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Agradecimientos
Staff de Traducción
Moderadora: Niii

Paaau ZAMI daianandrea Ale Grigori


Jo kathesweet Polilla Xhessii
Emii_Gregori Anne_Belikov Little Rose Dangereuse_
Liseth_Johanna xAVEr Akanet flochi
Adrammelek rihano whiteshadow Carmen170796
Alba M. Grigori Sheilita Belikov LizC Vannia
Niii Susanauribe vettina PokerF
bautiston Kernel Caamille

Staff de Corrección
Mari NC LizC

Nanis maia8

Dianita Alba M. Grigori

Pimienta

Recopilación y Revisión Diseño


Mari NC Paovalera
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Índice
Sinopsis Capítulo 17

Prólogo Capítulo 18

Capítulo 1 Capítulo 19

Capítulo 2 Capítulo 20

Capítulo 3 Capítulo 21

Capítulo 4 Capítulo 22

Capítulo 5 Capítulo 23

Capítulo 6 Capítulo 24

Capítulo 7 Capítulo 25

Capítulo 8 Capítulo 26

Capítulo 9 Capítulo 27

Capítulo 10 Capítulo 28

Capítulo 11 Capítulo 29

Capítulo 12 Capítulo 30

Capítulo 13 Capítulo 31

Capítulo 14 Capítulo 32

Capítulo 15 Capítulo 33

Capítulo 16 Sobre la autora


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Sinopsis
Traducida por Niii

Corregida por Mari NC

C
omo la mayoría de las chicas en la secundaria Rosemound, Lily
Crane de diecisiete años de edad está muy consciente de Ryder
Kingscott. Por mucho el chico más lindo del colegio, Ryder es
genial, misterioso, y completamente intocable... especialmente para Lily.
Porque en el momento en que toca a alguien, Lily aprende inmediatamente
todo sobre sus vidas. Y aunque tal habilidad pueda parecer ingeniosa, en
realidad, está arruinando la vida de Lily.

Así que ella está sorprendida cuando Ryder la invita a salir... e incluso
más sorprendida de descubrir que él tiene un rival. Lucian Bell es el
magnífico chico nuevo que no puede quitar sus ojos de Lily. Ser perseguida
por dos chicos guapos debería hacer feliz a una chica, pero Lily se muestra
escéptica. Los chicos actúan como si se hubieran conocido antes,
odiándose mutuamente con una pasión que sólo podría tener sus raíces en
un pasado oscuro y peligroso. Un pasado lleno de terribles secretos. La
clase de secretos que podrían matar a una chica.
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Prólogo
Traducido por Susanauribe

Corregido por Mari NC

Gloucesterschire, Inglaterra, 1657

E
l sol ya había pasado el cenit cuando un caballo negro se hizo
visible detrás de la escénica pradera verde. Galopando
salvajemente, el caballo seguía su paso por el montículo de hierba
con una extraña precisión y luego se desvaneció en el bosque, detrás de un
enredo de ramas y hojas muertas.

Al mismo tiempo, más profundo en el bosque y en parte fuera de vista


detrás de un matorral de helechos y arbustos de zarzamoras salvajes, dos
individuos estaban envueltos en un agitado intercambio verbal. La joven
mujer, tal vez de dieciséis años de edad, parecía incapaz de parar de llorar
y temblar. Eso dejó a su acompañante, un chico apenas un par de años
mayor que su edad, con pequeñas opciones excepto, hacer a un lado su
preocupación y concentrarse en calmarla. Al final de su sensible pero
persistente campaña de persuasión, él finalmente se permitió alzar sus
brazos y acunarla cerca. No un momento muy pronto, tampoco; su delgado
cuerpo colapsó contra él en un suave y exhausto montículo.

Posando un delicado beso en su frente, comenzó a murmurar con dulzura


en su oído. Con paciencia digna de un ángel, le cantó suavemente de esta
manera hasta que el estremecimiento cesó. Hasta que ella alzó su rostro
con hoyuelos hacia él y sus labios se encontraron. Tímidamente,
desesperadamente, con aire de culpabilidad.

Desconocido para ellos, el abrazo se había vuelto objeto de escrutinio por


una tercera persona, la silueta con capa negra a caballo, que los veía de
cerca. Habiéndose acercado de forma inadvertida, el jinete se había
detenido avergonzado de ser visto, pero perfectamente posicionado, de
forma que podía ver todo. El personaje misterioso esperó hasta que el beso
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se hubiera terminado, bebiendo la vista de la joven pareja, cada gesto,
cada agarre, cada último suspiro, y luego procedió a desmontarse en un
sólo movimiento agraciado, ya no interesado en esconderse.

El bosque en sí se agitó y el aire dentro del apartado bosquecillo se volvió


muy caliente para respirar. La capa fue retirada para revelar la identidad
del jinete. Era una chica, esbelta, con rizos negros que caían libremente
sobre sus hombros. Ella habría sido linda de observar, pero el odio había
dado a su delicada tez un tono azul-grisáceo muy desagradable. Se sintió
como si la tierra debajo de los árboles temblara y gimiera bajo el peso de
su dolor.

El joven hombre parecía incapaz de moverse, su expresión no era


avergonzada si no angustiada. Adolorida. Su compañía, ahora más blanca
que una hoja de papel, se tambaleó sobre sus pies. Con cuidado la empujó
detrás de él, soportando la mayor parte de su peso con su brazo derecho.

—¡Tú, serpiente! —escupió la mujer con cabello negro—. Y tú, Katherine,


mi amada hermana. Tú, mi propia carne y sangre. ¡Maldita sea!
¡Condénense ambos en el infierno!

Alzando ambos brazos sobre su cabeza, ella lloró hacia el cielo.

—Por la sangre de mis ancestros, O, ustedes vengativos Halflings 1 y


espíritus elementales, ¡Los llamo a ustedes! ¡Busco retribución! Sangre,
será pagada con sangre, cien veces. ¡Escuchen mi petición! Una maldición.
¡Una maldición para ambos!

—¡No!—Su hermana chilló, ya corriendo hacia ella.

Pero fue demasiado tarde. Rayos iluminados cayeron del cielo sin nubes,
confinando a la hermana de cabello oscuro dentro de un anillo de estática
y cegadora luz blanca. Hojas muertas y ramas se elevaron y giraron
alrededor del círculo en un ritmo infernal. Truenos rugieron desde encima,
donde el cielo se abrió y sangró rojo sólo en el bosquecillo. La tierra tembló
una y otra vez.

—Elizabeth, ¿Qué has hecho, hermana?—chilló Katherine, cayendo al


suelo, donde garras de luz la agarraron, alimentándose del brillo de su
vida hasta que estuvo casi extinguido.

1Halflings: Seres mitad Ángeles, mitad mortales.


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Al mismo tiempo, otra criatura de otro mundo descendió con el rayo; era
hermoso, sin edad, nadando en luz plateada. Inmutable, un brillante brazo
alzado, bajando un cuchillo que se hundió profundamente. El pecho de
Katherine no sangró al instante; una luz blanca grisácea cubrió su piel y
su cuerpo pareció absorberla como una esponja. No parecía solamente del
cuchillo, sino del pecho de su hermana también. Como un tempestuoso río
con dos desembocaduras, la energía plateada se derramó en la joven
Katherine, y una vez cesó, también lo hizo su cuerpo ligero. El asesino fue
tragado por una nueva explosión de rayo. Se alejó. Todo en un latido.

—¡No!—gritó el joven muchacho, y se lanzó encima de ella. Pero la


encontró muy quieta y ya fría.

—¡Deberías arrepentirte del día en el que naciste, mi prometido!—aulló


Elizabeth—. Este no es el final, marca mis palabras. Es meramente el
inicio.

Pero él no la notó. No podía importarle nada más allá que el cuerpo sin
vida que sostenía en sus brazos.

Después, mucho después, él desearía haber prestado más atención a la


advertencia de Elizabeth. Ser advertido es ser prevenido, y después,
mucho después, él captaría el valor de tales cosas. Por supuesto, para
entonces sería muy tarde; para entonces él desearía que no haber nacido,
justo como su despreciada prometida le había prometido que lo haría.

El infierno no tiene furia…


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Capítulo 1
Traducido por xAVEr y Little Rose

Corregido por Mari NC

Rosemound, Michigan, Actualidad

C
riar una hija hoy en día es algo muy difícil. Mucho más complicado
que, digamos hace 600 años, cuando una familia podía, por
ejemplo, enviar a sus jóvenes hijas a un convento. Allí, tras gruesas
paredes y bajo la vigilancia constante de monjes vestidos de negro, la
castidad de la muchacha estaba asegurada, al menos en teoría. Pero eso
era entonces, ahora, la revolución sexual, y la explosión de la Internet, nos
llevaría a lo que es el ahora. Los intereses de las personas cambiaron. El
tema de la castidad es algo ¡tan pasado de moda! Nuestra era es muy
buena en mantener todo de forma casual cuando se trata de las relaciones
—o la capa de ozono, o la adición de productos químicos para el
suministro de alimentos, pero esa es otra historia— y desterrar a las niñas
hacia los conventos, pasó de moda hace mucho tiempo. Por otra parte,
siempre hay campos de entrenamiento.

No sé mucho de esto, sin embargo. Mis padres nunca se preocuparon por


mis hormonassacando lo mejor de mí, y con buena razón. Obtener un
toqueteo con cualquiera siempre ha sido un gran “No-No” para mí, a causa
de este molesto hábito que tengo de desplomarme después de tan sólo
unos segundos de contacto físico. ¡Zas! Estoy fuera de combate. Vive así
durante diecisiete años y cualquiera empieza a ver a los chicos como
chocolate cubierto de éclair francés con piernas, el tipo de empaque de mil
calorías cada uno, que evita que lo toques, e incluso que lo veas. Como si
fueran una fruta prohibida, instantáneamente dejé de fijarme en esos
chicos.

Hasta que llego él.


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Es curioso cómo siempre pensé que el mundo se dilata y luego se contrae
de golpe otra vez, un muchacho pasó frente a mí. Pero no hubo ninguna
explosión, ni fuegos artificiales, ni cambio repentino en las placas
tectónicas de la tierra. Se trato más de un momento zen. Tranquilo. Todo
estaba tranquilo al instante. El mundo, mi mente, el flujo del tiempo —
todo al mismo tiempo—. Y en el medio estaba él. Dorado. Con el cabello
teñido y alborotado. Se encontraba en el centro, un dios vestido de cuero,
de los que buscan a sus súbditos con indiferencia. Podría haber sido la
curvatura de sus labios o la forma en que su cabello envolvía su rostro,
soplado por el viento como en una fuerte danza española. Pero en algún
lugar dentro de mí algo se tensó y se hizo añicos.

Yo lo miraba y dolía. Estaba extasiada, sentía deseo, lo deseaba a él.

Claro que tan pronto como mi mente procesó todo, dejé de mirarlo al igual
que el resto de la escuela.

Poniendo mis escudos en su lugar, me metí en mi caparazón más rápido


de lo que se tardaba en decir “tortuga”. De manera ingenua esperaba que
no fuera demasiado tarde. Pero, por supuesto, ya lo era. No había marcha
atrás para mí, no ahora, ni nunca. Después de todo, hacer caso omiso de
un hombre es algo difícil de hacer cuando se está convencido de que él
quiere matarte.

Pero me estoy adelantando.

Permítanme volver a la mañana de abril aparentemente típica alrededor de


un año después de mi momento zen. Comenzó como cualquier otro día,
durmiendo como una roca sin importar qué tanto sonara mi reloj
despertador con forma de caldero. Cuando noté que estaba atrasada, tuve
que saltarme el desayuno, lo que me dejó con hambre y descargando mi
frustración en el coche. Aún así, nada de esto era nuevo. De hecho, no
hubo indicios de que mi día fuera a ser algo más que ordinario hasta que
llegué a la escuela.

El primer suceso extraño tenía que ver con el estacionamiento de la


escuela, que se veía notablemente desierto. La secundaria Rosemound
estaba cerrada, me aventuré a hacer conjeturas, analizando una lista de
posibles motivos. Una pandemia. Ataque terrorista. La escasa asistencia.
¿O tal vez olvidé que era sábado? Ninguno parecía probable, concluí con el
ceño fruncido, moviéndome para comprobar la hora otra vez. Mi confiable
11
horloge2Juicy Couture3me sorprendió revelándome que, de hecho, no había
nada malo con el mundo, o mi escuela, en este caso. ¡Simplemente llegue
temprano! Pero... ¿cómo? Incluso si todos los relojes en mi casa se
hubiesen vuelto más rápidos por arte de magia durante la noche, lo cierto
es que, en mi vida nunca me había despertado a tiempo para llegar
temprano.

Consideraba una serie de inverosímiles situaciones, cuando fui


confrontada por la extraña opción número 2. Alguien estaba dando vueltas
en el estacionamiento, como de costumbre, haciendo gala de parecer más
frío e inaccesible que nunca. Ryder Kingscott, también conocido como “el
chico del momento zen” ¿Qué tenía de extraño que él rondara por ahí?
Hmm, ¿cómo decirlo? Bueno, Ryder no rondaba ningún lugar. Él no
hablaba con nadie, no miraba a nadie, excepto tal vez para hacer sentir a
las personas pequeñas e irrelevantes, y definitivamente, él no mataba el
tiempo en el estacionamiento. Ryder simplemente era un hombre
misterioso. Al igual que un original rebelde sin-causa, sólo que con mejor
cabello. Había rumores de que vivía solo, que era un menor emancipado.
Lo que yo sabía con certeza era que él tenía un trabajo en el taller de Dave,
lo había visto allí un par de meses atrás, cuando había arreglado el coche
de mamá. Ah, ¡y montaba una motocicleta! Ese objeto elegante y negro,
que parecía ser el objeto del deseo que cada estudiante masculino.
Personalmente, yo lo veía como una trampa mortal, pero como me
llamaban aguafiestas a menudo, podrían ser cosas de mi mente estrecha.
Aunque probablemente no.

Estaba mirando, pero no me sentía mal por ello, todo el mundo con dos
cromosomas miraba a Ryder. De hecho, estaba dispuesta a apostar que
incluso algunos chicos le miraban de vez en cuando, cuando creían que
nadie los estaba viendo. Porque él era así de sexy. La viva imagen de todo
un modelo, alto, con extremidades largas, llamativo en todos los lugares
adecuados, combinado con una cara de absoluto pecado, debería el
concepto del pecado alguna vez tomar una forma física. Tenía de buena
fuente que sus labios sólo provocaban deseo y un montón de fantasías
eróticas en toda la ciudad.

2Horloge: Francés para reloj.


3 Juicy Couture: Es una línea contemporánea de ropa casual y de vestir con sede en
Arleta, Los Angeles, California, fundada por Pamela Skaist-Levy y Gela Nash-Taylor en
1996. Fue comprado por la empresa de moda Liz Claiborne, Juicy Couture es conocido
por sus prendas de la firma de terciopelo, así como otras prendas de vestir y accesorios.
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Así que imaginen mi sorpresa, al ver a este cuerpo deslumbrante,
deambulando, acercándose poco a poco hacia… ¡mí! De ninguna manera,
pensé, considerando que tenía que hacerme revisar la visión. Excepto que
se encontraba estacionado en la esquina, y todos los espacios a mí
alrededor estaban vacíos, por lo que la conclusión lógica parecía inclinarse
fuertemente hacia sí, así. No me equivocaba, él venía hacia mí.

—Oh Dios mío —gemí—. Por favor no me dejes de vomitar.

Mirándolo mientras él miraba de vuelta no fue tan divertido como antes,


pero dejar de hacerlo ahora habría sido demasiado cobarde, incluso para
mí. Mientras tanto, luciendo sus jeans gastados, una chaqueta de cuero
negro, botas de motociclista, además de un par de gafas de sol de aviador,
se acercó a mi coche muy relajado, como si lo hubiera hecho un millón de
veces antes.

Yo, básicamente, quedé congelada y aturdida ante su sonrisa. El brillo de


su sonrisa era similar al de esos comerciales de pasta dental, con un toque
de arrogancia. Ahí mismo, lo supe: ¡estaba frita!

Para evitar estar expuesta por más tiempo, me apresuré a bajar la


ventanilla.

—Hola—dije con una sonrisa incierta.

Se quitó los lentes de sol, liberando su mirada de ojos claros sobre mí. —
Hola, Lily.

Así como así, con una lengua como la de una serpiente a lo largo del labio
superior, hizo que mi nombre sonara con énfasis de todo lo que él era,
sexy y peligroso.

—Me preguntaba, ¿alguien te llevará al baile?

Quedé boquiabierta. Pero al mismo tiempo, una luz de advertencia poco a


poco comenzó a parpadear en algún lugar de la parte posterior de mi
aturdida cabeza. ¿De todas las personas, por qué quería llevarme al baile
de graduación? Es más, ¿Acaso le importa el baile de graduación?

—Si sigues mirándome así, me voy a sonrojar, eso es seguro —dijo él, y
sus dientes destellaron de nuevo. Estaba siendo despectivo y burlón y yo
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estaba hipnotizada, lo que, supongo, hizo que se me trabara la lengua
como a una idiota.

—¿Entonces, el baile de graduación? ¿Tenemos una cita?—Insistió, como


si quisiera saber si yo tenía un cerebro.

Me encogí de hombros, tratando de mostrarme ligeramente interesada. —


¿Qué esperas que diga?

—Sí, me gustaría.

—Pero, eh, no nos conocemos. En absoluto. Creo que las personas deben
conocerse un poco si van a ir como pareja a los bailes.

Me detuve, feliz de que las palabra que salían de mi boca no reflejaban lo


que realmente pasaba dentro de mí. Mis instintos gritaban ¡Corre! Pero no
lo hice. Si había aprendido algo de este año, desde que Ryder se había
trasladado a Rosemound, era que sin importar lo lejos que corriera, sin
importar lo bien que me escondiera, su fantasma siempre estaba cerca.
Persiguiéndome. Jugando conmigo.

—Define “conocernos”—exigió.

—No lo sé. La gente sale y esas cosas.

—¿Así que quieres que salgamos?

—¿Qué? ¿Cómo en una cita? No, no quise decir…

—No quieres que salgamos.

—¡No! Quiero decir, sí…quiero decir... ¡Espera! ¿Cómo pasamos de que me


invitaras a la graduación a que tuviéramos una cita?

Inclinó la cabeza, y la luz solar arrancó destellos a su cabello dejando a la


vista tonos que no conocía, como Obsidiana elegante, ónice brillante, tinta
gruesa, caían alrededor de su cara como lenguas de oscuridad con vida.
Estaba profundamente impresionada.

—Podríamos tener una cita, si eso es lo que quieres—prosiguió.

Sacudí la cabeza no muy convencida. —Eso no es…

—Pero estás equivocada.


14
—¿Y ahora sobre qué?—pregunté, ya comenzando a exasperarme. Esto
era, sin duda, la conversación más extraña que había tenido en mi vida.

—Yo sí te conozco—dijo tranquilamente.

—¿Ah sí?—mi respuesta sonó a “¡Sí claro!”, pero no pareció importarle.

—Eres lista, abierta a los errores, consistente. Algunos incluso dicen que
te tomas a ti misma demasiado enserio—añadió con una sonrisa.

—¿Qué estás…?

—No eres realmente una solitaria, pero sí estás sola. Extrañas a tu papá y
todo eso. Y eres especial, en más de una manera, y no es como si te
esforzaras mucho por ocultarlo. Esa parte de ti misma que pones en tus
velas. La razón por la que sales a buscar plantas en el bosque a
medianoche, cuando hay luna llena. —Hizo una pausa—.Así que, supongo
que buscas estudiar horticultura. En Cornell o la Universidad de Ohio.
Cornell es más prestigiosa, pero Ohio te dejaría más cerca de tu padre, así
que supongo que esa está llevando la delantera.—Otro momento para
respirar—. Y tienes un gato. Raisin, ¿cierto?

Quería decir “¿ah?” y “¿qué?” todo el tiempo, pero mi mandíbula parecía


tener otros planes, y cerrarse no estaba en uno de ellos. ¡No podía
moverme! Justo como esos extraños mimos franceses que representan
estatuas, me tomé mi tiempo y observé a Ryder Kingscott—la leyenda, el
más envidiado, deseado, hablado, etc., de la escuela—mutando ante mis
ojos para convertirse en Ryder Kingscott, el… ¿posible acosador? ¿Pero
cómo? ¿Y cuándo? ¿Y cómo carajo había pasado esto? Además, ¿podría
estar más defectuoso mi radar? No se molesten en responder eso.

Avanzó un último paso, eliminando los últimos centímetros que lo


separaban de la puerta del auto, y sus dedos se apoyaron contra el borde
de la ventanilla abierta. Dios mío, ¡de repente estaba demasiado cerca!
Oliendo taaaan bien, como a cuero, árboles de pino, y algo más, un leve
aroma a… ¿gas?

—Te asusté, ¿cierto?—preguntó, con sus ojos buscando la verdad en


lugares que nadie se había atrevido a mirar de mí—. Lo lamento.
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¡Reacciona Lily! Una voz retumbó en la parte trasera de mi mente.
Aparentemente, Lily McGusty, mi alter ego, no estaba impresionada por
Ryder, el amigable acosador del vecindario.

Atrapada entre las dos versiones de mí misma, no podía decidir si debería


encender el auto o iniciar un furioso ataque para ponerlo fuera de
combate.

Al final, no hice ninguna de esas dos cosas, optando en su lugar por el


cerebro antes que la fuerza muscular, más que nada porque no había otra
forma de llegar al fondo de esto. Además, dejando de lado la alarma y la
desconfianza, no podía decir que saber el motivo de atención del chico más
lindo de la escuela no me había afectado. Claro, era algo raro, pero
igualmente increíble. ¡Él era mi chico del momento Zen! La curiosidad
puede haber matado al gato, pero no saberlo me haría lo mismo.

—Me has estado siguiendo.

—No—negó sin inmutarse.

—Dios —bufé—, no tenía idea de que había cámaras de televisión en el


bosque. Mi culpa.

Una esquina de su boca se alzó.

—Vivo en la cabina del viejo McArthur. ¿Sabes dónde es eso?

La morada a la que se refería era un viejo puesto de cacería en el bosque, a


aproximadamente una milla de mi propia casa, que lindaba con el bosque.
La larga cabaña, supuestamente suya, estaba localizada justo al lado de
uno de mis senderos favoritos, así que sí, conocía el lugar. De hecho lo
conocía lo suficientemente bien para notar su mentira.

—No vives ahí—dije con total seguridad.

—Sí lo hago.

—No lo haces.

—¿Por cuánto tiempo vas a discutirme esto? —estaba sorprendido—. Te


digo algo, ¿por qué no te preparo una cena en mi casa para nuestra
primera cita? ¿Y así lo ves por ti misma?
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Hmm, tentador. Claro, ¿por qué no aceptar encontrarme con el asesino en
potencia a solas, en el bosque, después del atardecer?

—No lo creo.

—Lily, Lily, Lily—canturreó mi nombre, sacudiendo la cabeza—. Si quisiera


hacerte daño, créeme, ya podría habértelo hecho muchas veces.

Tranquilizador, eso no era.

—La Secundaria Rosemound es un lugar realmente aburrido—continuó—.


¿No sabes lo mucho que resaltas? ¿No sabes que, además de ti, no hay
nada que haga este lugar tolerable?

Preguntándolo en un tono que parecía líquido tibio cayendo sobre mi piel,


se estiró para tocar mi rostro. Por suerte estaba lo suficientemente alerta
para alejarme de la ventana a tiempo, dándole una de mis miradas de
aléjate-o-prepárate-para-ver-mi-puño. Ser llamada “especial” no era un
muy buen cumplido para mí.

La calidez de su rostro desapareció. Me estaba felicitando a mí misma por


un trabajo bien hecho, esperando que se enojara y mostrara su verdadero
rostro de acosador enojado, pero no lo hizo. Parecía triste. Y, oh no, eso me
afectó. En realidad me golpeó.

Ahí estaba, el chico más hermoso que jamás había visto, tan genial y de
ensueño como siempre, pero oh-tan-triste. Y a pesar de toda mi
bravuconería no podía ver su rostro tan desolado sabiendo que yo había
causado eso y que tenía ese poder en él sin que me afectara. ¿Qué mujer
con ojos y un corazón no reaccionaría al ver esos ojos avellana-plateados
tan tristes? ¿O ese suspiro amargado saliendo de unos labios tan
besables?

—Mira Ryder, voy a hacer de cuenta que puedes comprender que todo esto
me asusta bastante. ¿Lo entiendes, cierto?

Y…estábamos a punto de volvernos desdeñosos otra vez, pude adivinar por


su rostro. Eso era bueno, me imaginé, porque podría manejar un Ryder
arrogante. Era el Ryder triste el que no sabía cómo manejar.

Sarcásticamente, dijo:—Gracias por el voto de confianza.


17
—Ríete si quieres, pero esto sólo me dará la razón. Realmente no sabemos
nada del otro, así que todo lo que puedo hacer ahora es suponer. Que eres
listo, esperemos que no peligroso, y que además dices la verdad.

—Elemental, mi querido Watson.

—Esa es una cita equivocada, por cierto—dije sin pensar. Lo que podría
haber tenido más impacto si hubiera dejado de sonreír como una cretina.

—¿Ves? Diez minutos y ya sabes que leo Sherlock Holmes. Sólo imagina
todo lo que descubrirías si tuviéramos una cita real.

—Sir Arthur Conan Doyle. Lees a Sir Arthur Conan Doyle. Sherlock Holmes
es sólo un personaje.

El esfuerzo por contener una risita le daba una forma exquisita a su labio
inferior. Naturalmente, ya que yo soy yo, me dieron ganas de mordérselo.

—¿Debería interpretar tu intento por educarme como una aceptación de


mi cita?—preguntó—.Prometo darte cientos de oportunidades de
corregirme y demostrarme tu inteligencia superior. Si no es otra cosa,
nuestro tiempo juntos será una gran oportunidad de aumentar tu
autoestima.—Parpadeó, y se llevó tres dedos a los labios—. Palabra de
honor de niño explorador.

Frita, frita, frita. Estaba tan frita.

—Antes de que acepte—dije—. ¿Cómo es que sabes el nombre de mi gato?

Rió suavemente. —No hay nada que no puedas saber en la secundaria


Rosemound si prestas la atención necesaria.

—Es decir, si andas escuchando otras conversaciones—corregí—. ¿Raisin?


—volví a preguntar.

Volvió a fruncir los labios. —Esa es una forma de verlo. Tú y J —que sería
mi mejor amiga, Jane Archer— discuten todo tipo de cosas. Pero hay
fisgones, y luego hay más fisgones. Quiero decir, incluso el mismísimo
Casanova pasó unos años espiando para la Inquisición, añadió
dramáticamente.

Con una mueca, pregunté. —¿Y tu punto es…?


18
—Los misterios están hechos para resolverse. Y no es un accidente que yo
deba resolver los tuyos. Y viceversa.

—Una predicción. ¿Debería simplemente llamarte Nostradamus4 de ahora


en adelante?

Ignorando la burla, insistió suavemente. —Sólo di que sí, Lily. ¿Por qué
quieres evitar lo inevitable?

¡Ah, ¿por qué en verdad?!

4Nostradamus: Astrólogo y supuesto vidente francés del siglo XVI.


19

Capítulo 2
Traducido por Niii (SOS)

Corregido por Mari NC

¿C ompartir noticias importantes con tu mejor amiga en clases?


¿Sin suavizarlas para ella antes? No es una buena idea.

—¿Qué? ¿Ryder Kingscott te invitó a salir? —chilló J, una octava


demasiado alto y perfectamente audible para demasiados pares de oídos
en el aula, los cuales muy probablemente, incluían al mismísimo culpable,
Ryder.

Probablemente me veía como si instantáneamente me hubiera sumergido


en pintura roja, mi cara caliente hasta la línea misma del nacimiento de mi
cabello. Incluso con mi cabeza enterrada entre mis hombros, fácilmente
podía contar todos los pares de ojos que observaban fijamente mi ahora
cutis de payaso.

—Más fuerte, por favor —siseé—. No creo que te hayan oído en el sistema
solar vecino.

—Lo siento —susurró ella—. Pero, ¡vamos!, esto es alucinante. No puedes


culpar a una chica por emocionarse.

Con cuidado, me arriesgué a echar un vistazo a Ryder. Dos filas más atrás
y a nuestra derecha, estaba él, por supuesto, mirándome, una sonrisa de
auto satisfacción se encrespaba en su boca. ¡Fantástico!

Dejando mi cabello caer sobre mi hombro para bloquear esa vista, marqué
mi punto al darle un codazo a J.

—¡Auch! —se lamentó, una vez más, de forma demasiado ruidosa—.


¿Cómo ocurrió? Quiero decir, ¿qué hiciste?

—Nada. Nada de nada. Pero la cosa es que, bueno, él sabía cosas sobre mí.
20
—¿Cosas? ¿Cómo qué?

—Como que hago velas.

Ella se burló de mi respuesta.

—Eso no es realmente un secreto, Lil. Todos saben sobre ello.

El “ello” de lo que ella estaba hablando era, de hecho, un poco más


complicado de lo que sonaba. Verás, mi familia no encaja exactamente en
el perfil de la típica familia campestre de Copper Country. Hubo un
tiempo, en que solíamos vivir en Nueva York, donde papá era un gran
abogado y mamá, bueno, mayormente era infeliz. Luego vino el viaje
familiar a la Península de Keweenaw y el amor a primera vista de mamá
hacia el lugar, lo que le provocó un ardiente deseo de reubicarse, con
efecto inmediato. De alguna forma, ella se convenció de que el lugar
vibraba de forma muy auspiciosa, que debido al cobre, metal de Venus,
bueno para las relaciones y la salud, y una fuerza completamente
femenina, era el lugar perfecto para nuestra familia. Vivir aquí iba a ser
enriquecedor para ella. La haría feliz. Intentar explicar que las minas de
cobre se estaban agotando no llevaría a ninguna parte, me dijo papá una
vez. Y así es como, justo después de que cumplí seis años, nos mudamos
desde un hermoso apartamento en Manhattan a una casa de campo
ubicada justo en medio de la nada, a las afueras de un denso bosque.

Entonces, ¿cómo funcionaba? Papá trabajaba en Chicago. A través de una


combinación de conducción y vuelo a través de Houston, estaría en casa
cada viernes por la noche, sólo para partir de nuevo el domingo por la
tarde. ¿Loco? Sin duda. Pero por supuesto la locura podía ser fácilmente
detectada en que papá, un fiel hombre de Armani, conductor de un
Mercedes, fumador de cigarrillos de la Reserva de Su Majestad, y un
bebedor únicamente de malta de sesenta años, se había casado con mi
algo Hippie, tranquila, de ojos soñadores, chiflada madre, para empezar.
No es que no fuera una chiflada maravillosa.

Más directamente al punto, al menos en ciertos aspectos, éramos un típico


caso de “de tal madre, tal hija”. Era la dueña de un pequeño lugar llamado
“Emporio de Ocultismo el Bosque Encantado”, donde realizaba lecturas del
tarot y vendía cristales mágicos, baratijas místicas, y cosas así. Entre las
“cosas así” se encontraban un número de velas especiales, muy
21
probablemente el único ítem legítimo en la tienda. ¿Qué hacía especiales a
las velas?

En una palabra, yo.

Muy bien, antes que todo, dejando de lado los peculiares arreglos
familiares y a mi madre excéntrica, no me gusta pensar en mí misma como
algo más que una típica chica de diecisiete años proveniente del medio de
ninguna parte, Michigan. Más que nada, odio las palabras tales como
bruja, vidente o psíquica que a menudo aparecen casualmente en las
conversaciones junto a mi nombre. ¡Porque eso era tan poco yo! Y ¿qué si
puedo “ver” toda la vida de una persona, y algunas veces pedazos de su
futuro sólo tocándolos por un segundo? ¿Qué si virtualmente puedo
arreglar cualquier problema mezclando ciertas plantas y cera? ¿Qué si mis
velas realmente funcionaban? Eso no me hacía una bruja; simplemente
era más sensible a la energía de la gente y a los regalos que la Madre
Naturaleza nos da.

¿Raro? Puedes apostarlo. Excepto que para mí había más que sólo talentos
raros. De hecho, en mayor parte, era sólo una chica promedio, de una
pequeña ciudad. No mucha gente entendía eso.

—Gracias, Señora de las Noticias Viejas —espeté—. Soy muy consciente de


que todos saben sobre mis velas. Pero ¿cuántas personas saben que
recolecto las plantas de noche, durante la luna llena, huh?

Ella exhaló bruscamente.

—Uh-oh.

—Sí. También, me llamó “especial”. —Expulsé la palabra con una mirada


dirigida sobre todo a la superficie maltratada de mi escritorio.

—Doble Uh-oh. Pero espera, tal vez lo dijo en el sentido de “eres genial”.
Tal vez él no…

Estaba a punto de soltar sobre ella una mirada de podrías-dejar-de-soñar-


ya cuando intervino el Sr. García.
22
—Señorita Crane, Señorita Archer, ¡por favor! No puedo oír mis propios
pensamientos por su cháchara.5

—Lo siento, Señor García —respondió J, intentando disculparse y


fallando—. Er… quiero decir, lo lamento —se corrigió, para el alegre
disfrute de nuestros compañeros de clase.

—¡Silencio! —demandó el Sr. García.

La clase se calmó. Fue un esfuerzo, sin embargo. Con los SAT6 detrás de
nosotros y las vacaciones de verano acercándose rápidamente,
simplemente estar aquí era una hazaña de fuerza de voluntad. Todos
estaban o cansados o distraídos, deseando estar bajo el sol en el exterior y
aprovechando el clima inusualmente cálido. La única cosa que hacía
parecer atractiva a la escuela era la próxima fiesta de graduación. Lo que
me recordó…

—Me pidió que lo acompañara al baile, también —susurré.

Los ojos de J se abrieron completamente con sorpresa. Como siempre, ella


estaba vestida para encajar con el tema de la semana, que era algo del tipo
secretaria-sexy. La chica tenía estilo, no había nada que negar respecto a
eso, más aún, lo resaltaba bastante y siempre lo modelaba con gran
actitud. Usaba su ropa ateniéndose a un concepto semanal —sutil agente
secreto, ingenua francesa chic, Diosa griega, alta costura británica, etc.—y
durante siete días usaba solamente cosas que se relacionaran con ello.

Hoy, como parte del tema secretaria-sexy, lucía un conjunto que yo veía
como una mezcla entre el período gris de Victoria Beckham y el look de
Lady Gaga: Una camisa a botones de un fiero color carmesí, mayormente
desabotonada, una falda de cuero hasta la rodilla tan ajustada que apenas
podía sentarse, unos tacones de punta metálica de altura vertiginosa, y un
sombrero futurista con forma de estrella de mar. El atuendo se
complementaba con labios rojos y ojos exageradamente ahumados. La
sorpresa con la que respondió a mi noticia de algún modo desentonó con

5Las palabras en cursiva se encuentran en español en el original, tanto de Lil y J, como


las del profesor.
6SAT: Siglas en inglés de Scholastic Aptitude Test o Scholastic. Assessment Test, es una

prueba estandarizada frecuentemente usada para seleccionar el ingreso a la educación


superior en EE.UU.
23
su maquillaje, haciéndola parecer una versión un poco más exagerada de
su yo típico.

—No dije que sí, todavía —añadí, antes de que pudiera preguntar.

—Pero vas a hacerlo, ¿verdad?

—No lo sé, J. Quiero decir, él es realmente caliente y todo.

Sin mencionar que, durante los últimos doce meses había estado
constantemente en mi radar. El mismo radar que había dejado de registrar
cualquier forma de vida masculina casi al mismo tiempo en que brotaron
mis pechos. Pero J no sabía del momento Zen. No sabía que Ryder había
estado en mi mente desde entonces.

No me malinterpreten, amo todas las facetas de mi mejor amiga; ella era


dura, hermosa tanto en el interior como en el exterior, y demasiado
vanguardista para la zona rural de Michigan. Lo suficientemente valiente
para mostrar su verdadero yo en frente de unas personas cuya segunda
naturaleza era juzgar, ella era, en cierto modo, sólo otra paria, como yo.
Así que nuestra amistad parecía ser una unión creada en el cielo. Pero
estaba sufriendo de estos irracionales miedos que se centraban en mi
estado de no tener novio. En su mente, yo estaba destinada a vivir sola con
una multitud de gatos, o peor, retroceder a una forma Neandertal de Lily e
aislarme en el bosque, lo que, por supuesto, abría la puerta a
desagradables hábitos sanitarios y, posiblemente al canibalismo, también.

Así que no podía decirle sobre mi momento Zen, no sin arriesgarme a que
ella reservara en ese mismo instante la iglesia donde inmediatamente
debería casarme con Ryder, sólo minutos después de que ella hubiera
elegido los nombres para nuestros cinco o siete hijos no nacidos, pero
definitivamente en camino.

Miré de nuevo al futuro novio que aún desconocía ese hecho. Estaba
leyendo un libro, actuando de forma completamente indiferente ante todo
lo que lo rodeaba. La luz del sol se aferraba a su pelo, dándole a la
oscuridad de él un brillo azulado. Había algo tan cuidadoso, delicado
incluso, sobre la forma en que sus largos dedos estaban curvados sobre la
cubierta del libro. Me hizo suspirar de una forma que contrajo mi pecho
dolorosamente.

—¿Pero? —presionó J.
24
Me giré en la silla para enfrentarla.

—Incluso sabía el nombre de Raisin, J. ¡El nombre de mi gato! Sin


mencionar que…

—Estás asustada —interrumpió, su cabeza subiendo y bajando un par de


veces, como una de esas pequeñas muñecas de bailarinas hawaianas.

—Bueno, sí —estuve de acuerdo, y luego suspiré otra vez—. ¿Qué debo


hacer?

Ella pasó un puñado de rizos negros sobre su hombro, encogiéndolos. Es


difícil de creer, pero su sombrero funky nunca se movió. ¿Acaso estaba
pegado?

—Definitivamente deberías salir con él como una prueba. —Sonrió con


picardía—. En un lugar público, con mucha gente alrededor.

Asentí con la cabeza, pensativa.

—Él ha estado aquí, ¿cuánto?, ¿un año? Ni siquiera tenía idea de que él
supiera que yo existía.

—Creo que esa es una creencia bastante arraigada entre el cuerpo


estudiantil femenino de Rosemund —me tranquilizó ella.

—Entonces, ¿crees que debería hacerlo?

—Lo que yo crea no es relevante aquí. Lo único importante es, ¿te gusta?

—Bueno, no estoy ciega, ¿o sí?

—Señoras y señores, bienvenidos al episodio de hoy de Lily Crane,


Estrictamente a Flor de Piel. ¿Podrías olvidar su apariencia por un
segundo? ¿Te gusta, así como en crees que vale la pena correr el riesgo por
él, con las rarezas y todo eso?

Miré sobre mi hombro otra vez. Todavía estaba leyendo, pero cuando
cambió de página, sus ojos se deslizaron a un lado y su mirada se trabó
con la mía. No sonrió, incluso aunque acababa de atraparme espiando, y
hubo algo increíblemente intenso en la forma en que sostuvo mi mirada. Y
luego, deliberadamente, dejó caer la suya otra vez, volviendo su atención al
25
libro con una expresión casi de aburrimiento. Hablando de señales
mixtas…

Con el ceño fruncido, respondí: —Tal vez. Tal vez creo que vale el esfuerzo.

Los ojos de J generosamente cubiertos des rímel se desorbitaron.

—¡Wow! Ese es un gran elogio de tu parte.

—Como si fuera mi culpa que la mayoría de los chicos en Rosemund sean


completos imbéciles o tan aburridos como una fuente de agua.

—Amén a eso. Pero obviamente Ryder no es nada de eso. Así que ve a por
ello. Quiero decir, ¿qué es lo peor que puede pasar?

—Um, vamos a ver… ¿él podría ser un Ted Bundy7, Jr.? En su tiempo, Ted
Bundy era bastante atractivo, sabes.

Ella rió con su risa sensual, profunda, que tenía a tantos chicos babeando
por ella. No es que le importara mucho. Si su sentido de la moda se movía
a través de patrones semanales, su vida amorosa cambiaba por estaciones.
Sólo eran dos: la “estoy aburrida así que saldré con alguien para ayudar a
pasar el tiempo” y la “todos los chicos apestan y estoy pensando en unirme
a un convento y adoptar la abstinencia de por vida”. Actualmente, estaba
pasando a través de esta última.

Ante el sonido de su risa, la nariz del Señor García emergió de las páginas
del libro que estaba leyendo. Nos echó otra mirada asesina, su fino bigote
sufriendo espasmos por la provocación, a la que J respondió levantando
sus brazos en señal de disculpa. Se suponía que teníamos que terminar de
traducir alguna pieza oscura de literatura que estaba garabateada en el
pizarrón, ya que la preparatoria Rosemund era uno de esos lugares que
todavía estaba atascado en la era de los pizarrones. J y yo todavía
teníamos que escribir la primera palabra, pero un breve vistazo alrededor
del aula reveló que difícilmente éramos las únicas evitando la tarea. Por
suerte, dada su falta de reacción, el Señor García no iba a llamar la
atención a nadie por ello.

7 Ted Bundy: Famoso asesino en serie estadounidense, se presume el número de sus


víctimas podría superar el centenar, aunque la cifra oficial es de 36. Fue condenado a
morir electrocutado luego de varios juicios frustrados donde él fue su propio
representante.
26
—Oh, Lil —suspiró J—. Hablas como una verdadera ermitaña viviendo en
medio del bosque.

—Dios, gracias. Y tú hablas como un molesto dolor en mi cuello.

Ella puso los ojos en blanco. —Mira, ¿cuál es el problema? ¿Realmente


piensas que es peligroso? ¿Captaste alguna vibración extraña de él o algo?

Negué con mi cabeza.

—Sabes que tengo que tocar a alguien antes de poder decir cualquier cosa.
No hubo contacto.

Su rostro se iluminó como el espectáculo de juegos pirotécnicos que mamá


había insistido en tener el año pasado. Resulta que realmente puedes
encender los árboles si eres un abogado poco acostumbrado a manejar
petardos pero aun así estás dispuesto a complacerle todos sus caprichos a
tu esposa descabellada. Papá lo sabía ahora.

—¡Eso es! Tienes que tocarlo.

—¿A la luz de las velas o qué? —Fue mi turno de sonreír.

J me chasqueó la lengua.

—Sabes a lo que me refiero.

—Seguro, simplemente caminaré hacia él y diré, “Hey, Ryder, necesito


sostener tu mano realmente rápido, no pienses nada malo de ello. Y ni
siquiera te preocupes si me retuerzo de dolor, ocurre muy a menudo”.

Su falta de respuesta me ofreció otra oportunidad de observarlo. Estaba


usando lo que siempre usaba, un traje de varias capas que consistía de
una camisa puesta sobre una camiseta de manga larga, y estaba
ignorando a todos de forma deliberada. Mis ojos se encontraron con los de
Ghrissy Glenn, ya que básicamente lo estaba espiando a él, también. Me
hizo preguntarme por el número de veces que lo había mirado fijamente
antes de hoy.

Por supuesto, hasta hoy había sido diferente. En la preparatoria


Rosemund, observarlo era casi un hecho obligatorio entre nosotras las
chicas. Podríamos haber iniciado una sociedad basada sólo en eso: Las
Babeadoras: Perfeccionando el Arte de Babear sobre Ryder Kingscott de una
27
Forma Femenina. De todas formas, el interés de las chicas era más similar
al entusiasmo que las personas muestran por, digamos, una obra de arte.
Lo miraban de la misma forma en que alguien mira una pintura…
conscientes de su belleza, algunas veces tocadas por ella, algunas veces
simplemente queriendo poseerlo. ¿Pero novio potencial? Ryder era
demasiado bueno en mantenerse alejado. Nunca le daba la hora a nadie.
Así que, ¿por qué yo? ¿Por qué ahora?

—Sé lo que es esto —dijo J, interrumpiendo mis pensamientos,


comiéndoselo con los ojos y todo, y sonando completamente seria—. Te
gusta, realmente te gusta, así que estás haciendo esa cosa que sueles
hacer otra vez.

—¿Cosa? ¿Qué cosa?

—Poniendo excusas. Usando el que él te llamó “especial” como una razón


para no salir con él. Pones tantas murallas a tu alrededor, que me
sorprende que aún puedas respirar tras ellas. Y entiendo por qué estás
siendo tan cuidadosa, pero esto es más que eso. Piensas que ningún chico
verá más allá de tu reputación de rara jamás. Así que ni siquiera lo
intentas.

Tragué con dificultad.

—Te diré qué, J. Deberías reconsiderar esa carrera médica tuya. Tu trato
con los pacientes apesta.

—Se llama amor duro, Lil. Te he observado hacer esto durante años. Sabes
que tengo razón.

Con toda honestidad, probablemente la tenía. Entendía eso. Lo que no


entendía era la culpa. En serio, ¿estaba equivocada al asumir que los
chicos estaban interesados en las chicas normales?

Imagina esto: posible novio X lleva a una chica normal versus una chica
rara, digamos yo, a casa a conocer a su madre. Después de un apretón de
manos, la chica normal comenta. Oh, qué linda manicura, Sra. X. ¿Mi
comentario? Luego de que limpie la espuma de mi boca y por fin se hayan
acabado las convulsiones, Sra. X, usted morirá en un accidente
automovilístico en dos semanas a partir de hoy. Bien puede comenzar a
hacerse cargo de los arreglos porque nunca me equivoco. ¿Y vivimos felices
por siempre? Sí, claro.
28
—Vas a tener que intentarlo alguna vez, Lil —continuó J—. Bien puede ser
con él. Quiero decir, es magnífico y le gustas. ¿Qué más podrías querer?

¡Ah, qué de hecho!


29

Capítulo 3
Traducido por LizC

Corregido por Mari NC

P
ara la profunda, y declarada en voz alta, molestia de J, no pasó
mucho durante el próximo par de semanas. Cada día volví a la
escuela, pensando: Bueno, hoy voy a hablar con él. Le diré que he
decidido... Y ahí es donde se pone bochornoso; algunos días quiero decirle
que sí, otros días quiero decir que no, pero sobre todo me pasó de un
extremo a otro, incapaz de detenerme en ninguna de las dos.

En cuanto al objeto de todas mis pruebas y tribulaciones, parece estar


haciendo las mismas cosas que siempre ha hecho: presentarse en la
escuela de vez en cuando, trabajando en la cochera de Dave, ignorando a
todo el mundo, y sigue generando una gran cantidad de chismes. Algunos
dicen que ahora estaba aguardando a una suspensión después de haber
sido sorprendido haciendo algo realmente escandaloso, como beber en el
recinto escolar. Otros dijeron que había ganado el derecho de volver a las
clases a través de una apuesta en una especie de juego, billar o póker,
contra el propio director Turner. Por supuesto, una de las historias de
amplia circulación alrededor de la escuela afirmaba que, tras un horrible
accidente de bicicleta, se había herido tanto, que tomó horas de cirugía
plástica para repararlo todo; que, esencialmente, su rostro no era de él en
absoluto. Lo que era una locura, de la forma que usualmente son los
chismes.

Pero si, por el tema de él, la escuela estaba chismeando como de


costumbre, el tema de nosotros, si tal cosa existe en realidad, estaba tan
silencioso como una tumba. Al final de aquel día en que me había pedido
ir al baile escolar, casi me había desmayado a la vista de él esperando en
mi auto después de clases.

“Cuando estés lista para salir conmigo, me avisas, ¿de acuerdo?” Había
sido su primer y único mensaje para mí. Desde entonces, nos saludamos
30
siempre y cuando nos cruzamos en la escuela, pero nada más. Ni una sola
vez desde aquel día que había intentado presionarme por una respuesta.

Y en un primer momento, funcionó para mí; sólo hay cierta presión que
puede guardar la bicicleta en los neumáticos antes de estallar, ¿verdad?
Pero a medida que los días pasaron volando, la absoluta falta de empuje
me asombraba. ¿Había cambiado de opinión? Después de todo, ¿cuán
paciente puede ser un chico? Peor aún, no estaba sin teorías y
explicaciones posibles, y cuanto más lo pensaba, más profundizaba en
ello, bueno, la locura. Antes de darme cuenta, mi rutina diaria comenzó a
parecerse mucho a esto:

Lunes: Me desperté, pensé en Ryder; fui a la escuela, miré a Ryder;


almorcé con J, me quedé viendo boquiabierta a Ryder; fui a EF, me
encorvé ante la ausencia de Ryder; , fui a casa, pensé en Ryder; tomé un
paseo, pasando “sin querer” por la cochera de Dave, espiando en busca de
Ryder; llegué a casa, pensé en Ryder; cenamos, sin apetito debido a la falta
de Ryder; fui a la cama, dando vueltas pensando en Ryder.

Martes: Véase más arriba, con ajustes menores.

Miércoles: Ryder no estaba en la escuela, mi mundo se derrumbó.

Jueves: Igual que el lunes y el martes.

Viernes: Véase más arriba.

Sábado: Pesadilla larga y aburrida. Pasé por la cochera de Dave dos veces,
con la esperanza de ver a Ryder.

Domingo: Véase más arriba, menos el paseo. Sin embargo, ¡yupi, mañana
voy a ver a Ryder en la escuela!

Dios bendiga los lunes.

Ryder, Ryder, Ryder. ¡Cada maldito segundo de cada maldito día! No era
como si me gustara caminar en esta versión acosadora de mí. De hecho,
tenerlo en mi cabeza, sin parar ahora, estaba segura de que me llevará a
una apoplejía por la exasperación. Pero, ¿podría sacarlo de una patada de
mis pensamientos? Ni en una podrida casualidad.
31
Entonces, ¿qué me traería jugar a Nancy Drew8? Bueno, para empezar,
una seguridad absoluta de que él, de hecho, no se ha interesado en otra
persona, lo que, como es lógico, me ha mantenido despierta en más de una
noche. Aparte de eso, mientras más aprendía sobre él, menos sabía
realmente.

Llegué a la conclusión de que no tenía amigos, ya que casi nunca hablaba


con nadie en la escuela.

Está claro que le gustaban los libros, porque siempre estaba leyendo,
dentro y fuera de clase. Por lo que podría decir, prestaba cero atención a lo
que sea que se pusiera, pero se las arreglaba para verse increíblemente
caliente todos los días; eso simplemente era injusto y molesto. En clases
siempre ha actuado regiamente aburrido, y estaba empezando a sospechar
que no era un acto. Las clases realmente lo ponían a dormir y, a juzgar por
las pocas veces que en realidad había honrado a un profesor con una
respuesta a alguna pregunta, su aburrimiento parecía justificado. Porque
él era inteligente, sin duda. Él habría sido un estudiante de honor, si tan
sólo le importara lo suficiente. Pero, después de hacer de Inspector
Clouseau-ción 9 con él durante semanas, mi conclusión fue que no le
importaba, nada, de hecho, excepto tal vez su bicicleta y los libros que
siempre llevaba.

—Por favor, dime que hoy es el día —rogó J, cuando nos habíamos cruzado
en el estacionamiento de la escuela y nos dirigíamos hacia la entrada.

Sonriendo angelicalmente, traté de distraerla al notar intencionadamente


su atuendo. Esta era la semana en homenaje a Jackie Kennedy y tenía un
vestido rosado que hizo alarde de un elegante cuello cortado en recto y una
falda acampanada de tres cuartos de longitud, taconcitos color lavanda
pálido, guantes del mismo color, y por supuesto el emblemático sombrero
estilo “pastillero”*. Mi mejor amiga seguro amaba a su sombrero.

—Te ves fenomenal, J.

8Nancy Drew:Es un personaje creado por el escritor estadounidense Edward Stratemeyer


que apareció por primera vez en una publicación en 1930. Es una detective aficionada
que ha sido protagonista de varias series de novelas de misterio para niños y
adolescentes, que fueron escritas por varios autores fantasma y lanzadas a la venta bajo
la firma colectiva «Carolyn Keene».

9Clouseau-ción: Juego de palabras con Inspector Clouseau, personaje que está tras la
pista de la Pantera Rosa.
32
Ella tendió una mano, mostrando dedos vestidos de algodón.

—¡Uh-uh! No cambies de tema, Lil. El baile escolar está a tres semanas y


todavía no sé lo que voy a ponerme. Necesitas tomar una decisión de
inmediato.

Antes que Ryder me hubiera preguntado, el plan era que J y yo fuéramos


juntas. Ella se pondría un esmoquin sin tacones y básicamente sería mi
pareja, ya que esa era nuestra forma habitual de hacer las cosas.

Pero si iba con él, entonces se pondría un vestido; que ya habíamos


encontrado, este corsé-tutu morado y negro, el cual concordamos que se
vería magnífico en ella. Sin embargo, dado que tenía aún que decidir cómo
quería que funcionaran las cosas, no había ni comprado el vestido, ni
alquilado el esmoquin. No estaba muy feliz.

Arqueando mis cejas suplicante, traté de utilizar el viejo truco del gatito-
sin-hogar-en-necesidad-de-un-abrazo y bombardeé. Ella simplemente me
ignoró.

—Todo esto es una locura. Pasas tu tiempo mirándolo cuando está en la


escuela y suspirando por él cuando no lo está. Entonces, ¿cuál es el punto
en retrasarlo? Sabes que quieres salir con él.

De pie frente a la estructura de dos pisos de ladrillo rojo que era la


Secundaria Rosemound y discutiendo acerca de cuán loco se había vuelto
mi comportamiento no era exactamente como yo quería empezar mi día.
Deteniéndome frente a las dobles puertas de entrada, le permití ir de
primera, menos por cortesía y más para darme tiempo adicional para
producir algo parecido a una respuesta.

Pero no había nada que decir en mi defensa. J estaba muy consciente de


por qué dudaba, pero ella también me había visto afanándome en un
frenesí más a su favor. Y tenía razón; el retraso era simplemente yo siendo
una cobarde. Yo siendo patética. Por lo tanto, antes de que mi boca
pudiera sellarse en la manera que hace a veces, lo dije.

—Voy a hablar con él hoy. Tal vez vamos a salir este fin de semana.

Su rostro se relajó en una sonrisa enorme. —¿En serio? ¿Lo prometes?


33
Asentí estando de acuerdo, mi garganta ya constriñéndose en silenciosa
agonía. Claro, hablar con él sería pan comido. Sin embargo, un pesado
pan, ya que el mero pensamiento de ello enviaba oleadas de náuseas a
través de mi estómago. Apestaba ser yo hoy.

Centrada en mantener mi desayuno abajo, me di cuenta de que nada ni


nadie estaba en nuestro camino a clase. Fue allí, justo en la puerta, ese
chirrido de J que me trajo de vuelta de una manera alarmante.

—¡Santo cielo! —gritó ella.

Un hilillo de sangre se filtraba por su nariz, amenazando con arruinar su


hermoso vestido rosa.

—J, ¿estás bien? —Rápidamente saqué un pañuelo de mi bolso estilo


mensajero y se lo entregué a ella.

—Fantástico. Voy al baño. Dile al señor Evans que ya regreso. —Ella ya


estaba corriendo a la distancia.

—Hey, ¿no quieres que vaya contigo?

—Ya lo tengo.

Eso me dejó caminando hacia el salón de clases sola, en otro caso de pan
comido. No voy a verlo, no voy a verlo, no voy a... ¡oh, mierda! Por
supuesto, mis ojos se negaban a ver a nadie más que él. Luego vino el
calor en mis mejillas, las palmas sudorosas, la camisa pegándose al
instante a mi espalda sudorosa. ¿Entrar en el salón de clase sola? ¡Ah, sí,
muy fácil!

Él, en cambio, era la viva imagen de lo genial. El eterno libro en una mano,
levantó esos ojos de plata de las páginas y, con un rasgo irresistible de los
labios, me dio un guiño y una perezosa inspección. Tenía mis jeans
favoritos con una camiseta de béisbol y zapatillas deportivas, como de
costumbre para ir informalmente cómoda, pero la forma en que su mirada
se arrastró lentamente sobre cada último pedazo de tela que cubre mi
cuerpo me dejó deseando haberme vestido más como una chica. No era
sólo una novedad para mí, pero si vagamente molesto.
34
Cambiando mi peso incómoda, toqué la correa del bolso descuidadamente
colgado sobre mi hombro y rechiné los dientes en frustración, incapaz de
romper el contacto visual.

Segundos pasaron antes de que me recuperara; podría haber mirado a


esos ojos plateados por horas. Con un gran esfuerzo, pateándome
mentalmente por ser tan inepta de esa manera, finalmente le di la espalda
a la fuente de mi sufrimiento y al resto de la clase, centrándome en cambio
en comunicarle la situación de J a nuestro joven, fuera de lo común,
profesor de Literatura Inglesa.

Cuando el señor Evans me despidió, me giré con la gracia de un luchador


de sumo parcialmente paralizado y me dirigí a mi escritorio, examinando
mis zapatillas deportivas con esmerada intención. Sip, con o sin un
sombrero de payaso, todavía seguía siendo la favorita para el tonto del
pueblo.

Después de tropezar con mis pies una vez y finalmente caer pesadamente
en mi silla, me vi obligada a hacer frente a una verdad triste pero evidente:
que ya no tenía otra opción. Tenía que salir con él, aunque sólo sea para
deshacerme de parte de la tensión que me estaba convirtiendo en un
personaje de dibujos animados de un programa de televisión. Estaba a
una parada de distancia del ortodoncista de convertirme en Betty la Fea.
Irónicamente, si no me hubiera hablado, si no me hubiera esperado en el
estacionamiento ese día, nada de esto habría pasado. Habría estado bien
sólo mirándolo desde la distancia con el resto de la multitud. Sabía que
Ryder Kingscott sería un problema desde el día que apareció por primera
vez en Rosemound, cuando literalmente detuvo mi mundo. Pero yo tenía
diecisiete años y había tenido mucho tiempo para perfeccionar mi técnica
de evasión. Las personas, los temas, incluso los pensamientos al azar, era
muy buena en direccionarlos lejos de todos los objetos peligrosos.

La gente se adapta; aprendemos a vivir con casi nada, y había llegado a


través de todo un año sin ningún incidente, todo un año de fingir que él no
era nadie. Que solamente mi momento Zen había sido un golpe de suerte.
Si él no me hubiera hablado ese día, habría estado a salvo.

A salvo de él ya no siendo... un don nadie, nunca más.


35
—Está bien, patitos —el Sr. Evans levantó la voz por encima de la charla
animada—. Francis Scott Key Fitzgerald, ampliamente conocido como F.
Scott Fitzgerald. ¿Quién puede decirme qué hay sobre el hombre?

—Nació en Minnesota.

—Fue expulsado de la secundaria.

—Era un alcohólico.

—La Generación Perdida.

—Se casó con la chica equivocada.

El ruido era un procedimiento estándar. El Sr. Evans nos dio una semana
de anticipación antes de que empezáramos con un nuevo libro, en el cual
se esperaba que investigáramos al autor. No sobre sus trabajos, sino sobre
sus vidas. El Sr. Evans cree que la comprensión de cómo los escritores
vivieron era la clave para entender de que van ellos y su trabajo. Fue muy
divertido, casi como un concurso, la forma en que todos hicimos nuestro
mejor esfuerzo para desenterrar hechos poco conocidos acerca de los
autores. Los nombres vacíos se convirtieron en personas reales que
vivieron, amaron y lucharon, al igual que el resto de nosotros. Todo a su
alrededor, era un ejercicio interesante.

Era en medio de este caos familiar que la puerta del salón se abrió,
revelando el marco enorme de un desconocido rubio. Había alrededor de
doscientos cincuenta alumnos en la Secundaria Rosemound; una cara
nueva, como la del sujeto de pie en la puerta, no pasa desapercibida. Es
un hecho de interés periodístico.

Así que toda la clase se quedó en silencio al instante.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó el Sr. Evans a la imponente figura.

Extendiéndose a más de un metro ochenta y dos de sobra pero


naturalmente de una constitución musculosa, el nuevo sujeto parecía del
todo cómodo con la atención y el hecho de que cada par de ojos estaba
dirigido a él. Luciendo un corte de cabello corto, desordenado y el tipo de
sonrisa que decía soy-muy-confiado-para-que-me-importe, respondió con
una voz extrañamente melódica.

—Mi nombre es Lucian Bell. Soy nuevo. ¿Es el Señor Evans?


36
Se acercó mientras hablaba, deteniéndose frente a la mesa del profesor y
entregándole un pedazo de papel. Y... ¡hola, rareza! Mientras que el Sr.
Evans leía la hoja, el sujeto se dirigió a la clase, serenamente y con
indiferencia calculada, con sus ojos hojeando los diversos rostros de
pasada hasta que me encontró a mí. Y, como si yo hubiera sido el objeto
de su búsqueda desde el principio, una vez que nuestras miradas se
cruzaron, se congeló. Él simplemente me miró boquiabierto, sin moverse,
sin sonreír, sin parecer darse cuenta de nadie más. De repente, se sintió
como si estuviéramos solos, no sólo en el salón de clases, sino en todo el
maldito mundo. No era íntimo, tampoco; era más como estar encerrado.
Me sentí como un animal atrapado en una trampa, sin esperanza de
escapar.

Él fue el primero en romper la mirada, sus ojos dejándome en cero y ahora


en... ¿Ryder? Aún más extraño, algo parecía pasar por detrás de su mirada
azul intensa una vez que él y Ryder por primera vez se alcanzaron el uno
al otro visualmente. Fue una especie de reconocimiento, algo que fue
seguido inmediatamente por una contracción desagradable de sus labios.
Le sonrió a Ryder, alzando las cejas en un desafío implícito, y aunque sólo
duró un segundo, fue suficiente para levantar la piel de gallina en toda mi
piel. ¿Quién era este sujeto? ¿Cuál era su asunto con Ryder? ¿Se conocen?

Estaba atrapada en una mala película del Lejano Oeste, esperando que
uno de ellos sacara una pistola y volara al otro en mil pedazos en
cualquier momento. Muy a lo Deadwood10. Finalmente, el Sr. Evans habló,
con lo que la extraña cosa-duelo llegó a su fin.

—Muy bien, Lucian, ¿por qué no te sientas?

La parte de atrás de la clase estaba vacía, ofreciendo muchas


oportunidades para tomar asiento. ¿Qué hace él? Se detiene a mi lado y
pone su bolso sobre la silla vacía que pertenece, de hecho, a J.

—No, no puedes… —fue todo lo que pude decir, antes de que Ryder
simplemente se materializara a mi lado.

10Deadwood: Es una serie de televisión dramática estadounidense que se ambienta en la


década de 1870 en Deadwood, Dakota del Sur; el espectáculo se desarrolla antes y
después de la anexión de la zona por el Territorio de Dakota.
37
El duelo se reanudó, los efectos verbales se añadirán en cualquier
momento de seguro. ¡Oh, por amor de Dios! Comprobé al resto de la clase,
observando puntualmente al Sr. Evans en particular.

Todo el mundo tenía puesto el ojo en la escena, pero con una especie de
mirada vidriosa en sus rostros, una mirada imposible de lograr sin la
ayuda de potentes narcóticos.

Con los ojos como pozos de nubes de tormenta furiosas, Ryder siseó: —¡No
vas a ir a ninguna parte cerca de ella!

Lucian sonrió con calma. —Lo siento, ¿ella es tu novia? Porque sólo asumí
que ya que está sentada sola…

—No lo es.

—¿No es tu novia? —disparó una ceja arqueada idealmente.

El rostro de Ryder era una máscara vigilante y llana, pero por un momento
algo brilló en sus ojos; ¿había sido dolor?

—No se sienta sola —aclaró él en voz baja.

—La silla al lado de ella está vacía.

—Y apuesto a que sabes exactamente por qué es así, ¿no?

Lucian parecía confundido.

—Llegas demasiado pronto —añadió Ryder.

El recién llegado miró el reloj por encima de la pizarra.

—¿Lo hago? Creo que estoy un poco atrasado, en realidad.

Sonriendo de una manera que me hizo dudar de que estuviera hablando


de la hora actual, tomó su bolso y se fue. Terminándose así su
enfrentamiento verbal, muy rápido, en el espacio de pocos segundos,
finalmente fui capaz de salir de ello, cerré la boca, y procedí a pedir una
explicación con todo el tacto de un chimpancé con problemas mentales.

—¿Qu… qué diablos fue todo eso?

Las fosas nasales de Ryder flameaban con ansiedad. —Lo siento.


38
—¿Sr. Kingscott? ¿Hay alguna razón para la que no esté sentado?

Tremenda sincronización, Sr. Evans. Ahora estaba alerta.

Ryder se fue a toda prisa a su escritorio, dándome toda la privacidad que


podía utilizar para morderme las uñas y rascarme la cabeza en paz. Ni que
decir que no logré mucho. No sabía lo que había sucedido. Tenía la
intención de interrogar a Ryder al respecto tan pronto como sonara la
campana, sin embargo, estuve, obligada a ver mis planes irse a la nada. La
petición del Sr. Evans para que me quedara después de clase y hablar de
mi último artículo se encargó de eso. Y, para el momento en que terminé,
ni Ryder ni el enigmático Lucian Bell se encontraban en ningún lugar del
recinto escolar. ¡Fantástico!
39

Capítulo 4
Traducido por Kernel y ZAMI

Corregido por Nanis

E
l resto de la jornada escolar fue un gran paquete de diversión, si tu
idea de diversión consiste en, por ejemplo, vivir una depilación
brasileña sin fin. Entre las preguntas de J: —¿Crees que se
conocen entre sí? ¿Por qué Ryder lo agarraría contra él de esa forma? ¿Qué
quieres decir, toda la clase parecían ser estatuas vivientes momificadas? —
Y el tiempo que había malgastado inútilmente buscando en cada
centímetro cuadrado de la escuela a Ryder, el día realmente, realmente
apestó. También me las arreglé para meter la pata en el examen de
álgebra, en el que casi me maté estudiando durante varios días, y encendí
la ira del Señor García, de nuevo, con mi aparente falta de interés en su...
lo que fuera que estaba hablando en ese momento. Al fin y al cabo, la
gente asándose en el fuego del infierno era mucho mejor de lo que estuve
haciendo hoy.

Tirar por completo la buena vibra del día no parecía posible hasta que se
hubieran terminado las clases, sea como sea. Y hacer una breve parada en
el lugar de J camino a mi casa, reveló que Delilah Archer, su madre, se
desmayó en el sofá, borracha, y, por tanto, estaba poco dispuesta a hacer
algo por el desorden en la casa. O la falta de comida en la cocina. O la ropa
en espera para ser tratada.

A pesar de ser una mujer inteligente, educada razonablemente que


proviene de un ambiente de clase media, Delilah siempre había sido un
desastre. Un desastre esperando a suceder, que sólo empeora con la edad.
Exactamente donde ella y J hubieran estado sin la pequeña fortuna
heredada tras la muerte de su padre era el miedo de cualquiera. Mi BFF11
culpó al padre ausente, que se había ido cuando J era todavía un bebé,
pero mi propia sospecha era que el pobre bastardo había sido echado por

11BFF: Siglas en inglés para Best Friend Forever, mejor amigo(a) por siempre en español.
40
la vieja Delilah para siempre. Lamentablemente, su salida no había curado
el anhelo de la mujer por la compañía masculina; los hombres todavía
iban y venían a la casa de Archer con una frecuencia que recuerda a la
hora de mayor tráfico en cualquier metrópolis.

Así que en lugar de pasar la tarde estudiando, discutiendo sobre cosas


normales como Bright Eyes o Dashboard Confessional 12 , y tratando de
resolver el nuevo misterio de Ryder en nuestras manos, ¿qué podemos
hacer? Tareas de la casa. Al menos fui consciente que Delilah no se nos
iba a unir hasta que hubiéramos terminado, la cena lista para salirdel
horno y todo. Su torpe excusa para J fue rápidamente seguida por una
perorata de media hora acerca de su último novio, quien al parecer se
hartó y la dejó esta mañana. ¡Impactante!

Eventualmente J la convenció de tomar un largo baño, momento en que,


después de dar a mi amiga un abrazo rápido pero sincero, me fui de su
casa sintiéndome más agradecida que nunca por mi mamá. Muy
agradecida, de hecho, decidí hacer una visita a El Emporio de Ocultismo,
El Bosque Encantado.

Ella estaba terminando una lectura de tarot.

—Lillian Marie —más o menos cantó mi nombre—. Que sorpresa tan


agradable.

Vestida con un colorido sari, su largo pelo rubio fijo en trenzas


intrincadas, mamá era un soplo de aire fresco, sobre todo porque la
imagen de los ojos inyectados de sangre, el pelo salvaje de Delilah todavía
ardía en el interior de mis retinas. Para ir con el atuendo, había elegido
una serie de pulseras gruesas, junto con un par de puños de cuero,
cubriendo ambos antebrazos. El resultado era una clase de chica de las
flores que conoce a una atrevida diosa india… así que, asombroso. La
quema de incienso en el interior de la tienda no podía disimular su propia
esencia; ella siempre olía a bosque.

—Hola, mamá.

Más curiosa que preocupada, me estudió discretamente. El parecido entre


nosotras era sorprendente, bien, excepto por el pelo y las arrugas finas
alrededor de los ojos. Mientras ella contaba con una cabellera lacia de oro

12Bright Eyes y Dashboard Confessional:Son grupos musicales estadounidenses.


41
—como Reese Witherspoon—yo, en cambio, era la orgullosa propietaria de
una melena de rizos sueltos de color rojo. Extraño, también, al parecer,
nadie en nuestra familia había tenido el pelo rojo antes.

No pasó mucho tiempo antes de que ella me hubiera descifrado.

—Cariño, ¿qué está mal?

Quitándome la mochila, me hundí en el puf naranja y empecé a contarle


todo sobre mi extraño día, con cuidado de dejar de lado la parte de lo
asustada que había estado por el duelo Ryder-Lucian y que todos en la
clase se hubiera convertido en objetos inanimados durante esta. Desde
hace mucho tiempo había derramado mis estupideces con ella acerca de
Ryder, o, la mayoría de mis estupideces de todos modos. Quizás pude
haber dejado algunas cosas como mi misión de mirarlo como un halcón y
las cantidades ridículas de tiempo que perdí obsesionándome con él.
Mamá era lo suficientemente fría, había reaccionado a la noticia sobre la
propuesta al baile con gritos de alegría e incluso algún “aleluya”. Ella
pensó que era “muy lindo” y, obviamente, “un chico responsable”, ya que,
incluso sin una familia que le guiara, él estaba en la escuela y al mismo
tiempo mantenía un trabajo. Pero yo era reacia a admitir lo mucho que
estaba de acuerdo con ella. En cuanto a cómo iban las relaciones madre-
hija, la nuestra era súperduper. No nos intercambiábamos la ropa o
íbamos a clases de pilates juntas, ya que Rosemound estaba a años luz de
descubrir el sistema de ejercicio antes mencionado, pero, nos entendemos.
Sin embargo, no estaba dispuesta a confesar que iba a perder el sueño por
un hombre, no importara cuan lindo y responsable fuera. Llámame loca,
llámame cautelosa, pero mi sensación era que a mamá no le iba a gustar.

De todos modos, entre el incienso, la música folk celta sonando


suavemente en el fondo, y los comentarios raros e inocentes de mamá, me
sentí mucho mejor en el momento que salimos de la tienda. No tan bien
como-George-Bailey-realizando-Es-una-vida-maravillosa 13 , pero en el
camino para llegar allí.

Llegamos a casa justo antes de las ocho. Nuestra casa era un testimonio
de cómo puedes sacar a una chica del Sur, Carrollton, Georgia, donde la
abuela Charlotte había desatado por primera vez a mamá al mundo

13 Es-una-vida-maravillosa: ¡Qué bello es vivir! (It's a Wonderful Life) es una película


estadounidense de 1946.
42
desprevenido, pero no puedes sacar el Sur de una chica, por lo tanto, el
sentimiento sureño en nuestra humilde morada, fue construida de
acuerdo a todos los deseos de mamá. Envuelto en altos helechos, encajes
de plata y enredaderas de trompeta, se derretían de forma natural en el
bosque circundante. Un barrido porche cubierto se apoyaba en columnas
blancas, las tres buhardillas en el nivel superior se alinean uniformemente
encima de la entrada central, y todo fue coronado por el tejado de dos
aguas, en parte absorbido por enredaderas verdes. Un loco lugar de retiro
de monjes o uno verde explícitamente ecologista, pero estampado con
“hogar de campo” por el toque de mamá. Si fuiste una vez una chica
sureña, siempre serás una gran ama de casa, era su mantra14.

Mientras ella empezó la cena, fui a mi habitación y me adentré en mis


tareas con todo el entusiasmo que hizo que los caracoles parecieran
rápidos en comparación. Raisin, mi gato negro en ocasiones senil, me
acompañaba, por alguna razón, actuando así tan agotado como me sentía.

Pero, comoel poeta confiesa, todavía hay “promesas que mantener y millas
que recorrer antes de dormir”. Esta noche era luna llena, así que tenía
planes de ponerme en marcha dentro del bosque más tarde. Como de
costumbre, mi trabajo consistía en encontrar y embolsar ciertas plantas,
mientras que susurraba en un idioma que no entendía, sino que siempre
hablaba de alguna manera. Era algo raro, seguro, pero también liberador.
Por una vez, pude disfrutar de mis rarezas y ser tan feliz como un cerdo en
el barro, lejos de ojos que me condenen. Rendida o no, no lo podía dejar,
las provisiones de vela en la tienda eran escasas y esperaba reponerlas.
Además, el momento realmente no apestaba, considerando todas las
cosas. Moldear las velas funcionó mejor que una respiración profunda
para mí, me tranquilizó. Fue una lástima que sólo podía trabajar de noche,
pero por suerte era lo suficientemente extraña para sobrevivir con tan sólo
unas horas de sueño cada noche sin ningún problema. Igual de bien. Con
todo el tiempo que pasé privándome de mi sueño embellecedor en favor de
modelar las velas o reuniendo suministros en el bosque, la privación del
sueño debería haberme matado hace mucho tiempo. Sin embargo, ahí
estaba yo.

