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Tribunal: Cámara de Apelaciones en lo Penal de Rosario, sala IIC. Penal Rosario,sala 2ª
Fecha: 26/12/1995
Partes: I., M.
Publicado en: JA 1996II571;
Cita Online: 962206
Sumarios:
1. En los casos en que confluyan la actividad ilícita de terceros y el consentimiento típico de la mujer (art. 85
inc. 2 y 88 CP.), la denuncia del médico aparece como una formulación jurídica compleja: la manifestación
referida a la imputación de la titular del bien jurídico tutelado por la violación del secreto (figura de los arts. 88
y 156 CP.), carecería de valor porque su eficacia atenta contra la protección normativa vulnerada por la
conducta profesional vedada; la notitia que apunta a la persecusión de terceros como presuntos autores de las
figuras acuñadas por los arts. 85 y 86 CP. cuenta en cambio con separable operatividad porque no transgrede
sino que efectiviza, la obligación de denuncia impuesta por el Derecho positivo vigente. (Con nota de Oscar E.
Romera).
2. No puede instruirse sumario criminal en contra de una mujer que haya causado su propio aborto o consentido
en que otro se lo causare, sobre la base de una denuncia efectuada por un profesional del arte de curar que haya
conocido el hecho en ejercicio de su profesión o empleo oficial o no pero sí corresponde hacerlo en todos los
casos respecto de los coautores, instigadores y cómplices. (Con nota de Oscar E. Romera).
3. El secreto conocido en el ejercicio de su profesión, susceptible de provocar un perjuicio al transmitirlo,
permanece vigente más allá del eventual carácter de funcionario que pudiera asumir el facultativo, porque es
precisamente su calidad profesional la llave que abre la puerta del ámbito de la reserva como consecuencia del
poder que le confiere su saber especializado. (Con nota de Oscar E. Romera).
4. La obligación de denunciar los atentados personales conocidos en el ejercicio de su profesión que pesa
sobre los facultativos del arte de curar, tiene un contenido residual respecto del tipo de injusto acuñado por el
art. 156 CP. : se habrá violado la obligación procesal y cometido el delito de encubrimiento en tanto no tenga el
médico la obligación de guardar secreto confiado o advertido en la atención de su paciente cuya divulgación
pueda ocasionar un daño. (Con nota de Oscar E. Romera).
5. En los casos en que confluyan la actividad ilícita de terceros y el consentimiento típico de la mujer (art. 85
inc. 2 y 88 CP.), la denuncia del médico aparece como una formulación jurídica compleja: la manifestación
referida a la imputación de la titular del bien jurídico tutelado por la violación del secreto (figura de los arts. 88
y 156 CP.), carecería de valor porque su eficacia atenta contra la protección normativa vulnerada por la
conducta profesional vedada; la notitia que apunta a la persecusión de terceros como presuntos autores de las
figuras acuñadas por los arts. 85 y 86 CP. cuenta en cambio con separable operatividad porque no transgrede
sino que efectiviza, la obligación de denuncia impuesta por el Derecho positivo vigente. (Con nota de Oscar E.
Romera).
6. No puede instruirse sumario criminal en contra de una mujer que haya causado su propio aborto o consentido
en que otro se lo causare, sobre la base de una denuncia efectuada por un profesional del arte de curar que haya
conocido el hecho en ejercicio de su profesión o empleo oficial o no pero sí corresponde hacerlo en todos los
casos respecto de los coautores, instigadores y cómplices. (Con nota de Oscar E. Romera).
7. La obligación de denunciar los atentados personales conocidos en el ejercicio de su profesión que pesa
sobre los facultativos del arte de curar, tiene un contenido residual respecto del tipo de injusto acuñado por el
art. 156 CP. : se habrá violado la obligación procesal y cometido el delito de encubrimiento en tanto no tenga el
médico la obligación de guardar secreto confiado o advertido en la atención de su paciente cuya divulgación
pueda ocasionar un daño. (Con nota de Oscar E. Romera).
Texto Completo:
2ª INSTANCIA. Rosario, diciembre 6 de 1995. Considerando: 1. Aunque la expresión de agravios del
defensor general, Dr. Carlos Giandoménico, rebate con acierto la restringida interpretación del a quo y este
tribunal se ha pronunciado en reiteradas ocasiones por la admisibilidad del pedido de probation en caso de
delitos cuya pena en abstracto supere los tres años cuando prima facie se estime aplicable una condena de
ejecución condicional (conf. "Pacheco, Miguel s/tent. hurto", resolución del 7/2/95; "Antonelli, Leonardo V.
s/robo en tentativa", auto n. 230 del 20/11/95); no obstante resulta prioritario atender a una cuestión cuya
elucidación condiciona el tratamiento de la controversia materia de impugnación.
