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Ahora continuamos con una sección muy interesante que es Nación y soberanía.

Aquí resalta la
soberanía popular que es un concepto defendido por los liberales, pero a la vez es muy
discutido puesto que implicaba que todo el cuerpo social fuese integrado, esto es siguiendo el
ideal propuesto por la Revolución Francesa de 1789, en donde se destaca que « (…) cuando
hablamos de la soberanía popular, nos referimos no a ciertas clases de la sociedad, sino al todo
o a la reunión de los individuos que la forman». Esta idea será determinante para poder
plantear las siguientes reformas en el país y alcanzar la democratización. El individuo debe
tener que unir sus voluntades con otras personas, así se conseguirá, mediante una libre
elección integrarse con otros seres con los que compartan las mismas expectativas, de allí
resulta claro formar una comunidad soberana, integrada por sus habitantes libres; esta figura
se encuentra en la constitución de 1856, la cual establece en su artículo primero que «la nación
peruana es la asociación política de todos los peruanos» y se reafirma en el artículo tercero en
donde indica que «la soberanía reside en la nación, y su ejercicio se encomienda a los
funcionarios que establece esta constitución». Allí está claramente la idea de que esta
soberanía es la que va permitir el desarrollo de la institucionalidad.

Ahora pasamos a las garantías individuales de los cuales vamos a mencionar los más
resaltantes e impactantes en su momento. El primero es acerca de la libertad de imprenta; sin
embargo, es importante mencionar un concepto que es acerca de la opinión. Todos los
individuos tienen el deber de ejercer su opinión, según la mentalidad de los liberales, y claro si
la persona siente que sus libertades son amenazadas, si aprecia que las instituciones políticas
ya no cumplen sus funciones de satisfacer sus necesidades y las de los demás, es necesario que
manifieste su opinión para que de esta manera las instituciones puedan cambiar, porque así
también los individuos de la sociedad podrán expresar sus opiniones críticas a las coyunturas
de injusticia, marginación y explotación. El momento posibilitó que se cree toda una corriente
de opinión en todo el país, que obligará a impulsar cambios racionales, que permitirá expresar
la verdadera voluntad de la sociedad civil. Entonces, tanto en el Estatuto Provisorio de 1855
como en la Constitución de 1856 establecen la libertad de imprenta donde las normas van a ser
publicadas en la prensa para que las personas puedan conocerlas y tener la capacidad de
organizar debates, formando opinión pública.

Ahora, otra de las garantías individuales más resaltantes es acerca del fin de la esclavitud
donde en el estatuto provisorio de 1855, ya se esbozaba algo de lo que se planteara en la
Constitución de 1856, el cual estipuló que todos somos libres, sean nacidos en el territorio o
naturalizados. El problema que surgió es con respecto a la condición de los negros. ¿Acaso son
peruanos?, ¿Pueden participar en esta construcción del país?, son las interrogantes que
rondaban. Finalmente, para la convocatoria a las elecciones de La Convención, se determinó la
condición de su peruanidad.

Otra garantía individual es acerca de la educación primaria gratuita, el cual fue la búsqueda de
una educación integral del individuo y su perfeccionamiento «moral, intelectual, estético y
físico» y más adelante vamos a complementar esta ley junto a otra que está en la sección de
ciudadanía.

Aquí ya pasamos a dos garantías individuales que para José Gálvez son unas de las leyes más
importantes: en primera tenemos la abolición de la pena de muerte. Hubo diversas críticas
hacia esta ley donde manifestaban que lo único que estaban haciendo era favorecer a los
ladrones, violadores, asesinos y perjudicando a los peruanos. Sin embargo, hay que recalcar
que El humanismo de José Gálvez es evidenciado en su defensa del artículo 16° del Proyecto de
Constitución presentado por la Comisión, sobre el principio de inviolabilidad de la vida de la
persona y la prohibición de la pena de muerte. José Gálvez sostuvo que la sociedad no tiene el
derecho de matar a una persona y por ello no había una razón para imponer la pena de
muerte, que la sociedad no estaba autorizada para cometer una injusticia; asimismo frente a
los representantes que postulaban la pena de muerte al menos como medida transitoria por
razones de interés social, señaló que, si era injusto matar, no se debía apelar a la conveniencia
social para sobreponerla a la justicia.

