
Dentro de la legitimación extraordinaria podemos situar las denominadas acciones in-
directas. Por ejemplo la acción oblicua o subrogatoria del Derecho civil (art. 2466 CC). En
doctrina procesal se estima que este es un caso donde nos encontramos frente a una situación
de legitimación extraordinaria por sustitución procesal.
Otro caso de legitimación extraordinaria lo encontramos en materia de protección de
los derechos e intereses difusos y colectivos, cuya principal manifestación en nuestro medio se
encuentra en la Ley de protección de los derechos de los consumidores, a la que nos referire-
mos luego.
a) Noción general. Esta materia se relaciona con la pluralidad de partes o partes con plu-
ralidad de sujetos. Consiste en una hipótesis en que encontramos a varios sujetos actuando
como demandantes o demandados en el marco de un proceso civil.
Según el citado principio de dualidad de partes, en el proceso civil siempre encontra-
remos dos categorías de sujetos en calidad de partes: demandante y demandado. Siendo posi-
ble que en la posición de demandante o de demandado o de ambos, existan una o más perso-
nas, naturales o jurídicas. Por lo mismo, consideramos que resulta más correcto aludir a este
fenómeno como partes con pluralidad de sujetos. El CPC, sin embargo, utiliza la expresión
pluralidad de partes en el epígrafe del título III del Libro I.
Utilizando la nomenclatura del CPC, podemos decir que son casos de pluralidad de
partes: el litisconsorcio y los terceros.
d) Regulación del litis consorcio en el CPC. Si bien el Código no utilizó esta expresión,
destina 3 normas para esta figura: arts. 18, 19 y 20 CPC.
Las hipótesis están definidas por el art. 18 CPC. Éste permite que intervengan en un
juicio como demandantes o como demandados varias personas: primero; si deducen una mis-
ma acción (por ejemplo, el caso de la acción reivindicatoria que entablan varios comuneros
contra una persona); segundo; si se ejercitan acciones que emanen directa e inmediatamente de
un mismo hecho (por ejemplo, acciones indemnizatorias entabladas por los pasajeros de un
bus que chocó); tercero; si se procede conjuntamente por muchos o contra muchos en los ca-
sos que autoriza la ley (por ejemplo, en el caso de una obligación solidaria).
Los artículos 19 y 20 CPC, se refieren a la manera en que deben actuar los litisconsor-
tes. Según el primero de estos preceptos, si se entabla la misma acción o se oponen las mis-
mas defensas, deben actuar representados por un solo mandatario. Según el artículo 20 CPC en
cambio, si se entablan acciones distintas o defensas distintas, pueden actuar a través de manda-
tario distintos.
Referencia al litisconsorcio subsidiario o eventual. Se trata de aquél caso en que se
ejercitan acciones contra distintas personas, una en subsidio de la otra. En Chile no existe
norma expresa que permita el litisconsorcio subsidiario, sin embargo, ha sido aceptado por la
doctrina y jurisprudencia actual.
b) Requisitos para ser terceros, clasificación. Según los arts. 22-24 CPC, existen tres
tipos de terceros: los terceros coadyuvantes, los excluyentes y los independientes. Siendo
común a todos, el que para efectos de admitirse su comparecencia, debe existir un proceso ya
iniciado, en el cual deben tener interés actual en los resultados del juicio.
La exigencia relativa a la existencia de un juicio en curso aparece recogida en los arts.
22 y 23 CPC. La exigencia de interés actual, la doctrina y jurisprudencia la hace aplicable a
todos los terceros, entendiendo que existe siempre que existe comprometido un derecho y no
una mera expectativa.
No basta -por tanto- invocar una mera expectativa, es decir, la esperanza de adquisi-
ción de un derecho fundado en la ley vigente y que aún no se convierte en derecho por faltar
alguno de los requisitos legales. Salvo que, como indica el art.23 CPC, que la ley lo autorice
expresamente para un caso determinado. Por ejemplo, para el caso de los acreedores condicio-
nales del artículo 1492 inc. final CC.
De conformidad con el artículo 22 y 23 CPC, concluimos que los terceros éstos pueden
comparecer en cualquier estado del juicio.
