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d d PRÓLOGO

d d He entrado en la estación Grand Central con mi perra lazarillo,


Corky, una labrador retriever. Nos detenemos un instante,
inseguros; un hombre y un perro tratando de orientarse entre los
miles de viajeros que salen del trabajo a las cinco de la tarde. Entre
ellos, Corky y yo avanzamos en cámara lenta, como dos leones
marinos. Súbitamente nos encontramos en el océano y aquí, en
esta estación de trenes donde acechan los carteristas y los
navajeros, nos movemos a un ritmo diferente. Algo nos distingue. El
porte perfecto de la perra, la postura erguida del hombre; no lo sé,
acaso un espíritu fresco como la luna casi llena, la luna que
esperábamos, la de la luz nueva.

d d De modo que ésta es nuestra estación, el templo de Hermes.


Nos movemos bajo la inmensa bóveda sin saber dónde encontrar
nuestro tren o el mostrador de información. Y ahora mismo no tiene
importancia. El torbellino del miedo a perdernos no nos alcanzará,
porque el acto de movernos es sagrado, el simple movimiento es
una brisa procedente de Jerusalén.

d d Esta ceguera mía todavía me permite ver colores y formas que


parecen arrastrados por el viento; hay una belleza sublime en la
gran terminal, en su ondulante oscuridad de dcutas y en sus
charcos de rosada luz eléctrica. No sabemos

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d
d dónde estamos, y aunque el mundo es peligroso, su belleza es
fascinante. Incluso un hombre perdido al que apenas le queda un
vestigio de algo semejante a la vista sabe que las lágrimas de felicidad
son para esto: para este preciso minuto de inmovilidad en este lugar,
contemplando el aire como si fuera un circo viviente.

d d Un empleado del ferrocarril se ha ofrecido a guiarme hasta mi tren.


Me agarro de su codo con suavidad y con Corky a nuestro lado
descendemos a los andenes del > subsuelo. He decidido fiarme de un
desconocido. j

d d Bienvenido al planeta de los ciegos. 1

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d d LA VILLA DE SAINT-OVIDE

d d El Sol y la Luna muestran sus máscaras conformistas, pero en esta hora de


crepúsculo seglar todos deben usar su propia cara.

d d W. H. AUDEN Horae Canomcae

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d d Los videntes suelen creer que la ceguera es una dolencia sin


términos medios: uno ve o no ve. Pero a menudo una persona ciega
percibe una serie de velos; yo miro al mundo a través de unos
cristales sucios y rotos. Las formas y los colores sugieren que estoy
ante las velas de la nave de Tristan o ante la oreja de un elefante
flotando al viento, aunque en realidad se trata de un hombre de
mediana edad, vestido con una gabardina londinense que se agita
tras él en el viento de abril. Igual que en las descripciones de los
muertos ilustres en el infierno de Hornero. En las distorsiones
heliográficas de la luz del sol o del atardecer, todos aquellos con los
que me encuentro están cruzando el río de Caronte. La gente brilla
como colmenas.

d d Nací en el hospital de Exeter, New Hampshire, en marzo de


1955, tres meses antes de la fecha prevista. Mi hermano gemelo
vivió exactamente un día. Entre los dos pesábamos dos kilos y
medio, pero tras la muerte de mi hermano mi peso bajó. Mis
posibilidades de supervivencia eran mínimas; me pusieron en una
incubadora y me administraron oxígeno. En una semana mi peso se
estabilizó y empecé a crecer.

d d Muchas personas nacidas prematuramente en los cincuenta y


principios de los sesenta padecen deficiencias vi-
d d 15

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d Ul

d d suales. La enfermedad (que todavía existe, aunque en la


actualidad es menos común) se conoce como «retinopatía del
prematuro». Los minúsculos vasos sanguíneos de la retina se
forman en el tercer trimestre del embarazo, de modo que si un niño
nace prematuramente sus retinas aún no se han desarrollado por
completo. En los años cincuenta las incubadoras estaban
demasiado oxigenadas, cosa que complicaba aún más la
retinopatía: los niños incubados con un exceso de oxígeno casi
siempre se quedan ciegos. A mí me quedaron cicatrices en las
retinas.

d d El nistagmo es una complicación adicional de la retinopatía del


prematuro. Mis ojos tiemblan incontrolablemente y a menudo
parecen saltar en mi cabeza. Estos «ojos temblones» hacen que me
resulte prácticamente imposible enfocar. También nací con
estrabismo, o bizquera, y aunque más tarde una intervención
quirúrgica intentó corregir el defecto, la operación fue sólo un
ejercicio estético: nunca adquirí control muscular sobre mis ojos.

d d 20/200 es la definición oficial de ceguera. Lo que una persona


normal ve desde una distancia de veinte pies (sesenta metros) la
persona ciega la verá desde dos (seis metros). En la infancia, mi
mejor corrección visual era de
d 20/200 en el ojo izquierdo. Con este ojo tenía suficiente control
muscular para aplastar la nariz contra un papel y descifrar algo si la
letra era oscura y grande. Hasta los cuarenta años podía hacerlo
durante media hora al día. Más tarde, unas cataratas inoperables lo
hicieron imposible. Desde el principio mi ojo derecho no podía leer
y saltaba como un estornino sobre un seto, registrando sólo
manchas de color en la punta de mi nariz.

d d El sensorio de un ciego que posee cierta visión marginal es a la


vez mágico y turbador. No hay nada delante de uno, nada detrás.
De súbito una sombra en forma de hombre aparece entre la bruma.
¡Qué hermoso y terrible es esto! La

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d d Í <fé

d d repetida aparición y desaparición del mundo material es una


visión demencial, bendita.

d d Mi hermana pasó una temporada en un ashram hindú en el sur


de Alemania y cuando regresó contó que había visto al propio aire
atomizándose en un deslumbrante torbellino de partículas vivas. Al
oírla, evoqué mis paseos solitarios al amanecer, la luz de la
mañana como un vitral. Yo veo esas cosas cuando camino hacia la
tienda de la esquina para comprar la leche. Es como vivir dentro de
un inmenso cuadrqJibstracto. Me viene a la memoria el cuadro de
Jackson Pollock Mástiles azules: una marea, una enorme nube
animada llena de luz. Es una visión glacial, como tenderse boca
arriba en una cueva de hielo y contemplar el sol de cobalto.

d d Naturalmente, la belleza es condicional. Muchos de los que


tienen una visión mínima son fotofóbicos, como yo, y la luz del día
resulta dolorosa. No puedo salir al exterior sin llevar unas gafas lo
más oscuras posible. Cuando
entro en una tienda o un restaurante, estoy totalmente ciego.
Incluso después de que mis ojos se adapten, soy incapaz de leer la
carta o de establecer contacto visual con el camarero. Mis ojos
bailan en un mundo privado de hilos plateados, verdes
exuberantes, rosados y humo.

d d No es fácil superar esta prueba. Aunque siempre supe que era


ciego, me educaron para negarlo y crecí inclinado como la hierba
seca. No podía erguirme con orgullo, pero tampoco rendirme a las
evidencias. Reflejaba la compleja mezcla de valor y negación de mi
madre e iba a todas partes a una velocidad vertiginosa sin bastón.
Sin embargo, seguía avergonzado de mi yo ciego, de ese dolmen
ennegrecido. Las palabras «ciego» y «ceguera» rara vez se
pronunciaban en mi presencia. Yo me aseguraba de ello mediante
mi ejemplar representación. Mi madre evitaba esas palabras,
relegándolas al territorio del cáncer.

d d A los tres años, cuando me dieron mis primeras gafas, las

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d
d llevé en secreto al jardín y las enterré bajo las anchas hojas de un
ruibarbo. Un año después las encontró una familia que subalquiló la
casa mientras mis padres y yo estábamos en Escandinavia. No
podían explicarse cómo aquellas pequeñas gafas de montura
dorada habían acabado bajo tierra.

d d Cuando tenía nueve o diez años, mi hermana Carol, cuatro


años menor que yo, llegó del colegio en estado de inspiración. En
clase había leído un libro sobre una joven ciega a quien un perro
lazarillo le había cambiado la vida. Carol todavía recuerda que le
arrojé nieve mientras ella fingía ser ciega con la ayuda del
perdiguero de la familia. Corrí tras ella, atacándola con bolas de
nieve. ¿ja

d d ¿Quién elegiría ser ciego? JH

d d Yo conquistaría el espacio surcándolo a toda velocidad. Usaba


gafas telescópicas, padecía desgarradores dolores de cabeza, pero
aun así quería montar en bicicleta... con la única protección de mi
adrenalina.

d d ¿Cómo montas en bicicleta cuando no ves? Mantienes la


cabeza erguida como una flor rígida y te inclinas hacia la luz. No
piensas en tus posibilidades, en la cruda materialidad de las
alcantarillas y el cemento. Uno se somete a la ley divina y
arremete.

d d Imaginen esto: aparece algo oscuro. ¿Es un árbol o una


sombra? ¿Una sombra o un camión? La emoción de la cuerda floja
es el mayor milagro del cerebro. En el centro de nuestro cráneo hay
una terrible luz brillante, una luz de réquiem. Inclino la cara hacia el
frío manillar, llego a la conclusión de que es una sombra, un
agujero en el sol, y sigOs pedaleando.

d d Entonces aparece otra sombra, y otra. Giro abrupta-1 mente,


pero esta vez caigo entre unos arbustos. Los insec-

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d d tos saltan a mi pelo, se adhieren a mi cara sudorosa. Desde el


camino llega el zumbido de la grava enfurecida: un coche pasa
rugiendo. ¡Gracias a Dios! Estoy vivo entre las hojas de la biznaga.
d d Dejo que una abeja camine por mi muñeca, la siento curiosear
sobre mi sudor. La bicicleta sigue cuesta abajo, yo bizqueo en el
replandor y choco contra una raíz. Cuando caigo, siento primero la
picadura de la abeja, luego el impacto del cemento. Se me caen las
gafas. Lo único que me preocupa es si me habrán visto. ¡Este niño
no puede hacer nada mal! ¡La calle es su territorio!

d d Ahora estoy de rodillas buscando a tientas las gafas. La


muñeca se me ha hinchado. Una rueda sigue girando. Apenas si he
tocado el suelo y ya busco desesperadamente. He de encontrar las
gafas antes de que alguien me vea. Nadie debe enterarse de lo
evanescente que es mi vista. Nadie debe enterarse de lo peligroso
que es para mí montar en bicicleta.

d d Entonces me rodean sombras. ¡Por favor, que sean formas


borrosas y no niños!

d d ¡Sí! Las sombras son árboles.

d d Ahora localizo las gafas y me las pongo. Son pesadas como


candados.

d d Rápidamente levanto la bicicleta y la equilibro.

d d Me monto.

d d
En un mundo matemático hay tantas variables: ¿Fueron mis años
de ciclista un regalo actuarial? ¿Quién más estaba en la calle
mientras yo iba en dirección opuesta? ¿Me detuve precisamente el
día señalado, el día en que debía llegarme la hora?

d d Monté en bicicleta desde los diez a los treinta años. Durante la


última década sólo era una actividad ocasional, furtiva,
imprudente, como tomar drogas. A los veintitantos años, era
consciente del peligro. Cuando era niño sólo

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d
d obedecía a la necesidad instintiva de parecerme a otros.
Naturalmente, fue mi madre quien me regaló la bicicleta, un regalo
hecho de culpa. La quiero porque me obsequió con la velocidad y a
la vez sigo enfadado con ella. La mía fue una infancia de emociones
fuertes y náuseas.

d d En 1958 mi familia zarpa hacia Escandinavia en el Stockholm.


Vamos a Helsinki para que mi padre, profesor de ciencias políticas
en la Universidad de New Hampshire, pueda estudiar la guerra fría
a la luz de la política finlandesa. Yo tengo tres años y ya he
enterrado mi primer par de gafas.

d d A bordo del Stockholm eludo a mi madre corriendo


frenéticamente. A esa edad ya soy el derviche de los laberintos.
Ningún adulto puede confinarme a un camarote. En la cubierta D
me convierto en mascota de los marineros que juegan a las cartas.
Las baldosas rojas de las cubiertas inferiores y los trajes blancos de
los marineros se arremolinan como las paredes de la sala de los
espejos de un parque de atracciones. ¿Cómo evito caer por la
borda? Recuerdo los deslumbrantes aparatos de la sala de
máquinas como una tormenta de color.

d d En Helsinki me acerco a mujeres semejantes a pájaros, grises y


con ojos etéreos, que viajan en tranvía. Todas han sobrevivido a la
hambruna de la guerra y ahora, en la ciudad más oscura del
mundo, regresan a casa con bolsas que han tardado todo el día en
llenar; corren tiempos de desabastecimiento y las colas son largas.
Recuerdo la lúgubre atención con que contemplan la puesta de sol
a través de las ventanillas del tranvía. Mi corta edad me permitía
acercarme mucho a ellas, y su extrañeza ha dejado impresa en mí
una imagen indeleble de privación.

d d Un día, mientras mi padre y yo subimos por las escale-

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d d ras de nuestro edificio de apartamentos, nos encontramos C0n


una anciana que se dirige a mi padre en el particular sueco de los
finlandeses. Soy perfectamente consciente de que resulto objeto de
escrutinio. La mujer me señala con un bastón:

d d Tsk tsk dice, ¿el niño es ciego de nacimiento?


d d Su voz retumba en las escaleras: ciego de nacimiento. Yo no
era del todo vidente, pero no quería ser ciego. ¿Esa vieja arpía no
sabía que había enterrado mi primer par de gafas ^bajo un
ruibarbo? Éste será un enigma para mí durante casi toda mi vida:
¿No soy vidente? ¿Acaso no me esfuerzo valerosamente para ver?
¿Qué tengo que hacer?

d d Sé que no hay un lugar en el mundo para mí, así que me


convierto en la estela de los transatlánticos, los tranvías y las
escaleras. Debo de haber vuelto loca a mi madre. Ese año sobreviví
comiendo helados de plátano, que obligaba a mis padres a
comprarme en los puestos de las esquinas. Podía ver los
deslumbrantes toldos rojos y azules y pronto aprendí a expresar mi
necesidad de helado en estridente finlandés para extorsionar
a mis padres con las miradas de la gente.

d d Delicado, esquelético, extraordinariamente activo, desarrollé


un sexto sentido para convencer a mis padres y prácticamente a
todo el mundo de que veía mucho mejor de lo que veía en realidad.
Semejante simulación requiere una gran memoria; en las brumosas
redes de tonalidades pastel donde vivía, era menester recordar a la
perfección cada centímetro de terreno. En el corazón de cada
floreciente y bulliciosa confusión yo encontraba una señal, algo que
me guiaba de vuelta por un camino que nadie me había señalado.
Veintiún años después, cuando regresé a Helsinki con mi propia
beca Fulbright, llegué a la puerta de nuestro antiguo edificio de
apartamentos siguiendo las migas arrojadas en la coreografía de
aquel niño ciego.
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d
d Todavía hoy vivo en la «caseta de aduanas», entre el mundo de
los ciegos y el de aquellos que poseen una mínima capacidad para
ver. Es un lugar transitorio, con cimientos movedizos, con la
promesa de estabilidad siempre bajo sospecha. En ciertos
momentos veo mejor que en otros porque las condiciones de la luz
son decisivas y poderosas. Los caprichos de los arquitectos influyen
muchísimo en mi experiencia visual: un centro comercial
posmoderno con sus suelos en distintos niveles y sus paredes
espejadas todo iluminado por luces indirectas y bombillas de alta
intensidad puede obligarme a aflojar el paso. La oscuridad de los
restaurantes y los bares me produce una opresión en el pecho.
Camino lentamente, sin elegancia, sintiendo los súbitos
estremecimientos de alarma que acompañan a la incapacidad de
ver. En una estancia diseñada para personas elegantes y atractivas,
siento un pánico infantil imaginándome como un viejo que se
acerca los objetos a la cara. ¿Cómo se acostumbra uno a los
impredecibles momentos de indefensión? Al doblar una esquina me
topo con la luz directa del sol, y de improviso soy un niño asiéndose
a cualquier cosa con desesperación en medio de una tremenda
ventolera.

d d Recuerdo el mercado al aire libre de Helsinki, donde corría


entre la multitud de clientes invernales. Las verdes y doradas
hortalizas y frutas y el gélido frío de los puestos de los carniceros,
donde las paredes eran de color rojo sangre... todo esto me atraía
una y otra vez. Corría con abandono, chocándome con
desconocidos, desesperado por huir de mi madre y absorber los
colores. El mercado se convirtió en mi caseta de aduanas entre el
océano de la ceguera y la tierra de la vista.

d d De vuelta en Estados Unidos, mi madre debe pelear con la


administración local para conseguir que me admitan en el
d d 22

d d primer curso de una escuela normal. Soy un niño oficialmente


ciego y es la época de Kennedy. Pasarán otros treinta años hasta
que a las personas con discapacidades se les reconozcan sus
derechos civiles en Estados Unidos.

d d Se me repite enfáticamente que no debo mezclarme con los


demás niños. A veces me lo dicen mis padres, que creen que voy a
romperme si participo en los juegos corrientes.
d d Ahora los niños están jugando con brusquedad, así que ¿por
qué no te quedas con nosotros?

d d Me siento en la silla del jardín mientras las amigas de mi madre


toman el sol y el olor a bronceador se mezcla con el de sus
cigarrillos.

d d La señora O’Daly me deja beber un sorbo de su café, aunque


bromean sobre la leyenda de que el café frena el crecimiento.

d d No te conviene jugar con ellos; son muy malos opina una


madre entre una nube de humo.

d d Estás mejor aquí.

d d Este comentario arranca risas. Es verdad: estoy mejor


escondido detrás de la silla del jardín. Pero oigo a los niños entre los
árboles, sus gritos y efusiones.

d d
¿Por qué no les dicen que jueguen conmigo?

d d Para esto no hay respuesta, sólo la súbita decisión de


cambiarle los pañales a un niño o de «empezar a preparar la cena».

d d En nuestra ciudad no hay hombres ni mujeres con minusvalías


visibles, con la sola excepción de los veteranos de la Segunda
Guerra Mundial. Un niño discapacitado no encaja en ningún grupo:
sencillamente no existen. Por otra parte, mi madre cree que yo
debo vivir como los demás niños, al menos en la medida de lo
posible. Es una decisión que debe de hacerla sentir tan sola como a
su hijo. No hay libros sobre niños ciegos y cómo educarlos, ni
asociaciones de padres o materiales especiales, por lo menos en el
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d d 23

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d d Hampshire rural. Sin embargo hay prejuicios: la ceguera es una
desgracia terrible; de hecho, una calamidad, porque no hay sitio
para ella en la vida cotidiana. Para mis padres esta paradoja será
aun más difícil de desentrañar, porque mi falta de vista es una
forma de «ceguera oficial», una frase confusa que significa que
puedo ver fragmentariamente pero no lo suficiente para ver de
verdad. No lo suficiente para conducir, manejar máquinas o leer un
libro normal.

d d De modo que tengo una forma agridulce de ceguera: veo como


una persona que mira a través de un calidoscopio; mis
percepciones del mundo son simultáneamente hermosas e inútiles.

d d Lo único que mis padres saben con certeza es que la ceguera


es un estigma. Preocupado por mi seguridad económica, mi padre
intenta contratar una póliza de vida y nombrarme beneficiario, sólo
para descubrir que la ceguera es un impedimento. Ese mismo año
mi madre decide matricularme en una escuela normal en lugar de
en una institución para ciegos, y se topa con el miedo y la
desaprobación de la escuela y los funcionarios.

d d Así que un caluroso día de agosto nos visita una asistente


social. Vivimos al final de una carretera flanqueada de árboles en
Durham, en una calle llena de grajos bulliciosos y azucenas
anaranjadas. Un sedán negro se detiene frente a la casa y una
mujer gorda se apea con la ayuda del conductor. Luego despliega
su bastón blanco y camina hacia nuestra puerta. Mi madre se agita,
tanto por su horror a la ceguera como por su hostilidad hacia la
burocracia. ¿Quiénes se han creído que son para decir que su hijo
es ciego? Nadie debe verlo en compañía de una asistente social
ciega; sería imposible borrar el estigma.

d d Me envían al sótano. Allí encuentro un piano, una caja de


juguetes, una variedad de objetos fascinantes para entretenerme.
El sótano no parece un castigo, pero sé que arriba

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d d se cuece algo. Me quedo en lo alto de la escalera, con la oreja
pegada a la puerta.

d d El sonido amortiguado de una discusión de adultos es algo


terrible para un niño. Al otro lado de la puerta del sótano oigo sus
voces siniestras mientras discuten cuál es mi lugar en el mundo.
Para mí esa disputa no ha acabado: aquel día de hace casi treinta y
seis años ambas partes tenían algo de razón. La asistente social
dice que soy demasiado ciego para asistir a una escuela pública. Mi
madre replica que no tendría la misma clase de experiencia social
en una institución para ciegos. «En esos sitios les enseñan a los
niños a tejer asientos de sillas», dice. La mujer ciega insiste en que
en una escuela pública no aprenderé braille ni a usar un bastón
blanco. Mi madre no acepta que eso sea una desventaja; de hecho,
cree que es una razón más para que asista a una escuela pública.
Su elección es instintiva y desesperada, una elección innecesaria
en
la actualidad, puesto que los niños ciegos asisten a colegios
públicos y allí mismo les enseñan braille, a usar el bastón blanco y
a desplazarse.

d d Aunque soy ciego, mi madre se empeña en hacer hincapié


sobre mi pequeño margen de visión. Veo algo y seré un niño
«normal». En su opinión nada me impide montar en bicicleta o en
trineo y hacer todo lo que hacen los demás niños. Para ella el
bastón blanco representa al mundo de los inválidos.

d d Pero yo necesito ese bastón. Estoy a punto de embarcarme en


una lucha imposible contra el mundo de los videntes, en la que
intentaré simular que veo.

d d Es difícil explicar cómo en la infancia, e incluso en la madurez,


he sido lo bastante hábil para moverme atolondradamente sin
romperme la crisma. Los que me observan deben pensar que veo.
Peter, un amigo ciego que nunca ha visto nada más que oscuridad,
se mueve igual que yo. Supongo que precipitarse a ciegas por el
mundo requiere la

d d *5
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d rl

d d misma fe inexplicable que tienen los buceadores. Los ciegos


tienen una memoria excepcional y una capacidad de orientación
espacial superior. A la edad de cinco años yo era una dinamo. Mi
madre quiso verme correr, y al hacerlo supuso que veía más de lo
que veía en realidad. Así que me movía como la abeja que ve poco
pero sabe adonde se dirige gracias al movimiento, la luz y la
temperatura.

d d Me giro y bajo las escaleras, acordándome de eludir los frascos


de conservas y los catálogos de Sears. Me dirijo al antiguo piano de
caoba. Lo que busco es la música; ya estoy fascinado por las teclas.
En el desván de la casa de mi abuela había girado la manivela de
una vitrola y descubierto a Caruso, una voz como leche y yodo
manando del interior de un cucurucho de papel. En casa escucho
los discos de Chaikovski de mi padre, pasando los dedos por la tela
que recubre el altavoz.

d d Cuando la asistente social se marcha, mi madre no va a


buscarme. Se encierra en su habitación y duerme con las cortinas
echadas.

d d Me quedo junto al piano durante horas.

d d Después de cenar salgo fuera y grito a la calle desierta con la


esperanza de que algún niño salga a jugar conmigo.

d d Más tarde, a solas en el bosque con los codos y las rodillas


mojados, me engancho los pantalones en una piedra
semienterrada, me tumbo en el suelo, aplasto la barbilla contra el
musgo. Las cosas que veo son un alambique de colores y formas
destilados.

d d «El paraíso dice Robert Frost sólo se deja vislumbrar por


aquellos que no están en condiciones de mirarlo de cerca.»

d d Hundo la cara en el chamico.


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d d .’ fe.i?’*.$&!&P%ift!i’<>¥if»l<’’ 3^?

d d A los cincos años ya he entrado y salido varias veces del


hospital. Me han cortado y cosido los músculos que rodean los ojos
para corregir el estrabismo. Después de la cirugía, llevo vendas en
los ojos durante meses y es entonces cuando aprendo a escuchar.
Me paso tardes enteras escuchando. Puedo oír los engranajes de
madera del reloj que está colgado en la pared del fondo de la casa.

d d La operación de estrabismo ha conseguido que parezca menos


bizco, pero mis ojos se mueven independientemente y en sus
distintas intensidades de color no me permiten nada semejante al
equilibrio o la percepción de profundidad. Ahora mis gafas son
extremadamente gruesas. Me ayudan a potenciar mi delicada
visión residual, pero son pesadas, incómodas y objeto de las burlas
de los demás niños.

d d El primer día de clase la maestra, la señora Edinger, pone una


fotografía en la pizarra: dos niños regordetes en pañales miran a la
clase. Si pilla a alguien murmurando, apuntará su nombre bajo los
rugosos pies de los bebés.

d d Ésta será la Pizarra de los Bebés dice la señora Edinger y


cualquiera que hable inoportunamente verá su nombre escrito aquí.
¡Sólo los bebés hablan cuando
deberían estar callados!

d d Cuando entro en la escuela pública, no cuento con ninguna


ayuda. Puesto que no hay especialistas en deficiencias

d d 27

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d d V.

d d visuales ni normativa alguna sobre la educación especial, me


veo privado de los beneficios de un entrenamiento adecuado en
orientación y movilidad. Para mí no hay clases de braille ni
materiales con letras grandes. El aire destella como el cuarzo y en
la clase de aritmética no veo nada. Mis dedos se deslizan en todas
las direcciones. Abro y cierro la tapa de mi estuche de lápices,
palpo los arañazos de mi pupitre. Me tiro de los párpados en un
esfuerzo por ahuyentar la niebla.

d d Necesito hacer una pregunta, una prácticamente inútil como


cuántos perros hay en la pizarra. Me vuelvo hacia Janet, que se
sienta a mi lado, y susurro:

d d ¿Cuántos perros hay allí?

d d ¡He visto hablar a Stephen! grita la maestra y oigo el estácalo


de la tiza en acción. ¡Apuntaremos el nombre de Stephen en la
Pizarra de los Bebés!

d d Humillado, cierro la boca y me enderezo en el asiento mientras


las risas estallan alrededor.

d d Sin ayuda de nadie, me veo obligado a escuchar con atención.

d d Escucho como una persona que telefonea en la oscuridad.

d d Escucho como un ornitólogo que abre un paquete de huesos de


pájaros envueltos en papel de seda. i

d d Todas las mañanas la señora Edinger comienza la jornada con


una historia de la Biblia. Aquí vienen quijadas, hondas, niños
flotando en cestos, la guarida de un león, un hombre atrapado.
Ahora recita incienso y mirra, túnicas de oro, la estrella de la
Navidad.

d d Todo me queda grabado a fuerza de repeticiones.

d d En el patio me apoyo contra un muro, atado a él con las


cadenas de palabras que he acumulado durante la mañana.
d dR

d dN
d d fyluy cerca mis compañeros de clase juegan a «matar
alemanes»: corren gritando a voz en cuello en un noviembre lleno
de alborozo. Discuten repetidamente quiénes han resultado
muertos. A veces agacho la cabeza como un defensa de fútbol y
me lanzo contra ellos.

d d Cuando regresamos al aula, cuento imaginarios sapos,


mariposas, astronautas, siguiendo las clases sin letras útiles ni
números tangibles. A juzgar por las imágenes compensatorias que
pasan por mi cabeza, el mundo está torcido. Sigo las palabras de la
maestra y progreso torpemente como una criatura enjaulada,
atrapado como estoy en mis propias redes neurológicas.

d d Un día, la señora Edinger cuelga una fotografía de astronautas


en la pizarra.

d d Los astronautas giran en órbita alrededor de la Tierra dice y


sólo podréis ser astronautas si sois buenos en clase.

d d En consecuencia, los alumnos que terminan sus tareas antes


que los demás serán «astronautas»: se les permitirá viajar en órbita
alrededor del aula y mirar por encima del hombro de sus
compañeros.

d d John Glenn acaba de dar una vuelta alrededor de la Tierra,


viajando desde el amanecer al atardecer en el transcurso de una
hora. Han puesto un televisor en nuestra clase y escucho a Walter
Cronkite, que habla lo bastante alto para que le oigan los muertos.

d d Ahora
aprieto la nariz contra una página indescifrable, tratando de leer
alguna inscripción entre el polvo de las retinas dañadas, y aquí
viene un niño para mirar por encima de mi hombro. Está girando en
órbita.

d d Eh murmura, ¡acércate un poco más! Y me aplasta el papel


contra la nariz antes de seguir avanzando Por la hilera de pupitres.

d d Más tarde juego solo y finjo ser Walter Cronkite, pasan-

d d 28

d d 29

d
d do páginas ilegibles. El desván es mi estudio de televisión. Me
siento bajo el alero, y con la lluvia como acompañamiento, me
dirijo a mi público. i

d d En la escuela la palabra impresa se escabulle de mi único «ojo


lector»: de hecho, las palabras parecen insectos liberados de una
caja. Mientras la clase lee en voz alta, miro las espirales de luz
hipnótica que se ondulan ante mis ojos cuando me muevo hacia los
lados. Éste no es mi lugar. Mi cuerpo pequeño no encaja en este
pupitre, soy una criatura que debería estar en la oscuridad y que ha
sido forzosamente expuesta a la luz.

d d Pero hablo, respondo preguntas, hago reír a los demás.


Demuestro interés por todo y le digo a la clase que sé escribir
«Chaikovski».

d d La señora Edinger, la de la Pizarra de los Astronautas, se


convierte en el primer santo de mi vida. Se impone la tarea de
enseñarme a leer. Después de clase nos sentamos a su mesa y
mientras yo hundo la nariz entre las páginas pasamos de una
palabra a otra. Aunque bizqueo y hago un esfuerzo sobrehumano
ante cada garabato alfabético, ella tiene la paciencia de un
arqueólogo que desempolva microscópicos fragmentos de piedra
antes de guardarlos. A su lado dejo los ojos muy quietos y descifro
algunas palabras.

d d Años después mi madre me cuenta que la señora Edinger es


negra, quizá la primera persona de ascendencia afroamericana que
enseña en una escuela de New Hampshire. Ambos somos
exploradores mientras recorremos la ilegible letra impresa. Ella ha
reparado en mi determinación y cree que tengo una memoria
fotográfica. Eso probablemente contribuye a su deseo de
enseñarme a leer; sabe que retendré las palabras que he aprendido
con tanto esfuerzo.

d d 30

d d Tengo que hacer muchas horas de tareas extraescolares para


alcanzar el nivel de lectura del resto de la clase. Debo poner el libro
a dos centímetros de mi ojo y esforzarme para controlar el músculo
caliente y espasmódico. El agotamiento resultante es como la
intensa fatiga que sienten los conductores después de pasar mucho
tiempo en la carretera. Para mí la lectura es una experiencia en la
que participa todo el cuerpo. El cuello, los hombros y finalmente la
parte baja de la espalda se me contraen dolorosamente. Los ciegos
saben lo que es ser viejo antes de tiempo: incluso antes de tercero
de primaria estoy encorvado, temblando por el esfuerzo, siempre al
borde de las lágrimas, viendo por aproximación, suspirando por leer
una frase completa. De repente las palabras se disuelven o
corretean como hormigas. No obstante, encuentro una habitación
iluminada en el interior de mi cabeza, un lugar de autoafiliación. Allí
no soy ciego, no soy objeto de las burlas de nadie.

d d Pero al salir de la clase de lectura, un chico a quien considero


mi amigo me roba las gafas y el pánico me hace temblar como si
fuera un árbol
lleno de pájaros. Me oriento con las manos.

d d ¡Eh, cegato! ¡Aquí!

d d Ríe al unísono con otros y luego todos corren.

d d Extiendo los brazos, siguiendo los sonidos de los ladrones. He


decidido que no voy a llorar: una llave de acero gira y cierra mi
cerebro. Entonces tropiezo con el bordillo y me lastimo las manos
en una alcantarilla.

d d Todavía hoy imagino a aquel chico sujetando las gafas a una


distancia prudencial y mirando cómo lo sigo a tientas. Muy pronto
aprendí que si con gafas soy ciego, sin ellas soy una cara blanca
desencajada, un cuerpo vacilante, un minero que sale súbitamente
a la luz.

d d Esta tarde en particular me ponen instantáneamente en


Videncia. De pronto soy una medusa difícil de manipular e

d d 31

d d ¿&

d
d imposible de medir. Han pasado más de treinta años desde aquel
día, pero todavía me atormenta esa sensación de per- \ tenecer
por completo a otros, de ser, en efecto, su propiedad. Debería
haber un libro de protocolo para aquellos que se ven obligados a
interpretar el papel de monstruos. Privado de mis gafas, yo ya no
era un niño minusválido a ’ quien se ha prohibido participar en los
deportes. Era un anfibio.

d d Supongo que habré arrojado las gafas al suelo y echado a


correr. Es probable que llegara un adulto; ya no lo recuerdo. i

d d En tercero de primaria llevo gafas con lentes telescópicas y


rápidamente comienzan a llamarme «Marciano». Mis miedos viven
sobre mis hombros como pájaros timoneles. Me arranco los pelos
de las cejas. Los demás niños me llaman el señor Magoo una y otra
vez.

d d En los sesenta, el señor Magoo es el último descendiente de un


largo linaje de personajes cómicos ciegos que interpretan el papel
de hombres videntes. Valentin Hauy, un educador francés del siglo
XVIII y el primer gran benefactor de los ciegos, presenció un
espectáculo semejante en 1771. Un grupo de nombres ciegos eran
exhibidos en la villa de Saint Ovide, vestidos como payasos y
tocados con coroza. Personas incapaces de controlar sus
movimientos, involuntariamente expuestas a la vista de todos.

d d Hauy los vio en la plaza del pueblo, donde todos llevaban un


instrumento musical: un violin, un cuerno, un organillo. El
magistrado de la villa les había puesto grandes gafas de cartón en
la cara. Ante ellos había una mesa con farolillos y partituras que los
hombres hacían burlescos intentos de leer mientras tocaban sus
instrumentos con resultados previsibles. Los aldeanos encontraron
el espectáculo

d d 32

d d divertido que se prolongó durante varias semanas. Cuando los


músicos dejaron de ganar dinero, volvieron a la mendicidad. Pero su
concierto proporciona al señor Magoo un pedigrí cómico.

d d En un anuncio de las mutuas médicas Blue Cross/Blue Shield,


el «señor Magoo» es un hombrecillo ciego cuyos ojos fuertemente
cerrados parecen signos de interrogación. En ninguna ilustración
del señor Magoo se le tapan los ojos con gafas oscuras.

d d En el anuncio, el señor Magoo conduce cuesta abajo en un


coche anticuado. Es dichosamente inconsciente de que está
cruzando las vías del tren. Mientras lo hace se queja de los
«baches» y está a un tris de que lo atrepelle un tren. Magoo es
como un Charlie Chaplin con los ojos vendados, deslizándose con
patines junto al borde de un precipicio. Su poder radica en su
suerte, que es angélica. El solo hecho de que llegue a su destino es
un milagro.

d d Cuando el señor Magoo conduce un coche, los telespectadores


de Estados Unidos experimentan la misma hilaridad que los
aldeanos de Hauy, que reían de los mendigos ciegos disfrazados
con gafas de cartón. Pero rara vez
se representa a los ciegos como algo más que esto. Son idiotas
ciegos o, por el contrario, seres súbitamente cósmicos.

d d Avergonzado de mis gafas telescópicas, las escondo en los


cajones y salgo a la calle con la cabeza ligeramente ladeada Para
conseguir una mayor refracción de mis pesadas gafas prismáticas.
Paso horas en desvanes o graneros, lugares llenos de herramientas
y máquinas rotas.

d d Mi mundo está lleno de singularidades, es una caja de cnstal


en un museo de provincias. Aquí hay una danzarina zapatilla negra
con plumas rojas, un bolígrafo de la compania Marcellus Casket.
Estoy rodeado de curiosidades. Pero

d d 33

d
d incluso las cosas más cercanas se me escabullen; los objetos
pasan vertiginosamente ante mí como las imágenes rápidas de las
películas antiguas. Aunque quiero ver, pasar por alguien que ve, la
vista me elude.

d d En el cobertizo de un vecino me coloco ante las teclas


polvorientas de un piano y cuento cuántas han perdido su capa de
marfil: faltan dos teclas negras. Los ratones o las polillas se han
dado un festín con el fieltro púrpura que cubre la parte posterior del
teclado. Oigo avispas golpeando ventanas, una cortadora de
césped manual y, en algún sitio lejano, un partido de béisbol
transmitido por radio. Pero estoy absorto en los colores y olores de
este instrumento que se alza ante mí como los restos de un
naufragio, el casco al que regresó Robinson Crusoe. Me atraen los
pedales gastados, las clavijas, los macillos, el armazón de hierro
fundido y el acre olor metálico de las cuerdas muertas.

d d Pego la nariz a cualquier cosa. Parezco un eterno mendicante


en Miércoles de Ceniza.

d d Dibujo el esqueleto de un pez en el puente de mis gafas.

d d Voy al bosque y me siento sobre la cornisa cubierta de musgo


de una gran roca. Mientras el azul se convierte en negro, el cielo es
momentáneamente transparente’. Allí estoy yo, patinando, girando
la cabeza abruptarnente, buscando intuitivamente el próximo sitio
donde descansar la frente.

d d Mi hermana es una verdadera amiga, una coleccionista de


deslumbrantes curiosidades: un zapato de mujer que contiene una
típula y una polilla y que ha encontrado en un rincón polvoriento
del garaje.

d d Nos pasamos la tarde construyendo un templo sagrado


alrededor de este sarcófago de insectos. Como guardias tenemos
un león de peluche, un Tarzán color carne de plásti-

d d 34

d d co una muñeca de trapo con una falda roja. Necesito que


alguien me traiga cosas y me diga: «¡Mira!» Mi hermana no parece
notar que tengo que apretar cada objeto delante de mis ojos
saltarines. Ignora que su hermano se parece a Franz Kafka de
pequeño: un niño cuyos ojos no pueden mirar al frente.

d d Hace unos años encontré una fotografía de Kafka a los cinco


años. La foto muestra que tenía un ojo desviado, lo que los médicos
llaman «ojo vago». Aunque procura mirar a la cámara, parece
perdido. Está vestido como el maestro de ceremonias de un circo. A
su espalda hay un animal con la cabeza de una oveja, aunque los
cuartos traseros y la cola sugieren que es un perro. Tiene una silla
de montar y una brida, como si estuviera destinado a ser montado.
Es una criatura de estudio fotográfico, un objeto salido del taller de
un extraño zapatero. Kafka parece estar a sus anchas junto a ese
engendro; su mundo es un lugar de animales mal definidos, de
seres que no son lo que parecen.

d d Imagino que ve humo azul. Se vislumbran caras; los adultos se


alzan por encima del panorama como rocas
intuidas por los sentidos. Éstos son los maravillosos milagros de no
ver, momentos rojos, verdes y negros como los estudios de
Matisse. Son momentos serio-cómicos: un caballo blanco de circo
se levanta sobre las patas delanteras; pero no, es una sábana al
viento.

d d Yo también fui al circo. Bajo la gran carpa el domador de leones


Clyde Beatty en una jaula de hierro de dos pisos parece el duque de
Mantua luchando contra tres leopardos, armado con un látigo y una
silla. Claro que yo no vi nada de esto. Lo que vi fue el resplandor
rosado del foco donde estaba la jaula y oí el restallido del látigo, el
rugido de los reimos. Las caras de los niños y adultos que me
rodeaban en las gradas de madera estaban iluminadas, como si el
algodón de azúcar que comían contuviera luciérnagas. Pero

d d 35

d
d más allá, donde quiera que mirara, la concentración de los
colores se deshacía y me inundaba la caleidoscópica neblina
circense de sombras y tonalidades gitanas.

d d Yo observaba la cara de mi tío, un hombre corpulento simiesco


y sin afeitar que rara vez sonreía. Contemplaba la representación
de Clyde Beatty con una expresión tan vehemente como la de un
inmigrante que por fin ha avistado la costa. Alrededor de su cabeza
flotaban los anillos de humo de su cigarro caro. Por fin mi tío me
dijo que los felinos estaban tendidos. La multitud parecía
enfervorizada. Cuando miré hacia la jaula, vi una lava astral, el
huracán rosado de los focos del escenario y luego el resplandor
dorado de lo que supuse sería el látigo.

d d Incapaz de ver, observaba las apariencias, y aunque los


animales estaban demasiado lejos, pude vislumbrar las máscaras
arlequinescas de mi familia. Igual que el Kafka niño, sonreí.