14Mantra: En el hinduismo y en el budismo, sílabas, palabras o frases sagradas,


generalmente en sánscrito, que se recitan durante el culto para invocar a la divinidad o
como apoyo de la meditación.
43
Pero si mis hábitos de sueño varían ampliamente, los de mamá, por el
contrario, fueron escritos básicamente en piedra. Así que ella estaba más o
menos en coma por el momento, el azote de las tareas finalmente
aplastado, me puse en camino a través de la puerta de atrás.

La luna llena provee de mucha luz y yo sabía los caminos como la palma
de mi mano, así que llevar una linterna no tenía sentido. No fue fácil, pero
hice todo lo posible para mantenerme enfocada en la tarea, es decir,
recoger las plantas y no desviarme hacia el camino de tierra que iba más
allá de la cabaña de McArthur. Y, hombre, luché para forzar las piernas
para alejarse de y no llegar a él. Porque el hecho era que yo tenía
preguntas —por no hablar de hormonas en ebullición, pero esa es otra
historia— y la persona que podría responder a todas, Ryder, vivía a pocos
pasos de distancia. No había nada que quisiera más que tomar por
sorpresa la cabaña y arrancar mis respuestas, y posiblemente otros
elementos capaces de arrancar, también, a modo de conversación
tranquila o no. En este punto, estaba casi lista para sacarle la verdad a
Ryder.

Pero poco a poco, la rutina familiar se arrastró de vuelta a mí y yo a ella...


encontrar, elegir, cortar... como una canción de cuna ahogando mis
pensamientos, calmando mis nervios... encontrar, elegir, cortar. En el
momento que mi bolso estaba medio lleno de verdor, estaba relajada.
Respirando cuando el bosque exhalaba. Susurrando palabras con
significados que nunca había conocido, en una voz demasiado dulce para
ser mía, mi magia zumbando melodiosamente. Cuando...

—¿No es un poco tarde para que estés aquí tu sola?

Mi mística comunión con la madre naturaleza fue abruptamente


interrumpida. En lugar de respirar en coordinación con el bosque, me
encontré jadeando en estado de shock, por la súbita materialización de
alguien. Ryder estaba parado justo enfrente de mí.

Por alguna especie de milagro, yo no había, de hecho, gritado en alarma.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Sin embargo, mis modales parecían haber sucumbido al susto. Él se


acercó más, viéndose casi irreal bajo la luz de la luna, hermoso y frío.
44
—Sólo asegurándome de que estás bien. El bosque puede ser un lugar
peligroso en la noche —se burló, como si intencionalmente intentara
asuntarme.

Frunciendo el ceño le espeté: —¡No necesito una niñera!

—Claro que no.

El siguiente paso que dio, lo puso lo suficientemente cerca como para


tocarlo. Lo suficiente cerca para olerlo. Tan cerca como para extender la
mano y…quieta, Lily. Quieta, chica. Concéntrate.

—Tengo algunas preguntas —le informé con toda la fuerza que mi


tambaleante cuerpo pudo reunir.

Y eso era mucho decir, el amigo de Mickey Mouse, Goofy, durante su


momento más ridículo, probablemente tenía más elegancia de la que yo
tenía en ese momento. Pero estar tan cerca de él, seguía jugando en mi
contra.

Sombras revolotearon por su rostro, y sus hombros se pusieron rígidos.

—Te diré lo que pueda.

¡Eso difícilmente era lo que quería escuchar! Haciendo una mueca, me


esforcé por ordenar mis pensamientos, lo que era tan fácil como jugar al
pool con los ojos vendados. Un año de incesantes intervalos, más otras dos
semanas de obsesión sobre si debíamos o no salir, era más que suficiente
para que hablar con él, fuera ridículamente difícil.

—¿Quién es ese tipo Lucian?

Sus hombros se movieron ligeramente. Ah, el gran, y evasivo encogimiento


de hombros, ese que quería decir que había restado importancia a mis
palabras, pero de una manera gentil.

—¿El chico nuevo de la escuela? —preguntó inocentemente.

Pero jugar ese juego no iba a funcionarle conmigo esta noche.

—¿Y…? ¿Ustedes dos se conocen?

Un último paso, y él estaba parado tan cerca que nuestros cuerpos casi
podían tocarse. Sus labios se curvaron en otra sonrisa súper segura. El
45
tipo de sonrisa que reduce todo lo demás en el mundo a un mero sonido de
fondo. El tipo de sonrisa que se iba directo a tus rodillas. El tipo que podía
hacerte desmayar.

—¿Estás intentado que me ponga celoso? —preguntó en una peligrosa voz


suave.

Con tan sólo la puntas de sus dedos, comenzó a trazar la correa de mi


mochila, deteniéndose en el cuello, pasando por mi pecho, acercándose
hasta la parte en la que yo la sostenía. Tan lentamente, de forma tan
ligera, tan cuidadoso de no tocarme.

Mirando con fascinación, mi pulso se aceleró con el pensamiento de esos


largos dedos rozando los míos, cuando… se detuvo. Dejó caer su mano, y
cuando miré hacia arriba él estaba lamiéndose los labios. Tan cerca.
Estaba tan cerca que podía oler el cuero de su chaqueta.

—Descubrirás que soy muy posesivo con las cosas que quiero.

—No me digas.

Ignorando mi murmullo, se inclinó más cerca, aún evitando


cuidadosamente el verdadero contacto. Con sus ojos fijos en mi rostro, sus
labios casi en los míos, susurró:—Y te quiero a ti Lily, mucho.

Su aliento penetró mis fosas nasales, menta fresca, pero cálida, mis
huesos se licuaron. Mis párpados revolotearon hasta cerrarse. Me balanceé
sobre mis pies. A continuación su boca se cernía sobre la mía, aún tímida
de tocarme.

—La pregunta es… —continuó en voz baja, su abrasador aliento


acariciando mi cuello—. ¿Qué es lo que tú quieres?

Tal vez porque mis sentidos giraban sin control, dudé. Sin embargo él bajó
su boca hasta la mía, tan cerca que nuestros labios casi se rozaron por un
milisegundo, antes de deslizarse por mi mejilla, su aliento dejando un
rastro de fuego desde la esquina de mi boca hasta mi oreja.

—No voy a besarte Lily —susurró—. Soy paciente. Esperare a que tú lo


desees lo suficiente.
46
Antes de que pudiera protestar él ya había puesto cierta distancia entre
nosotros. Una sonrisa burlona jugaba en su boca otra vez, curvando ese
delicioso labio superior, y la risa llenando sus ojos.

—Me lo pedirás muy pronto —agregó—. Sin dudar.

Su demasiada divertida expresión, por no hablar de su actitud arrogante,


fue lo que me devolvió a la realidad. En un abrir y cerrar de ojos, pasé de
tener a mis hormonas bailando una rumba a alta velocidad en mi interior,
a ser sumergida en una tina llena de hielo. ¡Estaba jugando conmigo, el
muy asqueroso arrogante!

—¿Que juego es este, Ryder? —pregunté fríamente—. ¿A qué estamos


jugando aquí?

Encogiéndose de hombros, respondió:—No soy yo el que está jugando. No


soy yo el que ha desperdiciado las últimas dos semanas tratando de
decidirse. No soy el que está preguntando sobre otras personas, o el que
tiene segundos pensamientos de algo tan inocente como un beso. Si
quieres saber a qué estamos jugando aquí, te sugiero que te lo preguntes a
ti misma.

—¡No me culpes de todo eso a mí!

—¿Oh, no? —Él aún estaba relajado, casi como si estuviera disfrutando
esto—. ¿A quién debo culpar entonces?

Verdadero humo salía de mis orejas, estaba tan enojada. Con él, porque
tenía razón; conmigo porque no lograba entender las razones por las que
me había estancado. Y porque estaba perdiendo el sueño por él. Pero más
que nada, porque él, poco a poco, me estaba sacando de mi zona segura, lo
que era más aterrador que morir en los anillos de una Boa constrictor.

Yo le refuté.

—¿Quieres culpar a alguien? Cúlpate a ti mismo. No es mi culpa de que


vivas como un monje. Que nadie sepa nada sobre ti, ¿quieres señalarme
con el dedo a mí por ser cuidadosa? Está bien, pero tú no eres
exactamente el Sr. Transparencia, tampoco. Por todo lo que sé, podrías ser
un lunático. Así que discúlpame por no entrar de cabeza a algo que podría
llevarme a mi propia muerte prematura —termine sin convicción, fallando
en admitir el único hecho relevante.
47
Él echó la cabeza hacia atrás y rió. De todo corazón. Lo que
sorpresivamente no me hizo humear menos.

—¿Qué quieres que haga Lily? ¿Que empiece a salir con ciertos grupos?
¿Qué cree un blog detallando mi vida diaria? ¿Qué pierda mi tiempo con
cosas y personas para así poder parecerme más a un tipo común? ¿Eso lo
haría? ¿Te llenaría eso de pronto con suficiente confianza como para que
me des una oportunidad?

—Eso no es…

—Porque tú no eres exactamente una chica regular, tampoco —añadió,


dejando de sonreír—. Aquí estaba yo, pensando que podrías estar
interesada en alguien que comparte una cierta singularidad. Alguien que
no encaja, al igual que tú. Pero supongo que me equivoqué.

¿Realmente pensaba él que sacar a relucir el punto de mi rareza mejoraría


las cosas? Yo estaba temblando de los nervios.

—¡Tú no eres para nada como yo!

Él respondió a mi enojo con un gemido de frustración. Una tormenta se


estaba formando en sus ojos, y cambiaban de plateado a lavanda y a oro a
una velocidad vertiginosa.

—¿Cómo lo sabes?

Su propia ira había superado la mía por mucho. Quería responder, pero mi
boca se abrió sólo para volver a cerrarse un segundo después. Mi molestia
había cambiado a sorpresa, la que rápidamente se convirtió en
desesperación debido a que, una vez más, tenía razón. Yo no lo sabía. Él
me había dado la posibilidad de descubrirlo, pero yo había elegido no
tomarla. Porque era así de valiente.

—Una cita, Lily —dijo, cambiando a un gentil y suplicante tono—.Una cita


es todo lo que te pido.

Era un camaleón, concluí. En tan sólo unos minutos había ido de burlón a
arrogante, de seductor a discutir conmigo, de furioso a gentilmente
irresistible.

¿Cómo se suponía que pudiera mantenerme a su paso con todo eso? Más
importante, ¿cuál de todos era el verdadero Ryder?
48
Lo miré, alto y enfundado en cuero negro, su oscuro pelo balanceándose
suavemente con la brisa y atrapando la luz de la luna. Mis ojos se
detuvieron en su absurdamente atractiva boca.

¿Me besaría si saliéramos? ¿Sobreviviría si lo hiciera?

Solamente había una forma de averiguarlo. Así que con el pulso


retumbando en mi garganta se la di.

—Está bien. Hagámoslo.

Él inclinó la cabeza, casi divertido de que estuviera haciendo de todo esto


una gran cosa, y luego sonrió pícaro.

—¿Terminaste? Quiero caminar contigo a casa.

¿Había terminado? No realmente. ¿Pero era necesario? No exactamente.

Caminamos silenciosamente, lado a lado, sólo nosotros y la luna. Una y


otra vez, me decía a mí misma, que mientras fuera cuidadosa, todo estaría
bien. Podía hacer esto. O al menos, tenía que intentarlo.

Las preguntas que me moría por hacerle, quedaron en el olvido en alguna


lejana esquina de mi mente. Pero no importaba. Era como si estar ahí con
él paseando junto a mí, me diera las respuestas a todo.

No fue sino hasta más tarde, mientras mezclaba un par de gotas de mi


sangre con canela, hojas de lengua de venado, frambuesas, cera caliente y
vertí todo en un molde para velas seven-knob, que me di cuenta de que
aún no sabía quién era Lucian Bell.

Era la mezcla para atraer el amor que usaba para esa tanda de velas, o tal
vez la forma del seven-knob, el concepto de “enciende uno cada día
durante una semana y el deseo de tu corazón se hará realidad” lo que
hacía el truco. Si pudiera quedarme con una de estas velas, ¿qué es lo que
desearía?

La respuesta me golpeó como un codazo en el estomagó.

Un beso.
49
Mi mayor deseo era que él me besara. Esa debía ser la peor idea desde
1912, cuando se inauguró el primer restaurante de comida rápida en New
York, sin mencionar lo peligroso.

¿Así que por qué me estaba muriendo por tenerlo? Simple.

Estaba enamorada de Ryder Kingscott.

¡Hmm! ¿Por qué sentía que un gran “duh” estaba a la orden?


50

Capítulo 5
Traducido por Bautiston

Corregido por Nanis

D
esde que apareció por primera vez en la Preparatoria Rosemound,
Ryder nunca había estado fuera de la atención de las mujeres,
incluida la mía. Pero hay una diferencia entre sentir algo por
alguien y enamorarse completamente. No tenía idea de cuándo de mi
enamoramiento había llegado al máximo nivel, pero una cosa era cierta: no
era reciente. Tal vez sólo debía considerar las últimas semanas, porque la
metida de pata había estado a los largo de ellas. Algo acerca de él atravesó
mis defensas. Probablemente la misma cosa que demostró ser muy eficaz
para mantenerme despierta por el resto de la noche. Después de todo,
¿cómo puedo dormir cuando hay disponibles tantas cosas con las que
obsesionarse?

En primer lugar, estaba la ropa, de repente todo mi armario parecía más


triste que un día de lluvia. ¿Cómo podría volver a la escuela vestida con
algo de eso? Cada fragmento de ropa que poseía era una declaración clara
sobre la increíble confusión de género que tenía.

A las cuatro y media de la mañana, sin embargo, el dilema de la ropa


había bajado considerablemente en la lista de las cosas que me volvían
loca. ¿Qué quiso decir con que tenía dudas sobre “Algo tan inocente como
un beso”? Porque después de reproducir la conversación en mi cabeza, oh,
alrededor de un millón de veces, me di cuenta de que su fraseo era muy
sospechoso. Básicamente dijo que un beso no sería una gran cosa para él,
lo cual plantea la cuestión, ¿cuál sería? Muy bien, así que tal vez no era
del tipo de tomarse de las manos, ver la puesta de sol juntos, pero ¿eso
quería decir que era del tipo de volvámonos locos entre las sabanas en
nuestra primera cita? Pensándolo bien, es muy posible. Vivía solo. Tal vez
la razón por la que no prestaba atención a nadie en la escuela era porque
estaba saliendo con mujeres mayores, del tipo que no tenían problema con
la primera cita entre las sabanas. Ahora que lo pienso, ni siquiera había
51
dicho que le gustaba, el verbo que había usado era “quiero”. Eso me hizo
poner muy nerviosa.

Y luego estaba esa cosa caliente y fría que hacía. Los momentos en que
sonreía y me miraba como si estuviera dentro de mí, y las veces que ponía
cara de aburrido y el interés suficiente para hacer que las capas de hielo
del Ártico parecieran calientes en comparación. ¡Sin hablar de la actitud!
Había algo casi aterrador sobre la forma en que me miraba a veces, como
si intentara asustarme, asegurarse que mantuviera distancia. ¿Y lo de
Lucian Bell? Después de la escena en la clase, estaba segura de que, por
alguna razón, no quería a Lucian cerca de mí, y sin embargo cuando le
pregunté en busca de respuestas en el bosque, se ofreció a contar lo que
podía. Si se estaba refiriendo a Lucian, casi sonaba como si estuviera
tratando de protegerlo, o cualquier secreto que lo rodeara y a su relación.
Si era compatible con cualquier forma de comportamiento racional,
entonces alguien debería haberme sellado “Idiota” en la frente, porque no
lo veía.

Alrededor de las seis AM, agotada de tener mi cabeza dando vueltas con
todo tipo depreguntas sin respuesta, me desplomé, casi aterrizando en la
pobre Raisin y aplastándola en el proceso. Debo de haberme quedado
dormida en cuestión de segundos. Seguro que se sentía como un segundo
cuando, menos de dos horas más tarde, mamá se abalanzó con su alegre:
—Es de mañana, el sol brilla. Es hora de levantarse.

Me arrastré a la ducha, inestable en mis pies y todavía cansada como un


perro. Lamontaña rusa emocional en la que me había puesto había
arrancado toda mi energía. El agua fría ayudó mucho, sin embargo. De
hecho, para el momento en que me paré frente al espejo, mi cara no reveló
nada de cómo había pasado la noche torturándome. Mis ojos estaban
claros, mi cara no más pálida que de costumbre, lucía tan fresca como el
plato de panqueques que mamá me había dejado abajo.

Al final resultó que solo pasé unos minutos tirando de unos vaqueros y
una camiseta de algodón amplia; ¿cómo podría haber perdido mucho
tiempo ayer por la noche preocupándome por qué iba a usar? Ahora,
parecía positivamente ridículo. Zapatillas deportivas Adidas, una sudadera
con capucha con cremallera frontal, y estaba lista paraatacar mi
desayuno. Eso porque tenía el apetito de una ballena azul. Muy bien, así
que tal vez no iba a devorar exactamente ocho toneladas de krill en una
52
sola sesión —que por cierto, qué asco— pero me tragué la pila de
panqueques antes de que Raisin tuviera tiempo de decir miau dos veces y
quejarse porque no compartí lo suficiente.

Estaba a punto de salir de casa cuando sonó el teléfono. Eso sería la línea
de la casa, ya que Rosemound no era precisamente el mejor lugar del
mundo para la recepción celular. Frunciendo el ceño porque era muy
tarde, volví a la cocina con una rabieta.

—¿Hola? —Logré transmitir volumen en esa sola palabra.

—Whoa, ¿por qué no me arrancas la cabeza?

Me ruborice con tal violencia que mis mejillas seguro tendrían marcas de
quemaduras, balbuceé: —¿R-Ryder?

—Así es, soy yo, mi luchadora hermosa.

Irritable o no, era imposible no sonreírle, yo era, después de todo, un ser


humano. En realidad, pasé los próximos momentos sabiendo que un
enjambre de mariposas estaba realizando algunas rutinas de estilo libre en
mi estómago, Ryder tenía el efecto más extraño en mí. Pero luego recordé...

—Estoy como…

—Tarde. —Me interrumpió, como de costumbre—. Sí, eres una vaga.

Gruñí, sin dejar de sonreír, sin embargo. —¿Tienes que ser tan
reprobatorio?

Golpear mi propia frente nunca se había sentido más apropiado. Quiero


decir, ¿reprobatorio? ¿La gente realmente dice eso?

Naturalmente, se echó a reír. —¡Ay, Lily! ¿Reprobatorio?, ¿en serio? ¿Cuál


fue tu puntuación en escritura?, ¿ochocientos?

¡Oh, maldición! Acababa de golpear por debajo del límite aceptado del
factor genialidad. —No es tu problema.

—¡Ay, otra vez! Supongo que no eres una persona de la mañana, ¿eh?

—Ryder, ¿qué quieres?

—Que salgas ya. Seré tu transporte a la escuela hoy.


53
Me quedé boquiabierta. —¿Serás mi qué? —Espera, ¿significa eso...?—.
¿Dónde estás?

—En el porche.

—En mi po...

Corriendo en adrenalina pura, tiré el teléfono a una silla y volé a la puerta


de entrada. ¿Y quién encuentro detrás, sino es al mismo Sr. Kingscott?
Feliz jugando con un elegante celular negro. Nunca pude obtener señal
aquí, ¿cómo lo hizo?

—Buenos días, señorita Crane. —Me saludó con una sonrisa asesina
asomando en las esquinas de su —suspiro— todavía muy besable boca.

—Um... uh-huh —representó toda la extensión de mi ingeniosa rápida


respuesta. Eso,y un gesto seguro.

Usando jeans gastados sobre gruesas botas de motociclista y una camisa


blanca bajo una chaqueta de cuero negra, era de hecho un espectáculo
para quemar o descansar la vista. Los anteojos aviadores oscuros estaban
sobre su cabeza, dejando esos ojos plateados expuestos a todo lo que mi
ávido y enorme corazón podía soportar.

—¿Estás bien? —Había dejado de sonreír y ahora me miraba con el ceño


fruncido, muy probablemente tratando de averiguar si tenía a la chica
adecuada. Usualmente siempre fui algo más habladora, por no mencionar
que lucía más saludable. Esas mariposas estaban realmente haciendo un
lío en mi estómago.

Me sacudí. —Estoy bien —logré articular—. Así que...

—¡Viaja conmigo a la escuela, por favor!

—¿En tu moto?

Pregunta estúpida, obviamente. Pude ver el vehículo mencionado


estacionado justo al final de nuestro camino. ¿Cómo no lo oí llegar?

Sonrió ante el terror mal disimulado en mi cara.

—Vas a estar bien. Voy a llevarnos allí despacio, aunque… —Miró su


reloj—… estamosllegando tarde si no nos vamos ahora mismo.
54
Mi cara cayó. Sin sentido, una lista de pros y contras me vino a la cabeza.
¿Pros? Lacercanía, coronada por otra bocanada de su perfume, y
¿mencioné la cercanía? ¿Las contras? Muy fácil: podríamos tener un
accidente y morir o tener cicatrices de forma permanente. Sólo, por
supuesto, nunca llegaríamos tan lejos, porque el contacto haría volar mi
cabeza mucho antes de eso. Hmm, pensé, totalmente aplastada. Esta iba a
ser la relación más corta que data en la historia de la humanidad.

—¿Tienes tu iPod contigo? —preguntó.

—¿Por qué?

Sus ojos brillaron. —Quiero que vayamos a nuestra cita después de la


escuela.

En un acto reflejo, mis ojos pasaron por encima de mi cuerpo, evaluando


la ropa que llevaba puesta con toda la objetividad permitida por mis casi
dos horas de sueño. ¡Mi indumentaria no era adecuada para una primera
cita! No es que fuera a haber una, me recordé, con lágrimas borroneado mi
visión.

—Te ves bien —me aseguró, con una expresión suave, en una manera que
hizo que en mi estómago revoloteara. Parpadeé las lágrimas—. Sólo
necesitas el iPod —insistió.

—Está aquí. —Señalé a mi bolsa de viaje de lona

—Bien. Ahora, realmente tenemos que irnos —dijo, controlando la hora


otra vez.

Y ahí estaba, el gesto común, que un simple novio podía, y era


normalmente esperable que haga: me ofreció su mano. Podía muy bien
haber hecho un agujero a través de mi pecho, que dolía tanto. Mi temor,
todo lo que me mantuvo despierta tantas noches y la razón por la que
tarde tanto tiempo en decir que sí, estaba allí, hecha carne y colgando
entre sus dedos extendidos y la mano que no podía dejar esperando.
Nuestros ojos se encontraron en ese pequeño espacio en el medio y
tuvimos un momento. Su rostro estaba lleno de algo tan fuerte que me
estremeció en el interior. La plata en sus ojos cambióa oro y se arremolinó
como las ondas suaves de la miel. Su sonrisa nunca vaciló, pero era triste
y excepcionalmente cansada. En silencio, con insistencia, mantuvo la
mirada como si fuera la única cosa en el mundo que valía la pena.
55
—Tú... lo siento. ¡No puedo!

Claramente, no me conocía tan bien como decía. Tenía la esperanza de que


fuera consciente, y tal vez incluso estuviese de acuerdo con esto. Debería
haberlo sabido mejor. Ahora, viene la parte divertida... dejar el gato fuera
de la bolsa. Diciéndole cómo, cuando tocaba a la gente, toda su vida,
secretos, pesares, cosas tan profundamente enterradas que en ocasiones
ni siquiera se acuerdan de ellas, simplemente se vierte en mí. Decirle que
el dolor me noquea si me aferro durante más de diez segundos. Seguido,
sin duda, de decirle adiós, inmediatamente después. Quiero decir, ¿quién
querría eso para una novia?, ¿verdad?

Sus ojos me desollaron viva. Tenues nubes grises y brillante llovizna


lavanda se fijó enmi rostro, quitando capas de piel. Y miedo. Mi valentía. Y
todas las pretensiones.

—Toma mi mano, Lily —suspiró—. No habrá ningún tipo de dolor, te lo


prometo. No te lo ofrecería de otro modo.

Con el ceño fruncido y profundamente sacudida por su declaración, mire


sus dedos como si fueran artefactos alienígenas. O pequeñas bombas de
tiempo, programadas para explotar si se tocan. Por mí. La experiencia del
pasado contradecía sus palabras, pero aún temblaba por algo que se
sentía muy parecido a la esperanza. ¿Podría ser verdad?

En mi opinión, me tomó cerca de ochocientos o novecientos años, hasta


que poco a poco, un dedo a la vez, deslicé mi mano en la suya, todavía
esperando a ser golpeada por las imágenes, los sonidos, las visiones de su
pasado, e incluso destellos de su futuro. En una palabra, a la espera del
“disco duro” de su vida, al instante descargado en mi conciencia. ¡Pero no
había nada! Que no fuera el contacto real y firme, pero no aplastante, sino
tibio, desarmando un reflejo, no había nada más que silencio. Y paz. El
tipo de paz que nunca había conocido al tocar a otro ser humano. Suave,
tan suave que me hizo llorar.

Mis párpados cerrados. Dulces ángeles en el cielo, ¡era tan bueno tocar a
alguien sin ser despedazada por su mente!

—¿Cómo...? Que... ¿qué eres? —susurré incoherente.

Agarró mi mano con fuerza y mis ojos se abrieron de golpe.


56
Con la tristeza del alma rompiendo su rostro solemne, dijo: —Sabes quién
soy. Me conoces.

No pretendí entender de lo que estaba hablando. Pero tenía razón, de una


manera;había algo muy familiar en la forma en que mi mano entraba en la
suya, que era simplemente loco. Tomarse de la mano siempre había sido
un gran “no-no” para mí, ya que era bastante aficionada a que mi cabeza
estuviera unida al cuello y no quería verla estallar como una lata de frijoles
en el microondas. Aparte de los abrazos rápidos que rara vez les di a mis
padres y J, cuyas mentes ya conocía, lo que disminuía el dolor, trataba de
no tocar a nadie a propósito. A veces, cuando un asunto de vida o muerte,
como una enfermedad grave, estaba involucrado, me vi obligada a hacerlo
con el fin de saber si y cómo podía ayudar. Pero siempre lo mantenía al
mínimo. ¿Tomarse de la mano? Uh-uh, el gran no-puedo-hacerlo.
¿Entonces por qué agarrarme de Ryder se siente como un recuerdo, como
algo que definitivamente he hecho antes?

—Esto es muy raro —decidí en voz alta.

La diversión llenó de luz la tristeza en sus ojos.

—Apuesto a que lo sientes ahora por apartarme durante semanas —


bromeó, con una sonrisa llena de travesura.

Entonces, sin ceremonia, me arrastró a la moto, con las manos aún


entrelazadas. Tenía razones, razones válidas, para no subir a esa cosa,
pero no podía recordar ni una sola. En cuestión de segundos, estaba
usando un casco y estaba sentada detrás de él con los brazos seguros
alrededor de su cintura. Y, hombre, ¡Estaba en lo cierto! Se sentía tan bien
que los dedos de mis pies se curvaron.

—¿Cómoda?

—Mucho.

La trampa mortal brillante rugió a la vida y nos fuimos.

Aquí está la cosa: no importa lo que digan los demás, ser un adolescente
no es fácil. Hay que estudiar todos los días, las espinillas, los problemas de
estatus social, tu propio sistema en ruinas y en anarquía total y absoluta
cuando uno se enamora, por lo que a menudo es difícil tener una idea
clara de qué es qué. Pero mientras montaba esa moto, agarrada al chico
57
más hermoso en el que había puesto jamás los ojos, pensé: Cada persona
de diecisiete años de edad, debería probarlo al menos una vez.

Muy bien, así que tal vez fue la inesperada libertad de poder estar cerca,
sin tener cada pulgada de mí temblando de dolor mientras hablaba, pero
aun así. No recordaba haber experimentado la libertad como esto antes: el
calor del sol, el viento acariciando su cuerpo cálido y firme bajo mis
brazos, un cielo azul perfecto sobre nosotros. ¿Cliché? Tal vez, pero
¿adivinen qué? También lo más cercano a la perfección como cualquier
persona puede aspirar a conseguir. La felicidad puede ser tan
absurdamente simple a veces.
58

Capítulo 6
Traducido por rihano

Corregido por Nanis

Y
o tenía miedo de que la euforia se desvaneciera una vez que
llegáramos al estacionamiento, pero no sucedió. Poco después de
que apagó el motor, yo seguía caminando en el sol. De hecho, mi
estado mental clasificado en algún lugar en la región de alejado-de-un-
traje-de-conejito de la adecuada-área-para-tratamiento-siquiátrico. ¡Estaba
tan aturdida sin razón!

—¿Estás lista? —preguntó, ayudándome a bajar de la moto.

—¿Lista para qué?

Él me ofreció su mano otra vez, sonriendo, mirando cada centímetro como


alguien que pertenecía al estrellato adolescente. Me pregunté si sería
genial conmigo ronroneando en ese momento.

Sí, yo estaba completamente fuera de mi eje.

—Para alimentar la fuente de rumores.

Mi estómago se revolvió ante la idea, pero no lo mostraría. —Creo que los


dos estamos acostumbrados a la gente hablando a nuestras espaldas. La
única diferencia es que ahora van a hablar de nosotros, ah, ya sabes,
juntos.

¡Vacilación al diablo! “Nosotros, juntos” en una oración era definitivamente


un hito y algo muy atrevido para mí por completo. Me sonrojé
violentamente y agarré su mano con vergonzosos dedos temblorosos.
Entonces, después de cerrar los ojos por un segundo y respirar
profundamente, pasé un momento de reflexión sobre la magnitud real del
momento. Debido a que realmente estaba pasando. Estaba llegando a la
escuela con un chico y agarrados de manos, mientras caminábamos a
59
través del estacionamiento. Ya era oficial: Yo, Lillian Marie Crane, tenía un
novio.

Relámpagos, truenos, la tierra destrozándose ocurriría pronto, sin duda.


Yo quería cantarlo, pitarlo, bailarlo, poner en mi maldita frente con brillo:
¡Tenía un novio! ¡Hurra!

—Respira, Lily, respira —me dijo en voz baja, con los dedos suavemente
amasando el interior de la palma de mi mano.

Claro, normalmente yo habría lanzado una réplica inteligente, excepto que


él tenía razón.

La falta de oxígeno se estaba convirtiendo en un problema. Traté de


respirar incluso mientras meditaba sobre el cómo, sin importar la
observación mordaz que se me ocurría, él vería justo a través de esta. Su
afirmación acerca de conocerme ya no me parecía tan ingenua, aunque la
idea era más ridícula que algunos famosos nombres de bebé.
Honestamente, ¿Fifi Trixibelle? ¿Moxie CrimeFighter?

No tenía sentido, ¿cómo podría Ryder conocerme? Pero, inexplicablemente,


podría haber jurado que lo hacía, yo lo intuía. Y mi cerebro no explotó
cuando lo toqué, tampoco. Fue extraño, inesperado, y tan embriagador
como una bocanada del whiskey bien añejado de papá. Me dolía el cuerpo
con lo feliz que era, pero también reforzado por la idea de hacer preguntas,
cualquier pregunta, pero ¿qué si lo arruinaba todo? Hurgar en lo que fuera
que estaba pasando podría matar la magia detrás de esto. Y después...
¿entonces qué? No podía correr el riesgo.

—¿Qué estás pensando? —preguntó él en voz baja.

Era probablemente mejor si mentía. —Sólo que estamos retrasados.

Me miró de lado y me sonrojé visiblemente, porque era como si él supiera


que no estaba siendo honesta. —No te preocupes —dijo—. La señora Flint
es una mujer agradable, lo dejará pasar.

El pasillo estaba tan vacío como el estacionamiento lo había estado y


nuestros pasos hicieron eco en voz alta en el piso de concreto. La ansiedad
picó, pues bien, la mía lo hizo, de todos modos.

Él instruyó: —Sólo déjame hablar.


60
Con mucho gusto estuve de acuerdo y entonces estuvimos dentro del salón
de clases, no más agarrados de las manos, con la gente mirando desde
todos lados. ¡Ah, la alegría de esto! Mientras él se deslizaba hasta el
escritorio de nuestra profesora de historia con un paso parecido al de un
león, yo me quedé sola en la puerta, orando que el suelo se abriera y me
tragara. Habíamos hecho el día de todo el mundo con nuestra entrada.
Realmente era un buen momento para estar en el chisme, me sentí infeliz.

Extrañamente, sin embargo, sólo había dos pares de ojos que llamaron mi
atención. Un par pertenecía a J, que estaba sonriendo de oreja a oreja, lo
cual llevaba a su maquillaje pastel a una perfección casi inquietante. Sus
rizos negros estaban metidos debajo de un pañuelo blanco de época y se
veía apropiadamente vestida para montar en un convertible. La segunda
persona era Lucian Bell, quien de alguna manera había impuesto su
propiedad sobre la silla detrás de la mía, usualmente ocupada por Mike
Carter. Él no sólo estaba claramente sin sonreír; sus ojos brillaban en
realidad como esferas de hielo azul.

Ryder debe haber trabajado su magia en la señora Flint porque ella nos
hizo un gesto a los dos para que nos moviéramos a nuestros escritorios.
Me metí en mi silla, sintiéndome tan agradecida como un beduino llegando
finalmente a un oasis después de varios días a la deriva a través del
desierto. Con todo el alivio, un par de momentos pasaron antes de darme
cuenta de que Ryder estaba demorándose a mi lado. Eso encendió toda
una conversación que realizamos con sólo nuestros ojos. Fue algo como
esto:

Yo, con mi frente fruncida: ¿Qué haces todavía aquí?

Él, sus ojos parpadeando hacia mi escritorio, casi enfadadamente: ¡Mira!

Al girarme sobre mis talones como me instruyó, ¿qué otra cosa descubriría
más que una perfecta rosa roja yaciendo inocentemente sobre mi escritorio
desvencijado?No sólo una al azar, sino una exquisita rosa Mia Cara,
pasando idealmente a estar en ese preciso momento cuando una flor se
convierte de un brote en una flor, de color rojo oscuro en el exterior, sólo
insinuando escarlata en el centro.

Yo, mis ojos ampliándosecon sorpresa: ¡Lo siento, no tengo ni idea de qué
se trata!
61
Él, suspirando: Por supuesto que tú no. Es de él. Hizo un gesto con la
cabeza discretamente hacia mi nuevo “vecino” norteño, Lucian.

Yo, sacudiendo la cabeza, y luego encogiéndome de hombros: No sé nada


al respecto. No importa de todos modos.

Tengo que irme. Esto continuará.

Apuéstalo.

Como habrías esperado, el resto de la clase de historia pasó en un sueño.


J quería saber todo lo relacionado con Ryder, yo quería saber acerca de la
rosa, Lucian estaba, obviamente, tratando de hacer agujeros en la parte de
atrás de mi cabeza donde yo podía sentir sus ojos clavados en mí, y Ryder
probablemente deseaba que la señora Flint no nos hubiera aceptado
después de todo. Con todo, no fue la hora más relajada que había pasado
en mi vida.

Ya que la profesora mantuvo un ojo vigilante sobre la clase, la


comunicación entre yo y J estaba limitada a pequeñas notas clandestinas,
apresuradamente garabateadas en las rodillas, en un código de jeroglíficos
imposibles, para nadie más que nosotras, de descifrar. En resumen, al
final del primer período, J había aprendido que yo podía tocar a Ryder sin
que mi cabeza volara, que llegué paseando sobre su motocicleta a la
escuela y lo sobreviví, y que estaba básicamente borracha, con el
conocimiento de que en algún momento pronto, espero, tendría mi primer
beso. Sin desmayarme por esto, o lo otro, lo cual era una gran ventaja. En
fin, todo. Para mi “ganancia”, averigüé que Lucian fue, de hecho, el que
había dejado la rosa en mi escritorio, que él y J habían charlado como un
par de emocionadas mamás futbolistas en una reunión de padres, y que
ella al parecer era ahora su fan número uno. De lo que me di cuenta con
muy poco entusiasmo. ¿Por qué? Porque había algo acerca de Lucian Bell,
algo que no me cuadraba. Él era malas noticias.Pero de acuerdo con J,
nadie más en Rosemound High lo vio. De hecho, Lucian Bell era el nuevo
tipo, el nuevo debe conocer, debe tener, debe estar en la escuela.

Tan pronto como sonó la campana, me lancé hacia Ryder, intentando


averiguar exactamente cuál era el asunto de Lucian. ¡Y esta vez, me
aseguraría, maldición, de que no me distrajeran!

Pero la plaga en cuestión interrumpió.


62
—Espera —dijo él con voz sedosa—. Realmente no nos hemos conocido
todavía. Soy Lucian.

Sacó su brazo mientras yo, echando una mirada desesperada a Ryder por
encima del hombro, era obligada a huir de este. Él estaba vestido en rojo y
negro, muy presuntuoso, y con su corto pelo rubio y su mirada azul
helada, era fácilmente agradable a los ojos.Pero la forma en que se
alzaba... Ryder era alto también, pero de una manera que te hacía querer
acurrucarte junto a él y dejar que su fuerza fuera tu fuerza, también. Su
tamaño no era intimidante, sino tranquilizador.La energía de Lucian era
diferente, más oscura y controlada de alguna manera, a pesar de la
brillante sonrisa que había pegado en su cara en el momento. Se sentía
como si estuviera montando un espectáculo para mi beneficio, como si
estuviera trabajando duro para ocultar sus verdaderos sentimientos de mí.
Yo estaba perpleja.

—Lo siento, realmente no estrecho manos.

—¡Oh! —Dejó caer su brazo, sin ocultar la decepción—. ¿Te gustó la rosa?
—preguntó, animándose un poco.

Tragando saliva, dije: —Claro. Sin embargo, no creo que deba aceptarla.

Su sonrisa se marchitó por segunda vez. —¿Por qué no?

—Probablemente porque no viene de mí —replicó Ryder en voz baja.

Él caminó rodeando a Lucian y acercándose para detenerse a mi lado,


envolviendo su brazo alrededor de mi cintura, lo cual me hizo
ridículamente feliz porque estaba básicamente marcando su territorio.

Lucian siguió el gesto con esos ojos que se volvieron más vacíos al
momento en que Ryder me tocó.

En la esquina de su boca en forma de arco de Cupido, un músculo se


sacudió.

—Pensé que no era tu novia —dijo, con una suavidad que hizo eco de la
calma antes de una tormenta.

—Eso fue ayer.


63
—Ah. —Me estudió con lentitud, con asombro, como si estuviera
esperando que yo rechazara las palabras de Ryder—. Qué diferencia hace
un día, ¿verdad? Imagina lo que podría ocurrir en una semana, o un mes,
o un año. —Él se concentró en Ryder, sonriendo—. O cien años. —La
sonrisa se amplió—. Quiero decir, algunas cosas se mantienen iguales,
obviamente, pero otras...

Volvió a mirarme de nuevo, muy deliberadamente, sin molestarse en


ocultar su interés. Su mirada fija vagó a través de mi cuerpo con algo
parecido a gentileza, delicadeza, como si no fuera con sus ojos sino con
sus dedos que me tocara. A pesar de mí misma, me estremecí.

—Otras cambian —añadió en voz baja, una mirada de profunda nostalgia


en sus ojos.

A mi lado, Ryder se puso rígido mientras entrelazaban miradas de nuevo,


ambos sin sonreír. El aire olía a electricidad.

—¡Pero algunos nunca lo hacen! —agregó Lucian, en un tono tan duro que
me estremecí.

Ryder me acercó más y yo estaba feliz de apoyarme en su cuerpo. Qué


increíble, me maravillé, de repente encontrándome en el centro de un
enfrentamiento entre dos de los más extraños, aunque también más
lindos, chicos en la escuela. Lástima que era como ver una película
extranjera sin subtítulos. No tenía idea de lo que estaba pasando.

Lamentablemente, no era la única que se preguntaba al respecto. Gente de


todo el salón de clases estaba mirando detenidamente la bizarra exhibición
de testosterona.

—Chicos, ya basta —espeté, aún más fuerte de lo previsto. Pero la


atención de mis compañeros se estaba volviendo tediosa. Rosalie Miller,
quien era rubia, atlética, y la presidenta no oficial del Club de Fanáticas de
Ryder Kingscott, junto con sus amigos, Anna Sullivan y Cat Cole, me
estaban lanzando miradas oscuras y murmurando entre sí, probablemente
planeando mi muerte.

Para mi sorpresa, Lucian realmente me hizo caso. Se recuperó muy


rápidamente, una sonrisa agradable saltando en su lugar en un instante.
—Tienes razón. Estamos atrayendo la atención sobre nosotros —admitió, y
cuando sus ojos pasaron por encima de mi cara, se veía realmente
64
arrepentido—. Pero, oye, Lily, me estaba preguntando si tal vez querías
salir conmigo alguna vez. ¿Tal vez el viernes?

Mi cara cayó. No pude reunir el coraje para mirar a Ryder. ¿Esto iba a
convertirse en una pelea? ¿Porras y palos para ser sacados en un
momento?

—Lo siento, pero yo no lo creo —me apresuré a decir.

—No respondas de inmediato —continuó él, como si no me hubiera oído—.


Piensa en ello.

El brazo de Ryder se sacudió una vez alrededor de mi cintura y mi mano


se movió involuntariamente para cubrir la suya. Una vez más, Lucian me
miró hacerlo con una mirada profunda, como si supiera exactamente cuan
extraordinario era ese gesto común para mí.

No podía soportar ese intenso escrutinio por más tiempo.

—Por favor, discúlpanos —le dije, amable hasta las puntas de mis uñas.
La abuela Charlotte habría estado tan orgullosa.

Agarrando la mano de Ryder y haciendo un gesto con la cabeza a J para


que nos siguiera, obligué a todos a hacer nuestra salida antes de que los
golpes reales pudieran comenzar. ¡Viva, yo!

—Olvidaste tu rosa —llamó Lucian, y entonces de alguna manera estaba


de pie ante nosotros, agarrando la delicada flor en su mano extendida.

—Ah, yo... —me ahogué, aferrándome a la mano de Ryder tan fuerte como
pude.

—Ella dijo que no la quería —dijo él entre dientes.

—Por supuesto que sí. Esta es una rosa poco común. Se llama Cara Mia,
en italiano significa “mi querida” —explicó Lucian, los ojos fijos en los
míos—. Y algo me dice que Lily conoce de flores. Ella puede apreciar un
regalo como este.

Ahora, ¿cómo demonios sabía él eso?

—Pero no lo hace, así que ¿por qué no te largas? —disparó Ryder.


65
De repente, me sentí cansada y harta. —Está bien, ¿podrían ustedes dos
dejar de hablar de mí como si no estuviera aquí? Lucian, gracias por la
rosa. Es hermosa, pero no puedo aceptarla. Ryder, deja de hablar por mí,
tengo una boca para hacerlo por mí misma. J, ¿por qué no la tomas?

Eso me ganó miradas frustradas de los chicos y una sonrisa eufórica de mi


mejor amiga. Mi corazón se estremeció dolorosamente ante la idea de
haber molestado a Ryder, antes de recordar lo que mamá siempre solía
decirme acerca de cómo, en una relación, la gente no se obliga el uno al
otro sino a sí mismos. Puede que haya sido nueva en el mundo de las
citas, pero había sido hija de mis padres durante diecisiete años y los
había visto constantemente forzando la mala suerte, las circunstancias, a
sí mismos, por el bien de hacer uno al otro feliz. Era todo sobre el amor y
el respeto. Con suerte, Ryder no iba a tratar de demostrarme que estaba
equivocada.

Por lo menos hemos tenido éxito en poner, una muy necesaria, distancia
entre nosotros y el atormentador Sr. Bell. Esperé hasta que estuvo fuera
del alcance del oído antes de arrinconar a un todavía mal humorado
Ryder.

—Quiero saber exactamente quién es Lucian, ¡ahora mismo! —exigí, más o


menos aplastándolo contra una pared, con J parada resguardando su lado
así él no se escaparía.

Su frente se derrumbó en un ceño fruncido, los ojos tristes barriendo mi


cara fijamente. Los acentos lavandas retorcidos en espiral, con
encantadores guiños dorados intermitentes en el centro de vez en cuando.
Era una vista destinada a robar tu aliento y sucumbí a esta.

—¿Alguien te ha dicho que tienes los ojos raros?—susurré, sin querer.

—¿De verdad te gustaba la flor?

Alerta, orgullo de niño herido, los ojos de J parecían gritarme.

—Es una rosa rara —suspiré—. Me gustó lo suficiente como para tener a
mi mejor amiga disfrutándola. Pero no lo suficiente como para tenerte
molesto por ello.

—Vaya, eso me hace sentir... ¡no mucho mejor!


66
—Por lo menos te di una respuesta. ¡Imagínate cómo me siento! Cada vez
que pregunto por Lucian tú cambias el tema. ¿Quién es él, Ryder? ¿Qué
quiere conmigo?

Él procedió a hacer la cosa para evadirlo una vez más, y cuanto más se
alejaba, más difícil se hacía respirar. Lo había hecho. Había hecho la
primera pregunta, la primera de muchas, sin duda, por lo tanto, listo o no,
no había vuelta atrás ahora.

—Hay cosas acerca de las que no puedo hablarte, Lily —respondió en voz
baja.

—Déjame adivinar. Lucian es una de ellas.

—Lo siento —dijo en voz baja, evitando mis ojos—. Pero tú no entiendes.
No es que no quiera decirte, es que físicamente no puedo.

—¿No puedes? ¿Qué quieres decir, con que no puedes?

—Mira. —Tomó una simple respiración profunda, su piel tensa sobre los
altos pómulos, los músculos agarrotados en su lugar. Casi como si se
estuviera preparando a recibir un golpe—. Lucian Bell es…

Se atragantó. ¡Literalmente! La piel dorada de su cara enrojecida, mientras


sus manos se levantaban primero a su cuello, y luego para golpear el aire
como un hombre colgado soltando su último aliento. Luego, el más salvaje
arrebato de tos surgió de su pecho, y antes de darme cuenta, J y yo
tuvimos que sostenerlo para evitar que cayera al suelo. La gente se quedó
boquiabierta. Y Ryder se estaba ahogando en frente de todos nosotros.
67

Capítulo 7
Traducido por Emii_Gregori

Corregido por Nanis

P
ersonalmente, pensé que era pura suerte que él eventualmente se
recuperara, pero replicó, murmurando algo sobre regresar siempre
de lo mismo. Eso significaba que el ataque no había sido el primero,
y la idea de que Ryder se enfermara vaciaba el aire de mis pulmones.
Hasta que me detuve y consideré lo que había visto, llegué a entender que
el episodio no había sido un ataque en absoluto. No cuando todo
habíacomenzado con mi estúpida pregunta, que, aun sabiendo lo que
pasaría, él había elegido responder. ¿Ataque? ¡Sí, claro! Probemos con un
embrujo místico, uno realmente malo. Él se había ahogado literalmente en
la magia, algo lo suficientemente poderoso como para hacerle daño
físicamente si rompía todas las reglas con las que no se suponía que se
entrometiera. Como responder mis preguntas. Sobre Lucian Bell.

Entonces allí es donde se detuvo. ¿Preguntas? Sí, tenía un montón, pero


ninguna respuesta valía la pena como para lastimar a Ryder. Al final, yo lo
quería, sin la verdad detrás de por qué podría tenerlo. Por arte de magia o
algún giro del destino, lo tenía, y eso era suficiente para mí. O eso creía
yo...

Después de la escuela, montamos su moto y nos alejamos. El cielo estaba


despejado y perfectamente azul, el sol brillaba sin ser demasiado caliente,
y la carretera se extendía delante de nosotros como una gigantesca y
soñolienta serpiente pidiendo ser montada.

Se negó a decirme a dónde íbamos, pero eso lo hizo aún mejor. Mi instinto
cantó, alentándome, dándome a entender que me estaba acercando a algo
grande. Se suponía que debía estar aquí, con él. Además, cuando puedes
asimilar la vida de las personas mediante un simple toque, siempre podrás
despertarte un día en medio de una ola extraña, como en la que estaba
nadando ahora. Cuando todo el fingimiento en el mundo, todos los yo-
68
sólo-soy-otro-chico-anormal-de-Michigan deja de funcionar. En algún
nivel, me lo esperaba. Tal vez no quería creerlo, pero sabía que iba a venir.

Y lo esencial era que confiaba en Ryder. Incluso en medio de lo que estaba


sucediendo, de lo desconocido, confiaba en él lo suficiente como para no
preocuparme a dónde me llevaba.

Incluso Timbuktu, estaba bien para mí, con tal de que estuviéramos
juntos. Llámalo instinto, llámalo el inicio de una demencia temprana, pero
al estar con él sentía como si nos perteneciéramos el uno al otro. Nunca
había experimentado algo así antes. Diablos, nunca había sido capaz de
tocar a alguien más, sin tener mis sesos licuados dentro de mi cráneo.
¿Cómo no voy a confiar en él?

Ahora, Lucian, por otra parte, era una historia diferente. Al principio lo
había descartado como una mala noticia, ¿pero lo era realmente? No
parecía tan malo cuando me miró. Sus ojos se calentaban siempre que se
fijaban en los míos. Pero no, no me estaba convirtiendo en una zorra, mi
interés en él era estrictamente práctico. Porque estaba claro que los tres
estábamos relacionados, aunque estaba por verse precisamente de qué
manera. Tenía que ser algo metafísico. Si no, ¿por qué giraría a mí
alrededor, el propio residente anormalmente mágico de Rosemound? Esa
era la razón por la Ryder se había enfermado cuando intentó hablar de
ello. Probablemente la razón por la que Lucian había llegado a Rosemound
en primer lugar, y por qué había tomado un interés tan visible en mí. Los
tres éramos parte de algo. Un asunto oculto realmente malo.

Ese era precisamente el por qué yo estaba decidida disfrutando de mi cita


con Ryder. No había ninguna comunicación de si habría o no una secuela.

El paseo duró aproximadamente cuarenta minutos. Tomamos la 41 y luego


giramos hacia el este, eventualmente desviándonos por un camino
estrecho que serpenteaba a través de la maleza y árboles aún más altos.
Una vez que cruzamos la aldea de Gay y luego la dejamos detrás, los
edificios a un lado de la carretera crecían cada vez menos y más lejanos
entre ellos. El follaje cambió hasta que la carretera se cortó a través de
nada más que un denso bosque. Mi agudo sentido con olfato de lobo me
alertó que nos estábamos acercando a Lake Superior. Es una playa que
tenía que estar en algún lugar cercano.
69
La idea de que él me llevara a un lugar especial hacía que mi corazón se
convirtiera en un gigantesco martillo, que no había dejado de golpear
contra mi pecho desde que habíamos dejado la escuela. Pero cuando
comprendí que su idea de un lugar especial involucraba una playa, me
aplasté como un globo apuñalado. ¡Odiaba la playa! Cuando el tiempo era
tan hermoso como lo había sido últimamente, cada playa arenosa dentro
de un radio de cien millas se arrasaba con personas. Eso estaba bien para
mí, ya que por lo general evitaba ir a una desde abril hasta noviembre. Y
precisamente hoy, cuando lo que realmente quería era privacidad, de toda
la mala suerte...

Dejando el estrecho camino, redujo considerablemente la velocidad y nos


llevó justo a través de un parche de árboles, que, por supuesto, me dieron
destellos de chocar contra ellos y, posteriormente, necesitando equipos
enteros de personas para raspar los restos de nuestros sesos de los
troncos. Casi chillé mi terror cuando el camino se abrió hacia la playa más
hermosa que jamás había visto. ¿Qué la hacía especial? Simple: estaba
completa y felizmente desierta. Me refiero a no tener ni un pie humano o
animal, perturbando una arena blanca con aspecto suave. Estaba
asombrada.

Frente a nosotros, Lake Superior se extendió hasta donde mis ojos podían
ver, azul como el cielo sin nubes, con olas suaves que sólo besaban la
orilla aquí y allá. Y una vez que Ryder silenció el motor, nada perturbó la
paz inesperada de aquel gustoso lugar. Era tranquilo y sereno. Perfecto.

—¿Te gusta? —preguntó, ayudándome a bajarme.

—¡Hombre, me encanta!

Él sonrió, con apenas un destello rápido de sus dientes, y tuve la urgencia


de colocar mis brazos alrededor de él y apretarle con fuerza porque aún
lucía triste y tenso. La cosa del ataque le había dejado una marca y quería
desaparecerla. ¿Pero podría borrarla?

Mientras tanto, traté de distraerlo. —¿Cómo encontraste esta playa? ¿Y


por qué no hay nadie más aquí?

De espaldas a mí, él rodó la motocicleta unos metros fuera del camino,


abrigándola de los rayos solares bajo un matorral de robles y fresnos. Era
atlético y ágil, conseguí una vista completa de sus músculos ondeándose
70
bajo sus pantalones, hinchándolos y haciendo que el cuero de su chaqueta
brillara a la luz del sol. Entonces, de alguna manera, me estaba
imaginando la piel dorada por debajo, elegante, con gotas de sudor,
brillando en el caliente sol.

Su repentino giro alrededor me sorprendió en el acto. Mi tez explotó en


colores para las que ellos no tienen nombres, algo a lo largo de las líneas
de “erupción nuclear” o “incendiaria color rojo sangre”.

Consciente de mi agitación y aparentemente intrigado por ella, vino hacia


mí, ya más relajado. Así que mi mortificación mejoró su estado de ánimo;
huh, es bueno saberlo, supongo.

—¿Te puedo ayudar en algo? —preguntó, arqueando una ceja a sabiendas.

—Er... no, estoy bien. Entonces, ¿esta playa? ¿Cómo la has...?

En lugar de ofrecer una respuesta, señaló a nuestra izquierda, donde, más


allá de la línea de los árboles, una casa de campo estaba parcialmente
oculta por la abundante vegetación. El lugar estaba tan hábilmente
situado, que habría pasado directamente por delante y ni siquiera la
habría notado. La playa era pequeña, no más de medio kilómetro, y la casa
estaba más o menos en la línea donde el centro de la misma podría ser
vista. La vista desde las ventanas del piso superior tenía que valer
millones.

—Eso es mío —dijo simplemente.

Mis ojos se abrieron. —¿La casa?

—Sí. Por lo tanto, también la pequeña playa privada. —Sostuvo su mano


hacia mí—. ¿Vamos?

En una perfecta demostración de la naturaleza voluble de una mente


joven, fui de contemplar los destellos de su cuerpo desnudo a, Oh Dios Mío,
Estaremos solos en una casa. ¡Juntos! Racionalmente, sabía que era
estúpido e infantil perder un segundo preocupándome por eso, después de
todo, todavía tenía que convencerlo de que me besara. Pero todavía mis
manos estaban sudorosas e inestables; las cuales eran claramente
irritantes, así como extrañas. Quería estar a solas con él, ¿no?

—Tienes que tomar una decisión, Lily —dijo en voz baja.


71
Desde que había retrasado la aceptación de su mano, la dejó caer, sin
estar feliz, y sin luz en su expresión.

—Decide si tienes miedo de que no vaya a besarte o que pueda hacer un


juego por tu virtud.

Mi garganta se anudó.

—Te traje aquí para estar contigo, pero no del modo en que tienes miedo.
Nunca te presionaría en nada que no quisieras hacer.

Sin esperar a que me disculpara, me ofreció la vista de su espalda y se


dirigió hacia la casa. —¿Vienes? —preguntó sobre su hombro, sin mirar
atrás.

Lo seguí, mentalmente arrepintiéndome por el flagrante paso en falso.


¿Qué estaba mal conmigo?

En la pequeña cubierta blanca en la parte delantera de la casa, se detuvo


para que yo pudiera alcanzarlo. Un par de sillas reclinables estaban
colocadas entre los arbustos en maceta y se quitó su chaqueta, tirándola
descuidadamente hacia una silla. La básica camiseta blanca mostraba
fuertes y bronceados brazos, contrastando con su cabello oscuro. No creo
haberlo visto alguna vez de blanco antes; se veía muy bien.

—Por lo general la alquilo —dijo, dándome a entender que el tema anterior


estaba cerrado.

Una ola de calor se arremolinó en mi estómago. Estaba preocupado con la


atenuación de mi incomodidad, con ponerme a gusto. Funcionaba como
un encanto, también.

—Entonces, ¿por qué vives en Rosemound?

—Porque tú lo haces.

Lo dijo simplemente, como si estuviéramos sólo hablando del tiempo. Con


cuidado, busqué señales de que me estuviera mintiendo o jugando
conmigo, no había ninguna.

—¿Por qué?
72
Se echó a reír y salió como un sonido triste y cortado que apretó alrededor
de mi corazón como dientes.

—Probablemente no me creas incluso si pudiera decírtelo.

El silencio cayó entre nosotros, y a través de él nos estudiamos el uno al


otro con cautela. Hasta que sonrió. Tentativamente, sonrió, y cuando lo
hizo, el tiempo se detuvo. ¿A quién le importaba la historia anterior,
cuando había un aquí y un ahora?

—Si tienes hambre, podría prepararnos algo para comer. Hay una señora
en Gay que viene a limpiar y reponer la nevera, así que debe haber un
montón de alimentos en su interior. O, si lo prefieres, podríamos sentarnos
aquí. Traeré unos cojines para las sillas. No tenemos que entrar.

El calor anterior se disparó dentro de mí como una ola, suave y sana y


totalmente nueva para mis sentidos. ¡Estaba tan decidido a hacerme sentir
cómoda! ¿Cómo podría sospechar que él planeaba algo menos dulce? Más
bien como una ilusión. Él era un caballero hasta la médula; yo tendría
suerte si llegaba a medio metro de mí en absoluto.

—¿Puedes cocinar? —pregunté con una sorpresa exagerada, ignorando su


último comentario. Virar fuera de curso era mi manera de suplicar una
demencia temporal más temprana, con suerte, lo conseguiría—. Quiero
decir, sé que una vez te ofreciste para prepararme la cena, pero seriamente
pensé que estabas bromeando.

Aquellos labios, mmm, aquellos labios pecadores hicieron pucheros


brevemente, con el único propósito de volverme loca, sin duda. Se encogió.

—No, no bromeaba. ¿Tienes hambre?

—Muero de hambre. —Aunque no exactamente por comida.

—Muy bien, entonces.

El interior de la casa era blanco, inmaculado, como nieve virgen. Blancos


pisos de roble pulido, muebles elegantes y caros, grandes pinturas en las
paredes, cortinas espumosas, era increíble.

—Eh... bueno, ¿no tienes miedo de que tus inquilinos la arruinen? ¡El
lugar es increíble!
73
—Soy cuidadoso con la gente que la alquila. Por lo general, vienen
recomendados por los anteriores, y también cobro un depósito de
seguridad al principio. Ellos pagan la factura de todo lo que se destruyó.

Lo seguí hacia la espaciosa cocina. Había grandes ventanas en tres lados y


un par de puertas francesas que daba a un pequeño patio. La luz del sol se
vertía de una forma exuberante; de hecho, era tan brillante y alegre que
me encantó a primera vista. Los gabinetes blancos tenían té verde en la
parte superior, haciendo juego con las cortinas, las cuales eran tan finas,
que parecían casi transparentes. Unos altos taburetes redondearon la isla
central y se veían elegantes pero cómodos. Me dejé caer en uno.

—No lo entiendo. ¿Cómo puedes ser dueño de todo esto? No eres más que
un… niño. —De inmediato me estremecí en mi pobre elección de palabras.

Dando la vuelta del abierto refrigerador doble, el contenido que estaba


inspeccionando, me miró divertido. —Menor emancipado. Digamos que mi
situación financiera es la menor de mis preocupaciones.

Demasiadas preguntas igual a cosas malas, me recordé, cosas realmente


malas. Así que tomé nota, hice una nota mental, y entonces... me moví
inmediatamente a la siguiente pregunta. ¿La curiosidad no es la peor cosa
en la vida?

—Entonces, ¿por qué trabajas en el garaje de Dave? Puesto que no


necesitas dinero...

Su nariz se enterró dentro del refrigerador, y contestó: —Lo disfruto. Soy


bueno en eso también. —Hizo una pausa—. Desmontar un motor y luego
armarlo de nuevo es un trabajo meticuloso, y cuando mis dedos están
ocupados arreglando, mi control sobre el paso del tiempo es diferente de
alguna manera. Me hace sentir... no lo sé, como si fuera parte del mundo.
Como si el tiempo fluyera a través de mis dedos y a través de mí, también.

Desde luego, eso no me dice mucho. Pero antes de que pudiera pedir una
explicación, él ya había apilado un cartón de huevos, tocino, queso
cheddar, cebolla, pimientos y otros dulces crudos en la brillante superficie
de la isla, y estaba preguntando: —¿Música? ¿Soda?

—Um... seguro.
74
Una alegre canción pop llenó la sala y un vaso de Coca-Cola helada cayó
delante de mí, poco tiempo después. Tomé un sorbo de mi refresco y me
enfoqué en retener las toneladas de preguntas que quemaban mi garganta.

Durante un tiempo, efectivamente funcionó.


75

Capítulo 8
Traducido por Carmen170796 (SOS) y Niii

Corregido por Maia8

C
ocinar con Ryder era la maldita cosa más linda en el mundo. La
más natural, también, lo cual era un poco raro. Había tenido un
año para acostumbrarme a leer con Ryder, bromear con Ryder,
fulminar o mirar con la boca abierta a Ryder; ya no estaba atolondrada por
esto. El dulce Ryder, incluso el Ryder triste, todo era bueno. ¿Pero él en la
cocina? ¿Cocinando? Debió haber sido al menos un poco inusual. No lo
fue. Mis ojos lo siguieron con atención, dándose cuenta de la manera fácil
con la que se movía, la agilidad de sus delicados dedos, el calmado estilo
con el que maniobraba comida y utensilios por igual. Y en algún lugar en
medio de esa ostentación desvergonzada de magnificencia activa me di
cuenta de que esto era tan familiar que casi se sentía como un recuerdo.
Él había cocinado para mí antes, podía haber jurado que lo había hecho.

—Estoy teniendo una extraña sensación de deja vu —admití en voz baja


con dedos agarrando demasiado fuerte el vaso medio vacío en frente mío.

De espaldas a mí, Ryder se congeló. Sus hombros parecían volverse aún


más anchos con la tensión endureciéndolos. Incluso la dichosa luz solar
que llegó a tocar afortunadamente la suavidad de su cabello paró de
brillar. Ni la parte más diminuta de él se movió.

—¿Qué tipo de sensación? —Éste, sin dar vuelta. No hay ninguna razón
para echarse atrás ahora. Tenía la oportunidad de callarme y disfrutar el
momento y lo arruiné.

—Como si tal vez ya hubiéramos hecho esto antes. Excepto que pienso que
recordaría si ya cocinaste para mí.

—¿Eso te asusta? —Su voz era tan suave que apenas descifré la pregunta,
pero atestar tanto sentimiento, me dejó sin aire. Me reveló exactamente
cuánto le importaba mi respuesta. ¿Cómo le podía importar tanto?
76
Eso no era importante, sin embargo. Qué importaba se reduce a mis
palabras, capaces de herirlo, algo que tenía que asegurarme que no
sucediera porque un Ryder herido, especialmente por mí, no era alguien
que alguna vez quisiera conocer.

—No —negué firmemente. Escogiendo mis palabras con cuidado, agregue


tímidamente—. Se siente, no lo sé… como si estuviera en casa o algo.

Un largo jadeo contenido se precipitó en su boca, tan chillón que lo


debieron haber oído allá en la casa de Rosemound. Ahora estaba
respirando de nuevo, aunque aún no me miraba. No presioné. La luz solar
reanudó su jugueteo en su grueso cabello. Mis dedos se desenroscaron del
vaso. El mundo se sintió de vuelta en su lugar y respire con alivio.

—Bien —dijo finalmente, con tono grave, calmadamente—. Eso está bien.

Pero no me calmé hasta después de que volvió a preparar la comida. Y aun


después una parte de mí simplemente no se tranquilizaría. Esto era una
locura, con L mayúscula. Raro. Maravilloso. En cierto modo inquietante.
Irreal. Imponente. Y estaba completamente consumida por la necesidad de
darle sentido. A él. No me malentiendan, puedo apreciar algo de misterio e
imaginar que algunas veces puede ser un verdadero atractivo, sin saber
cada último detalle de un chico. Excepto que “Algún misterio” difícilmente
se aplica ya. Había confesado vivir en Rosemund para estar cerca de mí.
¿Y cómo hizo para hacerse cargo de sus gastos un año entero
aparentemente sin advertírmelo? Sin mencionar la cosa del deja vu y su
reacción hacia él. Mi cabeza estaba repleta.

—Así, ¿es este tipo de música la que usualmente escuchas? —pregunté


finalmente, temerosa de que a menos de que empezara a hablar entrara en
crisis.

Volteó la dorada tortilla en una hábil maniobra.

Después el mundo se alejó y todo lo que permaneció fueron sus ojos


sentimentales. Estaba ahogándome en plateados y lavandas tanques de
suave terciopelo. Era suficiente para… espera, ¿cuál era mi nombre, otra
vez?

—Quieres jugar a veinte preguntas.


77
No estaba preguntando. Era una afirmación, una que pronunció con un
suspiro. Al menos no se había detenido a respirar esta vez. Pensé que ese
era un signo realmente bueno.

—Está bien, entonces. Adelante

¡Oh hombre! Mi garganta repentinamente estaba más angosta que una


pajilla, ¿Por dónde debo empezar? ¿Era seguro preguntar cualquier cosa
que sea? ¿Cómo evitar el tartamudeo?

—¿Cuál es tu color favorito? —empecé, cautelosa de pisar algunos de sus


dedos del pie.

Sacudió su cabeza, sonriendo.

—Rojo. El color de tu pelo, en realidad. ¿Cuál es el tuyo? Espera, lo tengo.


¿Podría ser verde?

Forcé a mi boca a hablar sobre mi estruendoso pulso. Estaba burlándose


de mí, tenía que ser. Podía ser agradable sobre eso, ¿verdad?

—Suposición afortunada. ¿Libro favorito?

Puso la tortilla en el plato con una suave sonrisa en sus labios.

—Imposible optar por uno sólo para siempre. Para mí eso sólo funciona
con las chicas —enfatizó eso con una mirada significativa en mi dirección y
mi corazón demostró mi fuerte reacción—. Ahora me gusta realmente Qué
sueños pueden venir de Richard Mathoson.

—Nunca lo he escuchado. ¿De qué trata?

Por unos pocos momentos pareció pensativo, como si estuviera luchando


para que se le ocurriera una respuesta lo suficiente buena. Después,
volviendo a dividir la tortilla a la mitad, simplemente dijo: —Amor.

—¡Oh!

—El tuyo es Tristan e Isolda, ¿verdad? Probablemente la versión de Bédier


dado que es una buena lectura y se mantiene parecida a la leyenda. La
mejor historia de amantes con mala suerte jamás contada, ¿huh?

¿Lo había mencionado en clase?


78
—Era la primera, por supuesto —dije—. Antes de Guinevere y Lancelot,
antes de Romeo y Julieta.

—¿Qué hay de Paris y Helena?

—Bueno, técnicamente la Guerra Troyana ocurrió primero, pero nunca


favoreció a la mitología griega. Cosas opuestas. Quiero decir, Paris y
Helena están juntos sólo lo suficiente para causar la guerra, pero después,
cuando él muere, debido a la extraña costumbre Levirate, ella se casa con
su hermano Deïphobus. Después está la reconciliación entera con
Menelao, quien era en realidad su esposo legal desde el principio. No lo
sé… en cierto modo supone un giro negativo en el amor entre Paris y ella.
Como que lo corrompe, ¿sabes?

Sonríe.

—Considerando que Tristan muere con su nombre en sus labios e Isolda


pronto lo sigue porque ella simplemente está afligida por su muerte. Hmm,
un poco morboso cuando piensas en eso, ¿No estás de acuerdo? —se burló
de mí, una ceja arqueándose.

—Tal vez, pero también indudable. Inocente. Sin mencionar que, lo hizo
interesado por la poción de amor que lo empieza todo. Siempre me he
preguntado que llevaría —mascullé, más para mí misma.

Pero en respuesta, me examinó con una cara tan seria, mi humor reflexivo
se transformó instantáneamente en un completo estado de alerta.

—Pero no lo harías —dijo calmadamente—. Juntar personas a través de


magia va contra tus expectativas de fiabilidad e inocencia. Quieres algo
puro, como debe ser. No hay otra alternativa.

El aire se solidificó y aglomeró en la parte posterior de mi garganta como


trozos de roca. Por un lado, me hizo deliberadamente feliz que él pudiera
ver tan profundo dentro de mí, y por otro el otro lado, me daba pavor saber
que él no debía ser capaz de eso.

Hubo silencio y después un plato lleno de comida fue gentilmente


empujado en frente de mí. Seguido por una pregunta, que hizo en el tono
más casual.

—¿Puedo alimentarte?
79
¿Alguna vez han tenido uno de esos momentos cuando el mundo alrededor
de ti baja la velocidad hasta casi una pausa completa? ¿Cuándo el tiempo
se siente plegable e insignificante, y no hay nada, nada con la excepción de
la persona en frente tuyo, que parezca real y se explique por sí mismo ya?

¿Cielos, cómo hacía eso?

Un asentimiento fue todo lo que pude manejar como manera de responder.


En medio de mi pecho, resonando como un millar de tambores africanos,
mi pulso se aceleró, subiendo a la parte posterior de mi garganta y con
sabor a frutas confitadas amargas, a miedo y necesidad. Su asiento, al
lado del mío, dispuso nuestras rodillas tan cerca que casi se tocaban. De
ninguna manera podía ahora recordar como masticar y tragar.

Pero una vez que él empujó el primer bocado dentro de mi boca, un trozo
de tortilla picante con tajadas de tomate fresco y pepinos, algo cambió y
repentinamente estaba famélica. La manera en que sus ojos se aferraban a
mis labios, en un intento de memorizar cada última curva, me hizo querer
comer hasta que el planeta entero se quedara sin comida. Justamente así
yo pude observarlo mirándome hacerlo.

Porque nunca había habido cualquier cosa más sensual. Íntima. Sin poner
un dedo sobre mí, sin decir una palabra, él hacia cosas dentro de mí que
me tensaban, flexionaba, y me iniciaban en un suave canturreo. Mi cuerpo
cantó por él.

Así que así es como se siente el amor, me maravillé, y a pesar de todos mis
esfuerzos no pude ser frívola al respecto. Demasiada magia estaba
sucediendo entre nosotros. Por primera vez en mi vida, la sentí
aumentando y permanecí observándola con asombro, por primera vez
desde el marco y no siendo la raíz de la misma.

Por primera vez en toda mi vida, no era yo quien estaba realizando el


hechizo; era la hechizada. No quería hablar, ni cambiar nada, por miedo a
interrumpir lo que fuera que estuviera ocurriendo.

—¡Por favor, pregúntame algo más! —casi me rogó, apresurado, como si


tuviera miedo de quedarse sin tiempo de algún modo.

Pero me estanqué, todavía temerosa de cruzar esa línea. Mordisqueando


mi comida lentamente, dejé mis ojos vagar sobre los ángulos y los planos
de su rostro, teniendo cuidado de evitar su boca, la plenitud tentadora que
80
seguía volviéndome loca con visiones de besarlo. Aun así, en algún lugar
en medio de eso, llegó la gran pregunta.

—¿Quién eres?

Los remolinos en sus ojos evocaron imágenes de nubes de tormenta otra


vez. Parecía herido y mordí mi labio, odiar el no entender y desearlo tanto,
quemaba.

—Sabes quién soy —respondió finalmente, dejando escapar un pesado


suspiro—. Ya sabes, William Kingscott.

—¿William?

—Sí, Ryder es una especie de sobrenombre.

—¡Oh!

Seguía insistiendo en que lo conocía, cuando en realidad ni siquiera


conocía su verdadero nombre.

—¿Qué soy para ti?

En lugar de responder, picó su comida, mirando distraídamente por la


ventana, hacia algún lugar en la distancia. Hizo eso por un largo rato,
mientras yo observaba y esperaba. La necesidad de morder mis uñas hasta
que sangraran se estaba volviendo aterradoramente difícil de controlar.
Después de un largo rato se puso de pie lentamente, recogiendo nuestros
platos vacíos, con cuidado de evitar mis ojos.

Claramente, no tenía ninguna intención de responderme.

—¿Qué soy para ti? —repetí, y la irritación convirtió mi voz en un gruñido.

Genial, ahora estaba gruñendo.

Pero funcionó. Se detuvo en seco, perforándome con sus ojos como dos
agujeros negros de desesperación. Mi corazón se rompió. ¿Yo había hecho
eso?

—Todo.

La palabra fue sólo un suspiro, como si el simple hecho de vociferarlo


fuera demasiado que soportar. Con los hombros caídos, y pasos rígidos,
81
avanzó hasta el fregadero para lidiar con la pequeña pila de platos sucios.
Mis ojos se quedaron en él, pero no registraron nada durante un rato.
¿Esto realmente estaba ocurriendo? ¿Acababa de decirme Ryder Kingscott
que yo era todo para él? ¿Qué demonios había en esa tortilla?

Cuando mi cabeza se calmó y algunas sensaciones básicas regresaron a


mis músculos “congelados en el lugar”, aturdida, me acerqué al lugar
donde se encontraba. Sus ojos permanecieron clavados en los míos, lo que
por supuesto hizo incluso más difícil producir cualquier cosa parecida a la
voz humana.

—No puedes decirme algo como eso y luego no decir nada más.

Con los brazos colgando junto a su cuerpo, me miró con cansancio.

—¿Más? No hay nada más, Lily. Tú eres… tú. Mi tormento, mi alivio, mi


maldición, mi bendición. Mi carcelera y mi libertad. Mi… todo.

Pensarías que no hay forma de decir algo como eso de forma plana, como
un jodido extraterrestre del planeta Vulcano, pero Ryder lo hizo. El
destacamento me fastidió; sus palabras decían una cosa, su actitud, otra,
y ninguna de ellas tenía sentido.

Él estaba ocupado manejando una máquina de capuchino de moda que


tenía tantos pequeños botones, mini-palancas e interruptores que me
hubiera tomado horas operarla. Me acerqué más, intencionalmente
invadiendo su espacio personal. Mi pecho casi tocaba su espalda.

—¡No es suficiente! —dije, con suficiente sentimiento para que mi pecho


doliera.

