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traducción de

FLORA B O T T Ü N BURLA LA
CONQUISTA
DE
AMÉRICA
el problema del otro

por
TZVETAN T O D O R O V

m
siglo
veintiuno
editores
ÍNDICE GENERAL

siglo ventiuno editores, s.a, de c.v.


CLÍÍÍiO DEL AGUA 24S, DELEGACION COYOACÁN, 04310 MÉXICO. D.F.

siglo veintiuno de españa editores, s.a.


1, D h S C U Ü R i R
PRÍNCIPE DE VERGARA, 78 V OCHA . MADRID, ESPAÑA
El descubrimiento de América. 13: Colon hermeneuu,
23, Colon v ios indios. 41

2 CONQUISTAR
Lsis razones de la victoria, 54: Moctezuma y lo- signos.
•'D: Cortés y ios signos, i Ufe

3. A M A R
Comprender, tomar y destruir. 137; Igualdad o
desigualdad. 1 5 /: Escla vismo, colonialismo y
cumumcjción, I82

4, C O N O C E R
tipología de ias relaciones con el otro, 1-93; Duran, o c
mesnzaje de las cukuias, 2 12; La obra de Salugdn, 224
E l ’Í L O U O . L A P R O F E C Í A D e L A S C A S A S

N O I A UÍL’L I O G R Á H C A

ÍNDICE DL ILUSLR A C I O N L S

ÍNDK...E D l N O M B R t i V DE OBRAS A N O N IM A S

edición ai cuidado de maní soler


portada de ¡nana luisa martínez passarge

primera edición en español, 1987


novena edición, en español, 1998
O siglo xx¡ editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-1217-5

primera edición en francés, 1982


título original: la conquête de l 'amérique. la question de l ’autre

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico/prmled and made in raexico
DEDICO ESTE T.!P5<0 A LA MEMORIA DE UNA
MUJER MAYA DEVORADA POR LOS PERROS
E! capitán Alonso López J e .Avila picucho una moza nidia
y bien dispuesta v gentil mujer, andando en La guerra ele
Bacalar, Esta prometió .i su mando, temiendo cine en la
guerra no la matasen, no conocer otro hombre sino éi y
asi iiü bastó persuasión con elia para que no se quitase
la vida por no quedar en peligro ele ser ensuciada poi otro
varón, por lo cual la lucieron aperrear.

D1CCO De CANDA.
Rtindón líe ¡di reo a ¡!¡: Yureídi;, 3 i

¿4
1. D E S C U B R IR

El DESCUBRIMIENTO DE A.MÉRTCA

Quiero hablar dd descubrimiento que d yo hace del otro. El tema es


inmenso. Apenas lo formula uno en su generalidad, ve que se subdi­
vide en categorías y en direcciones múltiples, infinitas. Uno puede
descubrir a los otros en uno mismo, darse cuenta de que no somos
una sustancia homogénea, y radicalmente extraña a todo lo que no
es uno mismo: yo es otro. Pero los otros también son yos: sujetos
como yo, que sólo mi punto de vista, para el cual todos están allí
y solo yo estoy aquí, separa y distingue verdaderamente de mí. Pue­
do concebir a esos otros como una abstracción, como una instancia
de la configuración psíquica de todo individuo, como el Otro, el otro
Y otro en relación con el yo; o bien como un grupo social concreto
al que nosotros no pertenecemos. Ese grupo puede, a su vez, estar en
el interior de la sociedad: las mujeres para los hombres, los ricos para
los pobres, los locos para los “ normales” ; o puede ser exterior a ella,
es decir, otra sociedad, que será, según los casos, cercana o lejana:
seres que todo acerca a nosotros en el plano cultural, moral, históri­
co; o bien desconocidos, extranjeros cuya lengua y costumbres no
entiendo, tan extranjeros que, en el caso límite, dudo en reconocer
nuestra pertenencia común, a una misma especie. Esta problemática
del otro exterior y lejano es la que elijo, en forma un tanto cuanto
arbitraria, porque no se puede hablar de todo a la vez, para empezar
una investigación que nunca podrá acabarse.
Pero ¿cómo habla de ellas En tiempos de Sócrates, el orador solía
preguntar al auditorio cuál era su modo de expresión, o género, pre­
terido: ¿el mito, o sea el relato, o bien la argumentación lógica? En
la época del libro, no se puede dejar esta decisión al público: ha sido
necesario hacer una elección previa para que ei libro exista, y uno
se conforma con imaginar, o desear, un público que respondiera de
tal manera con preferencia a tai otra; y uno se conforma, también,
con escuchar la respuesta que sugiere o impone el tema mismo. He
elegido contar una historia. Más cercana al mito que a la argumenta­
ción, se distingue de ellos en dos planos: primero porque es una bis-
14 D IiS C U B R ÌR
t-i. D t S C U B i ü M i E N i O DK AMÉ R IC A

fona verdadera (cosa que el mito p o d ía pero no debiti ser), y luego Pero el descubrimiento de América no sólo es esencial para noso­
porque mi interés principal es más el de un moralista que el de un tros hoy en día porque es un encuentro extremo, y ejemplar: al lado
historiador: el presente me importa más que d pasado. A la pregun­ de ese valor paradigmático tiene otro más, de causalidad directa. Cier­
ta de cómo comportarse frente al otro, no encuentro más torma de to es que la historia del globo está hecha de conquistas y de derrotas,
responder que coniando una h is to r ia ejemplar (ése será el género ele­ de colonizaciones y de descubrimientos de los otros; pero, como tra­
gido). una historia que es, pues, tan verdadera como sea posible, pero taré de mostrarlo, el descubrimiento de América es lo que anuncia
respecto a la cual trataré de no perder de vista lo que los exégetas y tunda nuestra identidad presente; aun si toda techa que permite
de la Biblia llamaban d sentido tropològico, o moral. V en este libro separar dos épocas es arbitraria, no hay ninguna que convenga más
alternarán, algo así como en una novela, ios resúmenes, o visiones para marcar el comienzo de la era moderna que el año de 1492, en
de conjunto sumarias; las escenas, o análisis de detalle, llenas de citas; que C o ló n atraviesa el océano Atlántico. To d o s somos descendien­
las pausas, en las que el autor comenta lo que acaba de ocurrir; y, tes directos de C o ló n , con él comienza nuestra genealogía — en la
claro está, frecuentes elipsis u omisiones: pero ;no es ése el punto medida en que la palabra “ comienzo” tiene sentido. Desde 1492 esta­
de partida de toda Historia? mos en una época que, corno dijo Las Casas refiriéndose a la nave­
De los numerosos relatos que se nos ofrecen, he escogido uno; gación de C o ló n , es "tan nueva y tan nunca [. . .] vista ni oída” (His­
el del descubrimiento y la conquista de Amène a. Para hacer mejor toria (te tas in d ia s, i, 8 8).1 Desde esa techa, el mundo está cerrado (aun
las cosas, me he dado una unidad de tiempo: el centenar ele años que si el universo se vuelvo infinito), “ e el mundo es poco” , como habrá
siguen al primer viaje de Colón, es decir, en bloque, ei siglo xvi; una de declarar en forma perentoria el propio C o ló n ("Carta a los Reyes” ,
unidad de lugar: la región del Caribe y de. México {lo que a veces 7.7.1503; una imagen de C o ló n transmite algo de este espíritu, cf.
se llama Mcsoamérica); por último, una unidad de acción; la percep­ fig. 2); los hombres han descubierto la totalidad de la que forman
ción que tienen los españoles de los indios será un único tema, con parte mientras que. hasta entonces, formaban una parte sm todo. Este
una sola excepción, que se refiere a Moctezuma y a los que lo rodean. libro será un intento de comprender ¡o que ocurrió aquel día, y duran­
Dos justificaciones fundamentaron —a posteriori— la elección de te el siglo que le siguió, por medio de la lectura de algunos textos,
este rema como primer paso en el mundo tld descubrimiento del otro. cuyos autores serán mis personajes. Ellos monologarán, corno Colón;
En primer lugar ei descubrimiento de América, o más bien el de los iniciarán ei diálogo de los actos, como Cortés v M octezuma, o el
americanos, es sin duda el encuentro más asombroso de nuestra his­ de las palabras sabias, a la manera de Las Casas y Sepúlveda; o aquel
toria. En el “descubrimiento” de los demás continentes y de los demás otro, menos evidente, de Duran o de Sahagún con sus interlocuto­
hombres no existe realmente ese sentimiento de extrañeza radical: res indios.
los europeos nunca ignoraron por compiere la existencia de xAfrica, — Pero basta de preliminares; vamos a los hechos.
o de la India, o de China; su recuerda está siempre ya presente, des­ Se puede admirar la valentía de Colón (y no se ha dejado de hacer­
de los orígenes. Cierto es que la Luna está más lejos que America, lo, miles de veces): Vasco de Gama o Magallanes quizás emprendie­
pero sabemos hoy en día que ese encuentro no es cal, que esc descu­ ron viajes más difíciles, pero sabían adonde iban, a pesar de toda su
brimiento no implica sorpresas del mismo tipo: para poder fotogra­ seguridad. Colón no podía tener la certeza de que al final del océano
fiar a un ser vivo en la Luna, es necesario que un cosmonauta vaya no estuviera el abismo y, por lo tanto, la caída a) vacío; o bien de­
a colocarse frente u la cámara, y en su casco sólo vemos un reflejo, que ese viaje hacia el oeste no fuera el descenso de lina larga cuesta
el de otro terrícola. Al comienzo del siglo xvt los indios de Ameri­ puesto que estamos en la cima de la tierra— , y que después no
ca, por su parte, están bien presentes, pero ignoramos todo de ellos, lucra demasiado difícil volverla a subir, es decir, no podía tener ¡a
aun si, como es de esperar, proyectamos »obre los seres recientemente certeza de que el regreso fuera posible. La primera pregunta en esta
descubiertos imágenes e ideas que se refieren a otras poblaciones leja­
nas (cf. fig. 1). El encuentro nunca volverá a alcanzar tal intensidad,
si ésa es la palabra que se debe emplear: el siglo xvt habrá visto per­ : bu el U 'xlc a p i \ T v ! i r e í a ' e n c . d A , í ii trr 'v i n d a s ; p d i d L a d au is a iin p X U A ¡ q n i-iiió r á l\ X a .

Xbiidyrd;!:",; sih.'küd ¡ 11 Í íílü -Je eiiu cíalscX';. SdX u qi.p; Íía I ióau: X -/YinaarX. h*s ¡aíxívTO-- i a,
petrarse el mayor genocidio de la historia humana. púrciui'Si.s ¡rn-.Men a unpiTuSóA. L c l u I a í Vc x . v a l ú a , l u y ¡k .; .í b u p ú í'im Á
18 DESCU BRIR El. D E S C U B R IM IE N T O DE AMÉRICA i9

