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SELECCIÓN DE TEXTOS EUCARISTÍA Y PARTICIPACIÓN

Gesteira

Una segunda novedad que caracteriza a las comidas de Jesús es la participación en ellas de
los pecadores, lo cual escandaliza a muchos de sus contemporáneos piadosos El convite,
para Jesús, no queda enmarcado en los estrechos límites de un acto social convencional
Ni siquiera se reduce a un acto de hospitalidad o confraternización humana (aunque
también sea eso), pues para ello bastaría con invitar a los amigos y conocidos algo que
Jesús trata de superar, evidentemente (cf Le 14,12) Antes bien, las comidas festivas se
convierten para Jesús en signo de la acogida gratuita y generosa de Dios para con los
pecadores y, por ello, en signo concreto de gracia y de alianza nueva, de presencia del remo
de Dios
El evangelio se complace en resaltar a veces la invitación generosa de Jesús, que «acoge a
los pecadores y come con ellos» (Le 15,1-2) x Otras veces Jesús es invitado y accede a la
invitación Pero en uno o en otro caso Jesús tiene con frecuencia, en la comida, una palabra
o un gesto explícito de perdón para con el pecador: así sucede con la Magdalena (Le 7,48) o
con Zaqueo (Le 19,9; cf. Le 5,31 par.; Mt 9,9-13; 11,19 par., así como la razón que Jesús da
de por qué come con los pecadores en Le 15); mientras, por el contrario, en el convite los
autosuficientes y los soberbios, los que se escandalizan y murmuran, son desenmascarados
como injustos: así, Simón el fariseo (Le 7,47), o el hermano del hijo pródigo (Le 15,27-32).

Agua de la Roca

23. En el Altar, en la Eucaristía, encontramos un lugar privilegiado para entrar en comunión con el
Cuerpo de Cristo, unirnos a todos los miembros que lo componen y profundizar en nuestra
relación con Jesús y su presencia en nuestras vidas. La celebración de la Eucaristía y la oración ante
el Santísimo Sacramento eran intensas experiencias de Dios para Marcelino. 31 Vivir la Eucaristía,
fuente y cima de la vida cristiana, nos lleva al centro de la vida espiritual del marista.

57. Todas las personas y acontecimientos de la vida nos brindan la oportunidad de encontrar a
Dios misericordioso. Tal vez hallamos a Dios más cerca cuando nos sentimos vulnerables y
lastimados o cuando mantenemos nuestra palabra a pesar de lo que nos pueda costar. Cuando
damos gracias por el don de la vida, cuando sanamos nuestras relaciones, cuando ofrecemos y
recibimos perdón, cuando celebramos la Eucaristía y compartimos la Palabra, todos esos
momentos pueden ser un tiempo de gracia para encontrar y conocer a Dios.

86. La Eucaristía está en el centro de nuestras vidas.63 Es mucho más que el rito o el sacramento.
Vivir eucarísticamente describe el proceso que culmina la vida espiritual y nuestro compromiso
con la misión: reunidos, bendecidos, partidos y compartidos. Cuando nos congregamos para
celebrar este regalo de Jesús, estamos en comunión con todas las personas, especialmente los
pobres, y con toda la creación. Alimentados así, nos sentimos enviados a la vida como “cuerpo de
Cristo” para celebrar y seguir construyendo el Reino de Dios.
104. La vivencia de la Eucaristía se sitúa en el centro de nuestra vida de comunidad y de nuestro
modo de relacionarnos. Aun en diferentes sitios y con distintas personas, nos sentimos, a lo largo
de nuestros días reunidos, bendecidos, partidos y compartidos.

MME

67. Este carisma no es algo accidental o superfluo; por el contrario, alude a un sello recibido del
Espíritu Santo a través de Marcelino y de los primeros hermanos que nos otorga a los maristas una
fisonomía propia, nos reviste de un espíritu particular y nos dota de una serie de rasgos que nos
diferencian en la Iglesia y constituyen parte importante de nuestra identidad. Estos rasgos
característicos del carisma marista no son exclusivos de los hermanos. En estos últimos tiempos, el
Espíritu ha sembrado en el corazón de muchos laicos la disposición y sensibilidad para
compartirlos y vivirlos. “Los tres lugares” cristológicos, acentuados en la tradición de la
Congregación: pesebre, cruz y altar, son signos de la kénosis de Jesús que se hace niño, pan y
víctima. Evocan tres misterios de su vida muy significativos: la encarnación (el pesebre de Belén),
la redención (la cruz) y la eucaristía (el altar) y que llevan como denominador común la actitud del
abajamiento. Como seguidores del Jesús encarnado, tanto los hermanos como los laicos maristas
estamos llamados a ocupar, de diferentes maneras, los primeros puestos en dichos lugares, y a
nutrir en ellos nuestro dinamismo espiritual

10. ¿La Eucaristía es para ti un elemento fundamental que alimenta tu vocación


cristiana?
11. ¿Cómo es tu experiencia de oración? ¿Forma parte de tu vida diaria? ¿Es ella
fuente de
crecimiento humano y cristiano?
12. ¿Cómo dar testimonio del Reino de Dios en tu familia, en tu comunidad y en la
sociedad,
en general?
13. ¿Qué necesitamos implementar en nuestras obras maristas para que haya
más y mejores
discípulos y misioneros de Jesús?

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