Tentativamente, con dedos inestables, toqué su espalda y casi salté de


sorpresa justo después, cuando, más rápido que un animal salvaje, se giró
y me atrapó entre sus brazos. Me estaba aplastando contra él tan fuerte,
que mi pobre corazón estaba listo para entrar en taquicardia. Su cara
enterrada en el hueco de mi cuello y respiraba profundamente,
desesperadamente, como un hombre que se está ahogando y lucha por
aire. Pero no era aire lo que él quería, era… a mí.

La consciencia de ello eliminó todo el aire que me quedaba.


82
Sus dedos se enredaron a través de mi cabello, tirando de él hacia atrás y
desnudando mi cuello, y sus labios siguieron su curva, tocándome a penas
tímidamente.

—Bebé, no quiero hablar —murmuró.

Sus dientes se envolvieron alrededor del lóbulo de mi oreja y lo mordió,


rápido y delicado. Mis rodillas se doblaron y estuve agradecida de que sus
brazos me estuvieran sujetando tan firmemente. Y ese sonido… ¿realmente
fui yo quien dejó escapar ese gemido? Su boca se movió a lo largo de mi
cuello, no exactamente tocándolo, pero lo suficientemente cerca para poder
decir que él estaba sonriendo.

—Y dada la elección, me gustaría respirarte. Y sentirte, —Su mejilla


acarició la mía lentamente—, y saborearte.

Su lengua trazó un arco siguiendo la comisura de mi boca. Era algo suave


pero punzante, y aunque no me desmayé por ello, el torbellino de
deliciosas sensaciones y de las cosas derritiéndose en mi interior era tan…
bueno, delicioso, que para el momento en que me recuperé, su boca estaba
muy lejos de la mía.

Él estaba retrocediendo y entré en pánico, aferrando sus brazos


desesperadamente.

—Por favor —gemí, sonando como un cachorrito mojado pidiendo refugio


en medio de una tormenta.

Totalmente indigno, lo admito, pero por otro lado, ni toda la dignidad del
mundo podía darme lo que deseaba, que era que él me besara. Si no lo
hacía, mi cuerpo entraría en shock, sin lugar a dudas. Kaput. Acabado.

Sus ojos ardían; era como observar fundirse a la plata, convirtiéndose en


líquido, incandescente. Su expresión me recordaba a La Mona Lisa y su
enigmática sonrisa. Pero bajo ella, bajo lo que aún no entendía, había
fuego. Haciéndolo arder tan furiosamente como lo hacía yo.

—¡Por favor! —repetí, con más urgencia, agarrando la camiseta que se


estrechaba sobre su amplio pecho, con los puños cerrados.

Sonrió —¡sonrió!— y leí millones de cosas en esa sonrisa: deseo,


engreimiento, dolor, alegría, desesperación, duda, alivio, triunfo. Sus
83
manos se aferraron a mi cintura y luego yo estaba flotando hacia atrás, el
mundo disolviéndose a mí alrededor como las pelusas de un diente de león
siendo arrastradas por el viento.

Cuando una superficie se volvió sólida debajo de mí, su frente tocó la mía
y sus manos se deslizaron bajo mi camiseta, las puntas de sus dedos
revoloteando sobre mi piel como las alas de una mariposa. Como plumas
que hacían que cada célula de mi cuerpo temblara y cantara.

Mi cuerpo cantó para él otra vez.

Labios suaves encontraron los míos, picantes y malvados, como un pecado


bañado en crema de menta. Dedos se clavaron en mi piel desnuda
mientras su lengua se deslizaba sobre la mía, degustando. Detrás de mis
párpados cerrados las estrellas estallaron en llamas de colores. Sonidos
que no sabía que fuera capaz de hacer fluyeron desde mi pecho y se
fundieron en sus labios. Mi mundo se contrajo y luego explotó en pedazos
y piezas que ya no encajaban.

Todo cambió.

Y mi alma cantó para él, también.


84

Capítulo 9
Traducido por Caamille y Kernel

Corregido por Maia8

—E
l mundo se sacudió cuando nos tocamos —suspiró cerca
de mi oído, todavía sosteniéndome cerca.

Buscar una forma de regresar a mí era como despertar


después de 24 horas de sueño. Cosas vinieron a mí como olas. Mis labios
cosquilleaban y se sentían hinchados. Estaba sentada en la isla de la
cocina. Mis brazos temblaban. Tensé mi agarre alrededor de su cuello, feliz
de encontrar que su cuerpo no era firme como una roca, tampoco. Por
alguna razón, saber que no eran sólo mis músculos los que tenían
consistencia de gelatina se sentía perversamente gratificante. Sus brazos,
aún sujetos a mi alrededor, estaban ahora encima y no debajo de mi
camisa. Los evidentes vacíos en mi memoria me hacían pensar en
encuentros con ovnis, porque de alguna forma realmente había sido
abducida, aunque no por pequeños hombres grises. Pero el beso me robó
de mí misma. ¡Wow! no se acerca a cubrirlo.

Con mi cabeza descansando en su pecho, dejé salir un suspiro, un eco del


sonido que hacía Raisin cuando era cálido y confortante. Uh-uh, síp…
estaba ronroneando.

Me reí.

—Me hiciste ronronear.

—¿Qué, no lo sabías? Las chicas siempre ronronean por mí.

Golpeé su pecho con mi cabeza, gustándome la recién descubierta


familiaridad, pero esperando que él estuviera bromeando.

—Si estás tan seguro de ti mismo, entonces ¿por qué tardaste una
eternidad en invitarme a salir?
85
Sus brazos se movieron una vez más cerca de mí, antes de caer como
miembros de una muñeca de trapo. Sin realmente quererlo, pero ahora
nerviosa, separé mis brazos de alrededor de su cuello. No perdió el tiempo
en alejarse, lo que sólo me preocupó más.

—A veces menos en realidad es más —dijo simplemente. Obviamente


estaba hablando Mandarín, decidí. Eso o el beso había destrozado mi
cerebro al punto donde el inglés realmente sonaba como Mandarín.

—¿A qué te refieres?

Su expresión era tan irritantemente cautelosa, que tuve el impulso de


saltar del mostrador y zarandearlo hasta que su inexpresiva máscara se
rompiera. Lentamente se alejó, más y más lejos, hasta que estuvo apoyado
en los gabinetes. Me pregunté cuán lejos habría ido si no fuera por los
gabinetes. ¿Bangladés15? ¿Bulgaria16?

—Detente —me instó suavemente, sus ojos pegados al piso.

—Er… ¿qué?

—Para de actuar como si pudieras ver el sentido ahí donde no lo hay. No


pierdas nuestro tiempo en preguntas que sabes que no puedes responder.

¿Pero no fue él el único quien quiso preguntar?

—Podría ser bueno entender al menos algo de lo que está pasando.

—¿Bueno? —Hizo un vago y desinteresado encogimiento de hombros—.


Seguro, pero ¿en realidad es necesario? ¿No puedes simplemente disfrutar
de esto? —Señaló de él hacía mí y viceversa—. ¿De nosotros?

Me mordí el labio para contener un gemido.

—Déjame preguntarte algo —dijo, con una perezosa sonrisa que


instantáneamente confundió mi gran irritación—. ¿Quién eres?
15Bangladés: Oficialmente República Popular de Bangladés, es un país ubicado en el sur
de Asia. Su territorio se encuentra rodeado casi por completo por la India.
16Bulgaria: Oficialmente, la República de Bulgaria, es un país del sur de Europa. Limita
con Rumania al norte (separados en gran parte por el Danubio), Serbia y la República de
Macedonia al oeste y con Grecia y Turquía al sur. El mar Negro se encuentra ubicado al
este del país.
86
—¿Eh?

—¿Sabes quién eres?

Habló de forma constante, consciente de cada sílaba, como si yo fuera un


niño. Yo, como la sofisticada joven que no era, reaccioné con una extraña e
infantil risita.

—Por supuesto que lo sé. Soy Lily Cr…

—¡No, no, no!

Todavía desfilando esa vergonzosa y sexy sonrisa, paseó de nuevo por el


piso. Sin prisa. Dándole tiempo a mi cuerpo para la tensa anticipación.
Burlándose. Matándome.

Hizo una pausa delante de mí, relamiéndose los labios. Sus ojos cayeron a
mis piernas, que todavía estaban entrelazadas, poniendo una barrera
entre nosotros. Mis rodillas empujaron sus muslos.

—Tú crees que eres la chica pienso-luego-existo.

Su persistente mirada en mis piernas se sentía como una caricia, y cuando


sus dedos en realidad tocaron mis rodillas, me quedé sin aliento. No podía
oír ninguna palabra de lo estaba diciendo, no podía ni siquiera mirar su
cara. ¡Sus manos! Mi mundo entero estaba limitado a sus manos.
Tocándome. Gráciles dedos ahuecando mis rodillas.

—Cuando en efecto eres la chica puedo-cambiar-el-mundo-con-mover-mi-


nariz, luego-existo. La instintiva, única-en-su-tipo, siempre-sintonizada
chica.

Delicadamente, lentamente, sus manos se deslizaron entre mis


temblorosas rodillas y las movió hacía arriba, sus pulgares trazando el
interior de mis muslos. Incluso a través de mis jeans se sentía como fuego.

—Tú no eres de razones, Lily, eres toda instinto, ¿por qué no dejas que te
guíe para variar?

Un ligero tirón y mis piernas estaban separadas, su cuerpo se desliza entre


ellas como el mercurio en un termómetro. Mis caderas encajaban en su
dulce, dulce perfección. Cerca, tan cerca, que podía sentir la hebilla de su
cinturón presionando contra mi ombligo. Mis manos se levantaron para
87
descansar en su pecho, estaba dividida entre querer agarrar un puñado de
su camiseta y jalarlo hacía mí o empujarlo. Estar tan cerca de él que me
quemaba viva. No recordaba nada. No sabía nada. No me importaba nada
excepto él. Su piel y su aroma a pino. Sus manos. El calor entre nosotros.

Una mano se movió bajo la parte baja de mi espalda, la otra ahuecada en


mi cara. Había risa en sus ojos, con un toque de diversión y asombro, pero
no podía parar de pensar en lo que significaba. No cuando su respiración
quemaba contra mis labios. No mientras el mundo giraba en círculos
multicolores otra vez.

—Cierra tus ojos —dijo, bajo y suave—. Mira dentro de ti y no pienses por
un segundo, sólo… dime, ¿cómo te sentiste cuando te besé?

Mis ojos se cerraron, no tanto por lo que había preguntado, sino porque
me estaba mareando. La mano en mi espalda dio un suave empujón y un
suave sonido acelerado pasó por mis labios. Mi cara se calienta a un
millón de grados. Su pulgar como una pluma pasó a través de mi labio
inferior, trazando suavemente una línea.

—Aquí, déjame que te lo recuerde —susurró.

Sus dientes su hundieron en mi labio, pronto reemplazados por sus


suaves labios que los succionaron suavemente. Muy despacio, estaba
besándome tan despacio… delicadamente. Adentro y alrededor de mí, en
todas partes, moviéndose más cerca todavía, eliminando cualquier rastro
de la realidad. Perdí el camino de todo.

Dientes mordieron, labios tranquilizaron.

Me convertí en ceniza.

—Ahí —susurró en mi oído—. ¿Cómo te sentiste?

Igual de lejos podría decir, que mi cerebro, ahora estaba totalmente fuera
de servicio, no tenía absolutamente nada que ver con la palabra que salió
de mis toscos labios.

—Intacta.

Hice una mueca, dándome cuenta lo extraño que debe haber sonado. Pero
era verdad. Su toque arregló algo dentro de mí. Una abolladura en mi
alma. Una grieta en mi corazón. Me hizo maravillosamente desvergonzada
88
de ser una tonta con magia-sin-limites por una vez. Me hizo feliz ser yo
porque, imperfecta como era, encajé, perfectamente.

Cuando mis ojos se abrieron, no necesité un espejo para saber cómo me


veía. Confundida. Alarmada. Feliz. Borracha de “nosotros”. No había punto
en tratar de pretender lo contrario; dejé todo el show.

—Intacta… una hermosa manera de ponerlo. Tan cierto —susurró—. Lily,


puedes hacer un millón de preguntas, un millón de preguntas que no
puedo responderte. Pero incluso si pudiera, mis palabras, todas mis
palabras, serían poco. Las palabras no pueden arreglar lo que está roto
dentro de ti. Ellas no pueden hacértelo todo.

Desde que estaba completamente muda, sin aliento, sólo podía mirarlo
fijamente con mi boca congelada en una silenciosa O, mientras él siguió
suplicando suavemente.

—He esperado un largo tiempo para estar contigo… y estamos bien juntos,
Lily. ¿Por qué perder el tiempo en entender por qué es esto?

Mi estómago se sentía anudado acerca de hablar. Las mismísimas


respuestas que me moría por obtener también espantaban cada pequeña
luz dentro de mí. Porque, al final, ¡pude besarlo! ¡Él pensó que el mundo se
sacudió cuando nos tocamos! Y… conocía mi corazón. Le importaba.

La última cosa que quería era un lío con lo que sea que estaba pasando
entre nosotros.

Así que lo dejé.

—Supongo que tienes razón.

Pero curiosamente, el animal insaciable, me dio un codazo hacia delante


de nuevo.

—Cuando dices que esperaste un largo tiempo, exactamente ¿cuánto


tiempo es, en este caso?

Gimió.

—¿Ves? No puedes sólo dejar las cosas como están.


89
La forma en que se alejó me recordó a las tortugas y a las conchas. Había
algo muy triste y vulnerable con eso.

—¿Alguna vez oíste del efecto del observador, Lily? Es lo que llaman
reactividad en psicología: personas que alteran su comportamiento cuando
saben que están siendo observados. ¿Alguna vez has oído de ello?

—Un poco. La simple observación de un fenómeno que cambia, o algo


como eso.

Asintió.

—Déjame ponerlo de esta manera. Me encanta estar contigo, pero consigo


más manteniendo distancia. Consigo más mirándote cuando tú no sabes
que lo estoy haciendo.

—No lo entiendo. —El eufemismo del siglo.

—Eso es. Eres en realidad grande en entendimiento. Grande en


cuestionamiento y en forzar el camino a la verdad. Te va a comer ahora, no
saber por qué las cosas son de esta manera entre nosotros.

—No me puedes culpar por esto, quiero decir…

—Tengo esta teoría —interrumpió—. En cada vida hay un gran suceso,


¿cierto? Y determina quienes somos. Un acontecimiento que básicamente
decide todo acerca de nuestras vidas. El resto, lo que sea que pase antes y
después, son sólo ondas en movimiento desde y hasta ese momento en el
tiempo. Subproductos. Y no importa lo que hagan, no importa que tan
duro intenten, lo mejor que pueden hacer es influir en una o más de las
ondas. Pero nunca el evento principal. ¿Eso tiene algún sentido para ti?

Asentí con duda.

—Un poco.

—Esperé un año antes de pedirte a salir —añadió, y mi cara cayó—,


porque me encantaba ver esas ondas en tu vida, mientras eran puros, no
influenciados por mí. Porque sin mí en tu vida, eres una persona diferente.
Tu propia persona. Más feliz. Y tenía que ver eso. Verte reír y llorar, y ser
valiente, y convertirte en la chica increíble que eres, tenía que ver y
recordar todo: Lily Crane, 2010, Rosemound, Michigan. Pero en su mayor
parte, esperé tanto tiempo por tu propio bien, Lily. Porque no puedo estar
90
contigo sin tener que volver y tratar de cambiar ese suceso principal. Aun
a sabiendas de que no se pueda hacer, todavía estoy obligado a intentarlo,
como tú lo harás, también, conmigo. Pero vamos a fallar. Lo peor de todo,
una vez que me dejes, mi corazón va a necesitar mucho más que un siglo
para recuperarse. Excepto que el tiempo nunca está de nuestro lado. Lo
que estoy tratando de decir es que no deberías lamentar lo mucho que
esperé. Confía en mí, cuanto más cerca estemos, más doloroso será. Para
ti y para mí ambas cosas.

Sólo de una cosa estaba todavía segura, y tenía que ver con que mi boca se
negara a cerrarse. Y, sí, mirándolo a él con la boca abierta, básicamente
pintó “idiota” en mi frente, pero al menos lo entendí. Podría procesarlo. El
resto era borroso, sólo salvaje, como aguas turbias barriéndome lejos. No
sabía si reír o llorar, poner mis brazos alrededor de él o correr.

—Está bien —pronuncié, una vez que pude formular palabras de nuevo—.
En primer lugar, si crees que vas a vivir para ver ciento diecisiete años, te
vas a llevar un chasco. A menos que te mudes a Japón. He leído acerca de
un pueblo de pescadores donde la gente tiene una esperanza de vida muy
larga. ¿Estás pensando en mudarte a Japón?

Sólo me miró como si me hubieran brotado cuernos. Al igual que mi


parloteo irrelevante, no era su culpa. Su pequeño discurso había frito la
mayor parte de mis neuronas a cenizas.

De todos modos, tomé a su falta de respuesta como un no.

—No lo creo. Por lo tanto, esa es una. Dos, no estoy pensando en ir a


ningún lado. ¿Por qué siquiera pensar en eso? ¿Por qué iba a querer
romper?

—No lo entiendes.

—Tres —le interrumpí, hablando incesantemente—, no sé lo que sucedió


en el pasado, pero no hay nada escrito en piedra. Si me dices cómo puedo
ayud…

—¡No te puedo decir! —argumentó, moviendo los brazos hacia arriba en


exasperación—. La cosa es que: ¡yo nunca te lo podré decir!

¡Hmm! Un acertijo. Esto era todo un acertijo muy complejo, concluí, todo lo
que salió de su boca, hasta la última palabra. Por lo que era sólo cuestión
91
de resolverlo. Decodificando a Ryder; un tipo reservado, misterioso, y,
seamos sinceros, un poco raro este Ryder Kingscott. Claro, decodificarlo
sería sencillo. ¿A quién engañaba?

—¿Hay alguna posibilidad de que pudieras mencionar algo? —Dibujé


lentos círculos en el aire.

—¿Hay alguna posibilidad de que pudieras dejar de molestarme con ello?

¡Oh, genial! Creyó que era divertido.

—No es justo.

—Lo mismo.

Nos miramos el uno al otro en silencio por unos momentos.

—Por lo tanto, vamos a ver si lo entiendo. Esperaste un año para invitarme


a salir. Y viniste a Rosemound hace aproximadamente un año. Por lo
tanto, eso significa, ¿qué? ¿Que te mudaste aquí por mí?

Su sonrisa maliciosa que envió volando mi corazón directo a mi estómago


era toda su respuesta. Me había estado agarrando a un clavo ardiendo, sin
creer que su llegada a Rosemound había tenido algo que ver conmigo.
¿Estaba equivocada? ¡Nah! Eso sería una locura, he intentado
tranquilizarme a mí misma. Excepto...

—¿Cómo podrías estarme vigilando todo el año? —le pregunté, sintiendo


mis ojos saltones, pero que no pudiéndolos controlar—. Creo que me
hubiera dado cuenta.

Su sonrisa se ensanchó.

—¿Qué quieres decir, ya que siempre me estabas mirando?

Empujé su pecho, mi cara ya en llamas.

—¡En tus sueños!

—Ahí, también.

¿Cómo puede alguien hacer eso? En un segundo estábamos bromeando


con soltura, y al siguiente, su sonrisa se convierte en algo completamente
92
distinto. Un pedazo de esa suave ternura, sin profundidad convirtió mis
huesos en flujo libre de líquido.

—Todas las noches, de hecho.

Debería haber sonado cursi, cuando dijo eso, si no fuera por toda la
honestidad desnuda en sus ojos. Y a la par con el resto de su expresión
adorable, que, de manera muy eficaz, me dejó sin aliento. Como si
intentara detener mi corazón por completo, procediendo a acariciar mi
mejilla, también, subiendo el calor en mi cara a, por ejemplo, miles de
grados.

Una sonrisa floreció de nuevo en sus ojos.

—Me encanta que me dejaras introducir esa ternura en ti. Siempre has
sido un soldado un poco difícil, pero en ese acto rápido en el que te pones
firme, eres mantequilla suave. Dulce como la miel. ¡Y puedo llegar hasta
allí! Hacer que esa ternura llegue. Estoy muy… honrado por ello.

Se detuvo, de repente, y entonces frunció el ceño.

—Realmente me arrepiento de que no te lo pidiera antes.

—¿Qué ha cambiado tu opinión? —le pregunté en voz baja.

Sólo hubo una pequeña duda.

—Por qué, Lily, eres sólo tan irresistible, bebé —Mi cabeza nadó en una
incredulidad enorme, y su respuesta fue la última gota de nitroglicerina
que hizo que todo hiciera boom. Lo había dicho en broma, con un destello
de corta duración que nunca llegó a sus ojos. Pero era mentira, los dos
sabíamos que lo era, y yo no podía aceptar eso.

—Ryder, ¿quién eres tú? —exploté, gruñendo de nuevo—. Quiero decir,


eres diferente, ¿como yo? Y nosotros... ¿Por qué siento como que ya me
conoces? ¿Cómo sabes tanto sobre mí? ¿Por qué te importa? Y no me des
ninguna charla enigmática, Ryder. ¡Necesito respuestas! Respuestas
reales. Y las necesito para que las cosas estén bien entre nosotros.

—¿Tienes alguna idea de lo que se siente al pasar toda la vida evitando el


contacto humano? ¡Soy como un loco hombre del saco en Rosemound! A
los niños pequeños les enseñaron: No dejes que Lily Crane te toque, ¡podría
robar tu alma! Si voy a la tienda de comestibles, todo el mundo evita el
93
pasillo en el que me encuentro. En la calle se alejan para asegurarse de
que nadie se choque conmigo por error.

Las primeras lágrimas se derramaron, quemando en su honestidad. Mis


manos, entrelazadas sobre mi regazo, se estremecieron. Maldita sea, ¡yo
parecía tan perdedora delante de él! Pero no podía parar.

—¡Y… te puedo tocar! Y cuando me tocas el mundo entero se desintegra.


Pero si no entiendo por qué sucede, si no hago las preguntas que no
quieres que te pregunte, ¿cómo puedo asegurarme de que no lo pierda?
¿Cómo puedo asegurarme de que no volverá a...? Y estoy totalmente
enloqueciendo, ¿no?

Sus fuertes brazos me sujetaron alrededor, cálidos y reales, muy parecidos


a mis lágrimas. Me abrazó con mucho cuidado, como si fuera preciosa
para él.

—Shh —me tranquilizó—. Dulce Lily... valiente, triste... triste Lily... mi


chica con el pelo de fuego y los ojos llenos de primavera... hermosa Lily...
mi niña...

Su voz, suave como el arrullo de un bebé susurró muchas cosas en mi


oído. Nunca me dejó ir, no importó lo duro que grité, no importó cómo me
agité. Y bonito, no lo era. Desde siempre fui fuerte, a prueba de lágrimas, y
cuando me rompí todas las compuertas se abrieron. Sin embargo, no me
dejó ir. Sólo me acunaba más, murmurando, “lo siento” una y otra vez.

—¡Por favor! Prométeme que no vas a desaparecer —le supliqué.

¿Desesperada? No hay duda, pero en ese momento pensé que no


importaba. Que había sido una malísima primera cita de todos modos, y si
no se había ido hasta ahora, lo más probable era que simplemente no se
iba a ninguna parte.

—¿Donde iba a...? Bebé, tú me posees, todo yo! Soy tuyo, para bien o para
mal.

Finalmente, una confirmación sin ambigüedades. Sólo con eso, con dos
frases, se limpió la herida. Unas pocas palabras y el mundo dejó de girar
asquerosamente, mi pulso lento y mis músculos crecieron sólidos. Unas
palabras de él y todo estaba bien otra vez. O, al menos, tan bien como
podría ser.
94
No me importaba demasiado lo agridulce, había aprendido hace mucho
tiempo a aceptar lo bueno y lo malo. Lo que estaba pasando entre nosotros
era más dulce que amargo de todos modos. ¿Preguntas? Claro, todavía
había miles de ellas, pero no, no pregunté. ¿Cuál era el punto? A Ryder no
le importaba que fuera un monstruo. Sentía algo por mí. Tocarlo no me
dejaba fuera de combate. Y sí, había algo raro, pero lidiaría con eso toda la
vida. Podría manejarlo. Siempre y cuando pudiera tenerlo, podría aprender
a vivir con el resto.

Trajo una manta y holgazaneamos en la playa, donde me dio de comer


rebanadas de naranja mientras me recostaba con los ojos cerrados en paz
con la mayoría de las cosas y haciendo caso omiso de los demás.
Impresionante como él era, añadió un poco de su juego perfecto. Se
trataba de juntar nuestros iPods, y una cantidad generosa de no hacer
nada más que compartir nuestras canciones favoritas con el otro. Se puso
un auricular, y yo el otro, y tocó una canción para mí, y luego nos
cambiamos a mi iPod, y así sucesivamente. Seguí su consejo y traté de
hacer caso omiso de todo, pero con el cielo sobre nosotros. Ver sólo el azul
sin nubes mientras escuchaba la música favorita de Ryder fue
impresionante. Era un gusto doble: relajarme y obtener más información
de mi siempre-tan-tentador-y-delicioso-novio. En serio, jamás lo habría
tomado como la clase de chico que escucha a Tchaikovsky. Mantuvimos
un poco de espacio entre nosotros, sólo tocando nuestras manos, por poco.

¿Y lo mejor todavía? ¡No era sólo yo! Cuando nos detuvimos en un cruce,
Ryder giró y gritó su emoción.

—Este es el material del que están hechos los sueños, ¿verdad?

Podría haber señalado que la cita estaba errónea. Todo el mundo elige la
famosa frase de Humphrey Bogart en The Maltese Falcon 17 , cuando las
palabras son en realidad “Estamos hechos de la misma materia que los
sueños” perteneciente al maestro Shakespeare, pero ¿sabes qué? Con todo
el respeto debido al movimiento de las mujeres, lo cierto es que, en raras
ocasiones, el silencio la mejor garantía de una chica.

Así que me limité a sonreír en su lugar.

17The Maltese Falcon: El halcón maltés es una película estadounidense de 1941, dirigida
por John Huston, basada en la novela del mismo nombre de Dashiell Hammett.
95

Capítulo 10
Traducido por xAVEr y daianandrea

Corregido por Maia8

A
partir de ahí, salté de alegría a causa de lo que J definió como “la
época dorada de mi adolescencia”. Pero ese era el estilo de J, un
tanto exagerado en realidad, a veces bueno y a veces malo. El lado
bueno, ¿acaso necesito nombrarlo? Un novio sexi, pegado a mi brazo como
pegamento, prácticamente cada segundo de mi vida diurna. ¿Y lo mejor?
Que no importaba cuanto tiempo pasáramos juntos, nunca era suficiente
para ninguno de los dos. ¿Lo malo? En general, todo lo que no se decía
entre nosotros. Todo ese sigilo, siempre decidiendo que temas podíamos
tocar. Aceptando que me mantenía cosas ocultas. Vivir con el miedo del
misticismo que rodeaba esos secretos. Aterrada de despertar un día y
encontrar que todo había terminado.

Por lo que, no era un lecho de rosas, pero valía la pena.

Hablando de cosas incómodas ¿Lily Crane saliendo con Ryder Kingscott?


Ni el presidente de los Estados Unidos visitando sorpresivamente a
Rosemound hubiese causado tanto alboroto. La escuela era un hervidero
de rumores, de hecho, toda la ciudad parecía haber adquirido un molesto
interés en ello. Los rumores se extendieron como ondas de radio. ¿Había
perdido mi toque mágico? ¿Acaso Ryder era inmune de alguna forma? Si lo
era, ¿se debía a que era un extraterrestre? ¿Un santo? ¿Cubierto de un
delgado pero invisible campo de protección? ¿Estábamos juntos? ¿Iba a
casarse conmigo? ¿Íbamos a fugarnos?

Un día, mientras recogía aspirinas para mamá en la farmacia, la amable y


anciana señora Burns, nuestra farmacéutica puso un paquete de
condones en mi mano, con guiño de complicidad.

—Estos brillan en la oscuridad —susurró.


96
Viniendo de una abuela de 65 años de edad no era una broma, era una
pesadilla.

Luego, el día sábado, se solicitó formalmente la presencia de Ryder en la


casa Crane para una cena familiar. Negarse no era una opción. Él llegó a
las siete en punto, vestía pantalones en vez de sus vaqueros y una camisa
abotonada en lugar de su atuendo de siempre. No solo lucía bien, sino que
también fue lo suficientemente inteligente como para traer algunos
regalos: rosas amarillas para mamá, chocolates Hershey para mí, y tras
consultarlo conmigo, una caja de cigarros His Majesty’s Reserve para
papá. Así que entre el sano atuendo y los sobornos se ganó muchos
puntos con mis padres, incluso antes de sentarse a comer con nosotros. O
al menos eso fue lo que pensé.

Entonces comenzó todo, con mi papá en su doble papel de abogado y


padre, extremadamente protector con su pequeña como en los tiempos de
la Santa Inquisición.

Mamá no necesitó convencerse más, le gustaba Ryder. Papá, en cambio, se


mostró cauteloso. No era una cuestión de aversión a Ryder, simplemente
no lo conocía.

La mesa estaba maravillosamente preparada, con un mantel de lino gris y


blancas servilletas bordadas, la mejor porcelana que tenía mamá, y varios
cristales ingeniosamente dispuestos en torno a un vaso lleno de calas
blancas. La fiesta italiana que había preparado empezó con un plato de
berenjenas asadas con queso y pasta de tomate deshidratado, que apenas
tuve tiempo de saborear antes de que papá cambiara completamente al
modo interrogatorio.

Siempre me pregunté si el secreto de mi papá era que pertenecía a una


raza alienígena formada por especímenes perfectos cuya misión en nuestro
planeta era hacer que todo el mundo les tuviera envidia. El reflejo de la
inteligencia, estilo y calidez en un cuerpo de hombros anchos, y un cabello
color ceniza. Con los mismos ojos color esmeralda que yo, su afortunada
hija, que tuvo la suerte de tenerlo a él, a un padre con la misma apariencia
que un joven George Clooney. Poseyendo la misma sonrisa maliciosa. Pero
bajo su apariencia tranquila e inofensiva, era un abogado extremadamente
bueno y astuto, escurridizo como una anguila. Lo que ponía a Ryder en
una situación difícil.
97
—Por lo tanto, Ryder —dijo mi padre, el abogado, arrastrando las
palabras—, ¿te gusta el fútbol, o te gusta el béisbol?

Mi novio, sentado frente a mí, sonrió relajadamente, con una mirada que
parecía transmitir: “que comience el juego”. Bueno, al menos él no estaba
nervioso. Por otra parte, no había conocido a mi padre antes de esa noche.

—Ninguno de los dos Sr. Crane. Soy algo más que un aficionado al
baloncesto. Los mates tienen algo que no creo que sea posible repetir.

Papá, todo un fanático de los Cubs, lo miró con curiosidad.

—Te entiendo. Hay mucha energía en esos juegos. Hay quien comenta que
es tremendamente poético.

—Bien dicho —contestó Ryder.

—¿Fuiste a los juegos con tu padre?

Suave papá, pensé con tristeza. Ryder nunca había insinuado querer
entrar en el tema, así que había asumido que era demasiado doloroso para
él entrar en ello. Pero para mi sorpresa, no se inmutó ante la pregunta. Su
expresión se mantuvo, con la mirada fija en la de papá.

—No, no realmente. Mis padres murieron cuando era muy joven.

—Sentimos mucho oír eso —intervino mamá, reprochando a papá con la


mirada—. Debes extrañarlos mucho.

Ryder la recompensó con una suave sonrisa.

—No recuerdo mucho de ellos —dijo Ryder, al igual que en voz baja—. Fui
criado por un primo hasta que me emancipé.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó papá.

—Hace un par de años atrás.

—Una decisión valiente, cuidar de ti mismo a una edad tan temprana.


¿Cómo conseguiste tu financiación?

—Había un fondo de reserva. El dinero nunca ha sido realmente un


problema.

—¡Ah! Eso explica los cigarros que me trajiste —sonrió papá.


98
Ryder le devolvió la sonrisa y sus ojos se dirigieron hacia donde yo estaba
muriendo, había dejado de respirar hace como 10 minutos. El examen fue
amable y riguroso, me miró como si no pudiera ver nada más. Como si
estuviéramos solos en el mundo. Como si fuera lo único que importaba. Mi
tez adquirió unos tonos y matices que nadie, excepto él podía causar.

—Lily me dijo que eran sus favoritos —dijo finalmente, de mala gana por
redirigir su atención de nuevo a papá.

El juego aún continuaba, por cierto. Papá estaba perdiendo. El promedio


de Ryder era de 3,9 sobre 4, lo cual me pareció excelente considerando el
nivel de atención que ponía en clases. A medida que transcurrieron los
temas de la universidad y las perspectivas de futuro, Ryder nos habló de
su interés por la arquitectura, así como de las dos universidades que
encabezaban mi lista de estudios, Ohio State y Cornell. Papá le preguntó
acerca de todo, desde el medioambiente hasta su punto de vista de Hamas,
Fatal, y el conflicto de Oriente Medio con absoluto detalle. Estuvieron de
acuerdo en muchas cosas, de un demócrata a otro, dándome bastante
alivio, Ryder no parecía intimidado por nada de esto. Tenía respuestas
para cada pregunta, era respetuoso, pero sin esconderse y siendo cortés,
aunque firme en sus propias opiniones.

Yo estaba pensando bailar alegremente y agradecer a Dios que todo


estuviese saliendo tan bien, cuando papá toco un tema tabú.

—Bueno, Ryder, tengo que reconocerlo, estoy impresionado —dijo de una


manera que apenas toqué el postre con mi cuchara—. Es por ello que
prefiero ser directo. Hijo, ¿por qué es que mi hija puede tocarte sin sufrir
algún efecto secundario?

—¡Papá! —gemí.

Él me ignoró, centrando su atención por completo en Ryder, quien, por


primera vez desde el comienzo del interrogatorio dudó. Sus ojos se
dirigieron de nuevo a mí durante un segundo, tan profundos y fascinantes
como siempre, y dejó escapar un ligero suspiro.

—Es complicado.

—Complicado ¿cómo? —La voz de papá era tan dura como el acero.

—Con el debido respeto, no puedo hablar de ello.


99
—¿No puedes o no quieres?

—No puedo.

El abogado dentro de mi padre frunció el ceño. Mis padres se pusieron


tensos. Ninguno de ellos se movió.

—¿Es algo peligroso?

—Señor, ¡yo amo a Lily! —respondió Ryder con fiereza, mirando a mi padre
directo a los ojos—. Quiero sea feliz y esté a salvo. —Bajó un poco los
hombros y la mirada, casi con timidez—. Es todo lo que tengo en el mundo
—añadió en voz baja.

Quedé paralizada, y muerta durante un momento antes de que mi pulso


regresara de nuevo con una explosión atronadora que casi perforó un
agujero a través de mi pecho. ¡Él me ama! ¡En realidad lo había dicho! Y la
cara que tenía mi padre, no era menos. ¡Vaya forma de robarse el show por
cierto!

Por un momento, el tiempo se detuvo. Entonces mamá se disparó como


una cuerda de arco.

—Si los niños nos lo permiten, me gustaría hablar con mi marido. Nicolás,
por favor, ven conmigo a la cocina. ¡Ahora!

Esa última palabra era tan fuerte como un látigo y papá hizo una mueca
apresurándose. Me levanté de la silla, para moverme al otro lado de la
mesa en un instante. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, él los
cubrió con los suyos, y nos quedamos así, con los dedos entrelazados, sin
decir nada. El miedo se aprisionaba contra mi pecho, sin duda contribuyó
en algo, y sentía una batalla dentro mi ser. Pero ser una cobarde nunca
había formado parte de mi estilo. Eso no iba conmigo.

Así que me atreví.

—Yo también te amo.

Sentí su pulso acelerarse con mi mejilla ya que estaba aprisionada


alrededor de su cuello. Oí su respiración, mitad entrecortada, mitad en
desesperación. Nunca contestó.
100
Sin embargo, ya que nadie había acabado decapitado en el acto, decidí que
la cena había sido un éxito. Y, con el pasar de los días, el frenesí de
chismes comenzó a apagarse, los habitantes de Rosemound se
acostumbraron a toparse con nosotros, en sentido figurado, en la calle, en
el mercado, en el Café Rayuela, o en el cine. Dejamos de ser noticia. La
Sra. Burns dejó de tratar de convencerme de comprar cajas de condones.
El Sr. Bentwood del café empezó a guardar dos rebanadas de pastel de
arándanos en lugar de una en los días en que me pasaba, ahora en mi
más plena capacidad, por Rayuela después de la escuela. Dave, el jefe de
Ryder, puso un viejo sofá en la esquina de la tienda para mí, desde que
pasaba allí la mayoría de las tardes.

Haciendo mi tarea, por supuesto. Viendo a Ryder trabajar, todo sudado y


varonil… que era sólo un beneficio adicional. Con todo, las cosas eran
buenas. Con una excepción. Lucian.

Mientras que la buena gente de Rosemound aprendió a adaptarse a la idea


de Ryder y yo saliendo, hice algunos ajustes en mi misma. En realidad no
por elección, aprendí a vivir con el ritmo de Lucian. En todas partes. Todo
el tiempo. Pero especialmente cuando estaba sola. Estaba empezando a
pensar que me había implantado un dispositivo GPS. Nada podía explicar
sus repentinas apariciones.

El lunes por la tarde, estaba de camino hacia el garaje de Dave, habiendo


parado por el Emporio del Encantado Bosque Oculto, y, ya que Ryder me
había llevado a la escuela por la mañana, como hacía todos los días,
estaba a pie. En la calle Elm, pasando la boutique de la señora Copeland,
me detuve a ver el conjunto de lencería en la ventana. La señora Copeland
vivía en Italia y tenía relaciones con las pequeñas empresas en la industria
de la moda. Ricordi, su tienda, era el lugar más caliente de compras en
Rosemound.

Lo que ahora llamó mi atención era algo que normalmente no notaba:


encaje y satén ciruela, más sexy que cualquiera de las cosas que mamá
ordenaba de sus catálogos de Victoria Secret. Lo miré fijamente,
imaginando el contraste entre el color dramático y mi piel pálida, y luego
me ruboricé violentamente por el resto de las imágenes que asaltaron mi
mente. Las que incluían dedos gráciles quitando los diminutos elementos
en cuestión de mi cuerpo. Con la cara roja como un tomate, naturalmente
salté ante el inesperado truco de materialización de Lucian.
101
—¿Grandes planes? —preguntó, mirando el conjunto a consciencia.

El calor pulsaba en mis mejillas, como pequeños rayos láser pinchando en


mi cara. Tragué saliva y me revolví por palabras, pero, para mi pesar, no
vinieron. Lucian, sonriendo maliciosamente, obviamente, disfrutaba por mi
inquietud. ¡Imagínate! Usando uno de sus numerosos trajes de muy buen
gusto —en serio, ¿a dónde fue antes de la escuela de Rosemound; la
preparatoria en Inglaterra?— y haciéndolo mejor de lo que pudieran
haberlo hecho cualquiera de los Jonas Brothers, pasó sus ojos azules
sobre mi distintivo atuendo no-a-la-moda con deliberada lentitud. Y sí, me
ruboricé incluso más.

—Se vería muy bien con tu piel cremosa —agregó, por diversión, sin duda.

—Lo que sea.

Allí, ambos elegantes y elaborados.

Volviéndole mi espalda, aceleré el ritmo, tratando de ignorar su cuerpo


etiquetado.

—Entonces, ¿sí?

—¿Sí qué? —refunfuñé.

—¿Tienes grandes planes?

—No es asunto tuyo.

—Sólo porque no me dejas hacerlo mío.

—De acuerdo. Tal vez deberías tomar la indirecta.

Rió entre dientes.

—Las indirectas no funcionan conmigo.

—Aparentemente no.

—De hecho, nada lo hace cuando se trata de lo que yo quiero.

—¿Demasiado arrogante?

—En realidad no. Sólo honesto. Por lo general consigo lo que quiero.
102
—No es agradable para ti.

Se detuvo bruscamente, plantándose delante de mí, bloqueando mi


camino. Obligada a detenerme, le lancé una mirada furiosa que hizo
desaparecer la luz de su rostro y lo dejé mirando tan serio como un ataque
al corazón.

—¿Por qué no me das una oportunidad? —dijo con voz áspera.

—¿Para qué?

—Para que veas lo bien que podemos estar juntos.

—¡Argh! Cambia la melodía ¿no?

Sus ojos se enfriaron.

—No te burles de mí.

—No lo necesito. Estás haciendo un buen trabajo por ti mismo.

Sus fosas nasales se expandieron con enojo, su mandíbula esculpida se


flexionó.

—¿Qué tiene él que no tenga yo?

—Aparentemente, a mí.

Eso lo descolocó. Parecía como si acabara de golpearlo en la cabeza con


algo pesado, y aproveché la oportunidad para escabullirme.

—¿A pesar de todo has comenzado a sentir el frío? —gritó detrás mío—.
Dile. Pregúntale qué piensa al respecto.

Sólo mi voluntad de hierro mantenía mis piernas en movimiento. ¿Cómo lo


sabía? Habían empezado el viernes, los períodos de frío extraño. No era
algo permanente, sino que iban y venían. No era el fenómeno natural, que
tanto había solucionado por mi cuenta. El frío comenzó dentro mío, y al
principio no era tan malo, sólo un cubo de hielo derritiéndose en medio de
mi pecho. Pero luego se extendió, hasta que cada centímetro de mí se
sentía encerrada en hielo escamoso. La otra noche había durado tanto
tiempo, que literalmente tenía la cara azul.

Pero ¿cómo podía saberlo?


103
Pregunta sin sentido.

¿Cómo hizo alguna de las cosas que hizo? ¿Cómo sabía que iba a estar en
Rayuela el viernes por la noche cuando, después de derramar algunas
gotas de capuchino en mi suéter e ir corriendo hacia al baño para hacer
frente a la mancha, fui testigo de cosas peores? Estaba en el cubículo
cuando Rosalie Miller y Cat Cole entraron.

—Si me preguntas —dijo Rosalie—, le ha hecho algo.

—¿Qué, como un hechizo o algo así? —preguntó Cat.

El agua del grifo ahogó cualquier sonido que Rosalie hizo para confirmarlo.

—Quiero decir, en serio. ¿Por qué sino un bombón como Ryder perdería el
tiempo con un monstruo como ella?

—Eso es cierto

Rosalie soltó una risita.

—¿Te lo imaginas caliente y sudoroso con ella? Quiero decir, ¡ewww!


Tendría que llevar un traje de goma.

—No sé. Lo has visto también, tomados de la mano. Tal vez…

—¡Oh, por favor! Una cosa es tomarse de las manos y otra completamente
diferente a tener la piel sobre piel —se rió de nuevo—. ¡Imagínatela
cubierta de látex, como una de esos pervertidos de S&M18!

—Bruta, Ross.

—¿Pero “bruta” y “monstruo” no van de la mano?

Me puse a llorar y las lágrimas seguían llegando como si no hubiera nadie.


La vergüenza en la cara me quemaba, así que esto era lo que la gente decía
a nuestras espaldas.

La puerta se abrió y dos clases diferentes de gritos estallaron al mismo


tiempo.

—Señoritas —reconocí la voz de Lucian—, ¿cómo están esta noche?

S&M: Sado masoquismo. Personas que practican sexo de una manera diferente.
18

Generalmente utilizan ropas de cuero.


104
—No deberías estar aquí —maulló Rosalie.

—Sí, pero te vi venir y quería hablar contigo.

—¿Sobre qué? —Esto, de Rosalie nuevamente; aparentemente, Cat sólo


hablaba siempre y cuando se le daba permiso.

—¿Tienes una cita para la graduación? —preguntó Lucian en su voz


sedosa.

—Eh… tal vez —arrastró las palabras.

¿Tal vez? ¡Huh! Entonces, con tan sólo una semana para la graduación,
Rosalie Miller no tenía cita aún o iría con quien claramente no era el
“alguien” indicado.

¿No es el karma lo mejor?

—Si no —esta vez Lucian—, quería preguntarte si te gustaría ir conmigo.

Hola, ¡injusticia!

—Claro —Rosalie rió—. Eso sería geni…

—Pero en realidad —dijo Lucian, interrumpiéndola—, ahora que te veo


mejor, como que cambié de opinión.

—¿Qué?

—¿Crees que podrías perder algunos kilos antes del próximo viernes?

—¡Idiota!

Él hizo caso omiso de eso.

—Ahora, tú, Cat preciosa, tú, por otra parte, eres perfecta. Infinitamente
más hermosa que… digamos, ¿cuál era tu nombre?

—¡Vamos, Cat! —Rosalie resopló—.Vayámonos fuera de aquí.

Pero Cat debe haberse retrasado porque la voz chillona de Rosalie se


levantó.

—¡Cat! ¡Ahora!
105
Se oyó un vago ruido de protesta, algo entre un maullido y un silbido, y
luego los pasos.

—En realidad, Cat, pensándolo bien, eres tan gorda como ella. Así que
olvida de lo que dije —Lucian llamó, y se echó a reír burlonamente.

La puerta se cerró bajo una lluvia de “idiota” y “repugnante” y otros


nombres que no voy a repetir. Luego, con la excepción del grifo aún
abierto, no había nada más que silencio. Lucian la cerró.

—Puedes salir ahora —dijo en voz baja.

Mortificada, mis mejillas todavía bañadas en lágrimas, abrí la puerta y me


enfrenté a él con toda la dignidad de un perro con la cola metida entre las
piernas. Estaba apoyado en el lavabo, muy relajado, pero eso cambió
cuando me vio. Su cuerpo se tensó y se endurecieron sus rasgos
cincelados. El azul de sus ojos se convirtió en hielo.

—Eres tonta, ¿no? —parecía enojado.

Sin decir una palabra, giró sobre sus talones, a punto de irse.

—Lávate la cara —añadió con voz ronca—. Tu cita —espetó la palabra—, te


está esperando.

Y se fue. Me tomé mi tiempo y lavé bien las lágrimas mientras intentaba


averiguar qué había sucedido. Mi instinto me dijo que había sido vil con
Rosalie y Cat como una venganza. Por mí. Pero ¿cómo podría haber sabido
lo que estaban diciendo? A menos que haya oído chismes en otra ocasión.
Tal vez había visto que me siguieron al baño y había entendido lo que
podría seguir. Extraño. No pensé que hubiera estado en el café… pero
entonces, yo estaba allí con Ryder, quien difícilmente había notado el
mundo en llamas a mi alrededor. Y ¿por qué se enfadó tanto? ¿Porque
había estado llorando? Absurdo.

Pero absurdo se aplicaba a menudo a Lucian Bell. Lo más extraño era que
no importaba lo mucho que tratara de negarlo, compartíamos una
conexión. Nada como los destellos de deja vú que tenía con Ryder, no, esto
era otra cosa. Cuando Lucian estaba cerca, podía sentirlo. Sentirlo. Tenía
esta imagen de un grumo azul de óleos pastel arrojándose al agua y poco a
poco disolviéndose; reducidos, delicados tentáculos finos extendiéndose
106
por el agua como una red de los mejores encajes de Chantilly19. Era algo
así como estos delicados tentáculos azules que sentía parpadeando entre
nosotros, tirando hacia mí, haciéndome saber que él estaba cerca. Mi piel
siempre se erizaba con ellos.

No importa, me dije, pero lo hacía. De alguna manera rememoré los


secretos de Ryder. Los tres estábamos vinculados de alguna manera. No
un tipo de Larry, Moe, y Curly20, tampoco, a pesar de la broma, cualquiera
que sea el vínculo entre nosotros, no era natural. Y algo me decía que todo
tenía que ver con el frío que llevaba dentro últimamente.

19 Encaje de Chantilly: El encaje de Chantilly se llama así porque el origen de su


fabricación fue en esa ciudad francesa. Sus diseños son de carácter vegetal, y presentan
abundancia de hojas, flores, escudetes y guirnalda.

20
Larry, Moe y Curly: Se refiere a la serie de televisión de los tres chiflados.
107

Capítulo 11
Traducido por Akanet y Whiteshadow

Corregido por Mari NC

M
e sentía atraída por Lucian. Encima de todo. Creo que mi
primera pista fue la risa de ella, porque siempre reía
nerviosamente a su alrededor de esa forma coqueta, como
diciendo “oh-Lucian-eres-maravilloso”. Además, se había ocupado
lanzando su pelo sobre el hombro, con fuerza suficiente para hacer que
espectadores inocentes, o sea yo, nos estremezcamos con esa vista. ¿Quien
en su sano juicio haría eso a su cuero cabelludo, sino una chica tratando
seriamente de llamar la atención de un chico? No es que esta chica en
particular tuviera que trabajar muy duro en ello, Lucian estaba siempre
juntándose con nosotros en la escuela, hablando con ella, pero mirándome
a mí y disgustando a Ryder. ¿Adivina dónde me dejaba eso? Así es: entre
Ryder, mi novio, quien odiaba a Lucian con una legendaria pasión ardiente
y J, mi mejor amiga, que quería a Lucian alrededor, por lo que,
básicamente, en el infierno.

Mis sentimientos hacia él también estaban terriblemente en conflicto. Sí,


era arrogante, e inadecuadamente sincero, y interminablemente molesto a
veces, pero... a veces, estaría en medio de un grupo, hablando y riendo, y
entonces captaría mi atención y su expresión, su risa, su actitud, todo
cambiaba. Su confianza se transformaba en una suavidad que tocaba sus
ojos y se acomodaba en su sonrisa, haciéndolo lucir casi tímido. Y ahí
radica mi problema. Era como si hubiera todo este lado suyo que no tenía
nada que ver con el irritante, engreído, y, a veces francamente repugnante
Lucian. Un lado que sólo revelaba cuando y si yo estaba lo suficientemente
cerca como para verlo. Eso hizo difícil no preguntarse sobre las razones
por las que tenía que ser la que tiene el poder para apretar ese botón
mágico. ¿Por qué, a mí alrededor, era capaz de actuar normal y tan…
agradable, a veces?
108
Quería saber su historia, y cómo se vinculaba con la de Ryder y la mía
propia, tanto que dolía, pero estaba siendo una cobarde y él no estaba
ofreciendo voluntariamente ninguna información.

Estaba esperando que yo pregunte.

Pero no iba a hacerlo. El miedo es más fácil de ignorar cuando está sin
objetivo, cuando no lo expresas, entonces trataba de no ponerlo en
palabras, ni siquiera en mi cabeza. Porque en el fondo, sabía que Lucian
tenía respuestas. Respuestas que podrían estropear potencialmente la
mejor cosa que alguna vez me había pasado: estar con Ryder.

Así que estábamos en un extraño estado de espera, caminando sobre el


agua. J veía a Lucian, él me veía a mí, yo veía a Ryder, quien a su vez se
turnaba entre mirar a Lucian y a mí. Nadie hizo nada al respecto.
Estábamos atascados.

Mientras tanto, la interacción entre nosotros cuatro era algo como esto:

Lucian, en la cafetería, empujando un plato lleno de una mezcla misteriosa


que puede o no haber sido lasaña: Esta comida es increíblemente mala.

Ryder, sonriendo angelicalmente: Tal vez deberías pensar en saltarte el


almuerzo. O ir a un McDonald’s más bien, tal vez al de Marquette.

J, ruborizándose furiosamente: Sabes, Ryder, me gustabas más cuando


eras todo misterioso y no abrías tu boca.

Yo, harta y lista para golpear algo: Y, J, me gustabas más cuando eras mi
mejor amiga.

Repetir hasta el infinito, sin importar el tema de conversación, sin


importar dónde ni cuándo se llevara a cabo.

Entonces, a Lucian se le ocurrió la idea de una gran fiesta, un asado con


fogata que, por lo menos, debería proveerle a la juventud de Rosemound
una comida nutritiva. Eso compensaría toda la miseria padecida durante
la semana, cuando todos tuvieron que ingerir la comida insípida
suministrada por la cafetería de la escuela.

De inmediato, Ryder argumentó: —¿Entonces, a tus padres, no les importa


recibir a toda la escuela?
109
—Ellos no estarán en la casa. Viajan mucho, así que estoy solo la mayor
parte del tiempo. Pero bueno, hombre, si tienes problemas con la idea de
una fiesta sin vigilancia, ¡no vengas! Cuidaré de Lily por ti —respondió
Lucian, con una expresión helada.

—Apuesto que lo harías —gruñó en respuesta Ryder.

Entonces por qué fuimos, quizás te preguntes. En primer lugar, no


ayudaba mucho que J gritara entusiasmada que nosotros, lo que
significaba, Ryder, ella, y yo, estaríamos, por supuesto, allí, antes de que
tuviera la posibilidad de parpadear. Pero al final no fue su gran boca lo
que lo había hecho definitivo, sino la terquedad de Ryder. En alguna parte
en medio de una conversación con él preguntándome si quería ir y yo
negándolo con suficiente ferocidad como para plantear preguntas,
descubrió, probablemente al mismo tiempo que yo, que tenía curiosidad.
Quería ver cómo y dónde vivía Lucian. Era como lo que Winston Churchill
dijo una vez sobre Rusia: “Se trata de un acertijo envuelto en un misterio
dentro de un enigma: pero quizás hay una clave”. La razón de mi interés
mal disimulado era simple: Ryder era mi Rusia y yo en cierta medida
esperaba que Lucian fuera la clave. No hay forma de decirles cuan
transparente era mi razonamiento para mi novio, pero una vez que hubo
resuelto que, en el fondo de mi corazón, quería ir, no había manera de
pararlo. ¡Era como un perro con un hueso! Así que... fuimos.

Lucian, que resultó, vivía no muy lejos del Café Rayuela, en una tranquila
callesinsalida que alojaba sólo otra casa junto a la suya. Me había pasado
la mayor parte de mi vida en Rosemound, pero no podía recordar notar ni
la calle ni su casa, una casa de dos niveles de un atractivo blanco situada
en el centro de un patio bien cuidado que se fundía con el bosque
circundante.

Cuando Ryder, J, y yo llegamos allí justo después de las nueve, la fiesta ya


estaba en pleno apogeo. Un par de antorchas marcaban la entrada, y fila
tras fila de vibrantes luces de Navidad delineaban el porche y las dos
ventanas de arriba. Lametazos de llamas, unas pocas antorchas más, y un
gran fuego abierto ardía en la parte de atrás, y Miley Cyrus estaba
cantando a todo pulmón Can’t Be Tamed21 desde algún lugar dentro de la

21Can’t be tamed: No se puede domesticar.


110
casa. Había muchas personas, se sentía como si toda la secundaria
Rosemound estuviera allí. Era más que suficiente para hacerme dudar.

—¡Esto va a ser genial! —declaró J frenéticamente, saltando alrededor de


Ryder y yo como un pequeño conejo demente.

Instintivamente, agarré la mano de Ryder con más fuerza.

—Está bien —me susurró en respuesta—. Me aseguraré de que nadie se


acerque demasiado.

Por supuesto, él sabía que tenía muchísimo miedo. Porque era Ryder y no
necesitaba decirle cuando algo andaba mal. No necesitaba decirle que el
número de personas avanzando lentamente a nuestro alrededor, ruidosas
y demasiado entusiasmadas para preocuparse por el daño permanente que
estaban infringiendo a sus propios tímpanos, así como a los nuestros, me
mareaba. Era Ryder. Él lo sabía.

Había un par de barriles en la parte de atrás, y velas encendidas por todas


partes. Vi a Lucian en el segundo en que pusimos un pie en el patio
trasero, estaba junto al fuego hablando con un par de jugadores de fútbol
y, a diferencia de los demás a su alrededor, no tenía en la mano un vaso
de plástico lleno de lo que sólo podría ser cerveza. Me vio en ese mismo
momento, y en el segundo que nuestros ojos se encontraron sobre la
multitud de por medio, ya estaba caminando hacia nosotros.

La cara de J se puso brillante por el placer.

Ryder se puso tenso.

Y Lucian... bueno, no era más que Lucian, vestido para matar, luciendo
menos como un chico rico de lo habitual en unos pantalones vaqueros
oscuros desteñidos y un polo blanco, y sonriendo con esa sonrisa
reservada, suave, sólo-para-Lily.

—Vinieron —dijo, en su mayoría para mí, tan pronto como se unió a


nuestro grupo.

—¡Por supuesto que vinimos! —respondió J.

Por lo menos tuvo la decencia de premiar su entusiasta, y cercana a la


vergüenza obsesión en este momento, con una media sonrisa.
111
Esta era mi primera fiesta así que, naturalmente, esperaba lo peor. Alguien
podría tropezar conmigo, tirándome al suelo accidentalmente, donde me
desmayaría por el contacto prolongado. Tendría un ataque con espuma
abundante en la boca por estar tan cerca de todas esas personas. Lucian y
Ryder podrían pelearse y derramar un poco de esos terribles y oscuros
secretos frente a toda la escuela. Mi madre podría ceder a su miedo de que
fuera quemada en la hoguera por los asistentes a la fiesta en algún
escenario espeluznante de los niños del maíz, y aparecería medio loca y,
muy posiblemente, armada, para detenerlos.

La lista es prácticamente interminable.

Pero nada de eso sucedió. Algo oh-tan-incómodo lo hizo en su lugar: J


acechó a Lucian, más o menos, cada segundo de cada hora, con la
excepción de aquellos un poco apresurados cuando tuvo que elegir entre ir
al baño o sobrevivir a la explosión de su propia vejiga. Después de una de
tales idas al baño, juntas, en la arraigada tradición de etiqueta femenina
sobre acompañantes para ir al baño, sugirió aplicar otra arraigada
tradición femenina comúnmente conocida como “curiosear”. ¿Qué
implicaba eso? Dicho delicadamente, invadir la privacidad de Lucian o, en
términos menos delicados, entrar a escondidas en su habitación y
descaradamente entrometernos en su espacio personal y pertenencias.

Yo quería ser la cuerda, y prudente y rechazar la idea de inmediato, pero la


verdad era que mi propia curiosidad se acoplaba con la suya demasiado
bien. Así que en vez de hacer lo correcto y alejarme, arrastrando a mi
mejor amiga, me consolé con la idea de que, al menos no era la única
siendo mala. J y yo estábamos juntas en esto. ¡Gran excusa!

Lo que mi compañera en el crimen y yo encontramos fue que, a diferencia


del resto de la casa, un santuario para la gloria de muebles incalificables y
matices pastel que me provocaban arcadas, el cuarto de Lucian era
hermoso. Las paredes estaban pintadas de color naranja, muy radical para
un chico, y el suelo, o por lo menos las partes que no estaban cubiertas de
libros, utensilios diversos, e innumerables hojas de papel, estaba cubierto
con una alfombra de color verde lima. A J y a mí nos gustó el desorden:
viejos ejemplares de las novelas de Dostoievski y Camus, con anotaciones
en los márgenes junto a montones de CD’s de de Vangelis, David Lanz, y
Amethystium, copias enmarcadas de Bosch y Brueghel, un montón de
juegos de video y trofeos deportivos, incluyendo el béisbol, natación, tenis,
112
incluso algunas cintas ecuestres. La visión de Lucian en un caballo me
hizo preguntarme, ¿Alguna vez cesarían las maravillas?

Pero mientras que J se llenaba de alegría por todos estos exquisitos


descubrimientos, me encontré frunciendo el ceño. No había nada ni
remotamente inusual acerca de Lucian. Esta era la habitación de un chico
con un poco de demasiado tiempo libre en sus manos, tal vez un poco
solitario, pero por lo demás perfectamente normal. No había secretos
oscuros que lo vincularan con Ryder y ciertamente no había esqueletos en
su armario, que estaba meticulosamente abastecido con más ropa de chico
rico que la tienda de Hollister en el Centro Comercial en Millenia en
Orlando.

Dejamos la habitación con J parloteando animadamente sobre cómo El


jardín de las delicias terrenales era una de sus pinturas favoritas, también,
y el hecho de que Lucian tuviera una copia de ella sobre su cama era una
señal de que debían estar juntos. También, que tenía que ser muy
inteligente, porque cualquier persona que pudiera apreciar un tríptico de
Bosch, un cuadro compuesto por tres paneles, ubicados uno al lado del
otro, explicó, evidentemente contaba con un cerebro de tamaño
considerable.

No vi al “prácticamente-un-genio” amante del arte en cuestión, cuando


regresamos y, mientras me sentía avergonzada por lo que habíamos hecho,
especialmente dada a grandísima nada que había producido, le pregunté a
J y Ryder si nos podíamos ir. Mi mejor amiga rápidamente se rehusó, con
la esperanza de que Lucian podría llevarla a su casa más tarde, pero Ryder
le dio la bienvenida a mi solicitud con honesto entusiasmo. Las cosas
fueron acordadas, y estaba a punto de subir tras él en la moto, cuando un
estallido de gritos y chillidos que se origino en el patio trasero de nuestro
anfitrión cambió nuestros planes.

A partir de fragmentos de conversación y aún más gritos, resolvimos


incluso antes de llegar a la escena que se había producido un ataque de
serpiente. ¡Un ataque de serpiente! No simplemente cualquier serpiente,
sino una Massasauga, una serpiente de cascabel negra, algo casi
imposible. En Michigan, las Massasaugas sólo se pueden encontrar en
algunas partes del sur del estado, y nadie incluso recordaba haber oído de
un incidente, y mucho menos ser testigo de uno, cuando tal reptil se había
aventurado tan lejos hacia el norte. A excepción de, al parecer, éste.
113
Se requirió de sólo un par de segundos antes de que me diera cuenta de
que la víctima era J. Su estridente voz y los destellos de su vestido blanco
mientras se retorcía y giraba con histeria, rodeada de tantos chicos como
chicas estridentes, hizo un panorama que detuvo mi corazón.

—¡Me mordió! ¡Esa maldita cosa me mordió! ¡Oh, Dios mío, me voy a morir!

La gente a su alrededor retrocedió y le dio espacio para continuar con esos


giros enloquecidos, todo el tiempo gritando un millón de cosas diferentes
en un caos tal que hizo imposible entender algo. Todo se movía demasiado
rápido, demasiado fuerte, demasiado... intenté llegar a ella, pero Ryder me
movió hacia atrás. Sus labios se movían, pero no podía oírlo... no podía...
tenía que...

—¡Deja de moverte, Jane!

Ambos, Ryder y Lucian gritaban al mismo tiempo, sus voces haciéndose


eco mutuamente y elevándose por encima del alboroto. En cámara lenta,
giré y vi el rostro de Ryder ponerse como si fuera de piedra, y luego él y
Lucian se sostuvieron la mirada por encima de la multitud. Una ola de frío
fluyó sobre las personas reunidas allí, y por un segundo todo estuvo en
silencio.

—¡Deja de moverte! —repitió Lucian—. ¡Basta, Jane!

La gente se apartó de su camino.

—Tu presión arterial... entre más te muevas, más rápido el veneno llega a
tu corazón.

Tan pronto como le gritó la advertencia ella se cayó. Sin hacer ruido, con
elegancia, como una princesa mágica de cuento de hadas, se deslizó en un
montón de rizos de seda blancos y negros.

—¡No! —Ryder susurró en mi oído—. No puedo dejarte.

Debo haber estado luchando duro contra su agarre, lo cual era una
estupidez ya que no había ningún camino hacia ella con tantos cuerpos
cerrándome el paso. Pero esto estaba sólo vagamente registrado en las
afueras de mi conciencia: los brazos Ryder a mi alrededor, llanto, sus
palabras. Todos estaban gritando órdenes.
114
—Hazle una incisión.

—Torniquete.

—Extrae el veneno.

—Ponle hielo en la herida.

—Detén el flujo de sangre.

—¡No! La sangre debe fluir.

—No, gente ha muerto.

—La gangrena.

—Perder miembros.

—Se ha ido, ya se ha ido.

Y entonces... silencio. Lucian se arrodilló a su lado.

—Jane. Jane, ¿estás despierta?

No hubo respuesta.

—Que alguien llame a una ambulancia, gente.

—Está en camino —algunas voces se hicieron eco.

—¿Dónde está la maldita serpiente?

—Muerta.

El oído de Lucian presionado contra su pecho.

—¡Dios mío! ¡El corazón casi se detuvo! —susurró, pero con el silencio que
se había hecho cargo de todo el mundo, al parecer, todo el mundo escuchó
cada palabra.

Sus ojos volaron hacia mí por una fracción de segundo y mi corazón se


contrajo dolorosamente, incluso mientras sus labios se aferraban a su
pierna. Succionó y escupió en un silencio que hería mis oídos. Nadie se
movió o respiró, ni siquiera hicieron ni un sólo sonido. Oí las sirenas
rugiendo en la distancia, luego más cerca. Y más cerca. Pero, para cuando
115
la ambulancia estuvo fuera de la puerta, el ritmo de Lucian había
desacelerado y su rostro estaba más blanco que una sábana.

Cuando los paramédicos pasaron junto a mí y Ryder, no había sólo un


cuerpo inerte tendido en la hierba. Había dos.

Milagrosamente, los dos se recuperaron por completo y fueron dados de


alta a tiempo para tomar las clases de la mañana del lunes. Nadie ha
podido explicar la repentina aparición de la serpiente de cascabel en
Rosemound, y el incidente se presentó incluso en la Gaceta Rosemound,
en un artículo que detallaba qué hacer y qué no en el tratamiento de una
mordedura de serpiente de cascabel. Al parecer, succionar el veneno con la
boca no era algo que nadie debería tratar. Del mismo modo, la
sobreexcitación, sumada a un aleteo histérico de brazos y piruetas era otro
gran “no-no2. J debería haber mantenido la calma y Lucian tendría que
haber utilizado un Kit Sawyer22 “Extractor” de veneno de serpiente para
succionarlo todo. Lástima que no teníamos uno a mano.

Al igual que los médicos, que variaban entre los que felicitaban a Lucian y
los que lo regañaban bruscamente por intentar hacer lo que hizo, mis
propios sentimientos eran bastante contradictorios.

¿Le Había salvado realmente la vida, o casi la había matado? ¿Por qué su
patio trasero, de todos los patios en Rosemound, tenía que tener una
monstruosa y negra cascabel serpenteante rondando, la misma noche que
hizo la fiesta? ¿Había evitado una tragedia, o había estado muy cerca de
causar una?

¿Quién no se encontraba preocupada con nada de esto? Mi mejor amiga,


por supuesto. En cuanto a lo que a ella respectaba, su
nombre completo era Lucian —caballero en brillante armadura— Bell y él
no podía decir ni hacer nada mal.

Él había salvado su vida, otra señal de que estaban destinados a estar


juntos. ¡Por supuesto!

A la semana siguiente, almorzamos fuera, ya que estaba lo suficientemente


caluroso como para tomar el sol, algo raro en Rosemound en esta época
del año. El patio se encontraba de un exuberante verde, rodeado de pinos,

22Kit.Sawyer: Equipo dotado de una bomba de vacío que permite remover veneno de
animales ponzoñosos, así también como de insectos.
116
con mesas y bancos de piedra dispersos, algunos de los cuales estaban
cubiertos de musgo. Eran fríos, pero hermosos, y los estudiantes siempre
se sobrepasaban unos a otros para tomar un buen asiento.

Nuestra posición actual no se encontraba en la zona Exclusiva, ya que


estaba reservada para los estudiantes de último año, pero se hallaba en
alguna parte a un lado y parcialmente escondida detrás de un tronco
grueso. Prefería esta mesa de todos modos.

Ryder tuvo que volver corriendo a la cafetería para tomar un refresco


adicional para J, ya que ella había acabado el primero de un sólo trago.
Lucian, curiosamente, estaba perdido en acción, con los dos
desaparecidos, ya no quedaba nada para detener a mi mejor amiga de
verter su alma, de nuevo, por enésima vez desde la fiesta,acerca del mismo
asunto.

—Así que sólo voy a decirle, ya sabes—profeso ella—. Caminaré directo


hacia él y le diré:“Hey! ¿Por qué no vamos juntos? Como amigos, por
supuesto, sin condiciones, no es gran cosa. Sólo dos personas… —Ella se
detuvo, viendo como mi expresión cambiaba a un ceño fruncido—. Tú
crees que va a decir que no—dijo, interpretando el gesto.

Mi corazón se hundió. En su blanco vestido baby-doll, atado debajo del


busto con una cinta rosada a juego con la que se entrelazaba a través de
sus rizos de color negro brillante, en línea con el tema de la semana, la
princesa de Disney, J nunca había parecido más joven. Ella me recordaba
a Dorothy de El Mago de Oz. Sin embargo, sus labios carnosos apretados
en una línea recta me hicieron querer estampar mi cara contra la mesa.

—No sé—contesté en voz baja.

Ella se animó un poco. —Él dijo que me veía bien el otro día. Ya sabes,
cuando estaba con ese vestido azul corto.

Asentí con la cabeza. Lo recordaba. Lamentablemente, no pensaba que


Lucian lo hiciera.

—¿Y por qué no iba a decir que sí? Es decir, el chico me salvó la vida. En
realidad, ¡salvó mi vida! Si así no se deletrea “destino” entonces no sé que
lo hace. Por no hablar de que sé que él no se lo ha pedido nadie. Y sólo
faltan tres días para baile de graduación.
117
Asentí con la cabeza otra vez, tragando saliva. Tenía algunas ideas de por
qué diría que no. Pero, ¿cómo podía decirle a J que cada vez que me daba
vuelta, allí estaba él? En la floristería, rogándome que aceptar el ramo de
rosas que había comprado para mí. En el salón de belleza, ofreciendo
sugerencias sobre mi nuevo corte de pelo. En el supermercado,
recomendando los más frescos panes disponibles.En la ferretería, tratando
de convencerme de que era un chico capaz con las manos y ofreciendo
felizmente sus servicios de forma gratuita.

Negué con la cabeza y dejé escapar un fuerte suspiro.

—Esto apesta.

Ella estuvo de acuerdo. —Realmente, realmente.

—Pero bueno, ¿no te han preguntado un millón de chicos ya? ¿Qué pasa
con Mike Carter? ¿Por qué no ir con él?

Me atravesó con sus ojos marrones de cervatillo, tan triste que me revolvió
el estómago.

—Mira—dijo en voz baja—. Yo sé que él siente algo para ti. ¡Toda la escuela
lo sabe! Pero tienes a Ryder, ¿verdad? no estás interesada. ¿O sí?

Su voz se quebró al final, no quería que ella dudara de mí. Porque si ella
dudaba, posiblemente otras personas también lo hacían, lo que significaba
que no estaba siendo lo suficientemente clara respecto a que Lucian no me
interesaba de ese modo.

—No, no es lo que piensas.

Sus cejas se arquearon, elevándose. —Pero hay ¿“algo”?

—Las cosas son muy extrañas, J. Con Ryder, quiero decir. Hay tanto que
no sé, e incluso más que no entiendo.

—Entonces, ¿dónde encaja Lucian en todo esto? —Ella era paciente,


estaba calmada, tratando de entender.

Mis hombros se levantaron y cayeron de nuevo. —Él es parte de esto, de


alguna manera. Creo que si pudiera descifrarlo, entonces, no sé, tal vez
entendería más acerca de Ryder.
118
Ella jugó con la manzana roja que tenía enfrente, girándola una y otra vez.
Sus largas uñas color marfil brillaban bajo el sol.

—¿Por qué no le preguntas?—preguntó en voz baja.

—¿Qué, y verlo desmoronarse de nuevo? Nooo, gracias. Además...

—¿Qué?—Me miró con inquietud.

—Creo que tengo miedo de las respuestas. Por primera vez en mi vida, soy,
ya sabes, feliz. Tengo un novio que puedo besar y tocar y que me ama y
quiere a pesar de… Todo.

Ella asintió con la cabeza, pensativa.

—Tienes miedo de perder eso.

Mi boca estaba reseca. Forcé un trago de soda a bajar por mi garganta.

—No sé lo que haría. Yo no creo que pueda volver a estar sola otra vez.

Con un suspiro, ella me lanzó una compasiva mirada, casi con lágrimas en
los ojos.

—Tienes razón. Esta apesta en grande.

—Lo siento. Pero no es como si estuviera tras Lucian en ese sentido. Es


sólo que…

—Él está interesado en ti, totalmente, en ese sentido—concluyó ella,


sonriendo con amargura—. Creo que es mi culpa. Enamorarme de él
cuando sabía cuál sería el resultado.

Sentí una opresión en el pecho. —Lo siento, J.

—¡Bah!—Se encogió de hombros—. No es culpa tuya. Además, no se acaba


hasta que se acaba —añadió, forzando una sonrisa—. Él va a entrar en
razón. Nadie puede resistir al encanto de las mujeres Archer por mucho
tiempo.

En realidad, estaba de acuerdo con eso, pero nunca tuve la oportunidad de


decirlo. La agitación tomó el patio y de repente todo el mundo parecía estar
corriendo dentro de la escuela. ¿Qué diablos estaba pasando?

Dado que ella podía hacerlo, J agarró el brazo de una chica.


119
—¿Dónde es el incendio?

—¡Ryder Kingscott está peleando contra el chico nuevo en la sala de


estudio! En la galería de los maestros.

—¿Qué? —J y yo gritamos al mismo tiempo, parándonos como títeres


tirados por cuerdas.

La sala de estudio era un espacio con forma de media luna, equipado con
cómodos sofás y funcionales mesas, en torno a una gran pantalla de
proyección a menudo utilizada para mostrar los “instructivos”
documentales de educación sexual que se impartían a todos los alumnos
de Rosemound, o que alguna vez se les impartirían. Estaba en la planta
baja, pero había una segunda entrada en el nivel superior, que conducía a
la terraza, donde se encontraba el proyector. También era donde los
maestrosa veces descansaban, manteniendo un ojo en los alumnos que
escudriñaban sus libros en la planta baja.

J y yo corríamos como el viento. Ella empujaba, y yo la seguía, a través de


los emocionado, y ruidosos chicos, ambas,dolorosamente conscientes de
los nombres de Ryder y Lucian en boca de todos. La proximidad era
vertiginosa. ¿Qué estaba haciendo él en la planta superior, por amor de
Dios? La cafetería estaba en la planta baja. Las puertas dobles que daban
acceso a la galería de los maestros se encontraban bloqueadas por
completo.