En segundo lugar, tenemos a la igualdad ante la ley donde con solo ver la abolición de la
esclavitud, la abolición del tributo indígena y el posterior derecho universal (masculino) al
sufragio evidenciaba que se respetaba dicha ley.

Ahora, respecto a la ciudadanía, es crucial, por ello tenía que establecerse normas claras y, ante
ello, se criticó lo establecido en la Constitución de Huancayo que colocaba su ejercicio desde
los 25 años, lo cual mostró una discriminación notoria hacia la juventud y ensañamiento a sus
capacidades. La Constitución de 1856 determinó que la ciudadanía se ejerce desde los 21 años
lo cual estaba en consonancia con el Código Civil que establecía que un individuo puede ejercer
sus atributos desde esa edad.

En cuanto al atributo de saber leer y escribir como se establece en el artículo 37, se consideró
que si es necesario para el ejercicio de la ciudadanía y la comprensión y el ejercicio de las
normas; por ello era indispensable que el Estado proveyera de servicios de instrucción a sus
pobladores, en particular la educación primaria Era indispensable que se estableciera su
gratuidad, como finalmente ocurrió. Los pobladores que sin instrucción están expuestos a las
manipulaciones de los políticos demagogos y pueden ser fácilmente engañados. La norma
finalmente fue respetada por la Constitución de 1856.

Así mismo, como novedad, la propiedad fue incluida como un requisito para sufragar.
Tempranamente, desde las primeras leyes del Protectorado de San Martín, la propiedad o la
demostración de determinado nivel de ingreso habían sido condiciones para ser ciudadano (en
el sistema de sufragio indirecto) o representante ante el Congreso. Sin embargo, la referencia a
la propiedad, después de la Constitución de 1823, no fue considerada. Tampoco en el proyecto
de Constitución de 1856, entregado a la Convención el año anterior2. Sólo aparecería meses
más tarde, y quedaría como uno de los requisitos de sufragio en las Constituciones de 1856 y
1860, acorde con el proceso de reconstitución de la elite limeña y costera, a partir del boom
guanero. El único requisito que queda es el de ser retirado, conforme a la ley, después de haber
servido en el Ejército o Armada. En nuestro concepto este es un requisito de mediana
exclusión, pues no estaba al alcance de todos el servicio militar, y menos aún en la armada.

Finalmente, el requisito de pagar contribuciones directas para ser considerado ciudadano,


también es calificado como algo restrictivo dado que solo una minoría privilegiada con acceso a
la industria y a la gran propiedad estaría beneficiada. Dicho requisito estaba en la Constitución
de 1839 y con ello se violaría flagrantemente la soberanía de la nación y un grupo minoritario
gobernaría al país creándose una oligarquía. Los liberales en la constitución de 1856 finamente
no incluyeron dicha norma porque atentaba contra los intereses de la nación. En síntesis,
estamos ante un modelo de ciudadano como el hombre letrado. La voluntad de exclusión del
constituyente es evidente; en otras palabras, la ciudadanía continúa restringida.

A continuación, tenemos la relación estado – iglesia. (explicar bien bonito la primera parte)

Al iniciarse el año de 1856 se podrá apreciar un nuevo debate entre los liberales y
conservadores, esta vez el tono de la disputa giró en torno a cómo considerar a la religión
dentro de la nueva constitución. Los liberales buscaban establecer la doctrina regalista, donde
el Estado tuviera participación y control de aquella institución, por otro lado, encontramos a los
denominados ultramontanos, donde se destaca la nítida figura de Bartolomé Herrera, y una
serie de clérigos que van a luchar para que la Iglesia Católica mantenga sus fueros y privilegios.
En los meses previos a la convocatoria de la Convención Nacional de 1855, los ánimos se
encendieron debido a los planteamientos liberales regalistas que partía por el asunto de la
tolerancia religiosa, el cual era visto por los conservadores como un ataque al orden existente.

Dentro del Estatuto Provisorio de 1855, una de las situaciones más resaltantes e impactantes
de su época fue que en ningún artículo establece el reconocimiento de la religión católica como
la oficial del Estado, por lo que se decía que dicho estatuto era ateo según los ultramontanos
ya que el Estado siempre ha garantizado la protección de la religión católica para que la
sociedad se rija ante dicha religión. Los liberales regalistas planteaban que la Iglesia no necesita
la protección de nadie.