encuesta genealógica será entonces: ¿qué fue lo que lo impulsó a partir? ranza de los p r o v e c h o s que podrían haber” (Diario, 1 0 .tÜ. 1492).
¿Cómo pudo producirse el asunto? No sólo esperan hacerse ricos los simples marinos; los propios
Al leer los escritos de C o l ó n (d ía n o s , cartas, in form es), se podría comanditarios de la expedición, los reyes de España, no se hubieran
te n e r la impresión de que su móvil esencial es el deseo de hacerse comprometido en la empresa sin la promesa de una ganancia. Ahora
rico (aquí y más adelante d ig o de Colón lo que podría aplicarse a bien, d diario de Colón está destinado a ellos; es necesario entonces
otros; ocurre que muchas v eces fue el primero y que, por lo tanto, que los indicios de la presencia del oro se multipliquen en cada pági­
dio el ejemplo). El oro, o más bien la búsqueda de oro, pues no se na (a falta del oro mismo). Recordando, en ocasión del tercer viaje,
e n c u e n tra gran cosa en un principio, está omnipresente en el trans­ la organización del primero, dice bastante explícitamente que el oro
curso del primer viaje. En el día mismo que sigue al descubrimiento, era, en cierta forma, el señuelo para que los reyes aceptaran financiar­
el 13 de octubre de 1 4 9 2 , ya anota en su diario: “ No me quiero dete­ lo; “ Fue también necesario de hablar del temporal, adonde se les
ner por calar y andar m u c h a s islas para fallar oro“ (15.10.1492). amostró el escrebir de tantos sabios dignos de fe, los cuales escribie­
“ Mandó el Almirante que n o se tomase n ad a, porque supiesen que ron historias. Los cuales contaban que en estas partes había muchas
no buscaba el Almirante salvo oro” ( 1 . 1 1 . 1 4 9 2 ) . Incluso su plegaria riquezas” (“ C a r t a a los Reyes”, 31.8.1498); en otra ocasión dice haber
se ha c o n v e rtid o en: “Nuestro Señor me ad erece, p o r su piedad, que recogido y preservado el oro “con que se alegrasen sus A ltezas y por
halle este oro. . (23.12.1492); y, en un in form e posterior (“Memo­ ello comprendiesen el negocio con una cantidad de piedras grandes
rial a Antonio de Torres” , 3 0 . 1 . 1 4 9 4 ) , se refiere lacónicamente al llenas de o r o " (“ Carta al ama”, noviembre de 1 5 0 0 ) , Por lo demás,
“ ejercicio que acá se lia de tener en c o g e r este oto” . S on también Colón no se equivoca cuando imagina la importancia de dichos móvi­
los indicios que cree e n c o n tra r de la presencia del oro los que d eci­ les: ¿acaso su desgracia no se debe, por lo menos en parte, al hecho
d e n su recorrido. “Determiné [. . .| ir a) Sudueste a buscar el o r o y de que no haya habido más oro en esas islas? “ Nació allí mal decir
piedras p re c io s a s ” (Diario, 1 3 . 1 0 . 1492). “ Deseaba ir a la isla que lla­ y menosprecio de la empresa comenzada en ello, porque no había
man B a b e q u e , adonde tenía n u e v a , según él entendía, que había yo enviado luego los navios cargados de oro” (“ Carta a los Reyes” .
mucho oro” (13.11.1492). “Y creía el Almirante que estaba muy cerca 31.8.1498).
de la fuente, y que Nuestro Señor le había de mostrar dónde nace Sabemos que una larga querella enfrentará a C o l ó n c o n los reyes
el oro” (17.12.1492; pues en esa época el oro “ nace”). Así va erran­ (y luego habrá un proceso entre los herederos de uno y otros), que­
do C o l ó n , de isla en isla, pues es b astan te posible que en eso h ay an rella que se refiere precisamente al monto de las ganancias que el
encontrado los indios una forma de d esh acerse de él. "En amane­ Almirante estaría autorizado a percibir en las “ Indias” . A pesar de
ciendo, dio las velas para ir su c a m in o a b uscar las islas que los indios todo esto, la codicia no es el verdadero móvil de Colón: si le impor­
le decían que tenían mucho oro y de algunas que tenían más oro que ta la riqueza, es porque significa el reconocimiento de su papel de
cierra” ( 2 2 . 1 2 .1 4 9 2 ) . . . d escu b rid or; p ero preferiría para sí el b u rd o hábito de! m on je. El o r o
¿Fue entonces una codicia vulgar lo que impulsó a Colón a hacer es un v a lo r demasiado humano para interesar verdaderamente a
su viaje? Basta con leer la totalidad de sus escritos para convencerse C o l ó n , y debemos creerle cuando escribe en el diario del tercer v ia ­
de que no es asi. Sencillamente, Colón sabe el valor de señuelo que j e : “ Nuestro Señor [. . .] bien sabe que ya no llevo estas fatigas por
pueden tener las riq u ezas, y el oro en particular. Con la promesa del atesorar ni fallar tesoros para mí, que, cierto, y o conozco que todo
oro es como tranquiliza a los demás en los momentos elídales. "Este es vano cuanto acá en este siglo se hace, salvo aquello que es honra
día perdieron por completo de vista h tierra; y temiendo no poder y servicio d e Dios” (Las C asas, Historia, i, 146); o al final de su rela­
volver a verla en mucho tiempo, muchos suspiraban y lloraban. El ción sobre el cuarto viaje: "Y o no vine este viage a navegar por ganar
Almirante, después de haberlos confortado a todos con grandes o tar­ honra ni hacienda: esto es c ie rto , porque estaba ya la esperanza de
tas de muchas tierras y riquezas, para hacerles conservar la esperanza todo en ella m u erta. Yo vine a V. A. con sana intención y buen zelo.
y perder el miedo que le tenían al la rg o c a m i n o . •" (H. C o i o n , 15). y no m i e n t o ” ( " C a r t a a los R e y e s ” , 7 . 7 . 1 5 0 3 ) .
“ Aquí la gente ya no lo podía sufrir: quejábase del largo viaje. Pero ¿Cuál es esa sana intención? En el diario del cuarto viaje, C o ló n
el Almirante los esforzó lo mejor que p u d o , dándoles b u en a esp e­ la formula con frecuencia: quiere encontrar al Gran Kan, o e m p e -
20 D E S C U B R IR F1. D E S C U B R 1 M 1 E N r o P E A M F P i C A 21
rndor de China, cuyo resrato inolvidable ha sido dejado por Marco tores medievales han afirmado que el oro “nace” ahí en abundancia.
Polo. “Tengo determinado de ir a la tierra fume y a la ciudad de H a y numerosas pruebas de la realidad de ese proyecto. El 2 6 de
Guisav v dar las cartas de Vuestras Altezas al Gran Can y pedir res­ diciembre de 1492, durante el primer viaje, revela en su diario que
puesta y venir con ella” (21.10.1492). M ás adelante este objetivo se espera encontrar oro, " y aquello en tanta cantidad que los Reyes antes
queda algo relegado, pues los descubrimientos presentes y a ocupan de tres anos emprendiesen y aderezasen para ir a conquistar la casa
lo suficiente la atención, pero de hecho nunca se olvida. Pero ¿por sniita. 'que así — dice él— protesté a Vuestras Altezas que toda la
qué esta obsesión que parece casi pueril? Porque, otra vez según Mar­ ganancia de esta mi empresa se gastase en la con q u ista de jerusalén.
co Polo, “ el Emperador del Galayo ha días que m a n d ó sabios que y V u e s tra s Altezas se rieron y dijeron que les placía, y que sin esto
le enseñen en la fe de Cristo” (“Carta a los Reyes”, 7.7.1503); y Colón teman aquella gana' '. Más tarde vuelve a recordar este episodio: “Al
quiere abrir el camino que permitirá cumplir ese deseo. La expan­ tiempo que yo me moví para ir a descubrir las indias fui con inten­
sión del cristianismo está infinitamente más cerca del corazón de ción de suplicar al Rey y a la Rema Nuestros Señores que de la renta
Colón que el oro, y se explicó claramente al respecto, especialmente q ue cié bus Altezas de las Indias hubiere que se determinase de la gastar
en una carta al papa. Su futuro viaje se realizará “en nombre de la en b conquista de Jerusalén, y así se lo supliqué” (“Constitución de
Sancta Trinidad |. . .], el cual será a su gloria y honra de la Sama Reli­ mayorazgo’’, 22.2.1498). Ése era, pues, el proyecto que Colón había
gión Cristiana”, y para ello, dice Colón, "yo espero de Aquel Eter­ ido a e x p o n e r a la corte real, p ara buscar la ayuda necesaria para su
no Dios la victoria T e s t o como de todo el passado"; lo que hace es primera exp ed ición ; en cuanto a sus Altezas, no tomaban la cosa muy­
“magnánimo y ferviente en la honra y acrcsceutatniento de la Sanc­ en serio v habrían de reservarse el derecho de emplear las ganancias
ta fe cristiana” . Su objetivo es. entonces: "vo espero en Nuestro Señor de la empresa, si es que las había, para otros fines.
de divulgar su Santo Nombre y Evangelio en el Universo” (“Carta Pero Colón no olvida su proyecto y lo recuerda en una carta al
al papa Alejandro VT\ lebrero de 15U2). papa: “ Esta empresa se tomó con fin de ga s ta r lo que d’ella se ovies-
La v ic to ria universal d d cristian ism o , éste es el m ó v il que anima se en presidio de la Casa Sancta a la Sancta Iglesia. Después que fui
a C o l o n , h o m b r e p ro fu n d am en te p iad oso (nunca maja en d o m in g o ), en ella y visto la tierra, escrevt al Rey y a la Reina, mis Señores, que
que, por esta m ism a razó n , se co n sid era c o m o elegido, c o m o encar­ de riele a siete años y o le pagaría c in c u e n ta mili de pie v cinco mili
gado de una m isión d ivin a, y que ve la intervención divina en todas de cavallo en la conquista d’ella, y donde a cinco años otros cincuen­
partes, tanto en el movimiento de las olas como en el naufragio de ta nuil de pie y otros cinco mili de cavallo, que serían dies mili de
su nave (¡en N o c h e b u e n a !) , y a g ra d e c e a D i o s “ p o r m u c h o s m ila­ cavallo e aent mili de pie para esto” (febrero de 1502). Colón no
g ro s señalados que ha m o s t r a d o en d viaje (Difirió. I 5 .3 J . 4 9 3 ) . sospecha que la conquista está a punto de iniciarse, pero en una direc­
P o r lo d em ás, la necesidad de dinero y d d eseo de im p o n e r al ver­ ción totalmente diferente, muy cerca de las tierras que ha descubier­
d a d e ro Dios no son mutuamente exclusivos; incluso hay en tre los to y, en última instancia, co n m u c h o s menos g u e rre ro s . Su llam ad o,
dos una relación de su b ord in ación : la prim era es un m ed io v la segu n ­ por lo tamo, no provoca muchas reacciones: “El otro negocio famo­
da, un fin. En realidad. Colón tiene un proyecto más preciso que la sísimo está con los brazos abiertos llamando: extrangero ha sido fasta
exaltació n del E v a n g e l i o en d u n iv erso , v t a m o la existen cia c o m o ahora” (“Carta a los Reyes", 7.7.1503). Por ello es que, queriendo
la permanencia de ese p r o v e c t o s o n re v elad o ras de su m en talid ad : afirmar su intención incluso después de su propia muerte, instituye
tal un Quijote con v a rio s siglos de atraso en relación c o n su ép o ca. un mayorazgo v da instrucciones a su hijo (o a los herederos de éste):
Colón quisiera ir a las C r u z a d a s a liberar je ru s a ic n . S ó lo que la idea reunir la mayor cantidad posible de dinero para que, si los Reyes
es absurda cu su ép oca v c o m o , p o r otra p arte, n o tiene din ero, nadie renuncian a su proyecto, pueda “ir solo con el más poder que tuvie­
quiere escu ch arlo. ; C ó m o podía realizar su su eñ o, en el sigio x v , un re” (2 2 .2 .1498).
hombre sin recursos v que quisiera la n z a r u n a cruzada; E s tan senci­ Las C as as dejó un céleb re retrato de Colón, en el cual sitúa bien
llo como el huevo de Colón: no hay nías que descubrir A m é ric a para su obsesión por las cruzadas dentro del contexto de su profunda reli­
c o n s e g u ir los tosidos necesarios, . O más bien, ir a C hina p o r el giosidad: “Cuando algún o r o o cosas preciosas le traían, entraba en
c a m i n o occid en tal “ d i r e c t o '’, p u e s to que M a r c o P o to y o tr o s escri­ su oratorio e hincaba las rodillas, y decía ‘d e m o s gracias a Nuestro
77 DESCUB RIR C O L Ó N H ER M EN EU "! A 23

Señor, que de d escu b rir tantos bienes nos hizo d i g n o s ’; celosísimo tenga ganas de visitarla. En el diario del tercer viaje, encontramos
era en g ra n m an era del 'honor d iv in o ; cupido y d eseoso de la c o n ­ estas palabras decididas: “ [. . . j todos los pospusiera por descubrir
v ersión destas gentes, y que p o r codas p a n e s se sem b rase y ampliase más tierras y ver los secretos dellas" (Las Casas. Historia, i, 136)
la fe dejesucristo, y singularmente aficionado y d e v o t o de que Dios “ D e s c u b rir más [era] lo que él mucho quisiera” (ibid., i, 14ó¡. E n
le hiciese digno de que pudiese ayudar en algo p ara g an ar el Santo otro momento reflexion a: “ Cuánto será el beneficio que de aquí se
Sepulcro, y c o n esta devoción y la confianza que t u v o de que Dios puede haber, y o no lo escribo; es cierto, S eñ ores Príncipes, que don­
le había ele guiar en el d e s c u b rim ie n to desee O r b e que p ro m etía, de hay tales tierras, que debe haber infinitas cosas de provecho; mas
suplicó a la serenísima reina doña Isabel que hiciese voto de gastar y o n o me detengo en ningún puerto porque querría ver todas las
tod as las riquezas que por su descubrimiento para los reyes resulta­ más cierras que y o pudiese para hacer relación dellas a Vuestras Alte­
sen en ganar la tierra y santa casa de Jeru salem , y así la reina lo h i z o ’ - zas ’ {Diario, 2 7 . 1 1, 1 4 9 2 ) . Las ganancias que “deben" e n c o n trars e ahí
( H i s t o r ia , 1, 2). sólo interesan secundariamente a Colón; lo que c u en ta son las “ tic
N o sólo le interesan mucho más a Colón los contactos con Dios tras” y su descubrimiento. En verdad, éste parece estar sometido a
que los asuntos puramente humanos, sino que también su forma de un objetivo, que es ei relato de viaje: diríase que Colón ha empren­
religiosidad es particularmente arcaica (para la época): no es casual dido to d o eso para p o d e r hacer relatos in au d itos, c o m o IJliscs; pero
que el proyecto de las cruzadas se h aya abandonado desde la Edad ¿acaso n o es el mismo relato de viaje el punto de partida, y no sólo
Media. Así pues, paradójicamente, es u n rasgo de la mentalidad el punto de llegada, de un nuevo viaje? ¿Acaso Colón mismo no partió
medieval ele Colón el que lo hace d escu b rir América c inaugurar la porque había leído el relato de Marco Polo?
era moderna. (Debo admitir, e incluso anunciar, que el empleo que
hago de los dos adjetivos, “ medieval” y “moderno", no es m u y pre­
c iso; sin embargo, no puedo prescindir de ellos. Entiéndanse prime­
ro en su sentido más usual, pero irán adquiriendo, al filo de las pági­ COLON HER MENTULA
nas que siguen, un contenido más particular.) Pero, como también
veremos, Colón mismo no es un hombre moderno, y este hecho es P ara p ro b a r que la tierra que tiene ante los o jos es efe c tiv a m e n te el
pertinente en el desarrollo del descubrimiento, como si aquel que c o n tin e n te . C o i ó n h ace el siguiente ra z o n a m ie n to (en su diario del
había de dar origen a un mundo nuevo no pudiera perrenecerie de tercer viaje, tran scrito p o r Las C a s a s ): “ Y o e s to y creíd o que esta o-,
entrada. tierra firme, grandísima, de que hasta hoy no se ha sabido, y la razón
Sin embargo, también hay en Colón rasgos de una mentalidad más me ayuda grandemente por esto deste tan grande río y mar, que es
cercana a la nuestra. Así pues, por una parte somete todo a un ideal dulce, y después m e ay u d a el decir de E sd ras, en el libro iv, cap. 6
externo y absoluto (la religión cristiana), y toda cosa terrestre no es que dice que las seis partes de mundo s o n de tierra enjuta y la una
más que un medio c o n miras a la realización de ese ideal. Por otra de agua, el cual libro aprueba Sane Ambrosio en su Hrxamemi, v Sane
parte, empero, parece encontrar, en la actividad que desempeña con Agustín [ ¡; v después desro, me ayuda el decir de m u c h o s indios
más éxito, el descubrimiento de la naturaleza, un placer que hace que caníbales que y o he tornado otras veces, los cuales decían que al A u s ­
dicha actividad se baste a sí misma; deja de tener la menor utilidad tro dcllos era tierra firme” { H is t o r ia , i, 138).
y se convierte de medio en fin; en la misma forma en que, para el T re s a rg u m e n to s vienen a ap u n talar la convicción de C o l ó n : la,
hombre moderno, una c o s a , una acción o un ser solo s o n hermosos ab u n d an cia de agua d u lce; la au torid ad de los libros san tos; la o p i­
si encuentran su justificación en sí mismos, para Colón “descubrir” n ión de otros hombres que ha encontrado. A h o r a bien, está claro
es una acción in tran sitiva. “ Quiero ver y descubrir lo más que yo que estos tres a r g u m e n t o s no se deben c o lo c a r en ei m i s m o piano,
p u d ie re ” , escribe el 19 de octubre de 1492, y el 31 de diciembre del sino que revelan la existencia de tres esferas que comparten ei mun­
mismo año: “Y d ice que no quisiera partirse hasta que b eb iere visto do de C o l ó n : una es natural, la otra divina, v la tercera, humana. Así
to d a aquella tierra que iba h a d a el Leste y andarla tod a p o r la costa” ; pues, quizás no sea casual el que h a y a m o s e n c o n t r a d o tres m óviles
basta con que le hagan notar la existencia de una nueva isla para que para ta con q u ista: el primero h u m a n o (la riqueza), el segundo divi-
24 D USC URW U co lo n ¡■ ; ' ' - 25