Los estudiantes llenaban el pasillo, ya sea tratando de entrar o escuchar,


por lo menos, mejor. El nivel del ruido era algo de pesadilla. Y por encima
del estrépito, la voz de Ryder gritó:

—…¡Y seguirla como el perro que eres!

—¿Y por qué no? —respondió Lucian—. ¡Ella es la única maldita cosa en
este mundo que vale la pena seguir!

—¡Aleja tus garras de ella!

—¿O qué? ¿Qué vas a hacer si no?

A juzgar por los gemidos en general y todos los aullidos, se estaban


intercambiando golpes en el interior.
120
—No hay manera de que pueda pasar a través de todos estos cuerpos —
grité a J—. Me noquearían en cuestión de segundos.

Miró a la gente bloqueando el camino y luego me miró con una expresión


ferozen su cara de niña.

—¡Hey! ¡Todos ustedes esclavos de los chismes! —gritó, empujando y


tirando de los más cercanos a nosotras—. Muévanse todos del camino de
Lil o lean mañana todo acerca de sus secretos sucios en la Gaceta
Rosemound. ¡Demonios! ¡Muévanse! ¡Déjenla pasar!

Estaba sorprendida, y asombrada. J nunca cedía bajo presión, porque


después de diecisiete años de vivir con Dalila, los nervios de la niña eran
de absoluto acero, pero esto era simplemente genial. Efectivamente, el
camino fue despejado de inmediato. Supongo que había muchos secretos
turbios flotando por ahí y nadie sintió la necesidad de revelarlos por mí.
Un extraño silencio llenó de repente la galería. La gente a ambos lados de
donde me encontraba se alejó, con cuidado, evitando mí toque. Como si
fuera un leproso. Entonces pude ver.

En realidad, lo único que vi fue el rostro ensangrentado de Ryder, un


segundo antes de que Lucian lanzara un puñetazo que lo aventó encima de
la barandilla. Él cayó.

—¡No!—grité, corriendo hacia el borde del balcón.Llorando y temblando


como una hoja, asomándome a la sala de estudio.

Ryder había aterrizado en la parte superior de una mesa, en medio de un


círculo cerrado, repleto de niños. La mesa estaba rota.
Ryder no.

Mis ojos estaban desorbitados, lo vi levantarse por sí mismo de la pila de


madera astillada. Su rostro era una masa sanguinolenta y estaba un poco
inestable sobre sus pies, pero se encontraba definitivamente de pie.
Su boca torcida ensangrentada dejando al descubierto los dientes.

—¿Eso es todo? ¿Es eso todo lo que tienes, mestizo?

Mi cabeza giró a un lado, manos llegaban para agarrarlo, pero fui


demasiado lenta. Con un gruñido, Lucian subió a la barandilla y como si
no fuese nada para él. Saltó al espacio vacío debajo y cayó con tanta
121
gracia, todo el mundo se quedó sin aliento al unísono. Era como si hubiera
acabado justo en la mitad de un episodio de Smallville23.

Los estudiantes detrás de mí, empujaban formando una ruidosa masa,


tratando de acercarse a la barandilla y ver qué había sucedido con Lucian.
En medio de toda la emoción ellos se deslizaron dentro de mí, y por el
dolor perdí el equilibrio. Ellos empujaban, yo gritaba, y luego caía
Gritando el nombre de Ryder.

Preparándome para el impacto, apreté los ojos, cerrándolos, esperando un


dolor que nunca llegó.

Otra cosa lo hizo. Tentáculos azules anidaron a mí alrededor, envolviendo


mi cuerpo en un cojín suave que me hizo vibrar ligeramente. Era como si
miles de dedos tocaron mi piel desnuda todos al mismo tiempo, enviando
una oleada tras otra de descargas eléctricas a través de mi cuerpo. Mi piel
se estremecióy lloré con la riqueza de las sensaciones. Sentir tanto, tan de
repente, todo a la vez era más de lo que podía soportar. Demasiado, pero
en el buen sentido.

Abrí los ojos y me encontré en los brazos de Lucian. Los tentáculos se


estremecían fuerte, tirando de mí hacia él, instándome a colocar mis
brazos alrededor de su cuello. Para hundirme profundamente en la
sensación.

—¿Por qué puedo tocarte? ¿Por qué no hay dolor? —le pregunté aturdida.

Él me lanzó una mirada nostálgica y su labio superior tembló.

—¿No es esto como en los viejos tiempos? —le preguntó a Ryder, con voz
dura y la sonrisa desapareciendo a medida que hablaba—. Ella cae,
gritando tu nombre.

—¡Quítale tus manos de encima! —siseó Ryder.

Lucian me bajó, muy despacio, con mucho cuidado, como si temiera


romperme. Me balance sobre mis pies mientras los tentáculos azules entre
nosotros se retiraban. Dejando un vacio detrás.

23
Smallville: Serie de TV, ambientada en la ciudad donde transcurre su juventud Clark
Kent/Superman.
122
—Seamos realistas, hombre c—ontinuó Lucian, ambos casi cara a cara
frente a mí—.No puedes traerle nada más que dolor. No puedes hacer otra
cosa que lastimarla.

Las manos de Ryder se cerraron en puños a los costados, su cuerpo


temblaba de furia. —Tienes agallas al decir eso. ¿Eres tú el indicado para
hablar?

—¡Sólo déjala ir! Ella no es tuya. Nunca lo fue.

—¿Para que pueda estar contigo?

—Ella me pertenece. ¡Siempre lo ha hecho! —gruñó Lucian.

—Maldito infierno si lo ha hecho —contestó Ryder, tenso.

Los golpes comenzaron de nuevo.

—¡Alto! ¡Paren esto! ¡Basta ya!

Ambos me ignoraron.

—Puedes devolverle su vida—gritó Lucían, limpiándose la boca con sangre


en su manga—. Déjala. ¡Déjala ir!

—¿Por qué no te marchas?—Ryder contestó, levantándose del suelo y


envistiendo de nuevo a Lucian—. Ella nunca te tendrá, ¿no lo entiendes?
¡Fuera!

—¡Como si pudiera ir a cualquier parte! Nunca he tenido una elección,


maldito idiota. Tu sí. Siempre la tuviste. ¡Elije su vida por una vez!

—No sería una gran vida con contigo en ella.

Se detuvieron, provocándose unos al otro con la mirada, ambos tensos y


sangrado. Me acerqué hacia ellos, con la intención de ponerme en el
medio, si eso era lo que se necesitaba, cuando Lucian añadió en voz baja:
—Ella siente el frío ya, ¿lo sabías? Lo sé porque también lo siento. Nos
estamos quedando sin tiempo.

Ryder se volvió hacia mí, sus ojos plateados muy abiertos, con miedo. Toda
la culpa descendió sobre mí, y para el momento en el que me recuperé
Lucian ya se estaba alejando. Ryder parecía que apenas podía mantenerse
en pie. Me acerqué, aún cautelosa ante sus ojos.
123
—¿Es cierto? ¿Has sentido frío últimamente? —preguntó con voz áspera.

Asentí con la cabeza, mirando hacia abajo a la punta de sus botas.

—¡Oh, Cariño! —Él inhaló con un jadeo entrecortado—. Lo siento mucho.

Se dejó caer de rodillas, envolviendo sus brazos alrededor de mis muslos,


la cabeza apoyada en mi estómago. Mis dedos se enredaron en su pelo
suave.

Todos los que nos rodean y los de la galería superior, rostros atentos,
todos y cada uno se encontraban congelados. Ryder se quedó de rodillas.
Nadie dijo una palabra. La escena era salida directamente de Hamlet: “El
resto es silencio”.
124

Capítulo 12
Traducido por Niii y Vettina

Corregido por Pimienta

E
l resto fue silencio, está bien, por lo menos hasta que las clases se
terminaron. Ryder y Lucian consiguieron una suspensión por una
semana. No estaba claro si a cualquiera de ellos se le permitiría
aparecer en el baile de graduación. J chilló de consternación sólo por si
acaso. La escuela rugía con el nuevo lote de cotilleos. Y yo, bueno,
mayormente realicé mis mejores esfuerzos para volverme invisible.

Cuando la sala de estudio se había vaciado, dejándonos a Ryder y a mí


para resolver nuestros propios asuntos, le pregunté sobre lo que había
sucedido.

—No quiero hablar de eso —espetó—. N… no puedo —añadió, un poco más


suave.

El director Turner había aparecido entonces, completamente enfadado, y


había llevado a Ryder a su oficina. Más tarde, oí que el entrenador
Billoughy los había escoltado a ambos, a Lucian y a él, fuera del recinto.

Era imposible encontrar algo que pudiera explicar todo el asunto. Pero
parecía como si: uno, mis olas de frío igualaran a las enormes malas
noticias, y dos, yo hubiera tenido algún tipo de historia terrible con Ryder
y Lucian, una en la que las cosas no resultaron demasiado bien para mí.
Las palabras de Lucian habían sido: Elige su vida por una vez. Como si, en
otro tiempo, Ryder no lo hubiera hecho. Como si me hubiera dejado…
¿morir? Incluso peor, como si la historia estuviera a punto de repetirse.

—Pero eso es una locura —argumentó J.

Estaba comenzando a sospechar que ella estaba en shock. Había repetido


esas mismas palabras mil millones de veces ya. El final de nuestro último
125
período, historia con la Sra. Flint, se aproximaba rápidamente, y todavía
no había logrado cambiar su tono.

—¿Qué? ¿Te refieres a una locura como “ver dentro de la cabeza de las
personas simplemente por el hecho de tocarlas”?

Con sus dedos presionando sus sienes, apretó los ojos con fuerza.

—Pero ¿no recordarías haber muerto?

—No si es que, ya sabes, morí. ¿Crees que recordarías tu propia muerte?

—¡Oh! Sí, ya veo tu punto.

—Bien, porque yo no. Quiero decir, si morí, ¿qué estoy haciendo aquí?

J agitó sus brazos en el aire, sus ojos marrones muy abiertos.

—¡Santo dios! ¿Piensas que estás muerta?

¡Eso iba mucho más allá de la locura!

—¿Parezco muerta?

Ella se calmó. Era como ver la nieve derretirse.

—Y, entonces, ¿en qué estás pensando? ¿Reencarnación?

—Eso sigue sin explicar por qué Ryder y Lucian parecen recordar cosas
que yo no. Como toda esta historia entre nosotros de la que nadie me dice
nada.

Ella gruñó con tristeza.

—Tiene que ser algo mágico, sin embargo, ¿verdad? A menos… ¿crees que
son vampiros o algo así? ¿Ya sabes, como hombres que viven para
siempre?

—No son vampiros, J —resoplé.

—¿Qué, entonces?

Mi cabeza dolió, como si un ejército de bateristas malvados se hubiera


apropiado de mis neuronas, usándolas diabólicamente como tambores.
126
—No lo sé. No sé lo que son, lo que yo soy, lo que está sucediendo; ¡no sé
nada! Y la idea de que Ryder me haya lastimado alguna vez en el pasado,
una realidad alternativa o lo que sea…

Fue su turno para exclamar: —¡Por favor! Ryder jamás hubiera hecho eso.
Está loco por ti. —Se quedó en silencio y la escuché luchar contra una
respiración rota—. Ambos lo están —añadió en voz baja.

Fruncí el ceño.

—¿Cómo lo sabes? ¿Sólo porque casi se mataron el uno al otro en la sala


de estudio?

—Bueno…

—¡Pero lo hicieron mientras se estaban acusando mutuamente de


dañarme en el pasado y gritar cómo estaban a punto de hacerlo
nuevamente! Eso no es estar loco por alguien, eso es estar sencillamente
loco.

En respuesta al ruido que estaba haciendo, la Sra. Flint me miró de reojo.


Con mi autocontrol pendiendo de un delgado hilo en este momento,
terminé casi gruñéndole, lo que aparentemente era lo necesario para que
ella desviara el escrutinio. Qué efecto tan extraño parecía estar causando
sobre las personas, en este último tiempo.

J insistió: —Pero confías en Ryder, ¿verdad?

—Con mi vida. Que es por lo que no puedo entender nada de esto.

—Necesitas hablar con él.

—Estoy planeando hacerlo.

Por supuesto, ya había intentado eso, tenía las pruebas que lo


demostraban. Volví a pensar en nuestra primera cita, la casa en la playa y
ese raro discurso que me había dado en ese momento, ese que con tanto
ahínco había intentado descifrar y fallado. Parte de ello me sonaba más
racional ahora. De una manera bastante irracional, obviamente.

Me apresuré a salir del salón bajando las escaleras como un tornado, y


todos se movieron fuera de mi camino. Lo que sea. No podía hacer que me
importara en ese momento. Déjenlos hablar.
127
—Si no es la Pequeña Señorita Popular. ¡Qué desperdicio! —me gritó
Rosalie Miller desde el centro del vestíbulo, donde estaba de pie con las
manos en sus caderas—. ¿Los chicos más calientes en la preparatoria
Rosemund peleando por ti? —Escupió el pronombre con asco—. Lo juro,
realmente hay algo mal con el mundo.

Me detuve en seco, a pesar de los ruegos de J porque no lo hiciera, y me


giré lentamente. Todos estaban mirando.

—Sabes, Rosalie, Lucian dijo que incluso si perdieras diez kilos seguiría
sin llevarte al baile. Algo sobre ti le recuerda a los cerdos y al tocino.

Sonreí angelicalmente. Su delicada tez nórdica se volvió rojo arándano.

—¡Fenómeno! —siseó.

—Lo que sea. —Giré sobre mis talones, el pulso resonando con fuerza en
mis oídos.

—Si no fueras una bruja, Ryder ni siquiera te hubiera mirado dos veces.
Todos saben que pusiste un embrujo sobre él.

Mi sangre se congeló. Me giré hacia ella otra vez, y cuando abrí mi boca, lo
que salió de ella me sorprendió incluso a mí. Sonó como una camada de
serpientes.

—Pero soy una bruja, Rosalie. ¿Quieres una demostración?

Ella palideció, bajando la vista y tambaleándose lejos son decir nada más.
El resto de la multitud se dispersó con una rapidez impresionante
también.

—Tranquila, Lil, cálmate —me regañó J.

No respondí, demasiado agitada para lograr formar cualquier palabra.


¡Nunca en mi vida había hecho algo tan estúpido! ¿Por qué, en nombre de
todo lo sagrado, me había etiquetado de la única forma en que temía ser
vista? Dado el nivel de ansiedad y varias fobias que mi simple presencia
causaba entre los agradables habitantes del pueblo, había una clara
probabilidad de que luego de esto fuera expulsada de la ciudad. Con
antorchas y rastrillos. ¡Fantástico!
128
Con mi conductor famoso expulsado de la escuela, la tarea de llevarme a
casa recayó sobre J. Nuestros planes para el día, que incluían modelar
nuestros trajes de fiesta para nosotras, habían sido expulsados del reino
de la posibilidad casi al mismo tiempo que Ryder fue expulsado de la
escuela. ¡Mi pobre mejor amiga! Su vestido acababa de llegar y se había
estado muriendo por mostrármelo.

—Er… creo que tendremos que replantearnos todo eso de que te de un


aventón a casa —me dio J a medida que nos acercábamos a su Pontiac
Vibe rojo cereza.

—¿Qué? ¿Por qué?

Ella asintió, indicando algo detrás de mí. Cuando miré, ahí estaba Ryder,
de espaldas a nosotras, esperando junto a mi propio coche, el que, a
menos que de repente hubiera sufrido un ataque de amnesia, estaba
segura había dejado en casa. Estaba al teléfono, gesticulando
salvajemente. Su moto no se veía por ningún lugar.

—Llámame más tarde —dijo J—, para decirme lo que sucedió. Buena
suerte.

Murmuré algo que esperaba pasara por un consentimiento y lo miré, mis


pies apenas tocando el asfalto.

—¡No me importa si tienes que volar hasta aquí! —estaba gritando en el


teléfono con en tono brusco que nunca le había oído antes—. Necesito esos
papeles esta noche. ¡No, absolutamente no! ¡Bajo ninguna circunstancia!
No me importa cómo —dijo entre dientes—. ¡Sólo hazlo!

Cortó de golpe, todavía maldiciendo en voz baja cuando se dio la vuelta y


me vio.

—Hola, bebé —me saludó, y esa suavidad con la que estaba familiarizada
se deslizó de nuevo en su voz. ¿Tal vez únicamente me hablaba de esa
forma a mí?

—¿No se supone que tienes que permanecer aleado de los terrenos de la


escuela?

Estaba envuelta en sus brazos un segundo antes de que tentáculos azules


comenzaran a tirar de mí. Lucian estaba cerca, también, asumí, y decidí
129
que no importaba. Ryder era cálido y relajante a mí alrededor. Había
tomado una ducha; su cabello todavía estaba mojado y su esencia de
cuero y pino se mezclaba con un poco de jabón cítrico. Olía como todo lo
que necesitaba en este minuto, familiar y tranquilo, y me fundí en el
abrazo.

Cuando nos desenredamos a regañadientes, la primera cosa que noté, y


que me sorprendió, fue la suavidad de su piel dorada. Ni la más mínima
cicatriz marcaba su cara, ni siquiera un moretón. Aún más extraño, a la
luz del sol, incluso sus ojos brillaban de color ámbar, como los de un lobo.
Sin embargo, se veía cansado.

—Pasé por la tienda de tu madre —dijo, sus dedos acariciando mi mejilla


lentamente—. Me dio las llaves de la casa para que pudiera recoger el
coche. Pensé que podríamos ir de picnic.

Él forzó una sonrisa, una que podía decir había requerido de esfuerzo.
Había algo entre nosotros, un espesor en el aire, una evasión en nuestros
ojos. Como un grito silencioso o un agujero negro.

—¿Un picnic? ¿Qué hay del trabajo? Y tengo un proyecto de investigación


que entregar el…

—Por favor, Lily —pidió, con una voz tan estrangulada que mis ojos se
llenaron de lágrimas—. ¡Necesitamos esto! Yo necesito esto.

Los tentáculos tiraron de mí más fuerte. ¿Cómo podía ser tan suave la
electricidad? Obviamente, me estaba volviendo loca.

—Um, sí… está bien, seguro.

Mordí mi labio, muriéndome por hablar y por mantener mi boca cerrada al


mismo tiempo. Queriendo saber y deseando nunca hacerlo. El tirón de
Lucian aumentó su incisión y mi cuerpo reaccionó sufriendo un pequeño
escalofrío. Pero él no estaba en ningún lugar que pudiera ver.

—¿Tienes frío? —preguntó Ryder con voz ahogada.

En un instante, su rostro palideció. Si hubiera dicho sí, lo habría


derribado de sus pies. ¡Oh, esto era malo! Malo con M mayúscula.

—No —lo dejé quejarse—. ¿Qué significa el frío, Ryder? ¿Por qué estás
asustado de él?
130
Él respiró entrecortadamente.

—No importa. ¡Por favor, sólo vámonos! Vamos a hacer de este el mejor de
los días.

¿Era yo, o eso realmente sonó como el último deseo de un hombre


condenado a muerte?

Él quería conducir y a mí no me importaba. En el asiento trasero, una


cesta llena de comida y bebidas estaba instalada junto a una manta
cuadrillé doblada. Esto era increíblemente dulce, pensé; ¿entonces por qué
tenía mi boca un gusto tan amargo?

Casi me senté sobre el libro que él había dejado sobre el asiento del
pasajero, una copia maltratada de Más Allá de los Sueños. La levanté y la
sujeté contra mi rostro. Olía a él.

—Háblame sobre esta historia —pedí en voz baja, mirando a través de la


ventana porque dolía demasiado mirarlo a él en ese momento. No estaba
segura del motivo.

Él tosió, como para corregir su voz, y me pareció una cosa tan extraña y
adulta que hacer en ese momento.

—Se trata de un hombre que después de morir en un accidente


automovilístico, despierta en el cielo y se entera que, mientras tanto, su
esposa se suicidó y está en el infierno.

—Pensé que habías dicho que la historia se trataba del amor.

—Y el sacrificio. Y de ser incapaz de vivir tu otra vida. Las cosas que


hacemos por amor y las recompensas poco probables que podemos
obtener como resultado.

Tragué saliva, inquieta.

—Continúa.

—El personaje principal, Chris, quiere rescatarla del infierno. Por lo que
desciende y trata de convencer a Ann de lo que está pasando. Ves, ella no
sabe que está muerta. No tiene idea de que está en el infierno. Ella no
recuerda... —Su voz se quebró.
131
Con un chasquido seco, mis dientes se cerraron. La heroína no podía
recordar, al igual que yo no podía recordar. ¿Había una conexión? ¿Era
por esto que le gustaba el libro?

—Al final, eligió quedarse en el infierno. Para estar con ella.

—¿Lo hace?

—Sí, aunque nunca llega a seguir adelante. Debido a su sacrificio, Ann


renace de vuelta en la Tierra. A sí que Chris vuelve al cielo.

—¡Oh! No hay final feliz... un poco agridulce.

Como nosotros.

—Por el contrario. Piensa en ello; comienzan con uno en el cielo y el otro


en el infierno. Como agua y aceite, que nunca se pueden mezclar. Pero
cuando Chris la rescata, él lo cambia. Ann renace en la tierra y, hacia el
final del libro, él está a punto de volver a nacer, lo que los pone a ambos
en el mismo plano. Ya han estado en la vida del otro muchas veces antes,
así hay posibilidades de que se encuentren otra vez.

Sonreí. —Sutil. Esperanza.

—Sí, eso es exactamente por qué me encanta. Es una gran historia de


esperanza. La búsqueda de Chris, su determinación, el sacrificio
voluntario... para mí, eso es amor. Incuestionable… que rompe lazos
irrompibles. Es esperanzador. Me da esperanza.

Esperanza. Una palabra que seguía repitiendo. ¿Estaba tratando de


decirme algo?

Hicimos caminata parte del camino, de la mano. Y, por supuesto, Ryder


podría llevar una canasta de picnic y todavía sacar una mirada fría,
indiferente, sin romper a sudar. Incluso ahora, después de estar saliendo
un tiempo, mi respiración a menudo se atrapaba cuando lo miraba y mi
mente por lo general se convertía en un lugar brumoso. Una sonrisa de él
y el mundo se desvanecía. Nada importaba, más que Ryder. Él era todo lo
que conocía.

—Amo cómo me miras.


132
Nos detuvimos junto a un arroyo y yo ya estaba holgazaneando en la
manta, mirándolo esparcir el festín. Ensaladas, quesos, galletas, pie de
arándanos, fresas y crema fresca. Un reventón bastante decadente.

—¿Y cómo es eso? —Pregunté, ruborizándome en el momento justo.

Su labio inferior se curvo en esa forma maliciosa que lo hacía.

—Como si estuvieras teniendo un momento difícil decidiendo entre mis


labios y este pie de arándanos. Y sé que nada se interpone entre el pie y
tú.

Me reí.

—Muy atento. ¿Me pregunto cuál va a ganar?

Se sentó sobre la manta. Lentamente, dándome tiempo para darme cuenta


de sus delgados, largos músculos frunciéndose y extendiéndose debajo de
la camisa negra. ¡Había tanta malicia sólo en esa boca pecadora! Eso me
hizo gemir en resignación. Era difícil recordar cómo respirar, y mucho
menos la lista de preguntas que mi mente se suponía suministrara.

Una mano se deslizó debajo de mí y me tiró contra él, sus ojos nunca
dejando los míos.

Tan tierno, tan desgarradoramente tierno. A nuestro alrededor, los sonidos


del bosque iban muriendo lentamente. El viento agitando las hojas, el agua
tintineando en las rocas, las aves gorgoreando sus canciones, todo se
estaba dispersando. Todo se estaba disolviendo, hasta que no había nada,
más que ojos plateados. Y mi propia respiración.

Probó mi labio inferior lentamente, molestándome con los dientes y con


esa lengua malvada hasta que gemí y susurre su nombre una y otra vez,
como una plegaria. Me rompió por dentro y me unió de nuevo junto al
mismo tiempo. Mi tristeza, la duda y la ira, el miedo, simplemente se lo
llevó todo. Él me hizo olvidar.

—Oh, Lily. Sabes como uno de esos perezosos días de verano, dulce con el
aroma de los melocotones maduros, nena.

Retrocedió, mirándome tan atentamente que me estremecí.

—Te amo. Siempre y para siempre, nunca lo olvides.


133
—Te amo, también —le contesté, pero incluso mientras lo decía se abría
un agujero en mi estómago.

Puso mi cabeza en su regazo y comenzó a darme de comer pequeños


bocados de comida. Había algo tan delicado y tierno de sobre sus gestos,
que me destrozó dentro de nuevo.

Me empujó sobre el borde, donde no podía postergarlo más.

—Pero voy a olvidarlo, ¿verdad? —susurré, mirando a sus ojos vacíos de


vida—. Quiero decir, ese es el punto. Olvidaré. Tú, nosotros, hoy, no
recordare nada de ello.

—Tú nunca puedes realmente olvidarte de tu hogar. Y créeme, Lily, yo soy


tu hogar. Me perteneces. Al igual que yo te pertenezco.

Él no estaba mirándome, sino que miraba al bosque, en algún lugar


lejano.

Nada se movía en él. ¿Su corazón aún latía? A primera vista, parecía casi
frío e insensible, pero era sólo una capa, manteniendo lo que había debajo
de la piel.

Porque dentro, debajo de esa fachada dura, se caía a pedazos. ¿Cómo lo


sabía? ¿Cómo sabes respirar? Sólo lo sabes.

—¿Por qué me da frío?

Me levanté y crucé mis piernas debajo de mí. Pero no podía ir demasiado


lejos de él; mis rodillas todavía le tocaban sus muslos.

Estaba inclinado hacia atrás, apoyado en sus brazos, hermoso y quieto


como una escultura. Rayos de sol bailaban en su pelo oscuro, salpicando
con destellos zafiro y haciendo su piel bronce brillar suavemente.

—Es una señal. Una mala. —Se estremeció.

—Pero, ¿qué significa?

Sus ojos se fijaron en mí, cambiando de color tan rápido que era
fascinante.

—Que nos estamos quedando sin tiempo.


134
Mi pulso se movió a mi garganta. —¿Nosotros? ¿O sólo yo?

Una sonrisa se asomó brevemente en las esquinas de su boca.

—Si alguna vez hubo un “yo”, Lily, nada de esto habría sucedido. Pero no
hay “yo”. Sólo “nosotros”.

—No lo entiendo. —Subestimación.

—Lo sé. Desearía poder explicarlo mejor.

Empuje mis dedos por el pelo bruscamente, gruñendo en voz alta mi


frustración.

—Está bien. Tratemos esto de otra manera. ¿Estoy en peligro?

—Estás en peligro desde el momento en que nos conocimos.

Sin duda. Sin acobardarse. Me lo había dado tan directo como viene. Mi
boca se secó.

—¿De ti? —Le pregunté en voz baja—. ¿Estoy en peligro d… de ti?

No se ocultó de mi pregunta muy explícita, pero sus ojos se volvieron gris


barro, sombríos y más profundos que un parche de oscuridad de la
medianoche.

—Siempre lastimamos lo que más amamos.

Mi reacción fue fracturada, sacudidas y olas, como piezas de un


rompecabezas que no encajaban entre sí. No encajaba ciertamente en mi
cabeza. Emociones batieron a través de mí demasiado rápido para…
agarrar sólo una. Me puse de pie, temblando, mis manos apretadas en
puños.

—Bueno, ¿sabes qué? ¡Ese estúpido dicho viene de una tonta canción de
1940 por Doris Fisher y Allan Roberts, y significa exactamente nada! —
Estaba balbuceando de nuevo. Porque podrías contar conmigo para hacer
eso en los peores momentos—. ¡No es ciencia de cohetes volviendo! Ya sea
que amas a alguien o no, no puedes hacer ambas cosas. Entonces, ¿cuál
es?

Se había levantado, también, y me miraba con una calma que era mucho
más alarmante que mi explosión. ¿Qué estaba pasando, por llorar?
135
—Nunca he amado nada más.

Bueno, ¡eso lo aclaraba todo! Y, por si fuera poco, su rostro se puso más
duro, sus rasgos reprimidos bajo ese aire trágico que llevaba tan seguido.

—¡No le des vuelta al asunto! Ya he tenido suficiente del torturado y


meditativo Ryder. Sólo dilo. ¿Qué está pasando? ¿El frío? ¿Lucian?
¿Ustedes dos haciendo acrobacias del Circo del Sol y yéndose con sus
huesos intactos? ¿Qué significa?

Con una respiración pesada, sus hombros cayeron. Mi corazón se hundió,


también, como si nuestros cuerpos estuvieran vinculados de alguna
manera.

—¿Ves? Esto es exactamente por qué me mantuve lejos por todo el año.
Porque él tiene razón, todo lo que siempre te traigo es dolor. —Hizo una
pausa y preguntó muy suavemente—. Si yo pudiera decírtelo, ¿no crees
que lo haría?

Me quedé allí, mirando, con la boca abierta.

—Todos los flashes y los deja vú que tengo cuando estoy contigo, son
reales, ¿no es así? Y la forma en que puedo sentir a Lucian, esa cadena
eléctrica tirando de mí hacia él, no está en mi cabeza, tampoco. ¡Todo es
real! Ryder, ¿de dónde viene? ¿Por qué no puedo recordar a ninguno de los
dos? ¿Cómo estamos conectados?

—¿Te sientes atraída hacia él? —susurró, no molesto, pero palideciendo.


Aplastado, estaba aplastado como una pieza de fruta madura brutalmente
estampada.

Suaves nudos obstruyendo mi garganta. —Yo no lo quiero —dije en voz


baja—. Tú eres el que me importa.

No se animó. Los mechones de pelo que cubrían su frente no podían


ocultar las líneas duras que lo arrugaban. Estaba enojado y triste. Sin
esperanza y duro. Algo malo estaba a punto de abalanzarse sobre
nosotros, y estaba luchando con ese conocimiento. Desde donde yo estaba,
parecía que estaba perdiendo la batalla. No tenía sentido, no se puede ser
un perdedor y un ganador. Y no me importa lo que esa canción estúpida
dice, no puedes deliberadamente hacer daño a alguien que amas. Muy
136
convenientemente, elegí ignorar la voz dentro de mi cabeza gritando: ¡Se
realista, Lily! La gente hace eso todo el tiempo.

—¿Recuerdas lo que te dije sobre el evento crucial en la vida de las


personas? ¿Cómo establece el curso de todo lo que sucede a partir de
entonces? ¿Las ondas que siguen?

Asentí. Por supuesto que recuerdo el discurso críptico que me había dado
de vuelta en la casa de playa. Había pasado muchas horas desde entonces
tratando de descifrar su código. Yo estaba lista para informar que de esa
traducción una lengua extinta tenía que ser infinitamente más fácil.

—Es por eso que me gusta el libro, por qué lo encuentro tan esperanzador.
Dado que el personaje realmente lo cambia. Se establece un nuevo rumbo
para la vida de su esposa.

Mareada, así es como me sentía. Cansada de su rompecabezas, de todos el


doble sentido y el misterio. Estar atrapada en esta maldita rutina me
acababa.

—Nuestras vidas hoy pueden parecer más que ondas, pero confía en mí,
que siempre conducen al mismo final. Crees que las cosas no están
escritas en piedra, pero estás equivocada, Lily. ¡Tú no puedes cambiar lo
que ya sucedió! Sólo se puedes sacar lo mejor de lo que se ha acordado. Y
si tienes suerte, tal vez un día que tomes ese camino al infierno y de
alguna manera despiertes en el cielo.

Hizo una pausa, titubeando, inseguro de si debería acercarse o no. Lo peor


era que me sentía igual de confundida.

—No puedo prometer el cielo, nena, pero te juro que voy a hacer lo mejor
que pueda. Hasta el día que muera, nunca dejaré de tratar de hacer todo
lo que pueda. Pero, por favor... ¡entiende! Mis decisiones, al igual que las
tuyas, son muy limitadas.

Para evitar estallar en sollozos, apreté los dientes duramente. ¿Por qué
estaba pasándome esto a mí? ¿Por qué no podía ser como la estúpida
Rosalie Miller, sólo esta vez? Una idiota, seguro, pero una felizmente
normal. Pero no, tenía que ser mágica. Tan mágica, de hecho, que no podía
estar alrededor de las personas. ¡Y especial! Pero no en un genio juvenil, o
incluso en esa manera tonta más probable de ser modelo, no.
137
Tenía que ser el maldito Harry Potter en un mundo que trata a Harry
Potter como la peste.

Justo cuando pensaba que los poderes que me estaban dando un


descanso y dejándome tener a Ryder, ¿no era sólo como mi patética vida
había resultado ser potencialmente peligrosa?

Que podía, al parecer, ¿amarme y lastimarme al mismo tiempo? ¡Odiaba


esa canción tonta! ¡La odiaba, la odiaba, la odiaba!

—No es suficientemente bueno —gemí.

Pero no me fui. Elegí no hacerlo. Porque, noticia de última hora: la vida


real apesta. No es como en las películas o los libros, para nada perfecta.
Más como perfectamente imperfecta. Y desde que mi vida no tenía
intención de darme cierta holgura, decidí hacerlo yo misma. Al final, todos
estamos tan ocupados pensando, analizando y tratando de hacer a las
cosas encajar que nos olvidamos de sólo sentir. Como pasa, no sentía
ganas de ir a ninguna parte.

—Lo sé —acordó en silencio, y esta vez no había más duda. Cerró la


distancia entre nosotros y lo dejé—. Lo siento —susurró en mi pelo.

Y lo hacía, yo sabía que con cada poro de mi ser. Pero aun cuando sus
brazos me rodeaban, mi mente se preguntaba: ¿Estoy dentro de un refugio
o una trampa?

Hasta que lo apagué. Yo estaba en brazos de Ryder. Sólo los brazos de


Ryder. El chico que amaba a montones: me amaba.

Pasamos el resto del día del modo que me había pedido, disfrutar de él.
Riendo y besándonos y comiendo y jugando como niños. ¿Lo malo? Sí,
todavía estaba por venir.

Pero no estaba aquí aún.


138

Capítulo 13
Traducido por Susanauribe y LizC

Corregido por Pimienta

E
ra el crepúsculo para el momento que él se detuvo frente a mi casa.
No había luces encendidas dentro, así que Mamá seguía en la
tienda. La manejada de vuelta había sido una callada, y ahora que
estábamos frente a frente en el pie del porche, el silencio creció casi
incómodo.

Típicamente, este sería el momento en el cual le pidiera que entrara. No


era porque tenía tarea y tareas caseras con las que lidiar que me alejaban
de ello. Felizmente habría abandonado todo por unos minutos con él;
usualmente lo hacía. Normalmente, llegábamos a casa antes de que Mamá
lo hiciera y pasábamos ese pequeño tiempo, con los sonidos del mundo
volviéndose silenciosos, desvaneciéndose juntos en el adormilado sol,
solamente tendidos en mi cama en un enredo.

Sin movernos, sin besarnos, sin hablar. Solamente estando con el otro.
Nada me hacía más feliz en ese entonces.

Pero…

No había dicho mucho en nuestro camino a casa por una razón. El frío
había vuelto; había estado luchando con él por los pasados treinta
minutos. Hasta ahora, tan bueno, en el sentido de que, después de barajar
varias energías dentro de mí, había sido capaz de contenerlo. Lo contuve
de expandirse. De todos modos, mis pantallas de humo se estaban
volviendo delgadas y sabía que sería sólo cuestión de minutos, de eso,
antes de que mis dientes comenzaran a castañear. Sólo sabía que si Ryder
me viera así, entendería cuan malo el frío se había vuelto, sufriría un dolor
peor que el mío, frío o no frío.

—No frunzas el ceño, nena —pidió calladamente, pasando sus dedos sobre
mis líneas de preocupación en mi frente que se deberían haber mostrado.
139
Forcé una broma. —¿Preocupado por mis futuras arrugas?

Sus ojos brillaron con algo similar a desesperación.

Tirité, perdiendo mi agarre del frío, y el primer escalofrío movió mi cuerpo


suavemente. Para cubrirlo, envolví mis brazos alrededor de su cuello,
presionando mis labios contra él y mi cuerpo contra el suyo. Pero él estaba
a millones de kilómetros lejos.

—Lo siento —se disculpó, desenfocados ojos mirando mi rostro


curiosamente—. No puedo entrar esta noche. Hay algo con lo que necesito
tratar.

Eso debería haberme llenado con alivio. Quería que se fuera mientras el
frío pasaba, ¿verdad? Pero él estaba haciendo algo más que dejarme, él se
estaba alejando de algún modo. De mí. Lo sentía, pero cuando la segunda
racha de estremecimientos se expandió por mi escudo interno, estuve
forzada a admitir que ahora no era el momento para entrar. Tenía que
dejarlo ir y correr dentro antes de mi carruaje se volviera una calabaza.

Así que, a través de mis dientes apretados en una tensa sonrisa, dije: —
Seguro, no hay problema.

Él estaba distraído, decidí, incluso mientras sus suaves labios pasaban por
los míos, todavía tensos, muy diferentes a los besos que habíamos
esparcido en nuestro picnic. Luego, con la promesa de verme por la
mañana, se había ido.

Apenas me arrastré dentro de la casa, mis pies tan pesados y fríos como
mi corazón. Para el momento que llegué a mi habitación, estaba lidiando
con un ataque y temblor incontrolable.

Calor, necesitaba calor, la última parte a penas funcional de mi cerebro


gritó. Me arrastré hacia mi armario sin encender las luces, perdiendo mi
bolsa mientras iba. Las cortinas estaban completamente separadas y mi
habitación estaba oscura. Le di la bienvenida a la oscuridad porque
siempre había sido mi amiga, relajante y dándome fuerza, similar a mi
propia marca modificada de Red Bull24 místico. La bebí con entusiasmo,
esperando que hiciera al frío menos paralizante.

24Red Bull: Es una bebida energética distribuida por la compañía Red Bull GmbH.
140
Parada frente al armario abierto, busqué por algunas sudaderas para
ponerme encima de mis vaqueros y el jersey más pesado que poseyera.
Pero era muy tarde. Cada centímetro de mí tembló tan violentamente que
era claro que ya no tenía control sobre mis funciones motoras. Los dedos
encorvados en garras como plaga de artritis. Mis dientes golpeaban,
golpeaban,golpeaban tan fuerte que mi lengua estaba peligrosamente cerca
de ser amputada. Mis rodillas se volvieron suaves y me fallaron un minuto
después de que los músculos en mi pierna se volvieran gelatina. Me sentía
en un montón de deshuesada y temblante papilla.

Luego los azules tentáculos vinieron…

Cerca. Tan cerca. Relajante. Calidez. ¿Podría Lucian estar en la


habitación? ¡Nah! Cómo podría él…

Mi mente nunca llegó a procesar el final de ese pensamiento. Caí en la


oscuridad. Sería difícil decir cuánto me quedé perdida, yendo a la deriva
por esa amorfa nada. Tal vez momentos, o tal vez años. No me gustaba.
Parte de mi conciencia permanecía activa. Incluso en mi sueño estaba
alerta. No ahora, sin embargo.

Ahora, todo lo que me sentía era perdida, desorientada y sola. Me asusté


por las luces fuera de mí.

—Regresa, Katherine —una voz llamó desde lejos—. Vuelve a mí, mascota.
Sigue mi voz. ¡Vuelve a mí!

¡Ryder! Su voz era tan débil y, por alguna razón, él me estaba llamando
por otro nombre, pero estaba segura de que era él. Mi estomago se tensó
dolorosamente. Él me estaba buscando. Había vuelto por mí. ¡Tenía que
encontrarlo! Estaría preocupado y…

Con el esfuerzo que ponen los levantadores de pesas olímpicos a la


vergüenza, abrí mis ojos.

Y sí, estaba en sus brazos. Él me había reunido en su pecho y yo estaba


descansando ahí, ajustada como un animal en una alfombra, todavía
temblando, pero ni de cerca tan fuerte como antes.

Pero… espera; en la luz de la luna filtrándose por las cortinas, su piel no


era dorada sino pálida, casi plateada. Asimismo, a menos de que estuviera
viendo cosas, sus ojos eran azules. Traté de frotar mi rostro en un intento
141
de guiar mi vista a modo funcional de nuevo, pero los nervios y músculos
en mi cuerpo no notaron mis necesidades. De hecho, mis brazos parecían
terriblemente ocupados siendo enrollados alrededor de su cuello; no tenían
la intención de moverse un centímetro.

—Lucian —susurré, no por elección. Mi jodida voz también estaba


quebrada.

—Ahí estás —dijo él, sonriéndome.

Su energía, esos eléctricos hilos pulsando entre nosotros, peleando contra


mi frío. Lo sentí, cientos de dedos, como candelas, extinguiendo cada
último de esos congelados y filosos finales pinchando mi cuerpo. El frío era
una cosa viviente dentro de mí, gimiendo, retorciendo y pegando de nuevo,
pero los tentáculos azules estaban vivos, también, y seguían batallando
ferozmente. Entretanto, yo era un desastre.

—¿Por qué viniste a casa sola? Ya estabas enferma cuando llegaste aquí.
¿Dónde está él?

—N No podía… de dejar que m me vie viera así.

—¿Por qué no?

—N No quería… qu que é él s sufriera.

—Él. —Su voz era tan gélida como mi frialdad—. ¿Y qué hay de ti? ¿Y yo
qué? ¿Por qué su sufrimiento tiene prioridad sobre el tuyo? ¿O incluso el
mío? No puedes ser tan ingenua como para pensar que sólo le estás
haciendo daño a él.

Mi visión se había despejado lo suficiente como para distinguir su rostro y


pude ver que él no estaba sólo enojado, sino también asustado de manera
decisiva. Durante un momento, ninguno de los dos habló. Con el tiempo,
el frío comenzó a morir lentamente y yo aproveché la oportunidad para
alejarme de él.

—¿Qué estás haciendo en mi habitación, Lucian?

—Sentí que el frío estaba aumentado. Tuve que venir y ayudar.

—¿Cómo? Quiero decir, ¿cómo lo sientes?


142
Me puse de pie, todavía temblorosa, usando la puerta abierta del armario
para tirarme hacia arriba. Él hizo lo mismo.

—Tú y yo no somos extraños —respondió él entre dientes—. No importa lo


mucho que quieres negarlo.

—Oh, ya veo. No somos extraños, así que por supuesto que está bien para
ti estar al acecho en mi habitación.

No quiero sonar tan dura. Él me había ayudado. Sin él todavía estaría


tendida en el suelo, fuera de combate. ¡Pero estaba tan enojada! Enojada
que habían sido sus brazos, y no los de Ryder, tirándome de vuelta a la
tierra de los vivos.

Se rió de mi reacción, suave y tentadoramente.

—Entonces, ¿cómo fue tu día, bonito? Se está haciendo tarde y te has ido
por horas. ¿Seguro que estás bien?

Su voz era suave, musical, y esa máscara suave que siempre llevaba y la
llamaba expresión facial ya se había roto y regresado de nuevo. Traté de
ignorar a ese Raisin, el pequeño traidor, que se mantuvo frotándose contra
sus piernas, ronroneando con satisfacción.

—No es que sea de tu incumbencia, pero sí, estoy bien. ¿Por qué no lo
estaría?

¿Sólo porque casi me muero, congelada hasta la muerte por un escalofrío


metafísico? ¡Bah!

Se acercó a mi escritorio y encendió la lámpara. Cuando la luz se derramó


en la habitación, su presencia y todo lo demás de repente se sentía más
real de alguna manera. Sin embargo, decidida a no hacerlo, sucumbí de
nuevo a un ligero temblor, de la variedad no mística, involuntariamente,
envolviendo mis brazos alrededor de mí.

—¿Todavía tienes frío? —preguntó, abriendo los brazos—. Eres siempre


bienvenida a una segunda porción, sabes.

Me sonrojé, recordando cómo me había ubicado allí, junto a su pecho. —


Es bueno saberlo. Ya estoy más caliente; un poco de té caliente y voy a
estar como nueva.
143
Él se rió bajo. —Eres muy valiente, ¿verdad? Me gusta eso en una chica.

—Así que vamos a ver si lo entiendo. Si yo no fuera tan valiente, ¿darías


marcha atrás? Porque estoy dispuesta. Voy a jugar a la damisela en
apuros para ti, si eso es lo que se necesita.

Hizo un sonido chasqueando la lengua.

—En realidad eres la damisela en apuros. Simplemente no puedes verlo


aún.

Evidentemente, mi lengua mordaz no era motivación suficiente para


hacerle retroceder. Por el contrario, se estaba echando en la pelea verbal
con el disfrute saludable de siempre. Un paso elegante, largo y el espacio
entre nosotros estuvo cerrado. Olía a... ¿qué diablos era eso, galletas
recién horneadas? Tenía una de otra de sus camisas Lacoste al estilo
universitario, o era Calvin Klein, su atuendo: pantalones, camisa blanca
asomando por debajo de un suéter con cuello en V rematado por una
chaqueta azul marino, y radicalmente combinado con un cabeza de nuevo
recién salida de una ducha, cabello menos rubio de lo normal.

—Llegué unos minutos antes que tú —dijo, en respuesta a mi ceja


levantada.

—No me iba a permitir entrar, pero tu gato sonaba hambriento, así que
pensé en darle de comer.

¡Ah! Eso explica por qué Raisin se la pasa coqueteando con él. El pequeño
traidor felino vendería a su propia madre por comida.

—Así que pensaste, ¿qué? Oh, voy a darme una vuelta por la casa.

Él hizo un gesto, inclinando la cabeza hacia un lado y viéndose


entretenido. Como si estuviera montando algún hilarante espectáculo de
una mujer para su beneficio. Puse los ojos en blanco, molesta.

—¿Qué quieres?

—Advertirte.

Ahora estábamos llegando a alguna parte.

—¿Qué pasa?
144
—Tu… novio. —Escupió la palabra como si fuera basura ensuciando su
boca.

No había nada paranormal sobre el repentino temblor que comprimía a


través de mi cuerpo tan rápido. La magia nunca fue tan fuerte o tan
repentina, por no hablar, que no me suele hacer fantasear sobre cosas
locas, de la forma en que estaba haciendo ahora. Me imaginé a la policía
inesperadamente asaltando mi casa por drogas, inmigrantes ilegales, o
misiles nucleares, o cualquier otra cosa que pudiera llevarlos a arrestar a
Lucian. Pero, por supuesto, no vino nadie. Nadie podría, o bien, al menos
no a tiempo para evitar que él abra la boca.

—Él no es quien dice ser. ¡Estás en peligro! Permití que esto continúe
mucho tiempo. Tiene que parar.

Ahora me estaba imaginando coser sus labios como en una de esas


películas geniales de terror. Probablemente podría llevarlo a cabo con un
movimiento de mi muñeca, también, si estaba dispuesta a sumergirme en
el lado más oscuro de mis poderes. Que, sin embargo, era algo que nunca
había hecho, ni tampoco consideraría nunca. Pero, diablos, incluso
derramando cera caliente en mis propios oídos, para sellarlos, parecía
inquietantemente atractivo correcto de hacer entonces.

—No quiero escuchar esto —dije en su lugar—. ¡Vete o llamo a la policía!

Él sonrió con tristeza, sus ojos brillaban húmedos en la penumbra.


Cuando levantó su brazo, su mano con el objetivo de tocar mi mejilla, me
retiré tan lejos como pude, presionándome contra la puerta del armario.

—¡No me vuelvas a tocar otra vez!

—Perdóname. Pero no sé de ninguna otra manera de convencerte de la


verdad.

Dejó caer el brazo, pero nunca tuve la oportunidad de exhalar de alivio.


Mostrando dedos aterradoramente brillantes, su otra mano agarró la mía
en un torbellino de movimiento. Sorprendentemente, una ola de dolor
insoportable me electrocutó. Su vida se vertió en mi mente de una sola vez
y grité. No sólo en dolor, sino en desesperación también.

Porque esto era realmente así de malo.


145
146

Capítulo 14
Traducido por Sheilita Belikov

Corregido por Pimienta

D
espués de que el dolor se calmó y mi visión se aclaró, la realidad
volvió a tomar consistencia lentamente. Pronto, mi cerebro se
despabiló, aunque gimiendo y rechinando como una vieja pieza de
maquinaria en extrema necesidad de lubricación.

¿Dónde estaba?

Un hombre robusto luciendo una barba puntiaguda completada con bigote


oscuro y vestido con ropa extraña, una capa real hábilmente arreglada
sobre sus enormes hombros y botas de cuero hasta la rodilla decoradas
con grandes hebillas de piedras preciosas, me lanzó una mirada de
reproche desde al lado de una enorme chimenea. La cosa era tan grande
que podría haber cabido Santa además de algunos camiones cargados de
juguetes sin ningún problema.

—Oiga, Lady Katherine, ¿está soñando despierta otra vez? ¿Se siente bien?

¡Ajá! Así que no sólo la decoración y el vestuario pertenecían a la época de


Stuart, sino también la gente. Acento británico, ropa extravagante,
lenguaje anticuado: estaba haciendo el recorrido completo. ¡A pesar de que
mis pulmones traicioneros no cooperarían! Podía oír el grito reuniéndose
en mi garganta, chillante dentro de ella, y sin embargo, cuando abrí mi
boca, nada. De hecho, lo único que oía era el sonido de una voz no del todo
desconocida, tranquila y fría.

—Ella está perfectamente bien, Padre. Simplemente sufriendo las


consecuencias de una mala noche de descanso.

No escuché la respuesta del hombre imponente, a causa de estar


concentrándome en la última sorpresa. Resultó que la voz tranquila
pertenecía a una chica ataviada con un vestido que parecía pesado e
147
incómodo, la tela cargada de patrones florales y la garganta adornada con
un gran cuello de encaje. Al igual que su padre, sus rizos eran de color
negro azabache, cayendo libremente alrededor de su cara aniñada. Y
aunque la voz sonaba un tanto diferente, probablemente debido al
marcado acento británico, esa chica era J.

¿Estaba ella... pintando? De hecho, ambas lo estábamos, ahora que veía.


Cada una estaba de pie delante de un caballete, aparentemente trabajando
en el mismo tema, un retrato del hombre junto a la chimenea. Excepto
que, uno, yo no pintaba. Y dos, especialmente no pintaba llevando un
voluminoso y antiguo vestido que ni siquiera me verían usando en
Halloween.

¿Qué demonios estaba pasando?

Mi voz todavía estaba ausente cuando la imagen a mi alrededor se volvió


borrosa. De repente, estaba en otra habitación, con J yendo y viniendo
alrededor de mí y hablando rápida y alegremente, con el mismo acento
británico increíblemente marcado. Los techos eran altos, los muebles y
cortinas parecían pesados, antiguos pero nuevos. El piso estaba cubierto
en lugares por pieles de animales, una visión muy inquietante. Tanto J
como yo estábamos de nuevo vestidas con ropas extrañas. A juzgar por
todo eso, sumado al hecho de que no vi ningún artículo moderno, y me
refiero a sin televisores, ni computadoras, ni siquiera un interruptor de
luz, la simple lógica parecía apuntar hacia la conclusión muy ilógica de
que de alguna manera habíamos viajado en el tiempo. Esto tenía que ser el
pasado. Y aunque J parecía pertenecer realmente aquí, ya que caminaba,
hablaba y se movía como si fuera la dueña del... cualquier siglo que fuera,
yo estaba definitivamente fuera de mi ambiente. Podría haber estado en mi
propio cuerpo, pero era difícilmente la que lo dirigía. ¡Ni siquiera podía
conseguir que hablara, el inútil! Por otra parte, tal vez no debía hablar. Tal
vez estaba aquí para observar, no intervenir.

Pero las dos preguntas más importantes eran: ¿cómo y por qué me trajo
Lucian aquí?

—… te doy mi palabra —J concluyó su discurso, deteniéndose en frente de


mí con las manos en las caderas—. Esa es toda la verdad. ¿Qué crees que
debo hacer, entonces? ¿Debo hablar con Padre sobre eso por adelantado o
confiar en que William podrá manejarlo solo?
148
Ella volvió a ir y venir sin esperar una respuesta.

—Padre no estará muy complacido, de eso estoy realmente segura.

Escuchar esas palabras viniendo de la boca de J fue tan extraño que me


hizo pensar en Eugene Ionesco y el Teatro del Absurdo. Sin embargo, aquí
estábamos, por así decirlo, y J realmente era una damisela británica del
siglo dieciséis o diecisiete que había cambiado el maquillaje dramático pero
bueno por vestidos con volantes en colores y patrones con los que a J
nunca se le vería ni muerta en el siglo veintiuno.

Se detuvo bruscamente y más o menos voló hacia donde yo estaba


sentada, acurrucándose a mis pies en un montón colorido de faldas, sus
ojos castaños brillantes con un fuego maníaco.

—¡Oh, Katherine! —exclamó, y sus brazos se cerraron alrededor de mí, con


la cabeza cayendo en mi regazo—. A Padre no le importará la diferencia en
nuestras posiciones sociales. Va a entender, ¿verdad? Oh, lo hará, di que
lo hará, ¡porque no puedo vivir sin mi William! ¡Lo amo tanto! No me puedo
imaginar estando sin él. Pero no debo hablar de ello, porque no sucederá.
Tendré que asegurarme.

Luego se fue de nuevo, volviendo a recorrer de arriba abajo la habitación,


su boca y piernas moviéndose al mismo ritmo acelerado y frenético de
antes. Era difícil creer que alguien pudiera moverse así sin la implicación
de cafeína o Coca Cola, o una combinación de las dos, en cantidades
industriales.

Entonces la enorme puerta dorada a mi derecha se abrió y entró un


sirviente. Al parecer, en este siglo, J y yo éramos inmensamente ricas. El
hombre anunció en un tono gangoso y demasiado fingido: —Le ruego me
disculpe, Lady Elizabeth, pero tiene un invitado. Sir William Kingscott.
¿Adónde debo conducir al caballero? ¿La biblioteca, tal vez?

—¡Qué ridículo, Dios! —respondió secamente—. Me gustaría recibirlo aquí.


¡Dese prisa!

El robusto e inmutable sirviente hizo una reverencia. —Muy bien, milady.

Mi cabeza era una colmena, zumbando como si tuviera un millar de abejas


infernales. ¿William Kingscott? ¿Ryder, aquí? ¿Hace cientos de años? No,
absolutamente no… ¡imposible! Tenía que haber algún tipo de error.
149
Y era un error, de hecho, ya que cuando la puerta dorada se abrió de
nuevo, no fue Ryder quien llego a través de ella. Fue... Lucian. Espera, ¿el
nombre de Lucian era William Kingscott? ¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo?

Se deslizó por el suelo casi sin tocarlo y se detuvo frente a J, mirándola


con intensidad.

—Lady Elizabeth —dijo en voz baja, antes de que sus labios hicieran
contacto con el dorso de su mano.

¡Y, oh sorpresa, mi mejor amiga de temperamento fuerte y naturaleza


guerrera realmente se sonrojó! El momento Kodak más dulce, y mi cámara
estaba en el siglo veintiuno.

Luego los ojos de Lucian se encontraron con los míos y todo cambió. Un
fuego se encendió y la llama me consumió desde adentro. El sudor cubrió
las palmas de mis manos y el aire, pegajoso y denso, me obstruyó la
garganta. Era el mismo Lucian, y sin embargo, el verlo ahora era una
especie de epifanía. Simplemente, no podía apartar la mirada.

Rizos dorados enmarcaban su perfecto y cincelado rostro y me hallé


preguntándome por su suavidad. Santo cielo, ¿qué estaba haciendo?
Incluso si acabara de salir de la portada de la revista GQ, ¿por qué debería
importarme? ¿Cómo podría alguna vez hacerlo?

Y justo entonces la imagen a mi alrededor se volvió una vez más borrosa y


la escena volvió a cambiar, se me ocurrió que él me miró de la misma
forma en que yo lo miré, incapaz de apartar la mirada. O a cualquier otra
persona, incluyendo a J, la chica a la que había escuchado profesar su
amor por él con la pasión suficiente como para prenderle fuego al mundo.
J, que en este tiempo, ¿era mi hermana… tal vez? Lo que significaba…
espera, ¿qué significaba? ¿Qué estaba detrás del novio de mi hermana?
¿Qué tipo de desvergonzada disfuncional era yo en este siglo?

Cuando fue posible ver más allá de la neblina que ocultaba mis
alrededores momentáneamente, la escena era muy diferente. La música, la
compañía, además de la ropa increíblemente elaborada, parecían indicar
fuertemente que estaba en una fiesta. No sólo cualquier fiesta, tampoco,
¿sino un baile de, um, mascaras? Cualquiera que fuera la ubicación, era
una catedral majestuosa: techos abovedados, paredes de nichos
intrincadamente adornadas, un montón de candelabros y espejos, suelos
150
de mármol brillante, y toda la historia. En cuanto a mí, estaba toda
emperifollada con un vestido tan extravagante que probablemente valía lo
suficiente como para alimentar a un pequeño país. El vestido era de color
verde lima, de corte tan bajo en el frente que mis pechos estaban
básicamente afuera, paseando por su cuenta. La mayoría de mis rizos
rojos estaban recogidos en un moño alto y mi cuello estaba adornado con
un collar muy pesado hecho de grandes piedras rojas que parecían rubíes.

Antes de que pudiera tratar de tener una idea de lo que estaba pasando,
ya estaba bailando con alguien cuyos rizos rubios hacían que mi estómago
diera una abrupta voltereta. Aunque detrás de la máscara de gato se
escondía la mitad de su rostro, todavía lo reconocía fácilmente. Lucian otra
vez. Y déjame decirte que, para alguien que nunca había tomado una
simple clase de baile de salón, estoy segura de que podía hacer giros.
¿Cómo pude evitar marearme y, posteriormente, vomitar? El más profundo
de los misterios.

Tal como en una película vieja, él dio vueltas y me hizo girar hasta que
hicimos piruetas a la derecha del salón de baile y hacia una gran terraza,
la cual estaba convenientemente desierta. Sin embargo, no se detuvo, sino
que tiró de mi mano, asegurándose de que lo siguiera al oscuro jardín de
abajo. La noche era fría y la luna estaba fuera de la vista. No era
precisamente el mejor momento para dar un paseo por el jardín. Luego me
presionó contra el tronco de un árbol, con la áspera corteza hincándose
dolorosamente en mi espalda a través de la tela fina de mi vestido, y
estaba besándome. ¡Peor aún, mis labios estaban devolviéndole el beso!

Y así fue como yo, Lillian Marie Crane, obtuvo un entendimiento profundo
instantánea e inesperadamente en el tema de la posesión demoníaca. Sí,
podría haber explicado fácilmente el fenómeno, ya que era más o menos
cómo me sentía. Mi mente gritaba: ¡No! ¡Novio de J! ¡No me toques,
sinvergüenza! Mi cuerpo estaba feliz, feliz, feliz y con ganas de más. Mi
boca todavía no hablaba por mí. Y mi instinto advertía en gritos cada vez
más fortísimos que éste seguía siendo Lucian y que lo que estaba pasando
tenía que estar mal en muchos, muchos niveles. Mi voz interior, la del siglo
veintiuno, gritaba: ¡Corre! Sólo que, por supuesto, no podía; estaba
atrapada.

—¡Te amo! —Lucian le dijo a mi pasado yo.


151
—Te amo, también, William, pero... Elizabeth... No podemos... no
debemos... —Mi boca habló por sí sola.

Me sacudió por los hombros. —No... Por favor, ¡te lo suplico! No puedo
vivir…

—¡No puedo, tampoco!

El beso se reanudó, ahora aún más feroz debido a la nueva urgencia,


fuerte y desesperada que lo acompañaba. No hubo tentáculos azules, nada
que me atrajera a él como lo hacían en el mundo real. Y eso sólo me
sorprendió más, porque, aun sin ellos, cuando su boca dejó la mía algo
dentro de mí se rompió.

Afortunadamente, puesto que estaba seriamente enloqueciendo, la escena


que me rodeaba se desintegró de nuevo. Cuando la niebla a mi alrededor
disminuyó, me di cuenta de que el siguiente episodio tenía lugar en el
bosque. Para entonces, se había vuelto bastante claro para mí cual era la
trama. ¿Dos chicas, un chico, un mundo de posibilidades? ¡Ni de cerca!
Más bien como dos hermanas, un chico, la fórmula perfecta para un
desenlace trágico y desastroso. Tristán e Isolda. Romeo y Julieta. Cathy y
Heathcliff. Me parecía que, la mayoría de las veces, los amantes
desafortunados tenían un don real para terminar muertos. Así que, ¿era
esto? ¿Estaba a punto de... morir?

Más importante aún, ¿cómo encajaba Ryder en eso?

Mi pasado yo y Lucian estaban hablando, pero opté por no hacer hincapié


en lo terrible que eso me hacía sentir. Mis entrañas estaban destrozadas
por emociones que oré por nunca padecer otra vez, en este momento o en
cualquier otro. La pasada Lily lo amaba con una incontrolable, devoradora
y autentica pasión. Pero también amaba muchísimo a su hermana. Estar
atrapada en medio era pura agonía para ella, y para mí, puesto que estaba
atrapada en el cuerpo mismo; eso la dejó, y a mí, sufriendo por dentro. Si
esto era de lo que el amor se trataba, entonces estaba repentinamente
agradecida por el estatus sin novio del que había disfrutado antes de
Ryder. Porque preferiría arrancarme las uñas una por una con pinzas que
pasar por lo que mi pasado yo estaba viviendo ahora. ¿Quién pensaría que
el amor podría ser tan destructivo?
152
—¡Ella lo sabe! —La pasada Lily sollozó—. Sé muy bien que lo hace. ¡Oh,
William, seremos condenados por lo que hemos hecho!

—¿Condenados? ¿Por qué debemos ser condenados por enamorarnos,


Katherine? No era nuestro plan, y ciertamente careció de toda mala
intención, ya lo sabes.

Trató de atraerme a sus brazos, pero mi cuerpo lo esquivó. Su hermoso


rostro hizo una mueca de dolor y su dolor era el mío.

—¡No debes sentirte arrepentida, Katherine, no debes! No somos más que


afortunados y bendecidos por habernos encontrado el uno al otro. ¡Nos
pertenecemos, mi corazón!

A la larga, logró poner sus brazos alrededor de mí, besando suavemente mi


frente y murmurando con dulzura hasta que dejé de luchar. Nuestra
cercanía comenzó a sentirse correcta de alguna manera, incluso familiar
en algunos aspectos. Simplemente encajábamos, aunque no deberíamos
hacerlo, y yo, la Lily Crane del siglo veintiuno, no quería hacerlo. Y
entonces, del montón de palabras de amor que me susurró al oído,
tratando de calmarme, saqué algo que había oído antes.

Él dijo: —Chica con pelo de fuego y ojos llenos de primavera...

Y ahí fue cuando todo se volvió borroso. Las palabras de Ryder saliendo de
boca de Lucian, borraron la línea entre ellos y ahogaron mi propia
percepción, hasta que no había distinción que hacerse. Nada más que
labios y piel. Sin lugar para la culpa, ni la conciencia, nada más que una
necesidad dulce y entumecedora.

Mis labios, yo, lo besaron y se sintió bien, familiar, algo que había hecho
antes. ¿Cuál era el punto de cuestionarlo?

Había señales que anunciaban la llegada de ella y volvieron a mi cuerpo


más frío que un cadáver. Ella llegó lentamente pero con firmeza y sentí
cada paso de su aproximación: el aire cada vez más caliente, las hojas y
ramas temblorosas, la luz del día escondiéndose detrás de los troncos de
los árboles. Sin embargo, casi sufro un colapso cuando vi a J. Lucian me
empujó detrás de él, como si fuera una cosita delicada en necesidad de
protección. ¿Lo era? ¿De mi propia hermana?
153
—¡Traidor! —gritó J—. Y tú, Katherine, mi querida hermana. Tú, de mi
propia carne y hueso. ¡Maldita seas! ¡Malditos sean los dos al infierno!

Volvió sus ojos hacia el cielo, y al fin entendí por qué mi pasado yo estaba
tan asustado. Esta J del pasado no era una chica simple. Era muy
poderosa. Poderosa en una forma que no podía recordar, y sin embargo
temía más que a nada en el mundo.

—¡Por la sangre de mis antepasados, oh, vosotros Halflings y espíritus


elementales vengativos, yo los invoco! ¡Busco venganza! Sangre, que sea
pagada en sangre y cien veces más. ¡Escuchen mi súplica! Una maldición.
¡Una maldición sobre los dos! —gritó.

—¡No! —la pasada Lily gritó.

Mi cuerpo empezó a correr, pero ya era demasiado tarde. A mi alrededor, el


bosque volvió a la vida. Los árboles y el suelo se extendieron y crujieron,
sedientos de la recompensa que ella había prometido. El sentido se metió
en mi mente fragmentada. J era una bruja; dirigió suficiente poder para
acabar con la mitad del mundo... mi sangre... yo iba a morir.

—Elizabeth, ¿qué has hecho, hermana? —mi pasado yo gritó.

No hubo respuesta. Tropecé y me caí justo cuando los cielos se abrieron en


un magnífico despliegue de relámpagos y truenos, en el centro del cual
estaba... Ryder.

Casi demasiado hermoso para mirarlo y bañado en cegadora luz plateada,


descendió desde lo alto, surcando la iluminación. Un segundo, dos... él
atacó.

Yo morí.
154

Capítulo 15
Traducido por Niii

Corregido por Pimienta

F
ue en enorme alivio encontrarme de regreso en el siglo XXI, viva y
en el medio de la decoración familiar de mi propia habitación,
aunque todavía estuviera sujetando la mano de Lucian. El contacto
me hizo estremecer, así que lo solté y di un paso atrás, enfocándome en
ocultar los sonidos de jadeo realmente vergonzosos que demostraban
exactamente cuán asustada estaba.

—Lo siento.

—¿Qué fue eso? —pregunté con voz áspera, sonando como guijarros
raspando metal—. ¿Cómo hiciste eso?

Quise ser fuerte y estar lista para pelear con él y con todo lo que había
visto, pero mis piernas temblaban terriblemente. Así que me dejé caer en
la silla más cercana y junté mis manos firmemente en mi regazo. Mi
cabeza sonaba como si un millón de células vibraran amontonadas en mi
cerebro. Cuando Ryder me había hablado de lastimar a la gente que
amaba, había asumido que se refería a romper mi corazón, ¡no a rebanarlo
fuera de mi pecho! No, esto no estaba ocurriendo realmente. Era un
error… una mentira… algo…

—Normalmente tú puedes ver el pasado de una persona, ¿verdad?

—No de esta forma, no. Esta era otra vida. Y no estaba simplemente
mirándola, estaba literalmente ahí. ¿Cómo hiciste eso? —Él dejó escapar
un chirriante sonido exasperado e hizo el intento de acercarse. Cuando
retrocedí instantáneamente, se detuvo, su expresión conteniendo un borde
de dolor.

—¿Todavía no confías en mí? ¿Ni siquiera después de lo que has visto?

—¡Pero si ese es exactamente el punto! No sé lo que vi.


155
Gimiendo de nuevo, dijo: —Viste tu propio pasado, Katherine. No sé cómo
soy capaz de llevarte hasta allí, aunque tengo algunas teorías. Creo que
estamos… —dudó—, entrelazados. Es por eso que puedo controlar si mi
toque te causa o no dolor. La razón por la que puedo mostrarte cosas que
ya no recuerdas. Y también es el motivo por el cual siento y puedo calmar
el frío en tu interior. Nuestras vidas, nuestros destinos, están
entrelazados.

Fruncí el ceño. —¿Entrelazados?

Él asintió, y ahora, por primera vez, noté los oscuros círculos bajo sus
ojos. ¡Se veía tan agotado! Imágenes de lo que había visto en el pasado,
fragmentos de cómo se sentía el ser sostenida por él se filtraron en la
realidad del presente y algo se retorció en mi pecho. Me recordé que, a
pesar de las tranquilizantes cosas que había descubierto recientemente en
su casa, no confiaba en Lucian. Que, especialmente luego de presenciar la
pelea entre él y Ryder en la tarde, no tenía ningún motivo para creer si
quiera una palabra que saliera de su boca. Canté en mi cabeza una
pequeña letanía y esperé que fuera suficiente para evitar que perdiera mi
enfoque.

—Hace cuatrocientos años, nos enamoramos —dijo suavemente él—.


Estábamos destinados a estar juntos. ¡Almas gemelas! —añadió con
fiereza, sus ojos azules brillando como los de un Husky Siberiano—. Creo
que por eso puedo hacerte retroceder en el tiempo. Eso y la maldición, por
supuesto.

—¿Maldición? ¿Qué maldición?

Me miró con inquietud.

—Se suponía que tenía que casarme con tu hermana —suspiró, mirando el
techo—. No quisimos que sucediera, no tuvimos intenciones de lastimar a
Elizabeth. Sin mencionar que yo, por mi parte, no tenía idea de que fuera
una bruja. Cuando nos encontró, conjuró a un monstruo.

—Ryder —susurré, recordándolo descendiendo desde el cielo. Recordando


su golpe de gracia.

Mi tormento, mi alivio, mi maldición, mi bendición. Así es como me había


descrito una vez. ¿Pero a qué se refería?
156
—Tu hermana utilizó su magia como un dispositivo de rastreo cuando lo
llamó. Y lo vinculó a ti con la esencia de su poder. Cada vez que regresas,
también lo hace su magia. Básicamente, ella pintó un blanco fluorescente
sobre ti. De forma que el cazador siempre pueda encontrarte, debido a que
es atraído por el poder que lo convocó en primer lugar. La magia, que
ahora es tuya para ejercer, lo llama… para que él pueda cazarte otra vez.
Para que yo pueda verte morir. Una y otra vez, de la forma en que tú
hermana lo quería. Esta es la maldición.

Abrí mi boca para hablar, pero solo aire emergió de la parte posterior de mi
garganta. Mi cuerpo era un vacío anestesiado, ya no podía sentir dónde
comenzaba y dónde terminaba. Ni siquiera podía sentir el latido de mi
propio corazón; ¿estaba muerta ya?

Con los hombros caídos, el rostro sombrío, Lucian era un eco de mi propio
irreconocible ser. Tenía una mirada desesperada en sus ojos, y ningún
rastro de su habitual desprecio parecía haber sobrevivido a su confesión.
Sólo un par de veces cuando me había mirado a través de una multitud
había parecido tan tierno. Nunca tan perdido, sin embargo. Podía decir
que le hubiera gustado estar más cerca, pero no quería asustarme otra
vez. Lo más raro era que no podía decidir si eso me ponía feliz o triste.

—¿A qué te refieres con que “regreso”? —pregunté eventualmente.

Se tensó, pero sus ojos se volvieron tan cálidos como un cielo de verano.

—No sé cómo lo haces —dijo en voz baja—. Simplemente lo haces.


Aproximadamente una vez cada siglo. Regresaste por primera vez a finales
del siglo XVIII, luego en 1898, y otra vez, ahora.

¿Era esto real? Imposible de decir a estas alturas. Pero las sensaciones se
arrastraban en mi interior. El zumbido en mis oídos dolía de una forma no
muy de “ensueño”, lo que parecía indicar que estaba completamente
despierta. Lucían, de pie a sólo tres pasos de distancia se sentía muy real,
también, de una forma vagamente inquietante y confusa. ¿Pero el resto?

¿Cómo podría haber estado tan equivocada sobre Ryder? ¿Cómo podía algo
que se sentía tan correcto, ser de hecho, tan equivocado? A menos que no
lo fuera, a menos que Lucian estuviera mintiendo. ¿Pero cómo podría
haberme llevado al pasado, entonces? Tal vez las imágenes que había
157
visto, lo que él quería que pensara era mi pasado, eran falsas. Pero…
¿cómo?

Sólo una respuesta cumplía con contestar las interrogantes. Magia. ¿Tal
vez Lucian era un hechicero? No se sentía como uno para mí.

¿Estaba realmente diciendo la verdad?

Una y otra vez giré en círculos en mi mente hasta que me sentí mareada y
agotada. ¿Cuál de ellos era un mentiroso? ¿Quién era yo? ¿Cuál era la
verdad? ¿Estaba a punto de morir? Si era así, y si Ryder realmente estaba
destinado a ser mi verdugo, ¿por qué no había intentado lastimarme aún?
Dios sabe que le había dado muchas oportunidades para hacerlo.

No encajaba. No tenía sentido.

¿Por qué no puede él hablar sobre ello? Quiero decir, intentó decirme
quién eras y casi se ahogó.

Sonrió, pero era una sonrisa triste y sin vida.

—Hay muchas limitaciones a las cosas que él puede y no puede hacer ya


que ser parte de la esfera mortal no es un fenómeno natural para él. Verás,
la maldición lo convoca aquí sólo lo suficiente para hacer su trabajo. A
penas lo suficiente para tomar tu vida, luego de lo que se supone debe
regresar a casa. Pero su mundo natal es un lugar tan desagradable que
nadie en su sano juicio desearía vivir ahí voluntariamente, jamás. Así que
ha encontrado un modo de evitar eso. Una pequeña muestra de tu poder,
antes de que mueras, es todo lo que él necesita para permanecer en el
mundo humano incluso cuando no esté cazándote. Vivir aquí
permanentemente. Una muestra de tu poder le da la influencia suficiente
como para aguantar y jugar a las casitas con los mortales por unos cien
años más. Hasta que regresas otra vez. El punto es, que ya que ha pasado
un tiempo desde que probó tu poder, creo que está más débil.

Se detuvo, pareciendo pensativo por un minuto o dos.

—Eso, si es que es ése el caso —dijo—. Podría simplemente estar


jugándote una mala pasada a ti o a tu mente. Puede ser una criatura muy
cruel, el Halfling.

La palabra no me sonaba familiar.


158
—¿Halfling?

Lucian sonrió otra vez.

—Sí. Mitad ángel, mitad mortal.

Me ahogué y tosí violentamente. ¿Ángel? ¿Un ángel de verdad? ¿Con un


halo de luz, de los que usan sandalias de gladiador hasta la rodilla y toca
el arpa… ángel? Porque en mi mente, todos los ángeles tocaban el arpa y
se paseaban por las suaves nubes blancas con sandalias deportivas de
gladiador hasta la rodilla. O sandalias Birkenstock; ocasionalmente,
algunos de ellos utilizaban sandalias Birkenstock.

—¿Puedo sentarme? —preguntó él.