2. En efecto, la incidencia aquí debatida o cualquiera otra que implique la continuidad del trámite judicial,
se subordina a la condición de la existencia de una persecución penal válidamente ejercitada. Cuando ésta se
halla viciada de patente ilegitimidad, el tribunal debe declarar la violación de las formas sustanciales constatadas
en cualquier estado o grado del proceso.
En el presente caso la médica residente del Hospital Centenario comunica a la policía haber atendido en
dicho nosocomio público a la imputada, quien acudiera para tratarse un aborto infectado de 48 hs. de
evolución. Habrá de examinarse, en consecuencia, si esta comunicación fuente concreta y puntual de la
actividad policial que, consecuentemente, instara la función jurisdiccional significó satisfacer la exigencia de la
denuncia obligatoria prevista por el art. 180 Ver Texto inc. 2 CPr.Cr (1), o, por el contrario comportó un acto
objetivamente ilícito por violar el secreto profesional.
3. La obligación de denunciar los atentados personales conocidos en el ejercicio de su profesión que pesa
sobre los facultativos del arte de curar, tiene un contenido residual respecto del tipo de injusto acuñado por el
art. 156 CP. Ver Texto ; se habrá violado la obligación procesal y cometido el delito de encubrimiento en tanto
no tenga el médico la obligación de guardar secreto confiado o advertido en la atención de su paciente cuya
divulgación pueda ocasionar un daño.
Es así como el profesional de la medicina enfrenta una alternativa ineludible originada en la cabal y
ordenada hermenéutica de aplicación de las normas sustanciales y adjetivas del ordenamiento criminal; si
denuncia, no obstante su obligación de reserva, habrá realizado el tipo de injusto de la violación de secreto; si no
denuncia cuando los hechos estuvieran excluidos del sigilo profesional y la norma procesal le exigiera esa
conducta, su omisión coincidirá con la previsión normativa definidora del encubrimiento.
4. La disyuntiva en la práctica no es de simple elección para el profesional, porque hasta la jurisprudencia
más jerarquizada ha exhibido en el tema una vacilación y equivocidad suficiente como para trasladar la
perplejidad a los destinatarios de las normas específicas.
Sin embargo, no deben confundirse los niveles de apreciación de la problemática analizada. El juego
dogmático del imperativo procesal de denunciar que en la misma disposición exceptúa la hipótesis del
quebrantamiento del secreto profesional y la construcción típica de éste vedando exteriorizar dañosamente lo
conocido al atender a su paciente identifican la noticia suministrada por la médica residente de guardia del
Hospital Centenario con el tipo de injusto sancionado por el art. 156 CP. Ver Texto y definen la ilicitud del
mecanismo promotor del procedimiento represivo seguido contra la imputada en autos.
Otra cosa distinta que no incumbe a este proceso es discernir la reprochabilidad de la conducta infidente, la
que puede ser exitosamente discutida en cada caso y se halla condicionada a la promoción formal de la querella
por la ofendida (art. 73 inc. 3 CP. Ver Texto ).
5. En el actual estado de la cuestión, resulta inaceptable diferenciar la situación del médico consultado en su
clínica privada de aquel que desempeña sus tareas en un hospital público. El secreto conocido en el ejercicio de
su profesión, susceptible de provocar un perjuicio al transmitirlo, permanece vigente más allá del eventual
carácter de funcionario que pudiera asumir el facultativo, porque es precisamente su calidad profesional la llave
que abre la puerta del ámbito de la reserva, como consecuencia del poder que le confiere su saber especializado.
Ni el imperativo del digesto procesal, ni la simultánea condición de funcionario, ni las circunstancias concretas
de este proceso configuran justa causa de revelación desincriminante. Por otra parte, la tesitura opuesta conduce
a la irrazonable discriminación entre aquellos pacientes con medios económicos suficientes para acudir a la
atención médica particular, de quienes padecen la indigencia y estarían sometidos a escoger entre su vida
necesitada del auxilio sanitario o su procesamiento y condena por el delito que afectara su salud.