no, v el terceto relacionado cotí el disfrute de la naturaleza. "V en su y flechas como los sobredichos de cañas, y se arman v cobijan con
comunicación con el mundo. Colón muestra comportamientos dife­ láminas de alambre de que tienen mucho” (“Carta a SniUángri”,
rentes, según que se esté dirigiendo a la naturaleza, a Dios o a los febrero-marzo ele 1493). “ Quedan de la parte de Poniente dos pro­
hombres (o que éstos se dirijan a él). Volviendo al ejemplo de la tie­ vincias que yo no he andado, la una de las cuales llaman Cibau. adon­
rra firme, «i Colón tiene razón eso sólo se debe al primer argumento de nace la gente con rula” (ihnl).
(y podemos ver, en su diario, que. éste sólo toma forma poco a poco, C,ierro es que la más notable de las creencias de Colón es de ori­
en et contado con la realidad): al observar que el agua es dulce muy gen cristiano: se reitere al paraíso terrenal. Levó en la ¡nun¡o Mmidi
adentro en el mar, deduce de ello, en forma clarividente, la tuerza de Pedro de Ailly que el paraíso terrenal debía encontrarse en una
del río. y por lo tanto la distancia que éste recorre: en consecuencia, región templada más allá dd ecuador. No encuentra nada durante
se trata de un continente. En cambio, es muy probable que no haya su primera visita al Caribe, lo cual no es de asombrar; pero ya do
entendido nada de k> que le decían los “indios caníbales“ . Anterior­ regreso, en las Azores, declara: “El Paraíso terrenal está en el fin de
mente. en el mismo viaje, relata así sus conversaciones: “Dice ¡Colón j (Oriente, porque es lugar temperatísimo; así que aquestas tierras que
que es cieno que aquélla era isla, que así lo decían los indios” , y Las agora él luí descubierto, dice él. os el fin de Oriente” (2 1.2.1493).
Casas añade: " Y asi parece que no los entendía'' (Hisfim'd, q loó). El rema se vuelve obsesivo durante el tercer viaje, ruando Colón se
En cuantía a Dios. . . acerca más al ecuador. Primero cree percibir una irregularidad en la
.En efecto. no podemos considerar estas tres esteras en el mismo redondez ue la tierra: “ halle que jel mundo] no era redondo en la
plano, como debían estarlo para Colón; para nosotros sólo bay dos forma que escriben, salvo que es de la forma de una pera que sea
intercambios reales, el que se produce con la naturaleza y el que se toda muy redonda, salvo edb donde tiene el pezón, que allí tiene más
produce con ios hombres; la relación con Dios no está en c! campo alto, o como quien tiene una pelota muy redonda v en un lugar delta
de la comunicación aunque pueda influir, o incluso predeterminar, fue.se corno una teta de muger allí puesta, y que esta parte deste pezón
toda forma de comunicación. Este es precisamente el caso de Colón: sea la m a s alta e más propines al ciclo, y sea debajo la línea equinoc­
hay una relación segura entre la forma de su le en Dios y la estrate­ cial. y en esta mar Üréana, en ei fin del Oriente” (“Carta a los Reves” .
gia de sus interpretaciones. 3 1.8. NOS).
Cuando se dice que Colón es creyente, el objeto importa menos Esa elevación (¡un pezón sobre una peral) se convierte en un argu­
que la acción: su te es cristiana, pero uno tiene la impresión de que, mento más para afirmar que ahí se encuentra el paraíso terrenal- “Creo
aunque fuera musulmana, o judia, no hubiera actuado de otra mane­ que allí es el Paraíso terrenal, adonde no puede llegar nadie, salvo
ra, lo que importa es la fuerza de la creencia misma. “San Pedro cuan­ por voluntad divina, f. , .] o no tomo quel Paraíso terrena! sea en
do saltó en la mar andovo sobreda en cuanto la fe Hit: firme, Quien torma de montana áspera, tomo el escribir dello nos muestra, salvo
tovicre tanta fe como un grano de paniso le obedecerán las monta­ que sea en el colmo, allí donde dije la figura del pezón de ia pera.
ñas: quien toviere fe demande, que todo se le dará: pusad y abriros poco a poco, andando hacia allí desde nmv lejos, se va subien­
han”, escribe en el prefacio de su Libre ¡le lm profecías ( I ñO I). Por lo do a el” (¡huí)
demás. Colón no sólo cree en el dogma cristiano: también cree (y Podemos observar aquí la forma en que las creencias de Colón
no es el único en su época) en los cíclopes y en las sirenas, en tas influyen en sus interpretaciones. No se preocupa por entender mejor
amazonas y en los hombres con cola, y su creencia, que por lo tamo las pambras de los que se dirigen a el, pues sabe de antemano que
es tan fuerte corno In de san Pedro, le permite encontrarlos. “Enten­ va n encontrar cíclopes, hombres con cola y amazonas. Bien ve que
dió también que lejos de allí había hombres de un ojo. y otros con fas drenas no son, como se ha dicho, mujeres hermosas: pero, en vez
hocicos de perros" (Diario. 4.1 l . 1492). “El día pasado, criando el de concluir que las sirenas no existen, corrí (je un prejuicio con otro:
Almirante iba al Kío de Oro, dijo que virio tres serenas que salieron las sirenas no son tan hermosas como se supone. En otro momento,
bien alto de Li mar, pero no eran tan hermosas como íes pintan, que durante d tercer viaje. Colón se pregunta sobre ei origen de fas per­
en alguna manera teman forma de hombre en ¡a rara"' (0,1,1423) las que a veres traen los indios. El asunto tiene lugar frente a sus ojos;
“ Ellas [las mujeres del lugar] no usan ejercicio femenil, salvo arcos pero lo que relata en su diario es la explicación de Pimío. tomada
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de un libro: “junco a la mar, infinitas ostias pegadas a las ramas de cha muy tiesa y que no tenia cosa blanda srao la cola v los ojos, y
los árboles que entran en la mar, las bocas abiertas para recibir el un agujero debajo della para expeler sus superfluidades; orándolo salar
rocío que cae de las hojas, hasta que cae la gotera de que se engen­ para llevarlo a los reyes" (16. J 1.1492). “Vinieron al navio más de
dran las piedras, según dice Plinio y alega el Vocabulario que se lla­ cuarenta pardeles juncos y dos alcatraces, y al uno le dio una pedra­
ma Catholkon” (Las Casas, Historia, i, 137). Lo mismo ocurre en el da un mozo de la carabela. Vino a la nao un rabihorcado y una blan­
caso del paraíso terrenal: el signo constituido por el agua dulce (pol­ ca como gaviota” (4.10.1492). “ Y vid.-, muchos Arboles muy disfor­
lo tatito gran río, por lo tanto montaña) es interpretado, después de mes de los nuestros, y dellos muchos que tenían los ramos de muchas
una breve vacilación, “ conforme a la opinión destos santos e sacros maneras y todo en un pie, y un ramito es de una manera y otro de
teólogos” (Historia, i, 141). “Yo muy asentado tengo en el ánimo otra, y tan disforme, que es la mayor maravilla del mundo cuanta
que allí donde dije es el Paraíso terrenal, y descanso sobre las razo­ es la diversidad de la una manera a la otra; verbigracia, un ramo tenía
nes y autoridades sobreescriptas” (“Carta a los Reyes”, 31.8.1498). las tojas a manera de cañas y otro de manera de lentisco, y así en
Colón practica una estrategia “finalista” de la interpretación, al modo un solo árbol de cinco o seis destas maneras, y todos tan diversos”
en que los Padres de la iglesia interpretaban la Biblia: el sentido final (16.10.1492). Durante el tercer viaje hace escala en las islas del Cabo
está dado desde un principio (es la doctrina cristiana); lo que se bus­ Verde, que sirven en aquella época a los portugueses como lugar de
ca es el camino que une el sentido inicial (la significación aparente deportación para todos ios leprosos del reino. Se supone que éstos
de las palabras del texto bíblico) con este sentido último. Colón no se van a curar comiendo tortugas y lavándose con su sangre. Colón
tiene nada de un empirista moderno: el argumento decisivo es un no presta ninguna atención a los leprosos y a sus singulares costum­
argumento de autoridad, no de experiencia. Sabe de antemano lo que bres; pero se lanza de inmediato a una larga descripción de las cos­
va a encontrar; la experiencia concreta está ahí para ilustrar una ver­ tumbres de las tortugas. El naturalista aficionado se vuelve también
dad que se posve, no para ser interrogada, según las reglas preesta­ etólogo experimental en la célebre escena del combate entre un pécari
blecidas, con vistas a una búsqueda de la verdad. y un mono, descrita por Colón en un momento en que su situación
Aunque Colón siempre era finalista, hemos visto que era más pers­ es casi trágica y en que uno no espera verlo concentrarse en la obser­
picaz cuando observaba la naturaleza que cuando trataba de enten­ vación de la naturaleza: “Animabas menudas y grandes hay hartas
der a los indígenas. Su comportamiento henuencucico no es exacta­ y muy diversas de las nuestras. Dos puercos hube yo en presente,
mente el mismo en un caso que en el otro, como podremos ver ahora y un perro de Irlanda no osaba esperarlos. Un ballestero había heri­
con mayor detalle. do una animaba, que se parece a gato paúl, salvo que es mucho mas
“ De muy pequeña edad entré en la mar navegando y lo lie conti­ grande, y el rostro de hombre: teníale atravesado con una saeta des­
nuado fasta oy. La mesura arte inclina a quien le prosigue a desear de ios pechos a la cola, y porque era íeroz le hubo de cortar un brazo
de saber los secretos d'estc: mundo", escribe Colón en el inicio del y una pierna: el puerco en viéndole se le encrespó y se iue huyendo:
Libro de las profecías (150 í). Insistiremos aquí en la palabra "mundo” yo cuando esto vi mandé echarle legare, que así se llama adonde estaba:
(por oposición a “hombres"): el que se identifica con la profesión en llegando a él, así estando a la muerte y la saeta siempre en e! cuer­
de marino más bien se relaciona con la naturaleza que con sus próji­ po, le echó ¡a cola por ei hocico y se la amarró muy inerte, y con
mos; y en su mente la naturaleza ciertamente es más afín a Dios que la mano que ie quedaba le arrebató por el copete como a enemigo.
los hombres: Colón escribe de un solo trazo, en el margen de la Gcc- El auto tan nuevo y hermosa montería me hizo escribir esto” (“Car­
grafía de Tolomeo; “ Admirable es la arremetida tumultuosa del mar. ta a los Reyes", 7 ./. Io03).
Admirable es Dios en las profundidades.” Los escritos de Colón, y Colon, atento a los animales y a las plantas, lo es aún más ¡tara
muy particularmente el diario del primer viaje, revelan una atención todo lo relacionado con la navegación, aun si esta atención tiene nías
constante a todos los fenómenos naturales. Peces y pájaros, plantas que ver con el sentido práctico del marino que con la observación
v animales son los personajes principales de las aventuras que relata. cien tilica rigurosa. Como conclusión ai prólogo de su primer dia­
“ Pescando los marineros con redes, tomaron un pece, entre otros rio, se conmina a sí mismo de la siguiente manera: "V sobre rudo,
muchos, que parecía propio puerco, uo como tonina, y era todo con­ cumple mucho que yo olvide el sueño y tiente mucho el navegar.
P E S C U B B IR
C O IÓ N R E R M E N E U T A 29

porque así cumple, las cuales serán gran trabajo", y se puede decir
tierra (I 8.9.1492). " Vinieron unos lloviznes sin viento, lo que es
que se obedeció al pie de la letra; no hay un din sin anotaciones rete-
sena! cierta de tierra’ (19.9.1492). “Vinieron a la nao dos alcatraces
rentes a las estrellas, los vientos, la profundidad del mar, el relieve
y después otro, que fue señal ríe estar cerca de tierra" (20.9.) 492).
de la costa: los principios teológicos no intervienen aquí. Mientras
V icron una ballena, que. es señal que estaban cerca de tierra, porque
que Pinzón, comándame de la segunda nave, desaparece en busca del
siempre anclan cerca ’ (21.9.1492). Colón ve “señales” todos los días,
oro. Colón pasa su tiempo haciendo levantamientos geográficos:
y t;m embargo ahora sabemos que esas señales mentían (o que no había
"Esta noche toda estuvo a la corda, como dicen los marineros, que
señales), puesto que no llegarán a tierra sino el i.2 de octubre, o sea,
es andar barloventeando y no andar nada, por ver un abra, que es
más de veinte días después.
una abertura de sierras como entre sierra v sierra, que le comenzó
En el mar. todas las señales indican la cercanía de la tierra, puesto
a ver al poner del sol, adonde se mostraban dos grandísimas moma-
que eso es lo que desea Colón. En tierra, todas las señales revelan
ñas" ( D i d t lo, 13.1 !. 1432)
ía presencia del oro: también de eso está convencido de antemano
El resultado de esta observación vigilante es que Culón logra ver­
“ Dice mas, que creía que había grandísimas riquezas y piedras pre­
daderas hazañas en materia de navegación (a pesar del naufragio de
ciosas y especiería en ellas ' {í 4 . 1 1.1492). “Y creía el Almirante debía
su nave): siempre sabe elegir los mejores vientos y las mejores velas:
haber buenos ríos y mucho oto (í 1.Í.1493). A veces la afirmación
inaugura la navegación siguiendo a las estrellas y descubre la decli­
de esa convicción se mezcla ingenuamente con la admisión de igno­
nación magnética: uno de sus compañeros del segundo viaje, Máchele
rancia. “Y aun creo que ha en ellas muchas hevbias y muchos árbo­
de Cuneo, que no trata de halagarlo, escribe: "Durante las navega­
les que valen mucho en España para tinturas y medicinas de especería,
ciones. le bastaba mirar una nube o una estrella en la noche para saber
mas yo no los cognozco, de lo que llevo grande pena’’ (19.10.1492).
lo que iba a suceder y si iba a haber mal tiempo." En otras palabras,
“ Y después ha árboles de mil maneras y todos de su manera fruto,
sabe interpretar los signos de la naturaleza en función de sus intere­
y todos huelen que es maravilla, que yo estoy el más penado del mun­
ses; por lo demás, la única comunicación verdaderamente eficaz que
do de no los cognoscer. porque soy bien cierto que todos son cosa
establece con los indígenas'se efectúa sobre la, base de su ciencia de
de valía" (21.10.1492). Durante el ter cet viaje, sigue con el mismo
las estrellas: es cuando, con una solemnidad digna de las tiras cómi­
esquema de pensamiento: piensa que esas tierras son ricas, pues desea
cas clásicas, aprovecha su conocimiento de un inminente eclipse lunar.
que lo sean; su convicción siempre es anterior a la experiencia. “Y
Varado desde hace ocho meses en la costa de jamaica, ya no logra
también [quisiera] penetrar los secretos de aquellas tierras, que no
convencer a los indios de que 1c traigan comida gratis: los amenaza
creía ser posible que no tuviesen cosas de valor" (Las Casas, H i¡no­
entonces ron robarles la luna v, la noche del 29 de febrero de 1304, ria. y 136),
empieza i poner en ejecución su amenaza, ame los ojos aterrados de
¿Cuáles son las "señales" que le permiten confirmar sus convic­
los caciques. . . El éxito es inmediato.
ciones? ¿Cómo procede Colón hermeneuta? Un río le recuerda al
Pero en Colón coexisten (para nosotros) dos personajes, y en el
Tajo. “ Acordóse que en el río Tejo que al pie de él junto a la mar
momento en que ya no está en juego el oficio de navegante, la estra­
s e h a l l ó oro, y parecióle que cierto debía tener oro" (Diario,
tegia finalista se vuelve primordial en su sistema de interpretación:
2 5 .1 ) . 1492): no sólo no prueba nada una vaga analogía de este tipo,
ésta va no consiste en buscar ¡,i verdad, sino cu encontrar conñrma-
sino que hasta el punto de partida es falso: el Tajo no lleva oro. O
cinncs para una verdad conocida de antemano (o, corno se dice, en
también: “Dice que donde cera hay también debe haber otras mil
tomar sus deseos por realidades). Por ejemplo, durante lodo el pri­
cosas buenas" (29.1 1. 1492): esta inferencia no alcanza la categoría
mee viaje de travesía (Colon toma poco más de un mes para ir de
del célebre “no hay humo sin fuego” ; lo mismo pasa con otra, en
las Canarias a Guanahaní. la primera isla que ve en el Caribe), está que la belleza de la isla lo lleva a la conclusión de que posee riquezas.
buscando indicios de la tierra; los encuentra, claro está, sólo una sema­ Uno de sus corresponsales, mosén laume Ferrev, le había escrito
na después de su partida. "Vieron mucha hierba V muy a menudo, en 1496; "I.a mayor parte de las cosas buenas vienen de región muy
v era hierba que juzgaban ser de peñas" (i 7 .9 .1492b "Apareció a caliente, donde los moradores de allá son negros o loros, . ." Los
la parte del Norte una gran cerrazón que es señal de estar sobre la negros y los loros se consideran entonces como señales (pruebas) de
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calor, y este ú ltim o , c o m o señal de riq u ezas. N o es de a s o m b ra r dijere cada u n o que d e sp u é s en n i n g ú n tie m p o el c o n tra r io dijese de
e n to n ce s que C o l ó n n u n ca deje cié an otar la a b u n d a n c ia de lo ro s, la lo q u e a g o ra diría, e co rta d a la le n gu a ; y si fuere g ru m e te o p e rso n a
n e g ru r a de la pie l y la in te n sid a d d e l calor. “ L o s in d io s que traía en de tal suerte, q u e le d aría cien azotes y le c o rta ría n la le n g u a ” (“ Jura­
el n a v io te n ía n e n te n d id o que el A lm ir a n t e deseaba tener a lg ú n p ap a ­ m e n t o s o b re C u b a '. j u n i o de 1494). ¡ A s o m b r o s o en verdad, eso de
g a y o ” (1 3 .1 2 .1 4 9 2 ): ¡a h ora s a b e m o s p o r qué! E n el tercer viaje, va ju r a r q u e se v a a e n c o n tra r ge n te civ iliza d a !
nu ís al sur: ‘‘A l l í es la gente n e g ra en e xtre m a ca n tid a d , y d e sp u é s L a in te rp re ta c ió n de lo s s ig n o s de h n atu raleza que practica C o l ó n
q u e allí n a v e g u é ai O c c id e n te tan e x tre m o s c a lo re s ” (“ C a rta a lo s está d e te rm in a d a p o r el re su lta d o al q u e tiene q u e llegar. S u hazaña
R e y e s ” , 3 1 .8 .1 4 9 8 ). P e r o el c a lo r es b ie n v e n id o : “ P o r este ca lo r que m ism a , el d e s c u b rim ie n to de A m é ric a , está en re la c ió n c o n el m is ­
allí el A lm ir a n t e dice que padecía, a rg u y e q u e en estas in d ia s y p o r m o c o m p o r ta m ie n to : n o la d escu b re , la e n cu e n tra en el lu g a r d o n d e
allí d o n d e an da b a d e b ía de h aber m u c h o o v o ” ( D i a r i o , 21.1 1,1492). “ sa b ía ” q u e estaría (en e! lu g a r d o n d e p en sa b a que se e n c o n tra b a la
L a s C a s a s hace n o ta r c o n acierto a p r o p ó s it o de o t ro e je m p lo se m e ­ co sta o rie n ta l de A sia ). “ S ie m p re t u v o en su c o ra z ó n — in fo r m a L a s
jante: " Y es co sa m a r a v illo sa c ó m o lo q u e el h o m b re m u c h o desea C a s a s — , p o r cu alq u ier o c a sió n o conjetura que le hubiese a su o p in ió n
y asienta u n a vez con firm e za en su im a g in a c ió n , to d o lo qu e o y e v e n id o [era p o r las lecturas de T o sc a n e lli y de las profe cías de Esd ra s],
y ve, ser en su fa v o r a cada p aso se le a n to ja ” (Historia, i, 44). q u e h a b ie n d o n a v e g a d o de la isla del H ie r r o p o r este m a r O c é a n o
L a b ú sq u e d a de la lo ca liza ció n de la tierra firm e (del contin e n te ) 7 5 0 le gu a s, p oca s m ás o m e n o s, h a b ía de h a lla r tie rra ” ( H i s t o r i a , i,
re p re sen ta o t r o e je m p lo a s o m b r o s o de este c o m p o r ta m ie n to . D e s d e 39), C u a n d o lleva re c o rrid a s setecientas cin cu e n ta le gu a s, p ro h íb e
el p rim e r viaje, C o l ó n re g istra en su d ia rio ¡a ¡n ib m ia c ió n p e rtin e n ­ n a v e g a r de noche, p o r te m o r a dejar p a sa r la tierra, de la q u e s a b e
te: " A q u e l l a isla E s p a ñ o la [H a ití], o la o tra isla Y a m a y e ¡Jamaica], q u e está m u y cercana. E sta c o n v ic c ió n es m u y a n te rio r ai viaje m is ­
estaba cerca de tierra firm e d ie z jo rn a d a s de canoa, q u e p o d ía ser m o. F e r n a n d o e Isa b e l se lo re c u e rd a n en u n a carta q u e s ig u e ai d e s­
sesenta o setenta le gu a s, y q u e era la gente v e stid a a llí" (6.1.1493). c u b rim ie n to : ] ocio lo que al p r in c ip io n o s clijistes q u e se pocha.i
P e r o tiene su s c o n v ic c io n e s, a sa b e r que la isla de C u b a es la qu e fo r­ alcanzar, p o r la m a y o r parte to d o ha sa lid o cierto, c o rn o si lo h o b ié -
m a parte del co n tin e n te (de A sia ), y decide e lim in a r toda in f o r m a ­ rades v is t o antes q u e n o s lo d ijé se d e s” (carta del 1 6 .8 .1 4 9 4 ). C o l ó n
c ió n q u e tienda a p ro b a r lo co n tra rio . L o s in d io s que e n c o n t ró C o l ó n m ism o , d e sp u é s de lo s h e ch os, a trib u ye su d e sc u b rim ie n to a ese saber
le d e c ía n q u e esa tierra (C u b a ) era u n a isla; c o rn o la in f o r m a c ió n n o a p r i o r i , qu e ide n tifica c o n la v o lu n t a d d iv in a y c o n las p ro fe c ía s (a
le co n v e n ía , p o n ía en e n tre d ic h o la ca lid ad de s u s in fo rm a d o r e s . “ E las que. de h e c h o , re cu rre m u c h o en este se ntid o ): “ Y a dije q u e para
c o m o d i o s s o n gente bestial e p ie n sa n q u e tocio el m u n d o es islas la e je cu ción de la e m p re sa de las in d ia s n o m e a p r o v e c h ó ra z ó n ni
c n o n sa b e n q u é cosa sea cierra firm e, ni tienen letras n i m e m o ria s m atem ática ni m a p a m u n d o s; llenam ente se c u m p lió lo que dijo Isa ía s”
a n tigu a s, n in se deleitan en otra cosa s in o en c o m e r v e n m u g e re s, (“ P r ó l o g o ” al L i b r o d e fa s p r o f e c í a s , 1501). ig u a lm e n te , s i C o l ó n d e s­
d ezía n q u e era i s l a " (B c rn á ld e z tr a n s c rib ie n d o el d ia rio del s e g u n d o cu b re (en el tercer viaje) el co n tin e n te a m e ric a n o p ro p ia m e n te dich o,
viaje). U n o p ued e p re g u n ta rse p re cisa m e n te en qué el g u s t o p o r las es p o rq u e b u sc a de m a n e ra m u y clara lo q u e lla m a m o s A m é r ic a del
m uje res in v a lid a la a firm a c ió n de que ese p aís es una isla. Sea c o m o Su r, c o m o lo re v e la n s u s a n o ta c io n e s en el lib r o de P e d r o de A i L %
fuere, ha cia el final cíe esta s e g u n d a e x p e d ic ió n a sistim o s a u n a esce­ p o r ra z o n e s de sim e tría, debe h a b e r c u a tro co n tin e n te s s o b re el g l o ­
na célebre, y grotesca, en la q u e C o l ó n re n u n c ia d e fin itiv a m e n te a bo: d o s en el n orte , d o s en el su r; o, v is t o s en el o t ro se n tid o , d o s
v e rific a r p o r la e x p e rie n c ia si C u b a es u n a isla, y d ecid e a p lic a r el en el este, d o s en el oeste. E u r o p a y A f a c a (“ E t io p ía ” ) fo rm a n la p r i­
a rg u m e n t o de a u to rid a d en lo que respecta a su s c o m p a ñ e ro s ; to d o s m era pareja n o rte -su r; A s i a es el e le m e n to n o rte de la s e g u n d a ; q u e ­
bajan a tierra, y cada u n o de e llo s p ro n u n c ia un ju ra m e n t o en el que da p o r d e sc u b rir, no. p o r e n c o n tra r ahí d o n d e está su lu ga r, el c u a t­
a firm a " q u e cie rtam e n te n o tenía d u b d a a lg u n a que fuese la tie rra- ro co n tin e n te . Con lo cual la in te rp re ta c ió n “ fin a lista ’' n o es
firm e; antes lo a firm a b a y d ete n d e ría qu e es la tie rra -firm e y n o isla; fo rzo sa m e n te m e n o s eficaz qu e la in te rp re ta c ió n e m p irista: los dem ás
y q u e antes de m u c h a s leguas, n a v e g a n d o p o r la d ic h a costa, se talla­ n a ve g a n te s n o o sa b a n e m p re n d e r el viaje de C o ló n , p u e s n o tenían
ría tierra a d o n d e tratan gente p o lític a de saber, y que sa b e n el m u n ­ su ce rtid u m b re .
do. [. . .] [ C o n ] pena de diez m il m a ra v e d ís p o r cada vez q u e lo que E ste t ip o de in te rp re ta c ió n , fu n d a d o en la p re scie n cia y la a iit o r i-
V1 D E S C U B R IR COLÓN HE UMENEUTA 33