Envuelta en mi mudo asombro, asentí ausentemente. Luego de instalarse


con gracia en una silla, procedió a citar la biblia para mí, algo que sólo
probó, una vez más, cuán loca era mi vida.

—“Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la


faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las
hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo
entre todas”.

—Génesis —respondí de forma automática.

Asintiendo, Lucian dijo: —Correcto. Génesis seis, versículos uno y dos.


Habla de una clase especial de ángeles, llamados vigilantes, que fueron
enviados al mundo a hacer exactamente lo que su nombre implica. Vigilar.

Tuve la abrumadora necesidad de oír mi propia voz. De tal vez


convencerme a mí misma que estaba realmente aquí, viva y escuchando
todo esto. Mi cerebro pulsaba como un circuito sobrealimentado de
electricidad. Mis neuronas ardían; ¡un corto circuito era inminente!

Así que susurré: —Pero ellos no sólo vigilaron.

Sip, realmente era mi voz; discretamente me pellizqué el brazo, también,


por si acaso. La explosión de dolor me confirmó que esto realmente estaba
ocurriendo justo ahora.

Lucian se encogió de hombros, una mirada curiosamente divertida pasó


sobre su rostro cincelado. Pasó sus dedos a través de su corto cabello,
159
poniéndose ligeramente más cómodo. Yo, por otro lado, no podía relajarme
ni un ápice.

—No, no lo hicieron, de hecho. La forma en la que tú y yo nos


enamoramos, incluso a pesar de que no se suponía que lo hiciéramos, le
ocurrió también a los vigilantes. Se enamoraron de hermosas mujeres
mortales. Incluso peor, les enseñaron todo tipo de cosas que no se les
permitía compartir. Astronomía, botánica, magia, las artes con las que se
les prohibía jugar a los mortales.

Se detuvo, mirando el dorso de sus manos, como si estuviera


comprobando el estado de sus uñas. Había algo con mucha gracia sobre
sus manos. ¿O era esa piel suya, perfecta, lisa y que parecía tan suave
como un pétalo?

—Lo que es más, al emparejarse con ellas, los ángeles le dieron a estas
mujeres algunas habilidades extraordinarias.

Con voluntad propia, mis párpados se cerraron.

—Habilidades mágicas —dije, ahogada.

—Correcto. Así es como aparecieron las brujas por primera vez en el


mundo. Por supuesto, el proceso fue un poquito más complicado que eso.
No todas las mujeres eran tan fuertes o tenían tantos dones de forma
natural. Algunas murieron, otras se volvieron locas, algunas concibieron.

—Los Halflings.

Otra vez asintió con la cabeza.

—Sí. Las leyendas afirman que eran gigantes y monstruosos y que Dios le
pidió al Arcángel Miguel que los persiguiera y capturara. Que fueran
encerrados en una prisión mística, para esperar hasta el día de su juicio
para ser arrojados al infierno. Pero… —dejó escapar un suspiro y me dio
una mirada directa y abrumadoramente intensa—, no todos los
descendientes eran monstruos. Las mujeres más fuertes, aquellas con
mayores talentos mágicos, dieron a luz a esos Halflings. Humanos, de
apariencia casi ordinaria en el exterior, pero bendecidos con los poderes de
sus padres en el interior. Seres fríos, distantes, temibles. A diferencia del
resto de los de su clase, a diferencia de los monstruos, los Halflings no
160
cometieron ningún pecado que justificara su encarcelamiento. Así que se
les permitió vagar libres, por decirlo de algún modo.

Tragué el nudo en mi garganta. —Te refieres a que, ¿viven entre nosotros?

Negó con la cabeza y sonrió ante la inesperada alarma en mi tono.

—No exactamente. Ya que tienen un pie en cada mundo debido a sus


ancestros, se les encargó guiar las almas de los muertos entre los reinos.
Básicamente, quedaron atrapados entre el cielo y la tierra, capaces de ver
ambos pero incapaces de ser parte de cualquiera de ellos.

—Cruel —susurré, sin pensar.

—No es el mejor de los destinos —coincidió con tristeza.

Aclaré mi reseca garganta y volví a fruncir el ceño.

—No lo entiendo. Si se supone que él está atrapado entre ambos mundos,


¿cómo es que está aquí? ¿Y por qué no ha hecho su movida todavía?

—Una de esas pocas mujeres que dieron a luz a los Halflings era
especialmente mágica. Con muchos dones, y por lo tanto, muy poderosa.
Por eso, su poder no murió con ella sino que fue preservado y heredado
por algunas descendientes femeninas en su linaje. —Inspiró
profundamente—. Este linaje en particular tiene autoridad sobre los
Halflings. Algunas de las mujeres descendientes de su linaje pueden
convocar e incluso doblegar a los Halflings a un dominio mortal por largos
períodos de tiempo.

Puede que estuviera medio loca con todo lo que mis oídos estaban oyendo,
pero lenta, no era.

—Estás hablando de mi linaje, ¿no es cierto? —pregunté, sonando


demasiado cansada incluso para quebrarme—. Lo que significa que mi
hermana, ella… ¡oh no! Mis poderes… yo… ella…

Con mi cabeza bamboleándose sobre mis hombros como si mi cuello no


pudiera soportarla, luché por hacer encajar las piezas en su lugar,
tercamente negando el sentido que tenían.

—Lo siento —me calmó él—. Elizabeth, tu hermana, heredó una enorme y
rara cantidad de poder, incluso para los de tu clase. Y en lugar de
161
liberarlo, pasándolo a una hija o bueno… muriendo, lo encerró en ti.
Mientras la persona con la maldición viva, también lo hace su poder. Sin
haber sido diluido por el tiempo, al margen de factores externos,
terriblemente puro. Cuando ella llamó al Halfling, tu sangre ya estaba
llena de su magia. Y ella lo utilizó, utilizó tu sangre, para atarlo a este
mundo. No permanentemente, como dije, pero abrió la puerta para que él
regrese cada vez que sea tiempo de cazarte otra vez. El resto… ya te dije
que él descubrió por sí mismo que un poco de ayuda de tu magia es
suficiente para permitirle permanecer aquí incluso cuando no esté
cazando. Y cada vez que él obtiene un bocadillo de tu poder antes de
matarte, su agarre sobre el dominio humano es renovado. Obtiene un poco
más de un siglo, otra vez. No puede dejar de cazarte, porque la maldición
lo obliga a ello. Negarse lo enviaría instantáneamente al lugar entre los
reinos otra vez, sufriendo una terrible agonía. Y aun así no te salvaría. El
frío que has sentido últimamente es a prueba de fallos, que golpeará de
inmediato si el cazador no tiene éxito, y te mataría de una manera muy
desagradable y prolongada; no es que vaya a llegar a eso. El cazador
nunca fallará porque regresar al lugar entre los reinos es algo que nunca
hará por su propia voluntad.

Dejó escapar un suspiro chirriante.

—Nunca se detendrá, Katherine.

Mi tormento, mi alivio, mi maldición, mi bendición. Mi carcelera y mi


libertad.

La inusual descripción, las propias palabras de Ryder. Mis sinapsis


neuronales estaban en llamas. ¡Golpe! ¡Golpe! ¡Golpe! Como petardos, las
conexiones aparecieron, bombardeando mi mente con facetas de razón y
lógica, generando algo que apenas recordaba vagamente. Sentido. A pesar
de mi voluntad, tenía sentido. Podía cerrar mis ojos todo lo que quisiera; si
no me realizaba una lobotomía de emergencia yo misma, no podía no verlo.

¡GOLPE! Tormento. Vivir era cazarme. Humano o no, eso tenía que ser al
menos… inconveniente.

¡GOLPE! Alivio. Yo era la única que podía darle lo que quería. Podía
mantenerlo en nuestro mundo.

¡GOLPE!Maldición. La maldición era vinculante y se extendía eternamente.


162
¡GOLPE! Bendición. A pesar de que era convocado a nuestro mundo a
tomar una vida inicialmente, terminó haciendo una vida por sí mismo,
entre las cacerías.

¡GOLPE!Carcelera. A menos que tuviera acceso a mi poder antes de que


muriera, era forzado a volver a su hogar durante un siglo. Desde su punto
de vista, yo tenía las llaves de ambos mundos, el suyo y el nuestro.

¡GOLPE!Libertad. Entre las cacerías, él era simplemente eso. Libre, en un


mundo que amaba y del que quería formar parte. Durante tanto tiempo
como yo lo pusiera ahí.

—En cuanto a por qué no ha intentado nada aún, tienes que entender que
no puede acercarse a tu poder a la fuerza. Tiene que ser una ofrenda
voluntaria de tu parte. Tienes que dárselo voluntariamente.

Mi garganta se cerró. Se sentía como si estuviera dando vueltas en el


carrusel más infernal del mundo. ¡No podía hacer que se detuviera!

Pero Lucian no parecía notarlo.

—Está jugando contigo porque necesita que te enamores de él. Quiere que
confíes en él. Necesita que le importes.

Vaciló, continuando de forma mucho más suave.

—Verás, no es solamente que la maldición le obligue a matarte, es que


tienes que morir amándolo. Amándolo lo suficiente para desear darle
voluntariamente una parte de ti, incluso sabiendo que está a punto de
tomar tu vida. Al momento de enfrentar tu propia muerte, necesitará que
pienses en él primero. ¿Y quién haría algo así además de alguien que está
profundamente enamorado?

Buen punto, concedió vagamente mi cerebro, apagándose. Los únicos


pensamientos que se mantuvieron eran los de ese día en la casa de la
playa y los largos dedos e Ryder, llevando tozos de comida a mi boca.
“¿Puedo alimentarte?” Me había preguntado entonces. ¿Había sido eso un
preludio a lo que esperaba que yo hiciera a cambio? ¿Un ensayo general,
con nuestros roles invertidos? ¿Quería él que literalmente lo alimentara
con vida, antes de morirme?
163
—Lo que sea que estés pesando que está ocurriendo entre tú y él, estás
equivocada. Sólo hay un escenario, Katherine. Tú ofreces, él toma; él
derrama tu sangre, tú mueres. Otra vez.
164

Capítulo 16
Traducido por kathesweet

Corregido por Dianita

E
ra imposible manejar un pensamiento básico con él respirando en
mi cuello, así que lo eché. Se fue tranquilamente, un aire sombrío
oscureció su perfecto rostro y tiñó sus ojos de un color carbón
fangoso. Pero cuando la puerta se cerró detrás de él, aún así sólo fue una
puerta. No me golpeó como un disco arrojado a mi cabeza por un lanzador
gigante, la manera en que me sentía cuando Ryder dejaba la habitación.
Sólo, observar irse a Lucian me llenaba de algo similar al alivio. ¿Pero a
qué se debería eso? Él no me había hecho nada, ¿así que por qué debería
sentirme aliviada de verlo partir? Después de todo, si creía su historia, él
era mi alma gemela, la persona por quién literalmente morí, en repetidas
ocasiones. Seguramente debería haber sentido algo por él. Algo más que
alivio al verlo irse, eso es.

El teléfono sonó, y el estridente sonido me hizo saltar más alto que un


balón de baloncesto atravesando el aro.

—Hola, Lil. ¿Qué estás haciendo?

—Oh, hola, J. No mucho. —Aparte de pensar que moriré por robar tu


prometido hace cuatrocientos años, cuando llamaste a un malvado ángel
para cazar mi trasero, una y otra vez.

—Adivina qué pasó —rió entre dientes. Para alguien que estuvo a punto de
morir hace sólo una semana, ella seguro sonaba alegre estos días.

—¿Delilah se unió a Greenpeace y se fue a salvar las ballenas en el


triángulo de las Bermudas, donde desapareció sin dejar rastro?

—Muy poco probable. Sin embargo, tiene un nuevo novio.

No fue hace más de un par de días que fue botada de nuevo.


165
—¿Ya?

—Sip. Un motociclista llamado Beau. El hombre tiene un ojo perezoso y


habla con acento, así que no entiendes la mitad de lo que está diciendo.
Algo por lo que en realidad estoy agradecida.

—Hmm —agregué distraídamente.

J no pareció notarlo.

—Como sea, eso no es.

—¿Qué no es?

—Que lo que está pasando no es lo de Delilah.

Traté de concentrarme.

—Muy bien, ¿qué asunto es, entonces?

—Un asunto de Lucian.

—¿Lucian? Lucian Bell. ¿Lucian?

—No, Lucian, el hombre lobo de Inframundo. ¡Por supuesto que Lucian


Bell!

Algo en mi interior se calló.

—¿Qué pasa con él?

La escuché tomar una respiración antes de efectivamente estallar como un


volcán arrojando emoción.

—¡Lo hice! ¡Le pedí ir al baile! Al que, para tu información, ha decidido que
debería permitirse hacer acto de presencia. ¡Y dijo que sí! —más chillidos
emocionados siguieron.

—¿Dijo… sí?

—Ajá.

Sin parar o incluso vacilar, confronté mis sentimientos muy abiertamente.


¿Había el más pequeño indicio de celos? No. Nada. Ni un poco.
166
Absolutamente nada. Aparte de una vaga preocupación por J causada por
su insana obsesión con Lucian, la noticia me dejó fría.

—¿Y qué llevó a este maravilloso desarrollo? —pregunté, principalmente en


piloto automático.

—De acuerdo, después de que tú y Ryder se fueran… oh, por cierto, ¿cómo
estuvo tu día? ¿Hablaste con él? ¿Está todo bien?

—Una pregunta complicada —dije, sin detenerme a pensar.

—¿Complicada cómo?

¡Hmmm!

—Todavía no puedo decirlo realmente. Las cosas son bastante locas.

Locas fue la mejor palabra, decidí. Sí, habíamos pasado una hermosa
tarde juntos y había regresado a casa tan segura de mis sentimientos
como puede estarlo una chica de diecisiete años locamente enamorada de
su novio. El mismo novio que, resulta, podría preocuparse por mi corazón
por más razones prácticas. Razones prácticas del tipo sacarlo de mi pecho.
Eso supone un nuevo giro en mi rollo de locamente enamorada y segura de
ello; quité el final y me quedé mirando la ortografía más honesta de los
hechos. Locura.

—Así de mal, ¿eh? —se detuvo—. ¡Eso es! Voy para allá. Tengo noticias, y
obviamente necesitas hablar, y mamá está fuera con Beau así que mi cena
parece que es mantequilla de maní y jalea ahora mismo. Así que voy.

Sin espacio para argumentar.

—De acuerdo.

—Estaré allí en diez. Te veo pronto.

—Estaré aquí.

Colgó, dejándome aproximadamente diez minutos para decidir


exactamente qué o cuánto de esto compartir. No es que estuviera de
humor para compartir algo de esto todavía. Mi ambición inmediata se
centraba en encontrar a Ryder y hacerle todas esas preguntas difíciles.
167
¿Realmente era un asesino a sueldo sobrenatural? ¿Realmente podía…
herirme? ¿Todo había sido simplemente mentiras entre nosotros?

Pero todavía era Ryder de quien estaba hablando. Incluso si había algo
pasando entre nosotros, locamente complicado y extraño, no creía que
mentirnos mutuamente también fuera parte del trato. Quizás no podría
decirme ciertas cosas, pero no mentirme. No jugar con mis sentimientos.
¡No maquinar para matarme, por el amor de Dios! Traté de respirar el
dolor en mi pecho, donde lo sentía como si un cuchillo estuviera siendo
retorcido lentamente, justo en medio de mi corazón. ¡Pero no podía
respirar! El pensamiento de que Ryder, mi Ryder, pudiera… ¡No! No podía
desmoronarme. Tenía que arreglar esto de alguna manera. Llegar al fondo
y arreglarlo.

Toda una vida de mantener un estricto control en mis emociones fue muy
práctico. Rechiné mis dientes y respiré, lentamente, hasta que mi pulso
regresó a la normalidad. De acuerdo, todo esto estaría bien, mientras lo
mantuviera unido.

Regresé a lo que sabía, concluyendo eventualmente que sólo una de las


dos cosas podría ser verdad. O realmente era menos intuitiva que un
bloque de piedras, o Lucian me había mentido y engañado. De alguna
manera.

Revivir las conversaciones que Ryder y yo habíamos tenido, reflexionar


sobre el tiempo que habíamos pasado juntos, y pensar incluso en antes,
en esos largos meses cuando lo había observado a distancia, sólo me dejó
más confusa. Algunas cosas que me había dicho confirmaban la historia
de Lucian. ¿Ryder no había confesado por sí solo que le gustaba ese libro
por el sacrificio del personaje principal? ¿Por qué escogió el infierno antes
que el cielo, por la seguridad de su esposa? ¿No había dicho que, para él,
era la expresión absoluta de amor? Quizás así era como veía el mundo.
Quizás esperaba que yo cuidara sus necesidades, dándole otros cien años
más en nuestro mundo, y luego seguir tranquilamente, lo que demuestra
mi amor absoluto por él.

Pero eso no tenía sentido. Motivos ulteriores o no, me amaba. Estaba


segura de eso como de que yo vivía y respiraba. Si realmente era ese
Halfling, mi previsto ejecutor, ¿cómo hacía que sus sentimientos por mí
jugaran en eso? Sólo un glotón por castigo se haría eso a sí mismo. No
168
puedes amar lo que sabes que estás destinado a destruir, ¿cierto?
¿Y cómo es que no lo había atrapado haciendo algo, um, angelical? Nunca
fue ordinario, ¿pero un ser celestial verdadero? ¿No habría sentido algo?
Pero, ¿por qué lo haría? No era como si yo perteneciera a algún club
exclusivo de No-Humanos-Seres-Sobrenaturales donde algunas veces
almorzaba con algunos ángeles y arcángeles. Incluso con mis poderes, que
sólo cautelosamente hurgaba, ¿cómo podría saber cómo se sentía a un
ángel?

Resultado final, ¿de verdad creía que él podía ser un asesino? ¿El chico
cuyo toque curaba las grietas de mi alma? No. Absolutamente no. ¿Pero
estaba siendo objetiva? ¿Lo había observado y sentido tomar mi vida?
¿Incluso lo creería si lo hacía de nuevo?

Preguntas difíciles. Una cruel batalla se desató entre el desacuerdo entre lo


que mi mente “vio” y lo que mi corazón clamaba. Eso arrancaba mi alma
en mil pedazos. Nunca me había preguntado por mis poderes. Nunca me
había quejado por tener que vivir como una paria por ellos. Había sido
valiente, sensible y cuidadosa. ¿Y mi recompensa consistía en qué?
¿Muerte? ¿Antes de cumplir dieciocho? ¿En manos del único chico que
había amado? No, no podía ser. El Universo estaba mejor balanceado que
eso y el karma no simplemente era un concepto teórico. No funcionaba de
esa manera, ¿cierto?

Sin una clara idea de cuánto tiempo había pasado tratando de averiguar
las cosas, principalmente como un medio para evitar caerme a pedazos,
eventualmente se me ocurrió que, a pesar de la última hora, mamá y J
todavía estaban perdidas. Aturdida, tomé mi portátil y me arrastré al piso
inferior.

Primero lo primero, resolví, agarrando el teléfono con manos inestables.


Mis dedos temblaban tanto que tomó varios intentos antes de que
realmente marcara a El Emporio Oculto del Bosque Encantado. Timbró
sólo una vez antes de que la voz musical de mamá respondiera.

—Emporio Oculto del Bosque Encantado, donde hacemos que sus


preocupaciones desaparezcan mágicamente. ¿Cómo puedo ayudarle?

—Hola, mamá, soy yo.

—¡Lillian Marie! —respondió, con alarma en su voz—. ¿Hay algo mal?


169
—No, nada. Estoy bien —mentí—. Pero es como tarde. ¿No vas a venir a
casa?

Hubo un sonido, seguido por un gemido ahogado.

—¿No mencioné que el pacto de limpieza de Miranda iba a ser esta noche?

Apreté mis dientes. Miranda era una sacerdotisa Wiccan, líder de un


pequeño grupo de profesionales con quién mamá adoraba reunirse
socialmente y cantar de vez en cuando. El problema era, por supuesto, que
siempre que sucedían las reuniones tomaba toda la noche, que, entre
otras cosas, también significaba que estaba obligada a hacerme mi propia
cena. Si sólo mamá me hubiera dicho sus planes antes de que J tomara la
decisión de dejarse caer por aquí. Ahora mi mejor amiga esperaba una
comida nutritiva, la que tenía que hacer yo. ¡Fantástico!

—No, mamá —dije de mal humor—. No dijiste nada sobre la limpieza.

—Cariño, ¿qué está mal? Suenas, no sé, extraña.

Automáticamente, repetí.

—Estoy bien. Es solo que J va a venir a cenar, y supongo que ahora tendré
que cocinar.

—¡Ah! —Suspiró—. La vida es dura, cariño. Prepara pasta, es rápida y


sabrosa.

Cocinar, seguro. ¿Por qué no? ¿Qué mejor manera de recibir mi inminente
muerte que con espagueti hirviendo? El mundo desmoronándose a mi
alrededor, mi novio detrás de mi sangre… eso no tenía importancia. Tenía
el espagueti. Podía hacer que la pasta arreglara mi camino a través de
esto.

—Cariño, lo siento. Realmente creí que sabías de esta noche. Aunque,


prometo que lo arreglaré —dijo mi mamá.

—Sí, sí —murmuré—. Diviértete con las chicas, y saluda a Miranda.

—Lo haré. Adiós, cariño.

—Nos vemos.
170
La línea hizo clic y después quedó en silencio. Después de una mirada a
medias alrededor de la cocina, tuve que admitir que mamá tenía razón; la
pasta parecía la opción más obvia. Penne a la Arrabiata, probablemente,
ya que era fácil de hacer y lo suficientemente condimentada para gustarle
a J.

Menos mal que podía cocinar la salsa con mis ojos cerrados, considerando
que mi mente ponía cero atención en lo que mis manos estaban haciendo.
Me encontré sonriendo ante la comprensión de que lo que había
ocasionado todo el problema era de hecho una historia de amor prohibido.
Aparentemente, alguna tátara-tátara-tátara-tátara-abuela mía se había
enamorado de un ángel y viceversa. A causa de su enlace yo estaba en esta
posición hoy. Y quizás no debería haber sonreído, pero siempre he sido
fanática de los romances condenados.

Era sólo ahora que las implicaciones de esto caían sobre mí. Mi ancestro
tuvo algo con un ángel; como resultado, se había convertido en bruja. Su
magia, la que él, el ángel, le había dado, era pasada a través de
generaciones y, debido al maleficio, ahora la mayoría vivía en mí. Sólo que
no era magia en absoluto, ahora lo entendía. Venía de él, del ángel. Era
divina hasta el centro. Eso significaba… ¿yo también era parte ángel?
Pequeñas estrellas azules flotaron ante mis ojos. ¡Esto no estaba
pasándome! ¡No, debía haber algo mal! No podía ser, ¿cierto? Detuve a mi
cerebro de tomar otro paso firme ante la necesidad de investigar el tema
primero. ¿Qué sabía sobre ángeles? Un gran y gordo nada. Investigar me
salvaría, sin duda. Eso probaría que Lucian había mentido, o que yo
estaba equivocada asumiendo que mis poderes tenían algo que ver con
ángeles rebeldes emparejándose con mujeres mortales y una de esas
siendo encontrada en mi propio árbol genealógico. Con suerte, probaría
que todo esto no tenía sentido. De lo contrario, no me gustaría mi
pronóstico. “Pecados de nuestros antepasados” y etc.; eso ponía todo el
concepto del karma completamente en una luz nueva. Quizás estaba
siendo castigada, sólo que no por mis errores.

Dejando la salsa para que hirviera lentamente y el agua en la olla cociera,


me moví a la mesa y encendí mi portátil. Una irritante vocecita en la parte
posterior de mi cabeza seguía susurrando cosas que no quería escuchar.
Cosas sobre no pensar con mi cabeza sino con mi corazón. Cosas sobre no
ver directamente, no cuando se refería a Ryder.
171
—¡Cállate! —le grité a nadie, peleando por centrarme en la ventana del
motor de búsqueda que había aparecido en mi pantalla.

Incapaz de decidir en la mejor expresión para mi búsqueda en internet,


hice una pausa y dudé un minuto. Con dedos inseguros, tecleé en Génesis
6:1-2. Sitios web principalmente religiosos llenaron la primera página de
resultados, así que me moví a la segunda. No tomó mucho tiempo
averiguar las cosas.

Como esperaba, el pasaje resultó ser controversial. Hasta donde podía


decir, la papa caliente era la frase “hijos de Dios”. Aparecían dos opiniones
diferentes. La mayoría de las fuentes argumentaban que esos "hijos de
Dios” no eran ángeles sino humanos regulares, que, por supuesto,
tuvieron relaciones posteriores con mujeres mortales mucho menos que
escandalosas. Mientras todo esto sonaba lindo y considerado, había unas
voces que clamaban lo contrario. Desafortunadamente, su versión de la
verdad confirmaba la historia de Lucian, palabra por palabra.

Eso significaba que…. Uh-uh, ni siquiera podía considerar lo qué


significaba. Básicamente, una pila de problemas monumentales. Y yo
estaba justo en medio de ésta.
172

Capítulo 17
Traducido por Susanauribe

Corregido por Dianita


De la unión ilícita” un sitio web afirma, refiriéndose al apareamiento
entre los ángeles rebeldes y mujeres mortales “resulta el vástago, el
cual a menudo es llamado abominación. Los monstruos gigantes eran
carnívoros y cuando terminaban de consumir a los demonios y desalmados
que se atrevían a oponerse a ellos, combatían entre ellos”.

No mencionaban a Los Halflings, pero las noticias difícilmente eran


reconfortantes.

“Y Dios, después de cansarse de sus crueles travesuras, envió a sus


tenientes más confiables para que trataron con ellos. Michael, el arcángel,
bajó… los rodeó… derramamiento de sangre y carnada… lanzados a
regiones infernales… a esperar sus días hasta el juicio final”.

Una vez hice el truco de leer entre líneas y redireccionarme claramente a


sitios de internet religiosos denunciando la idea de ángeles y humano
poniéndose melosos el uno con el otro como unos fulanos, fui capaz de
revelar un montón de información que al menos verificaba parte de la
historia de Lucian. ¿Cómo me sentía respecto a eso? Curiosamente, había
cierto alivio. Por primera vez en mi vida tenía una explicación real para la
locura en mí, y a diferencia de lo que siempre había asumido, no era malo
o detestable. Mientras no cambiara quién era yo, lo hacía, de todos modos,
suministraba algunas respuestas. La responsable de mis poderes eran
esas pocas gotas de sangre de ángel encajadas en mí, lo cual, cuando lo
pensabas, era medio impresionantemente digno, salvo por la parte donde
tenía que morir por ello.

Era tarde para el momento que terminé de buscar los reclamos de Lucian.
Tenía la sensación de bajar el calor debajo de la salsa en algún punto y el
173
Penne todavía estuviera esperando para sumergirse en el tazón de agua
que estaba hirviendo suavemente.

¿Pero dónde estaba J?

Antes de que sonara el timbre de la puerta había alcanzado el teléfono. No


una vez, no dos, pero en continuos y discordantes gemidos que hacen que
quisiera arrancar la jodida cosa fuera de la pared.

—Está bien, está bien. Estoy yendo.

Incluso mientras mis dedos se torcían en el pomo de la puerta, sentí que


algo estaba mal. Mi pulso se volvió más rápido y los pelos en mi nuca se
erizaron. Por una buena razón, porque tan pronto abrí la puerta, J colapsó
en mis brazos. Su rostro estaba teñido con sangre seca; sus ojos luchaban
por mantenerse abiertos, pero los parpados seguían quedándose cerrados;
su respiración era entre cortada y débil.

—¡J!

Su peso casi nos derriba al suelo, y arrastrarla al desvanecido sofá cerca al


teléfono requería hacer algo. Ella seguía murmurando, pero las palabras
eran tan arrastradas que era imposible que tuviera cabeza o pies lo que
decía.

Con una mano alejé un poco de pelo manchado de sangre cubriendo parte
de su rostro. Hasta que encontré un gran y abierto corte, sucio y todavía
sangrando. Con la otra mano, agarré el teléfono y marqué el 911.

—Sí, ¿hola? —luché por controlar mi voz—. ¡Mi amiga está herida!

Mientras hacía lo mejor que podía para explicar la situación a la mujer en


la línea, la cabeza de J se bamboleaba de lado a lado, pero todavía no
podía mantener sus ojos abiertos. Sus labios continuaron moviéndose,
sonidos extraños y siseos saliendo en una confusión que podría ser
Sumerio antiguo para mí.

Entonces, justo cuando bajé el teléfono, susurró claramente: —Ryder. Fue


Ryder.

Escuché sirenas en la distancia, y tuve una visión de oficiales de policía


armados agarrando y maltratando a Ryder frente a mis ojos. Ryder
174
esposado… Ryder encerrado… Ryder sangrando. No me detuve a pensarlo;
solamente reaccioné. Haciendo algo colosalmente estúpido.

Mentí.

—Estás equivocada, J. Ryder estaba aquí. Sólo se fue hace unos minutos.

Finalmente lo hice. Finalmente había ido profundo.


175

Capítulo 18
Traducido por: Xhessii

Corregido por Dianita

M
ientras espero que a J la cosan, miento un poco más, a nada
menos, que al Sheriff Robinson, luché contra la incontrolable
urgencia de encontrar un sacerdote y confesarle mis pecados.

Pronto. La “Culpa” no se estiraría ni una fracción de cómo me sentía. Peor


aún, no podía entender qué cosa en la tierra me había poseído para
hacerlo. Pero no había ni una sola célula en mi cuerpo que dudara de la
verdad. Incluso mientras miraba a mi mejor amiga ser cateterizada vía
intravenosa y envuelta en vendas, no me lo pregunté dos veces. ¡Ryder no
pudo hacer esto! Cómo lo sabía… bueno, si sólo fuera así de simple.

Mira, fue algo así: cuando J se desmayó en mis brazos, vi lo que pasó. J
estaba manejando y estaba girando la última esquina rumbo a mi casa
cuando un venado saltó por delante del carro. Incluso más extraño, no se
movió. Maldita cosa, todo hermoso e inofensivo, sólo se paró ahí,
bloqueando su camino. Así que J salió del carro y caminó hacia él, hasta
que fue agarrada por detrás. Un trapo húmedo cubrió su boca y su nariz,
olía dulce, como alcohol y acetona, y casi inmediatamente se sintió
desvanecer. Aún así, mientras luchaba, se las arregló para girar, pero de
alguna manera se desplomó en el suelo, donde, desafortunadamente, su
frente se golpeó contra una roca de borde afilado. Pero justo antes de que
perdiera la consciencia, se las arregló para ver un poco a su atacante.
Había sido Ryder, lo vi claramente.

Así que, ¿por qué entre todas las cosas cuerdas del mundo lo protegía?
¿Por qué mentí sobre la herida en la frente de mi mejor amiga y al Sheriff
Robinson sobre el paradero de Ryder en el ataque? Después de todo, ver se
supone que es para creer, ¿verdad? Y había visto a Ryder atacar a J, sin
duda alguna. Pero… había una diferencia sutil, casi imperceptible entre
176
todas las imágenes que miré y sobre el rostro de Ryder. Era casi como una
niebla, como un fino velo sobre sus rasgos. ¿Lo imaginé? No,
absolutamente no. ¿Significaba algo? No tengo idea. ¿Debí haberle mentido
a todos por eso? No, no, y otra vez no; consecuentemente, mi urgente
deseo de encontrar a un sacerdote y confesarle todo lo que he hecho
aumentó.

Dejé el hospital después de que J se quedó dormida, lo que no tomó


mucho tiempo, gracias a los analgésicos que había tomado. El daño
consistía en un par de moretones más y esa asquerosa cortada en su
frente, el doctor pensaba que estaría bien. La mantendría toda la noche en
observación. De hecho era un pensamiento reconfortante, considerando
que no me las arreglé para buscar a Delilah. Era mejor para J estar en un
lugar donde estaría siendo vigilada que estar convaleciente en casa, en
una casa vacía.

En cuento a mi casa, estaba, simplemente, fuera de la cuestión, ya que no


iba para allá. No, estaba de camino a la cabaña de McArthur, y lo bueno,
¡iría a obtener respuestas! O habría sangre. Por supuesto, si estaba
equivocada sobre Ryder, claro que habría sangre. Principalmente la mía.

—¡No seas idiota! —me regañé—. ¿Por qué querría herir a J? ¿Podría hacer
alguna vez algo como eso?

Naturalmente, nadie me respondió. Nada que no fuera el estable ronroneo


del automóvil que cortaba el silencio a mí alrededor. La oscuridad ya se
había establecido firmemente en Rosemound, que se veía extrañamente
desierto. Detenerme en El Emporio Oculto del Bosque Encantado, y poner al
día a mamá probablemente sería una buena idea, pero no podía posponer
ver a Ryder. Ni un minuto más.

Así que conduje rápidamente, hice a un lado las dudas, preguntándome si


de hecho me estaba dirigiendohacia mi propia muerte. Pero aún así me
apuré. Me hizo pensar en las estúpidas películas de terror donde era tan
obvio que si la chica iba a una habitación oscura, sería reducida a
pedazos, pero aún así va. Entonces, ¿también lo era esto? ¿Era la cabaña
de McArthur mi habitación oscura? ¿Era Ryder mi Jasón Voorhees?

—¡No! —chillé de nuevo, golpeando el volante con frustración—. ¡Recuerda


cómo te sientes cuando te besa! ¿Podría un asesino hacerte sentir
completa? ¿En paz? ¿Feliz?
177
Parpadeando para alejar las lágrimas, apreté mi mandíbula e ignoré el
resto de los inútilesargumentos. Pensar demasiado en mi muerte era un
gran desperdicio de tiempo y energía. Después de todo, pensé, mirando el
bosque desde la ventana del carro, este no era Viernes 13. Era
definitivamente El Proyecto de la Bruja de Blair… no había respuestas
reales, sólo sudor frío.

Y, bueno, todos saben cómo termina la película.

Repentinos temblores cruzan fervorosamente mi cuerpo mientras el aire


frío regresa. ¿Quién sabía que el miedo podía ser tan frío? Una vez
estacioné junto a la cabaña, mi corazón se apresuró en mi pecho como un
semental árabe. Apretando los dientes, apagué abruptamente el motor.
Tomé una profunda respiración y sequé mis sudorosas manos en mi
chaqueta.

Saliendo del vehículo, me moví hacia la puerta principal con un paso


determinado. Como si me sintiera segura por dentro. A mi derecha,
contiguo a la cabaña principal, había un cobertizo abierto, en el cual vi la
bicicleta de Ryder.

Bien, estaba en casa.

Con los dedos apretados rígidamente en forma de garras de águila, golpeé


ligeramente la puerta principal. Una, dos, tres veces,

Imágenes superpuestas de él pasan por mi cabeza.

Él bañado en una luz plateada que ciega.

Sus ojos… a punto de matar.

Sus labios en los míos.

El mundo disolviéndose con su beso.

Él frunciéndome el ceño en la cafetería, como si me advirtiera que me


alejara.

Mi carcelera y mi libertad.

Te pertenezco, completamente.
178
Giranen mi cabeza, más y más rápido, hasta que no estoy simplemente
asustada, sino también con náuseas.

La puerta se abrió.

Y todo se fue. Ahora todo se ve estúpido e inverosímil, y simplemente se


desvanece. Miré sus cambiantes ojos, los ojos del alma y me di cuenta,
otra vez, que él se había llevado el dolor. Esta vez, sin decir una cosa;
simplemente estando ahí, sólo siendo él, y era suficiente.

¡Y, Dios, era una visión! Una playera blanca y jeans decolorados, descalzo,
tenía el cabello suave, despeinado y esponjado. No podía quitarle los ojos
de encima, no podía respirar, no podía moverme. Él me gritaba “hogar”.
¡Yo era el hogar! Lo sé.

Así que, en lugar de hacer lo que había previsto, yo, como si estuviera
perfectamente cuerda, como la criatura equilibrada que era, me tiré en sus
brazos antes de que alguno de nosotros dijera una palabra. E incluso
cuando sólo había estado unos cuantos momentos, el contacto me estaba
consumiendo.

Mis miedos, Lucian, incluso el ataque de J, todo se fue por un momento.


Hasta…

—Ry, ¿todo está bien?

La melodiosa voz y claramente femenina, vino de algún lugar detrás de él,


adentro de la cabaña. Mientras mis ojos se abrían, sus brazos se tensaban
a mí alrededor, como anticipando detenerme.

—Esto no es lo que parece —murmuró en mi oído, luego me haló un poco.


Midiendo mi reacción.

¿Yo? Todo estaba pasando en cámara lenta. Puse mis manos en su pecho
y lo empujé, luchando por liberarme de él, todo mientras me giraba y
contorsionaba, luchando por encontrar un ángulo que me permitiera ver
más allá de él, y la alta figura.

Y luego…

Ella vino a la puerta, abriéndola más, permitiéndole a mis ojos tomar todos
los detalles que podía. Extrañamente, no era el hecho de que apenas
estuviera cubierta por esos shorts y esa camisola lo que más me
179
molestaba. No era que tuviera las piernas más largas que un sueño —del
tipo Barbie—. O que su largo cabello rubio fuera tipo comercial de
televisión, o que sus ojos fueran tan azules que hacíaque las aguas del
Caribe fueran descoloridas en comparación. No, no era el hecho de que ella
fuera algún tipo de maravillosa modelo comparada conmigo.

Era que ella también tenía el cabello suave, despeinado y esponjado.

—¡Suéltame! —gruñí.

—No. No hasta que pueda explicarlo.

Finalmente me atreví a mirarlo a los ojos. El anillo lavanda del centro


giraba, el oro brillaba casi hipnotizándome. Las nubes de tormenta
regresaron.

—Debí haber llamado —dije con voz calmada. No tenía idea de dónde vino
eso.

Su expresión se volvió más dura y sus labios quedaron finos mientras se


ajustaba.

—Esta es Mary Kate Davis —dijo, y la dureza se abrió paso en su voz—. Mi


abogada.

Oh, sí, su abogada, ¡mi cola! Aunque realmente no dije niuna palabra, mi
cara debió haber reflejado un montón, porque incrementó su agarre en mí.

—¡Créeme! —me pidió.

Oh, oh, no más. No en esta vida.

—Tú debes ser su Lily —intervino Blondie.

No vi venireso. ¿Cómo sabe mi nombre?

Cuando pasó eso, Ryder finalmente me soltó. ¿Corría? Sí, era una
fabulosaidea, si tuviera doce años, pero desafortunadamente no. Así que
me quedé y en cambio le di una mirada más de cerca a Blondie. Sí, todavía
era magnífica, pero tenía unas finas líneas de expresión en las esquinas de
sus ojos. ¿Cómo me perdí eso? Así que o Ryder se estaba convirtiendo en
Ashton o me estaba diciendo la verdad. Porque una cosa segura, era que
180
Blondie no era una adolescente. Aparte de eso, los shorts y el top no era lo
que yo llamaba un atuendo de abogado.

—Caray —dije filosamente—. Nunca te tomaría por una abogada. Mi papá


es abogado. Y le gusta usar trajes.

Ella se rió de mi comentario y sonó tan cálido y aterciopelado, que


inmediatamente pensé en chocolate derretido. Dios, ¿no conocía otros,
umm, abogados? Esta vivía y respiraba sexy.

—Típicamente, también, lo hago —contestó, en el mismo toco, con voz


brillante que concordaba con su risa a la perfección—. Sin embargo,
respecto a esta situación, vine desde Nueva York para ver a Ry. Así que
esta —se señaló—. Es mi manera de descansar y poner mis pies en alto
después de un largo viaje.

¡Hmm! Mis cejas se alzaron sarcásticamente.

Ella ignoró eso y continúo.

—Ayuda, por supuesto, que Ry y yo nos conocemos más de lo que me


gustaría admitir.

Bien, esto era suficientemente tonto.

—Señora, ¿hace cuánto puede decirlo? Él tiene diecisiete.

Ella se rió de nuevo, y sus ojos se movieron de mí a él.

—Creo que ahora entiendo. Tiene coraje.

—¡Sí y también puedo convertirte en un sapo con sólo mover mi nariz!


¿Quieres ver?

Más pequeñas perlas de risa. Bueno, ella no era del tipo molestoso de “me
duele el cuello”.

—Y por cierto —agregué, a punto de estallar—. Su nombre es Ryder. No


Ry, Ry-der. Creo que puedes recordarlo, o ¿debería escribírtelo en un
papelito?

Las primeras señales de coraje brillaron en sus perfectos ojos azules.

—En realidad, es William —dijo.


181
Mi mandíbula cayó. ¿Cómo lo sabía? ¿También sabía qué había otro
cazador en Rosemound que aclamaba ser William Kingscott?

—Y no estaba poniendo las cosas de cabeza. Realmente nos conocemos


desde hace mucho tiempo.

—Obviamente, tienes un sentido diferente del tiempo. Sabes que tiene


diecisiete, ¿verdad? —insistí, mirándola. O intentándolo.

—Sí, tienes razón. Tiene diecisiete —hizo una pausa—. Desde hace
muchos, muchos años.

El “¿qué?” nunca salió de mi boca, porque Ryder puso final con su pie en
el suelo y rompió nuestra maliciosa explosión.

—Bien, ¡suficiente! —gritó, tan fuerte que Blondie y yo nos quedamos de


piedra.

¿Qué estaba pasando? Esta… esta… mujer, quien obviamente estaba


llegando a… ¿los treinta? ¿Cuarenta? Es difícil decirlo en la era del Botox
quien decía ser una abogada, era callada por un crío. ¿Y su reacción era
bajar sus ojos de manera culposa y luego disculparse?

—Lo siento, Ry. Por favor, perdóname.

Ryder gruñó audiblemente, sacudiendo su cabeza y viéndose


repentinamente más maduro que cualquier chico de diecisiete años, y sí se
tomó ese tiempo para observarme extremadamente lento desde una toma
superior, pero no fue hasta entonces que se me ocurrió que podía estar
diciendo la verdad. Que tal vez después de todo no tenía diecisiete. Todas
esas pequeñas cosas que lo apartaban de otros chicos, la manera en que
actuaba, las cosas que le importaban y las que no, la manera y la vibra
madura que sacaba todo el tiempo… ¿por qué no lo vi antes?

A los chicos de mi edad les importaba el Xbox, las chicas desnudas y las
fiestas. Eran superficiales, egoístas e impacientes. Ellos no se
comportaban como Ryder. Pero… tal vez los Halfling lo hacen. De hecho
las criaturas inmortales en los que su linaje se remonta a los verdaderos
ángeles de seguro lo hacen. Podían tener magníficas mujeres mayores que
rogaban su perdón. Podían tirarse de los balcones sin romperse nada.
Podían tocarme sin causarme dolor.
182
Podían hacerme pensar y sentir cualquier cosa que quisieran. Para lo que
sea que me necesitarán. Ellos… ellos… él… todo encajaba.

Lucian me había dicho la verdad. Ryder no era humano. Él realmente era


un Halfling que tenía como misión seguirme a través de todos los tiempos
para ofrecerle otro siglo en nuestro mundo antes de tradicionalmente,
mmm, matarme. ¡Tragué!
183

Capítulo 19
Traducido por Alba M. Grigori y Adrammelek

Corregido por Dianita

P
or segunda vez en la noche, quise huir. Correr tan rápido como mis
piernas pudieran llevarme.

Sin embargo una vez más, mi estupidez de alguna manera ganó


ante el instinto de auto preservación. ¿O era el choque? ¿Cómo llegué
aquí? ¿Cómo hice para aterrizar en un lugar donde mi vida corría peligro a
causa de mi propio novio?

Porque él realmente no es tu novio, ¡idiota!Grité en mi mente. Él nunca lo


fue. Es una criatura sobrenatural cuyo trabajo es hacer que tú te preocupes
por él. Que confíes en él. Le des una muestra de tu magia, un servicio poco
antes... antes de que él…

Inhalo profundamente, luego dejo escapar un sonido roto que coincide con
el nivel de terror como un contratiempo de ensueño. Mis ojos corren entre
los dos, queriendo hablar, pero totalmente no recuerdo cómo. No hay
palabras. Ninguna. No hay nada.

Blondie habla primero.

—¿Por qué no me pongo algo menos casual y paseo por el senderoun rato?
He oído que caminar de noche por el bosque tiene ventajas terapéuticas.

Ryder no responde. Sólo se ve cansado, su rostro más nítido, más angular,


que de costumbre.

Su sugerencia fue recibida con un total de cero interés, quizá porque todo
su enfoque parecía estar encaminado a mantener mi mirada fija. Sin
querer, retrocedí un paso y luego me pregunté si me perseguiría. ¿No
había decidido huir aún? No podía recordarlo. Fue como si alguien tomara
mi cerebro y lo colocará en una licuadora de alta velocidad. Mi mente era
una maraña de callejones sin salida.
184
—Tú no envejeces, tú... no mueres —finalmentesusurré, retrocediendo otro
paso más.

Casi como si alguien hubiera derramado tinta en su interior, sus ojos


plateados se volvieron oscuros.

Cautelosa. Intenté decidir si estaba loco o triste; no pude hacerlo. Mi


corazón rugió en mi pecho. El que él miraba ahora, ese cabello
desordenado, su cara estrecha y los ojos oscuros, estarían grabados para
siempre en mi memoria. Así es como lorecordaría, pensé, porque esta sería
la última vez quelo vería y él seguiría siendo sólo Ryder. Pasado este
punto...

Él no contestó, pero sus ojos se cerraron lentamente, confirmándolo


silenciosamente, lo que me llevó a constatar mi sentencia de muerte.

Y algo se rompió dentro de mí. Como la rama muerta, de un árbol muerto,


mi corazón se agrietó.Recuerdos de él, de nosotros, labios, manos y sedosa
piel dorada explotó en un encantador y doloroso revoltijo, detrás de mis
párpados cerrados, en mi interior y a mí alrededor, deshaciéndome como si
se tratara de un rompecabezas cubista de Picasso. Piezas de él y nosotros
cayeron fuertemente y me aplastaron, la fuerza de sus golpes llegaron
profundamente a mi interior. Me desgarraron. Mentira. ¡Todo fue mentira!
Nada de eso importó; nada de esto significó algo. Lucían había tenido
razón todo el tiempo, todo lo que Ryder quería era ganar mi confianza así
podía usarme para sus propios fines. Quedarse en nuestro mundo. Yo era
un instrumento para él. Nada más.

—Me mentiste —dije en un débil y ronco susurro.

Después de un corto latido, replicó: —Lo sé. Lo siento.

No podía escuchar esto. No podía escuchar nada de esto. Mi pecho se


sintió como de cristal, destrozado en millones de pedazos. Todo esto dolía.

Entonces giré y corrí.

O bueno, lo intenté. Lo hice en lo que respecta a mi coche, pero antes de


que pudiera abrir la puerta, él estaba detrás de mí. Sus brazos
asegurándome a cada lado contra la puerta del coche, y su calor corporal
me presionaba contra el frío metal. No luché, demasiado congelada para
intentarlo. Su boca rozaba mi oreja, su aliento caliente ponía mi piel de
185
gallina en el cuello. Detrás de mí, por encima de mí, se elevaba,
encerrándome en él. Debería haber estado aterrorizada, y en cierto grado,
en aquella pequeñita parte de mi cerebro que todavía funcionaba,
probablemente lo estaba. Pero sobretodo quería inclinarme contra él.
Principalmente quería girarme y poner mis brazos a su alrededor y ocultar
mi rostro en su pecho. Una locura, lo sé.

—Esperaba que aúnno lo supieras —susurró.

¡Bueno, Duh! ¡Eso no lo hubiera hecho todo más fácil! Si nunca lo vi venir.

Nunca lo vi venir.

—No quiero que sufras, Lily. Es inútil. De todas formas esto no


cambiarálas cosas. Somos quienes somos y el final siempre es el mismo.

Las lágrimas brotaron. Apreté mis ojos, intentando estrangularlas.


Patética. Era una patética y descerebrada perdedora. Incluso era, como si
básicamente estuviera confesándoseme, diciéndome que tomaría mi vida
pasara lo que pasara, mi tonto corazón aún dolía por él. ¿Estaba llorando
porque pronto moriría? No, eso me habría hecho sentirrelativamente
normal. Pero una vez casualidad, siempre será casualidad. Mis lágrimas
eran para él. Porque me había mentido. Y porque morir no era perder mi
vida, sino a él.

—Déjame ir —sollocé. Sonósuave, carente de voluntad.

¡Su cuerpo estaba tan caliente contra mi espalda! Tan familiar, real y
fuerte. Juraría que su corazón palpitaba tan fuerte, que casi ahogaba el
sonido del mío.

Suspiró, profunda y dolorosamente.

—Para siempre ¿no?

Y se movió lejos.

No miré atrás. No dije otra palabra. Solamente me metí al coche y me


concentré en regresar sin golpear ningún árbol. Me dio una buena excusa
para no mirar atrás y ocultarle mis lágrimas. Suficiente ¡ya fue suficiente!
Él no era mi novio. Ni siquiera era mi amigo. Y tal vez aún no estaba lista
para odiarlo, pero por los dioses, tampoco iba a demostrarle que lo amaba.
Necesitaba pensar, salir y pensar. ¿A dónde iría desde aquí?
186
¿Había alguna manera de evitar la muerte, ahora que sabía cuál era el
trato? Las palabras de Lucian volvieron a mí: Sólo hay un escenario,
Katherine. Te ofreces, él toma; derrama tu sangre y mueres. Una vez más.
Pero, ¿qué si no me ofrecía? ¿Qué pasaría entonces? ¿Me mataría de todos
modos, incluso antes de alcanzar su estimulante mágico? ¿Antes de que yo
le diera otro siglo en nuestro mundo? Sin tomar mi poder, se vería
obligado a abandonar la esfera mortal después de hacerse conmigo. No
tendría más remedio que volver entre los reinos. Hasta que volviera a
nacer, lo que también lo haría volver, con una nueva oportunidad para
volver a intentar todo esto. Pero, ¿Me mataría incluso si me negara de
antemano a entregarle las llaves del reino proverbial? Sí. Sí lo haría,
porque la maldición lo obligaba. Incluso si de alguna forma fallara,
siempre existiría el plan a prueba de errores. Frío. Moriría sin importar
qué.

Fin del juego.

Me detuve frente a mi casa un minuto antes, las lágrimas me cegaron


hasta el punto donde chocar el coche contra un árbol sólo era cuestión de
tiempo. Cruzando los brazos sobre el volante, dejé caer mi cabeza y pasé
quién sabe cuánto tiempo suspirando y gimiendo hasta que mi garganta
quedóadolorida y mis lágrimas se secaron.

Eventualmente, la tormenta dentro de mí murió. Con un poco de calma,


sin embargo, otra ola de preguntas sin respuestas se vertieron en mi
cabeza, más rápido y pesado que una lluvia torrencial. ¿Por qué Ryder iría
tras J?

Las imágenes que tomé de su mente, ¿habían sido reales? Porque lo vi, a
través de sus ojos, agarrándola. A lo mejor era que no quería hacer frente
a la verdad. ¿Todo había sido sólo sugestión?

No, no me imaginaba esa fina película de niebla aferrándose a su rostro;


en los recuerdos de J, sus rasgos eran borrosos. Significaba algo, porque
normalmente lo que elegía de la mente de alguien era claro y fácil de
entender y seguir.

Incluso cuando la persona que estaba tocando tenía problemas para


recordar con claridad, a mi perspectiva no le faltaba nada.

A excepción de, tal vez…


187
Adrenalina fluyó a toda velocidad a través de mí como fuego. Porque, ahora
que lo pienso, había tratado con el mismo tipo de visión borrosa una vez.
Hace un rato, de hecho, mientras sostenía la mano de Lucian y miraba mi
propio pasado. No era como si todo el asunto hubiera sido confuso, no,
sólo algunas escenas con Lucian. Pero esto no era una ciencia exacta, y,
además, lo que él me había mostrado no era tu doceavo cucú rápido que
está más allá de tu sinapsis neuronal.Estábamos hablando de otra vida.
Así que había descartado las imágenes borrosas al azar como algún raro
efecto secundario.

Pero, ¿realmente eso fue, un efecto secundario? Tal vez. Había sido una
noche extraña. O tal vez estaba perdiendo mi toque. Pero, en todo caso,
significaba, que no tenía la energía para empujar más. Aceptar la verdad
acerca de Ryder dolía tanto, que habría hecho cualquier cosa para
demostrar que era errónea, lo que probablemente estaba haciendo.
Tentando a la suerte.

Finalmente, después de apagar el motor, salí del coche y entré a la casa.


Perder toda la noche recostada en el asiento no resolvería ninguno de mis
problemas. El reloj de pie frente a la escalera indicaba que sólo era unos
minutos pasados de la una de la mañana. Mis hombros cayeron
pesadamente, más pesados que el mármol. Me sentía sofocada por el
silencio. ¿Por qué mamá eligió esta noche, de todas las noches, para
conseguir una purificación con sus amigas?

Entonces me di cuenta del olor. ¡Algo estaba definitivamente en llamas!


Corrí hasta la cocina, fui recibida por la visión de dos ollas ennegrecidas.
Había olvidado apagarlas. Haciendo todo velozmente, tiré los arruinados
utensilios de cocina en el fregadero para luego abrir las ventanas
completamente. Tosiendo y conteniendo las lágrimas frescas, me derrumbé
en una silla. Durante mucho tiempo me quedé allí sentada, muy cansada
para moverme, muy abatida para intentarlo. Últimamente, el frío de la
noche me despertaba, como si me pegara un codazo, y luego después de
cerrar las ventanas, me encontré ante mi ordenador portátil. Toqué una
tecla y volvió del modo suspendido, revelando la última página web que
había navegado. Claro, ángeles y demonios parecidos a ángeles.

Haciendo una mueca a la locura que se había apoderado de mi vida, traté


de respirar el miedo que había anidado en mi garganta. El miedo sabía
más amargo con cada segundo que pasaba.
188
Claustrofobia vino después; las paredes se estaban acercando a mí.
¡Necesitaba salir de aquí!

Eran cerca de las dos y media de la mañana cuando, después de agarrar


mi ordenador portátil, salí corriendo nuevamente de la casa. Manejé hasta
el hospital en completo silencio. A mi alrededor, Rosemound se extendía a
través de colinas, desembocando en el mismo bosque donde había pasado
la mayor parte mi vida explorando. Sin embargo, no podía recordar ni una
sola vez, cuando todo había estado tan tranquilo. Como si estuviera
esperando por algo. Algo grande y malo estaba en camino y mi amado
bosque también podía sentirlo.

A causa de ese sentimiento oscuro y sombrío, estuve feliz de llegar al


estacionamiento bien iluminado de la Clínica Rosemound. Como era de
esperarse, siendo Rosemound y todo, nadie me preguntó acerca de qué
hacía allí en una hora tan tardía. Igual, ni siquiera la Guardia Nacional me
podía detener de pasar el resto de la noche al lado de la cama de J.

Ella todavía estaba dormida. Todavía conectada a un monitor y un par de


de líneas intravenosas, pero respirando suave y tranquilamente. Alivio se
envolvió en mí como si fuera edredón y me dejé caer en un asiento con
formas de flor, al otro lado de la habitación. Acababa de abrir mi
ordenador portátil, cuando mis ojos a la deriva se fijaron una vez más en
la información acerca de los ángeles, cuando una sedosa voz masculina
hizo que mi cabeza se girara tan rápidamente que me hizo daño.

—¿Ángeles, eh? He oído que es un tema fascinante.

Sonrientes ojos azules brillaron con una expresión alerta a pesar de la


hora. Lucian se levantó lentamente. Suspiré resignada.

Su sonrisa se ensanchó a modo de respuesta.


189

Capítulo 20
Traducido por Polilla

Corregido por LizC

L
ucian estaba en su forma mortalmente sexy habitual en él. En otro
de sus atuendos típicos que consistía en pantalones, una camisa
rosa pálido debajo de un chaleco abotonado, una corbata delgada
morado real, y la infaltable chaqueta al estilo británico, se veía descansado
y fresco. En la esquina de su boca, una azulada cicatriz fina era el único
indicio de que unas doce horas antes había estado en una pelea. Era una
buena vista, admití a regañadientes, y no tenía nada que ver con sus
innumerables atuendos de muy buen gusto, no obstante impresionantes, y
aún más maravillosamente modelados.

Su encanto estaba en esas facciones perfectamente equilibradas, en sus


ojos celestes brillando con picardía, trucos, secretos, y un montón de
intrigas, y en esa arrogancia que esperarías de un Lord Británico del siglo
XVIII, pero no de un adolescente americano de diecisiete años. Eso
encajaba, supongo, ya que al parecer realmente era un Lord Británico,
aunque uno del siglo XVII. En pocas palabras, era un buen paquete, uno
bastante impresionante. Pero eso no hacía ninguna diferencia para mí.

—¿Qué estás haciendo aquí? —susurré, tratando de mantener mi voz baja,


no queriendo molestar a J—. Son las tres de la mañana.

—Ya sé eso—respondió suavemente, recogiendo una pequeña pelusa


imaginaria de su hombro costosamente vestido—.He estado aquí por
horas.

En realidad no dijo las palabras, pero el silencio acentuado al final


apestaba a culpa. Obviamente, pensó que debería haberme quedado con J
también; estaba siendo juzgada. ¡Oh, bien! Justo lo que necesitaba cuando
toda mi vida se derrumba.
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Sin embargo, tener una conversación con él acerca de esto, no era algo que
estaba dispuesta a intentar al lado de la cama de J. Así que me puse de
pie, haciéndole gestos de que me siguiera, lo cual hizo, en dichoso silencio.

A penas dándole oportunidad de cerrar la puerta tras de él, exploté:

—Ni siquiera voy a preguntarte cómo sabías que estaba aquí, pero sólo
para ser claros: ¡lo que hago, a dónde voy, y cuya cabecera elijovigilar no
es asunto tuyo!¿Lo entiendes?

—Vigilar cabecera, tú asunto, lo entiendo—asintió.

Pensó que era divertido. ¡Qué maravilla!

—Una vez más—le dije, cruzando mis brazos sobre mi pecho—, ¿qué estás
haciendo aquí?

Mi tono, filoso como una navaja, lo atravesó. Con una sonrisa como el gato
de Cheshire, gesticuló vagamente hacia mi derecha a la fila de sofás
revistiendo el corredor.

—¿Por qué no nos sentamos?

Si no hubiera estado tan cansada, le hubiera dicho que no, y eso sólo me
sacudió más, porque…exactamente, ¿qué tenía en su contra? No me había
hecho nada.

Aparte de eso, era alucinantemente caliente; inusualmente articulado, y


estaba interesado en mí. ¿Podría decir lo mismo de alguien que dice ser mi
alma gemela? Por no mencionar esos rizos azules y su eléctrico, y suave,
efecto de masaje profundo sobre mí, el cual simplemente se hace más
dulce cuanto más nos acercamos. Pero…no era Ryder. Mi Ryder, quien
estaba planeando mi muerte.

¿No debería haberme alegrado que él no fuera Ryder?

Ah Ryder de nuevo.

Y, oh Dios mío, como si cualquier cosa que se hubiera roto dentro de mí no


doliera lo suficiente. ¿Alguna vez sanaría? Más importante aún, ¿viviría lo
suficiente para sentirlo ocurrir?

—Te ves cansada. Katherine. ¿Estás bien?


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—¡Deja de llamarme así!—espeté.

Katherine era la chica que había empezado todo esto. Ella era yo. Pero
mientras nadie me llamara Katherine, todavía había una cierta distancia
entre nosotras. Todavía tenía tiempo.

Él se inclinó sobre sus rodillas, manteniendo sus codos sobre ellas, y


entrelazando sus dedos debajo de su barbilla. Sus ojos nunca me dejaron.

—Has hablado con él, ¿cierto?

Pasé mis manos sobre mi rostro bruscamente, arañando, necesitando la


sacudida de dolor para mantener las lágrimas a raya.

—Lo siento, cielo—dijo suavemente.

—¿Cómo es que estás aquí? —pregunté, ahora con algo de civilización,


aunque todavía dudando de mirarlo.

Había una distancia cuidadosamente mantenida entre nosotros y estaba


bien con eso. Y con no mirarlo directamente a los ojos. Me hacía enojar
porque era estúpido y sin sentido, pero sólo podemos hacer lo que
podemos hacer. Y no podía hacer nada más por el momento.

—Conozco a alguien que trabaja en el hospital—explicó—. Es una


enfermera y la estaba visitando cuando oí acerca de J. Cuando me di
cuenta que nadie estaba sentado con ella decidí quedarme.

Lo que había hecho era oh-tan-dulce, pero ignoré la importancia de eso


porque, mientras él estaba brotando dulzura, cortesía y buenas
intenciones, mi Ryder estaba encogiéndose en todo lo contrario.
Instantáneamente, me encontré de nuevo enojada, algo que claramente
expresé por el resoplido que dejé salir con profundo sentimiento. Y no, no
debería haberlo culpado por resultar ser todo lo que siempre pensé que
Ryder era, pero mis sentimientos no podían ser remediados.

—No eres de lo más amable que…—el mejor sustantivo ofensivo me


eludió—,¡como sea! Te mudaste aquí, ¿qué,hace sólo unas semanas? Y ya
eres el mejor amigo de todos en la escuela, mientras todavía encuentras
tiempo para salir con una enfermera. Me refiero a, ¿qué son todas esas
conexiones? ¿Estás reuniendo electores, en caso de que quieras postularte
para alcalde?
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Una risa contenida se ahogó al final de mi pregunta; como de costumbre,
me encontró divertida.

—¿Por qué dices eso, Katherine? Si no te conociera mejor, diría que estas
celosa.

—En tus sueños, Sr.Popular. Y mi nombre es Lily.

De pronto luce sombrío, con los ojos clavados en los míos de la forma que
siempre lo hacían, como si el interminable azul fuera de pronto sólido.
Dedos. Probó con sus ojos, pero mi piel sintió dedos reales deslizándose a
través de ella. Los tentáculos azules me dieron un nuevo jalón y respondí
moviéndome un poco más lejos de él. Me estaba quedando sin aliento.

Sedosamente, dijo: —No tengo que soñar nada, Katherine. Recuerdo una
época cuando te ponías celosa si tan sólo miraba a alguien más.

A pesar de buenos esfuerzos, mi cuerpo traicionero todavía reaccionó: un


hechizo de cálida excitación pinchando mis músculos hasta que se
movieron nerviosamente. Hasta su voz me hizo algo, algo físico.
Serpenteando a mí alrededor como una caricia.

Tosí sin necesidad, para reparar mi voz, la cual estaba perfectamente bien.

—¿Eso fue antes o después de que engañáramos a mi hermana?—A su


falta de respuesta, lo presioné de nuevo—.Vete Lucian. Sólo regresa al
lugar del que has venido. Déjame sola.

—No puedo—respondió, su voz era muy triste, tan llena de nostalgia—


.¡Yo…tengo sentimientos por ti, Katherine! Necesito estar donde tú estés.
Contigo.

Las personas en la República de China deben haber escuchado mi


mandíbula abrirse.

—¡Bueno, tienes una extraña forma de demostrarlo! J me dijo que la ibas a


llevar al baile de graduación. Ahora, tienes una novia trabajando aquí. Me
refiero, en serio, ¿cómo es que necesitas estar conmigo?

Su expresión se quedó exactamente igual, casi como si ni siquiera me


hubiera escuchado. En cierto modo en blanco. Y esa piel; por Dios, ¿cómo
alguien puede tener la piel tan perfecta? Un poco pálida, cierto, pero
impecablemente tersa y de aspecto tan suave. Ideal. Como ondas de
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seda,hermosamente colocadas sobre la fuerte estructura ósea debajo,
perfectamente moldeada. Un poco fría, justo como sus ojos se ponían a
veces. Donde la piel bronceada de Ryder era como cubierta de oro, la de
Lucian, por otro lado, era puro alabastro. Eran los opuestos perfectos. Tal
vez por eso no podía realmente agradarme.

—La enfermera en cuestión es realmente nuestra casera. Estaba aquí


dejando algo de correo. En cuanto al resto, ¿por qué te importa a quién
llevo al baile?—sonrió.

—Oh, ¡no me importaen absoluto! Pero J es mi mejor amiga. Y ella tiene


este algo…—Mordí mi lengua, tarde de todas maneras.

—¿Algo por mí?—terminó lo que no pude.

—Solamente que no quiero que salga lastimada—respondí con calma. E


inmediatamente me estremecí, porque era demasiado tarde para desearlo.

—¿Necesito recordarte que fui yo quien salvó su vida, la semana pasada?—


respondió, sus ojos reluciendo como los de una animal salvaje—.¿Por qué
la lastimaría? Me gusta J. Es divertida.

—Lo juro—comencé amenazadoramente, enrollando mis puños—, ¡si


rompes su corazón, te daré urticaria o algo así!

Él se rió con alegría.

—¿Urticaria? ¿En serio harías eso?

—¿Por romper el corazón de J? Puedes apostar tú…

—No podría importarme menos su corazón—me interrumpió, de repente


volviendo a ser una tumba de nuevo—.El único corazón que alguna vez me
ha importado en el mundo es el tuyo.

Me bufé con desdeño.

—Me interesé en J por razones prácticas. Verás, realmente es Elizabeth, tu


hermana.

—¿Qué?

—Vamos, Katherine, ¿no has notado la semejanza física?


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—Sí, por supuesto que lo hice, pero…

—Me imagino que todavía siente el jalón de magia que una vez le
perteneció. Siempre y cuando renazca al mismo tiempo que tú, no podrá
resistirlo. Tu poder la atraería hacia ti. Hacia eso. Como una especie de
lazo. Como una cuerda.

—¿Cómo los tentáculos entre nosotros?—La pregunta se deslizó


hábilmente de mi boca, y morderme el labio inmediatamente después no
cambió nada. Las palabras flotaron entre nosotros por un momento, como
el elefante proverbial en la habitación —uno volador, llamémosle Dumbo—
mientras como una cobarde, mantuve mis ojos pegados al piso. ¿Cómo
pude ser tan torpe?

—¿Tentáculos?—preguntó en voz baja—. ¿Te sientes atraída hacia mí?

No tenía que admitirlo, no ahora, ni nunca, pero por alguna razón, cuando
abrí mi boca y traté de mentir, nada salió. Y él tomó ventaja de eso,
moviendo sus palmas abiertas sobre una de mis manos, las cuales
estaban agarrando el borde del sofá con tanta fuerza que mis nudillos
estaban blancos. Suave calidez, picando ligeramente, se extendió a través
de todo mi brazo. Se sintió bien, tan bien, que no podía siquiera imaginar
no alcanzar su mano para tomarla.

—Deja de luchar contra esto, Katherine—susurró.

En respuesta, lo alejé de un manotón con un fuerte golpe. En ese instante


mi mano tocó la suya, era un dulce lleno de licor, del tipo envuelto en el
más grueso chocolate negro. Siempre he odiado el chocolate, aunque
todavía me gusta el relleno. La amargura del chocolate me hacía respingar,
pero el relleno sabía mucho más dulce por eso.

—No trates de tocarme de nuevo, Lucian lo digo en serio.

—¿O qué, me darás forúnculos?

Por una vez agradecí que en vez de insistir en el asunto él hubiera elegido
directamente burlarse de mí, me apresuré a cambiar de tema.

—Entonces, ¿qué es lo que estás diciendo? ¿Qué J es una bruja?


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—Nop—respondió con seguridad—. Pasé el tiempo suficiente con ella para
asegurarme de eso. Me he encontrado con animales con mayor habilidad
paranormal. Sólo es un cascarón.

Le lancé una mirada fría.

—¿Cascarón? J no es…

—Me refiero que sólo luce como Elizabeth, pero eso es todo—dijo, con las
manos levantadas en el aire—. Almas completamente diferentes. Una
mejor también, probablemente.

Su respuesta debería haber aplastado mi enojo, pero no lo hizo.

—¿Cómo sabes estas cosas?—le gruñí de nuevo—.Quiero decir, ¿qué eres?


¿Mueres conmigo, también, y luego regresas? ¿Cómo funciona contigo?

Pero con cada nueva palabra mi voy se suavizó, haciéndose silenciosa y


poco clara, hasta que terminé hablando tan bajo que apenas podía oírme a
mí misma. En un segundo no podía soportar mirarlo, y al siguiente era
como si casi me importara. Esto era suficiente para enloquecer a
cualquiera.

—No—respondió secamente—. No desaparezco cuando lo haces. Parte de


mi castigo es esperar por ti. Supongo que podría decirse que estoy
atrapado fuera del tiempo de alguna manera, porque el flujo de eso cambia
todo y a todos excepto a mí. Solamente estoy en el mundo porque tú lo
estás. Mi propósito es esperarte, buscarte, y encontrarte cada vez que
regresas. Sólo para perderte de nuevo.

Sin querer, me estremecí ante eso. Ante la tristeza detrás de sus palabras,
ante la soledad, el dolor brillando débilmente en sus ojos.

—¿Cuál es el problema, Katherine?—preguntó tranquilamente—. ¿Es


difícil decidir si te importa?

Palabras, recortadas con alarma, pasaron a través de mis labios antes que
ninguno de los dos pudiera pestañear.

—¡No puede importarme!Ni siquiera te conozco.

Eso sonó patéticamente débil. Traté más duro.


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—Dices ser William Kingscott de aquel tiempo atrás, pero te llamas a ti
mismo Lucian Bell. Y, ¿qué hay de tus padres? ¿Cómo puedes tener…?

—¡He vivido durante casi cuatrocientos años!—contraatacó, el aire


imperturbable rompiéndose finalmente—. No puedo ir con ese nombre todo
el tiempo. Levantaría sospecha. Y no hay padres, obviamente. Sólo una
mentira cuidadosamente mantenida.

—¿Y por qué Ryder se hace llamar William Kingscott, entonces?

—¿Cómo voy a saberlo? ¿Un retorcido sentido del humor?

Negué con la cabeza obstinadamente.

—Pero tú, es decir, no te conozco—repetí sin convicción—. Saliste de la


nada, con tus reclamos y los viajes históricos al país de los locos, y ahora
mi mejor amiga yace en una cama de hospital.

—¿Me culpas por J, también?

No por supuesto que no lo hacía. No tuvo nada que ver con eso. Entonces,
no estaba teniendo ningún sentido. ¿Y qué?

—¿Pero esa no es la razón por la que estás enfadada conmigo, cierto?—


preguntó, de nuevo con calma—. Estás enfadada porque forcé la verdad en
ti. Tu vida era estupenda antesde que abriera mi boca. Soy yo quien
arruinó todo, ¿correcto? Soy quien te dijo la verdad con respecto a él,
entonces en lugar de culparlo a él, has decidido odiarme. ¡No lo niegues!

Me tragué un quejido, resintiendo su perspicacia, el hecho era que él


estaba completamente en lo correcto, y realmente había llegado a esa
conclusión antes que yo. Y, como siempre, ser atacada sólo me volvía
mucho más agresiva.

—¡Todo era fantástico antes de que aparecieras en Rosemund! Él ha


estado aquí por doce meses y nunca siquiera miró en mi dirección hasta
hace poco, ni hablar de hacer algo para herirme de cualquier manera. Y
ahora, ¿qué, está tras de mí? Y tú… ¿dónde estabas? Ésta historia tuya no
tiene sentido, quiero decir, ¿no debería sentir algo por ti? Después de todo,
traicioné a mi propia hermana por ti. Morí por ti entonces…cómo es que
no te…

Ya que no pude terminar, él consideradamente, lo hizo por mí.


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—¿Amas? No, Katherine, eso no es el punto. Lo que te molesta no es que
no me ames. Es que lo amas a él.

Me vi forzada a encontrar sus ojos, y cuando lo hice, para mi sorpresa


descubrí que más que herido, parecía furioso. Pasó los dedos por su
cabello, me perforó con una mirada desprovista de vida. Los labios
apretados en una línea que hacían que sus pómulos se destacaran. Él era
hermoso, pero también algo atemorizante, ahora que estaba enojado.

—Él ha tenido algunos trucos bajo su manga, Katherine—bufó—. Ha


hecho que sea muy difícil para mí encontrarte en esta ocasión. Sin
embargo, llegué aquí tan rápido como pude. —Hizo una pausa—. En
cuanto a por qué no ha hecho su jugada todavía, como dije, necesitaba
ganar tu confianza. Tú amor. Sólo entonces podría esperar a obtener
acceso a tu poder.—Dejó escapar un fuerte suspiro—. Parece que ha
tenido éxito. No hay mucho que no harías por él ahora, ¿cierto?

Traté de hablar.

—Eso es…

Pero me interrumpió.

—Dime, dulce Katherine, ¿qué harías si él te pidiera una prueba? ¿Si te


explicara que, sin él, sería condenado a largos, largos años de penurias?
¿Atrapado entre los reinos, con un pie en cada mundo, sin embargo sin
pertenecer a ninguno de ellos?—Una ceja se levantó despectivamente—.
¿Mmm? ¿Qué harías? ¿Decirle que no?

Pese a querer descartar la idea de inmediato, me encontré dudando.

—Eso es lo que pensé—prosiguió, poniéndose de pie abruptamente.

Me dio otra mirada de soslayo, sus ojos reluciendo con fría cólera y algo
parecido a decepción.

—Te guste o no—añadió en tono bajo, moderado—, soy el indicado para ti.
El hecho de que tengo que estar aquí explicándote esto…

Ahora se veía muy lastimado. ¡Confuso! Del tipo Hillary-Clinton-


aterrizando-en-una-Bosnia-fantasmagórica-bajo-fuego-de-francotiradores,
confuso.
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—Nuestro amor, no fue sólo cualquier amor, Katherine. La intervención
divina estuvo involucrada. Nuestras vidas…

Mi garganta pulsó con el dolor de tragar demasiado.

—Yo…

Él levantó su mano abruptamente.

—¡No! No quiero tu compasión. Yo…iré a buscarnos algo de café, ¿de


acuerdo?

No esperando por una respuesta, dio media vuelta y de repente se había


ido. Dejándome sola con sentimientos mezclados y mis dudas.

Me senté ahí pensando tontamente: ¿Por qué? ¡Si hoy no he sido la abeja
más ocupada! Entonces aparentemente, era una auténtica bruja, con un
linaje que se remonta a un grupo de ángeles rebeldes.