6. Al concluirse en la tipicidad penal del acto desencadenante del procedimiento represivo, la ilicitud de
partida no puede servir de base para una legítima persecución que satisfaga la garantía constitucional del debido
proceso, como concatenación de actos ilícitos dirigidos a la actuación del derecho. Este, por su sistemática
coherencia, no tolera que su propia violación advertida en la infidencia del médico le sirva como instrumento
admisible para la realización práctica de una represión que significaría consumar las consecuencias dañosas a
cuya evitación tiende precisamente la norma quebrantada.
Una concepción integral y teleológica del sistema vigente, no permite que un anoticiamiento antijurídico
como el de autos se aproveche para revelar eficazmente el presunto delito cometido por la víctima de la
revelación prohibida, en lugar de imponer una consecuencia tendiente a disuadir la reiteración de
comportamientos profesionales contrarios a derecho. La situación presentaría semejanza con la eficacia de las
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pruebas ilegítimamente obtenidas, las que el más alto tribunal de la República ha descalificado como sustento de
un proceso válido y un pronunciamiento de condena (casos "Montenegro", "Rayford", "Fiorentino",
"Francomano", "Ruiz", etc.) impidiendo así que la administración de justicia sea la beneficiaria de un
comportamiento legal.
7. La base de la ineficacia a la que se arriba consistiría en la violación de la garantía del debido proceso
construida a partir de la exigencia constitucional del juicio previo y sobreentendida como secuencia de actos
ilícitos y válidos en consonancia con los arts. 953 Ver Texto , 18 Ver Texto y 21 Ver Texto CC., que se
pronuncian por la carencia de valor y efecto de los actos ilícitos, prohibidos por las leyes, restrictivos de la
libertad de las acciones o contrarios al orden público.
Es cierto que las invalidaciones procesales se fundan, primordialmente, en vicios atinentes a la forma del
acto, antes que a la consideración de su contenido: sin embargo, es el defecto en éste el que asume el carácter de
violación de la forma sustancial y provoca la ineficacia de la actividad procesal cuestionada cuando, como
sucede en este caso, se advierte con evidencia la incompatibilidad entre la prohibición vulnerada y la eficacia de
su secuela.
8. Con los fundamentos precedentes el tribunal adhiere a la conclusión mayoritaria de la C. Nac. Crim. y
Corr., en pleno, sentada en la causa "Natividad Frías" (JA 1966V69; LL 123842 y ED 163), en cuanto "no
puede instruirse sumario criminal en contra de una mujer que haya causado su propio aborto o consentido en
que otro se lo causare, sobre la base de una denuncia efectuada por un profesional del arte de curar que haya
conocido el hecho en ejercicio de su profesión o empleo oficial o no, pero sí corresponde hacerlo en todos los
casos respecto de los coautores, instigadores y cómplices". El concepto de "denuncia debe interpretarse
extensivamente como hontanar promotor de la persecución penal, pues de no hacerlo así bastaría con reemplazar
el acto reglado de la denuncia por cualquier expresión informal del médico obligado, efectuada en fraude de la
prohibición legal".
9. Al criterio recién expuesto se le ha criticado que si una notitia criminis resulta nula por ilícita no puede
servir para nadie y el procedimiento íntegro, contra cualquiera de los sujetos, debe ineludiblemente invalidarse
(C. de Acusación de Córdoba, in re "Aguirre de Ferreyra, María Ángela", publ. en Doctrina Penal , 1982, ns. 17
a 20, p. 160; Tozzini, Carlos A., en "Comentario al Fallo recién citado", ibidem, p. 155; Fontán Balestra,
"Tratado...", t. IV, p. 386).
Sin embargo, la ineficacia en el Derecho Civil profundo hontanar común que proporciona la sustancia
conceptual, aprovechable por las otras ramas jurídicas no significa inexistencia, ni se traduce siempre en el
aniquilamiento total del acto cuestionado como irregular. La afectación de nulidad puede ser sólo parcial y en
ese caso su declaración no perjudica los efectos de las otras disposiciones válidas del mismo acto que sean
separables (art. 1039 CC. Ver Texto ). En el proceso penal se reconoce como supuesto de nulidad parcial el de
la sentencia que condena a tres procesados sin mediar acusación fiscal, ni defensa de uno de ellos; a pesar de ser
uno el acto judicial y aunque los fundamentos del fallo irregular fueran comunes "se incurriría en un rigorismo
formal irrazonable al anular la totalidad del decisorio" (conf. Torres, Sergio G., "Nulidades en el Proceso
Penal", p. 59) porque el vicio afecta exclusivamente al sujeto respecto del cual se le infraccionó la
correspondiente tutela normativa.