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d d En el transcurso de mi infancia mis gafas se fueron haciendo


más y más gruesas. Mis visitas semestrales al oftalmólogo son
viajes al infierno. Dejamos el resplandor de mediados de verano
para entrar en una estancia llena de pesadas cortinas, con las
paredes cubiertas de altas cajoneras de caoba en cuyo interior hay
miles de lentes. También está el sillón que se eleva como una
oscura esfinge, pero con muchos brazos. Y en efecto, después de
algunos coméntanos triviales entre el oculista y mis padres, el sillón
se eleva, conduciendo a mi cabeza hasta un bosque de
mecanismos, un sitio alto con luces penetrantes y pequeñas
sondas.

d d Las manos del médico huelen a desinfectante y a tabaco.


Vislumbro el algodón almidonado de su bata de laboratorio. Su cara
se acerca a la mía y a veces nuestras frentes se tocan mientras
examina con atención mi ojo izquierdo. Un mosaico de
microscópicas piedras azules planea en el interior de mi cráneo, un
azul que nunca he visto en el mundo exterior.

d d Rápidamente el azul deja paso al rojo: un tejido helicoidal de


sangre y ramas invernales, el reflejo del ojo interior ante la
implacable luz del oculista.

d d En la pantalla con letras distingo la E mayúscula, pero a Partir


de ese momento me limito a adivinar. El oculista saca

d d 37

d d i,...

d
d una lente tras otra de sus cajones, como si fueran mariposas
enmarcadas, y las sostiene delante de mi cara. Veo círculos
rosáceos de color, los reflejos irisados del grueso cristal, pero por
mucho que me esfuerce soy incapaz de descender por esos
oscilantes túneles de prometida claridad.

d d Durante el reconocimiento se habla de mí en tercera persona:

d d No parece distinguir entre la lente uno y la dos. Por el


momento no le cambiaremos la graduación.

d d Y vuelven a conducirme a la luz del día, una luz que recorre


todo mi ser. El efecto de las gotas con que me han dilatado las
pupilas dura todo el día, así que debo permanecer en una
habitación oscura. Vuelo en círculos, buceando a través de las
horas con la radio. Mientras escucho un partido de béisbol, me
elevo por encima de la concha verde de\ Fenway Park: el niño ciego
en su dirigible, recién llegado de territorios de los que no se ha oído
hablar desde los tiempos de los faraones. Como manzanas en la
oscuridad y paso todo el día solo.

d d Mi madre decide que debería recibir clases de mecanografía,


así que cada mañana, mientras los demás alumnos de cuarto de
primaria recitan el Juramento de Lealtad, yo voy a la enfermería,
donde han puesto una máquina de escribir separada del resto de la
estancia por una cortina. Mi profesora es la señora Hudson, una
mujer amable y de voz grave, casada con un granjero.

d d La habitación huele a viejas mantas del ejército. Nos sentamos


encorvados sobre una máquina de escribir Royal y yo aprieto la
barbilla contra la fría tapa metálica, aspirando la mezcla de olores a
goma y grasa. Hasta la cinta tiene un olor característico, una
fragancia a almidón, como si fuera el cuello de una camisa exótica.
Años después, cuando fui

d d 38

d d Guiding Eyes for the Blind, me enseñaron la sala de me-

d d ografía. Allí todo estaba actualizado: había ordenadores TBM


parlantes y maravillosas impresoras láser que imprimían en tinta o
en braille. Pero en un rincón todavía conservaban las viejas
máquinas de escribir. Las imaginé dentro de una selva
increíblemente exuberante, con monos aulladores colgando de la
cabeza de los mecanógrafos ciegos.

d d Muy pronto comienzo a disfrutar de mi hora diaria de


mecanografía. Mis dedos son rápidos y mis manos vuelan sobre el
teclado como abejas carpinteras explorando una enredadera. La
señora Hudson declama la poesía logarítimica de su manual con
cierta pomposidad mientras mi velocidad aumenta hasta llegar a
las sesenta palabras por minuto. Poco después me dejan escribir
cuentos solo mientras la señora Hudson y la enfermera toman café.
Puesto que he estado escuchando libros grabados de Kipling,
describo un bosque prístino y lo lleno de pájaros parlanchines. A
veces escribo sobre submarinos, naufragios, personas
desaparecidas en el mar.

d d En casa la mecanografía se convierte en mi principal actividad,


y me imagino a mí mismo escribiendo una novela
sobre soldados que luchan contra los japoneses en el Pacífico. Por
la mañana, con la señora Hudson, vuelvo a los temas
escandinavos. Una joven’granjera va al pozo y pesca a un troll con
el cubo. Él la lleva a su cueva, que está llena de flores amarillas de
olor dulzón. Tiene animales pájaros
d 7 cabras, entre otros y esos animales hablan, sobre todo de la
gran inteligencia del troll. La niña repara en que el duende no tiene
espejos. \.

d d Hace un tiempo conocí a un argentino cuya madre paseaba a


diario con Jorge Luis Borges, el poeta ciego que vivía en Buenos
Aires. Según contaba el argentino, Borges pagaba con su amiga a
lo largo de una gran galería con arcos. Centras caminaban, Borges
le relataba lo que veía: un car-

d d 39

d d M:

d
d naval lleno de pájaros y hermosas criaturas. Contaba histo-¡ rias
graciosas, complicadas y bien argumentadas sobre el mundo que
inventaba para pasar las horas. Los cuentos eran una distracción, el
equivalente intelectual a un juego de naipes, un solitario pictórico
susceptible de ser compartido, una demarcación entre el arte y la
salud mental.

d d Mucho tiempo después yo leería los diarios de los «pacíenles»


de las primeras instituciones norteamericanas para ciegos del siglo
XIX. Mary Day agradecía sus clases de música, que le
proporcionaron un medio para dar forma a su ceguera y
convirtieron sus días en un tapiz de sonidos. Qué aburrido debía de
ser conversar con el insensible sacerdote que visitaba el Asilo para
Ciegos. Imagino sus peroratas insustanciales, destinadas a
demostrar que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros.

d d Escudándome de la infancia tras una máquina de escribir,


sobrevivo principalmente gracias a los libros grabados y a la radio.
Giro las clavijas, escucho las palabras y muevo el dial sin ningún
testigo. ¡Hay libertad en las interferencias! Descubro las emisoras
de onda corta, un océano de sonido incesante. Ahí fuera hay
vientos, barcos y voces que cumplen con las rondas que les han
sido asignadas.

d d Al girar el dial, oigo la estridente vehemencia de las canciones


de amor sirias, la música del Turquestán.

d d Imagino nubes de contornos brillantes cruzando la luna. Aquí


hay claridad. A la luz de la radio lo veo todo.

d d Auden escribió: «Miles de personas han vivido sin amor;


ninguna sin agua.»

d d El agua llega de muchas maneras. Enrico Caruso tomó


tiernamente la mano de Hellen Keller y colocó los dedos sensibles a
la electricidad de la mujer sobre su garganta. Cantó para ella Vois
ma muere, helas! Vois ma détresse!, el aria del Sansón y Dalila de
Saint-Saéns, en la que Sansón lamenta la pérdida de la vista. El
gran tenor cantó a viva voz,

d d 40

d d uiando jos dedos de\Helen sojjíé sus legendarias cuerdas


d d O 1 ^ -^^^

d d vocales’ j r j i u

d d Imaginen que ponen delicadamente las manos sobre una

d d colmena llena de abejas.

d d Es abril y hace mucho frío. Mi abuela está ventilando su vieja y


amarilla casa victoriana. La prirnavera de Nueva Inglaterra aún está
detrás de la siguiente colina. Mi abuela, una bostoniana de origen
irlandés, fumadora empedernida, se aferra a esta ruina de varios
pisos porque es un recordatorio de los tiempos más prósperos de la
ciudad. Su marido fue un experto en municiones, un fabricante de
proyectiles de mortero. También fue uno de los primeros
estadounidenses que fabricó motocicletas. Su gusto excéntrico
todavía domina la casa: un pez disecado sobresale del marco de un
cuadro. A su lado hay una fotografía de Geraldine Parrar, la soprano
estelar de la Metropolitan Opera en 1916. Dentro de una chimenea
en desuso hay una cabeza
de un alce disecado. El alce tiene puesto un monóculo y, por alguna
razón, un collar de cuentas libanes cuelga de sus cuernos. A ambos
lados de la chimenea hay unos ennegrecidos soldados de hierro
que en un tiempo sirvieron para sostener los leños. Encima de la
repisa de la chimenea hay un grabado punteado y a lápiz de una
desconocida belleza romántica. Sé que está ahí porque me he
subido en una silla alta y he aplastado la nariz contra ella.

d d Estoy jugando al escondite con mi primo Jim y con mi hermana


Carol. Correteamos por la casa a&jTÚ^ abuela. Uebo esconderme,
y puesto que quiero estar a la altura del desafío, voy a ocultarme
en la buhardilla de este museo de cuatro plantas.

d d Pónganse vaselina en los ojos y luego caminen por una casa


desconocida tratando de esconderse. Están en la

d d i,,.

d d 4i

d
d Dorada Mezquita de las doce puertas tratando de no hacer í ni el
más mínimo ruido. No veo si me ven, y debo fiarme ] del antiguo
truco tribal de pisar ramitas sin permitir que crujan.

d d Subo por una escalera sinuosa, subo y subo hasta llegar \ a la


buhardilla. A Jim y a Carol no les gusta este lugar: es i una guarida
de fantasmas. ”

d d Incluso en la buhardilla hay habitaciones y más habitaciones.


Un abrigo de mapache cuelga del umbral de una de ellas, una
inmensa figura antropoide que me quita la respiración hasta que
avanzo muy despacio y la toco. Las poli- , lias muertas caen como
fragmentos de papel de seda. Huele a goma podrida, y entonces,
debajo de los abrigos colgados, descubro un par de botas de agua y
dos paragüeros. Dentro del paragüero de la izquierda hay un
periódico enrollado, y \ dentro del periódico unas escafandras con
montura de concha, el recordatorio de una excursión de pesca. ,

d d En la habitación contigua hay un banco de carpintero i con


piezas de distintas máquinas, muelles, engranajes, el i electroimán
de una radio. Qué curiosos son estos objetos j cuando uno los
acerca al ojo para examinarlos. Incluso apretados contra mi cara,
se ven desdibujados como árboles en la noche. (¿Por qué las piezas
de las máquinas viejas huelen a incienso?)

d d La casa se incendió en 1914 y todavía quedan chamuscados


vestigios de ese incendio. Un reloj de pared con la caja de madera
marcada por el fuego y hollín en la esfera y los mecanismos. Y aquí
hay una mesa de juego quemada, un mueble con altos laterales de
madera semejantes a las regalas de un barco. No sé para qué juego
se habrá usado; ¿se practicaba con una pelota o con una peonza?
Mis dedos encuentran compartimientos, números en relieve.

d d Algunas puertas de la buhardilla conducen a profundas


alacenas, escondrijos espléndidos, estancias sin luz, habita-

d d 42

d d ’ones en las que nunca ha habido electricidad. Aquí no esen


desventaja: mi cuerpo es como un/pañuelo de seda negro que cae
en la oscuridad. /
d d Encuentro un tesoro y lo awoí-eLafmario de la buhardilla es mi
sebeel, la cámara donde los mahometanos se reúnen

d d para

d d beber.

d d Aquí hay cofres, baúles de barco con tachones y tiras de cuero,


y en el interior encuentro cajas más pequeñas: se abren como las
muñecas rusas, en cuyo interior hay muñecas más pequeñas hasta
que uno se queda con la cuenta de un collar entre los dedos. Mis
manos respiran. El placer es esto: ser ciego en la oscuridad de un
museo, desenvolviendo y tocando objetos.

d d Aquí nunca me encontrarán. A estas alturas mi hermana y mi


primo se han cansado de buscarme y han salido de la casa. Desde
la última planta los oigo jugar al béisbol en el jardín.

d d Mi mundo diurno a menudo es un brusco despertar. En el


campo de juego de la escuela, al otro lado de la barrera, me
restriego los ojos bajo la terrible luz. Unas
manchas color pastel se mueven con rapidez: están jugando al
softball. El profesor de gimnasia no quiere que participe en el juego,
pero pretende que permanezca allí, como si el aire fresco fuera, por
sí solo, un sustituto de la educación física.

d d Mi cabeza está llena de Radio Norway. Peer Gynt navega en la


oscuridad. Se oyen los rugidos y los chillidos de los trolls. ^x

d d De repente alguien me llama: ¡necesitan mi ayudar--x_

d d ¡Eh, gordinflón! ¡Tírame el guante!

d d Estoy junto a los guantes de béisbol, aunque en realidad


d 016 he refugiado en la cueva de los trolls.

d d La verdad es que soy gordo. En la intimidad de mi habi-

d d 43

d dÍ

d
d tación he estado comiendo como Elvis Presley, atiborrándome de
galletas y helado. Sin ningún programa de actividad física, me he
puesto como un globo. Al llegar al cuarto curso estoy enterrado en
mi propia grasa, gordo de angustia y derrota.

d d En los oscuros pasillos de la escuela mi presencia es


demasiado contundente y los pendencieros me empujan contra las
paredes metálicas de las taquillas. Soy su pasatiempo.

d d ¡Cegato! ¡Gordo mamón!

d d ¡Se tira a su hermana!

d d Cuando subo las escaleras me empujan hasta dejarme atrás.

d d Me arrastran desde la invisibilidad.

d d Un día, después de la clase de gimnasia, me obligan a


ducharme con mis enemigos a pesar de que no he hecho ejercicio.
Los ojos de mis torturadores se clavan en mi desnudez.

d d ¡Miradle el pito! ¡Miradle el pito!

d d ¡Parece una botella de leche! i (Estoy circuncidado.)

d d Busco el camino con las manos extendidas. ”

d d ¡Botella de leche! ¡Botella de leche!

d d Otra vez me roban las gafas. , Sólo quiero escapar


nuevamente a la oscuridad.

d d Por la noche me siento en la pesada vigilia del confinamiento


personal. Como a solas en mi habitación. En mi oscuro rincón
medito sobre mi fealdad. Soy una masa verde y deforme. Mis ojos
bailan en mi cabeza. ¿Cómo no iban a reírse? Ésta es mi cara,
grasicnta, bizca.

d d Aquí llegan los aldeanos con las antorchas encendidas para


perseguir al monstruo de Frankenstein hasta el castillo en ruinas.
d d No es de extrañar que me guste el granero donde mi tío guarda
su pequeño yate de recreo. Mi primo Jim señala la

d d 44

d d recaria escalera de manzano que está solpre el casco y


treparnos a la cabina del timonel. Igual que mi hermana, Jim es un
auténtico amigo y pasamos^ras interminables tejiendo intrincadas
fantasías a bordo de esta embarcación. Siempre demasiado
corpulento para su edaoy casi siempre incapaz de cumplir con las
expectativas de sus padres, él estaba dispuesto a jugar en
cualquier rincón polvoriento que encontráramos.

d d El crepúsculo está en la puerta del granero. Una lechuza blanca


vive allí, entre las vigas, y la oímos caminar arrastrando los pies.
Abajo, los gatos del granero rodean nuestra embarcación:
manatíes, tiburones, narvales...

d d Zarpamos de Singapur o Reykjavik, de algún lugar que he oído


nombrar por la radio, como Porta Capuana o Toulouse. Me surto de
paisajes en las emisoras de onda corta y en los libros grabados.

d d Estoy ante el timón de caoba, con uno de los puros envueltos


en celofán de mi tío entre los dientes. ¡Jim! grito, ¡se aproxima
granizo! ¡Sí, señor! Jim es un buen compañero de juegos; responde,
reorganiza posibilidades. ¡Buque a la vista, capitán!

d d Juntos vemos el explosivo brillo blanco de unas velas que se


aproximan mientras el aire se enfría. ¡El viento arrecia!

d d He tomado la expresión «arrecia», de los libros de los Hardy


Boys, igual que «cabizbajo».

d d
¡Han lanzado un bote salvavida, señor! ¡Todo a estribor! v ’

d d ¡Son mujeres y niños! ^~~\

d d ¡Malditos ingleses! ¡Le han dado pordebajo de la línea de


flotación! Su barco se hunde, Jim. ¡No debemos acercarnos mucho
o la succión nos arrastrará al fondo!

d d Nos inclinamos sobre las ventanas, tiramos de palancas,

d d 45

d
d gritamos en reconocimiento de los seres humanos que se ahogan,
cuyos botes salvavidas se hunden con el barco. Más tarde bajamos
por la escalerilla de manzano y fingimos ser buceadores, moviendo
los brazos, explorando los camarotes hundidos. Llevamos palos,
preparados a presentar batalla a las barracudas.

d d En el exterior del granero la noche se ha hecho definitiva y se


han encendido las luces de las casas.

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j«É>«Mvr)(vM(# M

d d Mi madre, bendita sea, comienza a ver fantasmas. Es una


criatura frágil, físicamente cambiada por las fatalidades: terribles
caídas por las escaleras y accidentes automovilísticos leves. En
pocos años se ha sometido a cirugía de cuello, codos, hombros,
rodillas. Se inclina como un gondolero que pone un pie en la costa.
Comienza a imaginar, igual que el poeta Yeats, que los muertos
están ansiosos por compartir sus visiones y que ninguna habitación
vacía está verdaderamente vacía. Mi madre camina con bastón,
lleva el brazo en” cabestrillo, toma analgésicos, lee libros de Edgar
Cayce. Nuestra casa está llena de trastos y cortinas echadas.

d d Recuerdo que mi madre decía que no podía usar jerséis de


cuello cisne porque en una vida anterior la habían linchado por
robar caballos.

d d Se pasa la noche en vela leyendo historias de fantasmas. En la


mesa de la cocina hay whisky derramado.
d d Puesto que tiene sinusitis, a veces aparece con la cara tapada
con un albornoz. Toaasdas habitaciones por las que ha pasado
huelen a menta. V

d d Es infeliz y maravillosaAiente excéntrica, una mujer de

d d IQS suburbios cuyas deidajdes personales están descosidas,

d d c°rno las muñecas que uno encuentra en el Ejército de

d d alvación. «Algunos pasan toda la vida/ girando en el tor-

d d 47

d
d bellino del amor y el odio/ de las deidades que crean», es. cribe
Kenneth Rexroth.

d d Mi madre ve fantasmas mientras mi hermana y yo estamos en


la escuela. Cuando llegamos a casa, nos describe lo$ espectros que
ha vislumbrado brevemente en lo alto de las escaleras: un hombre
con abrigo negro apareció en el umbral de la puerta durante una
décima de segundo. Ama a estas criaturas furtivas; los fantasmas
son como bibliotecarios de pueblos pequeños, que pasan junto a
las ventanas en el verde pálido de la luz de la luna. Manteníamos
conversaciones que no recuerdo detalladamente, pero que a
menudo discurrían así:

d d Hoy he visto al hombre del sombrero podía decir mientras salía


a recibirnos al jardín.

d d ¿Qué hacía? Mi hermana arrastra los pies; es como si


habláramos de lo que hay para cenar.

d d Sólo lo vi un segundo, cuando pasaba por la puerta del salón.


Camina dando pequeños saltitos.

d d ¿Cómo Charlie Chaplin?

d d He visto a Chaplin pegando la nariz a la pantalla del televisor.


Ante mi único ojo, parece una gallina clueca, o quizá la sombra de
una gallina, algo que no tiene exactamente la forma de un hombre.

d d Más bien como un kaiser alemán.

d d Mi madre vive con sus fantasmas igual que otros viven


tomando estimulantes. Esto exige muchos viajes a la biblioteca
para buscar más material sobre ocultismo. Después de clase
subimos al coche familiar y salimos del garaje a la luz roja del sol,
dando pequeñas sacudidas marcha atrás. Mi madre conduce como
una novata, y en la vasta niebla dorada de mi vista, estos viajes en
coche son más aterradores que una casa encantada. Los largos
kilómetros azules hasta la biblioteca son una montaña rusa en el
desvencijado Chevrolet.

d d 48
d d !Í
d d Viajar en coche con un mal conductor/exige confianza y r
Cuando uno es ciego, el conductoplns/eguro es un tras¡sor humano,
las palpables frecuend(ias/ie la mala conduc¡ón vibran en nuestro
interior; el amalgama de luz y oscuf ridad, carretera y metal,
atraviesa los empastes de nuestras muelas. Por las ventanillas del
coche veo una inconmensurable tarta de varios pisos de estratos
grises, luces furiosas, un implacable oleaje. Y mi madre pasa de un
carril a otro. En el coche la tensión crece como aire forzado desde
una bomba de vacío y súbitamente, con un topetazo, llegamos al
aparcamiento de la biblioteca, los frenos se enganchan y se sueltan
una docena de veces^ntes de que nos detengamos.

d d Durante estos viajes imagino a los muertos flotando por


encima del coche, volando sobre alfombras persas. Los espíritus
regresan a la biblioteca para dormir en los libros, como los
vampiros duermen en ataúdes.

d d En la sala de lectura me da vergüenza apretar la nariz contra


una página abierta, así que camino por los pasillos, donde huele a
papel acre«y a madera. Los lomos de los libros se ondulan como
hebras de
algas; en los estantes hay conchas de abalone y geodas.

d d Las apariciones sólo se convierten en fantasmas cuando nadie


puede explicarlas. Sir Walter Scott creyó ver el fantasma de Byron,
hasta que se fijó mejor y descubrió que era una capa colgada de un
perchero. Mis ojos son máquinas de apariciones; el pamporcino
silvestre crece directamente a través de mi iris, despliega sus hojas
sobre mi pupila.

d d No hay fantasmas en mi cabeza.

d d Pero para mi madre, los muertos son como Nijinsky: saltan


desde los sucios harapos de su represión. Es posible °lue los
fantasmas se vean del revés: nadie es ciego, el mundo se vuelve
etéreo, nada tiene por qué ser oscuro o definitivo.

d d 49

d
d A menudo pasa la noche en vela. La oigo moverse en la planta
baja; el ruido de los platos, de armarios que se abren y se cierran.
De vez en cuando bajo a investigar, y aunque son las dos de la
madrugada, me lee el Drácula de Bram Stocker o algún libro sobre
naufragios. El Lusitania, el Titanic, el Andrea Doria, el Hinderburg,
las fallidas expediciones al Ártico. Leemos historias de muertos en
plena

d d * noche.

d d El poeta ruso Alexandr Blok tuvo una visión sobre la


reencarnación: estaba destinado a regresar vida tras vida en plena
noche a la misma esquina fría, donde sólo había una farola y el
escaparate iluminado de una farmacia. Del mismo modo, a mí me
aterraría la perspectiva de volver a aquellos viajes en coche, al sofá
de la medianoche. A mi madre leyendo, melancólica.

d d Mi padre nunca ve fantasmas. Lee el New York Times, ha hecho


un doctorado en Harvard y está lleno de pragmatis-

d d ^mo finlandés. Puesto que nunca hablo de mi ceguera, está


satisfecho considerándome vidente. Es un hombre que cree en el
poder de la mente sobre la materia. Le gustan las comidas
sencillas, el pan con queso, el café instantáneo. La creciente
fragilidad de mi madre y sus extraños hábitos de sueño no parecen
importunarle: se hace una tostada, lee el Times, escucha a E.
Power Biggs por la radio. Parece incómodo en un mundo de
realidades materiales, detesta hacer cualquier cosa que requiera el
uso de herramientas, hasta colgar un cuadro es una frustración
para él. Le gustan los libros; vive en la letra impresa.

d d Cuando estoy en tercero de primaria nos mudamos del New


Hampshire rural a un barrio residencial de Albany, donde mi padre
trabaja como profesor en una escuela estatal. Al atardecer sale a
pasear con el perro de la farnil»^ golden retriever, y de vez en
cuando lo acompaño, mirando a la luz del crepúsculo a través de
las ventanas sucias de

d d mis inútiles gafas. Camino velósmeníé, levantando los pies


corno un soldado, consciente de que de ese modo evitaré tropezar
con las inesperadas ondulaciones del terreno. He Je estar siempre
en guardia, como un pescador que vadea un río en medio de la
niebla.

d d Charlamos, jugamos a un juego alfabético en el que las letras


sugieren las frases.

d d Empiezo yo:

d d Ayúdame, abaco, a acometer adiciones aritméticas. ’

d d Briosamente batalla baldíos bochornos. [ Creando ciertos


conocimientos circenses. n i Desarrollando descollante
determinación. ¿ -,

d d Embriagador entusiasmo embiste enemigos escép*

d d ticos.

d d Fatigantes fatuos farfullan fórmulas. ,, ,

d d Gestando geniales gráficos geométricos.

d d Mi hambre de ver se alimenta de los juegos lingüísticos como si


fueran vainilla.

d d Hacía tiempo que volvía págirías y escuchaba libros grabados


en un centenar de tardes verdes que se convertían en noche sin
intrusiones. Escuchaba libros de la Biblioteca
del Congreso durante días enteros, a veces simulaba estar enfermo
para no ir al colegio y mataba las horas con Vida en el Misisipí o
Huckleberry Finn.

d d Ahora, treinta años después, mis amigos me preguntan como


es posible que sepa tantos párrafos de libros de memoria. Incluso
de pequeño, los violentos niños del New Hampshire rural me
llamaban «el diccionario andante».

d d Me encerraba en una habitación, escuchando estos libros como


si se tratara de un rito diario, desarrollando la mem°na, adquiriendo
fluidez verbal.

d d ^ ciego Darwin, cuyo Beagle era un libro grabado.

d d tstoy hundido hasta las rodillas entre mi^ luciérnagas


artlculares, las que están en el interior de mis ojos. La no-

d d Ji

d
d XV

d d che se mueve contra mi cara como una mano soñolienta

d d Mi padre y yo caminamos durante una hora y yo hablo de cualquier


cosa, de las uvas del Lire, de Las uvas de la ira...

d d ¿Por qué soy incapaz de confesarle que veo muy poco? ¿Qué hay
de malo en una vida de color y luz, de inferencias que manan de mi piel
como el agua de los sueños?

d d ¿Cómo personalizar la oscuridad, hacerla propia, si uno vive en la


negación? No siento afecto por mi vida, debo hablar, impresionar a mi
padre, convertirme en un ser útil.

d d Florecía mediante la negación de mi ceguera. Mis padres eran los


cómplices perfectos, amorosos, excéntricos, bienintencionados, necios.

d d Camino encorvado, alimentando el horno de la vida con paladas de


palabras. No estoy perdido.

d d El deseo de parecerse a los demás es una esclavitud a cualquier


edad, pero resulta particularmente nefasta en la infancia y en la
adolescencia no hace más que empeorar. Añadamos a esto la emoción
de pasar por una persona vidente, el regocijo de caminar encima de una
valla alta sin caerse. Subirse a una silla desvencijada para llegar al
estante más alto es un placer primitivo. Imaginen que todos los minutos
de su vida están construidos de una secuencia de pequeños o grandes
riesgos.

d d Como John Metcalf, el arquitecto e ingeniero de caminos británico


del siglo XIX, yo vivo mi ceguera como un desafío personal. Metcalf
caminaba con tanta energía en sus paseos diarios que los que no lo
conocían no sospechaban que era ciego. He de admitir que yo no lo
consigo del todoA menudo soy objeto de burlas, pero la adicción a pas3*
por vidente se hace más fuerte con cada nueva humillación-

d d Mi éxito depende de numerosas habilidades adquiridas y

d d ayadas. Poseo una extraordinaria coordinación entre la

d d n0 y el ojo; si sé que arrojan un balón de fútbol en mi dirección, casi


siempre lo atajo. Hora tras hora reviso y grabo paisajes, calles, el_
timbre de las voces, la ubicación de los muebles, la posición exacta de
los^bjetos más pequeños en una habitación. ^- ^
d d Es lo desconocido o lo inesperado lo que puede delatarme) y
cuando lo hace, descubro que con un andar lento y vodevilesco consigo
parecer simplemente desorientado. Quién no se ha metido en un
guardarropa o un armario al menos alguna vez. (Charlie Chaplin lo
convirtió en ciencia.) Comienzo a bailar este excéntrico vals empujado
por los temores de mi madre de que la ceguera suponga una vida
inferior para su hijo. Pero detrás de cada facsímil de conquista está esa
palabreja, como un corset con millar de cintas, cada una de ellas una
hebra de la normalidad.

d d En el lago Winnepesaukee, donde mis padres tienen una casa de


campo, insisto en conducir la lancha. Insisto en ello durante toda mi
infancia. Mis padres se sienten incómodos con la embarcación, pues
nunca acaban
de dominar el arte de atracar, amarrar y virar. Para ellos una
embarcación es un mal necesario la casa está en una isla, pero para mí
lo es todo, el puro «objetivo correlativo» de mi hambre de normalidad.
Tengo que gobernarlo. Así que mi padre se sienta junto a mí,
indicándome el rumbo desde el centro del trancanil, haciendo que me
desvíe un poco hacia la izquierda o hacia la derecha cuando avista otras
lanchas.

d d A veces dice: ¿Ves esa escollera? Dirígete a la izquierda de ella.

d d Pero yo nunca veo lo que me señala. Yodóte miro hacia la proa y


acelero. \

d d Estoy muerto de miedo.

d d ”ero, mierda, mientras llevo la lancha no estoy atrapado ntre


serpientes guerreras de definición: si como ciego soy

d d 52

d d 53

d
d\ .M

d d un completo fracaso, fingiendo ser vidente estoy siempre Íl

d d en una aterradora cuerda floja. \

d d Pero la gente sólo me querrá si veo.

d d Los amplios intervalos de lago me atraen hacia delante, y yo


gobernaré la lancha. |

d d Entretanto, soy un niño cansado. Es absurdo vivir como si uno


pudiera ver. En retrospectiva, apenas puedo imaginar cuánta energía
requería esta farsa.

d d De nuevo en el colegio, me siento prisionero en mi propio cuerpo.