Para complementar lo expuesto, transcribimos a continuación partes del libro del pro-
fesor ALEJANDRO ROMERO SEGUEL, Curso de Derecho Procesal Civil. Los presupuestos pro-
cesales relativos a las partes, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2011, pp. 24-30.
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La intervención forzada
La intervención forzada, provocada o coactiva, es una figura que está lejos de una des-
cripción uniforme, tanto en la doctrina como en derecho comparado. Su existencia se vincula
normalmente a ciertas obligaciones de garantía que se imponen a determinados terceros, los
que se pueden ver obligados a ingresar a un proceso pendiente con el objeto de satisfacer un
determinado interés previsto por el legislador.
El carácter coactivo de esta intervención viene dado por el hecho de que el tercero es
compelido a participar en un proceso pendiente, bajo la amenaza de producirse en su contra
algún efecto jurídico desfavorable, si no comparece.
El Código de Procedimiento Civil no contempla una regla general para forzar la inter-
vención de un tercero. La única norma cercana a esta institución la contiene el art. 21 del CPC,
cuando dispone que si la acción ejercida por alguna persona corresponde también a otra u
otras personas determinadas, podrán los demandados pedir que se ponga la demanda en cono-
cimiento de las que no hayan concurrido a entablarla, quienes deberán expresar en el término
de emplazamiento si se adhieren a ella.
Como hipótesis de intervención provocada, el precepto anterior es altamente deficiente,
atendido que no clarifica en qué consiste la adhesión a la demanda. Concretamente, no se ex-
plica si el tercero citado concurre al proceso ampliando subjetivamente la relación procesal o,
por el contrario, si al comparecer puede formular su propia acción.
Si entendemos que el tercero queda limitado por el contenido de la demanda a la que
adhiere, con ello se infringirá el contenido del derecho de acción, ya que, hasta antes de la
citación, el tercero podía accionar sin restricción. De igual forma, esta solución vulnera el con-
tenido básico del principio dispositivo, al imponer a una persona la obligación de adherirse a
una demanda propuesta por otros.
La Corte Suprema ha declarado sobre esta figura que “no se puede ampliar el objeto
del proceso mediante un adherimiento hecho en un proceso a nombre de una nueva demandan-
te, toda vez que ese adherimiento es una acción diversa de la anterior que debería cumplir con
todas las exigencias de toda primera demanda”.
En nuestra opinión, la aplicación de este precepto debería encauzar a los terceros que
puedan intervenir en la forma adhesiva litisconsorcial. En efecto, como ellos pueden reclamar
el mismo derecho que forma parte del objeto del proceso, a través de esta citación se facilitaría
que puedan asumir alguna de las actitudes que admite la ley, en una discusión pendiente donde
tienen derechos comprometidos, como puede ocurrir, por ejemplo, en un proceso tendiente a
reparar un daño medioambiental.
La denuncia del litigio
La denuncia del litigio (o litisdenunciación) es un acto de comunicación que busca
poner en conocimiento de un tercero la existencia de un juicio pendiente, cuyo resultado le
puede acarrear alguna consecuencia desfavorable.
Con este acto procesal se puede lograr que el tercero denunciado asuma una determi-
nada actitud. Ella dependerá naturalmente de la situación en la que se encuentre respecto del
objeto del proceso, Así, por ejemplo, podría verse motivado a solicitar intervenir voluntaria-
mente como coadyuvante, pero también podría generar alguna hipótesis de intervención pro-
vocada, como ocurre en nuestro derecho provocada, como ocurre en nuestro derecho civil con
la citación de evicción (arts. 1843 y 1844 CC).
La regulación de esta institución actualmente cuenta con un reconocimiento parcial, tal
como se aprecia en los siguientes preceptos, que citamos a modo de ejemplo:
a) El artículo 11 de la Ley Nº 18.101, sobre arrendamientos urbanos, dispone que
para hacer oponibles a los subarrendatarios lo obrado y la sentencia recaída en los juicios de
desahucio, de restitución o de terminación del arrendamiento por falta de pago de la renta,
seguidos contra el arrendatario, les deberá ser notificada la demanda.