Por otra parte, cuenta con antigua prosapia la distinción entre actos nulos y actos ineficaces respecto de
alguna persona que, para los otros, conservan todos sus efectos (conf. Moyano, Juan A., JA 53104). En esta
última línea se inscribe la categoría de la inoponibilidad, la cual, si bien impide los efectos del acto con relación
a determinados sujetos, empero permite la subsistencia del acto mismo y de sus efectos para todos aquellos que
no sean los destinatarios directos de la protección normativa vulnerada por la actividad prohibida. Así Japiot,
René en el Derecho francés señalaba a los actos del fallido en el período de sospecha y a la constitución de
derechos reales por el embargado después de la inscripción de la medida cautelar como ejemplos de actos que
no son objetivamente nulos, sino subjetivamente inoponibles a ciertos acreedores legalmente protegidos (conf.
Martínez Ruiz, "Distinción entre acto nulo y acto inoponible" en JA 1943IV335 a 339).
En buen romance, en el ámbito del Derecho en general se acogen hipótesis de ineficacia incompleta que no
tienen el sentido de "hacer caer el acto viciado o ilícito erga omnes", sino que se reducen a privarlo de los
concretos efectos perjudiciales que constituyen la razón de ser de la prohibición de realizarlo.
10. Un médico denunciaría cabalmente el aborto que hubieran practicado a su paciente, cuando ésta no lo
hubiera consentido (figura del art. 85 inc. 1 CP. Ver Texto ), porque respecto de los terceros no pesa sobre el
facultativo ninguna obligación de reserva sino el imperativo de denunciar.
Por el contrario resultaría vedado, y por tanto ineficaz, el aporte profesional para reprimir la causación del
propio aborto de la atendida (art. 88 CP. Ver Texto , en conjunción con el art. 156 Ver Texto del mismo
Código).
En los casos en que confluyan la actividad ilícita de terceros y el consentimiento típico de la mujer (arts. 85
Ver Texto inc. 2 y 88 Ver Texto CP.), la denuncia del médico aparece como una formulación jurídica compleja:
la manifestación referida a la imputación de la titular del bien jurídico tutelado por la violación del secreto
(figura de los arts. 88 Ver Texto y 156 Ver Texto CP.), carecería de valor porque su eficacia atenta contra la
protección normativa vulnerada por la conducta profesional vedada; la notitia que apunta a la persecución de
terceros como presuntos autores de las figuras acuñadas por los arts. 85 Ver Texto y 86 CP. cuenta en cambio
con separable operatividad porque no transgrede, sino que efectiviza, la obligación de denuncia impuesta por el
Derecho positivo vigente.
11. La solución a la que se arriba supera la interpretación que privilegia la aplicación de una de las normas
en conflicto en desmedro de otras cuya exclusión carece de lógico fundamento (delito de aborto causado por
terceros y obligación procesal de denunciar según los arts. 85 Ver Texto y 86 CP. y 180 Ver Texto inc. 2
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CPr.Cr.) por un lado y denuncia prohibida del médico de causación del propio aborto de la paciente o de su
consentimiento del realizado por terceros, según los arts. 156 Ver Texto y 88 Ver Texto CP.). Por lo demás
atiende razonablemente a la teleología del sistema sin violentar las garantías o derechos de los terceros
responsables de maniobras abortivas incriminadas por la ley como delitos, se inserta en la tendencia de la
interpretación restrictiva de las nulidades, coincide con la corriente doctrinaria procesal que propugna en
cuanto fuera posible el favor processum y resulta dikelógicamente más valiosa que las posiciones radicalizadas
y simplistas que acogen cualquiera de las alternativas indiscriminadas y unitarias antagónicas.
Por lo expuesto se resuelve: declarar la nulidad de lo actuado en la presente causa respecto de la imputada
M. I. por haberse promovido la persecución penal en virtud de la violación del secreto profesional de la médico
interviniente (arts. 18 CN. Ver Texto ; 953 Ver Texto , 18 Ver Texto y 21 Ver Texto y concs. CC.; 88 Ver Texto
y 156 Ver Texto CP. y 161 Ver Texto , 164 Ver Texto , 166 Ver Texto y concs. CPr.Cr.). Ramón T. Ríos.