En clase de matemáticas levanto la mano, hago una pregunta, tratando
de permanecer en el mismo océano que los demás.

d d ¿Con quién hablas? pregunta la profesora de matemáticas, una


mujer joven, casi una niña. Alguien que me hace ruborizar con solo
mirarme.

d d Tus ojos no me miran directamente a mí dice.

d d La clase ríe.

d d No sé a quién le hablas dice ella. / Las risas son un órgano de vapor.

d d Todos mis profesores saben que soy ciego. Después de clase, al


atardecer, debo asistir a clases de refuerzo. Tienen que explicarme los
problemas de matemáticas una y otra vez.

d d Ahora me pongo en pie, y con la prisa por llegar a la puerta, tiro mi


silla al suelo.

d d Más risas.

d d Me tambaleo en el pasillo como un niño que se ha hecho pis


encima.

d d Mi refugio es la enfermería, donde me tiendo en la oscuridad como


Tutankamón. Mi máscara es un paño frío.
d d Tengo jaquecas que se extienden desde el cráneo hasta el
estómago. Mi cuerpo entero es inhabitable. Me duele la espalda por
inclinarme y esforzarme para ver.

d d En el interior de mi cuerpo el calor es opresivo: estoy reseco,


atorado. Nunca he tenido tanta sed.

d d j-loy me pregunto si John Metcalf alguna vez se sintió así cuando se


escondía de su ceguera mientras paseaba por los páramos británicos.
¿Tenía sed? ¿Él también sentía náu-

d d seas

d d El verde es verde, y yo caigo en picado por la primavera de jni


decimotercer año. En los primeros años de la adolescencia, comienzan a
dolerme los ojos casi continuamente. Ya no se cruzan, pero tampoco
permanecen centrados. Tomo Fiorinal, Darvon, aspirina con codeína.

d d Mi cerebro canta salvajemente.

d d Mi madre, que padece un centenar de enfermedades, me cree


cuando le digo que me siento demasiado mal para salir de casa.
Casualmente contraigo una mononucleosis y pierdo siete meses de
clases.

d d Mi lustroso cerebro arde con manchas solares.

d d A veces durante el día, mientras mi madre duerme, saco cerveza


del frigorífico y bebo.

d d Me siento con la cara apretada contra el tubo de cristal del televisor


y escucho los concursos.

d d Devoro bolsas enormes de patatas fritas, cajas de galletas, quesos


enteros, cestos de ciruelas o melocotones.

d d Es una alimentación en la que no interviene la voluntad, una


alimentación arquitectónica en la que los/sabores apuntalan el espíritu
denso. /^

d d Deambulo por la casa y meto la nar(z en todos los resquicios. Me


intereso en particular
por los libros sobre la Revolución Francesa que tienen ilustraciones de la
guillotina y donde los verdugos levantan las cabezas decapitadas Por los
pelos. ¡Y los rostros atormentados de los que aguardan su turno en un
carro! Mi delicada cara de melocotón está literalmente encajada entre
las páginas del libro. Mis °J°s saltan como chispas en una película de
monstruos,

d d 55

d
d pero toda mi atención está centrada en las ilustraciones ma-J
cabras.

d d La película de las cuatro casi siempre trata de catástrofes o


guerras. Nunca me canso de los barcos que se hunden, de los
hombres atrapados en submarinos, del naufragio del< Titanic. Soy
un pequeño romano obeso que sufre los pade-: cimientos ajenos.
Con la boca llena de chocolate, contemplo a los pasajeros
moribundos. Me encantan los sonidos de desastre que salen por los
altavoces del televisor, finos como el papel de seda.

d d Fuera se pone el sol, los niños juegan, los coches aplastan la


grava. Pero yo me siento libre, invisible, revigorizado por los
aullidos de terror.

d d También soy algo más que un poco gordo: me mantengo de


una pieza tomando Darvon y comiendo chocolatinas o roquefort
sacado directamente del envoltorio de aluminio. La carne me pesa
como basto saco de patatas. Tengo la forma de un pequeño
burgués en una caricatura de Daumier.

d d De vez en cuando, cuando la posición de los planetas es


propicia, mi madre me lleva de compras. Tenemos que ir a tiendas
con nombres como Niños Robustos, donde me pruebo acartonados
pantalones de pana y me los subo sobre mi pálida barriga.

d d En el desván, con el viento en los aleros, pego mi único ojo útil


a las páginas de lencería del catálogo de Sears y me masturbo,
eyaculando sobre una camiseta.

d d Lo hago agitadamente, a cuatro patas, con la nariz apretada


contra la página. ¡El ciego Portnoy!

d d ¡Éste es el aspecto que tienen las chicas! ¡Mira esto! ¡Es la


perfección! ¡La curva de los pechos, el cabello cayendo en
cascada!

d d ¡Dios mío!

d d Yo soy Quasimodo.

d d Quién va a aceptar alguna vez mis apasionados galan-


d d teos

d d ver

d d la

d d Cómo conseguiré acercarme lo suficiente para ver la cara de


una chica? L^^ /

d d Todas las mañanas viene a casa una mujer eüviáaa por el


distrito escolar. Se inclina hacia adelante con sus gafas de concha
sobre la nariz, como si al acercar su cara a la mía yo pudiera ver la
página indescifrable. Sus manos están muy rojas. El aliento le huele
a café.

d d Sé que ninguna chica de verdad se acercará tanto a mí.

d d Soy una criatura contrahecha, monstruosa, mis intestinos


están llenos de gases.

d d Me inclino, me contorsiono, me concentro en los números. Pero


mientras me esfuerzo por resolver el problema de matemáticas, sé
que tengo un aspecto lamentable. El radio de un círculo es él propio
sol, el ojo que me mira.

d d Cuando la maestra se marcha y mi madre vuelve a la cama,


salgo al jardín, donde soy tan blanco y tan gordo como una
emperatriz china.

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d d 56
d
d,
d d En mayo de 1970 mi padre decide aceptar el cargo de director de
Hobart and William Smith Colleges, dos pequeñas escuelas de arte en
Geneva, Nueva York. Describe la zona residencial universitaria como un
conglomerado de edificios ruinosos en lo alto de una colina que se alza
sobre el lago Séneca. Dice que el lugar tiene un halo de decorosa
decrepitud, y tiene razón.

d d La casa del director, donde viviremos, es una burda imitación de


clasicismo griego que vibra cada vez que pasa un camión. Las columnas
decorativas están llenas de insectos; las paredes del sótano se
desmoronan, convirtiéndose en polvo rojo. Se oye cómo la casa se
asienta, cómo vibran las ventanas.

d d En la asociación histórica local hay un archivo sobre la casa.


Durante la Primera Guerra Mundial se usó como hospital militar. Ponían
soldados heridos en todas las habitaciones. Me los imagino en camas
altas, con pequeñas banderas a los lados y tatuajes de rosas y mujeres
en los brazos. Por la noche, cuando me acuesto en esta cámara
encantada, mi pelo huele a humo e incienso. Hay ardillas en las
paredes.

d d Al fondo de la primera planta hay una habitación octogonal


diseñada para sesiones espiritistas. En la década de

d d 59

d
d 1880 esta zona de Nueva York era famosa por las reuniones m
celebradas para hablar con los muertos. El fundador de la 1
universidad local vio a víctimas de naufragios encesta habí-1
tación, vio a Aristóteles, vio un fuego tembloroso con forma de
mujer. Imaginó unas ruedas girando en el cielo, como 1 las
circunvoluciones de Yeats. 1

d d ¿Qué podía ser mejor que dormir en una habitación se- 1


mejante? Aprieto la cara contra libros de fotografía que he ] sacado
de la biblioteca de la universidad. En una de ellas, j una docena de
hombres ciegos estánrsentados alrededor I de una mesa en un
tostadero de café. Corre el año 1885, la J edad dorada. Hay algo
grandioso sobre el progreso de I Estados Unidos: algo palpable
transmitido por el teléfono * y la electricidad. Las estaciones de
ferrocarril estadounidenses son más suntuosas que los palacios
europeos. Hasta un tostadero de café de Manhattan tiene una
arcada como la de una catedral. La luz que se cuela por las
ventanas cae en largos haces a través de la bóveda, alcanzando a
la mesa de los ciegos. Cualquiera diría que están sentados en la
pista central del circo Barnum: una novedad, doce ciegos bebiendo
café.

d d Los hombres están retratados en distintos estadios de


reflexión, con las cabeza alzadas, agachadas o ligeramente la- \
deadas, como si estuvieran a punto de compartir una con- j fidencia
con el aire vacío. Es el estado hipnagógico, entre el 1 despertar y el
sueño, que fascinaba a Edgar Alian Poe. / Incluso en este templo al
progreso estadounidense, las caras de los ciegos incitan a la
superstición: estos hombres alzan sus tazas de café como el profeta
Tiresias, que fue cegado por Hera y luego compensado por Zeus
con el don de la adivinación.

d d Existe la creencia generalizada de que los ciegos tienen


poderes sobrenaturales. El midrash dice: «El Señor abre los
d df-\

d d ojos de los ciegos.» En el antiguo Israel los ciegos eran ce- \

d d hres P°r su Pro£ligiosa memoria y muchos de ellos eran aces


de recordar al pie de iVleíra libros enteros. A los
d d . os eruditos se los conocía como «cestos de libros». F tos
personajes eran receptáculos de virtudes y la leyenda Hice que
estaban imbuidos de devota vehemencia. Se con-

d d irtieron en templarios, en sacerdotes de una sociedad


d 2nóstica que ya conocía Caronte. Su único talento era un don que
Dios les había dado para compensarlos: todas las hazañas
humanas de memoria o locuacidad pasaron a ser prueba de la
intervención divina. Como resultado, los ciegos han aparecido en la
historia como portadores del juicio divino. Por eso es conveniente
tomarlos con absoluta seriedad: las primeras escuelas para ciegos
fueron fundadas por sacerdotes egipcios. Esos hombres que beben
café descienden de un linaje amplio y poderoso.

d d El almuecín ciego trepa al parapeto y canta al


amanecer. Al chamán de Laponia se lo representa ciego: durante
varios días por vez, su espíritu abandona ^1 cuerpo y viaja bajo
tierra, moviéndose a través de las visceras de sus antepasados
enterrados. El cuerpo vivo del chamán permanece sentado,
erguido, ciego a la luz. En las leyendas de todo el mundo aparecen
hechiceros ciegos. La ceguera es un coeficiente natural de la
magia. A veces es el resultado de un castigo cruel, pues se dice
que algunos brujos cegaron a hornbres y mujeres de improviso.
Esta ceguera súbita que viene del cielo es la más vieja de las
supersticiones. En el mundo antiguo, la ceguera casi siempre se
consideraba una calamidad.

d d En mi habitación de brujo imagino las tumbas de los ciegos


desconocidos. Están los niños de Esparta, encerrados en las
pequeñas tinas de arcilla que los antiguos libaban como vehículos
de eutanasia. Imagino una fila tras otra de ebes ciegos en sus
conchas de arcilla; yaciendo en las coliAbajóla luna. , /

d d 6o

d d 61

d
d npuri;

d d ,ifc,;

d d ?/

d d ;:,’
d d Ahora siguen los ciegos de los templos de Epidauro, to. dos
ellos convencidos de que verán después de una noche de inhalar
los vapores egipcios.

d d Aquí están los mendigos de Roma a los que han arrancado los
ojos como castigo por sus perversos crímenes. Y también las
prostitutas ciegas romanas.

d d Aquí está Eratóstenes, el erudito que según Eurípides se dejó


morir de hambre cuando comenzó a quedarse ciego.

d d Aquí están los ciegos del París medieval, veteranos de las


cruzadas. Formaron una orden religiosa, llevaban largas túnicas
azules con una flor de lis a cada lado del pecho y practicaban ritos
secretos.

d d Aquí están los violinistas callejeros, los vendedores de lotería,


los fabricantes de escobas o de cestos; los ciegos siglos pasados,
acompañados por perros sin adiestrar. Aquí están los rapsodas y
cantantes del antiguo Israel; los narradores ciegos de los bosques
de Finlandia.

d d Aquí está torn el Ciego, el «maravilloso prodigio»: un niño


esclavo de la Confederación que tocaba el piano de oído. Imaginen
las notas del húmedo y desafinado instrumento en una mansión de
Charleston.

d d Aquí está Dídimo, el teólogo alejandrino; Nicholas Saunderson,


el matemático de Cambridge del siglo XVIII; Jacobo de Netra, el
alemán de Hesse que en el siglo XVIII inventó un sistema de lectura
usando palitos con muescas.
d d Aquí está el ciego de Puisaux, que le dijo al filósofo Diderot
que, además de vista, le habría gustado tener los brazos largos
para poder tocar la luna.

d d Mi madre, naturalmente, continúa viendo fantasmas. Se le


aparecen en cualquier momento de la noche o del díaCualquier
objeto que encuentra fuera de lugar le complica aun más la vida:
un cepillo para el pelo, las llaves del coche,

d d 62

d d dernos... objetos que según ella se mueven de un sitio a

d d tro de la casa por obra y grácia-délos poltergeists. Incapaz Ae


dormir por la noche, se pasa las horas del día en el largo

d d ofá de terciopelo del salón. Los analgésicos que toma la


mantienen en su propio estado hipnagógico. Sus fantasmas son
muy reales; yo lo sé, aunque sólo sea un adolescente.

d d Mi padre y yo vemos a Walter Cronkite. Por la noche damos


largos paseos y hablamos de la guerra de Vietnam y de los
desatinos de Nixon. Acompañado por él, memorizo las calles y las
plazas de la ciudad. Durante el día camino solo, con la cabeza
erguida. Fingiendo ver.

d d Cuando era adolescente viajaba con la mente y soñaba con la


perspectiva de flirtear, de ver algún indicio de atención en una
chica. Pero el deseo se transmite a través de la fijeza visual. La
mirada fija indica que estamos disponibles, nos sitúa en el centro
de una /habitación. Pero mis ojos no se quedan quietos; vuelan en
todas las direcciones como las semillas de los cardos. ¿Cómo saldré
a la luz del día desde una habitación con las cortinas echadas? En
el anuario del último
curso de secundaria aparezco sin gafas, mirando al fotógrafo como
a través de una pecera. Mis ojos son una herida en el centro
de4a^cara. Mi boca está floja, como si acabara de despertar de un
sueño que no acabo de recordar.

d d En el colegio mis problemas se multiplican. En la clase de


ciencias, por ejemplo, estamos haciendo un experimento sobre el
viento. Agrupados por parejas construimos cajas de cristal en las
que se introducirá aire. Dentro de las cajas hay piedras, plantas
verdes y un trozo de caña ardiente. No recuerdo exactamente en
qué consiste, pero debemos ver corno el humo sube o baja con los
cambios en la atmósfera.

d d Mi compañero de trabajo es Lenny Marcus. Él hace la

d d mayor parte del trabajo mientras yo hablo. El experimento

d d 0 significa nada para mí, porque es fundamentalmente vi-

d d ¿3

d
d Más allá del amanecer hay un castillo donde viven los Nmuertos
le digo. Es una leyenda gitana. Los muertos ekán todos cabeza
abajo. De vez en cuando se ponen en pie y se dan palmadas; así es
como se besan.

d d El pobre Lenny está deseando que el humo suba en la caja.

d d Los gitanos tienen cuernos de hueso y largos látigos. Viajan en


carromatos hasta la tierra de los muertos y regresan. Un día en el
reino de los muertos equivale a quinientos años, así que los gitanos
nunca vuelven al mismo sitio de donde salieron.

d d El experimento de Lenny no marcha bien. El humo se escapa


de la caja. Huele a corcho quemado. Pero alabado sea Dios por sus
esfuerzos. Sin su lealtad a la ciencia del séptimo curso, yo no
habría aprendido nada. Ahora al menos entiendo cómo la niebla
desciende hacia la tierra.

d d Suspendo los exámenes de biología porque la letra de los


apuntes está mimeografiada en tinta muy clara, y es demasiado
pequeña. Se me prohibe participar en deportes. Me ridiculiza un
profesor de química porque me ve hablando con mi compañero.
Sólo le estoy pidiendo que me diga qué hay en la pizarra, pero el
profesor dice a la clase que «parece que nos entendemos».

d d Comienzo a boicotear al hambre.

d d En el desván, pasando por todos los estadios posibles de la


negación, comienzo a adelgazar.

d d Invoco a ángeles tutelares, a serafines que me harán girar más


rápido, quemando mi imperfección hasta convertirme en azúcar
morena. Mi carne empieza a consumirse, las hojas y la corteza de
mis visceras llamean al mismo tiemno que mis ojos desquiciados. *

d d rificantes

d d fylis entrañas han empezado a humear. j

d d £s maravilloso: un feroz descenso enjos^purificantes fuegos


intraintestinaies.
d d Estoy aprendienáo a morir de hambre.

d d por las noches pongo excusas para no cenar y subo al ¿esván,


donde me acurruco entre los susurros como un fusible plateado y
voraz.

d d Le digo a mis padres que me duele el estómago, y es verdad.


Estoy rebosante de vergüenza ciega, del bochorno de la carne, de
la humillación del demiurgo: no puedo mirar a nadie a la cara. Por
la mañana sólo bebo café. A mediodía, en la cafetería del instituto
me permito comer un trozo de tarta de chocolate y un botellín de
leche.

d d En casa, con la acumulación de problemas del estado de Kent,


Camboya y una inminente moratoria general en el campus, la cena
se aleja como la marea. Ya no nos reunimos a horas fijas. El aire
está cargado de tabaco y whisky escocés mientras los profesores y
los administradores batallan contra los problemas de la semana. La
política general es monolítica; el fregadero se llena de tazas.

d d Soy libre para no cenar, y en el desván escucho a Velvet


Underground con auriculares. Me propongo ser importante y
esquelético como John Lennon o Lou Reed. Las anfetaminas y las
canciones lavan el hambre. Aprieto la nariz contra
las cubiertas de cartón de los discos, admirando las caras sombrías
de los Rolling Stones. Todos sonríen desde una nube y son tan
delgados como .Cristo.

d d Al principio esto me da poder. Me miran de una forma Aferente.


El peso desaparece y nadie me mira a la cara. Están puliendo
solícitamente mi identidad.

d d La marihuana se convierte en mi espejo. Soy Narciso c°n


joroba, me revuelvo en una depresión augustiniana. ** Jos diecisiete
años descubro historias sobre los niños cajeros de Marruecos, que
quedan paralizados por oceáni-

d d Iftí

d d 64

d d 65

d
d cos acordes de luz, oleadas de gloria. Fuman, se tumban y las
ratas les mordisquean las orejas.

d d Si de hecho no puedo ver a nadie, más me vale hacer de ello


un culto.

d d Anatemizo el colegio, los profesores, la obsesión por los


deportes. Todavía faltan muchos años para que alcance mi
verdadero objetivo: que alguien me toque de un modo u otro. Sin
embargo, empiezo a hacer amigos, todos ellos amargados porque
el mundo real está cubierto por una mancha indescriptible. Todos y
cada uno de ellos inquietos, desmelenados, oscuros trepan a su
propia atalaya. Todos esperamos que llegue el barco plateado, el
paraíso de fruta, las noches dichosas entre los castaños.

d d Por las noches nos reunimos en el parque nevado con botellas


de aguardiente de cereza ocultas bajo el abrigo y vamos andando
al lago. Allí, bajo el puente de la autopista, fumamos hierba. Todos
estamos perdidos en una bruma nacarada. Descubro los lugares
caprichosamente iluminados de los bebedores y fumadores
menores de edad, la pequeña puerta agrietada del depósito de
aguas donde en las noches de nieve podemos encender nuestras
cerillas.

d d Viajamos en un Dodge Dart, quemándonos agujeros en las


camisas. Cuando llega la primavera, la pipa despide un penetrante
aroma a jazmín y madreselva. Delirio de flores y carbón.

d d Con tal de conservar esta compañía, aprenderé a dominar mi


terror a los automóviles. Un hilo de miel y alambre asciende por mi
espalda. El coche traquetea sobre un puente, luego tuerce a la
izquierda, desciende dando sacudidas por un camino de tierra
hasta el canal, se detiene entre los altos juncos. En algún lugar un
tren nocturno cruza un puente. Reímos, nos caemos, salimos
tambaléandonos del coche, cada uno de nosotros agitando su
invisible rama dorada. ’

d d 66

d d /”” I Darrell es huérfano. Sus padres adoptivos ocupan una

d d posición prominente en la ciuckd-Jiu/padre sustituto es


rubicundo, de clase media alta y se va de caza durante las
vacaciones. Darrell nunca lo acompaña en esos viajes; se queda en
casa con su hermana mayor. Juntos saquean el mueble bar de su
padre. A la orilla del canal, Darrell sacude una botella de Chivas
Regal como si fuera un bandido.

d d Están listos dice, señalando a unas personas que pescan en


una balsa a media milla de distancia. Esos peces son cáncer
colgando de un palo.

d d Subiendo por el canal hay una famosa base nuclear.

d d ¡Coma mierda! ¡Coma esto! ¡.

d d Humo. Risas. Tenemos el color de la niebla. Estamos sentados


en un nido de juncos.

d d Los insectos, mosquitos de río, le/vantan vuelo.

d d Sandy exhala el humo, tose, /hace un comentario sobre los


murciélagos.

d d Sí, comen seiscientos mosquitos en una hora. Bill es un gran


lector. Su padre es coronel de la fuerza aérea. Bill cree que su padre
lo odia, lo describe con incesantes acusaciones.

d d
Yo pillé a un murciélago en el garaje dice Darrell. Maldito bicho. Lo
clavé a la^puerta. Lo crucifiqué.

d d ¿Estaba vivo?

d d Claro que estaba vivo, no se puede crucificar a un muerto.

d d Van pasando una pipa de cristal, la brasa brillando en un


extremo.

d d Comienzo a recitar: /

d d «Filete de serpiente de los pantanos/ en un caldero hierve y se


asa/ Ojo de salamandra y dedo de rana/ piel de murciélago y
lengua de perro...»

d d Darrell se une a mí:

d d «Para deshacer un poderoso hechizo/ como un caldo del


infierno hierve y burbujea.» ¡

d d 67

d
d Salta al canal con los pantalones puestos para que no se los
roben.

d d Pero nadie del grupo le robaría la ropa. Es demasiado


enrollado, demasiado apuesto. Es el único en el grupo de cuatro
colegiales que se ha acostado con alguien y tiene el sadismo
suficiente para alardear de ello. Nada en el canal sin decir una
palabra y se sumerge.

d d Bajo los árboles chorreantes, yo paso los dedos por la cápsula


dorada de un encendedor, froto el pie descalzo contra una piedra.
Las drogas producen paranoia, y para un joven ciego no hay
comprobación visual posible, ninguna manera de confirmar o
refutar los peligros.

d d Al otro lado del canal se oye el crujido de unos pasos sobre la


grava. De súbito se enciende un foco de linterna entre los árboles.

d d ¡Un poli!

d d Darrell todavía está bajo el agua. Todo el mundo se pone en


movimiento; ahora somos seres autónomos y la maldición de no
ver cuelga sobre nosotros mientras corremos.

d d Entre la vegetación encontramos restos de parrillas de


barbacoa, vestigios de los días en que el estado mantenía el
parque. Alguien grita al tropezar con uno de ellos y de inmediato
vuelve a reinar el silencio. Bill se ha dado un fuerte golpe en la
pierna contra una chimenea de cemento. Darrell ríe desde el canal
y salpica en todas las direcciones.

d d No hay ningún poli.

d d ¡Ha sido el bote! grita. Vuelven a casa a comer el pescado


cancerígeno. * *

d d Tengo que dormir con la manta eléctrica puesta en la


temperatura más alta. Peso menos de cincuenta kilos.

d d Mi madre empieza a alarmarse. Durante una temporada, mi


emergente delgadez es motivo de halagos; me he recrea-
d dI
d d ¿o a mí mismo, se me ve convincentemente jrenovado. parece
que tengo amigos. Pero ahoíaoueda claro que no

d d como.

d d Mi madre me sienta a la mesa de la cocina y me sirve un bistec


con patatas y alubias. Me niego a comer diciendo que me duele el
estómago, que debo de estar enfermo. Procuro suavizar el golpe.

d d Arriba, soy libre para ser imperiosamente delgado, para


trastocarme en torno a mi desaparición. Mi adelgazamiento es una
abstracción, igual que yo. Juntos somos una especie. Reducidos a
huesos, alcanzamos nuestro máximo poder.

d d Quiero ser más delgado. No hay otra forma de expresarlo.

d d Me limito a decir que me duele el estómago.

d d El médico de cabecera me examina, ordena pruebas: una


radiografía seriada gastroduodenal para la que debo tomar bario.

d d Vestido con la bata del hospital peso exactamente cuarenta y


seis kilos. Mis costillas son un espectáculo lamentable; apenas si
están recubiertas de carne. Mis caderas sobresalen como orejas.
___

d d Aprieto el pene y el esternón contra la bandeja de metal y me


hacen las radiografías.

d d Me duele el estómago repito. En realidad no necesito comer.

d d Me prescriben otra radiografía seriada de colon para la que


deben hacerme
una enema de bario/

d d Mientras estoy^grotescamente tendido de lado en la cam”la,


con la bata abierta, una jovencita apenas mayor que y° se inclina
para ponerme la enema. Ardo de vergüenza ^aginando que por la
noche se reirá de mí con sus amigas.

d d Luego debo contenerme. Me siento sobre los muslos. La


entermera me da permiso para soltar y, navegando en la
Moribunda infancia de la anorexia, le obedezco.

d d 69

d
dr

d d Luego, en otra prueba, me hacen comer carne atada a un hilo


y lo hago con los ojos muy abiertos y la cara rabiando de
indignidad.

d d En las puertas de la muerte he conseguido una silueta.

d d Creo que soy hermoso.

d d Imagino que la gente gravitará hacia mí en la humeante


habitación porque soy un Goya adolescente.

d d Según mi ficha de reclutamiento mido un metro setenta y peso


cuarenta y siete kilos. Al dorso dice que no soy apto para servir en
las fuerzas armadas.

d d Qué poca importancia tiene que te quieran. Soy más y más


pequeño. Aquí están mis muñecas desnudas, casi transparentes.

d d Miren cómo me atiende el mundo.

d d Las enfermeras me traen batidos que yo arrojo al inodoro. Soy


un novicio del siglo XIII aprendiendo el ars moriendi, el sagrado arte
de morir.

d d La anorexia es una enfermedad propia de la pubertad. Los


niños traumatizados se resisten a pasar a la etapa siguiente: la vida
adulta encierra un futuro de deformidades cada vez más pavorosas.

d d No me miren. Mírenme. Miren.

d d Ahora mi cintura mide cuarenta y ocho centímetros.

d d Es el momento intermedio entre la vida y la muerte.

d d Asombroso. Los médicos asienten. Todas las pruebas clínicas


demuestran que estoy físicamente bien.

d d ¿Qué me pasa?

d d Querida jovencita, no puedo verte, acércate.


d d ¿No parezco un apuesto drogadicto?

d d Nuestras voces son lentas. Es Halloween y hace mucho frío.


Bebemos aguardiente de cerezas y vino robadoEstamos detrás del
abandonado hotel Séneca, en el centro

d d 7°

d d so ins-

d d ¿e Geneva. Vamos a subir por la escalera de incendios y a


fumar marihuana en las habitaciones. Es el castillo de ^rundel y
nos convertiremos en condes en el preciso instante en que lo
tomemos. /^

d d Subimos por el lateral del edificio y cruzamos el marco podrido


de la ventana. El lugar huele a carbón y a fresas, una fragancia que
más tarde oleré en Europa del Este, bajo los tilos de Berlín.

d d Bebemos el vino sulfúrico y estallamos.

d d La luna parece haber roto los cristales de las ventanas, ansiosa


como estaba por entrar en estas habitaciones, por brillar en los
muelles de las camas, en los marcos agrietados de los cuadros. Yo
soy totalmente libre, un joven rey que no debe ninguna explicación
a nadie, indiferente a la ceguera.

d d Una chica se’ha dejado un pañuelo chillón en el suelo; lo


encuentro cuando me siento a fumar un cigarrillo. Me lo llevo a la
cara. Es rojo y dorado.

d d Todos mis mecanismos internos nadan como peces. Imagino a


adolescentes haciendo el amor en este lugar y me pregunto quién
más ha estado aquí.

d d Los demás quieren poner sus ardientes manos sobre el mundo.


Quieren subir a un coche, correr a toda velocidad por los sucios
pueblos rurales, mirando como voyeurs, maldiciendo,
desternillándose de risa. /

d d ¡He visto a una chica chupándosela a un/tipo delante de una


ventana! dice Darrell. ¡Estuve
a punto de salirme de la carretera!

d d Bajan por la escalera de incendios, suben a un coche y v*n en


busca de los niños que piden caramelos para atorjftentarlos. Yo
decido no acompañarlos y paseo junto al lago. \^

d d 7i

d
d En la primera noche de nieve me encuentro a Ted y a Moira junto
a la fuente. No me han visto, se están besando, cada uno con las
manos metidas bajo el abrigo del otro. Cuando me acerco no
parecen molestarse. Es como si los besos fueran a durar para
siempre, como si el tiempo no tuviera importancia.

d d Mira esto dice Teddy y se agacha para levantar una placa de


metal. Es la entrada a la habitación que hay debajo de la fuente.
¡Vamos, tenemos una linterna!

d d Entramos en el submarino, con los pies vacilantes en los


peldaños de hierro de la escalera.

d d Moira, con su cabellera negra y su larga cara ovalada, tiene un


aire a Virginia Woolf de joven. Teddy es regordete, lleva gafas y el
pelo engominado. Llegará a ser un famoso músico de jazz.

d d Con el perfume de Moira y la tierra oscura, aquí abajo huele


como una iglesia española. El aire es increíblemente frío.

d d Todos buscamos una especie de alimento transparente. Moira


quiere ser actriz. Teddy necesita una ciudad donde tocar la
trompeta. Yo estoy bajo el techo de la invalidez en una habitación
del color del hierro. Pertenezco al mundo de la productividad, pero
ignoro que la ceguera también. Sencillamente no se me ha ocurrido
pensar que la ceguera pueda ser una fructífera forma de vivir,
fructífera como un roble o unas uvas sabrosas.

d d Quiero tocar el pelo de Moira. En el templo submarino del


interior de la fuente, se inclina hacia mí y me roza la mejilla. Flota
hacia mi cara, se prepara para pasarme el porro sin dejar que el
humo escape de su boca. Un mechón de su pelo me toca la oreja
plumas de cuervo y me esfuerzo para verla con mis desquiciados
ojos de poni. Dios mío, me toca suavemente la mejilla con los
dedos fríos... mi primer beso, el humo hábilmente arrojado dentro
de mi boca p°r una chica con cabello azabache.

d d 72

d d Levanto las manos como si fueran vasijas de arcilla, petrás de


mi esternón, Moira enciende velas, todas frías como el cristal...
pero ahora están calientes y gruesas.
d d Teddy ríe.

d d Moira se ha apoyado contra mí y ahora se inclina hacia Teddy


para pasarle el porro.

d d Bajo la fuente, en este armario de máquinas, nadie me ve


ruborizarme. Soy un niño con una corona amarilla y me tiemblan
las manos. Apenas si puedo sujetar la botella de aguardiente.

d d La marihuana se ha consumido. Teddy y Moira ríen en la


oscuridad. Pronto subirán al coche de Teddy, irán a un descampado
y harán el amor con la calefacción encendida.

d d Mucho más tarde sueño que mi madre llama a la puerta de mi


habitación. Ha visto un fantasma. Dice que atravesó la puerta de
mi cuarto y que parecía una catarata andante. Se pregunta si yo
también la he visto.

d d Le digo que parecía azufre ardiendo, una explosión de verde,


un látigo de fuego. Veo las caras de Moira y Teddy iluminadas por
cerillas.

d d El fantasma ha desaparecido detrás de una pared.

d d Lo único que
quiero hacer es conducir, llevar a Moira a un huerto y allí
desabrocharle los pequeños botones de la blusa. Quiero poner la
oreja sobre su pecho izquierdo, oír los latidos de su corazón, besar
sufragante cuello blanco.

d d M’

d d Mi amigo Arthur me dice que el sdñpr Morton, nuestro

d d Profesor de literatura inglesa de undécimo curso, ha pedido Ja


clase que rece por mí. Estartíos sentados bajo un virante cielo de
verano, frente al ligo. Hemos tomado me-

d d * ^ clase que rece por mí. Estartíos sentados bajo un vibrante


cielo de verano, frente al lago. Hemos tomado mela tableta de LSD
cada uno y caminado en círculos durane toda la noche. Ahora
Arthur cree ver sobre el lago la aur°ra boreal, las luces del norte
formando un manto bri-

d d 73

d
d %#

d d liante. Quiere que yo se lo confirme. Pienso en mi madre y sus


fantasmas y le digo que lo mire en el periódico de la mañana.

d d ¿Por qué dijo Morton que deberíais rezar por mí?

d d Morton es un buen hombre, poco dotado para la enseñanza,


enamorado de la cultura y de Dios. Pronto tomará los hábitos.

d d Dijo que nadie entiende qué te pasa.

d d ¿Eso es todo? i

d d Dijo que es posible que te mueras.

d d ¿Explicó por qué?

d d Dijo que pesas sólo cuarenta y cinco kilos y que hace un mes
que no vas a clase. Que has estado en el hospital. Nos pidió que
rezáramos por ti.

d d El ácido me ha puesto nervioso y empiezo a arrancarme pelos


de las cejas.

d d ¿Explicó por qué me estoy muriendo?

d d No.

d d ¿Alguien dijo algo?

d d No. Nadie dijo nada.

d d Procuro girar naipes dentro de mi cabeza, pero no puedo meter


los dedos bajo los bordes.

d d ¿Quieres decir que nadie rió?

d d Nadie abrió la boca.

d d Mentiría si dijera que en ese momento me arrepentí de haber


tomado ácido. Pero tomo la decisión de volver al colegio. El
profesor ha dicho la verdad. Hace un mes que no voy a clase. He
pasado los días deambulando como un sonámbulo. El ciego Huck.

d d ¿Recuerdas que Huck Finn rezó para que Dios le die” ra una
caña de pescar? Lo único que consiguió fue un trozo de cuerda.

d d Intento imaginar el poder de la oración, de las oraciones de


otros. No acabo de entenderlo; en mi vida, la conexiofl

d d ntre fe y recompensas parece muy remota. Pero ett los úl-

d d jjjos tiempos he estado comiendo sin haber tomado una

d d decisión consciente. No sé qué fue lo que operó el cambio,

d d oero hasta el presente la Eucaristía puede hacerme llorar.

d d «Toma de este pan y come. Porque éste es mi cuerpo.»

d d He aquí el mejor regalo de Dios, su espíritu hecho pan.

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d d ’f ttf « fM

d d ! ti’i, il«

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d
d Creo que en la imaginación de toda persona ciega hay paisajes. El
mundo es gris y azul mar; luego los rayos del sol revelan un grupo de
casas de tejas marrones, que ahora parecen un bisonte peludo e
inmóvil. Son lugares aprendidos a fuerza de rutina, cuyos múltiples
efectos de color se vuelven extraños cuando las nubes se mueven con
rapidez. Lo desconocido es peor, un territorio épico que, visto con la
imaginación, podría impedir que un ciego saliera de casa.

d d Puesto que conozco el mundo en miniatura de Geneva, Nueva York,


decido ir a la universidad local. Sin embargo, en el campus hay
inesperadas superficies resbaladizas. Desearía tener un collar mágico
que me protegiera de ellas. El cuadrángulo es un mundo de miradas
predatorias, así que adopto un gesto ceñudo. Tengo un aire grave, como
si mis globos oculares se hubieran convertido en perlas cadentes. No
hay en el mundo un joven con gesto más iracundo.

d d En la rectoría están al tanto de mi ceguera. Me dan una


d du 1

d d Quitación en la planta baja por si hay un incendio. Parten

d d de la hipótesis de que mi discapacidad visual me impediría

d d Danzar la escalera de incendios. Hasta ahí llega el servicio

d d e asistencia universitaria para estudiantes minusválidos en

d d ’->. La letra ilegible de los apuntes, los oscuros dormito-

d d 77

d
d ríos, los inaccesibles libros de la biblioteca son problemas que se
dejan a mi arbitrio.

d d En clase gravito hacia la literatura. La pedagogía predominante


todavía se centra en el Nuevo Criticismo, un método de lectura y
análisis surgido en los años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial. Para mí es un golpe de suerte pues se hace hincapié en la
lectura meticulosa de los textos.

d d Uno sencillamente tiene que leer un poema hasta el hartazgo.

d d El profesor fuma un cigarrillo detrás de otro mientras guía a la


clase línea a línea por la ampulosa prosodia victoriana. A través de
una bruma de nicotina reptamos por los enlaces con comas de
Thomas Hardy.

d d Yo escucho encorvado en mi silla mientras practicamos una


disección de los mecanismos poéticos. Somos relojeros del siglo
XVIII: nada es demasiado pequeño para nuestro pequeño universo
racional.

d d En la sombría biblioteca camino entre los estantes pegando la


nariz a los lomos de los libros. En el bolsillo llevo una carta de mi
oftalmólogo dirigida a «quien corresponda»: dice que leer
demasiado es malo para mí. «Los movimientos de exploración
propios de la lectura aumentan el riesgo de un desgarramiento de
retina. Por consiguiente, el señor Kuusisto debe leer con
moderación.»

d d Como todos los talismanes de verdad, la carta es aterradora.