En este caso, el acto de comunicación permite que los efectos de la sentencia alcance a
esos terceros, los que, por tener la calidad de subarrendatarios, verán extinguidos sus derechos
si su arrendador pierde el juicio. Asimismo, esta denuncia les permite a los subarrendatarios
poder intervenir voluntariamente como coadyuvantes de su subarrendador.
b) En el procedimiento ante los Juzgados de Policía Local, para que la sentencia
condenatoria pueda surtir efecto respecto del tercero civilmente responsable, la ley exige poner
en conocimiento de este la denuncia o querella seguida ante ese tribunal mediante una notifi-
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cación judicial practicada antes de la dictación de la sentencia (art. 29 inc. 2º de la Ley Nº
18.287). En este caso, la litisdenunciación constituye un trámite que permite, en un proceso
posterior, invocar en contra de ese tercero los efectos de la sentencia judicial, aunque no haya
sido parte. Si tal comunicación no se practica, el tercero podrá hacer valer, en su beneficio, el
efecto relativo de la sentencia, obligando al demandante a tener que acreditar, a su respecto, la
existencia de todos los requisitos de la responsabilidad civil.
La sucesión procesal o cambio de partes
Explicación general
Por distintas razones puede ocurrir que, durante el desarrollo del proceso, el demandan-
te o el demandado sea reemplazado por otro sujeto que pasa a ocupar su sitio en el litigio, al
haberse producido un cambio en la titularidad de los derechos subjetivos que conforman el
objeto del proceso. El fenómeno descrito se designa como sucesión procesal o cambio de par-
tes.
Dicho de otro modo, la figura que nos ocupa es una proyección en el proceso de la ins-
titución general de la sucesión. Como lo expone Elorriaga, “suceder a una persona es ocupar
su lugar y recoger los derechos y obligaciones que a cualquier título le pertenecían, es decir, se
sucede siempre que subsistiendo una obligación o un derecho subjetivo, cambia el sujeto, sea
el titular o el obligado.
La sucesión procesal existe para responder a ciertas eventualidades que pueden surgir
en la tramitación de un proceso, por el hecho de haberse producido una transferencia o una
transmisión de la cosa litigiosa. No resulta razonable que, por la producción de alguno de esos
eventos, lo obrado devenga en ineficaz.
Atendiendo a la causa que la origina, se debe distinguir entre sucesión procesal por
muerte de una de las partes y la sucesión procesal surgida por transferencia de la cosa litigiosa
por acto entre vivos.
Requisitos de la sucesión procesal
Para que se produzca la sucesión procesal se deben cumplir los siguientes requisitos:
1º) Que, después de producida la litispendencia, se provoque la transmisión o una
transferencia del derecho litigioso que es objeto del proceso;
2º) Que dicha transferencia o transmisión pueda generar, efectivamente, un cambio de
partes; y
3º) Que en la relación procesal pendiente se solicite y decrete el cambio de partes, an-
tes que se dicte una sentencia que alcance el efecto de cosa juzgada. Esta exigencia se explica
porque el cambio de la titularidad en los derechos subjetivos no se proyecta automáticamente
al proceso pendiente, tal como se pasa a explicar.
La sucesión procesal por muerte de una de la partes
Régimen general
La muerte constituye un acontecimiento imprevisible e inevitable, que puede alcanzar a
una persona que tenga la calidad de parte en la relación procesal.
En principio, los herederos del causante tienen una vocación a la continuación del pro-
ceso donde su causahabiente era parte (arts. 951 y 1097 CC). Sin embargo, la continuación del
juicio por los herederos dependerá de la actitud que ellos asuman frente a la delación de la
herencia, esto es, del llamamiento de la ley a aceptarla o repudiarla (art. 956 CC). Sólo si
aceptan la herencia surge la posibilidad de materializar la sucesión procesal de materializar la
sucesión procesal en un juicio pendiente donde el causante tenía la calidad de parte.
Con relación al hecho jurídico de la muerte y la sucesión procesal, se deben distinguir
dos situaciones:
a) Si la parte que fallece tenía constituido mandato judicial
El mandato judicial no expira por la muerte del mandante (arts. 528 y 529 COT). Esto
significa que el mandatario judicial puede seguir tramitando el juicio o la gestión voluntaria,
hasta su conclusión.