Juvencio L. Mestres. Humberto H. Giménez (Sec.: Adriana E. Fernández).
(1) (t.o.) LA 1982B2117.
SUMARIO: I. Introducción. II. El deber de denunciar y el secreto profesional. III. Fundamentos del
secreto profesional: a) Derecho a la necesidad; b) La relación de confianza médicopaciente; c) Derecho a la
intimidad; d) Igualdad ante la ley. IV. Conclusiones
"Ir en busca de un sacerdote, de un médico, de un abogado, o de un notario y descubrir ante él sus lacras
morales o físicas, ¿qué importa si no entregarse a su fe? ¿será necesario, para que este sacerdote, médico,
abogado o notario, esté obligado a no revelar todo lo que va a saber, que el infortunado que le lleva su honor o
su vida, le recomiende la discreción bajo el sello de secreto, pidiéndole hasta el juramento, tal vez"? (Muteau,
cit. por Eusebio Gómez, "Tratado de Derecho Penal", t. III, Bs. As., CAE, 940, p. 29).
I. INTRODUCCIÓN
El fallo que motiva esta rápida glosa plantea el dilema entre dos normas en pugna. Por un lado, la obligación
de denunciar por parte del médico de un hospital público (art. 277 inc. 1 CP. Ver Texto y art. 180 Ver Texto inc.
1 CPr.Cr. Santa Fe), de todo delito que conozca en ejercicio de sus funciones; por otro, el deber también
impuesto por el Código Penal (art. 156 CP. Ver Texto ), de guardar secreto profesional.
Como no es posible jurídicamente la alternativa irracional de que si se omite un deber se incurre en un
delito, o si se cumple con el mismo, se incurre en otro, el factum de la decisión judicial está en resolver cuál de
esos bienes jurídicos prevalece sobre el otro.
Pero dicha prevalencia, según se verá, no se hace a la manera de aplicar una norma en desmedro de otra. Por
el contrario, se efectúa la tarea interpretativa de buscar el encuadre jurídico que teleológicamente más se
corresponde con los hechos del caso y con la debida armonización de las normas en pugna, que no pueden
obligar al mismo tiempo a conductas contradictorias.
II. EL DEBER DE DENUNCIAR Y EL SECRETO PROFESIONAL
El art. 277 inc. 1 pena como delito de encubrimiento al que "omitiere denunciar un hecho estando obligado a
hacerlo". El deber de denunciar surge de la ley. Las normas procesales, disponen imperativos de este tipo.
Por su parte el art. 156 CP. Ver Texto dispone que "será reprimido con multa... e inhabilitación especial... el
que teniendo noticia, por razón de estado, oficio, empleo, profesión o arte, de un secreto cuya divulgación puede
causar daño, lo revelare sin justa causa".
Del juego armónico de las distintas normas transcriptas extraemos como primera conclusión que si el
profesional del arte de curar no reviste la calidad de funcionario público, se halla impedido de denunciar los
hechos conocidos dentro de la esfera del secreto profesional (2); en las condiciones y modo del art. 156 CP. Ver
Texto que hemos citado, cuyo análisis dogmático excede los límites de este trabajo.
En el decisorio que comentamos esta idea queda bien reflejada: "La obligación de denunciar los atentados
conocidos en el ejercicio de su profesión que pesa sobre los facultativos del arte de curar, tiene un contenido
residual respecto del tipo de injusto acuñado por el art. 156 CP. Ver Texto : se habrá violado la obligación
procesal y cometido el delito de encubrimiento en tanto el médico no tenga la obligación de guardar secreto
confiado o advertido en la atención de su paciente cuya divulgación pueda ocasionar daño" (3).
Si bien a esta primera conclusión se llega sin esfuerzo, difícil resulta conciliar el tema cuando el médico
reúne además la calidad de funcionario público, situación que es la que ocurre en el caso que analizamos.
En esa circunstancia, ¿qué prevalece: el secreto profesional que debe resguardar como médico, o el deber de
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denunciar que le incumbe como funcionario público? Precisamente esta alternativa de hierro es la que intenta
conciliar el fallo, toda vez que "si denuncia no obstante su obligación de reserva habrá realizado el tipo de
injusto de la violación de secreto, si no denuncia cuando los hechos estuvieron excluidos del sigilo profesional y
la norma procesal le exigiera esa conducta, su omisión coincidirá con la previsión normativa definidora del
encubrimiento".