También fui una zorra traidora que le había robado el prometido a su


propia hermana. Y estaba condenada a renacer una y otra vez, sólo para
que mi amante-eternamente-perdido pudiera verme morir. Por no
mencionar que de alguna manera había involucrado a mi mejor amiga en
el extraño embrollo que era mi vida actualmente y, como resultado, estaba
en la cama de un hospital. Y, por supuesto, estaba enamorada de un
Halfling acusado de asesinarme, pero no tenía claros y concretos
sentimientos por el chico que me había seguido a través de los siglos,
porque nuestras vidas estaban, como él había dicho, entrelazadas.

Porque el maleficio y nuestras acciones de cuatrocientos años atrás nos


habían unido. Para siempre. Pero no, amaba a Ryder. Y lo que sentía por
Lucian era remordimiento. Viviendo de la manera que él lo hacía era una
manera trágica de seguir, especialmente por cuatrocientos años.

¡Debería recibir un balazo! Decidí. Por verdaderos francotiradores bosnios.

Cuando me había despertado ayer, averiguando que mi propia identidad


no era siquiera un eco en mi radar. Hoy ya no tenía idea de quién o qué
era yo. Sólo una cosa no había cambiado: mis sentimientos por la criatura
destinada a matarme.

Sí, todavía estaba segura de mi amor por Ryder, pero eso no cambiaba
nada. Todavía iba a morir. En sus manos.
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Capítulo 21
Traducido por Liseth_Johanna

Corregido por LizC

B
alanceando una humeante taza de café sobre el pastel de manzana
de Drake en una mano y un paquete de maní butter&cheese de
Austin bajo una segunda taza de café en la otra mano, Lucian me
dio una avergonzada sonrisa.

—Lo lamento.—Se encogió de hombros—. Sé que esto no califica


exactamente como comida, pero la cafetería está cerrada y pensé que te
podría gustar algo de comida.

Aparté mi computadora. Después de un buen rato de curiosear en la Web,


finalmente había tropezado con un artículo sobre los Halflings. La fuente,
críptica, lo concederé, clamaba que las criaturas en cuestión, conocidas
como los ángeles “completos”, tenían su nombre tatuado en su espalda.
Un símbolo, imposible de pronunciar para un mortal, quemaba entre sus
omóplatos, en el mismo lugar de dónde brotaban sus alas. Si alguien
llamaba a los Halfling, o ángeles, por su verdadero nombre, que sería, leer
el símbolo imposible de leer marcado en sus pieles por los “Primordiales
fuegos de la Creación”, un magnifico par de alas deberían brotar del centro
de aquel tatuaje. Más comida para pensar. ¿Eso significaba que el nombre
de Ryder no era siquiera Ryder, dado que, aparentemente, William también
era falso? ¿Él en realidad tenía un raro tatuaje en su espalda que, cuando
fuera leído apropiadamente, se convertiría de repente en alas desplegadas?

Renunciando a la comida para pensar en favor de algo de verdadero


alimento, acepté las ofertas de Lucian con mucha más sincera gratitud,
ahora vergonzosamente al tanto de mi estómago gruñón no tan discreto. Él
se sentó en el sofá, cuidadoso de no tocarme, y bebió su café en pequeños
sorbos mientras miraba fijamente a la nada.

—Podrías irte a casa, sabes —sugerí entre bocados.


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—Tú también.

Bebí algo de café, placenteramente sorprendida de que no fuera ni la mitad


de malo de lo que esperaba. Aún así, un desagradable sabor llenó mi boca.

—¿Por qué iría tras J?

—¡Estás bromeando!—exclamó él.

Qué más quisiera.

—J dijo eso.

El esfuerzo por entenderlo se alineó en su frente, pero sin mostrarlo


mucho, de lo que podría decir.

—No tengo idea —admitió él—. Es tu mejor amiga, pero además de eso, es
irrelevante. Para él, para nosotros, para toda la situación. Luce como
Elizabeth, pero sólo por fuera. No es mágica. No tiene sentido que él la
haya visto como una amenaza.

Buen argumento. ¡Porque tantas cosas en nuestras vidas tenían tanto


sentido últimamente!

Me tragué el sarcasmo con más café, olvidando el ser cuidadosa y


quemándome la lengua en el proceso.

—¡Aw! Esto es todo…

Pero mi refunfuño fue consumido por el sonido retumbante emergiendo de


la habitación de J. Ambos salimos corriendo rápidamente al mismo
tiempo, aunque ninguno de los dos logró realmente entrar en la habitación
por el equipo médico que nos impedía el paso.

—Esperen aquí. Déjennos trabajar —dijo una enfermera, en respuesta a


nuestro frenético revoltijo de preguntas.

La puerta se cerró en nuestras caras.

—¿Qué está sucediendo? —Me volví hacia Lucian, frenética.

—Yo… no… —Él siguió sacudiendo la cabeza, sus ojos amplios y salvajes,
brillando como un par de lágrimas con forma de almendra.
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Con nuestras narices pegadas contra la ventana, observamos al doctor y a
las enfermeras intentando ayudar a J. El sonido altamente chillón se
detuvo. Ella sólo lucia dormida, pero el nudo en mi estómago me dijo lo
contrario. Un sudor frío se filtró por mi columna vertebral mientras
esperaba, inmóvil, que alguien me explicara qué estaba pasando. Toda la
cosa parecía irreal.Pero no lo era. Algo horrible estaba sucediendo. Y todo
era mi culpa.

Minutos, o quizá horas, después, se dio un veredicto. La herida en su


cabeza había sido más seria de lo que había parecido al principio; se había
deslizado en un coma. ¡Mi mejor amiga estaba en coma!

Esta vez, cuando los primeros temblores me atravesaron, le di la


bienvenida a los escalofríos. Al menos el frío era algo que sentiría. La
culpa, sabiendo que J ahora yacía allí, inconsciente, simplemente por ser
mi amiga, masticó mis adentros como una colonia de termitas
hambrientas. Me dejó insensible y vacía.

—¿De nuevo? —Lucian estaba afligido al verme temblando una vez más—.
¿Dos veces en la misma noche?

Me encogí de hombros, mis dientes ya estaban castañeteando como


castañuelas. ¡Olé!

—Katherine —continuó él, sonando asustado—, ¿esto ha pasado antes?


¿Dos veces el mismo día?

—N-n-no.—Era dudoso que yo hubiera sobrevivido de haber sido así.

Él asintió y luego me tomó en sus brazos sin pedir permiso.

—¿Q-q-qué…es-estás…?

—¡No dejaré que te desmayes de nuevo! Lamento si me toque te da asco,


pero no dejaré que sufras.

Puede que él haya dicho o no esa última cosa, era difícil de decir a este
punto. Luché para mantener los ojos abiertos. Su energía y aquellos
incansables tentáculos azules conectándonos ya estaban haciendo su
magia. Era como si me hubiera tropezado en un incendio abierto después
de andar torpemente a través de la nieve y el hielo por días. Mi cuerpo se
relajó instantáneamente, haciéndose perezoso y suave. Dedos, decenas,
203
cientos, o quizás miles de ellos, me trajeron de vuelta a sentir, pulgada por
pulgada, arteria por arteria. Y entre más duraba, más difícil se hacía
considerar apartarlos.

Tal vez si sólo cerrara mis ojos por un segundo. Podía hacer eso, ¿verdad?
Sólo una pequeña siesta.

Estaría a salvo con él.

A donde fuera que él me estaba llevando.

** *

Un nuevo perfume, vagamente dulce, me dio la bienvenida de vuelta en la


tierra de los vivos, supe inmediatamente que Lucian tenía que estar en
algún lugar cerca. Él siempre olía lo suficientemente bien como para
comer. Abrí los ojos para encontrarme con que todavía estábamos en la
habitación de J, donde yo yacía tumbada en el sofá con el estampado
floral, con la cabeza descansando en la chaqueta doblada de él. Me di
cuenta que su corbata colgaba sobre el borde metálico de la cama de J y
luego lo vi. Sus manos estaban en sus bolsillos, estaba mirando por la
ventana a la oscuridad, inmóvil.

—¿Todavía tienes frío? —preguntó, sin volverse.

Tuve que arreglar mi voz antes de responder.

—No. Gracias.

Él no se movió. Yo sí, sin embargo, usando el respaldar del sofá como


apoyo y haciendo una mueca por la agresividad con la que mis músculos
objetaron. Aún así, no se volvió.

—¿Hay algo fascinante allá afuera, en la oscuridad?

—Dijiste su nombre —dijo en voz baja—. Mientras estuviste muerta para el


mundo, lo llamaste.

Mi boca se abrió, pero no salieron palabras. Algo acerca de sus hombros


caídos me hizo estrangular cualquier argumento que estuviera a punto de
lanzarle. No estaba simplemente cansada de pelear con él, estaba más que
cansada. Cansada de tener que descubrir cosas. Cansada del daño que
aquello me traía.
204
Así que no respondí, cambiando mi atención al rostro sin sangre de J. Ella
estaba respirando a través de un tubo ahora, pareciendo tan frágil como
las primeras flores de primavera, su piel era casi traslúcida, tan
alarmantemente frágil. Las lágrimas se apresuraron hacia mi pecho de
nuevo.

Él fue quien rompió el silencio.

—He estado pensando. Esto es muy raro.

La sorpresa me superó cuando finalmente se volvió. Con su chaleco


desabotonado y colgando sobre su camisa medio abierta, era un Lucian
distinto al que yo había llegado a conocer. Se sentía como si ya no hubiera
constantes en mi vida; todo estaba cambiando rápidamente e intentar
mantener el ritmo era agotador.

Me limpié las lágrimas y dije con voz ronca:

—¿Qué quieres decir?

—Estoy hablando de J. Del hecho de que haya empeorado repentinamente.


Me pregunto si la razón tras ello tiene algo que ver con la naturaleza de su
herida.

La alerta me inundó.

—¿Lo que significa?

—Bueno, fue herida por un ser sobrenatural. Quizás lo que le está


pasando no es físico sino místico.

Me lamí los labios nerviosamente, sin gustarme cómo sonaba aquello.

—¿Y qué significa eso? Ella nunca… —Tragué fuerte—… ¿despertará?

—Es una posibilidad. A menos que…

—¿A menos que qué?

Cambió su peso, titubeando.

—Katherine, eres la bruja más poderosa en el mundo, tu sangre está


consagrada. Si alguien puede sanar una herida mística, eres tú.
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Habló con su calma característica, pero bajo ella, había un zumbido. Como
una carga eléctrica. Como si estuviera caminando de puntillas cuando lo
que en realidad quería hacer era correr. Tal vez estaba intentado no
asustarme, lo que sería inteligente y considerado a la vez, porque esto
realmente asustaba, la forma en que todo regresaba hacia mi sangre.
Ryder la necesitaba para quedarse en el mundo. Mis velas la necesitaban
para funcionar. Ahora, mi mejor amiga la necesitaba para encontrar la
forma de regresar a mí. Era mi sangre la que me hacía especial.
Inusualmente especial. Era por lo que podía ayudar a la gente en formas
que nadie más podía. También era lo que conseguiría que me asesinaran.
Mi sangre… la sangre de Elizabeth. Nuestra sangre. Sí, eso sonaba
correcto.

Sostuve el aliento.

—¿Qué hago?

Con los ojos brillantes como si tuviera fiebre, cuadró los hombros y
respondió en un ritmo entrecortado.

—Eso, no lo sé. —Abrí la boca para protestar, pero continuó antes de que
pudiera hablar—. Pero imagino que tendrías que preparar una poción de
alguna clase.

—Como lo hago con mis velas —dije, entendiendo.

Él pareció confundido. ¡Duh! No sabía sobre las velas.

—Mezclar sangre con plantas y cera —expliqué.

—Posiblemente.

Miré por la ventana en donde el día estaba abriéndose paso gentil pero
notablemente.

—Rayos, ya es de mañana.

—¿Y?

—Y, sólo puedo trabajar en la noche. Probablemente tengo las plantas que
necesito en casa, pero la mezcla sólo funciona si la preparo en la noche.

—Entonces, será esta noche.


206
Mis ojos fueron hacia el rostro de J otra vez.

—Esta noche.

Él siguió mirándome fijamente, como si hubiera más que quisiera decir,


pero no podía.

—¿Qué es lo que no me estás diciendo?

Su cara de póker se derrumbó y algo extraño se movió en sus ojos. Un


fuego frío. Algo feroz.

—Tienes que tener cuidado, Katherine —urgió él—. Lo que estas a punto
de hacer es exactamente lo que él necesita. Una probada voluntaria, de tu
poder.

Una mano invisible me agarró por el cuello y no pude respirar.

—¿Como venir de nuevo?

La compostura se escabulló completamente, dejándolo expuesto,


innegablemente asustado. Dudoso. Pero también ansioso, de alguna
forma.

—Él sentirá tu hechizo. Se sentirá atraído hacia él. Hacia ti y tú sangre. Y


si consigue una probada de tu poder…

El resto se quedó sin decir. Pero lo entendí. Si iba a salvar la vida de J,


sería probablemente la última cosa que haría.

—¿No hay manera de mantener la poción oculta de él? —pregunté


suavemente, ya resignada.

Con un suspiro, vino hacia mí, hablando baja y gentilmente, como si yo


fuera una cosa frágil. Como si sus palabras pudieran hacerme añicos.

—En el pasado, cualquier hechizo que alguna vez se hiciera, uno que
involucrara tu sangre, eso es… no sé cómo explicártelo. Una enorme
ráfaga de poder se libera cuando sangras por voluntad propia con la
intención de salvar la vida de alguien. Potentes fuerzas entran en marcha.
Estás a punto de ir en contra de La Parca, Katherine.

Temblé, apenas tragándome el gimoteo en mi garganta.


207
—El puro intento, el alterar el destino, la ofrenda voluntaria… estamos
hablando de una poderosa tripleta de fuerzas, unidas por sangre
consagrada. El sólo acercarse será suficiente para él. No necesita beber la
poción físicamente porque tu poder estará en todas partes. En el aire. En
los árboles. En el piso. En toda parte en un radio de un kilómetro.—Hizo
una pausa—.No podrás esconderlo de él.

El suelo pareció deslizarse por debajo de mí. Me agarré al borde del sofá y
cerré los ojos por un segundo, pidiendo al mundo que dejara de girar tan
rápido. Cuando los abrí y eché un vistazo al rostro congelado de mi amiga
una vez más, vi más que sólo un terrible tubo saliendo de su boca. Vi
sentido.

—Así que eso es por lo que él fue tras J. Este era su plan todo el tiempo.

—Parece ser así, ¿no?

Dejé salir una risa rota.

—Supongo que mi tiempo está sellado.

—No si no quieres que sea así. Todavía puedes… no tienes que hacer el
hechizo, sabes. Retrasarlo debería mantenerte a salvo. Al menos, por un
tiempo.

Si hubiera algo más de energía en mí, la habría usado para fruncirle el


ceño.

—Esto —dije, en su lugar, señalando a J—, es mi culpa y no puedo dejarla


pagar el precio de ello. ¡No soporto verla así! Voy a morir de todas formas.
Lo menos que puedo hacer es devolverle su vida antes de que me vaya.

Incluso si al hacerlo, estuviera removiendo la última cosa que quedaba


entre mí y la muerte segura.
208

Capítulo 22
Traducido por kathesweet (SOS) y Niii (SOS)

Corregido por LizC

D
ejé a Lucian en el hospital y, después de prometerle ser cuidadosa
y correr a la otra acera si veía a Ryder, me fui a pasar mi último
día en la Tierra. Debería haber estado aterrorizada; sólo estaba
asustada. Nadie sabe cuándo él, o ella, morirá; supongo que es lo
desconocido lo que asusta a todos tanto. Sin embargo, difícilmente es mi
caso; tenía conocimiento sólido del “cuándo” y el “por qué”. Seguro, todo
era una locura hasta cierto punto, pero había un significado que podía
extraerse de esto. No sólo no moriría por nada, a diferencia de la mayoría
de las personas, sino que ni siquiera me tomaría por sorpresa. Y, como
valor añadido, iba a pagar de la misma manera que había vivido: con una
gran explosión sobrenatural. ¿Morboso? Probablemente. Pero entonces,
¿quién no se volvería un poco morboso con menos de veinticuatro horas de
vida?

Antes de dirigirme a casa, donde mamá probablemente estaba


preguntándose dónde estuve, giré por la casa de J de nuevo, esperando
encontrar a Delilah y enviarla al hospital a estar con su hija. Pero todavía
no estaba por ningún lado, la holgazana inútil. Y ya que no trabajaba los
miércoles y jueves, comprobar el lugar donde era mesera, no por el dinero,
sino porque era un buen lugar para comprar el suministro interminable de
novios que requería, era una pérdida de tiempo. Mi única opción era
intentar en su casa otra vez, luego.

Después de eso, fui directo a casa. El nuevo día estaba amaneciendo


soleado y agradable, pero hice mi mejor esfuerzo por no notarlo. Lo último
que quería era descomponerme en medio de la carretera sobre cómo de
azul estaba el cielo y cómo de verde era el césped, sobre cómo nunca los
vería de nuevo. Puedo haber estado entumecida con la sorpresa y el dolor,
pero todavía no había perdido completamente mi mente. Sabía que o era
mantenerme bajo control o transformarme en una chiflada total y acabar
209
en el manicomio más cercano. Eso no haría mucho bien a nadie, pensé con
pragmatismo frío. Porque mientras todavía hubiera cosas prácticas a las
que pudiera aferrarme, eso aún era bueno. El pragmatismo me mantenía
anclado a la vida. No me permitía enloquecer, o peor, pensar en él. Acerca
de lo que le había hecho a J. Sobre lo que estaba obligada a hacer para
limpiar su desastre. Y lo que vendría justo después.

Así que conduje lentamente, cuidadosamente, con la radio sonando baja


en el fondo, de la misma manera que lo había hecho cientos de veces
antes.

Encontré a mamá en la cocina, batiendo unos waffles. Raisin estaba


acurrucado al lado de la estufa en una bola de pelusa negra que
ronroneaba contenta. La voz calmante de Enya salía del reproductor de CD
sobre el mostrador. Mamá, una visión rubia en pijama de franela suave
punteada con margaritas, canturreaba en tono con la canción mientras se
deslizaba adelante y atrás entre la estufa y el mostrador central de la
cocina. Los waffles olían genial. El sol, una bola brillante roja, enviaba
lanzas brillantes de luz a través de los árboles y por nuestras ventanas,
dibujando sombras graciosas y patrones sobre el reluciente piso. Mamá se
veía hermosa y feliz. Todo parecía una foto perfecta por lo que laenmarqué
en el fondo de mi corazón. Así era como exactamente quería recordar
nuestras vidas.Simple, aquí y ahora.

—Buenos días, mamá —dije desde la entrada.

—Buenos días, cariño —cantó alegremente—. Estás despierta tempr…


espera. —Se detuvo, frunciendo el ceño—. ¿Cómo es que estás vestida?

¿No era eso algo sólo de mi mamá desmemoriada? Ni siquiera había


notado que no estaba en la casa.

—¿No viste que mi auto no estaba en la entrada? —Sonriendo, caminé y


envolví mis brazos alrededor de ella apretadamente, inhalando
profundamente esa esencia amaderada que, para mí, siempre sería la de
mi madre. Imágenes de sus últimas doce horas me asaltaron en el
momento, pero ignoré el dolor agudo en la parte posterior de mi cabeza. De
hecho, sonreí. Ella y las chicas habían tomado demasiadas margaritas
anoche; Miranda parecía especialmente divertida mientras cantaba el
himno nacional.
210
Con pesar, pero demasiado nerviosa para no hacerlo, se apartó.

—Lillian Marie, ¿qué estás haciendo? ¿Qué está mal?

Su hermosa cara no mostraba ninguno de los signos de una noche de


copas con amigas como se suponía que dejaba en las personas. No había
círculos oscuros bajo sus ojos, ni líneas pronunciadas por ninguna parte.
Era sólo mamá, tan fresca, joven y hermosa como siempre, pero
preocupada, su boca fruncida en una pequeña mueca apretada mientras
revisaba para ver si de hecho yo estaba en una sola pieza.

—Relájate, mamá —dije, con lo que esperaba fuera una sonrisa


tranquilizadora—. Estoy bien. Y no soy yo la que fue una chica traviesa
anoche. Margaritas, ¿eh?

Se sonrojó, relajándose un poco, sin embargo todavía no se movió. Mi


pecho se apretó mientras tomaba en cuenta su preocupación, la manera
en que sus ojos recorrían toda mi longitud, buscando signos de daño. Me
amaba más que a nada en el mundo. Cómo haría frente a lo que el futuro
estaba por traer, ni siquiera podía imaginarlo. Mis ojos estaban húmedos
otra vez. Parpadeé y le di la espalda, caminando al refrigerador y
pretendiendo que estaba sedienta.

—¿Qué está mal, cariño? —me preguntó de nuevo, suavemente.

Tenía que decirle sobre J. Pero, ¿cómo lo haría sin mirarla? Porque
encontrarme con sus ojos sin estallar en lágrimas parecía imposible.
Apretando mis dientes me giré lentamente, escogiendo un lugar justo bajo
su barbilla y cuidadosamente evitando mirar sobre éste.

—¿Es Ryder? —sondeó.

Mis brazos se endurecieron a lo largo de mi cuerpo, mis manos


convirtiéndose en puños, las uñas cortando en las palmas. Tragué fuerte
la bilis en mi garganta.

—No, mamá. No, es… bueno, es J.

Mi explicación la llenó de alivio y su pecho cayó, como si hubiera estado


sosteniendo la respiración; los problemas con J usualmente no eran del
territorio de vida o muerte. Abrí mi boca para decirle el resto, pero el
211
teléfono sonó, y, con una mirada de disculpa en mi dirección, se movió a
contestarlo.

—Buenos días para ti también, querido. ¿Cómo están las cosas?

Papá.

—En realidad, Lillian Marie está despierta también, así que te pondré en el
altavoz, ¿de acuerdo?

Así lo hizo antes de que pudiera intentar lograr una salida de emergencia.

—Buenos días, pequeña. —La voz de papá llenó la cocina—. ¿Y cómo están
mis chicas en este día encantador?

Afortunadamente, mamá había regresado a sus waffles, lo que me dio la


oportunidad de limpiarme los ojos rápidamente. Escuchar la rica voz de
papá era más de lo que podía tomar.

Por algún milagro, logré responder en una voz estable.

—Hola, papá. Estamos bien. ¿Cómo está tratándote la vida por allí?

—Sin quejas. He estado ocupado con este nuevo cliente sobre el que te
conté la semana pasada.

—El tipo del desfalco. —Recordé automáticamente.

Papá rió con su risa de baja frecuencia. Mi corazón se hundió.

—Ese mismo. Entonces, ¿qué hay de ti? ¿Cómo va la escuela?

—Bueno, como que reprobé una prueba de álgebra.

Mamá me miró con sorpresa, y bajé mi mirada por costumbre antes de


recordar que realmente no importaba si pasaba o no álgebra.

—Algebra, ¿eh? Bueno, tal vez tu viejo pueda darte una mano con eso este
fin de semana.

—Papá, no te ofendas, pero eres un abogado. ¿Qué es lo que sabes sobre


polinomios?

Él rió otra vez. Esta vez, se me escaparon un par de lágrimas; y me


apresuré a limpiarlas.
212
—Tanta adulación junta —respondió—. Estoy abrumado.

Sarcasmo. Su especialidad.

—¿Cómo está el clima ahí arriba?

—Todavía inusualmente cálido y hermoso.

—Bien, bien. Escucha, he estado pensando, ¿por qué no nos vamos de


campamento este sábado? Siento que no estoy pasando suficiente tiempo
con ustedes dos. Especialmente contigo, Lily. Tendremos tiempo de lidiar
con esos polinomios entonces.

Mi garganta se apretó.

—¿De campamento? ¿El sábado? —repetí como un robot—. Seguro, será


divertido. Tengo que irme ahora. Baño. Te quiero, papi.

—También te quiero, pequeña. Te veo mañana por la noche —agregó,


mientras yo, más o menos, corría fuera de la cocina.

Detrás de mí, pude escuchar a mamá haciéndose cargo de la conversación.


Le decía todo lo que había hecho desde ayer en la mañana, desde la última
vez que él había llamado. Siempre hablaban en la mañana, por lo que
parecían ser horas. Incluso con el difícil arreglo de viviendas, ellos todavía
estaban locos el uno por el otro. Más importante, me dije, mirando mi
reflejo en el espejo del baño, se tenían el uno al otro. Estarían bien.
¡Tendrían que estarlo! Pero J, no tenía a nadie; su chiste de madre no
contaba demasiado. Si nunca despertaba, ¿quién lloraría por ella? No tenía
a nadie más que a mí. Realmente era mi hermana, la que nunca había
tenido en esta vida, y era la segunda hija de mis padres, también. Los tres,
se apoyarían entre ellos, me dije, asintiendo repetidamente. Estarían bien.
Y yo lo estaría, también. Salvarla era lo correcto. Ahora, la parte de morir…
bueno, eso no se podía evitar.

Observé las lágrimas correr por mis mejillas, como arroyos sin fin. No
lloriqueé. No hice ningún sonido. Cuando estuve lista para hacer frente a
mamá otra vez, me eché agua fría en la cara, cepillé mis dientes
mecánicamente, y respiré profundamente. Entonces me dirigí hacia la
cocina nuevamente.

Ya se estaba sentando a la mesa para comer.


213
—Oh, bien, me estaba preguntando dónde estabas. Tu desayuno se está
enfriando. —Entonces vio mis ojos rojos y saltó fuera de la silla.

—Eso es todo. ¡Lillian Marie, vas a decirme lo que está ocurriendo y me lo


dirás justo ahora! —chilló, con esa voz temblorosa que siempre tiene
cuando está asustada.

Lo dije todo en una sola exhalación:

—Es J, mamá. Algo le sucedió anoche. Está en coma.

Las noticias la devolvieron bruscamente a su silla, su cara al instante se


puso pálida; las lágrimas no tardaron demasiado en empezar a fluir. Me
endurecí contra la nueva oleada de dolor, puse mis brazos a su alrededor y
la sostuve por tanto tiempo como pude. Secretamente esperando que algo
de mi fuerza se deslizara en su interior. La necesitaba incluso más que yo.

Por suerte, ella no era tan frágil como parecía. No pasó mucho tiempo
antes de que entrara en acción como si estuviera siendo impulsada por
docenas de baterías Duracell porque, al igual que yo, ardía con la
necesidad de hacer algo al respecto. Algo concreto. Por supuesto, siendo
ella, eso significó armar un paquete de cristales de sanación, incienso,
algunas de mis velas,y de inmediato dirigirse al hospital, intentando
asesinar a quien fuera que se atreviera a prohibirle llenar la habitación de
J con toda su parafernalia Wicca. ¡Dios ayudara al tonto que se le cruzara!

Antes de irse, también se aseguró de llamar a la oficina del director Turner


y le avisó a la escuela lo que había sucedido. En cuanto a mí, se me
ordenó dormir un par de horas, luego de lo cual tenía que revisar mi
reserva de plantas curativas e inventar alguna mezcla milagrosa para un
nuevo lote de velas, diseñadas específicamente para ayudar a J a
despertar. Mamá siempre había tenido una confianza suprema en mis
poderes, y con buenas razones, también. Una vez traje de regreso a un
vecino cuyo corazón literalmente se había detenido por un minuto luego de
ahogarse en un pozo de agua en el bosque. Las velas, mezcladas con mi
especial sangre, realmente hacían milagros. La pócima que había
preparado para J lo haría, también.

Pero supongo que todos los milagros tenían un precio. ¡Y Dios sabía que
había compartido mi cuota suficiente de ellos! Las vidas que había
salvado, las personas que había sanado, las familias que había vuelto a
214
unir —toda mi vida adulta se había basado en sembrar esperanza donde
antes no había ninguna. A mi manera, había intentado y realmente había
hecho del mundo un mejor lugar. Incluso llegué a besar a un chico.
Milagros… me regocijaba por completo en ellos.

Pero nada venía de forma gratuita; el mundo caería en un caos total sin
esa clase de balance. Una parte de mí ni siquiera estaba sorprendida de
que ya fuera hora de pagar la cuenta.

Si entrecerraba los ojos, casi podía ver la justicia de ello.


215

Capítulo 23
Traducido por Dangereuse_

Corregido por LizC

A
pesar de que mamá salió volando por la puerta, decidí no
malgastar mis últimas horas durmiendo. Sin embargo, comprobar
mis suministros, era un consejo que merecía la pena. El inventario
reveló una amplia cantidad de lavanda, salvia, incienso, aceite de clavel,
eucalipto, y diversas bayas de modo que cubría prácticamente todo lo que
necesitaba. Agujas de pino fresco y agua de primavera, apunté
mentalmente, y estaría todo listo. ¿Daría de verdad con la mezcla? Nunca
hubo una fórmula mágica que pudiese seguir, ningunas instrucciones en
algún libro mustio y viejo mantenido oculto en el ático. Sólo estábamos mi
mente, mi sangre y yo. Siempre lo habían hecho muy bien; con suerte,
tampoco me abandonarían ahora.

Una de las cosas que siempre hice antes de montar una nueva fórmula fue
pasar algo de tiempo sola. Además, quemaba un poco de incienso,
normalmente resina y benzoína25, porque me ayudaba a despejar la mente.
Supuestamente impulsaban las habilidades psíquicas, pero no sabía nada
de eso. Principalmente, sólo me gustaba cómo olían.

Arriba en mi habitación, mientras cargaba el incensario de plata con los


pequeños trozos de incienso, me encontré sonriendo. El quemador de
incienso había sido un regalo de cumpleaños de mamá. De mi sexto
cumpleaños, para ser exactos. Lo juro, si no hubiese sido por papá, ¡no
habría visto una Barbie en mi vida!

Las lágrimas brotaron de nuevo. Sacudí la cabeza, apartándolas. Los


vapores del incienso ayudaron, así como también las uniformes
respiraciones profundas. Me quité la ropa mecánicamente, intentando no
pensar en cómo, si la dejase tirada por toda la habitación, por una vez no

25Frankincense: es un tipo de resina aromática obtenida de un árbol de Boswellia, al


igual que el benzoína, del cual están hechos los palitos de incienso.
216
importaría. Pero no, fui meticulosa a la hora de doblarla, poniéndolo todo
en su lugar habitual. Más lágrimas brotaron. Esta vez, el aire no parecía
llegar con suficiente profundidad a mis pulmones; dolía, el sólo hecho de
respirar.

Mientras que la larga ducha se llevó las lágrimas, no lo hizo mucho con el
miedo, el cual esperaba secretamente que se fuese por el desagüe,
también. Cuando fue el momento de vestirme, permanecí delante del
armario pensando que nadie había escrito nunca un libro acerca de la
ropa adecuada para llevar el día en el que mueres. Intenté encontrar mis
pensamientos graciosos en su morbosidad, pero no apareció ninguna
sonrisa. Supongo que realmente no quedaba nada divertido en la chica
divertida, después de todo.

Pero mientras alcanzaba unos jeans, me detuve. No, pensé, negando con la
cabeza, nada de esto hoy. Nada de jeans, nada de sudaderas con
capuchas, nada de ropa holgada,nijuvenil. Se acabó intentar ser invisible.
Era mi oportunidad de dejar que el mundo me viese como era, una chica y
una bruja, ninguna de las cuales parecían tener mucho futuro, por
desgracia. ¿De qué servía seguir escondiéndose?

El problema era, por supuesto, que no tenía mucha ropa femenina.


Diablos, por lo general no salía mucho de los tonos marrones y grises.
Pero, como por cosa del destino, hace un par de semanas papá me compró
un vestido, algo que pensó que me gustaría llevar para el baile. No era un
vestido de noche extravagante, ya que estaba claro que nunca me
acercaría a nada como eso. Rojo y suave al tacto, era un vestido sencillo de
tirantes, con un apretado corpiño y una falda acampanada que terminaba
por debajo de las rodillas. Muy a la década de los 50. Está bien, quizás en
los 50 no estaba destinado a ser llevado sobre una camiseta y combinado
con unas zapatillas de lona, pero aún así, un vestido es un vestido, ¿no?
Incluso usé un poco de espuma en el cabello antes de secarlo y fui
recompensada por mi esfuerzo con una cabeza llena de rizos muy bien
definidos, que me llegaban casi a la cintura.

El espejo me mostró a la chica que podría haber sido. El rastro de una


mujer en la que me podría haber convertido. Complexión cremosa y de
color melocotón, ojos verde esmeralda y un cuerpo esbelto coronado por
un cabello largo y ondulado. ¿Qué sabes? Casi podía vislumbrar a la chica
con cabello de fuego y ojos llenos de primavera, y al hacerlo, el fantasma
217
de las palabras de Ryder me hizo estremecer. Me tembló el labio inferior y
lo mordí con fuerza. El dolor era bueno: casi ahoga el que tenía en el
pecho.

—Así —susurré, alisándome la falda—. Hermosa como una fotografía.

Fue entonces cuando escuché por primera vez la moto. El estruendo del
motor se hacía cada vez más fuerte hasta que pude oírlo justo debajo de
mi ventana, donde se detuvo. Tres segundos después, el timbré sonó
insistentemente. No me moví. La chica del espejo parecía petrificada, con
los ojos ampliados y brillantes de lágrimas, sus manos amasando
nerviosamente los pliegues de la falda, con la boca abierta en un sollozo
mudo. Ya apenas me reconocía.

Cuando no abrí la puerta, llamó, primero al fijo y después a mi móvil. Una


y otra y otra vez. Por lo menos ahora sabía cómo podía conseguir señal
aquí; tenía que ser una cosa Halfling.

—Lily, sal —llamó desde el porche.

Me derrumbé instantáneamente, pero entonces de alguna forma me


arrastré hasta la esquina más oscura de la habitación, donde me hice
unovillo.

—Sé que estás ahí dentro. ¡Vamos! Tenemos que hablar.

Gimiendo, me mordí los nudillos y pegué las rodillas con más fuerza a mi
pecho. El corazón me retumbaba en los oídos.

—¡Lily, cariño, por favor! Esto es importante. Se nos está acabando el


tiempo.

Niego con la cabeza, llorando, la realidad reducida a la salinidad de mis


lágrimas. Se marchará, se marchará, se marchará, canté, balanceándome
hacia tras y hacia delante. Y fue entonces, mientras me escondía, lloraba y
temblaba, cuando finalmente admití la verdad. La que sentí arrastrándose
por debajo de mi piel, empujando para salir, exigiendo ser conocida. La
cólera se extendió en mí, más amarga incluso que las lágrimas. Porque no
era miedo lo que me mantenía agazapada en la oscuridad, incapaz de
enfrentarle. No, no era estúpida. Sabía que me necesitaba. Antes de que
me desangre para salvar la vida de J, antes de que trabaje mi mojo, no iba
a tocar ni un sólo cabello de mi cabeza. Primero tenía que estar seguro de
218
que se le concederían otros cien años en nuestro mundo. Antes de hacer
eso por él, no podía arriesgarse a herirme.

Por lo tanto, ¿por qué me escondía? Porque estaba avergonzada.


Avergonzada de tener todavía cada célula de mi cuerpo clamando por él.
Incluso ahora, a pocas horas del momento en que iba a terminarcon mi
vida, mi cuerpo y alma no lloraban mi inminente muerte, sino su pérdida.

Incluso después de todo lo que había hecho y todo lo que haría a J, a mis
padres y a mí, todavía anhelaba su cercanía. Su toque y la paz que sentía
cuando me besaba. Anhelaba sentirme entera otra vez. Ser arreglada por
él.

Mira, no me estaba escondiendo de él; me estaba conteniendo para no


correr hacia él.

Dicen que la verdad te hará libre: ¡vaya montón de mierda! Mi verdad me


llenaba de todo menos de libertad. Me sentí avergonzada y culpable porque
por seguir amándole, estaba traicionando a J, a mis padres y a todo lo que
me habían enseñado a ser. Me odiaba con tanta ferocidad que hasta me
daba miedo. Ahora me sentía de todo tipo de cosas, ¿pero libre? No, eso
no. Más bien todo lo contrario. La verdad era que, incluso si no hubiese
herido a J, incluso si no me hubiese arrinconado, todavía le habría dado lo
que necesitaba: mi sangre, mi poder, mi propia vida.

Cuando el empuje vino a arremeter, nunca le habría dicho que no. Nunca
habría dejado de amarle, tampoco, incluso mientras soltara mi último
aliento. Esta noche, mientras me adentraba en la innecesaria trampa que
inteligentemente me había tendido, iría amándole todavía.

Estaba exactamente donde él necesitaba que estuviese. En su poder.

Me llamó por mi nombre durante mucho tiempo. Al final se detuvo pero


pasó un rato antes de que escuchase a la moto acelerar. Luego se fue, pero
todavía no podía salir de mi escondite. ¿Cómo podría enfrentar ahora a
mamá? ¿Cómo podría volver a mirar a la cara entubada de mi mejor
amiga? No merecía estar cerca de ellos, tampoco me merecía a ninguno de
ellos. Su dolor, presente y futuro, era culpa mía, ¿y ni siquiera podía
reunir la suficiente decencia para odiar al responsable de ello? ¿Cuán
estúpida puede ser una persona? ¿Cuán ingrata? El chico-cartel para
disfuncionales, eso era yo.
219
Caminé por mi habitación hasta que Raisin se asustó demasiado como
para quedarse y salió corriendo. Las emociones corrían a través de mí
demasiado rápido, siempre cambiando, gastando toda mi energía. Una
parte de mí, que siempre pensé que era mi instinto, seguía discutiendo con
mi mente, negándose a aceptar la verdad. A la vista de la abrumadora
verdad, con su propia confesión incluida, algo en mí todavía no creía que
Ryder fuese el malo de la película, que me había mentido y engañado. No
podía aceptar que hubiese jugado de esa forma con mi corazón: fríamente,
fijando sus ojos en el premio, y preocupándose sólo de su propio interés.
Mi instinto se rebeló contra eso, lo que, supongo, me hacía
verdaderamente menos intuitiva que una piedra.

Las paredes se cerraban sobre mí de nuevo. ¡Necesitaba salir de la casa!


Tenía que volver al hospital y pasar lo que quedaba del día con mamá y J,
alimentarme de su amor para mantener a mi corazón latiendo y evitar que
mi cerebro se desintegrase. Para evitar que las paredes me absorbieran. No
podía ser reducida a polvo, todavía no, no antes de arreglar las cosas con
J, por lo menos.

Las grietas en mi compostura se ampliaron. Mi autocontrol estaba


fallando. Me miré las manos: temblaban. Mi respiración seguía atorándose;
estaba casi jadeando. ¿Era un ataque de ansiedad? ¿Necesitaba una bolsa
de papel marrón?

Estaba perdiendo a lo grande el tiempo, lo que hizo el salir de la casa una


idea muy buena. Estar con mamá y J me ayudaría a soportar.

Tan rápido como mis desgastados pies podían llevarme, bajé por las
escaleras, arrepentida por no seguir el consejo de mamá de descansar un
par de horas. Tomando una chaqueta de mezclillaligera de la sala de estar,
seguida de las llaves del auto, abrí la puerta de una forma tan brusca que
las bisagras crujieron, quejándose en señal de protesta.

Y me encontré cara a cara con Mary Kate Davis, la —ejem— abogada.

—Hola, Lily. ¿Te importa si tenemos una charla?


220

Capítulo 24
Traducido por kathesweet

Corregido por Alba M. Grigori

E
n su defensa, Mary Kate se veía muy parecida a una abogada esta
vez con un traje de pantalón negro y una camisa de seda blanca.
Por supuesto, la cosa estaba tan hermosamente cortada, que el
efecto era, una vez más, asombroso. En cuanto a sus tacones aguja
Christian Louboutin, bueno… imagínate la imagen.

—¿Una charla? —Fruncí el ceño—. ¿Se refiere al tipo de charla que


involucra hablar? ¿Una con la otra?

Sonrió.

—Sí. No tomará mucho tiempo.

Bloqueando mi salida, sus largos pies se plantaron firmemente en el suelo,


obviamente no tenía intención de renunciar. Reprimí el deseo de golpearla
en donde estaba parada. —Bien, entonces. Hablemos.

—¿Adentro? —preguntó, arqueando una ceja caramente arreglada. Dudé,


pero estaba obligada a rendirme y hacerme a un lado. ¡No necesitaba esto!
No había necesidad de hacerla pasar, se movió a lo largo del pasillo y hacia
la sala como si fuera la dueña del lugar. Entonces, después de una rápida
mirada alrededor del lugar que me hizo feliz por el gusto impecable de
mamá en el diseño del interior de nuestra casa, se posó sobre un sillón,
cruzando sus piernas con la gracia de una reina. Molestándome hasta el
final.

Sintiéndome estúpida estando parada, también me dejé caer en una silla.


Sin gracia de ningún tipo involucrada en la hazaña.

—He venido a aclarar las cosas —dijo.

Directo al punto. Apreciaba eso.


221
—No hay necesidad, Srta. Davis.

Intencionalmente usé su apellido para subrayar la diferencia de edad,


entre nosotras, y por lo tanto entre ella y la edad que Ryder aparentaba.
Pero ni siquiera parpadeó.

—No me importa de una manera u otra —mentí.

—No estoy durmiendo con Ry.

Maldición, era directa. Fue difícil no palidecer.

—Como dije, no me importa.

—Voy a contarte una historia, Lily —siguió, como si no me hubiera


escuchado—. Una que no debería compartir con nadie. Así que, si decides
repetirla, negaré que alguna vez dije una palabra.

Vaya, vaya, esto no era directamente sacado de Spooks.

—En mi familia, hemos sido abogados por muchas generaciones. Y cuando


digo “generaciones”, me refiero a que va más allá de un par de cientos de
años.

¡Ahora bien! Supongo que eso explicaba la vibra aristocrática con la que
vestía igual que algún perfume caro. Tenía dinero viejo. Por supuesto, gruñí
internamente.

—William Kingscott… Ry —Sonrió mientras repetía cariñosamente su


apodo para él—, ha sido nuestro cliente desde el principio.

Ahora se detuvo. Para dar efecto,¿quizás? Cuando no reaccioné de ninguna


manera, su expresión se endureció. ¿Qué esperaba? ¿No lo había
pregonado ya anoche, fuerte y claro?

—No sabemos qué —Se sonrojó y se corrigió—, quién es él. Lo que


sabemos es que es una persona decente. Un cliente muy generoso. Alguien
que, a pesar de haber tenido una fortuna, prefiere llevar una vida de bajo
perfil. Da una gran cantidad de dinero a la caridad. Y, tanto como
sabemos, nunca ha herido a un alma.

Supongo que valía la pena ser un ser medio-celestial. Me preguntaba si


podía hacer que el dinero apareciera sólo con pensar en él. Reflexioné y
222
luché con el concepto de él regalando dinero. ¿Tenía que ser tan diferente a
todos los normales chicos malos de los que alguna vez había escuchado?
Era como si tratara de confundirme a propósito.

Desafié la última parte de su declaración. —¿Cómo sabe que nunca ha


herido a nadie?

—Bueno, debido a sus circunstancias extraordinarias, estaba considerado


un lazo de alto riesgo, así que lo hemos tenido bajo vigilancia por un largo
tiempo —dijo, más suave—. Sólo entre tú y yo, no estoy completamente
convencida de que él no esté siendo observado, incluso hoy. —Se detuvo,
luego agregó casi con disculpa—. Mi padre es un hombre particularmente
minucioso.

Un resoplido entusiasta acechaba en mi garganta.

—Hay unas cosas inusuales sobre William Kingscott, Lily. A pesar de vivir
tan modestamente, vive completamente. Muy activamente. Mi familia le ha
seguido la pista desde el Tíbet a la India, desde Suráfrica hasta el Este de
Europa. Donde sea que haya un tsunami, un terremoto, un tornado, o
generalmente donde haya personas heridas, allí está él. Siempre en las
líneas frontales, ofreciendo más que sólo dinero, la clase de alivio que uno
puede dar sólo con sus propias manos. Algunas veces, desapareció en
algún monasterio solitario, pero nunca descansaba por más que un par de
meses. Luego volvía a hacerlo otra vez.

¡Qué amable de su parte tratar de salvar la vida de todo el mundo! Excepto


la mía, por supuesto. Quiero decir, ¿sobre qué era esto? ¿Un intento
malísimo en inclinar la balanza? ¿Una clase de trato “mata uno, salva cien”?
¿Pensaba que por salvar a otras personas, sería perdonado por matarme de
vez en cuando?

—Sí, sí —bufé—. Es un Boy Scout, lo entiendo.

—No un Boy Scout, sino una persona muy inteligente y preocupada. ¿Te
das cuenta que posee al menos media docena de títulos legítimos? ¿Qué
también es abogado? Doctor y…

La detuve con un chasquido de mi mano. —Ya entendí el punto.

Sus ojos azul Caribe me miraron de una manera tan dirigida que provocó
que me encogiera.
223
—Bien —respondió fríamente—. Quieres la versión corta, aquí está. En
nuestra opinión, dos cosas hacen a William Kingscott verdaderamente
extraordinario. Una, no tiene edad. Y dos, nuestros registros muestran que
tres veces durante los pasados siglos hizo unas disposiciones legales que,
en caso de su muerte, todo lo que posee debería pasar automáticamente a
una mujer. Marion Frost fue la primera, Sarah Manbeck la que siguió.
¿Puedes adivinar quién podría ser la tercera beneficiaria?

Mi boca se secó instantáneamente. —Yo.

Ella asintió. —Sí, Lily. Tú.

El silencio se interpuso entre nosotras, pero estaba muy pesado. Ella


estaba esperando una reacción. Yo estaba determinada a que me mirara
en una posición agachada, aun cuando mi cabeza estaba girando más
rápido que la de Linda Blair en el número de El Exorcista. No tenía sentido
que Ryder hiciera arreglos para que su dinero fuera a alguien antes de mi
conteo regresivo final. Por ahora, tenía claro en cómo funcionaba. Esta
noche había sucedido antes; estas dos mujeres, Marion Frost y Sarah
Manbeck, ambas yo, de diferentes tiempos. Y, justo como esta noche,
Ryder probablemente había preguntado hacia dónde iba. ¿Le ofrecerían el
mágico estimulante que le daría cien años más en el plano mortal o lo
negaría y por lo tanto lo enviarían a casa, entre los reinos? Se había
preguntado al respecto, de ahí la necesidad de poner sus asuntos
financieros en orden. Todo era muy claro.

Me escogería, la única responsable por su anticipado regreso a casa, como


su heredera no se explicaba por sí mismo. ¿Era culpa? ¿Otro acto de
contrición, al igual que su trabajo humanitario? Porque no importaba qué le
sucedía, si se quedaba o se iba de nuestro mundo, eso no cambiaba el
hecho de que aún moriría. ¿Entonces por qué dejarme todo ese dinero?
¿Quizás estuviera establecido para ir a mis padres, como alguna clase de
regalo de consolación por “maté a su hija aquí hay una cantidad de dinero a
cambio”? Seguramente no. Él no sería tan monstruoso, ¿verdad?

—Esa es la razón por la que estoy en Rosemound ahora —resumió—. Para


terminar el papeleo. ¿Te gustaría saber cuánto valdrás, en caso de que Ry
muera, Lily? Es una cifra bastante impresionante.

No pensé. Sólo reaccioné. Fieramente. —¡Él no va a morir!


224
Me perforó con una mirada fría. —Oh, estoy bastante segura de que no lo
hará. Ya ves, Lily, hay un patrón aquí. Él apenas conocía a Marion Frost y
a Sarah Manbeck. De la misma manera que apenas te conoce. De hecho,
Marion Frost se comprometió en matrimonio mientras Ry era su…
conocido. Al igual que en tu caso, adquirió una casa en algún lugar cerca a
cada una de ellas, aproximadamente un año antes de sus cumpleaños
dieciocho. Y aunque los registros muestran que él conocía a estas…
chicas, no era verdaderamente parte de sus vidas. Casi parece que
estuviera allí para observarlas. Desde la distancia. El contacto era mínimo.

—Hay mucho contacto entre nosotros, Srta. Davis. —Me obligué a sonreír.

Ella me ignoró. —¿Entonces por qué debería dejar una fortuna para cada
una de ellas? Curioso, por decir lo menos. ¿Pero sabes qué es incluso más
curioso, Lily?

Puse los ojos en blanco. —Ambas murieron y Ryder siguió manteniendo su


dinero —dije secamente.

Su frialdad se fundió en sorpresa. —Eso es correcto —susurró—. Ambas


murieron por muertes violentas.

La miré al otro lado de la mesa de café, pero supe que mi cara era dura. Lo
que sea que estuviera esperando obtener por soltarme esto, no iba a
obtenerlo. —¿Hay un punto en esta historia, Srta. Davis?

Ella frunció el ceño. Luego, paso a paso, su compostura regresó. —No me


insultes pretendiendo que no lo ves —enunció—. ¿Estás… —titubeó—.
Dios querido, no puedo creer que vaya a decir esto. —Inhaló una vez—.
¿Estás a punto de morir?

Tristemente, me encogí. —¿Cómo es esto de su incumbencia?

Hubo una pausa, como si de repente se le hubieran agotado las palabras


correctas. Pero se recuperó. —Voy a ser franca, Lily. Las otras dos chicas
murieron dentro de los días después de que Ryder las nombró herederas
de su fortuna.

Mis cejas se curvaron en silencio. —¿Y?

Su mandíbula se flexionó, sus delicados huesos moviéndose bajo su piel


incluso más delicada. Se parecía a una rosa, pero estaba claro que tenía
225
un interior de acero resistente. —A pesar de nuestra vigilancia, no es claro
si… Bueno, más bien parecía…

—Srta. Davis, estoy ocupada. Dígalo ya.

Se apresuró a decirlo. —¿William Kingscott es un asesino?

Casi podía sonreír en este punto. —Le contestaré eso, si me contesta esto.
¿Cuál es su interés en él?

Me miró a los ojos de frente. Una sola palabra salió de su boca, cortada y
firme: —Personal.

¡Ajá! Sabía que la vieja zorra estaba detrás de él.

Sentí mis labios adelgazarse con ira. Celos. Y cualquier otra emoción
igualmente desagradable que quemó el interior de mis ojos como derrames
venenosos. Y entonces, de alguna manera, mi mente también se puso a
trabajar. Sí, Mary Kate Davis era hermosa, sofisticada y lista, pero hombre
¡era fría! Allí sentada en frente de mí, habiendo llegado a la conclusión por
ella misma que estaba a punto de morirme, pero aun así preocupada por
sus propios intereses. Sólo estaba preocupada por saber si la persona de la
que se sentía atraída era un asesino. Me obligué a mirar más allá de esta
noche, más allá de lo que sucedería, más allá de mi muerte. ¿Quería que
Ryder estuviera solo? Mi corazón se rompió con eso, pero la verdad
permaneció. No, no quería eso para él. Sabía por experiencia cuánto
apestaba la soledad. ¿Pero quería que se involucrara con un tiburón como
Mary Kate Davis? Ni en un millón de años.

Mis labios se movieron para revelar mis dientes apretados, que descubrí
ante ella mientras siseaba. —Ryder es mi novio. Lo amo muchísimo. Y esa
es la única respuesta que va a recibir.

Sus fosas nasales llamearon con ira, pero no podía haberme importado
menos. Mary Kate Davis era el menor de mis problemas. La vi ir a la
puerta con un silencio intenso y luego sin decir adiós se apresuró a
cerrarla detrás de ella. Sólo entonces me permití acostarme en el suelo y
enfrentar realmente a la última información. Averiguar todas esas cosas
sobre Ryder dejó mi pecho pesado con el conocimiento, e incluso con más
emociones contradictorias. Mi asesino era verdaderamente un ángel. Un
ángel de misericordia, en cuanto a lo que el resto del mundo concernía.
226
¿Cómo podía odiarlo?

¿Cómo no podía?
227

Capítulo 25
Traducido por Vettina y Alba M. Grigori

Corregido por Maia8

A
fuera de la habitación de J, Mamá gritaba como una loca.

—No, ¡no esperaré un momento! De hecho, le diré que, ¿Por qué


no llamo a mi abogado y lo hago lidiar con esto? En la corte.
¡Esto es discriminación religiosa y no lo toleraré!

En el recibidor final, un doctor en sus cincuenta, probablemente el papá


de alguien de la escuela, más nervioso que un chico con acné en su
primera cita, continuaba palmeando su sudorosa frente con un pañuelo
blanco.

—Sra. Crane. No hay necesidad de esto.

Parecía como si hubiera llegado justo a tiempo para poner un fin a la


muerte inminente.

—Mamá —llamé, apresurándome a lo largo del pasillo de color blanco


crudo—, ¿qué está pasando?

En su vestido amarillo limón y con el cabello rubio cayendo a sus hombros


en un bonito desorden, mamá era un parche de luz solar. Pero sus ojos,
disparando dardos enojados al doctor frente a ella, agregó algo que era
definitivamente fuera del espectro solar.

—Ah, Lillian Marie, ¡bien! —gritó, a manera de saludo—. Debes ser testigo
de mi persecución.

—¿Persecución? —repite el doctoren shock—. De verdad Sra. Crane, no


creo…

—Oh, ¡yo sé lo que piensa! —contestó.


228
La crisis no era, de hecho, una crisis. No completamente sorprendente, se
trataba del incienso de mi madre, y los cristales, y las velas que había
estado quemando durante todo el día dentro de la habitación de J. Su
actitud puede haber tenido algo que ver con ello, también, no es que yo la
fuera a delatar. Pero el hospital rehusó aguantar esto. Ella no se retracto,
discutiendo libertad religiosa para justificar el uso de los objetos en
cuestión. En realidad, mamá era una reina del drama temperamental, pero
eso no importa. Menos de diez minutos después de mi providencial
llegada, las cosas se resolvieron. ¿Cómo? A través de una conversación
significativa, un concepto, a veces extraño para mamá. El hospital accedió,
siempre y cuando estuviéramos de acuerdo en no quemar más de dos
velas y un palo de incienso a la vez, y mantener la ventana abierta y la
puerta cerrada. Razonable, ¿verdad?

El estado de mi mejor amiga no había cambiado. Sus signos vitales


estaban bien, pero la actividad cerebral era escasa. Lucía pacíficamente
dormida, incluso si su color nunca había sido tan ceniciento. El tubo por
el que respiraba hacía difícil mantenerse mirándola, sin embargo. Dolía
demasiado.

Mamá y yo nos sentamos a su lado en silencio durante un rato. Luego se


fue a buscar algo de comida y conseguí tener mi primera comida en mucho
tiempo, un sorprendentemente sabroso sándwich de carne obtenido de la
cafetería del hospital. Pero incluso mientras comía, podía decir que Mamá
tenía algo que se moría por decir y sacarlo de su pecho.

—¿Qué, mamá? Dilo —la provoqué, muy cansada de esperar a que se


decidiera.

Sentada a mi lado en el pequeño sofá, ella se retorcía, sus ojos


revoloteando yendo de la tranquila cara de J a mí.

—Este muchacho que encontré aquí —dijo tímidamente.

—Uh-huh. Lucian —le proporcioné, con la boca llena.

—Sí. ¿Quién es?

Er... ¿mi alma gemela?

—Un amigo. ¿Por qué?


229
Hubo una pausa.

—Ryder vino, también.

Mi mandíbula se tensó, el bocado de comida en mi boca tambaleándose


por mi garganta en nudos dolorosos.

—Se metieron en una pelea terrible —prosiguió, sus ojos me buscaban con
atención.

Me ocupaba de las toallas de papel en mi regazo.

—¿Qué tipo de lucha?

Sus hombros se hundieron.

—Fueron afuera, así que no escuché todo. Pero estoy segura que era sobre
ti. Escuché tu nombre varias veces. Además, ¿alguien llamado Katherine?

Sólo pude asentir. ¿Exactamente cuánto había oído? ¿Sabía? ¿Estaba


buscando confirmación?

Ansiosamente, dejó escapar toda una serie de preguntas.

—¿Qué está pasando, Lillian Marie?¿Quién es este chico Lucian? ¿Y cómo


es que nunca lo mencionaste antes?

Me atraganté con la soda y luego caí en un ataque de tos salvaje.

—Es sólo alguien de la escuela, eso es todo —ofrecí vagamente.

Sus cejas se fruncieron.

—¿En serio? Entonces ¿por qué le diría a Ryder, tu novio —acentuó


irónicamente—, que había estado desperdiciando su tiempo? ¿Que
realmente nunca te tendría? ¿Qué hay sobre, estas... estas afirmaciones...
de propiedad sobre ti? ¿De un chico que, dices, es sólo alguien de la
escuela? ¿Qué pasa con Ryder?

¡Mientras he vivido y respirado! Por primera vez, ella estaba sacando la


tarjeta de madre, ¿no era impecable el momento? Puse mi plato hacia
abajo y luego sujeté mis manos en mis rodillas, decidí tratar el momento
con toda la monumentalidad que se merecía.

—Es complicado.
230
Desde que tomó eso con un sonoro resoplido, lo intenté más fuerte.

—Ryder es mi novio.

Con una mirada herida en su cara, apartó los ojos, mirando a la cama J de
nuevo.

—Personalmente —dijo en voz baja—, no tengo interés por estas muestras


de tonterías machistas. Por otra parte, los dos son muy jóvenes, ¿no?
Supongo que algunas concesiones están en orden. —Hizo una pausa—.
Especialmente desde que me gustan. Ambos. Ryder, y Lucian. Lo que me
preocupa es que no estoy segura si... bueno, sólo espero que estés siendo
honesta conmigo.

Tragué.

—Nunca te he mentido, mamá. Ryder es mi novio, tú lo sabes. Yo lo amo


—admití, mi corazón rompiéndose.

Su cabeza se volvió hacia mí bruscamente con un crujido audible. Por la


forma en que sus ojos casi salían de sus órbitas, estaba sorprendida.

—¿Lo amas? Esa es una palabra muy grande, Lillian Marie.

Si tan sólo supiera cuan más grande las consecuencias realmente eran.
Pero no cambiaba nada; el corazón sabe lo que el corazón quiere.

—Sí, mamá, lo sé.

Nos miramos la una a la otro durante un largo momento, su expresión


cambiando lentamente, debilitada por algo que podría haber sido
incredulidad. Como si hubiera crecido otras tres pulgadas ante sus ojos.

—Por supuesto que sí, cariño. Por supuesto que sí —dijo, rápidamente
poniéndose de pie y saliendo de la habitación.

Mi suposición era que iba directamente al baño de mujeres para un buen


llanto. Cuando tu única hija, admite abiertamente que ama a un chico por
primera vez, derramar algunas lágrimas es un hecho para cualquier
madre, me di cuenta. Y otra vez mi pecho se tensó para estallar en
lágrimas. Mamá nunca había sido especialmente fuerte, y lo que se venía
la golpearía más fuerte. Ella no se apresuró a regresar, lo que me dio
tiempo para familiarizarme con el sofá donde Lucian había depositado a mi
231
yo desmayado temprano esa mañana. Y al igual que antes, me di cuenta
que una vez que dejas atrás el mareo causado por el horrible estampado
floral, el sofá era en realidad cómodo. No es de extrañar, teniendo en
cuenta todo el agotamiento físico y emocional, que pronto estuviera
ausente. Probablemente roncando como un ejército de personas mayores
con deficiencias respiratorias, también, la manera que mamá afirmaba que
hacia cuando iba a la cama muy cansada.

Demostrando de nuevo cómo todas las fuerzas del Universo se habían


unido en contra mía, dormí, pero no descansé ni un poco. La siesta que
sería para energizarme era un enredo de imágenes y electrizantes
sensaciones culpables. Soñé con cielos azul celeste cerniéndose con notas
musicales. Con furiosas nubes de tormenta disipándose y en un
santiamén lavanda y dorado. Con rayos de luna, jugando en hebras de
pelo oscuro. Con piel dorada, labios gruesos, y besos que me dejaron sin
aliento y deseando por más. Soñaba con él. Mi propio amado asesino.

Y luego, con ella. Mi querida hermana.

Estaba en una habitación de techo alto, blanca sin ventanas. Debería


haber estado oscuro, sin embargo, estaba rodeada por una luz blanca
porosa que se sentía pesada contra mi piel. Una bañera con patas en
forma de garras, vacía y fuera de lugar, estaba descansando en el suelo
desnudo, a pocos metros de distancia. Una sola rosa roja, el color vibrante
en contraste con la inmaculada decoración, sólo rozó mis pies descalzos.
Con una mano, recogí mi falda blanca flotante y me arrodillé, para que la
pudiera recoger.

El tallo era largo y liso, sin espinas o las hojas que brotan de él, así que
estaba sorprendida cuando, de repente, una espina apuñaló mi dedo.
Enderezándome, vi la única gota de sangre que caía hasta el suelo de
mármol, maravillada por la forma en que parecía crecer y cortar a través
de la extraña, esponjosa luz, creando un vacío mientras caía.

—Es la sangre —oí la voz de J decir—. Donde todo empieza y dónde


termina.

Ella estaba en la bañera, ahora llena de agua turbia, y vestida en uno de


esos camisones antiguos que las mujeres solían usar cuando tomaban un
baño, hace tiempo. Su rostro, tan blanco como la habitación, estaba
manchado con rimel negro.
232
—¿J? —Traté de moverme, pero mi cuerpo parecía obstinadamente
asegurado en su sitio.

Ella no me miraba, sino de frente a la nada y, mientras yo observaba, el


agua de la bañera comenzó a espesarse y cambiar de color. La turbiedad
se convirtió en óxido y el oxido creció más abundante y más rojo hasta que
ella estaba flotando en... sangre.

—¡Santa...! —di un gato ahogado—. J, ¿Que está pasando? ¿Qué es esto?

La horrible imagen en frente de mí aspiró todo el aire de mis pulmones y


entré en pánico, asfixiándome y esforzándome para recuperar el control
sobre mi cuerpo. Todavía no podía moverme ni una pulgada.

En un abrir y cerrar de ojos, se puso delante de mí. Era como si la realidad


hubiera sido fracturada por un segundo, como la película de lo que estaba
sucediendo hubiera sido torpemente cortado y unido junto de nuevo, pero
en el lugar equivocado. Estática zumbaban en mis oídos y el blanco a
nuestro alrededor se volvió gris.

Ella miró hacia abajo, su camisón empapado de agua, su cabello negro


colgando en enredos mojados alrededor de su cara, que estaba una vez
más manchado con rimel negro. La sangre se había ido.

—¿J?

Sin levantar la vista, dobló mi mano en la suya, que estaba helada, y luego
la habitación a nuestro alrededor había desaparecido y estábamos en otro
lugar. Reconocí la corriente; era donde a veces íbamos, si el clima era
bueno, cuando estábamos decaídas, o cansadas, o simplemente aburridas.
En el mundo real, las dos amábamos este solitario parche de bosque.

Me di cuenta de que nuestra ropa también era diferente. Normal, o, en el


caso de J, tan normal como lo serían. Conocía el vestido de un solo
hombro griego con capas ligeras de gasa, que mantuvo juntos en su regazo
ahora, mientras que sus pies colgaban en el arroyo.

—Lo siento por las funciones de teatro del Anillo —se rió—. A veces es
difícil controlar la configuración, ¿sabes?

—¡No, yo no sé! —grito, agarrando su muñeca y agitándola


enérgicamente—. ¿Qué está pasando?
233
Su sonrisa murió y ella se dio la vuelta.

—¿J? —presiono.

—Oye, mira esto.

De repente, estábamos en el césped, con una extensión de diversos


productos alimenticios entre nosotras.

—¿No es genial? —pregunta, mordiendo a un Twinkie.

Pero encontré difícil compartir su alegría.

—¿Dónde estamos, J? ¿Cómo estás? ¿Tú eres la que está haciendo esto?

—¡Duh! —ella rió de nuevo, tronando sus dedos. La sombra de los árboles
creció por encima de nosotras. Creció más gruesa, por lo que los rayos de
sol no lo penetraban ya. La sombra se sentía suave y tranquila.

—Me gusta estar aquí —declaró.

Desapareció la comida y estábamos ahora, nariz a nariz, mirándonos


mutuamente.

—¿Qué quieres decir?¿Qué te gusta estar aquí? ¿Aquí, donde?

Ella se rebeló.

—Su dominio, su mente; No estoy segura de cuál.

—Su… ¿tú te refieres a Ryder?

Una escalofriante ráfaga de viento aulló a través de los árboles y ella tiró
de mis manos, acercándoseme.

—¡Él no es quien crees que es! —chilló, sus ojos quemando ferozmente.

—Yo sé…

—¡No! —interrumpe, apretando mis dedos tan duros que yo hago una
mueca de dolor—. ¡No debes hacerlo! ¡Tú no debes sacarme!

—¿No debo? —repetí, confundida—. Escucha, J, está bien, yo sé…

—Katherine —me cortó suavemente.


234
Di un vistazo a la ropa anticuada que de repente estábamos vistiendo y mi
corazón saltó, porque me di cuenta de que ya no estaba J. Yo estaba de
pie delante de mi hermana.

—Elizabeth —susurré.

Se filtraron lágrimas en su rostro y ella miró hacia atrás, a mis ojos, con
una tristeza que sentía como la cosa más antigua jamás de la que he
estado cerca.

—Perdóname, hermana —sollozó—. Yo no sabía... No quise decir…

—¿Perdón? —jadeo, tirando de ella en mis brazos. Su cuerpo en


movimiento mientras lloraba—. No hay nada que perdonar, Elizabeth.
Tienes que perdonarme. Yo soy la que…

—¡Shh! —me detuvo—. Lo que hiciste fue humano, algo que ha sucedido y
va a suceder, una y otra vez. ¡Pero lo que hice fue imperdonable! Una
aberración, soy la mala de los hechos. Merezco mi destino plenamente.

—No. — La jalo hacia atrás—. Voy a llevarte de aquí. Voy a despertarte.

Ella sacudió su cabeza.

—Entonces él ganará nuevamente.

—No importa. Yo moriré de cualquier manera. El frío... ya está aquí.

Mis palabras la golpearon como un soplo y caminó hacia atrás, no estando


segura sobre sus pies. Durante un dilatado momento ninguna de nosotras
dijo nada mientras el viento pasaba, rugiendo a través de los árboles
plegados como una bestia, desnudando las alejadas hojas y ramas.
Nuestros largos y pesados vestidos alcanzados se agitaban alrededor de
nosotras como banderas en señal de rendición.

—Que así sea, entonces —mi hermana lloró durante la tempestad


levantada alrededor de nosotras—. Pero, esta vez, estarás preparada para
él. ¡Ven! No hay mucho tiempo.

Tomó mis manos otra vez, fuertemente, con sus ojos mirando a su
alrededor el bosque tormentoso como los de un animal maldito. Como una
presa. Con miedo.
235
—¿Qué está pasando?

—Yo no he dejado mucho, pero te lo que tengo que dar, libremente y con
todo mi corazón. —Subió la cabeza y gritó—. Sangre de mi sangre, ¡me
oyes! Encuéntrala. ¡Abre su mente!

Una luz blanca grisácea nos cubrió como una nueva capa de piel, pulsante
y tarareando como si estuviera viva. A continuación, con nuestros ojos
bloqueados nuevamente, vi la luz moviéndose, inundándome y sentí algo
parecido a fuego líquido, conocimientos y secretos de los que no tenía
ninguna esperanza de desembarazarme. Poder. Magia, de lo que había sido
y fue, y lo que podría llegar a ser una vez más, todos vertiéndose y
fluyendo dentro de mí.

Ella había tocado brevemente mi mejilla.

—Perdóname hermana —susurró.

—Bu… —Quería protestar, pero en el momento me retiré. Elizabeth se


había ido y yo me estaba mirando nuevamente a mi propia, cien-por-
ciento-del-siglo-veintiuno mejor amiga.

J sonrió con su traviesa sonrisa y me guiñó.

—¡Nosotros estamos por patear su trasero ahora! —exclamó ella,


chocándome los cinco.

Un sonido de golpe me despertó. Cuando abrí mis ojos, el sueño rondó en


las afueras de mi conciencia durante un milímetro y, a continuación, se
había ido. No podía recordar nada de él.

Mientras que luchaba contra la sensación de haber perdido algo muy


importante, observé el sol bajando. Finalmente, sin embargo, algo me
golpeó: era el crepúsculo y significaba… Un agujero de bostezo en mi
estómago.

—Hola, allí, dormilona.

Una gran parte de mí todavía zumbaba con una extraña mezcla de


emociones agitadas por el sueño que ya no podía recordar. Escuchar la voz
de Lucian me golpeó como una ducha fría; cada músculo en mi cuerpo se
tensó, descontentos con la intrusión. Se sentó en la sala, al otro lado de la
236
cama de J, sus piernas largas manteniéndose en una pose descuidada en
frente de su silla.

Me estiré para eliminar la rigidez en mi cuerpo, bostezando no muy


discretamente.

—¿Has estado ahí mucho?

—Vine a ver a J. Tu mamá tenía algunas cosas que hacer en la tienda y no


quería dejarlas solas.

Él se encogió de hombros, y el gesto lo hizo ver vulnerable de alguna


manera; era como si tratara de disminuir el significado de sus palabras,
pero no podía hacerlo bien. Por lo tanto las palabras se propagaron allí,
suspendidas entre nosotros, en la forma en la que él era suspendido fuera
de tiempo. Se preocupó, lo que, para mí, fue desconcertante. ¿Qué debía
hacer con este conocimiento?

—Er... gracias —dije dificultosamente.

Siendo consciente de mi vestido mostrando mi pierna más de lo que me


sentía cómoda, me reacomodo en una posición menos casual. Suavicé los
pliegues de mi falda, buscando a tientas en la tela más tiempo del
necesario. El silencio era torpe.

—Katherine, lo siento —dijo suavemente.

—¿Por qué?

—Porque no encontrarte antes. Para no llegar aquí antes. Lo último que


quería era a él para conseguir esto cerca de ti.

Me encogí de hombros tan naturalmente como pude.

—Agua bajo el puente.

Suspiró.

—Si sólo…

Por suerte, todo lo que quería añadir consiguió cancelarse por la llegada de
mamá.
237
—Oh, qué bueno, estás levantada —pronunció, tan pronto como llegó a
través de la puerta—. Es la hora —asintió con la cabeza hacia las
ventanas, donde, mientras tanto, el sol había caído completamente en el
horizonte.

Me levanté, deseandoque mis rodillas no se agitaran tan fuertemente.

—Sí, lo es.

—Fui por la casa de J en el camino de regreso —dijo mientras cogí mi


chaqueta, mordiendo mi labio tan duro que casi sangra—. Pero Delilah
todavía no estaba allí. Dejé una nota en la puerta, pero no estoy
sosteniendo mi aliento. No creo que esté de vuelta hasta mañana noche,
cuando necesite trabajar.

Con un gesto rígido, escruté su rostro con todo el propósito de querer


quemar para siempre cada línea en mi memoria. Su boca se congeló en
una silenciosa “O”.

—Cariño, ¿qué está mal? Esa mirada en tus ojos…

Preparándome contra la inevitable fiebre de dolor, la derribé en un abrazo.


Casi triturando sus costillas en el proceso era sólo uno de los privilegios.

—Te amo, mamá. Eres la mejor.

Tras unos segundos, mientras que la sorpresa venció su velocidad de


reacción, ella me obligó a ir lejos. Suavemente, pero sin ofrecer ningún
margen para la protesta.

—Suficiente, Lillian Marie —reprochó en su más severa de las voces—. Sé


cómo de doloroso es el contacto es para ti —agregó, más suavemente, sus
ojos barriendo mi cara con preocupación. Pero era dudoso que mi
expresión me traicionara nada; mi mejor cara de póker fue firmemente
enlucida en su lugar.

—No debes estar nerviosa, cariño —dijo, ahora en su habitual tono de


trino—. Lo harás bien. Las velas funcionarán, siempre lo hacen. Para
mañana por la noche tú y J estarán listos para tomar a papá en su oferta y
van ir acampar. Verás.

Estuve de acuerdo con ella, y aunque fue difícil, sonrió. Por última vez la
miré fijamente y luego a la cara pálida de J, di la vuelta, lista para salir,
238
cuando me di cuenta de que Lucian esperaba en la puerta. No se elevaba,
ya que era una cosa ridícula Ya que, teniendo en cuenta que no podía
haber disminuido en las últimas horas. Era el mismo chico atlético, alto,
pero algo dentro de él parecía roto. Si fuese posible, parecía como... frágil.

El cambio me dio ganas de golpear mi cabeza contra la pared anterior a


mí. Por un lado, hubo culpa al no sentir nada a cambio por él. Por otra
parte, hubo aún más culpa al considerarlo. ¿No estaba siendo infiel a
Ryder experimentando pesar por no tener sentimientos por alguien más? Y
no, no le debía nada a Ryder, pero mi corazón con problemas mentales no
se preocupaba por eso.

—Estoy yendo contigo —anunció, con sus ojos azules brillantes más
agudos de lo habitual, todo testarudez.

No-maldita-sea, quería gritar, pero me conformé murmurando en voz baja:

—Trabajo sola, Lucian. Teniendo a alguien alrededor interrumpe mi


concentración.

Si hubiera tenido un cintilla de suerte, la abría movido entonces. Excepto


que, ¿suerte? ¿yo? ¡ajá!

—Entonces te llevaré a casa, por lo menos.

¡ARGH!

—Tengo mi coche.

Sus labios se presionaron juntos estrechamente, pero casi no apretándose


lo suficiente para detener el frustrado gemido que exprimió más allá de
ellos.

—Necesito hablar contigo —insistió.

Detrás de mí, sentí a mamá agitarse, viendo la escena sin siquiera


pretender. Hace sólo unas pocas horas había declarado que Ryder era mi
novio y el comportamiento de Lucian ahora me dejaba como una
mentirosa. Era mi turno de gimotear. No quería que mamá sospechara que
la había mentido. No quería prolongar el momento, exhalé una nube de
molestia y me fui.

—Bien, entonces. Vamos.


239
Por fin, con eso, salí de la habitación de mi mejor amiga.

Y fui al encuentro de mi muerte.