dad. no nene nada de “moderno’'- Pero, corno hemos visto, esta acti­ [ . . . j a v e r aqu e l p u e rto ; el cual v i d o ser tal q u e a firm ó q u e n in g u n o
tud se encuentra compensada por otra, que mas es mucho más iami­ se le ig u a la de c u a n to s h a ya ja m á s v isto , y e x c ú sa se d ic ie n d o q u e ha
liar: es la admiración intransitiva de la naturaleza, con tal intensidad lo a d o lo s p a sa d o s ta n to que n o sa b e c ó m o lo encarecer, y q u e teme
que se libera de toda interpretación y de toda función: es un disfrute que sea j u z g a d o p o r m a n ific a d o r e x c e s iv o m á s de lo q u e es ve rd a d .
de la naturaleza que \a no tiene ninguna finalidad, y Las Casas da A esto satisface. . . ( D ú i n o , 2 1 .1 2 .1 4 9 2 ). j u r a q u e n o e xage ra en nada:
cuenta de este fragmento dd diario del tercer viaje que muestra a ‘ D ic e ta m a s y tales c o sa s de la fe rtilid a d y h e r m o s u r a y altura de
Colón prefiriendo lo bello a Jo útil: “ Y dice que aunque otra cosa estas islas q u e h a lló en este p u e rto , q u e d ice a lo s R e y e s q u e n o se
de provecho no se bebiese, sino estas tierras tan fermosas, I ■ se m a r a v ille n de encarecedlas tanto, p o r q u e les ce rtifica q u e cree q u e n o
deberían mucho de estimar” (Historia, i, 131). Nunca acabaríamos dice la c e n té sim a p a rte ” (14.1 1.14 9 2). Y d e p lo ra la p o b re z a de su s
de enumerar todas las admiraciones de Colón. “Toda aquella tierra p alab ras: ' ‘Ib a d ic ie n d o a lo s h o m b r e s q u e lle v a b a en s u c o m p a ñ ía
es montañas altísimas muy hermosas, y no secas ni de peñas, sino q u e p a ra h ace r re la c ió n a lo s R e y e s de las c o sa s q u e v ía n n o b a sta ra n
todas andables y valles hermosísimos. Y asi los valles como las mon­ m il le n g u a s a re fe rid o ni su m a n o p ara lo e sc rib ir, q u e le p are cía q u e
tañas eran llenos de árboles altos y frescos, que era gloria mirarlos” estaba e n c a n ta d o ” (2 7 .1 1 .1 4 9 2 ),
íDiiitio. 3 6 .1 i. Í492). “ Aquí son los peces tan disformes do ios nues­ L a c o n c lu s ió n de esta a d m ira c ió n in in t e r r u m p id a es ló g ic a : es el
tros que es maravilla. Hay algunos hechos como palios de las más deseo de no dejar y a este c o lm o de belleza. “ E r a g r a n placer v e r aqu e ­
finas colores del mundo, azules, amanilos, colorados y de todas colo­ llas v e r d u ra s y a rb ole d a s, y de las aves, q u e n o p o d ía dejad as para
res, y otros pintados ríe mil maneras: y las colores son tan finas que se v o lv e r " , le e m o s el 2 8 de o c tu b re de 1 4 9 2 , y u n o s d ía s m á s tarde
no hay hombre que no se maraville y no tome aran descanso a ver­ c o n c lu y e : “ F u e co sa m a r a v illo sa v e r las a rb o le d a s y fre sc u ra s y el
los. También hay ballenas' ; 16.10.1492). “ Aquí en toda ¡a isla [los a gu a c la r ís im a y las a ve s y la a m e n id a d , q u e dice q u e le p arecía q u e
árboles! son todos verdes y las hierbas como en el abrí! en el Anda­ n o q u isie ra sa lir de allí (2 7 .1 1 .1 4 9 2 ). L o s á rb o le s s o n las v e rd a d e ­
lucía; y ¡d cantar de los pasarnos que parece que el hombre nunca ra s sire n a s de C o l ó n . F re n te a ellos, o lv id a s u s in te rp re ta c io n e s v su
se querría partir de aquí, v las manadas de los papagavos que oscure­ b ú sq u e d a de g a n a n cia , p a ra re ite rar in c a n sa b le m e n te a q u e llo q u e n o
cen el sol; y aves y pajaritos de tamas maneras y tan diversas de las s irv e para nada, q u e n o lle v a a nada, y q u e p o r lo ta n to s ó lo p u e d e
nuestras que es maní vi: [a (21.10.1492) Hasta el. soplo de i mentó, ser r e p e t i d o : la belleza. “ Se d etenía m á s de lo q u e q u e ría p o r el ape tito
cu ese lugar, es “miiv amoroso" (34.10.1492)
y d e le ita c ió n que tenía y recebía de v e r y m ir a r la h e r m o s u r a y fre s­
L a ta describir su admiración p o r !a naturaleza. C o l ó n no puede cu ra de a q u e llas tierras d o n d e q u ie ra q u e e n tra b a ” (2 7 ,1 1 .1 4 9 2 ). T a l
dejar el su p e rla tiv o . b.¡ v e rd e de lo s á rb o le s es tan intenso que va n o ve z v u e lv e a e n c o n tra r en eso u n m ó v i l q u e h a a n im a d o a t o d o s lo s
es verde. Y lo s á rb o le s de allí diz que eran tan viciosos que las hojas g ra n d e s via je ro s, lo h a y a n s a b id o o no.
dejaban rio ser verdes v eran prietas ¡le verdura" í í 6 [ 2. I 462). "Vino La o b s e rv a c ió n atenta de la naturaleza co n d u c e , pues, en tres direc-»-
el mor tan bueno v u u u c ¡de flores o ir!;.¡>ios de la tierra, que era la
ciones d iferentes: a la in te rp re ta c ió n p u ra m e n te pragmática y eficaz,
cosa mas dulce del mundo (19, ti.), 1492). “ ¡dice que es aquel i a isla cuando se trata de a s u n t o s de n a v e g a c ió n ; a la in te rp re ta c ió n fin a lis ­
la mas ñermos,! que oíos ha van visto'' (28 jn i 492). “ Dijo que otra ta, e n la q u e lo s signos c o n firm a n las cre e n cia s y las e sp e ra n za s q u e
cosa m á s H erm osa uo había visto, p or medio d d cual valle viene aquel
uno tiene, para toda otra materia; por ú ltim o , a ese re ch a zo de la in te r­
no I 12.1492;. ! ••cierto que la. hermosura de la cierra de estas
p re ta c ió n que es la a d m ir a c ió n in tra n s itiv a , la s u m is ió n a b so lu ta a
islas, así de m o n t e s e sierras y aguas, c o m o de vegas donde hay ríos
la belleza, en 1a q u e uno ama un árbol porque es b ello, porque e s ,
cabdales, es tal la vista que ninguna otra tierra que sol escalíente puede no p o rq u e podrá u tiliz a rlo como mástil de una nave o p o rq u e su p re ­
ser m ejor al parecer m tan fermosa" (“ Memorial para A n t o n i o de
sencia p ro m e te riq u e zas. F re n te a lo s s ig n o s h u m a n o s el c o m p o r t a ­
1 ovres", aü, i i 494).
m ie n t o de C o l ó n habrá de ser, fin a lm e n te , m á s se ncillo.
Coion ¡;ma consciente uc iu que pueden tener de inverosímil y,
D e u n o s a o tro s, h a y s o lu c ió n d e c o n tin u id a d . L o s s ig n o s de la
C -i iiot ne poco convincente esos supct taitvo.s; pero asume los nes- n atu raleza s o n in d ic io s , a so c ia c io n e s estables entre d o s e n tidades, y
po.o j. tKsto que le es imposible procede! de orra manera. “ Hny fue
basta c o n q u e u n a esté pre se n te p a ra q u e se p u e d a in fe rir in m e d ia ta -
34 D E S C U B R IR C O L Ó N H tK M E N E U T A 35