Pero es la misma Cámara la que reconoce que "la disyuntiva en la práctica no es de simple elección para el
profesional, porque hasta la jurisprudencia más jerarquizada ha exhibido en el tema una vacilación y
equivocidad suficiente como para trasladar la perplejidad a los destinatarios de las normas específicas" (4). Lo
que sí es seguro es que una conducta debe prevalecer sobre otra, ya que asumir ambas es contradictorio.
Sin embargo, resulta cierto que "por encima de lo que las leyes parecen decir literalmente es propio de la
interpretación indagar lo que ellas dicen jurídicamente es decir, en conexión con las demás normas que integran
el ordenamiento en general del país. En esta indagación no cabe prescindir, por cierto, de las palabras de la ley,
pero tampoco atenerse rigurosamente a ellas, cuando la interpretación razonable y sistemática así lo requiere"
(5).
En otras palabras, ante dos conductas exigidas en preceptos sólo en apariencia contradictorios (deber de
denunciar deber de guardar secreto), la regla segura es la de inclinarse por aquella que atienda mejor al sentido
jurídico de la ley.
Pero como bien lo señala la Cámara en el decisorio que comentamos tal interpretación no se reduce a
privilegiar una de las normas en conflicto en desmedro de otra, a modo de exclusión. Sino que,
fundamentalmente y en palabras del fallo, atiende razonablemente a la teleología del sistema desde una
perspectiva "dikelógicamente más valiosa".
III. FUNDAMENTOS DEL SECRETO PROFESIONAL
Desde esa premisa, entonces, el fallo da prioridad a la obligación del profesional de guardar secreto por
sobre el deber de denunciar que pesa cuando dicho facultativo revista la calidad de funcionario público.
La conclusión radica en distintos fundamentos que explicita o implícitamente se vierten en el decisorio y que
a continuación trataremos de desentrañar.
a) Derecho a la necesidad
Sobre el punto Soler reflexionaba desde el ángulo del paciente afectado por la disyuntiva del profesional del
arte de curar, que "...en muchos casos para el necesitado existirá el conflicto entre dejarse morir por falta de
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asistencia o denunciarse con el acto de ocurrir al médico. Ante tal situación parece de aplicación estricta el
principio de Hegel, según el cual negar el derecho de necesidad importa declarar al hombre en general carente
del derecho, pues se le niega la vida". Y concluía "No existe deber de denunciar, en consecuencia, y sí deber de
guardar secreto, cuando la denuncia expone al necesitado a proceso, porque su padecimiento es el resultado de
la propia culpa criminal" (6).
Por su parte el Dr. Lejarza en su voto vertido en un trascendente fallo de la C. Nac. Crim. y Corr., transcribe
una frase de Carrara, (Programma, t. II, p. 428) quien expresa "que la razón política de la prosecución de ciertas
acciones mediante el magisterio penal está en la necesidad en que se encuentra el hombre de recurrir a otros, de
donde nace para él la necesidad de una protección especial". Seguidamente señala el citado magistrado que
"gracias a esta protección todavía en nuestro país no es obligado un cirujano a operar a un delincuente bajo la
metralla de otro delincuente".
Como se aprecia en las opiniones citadas, la situación objetiva de necesidad por parte del afectado, resulta
una primera explicación teleológica para otorgar la primacía del secreto profesional por sobre el deber de
denunciar.
b) La relación de confianza médicopaciente
Pero también hallamos una explicación convincente en la naturaleza misma de la actividad el arte de curar y
su vinculación con el deber de guardar secreto. "El secreto profesional pertenece al orden público; mejor dicho,
al bien común. La confianza en los profesionales es uno de los bienes más importantes de la convivencia
humana" (7). En esta línea enseña Broaurdel, "El secreto médico representa un interés colectivo de tal magnitud,
que el legislador ha querido que, cualquiera que sea el enfermo, él esté cierto de que pueda confiarse, con toda
seguridad, a un hombre capaz de dispensarle los cuidados que reclama su estado, e incapaz de traicionarlo. Que
vuestro enfermo sea un asesino que mientras realizaba un delito haya recibido una herida, que sea indigno de
toda compasión, debéis proporcionarle la asistencia necesaria; y vuestro deber os prohíbe entregarlo a los
tribunales. El legislador ha pensado que el interés de la salud de ese hombre es superior a la justicia misma" (8).