Ha sido escrita para protegerme de los profesores que exigen
demasiado. Pero yo tengo la impresión de que llev° una carta
bomba en el bolsillo.

d d ¡Leer es peligroso!

d d Para mí las palabras de la poesía son cebollas, ajo, hinojo,


albahaca, y el libro una vasija de cerámica.

d d Leyendo solo con una lupa, nada en el mundo tiene tanto


sentido para mí como el poema de Wallace Stevens «Los placeres
de meramente circular»: «El ángel voló sobre e
d d r£Jín/ el jardín voló con las nubes/-y-ks^íubes volaron y nubes
volaron/ y las nubes velaron con las nubes.» fvli ojo espástico se
clava en cada palabra como si fuera una estrella roja vista en una
noche de invierno. Cada sílaba es asimilada con dolor. Pero la
poesía me llena de una furia lírica y súbitamente los poemas me
son absolutamente imprescindibles. El libro de Robert Bly, La luz en
torno al cuerpo, por ejemplo, expresa una combinación casi mística
de asombro e ira hacia la «gran sociedad». Describe un mundo tan
descarriado que los propios tocones de pino comienzan a hablar de
Goethe y Jesús, los insectos bailan y en las bombillas de las puertas
de los cines hay reyes asesinados. Todo esto es glorioso, y al igual
que mi descubrimiento infantil de Caruso en el desván, la voz de
Bly, entre otras Bretón, Nerval, Lorca me persigue en la oscuridad.

d d Me muevo en una soledad alimentada por el sigilo. Dios mío,


no permitas que nunca me vean con el bastón blanco. Deja que me
deslice por los densos mares como el esturión blanco, lleno de
oscura simiente, siempre
hacia delante. ¡No permitas que nadie me descubra! Ésta es mi
lacerante cantilena. Inclinado sobre mi página personal, tiemblo por
el esfuerzo.

d d En inglés, «debilidad» y «falto de emoción» son sinónimos de


la palabra «ciego». En el Roget Thesaurus uno encuentra también:
«ignorante», «olvidadizo», «obtuso», «inconsciente», «lerdo»,
«oculto», «obstruido», «analfabeto», «grosero», «sin educación» y,
lo peor de todo, «inculto».

d d Al atardecer camino por el jardín botánico, donde la no-

d dj rezuma una penetrante^fragancia a lilas. He leído que

d d mmanuel Kant era incapaz dejásitar a sus amigos enfer-

d d °s; cuando morían, arrumbaba todos los recuerdos que

d d nia de ellos. El conocimiento y la razón tienen sus límites.

d d 79

d
d ¿Qué habría pensado él en el demencial crepúsculo púrpua 11 ra
en el que yo habito? ¿Se visitaría a sí mismo?

d d En el campus, oigo la radio y la televisión a través de las j

d d ventanas abiertas. 1

d d Bajo la luz violácea de las farolas, mis gafas gruesas como J

d d platos se llenan de aberraciones en los bordes de sus densas

d d curvas. 1

d d Los estudios universitarios son brutalmente difíciles ]

d d para mí. Un poema debe ocupar el sitio de la larga novela \\

d d que soy incapaz de leer, o al menos de leer en una semana. 1

d d Cuando salgo de la biblioteca, a menudo regreso a casa con i

d d las pocas palabras que he podido descifrar y absorber toda- I

d d vía vividas en mi imaginación. A solas, separo las palabras y 1

d d vuelvo a ordenarlas como un Marcel Duchamp jugando al i

d d ajedrez según sus propias reglas. Necesito tiempo adicional 1

d d para todas las tareas. Pero mientras exploro lo que pueden 1]

d d hacer las palabras cuando las dispongo una junto a otra, co- I

d d mienzo a construir el instrumento que convertirá mi cegué- 1

d d ra en una forma de ver. 1

d d Sin embargo, cuando me paseo fingiendo ver, meto un 1

d d pie en un charco, choco contra un poste, cometo un cente- J

d d nar de actos fallidos. De repente soy Stan Laurel, un ángel i


d d de ridicula inocencia. Esto puede ocurrir inesperadamente. I

d d Puede ser culpa del teléfono. Llama una amiga diciendo que 1

d d me espera abajo en media hora. Conduce un Chrysler rojo, j

d d Bajo a la calle y me acerco al coche. Busco la manija de ]

d d la portezuela del acompañante y tiro, pero está cerrada. Gol- II

d d peo en la ventanilla, pero mi amiga no parece oírme. 1

d d Golpeo de nuevo, tiro de la manija, golpeo y tiro una vez 1

d d más. Luego rodeo el coche y me acerco a su puerta. ¿Esta I

d d en una especie de trance wagneriano, es Brünhilde al volan- 1

d d te? Cuando me inclino hacia su ventanilla, veo por fin » i

d d cara de una aterrorizada mujer china. Le hago una seña par* I

d d que baje la ventanilla. Se niega. Intento explicarle mi error I

d d con gesticulaciones, señalando mis ojos, le grito que he


confundido su coche con el de una amiga.Gomienzo a retroceder
hacia la calle, como un-adoleScente desgarbado con patines.

d d Mis vergüenzas no tienen límite. Sé que el bastón blanco se ha


convertido en un imperativo para mantener mi salud psicológica.
Entro en los lavabos de señoras, tropiezo con los escalones de la
entrada de los restaurantes. Camino en círculos buscando entradas
y salidas y parezco un borracho de ojos vidriosos.

d d ¿Quién entenderá lo que me pasa si no llevo bastón? Pero


pasarán dieciocho años antes de que reciba un entrenamiento
apropiado en Orientación y Movilidad. Antes de que lo acepte.

d d En uno de mis últimos viajes sin bastón visito el Museo del


Prado en Madrid, donde no puedo ver los famosos cuadros de
Velazquez y Goya porque están cercados con sogas para evitar
actos de vandalismo. Puesto que no puedo acercarme, en vez del
mundo ceremonial de la corte o de lujuriosos campesinos
repantigados, veo mares de barro entre grandes marcos dorados.

d d He esperado años para venir al Prado, y ahora deambulo por


sus anchos pasillos con mis intenciones frustradas por guardas y
sogas. Claro que debería llevar un bastón blanco. Pero,
naturalmente, no llevo nada aparte de mi sensación de desarraigo,
contra la que lucho como un hombre espantando avispas a
manotazos.

d d En la tienda de recuerdos compro una guía del museo ”-


decidido a leer sobre los cuadros que no he podido ver, Pero la letra
es microscópica^En lugar de un libro, lo que tengo en las manos es
un pequeño vaso lleno de arena.

d d La luz en el Prado es a veces prismática y otras veces os-

d d 8o

d d 81

d
d cura como en una mazmorra. Me detengo en los haces de sol,
bajo los tragaluces ovales, y observo cómo el mundo se deshace en
arcoiris, luego giro hacia una vasta oscuridad abovedada donde hay
un cuadro importante colgado detrás de un velo, negro como un
faro abandonado.

d d Pero he viajado desde tan lejos para ver los cuadros y detesto
verme vencido por los trucos de la luz, así que me uno a un grupo
de turistas norteamericanos. Ellos siguen obedientemente a una
española, una guía que describe los cuadros de la galería donde
estoy. Sin embargo, la mujer se percata de que soy un impostor, un
oyente que no ha pagado, y mientras yo me esfuerzo para ver el
espolón de un caballo pintado, me echa del grupo.

d d Este hombre no pertenece al grupo dice. Señor, tendrá que


marcharse.

d d Y yo, un aleteante hombre-molino, me voy del museo y me


encuentro haciendo el baile del paraguas sobre el lodo del parque
húmedo y helado. Dos estudiantes se acercan para venderme un
tebeo en beneficio de los escolares minusválidos. Les doy dinero y
pienso que algún niño tendrá un respiro.
d d ÍÍ’W’

d d El atardecer es la hora donde más probabilidades tengo de


equivocarme con la velocidad y la congestión del tránsito. Es la
hora punta y en la hora punta de otoño la gente tiene prisa por
volver a casa, algunos en coche, otros a pie. A menudo me siento
prematuramente envejecido: necesito que me ayuden a cruzar la
calle. Deseo agarrarme al brazo de alguien.

d d Sin embargo, paradójicamente, cuando los objetos visuales son


dudosos adquieren una belleza nada convencional. Querido Jackson
Pollock, he entrado en tu Ritmo de otoñoEl irregular o a veces
certero cambio de color y forma es

d d 82

d d$

d d una madeja enredada, una borla/de súbito azul aquí, con una
aguada de rojo allí. El propua^ire sejiarconvertido en vidrio
soplado, con sus impefectas burbujas de amatista o azul castaño.
Me detengo en la esquina de una calle vulgar como si acabara de
despertar en el fondo de una copa. El rosa fundido del vidriero ha
caído en mis ojos.

d d Me cambio las gafas: una lenta luna se eleva en mi camino, los


objetos aparecen y desaparecen y los días son como un otoño zen.

d d Un benevolente profesor de Shakespeare me busca un lector.


Entra en escena Ramona, una estudiante de lenguas clásicas que
me visita tres tardes por semana.

d d Nos sentamos bajo un rayo de sol en un cuarto situado detrás


de la biblioteca. Es una especie de almacén y los estantes están
llenos de viejas enciclopedias. El bibliotecario cree que nadie oirá a
Ramona leyéndome en este sitio. Nos ha dado dos sillas de
madera. Apilamos los libros sobre ellas y nos sentamos en el suelo.
Pronto llevamos una manta, que cada noche doblamos y
guardamos en un armario.

d d Ramona es una magnífica lectora: la forma evanescente de las


cosas,
las ideas, la gestalt lo que sea se mueven mientras ella habla.
Juntos cruzamos las antiguas y tórridas mesetas donde las palabras
son tan poderosas como los números. Me lee la epopeya de
Gilgamesh, los poemas del Cid. Y tendido boca arriba en esa
habitación alargada, nunca me duermo. ¿Qué extraños milagros se
producen allí? A. veces ella se detiene, pero yo aprendo a no
interrumpir sus silencios, que son deliberados. Es una clase sobre la
abstracción. Mi nerviosismo tígnde a excluir estos mohientos.

d d Curiosamente, el erotismo, las sílabas y la alquimia son hechos


tangibles, sobre todo en la vida de los jóvenes.

d d 83

d
d Escuchando a Ramona mi habitual timidez ante las mujeres
comienza a desvanecerse. Fuera de la biblioteca, me sorprendo
charlando tranquilamente con mis compañeras de clase. Descubro
que la conversación entre hombres y mujeres puede ser como una
templada pastilla de jabón disolviéndose en la bañera.

d d En el viejo pub estudiantil un oscuro sótano conozco a una


chica extraña llamada Bettina. Conversamos y bebemos cerveza
alemana. Bettina es una polímata iracunda que se rebela contra su
padre, que tiene un puesto ejecutivo en una cadena de televisión.

d d ¡El muy cabrón se habría sentido en su elemento en la época


de las cruzadas! dice mientras aplasta la colilla del cigarrillo en un
cenicero del bar.

d d Con esta mujer irreverente vivo un amor adolescente. Es una


campesina irlandesa con una larga, vibrante, enmarañada cabellera
roja. De un rojo que tira al dorado.

d d Bettina cocina espaguetis sobre un hornillo de gas en un


sótano. (Nunca ha tenido apartamento propio y ocupa las casas de
otros sin escrúpulos. Conoce a todo el mundo.) Envuelto en chispas
y en los colores de la tierra, acepto un vaso de vino. Mi mano
apesta a cigarrillos Gauloise, mis dedos sufren espasmos por la
nicotina.

d d Ella exprime un limón sobre la ensalada. Le pone Tabasco a la


salsa de la pasta. También le añade zanahorias.

d d ¿Por qué pones zanahoria en la salsa de tomate? ¡Qué asco!

d d Cierra el pico; si hubieras comido más zanahorias, ahora verías


mejor.

d d ¡He comido montones de zanahorias! Lo que me fastidió la


vista fue la masturbación.

d d Bueno, puede que ya no necesites hacer eso.

d d No puedo hablar porque me está besando. Es un beso


poderoso; dentro de mi boca, su lengua está húmeda y viva.

d d*
d d jvle tira al suelo, me baja los pantalones, me guía a su nterlor.
La rapidez con que lo hace me resulta^Lncreíble. Mi cerebro
todavía está atascado en la/palabra «zanahorias»- _ /

d d Ella está encima, desabrochándose Ips botones del vestido


negro. Cuando sus pechos tocan mis manos extendidas, eyaculo
con cada gramo de mis visceras. Eyaculo como deberían hacerlo
todos los chicos vírgenes: con abandono y reverencia. Intento decir
algo.

d d Tranquilo murmura. Tengo puesto un diafragma.

d d Empiezo a encaramarme sobre los codos.

d d Lo siento, yo...

d d Calla.

d d Su cara se acerca, su pelo rojo cae sobre mis ojos, me hace


cosquillas, tiene un vago aroma a champú. Guía con suavidad mis
dedos hacia su clitoris. ¡Es un prado abierto! Un abedul a mediados
de verano, y la luz del sol parece estar encima y dentro de ella.

d d Como todos los vírgenes, soy un narcisista: seguramente nadie


ha experimentado nunca este abundante círculo húmedo de mujer,
¿no? ¡No de esta manera!

d d Estoy sobre una alfombra bajo el círculo de luz de la lámpara.


La salsa hierve detrás de nosotros. Se oye el murmullo del agua en
las cañerías; arriba hay apartamentos. En algún lugar
hay ruido de platos. Bettina, que está a horcajadas encima de mí,
se inclina y me besa con fuerza, llenando mi boca con el sabor del
cabernet.

d d Por primera vez en mi vida el vasto silencio que sigue al sexo


se expande en mi pecho.

d d ¡Te quiero! digo. ¡Te quiero!

d d Me echo a llorar. Yo, que no puedo ver la cara de una mujer,


que no puedo mirar a alguien a los ojos. Yo, que, en íln> nunca
pensé que esto pudiera ocurrir/ Lloro efusivattiente copiosos
destellos de lágrimas.

d d 85

d
d pequeñas ballenas del corsé que una vez tuve en mis manos en
una tienda de antigüedades. ¡El plumaje de un pájaro vivo no
puede tener esta textura! Estas aves son especímenes duros,
Victorianos, consumidos.

d d ¡Pero qué milagro de cañones de pluma y ligaduras! ¡Con


cuánta flexibilidad y delicadeza se unen las patas y l^ alas!

d d Levanto a una criatura grande del sitio donde está posada, me


la acerco a la cara y apenas alcanzo a vislumbrar su mirada
predatoria. ¿Un halcón? Es grande como una pelota de baloncesto,
ligero como un periódico.

d d Aquí estoy, con veintitantos años, tocando pájaros en un pasillo


desierto. Me siento como un frotteurist, un individuo que se excita
cuando se roza casualmente con desconocidos. Soy una especie de
pervertido, solo con estos pájaros muertos, acariciándoles la
cabeza, siguiendo el contorno de sus picos con las uñas. ¿Y si
aparece un guardia de seguridad y me pregunta qué hago?

d d «Soy ciego, señor, y ésta es mi primera experiencia con


pájaros.»

d d «Me llamo Gerónimo Kid y vivo en el ascensor.» «¿Alguna vez


ha tocado a un chorlito, señor?» «Me llamo Wigglesworth y estoy
buscando insectos.» Las conversaciones imaginarias con figuras de
autoridad son un antiguo hábito, y casi siempre las mantengo
cuando \ toco algo, cuando estoy a punto de entender alguna
cosa. Todos los pájaros huelen como sombreros viejos. Mientras
paso las manos por sus espaldas punzantes, les pongo nombres,
pues no sé a qué especie pertenecen. «Condromo bálano con
pecho de cuero.» «Hijo de Cero japonés de garganta azul.» Fuera,
me siento bajo un árbol y oigo a los tordos vivos, a un petirrojo, a
un paro carbonero. Quiero ver a un pájaro vivo. De modo que una
tarde, poco tiempo después, j

d d nvenzo a mi amigo y profesor JinxCreener para/que vena


observar pájaros conmigo. Jim estra^poeía, un estuAioso de
cualquier cosa que posea color. Es un hombre mosaico con una
guía Peterson y al menos dos pares de binoculares.

d d Nos internamos en el prado hablando de poetas:


d d Leopardi, Rumi, Eliot.

d d Jim sabe que no veo, pero supone que puede señalarme los
colores, hacer que me fije en una brillante piedra de Rávena, en un
jilguero posado en una valla.

d d ¡Quédate quieto, ahí hay un pinzón grande como un lingote de


oro español! murmura entre sus bigotes como si estuviéramos
leyendo en voz alta en una de sus clases. Hay un mirlo de alas
rojas. Un vireo.

d d Una tanagra escarlata.

d d ¡Qué fascinantes suenan todos! Qué emocionante ha de ser


espiarlos en las ramas de abril, rubias briznas del pajar de los
cielos, ideas tardías de la atmósfera azul.
d 1 ’””* Cuando miro con los prismáticos, veo una burbuja verde
azulada, acaso mi propio ojo, pero nada parecido a un pájaro. No
me atrevo a decírselo a Jim, que está sumido en un trance de color
y asombro ante la evolución.

d d ¡Pensar que estas criaturas evolucionaron desde el barro


primitivo,
sin un dios! dice, consciente de la absoluta improbabilidad de
nuestro planeta.

d d Pero ahora me doy cuenta de que estoy mirando al disco azul


del yo. Mis gemelos de campaña enfocan mis propios nervios
ópticos.

d d Tengo una enorme sed de pájaros, algo intraducibie; no Puedo


compartirlo, no puedo gritar mi frustración a viva v°z. En cambio,
finjo.

d d ¿Lo ves? Está sobre aquel poste, henchido y sensual ~-dice


Jim.

d d 89

d
d Yo miro en mi propio disco de un verde cada vez má denso y digo:

d d ¡Mira cómo salta! Y cuando lo digo, hablo en serio Puedo ver a


ese pájaro brincando, a ese pinzón saltando como un penique entre
las vías del tren.

d d Asiento a todo lo que observa Jim, añadiendo mis propios


adjetivos y exageraciones. No quiero decirle que soy incapaz de ver
a esos malditos bichos porque temo que se cohiba y que nuestra
salida se convierta en un ejercicio descriptivo. Tendría que
contarme qué aspecto tienen. Y yo tendría que admirarlos aún más.
Al fingir que veo, nos ahorro a los dos una ordalía. Aunque finjo ver
con los prismáticos, recreándome en grajos imaginarios, estoy solo
con mi imaginación, oyendo despreocupadamente a un amigo
entusiasmado, mi ceguera momentáneamente encubierta.

d d Creo que Jim supone que he visto algunos pájaros, y acaso lo


haya hecho.

d d If *«”

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d d ¿4

d d ski .Hty’’’
d dK if-’fc í ,

d d > 4» ’Hif«

d d Una noche de primavera del penúltimo curso de diplomatura,


me quedo hasta muy tarde bebiendo whisky de Tennessee con mi
amigo T. J. Él se marcha a pasar el verano en París y Roma. Habla
en voz baja de los trenes, de la gente que prepara comidas
increíbles en los vagones, del excelente vino, de la deslumbrante
vegetación del sur de Francia.

d d Las noches huelen a violetas silvestres. ¡Te apeas del tren en


cualquier pueblecito perdido, y todo huele a flores!

d d ¡Eres un embustero! Los pueblos franceses huelen igual que los


pueblos de Nebraska. La única diferencia es que pillas una variedad
distinta de la fiebre del heno.
d d No, amigo, las violetas son tan fuertes que los jabalíes que las
comen se emborrachan y entran en el pueblo. Deberías ir allí
alguna vez; viajar a Provenza y probar la comida.

d d Sí, pero estoy de acuerdo con Williams, el poeta de Nueva


Jersey. Todos sus amigos estuvieron en París: Ford Madox Ford, Ezra
Pound, Gertri/tde Stein. Él decía que podía ver exactamente lo
mismo eri Paterson.

d d ¿Ese tipo es el que escribió un poema sobre los cristaks rotos


que vio junto al camino mientras se dirigía al hosPital?

d di
d d 9i

d
d Sí.

d d Bueno, pues yo preferiría ver los Pirineos. Las nubes suben


hasta la cimas de esas montañas y se rompen corno piñatas
mejicanas, la lluvia se derrama en oro... es increíble Y los vascos
viven como hace siglos; pastoreando ovejas haciendo música. Es
fantástico. ¡A la mierda con Paterson! ¿Qué tienen ahí? Unos
almacenes Woolworth protegidos con tablas y un río lleno de
carritos de la compra robados.

d d No para de beber whisky a grandes sorbos. Y yo tampoco.

d d Deberías viajar. Vete a Atenas con Bettina. Viaja a las islas


griegas y prueba las hojas de parra.

d d Es verdad, Bettina se va a Atenas. Cuarenta estudiantes y dos


profesores se alojarán en un hotel de la Plaka. Leerán a Tucídides y
a Hornero, visitarán los templos de Poseidón con botellas de ouzo
en las mochilas.

d d No puedo confesarle cuánto miedo me da la sola idea de viajar.


Conozco el campus, conozco sus aceras. Todo lo demás es la gran
jungla de la noche, y lo desconocido tiene lianas y dientes. Mi
universo de ciego-que-simula-ver es muy pequeño, tan pequeño
como la plaza de un pueblo.

d d Esa misma noche, cuando me acuesto, siento como si


estuviera cubierto de polvo de carbón. Es el semestre de primavera
y el aroma de las madreselvas se cuela por la ventana.

d d ¿Cómo voy a viajar a cualquier sitio? ¿Cómo diablos voy a ir a


Atenas cuando ni siquiera puedo leer un puñetero libro?

d d Y naturalmente no tengo palabras para mi dilema. Recito las


de otras personas. Versos de los poetas:

d d «Lo que pasa es que estoy cansado de ser un hombre»


(Neruda).

d d «¡Qué extraño es pensar en renunciar a todas las aspir*’


ciones!» (Robert Bly).
d d 92

d d «Negra leche del amanecer te bebemos de noche» (Paul

d d Palabras deshilvanadas, sin un centro/común. La memo-

d d recuperando sílabas. Ningún crisíál es lo bastante grueo para


traerme la cara de Bettina. Me fascinan las yemas de sus dedos, su
lengua. Murmuro una y otra vez «te quiero», ahogándome en
ansiosos segundos de proximidad, un niño ciego temeroso de que
esta primeriza intimidad se desvanezca en cuanto ella descubra
qué indefenso soy en las calles desconocidas de cualquier lugar.
Cualquier lugar. Cualquiera

d d Aunque sé que ella sabe que no veo, necesito parecer vidente.


Cuido mis pasos. Trato de impresionar. Camino a toda prisa en la
espuma blanca.

d d Estoy ardiendo a causa del whisky. La cama está mojada con


mi sudor. Fuera hay una torcaza. En mi cocina diminuta la luz del
amanecer cae sobre el pan y los platos, un resplandor que lastima
mis ojos lagrimeantes. Apenas si puedo encontrar el grifo. ¿Cómo
voy a viajar a cualquier parte?

d d Todavía quedan plazas farfulla Bettina. Se ha habituado a liarse


los cigarrillos y está lamiendo la goma.

d d Lo enciende: un pitillo irregular del grosor de un dedo, lleno de


tabaco desmoronadizo.

d d ¡Deberías venir! Escalaremos las colinas


de Creta, dormiremos bajo las estrellas de zafiro. Comeremos feta.
Pondremos dracmas en nuestros monederos.

d d ¿Leerás para mí, Bettina?

d d ¡Claro que leeré para ti! pronunciaré mal los nombres de todos
los héroes de La Hunda.

d d Pero leer es sólo la punta! del iceberg. Necesito ayuda Para


desplazarme, para eludir los coches. ¿Cómo encontrare el hotel?
¿Cómo caminaré entre las ruinas?

d d 93

d d I iü-

d
d Me pasa un cigarrillo ridículo, un pececillo de papel.

d d Podemos buscar los grafitos de Byron.

d d Me imagino a Byron con un fez en la cabeza, empuñando un


rotulador.

d d Y así es como acabo en un avión con rumbo al Mediterráneo.


Estoy aterrorizado. «Vemos a través de un cristal oscuro» dice san
Pablo refiriéndose a la visión de los mortales, a nuestra incapacidad
para ver el mundo verdadero como debe de verlo Dios.

d d Yo miro a través del cristal oscuro.

d d A bordo del 737, pido un martini.

d d El barrio de la Plaka es sulfúrico y azul entre el humo de las


motos, los coches, los autobuses. Estoy bajo una ola de luz, con los
brazos y las piernas tan tensos que debo de parecer un niño con
ropa nueva.

d d Hipersensible, conteniendo el aliento, procuro avanzar por los


senderos estrechos e intransitables. La gente me atrepella desde
todas las direcciones. Suelto el aire sin ritmo; no sé adonde apuntar
la cara.

d d Como de costumbre, Bettina ha desaparecido. Me encuentro en


compañía de Del y Shepard, dos simpáticos universitarios que han
estudiado el mapa. Del es alto y extremadamente delgado. Se ríe
de todo. Shepard es de Berkeley, California, y tiene el pelo largo y
pajizo recogido en una coleta. De su hombro cuelga un bolso
guatemalteco.

d d Tiene cuadernos, cigarrillos, una navaja suiza para abrir


botellas de vino y cortar queso.

d d Cruzamos un mercado al aire libre. Algo puntiagudo se me


clava en el hombro. ¿Un paraguas? No llueve.

d d Estoy pálido, nervioso como un caballo con anteojeras,


resollando.
d d Ahora Del me pone algo en la mano.

d d 94

d d Eh, mira qué aparato.

d d Ivle ha dado una estatuilla de Baco luciendo una impresionante


erección.

d d Un vendedor me grita que la deje en su sitio, o tal vez que la


compre. La arrojo hacia las sombras parlantes y sigo adelante.

d d Del ríe.

d d ¿Qué pasa? ¿No te gusta el arte?

d d Avísame cuando encuentres a Afrodita. Shepard canta en voz


alta Old Time Religion de Pete Segeer, algo así como «Afrodita,
Afrodita usa un camisón transparente».

d d Shepard es un experto en folk y toca bien la guitarra.

d d Fumemos un pitillo dice. Ahí hay un bar. Podemos beber una


copa.

d d Dentro huele a argamasa húmeda. Se oye un zumbido de


ventiladores destecho. No hay voces ni música.

d d Delante de mí aparece una confusa figura traslúcida y


súbitamente siento una mano cálida en el brazo.

d d ¡Eh! ¿Me invitas a una copa? Me roza suavemente la mejilla.


Ven conmigo.

d d En la oscuridad suenan otras voces. ¡Hola! ¿Te gusta la


música? Me llamo Miriam.

d d Risas.

d d Estamos junto a una mesa y yo la golpeo con la rodilla. La


chica que me ha cogido de la mano me hace girar hábilmente y me
sienta en ¡una silla.
d d ¿Qué tal si me invitas a una copa?

d d Y a mí también Mice Miriam.

d d Aunque no veo, sospecho que Miriam está sentada en el

d d regazo de Del.

d d Y a mí dice una tercera,


inclinándose hacia

d d Shepard. Ron con coca-cola. Shepard ríe.

d dI

d d 95

d
d Wí

d d Lo siento. Vivo de una beca.

d d Del ríe.

d d Yo también. Vivo de un subsidio universitario.

d d En la tenebrosa penumbra nos convertimos en seis monos. Se


pasan mis gafas unos a otros como si fuera un reloj de bolsillo
robado a un turista en una jaula de primates.

d d Aparece un camarero con bebidas, pero Shepard y Del se


levantan para marcharse.

d d No queremos nada dice Del. No hemos pedido ninguna bebida.

d d Sí. Tienen que pagar. ¡Son doscientos dracmas!

d d Por lo visto el propietario del bar nos cierra el paso. Y seis o


siete hombres taciturnos se unen a él.

d d Tranquilos dice. Paguen.

d d La escena se me escabulle y sigo sentado. Una de las chicas


me pasa los dedos por el vello del brazo.

d d Bonito dice.

d d Es falso digo.

d d Pelo falso Roebuck, comprado en Sears bromea Shepard.

d d Dadme las gafas.

d d Tiendo las manos. No sé quién las agarra. Por alguna razón


siento una insólita dignidad y me levanto.

d d ¡Devolvedme mis malditas gafas!

d d Alguien me las pone en la mano.


d d El dolor de ojos se me concentra en el cerebro, corno a veces
pasa con los dolores de muela.

d d Tengo sífilis. Ojos malos le digo a una de las chicas mientras


me señalo la cara. Es un momento de telegrafía pura. Nos vamos
sin encontrar oposición.

d d Cuando me pongo las gafas, éstas tienen un perfume extraño.

d d 96

d d Atenas es un tesoro brillante. Todo lo que venden es demaa¿0


caro, así que no lo miro. Soy como la mujer envuelta

d d una manta que está sentada en la puerta de una iglesia


bizantina. Bettina y yo nos la cruzamos cada día cuando vamos a
tomar café en la plaza de la Constitución. Le damos dinero y ella
farfulla una bendición.

d d Descubro el silencio en la abundancia de cualquier clase.


Escucho. En el museo nacional escucho al guía que describe la gran
estatua de Zeus. Para mí es un dragón verde turquesa, un galeón,
un enorme tanque industrial azul. Alguien me dice que parece
asombrado de su propio poder. Las salas corrientes del museo son
mis jardines ornamentales privados y ante mí se alzan setos
esculpidos como osos o grifos danzantes. Aquí hay una arista de
llama anaranjada. Una rama ardiente del Antiguo Testamento. Son
las cosas que veo yo. Mientras otros examinan las vasijas de las
Cicladas, ante mí se eleva directamente desde el ombligo del
mundo un espíritu lleno de rasguños rodeado de espuma gris.
¿Cómo consiguieron meterlo dentro de un recipiente de vidrio?

d d Bettina dice que Aquiles tenía una cabeza minúscula.

d d Los cascos tienen forma de pera y no son más grandes que una
lata de coca-cola.

d d ¿Y si Aquiles tenía la cabeza grande y le metieron el casco a


martillazos? ¿Era una cultura de talla única?

d d A juzgar por los cascos, lo era.


d d En la Ilíada no se menciona que los poderosos griegos tuvieran
que permanecerquietos mientras les clavaban los cascos.
\

d d Estamos sentados en un pórtico fuera del museo, bajo la


radiante luz del mediodía.

d d Es una cultura heroica, tanto cuando celebra algo c°mo cuando


se lamenta. No hay personas corrientes.

d d Empiezo a soltar improperios mientras los turistas pasan en


todas las direcciones.

d d 97

d
d Hí

d d Ya sabes que mataban a los minusválidos, a menos qUe fueran


viejos y distinguidos como Hornero.

d d Diosas-putas, héroes-esclavos... ¡Mierda! Bettina se toca la


cabeza. ¡Ese maldito pájaro acaba de cagarse en mi cabeza!

d d ¡Espera! ¡Lo cazaré y leeremos sus entrañas!

d d ¡Joder! ¡Ya puedes leer sus entrañas en mi cabeza!

d d Busco en mi mochila y saco unas fichas.

d d Te quitaré la caca con esto.

d d No me extraña que usaran cascos.

d d Noches ciegas. Lluvia torrencial. Barrios desconocidos. Bettina


sabe a vino agrio. Taxis. Pasos misteriosos. La agarro de la mano.
Mi movilidad es pasión. Ahora corremos mientras la lluvia se
convierte en granizo. Las luces se han apagado.

d d Entramos en el negro vestíbulo de un hotel desconocido. En el


mostrador no hay nadie. La tormenta arrecia. En algún lugar estalla
el cristal de una ventana. Bettina me lleva de la mano hacia una
escalera sinuosa.

d d Nos tendemos en una cama vacía en medio de la tormenta.


Hemos encontrado el último hotel del mundo.

d d Durante el día camino entre las ruinas deslumbrantes. La luz es


tan feroz que busco constantemente sitios donde sentarme y
taparme los ojos.

d d La incapacidad de ver puede producir mareos. Ves a través de


la rendija de una puerta. Eso con el ojo derecho. El otro es vidrio
fundido: el mundo del mediodía es un reflector. Es horrible. La nuca
se me empapa de sudor.

d d He cometido el error de comprarme sandalias y ahora tengo


dos dedos rotos; cuando los examino, veo que se han vuelto azules.
d d £l profesor habla en algún sitio delante de mí. La clase
d 1 aire libre trata de la influencia del paisaje en el diseño de los
templos griegos. Imagino esclavos talando los bosques, los troncos
de los pinos griegos dispuestos como rodillos, los inmensos
mármoles tirados por ejércitos de hombres y caballos.

d d Me pregunto si los esclavos ciegos arrastraban el mármol


colina arriba. ¿Había esclavos ciegos? Sé que los romanos tenían
prostitutas ciegas. ¿En Grecia había prostitutas ciegas?

d d Junto a mi hotel los vendedores ciegos de lotería cantan toda la


mañana. Caminan con su bastón blanco y con centenares de
billetes de colores colgados de la ropa. He chocado con ellos
cuando intentaba pasear solo.

d d Mientras el profesor habla, me pongo detrás de una columna y


vomito. Me tambaleo; es una profanación a pleno sol. Los grillos
cantan entre las piedras.

d d De rodillas bajo toda esta luz, temo que el día dure


eternamente. Gracias a Dios que hay una suave brisa . Una espuma
de semillas de algodoncillo se eleva ante mí. Siento la estocada del
nistagmo desde las pupilas hasta las entrañas. Inclino la cabeza
ante el Partenón. Todas las piedras parecen moverse. Los turistas
deben pensar que estoy en un trance religioso.

d d No tienes buen aspecto dice Shepard al ver que me separo de


los demás.

d d Voy a vomitar. Creo


que es una migraña.

d d Shepard me saca del Partenón y me busca un taxi. En el hotel,


me apoyo contra las paredes frías del lavabo. Mis °jos laten
ferozmente, como si estuvieran a punto de esta’ar- Me acuesto en
el suelo frío. Quiero dormir y abrir los °J°s con la primera luz de la
mañana.

d d Eso es todo.

d d Que la tarde ateniense siga su curso.

d d 99

d
d Me prometo que no voy a ahogarme. No en el hotel Hermes.

d d Un poema me da vueltas en la cabeza. Yeats.

d d «Sobre el agua rebosante... cincuenta y nueve cisnes...»

d d Trato de quedarme quieto y flotar.

d d Así me duermo en el suelo del cuarto de baño.

d d El desprecio hacia mí mismo lucha contra el agua amatista de


estar vivo y despierto. Estoy en la cubierta de un barco, navegando
hacia Délos. Bettina me ha traído yogur con miel.

d d Llegamos al puerto al atardecer, cuando los faroles de tope


parecen tan grandes como la luna llena. Las figuras sólidas se
dividen como los hilos de una telaraña empujada por el viento. Las
caras inclinadas hacia mí arrastran una luz brumosa: pétalos sobre
un húmedo tallo negro. En momentos como éste deseo agarrarme
a un brazo. Querido Proteo, señor de las formas, déjame tocar tu
manga.

d d Quiero explicarle a esta joven que lee para mí que cada forma
y color es una limitación, que mi problema no se reduce a las
páginas de los libros. Pero no encuentro las palabras, tan frágiles
son las raíces de la masculinidad, sus primeras hojas.

d d Bajo la colina que se alza sobre la ciudad yace la oscura


concha del puerto, con sus puntitos de luz. Hemos desplegado los
sacos de dormir y desenvuelto una hogaza de panTenemos vino,
queso, olivas.

d d Nos tendemos boca arriba.

d d A la mañana siguiente despierto revolviéndome como ufla


víctima. Es mi propia mano la que está en mi cuelloMastico el pan
de la mañana y la avaricia traga.

d d Soy un pequeño de la envidia.

d d ]ylis palabras están teñidas de ella. Envidio a todos los nue


ven. A los malditos observadores de pájaros, motociclistas,
coleccionistas de mariposas. Los envidio a todos. Envidio al cordero
divino, envidio, envidio y envidio.

d d Soy afortunado y, muy en el fondo, lo sé. Tengo los colores. Y


aunque lo visual me elude, tengo el tesoro de algunas de sus
formas. Entro y salgo de la bruma, percibiendo con los dedos de los
pies. Oh, Señor, permite que parezca apresurado, deja que me
mueva con agilidad.

d d Bettina despierta.

d d Debería ser sencillo.

d d Comienza con los labios. SSSSSSSSSSSS,

d d Soy ciego.

d d Ahora el sonido de la d, por favor.

d d DDDDDDDDDDD.

d d Dame la mano, por favor. Guíame entre las rocas. | Hay fuego
en el mar y las colinas huelen a salvia.

d d Imagino cómo salen las palabras. Que puedo pronunciarlas.

d d Entonces Bettina me ofrecerá comprensivamente su brazo, me


guiará con infinito cuidado y cariño. Soy libre para girar la cara
hacia la mañana. Libre para imaginar la parte generosa de la
ceguera. Para agarrarme al brazo de Bettina y, unidos en el
espíritu, bajar al puerto en busca del café matutino.

d d Qué sencillo debería ser.

d d Franjas de sol caen sobre las velas. Imagino que Bettina me


dice:

d d Son veleros como los de los fenicios.

d d Entonces sé lo que ve, estoy conectado a sus ojos y


a sus espléndidas ideas. Subimos hacia el templo en ruinas. Ella me
hace girar y dice:

d d Una rama baja; un paso arriba.

d d 100

d d IOI

d
d ,J.ya*v¿s;*«¿,.,;..

d d $A i , \

d d Camino con las piernas hundidas hasta la rodilla en bajíos de


leche, pero no tengo miedo.

d d Éstos son los leones de Délos dice ella. Parecen saltar hacia el
cielo.

d d Imagínense. No tengo que jugar al juego del observador de


pájaros.

d d Pero lo hago.

d d Hago una desafortunada elección y mantengo la boca u”iv”í-í


cerrada.

d d En consecuencia, bailo una danza entre cardos, algo atávico,


más antiguo que los leones de piedras. Entre las flores espinosas
soy un ser sin cabeza, levantando los pies, moviéndome con
exangüe melancolía.

d d Bettina se sienta junto a una roca y saca un tablero de dibujo.