240

Capítulo 26
Traducido por Akanet y Caamille

Corregido por Alba M. Grigori

H
asta que estuvimos a las afueras de la Clínica Rosemound,
ninguno dijo alguna palabra. Es lo que parecía como un patrón a
estas alturas, el silencio entre nosotros era ensordecedor. Era
denso, como bloques de concreto lloviendo sobre nosotros.

Finalmente, justo cuando entramos en el estacionamiento, él se detuvo,


plantándose delante de mí, sin dejarme otra opción más que prestarle
atención. A nuestro alrededor, las sombras del atardecer se hacían cada
vez más gruesas y las luces que normalmente iluminaban el lote no se
habían encendido todavía.

Pero incluso en la luz tenue pude ver brillando sus ojos azules, volviéndose
oscuros, enfureciéndose. Él estaba enojado. Oh, bueno, justo lo que
necesitaba.

—¿Qué? —le pregunté, bajando la mirada, porque la suya pulsaba con


demasiado sentimiento. Sostenerla era demasiado íntimo.

—No estoy listo —respondió con voz tensa.

—¿Listo para qué?

—Para hacer esto de nuevo. Perderte. No puedo... es... que necesito más
tiempo para...

Las lágrimas burbujearon bajo el tono feroz. Entonces miré su cara, esos
rasgos cincelados que me recordaban a una estatua griega y a los dioses
del Olimpo. Cada centímetro de él estaba perfectamente curvado, lleno y
sin grasa. Sus ojos... el color pudo haber sido nombrado por sus ojos, tal
vez en francés: le bleu de Lucien. Él era devastadoramente hermoso.
241
¿Cómo podría alguien mirarlo y no sentir la más pequeña de las chispas?
Negué con la cabeza, resignada. Chica rara, qué puedes hacer, yo debería
ser la única inmune a sus encantos. Sí, él era caliente. ¿Y qué?

—Lo siento —murmuré torpemente. Distraídamente jugando con las uñas


de mis manos, casi me pierdo su mano acercándose y sólo la evite por un
pelo.

—¿Cómo puedes tratarme con frialdad? ¿Incluso ahora?

Él estaba herido, pero más aún, su expresión creció con incredulidad.


Como si no pudiera realmente entender cómo una chica, cualquier chica,
podía no sentirse atraída por él. Reprimí un bufido. Imaginaba que, en
alguien como él, luciendo de la manera que lo hacía... su ego era
probablemente tan grande como Asia.

Pero le respondí calmadamente, resuelta a gastar mi energía en cosas


mejores, y más importantes. —No estoy tratándote con frialdad.
Simplemente no quiero que me toques, eso es todo.

Ya es bastante malo que los tentáculos azules, alertas como siempre,


tiraran de mí con el poder de un camión de dieciocho ruedas. Era tan
agotador continuar apartándome de él, cuando todo mi cuerpo quería
rendirse y dejar que esos hilos eléctricos nos unieran.

En ese momento, él me dio una mirada extraña, ya no era enfadada, o de


sorpresa, o de olor. De hecho, no podía imaginarme en absoluto lo que
estaba pasando por su mente. Fuera lo que fuese, sin embargo, parecía
decidido a llevarlo a cabo. —Puedes detener el dolor, sabes —dijo,
completamente fuera de tema—. Tu sangre puede bloquearlo, si así lo
exiges.

—¿De qué estás hablando?

—El dolor que sientes cuando tocas a alguien. Se puede suprimir


momentáneamente. Si sólo esperaras un minuto o dos.

Me quedé de nuevo sorprendida. —¿Qué, estás loco? ¿P-piensas que pase


toda la vida con miedo a tocar a alguien, porque era divertido? ¿Porque me
gustaba ser un fenómeno solitario? ¿No crees que sabría si hubiera alguna
manera de evitarlo?
242
Él echó su cabeza hacia atrás, liberando un ruido que era casi un aullido.
—¡Por Dios, Katherine! Cada. Simple. Momento.

Se tensó, lanzándose hacia mí y agarrando mis brazos. Esta vez, al igual


que en mi habitación cuando me había mostrado el pasado, había dolor.
¡Un dolor insoportable! Imagina tener cada extremidad siendo perforada al
mismo tiempo por un millón de cuchillos, tu rostro comenzando a arder, y el
interior de tu cabeza de repente lo suficientemente caliente como para fundir
el metal. Yo no podía luchar, no podía apartarme o hacer algo acerca de los
cientos de ejemplos de su vida ensartándose en mi cerebro como
atizadores al rojo vivo. Todo lo que podía hacer era...

—¡Auu!

Sí, aúllo como un chacal a la luna.

Y aun así la emoción disparada por lo que él me estaba mostrando se elevó


por encima del dolor. Debido a que estos no eran sólo momentos al azar de
su larga existencia, no, eran instantes detallados, y explícitos de nosotros.
No había ni siquiera una línea de tiempo que pudiera seguir, pero teniendo
en cuenta la ropa una vez más usada de forma desaprobatoria que me
recuerda a María Antonieta, tuvimos que estar en algún lugar alrededor
del año de nuestro Lord 1790. Pero olvídate de las enaguas y las
innumerables capas de faldas a juego con las plumas —¡plumas!— en mi
cabeza. Olvídate del hecho de que no era Katherine, y obviamente tampoco
Lily, lo que significaba que no sabía mi propio nombre, o incluso donde
estábamos. Pero olvídate de todo eso, yo sólo tenía indicios de eso, de
todos modos. Debido a que Lucian no estaba interesado en darme un
paseo por la historia, no a menos que lo viera como la principal atracción
del siglo XVIII que es.

La película era muchos labios, piel y besos y una falta alarmante de


respiración. Nosotros, me estaba mostrando a nosotros, y esta vez su
rostro ya no era siquiera borroso. Y sí, por rigor, él debería haber usado
una peluca blanca empolvada, pero no lo hacía, su pelo rubio estaba largo
y sedoso, y siempre hacia atrás con una cinta elegante. ¿Lucían de pelo
largo? —Inserte un suspiro molesto pero profundo aquí—. El dolor se
estaba agotando, lo cual sólo hizo mucho más dulce la emoción
proveniente del pasado. Calmante. Como una suave brisa acariciando una
quemadura fresca, dando alivio al ardor.
243
—¡Por el amor de Dios, Katherine, lucha contra ello! —gritó desde algún
lugar lejano, sonando aterrorizado—. ¡Bloquea el dolor!

—¡Yo... no… sé... cómo...! —escupí a través de los dientes apretados,


viéndolo vagamente, mis ojos yendo y viniendo de las imágenes del pasado
a aquellas frente a mí. Centrarme en un sólo punto era imposible. Estaba
a la deriva en un mar de dulce miseria.

—¡Demonios, sólo deséalo! ¡Puedes hacer que se detenga!

La película se detuvo, y con ello se fue la suave brisa, dejando sólo la


picazón y la quemadura. El dolor se estaba volviendo tan atroz, que mis
ojos ya estaban volteando hacia mi cabeza. La pérdida total del
conocimiento estaba a la vuelta de la esquina. Grité, rogué, lloré y, en
algún lugar en medio de engullir lo que creí que sería mi último aliento, se
detuvo. Con un chasquido brusco, todo cesó. El alivio fue algo celestial,
por lo que pasé el minuto siguiente sólo maravillándome como un paciente
dental tropezando con el gas de la risa. Más allá del hecho de que ya no
dolía, nada más importaba.

Hasta que... lo hizo. Sus dedos aún entrelazados con los míos fueron el
primer detalle que noté. Y cuando eso sucumbió, simplemente sabía que
en realidad era yo quien me encerraba en el dolor. No sabía por qué
motivos, o incluso cómo lo sabía, pero lo hacía, lo que significa que, una
vez más, él me había dicho la verdad. No importaba, sin embargo. Yo no
tenía ganas de pensar en ello. Sin ninguna otra necesidad que causarle
dolor, para que él sufriera, también. Así que le di una bofetada. Le di una
bofetada con la ferocidad de una leona, en esa cara impecable, y suave
como los pétalos.

—¡Eres un idiota! ¿Tienes alguna idea de cómo se sintió eso?

Él estaba masajeándose la mejilla. La impresión de color rosa de mi mano


quemada en su piel pálida.

—¿Tienes alguna idea de cómo se siente ser dejado atrás? ¿Y ahora, peor
aún, ser rechazado por ti, una y otra vez? Sólo necesitaba que tú me
recuerdes. A Nosotros. Quiero que... me quieras de nuevo, Katherine —
terminó en un tono ahogado.

Rechinando mis dientes, dije: —Mira, lo entiendo. Lo hago, y lo siento,


pero no puedo dejar de sentirme cómo me siento. Y tú tienes que dejar de
244
intentar forzarme así. ¡Soy la que está muriendo aquí! ¿Cómo te imaginas
que al hacerme un poco de daño más estas balanceando las cosas? Estoy
adolorida, de cualquier manera.

Los tentáculos azules daban tirones entre nosotros y sus ojos se cerraron
lentamente. —Pero no eres la única, eso es lo que no entiendes. Y todo
sigue ocurriendo simplemente porque eres demasiado terca para escuchar.

—¿Escuchar qué? —exploté, con los brazos sacudiéndose en el aire—. No


hay nada que podamos hacer, nada que podamos cambiar. Las cosas son
como son. Hemos disgustado a una bruja muy poderosa y ahora estamos
atrapados. Fin de la historia.

Hizo otro ruido tipo aullido. —Cuatrocientos años, Katherine. ¿No crees
que hayamos tenido suficiente?

—Lo que creo, lo que creas, en cuanto a eso, no significa nada. Todavía
estamos bajo una maldición.

—Ves, ahí es donde te equivocas. Puedes cambiarlo. El hexágono, nuestras


vidas, todo eso, podrías cambiarlo si quisieras.

Como tirar un trapo en llamas en una bañera llena de hielo, mi cólera se


enfrío instantáneamente. —¿Cambiarlo? ¿Cómo?

Él soltó un bufido. —Elizabeth era poderosa, Katherine, pero para que el


hexágono funcionara, ella te ha cargado, —Me pegó con la punta del dedo
en el pecho—, con su poder.

—¿Qué significa?

—¡Oh, por el amor de todas las cosas sagradas! ¿Realmente necesito


explicarte esto cada vez? Sólo estamos perdiendo tiempo.

—¡Basta! —Retrocedí, cruzando mis brazos sobre mi pecho—. Di lo que


piensas.

—Eres una poderosa bruja, también. Puedes convocar legiones. ¡Comandar


legiones! Puedes forjar alianzas que no sólo terminarían con el maleficio
sino que nos darían todo lo que alguna vez pudimos necesitar. Libertad.
Una vida que podría prolongarse por siempre. Felicidad. Tiempo para estar
el uno con el otro.
245
—Y cuando dices “alianzas” —dije en un susurro, con miedo de siquiera
pensarlo en voz alta—, quieres decir… ¿qué, exactamente?

Sus ojos se convirtieron en dos orbes de hielo azul, pero no fue la frialdad
lo que más me molestó. No, lo que me molestó fue su absoluta falta de
duda. Él no estaba en conflicto por esto. Todo contra lo que él luchaba era
la molestia de tener que, aparentemente, explicármelo otra vez. Y ahí es
cuando finalmente me di cuenta. Por qué no podía sentir nada por él, por
qué no podía siquiera estar de pie respirando junto a él por más de unos
pocos minutos sin estar inquieta. Lucían… tenía esta clase de retorcida
sensación sobre él. Es casi como si hubiera caminado en la tierra por tanto
tiempo bajo el poder del maleficio, que lo convirtió en algo ya no
completamente humano. Había un hambre en él, una desesperación
mortal que me recodaba a los tigres al acecho en sus jaulas que había
visto en el zoológico; sólo sabía que si alguna vez se liberaban, habría una
carnicería involucrada.

—Sabes lo que pienso, Katherine.

—En realidad, no. Dilo.

—Incluso sin los recuerdos de tu pasado, has vivido lo suficiente para


saber que hay más en el mundo de lo que parece. Hay un poder para ser…

Me enfurecí.

—¿Poder? ¿Pero no fue exactamente ese “poder” el que nos puso en este
difícil problema para empezar? Y ahora, qué, ¿hacemos lo mejor por
meternos con más de esto? Seguro, ¿por qué no? Siempre estoy lista para
cavar un poco más mi propia tumba. Actualmente es un pasatiempo
agradable. Si eres lo suficientemente estúpido para intentarlo.

Sin embargo, llamarlo estúpido no pareció dejarle una marca, ni siquiera


el sarcasmo lo hizo parpadear.

—La idea de que todo el poder corrompe fue introducido por alguien
inteligente, alguien que quería que todos estuvieran de acuerdo —
respondió fríamente—. En las manos correctas, el poder puede ser una
herramienta útil. No tienes que dominarlo. Puede ser dominado. Puede ser
liberador, estimulante, pero no necesariamente embriagador.

Mi expresión se hizo más fría, también.


246
—En realidad, fue un historiador británico, Lord Acton, quien lo dijo. ¿Y
sabes cómo terminaba? “El poder absoluto corrompe absolutamente”
Mantenlo en tu mente mientras vas al grano. Exactamente, ¿a quién
propones que debemos pedirle ayuda?¿Demonios? ¿Ángeles? ¿Otros
brujos? ¿O quizás a los hombres lobos?¿Vampiros?

De nuevo, ni siquiera pestañeó.

—No seas estúpida. No hay tal cosa como los hombros lobos o los
vampiros. Con respecto a otros brujos, que yo sepa, son los más poderosos
en el mundo. ¿Ángeles? —Entonces, soltó una amarga risa—. No, no lo
creo.

—Eso deja fuera a los demonios —dije con sequedad—, lo que me lleva a
mi punto inicial. Es estúpido.

—¿Por qué? —preguntó de manera cortante.

—¿No es obvio? ¡Estoy a punto de morir, amigo! Me gustaría evitar


terminar en el infierno, muchas gracias.

La misma crispada sonrisa torció su hermosa boca.

—¡Oh, deja de ser tan ingenua, amiga! Estás ligada a este mundo. No
importa cuántas veces mueras, nunca verás el cielo o el infierno. Sólo
estarás esperando en algún lugar. Esperando para volver. —Hizo una
pausa—. Así como yo lo haré, en el otro lado. Esperándote.

Golpe bajo. Para ir con ello, la frialdad en sus ojos se fundió en deseo.
Tristeza. Y todo tipo de otras emociones que hicieron difícil gritarle de
nuevo.

—Mira, Lucian, realmente lo siento por… sólo lo siento. —Tomé una


profunda respiración—. Pero nunca trataré de terminarlo pidiéndole ayuda
a los demonios. Nunca podré ver el cielo, pero eso no cambia lo que está
en mi corazón. Lo que estás pidiéndome que haga está mal.

Él se puso completamente furioso.

—¡No! ¿Sabes lo que está mal? Yo, teniendo que verte enamorándote de él.
Yo, teniendo que conformarme con verte una vez en un siglo. Yo,
extrañándote. Yo, siendo forzado a mirarte morir, una y otra vez. Eso es lo
que está mal, Katherine.
247
Si la ira fuera un perfume, entonces ahora él estaría ahogándome en él. No
había tiempo para retroceder; un momento estaba mirando su cara torcida
en irritación, y al siguiente me tenía pegada contra su cuerpo, con sus
suaves, fragantes labios presionados en los míos. ¿Cuál era el sabor,
manzanas de caramelo?

No fue el beso mismo el que hizo tan difícil separarnos. Ni siquiera sus
increíbles y sedosos labios. O su dulce aroma que tenía que ser lo que olía
como la infancia, inocente y dulce. Eran los tentáculos entre nosotros lo
que me mantenía justo donde estaba. Esas invisibles yemas de los dedos,
legiones de ellos, tocando, explorando e inundándome en sensaciones.
Rico y magnético, y tanto de eso, como si buscara recuperar todos los
diecisiete años en el vacío. Estaba hundiéndome, hundiéndome hasta el
fondo en aguas de terciopelo y electricidad.

Luchar con él era nadar contra la corriente; era meter la mano en las
llamas y entonces mirar, sintiendo como se quemaba. No quería hacerlo,
pero lo hice de todos modos. Empujando, golpeando y mordiendo, lo
intenté todo, pero sus brazos moldeándome estaban más apretados que un
tornillo. No me soltaba. Estaba luchando como luchaba un maldito oso:
¡no cedía nada!

—Oh, necesitaba esto —susurró con una oscura satisfacción—. Ha sido


demasiado tiempo.

—¡Suéltame! —siseé, todavía retorciéndome en su abrazo.

Retrocedió sólo un poco, de modo que sus labios a penas tocaran los míos.
En medio, la suave electricidad estaba ya tejiendo los bordes en el pequeño
espacio entre nosotros.

—Por favor, Katherine. Recuerda esto, cariño. Recuérdanos —suplicó


suavemente.

El calor se agrupó en mi estómago, ya no acariciaba si no que quemaba.

—No quiero. ¡Suéltame!


248
Empujé y tiré de sus brazos un poco más, con la misma destacada nada
que demostrar. Su agarre era acero puro a mí alrededor. Podría ir jugando
a Xena26 hasta la segundaAvenida; todavía no habría diferencia.

—¿Estás segura de eso? ¿Estás segura que no quieres estar conmigo? —


ronroneó seductoramente—. El rumor dice que nunca has estado con
nadie. Desde que estás tan obsesionada con morir, ¿por qué no me das
esta noche? No me alejes, Kat, mi pequeño aterrador gatito. —Sus labios
besaron mis párpados, mis mejillas, mi cabello, en todas partes donde
pudieran llegar—. Quédate conmigo esta noche. Déjame mostrarte lo que
estás dejando. ¿Lo que has estado perdiendo, hmm?

La vergüenza quemaba mis mejillas, abrasadoramente y, tristemente, muy


notoria. ¿De dónde salió que preguntara de mi vida privada? ¿Y que luego
se riera de mí por eso? ¿Burlándose de mí como ahora? La ira brotó en mí
como una marea alta. Apretando los puños contra su pecho, me empujé
tan lejos como pude hacia atrás, hasta que nuestros ojos estaban a la
misma altura.

—Husmear en mi vida no cambiará nada. No eres nadie para mí, ¿lo


entiendes? Si fueras la última persona en la tierra, todavía no te dejaría
estar alrededor de mí, en ninguna parte.

En ese mismo momento, las luces del estacionamiento se encendieron.


Quizás por eso, o por el resultado de lo que acababa de decirle, me
encontré libre de su abrazo.

Lucía afligido. Incluso más pálido de lo normal, sus ojos vacíos, todo el
azul perdiendo color.

—Nadie, ¿eh? —preguntó, tan bajo que apenas podía distinguir las
palabras.

Por un momento, deseé retirar lo que había dicho. Era mentira de todas
maneras, y algo cruel. Lucian tenía sus problemas y muchos defectos, pero
una parte de mí, probablemente, la aspirante a Maria Antonieta, con el
alto cabello y recortadas plumas por peinado, no quería verlo sufrir. Él
estaba atrapado en esta situación por algo que habíamos hecho juntos,
ahora las cosas estaban estropeadas y estaba solo. Odiosamente

26Xena: Es el principal personaje en la serie de televisión Xena: la princesa guerrera y de


carácter recurrente en la serie Hércules: Los viajes legendarios.
249
entrometiéndose en mi vida, diciendo y haciendo todas las cosas mal, pero
todavía solo. Excepto, que todo llegaba a ser demasiado. Estaba
humillada, asustada, y a punto de morir. Así que, al final, no me
retractaría.

—Vete —dije en cambio, con tono áspero, sin esperar respuesta.

Tres pasos más adelante, me habla.

—Estás mintiendo. También por lo que sientes por mí, sé que lo haces.
Estás destinada a mí. No pretendas lo contrario. Es como deberías
sentirte, Katherine. ¡Estás destinada a estar conmigo!

Seguí caminando.

—¡Te amo! ¿Qué tiene de malo querer estar con la chica que amo? ¿Eh?

Sin detenerme o siquiera mirar hacia atrás, le respondí.

—Es malo porque yo no te amo.

No hubo respuesta, sólo una extraña ráfaga de viento que azotó el


estacionamiento inesperadamente, fría y silbante como un pozo de víboras.
Estremeciéndome, miré sobre mi hombro. No se había movido, y la extraña
luz de su piel era como un espejismo, de alguna manera casi brillante.
Parecía una escultura tallada en cristal, perfecta como insensible,
iluminada desde adentro, pero por una llama helada.

—Buena suerte esta noche —me deseó.

Eso me sacudió, actuando como un recordatorio de que hay otras cosas de


las que preocuparse. Aspectos prácticos que necesitan ser considerados.
Aleluya por esos aspectos prácticos; eran el pegamento que todavía nos
mantenía unidos.

—Terminaré después de medianoche. Deberías venir a mi casa a conseguir


la poción, en el caso —tragué fuerte—, tú sabes, si no puedo hacer
regresar a J.

Si mi novio me mata antes de eso.

Él asintió una vez.

—Estaré allí.
250
Tal vez debería haberle dicho algo más, pero ¿qué más quedaba por
decir?Por ahora, era todo en vano.
251

Capítulo 27
Traducción SOS por Vannia

Corregido por Alba M. Grigori

M
e dirigí a mi coche sintiéndome incómoda pero no del todo
segura. Tal vez cuatrocientos años atrás, Lucian y yo realmente
habíamos estado locamente enamorados el uno del otro, pero
ahora ambos éramos personas diferentes. Tal vez en aquél entonces,
obligar a una chica a besarte era la onda. ¿Quién sabe? Pero en la América
actual, que eso podría enviarte a la cárcel, ¿por qué siquiera intentarlo?

Por otra parte, había un montón de cosas que no tenían mucho sentido.

¿Por qué Ryder enviaría a J a un sueño místico?

¿Para forzar mi mano, porque quería permanecer aquí tan malvadamente?

O ¿para convencerme de que él era una criatura horrible a la que nunca debí
haber considerado ayudar, que realmente pertenecía a la sombra del reino y
que yo debería enviarlo ahí?

Quería creer esa última parte porque lo pintaba más como al chico del que
me enamoré. Bueno. Dorado. Atrapado entre la espada y la pared, con la
maldición obligándolo a tomar mi vida, sin importar qué, y haciendo lo
mejor que podía con lo que tenía. Excepto que, si yo no trabajaba en el
hechizo de sangre, no podría despertar a J, tampoco. ¿Qué pasaría si moría
antes de que ella despertara? ¿Y después?

Aun así, cuando todo ya estaba dicho y hecho, Ryder no estaba actuando
como un posible mal perdedor. Él sabía que podría hundirse, y tal vez
nombrarme su heredera era su forma sutil de decir que yo debería hacerlo.
Que debería llevarlo conmigo cuando dejara el mundo. Que él estaba bien
con eso.
252
Lucian, por otro lado, estaba de cualquier modo excepto de acuerdo con
dejar que las fichas cayeran donde pudieran. Él me quería para romper el
ciclo, para terminar la maldición por cualquier medio posible.

El no sólo creía que debíamos pedir la ayuda de los demonios —lo cual,
hola, ¡es demente¡— sino que también mi instinto me decía que esta idea
tenía poco que ver con mis propios intereses. Romper la maldición era algo
que él quería, no por mí, o incluso por nosotros, sino por él mismo. Se
preocupaba más que por sí mismo estando atrapado detrás, esperando
más de cien años para su próxima oportunidad de cambiar mi forma de
pensar, que por mi muerte, de nuevo. Él había dejado muy claras sus
ambiciones que incluían la libertad y una larga y posible vida eterna para
disfrutar. La única forma de que esto pasara era si me persuadía de hacer
algunos nuevos amigos, del tipo que tenían cuernos y normalmente
residían en el infierno. Pero él estaba dispuesto a intentarlo, sin importar
el precio. ¡Que mi alma se condenara! Ahora bien, si eso describe al “amor”
en cualquier idioma, entonces obviamente no puedo entenderlo, porque
desde mi posición eso se veía como mucho egoísmo y codicia.

Me detuve a un costado de la casa, sin ganas de buscar el control remoto


del garaje.

Y qué pasaba con sus locas expectativas de que él únicamente necesitaba


aparecer y, ¡presto 27 ! ¿Simplemente comenzaríamos por donde lo
habíamos dejado? ¿Para asumir que en realidad yo debería dormir con él
porque era virgen y estaba a punto de morir, de todas las tontas y locas
razones? Y de nuevo, tal vez eso era otra cosa del siglo XVII, en la que
alguien en realidad te señala su concepto de “vivir en el ahora”.

Como salgo bruscamente, no me fijo en un principio en la nota


cuidadosamente doblada pegada con cinta adhesiva frente a mi puerta.
Estaba a punto de deslizarme al interior de la casa cuando la vi. Mi pulso
se trasladó directamente a un modo acelerado; no se necesitaba ser un
genio para adivinar quién la había dejado ahí. La despegué de la puerta
con dedos temblorosos, casi rompiéndola en dos mientras la abría. La luz
del porche era escasa, lo que me forzó a entrar al interior y aprovecharme
de la primera lámpara que pude prender.

La letra era hermosa, caligráfica, y escrita con cuidado. Decía:

27Presto: Palabra italiana que quiere decir «rápido» o «pronto».


253
Mi querida Lily,

Sé que, para este momento, probablemente descubriste todo lo de nuestro


pasado y las cosas que no pude decirte. Y tienes derecho a odiarme. ¡Sólo
Dios sabe lo mucho que me odio a mi mismo! Sé que, no importa lo que te
diga ahora, no va a hacer una gran deferencia. Pero, por favor, créeme que
te amo. Te amo desde el primer momento que te vi; incluso aunque sabía que
estaba mal, aunque eso no nos condujera a ambos nada más que al dolor.

Vine a tu casa un par de veces, también te llamé. Sé que no merezco ser


escuchado. Nunca te he merecido, pero sigo sin tener dudas de que nos
pertenecemos. Nuestro tiempo juntos puede parecer corto, e incluso se siente
como momentos robados, pero para tenerlo sigue siendo de nosotros y
siempre estuvo destinado a serlo, a pesar de todo. Así que, por favor,
¡déjame hablar contigo! Estoy seguro de que sabes que el tiempo se está
acabando. Hablemos antes de que se agote. Por favor, sólo contesta el
teléfono.

Siempre tuyo,

Ryder.

Para el momento en que termino de leer, mis ojos estaban derramando


gotas saladas sobre el papel, corriendo la tinta. Mis manos temblaban
sobre el celular. Había olvidado que lo había dejado en modo silencioso, y
ahora descubrí que tenía trece llamadas perdidas, todas del mismo
número. Eso sólo me hizo llorar más. Tal vez lo estaba viendo, negro sobre
blanco, sin espacio para la interpretación, sin ambigüedad en absoluto. Su
confesión, clara y explícita. Él era realmente el villano. Realmente era Lex
Luthor. El Guasón. Mi Día del Juicio Final. No obstante engañosamente
blanco, el sombrero que llevaba estaba forrado de negro.

Pero eso no era todo por lo que lloraba. Nunca había sido alguien que
soñara despierta; ¿cuál es el punto, cuando puedes absorber los sueños de
todos los demás a través de un simple toque? No quedaba ningún espacio
para el tuyo. Pero ahora, dejándome caer sobre el sofá, me di cuenta de
algo. Había estado fantaseando. Bajo las capas de cosas, forzándome a
través de los años, recuerdos, esperanzas, lamentos y miedos que no eran
míos, justo en el fondo, había un escondite secreto creado de mis propios
sueños. Cosas que nunca olvidé rápidamente porque nunca pensé en que
ellas pudieran hacerse realidad. Pero algunas lo hicieron. Escuchar a un
254
chico, a alguien que me importa, diciéndome que me ama; ya había
pasado. Y no estaba llorando ahora porque estaba viva para verlo, sino
porque en ninguno de mis sueños ese chico decía esas tres palabras por
medio de una nota, que también era una disculpa, por el hecho de que
pronto él tendría que matarme.

Y había más.

La perfecta claridad agonizante explotó en mi mente como una bomba


atómica, y por primera vez, vi los hechos tal como eran. Lucian y yo nunca
habíamos sido los únicos esclavos de la maldición. Estando atrapados en
este círculo interminable de locura que sólo nos hacía daño.

Ryder también sufría. Como un Halfling, él no quería nada más que ser
parte del mundo de los humanos, pero en algún momento durante los
últimos cuatro siglos, algo había cambiado en su interior.

En algún punto durante los últimos cuatrocientos años se había


enamorado. De mí. El cazador, se había convertido en presa, perseguido
por la culpa y obligado a hacer daño a lo que él amaba. Forzado por la
maldición a tomar mi vida una y otra vez.

Pero Lucian estaba equivocado en pensar que Ryder nunca se detendría.


Ryder estaba cansado.

Ryder una vez me había dicho eso cuando lo dejé, su corazón necesitaba
mucho más que un siglo para regresar. Él obviamente quería parar,
excepto que la correa de la maldición sobre su cuello estaba demasiado
ajustada para ello. Tal vez la razón de que él quisiera permanecer en
nuestro mundo tenía que ver con tratar de encontrar una solución.
Probablemente buscaba una forma de salir. O… espera un minuto. ¡Por
supuesto! Él quería quedarse porque era la única manera de estar cerca de
mí. Conmigo.

Antes de que llegara el momento, antes de que la maldición tirara de su


cadena fuertemente otra vez, nosotros podríamos estar juntos por un
tiempo, como habíamos estado ahora. Si yo no lo conectaba con el mundo
mortal, nosotros no podríamos tener ni siquiera eso, porque la maldición
únicamente podría llevarlo de regreso cuando llegara el momento de hacer
su voluntad. Cuando llegara el momento de mi muerte.
255
Pero ¿por qué él no me había hablado de ello? ¿Por qué puso a J en coma
para conseguir algo que yo le habría dado gustosamente si él sólo lo
hubiera… explicado? “Explicar”, ¡eso era! Él no podía explicarlo. Así que
había enviado a mi mejor amiga a un sueño místico para lograr lo que él
no podía pedirme. ¡Por supuesto!

Al nombrarme su heredera, había estado demasiado enojada para ver con


claridad. El dinero no era para mí sino para mi familia, y no era un gesto
cruel sino… desesperado. Él estaba haciendo eso porque no había nada
más que pudiera hacer. Por mis padres. Por mí. Por nosotros. Sin importar
cuantas veces él tomara ese camino hacia el infierno, a pesar de su
esperanza, nosotros nunca podríamos encontrarnos en el cielo de algún
modo. Él era y siempre sería mi asesino.

Así que ¿cómo podría mostrarle algún entendimiento? ¿Qué tipo de extraña
cabeza me haría entenderlo? ¿Cómo podría sentir algo en absoluto por el ser
que pronto dejaría a mis padres sin hija? No había manera, ¿cierto?

Bueno, sí la había. Que dios me ayude, me daba igual.

Mi corazón estaba roto por él. Por nosotros. Me empujé hacia adelante,
instándome a no ir, pero corrí hacia él.

Corrí.
256

Capítulo 28
Traducido por: Ale Grigori y Polilla

Corregido por Alba M. Grigori

A
l igual que alguien frenético por heroína en una novela gótica,
desvelada en la noche, en su largo y blanco camisón, su cabello
derramándose en una maraña a su alrededor, salí corriendo por el
bosque como una loca. La bata no blanca ondeaba a mí alrededor, pero la
locura definitivamente estaba allí.

La sangre latía en mis oídos, mi pecho dolía al abrirse para darle a mi


corazón el espacio suficiente para rugir. Las ramas se azotaban en mi
cara, las raíces atrapaban mis pies, el aire frio arremetía contra mi piel.
Nada de eso pudo detenerme; diablos, eso ni siquiera me hizo disminuir la
velocidad. ¡Tenía que verlo! Hacerle saber que entendía. Decirle que su
dolor era mío. Que no me escondí de él porque estuviera enojada, sino
porque no confiaba en mi misma para dejarlo ir otra vez. A eso era a lo que
venía, no importaba que tan absurdo fuera, lo soportaría con mucho gusto
porque lo mantendría en el mundo, donde podía encontrarlo de nuevo, sin
embargo, por poco tiempo siempre que yo regresara. A él. Siempre a él.

La cabaña McArthur se asomaba desde detrás de los arboles con las


ventanas iluminadas, parecía igual que una casita de jengibre, pero en
versión de madera. Nunca se me ocurrió que adentro yo podría ser la bruja
malvada.

No toqué; golpeé la puerta, con ambos puños tan fuerte que mis uñas
apuñalaron mis manos haciéndolas sangrar.

Y luego él estaba allí. Dorado. Su magro y musculoso cuerpo abrazado por


la suave piel bronceada. Características demasiado fuertes, demasiado
infantiles, el tipo que podías mirar una y otra vez, tratando de entender
por qué. Boca irregular, con ese lujurioso labio inferior siempre
peculiarmente asimétrico cuando él sonreía. Pómulos romanos
257
acentuándose incluso más cuando él estaba enojado. Ojos
interminablemente conmovedores cambiando de plata a azul lavanda y a
oro, eran tan fascinantes como aterradores.

Ves, Ryder no era perfecto. Pero ¿Quién quiere a alguien perfecto? Lo


perfecto es aburridamente rígido e incomparable, inevitablemente lleno de
sí mismo. Perfecto en una persona es, con frecuencia, la cima de los
defectos. Los cuales él tenía, y por otro lado, su… “Ryderosidad”, era cálida
y acogedora, mientras seguía siendo un misterio. Como la sonrisa de la
Mona Lisa, podías volverte loco tratando de encontrar la forma de la
misma. Cuanto más la mirabas, más la querías mirar. Cuanto más cerca
lo tienes, todavía más cerca lo quieres. Podía verme a mí misma
envejeciendo mirándolo. A él. Desenredando su enigma, pensamiento por
pensamiento, caricia por caricia, átomo por átomo. Tomándome el tiempo.
Gastando varios lapsos de mi vida en él. Sobre él.

—Lily —fue todo lo que él pudo decir, antes de que efectivamente saltara
en sus brazos.

Mi impulso fue suficiente para llevarnos a ambos por encima del umbral.
Estaba vestido para el salón, en unos vaqueros desgastados y otra
camiseta sin mangas, y cuando mi nariz se enterró en su pecho, me di
cuenta de que su esencia no había cambiado: pinos, cuero, con una pizca
de gas o escape de gases. Familiar. Su cuerpo era fuerte, caliente, y sus
brazos me dieron abrigo. ¿Cómo podía sentirme tan segura aquí? ¿En sus
brazos? Qué gran broma cósmica era mi vida.

Era difícil dejarlo ir, e incluso más difícil considerar hacerle frente a la
música. ¡No quería encarar la estúpida música! De hecho, quería que la
música se reprodujera a sí misma en algún lugar remoto del Universo
donde yo nunca tuviera que escucharla. Mis ojos ardían por las lágrimas y
la fiebre, y probablemente me parecía muchísimo a un zombi. Muerta, y
seguía caminando. Su expresión era angustiada, la piel estirada
firmemente sobre sus pómulos, sus labios un poco partidos.

Nos miramos el uno al otro durante un latido del corazón, las manos
entrelazadas entre nosotros, los ojos hablando volúmenes más altos que
La Guerra y La Paz de Tolstoi28. Detrás de él, vi a Mary Kate, cuya molesta

28La Guerra y La Paz: Es una novela escrita por el ruso Leon Tolstoy.
258
existencia en la casa de mi novio, por una vez, no me trajo visiones de
estar sacándole los ojos. Hmm, muy civilizado de mí.

En una voz que sonaba como si viniera de una garganta forrada de papel
de lija, le pregunte:—¿De verdad me amas?

Y luego me moví directamente a hiperventilar.

Sus ojos brillaban, húmedos, casi totalmente dorados ahora. Ondulaciones


sinuosas de miel. Él tomo mi cara entre sus manos.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —preguntó suavemente, pero su


mandíbula estaba flexionada en irritación debajo de su piel dorada.

Pasando saliva, contesté:—¡Es tan importante! ¿Podrías responderme, por


favor?

—Amor es una pobre palabra para lo que eres para mí.

—Dilo —mí voz salió áspera.

Él lo hizo. Lo dijo lentamente, como si tuviéramos todo el tiempo del


mundo. Como si el futuro nos perteneciera. Como si se estirara para
siempre.

—Te amo.

Él hizo que cada palabra sonara armónica.

Ahora, hay “Te amo” y después hay “Te amo”. Está el que Mamá se lo decía
todas las mañanas a Papá antes de colgar el teléfono, el cual
significaba,“Que tengas un buen día”, y era muy diferente del que ella le
susurraba la noche del domingo mientras él partía una vez más, queriendo
decir:“La idea de no verte por cuatro días y medio me come viva; te
extrañare cada segundo”. Las palabras pueden ser las mismas, pero hay
matices. Matices. Grados. ¿No hay casi cincuenta tonos de rojo en el
mundo?

El “Te Amo” de Ryder era la madre de todos los Te Amo. El rojo original,
del cual provenía cada variación. Me ablandó y luego se hundió en mí de
un extremo al otro, como un cuchillo caliente atravesando la mantequilla.
Esta vez, cuando él me empujó más cerca, no me detuve a preguntarme
259
cómo podía sentirme segura en sus brazos. En todo caso, la pregunta
obvia parecía ser, ¿Cómo no podía?

Pero no hubo preguntas. Sólo necesidad.

—Quiero estar contigo.

El susurro, sordamente en su pecho, lanzado rápidamente, tomándome


incluso por sorpresa. No, yo no tenía un plan, ni siquiera una clara idea de
lo que él me estaba pidiendo. Pero me estaba doliendo, adentro y afuera;
dolía pensar o no pensar en ello, todo a la vez. Sólo cuando sus brazos me
rodearon el dolor se detuvo. Sólo entonces lo hizo. Él se lo llevó lejos.

Sólo había hecho el salto lógico. Estar cerca de él era igual a no más dolor,
y “no más dolor” era exactamente lo que necesitaba.

Cuando yo tenía quizás unos siete años y todavía estaba tratando de


entender por qué no podía tocar a nadie, por qué siempre había tanto
dolor cuando lo hacía, recuerdo que papá me mostró esa pintura de
Picasso, Guernica. Es una escena de la Guerra Civil Española, donde los
aviones alemanes e italianos bombardean un pequeño lugar en el País
Vasco. Él me explicaba cómo el dolor era una parte natural de la vida.
Cómo, mientras nosotros somos seres vivos, estamos obligados a sentirlo.
El dolor incluido. Él me dijo que debía ser valiente y paciente. Con el
tiempo, me había prometido, que habría recompensas, porque el dolor no
sólo es capaz de concientizar, sino que puede generar belleza, como la
pintura en cuestión.

Mucho de ello tenía en ese entonces un sentido confuso para mí. La mayor
parte de lo que yo recordaba era estar llorando. Recuerdo mirar esa
pintura, los cuerpos retorcidos de dolor, en el caos y la terrible
destrucción, y no lograba ver nada de la belleza de la que papá estaba
hablando. Allí no había belleza, sólo dolor, y no había relación entre ellos.
Al crecer, por supuesto, aprendí a apreciar la pintura, así como el punto
de vista de mi papá. Pero incluso hoy, cada vez que miraba Guernica, mi
corazón se detenía un momento. Y por ese momento, antes de que las
lágrimas vinieran, no podía ver la belleza. No había ningún significado más
alto para sentir cariño por la pintura. No tenía sentido. Por ese momento,
todo era sólo dolor.
260
En cierto modo, la reacción de Ryder ahora era como eso. Él tenía su
propio momento cuando su corazón se detuviera. Un momento cuando él
no podía ver el punto. Cuando él dudaba. Todo se detuvo. No me atreví a
mirarlo desde su pecho; el rechazo tenía que ser fácil de manejar si no lo
miraba a los ojos.

—Mary Kate, vete —él exigió con una voz tensa.

Solté el aire. A él no le importaba que no tuviera sentido.

La rubia se movió hacia el frente, su caro perfume se arremolino a mí


alrededor como una nube de noticias desagradables. Me quedé escondida,
debajo de su barbilla.

—Estaré en el hotel hasta mañana —dijo ella—. Llámame si necesitas algo.

¿En primer lugar, la ramera descarada, No pudo haber ido allí? Cuando la
puerta se cerró suavemente detrás de ella, miré hacia arriba. Había una
tensión marcando sus facciones y su boca estaba presionada en una línea
delgada.

—Ven —él dijo, moviéndose a un lado y empujándome con él—. Vamos a


sentarnos.

Difícil de creer, lo sé, pero esta era mi primera vez dentro de la cabaña.
Entre el garaje de Dave, el Café Rayuela, el cine, y mi propia casa, de
alguna manera nunca habíamos ido a la suya. El lugar era más amplio de
lo esperado y equipado con la misma elegancia sobria que había visto en la
casa de la playa. La sala de estar en forma de L, tenia oscuros pedazos de
muebles con telas de color suave, alfombras hechas a mano, y elegantes
lámparas de cuello largo dándole los últimos toques. Había incluso una
pequeña cocina negra de acero inoxidable, no es realmente lo que esperas
encontrar en una cabaña de caza. Aun fuera del lugar estaba la esquina
noroeste, una zona ligeramente elevada, yo en realidad no sabría qué
hacer con ella. Era accesible a través de tres caminos de madera, este
nicho estaba separado del resto del espacio vital por dos paredes hechas
enteramente de vidrios de colores que hacían eco del resto de la
decoración. Era tan hermosa como extraña, como el mismo Ryder. ¿Era
donde él dormía? ¿Su santuario intimo?

Mientras no sentábamos en el sofá, advertí una pila de ropa de cama


cuidadosamente doblada, situada en uno de los dos sillones chic mal
261
emparejados. Alguien obviamente había pasado la noche en el sofá.
Concluí, dejando escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.
Él atrapó mi mirada.

—Ella realmente es mi abogada —dijo en voz baja.

Hice una mueca sin proponérmelo y luego la endulcé con un asentimiento,


para decir que confiaba en él. Ya no estábamos sosteniendo nuestras
manos, si no sentados en el borde del sofá, dolorosamente erguidos,
ambos demasiado tensos como para descansar contra los cojines. Luego
su mano se elevó para ahuecar mi mejilla, gentilmente, y mis párpados se
cerraron con alivio. Me apoyé contra su palma, mi rostro directamente
quemando contra su mano fría.

—Te ves hermosa hoy —susurró, e incluso sin abrir los ojos pude notar
que estaba sonriendo. Pero no realmente—. Como siempre.

Las yemas de sus dedos temblaron ligeramente en mi rostro, lo que hizo


que quisiera llorar nuevamente. Cuando abrí mis ojos, pensé que lucía
diferente. Ya no era dorado, si no desgastado, como los jeans que tenía
puestos. Como un sol falleciendo.

Se revolvió el cabello nerviosamente. —Lily…

Aquí viene, pensé, pero no podía echarme para atrás. En todo caso, me
apoye más profundamente en su mano.

—¡Cariño, lo siento tanto!

Sus labios temblorosos vacilaron frente a mis ojos. El dorado de sus ojos
desapareció, tragados por un torrente de plata. Enfadadas nubes
tormentosas aparecieron allí de nuevo. Era duro verlo. Duro de verlo
tratando de no desmoronarse delante de mí.

—Debo… No hay salida —admitió, tan perdidamente—. Y no puedo


soportar… El dolor, la espera. ¡Me está matando!

Las lágrimas corrían por su rostro, silenciosamente. Abiertamente.

—Morí contigo cada vez, pero despertaba solo. Y la espera… Ya no puedo


soportar la espera, Lily. Sin ti, no hay nada en el mundo para mí. ¡No hay
nada más que quiera, que a ti! Por favor, tienes que dejarme que…
262
Tan rápido que daba miedo, mi palma cubrió su boca, cortándolo,
suministro de aire y todo.

Cualquier cosa para callarlo. No podía escucharlo pidiéndome que dejara


esto. Que lo dejara ir.

—Shh, está bien —susurré, llorando con él—. Entiende esto. —Mi boca por
voluntad propia, formó las palabras—. Lo sé. Y nunca podría odiarte, ni en
un millón de años. Y estoy… bien. No tengo miedo —mentí—. Volveré.
¡Volveré a ti! —repetí ferozmente—. Y tú estarás aquí, que es lo único que
importa.

—Lily… —Él quería protestar. Sus ojos bullían como mares en tempestad.
Mares de plata fundida.

Una vez más no lo dejé terminar. —Necesito saber que puedo encontrarte
de nuevo. ¡Te amo!

Era como si mis labios no quisieran formar las palabras. Salieron


estranguladas, débiles y se perdieron en el beso. Un beso no coqueto, no
dulce, no como ninguno otro que hubiéramos compartido. Un beso podría
haber tenido un nombre. Desesperación, en un mordisco. El alivio que
nunca podría encontrar, lo buscamos ciegamente en los labios del otro.

En un delirio caímos en los brazos del otro. No importa que tan rápido
sucedió —y fue muy rápido, del tipo sincordura de rápido— ninguno de los
dos parecía satisfecho con el ritmo. La ropa voló alrededor como en una
tormenta. Un borroso sentido de lo incorrecto, de no-debería estar
haciendo esto, fue todo lo que quedó en mi mente, e incluso eso estaba
callado. No parecía importante. Su cuerpo era mi santuario, nada malo
nunca podría pasarme allí. Quise refugiarme dentro de él. ¡Quise usarlo
como una armadura!

—No deberíamos —quiso argumentar, pero entre su propia falta de aliento


y mis labios, fue pronto olvidado.

¿Cómo podría algo sobrevivir a lo que estaba sucediendo? ¿Cómo yo podría?


Fue todo un inevitable error.

La piel de su pechó brilló suavemente, como si estuviera cubierto por una


lámina de escamas doradas. La vista de ello, la sensación de ella, vació mí
mente de ideas y la llenó de paja. ¡Era el espantapájaros! Y todos los
263
tendones cubiertos en oro eran mi Tierra de Oz. Si yo siguiera tocándolo,
habría encontrado al mago eventualmente. Él hubiera hecho todo mejor,
seguramente.

Besándonos, enredados en los brazos del otro, él me condujo a través de la


habitación, con un sonido zumbante, la pared de vitral se abrió de alguna
manera; no pude resistirme a alejarme para mirar. Cada segundo contaba.
Cada segundo era valioso y era demasiado corto. Al menos de esa forma lo
vio mi cabeza con cerebro de paja.

La mente de Ryder, por el contrario parecía estar en buenas condiciones


porque, luego de colocarme en la suave cama, el dio un paso atrás.
Sonrojado, con ojos pareciendo piscinas de miel ardiente, él se apartó el
cabello del rostro con manos temblorosas. Bueno, tal vez él no estaba en
tan buenas condiciones, tampoco.

Noté las paredes primeramente. El debería haber hecho adherir este rincón
de la cabaña y renovarlo completamente. Era muy espacioso, con un lado
hecho enteramente de cristal y con vista al bosque. La doble entrada de
vidrio estaba misteriosamente cerrada detrás de nosotros y eso cambió mi
atención hacia la cuarta pared. Este era un mural. Grande y hermoso,
pero oscuro, hecho mayormente en negro, gris, y verde helecho. Vides,
patrones tribales, símbolos extraños, y frases en Latín de tejían entre las
imágenes y enmarcaban todo.

Dum vita est spes est … Dulcius ex asperis … Bis vincit se vincit in victoria
...

Memento ut mementatus eris … Mea culpa … Mea maxima culpa.

Cada palabra en su elegante caligrafía. Mamá y Papá ambos incursionaron


en el Latín, lo que no me hacía una experta, pero si lo suficiente para que
reconociera algunas palabras. “Bis vincit qui se vincit in victoria” fue una
máxima de Sirio, una de las favoritas de papá: “Conquista el doble quien
en la hora de conquista, se conquista a sí mismo.” “Dum vita est spes est”
podría haber sido “Donde hay vida, hay esperanza” En cuanto “mea culpa”
cualquiera con pulso sabría qué significaba “mi culpa.”

Pero olvidé la caligrafía de la escritura en latín, ya que era sólo un montaje


de la verdadera obra de arte. Un pequeño puntiagudo techo de un edificio
que parecía una iglesia. Caballos. Una banca de parque. Lápidas. Y yo,
264
cuatro versiones diferentes de mí, de hecho de Katherine. La aspirante a
María Antonieta. Una tercera que no había visto nunca, pero que
fácilmente pude reconocer, las faldas eran menos convexas, el escote
pasaba debajo de una extensión de encaje de cuello alto. De todas
maneras, ella era sólo otra versión de mi misma. La cuarta era un
portarretratos del siglo veintiuno de Lily Crane. Ojos como grandes fosas
de musgo, el cuerpo escondido detrás de ropa de chico; hermosa, si fueras
aficionado a la tragedia Griega. El retrato me mostraba usando mi soledad
como un manto. Me veía ahogada en él.

Sentí mis manos aferrándose a las sábanas blancas como la nieve que
estaban debajo de mí con movimientos convulsivos.

—No llores —suplicó, arrodillándose delante de mí.

¿Estaba llorando? Sus brazos desnudos se acercaron y me envolvieron y


una vez más me vi rodeada en esa fresca esencia de pino que lo
caracterizaba. Me tranquilizó.

—Nunca podría dormir sin ti a mi lado —susurró—. Me volvería loco.

Sollozando aún más fuerte, busqué sus labios ciegamente. El me besó,


más suave esta vez, mucho más amargo para él. ¡Que no habría dado para
aferrarme a esa suavidad! Para mantenerla. Para mantenerlo.

—Antes que nosotros… en primer lugar… —Él se echó para atrás,


respirando pesadamente—. Necesito darte algo. —Hizo una pausa—. Algo
que he custodiado porque en realidad te pertenece. Siempre lo ha hecho.
Lamento tanto no habértelo entregado antes.

Consideré comenzar una pelea o tirarme sobre él como un luchador,


inmovilizándolo para evitar que se marchara. Suerte para él, mi cuerpo
realmente no tenía ganas de moverse en ese momento.

Caminó hacia la esquina opuesta a un pequeño escritorio de madera, y


cada paso que daba era otro puñetazo en mis entrañas. Cuando no lo
tocaba, todo dolía mucho más que una sesión de acupuntura hecha con
esas gruesas agujas para vacunas de rabia. Gemí, manteniendo mis ojos
pegados a su espalda, su gloriosa, escultural espalda, que brillaba bajo la
luz de la luna como si hubiera sido rociada con polvo de hada.
265
Volvió, encendió un pequeño velador, y luego cogió mi mano gentilmente.
Una pequeña cajita de terciopelo apareció en mi palma.

No nací ayer. Sabía reconocer un anillo cuando me lo daban.

—¿Qué…?

—Ábrela.

Los siguientes segundos se arrastraron y pasaron demasiado rápido, No


era capaz de sumar dos más dos, un pollito recién nacido lo hubiera hecho
mejor. Entonces, había un anillo… ahí estaba la palma de mi mano,
todavía adherido firmemente a mi brazo, lo que significaba que estaba
sosteniendo el anillo. Y si lo sostenía, y si él lo había puesto ahí… esperen,
¿Otra vez cómo era?

Totalmente atontada. Congelada y muda. Observé el anillo y, desde ahí al


ser celestial que me lo había dado. Ida y vuelta entre los dos, ya que
sencillamente no combinaban. Agua y aceite. Los Halfling no contraían
matrimonio, ¿cierto? Algunos ángeles rebeldes, tal vez, pero todo eso era
historia pasada. A no ser que… Dios mío ¿Qué había hecho Ryder? ¿Qué
es lo que habíamos hecho?

—No puedo dejarte entrar a mi habitación —continuó sin alterar la voz—,


no, si no estás usando esto. Pero tú estás aquí ahora, para que seamos,
como debería ser. Marido y mujer.
266

Capítulo 29
Traducido por flochi

Corregido por Nanis

V
iertan un cubo de agua en mi rostro y no habrían conseguido lo
que las palabras de Ryder consiguieron. Diablos, vierte la totalidad
del Lago Superior sobre mí y aún así, eso me habría impactado
menos. El mundo se tambaleó y luego se puso de cabeza. Mi cabeza
palpitaba, lo que era gracioso, considerando que nada de sangre llegaba
allí a causa de mi corazón ya detenido hace tiempo.

Me di la vuelta a mitad de camino, tan ágilmente como la Sra. Burns,


nuestra farmacéutica sexagenaria, y coloqué cuidadosamente la caja sobre
la cama junto a mí. Tan cuidadosamente, como manejar una bomba. No
podía seguir teniéndolo en mi mano. ¡No podía estar pasando esto! Si
realmente se casó conmigo, entonces habíamos roto, oh, como un trillón
de leyes.

¡Estábamos condenados! CONDENADOS.

El shock hizo que mi cerebro empezara funcionar. La parte que


efectivamente funcionaba, quiero decir. Con lo que sea que estuve
funcionando hasta este momento había sido algún sistema de emergencia,
dispuesto para funcionar en caso de que el principal fallara y,
francamente, trabajaba tan bien como un utensilio de cocina hecho en
China: vibraba, lento, destinado a morir joven. Por lo que ahora con la
cabeza relativamente clara por fin, me encontré pensando que tenía que
haber algo que había perdido en alguna parte. Algún detalle, una señal,
dando la vuelta a la derecha, algo…

Por su parte, Ryder parecía como si hubiera sido alcanzado por un rayo.
Con el rostro glacial, me observó empujar la caja de terciopelo a un
costado, sin tocar el anillo, todo el tiempo interpretando una estatua
humana mejor de lo que cualquier artista callejero lo haría.
267
Debería haberme dado cuenta antes, ya que lo había estado mirando
directamente, pero mi mente había abarcado demasiado y lo escupió al
instante. Ninguna alarma se había activado, ningún diminuto blip. Hasta
ahora.

—Date la vuelta, por favor —susurré.

Su rostro se contorsionó, pero no lo bastante tenso como para hacer un


verdadero ceño fruncido.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Por favor, sólo hazlo.

Así lo hizo.

Y ahí estaba, justo frente a mí. Sus hombros anchos hacia atrás, hermosos
y gráciles y… libres de tinta.

—No hay ningún tatuaje en tu espalda —dije, señalando lo obvio de


manera mecánica, como la grabación en una estación de tren.

Se dio la vuelta rápidamente.

—¿Debería tener uno?

En este momento, ms rodillas temblaban como si tuviera una sobredosis


de Red Bull.

—Pensé que los ángeles y los Halfling tienen sus nombres tatuados entre
sus omóplatos. Un símbolo que, si es leído correctamente, hace que sus
alas se hagan visibles. Salen disparadas desde el centro del mismo.

Si mi fuente estaba equivocada, y había sido un informe Web poco claro,


había muchas probabilidades de que toda fuera un sinsentido, entonces,
al menos, me arriesgaba a que él se riera de mí. En el peor escenario
posible, me recomendaría una camisa de fuerza realmente linda.

Pero Ryder no se rió. Se arrodilló en frente de mí y ubicó sus manos a cada


lado de mi rostro. Pensé que parecía preocupado, lo que habría sido
factible si se hubiera aplicado mi teoría de la camisa de fuerza. Pero
entonces vi los primeros signos de enojo en sus ojos. Aunque, ¿enojo? ¿Por
qué?
268
—Podría ser —dijo con cuidado—. Pero, ¿por qué tendría un símbolo así en
mi cuerpo? —Tragó saliva de manera audible—. Lily, ¿quién crees que soy?

Algo se quebró en mi pecho, posiblemente mi hueso de la suerte. No,


espera, eso era en las gallinas. ¡Cabeza! ¡Mi cabeza! De ahí era de donde
venían todos los tornillos sueltos. Pero estaba cerca, muy cerca, de poner
mi dedo sobre ese botón mágico etiquetado como: “Presione aquí para
darle sentido”. Pero no podía tocarlo. Todavía no podía entenderlo.

Habló nuevamente, las palabras salieron entrecortadas, a través de labios


como los filos de una tijera de jardín. —¿Qué te dijo de mí? ¿Quién crees
que soy?

Su voz se elevó al final y pude vislumbrar su ira. Era del tipo que hacía
parecer a los huracanes como duchas suaves. Mi boca estaba más seca
que África. No había manera de que pudiera obligarla a decir palabra
alguna, una trampa inútil. Tragué bocanadas de aire, el cual tenía el sabor
al aire de Pompeya en el día que el Monte Vesubio explotó. Las palabras
eran cenizas en mi boca, también, cuando finalmente las solté.

—El cazador. Mi… Halfling.

Aparté la vista. Sólo que no había una verdadera “distancia”, no para mí,
ya no más. Sólo estaba Ryder, de quien nunca pude apartarme.

Dios nos ayude, simplemente no podría hacerlo.

Él no estaba respirando. Podía decirlo, porque súbitamente el silencio a


nuestro alrededor se sintió más espeso que aceite de motor. Entonces
inclinó mi rostro hacia arriba un poco, obligándome a encontrar sus ojos.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó con voz apagada—. ¿No
tienes miedo que te lastime?

Hice el más diminuto encogimiento de hombros, lo cual me mostró como


era yo: más rompible que un adorno Swarovski29. Vulnerable. A pesar de
todos mis poderes y mi especial linaje, en frente de él, con él, para él, era
solamente Lily. La chica enamorada de él. La que estaba a punto de morir.
¿Dónde más podría pensar en estar?

29 Swarovski:
Es una marca de productos fabricados con cristal producido por varias
compañías cuyo propietario es Swarovski AG de Wattens, Austria.
269
En las esquinas de sus ojos, la humedad brillaba como gotas de rocío. Su
expresión cambió a algo diferente, algo suave que lo dejó tan expuesto
como el leve encogimiento de hombros me había dejado a mí. Pasó su
lengua sobre los labios secos y su manzana de Adán se movió, como si
estuviera conteniendo las lágrimas.

Sobre mi rostro, sus dedos temblaron ligeramente, al igual que su voz


cuando habló.

—Oh, Lily —suspiró—. Tanto tiempo, cariño, y tu gusto en los hombres no


ha mejorado ni un poco. Te pusiste en peligro, nuevamente, por mí.

Mientras él meditaba, probé mi voz y la encontré todavía obstinadamente


inservible. Para este momento, pude ver hacia donde se estaba dirigiendo
esto, pero estaba demasiado asustada para creerlo, por miedo a que no
pudiera hacerse realidad. La Lily lógica, tan fiable como el canal
meteorológico.

—Si soy un cazador, entonces ¿quién es él?

Sólo pude susurrar: —William Kingscott. El verdadero.

Así fue. Sus brazos cayeron; fueron ligeros, inertes y se deslizaron de mi


rostro. Con pánico, me moví hacia delante y los agarré, tirando de él con
todas mis fuerzas. No hay nada mejor que un poco de desesperación para
cambiarte a una Amazona de pies a cabeza.

—¿Ryder? —lo sacudí—. ¡Háblame por favor!

La conciencia brilló en su rostro, pero dejó en sus ojos un sombra lavanda


turbia que no recordaba haber visto antes. Con un sorprendente tirón, se
liberó de mí, sólo para agarrarme de los hombres al instante. Ahora él era
quien estaba canalizando a su antiguo guerrero interior,para
desafortunadamente triturar mis clavículas hasta convertirlas en polvo.

—¡Tienes que contármelo todo! —demandó bruscamente—. ¿Qué pasó


entre ustedes?

¿Eran celos o pura locura?

—¿Por qué? ¿Qué va a cambiar de todos modos?


270
Su mandíbula se cuadró alarmantemente. —Yo soy William Kingscott, Lily.
Debes saberlo en tu corazón, de lo contrario no estarías aquí. Ahora por
favor, dime lo que quiero saber.

Finalmente me liberó, lo que elevó las probabilidades de necesitar un


trasplante de clavícula a arreglármelas con una cuellera. Cruzando el
cuarto a grandes zancadas, se detuvo frente a un armario antiguo, del que
sacó una camiseta y se la puso rápido.

Sus palabras resonaron en mi cerebro, alarmantemente nauseabundas.


¿Por qué se escuchaban tan fuertes? Quería creerlo más de lo que quería
respirar. Pero, ¿cómo atreverme? Lucian me había mostrado el pasado, un
pasado en el cual él era Sir William. Sin importar cuánto deseara que
Ryder fuera él, el hecho era que eso no tenía sentido.

—¿Lily? —presionó, ahora parado frente a mí.

—Um… —Estaba aturdía. ¿Por dónde empiezo? ¿Cuál era el punto?—.


Supongo que todo comenzó después que regresamos del picnic. Yo… er,
Lucian, apareció en mi habitación.

Ahí estaba, más precariamente preparada que un acróbata chino sobre la


cuerda floja. La historia salió entrecortada, como un trozo de madera
cortado con los ojos cerrados. Grandes fragmentos de detalles innecesarios
salieron de mi boca en un revoltijo, como si fuera una niña, todavía
intentando hablar bien. Y durante todo ello, no pude remover este
sentimiento de que estaba caminando sobre una cuerda floja, a diez mil
pies sobre el suelo, lista para caer en cualquier momento y romper cada
hueso de mi cuerpo.

Ryder no lo manejó mucho mejor, tampoco. Pasó de pasearse furiosamente


a estar tan calado que me hizo preguntar si su corazón seguiría latiendo.
Me consoló cuando llegué a la parte sobre J, luego juró en voz baja y volvió
a hacer agujeros quemados en el suelo mientras yo seguía y hablaba sobre
Lucian y los restantes hechos relevantes. Y, no, no creo que el asunto de
Lucian besándome fuera relevante; la María Antonieta en mí todavía no lo
quería muerto.

No me interrumpió ni una sola vez. Poco a poco, esa suavidad que conocía
y amaba encontró su camino de vuelta en él. Las nubes tormentosas en
sus ojos se disiparon, y al final de mi historia creí que me miraba de la
271
manera en que siempre hizo. Como si nada más importara. Y tal vez así
era. Quizás él había llegado a mi misma conclusión, sencilla y loca como
era. Nos amábamos. Sí, era tonto, insano y profundamente hiriente, pero
allí estaba. El resultado final. Nos amábamos. Lo que hacía que el resto
fuera sólo un ruido de fondo. Un doloroso y, en mi caso, letal, ruido de
fondo.

—Todo es mi culpa —dijo calmadamente—. Nunca debí permitir que


llegara tan cerca de ti.

Solté una risa amarga. —Sabes, eso exactamente lo que dijo él.

Su cabeza giró repentinamente, sus manos apoderándose de mi rostro una


vez más. Lenguas ardientes de llamas quemaban en sus ojos.

—Lily, entiendes que mintió, ¿verdad?

—Qui… quiero creerlo —tartamudeé—. Pero Ryder, he visto el pasado


cuando me tocó. Y esto —señalé al mural—, estas dos chicas son las
mismas que me mostró en el pasado. ¿Esto no prueba que él no mintió?

Me soltó, gruñendo descontento. —Entonces, ¿piensas que lastimé a J?


¿Crees que torcí tu brazo, usando a tu mejor amiga para poder salirme con
la mía? ¿Crees que yo podría —su voz tembló— lastimarte?

—¡No, no, no! —La negación se deslizó de mi boca como un líquido caliente
escaldando mi lengua.

—¿Entonces?

—Creo que no tuviste opción. Era enviar a J a dormir o no estar aquí la


próxima vez que regresara. No pudiste pedirme un hechizo de sangre, así
que hiciste lo único que garantizaba convencerme de trabajar la magia.

Él rió entonces, y sonó como un animal salvaje muriendo.

—Estás tan equivocada, nena. Nunca podría tocar un cabello tuyo o de


aquellos que quieres. Sé que ves a J como a una hermana y moriría antes
de herirte así. ¿Cómo no lo sabes?

Mi cordura se estaba apagando rápidamente. Alcé mis rodillas y me acuné,


mordiendo mi labio para no llorar.
272
Él siguió: —Esta explicación que me das es una manera de conciliar tu
mente y tu alma. Porque tu alma me conoce, Lily, y esa es la razón por la
que estás aquí. Esa es la razón por la que viniste aun cuando pensaste que
yo era quien te estaba cazando. Hiriéndote. Viniste porque una parte de ti
me recuerda y reconoce. Pero tu mente sigue proporcionando evidencia
incriminatoria contra mí, a pesar de lo que sientes en lo profundo de ti y
de lo que te dice tu instinto. Hace parecer que estás loca, pero no es así.
Por lo que creaste una historia que conciliara los hechos con lo que
sientes. Porque no puedes funcionar a menos que las cosas tengan
sentido. Porque toda tu vida, has tenido que luchar por mantener la
cordura, y conseguir razones para poder pasar los días fue la única
manera para hacerlo.—Se detuvo un momento—. Tu historia tiene sentido,
pero es sólo una historia. No es verdad.

Limpié mis ojos con las palmas de mis manos. —¿Cuál es la verdad
entonces? —Mi cabeza de seguro que iba a explotar.

Hizo una mueca. —No puedo hablar sobre ello, lo sabes. Lo que puedo
decir es que soy William Kingscott. Soy tu esposo legítimo. Deja de pensar,
nena, y deja que tu instinto se haga cargo. Ya sabes la verdad. Sabes
quién es él.

Y… por supuesto que lo sabía.

—Él es el cazador. Lucian es el Halfling.

Los ojos de Ryder se cerraron lentamente con alivio. O agonía.


273

Capítulo 30
Traducido por Xhessii, Little Rose (SOS) y PokerF• (SOS)

Corregido por LizC

M
i reacción fue tan rápida como la de un Porsche Panamera Turbo.
Ese auto va de cero a sesenta en cerca de cuatro segundos; lo
que me toma sólo un salto de mis pies y cruzar la habitación
como si de repente me hubieran crecido alas. —Oh. —Ryder se encuentra
conmigo en las paredes de cristal ahumado, las cuales no tengo ni la
menor idea de cómo abrir—. ¿A dónde crees que estás yendo?

—Tú no entiendes. —Empujé las paredes sin pensar. Simplemente no


cedían—. Lo dejé en el hospital. ¿Cómo abres esto? ¡Con mi mamá, Ryder!

Estaba frenética. Incluso los movimientos de un recién nacido estarían


más coordinados que los míos en este momento.

—Y J. ¡Abre esta maldita cosa! —grité, colocando mis puños en su


hermosa, y obviamente, extremadamente fuerte, pared de cristal. Él dio un
paso y gentilmente agarró mis puños, deteniendo mi agresión contra la
testaruda pared.

—Cálmate —dijo de manera tranquilizada, asegurándose de que tuviera mi


atención.

Forcejeé contra su agarre.

—Pero tú no…

—Él no lastimará a ninguno de ellos, Lily. Te lo prometo.

Mirándolo, dejé de pelear.

—¿Cómo puedes estar seguro?

—Él te necesita, tan simple como eso. Y tienes que entender que él
simplemente no puede mentir. Es más que nada distorsionar la verdad.
274
Así que parte de lo que te dijo es correcto. —Tiré de mis manos confinadas,
fuerte y deliberadamente, y él las dejó ir.

—¿Qué se supone que significa eso?

El ladrido, lo que ahora llamaba discurso, se escuchó claramente chillón.


Incluso lastimó mis oídos. Pero a Ryder no parecía importarle. Su
autocontrol nunca titubeó, su expresión nunca se enfureció. Y cuando
habló, sonó calmado y más tranquilizador que un templo lleno de monjes
tibetanos en oración.

—Él te dijo cómo y por qué puedes ayudar a J por más de una razón.
Primero que nada, te dejó en el camino correcto. Te explicó qué
necesitabas hacer y por qué funcionaría. Pero, al mismo tiempo, te dio un
mensaje.

—¿Qué mensaje? —pregunté, un poco más tranquila.

—Si descubres sus mentiras en el entretanto; él quiere que sepas que es lo


suficientemente poderoso para lastimar a J. Que si tú no haces lo que él
quiere, podrá ir tras alguien más a quien tú ames.

—Lo que es exactamente por lo que necesito llegar al hospital —dije,


regresando al ladrido.

—No, mira, aquí es donde te equivocas. Ahora mismo, ninguno de ustedes


tiene todas las cartas. Él necesita algo de ti, algo que sólo tú le puedes dar.
Hasta que no esté seguro de que no te entregarás, no va a ponerse en
peligro a sí mismo al atravesarse en tu camino. Estás en lo que se llama
un tiempo de espera, cariño, y la pelota está en tu campo, no en el suyo.

Asentí; seguro, sí, eso tenía sentido, por supuesto. Pero no, no realmente.
Tenía teorías y explicaciones. Lo había pensado: las razones de Lucian, las
razones de Ryder. Había filas y columnas; tenía sentido. Lógica. Una lógica
que ahora parecía como el Stonehenge. Sólo bloques de piedra que tal vez
sí o tal vez no habían formado un círculo hace mucho tiempo. Quién los
puso, o qué significaban, era pura especulación.

—¡No entiendo! —grité, presionando mis manos contra mi sien—. Pasé


tiempo con él. Él… ¡estaba segura de que le importaba! Estaba herido, él…
él… él dijo cosas.
275
Ahora era yo la que paseaba de un lado a otro. La alfombra del dormitorio
de Ryder estaba teniendo un día muy difícil. Mi chico convertido en ángel,
convertido en chico otra vez, mi amigo, me miraba de cerca.

—Desearía poder decirte más, Lily —ofreció—. Pero todo lo que te puedo
decir, todo lo que te puedo jurar, es esto. Tú eres la razón por la que vivo y
el por qué muero por dentro cada vez que me dejas. Todo empieza y
termina contigo. Esa es la verdad.

Lo miré como un niño al que le acababan de decir que no existe Santa.


Pero los renos, los regalos debajo del árbol, la leche y las galletitas que
desaparecían en la noche, ¡por supuesto que había un Santa! ¿Qué está
mal con él?

—Pe-pero tú dijiste… admitiste que me mentiste.

Nunca antes se había encogido.

—Sí, por omisión. Para no distorsionar la verdad acerca de mí. Sobre quién
era.

Bien, ¿era sólo yo o esto en verdad se estaba convirtiendo en La Dimensión


Desconocida?

—Pero… ¿cómo pudiste? La maldición nunca te permitiría hablar de eso.


¿Cómo pudiste decirme todo?

—Hay maneras. No decirte todo, pero al menos ponerte en contacto con


MK. Ella podía llenarte de lo básico. Pero yo no quería hablarte, Lily, o
preocuparte de antemano. No quería que te volvieras loca tratando de
encontrar un resquicio y cambiar lo que sabía por hecho que no puede ser
cambiado. Quería que fueras feliz por un poco más de tiempo.

¡Esto no podía estar pasando!

—¡Pero la carta! —argumenté frenéticamente—. Dijiste que debería odiarte.


Que te odiabas a ti mismo. ¿No era eso tu confesión? Porqué… cómo… me
refiero a…

Él vino hacia mí, pausándose para quitar un rizo desobediente de mi


rostro. Lentamente, gentilmente. ¡Perfecto! Él estaba más calmado que un
maestro de yoga mientras yo explotaba de la rabia peor que un luchador
enjaulado enloquecido lleno de esteroides.
276
—Cariño, en verdad me odio —dijo tranquilamente—, y nunca te culparía
si tú también lo haces. Soy el único responsable de este desastre y
merezco mi destino. ¡Pero arrastrarte conmigo! El hecho de que insistiera
en que te casaras conmigo, a pesar de El…

Su boca estaba todavía abierta pero sólo pudo jadear, como un pez en
tierra firme. Ese salvaje ataque de tos, que todavía recordaba de aquel día
en la escuela, lo golpeó de nuevo. Soporté la mayor parte de su cuerpo
tanto como pude mientras su cuerpo se convulsionaba y se sacudía con
espasmos, pequeñas gotas de sangre salían de su nariz y caían en mi piel.

Finalmente, nos tumbamos en el suelo, donde lo acuné en mis brazos


mientras siguió convulsionándose. Y mientras lo miraba, en mi regazo,
todas clases de cosas simplemente cayeron en su lugar. De hecho, tan
fácilmente, que me hubiera pateado a mi misma por no haberlo visto
antes.

Pero al final, eso cambió un poquito. Seguro, estaba muy feliz que el chico
al que amaba nunca me había matado, ni que lo estuviera planeando. Pero
nuestro destino todavía seguía siendo lo que era. Él estaba aquí, pero no
realmente. Incluso mientras lo sostenía en mis brazos, se miraba como si
nos hubiéramos apenas rozado el uno en el otro, al pasar.

Suspiré fuertemente. Ryder era el indicado para mí, como si existiéramos


el uno para el otro, pero nunca podríamos serlo. No nos pertenecíamos el
uno al otro, sino sólo al otro.

Todo lo que teníamos eran momentos robados.

Y la maldición.

Él estaba suspendido en el tiempo, yo estaba destinada a morir para que


así pudiera mirarlo mientras sucedía, y ambos estábamos siendo cazados
por un loco Halfling que era todo mentiras, engaños y enfermas
obsesiones. Todas las cosas fueron consideradas, pero seguíamos
condenados al fracaso. O, más precisamente, maldecidos.

Pero al menos nos teníamos ahora.

Me incliné para besar su frente. Sus mejillas estaban húmedas con


lágrimas.
277
—Lo siento —se disculpó andrajosamente.

Sus ojos todavía seguían cerrados, se movió un poco, enredando sus


brazos contra mi cintura más fuerte.

—No te preocupes. Pero…

Dudé; ¿podría preguntar? ¿Debería preguntar?

—No entiendo de qué te culpas —murmuré finalmente.

Lentamente, con un tembloroso miembro a la vez, se sentó, apoyándose en


sus brazos.

Esa repentina carencia de él en mis brazos me golpeó como una montaña


rusa. Estaba a sólo centímetros de distancia pero, oh, ¡no se sentía así de
lejos! Puse mis piernas debajo de mi mandíbula y las abracé, pensando
que me ayudarían a no sentir el vacío. No funcionó.

—¿Recuerdas cuando dije que él en realidad no podía mentir? ¿Que era


más como distorsionar la verdad? ¿Jugar con ella? —preguntó y yo
asentí—. Lo que te mostró…

Él no podía continuar, pero vi el resto en sus ojos.

—¿Era la verdad? ¿Así fue como pasó en realidad?

Otra vez no pudo responder. Ni siquiera podía asentir, lo que tomé como
una confirmación.

—¿Pero cómo? Lo vi…

Con su dedo índice, procedió a dibujar un pequeño e invisible círculo en el


aire. ¡Hmm!

Supongo que estamos jugando ahora a las adivinanzas. Esto es


posiblemente la última cosa en la que pensé gastar mis últimas horas de
vida. Pero lo hice, por supuesto, porque él quería.