Esta línea de razonamiento, vinculada al orden público de la profesión médica y a la confianza indispensable
para su ejercicio, está presente en el fallo en comentario: "El secreto conocido en el ejercicio de su profesión,
susceptible de provocar un perjuicio al transmitirlo, permanece vigente más allá del eventual carácter de
funcionario que pudiera asumir el facultativo, porque es precisamente su calidad profesional la llave que abre la
puerta del ámbito de reserva como consecuencia del poder que le confiere su saber especializado, Ni el
imperativo del digesto procesal, ni la simultánea condición de funcionario, ni las circunstancias concretas de
este proceso, configuran justa causa de revelación discriminante".
c) Derecho a la intimidad
El párrafo transcripto deja entrever otro argumento de importancia para fundar la prevalencia del secreto
profesional por sobre la calidad de funcionario público del facultativo. Se trata del derecho a la intimidad como
ámbito de reserva del paciente que se expande también al deber de guardar secreto.
La Corte Sup., en el recordado fallo "Ponzetti de Balbín", fallado el 11/12/83 señaló que "En rigor, el
derecho a la privacidad comprende no sólo la esfera doméstica, el círculo familiar y la amistad, sino otros
aspectos de la personalidad espiritual o física de las personas, tales como la integridad corporal y la imagen, y
nadie puede inmiscuirse en la vida privada de una persona sin violar áreas de su actividad no destinadas a ser
difundidas, sin su consentimiento o de familiares autorizados para ello, y sólo por ley podrá justificarse la
intromisión, siempre que medie un interés superior en resguardo de la libertad de otros, la defensa de la sociedad
o la persecución del crimen".
Como una proyección de esa libertad de intimidad, Bidart Campos la vincula con el derecho al silencio y al
secreto que implica "la facultad de reservarse ideas, sentimientos, conocimientos y acciones que el sujeto no
desea dar voluntariamente a publicidad, o revelar a terceros o no cumplir" (9). Y más adelante añade que "el
derecho a la intimidad o privacidad aloja sin dificultad a la relación confidencial entre un profesional y su
cliente (secreto profesional), que debe ser protegida también y además como una manifestación del derecho al
silencio o secreto dentro de la libertad de expresión" (10).
Si bien el límite a la privacidad es el orden y la moral pública o el perjuicio a terceros (arg. art. 19 CN. Ver
Texto [LA 1995A26]), la intimidad importa que aun aquellas acciones que no estén exentas de la autoridad de
los magistrados, sean indagadas o investigadas de manera tal que no se violenten intereses superiores a la ley
misma. Al menos éste es el sentido que le ha dado la jurisprudencia de la Corte Sup., en los casos de
allanamientos ilegales por parte de agentes públicos en investigaciones delictivas (11).
La consagración de estos ámbitos de privacidad que, con distintos matices, quedan protegidos de una
indiscriminada intervención estatal, se relacionan también con otra cláusula constitucional: la defensa en juicio
de las personas y sus derechos amparada por el art. 18 de la Ley Suprema Ver Texto (12), que comprende el
concepto de que nadie está obligado a declarar contra uno mismo. No caben dudas de que, elegir el riesgo de la
incriminación para proteger la salud en una situación de extrema necesidad, importa compeler a una persona a
incriminarse (13).
d) Igualdad ante la ley
Por último, hay otro argumento no menos valioso que los anteriores y que también hunde sus raíces en un
caro principio constitucional: el de la igualdad ante la ley.
El fallo con especial énfasis dice que "resulta inaceptable diferenciar la situación del médico consultado en
una clínica privada de aquél que desempeña sus tareas en un hospital público" y más adelante añade, que la
"tesitura opuesta conduce a la irrazonable discriminación entre aquellos pacientes con medios económicos
suficientes para acudir a la atención médica particular, de quienes padecen la indigencia y estarían sometidos a
escoger entre su vida necesitada del auxilio sanitario o su procesamiento y condena por el delito que afectara a
su salud".
No hay lugar a dudas de que dar un trato distinto a las personas según se hayan atendido con un médico que
reviste el carácter de funcionario público o no, sería introducir una discriminación arbitraria entre las mismas,
violatoria de la cláusula constitucional de igualdad ante la ley (art. 16 CN. Ver Texto ), que exige entre otras
cosas que se trate del mismo modo a quienes se encuentran en idénticas situaciones y que no se establezcan
excepciones o privilegios que excluyan a unos de los que se concede a otros en iguales circunstancias. En este
sentido, señala Bidart Campos que "las únicas desigualdades inconstitucionales son las arbitrarias y por
arbitrarias han de estimarse las que carecen de toda razonabilidad, las persecutorias, las hostiles, las que deparan
indebidos favores o privilegios" (14).