Mientras ella dibuja, yo fumo y escarbo la tierra.

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d d ’, }4(t (.’I Vi,

d d US., «u» , «At Í*,-¿,SL»¡, jií.iK’ii

d d Mi maletín está a rebosar de tareas incompletas; una


monografía sobre Tucídides, por ejemplo, algo sobre Pericles y su
oración fúnebre a los atenienses. Se supone que debería haber
llevado un diario de las lecturas que no hice mientras recorría con
paso tambaleante las viejas calles del Pelopo-

d d neso

d d De regreso en el campus, avergonzado de esta experiencia que


concibo como un fracaso, pienso en ella e inconscientemente
retomo el hábito infantil de arrancarme pelos del cuerpo. Desmonto
mis patillas y luego saqueo el bigote, dejando pelos en todas las
páginas no leídas. Debo ir a un barbero para que me quite de una
forma más profesional el resto del pelo. He de encontrar la manera
de terminar estos libros, pero el último semestre ya ha empezado.
Estoy agotado, aturdido, insomne; a veces tengo que beber para
poder dormir. La noche es la hora de los sueños:

d d A menudo nado en un lago junto a desconocidos. Todo el


mundo nada con la ropa puesta, los bolsillos hinchados de aire Una
pagoda flota ante mí. Un dignatario me saluda con la mano y
sonríe. Tiene dientes de oro.

d d Mis manos y brazos son blancos como el vientre de los Peces


Los saco del agua salobre.

d d Debe de haberse hundido un barco, porque a mi alrede-

d d 103

d
d dor flotan las tumbonas de la cubierta. Pero reina una pa>
misteriosa. Hay una jaula enorme con un loro en el interior El agua
y el cielo son de color gris hierro. A mi lado pa$a flotando un cesto
con flores. Ahora un perro nadando Sumerjo la cabeza y comienzo a
bajar hacia el fondo.

d d Hay un barco volcado, con el casco abierto en algunos sitios y


todos los camarotes todavía iluminados. Nado hacia un salón con
cortinas doradas y muebles turcos adornados con pesados
brocados. Las paredes están cubiertas con paneles de madera. En
los rincones se agitan árboles decorativos.

d d ¿Debo encontrar algo? Eso creo.

d d Un zapato se me escabulle de las manos.

d d Y ahora estoy en la calle, nadando boca abajo. No; es un


pasillo. Las puertas de los camarotes están abiertas y una luz de
color rubí brilla en el interior de cada una. Flotan pañuelos de
cabeza y ropa interior de mujer.

d d Un teléfono.

d d Una nevera.

d d Un estante con libros. Ahí nadan peces.

d d ¿Alguna vez han tocado un pez vivo? Nada permanece mucho


tiempo entre mis dedos.

d d T. J. me lee a John Donne. Su dulce acento de Carolina


combinado con la adoración métrica de Donne hacia la gracia de
Dios es algo maravilloso.

d d «Quédate quieta y te leeré/ una lección, amor, sobre la filosofía


del amor.»

d d «Soy doblemente tonto, lo sé/ por amar, y por decirlo-»

d d Tío dice T. J., vaya, tío, es dulce como un melocotón.

d d Sigue leyendo le digo.


d d No conseguiré salir con vida de la universidad.

d dI
d d Lee y las palabras flotan. Arrepentimiento. Olvido. Ausencias.
Las inmensidades del tiempo. La culpa, eLafnor, el sexo, las
milagrosas curaciones de los cristianos./

d d Lee haciendo brotar música de una página arnarillenta.

d d «Enséñame a oír cantar a las sirenas.» /

d d La noche cae rápidamente. Los álamos se alzan como mástiles


negros en el frío incipiente. I

d d «De modo que mis paroxismos de devoción\yan y vienen/


como una fantástica fiebre intermitente; sólo que aquí/ ésos son
mis mejores días mientras tiemblo de miedo» (Donne).

d d Paseamos por el campus, con el corazón latiendo con estas


inmensidades de acción y elección inherentes al proceso de
madurar. Sólo es posible jugar con las contingencias. Los dos
creemos lo mismo.

d d Hace poco que hemos perdido a nuestras respectivas novias.


En 1977 las chicas están tan obsesionadas como los chicos por
tener libertad de elección, pero el corazón de los chicos no lo
entiende. Estamos magullados, como las manzanas que Robert
Frost reserva para hacer sidra. Adiós, Bettma. Recreándome en la
novedad de tener la atención de una mujer, pensaba que acabaría
casándome con ella. Habrá otras, pero yo aún no lo sé, y de todos
modos la poesía es la amante más fiel.

d d Paso largas horas solo y a oscuras en mi cuarto de la residencia


estudiantil. El amor a la poesía es mi paradójica cruz. Quiero
comprender los lastres de la vida, verlos como una caja de
monedas
extranjeras que han sobrado de un viaje- Si la lectura es
evanescente, ¿es doblemente buena? El acto físico de la lectura me
elude, y que me lean resulta inehcaz, incluso inútil. Ser capaz de
percibir la letra impresa Curante breves instantes no es leer, es
descifrar; una expenencia «extraliteraria» por definición. Y aunque
la ceguera te mantiene apartado del mundo, las palabras, nuestra
ma-

d dI
d d 104

d d 105

d
d teria prima común, son tan reales como fideos en la sopa

d d ¿Quién necesita leer aprisa? Cuando alguien muere en

d d Nepal, sus parientes hacen guirnaldas de flores amarillas y

d d las hacen flotar sobre el río sagrado para formar un puente

d d al más allá. Éste no es un trabajo en una línea de montaje

d d Así que leo despacio.

d d Mientras recorro la recta final de la vida universitaria, me


siento mareado y a menudo tengo resaca. Me he pasado a los
licores fuertes y casi todas las noches bebo con Jim Beam. Cuando
me despierto a veces descubro que he roto una silla o, peor aun,
que me he caído en la chimenea en una fiesta o que he vomitado
violentamente sobre la alfombra persa de alguien.

d d La ansiedad previa a la graduación es típica. Ya se sabe que al


final de una carrera universitaria los estudiantes se desarman como
un banjo viejo, que sus cuerdas estallan. Estamos a finales de
mayo, la temporada de los accidentes de moto y los exámenes
suspendidos. Por suerte, mi perseverancia da frutos y aunque no
puedo explicar cómo, me gradúo con las notas más altas en
literatura inglesa y con un diploma cum laude. Sin embargo, los
últimos meses son puro vértigo.

d d Aprendo a tomar aspirinas sin agua.

d d A veces, entre clase y clase, me siento en la capilla, mi árbol


hueco. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas. MI pelo, otra vez
largo, cae sobre las lágrimas. En el rincón más oscuro de la capilla
mastico las puntas de mis bigotes. Los que me vean pensarán que
se me ha muerto un ser querido.

d d Sentado en el banco de la iglesia, no hay discípulos m mesías,


sólo las lágrimas y, ocasionalmente, mis fantasías caricaturescas:

d d Hola. Me llamo Evelyn Wood y soy la reina de los

d d 106
d d cursos de lectura rápida. Antes era como/tú, una desgraciada
que quería leer a Proust. / ^^/

d d Lleva un turbante plateadocón una amatista en el

d d centro.

d d Un día estaba junto al mimeógrafo y me dije: «¡Evelyn, puedes


convertirte en una lectora veloz!» ¿Y sabes qué? ¡Lo conseguí!

d d Claro, Evelyn, sólo hay un problema. Yo soy un desgraciado


ciego. ¡Un desgraciado ciego! Milton sin hijas.

d d Ah. Eso sí que es un problema. ¡Lo siento mucho, cariño!

d d ¡Puf!

d d Incluso así, sin gurús, tengo mis buenos momentos fuera de la


clase. A siete kilómetros del campus, tras una larga caminata a
través de huertos y frescos prados, encuentro un inmenso roble
’con la hoja oxidada de una guadaña clavada al tronco. Los
granjeros que iban a pelear en la guerra de Secesión dejaban esas
cuchillas en los árboles antes de partir; su particular versión del
lazo colgado al poste de una valla. Todavía quedan árboles con
guadañas de soldados que no regresaron nunca. Este roble me
parece más notable aun, porque en las ramas más altas ha hecho
su nido una hembra halcón de cola roja. No me deja sentarme bajo
el árbol, pero lo hago sólo para oírla chillar mientras
planea sobre mi cabeza.

d d Una tarde calurosa en que mi miedo por no saber adonde lr ha


alcanzado su punto culminante, me encuentro con Shepard de
camino a la estafeta de correos. He enviado solicitudes para los
cursos de licenciatura y espero una respuesta.

d d En ese momento no sé qué estoy haciendo. No hay sitio para


mí en la indiferente música marcial del mundo. Soy como Woody
Allen en Toma el dinero y corre: él toca el cello

d d B 107

d
d en una banda, arrastra el enorme instrumento y su banquito en
un hilarante esfuerzo por no quedarse atrás en el desfile

d d Teniendo en cuenta que no hay proyectos prácticos de


colocación para invidentes, ¿dónde puedo ir? Estoy exhausto,
cincelando el aire del mediodía con las pupilas transmutadas
alquímicamente, líquidos calientes en proceso de convertirse en
cera. ¿Quién va a ofrecerme un empleo?

d d Acabo de tener una fantasía en la que Evelyn Wood, la reina de


la lectura veloz, llevaba un turbante plateado y me hablaba de
Proust.

d d Shepard es un tipo tranquilo. Después de graduarse se irá a


Boulder, Colorado, donde piensa estudiar carpintería, hacer
instrumentos musicales. Tocar en bares.

d d Pienso en Leadbelly, el «rey de la guitarra de doce cuerdas», el


cantante de blues de Luisiana. En los años veinte solía viajar por el
sur con su compañero ciego Lemon Jefferson. Subían a los trenes
como polizones fugitivos, tocaban blues.

d d Quizá yo pueda ser el ciego Lemon y seguir a Shepard a


Boulder. Pero está el problema de la dependencia. ¿Quién podría
vivir como el ciego Lemon, siguiendo a alguien, esperando en
callejuelas oscuras a que Leadbelly regrese con una salchicha y un
vaso de whisky? No. Yo soy incapaz de seguir a Leadbelly, de vivir
lleno de ansiedad como hice una vez en una ciudad griega:
¿Volverá Bettina? Me prometió que sí. ¿Y si no vuelve? ¿No sería
terrible?

d d Seguir a otros por necesidad no es el sustituto de una


habitación propia; eso lo tengo claro. Necesito vivir como Carl Jung,
que tenía una torre de piedra donde rumiar en privado. Robinson
Jeffers tenía Tor House, un castillo junto al mar en Carmel,
California. Montaigne tenía una especie de torre. Mierda; yo no
necesito una torre. Me bastaría con una tienda de campaña. ¿Acaso
el joven Robert Lowell no puso una tienda en el jardín de Alan Tate?
Pero él podía

d d 108
d d ieer. Yo necesito un acompañante. ¡Maldita sea! ¡Detesto a los
acompañantes! Hablan, ríen, luego se quejan o quieren alg°- ¡N°
naY nada Peor °lue l°s deseos de otros!

d d En la oficina de correos Shepard se demora en la puerta,


fumando y bromeando con unos amigos. Yo entro y recojo mi
correspondencia. Debo encontrar a alguien que me las lea. Shepard
está demasiado entretenido y estas cartas son importantísimas. Las
aprieto contra mi frente mientras la gente pasa presurosa a mi
alrededor.

d d En la televisión, Johnny Carson con una toalla roja en la cabeza


interpreta al Gran Karnac, un infame adivino que se pone un sobre
cerrado en la frente y da una respuesta ingeniosa a un invisible
acertijo. Es un número estupendo: nadie se parece menos a un
adivino que Carson, que tiene toda la pinta del suburbanita típico. Y
es divertido ver cómo los grandes poderes de perspicacia se
derrochan en desatinos.

d d ¿Quién me dirá lo que dicen


las cartas?

d d Voy andando hasta la piscina donde practico natación varias


veces a la semana. Es la única forma de mantener una semblanza
de flexibilidad en mis doloridos hombros y espalda. Con el tiempo
he hecho amistad con Solomon, un sino que dispensa toallas y
buen humor.

d d Aquí las tienes, Sol. Léelas y llora.

d d ¿Qué pasa? ¿Te han reclutado en cinco ejércitos?

d d Sí. La infantería ciega es muy competente.

d d Bien, veamos, ésta es de la Universidad de Iowa.

d d Léemela.

d d Iowa tiene una facultad célebre por sus poetas. Yo he s©*-


nado con ir allí desde que descubrí la poesía.

d d A ver, a ver, aquí está: «Me complace informarle que ha sido


admitido para realizar estudios de licenciatura en el íaller de
Escritores.» ¡Eh, tienes ojos de lince!

d
d En la ciudad de Iowa me pregunto cómo encontrar lectores que me
guíen a través de mi arcano privado de la sabiduría popular egipcia, las
leyendas finlandesas, las complejas divagaciones de Ezra Pound, las
concordancias, los pequeños-diarios literarios y los poemas
mimeografiados.

d d Mi condición de ciego me da derecho a recibir asistencia de la


Seguridad Social. Fue mi padre quien me animó a solicitarla, pues
aunque evita tocar el tema de la ceguera, ha leído en el periódico que
las personas con deficiencias visuales tienen derecho a un subsidio del
estado. Recibo su consejo no solicitado en un silencio prácticamente
absoluto, pero cuando estoy solo descubro que el subsidio es
demasiado generoso para dejar pasar la oportunidad.

d d En el edificio de la administración federal relleno formularios con la


ayuda de un hombre muy sonrosado que tiene una sonrisa enorme y
una cortesía imposible de encontrar en el Este. Lo que dicen del interior
es cierto. Aquí ’a gente es cordial, optimista, y hasta se interesa por los
demás.

d d ¿Ya conoces a Barry, de la Comisión de Iowa? pregunta mientras


hablamos del subsidio para minusválidos.

d d Yo ignoro qué es la Comisión de Iowa. Me suena a algo

d d in

d d1

d
d ligeramente ominoso, como si se tratara de un grupo destinado a
investigar a Alger Hiss. Pero está hablando de la Comisión para
Invidentes, una organización creada por el estado.

d d Una semana después me visita Barry, mi primer consejero


ciego. Es un tipo seguro, compuesto, sereno y, sí, también cortés.
Viste un sombrero italiano de ala ancha y una cazadora de cuero.
Lleva un bastón blanco plegable. A veces lo usa para localizar el
bordillo de la acera o los peldaños; otras veces lo pliega con
habilidad, como si fuera un metro de carpintero, y se lo mete en el
bolsillo de los téjanos. Nunca he conocido a nadie como él. Es el
segundo ángel de mi vida después de la señora Edinger, que
estaba convencida de que con un poco de esfuerzo adicional yo
aprendería a leer.

d d Barry aparece en el umbral de mi apartamento y ríe.

d d ¿Así que quieres abrazar la minusvalía? pregunta. (Es lo que le


he dicho por teléfono). ¡Yo también! ¡El problema es que la
minusvalía resulta demasiado difícil de encontrar! añade.

d d Ése es un chiste de ciegos. No me engañas. Es un típico chiste


de ciegos.

d d Barry está en el interior de mi apartamento, abriendo un


maletín grande de ejecutivo.

d d Veamos. ¿Has sufrido la retinopatía del prematuro?

d d Sí.

d d ¿Has ido a una escuela pública?

d d Sí. <

d d ¡Supongo que no fue fácil!

d d Tampoco lo es ahora. ’>í

d d Está montando algo que suena como el trípode íáe una


cámara. ?
d d ¿Alguna vez has usado algo así? Es un magnetófono de bolsillo
con pedal. Pones el pedal bajo el escritorio y 1°
d d 112

d d Oisas cuando quieres grabar. Te deja las manos libres para


sujetar los textos, que con suerte estarán exclusivamente en

d d letra ampliada.

d d No hay muchos libros con letra grande, ¿no?

d d .No. Pero vamos a darte un CCTV. Es un circuito cerrado de


televisión con una cámara de alta resolución. La cámara explora la
página y la televisión amplía mucho la letra. Puedes poner
cualquier cosa debajo. También te conseguiremos lectores. Y en la
biblioteca encontrarás libros en discos y cintas...

d d »La verdad es que no hay solución para una ceguera como la


tuya. Durante breves momentos ves algo, aunque no muy bien. En
otras ocasiones te resulta imposible, incluso doloroso. ¿Estoy en lo
cierto?

d d Estoy boquiabierto, al menos figurativamente. He aquí un


desconocido qué me entiende: es algo tan hermoso e imprevisible
como el invitado que aparece en los poemas de Kabir, el invitado
que en realidad es un dios, pero un dios que hace tiempo que te
conoce.

d d Barry se pasea por la habitación, examinándola con verdadera


perspicacia.

d d ¿Esto es una bicicleta?

d d Sí. Yo...

d d ¡Deshazte de ella!

d d Bueno, yo...

d d Los ciegos no deben montar en bicicleta, aunque muchos lo


intentan. Enséñame tu lugar de trabajo.
d d Lo conduzco a la mesa de la cocina, un caos de papeles y
libros. De hecho, un nido de ratas.

d d -De acuerdo. Te conseguiré archivadores. No deberías


perder tiempo buscando las cosas.

d d Hace una pausa. Fuera ha empezado a llover y los cristeles se


cubren de gotas.

d d Hoy es el día en que caen todas las hojas dice. Lo


d d4

d d ”3

d
d detesto porque durante varios días las aceras son como sue. los
enjabonados.

d d Dime dice más tarde, cuando salimos a tomar una taza de té.
Tus padres no sabían cómo ayudarte, ¿verdad?

d d Bueno, creo que les faltaban palabras. Conocían una parte del
vocabulario necesario, como «desprendimiento de retina» o
«ceguera oficial», pero les faltaba el lenguaje emocional.

d d Así que no hablabais del tema.

d d Lo cierto es que no. Creo que se sienten culpables.

d d No es sorprendente, ¿sabes? La ceguera es deprimente. En


muchos sentidos no es la peor de las minusvalías, aunque
comparar el dolor no sirve de nada. Pero descubrir que te estás
quedando ciego o que tu hijo es ciego es un mazazo.

d d ¿Tus padres hablaban de ello?

d d Yo no me quedé ciego hasta pasados los treinta... fue a causa


de la diabetes. Mis padres se portaron muy bien, me ayudaron a
leer sobre el tema y a encontrar especialistas. Pero en muchos
casos los padres se deprimen y demasiado a menudo no hablan lo
suficiente del asunto.

d d Mientras volvemos a mi apartamento por Dubuque Street, me


dice:

d d Deberías llevar uno de éstos. Agita el bastón. Tienes que


aceptar lo que eres.. El bastón sirve para seguir vivo. Tiene toda
clase de funciones. Los demás entienden tu situación. Pasas menos
tiempo dando explicaciones. Los coches reducen la velocidad... ¡por
lo menos la mayoría! Y puedes chocar impunemente con las
mujeres. ¡Así conocí yo a la mía!

d d Escucho las ideas de Barry... de hecho, lo escucho con


atención. Me dice que la ceguera no es un juego. Excusa con tacto
mi silenciosa exploración para darme un justificado empujón. Y
como todos los empujones justificados da miedo. Está incitándome
a dar la cara; el bastón es una in-
d d 114
d d ’¿ÍÍJ/i’f M.\]

d d itación a desnudarme en público. Necesito meditar sobre us


consejos, rumiarlos durante una temporada. >

d d Una semana después, durante una terrible ola de


calor/empiezan las clases. El Taller de Escritores está en un edificio
moderno, a la orilla del río lowa. Hay humedad, el agua rezuma
vapor y hasta es posible oír respirar a los sauces. Poe|as y
novelistas se han reunido aquí durante décadas; los profesores
cuentan sus recuerdos y los estudiantes dan largos paseos, llenan
sus cuadernos, descubren el té negro importado.

d d Las clases son variopintas; algunas parecen terapia de grupo,


otras se convierten en reuniones de científicos. En cada sesión el
aprendiz de poeta lee en voz alta su trabajo mientras otros lo
siguen con copias. Un célebre poeta consumado presid*e la
subsiguiente discusión.

d d Durante los dos años que pasé allí, la facultad usaba un


mimeógrafo para reproducir el trabajo de los alumnos. Todos los
miércoles repartían cuadernillos grapados con letras violetas para
que los examináramos. El objetivo era analizar exhaustivamente las
páginas. En clase hablaríamos de nuestras notas.

d d Para mí era imposible


leer esas páginas, y pedir a mis cornpañeros que las leyeran en voz
alta y añadieran mis comentarios críticos resultaba incómodo. Los
poetas jóvenes se irritan, maldicen, experimentan sublimes
derrotas, brillan como mica. Cada poema se alza sobre ellos como
un dirigible al que deben saludar, disparar, neutralizar con un
hechizo, o del que deben huir.

d d Escribir poesía es una actividad monástica. Y los monjes saben


que la devoción por Dios es a la vez ira y amor. Por eso tantos
hacen votos de silencio. Pero en lowa hacíamos yotos de
elocuencia.

d d La primera semana del semestre me visita Terence, un

d d 115

d
d compañero poeta que se ha ofrecido a leerme las páginas de
«ejercicios». Es delgado, pálido, y abre las manos como ramas en el
aire abstracto mientras recita versos de los poetas franceses:
Mallarmé, Nerval. Es un poeta inteligente, aunque no le gustan sus
compañeros de clase. Lo descubro mientras lee. Lo recuerdo
diciendo algo así:

d d Bien. Aquí tenemos un poema de Miriam. Ejem. Vaya es otra


efusión de la reina de los mares. ¡Tiene un baúl lleno de éstos!

d d Por favor, limítate a leerlo. Tengo que sacar mis propias


conclusiones, ¿de acuerdo?

d d De acuerdo. Allá vamos. Ejem. No tiene título. «La valiente


duerme un rato/ naturalmente el pasado está con ”^ ella/ la
belleza disuelta en la materia, en las calles estrechas/ por donde
pasa sin ser vista.»

d d Hace una pausa.

d d ¡Por favor! ¡El puñetero mar se está muriendo de amor! ¡No lo


soporto!

d d Enciende un cigarrillo.

d d Eh, ¿tienes coca-cola? No puedo leer esto sin cocacola.

d d No, lo siento. ¿Quieres zumo de naranja?

d d No. El zumo de naranja es asqueroso.

d d ¿Café instantáneo? 7

d d Olvídalo.

d d Le oigo arrojar las cenizas en alguna parte.

d d ¿Quieres un cenicero?

d d No, gracias.

d d ¿Dónde está tirando la ceniza?


d d Sigue leyendo, ¿vale?

d d Vale. «Incluso Odiseo/ en su fría soledad/ es incapaz de verla


ahora.»

d d Se detiene otra vez.

d d ¡No es más que un refrito de Antonio y Cleopatral

d d 116

d d Terence, todo es un refrito de Antonio y Cleopatra:

d d Sigamos. /

d d Saltémonosla. Aquí hay uno de Rc/ger. Yo lo llamo

d d Harpo porque es un surrealista musical.

d d Empieza con el poema de Roger. \

d d Se titula «Perros de la noche». «Aquí están, con sus esponjosos


cerebros llenos de sangre/ olfateando detrás de un albergue de
campesinos./\Incroyablel La chica de la cocina les da tripas, lengua
y testículos/ pan de ayer...»

d d Pausa.

d d ¡Los campesinos nunca sueltan esas cosas!

d d Está verdaderamente indignado.

d d Roger imita a un poeta checo, Moroslav Holub. Los checos se


deshacen de las tripas, ¡los franceses, no!

d d Está abstraído, haciendo una lectura intestinal del carácter de


las naciones.

d d Cuando se va, descubro que ha aplastado cinco cigarrillos en


mi souvenir de la Tierra Santa, un plato de madera en cuyo centro
hay una burbuja de cristal que contiene agua del río Jordán.
d d En los bordes hay ilustraciones de Juan el Bautista, Jesús y los
discípulos. Es un pequeño artículo de kitsch sagrado que me regaló
mi abuela. A veces, cuando tengo la vista muy cansada, me lo llevo
a la oreja como si fuera una concha de mar y oigo el agua del
Jordán/. (Terence le ha quemado el contorno.) ¡Es perfecto! /

d d En clase las críticas son acaloradas, y puesto que no puedo


*eer las copias mimeografiadas permanezco sentado en la niebla. A
veces levanto la mano y digo cosas como:

d d Paul Klee creaba muñecos para niños, primitivos, pintados a


mano. Este poema tiene la cualidad de un relicario,
del inconsciente universal.

d d ”7

d
d JT^q-T-

d d ¿Qué otra cosa puedo hacer? Escucho con atención pero las
luces fluorescentes me producen un bizqueo vidrioso, y en cada
discusión verborreica vuelvo a ser el niñ0 de primero de primaria,
escuchando en un esfuerzo n0r descubrir lo que hay en la pizarra.
Cuando me llega el turno de leer mi poema, lo recito de memoria,
sujetando el papel como si estuviera leyendo. En retrospectiva, me
parece tan idiota hacerme pasar por vidente. ¡Requiere tanta
energía!

d d En ese moderno edificio junto al río Iowa me sentaba en los


acogedores seminarios con unas gafas inútiles sobre la nariz y una
música imaginaria ante mí. Estaba en mi autoconstruida villa de
Saint Ovide, un ciego en una farsa.

d d Hoy tenemos un mundo maravilloso de tecnología adaptada


para los ciegos: máquinas lectoras Kurzweil, ordenadores parlantes,
braille y terminales conectadas a Internet. Y lo que es más
importante, en Estados Unidos tenemos el Acta de Minusvalías,
firmada por el presidente Bush en 1990, que es una garantía de
respeto a nuestros derechos civiles. Sin embargo, en las
universidades todavía reinan monarcas absolutistas. Por lo tanto, la
educación superior es una carrera a contrarreloj. Los semestres son
contiendas cronometradas. La rapidez de absorción es lo único que
cuenta. En esta carrera, las personas con deficiencias visuales
quedan reducidos a animales depravados. Los libros pasan flotando
junto a nuestras manos tendidas.

d d Me siento en la desvencijada silla del despacho del profesor


Gambrel. En mi imaginación, él es un fallido cuadro de la
austeridad. Su ferocidad académica ha echado raícesLas mangas
de su americana son demasiado cortas. El nudo de su corbata está
mal hecho.

d d 118

d d jvíe inclino hacia adelante, buscando a tientas el borde riel


escritorio, y empiezo sin saber qué quiero decir exacta/

d d mente. _ f _/

d d Me temo que necesito mas tiempo para termmar la


d d monografía. Mi voz suena nasal. En realidad/es para investigar,
porque ya he leído todo el material. Pero el problema con mi
deficiencia visual es que no puedo leeit mucho por vez. \

d d Tengo la carta dirigida «a quien corresponda» en el bolsillo por


si este erudito de las palabras necesita leerla.

d d En los cursos de doctorado no es admisible conceder tiempo


adicional.

d d Su voz es gutural, como el agua que una vez oí entrar y salir


del tubo de escape de una vieja lancha. Su cara flota ante mí como
una perenne rosa rosada, una flor de cemen-

d d terio.

d d No se trata de que sea admisible o no, como si estuviéramos


en la oficina de reclutamiento del Pentágono. La cuestión es que no
veo.

d d Entonces no debería estar aquí.

d d Claro, tiene razón. Supongo que Milton, Hornero y Joyce


tampoco podrían haber estudiado en este departamento, ¿no?

d d ¡Creo que no hay sitio para usted en mi clase!

d d Una vez
fuera me apoyo contra un muro de ladrillos y siento ganas de
vomitar. Es noviembre, pero todavía hay quiscales en las
enredaderas que cubren el edificio. Recuerdo que una vez le dije a.
¡T. J. que los quiscaks se alimentan exclusivamente de mierda. Este
pensamiento me anima. Imagino a Gambrel y a sus hombres del
siglo xvii reunidos y tomando un tentempié de excrementos.

d d Tendré que ir a ver al rector para hacer valer la ley y tefliinar el


libro, la monografía, la gestalt.

d d 119

d
d Hola, decano, me temo que al igual que Spinoza necesito más tiempo
para mis mónadas.

d d Paso la noche en vela con Hal y Vernon. Tres jóvenes despiertos en


un apartamento de estudiantes una bochornosa noche de verano. Hal
es de Luisiana y se crió, literalmente en un enorme basurero industrial.
Su padre vendía de todo desde motores de aviones usados hasta
tapices chinos. Hal habla siete idiomas con fluidez, escribe poemas
imaginativos y musicales y cocina enormes lenguas de buey y sopas de
campesino en su pequeño hornillo a gas. Lo hace todo con pasión; corre
maratones o conduce toda la noche para ver un fresal al amanecer.

d d Vernon no está contento en esta ciudad estudiantil del Medio Oeste.


Hace casi un año que no consigue escribir nada, así que se queda
leyendo en la biblioteca o va al cine. Se siente deshonesto y en los
seminarios entrega trabajos antiguos. Alguien me dice que se parece al
poeta británico Philip Larkin: serio, hosco, grueso y con gafas.

d d Tenemos una botella de aguardiente y galletas suecas de centeno.


También hay huevas de pescado, arenques y ceboHitas en vinagre, un
cartón de cigarrillos y una botella de vodka.

d d Vernon nos habla de los antiguos estudios de cine en Queens,


Nueva York.

d d Los hermanos Marx hicieron películas allí porque no les gustaba


Hollywood, igual que a Woody Allen. Pensaba que era una ciudad
antisemita. ¿Recordáis la célebre frase de Groucho: «No pertenecería a
un club que me aceptar3 como miembro»? No fue un chiste. Quiso
ingresar en varios clubes sociales, pero no se lo permitieron porque era
judío. Y Groucho no soportaba los clubes de judíos.

d d ¡Y una mierda! dice Hal. ¿Por qué Groucho iba3

d d 120

d d querer

d d entrar en clubes? ¡Es absurdo! ¡Es como si un da-

d d Lísta quisiera convertirse en bibliotecario!

d d No puedes practicar el dadaísmo sin tener libros para

d d recortardigo yo.
d d Ya, pero los dadaístas encuentran los libros en la calle.

d d Fumamos con las luces apagadas. Una única vela amarillenta


proyecta un trémulo resplandor devoto sobre nuestras caras. Con la luz
apagada soy incapaz de identificar los sencillos objetos que me rodean
y en más de una ocasión se me caen las gafas o arrojo la ceniza en el
vaso de otro. Así que Vernon bebe su vodka con ceniza. No parece
notarlo.

d d Después de horas de aguardiente y vodka, Vernon saca algo y dice


que es opio. Él y yo lo fumamos con tabaco y nos quedamos hasta la
madrugada escuchando las últimas composiciones de Berlioz. El sucio
apartamento huele a drogas y a cigarrillo. Al amanecer caminamos
hasta el río, creyendo que seremos capaces de nadar.

d d Si tropiezo, los demás creen que es por la bebida. Cuando no veo la


roja boca de riego, dan por sentado que es consecuencia del opio.
Desde luego. Desde luego. Y los ojos giran en mi cara; dos uvas
envenenadas
en un mar de carne.

d d Son las seis y cuarto de una mañana de julio y Hal canta a voz en
cuello unos versos de Bertolt Brecht.

d d En el puente desde donde nos proponemos saltar al río nos


encontramos con un evangelista. Según dice, se ha pasado la noche en
vela «estudiando». Bolsas llenas de pequeñas biblias cuelgan de su
bicicleta. /

d d ¿Adonde vais, muchachos? /

d d Los tres nos hemos reunido en el puente para suicidarnos juntos


responde Vernon. Nuestra familia ha muerto en un accidente aéreo.
Nosotros dos somos herman°s y éste es nuestro primo. Señala a Hal.

d d Nuestro primo Hal no ha hablado desde el accidente.

d d in ,A!

d d 121

d
d Hal, que tiene una constitución atlética, salta con agilj. dad al
parapeto metálico del puente y empieza a andar como una figura
de un sepulcro egipcio.

d d No parecéis suicidas.

d d Lo sé dice Vernon. Todavía no estamos muertos,

d d Pues yo no pienso permitir que saltéis desde este puente. Está


a doce metros de altura y debajo del agua hay bloques de cemento.
Si caéis sobre uno de ellos, moriréis, o por lo menos quedaréis
tullidos. Y aunque no caigáis sobre ellos, la corriente es muy rápida.
Os ahogaríais despacio, y ésa es una de las muertes más horribles.

d d ¡Joder! ¡Cómo eres! grita Hal, que salta del parapeto y se ata
los cordones. Me das ganas de correr y correr, de salir pitando de
aquí. Me inspiras pavor.

d d Echa a correr. Vernon y yo lo seguimos. Corro más aprisa que


nunca, delirante en nuestra huida infantil.

d d Pero Hal es más ágil y en treinta segundos nos deja atrás. La


natación me mantiene en un estado físico que me permite seguir,
pero Vernon se queda atrás. De buenas a primeras estoy corriendo
por la orilla del río como cualquiera de los que hacen footing por las
mañanas y siento la misma premonición de acontecimientos
importantes que suelen experimentar los borrachos.

d d Por suerte la acera es uniforme y está en buen estado. Creo


que puedo seguir adelante un largo, largo trecho. No hay cambios
súbitos en el terreno. Estoy a salvo, volando con los brazos
extendidos y el corazón desbocado en el pe* cho. Mis ojos son
como las manzanas que el viento arroja de los árboles en otoño:
dulces, brillantes, inútiles. Pero soy una ola, una bendición, cada
parte de mí está aceitada. MI amigo ha quedado muy lejos.

d d Entonces oigo gritar a varios hombres. Es una cuadrilla de


obreros; estoy seguro.

d d Acaban de asfaltar un tramo del camino y el cement


d dm
d d 122

d d stá húmedo y liso como el mármol. ¡Y ahora el mejor corredor


del mundo, Paavo Nurmi, yo mismo, gira hacia su oasis en vías de
solidificación!

d d Ivle precipito sobre él como un pájaro enorme, con el cuello


estirado y las alas desplegadas.

d d Caigo en el corazón de su obra, horrorizado, encogido,


estúpido. Segundos antes tengo un aspecto glorioso o al menos eso
pensaría uno de cada diez hombres y de súbito resbalo de cabeza
en el cemento que comienza a secarse.

d d Silencio.

d d Uno de los obreros me levanta y me da la vuelta.

d d Habla como un cascarrabias escapado de un dibujo animado.

d d ¿Qué diablos... cómo mierda... no has... es que eres

d d CIEGO?

d d Tengo cementó en el pelo y en la barba. Cuelga de mi camisa


como pieles atadas al cuerpo de un cazador. Sssí. Trato de
recuperar el aliento. Soy ciego. Lo digo sin ambages, con una
serenidad que me sorprende incluso a mí. Como si le dijera qué
número calzo al dependiente de una zapatería.

d d ¡Mierda! ¿Quieres decir que eres ciego de verdad? Sí. Sé que es


una locura correr de esta manera. Mire,
lo siento, lo siento mucho. Yo...

d d ¡Es CIEGO! Es como si le dijera a los otros que soy su madre.


