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FRAGMENTO DE BORGES Y JUSTIFICACIÓN DE LA ELECCIÓN

“Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de ra-
zones para que la poesía fuera admirable; naturalmente, ese ulterior trabajo modificaba la
obra para él, pero no para otro.”
(“El Aleph” en El aleph, 1949)

Elegí este fragmento extraído del cuento “El Aleph” de Jorge Luis Borges porque tiene una
fuerte impronta de su estilo de escritura: allí se delinea una moral del lenguaje (en el sentido
que le otorga Roland Barthes 19531). Esta moral es formalista, ya que Borges inscribe ciertos
elementos textuales propios de las vanguardias, esto es, hace elecciones lingüísticas que re-
miten a pensar el discurso literario.
En este cuento, Borges habla del Aleph como aquél objeto abstracto que incluye a todos los
tiempos y todos los espacios, es decir, es un infinito. Y dentro del Aleph existe otro Aleph y
así sucesivamente. Por lo tanto, el fragmento que seleccioné se inscribe en una temporalidad
que es infinita: el trabajo del poeta debe ser trascendental. A pesar de que el autor empírico
sea un ser finito, es decir, desaparece a raíz de su muerte; la figura del autor que deja huellas
en el texto y en su obra debe ser infinita: ir más allá, ser ulterior.
Por lo tanto, al hacer hincapié en la “invención”, inmediatamente podemos leer la invención
literaria como un conjunto procedimiento que encontramos y que conforman al texto que se
conectan entre sí y atraviesan toda una obra. Por eso, creo que al remarcar que “el trabajo del
poeta no está en la poesía sino en las razones para que la poesía fuera admirable” tiene mucho
que ver con lo que al principio expuse respecto de la moral formalista: es Borges quien está
preocupado por la trascendencia de la obra. Y las marcas que hallamos en el texto marcan
esa temporalidad que debe ser trascendental y resignificarse a medida que nuevos lectores
aparezcan y el tiempo siga avanzando. Esto reivindica la obra.

Retomé algunas ideas de los siguientes textos:


Sarlo, Beatriz (2007). Borges, un escritor en las orillas
Molloy, Sivia (1999). Las letras de Borges

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En el “Prólogo” de El grado cero de la escritura (1953) Barthes expresa que no hay literatura sin una moral
del lenguaje, es decir, no existe texto que no remita a las elecciones que el escritor realiza en los modos de
pensar y significar la literatura, valiéndose de los posibles que brindan la historia y la tradición y dejando ex-
preso lo que quieren que la literatura sea y deje de ser en un momento determinado (ver Escritores de Sur de
Judith Podlubne, 2008)

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RELATOS/ANÉCDOTAS DE MI ACERCAMIENTO A LA LITERATURA:

Mi acercamiento a la literatura fue en los primeros años de la escuela primaria, cuando tuve
acceso a la biblioteca del establecimiento. La maestra nos llevaba todas las semanas a elegir
un libro y la bibliotecaria era la facilitadora de los textos: era ella quien, a través de establecer
relaciones entre las cosas que nos gustaban hacer o las historias que nos gustaba escuchar,
nos proponía algún texto literario que podía ser de nuestro interés.
Volvíamos a casa cada semana con un libro distinto y llegado el plazo de devolverlo nos
reencontrabamos en la biblioteca escolar para intercambiar nuestras experiencias con los li-
bros que cada uno de los compañeros se había llevado. Así, al intercambiar relatos, descu-
bríamos otros libros que eran de nuestro interés y los íbamos intercambiando entre compa-
ñeros.
Este interés creció y ya en la escuela secundaria pude reapropiarme del espacio de la biblio-
teca. Entonces, en los recreos solía ir a biblioteca ya sea para hacer la tarea o para estudiar
para las asignaturas. Al estar siempre en una mesa con otros compañeros que también estaban
allí leyendo, y al estar rodeada siempre de estanterías llenas de libros, iba a cada sección a
ver qué libros había y también pedía ayuda y recomendaciones a las bibliotecarias.
Ya para los últimos años de la secundaria, participaba de proyectos que proponían las docen-
tes de lengua de los distintos años y que consistían en hacer, una vez por año, una interven-
ción que atravesara a toda la escuela. A través de la literatura se pensaban distintas activida-
des, desde juegos hasta el montaje de instalaciones artísticas y representaciones que incluían
música, muestras teatrales, entre otras.