mente la otra. Los signos humanos, es decir, las palabras de la len­ ñas excepcionales, deben constituir ia imagen de su ser; y Colón había
gua, no son simples asociaciones, no relacionan directamente un soni­ conservado en su persona dos rasgos dignos de figurar hasta en su
do con una cosa, sino que pasan por intermedio del sentido, que es nombre: el evangelizador v el colonizador; después de todo, no estaba
una realidad intcrsubjetiva. Ahora bien, y este es el primer hecho equivocado. La misma atención al nombre, rayana en el fetichismo,
notable, en materia de lenguaje Colón sólo parece prestar atención se manifiesta en ios cuidados con que rodea su firma; pues no lirrn.i,
a los nombres propios, que en ciertos aspectos son lo que está más como cualquiera, con su nombre, sino con una rúbrica particular­
emparentado con los indicios naturales. Observemos primero esta mente elaborada — tan elaborada, por cierto, que todavía no se ha
atención y, para empezar, la preocupación que Colón dedica a su pro­ llegado a desairar su secreto—; y no se conforma con utilizarla, sino
pio nombre; a tai punto que, como se sabe, cambia vanas veces su que también la impone a sus herederos; en efecto, leernos en la insti­
ortografía en el curso de su vida. Una vez más, cedo aquí la palabra tución de mayorazgo: "Don Diego, mi hijo, o cualquier otro que
a Las Casas, gran admirador del Almirante y tríente única de innu­ heredare este mayorazgo, después de haber heredado y estado en
merables informaciones que a él se refieren, y quien revela el sentido posesión de ello, firme de mi firma, la cual agora acostumbro, que
de esos cambios (Historia, i, 2); '‘Pero este ilustre hombre, dejado el es una X con una S encima y una \ 1 con Lina A romana encima, v
apellido introducido por la costumbre, quiso llamarse Colón, resti­ encima de ella una S y después una Y griega con una S encima, con
tuyéndose al vocablo antiguo, no tanto acaso, según es de creer, cuan­ sus rayas y vírgulas, como yo agora fago y se parecerá por mis fir­
to por voluntad divina, que para obrar lo que su nombre y sobre­ mas, de las cuales se hallarán muchas y por ésta parecerá" ¡ 2 2 .2 . 14 0 8 ).
nombre significaba lo elegía. Suele la divinal Providencia ordenar ¡Hasta los puntos y las comas están reglamentados de antemano!
que se pongan nombres y sobrenombres a personas que señala para Esta atención extrema a su propio nombre encuentra una prolonga­
se servir contonnes a los oficios que les determina cometer, según ción natural en su actividad de iluminador, en el curso de sus viajes.
asaz parece por muchas parces de la Sagrada Escritura; y el Filósofo, Como Adán en el paraíso. Colón se apasiona por la elección de tos
en el iv de la Metafísica, dice que los nombres deben convenir con nombres del mundo virgen que tiene ante los ojos, y, como en su
las propiedades y oficios de las cosas. Llamóse, pues, por nombre, propio caso, esos nombres deben estar motivados. La motivación se
Cristóbal, conviene a saber, Christum ferens, que quiere decir traedor establece de varias maneras. Al principio, asistimos a una especie de
o llevador de Cristo, y así se firmaba él algunas veces; como en la diagrama: el orden cronológico de los bautizos corresponde al orden
verdad él haya sido el primero que abrió las puertas deste mar Océa­ de importancia de los objetos asociados con esos nombres. Serán,
no. por donde entró y él metió a estas tierras tan remotas y reinos en este orden: Dios; la virgen María; el rey de España; la reina; la
hasta entonces tan incógnitos a nuestro Salvador Jesucristo. [. . •] heredera real. "A la primera [isla] que yo tallé puse su nombre San
Tuvo por sobrenombre Colón, que quiere decir poblador de nuevo, Salvador, a conmemoración de su alta Magestad, el cual maravillo­
el cual sobrenombre le convino en cuanto por su industria y traba­ samente todo esto ha dado; los nidios la llaman Guanahaní. A la
jos fue causa que descubriendo a estas gentes, infinitas ánimas dellas, segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción, a la ter­
mediante la predicación del Evangelio [. . .) hayan ido y vayan cada cera, Fernandina, a ia cuarta, la Isabel, a la quinta, isla Juana, e asi
día a poblar de nuevo aquella triunfante ciudad del cielo. También a cada una nombre nuevo" ("Carta a Santáugel", febrero-marzo de
le convino, porque de España trujo el primero gente (si ella fuera 1493).
cual debía ser) para hacer colonias, que son nuevas poblaciones traí­ Colón, entonces, sabe perfectamente que esas islas ya tienen nom­
das de fuera, que puestas y asentadas entre los naturales, constituye­ bres, naturales en cierta forma (pero en otra acepción del término);
ran una nueva, (• ..] cristiana Iglesia y felice república." sin embargo, las palabras de los demás le interesan poco v quiere v o l ­
Colón (ya se entiende por qué me importa esta ortografía)* y des­ ver a nombrar los lugares en función del sitio que ocupan en su des­
pués de él Las Casas, como muchos de sus contemporáneos, creen cubrimiento, darles nombres ¡unos: además, el dar nombres equivale
entonces que los nombres, o por lo menos los nombres de las perso- a una toma de posesión. Más tarde, cuando ha agotado un poco el
registro religioso y el de la realeza, recurre a una motivación más
tradicional, por parecido directo, cuya justificación también nos da.
* Todoruv escribe Qfcm en el original, cuando la ortogratl» normal en francés es Ofcntá [" i
30
DESCUBRIR
COI O N H f.R M E N E U TA

A! cual [cabo] puse nombre cabo Fevmoso. porque asi lo es"


capitanes, así corno por el notario real provisto de su tintero. Ante
í Í 9 .10.1492). [Las] llamó las islas de Arena por el poco fondo que
los ojos de Jos indios probablemente perplejos, y sin preocuparse para
tenían de la parte del sur hasta seis leguas" (2 7 .10.1492), “Vido cabo
nada de ellos. Colón hace levantar un acta. “Dijo que le diesen por
lleno de palmas y púsole cabo de Pahuas" (30.10.1492). “ Hav un
fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó
cabo que entra mucho en la mar alto y bajo, y por eso le puso nom­
posesión de la dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores. .
bre cabía Alto y Bajo (19.12.1492). "Hallaban metidos por ios aros
(¡2,10.1492). El que éste sea d primen simo acto realizado por Colon
de ios barriles pedacitos de oro, y lo mismo que en los aros de la
en América nos dice mucho sobre la importancia que tenían para él
pipa. Puso por nombre el Almirante al río el río de O ro” ¡:8.1.1493).
las ceremonias de nominación.
“Cuando vi do la tierra, llamó a un cabo que vido el cabo de Padre
Ahora bien, como ya hemos dicho, ios nombres propios consti­
e Hijo, porque a la punta de la parte del leste tiene dos farallones,
tuyen un. sector muy particular del vocabulario: desprovistos de sen ­
mayor el tino que el otro (12.1.1493; !, 19b). "Llamé allí a este
tido. sólo están al servicio de ia denotación peto no, directamente,
lugar jardines, porque así conforman por el nombre" (“Carta a los
de la comunicación humana; se dirigen a la naturaleza (al referente),
Reyes” . 3 1.8.1498).
>' no a ios hombres; a pesar de los indicios, son asociaciones directas
Las cosas deben tener los nombres que les convienen. En ciertos
entre secuencias sonoras y segmentos del mundo. La parte de Ja
días esta obligación precipita a Colon en un estado de verdadera rabia
comunicación humana que capta la atención de Colón es entonces
nominativa. Así, el ! i de enero de í 493: “(Navegó ai leste, basta un
precisamente aquel sector del lenguaje que sólo sirve, por lo menos
cabo que llamó Bclprado, cuatro leguas: y de allí al sueste está el mon­
en un primer tiempo, para designar a la naturaleza.
te a qu.ien puso monte de Pista, y dice que hay ocho leguas. De allí
En cambio, cuando tienen que ver con el resto del. vocabulario.
al cabo de! Bclprado al leste, cuarta de! sueste, está el cabo que dito
Colón demuestra muy poco interés y revela aún más su concepción
del Angel, v hay diez y ocho leguas. [. . .] Del rabo del Ángel al les­
ingenua del lenguaje, puesto que siempre percibe los nombres con­
te, cuarta del sueste, hay cuatro leguas, a una punta que puso de! Hie­
fundidos con las cosas: toda la dimensión de la intersubjetividad, del
rro: y al mismo camino, cuatro leguas, está una punta que llamó la
¡’¡¡¡oí recíproco de las palabras (por oposición a su capacidad denota­
Punta Seca: y de allí al mismo camino, a seis leguas, está el cabo que
tiva). del carácter humano, y por lo tanto arbitrario, de los signos
dijo Redondo; y de allí al leste está el cabo Francés. . Su placer
se le escapa. Veamos un episodio significativo, una especie de paro­
parece ser tan grande que en ciertos días da sucesivamente dos nom­
dia del trabajo etnográfico: una vez que ha aprendido la palabra india
bres al mismo lugar (así. el 6 de diciembre de 1492 un puerto que
“cacique y se esfuerza más por ver a qué palabra española corres­
ai amanecer fue nombrado María se convierte en San Nicolás a la
ponde exactamente que por saber cuál es su significado en la jerar­
hora de vísperas): en cambio, si alguien mis quiere imitarlo en su
quía. convencional y relativa, de ios indios, como si fuera evidente
acción dominadora, anula la decisión para imponer sus propios nom­
que los indios establecen las mismas distinciones que los españoles;
bres: durante su escapatoria. Pinzón había dado su nombre a un río
como si el uso español no fuera una convención entre otras, sino el
(cosa que el Almirante nunca hace), pero Colón se apresura a vol­
estado natural de las cosas: “ Hasta entonces no había podido enten­
verlo a bautizar "río de Gracia". Ni siquiera los indios escapan a la
der el Almirante si lo dicen por rey o por gobernador, y otro nom­
nía rejada de nombres: los primeros hombres que se lleva de vuelta
bre por grande que llaman u i t ú y i w ; no sabía si lo decían por hidalgo
a España reciben los nuevos nombres de don Juan de Castilla v don
o gobernador o juez" (D ia n o . 23.12.1492). Colón no duda un ins­
Fernando de Aragón. . .
tante de que los indios di.stm.gari, como los españoles, entre grande,
El primer gesto que hace Colón al entrar en contacto con las tie­
hidalgo y gobernador; su curiosidad, que por lo demás es limitada,
rras recién descubiertas (es decir, el primerísimo contacto entre Europa
solo se refiere a! equivalente indio exacto de esos términos. Para él.
y lo que habrá de ser América) es una especie de acto de nominación
todo ef vocabulario está hecho a imagen de los nombres propios v
extendido: se trata de ia declaración según la cual esas tierras forman
éstos vienen naturalmente de las propiedades de los objetos que seña­
pane, desde entonces, del remo de España. Colón baja a tierra en
lan: el colonizador debe llamarse Colón. Las palabras son, v sólo son.
una barca decorada con el pendón real, y acompañado por sus dos la imagen de las cosas.
C O L Ó N ¡-[E R M E N E U T A 39
38 D E S C U B R IR

Tampoco sorprenderá ver cuán poca atención dedica Colón a las Pero también entiende que según los indios esos personajes tienen
lenguas extranjeras. Su reacción espontánea, que no siempre luce Cabezas de perro (<v¡f¡) con las que, precisamente, se los comen. Pero
explícita pero que subyace en su comportamiento, es que, en el ton­ eso sí le parece una fábula, y se la reprocha a los indios: “Y creta
do, la diversidad lingüística no existe, puesto que la lengua es natu­ el Almirante que mentían, y sentía el Almirante que debían de ser
ral. El asunto es tanto más asombroso cuanto que Colón mismo es del señorío del Gran Can, que los captivaban” (26.1 1.1492).
políglota, y al mismo tiempo carece de lengua materna: emplea igual­ Cuando Colón reconoce por fin la extrañeza de una lengua, qui­
mente bien (o mal) el genovés, el latín, ei portugués, el español; pero siera que por lo menos fuera también igual a todas las demás; en suma,
las certidumbres ideológicas siempre han sabido dominar las contin­ por un lado están las lenguas latinas, y por el otro las lenguas extran­
gencias individuales. Su misma convicción de que Asia está cerca, jeras; los parecidos son grandes en el interior de cada grupo, si juz­
que le da el valor de partir, descausa en un malentendido lingüístico gamos sobre la base de la facilidad que tiene Colón para las prime­
caracterizado. La opinión común de su tiempo quiere que la tierra ras, y por el especialista en lenguas que se lleva consigo, para las
sea redonda, pero se piensa, y con razón, que la distancia entre Europa segundas; cuando oye hablar de un gran cacique en el interior de las
y Asia por la vía occidental es muy grande, incluso insalvable. Colón cierras, el cual imagina que es el Kan, es decir el emperador de Chi­
toma por autoridad al astrónomo árabe Altraganu, que indica con na, le envía como emisario "un Luis de Torres, que había vivido con
bastante exactitud la circunferencia de la tierra, pero que se expresa el Adelantado de Murcia, y había sido judía y sabía diz que hebraico
en millas árabes, superiores en un tercio a las millas italianas tamilia- y caldeo, y aun algo arábigo” (2.11.1492). Cabe preguntarse en qué
res a Colón. Ahora bien, éste no puede imaginar que las medidas idioma se habrían desarrollado las conversaciones entre Colón y ei
sean convencionales, que el mismo término tenga significados dife­ cacique indio, alias emperador de China; pero este ultimo no acudió
rentes según las diferentes tradiciones (o lenguas, o contextos); tra­ a la cita.
duce entonces en millas italianas, y la distancia le parece a la medida El resultado de esa falta de atención al idioma del otro es fácil de
de sus fuerzas. Y aunque Asia no esté donde cree que se encuentra, prever: en realidad, durante todo el primer viaje, antes de que hubieran
tiene el consuelo de descubrir América. , . aprendido a "hablar” los indios que se llevó a España, la incompren­
Colón desconoce pues la diversidad de las lenguas, lo cual, trente sión es total, o, como dice Las Casas al margen del diario de Colón:
a una lengua extranjera, sólo le deja dos posibilidades de comporta­ "Al reves entendían de lo que los indios por señas les hablaban"
miento compiè! nema ruis, reconocer que es una lengua pero negarse (30.10,! 492). Después de todo, el asunto no es chocante, ni siquiera
a creer que sea diferente, o reconocer su ditcren.ciu ’pero negarse a admi­ sorprendente; en cambio, lo que sí sorprende es el hecho de que Colón
tir que se trate de una lengua. . . lesta última reacción es la que pro­ prerenda regularmente que comprende lo que le dicen, al tiempo que
vocan los indios que encuentra muy al principio, el 12 de octubre da pruebas de su incomprensión. Por ejemplo, el 24 de octubre de
de 1492; ai verlos, se promete: " Y o , placiendo a Nuestro Señor, lle­ 1492 escribe: "O í de esta gente que [la isla de Cuba) era muy gran­
varé de aquí al tiempo de mi partida seis a V.A. para que deprendan de y de gran trato y había en ella oro y especerías y naos grandes
tablar” (estos términos chocaron tanto a los diferentes traductores V mercaderes.” Pero dos líneas más adelante, el mismo día, añade:
franceses de Colón que todos ellos corrigieran; “que aprendan nuestra “por lengua no los entiendo". Lo que "oye” , pues, es sencillamente
lengua"). Más tarde, admire que tienen una lengua pero no llega a un resumen de los libros de Marco Polo y de Pedro de Aiily. "Enten­
acostumbrarse totalmente a la idea de que es diferente, y persiste en día el Almirante que allí venían naos del Gran Can, y grandes, y que
oír palabras familiares en lo que dicen, y en hablarles como si debie­ de allí a tierra firme había jornada de diez días” (28.10.1492). "T or­
ran comprenderlo, o en reprocharles la mala pronunciación de nom­ no a decir como otras veces dije, dice él, que Camba no es otra cosa
bres o de palabras que cree reconocer. Con ayuda de la deformación sino la gente del Gran Can, que debe ser aquí muy vecino.” Y añade
auditiva, Colón emprende diálogos chuscos e imaginarios, ei ntás pro­ este sabroso comentario: “Cada día entendemos más a estos indios
longado de los cuales se refiere al Gran Kan, objetivo de su viaje. y ellos a nosotros, puesto que muchas veces hayan entendido uno
Los indios enuncian la palabra Cariba, para designar a los habitantes por otro (dice el Almirante)” (11.12.1492). Contamos con otro relato
(antropófagos) del Caribe. Colón oye minie?, es decir la gente del Kan. que ilustra la forma en que los hombres de Colón se hacían entender
!O DESCUBRIR C O i.Ó N v r o s INDIOS 41