La solución anterior hace una excepción a las reglas generales del Código Civil sobre
terminación del contrato de mandato, atenuando el efecto que la muerte puede provocar en un
proceso en un proceso pendiente, sin solucionar directamente el problema de la sucesión pro-
cesal. En efecto, la posibilidad que el mandatario concluya el juicio será viable mientras no
sea necesaria la comparecencia personal del causante que le confirió el poder, como puede ser,
por ejemplo, la citación a una audiencia de conciliación o de prueba. Si ello se dispone, no
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habrá más remedio que provocar la sucesión procesal de los herederos o el ingreso del curador
de la herencia yacente, a falta de sucesores.
b) Si la parte comparece por sí misma
Cuando fallece alguna de las partes que obre por sí misma –hipótesis excepcional en
nuestro sistema-, el proceso quedará en suspenso y su estado se comunicará a los herederos,
para que comparezcan a hacer uso de su derecho en un plazo igual a de emplazamiento (art. 5°
CPC). Si los herederos no repudian la herencia, pasan a adquirir la calidad de parte en el jui-
cio, produciéndose de esa forma la sucesión procesal.
Como se pude apreciar, en el caso del deceso de la parte que comparecía personalmente en un
proceso, la muerte obliga, siempre, a realizar la sucesión o cambio de parte.
Fallecimiento de una de las partes, en el caso de derechos personalísimos
Cuando fallece una de las partes, en un proceso cuyo objeto versa sobre derechos que
revisten el carácter de personalísimos, el principio general es que la relación procesal conclu-
ya, al no ser factible provocar el cambio de la parte.
Las hipótesis más típicas de esta situación se presentan en el campo del derecho de
familia. Donde la intransmisibilidad de los derechos constituye la regla general.
Un ejemplo de lo anterior se da en la acción de divorcio, cuya titularidad pertenece
exclusivamente a los cónyuges (art. 56 CPC). Esto significa que di durante el proceso fallece
uno de los cónyuges, el matrimonio debe entenderse disuelto por la muerte, por tener a acción
de divorcio un carácter personalísimo, que impide provocar una sucesión procesal con los
herederos.
Dicho de otra forma, el “derecho al divorcio” es algo que la ley reconoce exclusiva-
mente al cónyuge y, por ende, no se podría mediante una sucesión procesal continuar discu-
tiendo por terceros sobre la procedencia o improcedencia de la disolución del vínculo matri-
monial.
Con todo, en otras situaciones, vinculadas al derecho de familia, el legislador ha pre-
visto una solución diversa, autorizando la sucesión procesal si fallece una de las partes en un
proceso pendiente. Un ejemplo de esta opción se da en los juicios pendientes sobre determina-
ción de la paternidad o maternidad, al autorizar que los legítimos contradictores puedan “con-
tinuar la acción” deducida con los herederos del difunto (art. 317 CC)
Por último, surge la duda si es factible provocar la sucesión procesal en procesos pen-
dientes, cuando el derecho reclamado tiene un contenido extramatrimonial. El problema se
podría presentar, por ejemplo, en los juicios donde el actor reclamaba una indemnización por
daño moral, o solicitaba la protección jurisdiccional en una materia muy particular, como
podría ser un determinado acto de discriminación. La solución en estos casos pasa, necesaria-
mente, por definir si se trata o no de derechos transmisibles a sus sucesores.
La sucesión procesal por transferencia de la cosa litigiosa
La sucesión procesal por la transferencia de la cosa litigiosa se puede originar por di-
versas causas.
A diferencia de otros ordenamientos, nuestro legislador aceptó la transferencia de los
derechos que están siendo discutidos en juicio mediante la celebración de un acto denominado
cesión de derechos litigiosos (arts. 1911 al 1914 del CC). El art. 1911 del CC señala que “se
cede un derecho litigiosos cuando el objeto directo de la cesión es el evento incierto de la li-
tis”.
También pueden producir la sucesión procesal otros actos, en cuanto comprendan la
transferencia de los derechos que forman parte de una disputa judicial, como puede ser la
compraventa, la permuta, una cesión de derechos personales, la cesión de contrato, etcétera.
De igual forma, es posible que este cambio de partes sea justificado por la transferencia
de derechos que se producen por el solo ministerio de la ley, al perfeccionarse o realizarse una
serie de actos jurídicos de la más variada naturaleza. Dentro de este grupo, los casos más fre-
cuente pueden provenir, entre otros, en el pago por subrogación (arts. 1608 – 1613 CC), en el
pago de la indemnización en el contrato de seguro (art. 553 CCM), por la transferencia de la
empresa (art. 4°CT) o por la fusión de sociedades.