Otro recuerdo que tengo de mi acercamiento a la literatura es que al no haber tenido acceso
a una computadora y a internet sino ya en la adolescencia, de chica me gustaba ir a ferias de
libros que a veces se hacían en distintos establecimientos educativos. Iba con mi mamá y con
ella elegíamos libros. Nos acercamos juntas a la literatura y a los distintos géneros literarios:
con ella compraba historietas y hasta libros que, de una forma literaria, me enseñaban a co-
nocer cosas sobre la evolución que mi cuerpo atravesaba desde la infancia hasta la pubertad.

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¿Qué es la literatura?

La literatura es una construcción textual principalmente ficcional. Es la construcción de un


verosímil, es decir, que a través de algún acontecimiento extraído de la realidad podemos
construir un nuevo relato y otorgarle una nueva significación. Esta nueva significación se da
a través de la posibilidad de invención que caracteriza al fenómeno literario.
En el texto literario encontramos un yo textual que narra los acontecimientos y que nos per-
mite corromper los límites reales, ya que al ser un verosímil, podemos hilar con nuestra ima-
ginación los relatos que allí se enmarcan. Por lo tanto, la literatura lejos de ser transmisora
de valores, es una construcción que parte desde diversos procedimientos lingüísticos que
ponen de manifiesto una forma y un sentido en el texto. Entonces, la literatura es una conju-
gación de forma y contenido.
En los textos literarios también se construye la imagen de un lector, es decir, el texto está
dirigido para esa imagen que, lejos de ser empírica, ya está inscripta en éste. En el texto
siempre se habilitan dos vías de lectura: una encuentra a aquél lector que tiene una lectura
placentera, es decir, su lectura es ociosa y no suele ser pretenciosa. La otra es una lectura que
atraviesa al lector. En este sentido, es pertinente hablar de texto de goce: es ese texto que
atraviesa, que genera preguntas, inquietudes, incomodidades al leerlo.
Estas dos categorías de texto de placer y texto de goce retomadas del filósofo y literato Ro-
land Barthes (1973)2 son explayadas muy brevemente aquí, ya que me pareció pertinente
hacer referencia a esta irrupción que la lectura hace o no hace, que la lectura genera o no
genera.
Otra cuestión importante en la literatura es que podemos reconocer distintos géneros litera-
rios. Estos géneros permiten delinear ciertos parámetros textuales que los diferencian a unos
de otros en su configuración formal. Así, el cuento suele ser un relato breve a comparación
de la novela, donde la narración es mucho más extensa.
La cuestión genérica fue planteada por Mijaíl Bajtín (1982)3 quien se preguntó qué era un
género discursivo. Entonces planteó que los géneros eran formas estables de enunciados con-
cebidos dentro de la esfera humana. Según las actividades de las distintas esferas humanas
podemos reconocer distintos géneros como el periodístico, el literario, el político, entre otros.
Estas formas se distinguen según el uso que hacen de la lengua, es decir, estos enunciados
reflejan las condiciones específicas de estas esferas por su contenido temático, su estilo ver-
bal y por su composición y estructuración.
El planteo de los géneros resulta importante aquí para resaltar la construcción del verosímil.
La literatura se gesta en los llamados “géneros secundarios”, es decir, requieren un proceso
de elaboración que resulta más complejo: toman aspectos de los “géneros primarios”, es de-
cir, de enunciados proferidos en la cotidianeidad y generalmente en el habla oral, para trans-
formarlos. En este proceso pierden su relación directa con la realidad y, a través del estilo
verbal que se lleve a cabo, se constituye como relato ficcional.
Por último, lo que me parece importante destacar de todo este proceso es que la literatura
logra romper con la cotidianeidad: al construir un relato verosímil logra poner de manifiesto
un artificio literario que desautomatiza, es decir, pone énfasis en ciertos aspectos que en los
llamados “géneros primarios” pasan desapercibido, interpela al lector, está abierta a resigni-
ficaciones y configura distintos sentidos.

2 Ver El placer del texto (1973) de Roland Barthes


3
Ver Estética de la creación verbal (1982) de Mijaíl Bajtín.

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