por los indios: “ Y creyendo que saliendo dos o tres hombres de las sero disimulo, no logra atraer a ese capitán a su barco, para ence­
barcas no temieran, salieron dos cristianos diciendo que no hohiescn rrarlo a su vez. Su percepción de los mismos hombres que lo rodean
miedo en su lengua, porque sabían algo de ella por la conversación no es muy clarividente: aquellos a quienes da toda su confianza (como
de los que traen consigo. En fin, dieron todos a huir, que ni grande Roldan, u Hojeda) se ponen inmediatamente en contra suya, mien­
ni chico quedó” (27.1 1.1492). tras que descuida a personas que le son realmente fieles, como Die­
Por lo demás. Cotón no siempre se deja engañar por sus ilusio­ go Méndez.
nes. v admite que no hay comunicación (lo cual vuelve todavía más Colón no tiene éxito con la comunicación humana porque no le.
problemáticas las “informaciones" que cree sacar de sus conversa­ interesa. En su diario del 6 de diciembre de 3492 leemos que los indios
ciones): “ No sé la lengua, y la gente de estas tierras no me entienden que llevó a bordo de su barco tratan de escaparse y se inquietan por
ni yo ni otro que yo tenga a ellos” (27.11.. 1492). Y también dice que verse lejos de su isla. “ Ni los entendía bien ni ellos a él, y diz que
no entendía su lengua “ sino por discreción" (15.1.1493); sin embar­ habían el mayor miedo del mundo de la gente de aquella isla. Así
go, ya sabemos lo poco confiable que es ese método. . . que, por querer haber lengua con la gente de aquella isla, le fuera
La comunicación no verbal no logra mayores éxitos que el inter­ necesario detenerse algunos días en aquel puerto, pero no lo hacía
cambio de palabras. Colón se apresta a desembarcar en la ribera con por ver mucha tierra y por dudar que el tiempo le duraría.” Todo
sus hombres. “ Uno de ellos [los indios que habían venido] se ade­ está en el encadenamiento de estas cuantas frases: la percepción suma­
lantó en d río junto con la popa de la barca e hizo una grande plática ria que tiene Colon de los indios, mezcla de autoritarismo y condes­
que el Almirante no entendía [no es de sorprender], salvo que los cendencia; la incomprensión de su lengua y de sus señas; la facilidad
otros indios de cuando en cuando alzaban las manos al cielo y daban con que se enajena la voluntad del otro en aras de un mejor conoci­
una grande voz. Pensaba el Almirante que lo aseguraban v que les miento de las islas descubiertas: la preferencia por las tierras trente
placía de su venida jtípico ejemplo de wishjnl ih ú ik iu g j; pero vido al a los hombres. En la hermenéutica de Colón, éstos no tienen un lugar
indio que consigo traía [y que sí entendía el idioma] demudarse la aparte.
cara y amarillo como la cera, y temblaba mucho, diciendo por señas
que el Almirante se fuese fuera del río, que los querían matar"
(3 .12.1492). Y aun cabe preguntar si Colón entendió bien lo que el COLÓN Y LOS INDIOS
indio le decía “por señas". Y aquí tenemos un ejemplo de emisión
simbólica casi tan lograda corno la anterior: “Ya deseaba mucho haber Colón sólo habla de los hombres que ve porque, después de todo,
lengua [con los indios], y no tenía ya cosa que me pareciese que era ellos también forman parte del paisaje. Sus menciones de los habi­
de mostrarles para que viniesen, salvo que hice sobir un tamborín tantes de las islas siempre aparecen entre anotaciones sobre la natu­
en el castillo de popa que tañesen, e unos mancebos que danzasen, raleza, en aígtín lugar entre los pájaros y los árboles. “En las tierras-
creyendo que se allegarían a ver la fiesta: y luego que vieron tañer hay muchas minas de metales e hay gente [en] inestimable número"
y danzar todos dejaron ios remos y echaron mano a los arcos y los ( Carta a -Santángcl . febrero-marzo de 1493). "Siempre en lo que
encordaron, y embrazó cada uno su tablachina, v comenzaron a tirar­ hasta allí había descubierto iba de bien en mejor, así en las tierras
nos flechas” (“Carta a los Reyes” , 31.8.1498). y arboledas y hierbas y frutos y flores como en las gentes” (Diario.
Estos fracasos no sólo se deben a la taita de comprensión del idio­ 25.1 1.1492). “Las [raíces] de aquel lugar eran tan gordas corno la
ma. a la ignorancia de las costumbres de los indios (aunque Colón pierna, y aquella gente todos diz que eran gordos v 'valientes"
hubiera podido tratar de superarlas): los intercambios con los euro­ (16.12.1492): bien se ve de qué modo se introduce a la gente, al abrigo
peos no tienen mucho más éxito. Así, en el camino de regreso del de una comparación necesaria para describir las raíces. “ Aquí falla­
primer viaje, en las Azores, vemos a Colón cometer falta tras falta
ron que las mujeres casadas traían bragas de algodón, las mozas no.
en su comunicación con un capitán portugués que le es hostil: Colón, salvo algunas que eran ya de edad de diez y ocho años. Y ahí había
demasiado crédulo al principio, ve cómo arrestan a sus hombres,
perros mastines y branchetes, y ahí fallaron uno que había al nariz
cuando esperaba tener la mejor de las acogidas; más tarde, con gro­ un pedazo de oro que sería como la mitad de un castellano"
F u í . 3. G ’/oií CöL’üiiwoi ,i¡ H .iíí>