—¿Qué, un círculo?

—No.

—¿Anillo… esfera… mmm… aro?


278
—No.

—Bien, bien, déjame intentarlo de nuevo. Círculo, redondo, alrededor…

—Bingo.

—¿Alrededor?

Fruncí el ceño, justo mientras apuntaba a un interruptor de luz detrás de


él.

—¿Interruptor?

Él asintió, lo que solo profundizó las arrugas de mi frente. —Alrededor-


interruptor. Interruptor-alrededor. Espera, ¿cambió el alrededor?

Cuando no pudo asentir, estuvo claro que le di al grano.

—¿Él cambió el alrededor? Él…

Con un audible clic, la conexión me golpeó en el rostro, donde había estado


colgando todo este tiempo, si tan sólo hubiera abierto mis ojos para verlo.

—Él los cambió a los dos. ¡Me mostró la historia verdadera pero con él en
el papel tuyo! —exploté.

Ryder sonrió, probablemente a mi laborioso batir de brazos. Ese labio


inferior sensual girado de manera torcida, como siempre lo hacía, y mi
mundo giraba. Como girones de tela suave, mis brazos cayeron,
distendidos a mis costados. Suspiré, sintiendo que ese calor que sólo él
podía poner en mi estómago se esparcía a través de mí como rayos de sol.

—Estoy confundido por esto —dijo él, mientras hacía mi mejor esfuerzo
para oírlo realmente y no sólo mirar su boca sexy—. Todo lo que sé es que
eres una bruja muy talentosa. ¿Cómo pudo ser capaz de manipular tu
mente de esa manera? ¿No te diste cuenta de nada extraño?

Jadeé, cubriendo mi boca con mis manos. —¡Santo Cielo, tienes razón!
Había algo, esta… esta cosa de neblina. Su rostro y el tuyo, estaban
borrosos. Incluso cuando te vi a través de los ojos de J, en su mente, tu
rostro no era claro.

—¿Y no pensaste que era extraño?


279
—Ya sabes, no es una ciencia exacta —argumenté de manera defensiva.

Mi mente se abalanzó de nuevo a través de las imágenes de nuestro


pasado. Nuestro pasado, el mío y el de Ryder.

—¡Gracias a Dios! —exclamé con alivio.

—¿Qué?

—Fue a ti a quien besé. Bailé contigo, y fuiste tú con quien me escabullí al


jardín en medio de ese baile de máscaras. ¡Gracias a Dios! —repetí—. No
tienes idea de cómo se sentía, revivir a través de eso con Lucian como mi
pareja.

Su sonrisa murió y la mía lo imitó poco después, cuando se me ocurrió,


que con todo el entusiasmo, me olvidé de la imitación a María Antonieta. Y
en esa película, la cara de Lucian no estaba borrosa. Eso significaba… no
podía siquiera forzarme a pensarlo. ¿Era verdad? ¿En realidad tenía un
pasado con Lucian?

Ryder miraba al mural, mirándola directamente a ella. En una postura


recta, nada de los hombros hundidos que tenía en estos días. Con un
ridículamente voluminoso vestido que iba con su cabello, el cual se veía
como si una granada hubiese explotado en él. Pequeñísima de la cintura,
pero con una cara que sólo podría describir como inexpresiva. De todas las
cuatro versiones de mí, ella era la única que no sonreía.

—Su rostro debió haber sido claro cuando te mostró a ella —dijo Ryder,
moviendo la cabeza en dirección al mural. Su tono de voz era
estrangulado.

—¿Fue real? —murmuré.

Mi rostro era un horno. Podría haber freído huevos en mis mejillas.

Se giró hacia mí, pero no estaba molesto. Ni celoso, ni siquiera triste. Sólo
se miraba cansado.

—No importa. Siempre encontrarás tu camino a casa, cariño, y siempre


estaré en él —fue todo lo que dijo. Uniformemente, con una voz que
señalaba que el tema se daba por terminado.
280
¡Vaya! Entonces, no sólo apuñalé por la espalda a mi propia hermana, sino
que aparentemente había engañado al chico por quien lo hice también.
¡Con mi propio asesino a sueldo! ¿Dónde estaban esos francotiradores
bosnios cuando realmente los necesitas?

—No te culpes —dijo suavemente Ryder. Mis emociones deben haberse se


evidenciado en mi rostro—. Siempre fuiste intachable, en todos los
sentidos.

De vuelta a la conversación críptica, supuse. ¿Quería decir lo que yo


pensaba que quería decir? Sí, la película que Lucian me obligó a mirar
tenía muchos besuqueos, pero eso fue prácticamente todo. Y Lucian no era
exactamente del tipo modesto; si hubiera ocurrido algo más para
fanfarronear, lo habría hecho.

Por otra parte, quizás Ryder estaba haciendo hincapié en mi inocencia


como un medio para lidiar con su propia culpabilidad. ¿No era él el chico
cuyas paredes del dormitorio estaban cubiertas de “mea culpa”? Estaba
claro, su culpa era algo a tener en cuenta.

—No comprendo —dije—. ¿Qué es exactamente por lo que te culpas?


Obviamente soy yo quien ha arruinado todo. Traicioné a mi hermana. Y
fue mi hermana quien invocó la maldición y convocó a Lucian. —Me
abstuve de añadir: “Con quien te engañé.”

Una imagen aparece de nuevo en mi mente. El Halfling descendiendo de


los cielos, montado en los rayos desbocados. Su golpe letal... el verdadero
ángel, esta vez, quien no se parecía en nada a uno.

El malvado, de dos caras, Lucian, con quien tenía un pasado. Pero bueno,
¿qué es un pequeño roce de labios entre un asesino y su víctima? Todos
respiramos el mismo aire, ¿o no?

Quería golpear mi cabeza contra la pared.

—A una joven se la puede convencer fácilmente de hacer cosas que nunca


haría sin cierto tipo de…persuasión —dijo llanamente—. Y, por otra parte,
cuando un hombre se compromete a casarse con una mujer, ni siquiera
debería pensar en perderse. Una vez que el anillo pasa por su dedo, ambos
entran en un contrato obligatorio. El honor demanda que ninguno de los
dos se aleje. La nobleza lo obliga, Lily. ¿Y qué otra cosa hace a un hombre
si no su honor?
281
Ah, ¡qué alegría estar enamorada de un chico de cuatrocientos años, todo
moral, y reputación, y obligaciones de la nobleza! Parte de mí quería
resoplar con entusiasmo. La otra parte se derritió con su discurso y en esa
mirada encendida, sintiéndome como una de las heroínas de Jane Austen.
Quizás el siglo XXI no era mi época, después de todo. Entonces otra vez…

—¡Oh vamos! Es más fácil hacer que una mula baile un tap antes de
obligarme hacer algo que no quiero. Terca es mi segundo nombre. —Puse
los ojos en blanco. Otra pequeña cosita que las damiselas de Jane Austen
no podrían hacer frente a educada compañía—. Es dulce de tu parte que
quieras atribuirte todo, pero no tiene sentido. Soy lo suficientemente vieja
para saber que el tango se baila de a dos.

Me miró como si le hubiera tirado un piano en la cabeza; totalmente


sorprendido, como un dibujo animado. Por un momento pensé que era yo;
¿me había salido un tercer ojo, quizás? Pero entonces el alivio se deslizó en
sus ojos, cambiando de plateados a gotas de miel otra vez, y lo comprendí.

—¿No me odias? —preguntó. Tan asombrado, tan gratamente sorprendido.

Una risa nerviosa me invadió.

—¿Odiarte? Ryder, ni siquiera pude odiarte cuando pensé que pusiste a J


en coma. Cuando estuve segura de que me mataste tres veces y te estabas
preparando para una cuarta.—Comencé a retorcer mis manos—.Siento
muchas cosas por ti, ¿pero odio? —Sacudí mi cabeza—. Definitivamente
no. Honestamente estoy agradecida. Por ti. Por nuestro tiempo juntos. —
Me encogí de hombros—. Le gana a la alternativa. Perderte para siempre es
algo que no podría soportar.

Cruzó esos pocos centímetros que nos separaban y me llevó hasta su


regazo.

—También me consuelo en ese pensamiento —susurró, su aliento


poniendo el vello de mi cuello de punta—. Me ayuda a aferrarme a la
cordura. Es como soporto la espera.

Nos quedamos así, entrelazados alrededor del otro como las enredaderas
de hiedra inglesa, hasta que mi mente volvió a tranquilizarse y mi cuerpo
dejó de doler. Hasta que mi alma estaba feliz y volví a sentirme recuperada
una vez más. En sus brazos, siempre volvía a estar completa. Excepcional
a pesar de mi falta de excepcionalidad.
282
—Por favor, ¿volverías a usar mi anillo ahora? —me preguntó en voz baja.
Incluso su voz me ponía la piel de gallina.

Nos separamos, y buscó la cajita de terciopelo.

Nervioso como yo estaba, comprendiendo ahora que todo esto era real, que
él realmente se había casado conmigo, intenté pensar en un chiste.
Esconderme en el sarcasmo siempre ha sido mi mejor estrategia para
encubrir mi miedo. No era lo ideal, pero servía.

—¿Cuál es la prisa? ¿Tienes miedo de que alguien nos reproche por estar
en tu dormitorio sin que yo lo lleve puesto?

No sonrió. Sus ojos se arremolinaban y retorcían, de color ámbar otra vez,


justo como los de un lobo.

—No, cariño, no es eso. El miedo sólo puede llevarnos hasta cierto punto.
Hablando en términos generales, hacer lo correcto funciona mejor si crees
en ello.

Sonreí débilmente, buscando a tientas la caja. La piedra estaba montada


en un ajusto hecho a mano. Era delicada, pero detallada, mostrando una
corona de hojas de laurel. La piedra brillaba en ligeros tonos azulados;
quizás no era un diamante después de todo, ¿cómo voy a saberlo? Sólo
tengo diecisiete años y no debería interesarme en “piedras” por al menos
por otros diez más.

Mi pulso volvió a bailar la samba. Miré al mural pensativamente.

—Esa es la iglesia donde nosotros… —no podía decir las palabras.

Sonrió.

—Sí, no fue una gran ceremonia, desafortunadamente. Supongo que hoy


se podría decir que nos fugamos.

Quedé boquiabierta.

—¿Puedes hablar de eso?

Antes de Ryder, no tenía ida de que la risa venía en colores. Pero en sus
ojos, justo en el centro de su iris negro, antes de que abriera la boca, había
una risa. Y nunca era oscura, sino gris azulada cuando la risa era de
283
verdad y placentera. Miel, cuando su corazón estaba triste o nostálgico.
Lavanda turbio, cuando era una risa amarga más que otra cosa.

Sus irises se veían de un lavanda turbio ahora mismo, y, justo como sabía
que sería, sus labios los acompañaron, curvándose ligeramente.

—Puedo hablar de un montón de cosas, ¿no lo has notado? Puedo decirte


que nos pertenecemos el uno al otro. Que nos casamos en otoño. Incluso
podría llamar a MK para que me ayude a explicar los vacíos que yo no
puedo.

—¿Como el hecho de que no puedes morir?

Él no respondió, lo cual, como había deducido, en términos de la


maldición su falta de habla significaba sí.

—Usaste un vestido blanco de satín con un corpiño tan ajustado que tenía
miedo de que aplastara tu cintura, era muy delgada. —Me dio una sonrisa
de miel—. Un encaje a punto veneciano gros en tu velo. Tuvimos que viajar
a un pueblo pequeño en medio de la nada porque era el único lugar donde
podría encontrar un sacerdote que no conociera a tu padre y que accediera
a casarnos. Todo se hizo en una sola noche, el viaje, ida y vuelta, y la
ceremonia. Cuando el sacerdote juntó nuestras manos, ambos estábamos
llorando como niños. —Se detuvo, mirando al mural—. Como los niños que
éramos. Yo tenía dieciocho y tú apenas dieciséis.

Traté de imaginarlo: el vestido, la iglesia, montando en un carruaje que


andaba como el viendo, partiendo en la oscuridad de la noche. Los
caballos relinchando, jadeando y resoplando. ¿Estábamos felices? ¿Era
difícil aún encontrar felicidad mientras nos escondíamos en la oscuridad
con nuestros corazones abarrotados en nuestras gargantas?

—Sé como suena. —Su voz me trajo de vuelta al presente—. En una época
famosa por su formalidad del noviazgo, por cartas de amor, y juramentos
de intercambios de almas, todo lo que teníamos era…

—¿Un ataque de adrenalina? —Interrumpí bromeando. Pero su expresión


me rompió el corazón; era como, si incluso ahora, cuatrocientos años
después, estuviese casi apenado de alguna manera por no ser capaz de
ofrecerme más. Esto, a su vez, me hizo avergonzarme de haber dudado que
fuéramos felices. ¡Por supuesto que éramos felices! Porque estábamos
juntos y podía tenerlo, aunque sea brevemente.
284
Sonrió, asintió.

—Eso también. Se suponía que te ibas a mudar a mi casa, una semana


después del matrimonio. Tu padre estaría lejos por negocios, lo cual haría
las cosas más sencillas. Aunque, nunca lo conseguimos. Durante todo ese
tiempo, le temimos a tu padre más que a nada, cuando de hecho era tu
hermana a la que…—Él se detuvo—.Sin embargo, por más corto que pudo
haber sido nuestro tiempo juntos… tuvimos momentos, Lily, momentos
hermosos. Muy pocos, pero éramos felices, te lo prometo.

—Lo sé —respondí, sonrojándome, preguntándome si estaba leyendo mi


mente—. ¿Por qué no me dijiste nada de esto antes?

—La maldición es muy inteligente, Lily. Ya ves, te puedo decir mucho, pero
nada que pudiera probarlo. Sin nombres, lugares, ni fechas. Claro,
caminar hacia ti y decir: “¡Oh, por cierto, eres realmente mi esposa!”
habría sido fácil de hacer, pero sin ser capaz de explicarme, habrías
pensado que estaba loco.

Él estaba en lo correcto.

—No podía decir nada sobre la maldición. O sobre cómo nos conocimos,
cómo llegamos a estar juntos. Sin detalles sobre mi identidad en ese
entonces, la tuya, la de tu hermana. Y en especial nada de lo que ha
sucedido desde entonces.

—Astuta, Elizabeth —susurré tristemente.

—Sí, Astuta.

Se le oía cansado, sus ojos puestos en el anillo con el cual nuestro largo
camino junto había comenzado. La caja de terciopelo todavía estaba
esperando en mi mano, la piedra relucía suavemente en su interior. ¿Por
qué me estaba costando tanto ponérmelo?

—No, es el anillo, cariño —dijo suavemente.

—¿Uh?

—El anillo. Sólo viene del pasado, no es en realidad él. El pasado lo


llevamos con nosotros, todo el tiempo, y usar el anillo no lo hará más real.
No cambiará nada. El anillo es simplemente para mi propia tranquilidad.
Sin trampas, sin captura, lo prometo.
285
Puse los ojos en blanco para evitar que las lágrimas se filtraran.

—¿Soy en realidad así de transparente?

Él sonrió.

—¡Nah! Sólo soy muy, muy viejo.

Riendo, alcancé el anillo de oro finalmente, pero él me detuvo.

—Permíteme.

Lo hice.

Encajaba perfectamente. Mi dedo, el tono de mi piel, mis manos, nosotros.


Una corriente pasó a través de mí, nuestros dedos se entrelazaron, y mis
ojos se cerraron. Y por un momento, como si el Universo parecía inhalar y
exhalar, flexionando sus límites detrás de mis párpados, la pesada tela de
la maldición falló.

Estaba envuelta entre y dentro de nosotros como un sucio y grasoso trapo.


Una gruesa barrera, impidiéndome ver en su mente. Pero cuando el anillo
se posó en mi dedo, todo cambió. Por un bendito, y agonizante segundo, el
grasoso tejido de la maldición cayó.

Cuatro siglos de sufrimiento, de esperar sin esperanza y desesperación, de


una soledad que no podía ser descrita por las palabras, todo ello se vertió
en mí. La existencia de Ryder, todo lo que no podía decirme, sus miedos
más profundos y consuelo, y su amor por mí, vi, probé y sentí cada uno de
ellos.

Y fue como nacer y morir, a la vez. Su amor por mí era cosa de leyendas,
no sólo intemporal, sino intocable. Absoluto. Estaba delirantemente ebria
con ello, y sin embargo me derrumbé en pedazos y los pedazos quedaron
reducidos a cenizas en el rostro de tanto dolor. Cuatrocientos años de
purgatorio. Cuatrocientos años de esperarme. Cada vez que moría, todo
moría conmigo. Ni siquiera podía ver colores cuando me iba; el mundo era
una tierra desolada pintada de gris. No era sino hasta después que renacía
que ese color empezaba a regresar, y sólo cuando estaba cerca de mí,
físicamente, era cuando podía ver el mundo tal como era. Pobre, solitario,
y condenado Ryder. Tan cansado, perdido y solo.
286
Lloré de agonía. Lloré con él, por él, por nosotros. Lloré y le ofrecí el único
consuelo que podía. Sus brazos eran mi único refugio seguro, su cuerpo
siempre me alejaba del dolor y de todas las cosas malas; ¿no era posible
que yo hiciera lo mismo para él? ¿No era justo, simétrico, comme Il faut30,
que yo pudiese ser también su santuario?

Me ofrecí a él. Todo mi ser.

Pero una vez que mis intenciones se hicieron evidentes, porque resulta que
sólo hay tanto tiempo en el que puedes enredarte con la hebilla del
cinturón de alguien antes de levantar una bandera, tomó mis manos
ridículamente débiles en las suyas.

—Cariño… no —dijo gentilmente.

Y me detuvo.

Lo miré fijamente, a su rostro aún bañado en lágrimas, y no lo entendía.


Sus ojos ardían intensamente, más lavanda que plateados, un silencioso y
claro testimonio de lo mucho que él lo deseaba. Sin embargo no lo hizo.

—La mente es una cosa tan frágil —suspiró—. Haré cualquier cosa por ti,
Lily, te daré todo. Pero no esto. No de esta manera. No me des una
probada de lo que nunca podré tener realmente, cariño, eso me mataría
mañana.Sus dedos se aflojaron de los míos y miró a lo lejos—.Perdería mi
mente. Por favor, trata de entender.

Lo hice.

30Comme Il faut: Correctamente, en francés original.


287

Capítulo 31
Traducido por Little Rose, daianandrea y Jo

Corregido por Pimienta

D
espués de mucho debate consistente en que yo gritara “no” y
“definitivamente no” una y otra vez, Ryder ganó, y de mala gana
accedí a que llamara a Mary Kate. Sus argumentos eran sólidos.
Por una parte, él estaba seguro de poder confiar en ella, y por la otra,
necesitábamos a alguien que hiciera de mensajero para llevarle la poción a
J, en caso de que Lucian decidiera… bueno, sólo por si acaso.

A pesar de lo apasionado que era mi odio hacia Mary Kate, ese no fue mi
único motivo para luchar contra la idea de Ryder. Mirar en su mente me
había revelado información confidencial. Ahora sabía que cada vez que
había muerto, él había intentado detenerme, físicamente, al arrojarse
frente a mí; algo que obviamente nunca funcionó. Y aunque no murió por
el golpe de Lucian, ser herido así debía doler. La herida no se cerraría en
meses, y siempre estaban la fiebre, las alucinaciones y el dolor.

¡Oh tanto dolor! Montones de eso. Y estaba segura de que esta noche no
sería diferente; volverían a herirlo. ¿Acaso no lo había planeado ya? ¿Por
qué otra razón me dejaría todas sus cosas? En caso de que pudiera
salvarme. En caso de que muriera en mi lugar.

No puedo prometerte el cielo, bebé, pero te juro que lo intentaré. Oh, lo hará.
Lo intentará y terminará medio muerto otra vez, lo que es la razón por lo
que quiero que le lleve la medicina a J. entonces él estaría fuera de peligro.

Pero no, él insistió en quedarse. Discutir era como hablarle a una pared.
Una vez que a esa pared le salían labios, dedos suaves y… en resumen,
hizo la maldita llamada.

Mary Kate estaba esperando frente a mi casa, vestida, al parecer siguiendo


instrucciones de Ryder, con un chándal abrigado, junto con botas de
288
escalar, lo que, junto al BMW lujoso en el que se apoyaba, la convertía en
una imagen ridícula. Al menos, eso es lo que yo creí.

—¿Qué está pasando? —preguntó cuando nos acercamos, con su mirada


pegada a Ryder como las abejas en la miel.

Él, sin embargo, no pudo responder.

—Querías conocer el asunto de Ryder —dije secamente—, alégrate,


señorita Davis, es tu noche de suerte.

Ryder, quien sostenía mi mano como un hombre al borde de un precipicio,


no reaccionó. Los tres entramos, donde encendí las luces, intentando
soltarme suavemente de su agarre. El reloj antiguo del pasillo indicó que
faltaba una hora para la medianoche.

—Suelta —le dije en voz baja, pasando mi mano libre por su rostro—.
Tengo que conseguir mis cosas.

Me miró con una expresión confundida, como si no hubiera entendido lo


que le dije. Sabía que, bastante pronto, tendría que dejarme ir para
siempre. Por un período más largo.

Otra vez.

Amablemente, le sugerí: —¿Por qué no pones a Mary Kate al día? Cuéntale


qué tiene que hacer.

Asintió y lo dejé en eso, por una vez feliz de tener la cabeza ocupada por
los pormenores de mi trabajo. Básicamente, bendecirlas, y evitar que me
caiga a pedazos.

Alguien realmente debería hacer un poema sobre esta simple tarea.

Para no arriesgarme, decidí hacer la magia en el bosque. No sólo mis


poderes mejoraban afuera, bajo la luz de la luna, sino que además el lugar
elegido estaba tan profundamente en el bosque que me dejaba a salvo de
las poblaciones cercanas.

Incluso si Lucian decidía aparecer, sin importar qué fuegos artificiales nos
hubiera puesto, nadie más saldría herido. Excepto quizás Mary Kate, pero
casi podía vivir con eso. Sólo bromeo por supuesto.
289
Además de mis plantas, aceites, y demás, tomé cosas de campamento:
linterna, una parrilla para el fuego, una olla, un colador y un par de
botellas de agua térmicas.

Y por supuesto, la piece de résistance, un cuchillo, para poder quitar esas


gotas de sangre, sin las cuales todo lo demás no sería nada.

No tenía idea de cuánto le dijo Ryder a Mary Kate, pero ella estaba mucho
más pálida cuando volví. Sólo me dio una mirada rara, medio molesta,
medio aterrorizada hasta la muerte, pero no dijo nada.

Ryder, con el rostro desfigurado, los labios apretados, y esos ojos locos,
nunca se había visto peor. Comencé a pensar que poner el anillo en mi
dedo había causado una transferencia de energía entre nosotros. De un
desastre tembloroso había pasado a ser más concentrada, más fuerte en
algunas maneras. Había un propósito realista al que me aferraba y tenía la
cabeza sobre el agua.

Había hecho las paces con la muerte, y ahora mi única preocupación era
salvar a J y no dejar que Ryder saliera herido. Esas eran mis ambiciones e
iba por ellas con toda mi notabletestarudez.

A diferencia de mí, Ryder no tenía la ventaja de un propósito. Pasado este


punto, tenía las manos atadas, y lo sabía. Sin importar cuánto lo
intentara, sin importar lo que hiciera, no podía cambiarlo. Lo intentaría,
pero fallaría. Sólo podía mirar. Justo como el maleficio ordenaba.

A la luz de la luna, se veía frío, cazado, y apreté con fuerza su mano. Los
dos hicimos el camino, cada uno con una mochila y una linterna. Detrás
de nosotros, oía a Mary Kate luchando por mantener el ritmo y
arreglándoselas tan bien como podría hacerlo una chica de ciudad. Se me
ocurrió que ella había sido una buena amiga para Ryder, viniendo y
ayudando así.

—Hey, Mary Kate —le dije—. Gracias por hacer esto.

Le debía al menos eso.

—No hay problema —se escuchó detrás de mí. No sonaba tan asustada
como esperaba. Bien por ella.
290
Estábamos dirigiéndonos a un claro donde a veces J y yo veníamos a
recargar baterías. No podía explicar por qué elegí esta parte del boque.
Seguro, después de recoger ciertas cosillas, el agua seguía siendo
importante, pero había otros claros en el bosque. Un par de ellos más
cerca también… pero algo dentro de mí me trajo a este. Por suerte, incluso
con el abogado en el remolque, estábamos bien de tiempo.

Después de unos momentos de caminata en silencio, volvió a hablar,


agitada. —Lo siento Lily.

A mi lado, Ryder se sacudió. Levanté su mano y la presioné contra mis


labios. Su piel estaba helada.

—Es lo que es —le dije, queriendo desviar la mirada de Ryder y fallando.


¡Había tanto dolor en su mirada!

Detrás de nosotros, Mary Kate prosiguió.

—Lo siento, sé que no tengo todos los hechos, pero esta situación es
simplemente ridícula. ¡¿Deber ir hacia tu propia muerte, a voluntad?!
Seguramente hay algo con lo que podamos hacer para detenerlo. Esta
persona.

—No es una persona, MK —interrumpió enojado Ryder.

—Es una especie de ángel que se volvió malo —intervine tranquilamente—.


Y no, no hay forma de detenerlo. ¿Recuerdas esas chicas de las que me
hablaste, Marion Frost y Sarah Manbeck?

Ryder me miró de reojo, pero sólo le di una sonrisa que le restaba


importancia. Lo que sabía, lo que él creía que no debería saber, ya no
importaba.

—Lo que no sabes —proseguí con un ojo en él—, es que yo era ambas.
Todo lo que ocurrirá ahora ya ha pasado.

—¿Qué estás…

—Suficiente —cortó Ryder.

Evidentemente, no apreciaba que Mary Kate me hubiera contado del


pasado. Dado que realmente no podía protegerme, lo que hacía era
asegurarse de que fuera feliz hasta el final. ¿Y cómo alguien podía ser feliz
291
con una conciencia culpable? ¿Si pasas tus días temiendo el futuro? Sabía
mejor que nadie que eso no funcionaba.

Nadie volvió a hablar. Nos detuvimos aquí y allá a atar cintas en los
árboles para que Mary Kate pudiera regresar. Mi bosque, mis hermosos y
amados árboles, por los cuales caminé tantas veces antes, no parecían
diferentes hoy. La energía que irradiaban los árboles y las plantas era la de
siempre: pura, potente y simple. Me recibía con los brazos abiertos y me
sentía más segura por ello.

Quince minutos antes de media noche, nuestro campamento estaba listo.


Lenguas de fuego bailaban bajo la olla llena de agua, y mis suplementos
estaban alineados alrededor de mí en pilas y bajo pequeños trozos de
cuero. Levanté mi rostro hacia la luna, susurré una oración rápida y
comencé a trabajar.

—Espera —dijo Ryder desde atrás.

Me detuve en el aire, cayendo sobre la parte posterior lavanda en la bolsa,


mientras que sus brazos me rodearon por la espalda. Un vendaval de
emociones explotó dentro de mí, volando en pedazos mi corazón,
mostrándome lo cerca que estaba para desmoronarme. Atormentándome
con preguntas como, ¿cómo podría dejarlo ir? ¿Cómo aferrarme a mi
mente el tiempo suficiente para lanzar el hechizo, cuando hasta el último
pedazo de mí estaba ya desquiciado?

—Te quiero —me susurró al oído.

—Yo también te quiero —le contesté ferozmente incluso cuando volví mi


rostro, me incliné y me perdí en la magia de sus labios una última vez.

Se apartó un poco y, a la luz de la luna, sus ojos brillaron como


diamantes. —Siempre —susurró contra mis labios.

—Y para siempre —le susurré de nuevo, arrastrando las palabras por las
lágrimas.

Nos abrazamos. Era desesperantemente pronto.

—Te encontraré de nuevo —prometió, pero su voz apenas se podía oír.

Asentí con la cabeza, sollozando. —Estaré esperando.


292
Con eso, se marchó. Limpié mi nariz con mi manga y me volví hacia la olla
burbujeante, cruzando mis piernas debajo de mí en el suelo frío. Cerré mis
ojos y me concentré totalmente en mi respiración. Al menos me
tranquilicé, todo esto sería inútil.

Dejé que la luz de la luna y los sonidos familiares de la selva me calmaran.


Me conecté con la tierra. Los árboles compartieron su energía y poder
conmigo, el alma de todo ser viviente del bosque, se metió debajo de mi
piel para despertar mi magia. La luz de la luna me envolvió como una
nueva capa de piel y se mantuvo todo junto en mi interior. Mis ojos se
abrieron de golpe.

Estaba lista.

—Voy a trazar un círculo —le dije, sin reconocer mi propia voz. Era
armoniosa, tonos bajos, como olas rompiendo suavemente contra la
orilla—. Querrás estar tan cerca de mí como sea posible, pero sin tocarme.
No te muevas hasta que lo diga. El círculo actuará como una capa y
mantendrá la magia de expandirse. Esperemos, Lucian no sienta el
hechizo hasta que esté lista para él.

No había necesidad de ponerse en pie o moverse. Sólo tenía que hacer un


movimiento de mi dedo y el aire ondulaba, cada vez más grueso, alrededor
y por encima de nosotros. La tierra surgió con corriente y luego se calentó,
suavizando ligeramente, cerrando el círculo.

Estaba lista para cocinar.

La mezcla de ingredientes era la parte fácil, mis manos se movían por su


cuenta y mis labios susurraron, uniendo las fuerzas involucradas,
asegurando que encajaran y trabajaran juntas. El poder crujió y despertó
dentro del círculo, un olor celestial de flores, miel y frutas recién cortadas
se extendieron en todas partes. Era ese mismo olor que me dijo cuándo
llegó el momento de añadir el ingrediente final. Como siempre, no tenía
absolutamente ni idea de cómo sabía cuándo y qué hacer, mi magia nunca
había sido realmente mía. Usando eso significaba que yo no era una en el
asiento del conductor, a penas adelante para el paseo.

Corté mi palma sin dudarlo, visualizando la cara de J, pensando en ella


despierta, deseando que le devolviera su plena salud. Y entonces grité casi
en estado de shock cuando vi el corte cerrándose por encima del baño de
293
vapor aromático naciente de la olla. ¡Oh, sí, definitivamente había cocinado
el montón adecuado para la curación de alguien!

Haciendo caso omiso a mi campera, la usé como un par de guantes para


horno improvisado y retiré la olla de la parrilla. Con cuidado de no
derramarlo, me esforcé en el líquido en su interior, dividiéndolo entre los
dos termos. Después los sellé, me puse de pie.

—Mary Kate —canté, una vez más con esa voz increíblemente dulce.

Sus ojos estaban muy abiertos, las pupilas dilatadas y oscuras. Ella fue
cargada con la magia de mi hechizo, prácticamente embriagada, y yo sólo
podía esperar que se recuperara una vez fuera del círculo.

—Escucha con atención —dije—. Abriré la puerta para que puedas salir
del círculo, y tienes que moverte muy rápido. ¿Entiendes?

Ella asintió con la cabeza.

—Correrás tan rápido como puedas y no mirarás hacia atrás, ¿me oíste? Y,
bajo ninguna circunstancia, no abrirás la tapa de este contenedor hasta
que estés por llegar a la distancia de los labios de mi amiga.

Una vez más ella asintió con la cabeza.

—¿Cuál es tu nombre? —comprobé.

—Jane Archer. Clínica Rosemound, primer piso, sala uno cero seis —
recitó.

—Bien. Mi madre estará ahí, ella es una joven rubia que pasa por
Savannah. Dile que te envié, pero no le digas ni una palabra acerca de lo
que has visto esta noche. Sólo le haces saber que estoy con Ryder, eso es
todo. ¿De acuerdo? Y asegúrate de que J tenga la poción en su sistema. Si
es necesario, inyéctalo en su IV31. ¿Lo tienes?

—Lo tengo.

—Bien, entonces, vamos.

Caminamos hasta el mismo borde del círculo y toqué la débil pared,


vacilante. Se agitó suavemente, como una delgada capa de humo, pero

31
IV: Suero intravenoso.
294
viva. Le di un pequeño empujón, susurrando otra vez las palabras con
significados que no conocía, y apareció un pequeño arco. Sin perder un
segundo, empujé a Mary Kate a través de él. Tan pronto como su segundo
pie tocó la hierba más allá del círculo, la apertura se cerró de golpe.

Sabía que ella no me podía escuchar, incluso así le grité. Así no tuve que
repetirme que ella se diera prisa. Unos momentos después de que ella se
incorporó y agarró una linterna, echó a correr. Tras el camino derecho,
también, lo que tomé como una buena señal. Muy pronto, ella se perdió de
vista.

—Tus ojos —susurró Ryder, de pie delante de mí. Alargó la mano hacia mi
cara antes de recordar que no me tenía que tocar y dejó caer su brazo—.
Son de plata, casi blancos… y tan brillantes, Lily. Ellos brillan, tú… tú…
¡estás brillado! —él lo decía literalmente, también. Mi piel estaba cubierta
de un color plateado brillante, visible incluso a través de la ropa que
llevaba puesta.

—Lo sé —respondí con la misma voz ajena—. Es la magia. No está más


dentro de mí nunca más; la estoy llevando. Estás respirándola en este
momento, de hecho. De pie y en movimiento a través de ella. Toda está a
nuestro alrededor.

Su expresión de asombro se derrumbó en el ceño fruncido.

—¿Qué pasa una vez que levantes el círculo?

—Se extenderá.

Y Lucian lo sentirá de inmediato. Será atraído hacia este como el metal a


un imán. Él vendrá. Por eso, por el poder que lo había llamado en nuestro
plano, y por mí. La cara de Ryder se endureció. —¿Cuánto tiempo lo
podrás mantener funcionando?

—Esperemos, el tiempo suficiente para que Mary Kate llegue al hospital.

—¿Y entonces?

—Estoy montando una bola enorme de energía, Ryder. Tengo que


desatarla o explotaré.

—Pero ¿no se drena tu poder? Quiero decir, es tu poder, tu magia, esta


bola de energía. ¿No?
295
Sonreí con tristeza. —Mira, es como un juego de video. En el momento que
esté libre, mis baterías se recargarán instantáneamente. Voy a tener una
nueva vida. La magia en mí es inagotable; puedo jugar con ella. Puedo
moldearla, usarla y darle forma. Incluso puedo tirarla, como un
boomerang. Pero no puedo controlarla, no realmente, porque nunca ha
sido realmente mía. Ha sido forzada a mí, y no sé cómo hacer para
separarme. Yo soy la magia.

Su cabeza cayó a su pecho, moviéndose lentamente. Parecía derrotado.


Roto. Quería poner mis brazos a su alrededor, pero eso terminaría mi
objetivo por seguro. Ya me sentía mareada, debilitada por la energía del
círculo que estaba desviando parte de mí para mantenerse vivo.

—Necesito sentarme —dije, empezando a dudar de que pudiera durar el


tiempo suficiente.

Su cabeza chasqueó de vuelta como un látigo.

—¿Te sientes mal?

Me senté en la hierba y abracé mis rodillas hacia mi pecho.

—El círculo me está drenando —Incluso mi voz sonaba cansada.

—No hables más —contestó en voz baja, llegando a sentarse cerca, pero
con cuidado de no tocarme—. Guarda tus fuerzas.

Mis párpados se sentían más pesados que el plomo. Se bajaron,


instándome a dejarlos caer. Luché contra ellos. La lentitud me envolvió
con suavidad, dedos acariciando el sueño y luchando contra él, durante el
tiempo que pude. Hasta que no pude luchar más.

Con una sacudida final, mi concentración falló. Un imponente trueno, y el


círculo explotó alrededor de nosotros, liberando la magia y dejándola
dispersarse por todas partes.

Conté tres segundos antes de que estuviera de vuelta en mis pies y


funcional de nuevo. Y conté cinco segundos hasta que Lucian apareció en
el final del camino antes que nosotros.

Ryder se movió más rápido que cualquier mortal debería, me empujó


detrás de él. Tratando de protegerme, incluso sabiendo que no podía.
296
—¡Katherine! —exclamó Lucian, actuando sorprendido, pareciendo
preocupado—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Está todo bien?

—Basta con la mascarada. Sé la verdad.

Él rondaba cerca como un depredador, con paso felino, y a la luz de la


luna con su boca torcida en una de esas frías, sonrisas vacías que él
generalmente le daba a Ryder. Pero esta era para mí.

—Atrapado —dijo, y se encogió de hombros con las palmas abiertas hacia


arriba. Entonces se echó a reír.
297

Capítulo 32
Traducido por Anne_Belikov

Corregido por Dianita

É
l se movió lentamente hacia nosotros, y Ryder puso su cuerpo frente
a mí, brindándome refugio, como siempre. Como temía, estaba
determinado a salir nuevamente herido. Valentía y preocupación
hasta los huesos, seguro, pero definitivamente del lado kamikaze.
¿Cuántas veces se suponía que Lucian tenía que herirlo antes de que
Ryder entendiera que no podía detener a un Halfling? Parecía que al
menos una vez más. Espantada, cerré mis ojos, enfocándolos en otro
círculo mucho más pequeño, antes de gentilmente empujarlo hacia un
lado.

—Él no puede tocarnos mientras estemos adentro —dije, respondiendo la


no elaborada pregunta en sus ojos.

Entonces volví mis ojos de nuevo a Lucian. Él de alguna manera parecía


diferente, incluso más hermoso de lo usual. La cicatriz azul en la esquina
de su boca se había ido, sin duda había estado ahí en primer lugar sólo
como otro de sus trucos. Había algo sobrenatural en él esta noche, una
suavidad que era demasiado suave, un resplandor que era demasiado
brillante. Era demasiado perfecto; incluso dolía mirarlo. Se me ocurrió
ahora que, normalmente, él mantenía su verdadera apariencia escondida
bajo el glamour. Tú no puedes realmente caminar por las calles brillando
como un árbol de navidad y esperar que la gente no lo note.

Sus ojos estaban cerrados y estaba respirando profundamente, su nariz


levantada en la ligera brisa. Lamió las yemas de sus dedos, luego las frotó
en el viento.

—Oh, Katherine —susurró—. Sabes mejor que el paraíso. Y lo sé, porque


he probado ambas cosas.
298
Mi nariz se arrugó en disgusto, sabiendo que mi magia flotaba alrededor
de nosotros y que él realmente estaba probándola. Finalmente, con una
última inhalación abrió sus ojos, y estos atraparon los míos a través de la
endeble barrera que había levantado entre nosotros.

—Oh, cállate, pequeño cordero —se burló—. No me des esa mirada.


Después de todo, es tu culpa que estemos aquí. Recuerda que te ofrecí una
alternativa.

No sabía qué había visto en mis ojos, pero me aseguré de mirarlo


intencionadamente mientras respondía.

—Suficientes mentiras, Lucian. Te lo dije, sé la verdad.

Me enseñó los dientes en una inquietante sonrisa que era más un gruñido.

—Oh, sé lo que haces. Lo supe desde el momento en que ocurrió. Ahí


estaba yo, pensando en mis propios asuntos como un buen pequeño
Halfling, cuando, tú sabes. ¡Boom! —juntó dramáticamente sus manos—.
De pronto estaba de nuevo en casa.

Crujiendo su dentadura, su mandíbula tensa bajo su perfecta piel, él


movió un dedo frente a mis ojos.

—Alguien ha estado siendo travieso. Has llevado a tu chico a hacerle una


prueba de manejo, ¿no?

¿Estaba molesto? ¿Loco? ¿Tirando de la rutina de la cortesía para cubrir la


herida?

—Y de alguna forma, en medio de eso, lo arruinaste con el hechizo. Tu


poder lo empujó y la cosa sangrienta falló. Permitiéndote —me señaló—.
Ver dentro de esa cabeza. Y enviándome —se pinchó a sí mismo—. De
vuelta al hoyo que juré que nunca vería de nuevo. Como dije… traviesa.

Abrí mi boca para decirle cuán lejos de la verdad estaba, pero no me dio la
oportunidad.

—No me malinterpretes —ronroneó, penetrándome con esos helados ojos


azules—. No puedo imaginar algo peor que dejar este avión sin intentarlo.

Debido a esa mirada lasciva en su cara, él había tenido mucha experiencia


propia en ese caso.
299
—Estaría feliz de que tomes mi consejo.

A mi lado, Ryder se enderezó.

—¡Tu consejo!

Lucian ni siquiera lo miró.

—Silencio, pequeño insignificante, nadie está hablando contigo —escupió


fríamente. Entonces, sin hacer pausa, volvió a mirarme de nuevo, con su
cálida y suave voz—. Pero desearía que me permitieras hacer los honores.
Por mis alas, haría un mundo de diferencia para ti.

—Eres insoportable. —Negué con la cabeza mientras Ryder maldecía en


voz alta—. Completamente fuera de base. —Levanté mi mano izquierda
para mostrarle mi anillo—. Era el anillo, idiota, no está fantástica historia
de tierra tuya.

Emociones destellaron a través de su rostro, fáciles de leer. Estaba


aliviado, avergonzado, enojado, alegre: todo a la vez. Entonces todo
desapareció, tragado por una arrogante, demasiado-buena-para-ser-
verdad máscara que usaba para complementar su look preppy32.

—Por supuesto —dijo silenciosamente—. El anillo.

Sus azules ojos siberianos conectaron con los míos, y por un momento vi
ira saliendo a la superficie. Él realmente era un mal perdedor, lo que dejó
claro añadiendo:

—No importa. Mi oferta todavía sigue en pie. Puedes decidir estar con
alguien que puede manejarte. Completamente —finalizó sugestivamente.

—Si tuvieras cerebro, sabrías que preferiría morir que dejarte poner un
dedo en mí.

Él arqueó una ceja.

—¿Odiaste tanto el beso?

—¿Beso? —Ryder echaba humo—. ¡Tú, hijo de puta!

32
Look preppy: es el look de los buenos chicos y chicas jóvenes de la sociedad americana
que llevan un suéter, pantalón de pinza, una americana entallada y de mucha pulcritud.
Un look bien clásico pero de la vieja escuela.
300
Agarré su brazo, sosteniéndolo y manteniéndolo dentro de los confines del
círculo. Lucian se rió, obviamente disfrutando el show. Estaba
comenzando a ver rojo.

—¡Fue como tener que sacarme las amígdalas con alambre de púas
mientras estaba completamente despierta!

Él ni siquiera parpadeó.

—Detén eso de ser la reina del drama, Katherine. Hubo lengua


involucrada.

A mi lado, Ryder estaba cerca de superarme y lanzársele. Corta de


opciones, presioné mis labios en los suyos, lo suficientemente fuerte para
mantenerlo ahí.

—Está burlándose de ti —susurré—. Quiere que lo ataques, así puede


herirte de nuevo. ¡No juegues a eso! ¿Por favor?

Con mi frente presioné la suya, enviando una onda de amor y calma a


través del círculo, sintiendo sus músculos relajándose casi al instante.

—¡Ahem! —Lucian fingió toser. Todavía estaba sonriendo molestamente—.


El chico maldición apesta a inseguridad. ¿Sucedió algo después de que
pusiera ese anillo en tu dedo? ¿Arruinó el próximo paso? —preguntó,
elevando una ceja.

Ryder rechinó sus dientes, tenso como una banda de goma.

—¿Hablas por experiencia? —gruñó.

Mientras tanto, yo estaba aburrida de este teatro.

—¿Qué es esto, Lucian? ¿Por qué actúas como un novio celoso?


¿Pretendes que me amas? Porque eso ya es viejo.

Sorprendentemente, se enfrentó a mi burla con una expresión seria.

—¿Pretendiendo? No estaba pretendiendo nada, niña tonta. No ahora y no


en el pasado. Cuando eras Marion Frost, ¡estuviste cerca de casarte
conmigo, Katherine! —dijo en un insistente, y muy emocional tono. Casi
creíble—. Sabes que amaste cada uno de mis besos entonces. Sabes que
éramos buenos juntos. Lo viste. Lo sentiste.
301
De acuerdo, de todos los temas que realmente quería evitar, nuestro
compromiso, el cual había visto muchas veces a través de las memorias de
Ryder, definitivamente estaba en la cima de la lista.

—¡Me engañaste para aceptarlo, lo sabes! —grité, agarrando más fuerte la


mano de Ryder.

—¡Yo no hice tal cosa! —respondió fieramente.

—Alejaste a Ryder de mí. Te aseguraste de que no nos reuniéramos. Lo


tuviste confinado en una cama, peleando por mantenerse consiente ¡por
meses! —exploté.

—Lo hice . Y no tienes idea de cuán caro he pagado por mis acciones. Con
nada que demostrarlo, tampoco. Porque tú aún así te las arreglaste para
encontrar tu camino hacia él —siseó—. Tú, tus pociones, bálsamos y no sé
qué. Si no hubiera sido por ese acto de Florence Nightingale, estaríamos
casados ahora. Serías mía.

—¿Cómo podría casarme contigo, cerebro de guisante? Ya estoy felizmente


casada. Con él.

Él hizo un amplio gesto, indicando que fácilmente hacía caso omiso de eso.

—No estás casada con él más de lo que lo estás conmigo. Tu tan


mencionado matrimonio seguirá siendo una farsa hasta que no esté
consumado.

Ryder sonrió.

—¿Estás seguro de eso? Porque el anillo en su dedo dice otra cosa. El


mismo anillo que tú dices que es símbolo de un matrimonio falso fue lo
suficientemente fuerte para mandar tu trasero lejos cuando lo deslicé.

Lucian lo apuñaló con una mirada que era puro hielo.

—Disfrutaré cortando tu garganta en un minuto —gruñó.

—Nadie cortará la garganta de nadie —intercedí—. Tengo una propuesta


para ti.

A mi lado, Ryder se tensó.

—¿Qué? ¿Qué estás haciendo?


302
Ignorarlo era la cosa más difícil. Pero mantuve mis ojos en el Halfling, cuyo
rostro lentamente estaba relajándose en otra confidente sonrisa.

—No tienes que hablar —dijo él, todo seda y chocolate derretido—. Justo
ahora, estoy ahogándome en ti, Katherine… —sus párpados se cerraron e
inhaló hambrientamente—. El mismo poder que me convocó aquí… está
todo a mí alrededor. Forja un lazo entre nosotros. —Sus ojos se abrieron—.
Puedo oír tus pensamientos —dijo simplemente, una loca emoción
brillando en sus ojos. Él estaba ebrio con mi energía.

—Nunca sentí nada como esto en cuatrocientos años, y busqué


duramente, créeme. Cada bruja mencionada, todas aquellas con un poco
de magia. Pero Katherine, nadie hace arder la llama como esto. —Tragó
profundamente—. ¡Tú eres… intoxicante, mi mascota!

Varias cosas sucedieron a la vez. Ryder se lanzó contra él, cruzando los
confines del círculo como si no hubiera nada, y el sueño que había tenido
más temprano, sobre J y Elizabeth, retumbó en mi mente, tan claro como
la luz del día. La sonrisa de J mientras me daba los cinco destelló frente a
mis ojos, su voz haciendo eco cada vez más cerca. ¡Patearemos su trasero
ahora! Todo duró un segundo y entonces mis labios se movieron,
susurrando una palabra. A mis oídos, sonó como el viento aullando, pero
de alguna forma supe que no era eso. De alguna forma sabía que era el
verdadero nombre de Lucian.

Instantáneamente fue empujado hacia atrás y elevado en el aire, donde se


cernió, gritando, su cuerpo retorciéndose de dolor. Tiré de Ryder,
empujándolo de vuelta al círculo y entonces puse una segunda capa de
protección, a prueba de sonido. Asegurándome de que sus oídos humanos
no escucharan nada de lo que estaba pasando más allá de los límites de
mi encanto especial. Llámame gallina, llámame tonta, pero me imaginé que
Ryder había tenido suficiente de los comentarios incendiarios de Lucian.

En cuanto al asunto en cuestión, para cuando dirigí mi atención de vuelta


a él, él ya no lucía humano.

Su torso estaba desnudo, y la luz de la luna rebotaba en su piel de


alabastro, convirtiéndolo en una estatua de mármol. Abdomen de lavadero,
naturalmente, porque Lucian era así. ¡Demasiado perfecto! Alrededor de él,
totalmente extendidas y saliendo de su espalda, un magnifico par de alas
303
temblaban de dolor después de la crisis. Eran inmensas, y más negras que
la noche a su alrededor.

Gentilmente descendió, tan graciosamente que mi corazón lloró con tanta


belleza. Él era un idiota, no lo había olvidado, pero era un idiota celestial
con alas. Y su simple apariencia había sido diseñada con el propósito de
quitarte el aliento.

Al menos, hasta que abrió esa distintiva boca no-angelical suya.

—¡Has estado siendo traviesa! ¿Te das cuentas de que eres la única en este
mundo que puede herirme así? —preguntó, acercándose.

Estaba sonriendo, como si sólo me hubiera hecho un cumplido.

Separándome, me encogí de hombros.

—¿Ves? Esa es la otra razón por la cual no funcionaríamos. No me gusta el


dolor.

Respondió con una sonrisa arqueada.

—No me importa un poco de dolor si es hábilmente aplicado. Y apuesto a


que puedo enseñarte esas habilidades, teniendo en cuenta que ya posees
los medios. —Su voz se volvió más suave y más baja—. Piensa en ello;
conmigo a tu lado, nunca tendrías que contenerte. Podríamos hacer cosas
que ningún cuerpo mortal puede… puedo tocarte de maneras que nadie
más puede, Katherine. ¡Puedo hacer que tu poder estalle en llamas! Y
podemos mandar en este vuelo, tú y yo, juntos.

Ignorando la calidez creciendo a través de mis miembros, rodé mis ojos.

—Hmm, tentador: dolor, sexo y conquistar el mundo. ¿Cuándo


empezamos?

Incluso aunque él no podía escuchar las respuestas de Lucian, Ryder


todavía podía escucharme a mí. Sus dedos, firmes, familiares y
tranquilizadores se unieron con los míos, apretando mi mano una vez. El
contacto me hizo temblar. Me hizo más fuerte. Me hizo sonreír.

Por la esquina de mi ojo, también lo vi sonriendo. Sin decir una palabra,


estábamos en perfecta sincronía.
304
No podría estar en un mundo más apartado del de Lucian.

Con mi mano libre sacudí la segunda botella, la que contenía el resto de la


poción. La sostuve frente a los ojos del Halfling y sonrió satisfecho
mientras la observaba, completamente hipnotizado.

—Sabes lo que quiero. Déjalo ir desarmado y obtendrás más que un sorbo


de mi poder. Lo probarás. Así puedes ir a molestar a los demonios de este
mundo otros cien años. ¿Qué dices?

Lamió sus labios, sus ojos nunca apartándose del contenedor en mi mano.

—Trato.

—¿Puedo confiar en ti?

Una ceja se elevó contemplativamente.

—¡Por supuesto que puedes confiar en mí! Soy un maldito ángel.

Sí, casi tan reconfortante como entregarle un par de tijeras filosas a un


hombre ciego y pedirle que corte tu cabello, pero no podía permitirme el
lujo de discutir más. Poner una segunda capa de protección había drenado
mi energía. No importaba si liberaba el círculo o no, pronto exploraría todo
por sí solo.

Dejé que la magia fluyera libre y observé a Lucian retroceder como un


hombre borracho mientras me deslizaba hacia él. Él no era mejor que un
adicto consiguiendo su droga. El mismo completo abandono. La misma
pérdida de control.

—Lily, ¿qué sucede, bebé?

Ryder agarró mis hombros, acariciándolos con dedos inseguros. La mirada


en sus ojos, la de un hombre condenado a muerte, me dijo que había
adivinado que el tiempo se había agotado. Me puse de puntillas,
presionando por un momento mis labios en los suyos.

—Quiero que te vayas ahora.

No era una petición, ni siquiera una solicitud; era una orden. Salió tan
inflexible como una espada.
305
—De ninguna manera. ¡No hay forma de que me vaya dejándote con él! —
argumentó afiladamente.

—Lo harás. O te enviaré. Me sumergí en mí poder tan profundamente esta


noche como para tirar de él —amenacé—. Te enviaré al otro lado del
mundo.

Él cambió, ahora pidiendo.

—Lily, ¡por favor, necesito estar aquí! No puedes alejarme. No puedes. ¡No!

Parpadeé las lágrimas de regreso a mis ojos, pero me sostuve en el suelo.

—No, tú no necesitas estar aquí. Si te quedas saldrás herido y no quiero


que otra vez suceda eso. ¿Lo entiendes? Ya has visto esta película antes y
sabes cómo termina. Sólo vete.

Su rostro se endureció.

—¡Hazme irme! —retó.

Nuestras miradas se atraparon mutuamente.

—Puedo y lo haré. Si así es como quieres decir adiós, bien. Lo tendrás a tu


manera.

—Lily, por favor…

Aunque al final nunca terminó. Lucian de pronto estaba de pie detrás de


él.

—¿Sabes qué? Estoy aburrido.

La misma delgada, plateada hoja que siempre usaba como arma, primero
como una extensión de su mano y luego como un arma completa, brillaba
amenazadoramente. Su brazo fue hacia adelante, apuntando al cuello de
Ryder, y grité, quitándolo del camino justo a tiempo. La hoja apenas lo
rozó…

… Antes de que se hundiera completamente en mi pecho.

Y caí.
306

Capítulo 33
Traducido por Paaau

Corregido por Mari NC

A
mbos gritaron mi nombre al mismo tiempo. Mis dos nombres, el
pasado y el actual.

Ryder, luego de levantarse desde donde yo lo había arrojado, se


lanzó hacia mí como una bala. Con lo último de mi fuerza, arrojé una
cubierta protectora en su dirección, clavándolo a donde estaba, a salvo de
Lucian tanto como durara la magia. Tanto como yo durara.

Me quedé en el pasto, mi cabeza dada vueltas, sin ser capaz de alejar mis
ojos de él. Él luchó por liberarse de mi protección, pero había aprendido mi
lección cuando rompió el círculo anterior. Me aseguré de que este
aguantara.

Desde detrás de los límites, su voz apenas llegaba, ahogada por la magia.
Pero las lágrimas, su terror, esos gritos amortiguados; la visión por si
misma era más de lo que podía soportar.

Mi propio dolor era… familiar. Había tenido mi cabeza dividida por el dolor
toda mi vida, por lo que estaba acostumbrada. Tan paralizante como la
condena eterna, pero al menos era algo conocido. Lo desconocido llegó
luego de este punto, y me asustó mucho más.

Lucian cayó de rodillas, sus ojos abiertos con conmoción y brillando con
lágrimas. Sus manos acunaron mi cara y sus alas nos envolvieron, suaves
contras mis mejillas, pero quitándome la visión de Ryder. Si hubiera
quedado algo de fuerza en mí, hubiese gritado y peleado. Pero muy poca
vida seguía siendo transmitida a través de mis venas y la estaba usando
para mantener a Ryder a salvo.

—Ay, Katherine —suspiró él—, mira lo que me has hecho hacer, estúpida,
estúpida niña.
307
El dolor que distorsionaba sus rasgos parecía muy real, y mientras las
primeras lágrimas caían de sus ojos a mi cara, me pregunté si quizás
había estado equivocada. Quizás en su propia forma retorcida, él en
verdad me había amado. Por razones que eran equivocadas, por supuesto,
ya que él era tan malo como lo ven, pero no por eso menos atractivo. Sus
lágrimas lo confirmaban.

Movió una mano sobre el lugar en el que la navaja sobresalía en mi pecho


y su rostro se arrugó. A nuestro alrededor, los tentáculos azules tejían una
suave manta, ya no me tiraba, para variar. Ya no nos cubría una suave
electricidad, este era un velo funerario.

—¡Demonios, Katherine! Rozó tu corazón, mascota. Si lo saco, estarás


muerta en cuestión de segundos. Como está… —Su mandíbula se cerró
del golpe, y parecía incapaz de pronunciar ninguna palabra por un
momento o dos—. El cuchillo está encantado y una parte de mí, el
cazador. El hechizo me obligó a matarte y este cuchillo es mi instrumento.
Morirías como resultado de un simple rasguño suyo.

Parpadeé una vez para dejarle saber que entendí. Quizás no estaba del
todo lista, pero al menos sabía en donde estaba parada.

—¿Por qué lo salvaste? ¿Por qué harías eso? —gritó él enfadado, y antes de
que lo supiera, sus labios rozaron los míos, rápido ysalvaje.

Cuando levantó su cabeza de nuevo, las lágrimas se habían secado,


dejando sólo la rabia detrás.

—¡Él debía morir! Sin él entre nosotros, estaríamos juntos. Terminaríamos


la maldición. Me perteneces, ¿puedes entenderlo? Él es un simple mortal.
Tú no. Tu sangre me llama porque es igual a la mía. Tú y yo somos
iguales.

¡Detenlo! Pienso, lanzando algunas chispas de magia en las palabras y


esperando que él fuera capaz de arrancarlas de micabeza.

Sus manos se apretaron alrededor de mi cara.

—¿Que detenga qué?


308
Oh, Dios, podía oírme. Deja de tentarme con que podría estar contigo. Deja
de decir que nos pertenecemos. ¡Ni siquiera me ves, Lucian! Todo lo que te
importa es mi poder. La magia.

—¡Tu eres la magia! —escupió las palabras que yo le había dicho a Ryder.
Hice una mueca, y no sólo por el cuchillo en mi pecho.

¡Pero nunca la pedí. No quiero ser consumida por ella. No quiero serella!

Sus ojos se suavizaron.

—Mi Kat… mi temible y pequeño Gato, ¿Acaso no tienes claro ahora que
no puedes escapar de lo que eres?

Lo sé. Pero puedo ser más con él.

El gran capullo de alas negras a nuestro alrededor seestremeció.

—¿Más? Quieres decir que puedes jugar a ser mortal con él. Puedes
pretender ser una simple humana. ¿Cómo es eso “más” exactamente?

Sé que no lo entiendes. Lo vez como un viaje de poder. Ves el mundo mortal


como un patio de juegos personal. Es mucho más que eso. Para mí es mi
hogar.

Tranquilamente, en voz baja, suplicó.

—Podría hacerlo mi hogar. Por ti. Contigo, si sólo me tienes a mí.

Mi visión se hizo borrosa; ¿eran lágrimas o el Grim Reaper, dando vueltas


cerca?

Tengo un hogar, Lucian. Ryder lo es.

La suavidad se desvaneció. Él había terminado de rogar, lo que supuse


significaba que ahora iríamos a las amenazas.

—¡No si él está muerto, no lo es! —susurró peligrosamente.

No puedes matarlo, lo sabes. El hechizo lo mantendrá vivo.

Él asintió con la cabeza, sus ojos volviéndose fríos y como el carbón.


309
—Pero puedo hacerle mucho daño. Puedo herirlo una y otra vez. Puedo
asegurarme de que pase una eternidad en una cama para enfermos, donde
los gusanos devoren su carne.

Así que, dejas inválido al chico que amo, ¿y luego esperas que te ame por
eso?

—Espero que madures y te des cuenta a dónde perteneces.

Sé a dónde pertenezco, Lucian. Le pertenezco a él.

Vi la rabia cambiar en su cara como una tormenta eléctrica. Vi rayos de


luz chispear en sus ojos, y escuché aplausos de truenos rugir en su pecho.
Y luego veo todo eso morir, poco a poco, hasta que sus ojos estaban de
nuevo azules y cálidos como el cielo de verano y su cuerpo permaneció
inmóvil sobre mí. Su rostro se volvió suave, luego dolorida, y finalmente
resignada. No sabía qué estaba pasando, pero mi cansado corazón tembló
ante el cambio. Una sonrisa, tan suave que parecía casi tímida, entreabrió
sus esculpidos labios.

A este Lucian… no lo conocía. Había clavado un cuchillo en mi pecho,


debería haber estado asustada de él. Y lo estaba, pero ya no de él; estaba
asustada por él.

—Soy un ángel. ¿Cómo puedes elegir a un mortal en vez de a mí? ¿Te das
cuenta de lo que le hace a mi autoestima?

¡Oh, no! Lucian, ¿qué estás haciendo? Puedo sentir algo… ¡algomalo! ¿Qué…
qué quieres hacer?

Tiernamente, con toda la delicadeza que nunca pensé que tendría, aleja el
cabello de mi frente. Su toque, incluso más suave por los tentáculos
vibrando alrededor nuestro, era más calmante y ligero que una pluma.

—Este mundo, este hermoso, enloquecedor y fascinante mundo, puede ser


fácilmente un hogar soñado para los Halfling. Puede ser todo lo que el
nuestro no es. Cuando llegué por primera vez aquí, me sorprendió su
sabor. Cielo, Katherine, por algunos momentos, tu mundo supo como el
cielo, ¡sólo que más picante! Pero sólo fueron momentos mascota, y luego
el sabor cambió a ceniza. No es por falta de intentos que digo esto porque,
por mucho tiempo, traté. Llené mi existencia con personas y cosas, y todo
lo que creí que podía hacer. Intenté todo lo que pude. Pero el mundo aún
310
tenía a cenizas… desde el segundo en que te sacaba a ti de él… ¿No es
acaso una triste ironía? Estoy destinado a matar lo único que hace de este
reino impresionante. Pero la realidad es que, sin ti en él, el dominio mortal
se siente como mi propio hogar maldito. Y… creo que he tenido suficiente
de él.

¡Lucian, por favor! Rogué sin saber realmente por qué lo hacía. Sólo… ¿Qué
quieres hacer?

—Darte lo que quieres, amor —dijo él, tan suavemente—. Estoy


terminando esto.

Con un roce persistente de sus labios en mi frente, se levantó. No sabía


cuál era su plan, pero mi corazón había caído directamente a miestómago.
Mala señal.

Realmente mala.

¡Lucian, espera!

Pero no lo hizo. Se alejó y luego se arrodilló, sus brazos cruzados sobre su


pecho, sus alas cayendo en cascadas tras él como ríos en una tempestad
oscura e inquieta. No pude soportar ver tanta belleza. Tanta gracia. Otro
mundo.

Una palabra surgió de supecho, y el sonido de ella hizo temblar la tierra.


El bosque tembló y se puso de rodillas ante ella. El goteo del agua de
manantial sobre las piedras hizo eco como si fuera vidrio roto. Reconocí la
palabra: la traducción más cercana al Español en la que pude pensar fue
“Michael”.

Y sólo había un Michael en el que Lucian podía convertirse. Sólo un


Michael cuyo nombre tendría un impacto gigante en el mundo a mí
alrededor. El Arcángel.

Pero, ¿por qué llamaría Lucian al Arcángel?

Para pedir ayuda, por supuesto.

Para hacer que Michael terminara el hechizo, para enviarlo de vuelta entre
los reinos.
311
Sin un cazador vinculado por magia a nuestro plan, el hechizo estaría
nulo, y Lucian estaba sacrificándose a sí mismo para darle fin. Estaba
regresando a casa por voluntad propia, al lugar al que juró nunca volver a
ver. Supe esto, de alguna forma, tanpronto como llamó al Arcángel.

La energía en el bosque cambió. Casi podía oír el crujir de las ruedas del
tiempo quedarse quitas y en silencio. Una nueva esencia llenó mi nariz,
algo infinitamente más dulce que cualquier otra cosa que hubiese olido,
como leche, galletas, miel, y especias Orientales, todo unido en algo que
era, en otras palabras, la perfección. Sonaron campanas a una distancia
indeterminada, seguidas por un sonido ahogado, el que conocí alinstante:
alas en vuelo.

La oscuridad era destrozada y puesta de rodillas. La noche gemía, pero


cedió, y la oscuridad se hizo luz.

—Michael.

Lucian, aún de rodillas como si estuviese orando, susurró la palabra con


adoración. Y al arcángel estaba ahí, lavado en un líquido resplandeciente,
más brillante que todas las estrellas en el cielo. Sólo podía mirar por entre
mis pestañas. Sus alas, inmaculadas y poderosas, se desvanecían en la luz
líquida como un poema, elogiando la belleza de todas las cosas santas.

Lucian no se movió, y pronto lo vi también evitando sus ojos. La luz


alrededor de Michael podía fácilmente derretir retinas, incluso la
diversidad Halfling, deduje.

Hasta que el resplandor desapareció, ni siquiera pude mirar. Cuando pasó,


Michael quedó pareciéndose bastante a Lucian, excepto por sus alas, tan
blancas como las de los Halfling eran negras.

Estaba descalzo, con firmes piernas enfundadas en pantalones de cuero y


nada más. Su cabello era largo, un flujo de seda castaña cepillando sus
hombros. Y justo como Lucian, su rostro era tan perfecto, me desgarró por
dentro mirarlo.

—Arise, joven —hablo él suavemente, pero de alguna forma podía oír todos
los sonidos.

El dolor en mi pecho ya no estaba ahí, lo que me llevó a creer que nada


dañino sobrevive ante la presencia del arcángel. Sin dolor, sin
312
desconfianza, sin confusión. Estaba bastante segura que él también había
detenido el tiempo. Las palabras se quedaroncortas.

Lucian se puso de pie, orgulloso y alto, con su rostro con líneas rígidas.

—Gracias por venir. Necesito tu ayuda—dijo simplemente.

La mirada de Michael descendió sobre Ryder y sobre mí, quien, ahora veía,
estaba de rodillas, manteniendo su cabeza gacha. Si no fuese por ese
molesto cuchillo aún atascado en mi pecho, habría hecho lo mismo.

—Sí —añadió el arcángel—, puedo ver eso.

Lucian lo miró abiertamente. Con determinación.

—Deseo ser puesto en libertad. Deseo liberarlos a ellos también.

Michael asintió con la cabeza lenta, pensativamente.

—Sí, joven, tú también.

—¿Puede hacerse? —preguntó impacientemente el Halfling.

El otro se rió suavemente y lo sentí flotando sobre mí, sobre el bosque, la


primavera, el mundo. Paz. Reír señala la paz.

—Esa es una pregunta sin sentido. ¿Entiendes que nunca podrás


regresar? Liberarte significa retirar la invocación de tus derechos. No
importa quién te convoque, incluida ella. —Me apuntó distraídamente—.
No serás capaz de responder. Este plano de existencia será cerrado por
siempre para ti.

Lucian, ¡detente! pensé, y la desesperación en mi voz mental me tomó por


sorpresa. Pensemos en esto. ¡Tiene que haber otraforma!

Él me ignoró, por supuesto. Entonces, ¿por qué me importaba? Porque


entendía el sacrificio. Entendía lo que se necesitaba para poner
voluntariamente tu vida por otra persona. Y conocía a Lucian… el hacía
parecer a Machiavelli como la madre Teresa. Estaba equivocado, era cruel
y desagradable. La palabra “sacrificio” no era parte de su vocabulario. Para
él hacer esto… de entre todas las cosas del Universo, tenía que elegirme a
mí para redimirse a sí mismo por preocuparle de verdad. Y quizás yo no
313
me preocupaba, no como él, no lo suficiente, pero era lo suficiente para
resentir su sacrificio.

Él cuadró sus hombros, asintiendo con la cabeza una vez.

—Conozco los términos. De hecho, estoy contando con que ellos rompan el
círculo. Lo acepto.

Michael se encogió de hombros, un elegante, ligero gesto que puso un


nudo en mi garganta.

—Muy bien, entonces. Arrodíllate.

Lucian, ¡detén esto ahora mismo! Sabes que no quieres volver allá. ¡Esto es
para siempre, idiota! ¡Detente! Grité dentro de mi cabeza.

No lo hizo. Simplemente se dejó caer de rodillas, manteniendo su cabeza


gacha, diciendo nada. El arcángel extendió su brazo y casi tocó su cabeza,
cuando Lucian susurró irregularmente: —Espera.

—¿Sí?

—¿Qué será de ellos? —preguntó él, sin levantar su cabeza.

Michael apuntó de nuevo, vagamente en mi dirección.

—Ella ha probado ser prudente en usar el poder: lo mantendrá. Vivirá,


envejecerá, y morirá, como lo haría cualquier moral. También el chico.

La cabeza de Lucian se balanceó una vez, tensamente.

—¿A ella le seguirá haciendo daño cada vez toque a alguien?

—Ese es el precio de su conocimiento —añadió Michael.

—Puedes asegurarte de que…—Entonces, Lucian se detuvo, tragando con


tanta fuerza que lo escuché—.Ella no debería lastimarse cuando lo toque
—susurró.

¡Por el amor de Dios, Lucian! Grité desesperadamente. Detén esto ahora


mismo, ¿escuchaste? ¡No lo quiero en mi conciencia! ¿No entiendes lo que
significa por siempre? ¡Te volverás loco, idiota! ¡Detenlo! ¡Por favor!

El arcángel asintió con la cabeza.


314
—Será como lo pides, joven. ¿Estás listo?

El Halfling asintió con la cabeza, también. Su rostro se inclinó, sus ojos


buscando y quedándose en los míos.

Por ahora estaba ahogándome en mis propias lágrimas, a diferencia de él,


cuyo rostro estaba seco. Había un hombre decidido en esos ojos azules, sin
una pizca de dudas ni vacilación. Sólo determinación y una profunda y
permanente sensación de tristeza.

Su voz aterciopelada hizo eco en mi cabeza una última vez. Adiós, mi


pequeña bruja.

En voz alta dijo: —Estoy listo.

La mano de Michael se posó sobre su cabeza, y supe que estaba mirando


le bleu de Lucien33 por última vez. En esos ojos, cálidos de nuevo, como los
cielos de verano. Hubo un golpe seco, seguido por despliegue de pirotecnia,
y luego la luz brillante se los llevó. Ambos se fueron.

El cuchillo en mi pecho se evaporó inexplicablemente, y sentí la herida


cerrándose. Sin dolor, mareos, o cualquier otro efecto secundario haciendo
alusión a mi encuentro cercano con la muerte.

Pero un nuevo agujero se abrió en mi pecho. Y sólo porque este no tenía


un cuchillo que sobresalía, no significaba que doliera menos.

Lentamente, gentilmente como si fuese hecha de vidrio, Ryder me toma en


sus brazos. Escondo mi rostro en su pecho perfumado de pino y lloro.
Lloro sin siquiera tratar de explicar por qué lo hago.

Y él… él sólo me sostuvo y me calmó. Susurró en mi cabello y alejó con


besos mis lágrimas.

Y cuando no lloré más, me llevó a casa, justo como en la novela de Jane


Austen. Por una vez, no me quejé.

Mi corazón pesaba toneladas. Trozos de plomo metidos en mi caja torácica,


gotas de ácido: así era como me sentía.

“Las cosas se quedan contigo”, decía él, y el pasado crece en un organismo


vivo que nunca puedes quitarte de verdad de encima. Todo lo que alguna
33Le bleu de Lucien: Se refiere a los ojos de Lucian.
315
vez hiciste, lo bueno y lo malo, se supone que siempre está en tu camino,
respirando en tu cuello. Linkin Park incluso escribió una canción acerca de
eso. El tiempo actúa, dice la gente, o eso esperan, y eventualmente algo de
eso incluso se olvida, enterrado profundamente. Yo no lo sabría, ya que
tengo diecisiete años y no soy miembro de Linkin Park. Pero lo que sí sé,
es que, incluso si vivía cientos de años, nunca iba a olvidar a quien le
debía todos mis días. El sacrificio de Lucian siempre estaría conmigo.
Recordar eso era lo menos que podía hacer, en memoria de él.

Pero cada que hiciera eso, cada vez que el nombre de Lucian se deslizara
en mis pensamientos, me recordaría también la elección que hice. Y eso
podría hacerlo menos doloroso porque nunca me había arrepentido de mi
decisión. Ryder era mi hogar. Mi refugio.

El yang para mi yin. Él era quien balanceaba las fuerzas en mí. El que
quería a la chica pero que no le importaba la bruja tampoco. Hecho a mi
medida.

—Gracias por elegirme —susurró él tranquilamente.

Sus ojos fijos en los míos, ya no se arremolinaban, estaban grises, y con


matices dorados. No estaba triste ni enojado, sino que abierto como un
libro para mí.

—No digas eso. Nunca hubo una elección.

—Claro que sí —respondió suavemente—. Y sé exactamente lo que elegiste


al elegirme. Y a lo que renunciaste.

Por supuesto que él sabía. El yang para mi yin, ¿recuerdas?

—Así que, gracias.

¿Ves? La decisión correcta, ahí.

—Bájame —dije. Mi casa ya era visible detrás de la línea de árboles.

Lo hizo.

Me levanté en la punta de mis pies, y tomé su rostro en mis manos.

—No sería yo sin ti.


316
—No sería nada sin ti —susurró él, bajando esos labios pecaminosos hacia
mí.

—Gané.

Mano en mano, hicimos nuestra camino hasta mi casa. Un futuro


extendiéndose frente a nosotros, tan ampliamente cualquier ojo puede ver.
Que, por supuesto, abrió la puerta a un mar de otros asuntos.

—Así que… ¿Cuándo crees que le deberíamos decir a mis padres que
estamos casados?

Se rió, deteniéndose de poner un beso en mi nariz. Luego su expresión se


volvió seria.

—Te amo, Lily.

Calidez se esparció por mis mejillas.

—Nunca me canso de escucharte decir eso.

—Eso es bueno, porque estás buscando setenta años de escucharlo.


Diariamente.

Sonreí de vuelta, pensando en nada más que cómo podía aguantar.

Su celular sonó tan pronto como llegamos a mi porche y Mary Kate avisó
que J estaba bien. El doctor la llamaba una recuperación “milagrosa”. Ni
siquiera me había preocupado por eso, porque incluso si la poción fallaba,
tenía ahora mucho tiempo para intentarlo de nuevo. Después de todo,
conseguí mantener mis poderes. Aún era una chica rara.

Pero era la chica rara de Ryder.

Y eso hacía un mundo de diferencia.

El Fin
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Sobre la autora

Ramona Wray:
De origen Rumano (no se le conoce
ninguna asociación con
vampiros).Lectora compulsiva. A penas
decente, pero una esposa
extremadamente afortunada. Madre
cariñosa (de las peores). Enganchada a
la literatura de Adultos Jóvenes.
Amante de la música. De alma indie.
Con el temperamento de un guerrero.
Laboriosa escritora. De boca
inteligente. Optimista Perpetua.
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I ♥Purple Rose
www.purplerose1.activoforo.com

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