¡Es mi MADRE! ¡Mi puñetera MADRE, aquí mismo, sobre el
cemento! ¿Cuántas probabilidades hay de que pase a^go así?. ¿Y
siendo ciego corres de esa manera?

d d Ha sido una imprudencia. Pero por aquí casi nunca ftay nadie,
ni nada contra lo cual chocar/. ¿Haces esto a menudo? ’

d d No. Por lo general, practico natación. Ya. ¡Cuando el cemento


se te seque en la pierna, me Cantaría tirarte en la piscina! /

d d ”3

d
d En un solo minuto han pasado de creer que soy un tigr rojo de la
desgracia a pensar que soy un imbécil. Y ahora está claro que soy
otra criatura, un gusano recién nacido en la primera nevada, un
espécimen imposible de clasificar.

d d Mira dice el hombre que se presenta como el capataz. Mi tío es


qiego. Sólo ve colores. Deberías comprarte un perro lazarillo. Estás
loco. Por lo menos corre con un acompañante. Hace una breve
pausa. ¡Un acompañante que vea!

d d »¿Sabes qué hizo mi tío cuando perdió la mayor parte de r la


vista? Se fue al centro comercial y condujo haciendo ochos por el
aparcamiento. ¡Fue y volvió sin hacerse un solo rasguño! ¡Su
esposa ni siquiera se enteró de lo que había hecho! Después se
compró un perro.

d d Para mi sorpresa, el tipo se ofrece a llevadme a casa en un


camión de la universidad. Ojalá recordara su nombre.

d d El perro lazarillo es una salvación; de veras.

d d Y aquí estoy, de nuevo en mi apartamento, avergonzado, más


sabio, parpadeando furiosamente para ahuyentar el cansancio, las
lágrimas o ambas cosas, despegándome de los muslos los téjanos
cubiertos de cemento, preguntándome qué clase de Buda es aquel
obrero.

d d Quizá creyera que no le prestaba atención. Cuando escucho, o


más precisamente cuando oigo, tengo una expresión facial
inmutable, una permanente cara de póquer. Y sentado en el suelo
del cuarto de baño la mejor postura para quitarme el cemento de
los brazos y las piernas siento que la idea del perro lazarillo ha
hecho mella en mí. Pero desde el punto de vista emocional, todavía
no soy un adulto.

d d Recojo la ropa estropeada y la arrojo a un contenedor de


basura. Mañana recibiré el talón de la Seguridad Social. Me
compraré unas zapatillas de deporte y unos téjanos nuevos.

d d 124
d d Barry se reune conmigo en la cafetería del centro de
estudiantes. Está de un humor estupendo, animado y lleno de
optimismo. La universidad ha comprado una de las primeras
máquinas lectoras Kurzweil para ciegos.

d d ___Es un aparato increíble dice mientras se pone leche en


polvo en el café. Es como una fotocopiadora con una bandeja de
cristal donde pones los libros. Explora las páginas y transmite la
información impresa a un ordenador incorporado, que la convierte
en voz sintética.

d d Bromeas.

d d Estamos en 1980 y los únicos ordenadores de los que he oído


hablar hasta el momento son los que detectan misiles en el
Pentágono o los que fisgonean para Hacienda.

d d Sí dice Barry con la taza en la boca. Dentro de la máquina hay


un microprocesador. Toma la imagen fotocopiada, y usando un
programa de sintetización de habla, hace coincidir la letra impresa
con un aparato reproductor de voz. He leído al respecto, pero
todavía no he oído cómo habla. ¿Quieres echar un vistazo?

d d Me lo tomo a broma. \

d d Apuesto a que es la voz de)Nixon y por la noche, cuando no


hay nadie, habla de toda la gente que
le ha perseguido.

d d Sí, y luego intenta ligar con la I fotocopiadora.

d d De camino a la biblioteca Barry despliega el bastón.

d d Iré hasta allí dando ejemplo, cantinando despacio y Apuñando


un gran bastón. /

d d Eres más valiente que yo, Barry. [Estoy hecho un lío.

d d ¡Eso ya lo sé!

d d No sé. No sé. Padezco de NVM, o sea No Veo una Mierda, pero


soy incapaz de llevar bastón.

d d Te diré cuál es tu problema. Se detiene. Estamos en un túnel


debajo de las vías del ferrocarril. Es sábado por la mañana y somos
los únicos peatones. Tienes miedo de

d d 125

d
d .*

d d que te vean como a un minusválido a pesar de que tiene una


deficiencia visual importantísima. Lo entiendo Cualquier
minusválido lo entendería. Franklin Roosevelt incluso llegó a un
acuerdo con la prensa para que no lo fotografiaran en silla de
ruedas. Pensaba que su minusvalía iba a arruinar su imagen de
líder poderoso. ¿Y sabes una cosa? Los tiempos no han cambiado
para muchos discapacitados. Ser claramente minusválido es como
llevar uno de esos canelones que se cuelgan del pecho y la
espalda, sólo que en lugar de decir «Coma en Joe’s» dice
«¡Miradme!» «¡Asustaos!», «¡Esto puede ocurriros a vosotros!».

d d Hace una pausa. Un coche de segundad del campus pasa a


nuestro lado. Uno de los guardias baja la ventanilla.

d d ¿Necesitáis ayuda, muchachos?

d d No, gracias responde Barry y añade-: Aunque nos ayudaría


mucho si nos dijera la hora. Estamos esperando que abra la
biblioteca.

d d Son las ocho y treinta y cinco. Debe de haber abierto ahora


mismo.

d d ¡Estupendo! Gracias.

d d Por primera vez reparo en el notable aplomo de Barry, y pienso


vagamente que el bastón blanco tiene una influencia positiva. La
idea de que el personal de seguridad del campus nos ofrezca ayuda
me estremece, al menos momentáneamente.

d d ¿La gente te ofrece ayuda a menudo?

d d Claro, constantemente. Ven el bastón y procuran ayudar.

d d ¿Y eso no te molesta?

d d Desde luego, pero todo depende. En este caso el guardia se


preguntaba si estaba perdido. Y ¿sabes una cosa? A menudo
necesito que me orienten. Así que lo agradezco. Otras veces
alguien me ve a punto de cruzar la calle, me agarra del brazo sin
preguntar y tira de mí como un agente

d d 126

d d i i servicio secreto protegiendo al presidente. Es una expeiencia


extraña y muy molesta. Como si dieran por sentado ue la ceguera
es una enfermedad mental. Es la misma clase de persona que
habla con tus amigos en los restaurantes; va sabes, toma el pedido
a todo el mundo, luego hace una ñausa y le dice a los videntes: «¿Y
qué tomará e/?» ¡Esa gente te vuelve loco! Igual que los que creen
que porque eres ciego no oyes bien y te gritan.

d d »Pero yo no cambiaría nada de eso por tu lucha constante.


Para ti, decirle a un profesor que eres ciego se convierte en una
ordalía porque ellos no entienden que seas ciego y vayas por ahí
sin bastón y sin perro. Naturalmente, no es de su incumbencia si tú
usas bastón o no. Ya lo sé. Pero en lo que respecta a tu seguridad y
a la facilidad para desempeñarte en el mundo, te aseguro que usar
este maldito chisme lo cambia todo. Nos sentamos en la escalinata
de la biblioteca mientras me fumo un Marlboro retorcido; el último
del paquete.

d d Vale digo a través de un chorro de humo con la única intención


de hacerlo callad. Consigúeme un bastón.

d d No soy instructor de /Orientación y Movilidad, así que no puedo


enseñarte
la técnica para usarlo. Pero tengo un bastón plegable de más y creo
que deberías llevarlo en la mano para que los conductores se
enteren de tu situación. Luego te enviaremos a alguien pitra que te
enseñe a usarlo bien.

d d De acuerdo, pero por el momento quiero guardarlo en mi


maletín. /

d d Barry accede, convencido de que ha ganado una batalla más


importante.

d d En la biblioteca encontramos la máquina Kurzweil en un


Despacho difícil de localizar. Pero después de dar un montón de
vueltas, hemos llegado. El trasto es grande como una Dadora.

d d 127

d
d Aquí hay cintas que describen cómo hacer funcionar a esta
preciosidad dice Barry abriendo un cajón. Y durante varias horas
jugamos con la tarjeta magnética, localizamos funciones y
finalmente escaneamos una página de texto.

d d Por supuesto, para la demostración he escogido un libro


prácticamente imposible, Tierra baldía de T. S. Eliot. Y con
zumbidos y chirridos la máquina Kurzweil escupe vocales, después
fragmentos de frases, después galimatías y finalmente frases.

d d ¡Vaya, es Eliot! digo riendo. ¡Es perfecto!

d d El poema está lleno de fragmentos en otros idiomas, griego


antiguo, extrañas cesuras y dificultades por el estilo. La máquina lo
ataca como alguien a quien apuntan a la cabeza. La voz es
metálica y confusa, un robot drogado con anfetaminas. Lee y lee y
lee. Cuando llega al final de la página parece estar sin aliento.

d d Pasará otra década antes de que esta máquina pueda leer a


Eliot, y también pasará una década antes de que yo despliegue el
bastón blanco. * *

d d ?L 4

d d Pero estoy madurando. En la ciudad de Iowa innumerables


poetas, pintores, saxofonistas y compositores han encontrado no
sólo buenos oyentes, sino grandes oyentes... y yo no era la
excepción.

d d Con mi amigo Ken Weisner, un poeta y trompetista cte


Oakland, California, escribimos una especie de renga: una
conversación lírica por secuencias que hemos titulado «Doce cosas
que puedo hacer». Es una divertida, cómica perinola de poema al
estilo de Rube Goldberg, creada con el fin de mitigar la angustia
juvenil. Ken redescubre la ternura de su padre muerto hace tiempo,
luego ve a Watt Whitman en un vulgar restaurante griego. Walt
tiene pastel

d d 128

d d ¿e espinaca en la barba. En algún otro sitio, en otra página,


gillie Mays entra en el bar de la esquina, deja su legendario bate de
béisbol sobre la barra y dice: «¡Hombre, vaya si he nid° un buen día
con esto!» Yo, por mi parte, escribo una serie de narraciones breves
con la voz de Nikolai Gogol, que ve fantasmas, padece hipocondría
y le cuenta mentiras estrambóticas a todo el mundo.

d d Es un lujo disponer de meses enteros, incluso años, para jugar


con la gloriosa banalidad de los dolores de crecimiento. Ken, yo y
varios más nos sentamos en un restaurante abierto toda la noche
donde las hamburguesas son gordas y los batidos auténticos, y en
medio de los camioneros hablamos de Kioto, la antigua ciudad
sagrada del Japón. Dos poetas de Macedonia y uno de Nigeria se
unen al grupo e intercambiamos cigarrillos internacionales y jerga
publici-

d d taria.

d d Esos años en Iowa me ofreéen cada noche confabulaciones


novelescas con poetas 4e todas partes del mundo. Poetas de China,
Indonesia, Turquía e Irlanda. Bebemos sin parar y discutimos los
méritos de Neruda o nos preguntamos en voz alta cómo sería Rusia
si Trotski siguiera vivo. Nos sentamos en sillas de mimbre en el Tikki
Bar y hablamos de Nazim Hikmet,
Osip Mandelstam, y de los poemas de amor egipcios traducidos por
Ezra Pound. Comemos nachos y hablamos de los vikingos, de la
Edda Poética, de ’as Sagas de Vineland, del Kalevala, del Mabinogi
y estamos llenos de puñetas, mitos y margaritas. Entretanto Mick
Jagger canta a todo volumen «Sympathy for the Devil». En la calle,
el poeta local que se apoda a sí mismo «el Hombre del Alfabeto» se
sube al terrado de un edificio de ocho Pintas y mecanografía en
papel continuo el poema más argo del mundo, que deja caer sobre
la fachada del edificio.

d d La ciudad está llena de personas que tocan sus instru-

d d 129

d
d mentos. En el archivo de poesía de la biblioteca, el encarga, do
me pasa la edición de 1855 de Hojas de hierba. Pongo la nariz en la
página donde el propio Whitman estampó su sello y respiro.

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d d <« ’^«tww*

d d Pocos meses antes de graduarme en Iowa, me conceden una


beca Fulbright para Finlandia. En retrospectiva, supongo que
esperaba impresionar a mi padre siguiendo sus pasos; él había ido
a Helsinki en dos ocasiones para dar clases sobre las relaciones
entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Mis objetivos son mucho
más confusos. Después de muchas horas de lecturas excéntricas
en la biblioteca de la Universidad de Iowa he amasado unos
conocimientos básicos sobre la literatura finlandesa moderna. En la
propuesta de trabajo afirmo que un nuevo internacionalismo ha
dado relevancia a los principales poetas de Finlandia. La propuesta
es aceptada de inmediato porque suena erudita, pero me aguardan
problemas monumentales. Para llenar ñus lagunas de gramática
finlandesa necesitaré una vez más pizarras y textos de letra
pequeña. Más importante aun, ¿cómo me las apañaré para
desplazarme solo?

d d Le pregunto a mi padre si en Finlandia tiene algún amigo que


pueda ir a buscarme al aeropuerto. Me imagino solo y perdido, con
el equipaje de un año y los ojos ateridos por los verdes y púrpuras
de un sitio nuevo.

d d Casi todos los antiguos colegas de mi padre han muerto, Pero


conoce al amigo de un amigo que es director de un semanano de
Helsinki. Hace algunas llamadas y me telefonea

d d 131

d
d a Iowa para decirme que este personaje remoto, el señoj >
Saarinen, me esperará en el aeropuerto. Me intriga el hecho de que
sea director de una revista e imagino que mantendremos una
cordial conversación sobre literatura.

d d Subo a un DC-10 de Finnair con un maletín lleno de pog, mas


incomprensibles. Soy un pagano de veinticuatro años que cree en
una variopinta colección de dioses y diosas, hagiografías, libros de
sueños, fragmentos de conversaciones oídas a otros. Soy una
paradoja neurasténica: un minusválido que casi se reconoce como
tal, pero que todavía está lo bastante avergonzado para eludir el
tema. Mi masculinidad es frágil, mi amor propio repta alrededor de
la ceguera como un caracol que explora un vidrio roto.

d d Cuando bajo del avión, Saarinen va a buscarme a la zona de


recogida de equipaje. He viajado durante doce horas y estoy
agotado. Tras un momento eléctrico de mutua observación, queda
claro que ese hombre me detesta. Está casi mudo, rígido como un
sacerdote en una película de Ingmar Bergman. Al verme con el pelo
largo, la barba y las gafas de sol al estilo John Lennon, estoy seguro
de que cree que pertenezco al culto de Charles Manson.

d d Tú debes ser Kuusisto dice. He venido a buscarte, pero hoy es


un día terrible para mí.

d d ¿De veras? Lo lamento. ¿Ha ocurrido algo?

d d Soy un hombre muy ocupado y hoy tenía que ir a una


exposición de coches antiguos. Me encantan los viejos coches
norteamericanos con las superficies cromadas y l°s neumáticos de
banda blanca. Los Hudson, los Studebaker, los Packard...

d d Luego me presenta a su amigo Maki, que es un hornbr£ muy


viejo y algo inestable. Él también me mira de arriba abajo, dice hola
y no vuelve a hablar.

d d Durante el viaje hacia el centro de Helsinki, Saarinen ^ explica


que aunque le ha prometido a mi padre que me al

d d 132
d d taría la primera noche en un país desconocido, ha cambiado
¿Q planes. Me llevará a una oficina que tiene alquilada.

d d -Hay un camastro y una radio y podrás pasar la noche allí. Sólo


tengo que advertirte una cosa. El despacho está en un barrio
coflictivo. Hay muchos borrachos, así que no debes alejarte mucho.
Puede ser peligroso.

d d Mientras Maki espera en el coche, Saarinen me conduce a una


puerta metálica cubierta de pintadas. Luego me entrega la llave.

d d El despacho es una celda. Mientras me enseña el lugar, no


entiendo para qué puede querer alquilarlo alguien.

d d Solo en este cubículo industrial de Saarinen, me siento en el


catre plegable bajo una bombilla desnuda, completamente
paranoico. No me atrevo a salir. Después de comer media caja de
galletas de centeno que encuentro en el suelo, me quedo dormido.
Pasa un día entero.

d d Tengo un contacto en el Ministerio de Educación y por la


mañana salgo a la calle y agito los brazos a la marea de coches
hasta
que se detiene un taxi. En el ministerio me dan otra llave, la del
apartamento que me corresponde como becario de la Fundación
Fulbright. También me entregan una carpeta llena de la aburrida
información que invariablemente necesitan los extranjeros.

d d Helsinki es una de las ciudades más oscuras del mundo y se


acerca el invierno. Es el lugar perfecto para mí. Camino con cautela
sobre los adoquines cubiertos de escarcha y me detengo en las
esquinas para pegar la nariz a los carteles de las calles con la
esperanza de descifrar dónde estoy. En rinlandia nadie me ve como
un bicho raro. Por todas partes hay borrachos tendidos en el suelo.
Cuando creo que nadie me ye, saco del bolsillo un minúsculo
telescopio nuevo y esiro el cuello hacia los carteles. ¡Estoy en la
calle Kaleva! ’ eprisa! ¡Vuelve a guardar el telescopio en el bolsillo!
i stás encorvado y confundido! ¡Muéstrate más seguro!

d d 133

d
d Una mañana se me acercan dos borrachos. Está claro que llevan
varios días bebiendo, porque sus abrigos apestan Me han pillado
mirando el cartel de una calle con el telescopio.

d d ¡Eh, chico! ¡Ahí arriba no encontrarás un cono! Risas cascadas.

d d Se alejan haciendo eses.

d d Yo me inclino casi imperceptiblemente, como el poste del cartel


de la calle.

d d Voy a todas partes en un triple nimbo de tabaco, vino y poesía.


La Fundación Fulbright me ha pagado el billete, y aquí estoy,
buscando a ciegas un autobús, una calle, una casa. Sólo puedo leer
durante breves momentos, acercando y alejando la nariz. Y hay en
mí un dolor que es como el viento pasando a través de una puerta
abierta; un completo, genuino fervor por la poesía. La soledad es
china en su claridad, una luna nueva sobre el ruinoso huerto donde
me encuentro solo, muy viejo y enamorado.

d d Me propongo traducir poemas finlandeses al inglés. Pero,


naturalmente, no puedo ver un diccionario. En la Universidad de
Helsinki me pierdo en los edificios zaristas. Me pierdo en el idioma,
me pierdo en las opacidades de la retinopatía.

d d Me subo a un autobús extraño pensando que así aprenderé a


moverme por la ciudad. El autobús entra en un distrito de fábricas
un territorio de chimeneas, vehículos de carga y ventanas
protegidas con tablas y se detiene. Dejo el telescopio y caigo en la
cuenta de que soy el único pasajero, de que el conductor me dice
algo con beligerancia, algo que considera importante. Estoy
desconcertado y m°” lesto, pues me ha despertado de mi invidente
contemp»3’ ción de las vistas.

d d Dice que el autobús no continúa, que tengo que apearrfle en el


plateado abismo del Helsinki industrial sin la meno

d d 134

d d j£a Je dónde estoy. Echo a correr y llego a un puente, donÁe


encuentro a una mujer maldiciendo. Por alguna razón, Centras le
entrego mis cigarrillos le digo en inglés que soy prácticamente
ciego.

d d ¿Puedes ver mi cara? me pregunta.

d d No respondo arrepintiéndome en el acto de rni repentina


sinceridad.

d d Acércate. Cuando le obedezco, veo que tiene la nariz


ensangrentada y una piel como colgajos de cuero. Mi marido es un
vampiro dice.

d d Lo lamento respondo. Pero debo seguir mi camino. Yo tengo el


problema contrario. No veo en la oscuridad. Adiós.

d d En el puerto me topo con un borracho vestido con un abrigo


enorme, como un húsar. Tiene una dentadura postiza en cada manó
y trata de venderlas. Trata de endilgársela a cada persona que baja
de un tranvía.

d d Le compro una dentadura por cien marcos finlandeses y me la


pongo en el bolsillo. Más tarde se la regalo a un estudiante
extranjero; le digo que los dientes le proporcionarán acceso
inmediato a bares y restaurantes: sólo tiene que ir al comienzo de
la cola y decirle al portero que es un dentista norteamericano y que
dentro hay una emergencia dental.
Le aseguro que no falla nunca.

d d Naturalmente lo sé todo sobre bares. Me duelen los ojos, ta


biblioteca está fuera de mi alcance, así que me refugio en
sofocantes tabernas de mala muerte donde todo el mundo £stá
enamorado del alcohol. Hay gente bebiendo a todas ”oras. En las
invernales tardes finlandesas, la fantasía gana terreno y la
anestesia es algo maravilloso. Prolífico en exaberaciones, le cuento
a centenares de desconocidos que soy escntor, poeta, un poeta
estadounidense, y mientras las . sPmas del éxtasis me recorren la
columna vertebral, me nyento vidas alternativas, historias de que
he crecido en

d d !35

d
d para hacer creer mentiras fantásticas. Recito páginas nue soy
incapaz de leer o señalo vistas que no veo porque quiero que me
admiren. Mi condición de minusválido hace que me considere feo,
así que me cuesta entender cómo estas mujeres cultas y
equilibradas me consideran atractivo. Me siento a la vez halagado y
culpable. Así que hablo y bebo recito versos de poemas, imito las
excentricidades de los escritores que he conocido.

d d A Karina le gusto y, ¡ay!, ella me gusta a mí. Pero mi vida


carece de la coherencia que se alcanza después de recorrer los
túneles del yo, después de detenerse a leer las dolorosas palabras
sobre el fracaso, la imperfección y la autoindulgencia. Yo no puedo
perdonarme a mí mismo. He aprendido a no morirme de hambre, a
saborear las palabras. Pero soy incapaz de aceptar quién soy.

d d Hago lo peor que puedo hacer: alternativamente me acuesto


con Karina y huyo de ella.

d d A media mañana, cuando todavía hay luz, leo unos cuantos


versos y luego salgo. Todo en mí es caos y engaño porque no sé ser
un minusválido, y ni Finlandia ni todo el whisky escocés alcanzan
para estabilizarme.

d d En la plaza del ferrocarril de Helsinki está a punto de


atrepellarme un tranvía. Dos peatones me levantan en el aire,
echándome hacia atrás cuando pasa el vehículo.

d d Me siento en la calle entre mis bultos desperdigados, con el


corazón en la boca. Un pequeño grupo de curiosos se ha
congregado alrededor de mí. Un hombre corpulento me ayuda a
levantarme. Agradezco profusamente a mis salvadores y ellos
piensan que soy un extranjero cualquiera, d£~ safortunado como
casi todos los turistas.

d d ¿De dónde eres? pregunta Jorma, uno de los horn bres que ha
ayudado a salvarme.

d d 138

d d De Nueva York murmuro, deslumbrado por las formas que me


rodean.
d d Sí dice y hace una pausa. Allí tenéis el metro que va bajo tierra.
Estos tranvías son viejos, pero lo bastante eficaces para matarte.

d d Nos despedimos y cada uno de nosotros regresa a su privado y


pequeño destino.

d d Hasta mi forma de andar es egoísta: hago responsable de mi


supervivencia a absolutos desconocidos. Pero soy adicto a parecer
independiente.

d d Cada paso es una mentira. Paso, mentira. Paso, mentira. Los


ángeles que me vigilan desde el otro lado de la frontera de la vida
están mareados.

d d En el Kaivopuisto, el parque que está encima del puerto de


Helsinki, me siento sobre un banco cubierto de nieve. Estoy
hechiza’do, paralizado en el vórtice de una tormenta íntima.
Entretanto, en el invierno terrenal, la nieve cae rápida y espesa. Las
gaviotas chillan, los barcos se acercan a la costa. La ciudad bulle
con las ruedas, los silbatos, las risas de las personas que esquían
en el parque.

d d Esta es la brillante lluvia del infinito cayendo a través de la


mente de un hombre joven en una ciudad oscura.

d d El quiere ser escritor, un erudito, un polímata. Un


hornbre con una mente poderosa. En la biblioteca de la universidad
se sienta con una gruesa lupa bajo un óvalo de luz eléctrica,
esforzándose por leer veinte minutos por vez. Le avergüenza que lo
vean leer así. Lo hace a la defensiva, alzando la cabeza cada vez
que intuye que alguien lo mira.
d 1 refiere que crean que dormita sobre el libro a pasar por alSuien
incapaz de leer.

d d Tres años después se comprará un ordenador personal

d d Pelante que le ayudará a introducirse en el ciego sensorio

d d el lenguaje. Pero ahora, en el parque helado, no sabe nada

d d e ordenadores personales. Ignora que las estrellas del cie-

d d i39

d d Mí (|5

d
d f 1J frl UTS,.

d d lo no tienen nada que ver con el bien o el mal. Ignora qu la


ceguera no tiene nada que ver con el bien o el mal. Ignor que
puede ser a un tiempo ciego y amado. En el nimbo de la necedad
en el que viaja, no sabe que hay una página iluminada delante de
él.

d d Permanezco sentado, fumando, mientras los gordos copos de


nieve caen sobre mis hombros.

d d El tranvía sigue zumbando junto a mis rodillas.

d d Un paso, una mentira.

d d Voy a un bar con Tauno, el típico poeta alcohólico. Nos


conocemos una tarde en la Biblioteca Norteamericana. Ha estado
traduciendo al finlandés a poetas estadounidenses como Robert Ely
o W. S. Merwin. Levanta el vaso y dice:

d d ¡Eres un chamán!

d d Yo evoco mentalmente a Simón y Garfunkel: «Preferiría ser un


martillo a un clavo...»

d d Preferiría ser un chamán a una mierda. Si pudiera, sin duda lo


sería canto. Los dos reímos y reímos.

d d Me duelen los ojos, que zigzaguean con violencia.

d d Solo en la calle, tropiezo y me caigo. Orejas de burro crecen de


mi cabeza.

d d ¡Es un milagro! Subo al último autobús de la noche. Consigo


volver a mi apartamento de estudiante, tembloroso, bizco,
intoxicado, endiabladamente chamánico.

d d Vivo con el temor culpable de que en cualquier momento


suene el teléfono y una voz del Antiguo Testamento me diga: «No
eres lo bastante serio, no estás trabajando lo suficiente. Te
vigilamos. Estás fracasando. No eres un becario digno de la
Fundación Fulbright. No eres escritor. No eres adulto. Eres un ciego.
Un saco vacío.»
d d Necesito el bastón blanco.

d d Necesito que la gente me identifique.

d d Anhelo una tarde de buen té y poemas leídos en voz alta.

d d Le gusto a una mujer encantadora. Ansio desesperadamente


llorar y decirle cuánta ayuda necesito con las palabras. Con los
bordillos de las aceras.

d d Pero sigo adelante, impertérrito, un epítome de la estupidez,


sin apartarme de mi peligroso curso.

d d Una noche acompaño a Tauno a una fiesta en un almacén


abandonado. Hay centenares de borrachos tambaleándose bajo
luces estroboscópicas azules. Gritan obscenidades y el ponche de
vodka que sirven con cucharones está en cubos de basura. La
gente cae sobre las mesas, tropieza con los que están sentados en
el suelo. Todo el mundo parece una granada humana. Hombres y
mujeres están totalmente ebrios.

d d Estas fiestas son ilegales dice Tauno. ¡Si viene la policía


tendremos que salir corriendo!

d d Hay una mano en mi hombro. Otra persona me da codazos. La


música se parece a la de los Sex Pistols, pero es un grupo finlandés.

d d Tienes que beber esto dice Tauno pasándome un vaso de


plástico. Los alcohólicos lo llaman vino de mesa, pero es vodka con
bayas.

d d Cuando tiendo la mano para agarrar la bebida, caigo al suelo


empujado por un borracho corpulento a quien a su yez han
empujado desde atrás.

d d Los muertos y algunos de los vivos


bailan un vals lento. Los pasos los llevan hacia el pasado. De
repente estoy cayendo de mi bicicleta, cayendo desde la orilla del
lago, cayendo escaleras abajo. Cuando llego al suelo, sobre
d 011 pecho se desploma un edificio, un hombre gigantesco c°n la
camisa manchada de vómito.

d d . Se oyen maldiciones, cristales rotos, gritos y finalmente

d d risas.

d d 141

d d :» >

d
d Tauno tarda bastante en liberarme del borracho caído Por fin él y
otro individuo hacen rodar al hombre del v<$ mito como si fuera un
tronco. Cuando me levantan, descubro que tengo la cara cubierta
de sangre, pero resulta ser del otro hombre y le pido a Tauno que
me ayude a encontrar el lavabo.

d d Sin embargo acabamos en una callejuela. Está nevando


mucho, por un instante el aire es mucho más limpio que cualquier
aire que haya respirado antes. Mientras me palpo las costillas en el
gélido frío, Tauno lanza una pequeña exclamación de sorpresa.

d d Ante nosotros hay un contenedor de basura grande como un


autobús. La puerta de un lateral está abierta y, enmarcada en esa
abertura, aparece la cara de una mujer calva.

d d He perdido mi peluca dice. ¿Me ayudáis a buscarla?

d d Sin decir palabra, Tauno trepa al contenedor. Yo echo a andar


por la callejuela y, completamente desorientado, emprendo un
camino que espero sea el de mi casa.

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d d 11
d d Como un personaje de un cuento de hadas que acaba de
despertar de un trance, me encuentro en Chapel Hill, Carolina del
Norte. La ciudad es calurosa como un invernadero, y en mi primer
día allí me detiene un policía que dice que estoy cruzando
imprudentemente la calle. Como siempre, he cruzado sin ver el
semáforo, guiándome por los ruidos del tránsito. Con la esperanza
de salvarme de la multa, le digo que no veo, que debería llevar
bastón. Esta información le sorprende tanto que me deja ir.

d d No sé qué hago aquí.

d d Mi padre cree que debo hacer un doctorado en literatura. Yo no


tengo agallas para decirle al mundo que prácticamente no veo
nada y que soy incapaz de leer con rapidez. A estas alturas, debería
ser más listo.

d d Decido matricularme en la Universidad de Carolina del Norte


porque me encantan los fragmentos de El ángel que nos mira
donde Thomas Wolfe describe la serenidad primaveral de Chapel
Hill. El problema es que no estoy ni física
d 111 psíquicamente preparado para los rigores de los estudios
Danzados de literatura. Me sobra interés, pero eso no bastará.

d d Alquilo un pequeño apartamento de un oficial retirado ^e


insiste en que le llame coronel. Es un hombre gordo,

d d 143

d
d corpulento y cetrino con una pensión del ejército y alguna
propiedades. Nos detenemos bajo unos robles y él señala con el
dedo cuando le pregunto por una librería.

d d Camino hacia allí abriéndome paso entre una multitud de


estudiantes nuevos, y la extrañeza del pálido verde de la mañana
de Carolina del Norte traspasa mi camisa. Mi pulso es rápido. No
quiero estar aquí, pero me dirijo a la librería.

d d En la sección de poesía encuentro un libro de Linda Gregg, una


poetisa estadounidense a la que admiro. Su nueva colección de
poemas se titula Too Bright to See [Demasiado deslumbrante para
ver]. Aunque no puedo leer los poemas en el brillante resplandor de
la tienda, en casa los examino con la lupa.

d d Esa misma tarde en la secretaría de la facultad me matriculo


en inglés antiguo, poesía isabelina, literatura gótica del sur de
Estados Unidos y teoría crítica contemporánea.

d d En casa, acostado con el libro de poemas, apoyo la cabeza


sobre la almohada y pienso en el dinero que he pedido prestado
para estudiar aquí. La lluvia cae sobre los robles. Estoy en un punto
muerto, mi ceguera es agotadora. Tengo una maleta llena de libros
que no puedo leer, pero continúo aprovechando al máximo mis
recorridos de veinte minutos a lo largo de sus páginas. Leo como un
geólogo, detectando rápidamente el acróstico del Paleoceno.

d d Reclinado en la cama, abro el libro de Linda Gregg.

d d Un señalador afilado como una cuchilla de afeitar cae de entre


las hojas y me lastima el único ojo con el que puedo leer. Me
levanto de un salto, agarrándome a la cama. ¡Me he hecho un corte
en el ojo, en mi único ojo útil!

d d Corro al cuarto de baño y vomito. En mi cráneo hay W” ees


estroboscópicas. Un árbol atravesado por un rayo destella en el
fondo de mi ojo herido.

d d 144

d d Me golpeo las espinillas contra los muebles desconox’


d d cidos. _ /^

d d Es la clase de dolor que conocen bien los torturadores. Qué voy


a hacer? No conozco a nadie en la ciudlad.

d d Mi falsa personalidad ha desaparecido. Instantáneamente. _ \

d d Vomito en el fregadero de la cocina. Me pongo\tpallas mojadas


sobre los ojos.

d d Me paso la noche sentado en la mecedora. Mis ojos se mueven


sin ningún control.

d d Sé que debería llamar a una ambulancia, pero en su lugar me


mezco en la silla, recitando mentalmente fragmentos de

d d poemas.

d d «Sólo las escobas saben que el diablo todavía existe»

d d (Charles Simic).

d d «Cuando* salí para suicidarme/ encontré a una banda de


maleantes golpeando a un hombre» (James Wright).

d d La silla se mece y cruje.

d d Cuando se hace de día, telefoneo a mi casero, el coronel, que


acepta llevarme al hospital.

d d Allí me tienden en una camilla y paso cuatro horas solo en la


oscuridad. Durante esas cuatro horas regreso a la infancia: escucho
voces desconocidas, un repiqueteo de zapatos femeninos en los
pasillos, conversaciones de extraños.

d d Cuando finalmente llega el médico, comienzo a balbucear:

d d
El ojo bueno... Oficialmente ciego... Defecto congénito... Demasiado
oxígeno...

d d El, sin embargo, es expeditivo y hosco. Me pone una podada en


el ojo y dice que cicatrizará en unos días. Lo cubre c°n una venda y
desaparece.

d d Puede irse dice la enfermera.

d d No he tenido ocasión de decirle al médico que con el ojo


Vendado no veo nada en absoluto.

d d i45

d
d La enfermera se vuelve para marcharse.

d d Me echo a llorar. Pienso que ésas son las lágrimas que se. gún
Buda forman los océanos de este mundo.

d d La enfermera me da un pañuelo de papel y cae en la cuenta de


que soy ciego.

d d No conozco la ciudad. No sé qué hacer. Casi tartamudeo.

d d He dedicado tanto tiempo de mi vida a pasar por vidente, que


carezco de las habilidades de los ciegos. Soy un cangrejo ermitaño
sin una concha donde protegerse.

d d La enfermera me agarra del brazo y me guía por el pasillo. En


el mostrador de las enfermeras, telefoneamos a la Oficina de Ayuda
a los Discapacitados de la universidad y después de un rato
aparece Rob. Es un especialista en asistencia a alumnos
minusválidos. Me lleva a casa en coche y se compromete a
ayudarme a conocer el campus y a darme libros grabados y cartas
para que los profesores entiendan mi situación.

d d Cuando se marcha, como una cena mejicana, bebo una lata de


cerveza y telefoneo a Iowa, a mi amigo Ken Weisner.

d d ¿Cómo diablos has podido cegarte con un libro titulado


Demasiado deslumhrante para ver} pregunta.

d d Me pareció el más indicado respondo mientras enciendo un


cigarrillo. No iba a cegarme con uno titulado Poemas escogidos,
¿no?

d d No, pero podrías haber probado con Estrellas que ven, estrellas
que no ven de Marvin Bell.

d d Bueno, tengo otro ojo, aunque no sirve para nada. Estoy


llorando otra vez.

d d Permanezco cinco días en cama, escuchando la emisora de


radio local. En Greensboro hay una revuelta de neonazis. Reagan
anuncia que podríamos ganar una guerra nuclear.
d d Tendido en las inescrutables opacidades de vendajes, radios y
Valium, hago un inventario personal.

d d Hasta el momento del accidente, me veía a mí mis/no orno a


un personaje romántico: el poeta casi ciego quedólo ecesita una
mesa, un poco de luz y de silencio. En-esta fantasía, yo era un
personaje heroico. Además hajzua aprendido a viajar solo por el
mundo pese a ser incapat de leer los nombres de las calles o los
complicados mapas (ie los medios de transporte. Iba a esquiar y
jugaba al baloncesto con Jos estudiantes extranjeros de la
Universidad de Helsinki, aunque no veía la pelota ni la canasta. Las
molestas circunstancias de la discapacidad no eran más que un mal
momento, una caminata solitaria. No eran moradas permanentes.