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(17.10.1492) : esta mención de los perros en medio de las observa ­ atraer la atención que su cultura espiritual: “Traían ovillos de algo­
ciones sobre las mujeres y los hombres índica claramente en qué regis­ dón. filado y papagayos y azagayas y otras cositas que sería tedio de
tro quedarán integrados estos. escrebir (13.10.1492): lo importante, claro está, era la presencia de
La primera mención de los indios es significativa: “Luego vinie­ los papagayos. Su actitud frente a esta otra cultura es, en el mejor
ron gente desnuda. . ,"(12.10.14921. Ei asunto es cierto; no por ello de ios casos, la del coleccionista de curiosidades, y nunca la acompa­
es menos revelador el que la primera característica ele esas gentes que ña un intento de comprensión: al observar por vez primera cons­
impresiona a Colón sea la falta de ropa —la cual a su vez simboliza trucciones con trabajo de albañilería (durante el cuarto viaje, en la
la cultura (de ahí viene el interés de Colón por las personas vestidas, costa de Honduras), se conforma con ordenar que arranquen un tro­
que podrían integrarse más a lo que se sabe del Gran Kan; está un zo pata guardarlo como recuerdo.
poco decepcionado por no haber encontrado más que salvajes). Y No tiene nada de asombroso el que esos indios, culturalmente vír­
vuelve la afirmación; "Desnudos todos, hombres y mujeres, como genes. página blanca que espera la inscripción española y cristiana,
sus madres los parió {sif]" (6.1 1.1492). "Este rey y todos los otros se parezcan entre sí. “ La gente trida era una con los otros ya dichos,
andaban desnudos como sus madres los parieron, y así las mujeres, de las mismas condiciones, y así desnudos y de la misma estatura”
sin algún empacho” (16.12.1492); al menos las mujeres hubieran (i 7,10.1492). “Virucro n muchos de esta gente, semejantes a los otros
podido hacer algún esfuerzo. A menudo sus observaciones se ¡imi­ de las otras islas, así desnudos y así pintados” (22.10.1492). “Esta
tan llanamente al aspecto físico de la gente, a su estatura, al color gente {. . .) es de la misma calidad y costumbre de los otros halla­
de su piel (más apreciada en la medida en que es más ciara, es decir, dos (1.5 1. 1492). “Ellos soti gente como los otros que he hadado
más semejante). “Ellos son de la color de los canarios, ni negros, ni —dice el Almirante— , y de la misma creencia" (3.12.1492). Los indios
blancos" (12.10. 1492). ", , que son blancos más que los otros, y que se asemejan porque todos están desnudos, privados de característi­
entre los otros vieron dos mujeres mozas tan blancas como podían cas distintivas
ser en España" (1 3 ,12,1492). "Hay nuiy lindos cuerpos de mujeres" Dado este desconocimiento de la cultura de los indios y su asimi­
(21.12.1492) . Y concluye con asombro que, aunque vayan desnu­ lación con la naturaleza, no podemos esperar encontrar en los escri­
dos. los indios parecen estar más cerca de ios hombres que de los ani­ tos de Colón un retrato detallado de la población. La imagen que
males. " I'odas aquellas gentes isleñas e de la tierra firme de allá, aun­ de ella da obedece, en im principio, a las mismas reglas que la des­
que parescen bestiales e andan desnudos, [. . .] les paresneron ser bien cripción de la naturaleza: Colón decide admirarlo todo, y la belleza
razonables e de agudos ingenios” (Bernáldez), tísica en primer lugar. “ Muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos
Los indios, físicamente desnudos, también son, para ¡os ojos de y m u y bu en as caras í! 2.1 U 1492;. ‘‘Todos de buena estatura, gente
Colón, seres despojados de toda propiedad cultural; se caracterizan, muy fennosa” (13.10.1492), “ Son los más hermosos hombres y
en cierta forma, por la ausencia de costumbres, ritos, religión (lo que mujeres que hasta allí bohieron hollado” (16.12.1492).
tiene cierta lógica, puesto que. para un hombre como Colón, ¡os seres Un autor como Pedro Mártir, que refleja fielmente las impresio­
humanos se visten después de su expulsión del paraíso, que a su vez nes (o los fantasmas) de Colón y de sus primeros compañeros, gusta
es ei origen de su identidad cultural). Además, también está su cos­ de pintar escenas idílicas. Aquí vienen las i n d i a s a saludar a Colón:
tumbre de ver las cosas como le conviene, pero es significativo el "Dicen los nuestros que f, . j son muy hermosas f. . .], v que se les
hedió de que ¡o lleva a la imagen de ¡a desnudez espiritual. "Me pare­ figuro que veían esas bellísimas dríadas o ninfas salidas de las fuen­
cí«'' que era gente muy pobre de todo” , escobe en el primer encuen­ tes, de que hablan las antiguas fábulas. Todas ellas, doblando la rodilla,
tro. v también: "Me pareció (¡ue ninguna secta renian" (12,1 (.!. 1492). hicieron entrega a) Adelantado de los manojos de palma que lleva­
“Csta gente es muy mansa y mnv temerosa, desnuda como dicho ban en las diestras, mientras danzaban y cantaban a porfía” (i, 5;
tengo, sin armas y sin lev” (4.1 1.1492). “Ellos no tiene?! secta nin­ ¡T. fig. 3).
guna m son idólatras” (2 7 .1 ], 1492). Ya se sabe que los indios están Esta admiración decidida de antemano también se extiende al plano
desprovistos de lengua; ahora se descubre que carecen de lev y reli­ moral. Estas gentes son buenas, declara Colón desde un principio,
gión, v, si bien tienen una cultura material, ésta no es más digna de sin preocuparse por fundamentar su afirmación. “ Sota la mejor gen­
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te del mundo y más mansa” (16.12.1492). "Dice el Almirante que da la impresión de que en este caso el tonto es él: un sistema de inter­
no puede creer que hombre haya visto gente de tan Dueños corazo­ cambio diferente equivale para él a la ausencia de sistema, y de ahí
nes” (21.12.1492). "En el mundo creo que no hay mejor gente ni llega a la conclusión sobre el carácter bestial de los indios.
mejor tierra” (2o. 12.14(12)! la fácil relación entre tierras y hombres El sentimiento de superioridad engendra un comportamiento pro­
indica claramente con qué espíritu escribe Colón, y lo poco que se teccionista: Colón nos dice que prohíbe a sus marineros un trueque
puede confiar en las cualidades descriptivas de sus observaciones. Por que, a sus ojos, es escandaloso. Sin embargo, lo vemos ofrecer a su
lo demás, cuando llegue a conocer mejor a los indios, habra de dar vez regalos estrafalarios, que hoy en día se asocian, para nosotros,
en el otro extremo, pero no por ello son mas dignas de te sus infor­ con los "salvajes”, pero que Colón tue el primero en enseñarles a
maciones: se ve a sí mismo, naufragado en jamaica, "cercado de un gustar y exigir. "Envié por él y le di un bonete colorado y unas cuen­
cuento de salvages, y llenos de crueldad y enemigos nuestros’ ("Carta tas de vidrio verdes pequeñas que le puse al brazo y dos cascabeles
a los Reyes”, 7.7.1 503), Claro que lo que más llama la atención, aquí, que le puse a las orejas” (Dame, 15.10.1492). “ [Le di] unas cuentas
es que para caracterizar a los Indios Colón sólo encuentra adjetivos muy buenas de ámbar que yo traía al pescuezo, v unos zapatos colo­
del tipo bueno/malo, que en realidad no nos enseñan nada; no solo rados y una almarraxa de agua de azahar, de que quedó tan conten­
porque esas cualidades dependen del punto de vista en el que uno to, que tue maravilla’' (18.12.1492). "El señor ya traía camisa y guan­
se coloque, sino también porque corresponden a estados momentá­ tes que el Almirante le había dado” (26.12.1492). Es comprensible
neos y no a características estables, porque vienen de la apreciación que Colón se sienta escandalizado por la desnudez del otro, pero ¿son
pragmática de una situación y no del deseo de conocer. los guantes, el bonete rojo y ios zapatos, en esas circunstancias, regalos
A primera vista, hay dos rasgos de los indios que parecen ser menos realmente más útiles que las tazas de vidrio rotas? Los jetes indios,
previsibles que los demás: su "generosidad” y su "cobardía” , pero, por lo menos, siempre podrán ir a visitarlo ivsiiílos. Más tarde vemos
al leer las descripciones de Colón, nos ciamos cuenta de que esas que los indios encuentran otros usos para los regalos espartóles, sin
observaciones proporcionan más datos sobre Colón que sobre los que por ello quede demostrada su utilidad. "C om o estaban desnu­
indios, A falta de palabras, indios y españoles intercambian, desde dos, preguntaban para qué servían las agujas; ios nuestros, con hábil
el primer encuentro, pequeños objetos sm importancia, y Colón no respuesta, los dejaron satisfechos, pues por señales les dieron a enten­
deja de alabar la generosidad de los indios que dan todo por nada; der que eran Utilísimas para extirparse las púas que frecuenlísima-
le parece que a veces raya en la tontería: ¿por que aprecian por igual mente se íes clavaban en la carne, y limpiarse los dientes, con lo que
un pedazo de vidrio que una moneda, y dan el mismo t alot a las empezaron a hacer de ellas gran aprecio” (Pedro Mártir, i, 8).
monedas insignificantes que a las de oroí "Les di [. . .] otras cosas Así pues, sobre la base de esas observaciones y de esos intercam­
muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer (Duina, bios es como Colón va a declarar que los indios son la gente más
t 2.1 ü. I 492). ’"íVlas todo lo ijuc tienen lo dan por =.'LL\n.|uicr cosa cuse generosa del mundo, con lo cual hace una contribución importante
les den; que fasta los pedazos de las escudillas y de las tazas de vidrio al mito del buen salvaje. “ Son (. . .] sin codicia de lo ajeno”
rotas rescataban” ¡13,10,1492). "D e lo que tienen luego lo dan por (26.12.1492). “Son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen,
cualquier cosa que les den, sm decir que es poco ¿13.12.149a). que no lo creerá sino vi que lo viese" ¿"Carta a Santángd", lebrero-
"Quícr sea cosa de valor, qmer sea de poco precio, luego, por cual­ marzo de 1493). " Y no se diga que porque lo que daban valía poco,
quiera cosa, de cualquier manara que sea se íes Jo, peo ello son con­ por eso lo daban liberalmente —dice el Almirante— , porque lo mis­
tentos” ("Carta a SantángeiC febrero-marzo de 1493). Al igual que mo hacían, y tan liberalmente, los que daban pedazos de oro como
en el caso de las lenguas. Colón no entiende que los valores son con­ los que daban ia calabaza de agua; y fácil cosa es de cognoscer — aña­
vencionales, que' el oro no es mas valioso que el vnlrui en sí , sino de— cuando se da una cosa con muy deseoso corazón de dar” (D¡,i-
sólo dentro del sistema europeo de intercambio. Así pues, cuando rio, 21.12.1492).
concluye esta descripción de los intercambios diciendo: " fasta los En realidad, el asunto es menos fácil de lo que parece. Colón lo
pedazos de los arcos rotos de las pipas tomaban, y daban lo que tenían presiente cuando, en su carta a Santángel, recapitula su experiencia:
como bestias" ("Carta a Saiitángel , lebrero-marzo de 1493), nos ••-ni he podido entender si tienen bienes propios, que me pareció
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ver que aquello que uno tenía t o d o s hadan parte, en especial de las m o s é n Pedro Margante", 9 . 4 . 1 4 9 4 ) ; el rey indio Caonabo “es hom­
cosas comederas" (febrero-marzo de 1493). ¿Daría otra relación con bre (. . .] m u y malo y muy más atrevido” (“ Memorial para Antonio
la propiedad privada una explicación de esos c o m p o rta m ie n to s “gene­ de T o r r e s " , 3 0 .!. 1494). N o por ello se tiene la impresión de que
rosos"? Su hijo Hernando también lo atestigua, al relatar un episo­ C o l ó n h aya entendido m e jo r a los indios después que antes: en rea­
dio del s e g u n d o viaje. ‘'T a n p r o n t o c o m o en trab an en aquellas casas lidad. nunca sale de sí m is m o .
(que pertenecían a los naturales del lugarj algunos indios que el Almi­ Cierto es que en un momento de su carrera Colón hace un esfuerzo
rante llevaba consigo de la Isabela, cogían lo que más les gustaba, adicional. Eso ocurre d u ran te el segundo viaje, cuando le pide a un
sin que los dueños dieran muestras de desagrado, c o m o si to d o tuese religioso, fray Ramón Pane, que haga una descripción detallada de
c o m ú n . D e igual m o d o , los de aquella tierra, cuando se ac e rc a b a n las costumbres y las creencias de los indios; e incluso deja, c o m o pre­
a algún cristiano, le tomaban lo que mejor les parecía, c re y e n d o que facio de esta descripción, una página de observaciones “ etnográfi­
en tre nosotros había también aquella costumbre. Pero no les duró cas". Comienza con una declaración de principio: “Idolatría u otra
m u c h o tal engaño" (51). Colón olvida entonces su propia percep­ secta n o lie p o d id o c o n o c e r l e s " , tesis que mantiene a p esar de los
ción, y declara poco después que los indios, lejos de ser generosos, ejemplos que siguen inmediatamente, escritos por su propia plu m a.
son todos ladrones (inversión pataleta a la que los transforma de los En efecto, describe varias prácticas “idólatras”, y sin embargo aña­
m ejores hombres del mundo en violentos salvajes); de golpe, les de*: ' Las palabras que dicen no las entiende n in g u n o de los nues­
im p o n e castigos crueles, los mismos que se usaban entonces en Espa­ tros.” Su atención se fija entonces en la revelación de una superche­
ña: "Y porque en este camino que yo hice a Cambao acaeció que ría: un íd olo parlante era en realidad un objeto hueco conectado por
algún indio hurtó algo, si hallardes que alguno d’ellos furtcn, casti­ un tu b o co n otra h ab itación de la casa, d o n d e estaba el asistente del
gadlos también cortándoles las narices y las orejas, porque son miem­ mago. El pequeño tratado de Ramón Pane (conservado en la b i o g r a ­
b ros que no podrán esconder” (“Instrucción a mosén Pedro Marga- fía de H e r n a n d o C o l ó n , en el c ap ítu lo 6 2 ) es m u c h o más in teresante,
rite” , 9 , 4 . 1 4 9 4 ) . pero m a s bien a pesar de su autor, quien no se cansa de repetir:
El discurso sobre la “cobardía” pasa exactamente por el mismo 4 como n o tienen letras ni escrituras, no saben contar bien tales
proceso. Al comienzo, hay condescendencia divertida; "(Son] sin fábulas, m y o puedo escribirlas bien. Por lo cual creo que p o n g o p ri­
armas y tan temerosos, que a una persona de los nuestros luyen cien­ m e r o lo que debiera ser ultimo, y lo ultimo primero” (6). “ Puesto
tos d ed o s, aunque burlen c o n ellos" (Diario, 1 2 . 1 1 . 1 4 9 2 ) . “ Certifica que e s o ib; de prisa, y no tenía p ap e! b astan te, no pude poner en su
el Almirante a los Reyes, que diez hombres hagan huir a diez mil, sugav lo que p o r e rro r traslade a o t r o " (8). " D e esto n o he sabido
tan cobardes y medrosos son" ( 3 . 1 2 . 1 4 9 2 ) . "Non tienen herró ni ace­ m ás; y poco ayu d a lo que llevo escrito” (1 1).
ro. armas, ni son para ello; non. porque n o n sea gente bien dispuesta ¿Ponemos adivinar, a través de las notas de Colón, cómo perci-
y de fermosa estatura, salvo que son m u y temerosos a maravilla” ben ios indios, p o r su p arte, a los españoles? Apenas. Una vez inás,
("Carra a Samángel” , febrero-marzo de 1493). La cacería de indios toda la información está viciada p o r el hecho de que Colón ya ha
con perros, otro ‘'descubrimiento" de Colón, descansa en una obser­ decidido de antemano so b re todo: y c o m o el to n o , durante el primer
vación semejante: “ Que un perro vale para contra los indios como maje, es de: admiración, los indios también deben ser admirativos.
diez c u b r e s " (Betnákkz). Colón deja tranquilamente a una parte de Y otras cosas muchas se p a s a ro n que yo no entendía, salvo que bien
sus hombres, ai final del primer viaje, en la isla Española; p ero, al vía que ro d o tenía a g ra n d e m a ra v i l l a ” (D i a r i o , 1 8 . 1 2 . 1 4 9 2 ) : aun sin
volver a ella un año más tarde, le es forzoso admitir que fueron mata­
entender. C o i o n sabe que el "rey" indio está en éxtasis frente a él.
dos por esos indios miedosos c ignorantes de las armas; ¿se habrán •■•5 posible, como dice Colon, que se hayan preguntado si ésos no
reunido mil de ellos para acabar con cada español? Se va entonces eran Si.ics de o rigen divin o; lo cual exp licaría b astan te bien su te m o r
al otro extremo, y en cierta forma deduce, de la cobardía de los indios, ■nk.íal, y su desaparición trente al c o m p o r t a m i e n t o humano de los
su valor. "N o ay tan mala gente como cobardes, que nunca dan la españoles. [Son] crédulos y cognoscedores que hay Dios en el cie-
vida a ninguno, asi que si los indios hallasen un ombre o dos des­ íO, e fu m e s que n o s o t r o s h ab ern os ven id o s del cielo" ( 1 2 . 1 1 . 1 4 9 2 ) ,
mandados, no seria maravilla que los m a t a s e n " (“ Instrucción para C r e ¡a n que (los cristianos] venían del cielo y que los reinos de ios
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reyes de Castilla eran en el cielo y rio en este mundo fil 6.12.1492). el, y corno los españoles. Es asimilacionista en forma inconsciente
“ Hoy en día los traigo que siempre están de propósito que vengo e ingenua; su simpatía por los indios se traduce ''naturalmente’' en
del cielo, por mucha conversación que Hayan habido conmigo i Car­ el deseo de verlos adoptar las costumbres del europeo. Decide lle­
ta a Satuáiiger, febrero-marzo de 1493). Volveremos a esta creencia varse algunos indios a España “porque volviendo sean lenguas de
cuando sea posible observarla más detalladamente; notemos, sin los cristianos y comen nuestras costumbres y las cosas de la te"
embargo, que el Océano podía parecerles a los indios caribes rail abs­ i 12.11.1492j. También son buenos, dice, para “que hagan villas y
tracto como el espacio que separa el cielo de la tierra. se ensenen a andar vestidos y a nuestras costumbres’’ (16.12.1492).
El lado humano de los españoles es su sed de bienes terrenales: “Deben tomar Vuestras Altezas grande alegría porque luego los harán
el oro, desde el principio, como ya hemos visto, y, poco después, cristianos y los habrán enseñado en buenas costumbres de sus rei­
las mujeres. Hay' una síntesis verbal impresionante en lo dicho por nos” (24.12.1492). Nunca hay una justificación de este deseo de hacer
uno de los indios, según la relación de Colón: “ Uno de los indios que los indios adopten las costumbres españolas; es una cosa evi­
que traía el Almirante habló con [el rev|. le dijo que cómo venían dente por sí misma.
los cristianos del cielo y que andaban en busca de oro (Dinno, La mayoría del tiempo, este proyecto de asimilación se contunde
16.12.1492). Esta frase era cierta en más de un sentido. En efecto, con el deseo de cristianizar a los indios, de propagar el Evangelio.
se puede decir, simplificando hasta la caricatura, que los conquista­ Sabemos que esta intención es la base del proyecto inicial de Colón,
dores españoles pertenecen, históricamente, al periodo de transición aun si la idea, al comienzo, es un poco abstracta (ningún sacerdote
entre una Edad Media dominada por la religión y la época moderna acompaña a la primera expedición). Pero en cuanto ve a los indios,
que coloca los bienes materiales en la cumbre de su escala de valores. empieza a concretarse la intención. Inmediatamente después de haber
También en la práctica habrá de tener la conquista estos dos aspec­ tomado posesión de las nuevas tierras por acta notarial debidamente
tos esenciales: ios cristianos tienen la fuerza cié su religión, que traen formalizada, declara: “Conocí que era gente que mejor se libraría v
al nuevo mundo; en cambio, se llevan de él oro y’ riquezas. convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza. .
La actitud de Colón respecto a los indios descansa en la manera i 12. i U. I 492). El “conocimiento" de Colón es, evidentemente, una
que tiene de percibirlos. Se podrían distinguir en ella dos compo­ decisión adoptada de antemano, y aquí sólo se refere a los medios
nentes, que se vuelven a encontrar en el siglo siguiente y, práctica­ que se deben emplear, tío al fin por alcanzar, que ni siquiera es nece­
mente, hasta nuestros días en la relación de todo colonizador con el sario afirmar: es, una vez más, lo que es evidente por sí mismo. Y
colonizado; ya habíamos observado el germen de estas dos actitudes vuelve constantemente a la idea de que la conversión es ia finalidad
en la relación de Colón con la lengua del otro. O bien piensa en los principal de esa expedición, y que espera que los reyes de España
¡ indios (aunque no utilice estos términos) corno seres humanos com­ acepten a los indios como súbditos con todos los derechos. '"Y digo
pletos, que tienen los mimos derechos que él, pero entonces no sólo que Vuestras Altezas no deben consentir que aquí trate ni faga pie
los ve iguales, sino también idénticos, y esta conducta desemboca ningún extranjero, salvo católicos cristianos, pues esto tue el fin y
en el asimilacionismo. en la proyección de los propios valores en los el comienzo del propósito, que fuese por acrecentamiento y gloria
demás. O bien parte de la diferencia, pero ésta se traduce inmediata­ de ia religión cristiana, m venir a estas partes ninguno que no sea
mente en términos de superioridad e interioridad (en su caso, evi­ buen cristiano" (27.1 1. i 492). Tal comportamiento equivale, entre
dentemente, los inferiores son los indios): se niega la existencia de otras cosas, a respetar ia voluntad individual de los indios, puesto
una sustancia humana realmente otra, que pueda no ser un simple que de entrada se les coloca en el mismo plano que los demás cristia­
estado imperfecto de uno mismo. Estas dos figuras elementales de nos. “ ['ero, porque tenía ya aquellas gentes por de los Reyes de Cas­
la experiencia de la alleudad descansan ambas en el egocentrismo, en tilla y no era razón de liacelles agravio, acordó de dejado [a un viejo
la identificación de. los propios valores con los valores en general, indio]” (18.12.1492).
del propio yo con el universo; en la convicción de que el mundo Esta visión de Colón es facilitada por su capacidad de ver tas cosas
es uno. tal y como le conviene. En este caso, en especial, le parece que ios
Por una parte, entonces, Colón quiere que los indios sean corno indios son ya portadores de las cualidades cristianas, están ya ani-
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mados por el deseo de convertirse. Hemos visto que, para el, no per­ más de que e! intercambio es bastante asimétrico y no forzosamente
tenecían a ninguna “secta", eran vírgenes de toda religión; pero hay conviene a la otra parte, las implicaciones de los dos actos se oponen
más: en realidad, ya tienen una predisposición al cristianismo. Como entre si. Propagar ia religión presupone que uno considere a los indios
por casualidad, las virtudes que imagina que tienen son virtudes cris­ como sus iguales (ante Dios), Pero ;y si no quieren dar sus riquezas?
tianas: “Esta gente no tiene secta ninguna ni son idólatras, salvo muy Entonces habrá que someterlos, militar y políticamente, para poder
mansos v sin saber que sea mal ni matar a otros [. . .] v muy prestos quitárselas a la fuerza; dicho en otras palabras, colocarlos, esta vez
a cualquiera oración que nos les digamos que digan y hacen el señal sí desde el punto de rusta humano, en una posición de desigualdad
de la cruz. Así que deben Vuestras Altezas determinarse a ios hacer (de interioridad). Ahora bien, Colón habla una vez más sin la menor
cristianos” (12.1 l . 1 E-Cr “Ellos aman a sus prójimos como a sí mis­ vacilación de la necesidad de someterlos, sin darse cuenta de la con­
mos", escobe Colón la noche de Navidad (25.12.1492). Claro está tradicción entre lo que implican ambas acciones, o oor lo menos de
que esta imagen sólo se puede obtener a costa de la supresión de todos la discontinuidad que establece entre lo divino y lo humano. Por eso
los rasgos de los Incisos que pudieran contradecirla — supresión en observaba que eran temerosos y no conocían el uso de las armas.
el discurso que se refiere a ellos, pero también, dado el caso, en la Con cincuenta hombres [los Reyes] los terna todos sojuzgados y
realidad. Durante la segunda expedición, los religiosos que acompa­ los hará hacer todo lo que quisiere” (Di,trio. 14.10.1492): óodavía
ñan a Colón empiezan a convenir a los indios, pero no todos, ni con es el cristiano el que habla? ¿Todavía se trata de igualdad? Al salir
mucho, se pliegan a ello y se ponen a venerar las imágenes santas, hacia America por tercera vez, pide que lo autoricen a llevarse con­
“ Salidos aquéllos del adoratorio, tiraron las imágenes ai suelo, las sigo a voluntarios criminales, que serían indultados de inmediato:
cubrieron con tierra y orinaron encima"; al ver esto Bartolomé, el ¿todavía se trata del provecto de evangelizado»?
hermano de Colón, decide castigarlos de muy cristiana manera. Mi voluntad — escribe Colón ai iniciar ei primer viaje— era de
“Como lugarteniente del virrey y gobernador de las islas, formó pro­ no pasar por ninguna isla de que no tomase posesión” (1 5 .1 0 .1492):
ceso contra los malhechores v. sabida la verdad, los hizo quemar en algún caso, incluso llega a ofrecer una isla a alguno de sus com­
publicamente" (Ramón Pane, 26c pañeros. En un principio, los indios no debían entender gran cosa
Sea como fuere, ahora sabemos que la expansión espiritual está
de los ritos que ejecutaba Colón en compañía de sus notarios. Pero,
indisolublemente ligada a la conquista material (se necesita dinero cuando se hace la luz al respecto, no se muestran especialmente entu­
para hacer cruzadas), y hete aquí que se abre una primera talla en siastas, Durante el cuarto viaje se produce el episodio siguiente:
un programa que implicaba la igualdad de los asociados: la conquis­ "Asenté puebla, y di muchas dádivas al quibián. que así llaman ai
ta material (y todo lo que implica) será a la vez resultado y condición señor de la tierra [¿unos guantes? ¿un bonete rojo? Colón no nos lo
de la expansión espiritual. Colon escribe: “ Creo que si comienzan dice), y bien sabia que no había de durar la concordia: ellos muy rús­
¡"Vuestras Altezas], en poco tiempo acabarán de los haber converti­ ticos [traduzcamos: que no desean someterse a los españoles] y nuestra
do a nuestra Sancta Fe multidumbre de pueblos, y cobrado grandes gente muy importunos, y me aposesionaba en su término [segundo
señoríos y riquezas, v todos sus pueblos de España, porque sin duda tiempo del intercambio: se dan guantes, se toman Res tierras]: des­
es en estas nen as grandísima suma de uro” (! 2.1 1.1492), Este enca­ pués que él vido las cosas fechas y tráfago tan vivo acordó de los
denamiento se vuelve casi automático en él: "Vuestras Altezas tie­ quemar y matarnos a todos” (“Carta a los Reyes", ” .7.1503). La con­
nen rica otro mundo, de donde puede ser tan acrecentada nuestra Santa
tinuación de esta historia es todavía más siniestra. Los españoles
Fe v de donde se podrían sacar tantos provechos. . (“Carta a los logran apoderarse oe la lamilla de! quibián y quieren utilizarlos como
Reves", á 1.8.1498). El prevedlo que saca España es indiscutible: “Por
rehenes: sin embargo, algunos de los indios consiguen escapar. “Los
voluntad divina, he puesto so el señorío del Rev v de la Reina, nues­ [prisioneros) que habían quedado se desesperaron por no haber podi­
tros señores, otro mundo, y por donde la España, que era dicha pobre,
do salvarse con sus compañeros y a la mañana siguiente aparecieron
rs la más rica” ("Carra a! ama” , noviembre de I50U). ahorcados con ¡as cuerdas que pudieron haber, con los pies e incluso
Colón habla como ss entre las dos acciones se estableciera un cierto con las rodillas en d sucio y en el lastre de la nave, porque no había
equilibrio: ios españoles dan la religión y toman el oro. Pero, ade­ altura bastante para que pudiesen alzarse del piso,” Hernando, d hijo
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de Colón, que relata este episodio, estaba presente; sólo tenía cator­ Los reyes de España no aceptan esta sugerencia de Colón; pretie­
ce años, y se puede pensar que la reacción que sigue es por lo menos ren tener vasallos, y no esclavos; súbditos capaces de pagar impues­
tanto de su padre como suya propia: "Aunque su pérdida no fuese tos en vez de seres que pertenecen a un tercero; pero no por ello
de gran daño para los navios, parecía no obstante, que además de que renuncia Colón a su proyecto, y escribe una vez más en septiembre
su fuga o muerte acrecentaba las desdichas, aquello aumentaría las di­ de 1498: "D e acá se pueden, con el nombre de la Sanee a Trinidad,
ficultades de los que estaban en tierra, con quienes el quibio, a Un de enviar todos los esclavos que se pudieren vender y brasil; de los cuales,
recuperar a sus hijos, habría hecho gustoso las paces; y ahora, vien­ si la información que yo tengo es cierta, me dicen que se podrán ven­
do que «o había rehenes para poderlas hacer, se temía que les hiciera der cuatro mil que, a poco valer, valdrán veinte cuentos” ("Carta
a los Reyes", septiembre de 1498). Es posible que al principio los
una guerra mucho más cruda" (99).
Así futes, la guerra sustituye a la paz; pero se puede pensar que desplazamientos planteen algún problema, pero esto se resolverá
Colón nunca había descuidado por completo este medio de expan­ pronto. "Y bien que mueran agora, así no será siempre d’esra mane­
sión, puesto que desde el primer viaje le es caro un proyecto parti­ ra, que asi hacían los negros y los canarios a la primera" (ibiti.). Ése
cular. "Me moví esta mañana — anota desde el 14 de octubre de es efectivamente el sentido de su gobierno en la isla Española, y otra
cai ta a los reyes, escrita en octubre de 14S>8, es resumida por Las
1492— porque supiese f. . .) adonde pudiera hacer fortaleza." "P or­
que tiene un cabo de peña altillo se pudiera hacer una fortaleza” Casas de la siguiente manera: “ Así que por lo dicho parece que el
aprovecharse la gente que acá estaba, española, era darles esclavos
(5.11.1492). Sabernos que habrá de realizar ese sueño después del nau­
para que enviasen a Castilla a vender” (Híaonii, i, 155). En el pen­
fragio de su nave y que dejará ahí a sus hombres. Pero la fortaleza,
samiento de Colón, la propagación de la fe y la sumisión a l.i esclavi­
aun si no es particularmente eficaz, ¿no es ya un paso hacia la guerra,
tud están indisolublemente ligadas.
y por lo tanto hacia la sumisión y la desigualdad?
Midióle de Cuneo, miembro de la segunda expedición, dgó uno
Así es como, por medio de deslizamientos progresivos, Colón va
de los pocos relatos que describen detalladamente la forma en que
a pasar del asimilacionismo, que implicaba una igualdad de princi­
se desarrollaba la traía de esclavos en sus comienzos; relato que no
pio, a la ideología esclavista, y por lo tanto a la afirmación de la infe­
permite hacerse ilusiones sobre la manera en que se percibía a tos
rioridad de los indios. Eso ya se podía adivinar a través de algunos
indios. "Cuando nuestras carabelas [. . .j tuvieron que partir a Espa­
juicios sumarios que aparecen desde los primeros contactos. “Ellos
deben ser buenos servidores y de buen ingenio” (12.10.1492). "Son bue­ ña, reunimos mil seiscientos hombres y mujeres de esos indios, y el
17 Je febrero de 1495 embarcamos quinientos cincuenta de los mejo­
nos para les mandar” (16.12.1492). Para seguir siendo coherente con­
res hombres y mujeres en nuestras carabelas. Para los demás, hizi-
sigo mismo, Colón establece distinciones sutiles entre nidios ino­
nios pregonar que quien quisiera podría tomar cuantos necesitase;
centes, potencialmente cristianos, e indios idólatras, que practican el
y así tue. Cuando todos hubieron tomado ios que querían, todavía
canibalismo, o indios pacíficos (que se someten a su poder) e indios
quedaban unos cuatrocientos, a quienes dimos permiso de ir donde
belicosos, que merecen ser castigados de inmediato; pero lo que
quisieran. Había entre dios muchas mujeres con niños de pecho;
importa es que aquellos que no son ya cristianos sólo pueden ser escla­
temiendo que volviesen por ellas y como querían huir de nosotros,
vos: no existe un tercer camino. Se ie ocurre entonces el proyecto
dejaban a los niños dondequiera en el suelo v huían como personas
de que los barcos que llevan animales de carga de Europa a América
desesperadas; algunas fueron tan lejos que a los seis o siete días esta­
sean cargados de esclavos a la vuelta, para evitar que regresen vacíos
ban más allá de las montañas y allende inmensos ríos, de tal manera
mientras se espera encontrar oro en cancidades suficientes; es evi­
que a partir de ahora sólo podremos cautivarlos con grandes traba­
dente que la equivalencia implícita que se establece entre bestias y
jos." Así es d comienzo de la operación; veamos ahora su desenlace:
seres humanos no es gratuita. “{A los transportadores] se les podrían
"Pero cuando llegamos a aguas españolas, murieron unos doscien­
pagar en esclavos de estos caníbales, gente tan fiera y dispuesta y
tos de esos indios, creo yo que por d aire desusado, más frio que
bien proporcionada y de muy buen entendí miento, íus cuales, qui­
d de ellos. Los echamos al mar. f. . .J Hicimos desembarcar a todos
tados de aquella inhumanidad, creemos que serán mejores que otros
los esclavo», de los cuales la mitad estaban enfermos."
ningunos esclavos" ("Memorial a Antonio de Torres", 3 ü .!.i4 9 4 j.
56 D E S C U B R IR COPÓN Y LO S IN D IO S

