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TODO lo bueno nos ha venido de Dios.

Él hizo el Sol para darnos luz de día, y la


Luna y las estrellas para darnos alguna
luz de noche. Y la Tierra para que
vivamos en ella.
La Biblia revela la razón por la que Jesús ha
tenido un mayor impacto en la historia humana
que cualquier otro hombre que se haya
dedicado a hacer el bien. Cuando Jesús les
preguntó a sus amigos quién creían que era,
uno de ellos acertadamente respondió: “Tú eres
el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mateo 16:16)
Dios nos creó en Comunidad y nos quiere salvar en
Comunidad. Por esa razón en el mensaje de Jesús
siempre hay una llamada a la Comunidad, que tiene su
fundamento, su origen y su meta en la misma
Comunidad divina, la Santísima Trinidad.
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la Verdad formando parte de la gran
COMUNIDAD del REINO de DIOS. Por eso, se escoge un
resto, la Iglesia (nuevo Israel), para anunciar este Reino y
reunir a toda la humanidad en él. La Comunidad de la
Iglesia no es en sí misma la totalidad del Reino de Dios,
sino que está al servicio de él como germen y levadura.
La Iglesia no existe para sí, sino para una MISIÓN: que
toda la humanidad de todo lugar y tiempo conozca a
Dios y forme parte de su REINO DE AMOR, ahora y en la
eternidad.
Jesús nos ha revelado los secretos del Reino de los
Cielos. La suprema de sus enseñanzas es el secreto de
Dios mismo. Nos ha hablado de la vida de Dios. Nos
enseñó que Dios, siendo uno solo, hay en El tres
Personas iguales. Nos dijo sus nombres: Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
Jesucristo eligió a
doce hombres que le acompañarían en Su ministerio
para llevar Su testimonio de Salvación al mundo, los
doce apóstoles. Ninguno de ellos era sacerdote, ni
escriba o anciano de los fariseos o saduceos. Llama la
atención que el Señor no eligiese a ningún Judío
vinculado al liderazgo religioso de Israel, aunque Juan
era conocido del sumo sacerdote, sería el más feroz
seguidor del Maestro y Mesías.
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este
pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne
para la Vida del mundo".

Del Evangelio según san Juan (Jn 6, 51-58).

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