d d En un poema titulado «Bosque», Auden escribe: «La intención


culpable todavía busca un hotel/ que no pida ni ofrezca
información.» Yo quería quedarme en ese hotel, escribiendo
poemas que sólo provisionalmente tratarían de mi vida y mi
ceguera. Creo que habría permanecido en ese hotel durante la
mayor parte de mi vida. Mi ceguera se estaba convirtiendo en
sujeto, y yo, en cierto sentido, era su objeto. Un accidente me privó
del dominio de una minusvalía que había llegado
a creer que podría gobernar siempre.

d d Cuando era niño, mientras me recuperaba de la cirugía ocular


fingía ser un pirata, pero esta herida nueva duele demasiado para
fantasías. El simple hecho de sentarme o ponerme de pie me
produce fuertes latidos. Para colmo la herida se reabre una y otra
vez. Durante los meses siguientes el dolor me mantendrá en cama
un día tras otro, hasta que comprendo que debo marcharme. Me
resulta imposible estudiar y pasará mucho tiempo antes de que el
ojo cicatrice P°r completo.

d d ¿Adonde puedo ir?

d d Voy a la deriva. Mi hermana está terminando estudios de danza


en el Sarah Lawrence College, al norte de Nueva

d d 1 i47

d
d York. Voy a visitarla y vamos juntos a Manhattan. Paradójica
mente, la ciudad de Nueva York es un sitio terrible para lo ciegos,
pero yo no lo sé.

d d Carol me guía a través de los túneles del metro y subimos y


bajamos escaleras para llegar siempre a un barrio desconocido y
potencialmente interesante. Sin instrucción formal en Orientación y
Movilidad, los viajes independientes de mi hermana parecen algo
fuera de mi alcance. Creo que quiero vivir en Nueva York, pero me
falta segundad.
d Perro negro

d d Todas las noches me pongo una pomada en el ojo y me


atormento pensando que la herida volverá a abrirse. He regresado
a casa para pasar una temporada con mis padres, que tienen una
vieja casa de granja al norte de Geneva, Nueva York. Acabo en la
universidad local, Hobart y William Smith, mi primera alma máter.
Me han contratado como profesor adjunto de escritura creativa, y
por el momento me siento agradecido. Me gusta enseñar, y el
pequeño campus impide encuentros con lo desconocido.

d d Nunca he entendido a los escritores que desprecian a sus


alumnos. Roethke se burlaba de sus estudiantes en Bennington.
Nabokov detestaba a sus indolentes alumnos norteamericanos. La
lista es interminable. Sin embargo, la clase es mi rayo de luz. La
Biblia dice que en el cielo hay abundancia, una pródiga dulzura
donde el alma puede deleitarse. Compartir historias con mis
alumnos se convierte en una especie de degustación mutua. Los
animo a leer en voz alta, y lo hacen. Y no sólo sus propios cuentos,
sino también libros que encuentran al azar en la biblioteca.
Hablando de este modo, descubrimos que podemos construir algo
más grande, algo que podríamos llamar una sala de maduración.
Cuando piensas que has adquirido cierta

d d 148

d d áctica en comprender el poder de las palabras, aparece un


alumno que te sorprende. /

d d Una mañana, sentados en la orilla del lagcí; Don, un estudiante


que acaba de quedar paralítico en un accidente, me lee su
particular versión del mito de la Edadlde Hierro: una historia
mágica en verso libre, un poema espiritual sobre la alquimia, el
metal, el movimiento y el poder ae su silla de ruedas. Ha pasado
por la mesa de operaciones, por rehabilitación y psicoterapia, y
ahora vuela con su propia canción

d d antigua.

d d De hecho, Don es un modelo para mí. No sabe hasta qué punto


estoy ciego o cuánto me ha inspirado su adaptación a la
minusvalía. Con su perro de compañía, Cosmo, un golden retriever
que es a la vez tierno y atractivo, va por la vida con una actitud que
sólo puedo calificar de digna.

d d Otros también lo hacen. Una chica padece bulimia y fue


violada por su padre cuando era pequeña. Planificamos un estudio
independiente que ella titula «Freud, comida y hambruna». Su
diario es un ejemplo de valor, y cuando
me lo lee, quiero viajar en el tiempo y estrangular a su padre. Pero
el tiempo es una concha de nautilo tanto para ella como para mí, y
no hay manera de volver atrás. Sólo quedan los efectos de una
difícil etapa de formación.

d d «Los hechos son tonterías», le oigo decir a un colega e


incorporo la frase a mi lengua franca de cotidianas desventuras de
ciego. Me golpeo la cabeza con la alcachofa de la ducha cuando
voy a coger el jabón y un instante después, mientras me seco,
choco contra la puerta entornada del cuarto de baño.

d d ¡Los hechos son tonterías! digo en voz alta. ¡Los hechos son
tonterías!

d d Junto a la escalera busco el borde del último peldaño con ios


dedos del pie y cuento el número de escalones. De hec”o, tengo
todas las escaleras grabadas en la memoria.
d d< «,

d d s , 149

d
d B lili

d d1
d d «Diez, once, doce», punta y talón. Contar y memorizar i
número de escalones o de baldosas flojas en las aceras cu biertas
de escarcha me proporciona una especie de paz pro^ visional. Sé
que llegaré junto a una gran raíz de árbol que ha atravesado el
cemento. Esta mañana, mientras camino a toda prisa con un
maletín demasiado lleno, sé que no olvidaré este árbol gótico con
sus botareles y sus energías sobrenaturales. Reduzco la velocidad,
anticipando que llegaré a él dentro de exactamente siete pasos.

d d ¡Pero mientras pienso en el árbol como en una catedral he


olvidado contar un paso! El imán de la imaginación es peligroso.
Ahora caigo, y por un instante me parece que el acto de caer
durará eternamente. Soy un submarinista surcando una inmensa
franja de agua tropical. ¿Y el suelo? Ay, el suelo hoy está aun más
duro. Me he hecho un rasguño en la barbilla y en el brazo izquierdo
al dar contra una baldosa. Mi maletín se ha abierto y hay papeles
por todas partes. Huelo el olor de mi sangre. Un perro viene
corriendo entre las hojas húmedas. Está encantado de verme y
agita la cola mientras apoya el hocico húmedo contra mi cara
ensangrentada. «Bésame, bésame, bésame», dice el perro. Y las
hojas, agitadas por el viento, dicen: «¡Toma un poco de caldo frío!»

d d Más tarde, sumergido en la bañera, imagino a Tutankamón


muerto viajando hacia la eternidad, todavía envuelto en su piel
mortal, embalsamada y completamente azul. Está aprendiendo a
ver de una manera diferente, con una visión protognóstica que no
requiere luz. Me pregunto si tendrá que memorizar las estrellas que
encuentra en el camino. ¿O ésa era la función de los sacerdotes?
Los imagino en el interior de las pirámides enviando señales a la
momia errante: «Estrella a la izquierda, cometa a la derecha.»

d d Yo soy una momia ciega, hablando solo mientras palp° mis


magulladuras violáceas. Mientras me froto el codo, re~

d d , a Bob y a Ray, los cómicos de la radio. Una mañaCU£


nunciaron el afortunado lanzamiento del «satélite Bob/ n pTv»
Estaba diseñado para girar en órbita alrededor déla y- Z a una
altura aproximada de doce centímetros Y/5 soy rompañero humano,
circulando junto a los bordeé de si£s y alfombras, murmurando
junto a las verjas y tt« parquímetros. V-

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d d Itó A’’ x ’ .- *>’

d
d 12

d d El poeta James Wright lo dice de este modo: «La luna deja caer una
o dos hojas en el campo/ el oscuro trigo escucha.»

d d Una noche de finales de primavera los abetos y las coronas de


Cristo escuchan mientras yo, con mis cataratas que van en aumento,
me yergo en la mecedora y escucho. Imagino que oigo cómo se abren
las hojas de los arces plateados.

d d Después de siete estupendos años en la docencia, la universidad


hace recortes y me quedo sin empleo. Eliminan mi puesto de adjunto.
Estoy en el banco de piedra en Luxor, crepuscular, tembloroso y muy
asustado. ¿Quién me contratará?

d d El día responde con su monotonía. No pasa nada. El teléfono no


suena. Fuera los camiones cambian de marcha, los autobuses se
detienen en la esquina.

d d Como un Robinson Crusoe que regresa al barco hundido en busca


de clavos y calicó, yo vuelvo a mis antiguos hábitos, buscando un
talismán contra el futuro. La incapacidad de leer, el miedo al tránsito, el
temor de que estando ciego y en paro acabaré sin hogar... esta
combinación de dilaciones y horrores me mantienen pegado al sofá.
Bebo cerVeza Guiness y Harp, fumo Marlboro consciente de que

d d 153

d
d cada calada aumenta mi ceguera, de que el daño que los ra
dicales libres causan a los cristalinos de mis ojos se agray con el
tabaco y la bebida.

d d Pienso en abstracciones: los tapices del paraíso tejidos sin mi


intervención; la incierta sala sepulcral hacia la cual me dirijo, un
albergue de la disociación. Escucho viejos discos de ópera; Caruso,
Gigli, Schipa Deserto in terra solo, la sangre bárbara de la soledad
silbando en los capilares detrás de mis oídos.

d d Trato de calcular zonas horarias. Todos mis viejos amigos viven


a grandes distancias de este edificio de ladrillos rojos del centro de
Ithaca, Nueva York, donde tengo un apartamento desde hace unos
años. Ken está en Santa Cruz, California. Tiene dos empleos de
profesor a tiempo parcial sólo para pagar la hipoteca.
Probablemente está viajando de un campus a otro en este
momento, mientras yo empujo una desgreñada flor verde por
encima del borde de la taza con la lengua extendida. Esto es lo que
haré durante el resto de mi vida. Me tenderé en distintas
habitaciones y apretaré un crisantemo frío contra mis labios.

d d T. J., mi antiguo compañero de la universidad, es biólogo


marino. Ahora mismo está en un barco, concentrado con rigor
científico en los misterios de los crustáceos. No puedo telefonearle,
Uno no puede llamar a Darwin para hablarle de tu salón lleno de
torbellinos de nieve y flores chinas.

d d Bettina es una pacifista profesional. Creo que está en Irlanda,


un sitio ideal para su espíritu sabio y desdeñoso. Nunca le gustó la
tecnología. No lleva el teléfono móvil a las manifestaciones.

d d Repaso todo mi inventario de personas. Es imposible hablar


con cualquiera de ellas porque todas tienen un proposito, ojos,
dinero, un sitio en el universo material.

d d ¿Quién contratará a un poeta ciego? Imagino un anun-


d d (v

d d IJ4

d d o: «Se necesita poeta ciego para banquetes. Ha de ser caaz Je


recitar de memoria historias que ejemplifiquen lo$/ valores de la
cultura al tiempo que hacen llorar a lo^comensales. Deberá
demostrar conocimientos en instpumentos de cuerda y cata de
vinos.» /

d d ¿Acaso cruzar el límite entre una minusvalía inWisible y otra


visible es el momento mágico del cuento deXhadas? Desaparecerá
la manzana envenenada de mi garganta?

d d Tengo que encontrar trabajo. Estas preguntas son inútiles.

d d En la oficina del paro una mujer lee mi solicitud y me agarra


del brazo como si fuera a desaparecer.

d d ¿A qué velocidad escribe a máquina? dice y yo me pregunto si


habrá demanda para mecanógrafos ciegos veloces.

d d Delante de formularios que no puedo leer y bizqueando


incontrolablemente a causa de la luz incandescente, siento detrás
de los ojos el alambre caliente creado por los espasmos musculares
y la tensión. Con los ojos cerrados, veo la atmósfera hidrogenada
estallando en puntos de luz mientras la asistente social
me habla de los subsidios por invalidez de la Seguridad Social.

d d Así que aquí estamos, un «escritor creativo» legalmente ciego


y en paro que no puede rellenar los formularios impresos y una
empleada sobrecargada de trabajo que me entrega el documento
de identidad de otro cuando me levanto para marcharme.

d d En la mesa del comedor hay una pila de facturas.

d d Ahora habito un mundo provisional. Ni hablar de llamar a otros.


Ni siquiera puedo pagar la cuenta del teléfono.

d d Liebestod. Caruso. Una y otra vez.

d d Recuerdo la tapa del LP de la producción de My Fair

d d i5í

d dm

d
d lie

d d Lady de Broadway, interpretada por Rex Harrison y TüiAndrews.


En el papel del profesor Higgins, Harrison el dios de las marionetas
que mira desde su nube y levan ta con hilos las piernas y los brazos
de Eliza Doolitle Da la impresión de que evita que ella se caiga. Tal
vez recuerde esta ilustración porque la he asociado con la
expresión «red de seguridad». He llamado a la oficina de
rehabilitación vocacional de la Comisión para Ciegos del estado de
Nueva York. Allí alguien me dice que es difícil encontrar un empleo
para una persona con deficiencias visuales.

d d Hoy vendrá una asistente social a casa para enseñarme a


pasar la aspiradora.

d d Cuando llega y ve el caos de mi depresión, piensa que soy un


ser desvalido. Me toma de la mano y me guía con la aspiradora a lo
largo de los metros cuadrados de suelo.

d d Está bailando dice. Limpiar el suelo es como un vals. Adelante


y atrás. Luego a la izquierda y adelante. De este modo, no dejará
nada sin limpiar.

d d La asistente social está en el Ningún Lugar más cercano. Yo


estoy en el más lejano. Mientras habla y me empuja la mano sobre
la aspiradora, yo tallo mentalmente un magnífico elefante de jade.

d d Cree que soy desvalido porque el suelo de mi casa está sucio. /

d d Cree que es un milagro que pueda hacer la compra solo.

d d En el supermercado, agarro las cosas obedeciendo por


completo al azar. Pero no se lo confieso.

d d Me las arreglo bien digo.

d d De repente me asusta la posibilidad de que me lleve al


supermercado y me enseñe a comprar.

d d Es verdad que compro como un manatí hambriento. Durante


años he avanzado por los pasillos como un animal desbocado. Las
cosas se acumulan en mi carro.
d d 156

d d Querida asistente social, hay tantos sitios^iotide-podría-

d d Os ir- Me he pasado la vida fingiendo ser/un individuo au’norno.


He estado batiéndome a duelo constantemente contra una sombra
tras otra. \

d d Ahora la asistente social me levanta el brazo derecho con un


hilo. Ha puesto un glóbulo de pegamento en el fogón de la cocina y
me aprieta el dedo contra él.

d d Éste es el mando de la parrilla.

d d No me atrevo a decirle que cocino por intuición.

d d Descubro que estoy haciendo malabarismos con tantos miedos


a la vez que no pego ojo en ocho noches consecutivas. Paralizado
en el frío de mi propia fatiga, he desarrollado un nuevo tic nervioso:
me arranco el pelo del pecho. Luego, después de horas de tirar^de
la piel, me levanto de la cama, recojo puñados de pelo y los tiro a la
ba-

d d sura.

d d Pronto comienzo a mesarme la barba y el bigote. Una noche


me afeito porque me he estropeado la barba. Estoy de pie ante el
espejo del baño, sollozando mientras manipulo torpemente la
cuchilla de afeitar.

d d Bajo los focos escénicos de la depresión, estoy desnudo,


buscando hebras de pelo caído. Así es como cruzo las dunas de la
noche.
¡Es una suerte que haya aprendido a usar la aspiradora! Trabajaré
geométricamente con ella y recogeré hasta el último pelo de mi
barba.

d d Me imagino que abro la bolsa de la aspiradora y vuelvo a


pegarme los pelos a la piel rosada. Usaré el mismo pegamento que
usan los actores. Seré el filósofo del insomnio. A continuación
hablaré de la neuroestética del folículo piloso como instrumento de
lo sublime.

d d Me sirvo leche y aprieto la taza fría contra mi pecho desudo,


recordándome que he pasado otras noches negras. Al
d d* «V

d d 157

d
d llevarme la taza a la frente, recuerdo el viaje que hice a Laponia
con mi amigo Ken.

d d Corría el mes de noviembre y la luz del día duraba poco


tiempo. Al otro lado de las ventanillas del autobús se veía el reino:
el musgo de color bermejo que es el principal alimento de los
renos. Pronto la luz del día y el remo comenzaron a competir por la
dominación tonal, como si la tierra y la atmósfera fueran dioses
celosos luchando ante la vista de los mortales. ¿La tierra se había
atomizado en el aire, o acaso el aire había penetrado en la tierra?
¿Llegaría nuestro autobús al centro de la tierra? La oscuridad
parecía inamovible. El mundo debería haberse detenido.

d d Trabamos amistad con un borracho, un hombre amarillo con


piel de papel; tenía el pelo gris de punta, como si fuera la peluca de
un espantajo. Nos ofreció vodka de una botella con tapa de rosca
mientras el autobús subía y bajaba a través de una negrura
inimaginable.

d d ¿Qué os gusta de Finlandia? preguntó con tono de incredulidad.


¿Por qué iba a entrar alguien voluntariamente en un mundo tan
lúgubre?

d d Nos gustan las leyendas contesté. Las kalevalas, canciones de


magia.

d d El hombre de papel bebió un sorbo de vodka y me miró. Tuve


toda la impresión de que no era un hombre, sino un perro
esquelético.

d d Esas historias son una mentira podrida dijo. Aquí no hay nada
mágico. La gente está harta. Dame otra razón.

d d Bueno, mi amigo Ken, aquí presente, es de California respondí.


Allí están todo el tiempo al sol. Es demasiado para ellos. Hay
demasiada luz... las naranjas caminan y se arrojan en las manos de
la gente. Es terrible. Sus hijos ni siquiera se levantan de la cama y
han crecido muchísimo, como quesos enormes. No se puede vivir
así. Así que ha venido en busca de un poco de oscuridad
rehabilitante.

d d 158
d d Bromeas. Aquí hay demasiada oscuripad.

d d Pensé que tenía razón, que yo hablaba como un adolescente.


Estaba soltando disparates porque iao podía permitirme hablar. El
hombre-perro parecía saber que en los lugares oscuros cada
palabra tiene un valor sjuperior, que las propias palabras son
monedas.

d d .Estamos aquí porque no sabemos adonde ir dije. Queríamos


ver el norte profundo.

d d -Ahora sí eres sincero respondió él. Felicitaciones.

d d A las cuatro de la madrugada derramo la leche en el fregadero


de la cocina y vuelvo a la cama. No tengo ni la más remota idea de
cuál es mi verdadero lugar de destino.

d d A la mañana siguiente compro una afeitadora eléctrica para no


lastimarme k cara. En el camino á) casa me detiene la mano de un
desconocido. Se oye un chirrido de frenos. Acabo de salvarme por
los pelos de que me atrepelle un coche.

d d En casa me siento en el sofá, con las instrucciones de la


afeitadora entre las manos temblorosas. Recuerdo al hombre-perro
de Laponia. «¡Ahora sí que eres
sincero! ¡Felicitaciones!» No puedo ir de un sitio a otro. No puedo
dormir. No puedo rezar. No puedo encontrar inteligencia porque me
falta humildad. Apenas si puedo bañarme.

d d ¿Por qué he tardado tanto en amar a mi yo ciego? Me re-, sisto,


lo acepto, luego me resisto otra vez, como si la ceguera fuera un
fetiche, una debilidad perversa, algo que podría superar con fuerza
de voluntad.

d d Ahora bebo una infusión de crisantemos y contemplo el a>re


de la habitación, que cae en cascada como harina o meve. Soy el
primer sacerdote del templo de Luxor; él está esPerando que un
haz de luz solar caiga sobre su cara, porque entonces lo sabrá todo
sobre el más allá: la hora de su lie-

d d(
d d i59

d
dK
d d gada, la magnitud de los palacios de allí, la clase de ropa q\i
necesitará para el viaje. Los templos de los antiguos eran máquinas
cosmológicas, artilugios de predicción; la forim en que las estrellas
cruzaban el techo o en que la luz del sol caía a través de la puerta
se lo decía todo.

d d Durante años fui dando tumbos a través de los programas


académicos, siempre con un mes de retraso en las lecturas
asignadas. Como profesor adjunto, me las apañé coir la ayuda de
los estudiantes y de los medicamentos fuertes. El dolor de avanzar
al paso de los demás ha sido indescriptible. Los crisantemos me
tranquilizan, pero las tabletas de
d 800 mg de ibuprofeno mantienen en sus cuencas los globos
oculares fundidos, que estallan como estrellas.

d d Así que me afeito y tomo una aspirina. Luego llamo a la


operadora y pido el número de la Comisión para Ciegos de Nueva
York. Necesito ayuda para caminar.

d d He necesitado ayuda toda mi vida.

d d Es así de sencillo.
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d d 13
d d A la mañana siguiente me visita Mike Dillon, un especialista en
orientación y movilidad de Nueva York. Mike es una de esas
personas que uno supone que ya no existen. Es un humanista, un
hombre curioso, muy leído y nada pretencioso. Su humor me
recuerda a S. J. Perelman. Cuando ve todos mis libros, empieza a
hablar con entusiasmo de torn Morrison. Esto es algo que no
esperaba de la Comisión estatal para Ciegos. Salimos a caminar en
la oscuridad otoñal. Le confieso que me dan pánico los bordillos de
las aceras, las bicicletas veloces, los juguetes de los niños, las
tapas de los cubos de basura, y los agujeros de toda clase. Al
hablar con él descubro lo liberador que es revelar mi miedo a las
cosas más corrientes.

d d Me enseña un largo bastón blanco plegable con empuñadura


de goma, algo parecido a un palo de golf. En la punta tiene un
regatón de plástico para detectar los cambios del terreno. El bastón
brilla en la oscuridad y es sorprendentemente ligero. Cuando no lo
necesitas, puedes plegarlo y guardarlo.

d d Cuando usas el bastón, la gente se ¿parta de tu camino


~~dice. ¡Es mágico! Los coches reducen la velocidad. tstás dando
un paso importante.

d d Me lo da y lo agarro. Por fin.

d d 161

d
d No pasa nada terrible.

d d Me enseña a usarlo, a balancearlo a un lado y a otr como si


fuera un detector de metales electrónico.

d d La paradoja es que el bastón sólo atrae miradas casuales Los


coches reducen la velocidad. Un viejo me saluda alegremente
desde un porche.

d d Estoy absorto en el silencio del descubrimiento.

d d Soy un acróbata andando sobre las alas de un biplano Estoy a


un tiempo aturdido y concentrado, enfrascado en una tarea
delicada.

d d No pasa nada terrible. Puedo ser un minusválido. En esta calle


corriente.

d d Necesito tocarme el pelo. Quiero palpar mi propia cara

d d Nada volverá a ser exactamente igual. Mi bastón es una vara


adivinatoria.

d d Por fin camino seguro.

d d El bastón produce un agradable taca-taca.

d d Me gusta. «

d d Mike promete hacerme otra visita dentro de una semana.

d d Al día siguiente, cuando regreso del gimnasio con un bolso


pesado y guiándome por las escaleras a golpes de bastón, me
cruzo con un niño de unos diez años. Por el ruid’o que hace adivino
que está deslizándose por la barandilla de la escalera.

d d ¿Eres ciego? me pregunta. *

d d Sí respondo, en cierto modo. ^

d d Debes de ser malo dice el niño casi en un murmullo.


d d Me detengo un segundo y luego sigo subiendo.

d d Más adelante un amigo me comenta que la gente aparta a los


niños de mi paso o camina a una velocidad exagerada para salir de
mi camino. Me siento a la vez encantador e imperfecto, como el
Apolo de Strangford.

d d Personas desconocidas quieren ayudarme a cruzar la calle. Una


mujer se me acerca en medio de una tormenta <*e

d d 162

d d vnft

d d jeve. En lugar de agarrarme bruscamente del brazo, me

d d resunta si necesito ayuda. Da la casualidad de que vamos

d d en la misma dirección y de que ambos tenemos que recorrer

d d varias manzanas de hielo y aceras mal embaldosadas. Puesto

d d que caminamos hombro con hombro, sigo hablando./

d d Me siento como un personaje de una película/rusa... Ya sabe,


una de esas escenas documentales en blanco y negro y cámara
rápida en que la gente anda a una Velocidad increíblemente
acelerada.

d d Ella ríe afablemente.

d d Sí, las he visto dice. La gente lleva grandes abrigos de pieles.

d d Es el día más frío del siglo en el estado de Nueva York. También


es el último día para pagar la factura de la televisión por cable.
Hace seis grados bajo cero. Me mantengo cuerdo gracias a Star
Trek: la próxima generación, una serie de televisión en la que
personas vestidas con pijamas de diseño desafía regularmente las
leyes de la física. Creo que no podría vivir sin oír a primera hora de
la noche la voz de la consejera Troy, una mujer comprensiva que
sabe qué ocurre en los corazones de los desconocidos
intergalácticos. Decido no contarle nada de esto a mi compañera
de acera, que ha perdido su Chevrolet. Es de Tennessee. Le sugiero
cómo encontrar el coche. Cuando estamos a punto de despedirnos,
ella dice:

d d
Mi marido acaba de fracturarse el tobillo. Es un quejica. Le he dicho
que no es más que una fractura de tobillo. Ahora tengo que
encontrar el coche y llevarlo al hospital.

d d En la calle siguiente me aparto para dejar paso a dos ancianas.


Una de ellas dice:

d d ¡Pobre hombre! ¡Y tan joven!

d d La otra responde:

d d ~~E1 otro día vi a un niño ciego. Estaba sólito en el Kmart.

d d 163
d d \ ’, Y*4

d d,

d
d Cuando regreso a casa, decido darme un baño de espu ma
mientras escucho National Public Radio. Una muje habla de sus
experiencias con la menopausia: tiene que n0,
d diana

d d ner la cabeza en el congelador, siente que su cuerpo la


traiciona. Lo que más me llama la atención es su idea de QUP <^ i
i , i ” c se

d d trata de una injusticia; su cuerpo le esta jugando esta mala

d d pasada demasiado pronto, ya es vieja y apenas si ha pasado


de los cuarenta.

d d ¡Yo también! grito sacudiendo una esponja enjabonada. ¡Yo


también! ¡Ya soy viejo!

d d La mujer de la radio dice que debería haber un canal de la


televisión por cable para mujeres menopáusicas y quizá otro para
los hombres que pasan por la crisis de la madurez. Ninguno de los
dos grupos duerme demasiado.

d d Esa noche, despierto en la cama, pienso en un canal de


televisión para ciegos. Recuerdo que un amigo completamente
ciego en una ocasión fue al Kmart de Iowa y se dirigió a la sección
de televisores. Le dijo al dependiente que quería comprar un
televisor en color con pantalla grande. El vendedor insistió en que
lo único que necesitaba era un aparato en blanco y negro de
setenta y cinco dólares, ya que el sonido era el mismo. Dave señaló
el televisor en color más grande:

d d Me llevo ése.

d d Pero ¿por qué? preguntó el dependiente con tono casi


suplicante.

d d Porque los ciegos tienen familiares videntes a los que les


gustan los colores.

d d A última hora de la noche despierto como de costumbre y


cambio la idea de un canal para ciegos. Al principio tengo estúpidas
fantasías de venganza. La programación infligirá a los videntes lo
que los ciegos experimentan invariablemente. Pero mientras pienso
en ello recuerdo que un canal público está poniendo a prueba un
servicio de des-

d d 164

d d opción de imágenes para telespectadores^eiegos. Unos


naradores hábiles introducen descripciones de las imágenes de la
pantalla en las pausas de sonido.

d d pensando en las tiernas voces de esta cadena y en el medio de


la televisión, imagino la curva de la tierra, las estrellas que se
elevan y los estilizados rayos de la energía más amplia moviéndose
en el espacio. Imagino que ahí fuera, en algún lugar, existe un
planeta de ciegos donde pueden oír la descripción de imágenes de
vídeo de la tierra. Ellos, a su vez, envían sus propias señales
descriptivas. Qué maravilloso pensar que nuestro primer contacto
con otra vida inteligente pudiera ser, en efecto, con seres ciegos.

d d Invoco al planeta a las tres de la madrugada:

d d En el planeta de los ciegos nadie necesita curarse. La ceguera


es otra forma de música, como el solo de clarinete en la mente dfe
Bartók.

d d En el planeta de los ciegos los ciudadanos viven entre los


susurros de las alas de los grillos en el espacio interior.

d d En las serenas noches de junio es posible oír a las


estrellas.

d d En el planeta de los ciegos la gente habla de lo que hace, no de


lo que ve, igual que Wallace Stevens, que persiguió libremente
tigres en una atmósfera roja. Aquí las identidades equivocadas no
son objeto de burla. En su lugar, los equivocados descubren con
serenidad nuevos y amistosos brazos adyacentes a los cuales tocar.

d d En este planeta en particular los galgos pueden dormitar por


fin entre la alta hierba. ___^-

d d Los videntes son visitantes amados, las cañas fragantes


nutigan su temor a la ceguera. En el planeta de los ciegos, tQdo el
mundo es libre para tocar caras, cuadros, jardines... incluso los
sacerdotes que han venido aquí para retirarse.

d d No hay hambre en el estómago ni en los ojos.

d d 165

d
d Y todos los muebles son blandos. Las sillas y las mes nunca se
interponen en el camino.

d d En el planeta de los ciegos los vientos de la voluntad son


frescos como el verano noruego. Y el cielo está siempre entre la luz
de la luna y el lucero del alba.

d d Dios es comestible.

d d En el planeta de los ciegos el desprecio hacia uno mismo es un


museo.

d d ti

d dii

d d>t

d d )<>

d d/

d d 14

d d La luz del amanecer cae entre los árboles como rayos de luz
subacuática. Me muevo sin ver la acera, confiando en lo que los
finlandeses llaman sisu: una palabra que combina fuerza y azar. El
mundo entero se cierra alrededor de mí en una espesura
impresionista. Pienso en André Bretón, el poeta surrealista, que
comprendió el erotismo del arte moderno, en el que una parte del
mundo es conocida y otra parte está sencillamente fuera de la
vista.

d d Es agradable tener el bastón en la mano. Aunque me adapté a


él a regañadientes, era absolutamente necesario que lo hiciera.
Ahora lo reconozco. Con el estímulo de Mike Dillon, no hago
trampas y llevo el bastón cada vez que salgo de casa. Llevo
haciéndolo aproximadamente un mes. Pero tengo que
convencerme de que el aire de la mañana es inocente, de que el
miedo es menos florido que la realidad, de que los insectos rojos
del mundo no volarán hacia mi cara.
d d Mike y yo salimos a dar un paseo de entrenamiento. Es
mvierno en Ithaca. En un cruce de cuatro calles los coches no
obedecen reglas conocidas de tránsito civilizado. La luz ”e peatones
no funciona. Hay conos rojos de emergencia en medio de la calle.

d d Cuando bajamos del bordillo, un Chevrolet verde se sal-

d d 167

d
d ta el semáforo a toda velocidad. Es una nube letal de bordes
brillantes. Mike me tira hacia atrás.

d d Nos quedamos paralizados en el aire frío mientras


recuperamos la compostura. Estamos llenos de adrenalina.

d d Yo imaginaba que el bastón tendría una influencia civilizadora


en el tránsito, y en cierto sentido es así. Sin embargo, los
conductores del mundo no son como los músicos de una orquesta,
y mi batuta no llama la atención de todos. Ahí fuera hay peligros.
Necesito algo más poderoso que el bastón. Necesito ojos. Ahora
que he reconocido mi condición y soy ciego para todo el que quiera
verme, el bastón ha hecho todo lo que puede hacer.

d d Pienso en un perro.

d d Los dos estamos alterados por el incidente con el Chevy, así


que Mike sugiere que entremos en una cafetería.

d d Cuando nos sentamos, le consulto sobre perros para ciegos.