Aun en ios casos en que no se trata de esclavitud, el comporta­ le de Cuneo escribe a otro hombre, y administra con maestría el pla­
miento de Colón implica que no reconoce que los indios tienen dere­ cer de la lectura para su destinatario, puesto que de todos modos se
cho a una voluntad propia, que los juzga, en suma, como objetos trata, a su manera de ver, de una historia de puro placer. Primero
vivientes. Así es como, en su impulso de naturalista, siempre quiere se atribuye el ridículo pape! de! macho humillado, pero eso sólo es
llevarse a España especímenes de todos los géneros: árboles, aves, para aumentar la satisfacción de su lector al ver luego que el orden
animales e indios; la idea de preguntarles cuál es su opinión le es total­ se restablece y el hombre blanco triunfa. Ultima ojeada cómplice:
mente ajena. "Deseaba, dice, tomar media docena de indios para lle­ nuestro hidalgo omite la descripción del “cumplimiento", y deja que
var consigo, y dice que no pudo tomarlos, porque se fueron todos se deduzca por sus efectos, que aparentemente van más allá de sus
de los navios antes que anocheciese; pero martes, luego. 8 de agosto, esperanzas, y que permiten además, en una impresionante síntesis,
vino una canoa con 12 hombres a la carabela, y tomáronlos todos y identificar a la india con una puta: impresionante, porque aquella que
toliéronlos a la nao del Almirante, y Helios escogió seis y los otros rechazaba violentamente los avances sexuales se ve equiparada con
seis envió a tierra" (Las Casas, Hístorid, i, 134). La afra está fijada aquella que hace su profesión cié dichos avances. Pero ¿no es ésa la
de antemano: inedia docena; los individuos no cuentan, pero son con­ verdadera nauraleza de toda mujer, que puede ser revelada tan sólo
tados. En otra ocasión quiere mujeres (no por lubricidad, sino por con azotarla lo suficiente? El rechazo sólo podía ser hipócrita; si ras­
tener una muestra de todo). “Envié a una casa que es de la parte del camos un poquito ía superficie de la melindrosa, descubrimos a la
río del Poniente, y trajeron siete cabezas de mujeres entre chicas c puta. Las mujeres indias son mujeres, o indios, al cuadrado; con eso
grandes y tres niños" (Diario, 1 2 .11.1492). Si uno es indio, y por se vuelven objeto de una doble violación.
añadidura mujer, inmediatamente queda colocado en el mismo nivel ¿Cómo es que Colón puede estar asociado a esos dos mitos apa­
que d ganado. rentemente contradictorios, aquel en que el otro es un “buen salva­
Las mujeres: si bien Colón sólo se interesa por ellas en calidad je" (cuando se le ve de lejos) y aquel en que es un “pobre perro”,
de naturalista, no hay que olvidar que ése no es el caso de los demás esclavo en potencia? Y es que los dos descansan en una base común,
miembros de la expedición. Leamos este relato que hace el mismo que es el desconocimiento de ios indios, y la negación a admitirlos
Michele de Cuneo, hidalgo de Savona, de uu episodio ocurrido en como un sujeto que tiene los mismos derechos que uno mismo, pero
el transcurso del segundo viaje — una historia entre mil, pero que diferente. Colón ha descubierto América, pero no a los americanos.
tiene la ventaja de que es contada por su protagonista. “Mientras esta­ Toda la historia del descubrimiento de América, primer episodio
ba en la barca, hi.ee cautiva a una hermosísima mujer caribe, que el de la conquista, lleva la marca de esta ambigüedad; la alteridad huma­
susodicho Almirante me regaló, y después que la hube llevado a mi na se revela y se niega a la vez. El año de 1492 simboliza ya, en la
camarote, y estando ella desnuda según es su costumbre, sentí deseos historia de España, este doble movimiento; en esc mismo año el país
de holgar con ella. Quise cumplir mi deseo pero ella no lo consintió repudia a su Otro interior al triunfar de los moros en la última bata­
v me dió tal trato con sus uñas que hubiera preterido no haber empe­ lla de Granada y al forzar a los judíos a dejar su territorio, y descu­
zado nunca. Perro al ver esto (y para contártelo todo hasta el fmal), bre al Otro exterior, toda esta América que habrá de volverse latina
tomé una cuerda y le di de azotes, después de los cuales echó gran­ habernos que Colón mismo relaciona constantemente los dos hechos
des gritos, tales que no hubieras podido creer tus oídos. Finalmente “ Este presente año de 1492. después de Vuestras Altezas haber dado
llegamos a estar tan de acuerdo que puedo decirte que parecía haber fin a la guerra de los moros [• ■■} y luego en aquel presente mes [. . .)
sido criada en una escuela de putas. ' Vuestras Altezas pensaron de enviarme a mí, Cristóbal Colón, a las
Este relato es revelador en más de un aspecto. El europeo encuentra dichas partidas de India. [. . .] Así que. después de haber echado fue­
que las mujeres indias son hermosas; evidentemente no se le ocurre ra todos los judíos de todos vuestros reinos y señoríos, en el mismo
pedirles su consentimiento antes de “ cumplir sus deseos". Mis bien mes de enero mandaron Vuestras Altezas a mí. que con armada sufi­
hace la solicitud a! Almirante, 'que es hombre y europeo como él. ciente me í\.tese a las dichas partidas de India", escribe al comienzo
v que parece dar mujeres a sus compatriotas con h misma facilidad del diano dd primer viaje. La unidad de los dos actos, en la que Colón
con que distribuía cascabeles a los jetes indígenas. Claro que Micho- está dispuesto a ver la intervención divina, reside en la propagación
5H D E S C U B R IR

de la te cristiana. “'Espero en Nuestro Señor que Vuestras Altezas


2. C O N Q U IS T A R
se determinarán a ello ja enviar religiosos] con mucha diligencia, para
tornar a ¡a iglesia tan grandes pueblos, y los convertirán, así como
han destruido aquellos que no quisieron confesar el Padre y el Hijo
y el Espíritu Sancto” (6.11.1492). Pero también podemos ver las dos
acciones como dirigidas en sentidos opuestos, y no complementa­
rios: una expulsa la heterogeneidad del cuerpo de España, la otra la
1 AS R A Z O N E S DE 1. A V1C EOTilA
introduce irremediablemente en él.
A su manera. Colón mismo participa en este doble movimiento.
El encuentro entre el Antiguo y el Nuevo Mundo que el descubri­
Corno ya hemos visto, no percibe al otro, y le impone sus propios
miento de Colón hizo posible es de un tipio muy particular: la gue­
valores, pero el término que más frecuentemente emplea para rete-
rra, o más bien, como se decía entonces, la Conquista. Un misterio
rirse a sí mismo y que usan también sus contemporáneos es: el Extran­
sigue ligado a la conquista; se trata del resultado mismo del comba­
jero: y si tantos países han buscado el honor de ser su patria, es por­
te: ¿por qué esta victoria fulgurante, cuando la superioridad numéri­
que no tenía ninguna.
ca de los habitantes de América frente a sus adversarios es tan gran­
de, y cuando están lucís ando en su propio terreno? Quedémonos en
la conquista de México, la más espectacular, puesto que la civiliza­
ción mexicana es la más brillante del mundo precolombino: ¿cómo
explicar que Cortés, a la cabeza de algunos centenares de hombres,
haya logrado apoderarse del remo de Moctezuma, que disponía de
varios cientos de miles de guerreros? Intentaré buscar una respuesta
en la abundante literatura que provocó, ya desde su época, esta fase
de la conquista: los informes del propio Cortés; las crónicas españo­
las, la más notable de las cuales es la de Bernal Díaz del Castillo; por
último, los relatos indígenas, transcritos por los misioneros españo­
les o redactados por los propios mexicanos.
A propósito de la forma en que me veo llevado a emplear esta
literatura, se plantea una cuestión preliminar, que no se presentaba
en el caso de Colón.. Los escritos de este último podían contener fal­
sedades. técnicamente hablando; eso no disminuía en nada su valor,
pues yo podía interrogarlos ante todo en cuanto actos, no en cuanto
descripciones. Ahora bien, el tema aquí ya no es la experiencia de
un hombre (que escribió), sino un acontecimiento no verbal en sí.
la conquista de México; Jos documentos analizados ya no valen sola­
mente (o no tanto) en cuanto gestos, sino como fuentes de informa­
ción sobre una realidad de la que no forman parte. El caso de los
textos que expresan el punto de vista de ios indios es especialmente
grave: en efecto, dada la falta de una escritura indígena, todos son
posteriores a la conquista y, por lo tanto, han sufrido la influencia
de los conquistadores; volveré a ’nublar de esto en el último capitulo
de este libro. En términos generales, debo formular una excusa y una
justificación. La excusa: si renunciamos a esta fuente de información.

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