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Experiencia de Jorge - Yo tenía sólo 12 años cuando los misioneros llegaron por
primera vez a predicar a la ciudad donde nací en el Norte de Chile. Luego de
asistir por seis meses a la pequeña rama, un domingo un misionero me ofreció el
pan mientras repartía la Santa Cena. Yo lo miré y le dije en voz baja: “No puedo”.
El misionero no lo podía creer …sus ojos brillaron. Supongo que él pensó: “¡Pero si
este joven siempre está en las reuniones! ¿Cómo puede ser que no sea miembro
de la Iglesia?”.
Al día siguiente los misioneros ya estaban en mi casa, ocasión en que hicieron sus
mejores esfuerzos por enseñar a toda mi familia; pero dado que ellos no estaban
interesados, sólo fue mi asistencia semanal por más de seis meses a la Iglesia lo
que les dio la confianza necesaria a los misioneros para ir adelante. Hasta que
llegó el gran momento que yo estaba esperando: que me invitaran a ser un
miembro de la Iglesia de Jesucristo. Los misioneros me explicaron que, siendo yo
menor de edad, necesitaría de la autorización de mis padres. Fui a buscar a mi
papá pensando que su amable respuesta sería: “Hijo, cuando tú seas mayor de
edad podrás tomar tus propias decisiones”.
Mientras los misioneros hablaban con él, yo oraba intensamente para que su
corazón fuera tocado y me diera la autorización que yo tanto quería. Su respuesta
a los misioneros fue la siguiente: “Élderes, durante los últimos seis meses he visto
a mi hijo Jorge levantarse temprano cada domingo, vestirse con sus mejores
ropas y caminar hacia la Iglesia. Sólo he visto una buena influencia de ella en su
vida”; y luego, dirigiéndose a mí, me sorprendió, diciéndo: “Hijo, si vas a ser
responsable con esta decisión, tienes mi autorización para ser bautizado”. Abracé
a mi papá, le di un beso y le agradecí por lo que estaba haciendo. Al día siguiente
fui bautizado. La semana pasada se cumplieron 47 años de ese tan importante
momento en mi vida.
¿En qué consiste la responsabilidad de ser miembro de la Iglesia de Jesucristo? El
presidente Joseph Fielding Smith lo expresó de la siguiente manera: “Tenemos
estas dos grandes responsabilidades… Primero, procurar nuestra propia salvación;
y segundo, nuestro deber para con nuestros semejantes”.
Éstas son entonces las principales responsabilidades que nuestro Padre nos ha
asignado, velar por nuestra propia salvación y por la de los demás, entendiendo
por salvación el alcanzar el más alto grado que nuestro Padre ha dispuesto para
Sus hijos obedientes. Estas responsabilidades que nos han sido confiadas y que
hemos aceptado libremente deben definir nuestras prioridades, nuestros anhelos,
nuestras decisiones y nuestro comportamiento diario.
A lo que el gato responde: “Esto depende en gran parte del sitio al que quieras
llegar”.
Pero sabemos que el camino que conduce al “…árbol cuyo fruto [es] deseable
para hacer a uno feliz”, “…el camino que lleva a la vida” es angosto. Se requiere
esfuerzo para transitar por él y “…pocos son los que lo hallan”.
Nefi nos enseña que “…las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis
hacer” Y luego agrega que “…el Espíritu Santo… os mostrará todas las cosas que
debéis hacer”. Así entonces, las fuentes que nos permiten aprender nuestro
deber son las palabras de Cristo, que nos llegan a través de los profetas antiguos y
modernos, así como de la revelación personal por medio del Espíritu Santo.
2. Tomar la decisión
Ya sea que hayamos aprendido acerca de (cosas del evangelio) la Restauración del
Evangelio, de un mandamiento en particular, de los deberes asociados al
cumplimiento de un llamamiento, o de los convenios que haremos en el templo,
es nuestra la decisión de actuar o no según ese nuevo conocimiento. Cada
persona decide libremente si está dispuesta o no a entrar en un convenio sagrado
como lo es el bautismo o las ordenanzas del templo. Debido a que en la
antigüedad el hacer juramentos era parte normal en la vida religiosa de las
personas, la antigua ley indicaba “…no juraréis en falso por mi nombre”. Sin
embargo, en el meridiano de los tiempos, el Salvador enseñó una manera más
elevada de llevar a cabo nuestros compromisos, al decir que Sí significaba sí y
que No significaba no. La palabra de una persona debería ser suficiente para
establecer su veracidad y su compromiso hacia otro, cuánto más si ese Otro es
nuestro Padre Celestial. El honrar un compromiso llega a ser el fruto de la
veracidad y honestidad de nuestra palabra.
3. Actuar en consecuencia
Hace algunos años, un matrimonio de queridos y fieles amigos fue bendecido con
la llegada de un hijo largamente deseado por el que habían pedido por mucho
tiempo. La felicidad inundó ese hogar mientras nuestros amigos y su, hasta
entonces, única hija disfrutaban de la presencia del recién llegado varoncito. Pero
un día algo inesperado sucedió; el pequeñito, de sólo unos tres años entró
repentinamente en un estado de coma. Apenas supe de la situación, llamé a mi
amigo para expresarle nuestros sentimientos en tan difíciles momentos. Pero su
respuesta fue una lección para mí. Él dijo: “Si es la voluntad del Padre llevarlo
consigo, está bien con nosotros”. En las palabras de mi amigo no había el más
mínimo grado de queja, de rebeldía o de disconformidad. Por el contrario, en ellas
sólo pude sentir gratitud a Dios por haberles permitido disfrutar de su hijito por
ese corto tiempo, así como la más completa disposición de aceptar la voluntad del
Padre hacia ellos. Unos pocos días después, ese pequeñito fue llevado de regreso
a su mansión celestial.
Cuán agradecido y feliz estoy por la decisión que mi papá me permitió tomar hace
47 años. Con el tiempo he ido comprendiendo que la condición que él me puso de
ser responsable con esa decisión significaba ser responsable con mi Padre
Celestial, procurando mi propia salvación y la de mis semejantes y, de esa
manera, acercarme a llegar a ser quien mi Padre espera y quiere que llegue a ser.
En este día especial, testifico que Dios, nuestro Padre, y Su Hijo Amado, nuestro
Salvador, viven. En el nombre de Jesucristo. Amén.