IV. CONCLUSIONES
El criterio de la Cámara nos parece acertado y en consonancia con la opinión mayoritaria de la doctrina e
importante jurisprudencia. El deber genérico de denunciar que pesa sobre los funcionarios públicos sucumbe en
el caso de los facultativos del arte de curar, ante el deber superior a la ley misma de guardar secreto profesional
en los alcances y modo del art. 156 CP. Ver Texto
OSCAR E. ROMERA
NOTAS:
(*) Respecto de esta sentencia, pueden consultarse las reseñas "Violación del secreto profesional" y
"Responsabilidad penal de los médicos", por Marco A. Rufino, en JA 1991II1005 y 1992I997,
respectivamente.
(1) Levene, Ricardo (h), Casanovas, Jorge O., Levene, Ricardo (n) y Hortel, Eduardo C., "Código Procesal
Penal de la Nación, comentado y concordado", Bs. As., Ed. Depalma, 1992, p. 140 (concordancia al art. 177).
(2) Clariá Olmedo, Jorge, "El Proceso Penal", Bs. As., Ed. Depalma, 1994, p. 63; Núñez, R., "Derecho Penal
argentino", t. V, ps. 117 y 133.
(3) Debe señalarse, asimismo, que el orden nacional, con la clara disposición del art. 177 del nuevo digesto
procesal, la solución no es distinta, toda vez que con esta nueva redacción se supera el viejo problema
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interpretativo, originado en el vago texto del art. 165 del viejo Código de Obarrio y su conjugación con el art.
167 del mismo que marcaban hesitaciones sobre la solución precedentemente arribada (conf. Soler, ob. cit., p.
138).
(4) Vgr. la autorizada opinión de Frías Caballero en el voto en disidencia del la C. Nac. Crim. y Corr. LL
127711; y las marchas y contramarchas de los fallos de la Sup. Corte Bs. As.
(5) Corte Sup., Fallos 241277.
(6) Ob. cit., ps. 143/144. Dicho autor cita la opinión de Carrara que dice: "había mayor prudencia y mejor
corazón en aquellos que castigaban a los divulgadores de las gravideces ilegítimas, que el que hay en ciertos
maníacos que se obstinan en la ineficaz crueldad de castigar con la muerte a las desventuradas".
(7) Sarmiento, A. Adeva, I. Escos, J., "Ética profesional de la enfermería", Ed. Eunsa, Pamplona (España)
1977, p. 190. Dicen dichos autores: "Con intención simplemente indicativa, no exhaustiva, diríamos que son
objeto de secreto profesional: las enfermedades secretas y hereditarias, los defectos ocultos, la naturaleza y
circunstancias de algunos males que, aun curados, son motivo de recelo en la convivencia, aunque sea
injustificadamente; todo lo que pueda entorpecer el normal desarrollo de la vida familiar y de los negocios; todo
hecho y detalle menos honroso que ha exigido la intervención médica, como intento de suicidio, aborto
provocado, vida licenciosa; y por fin, las circunstancias e intimidades, lícitas o ilícitas, que el paciente cuenta
espontáneamente o preguntado como causas o condicionantes de su enfermedad, caso ordinario en psicología o
psiquiatría". Sobre el mismo tema, puede consultarse Polaino Lorente, Aquilino, "Manual de bioética general",
Madrid, Ed. Rialp, 1993, p. 298.
(8) Cit. por Gómez, Eusebio, ob. cit., nota 1, p. 440.
(9) "Tratado elemental de Derecho Constitucional", t. I, Bs. As., Ed. Ediar, 1985, p. 255.
(10) Idem.
(11) Ver precedentes citados en nota 4.
(12) Carrió, Alejandro, "Garantías constitucionales en el proceso penal", 2ª ed., Bs. As., Ed. Hammurabi,
1994, p. 267.
(13) López Bolado, Daniel, ob. cit., nota 1. Dice el autor de mención: "la confesión de un paciente a su
médico acerca de la autoría de un delito, no es prestada por libre voluntad sino para obtener la asistencia del
profesional".
(14) Ob. cit., p. 259.