La falta de regulación legal en esta materia no ha sido obstáculo para aceptar la suce-
sión procesal, permitiendo en la práctica forense, por ejemplo, que el cesionario pueda hacerse
parte en el juicio pendiente, sustituyendo a la parte original.
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Lo anterior es sin perjuicio de los límites que por razón de oportunidad se ha impuesto
a este cambio. Entre otros. Se ha declarado que no puede tener la calidad de parte un apersona
jurídica que suscribe un avenimiento en que le cedieron derechos litigiosos, ello por haberse
suscrito dicho acto una vez que el juicio estaba terminado por sentencia ejecutoriada.
La sucesión procesal y obligaciones de garantía
Aunque la sucesión procesal normalmente surge por la transferencia o la transmisión
del derecho que es objeto del juicio, también puede provenir del surgimiento de ciertas obliga-
ciones de garantía que se pueden hacer valer en un proceso pendiente.
El caso más evidente se da en la denominada citación de evicción, al permitir que un
tercero sea citado a un juicio en curso, para que asuma la obligación de defensa que debe pre-
star a la parte compradora y evite la evicción de la cosa comprada, esto es, la pérdida de la
cosa total o parcialmente por sentencia judicial.
Si el tercero-vendedor comparece a dicho juicio se seguirá contra él la demanda, ge-
nerándose de ese modo una sucesión procesal (art. 1844 CC). Si el citado de evicción no com-
parece, la sucesión procesal no se produce, continuando el juicio entre el demandante y de-
mandado original.
Tratamiento procesal y efectos de la sucesión
Como la transferencia o la transmisión de los derechos en estado de litispendencia no
repercute ipso iure en el proceso en curso, el cambio de partes debe ser solicitado al juez que
conoce del juicio.
El peticionario que quiera provocar esta modificación en la relación procesal deberá
acreditar, según el caso, la transmisión o la transferencia del derecho, acompañando el certifi-
cado de defunción, la resolución judicial o administrativa que concedió la posesión efectiva a
los herederos, el contrato o la cesión del derecho litigioso, la escritura pública que da cuenta
de la fusión de sociedades, etcétera.
A falta de regla especial, la petición de cambio de partes se debe tramitar conforme a
las reglas de los incidentes ordinarios.
La parte contra quien se solicita esta modificación podrá oponerse aduciendo, entre
otras razones, por ejemplo, que el acto jurídico donde consta la transferencia del derecho es
nulo; que el solicitante o tiene la calidad de heredero, al existir un juicio pendiente que cues-
tiona esa condición; que el acto traslaticio de dominio no tiene relación con el derecho que se
encuentra controvertido en el juicio; que el acto de transferencia invocado es nulo o no fue
realizado con las exigencias legales, etcétera.
Una vez que se ha decretado el cambio de partes, el sucesor pasa a ocupar el lugar de
su causante. A partir de la notificación de esa declaración podrá ejercer todos los derechos
procesales, con la única limitación de aceptar todo lo obrado hasta el momento que se produce
su ingreso.
Si no se solicita y autoriza judicialmente el cambio de parte, el proceso terminará con
los sujetos que originalmente habían adquirido dicha calidad.
a) Concepto
Comparecer ante el órgano jurisdiccional consiste, en estricto sentido, en el acto de
presentarse ante los tribunales ejercitando acciones y formulando pretensiones, por un lado, y
ejercitando el derecho de defensa (o derecho de contradicción), por otro.
En nuestro sistema, la regla general es que la comparecencia de las partes se realice a
través de un abogado patrocinante y de un apoderado procesal (o mandatario procesal o procu-
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rador). Sólo por excepción se permite la comparecencia personal de la parte. Al respecto es
pertinente el art. 4 CPC.
La exigencia de comparecer a través de abogado patrocinante y de apoderado procesal
aparece impuesta por la Ley Nº18.120 de 1982 (aparece en el apéndice del CPC). De no cum-
plirse con este requisito, la comparecencia es inválida y no produce efecto alguno.
b) Patrocinio
Es un contrato por el cual una persona encomienda a un abogado habilitado la defensa
de sus derechos en un proceso.