(mencionar el católico y el porvenir)

Por otro lado, dentro del Estatuto Provisorio de 1855, en el artículo 8 inciso 3, establece la
libertad de expresión sea de manera oral o por escrito el cual sería publicado gracias a la
imprenta (García, 2005, p. 297). No obstante, como manifiesta Ibérico (213), sucede que hubo
un conflicto entre el ministro de culto y el Intendente de policía quienes eran José Gálvez y José
Jesús Ayllón, respectivamente. Esta tensión entre ambos personajes se da porque el diario El
Católico publica un artículo donde la función de los obispos y/o sacerdotes era proteger al
Estado de las leyes que establecen la irreligiosidad en el país y el autor de dicho artículo fue
Francisco Solano quien era un joven ultramontano y uno de los máximos representantes de la
Iglesia en el Perú. Esto conllevó a que José Gálvez cierre de manera temporal el diario El
Católico y es a raíz de esto que cuestionan el artículo porque es contradictorio, no respeta la
libertad de expresión de la Iglesia.

Se argumentan las ventajas y beneficios que llegarían al país si se logra eliminar la protección
que goza la Iglesia junto a sus privilegios, lo cual llevaría a tener grandes logros e incidiría en
el desarrollo material del país. Mesones para complementar la idea sustentada, menciona que
la tolerancia debería ser un dogma político, ya que está de la mano con el progreso del país,
por ello el Legislativo debía establecer la tolerancia. El argumento del convencionalista liberal
José Gálvez, sigue la lógica regalista, pues comenta que no solo se trata de discutir que el
Estado Peruano tenga como única religión a la católica, sino también debe discutirse por qué
debe excluirse a otras religiones, pues de establecer eso, caeríamos en la intolerancia y
concluiría en una discriminación a los ciudadanos extranjeros. Los diputados que quieren que
el Estado proteja la religión católica, y que además esta sea la única del país son los que están
en contra de los argumentos de la tolerancia. Pedro José Tordoya plantear la tolerancia es un
completo absurdo para nuestra realidad. Lo que en verdad debe darse, argumenta este
diputado, es que se aprueben buenas leyes que favorezcan las garantías de los extranjeros que
protejan sus propiedades, incluso plantea que deberían concederles derechos políticos. Si
nuestro país se encontrase en orden y paz, la migración sería fácil y no tendría que discutirse la
cuestión religiosa. El diputado Felipe Cortez complementa la idea anterior, al mencionar que
los migrantes no van a venir al país por la tolerancia religiosa, dado que las distancias con el
Perú, son muy extensas y lejanas. Lo que lo atraerá es que le den garantías para que puedan
hacer grandes labores económicas. Finalmente, el asunto religioso, concluyó con la aprobación
del artículo sobre la unidad de la religión en torno al catolicismo, y circularon escritos
felicitándose sobre el triunfo de la religión.
De esta manera, se cierra este evento sobre la tolerancia de cultos y la cuestión religiosa con
respecto a La Convención, pero esto no quedará aquí, pues para el año siguiente, es decir en
1856, la confrontación en torno a materia religiosa se desarrolla nuevamente, esta vez los
puntos giran en torno a la abolición de los diezmos y los fueros eclesiásticos, donde se
crisparon los ánimos. Los ultramontanos desde El Católico vuelven a calificar absurda a la
política liberal de La Convención por querer poner a alguien que no que no perteneciera a la
organización eclesiástica que los juzgue; así se inicia la batalla por la defensa de los fueros
eclesiásticos que terminó como sabemos cuándo se promulgó la Constitución de 1856, abolió
los fueros y los privilegios de la Iglesia que finalmente se aprobó el 4 de agosto de 1856, esta
medida también se ratificara por el Congreso de 1860.

que la iglesia católica era sumamente importante no solo para los ultramontanos, sino también
para los liberales – regalistas, ya que “la Iglesia era, según la tradición regalista española, la
base para una sociedad ordenada y civilizada; por tanto, sus miembros debían estar bajo la
autoridad del Estado […]” (Ibérico, 2013, p. 56). Esto conllevaba a la abolición de los diezmos y
el fuero eclesiástico. Para los ultramontanos, dicha noticia no fue de su agrado y manifestaron
que no se puede mezclar el poder temporal con el poder divino que es permanente porque es
de Dios.

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