Por medio de este contrato se encomienda la conducción jurídica de un caso. La figura
del patrocinante y su función la podemos sintetizar indicando que asume la labor de “técnico
en el Derecho”.
La exigencia de constitución del patrocinio se encuentra prevista en el art. 1º Ley
Nº18.120. Debe cumplirse en la primera presentación que realice la parte.
Forma como se constituye el patrocinio: art. 1° inc. 2º ley 18.120. Esta obligación se
entiende cumplida por el hecho de poner el abogado su firma, indicando además su nombre,
apellidos y domicilio. Sólo puede ser patrocinante el abogado habilitado para el ejercicio de la
profesión.
Los artículos 520 y ss. COT establecen normas sobre los abogados y señalan los requi-
sitos para serlo.
Consecuencias derivadas de la falta de constitución del patrocinio. Si el patrocinio no
es debidamente constituido, la primera presentación de la parte no podrá ser proveída y se
tendrá por no efectuada para todos los efectos legales. Incluso, podría estimarse que la sanción
es la inexistencia procesal de la actuación.
Efectos de la constitución del patrocinio. Desde el momento en que se ha constituido
el patrocinio, el abogado asume responsabilidades frente al patrocinado (civiles, penales, de
ética profesional). Además, el patrocinante tendrá la facultad representar al patrocinado en el
juicio, para determinadas actuaciones. Ello de conformidad con el art. 1º inc. 3º ley 18.120:
“Podrá, además, tomar la representación de su patrocinado en cualquiera de las actuaciones,
gestiones o trámites de las diversas instancias del juicio o asunto”.
Es necesario aclarar que la representación procesal no es de la esencia del patrocinio,
de modo que es facultativo para el patrocinante actuar en como apoderado de la parte. La re-
presentación corresponde al mandatario y no al patrocinante. Esto es importante frente a la
contraparte, pues todas las actuaciones del juicio y, dentro de ellas, las notificaciones, deben
practicarse al apoderado y no al patrocinante. Si después de constituido patrocinio y poder, la
contraparte notifica de una resolución al abogado patrocinante, esa actuación es ineficaz, pues
debe ser practicada al apoderado.
Término del patrocinio. El abogado conserva su responsabilidad mientras en el proce-
so no haya testimonio de la cesación del patrocinio.
El patrocinio termina:
En primer término, por el hecho de haberse cumplido el encargo. Esto es así porque el
patrocinio es un contrato por el cual una parte encarga a un abogado habilitado la defensa de
sus derechos en un juicio, por lo que si se acaba el proceso, culmina el patrocinio.
En segundo lugar, el patrocinio termina por la renuncia del patrocinante. La renuncia s
un acto unilateral del patrocinante por el cual decide dejar de cumplir con el encargo. De
acuerdo con el art. 1º inc. 4º CPC, es necesario que el patrocinante ponga en conocimiento de
la parte su renuncia, a fin de no dejar al patrocinado en la indefensión. Por ello, para que la
renuncia del patrocinante se perfeccione y surta efectos, es necesario colocar la renuncia en
conocimiento del patrocinado e informarle el estado del proceso. El patrocinante conserva
responsabilidad durante todo el término de emplazamiento, salvo que antes de vencido dicho
plazo la parte haya nombrado otro patrocinante.
Tercero, el patrocinio termina por el fallecimiento del patrocinante. Así lo indica el art.
1º inc. Final. Cabe observar que de conformidad con el art. 529 COT, la muerte del patrocina-
do no termina el patrocinio. En caso de fallecimiento del abogado, la parte debe designar otro
en su reemplazo en la primera presentación que realice, según lo ordena el art. 1º inc. final Ley
18.120.
Cuarto, el patrocinio termina por su revocación. La revocación es un acto unilateral de
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voluntad del patrocinado por el cual pone término al encargo. En este caso, tendrá que presen-
tarse un escrito al proceso donde se comunica al tribunal la decisión del patrocinado de revo-
car el patrocinio al abogado respectivo. Temas como honorarios pendientes, no invalidan la
revocación. No es necesario invocar causal para que opere la revocación.
Nos remitimos al texto del profesor ROMERO, ob. cit., pp.83-85, epígrafes 10 y 11
(“Nociones generales sobre la responsabilidad del abogado”; “Derechos del abogado en su
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actividad profesional”), que forma parte de este apunte como anexo.
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