Creo recordar un programa de televisión de Walt Disney sobre estos
perros.

d d ¿Es cierto que son capaces de evaluar lo que haces?

d d Se llama «desobediencia inteligente» responde Mike. El perro


juzga si tu decisión de cruzar la calle es prudente antes de que los
dos sigáis adelante. Está pendiente de cualquier cosa que pueda
hacerte daño. Bordillos, escaleras, monopatines, baches en la calle.
Un buen perro lazarillo es un compañero maravilloso.

d d Rumio sus palabras mientras bebo el café.

d d Además añade él, las mujeres se vuelven locas por los


hombres que llevan un perro lazarillo.

d d Ya, pero con la suerte que tengo seguro que el que consigue la
cita es el perro.

d d Por algo se empieza.

d d ¿Qué otra cosa hacen?


d d Tiran de ti si un coche se salta el semáforo. Sortean

d d 168

d d obstáculos. Vigilan por si hay v<?ladiz0/bajos. Esos perros S0n


asombrosos.

d d ¿Y cómo es que no todos los ciegos tienen perro?

d d .Para tener un perro se necesita energía. Hay que cuidarlo y


alimentarlo con regularidad. Además, tienes que entrenarte con el
perro. Las escuelas de adiestramiento de perros lazarillos son como
un kibbutz. Debes trabajar durante un mes bajo la supervisión de
las personas que han adiestrado al perro. Es duro.

d d ¿El perro te lleva a ti? x

d d Sí y no. Tú eres el navegante. Siempre marcas el rumbo. El


perro tira con suavidad, manteniendo una especie de presión
sensorial entre ambos. Si tiene que detenerse, apartarte del camino
o cualquier otra cosa, no te dejará lugar a dudas. La manija del
arnés es rígida y está hecha de acero.

d d Pero ¿yo estoy al mando?

d d Tú estás al mando.

d d A menos que esté a un tris de hacerme papilla bajo un


Chevrolet.

d d Exactamente.

d d Una vida sin miedo.

d d Juego con la cucharilla. Me veo caminando por una calle de


ciudad acompañado por un perro principesco, un animal grande,
sinuoso, tostado como un león. La imagen es inesperadamente
agradable, como un regalo imprevisto. Siento el acicate del
entusiasmo y
quiero ir a comprar un perro de inmediato.

d d Hace años que renuncié a mi bicicleta en la ciudad de Iowa. Me


niego a renunciar a andar.

d d He vivido demasiado tiempo en un pueblo rural de Nueva York


y me siento prisionero en los lugares pequeños. Estoy ansioso por
visitar sitios, por viajar de otra manera. Me da igual que las
escuelas de adiestramiento de perros ladrillos parezcan
campamentos de entrenamiento militar.
d d* *,

d d 169

d
d Pagaré una desorbitada factura telefónica por llamar mis amigos
a todas partes del país. Llamo a Bettina a Irlanda.

d d ¡Voy a comprarme un perro lazarillo! Con él podré ir a cualquier


parte, ¡incluso al Metropolitan Opera!

d d Reímos al respecto; no sabemos si la ópera es una forma de


crueldad contra los animales.

d d Mi amigo David Weiss me dice que tengo una fantástica gestalt


de perro. Y le creo.

d d No todo el mundo reacciona con optimismo.

d d Mi madre al principio toma mi decisión con tristeza. Lo


discutimos, ambos curtidos por los años.

d d No hay razón para amargarse digo, tratando de explicarle la


liberación que esto representa para mí. Cuánta esperanza me da.
Quiero viajar por todas partes. Este perro me acompañará
constantemente. Será mis ojos.

d d La palabra «ciego» todavía molesta a mi madre. He aprendido


que es inútil esperar que adopte otra actitud ante mi discapacidad.

d d Voy al gimnasio y corro cuarenta minutos en la cinta de


footing. Luego busco el camino hacia las pesas con el bastón y
levanto algunas. Más tarde, sudoroso y feliz, hablo con Dan, un
monitor de cuyo sentido del humor he aprendido a fiarme.

d d He decidido cambiar el bastón por un perro le digo. Este


maldito trasto se niega a venir cuando lo llamo.

d d Me embarco en mi propia terapia de palabras, como si el poder


de la afirmación y mi nuevo entusiasmo pudieran superar
instantáneamente veinticinco años de inconvenientes.

d d De vuelta en casa, en el sofá, pienso en la escuela cte


adiestramiento todavía totalmente imaginaria. Me la imagí* no
como una institución de estilo antiguo, situada en lo alto de una
colina y protegida con verjas de hierro. Es un lugar
d d 170

d d ¿ickenseniano que me asusta en su ficticia abstracción. A pesar


de mis alardes de valor, me siento inseguro. Sin embargo? la
perspectiva de asistir a una escuela llamada Guiding Eyes for the
Blind es un paso que debo dar para alcanzar al mítico perro. Sin el
apoyo de Mike no habría podido seguir adelante. Con toda
seguridad me habría quedado en el sofá con mis obsoletos discos
de ópera, con la voz ¿e Caruso atravesándome como quinina. Pero
al igual que las aspas de un molino de viento, es prácticamente
imposible oír la confianza. Comienza con convicción. Mike me
empuja con su seguridad y su peculiar y oportuno sentido del
humor.

d d Unas semanas después me visita Dave See, un representante


de Guiding Eyes. Su apellido es perfecto.1 Bromea conmigo y me
tranquiliza. Su trabajo consiste en hacer las entrevistas1 en casa
del interesado. Ha venido principalmente para ver dónde vivo y
averiguar cómo me desplazo. Tras observar cómo camino y con qué
grado de seguridad, podrá comenzar el proceso de emparejarme
con un perro antes incluso de que yo vaya a la escuela.

d d En su solicitud dice que tiene problemas para orientarse por la


noche. ¿Por qué demonios quiere salir de noche?

d d A estas alturas tengo problemas para orientarme de día.

d d Salimos y convenimos un itinerario para nuestro paseo de


práctica. Dave observa cómo me manejo con el bastón y luego me
pide que recorra varias manzanas con los ojos vendados, también
con el bastón.

d d En ocasiones, los ciegos que tienen algo de vista residual se


fían demasiado de ella mientras se entrenan con un perro dice.
Debe depositar toda su confianza en el perro y permitir que él tome
las decisiones por usted una vez lúe le haya indicado hacia dónde
quiere ir.

d d 1- See en inglés significa «ver».

d d IJl

d
d »Si en Guiding Eyes el instructor llega a la conclusión de que se
resiste a confiar en el perro, le pedirá que se vende los ojos.
Necesito ver cómo se las arregla.

d d Esa húmeda mañana de febrero camino con los ojos vendados


por Cayuga Street, en el centro de Ithaca. Mi bastón barre el
camino y mi torso se inclina hacia delante, corno si llevara una
bolsa de perdigones colgada al cuello. Pero avanzo sin
inconvenientes y con razonable eficacia. Dave See y Mike Dillon me
siguen a una distancia prudencial. Me siento como Orfeo saliendo
del infierno: siento la tentación de darme la vuelta y preguntar qué
tal lo hago, pero las normas son rigurosas y camino con laboriosa
diligencia, metiéndome en los charcos, sin saber a ciencia cierta
cuándo detenerme.

d d Después de la caminata con los ojos vendados, Dave me


entrega el arnés de un perro lazarillo.

d d Yo seré tu perro dice. Me \\amojuno.

d d Se supone que debo coger la manija del arnés mientras Dave


tira de la parte delantera.

d d Quiero que levantes la manija y digas: «¡Adelante, Junol», y


mientras nos movemos, quiero que confíes en cada paso de Juno.
Sigue al arnés. Deposita tu confianza en el perro.

d d Dave empieza a tirar y yo lo sigo. Me guía por el borde de un


hoyo, y lo sigo. Cuando llegamos/al bordillo, él se detiene y yo digo
«buen perrito» con una entonación dulzona que me resultará útil
cuando me emparejen con un perro de verdad.

d d La confianza es silenciosa como un molino de viento. La vida


con un perro iniciará mi transformación alquímica en ciego, la vita
nuova. El arnés nos unirá formando un vínculo de credibilidad y
amparo. Pero la práctica con Dave no sugiere nada semejante.

d d Cuando volvemos a mi apartamento me suelta un ser-

d d 172
d d món sobre el sacrificio, el esfuerzo, las ñoras de trabajo, la vida
con un compañero, las críticas/de los adiestradores, ja posibilidad
de que se nieguen a darme un perro.

d d yie explica el programa diario! Todas las mañanas me


Despertarán por un altavoz a las seis en punto. Deberé sacar al
perro, darle de comer /y sacarlo \otra vez. Tendré media hora para
afeitarme y ducharme antes del desayuno. Inmediatamente
después ^le los huevos y el café, asistiré a Una clase de obediencia
con mi perro y me darán una breve charla sobre el control de los
perros. Luego subiré a un autobús para hacer un día de trabajo de
campo; distintas situaciones de tránsito en compañía de un
instructor. Mi perro ya sabrá qué hacer y mi trabajo consistirá en
aprender a trabajar con él. Al final de la jornada tendré que dar de
comer al perro y sacarlo a dar otro paseo. Luego cenaré y asistiré a
la clase de la noche. Debo estar en la cama a las diez, pues es
necesario descansar bien. El proceso comenzará otra vez a la
mañana siguiente y se repetirá durante los veinticinco días
siguientes.

d d La
desafiante descripción de Dave me da fuerzas. Yo seré uno de los
que sobreviven al kibbutz canino y salen con un acompañante.
Estoy absolutamente convencido. Ya nada puede hacerme
retroceder.

d
d/’

d d II

d d MOVIMIENTO

d d ... si concebimos

d d un ser platónico, esculpido a gran escala,

d d libre del tiempo,

d d e imaginamos para él la lengua que no

d d puede hablar,

d d entonces una forma protegida de

d d los golpes, podría

d d madurar: un ser capaz podría reemplazar

d d al caballo oscuro y al caminante que

d d [avanzan con rapidez.

d d WALLACE STEVENS «La bondad pura de la teoría»

d
d 15

d d En Guiding Eyes hay soldados israelitas, un científico, una maestra,


un mecánico de automóviles, un carpintero...

d d Tenemos diabetes, glaucoma, retinopatía del prematuro, cataratas,


Heridas de guerra... Somos un grupo democrático.

d d Uno de nosotros es rico. Algunos son muy pobres.

d d Uno asiste a las reuniones de Alcohólicos Anónimos.

d d Una mujer que se propone convertirse en asistente social se refiere


a los ciegos como «cieguitos».

d d Otra tiene miedo de los perros, pero quiere superarlo.

d d Uno escucha un violento tamborileo en los oídos allí donde vaya.

d d Todos nos hemos perdido, caído por las escaleras, conducido coches
en juergas salvajes, tenido escarceos con la glotonería, con Dios y con
un centenar de causas inútiles.

d d Algunos todavía sabemos jugar.

d d Uno se compró una moto cuando se quedó ciego. Todas ’as


mañanas sale al jardín, la pone en marcha y se queda escuchando los
sonidos de la Harley.

d d Hank, mi compañero de cuarto, es un ejemplo de entereza. Perdió


los ojos en un accidente de caza. Recibió una salva de perdigones en los
ojos, algunos en la parte delantera del cerebro. Después tuvo una
apoplejía. Se enseñó a sí
d d !/7

d
d mismo a volver al mundo de las palabras cantando mentalmente,
recordando letras de canciones.

d d Nos sentamos en lados opuestos de nuestro dormitorio que


huele vagamente a cera de suelo y mantas de lana, cornpartimos
Fig Newtons y escuchamos las instrucciones a través del
intercomunicador. Deshacemos el equipaje con la sensación de que
estamos en unas barracas. Fuera, en el pasillo, la gente se mueve
lentamente palpando las paredes.

d d La ceguera de Hank es reciente. Sus ojos son de plástico y


están pintados a mano. Se granjea mi simpatía de inmediato
cuando me cuenta que un día, en la escuela para ciegos de
Carolina del Norte a la que le obligaron a asistir, se le cayó un ojo al
suelo. Su descripción de cómo buscó el ojo a tientas por el suelo es
poesía pura.

d d Se alegra de que yo vea algo, pues supone que si se le cae un


ojo podré encontrarlo antes de que él lo pise.

d d Los dos reímos cuando le cuento la anécdota de una novia mía


a la que se le cayó el diafragma. Antes de que pudiera recogerlo, su
perro se lanzó sobre él y se lo comió.

d d Luego le cuento que mi amigo T. J. en una ocasión se despertó


por la noche y bebió un vaso de agua que estaba en la mesilla de
noche. A la mañana siguiente descubrió que se había tragado las
lentillas de su novia.

d d Imaginamos a nuestros perros levantando los objetos caídos de


nuestra vida.

d d Un mundo nuevo.

d d Las puertas que dan a los pasillos están pintadas de


anaranjado, rojo y amarillo. Aquellos que como yo debemos
abrirnos camino a través de una humareda permanente, caminar
por aquí es corno un sueño y luego un despertar. Estoy aquí,
exactamente, junto a esta puerta. He descubierto dónde necesito
estar.
d d De hecho, ésta es mi primera experiencia en un sitio diseñado
para ciegos. Los números de las habitaciones están

d d 178

d d en relieve, son tridimensionales y muy\ grandes. Hay


inscripciones en braille por todas partes, d\esde las máquinas
expendedoras de golosinas hasta los aparatos de gimnasia. LOS
números de teléfono están escritos tanto en braille como en
caracteres grandes. Mientras me\paseo, comienzo a entender que
las técnicas de tanteo y adivinación están sobrestimadas. Mis
especialidades eran memorizar números de teléfono, listas de la
compra enteras. Empiezo a intuir que puedo dejar esas cosas atrás.

d d Mi maldito cerebro puede liberarse de esa minuciosa


memorización.

d d En el salón donde los instructores dan sus clases las sillas


están pegadas a las paredes de modo que la alfombra de la amplia
zona central no sea un obstáculo. Los muebles nunca se cambian
de lugar: uno puede contar con que las sillas y las mesas
permanezcan en su sitio. Las puertas nunca quedan entornadas. En
el comedor, todo la sal y la pimienta, la salsa Tabasco, la leche y el
agua ocupa un lugar predeterminado sobre la mesa.

d d Pero éste es sólo el primero


de muchos milagros para mí. En el comedor, después de nuestra
primera cena juntos, varios de nosotros nos tentamos de risa. La
ceguera puede ser apreciada por sus comedias subrosas, sus
ocultos mundos de diversión. Sólo un ciego puede detectar la
imbecilidad de las reacciones prototípicas del mundo de los
videntes ante la ceguera.

d d torn es de Chicago, y como la propia ciudad, tiene los hombros


anchos. Es culturista y corredor de maratorre^ Igual que yo, puede
ver lo suficiente para apreciar las extrañas sombras con forma
humana que se le acercan en la calle.

d d Me gustaría lanzarme sobre las personas que hacen todo lo


posible para dejarme paso. Ya sabes, ésas que te ven venir con el
bastón blanco y se aprietan contra las paredes de los edificios o
saltan a la calle. Cuando lo hacen, no pue-

d d i79

d
d do contenerme: comienzo a andar como un cangrejo y me salgo
de la acera mientras agito el bastón. Los seguiría incluso por las
alcantarillas, como una especie de desbocado tren humano. No les
veo las caras, ni siquiera puedo ver qué aspecto tienen, pero sé que
retroceden y se preparan para huir. ¡Es como si estuvieran en una
película de terror y los persiguiera la mosca humana!

d d Bueno, tienen miedo de que choques con ellos y^ambién se


queden ciegos... ¡todo el mundo sabe quería ceguera es como el
juego de la peste! Esto lo dice Sarah, una profesora de secundaria
de California que ha vuelto a Guiding Eyes a buscar a su segundo
perro.

d d ¿Quieres decir que la ceguera no es como el juego de la peste?


pregunta Roy, un estudiante universitario de Boston.

d d Me gusta cuando estás en un ascensor, se abre la puerta en la


misma planta y la persona que está fuera no se atreve a subir dice
Mary, que es de Filadelfia.

d d ¿Es por el perro? pregunto yo, pensando que algunas personas


tienen miedo a los perros, incluso a los lazarillos. [ No, eso me ha
pasado yendo con el bastón responUe ella.

d d Has olvidado mencionar que también llevabas una pistola dice


Bill.

d d ¿Sabéis que los ciegos están autorizados a comprar armas?


comenta Hank. En la solicitud del permiso de armas no hay ninguna
mención a la ceguera.

d d ¿No creéis que sería una gran idea formar un ejército de


ciegos?

d d No. Los italianos ya lo intentaron.

d d Ahora Terry, que es de Texas, nos cuenta que condujo un coche


mucho tiempo después de que lo declararan oficialmente ciego.

d d Le dije al policía que era ciego y que por eso estaba

d d 18o
d d conduciendo en círculos en el aparcamiento. Además era un
centro comercial abandonado y no había coches, así que qué más
daba? ¡Y rtie dejo ir!

d d .¿Quieres decir que permitió que te largaras con el coche?

d d .No; me llevó él mismo. Creo que pensó que era el tipo más
loco que había conocido en su vida.

d d Seguro que pensó que habrías ejercido una mala influencia en


el resto de los presos.

d d Lo que me gusta del mundo de los videntes dice Bill es que


piensan que la ceguera te afecta al oído, así que te gritan.
«¿Necesitas ir al lavabo, cariño?», me gritó una camarera mientras
esperaba a mi esposa junto a la puerta de los lavabos. Hubiera
querido responderle a gritos: «¡No, no, gracias, ya no voy al
lavabo!»

d d Yo estaba dando una charla sobre perros lazarillos en una


escuela dice Mary y una niña me preguntó: «¿Cómo hacéis los
ciegos para encontrar el lavabo?»

d d ¿Qué le respondiste? pregunto yo.

d d No supe qué responderle.

d d Es cuestión de rezar dice Hank. Los ciegos llegan al lavabo


gracias a sus oraciones. Yo lo encuentro siempre así. «¡Dios mío,
ayúdame a encontrar el lavabo porque lo necesito
desesperadamente!»

d d Yo pensé que para eso estaban los perros lazarillos dice


Bill. «¡Vamos, Campeón, encuentra el lavabo!»

d d Los perros lazarillos son unos genios dice Gary, que compró su
primer perro en Guiding Eyes en 1963. Un día estaba en una playa
cerca de Santa Cruz, y dejé a mi perro suelto a pesar de que no
está permitido, y de repente apareció con el sostén de un biquini en
la boca.

d d ¡Eso es un perro!

d d ¿Los perros como ése necesitan una temporada de


ac»iestramiento adicional? ’

d d 181

d
d (:i

d d Bueno, ya sabes que los perros recogen cualquier eos prosigue


Gary. Tuve otro que me trajo un pichón de cuervo vivo. Me lo puso
en la mano. El cuervo no sabía qué hacer. Yo no sabía qué hacer. El
perro no sabía qué hacer.

d d Mi primer perro una vez recogió un clavel rojo. L0 sacó de un


puesto de flores y corrió con él por la calle.

d d Yo quiero un perro que encuentre dinero dice Hank.

d d Yo sólo quiero un perro dice Gary. ELbastoñes un medio de


transporte horroroso. /

d d/

d d A la mañana siguiente nos reunimos en el patio para trabajar


con los instructores que nos guiarán por los jardines. Cada
instructor tiene cuatro alumnos, lleva un arnés de cuero e
interpreta el papel de un perro lazarillo. Practicamos órdenes para
hacer sentar a los perros o mantenerlos de pie; rompemos la correa
de entrenamiento para que los instructores vean lo fuertes que
somos. En las jaulas hay docenas de perros adiestrados que
esperan ser cuidadosamente elegidos para cada uno de nosotros.

d d Detrás de cada buena pareja está la familia que crió al perro.


Imagine que ama a un perro durante más de un año. Una mañana
se levanta, lo mete en una jaula y lo lleva al aeropuerto para
enviarlo a la escuela de perros lazarillos. De regreso a casa,
mientras pasa junto a restaurantes de comida rápida y centros
comerciales, se echa a llorar. Ese perro lo ha acompañado a todas
partes; ha ido con usted al trabajo y a los partidos de fútbol del
colegio.

d d ¿Qué puede esperar ahora?

d d Se ha detenido frente al semáforo y las lágrimas siguen


deslizándose por sus mejillas.

d d Sabe que hay una posibilidad de que el perro no consiga


d d completar el adiestramiento. ¡Puede que vuelva a casa con
usted! ¿Se atreve a desear algo semejante? ¿Está bien desearlo...
por lo menos en privado?

d d Imagine que en su furgoneta todavía hay una manta en el


suelo. El vehículo todavía tiene algunos pelos de su mascota y un
ligero y húmedo olor a perro.

d d ¿Está bien desear que el perro vuelva a casa? ¿O no?

d d Por desgracia para usted, hay una forma de bondad que Dante
describió como «ardor». Es una práctica espiritual, una ofrenda
para el mundo que a su vez forma parte de la eternidad.

d d Ardor.

d d Si usted es un hombre o una mujer ciegos, es probable que


conozca a las personas que criaron a su perro. Tal vez cree un
vínculo con ellos, como si se tratara de un miembro adoptivo de la
familia. O tal vez no. Puede que sea tímido, o que vea la relación
personal con su perro lazarillo como algo necesariamente íntimo.
Pero independientemente de cómo viva, habrá aprendido algo
sobre el ardor.

d d No hay nada comparable a tener un perro lazarillo. Mientras


camino con Lynne Robertson sujetando el arnés de cuero y metal,
siento como si mis manos hubieran estado esperando esto, como si
hubiera establecido contacto con algo esencial
de la vida de un antepasado. La sensación de seguridad que da la
manija es equiparable al acto de recoger otra vez la primera
castaña. Sé que estoy seguro mientras Lynne me guía por los
jardines. Mientras caminamos me habla.

d d -Tu perro también te hablará dice como si leyera mi mente. El


lenguaje corporal del perro y la información que te transmitirá a
través de la posición del arnés serán muy importantes.

d d 183

d
d Tengo la impresión de que en Guiding Eyes el proceso de
adiestramiento es un rito. Primero el novicio invoca a un perro
imaginario. Luego sujetamos arneses vacíos, como granjeros que
hubieran vendido sus bueyes. Finalmente después de dos días de
observación, los instructores se retiran a un lugar secreto para
emparejar a los alumnos con sus futuros perros.

d d Le digo a Lynne que necesito un perro al que no le importe


viajar con frecuencia; que pueda arreglárselas en Manhattan o en
los bosques de New Hampshire. ^

d d He tomado la vía más lenta hacia la ceguera, resistiéndome a


ella como un patinador que teme al río. Pero aquí nadie pierde el
tiempo explicando que no ve o que ve muy poco. Todos los
instructores son expertos en las distintas clases de ceguera. Hasta
el personal doméstico ha pasado un período de prácticas y ha
usado un par de gafas oclusivas que imitan los distintos grados de
pérdida de visión. Todos los que trabajan aquí han recorrido muchas
veces el edificio y los jardines en las mismas condiciones que los
ciegos.

d d ¡Imaginen una institución cimentada en la confianza!

d d Bebo Pepsi y converso con Hank hasta altas horas de la noche.


Los dos queremos viajar. Los dos tenemos hambre de planeta.

d d Puesto que Hank veía durante la adolescencia, me habla de


sus experiencias al volante, de sus noches locas en las carreteras
secundarias de Carolina del Norte. De vez en cuando deja escapar
un risita cómplice y sé que está evocando un momento erótico. Es
un narrador nato.

d d Le hablo de mi vida sin coches, de cómo intenté encajar en el


mundo y no lo conseguí.

d d Hablamos de Carolina.

d d Hablamos de motos.

d d Apenas si dormimos.

d d 184
d d Es el día dd perro!

d d Hank se levanta a las seis de la mañana, nervioso como un


niño el día de Navidad. Habla por teléfono, comprueba cómo está el
tiempo, hace un frenético inventario de la vida... absorbiendo
cualquier cosa que esté al alcance de la mano. Ha estado nevando
mucho, ahora cae aguanieve. Un avión se salió de la pista de La
Guardia y hay veinticuatro heridos. Hank supone que hoy iremos a
la ciudad. Hay perros en el horizonte. Es el día del perro. Hank
parece Eisenhower poco antes de la invasión a Normandía:
cualquier dato meteorológico es vital para él.

d d El día del perro. Se oyen duchas, ruidos en las cañerías y


portazos mucho antes de que den el aviso de levantarse.

d d Los instructores nos reúnen y nos dicen a cada uno el nombre y


el género de nuestro perro. Me informan que el mío es Corky, una
hembra de labrador retriever. Luego volvemos a las habitaciones,
todos intrigados, todos especulando sobre nuestra nueva vida, una
vida en la que un animal inteligente y fiable penetrará en el círculo
de la ceguera. ¿Qué tamaño tendrá mi perra? ¿Le caeré bien?
¿Cuánto tiempo tardaremos en establecer un vínculo? ¿Podré
confiar mi vida a esta criatura todavía imaginaria?

d d
Los adiestradores ven a cada perro como un individuo. Cada animal
tiene unas características que deben coincidir con las de un alumno
en particular.

d d Algunos son rápidos, otros lentos. Algunos tienen un


temperamento apropiado para vivir en la ciudad, mientras que
otros podrán desempeñarse bien en situaciones urbanas como
turistas, pero sólo darán lo mejor de sí en los pueblos pequeños. En
Guiding Eyes hay perros especialmente aptos para trabajar con
personas que tienen múltiples discapacidades. A estos animales se
les enseña a compensar los problemas de equilibrio, por ejemplo,
modificando su fortta de andar. Los que están adiestrados para
ayudar a per-

d d 185

d
d sonas ciegas y sordas tienen un buen dominio del lenguaje por
señas. Las perreras están llenas de lazarillos con hábil}., dades
especiales.

d d Jamás he tenido una experiencia semejante a la de esperar que


me llamen para asignarme un perro. A solas en mi habitación,
revivo momentos pasados. Estoy en una explanada de Helsinki
chocando contra desconocidos pese a no estar borracho. Subo por
las escaleras del metro de Nueva York. ¿Estoy con mi hermana o
solo? Entro en un puerto^ griego y Bettina está exultante,
admirando un templo en la colina y la puesta de sol, pero yo no veo
ninguna de las dos cosas. Quiero dejar atrás esta clase de
imágenes. Estos últimos instantes preperro son indescriptibles. Sé
que en las próximas horas mi vida cambiará para siempre.

d d De repente se oye un zumbido en los altavoces y pronuncian


mi nombre. Lynne Robertson me hace pasar a una sala especial,
con unas cortinas en el fondo. Me siento en una silla y Rick Connell,
el supervisor, me entrega una correa flamante.

d d Cuando Corky entre, estará muy excitada y es posible que


salte sobre usted. Tómese unos instantes para jugar con ella.
Después podrá ponerle la correa y llevarla a su habitación.

d d Lynne Robertson, la adiestradora que trabajará conmigo, me


dice que llame a Corky.

d d Siento una brisa procedente del fondo de la habitación. Se


abren unas puertas correderas y oigo cómo se mueven las cortinas.
Cuando pronuncio el nombre de Corky, rni voz se quiebra. Tengo
que llamarla dos veces. Oigo algo semejante al resoplido de un
caballo, el sonido musical de la chapa identificatoria, y un instante
después está encima de mí, con sus patas sobre mis rodillas y su
cabeza grande junto a mi cara. La perra me está besando. Su cola
se agita ruidosamente como si fuera una soga. Mis mejillas se
llenan de

d d 186

d d j¿grimas. Es una perra de veinticinco mil dólares, inteligente y


magníficamente adiestrada. Pero antes de nuestro encuentro ha
estado encerrada en una jaula y ahora ella también se ha librado
de su soledad.

d d Tengo la impresión de que Corky me estudia, pero su mirada es


más perspicaz que la de un animal de compañía corriente. Parece
estar absorbiéndome.

d d Janet Surman, una adiestradora, dice de repente:

d d Corky está enamorada.

d d Tiro de la correa de Corky y por primera vez caminamos juntos


en dirección a mi cuarto.

d d ¿Es mi última cita a ciegas?

d d Corky está absolutamente frenética y con sus cuarenta kilos de


peso es muy fuerte. Por un instante pienso que me han dado el
animal equivocado o que Corky es tan astuta que refleja mi propio
nerviosismo. Ahora está de pie sobre mí, lamiéndome la nariz.
Luego pone las patas delanteras sobre mis hombros y continúa con
el resto de mi cara. Su rabo tira al suelo las cosas que hay sobre
una silla.

d d En mi interior fluyen palabras, versos de Stevens: «El


ángel voló por el jardín/ el jardín voló con las nubes...»

d d Corky y yo retozamos como los emancipados deshollinadores


de William Blake, que vuelan por los aires liberados del hollín. Me
tiendo en el suelo junto a ella y empiezo a hablar.

d d Te propongo una cosa, Cork: cuidémosnos el uno al otro.


¡Viajemos! ¿Qué te parece? i Agita la cola.

d di ¡Usaremos nuestra cabeza común! I Agita la cola.

d d Tus orejas son tan suaves que no pueden compararse con


nada. Eh, Cork, apuesto a que te gusta nadar. Dentro de dos meses
iremos a New Hampshire.

d d El rabo.

d d 187

d
d Ahora mi voz corre como una ola.

d d No cabe duda de que ésta es una cita amorosa. Estarnos


descubriéndonos mutuamente. Salimos y averiguo que, a diferencia
de otros perros, Corky necesita que la anime, incluso que le cante,
antes de decidirse a hacer pis. Los demás perros se agitan y tratan
de relacionarse unos con otros, pero Corky se queda quieta. Está
preparada para su trabajo.

d d En nuestra primera noche juntos me enseña otráriaceta de su


personalidad. A diferencia del perro de Hank, que duerme
plácidamente toda la noche, Corky intenta repetidamente meterse
en la cama conmigo. Las reglas del adiestramiento no lo permiten,
así que le digo en la oscuridad:

d d ¡Tiéndete!

d d No me hace caso y agita la cola.

d d A las cuatro de la mañana empiezo a temer que sea de*


masiado tonta para cumplir con su función.

d d A la mañana siguiente, en White Plains, Corky tira de mí para


apartarme del paso de un jeep que se acerca demasiado al bordillo.

d d Retrocede con fuerza.

d d Dos peatones aplauden. Uno de ellos dice que le gustaría tener


un perro lazarillo. Pero yo siento el corazón en la boca, como si
hubiera estado corriendo en los encierros de Pamplona.

d d Por primera vez siento las depresiones del terreno bajo mis
pies.

d d La calle es más mía que antes. Es mi lugar.

d d Camino sin encorvarme en la posición de lucha-o-huida propia


de un delincuente, que durante toda mi vida ha sido la medida de
mi ceguera.

d d No me asusta la embestida violenta de los sentidos.


d d El arnés es un transmisor y la perra se mueve con seguridad.
d d/

d d En todos los bordillos hacemos una parada firme y fiable. No


puedo caerme.

d d En Guiding Eyes tienen un lema: «Es conveniente que un perro


lazarillo sea un poco obcecado.» Cuando piense en esto, siempre
estaré junto a Kathy Zubrycki, una adiestradora, en una fría
mañana de marzo en White Plains, Nueva York. Estamos con Corky
en el borde de un andén de ferrocarril. Las vías están tres metros
más abajo.

d d Kathy me dice que Corky nunca permitirá que me caiga del


andén, y yo la escucho en medio de un viento que cala los huesos,
con el cuello del abrigo levantado y el arnés en la mano izquierda.
A nuestras espaldas ruge un tren que se dirige a Nueva York.

d d Vamos dice Kathy, ordénele que siga adelante.

d d Prefiero esperar a que llegue el tren. Me apetece ir a


Poughkeepsie.

d d Vamos, hágalo. Corky no permitirá que le pase nada, y yo


tampoco.

d d Le digo que estoy convencido de que la perra evitará que caiga


a las vías, que creo que Corky es tan buena como sugiere su noble
reputación y que ella, Kathy Zubrycki, tiene una voz preciosa,
maravillosa. Estoy diciendo galimatías como Woody Allen.

d d Pero mientras tanto pienso: ¿y si esta perra pertenece a una


secta de suicidas?

d d Luego río y ordeno a Corky que siga adelante.

d d Ella tira de mí hacia atrás, se gira, me obliga a caminar


en la dirección opuesta hasta que ambos estamos a una distancia
prudencial de las vías.

d d La fe es un proceso que pasa de la creencia a la convicClón y


luego a la certeza absoluta.

d d Nosotros dos somos una central energética autogestionada.

d d A los treinta y nueve años aprendo a caminar erguido.

d d 189

d
d Con la ayuda de mis compañeros e instructores, decido
firmemente ser un ciego. Hasta empiezo a disfrutar de mis

d d errores.

d d Una noche en que mi hermana viene a visitarme a la escuela


me choco contra una puerta de rejilla. Janet Surman me ve y dice:

d d ¡Tenías un aspecto estupendo tratando de cruzar la

d d puerta!

d d ¡Sé que es verdad! vj^u^_^

d d Nunca me ha ocurrido nada igual. /

d d Estoy entre personas videntes que respetan la ceguera.

d d No hay un ápice de paternalismo o sentimentalismo en su


actitud. Se vuelcan por entero al trabajo contigo mientras resides
aquí y admiran tus progresos: me evalúan como miembro del
equipo que formo con el perro.

d d Hacemos prácticas en el metro cerca del Lincoln Center.

d d En un autobús el conductor me pregunta dónde quiero

d d bajarme.

d d Caminamos en medio de una obra intrincada y bulliciosa.


Corky está totalmente concentrada, firme en su arnés, trabajando
en equipo con absoluto control.

d d La taladradora no la asusta.

d d Sube por las escaleras mecánicas como Marlene Dietrich,


elegante, saludando a su público.

d d De regreso en Guiding Eyes se destaca superando la célebre


«prueba de los donuts». Los adiestradores han puesto donuts y
trozos de pizza en distintos sitios de la escuela. Mientras
caminamos por los pasillos, ella no les presta atención e incluso me
guía para que los eluda.

d d Sospecho que mi perra lee la enciclopedia en su tiempo libre.


En la Universidad de la Trailla sortea una cabra atada, me abre paso
entre una bandada de gansos silvestres. Se detiene en lo alto de
una escalera, a pesar de que en ese momento un burro relincha
tras una cerca contigua.

d d 190

d d Me guía con cuidado a través de un jardín japonés.

d d Pasamos junto a un árbol donde cantan un centenar de


pájaros.

d d Este territorio es nuestro, parece decir, y mis articulaciones se


aflojan. Nos adentramos en lo desconocido con serenidad. Las
marañas de luces deslumbrantes no nos detienen.

d d Trabajamos en equipo para pasar por la puerta giratoria de un


centro comercial.

d d Lynne o Janet, que nos acompañan siempre, aplauden nuestros


éxitos y nos señalan los problemas.

d d No permita que tire de usted con demasiada fuerza dice Janet.


Use la orden de «quieto».

d d Me enseña cómo mover el arnés hacia delante y atrás para


indicarle a Corky que debe aflojar el paso.

d d Corky disminuye la velocidad. De repente se distrae con un


periquito que está en el escaparate de una tienda de animales.

d d Ordénele que siga.

d d Corky se concentra y vuelve al trabajo.

d d ¿Por qué no recurrí a esto antes? ¿Por qué esperé tanto


tiempo ?
d d No tiene importancia. Lo estoy haciendo ahora.

d d ¡Nos movemos aprisa!

d d Dave See tenía razón. Esta asociación requiere disciplina y


diligencia. La recompensa es confianza en uno mismo y fe.

d d En el sombrío y cavernoso interior de unos grandes almacenes


avanzo
rápidamente entre estanterías llenas de frascos de perfume.

d d Pasamos junto a algo que quizá sea un perchero con abrigos de


mujer. A mí me parece un rebaño de ciervos ”láñeos, una compañía
de baile formada por garzas reales. No sé de qué demonios se
trata, pero mientras me lo pre-

d
d gunto Corky me ayuda a sortear un enorme cesto de flores
colocado sobre un pedestal que está precisamente en el centro del
pasillo.

d d Aunque me muevo entre la niebla, nada puede pinchar mi


salvavidas. ¡Estoy navegando por Macy’s!

d d Al pasar junto a los televisores, oigo que están emitiendo un


partido. Un dependiente se aproxima y admira al perro. Luego me
cuenta cómo va el partido. Mientras me habla de los Dolphins,
descubro que ya no estoy en4a balsa privada de la adolescencia. Mi
barco nuevo avanza alegremente por el río. Los otros barcos me
hacen señales con sus sirenas de vapor.

d d Theodore Roethke escribió: «Mis ojos llegan más allá de la


lejana eflorescencia de las olas;/ me pierdo y me encuentro a mí
mismo en las vastas aguas;/ una vez más me reúno conmigo;
/abrazo al mundo.»

d d El domingo 27 de marzo de 1994 Corky y yo embarcamos en


un avión de USAir que volará desde el aeropuerto de La Guardia, en
la ciudad de Nueva York, hasta Ithaca. Lynne Robertson, que nos ha
acompañado cada día del entrenamiento y nos ha visto progresar
hasta convertirnos en una pareja segura y eficaz, nos acompaña
hasta la puerta de embarque.

d d Muy bien, Corkster dice Lynne, cuida bien de este señor.

d d Camino por el túnel de embarque tras los pasos de Corky y


entramos en la cabina de pasajeros del avión. Así empieza nuestra
nueva vida, que pasaremos siempre juntos.

d d Durante el futuro previsible, Corky y yo seremos mantenidos


por fundaciones de artistas. Pocos meses después de salir de
Guiding Eyes, nos vamos a vivir a la MacDowell Colony for the Arts
en Peterborough, New Hampshire.

d d 192
d dV

d d Corky se tiende junto a mí en la alfombra trenzada de nuestra


cabana de madera, y pronto hacemos ruidos juntos, Deludías
viscerales, música de huesos, restregándonos la espalda, gruñendo
a dúo. Es maravilloso: un perro y un hombre produciendo sonidos
juntos, y los miembros agotados caen.

d d ago-

d d\

d d tt

d d f/’fcH ¡.
d d tM»*JíM !

d d i^Vhí

d dV

d
d 16

d d Cuando uno acaba de regresar a la vida, todo es apasionante, pero


lo mejor de todo para mí son las mañanas. Al amanecer, Corky me saca
de la caótica cama tirando de las mantas. Mientras me levanto ella
regresa con una de mis zapatillas. Hemos venido a Nueva York a visitar
a mi hermana, que ahora vive en Greenwich Village, a unos minutos de
distancia de Washington Square Park. Corky corre por el salón del
apartamento de Carol, sujetando aún la zapatilla en la boca como si
fuera un pájaro vivo. Está preparada para la vida que aguarda al otro
lado de la puerta.

d d En la Quinta Avenida la vida nos deleita. ¡Qué emocionante es oír


los cascos de un caballo al amanecer! ¡Aquí viene un miembro de la
policía montada! Corky se queda absolutamente inmóvil y erguida para
asegurarse de que no bajo a la calle. La frescura de la hora me
envuelve y gira a mi alrededor. No sabía que un perro me regalaría la
mañana.

d d Aspiro los aromas de una panadería francesa, de las castañas


asadas, de las pieles húmedas de la naranja. En el centro de estas
sensaciones está el suave retintín del arnés de Corky, una música
forzada como una brisa diminuta alrededor de un mástil.

d d Aunque tenga los ojos doloridos y nublados, ahora pue-

d d i95

d d¡

d
d Le propongo una cosa digo: deje que el perro se éoncentre en
cruzar la calle y luego hablaré con usted.

d d Una vez en la acera de enfrente hablamos del método correcto


para cruzar la calle.

d d Necesito concentrarme en los cruces explico. Soy yo, y no mi


perra, quien decide cuándo cruzar. Así que tengo que escuchar con
atención los sonidos del tránsito. Cuando creo que es un buen
momento, le ordeno a mi perra para que siga adelante. En ese
momento ella evalúa la orden cotejándola con lo que hacen los
coches. El procedimiento exige que los dos prestemos atención. v

d d ¿Sabe? Hasta ahora, siempre que veía a un ciego con” un perro


lazarillo pensaba que el perro estaba mirando el semáforo. ¡Creía
que era él el que controlaba la situación! ¡Nunca se me había
ocurrido pensar que fuera un trabajo en equipo!

d d Así que aquí estamos, dos desconocidos y un perro en I cruce


de Lexington y la calle Cincuenta y dos, discutiendH cómo salir
adelante.

d d Me separo de él pensando en la difícil situación que tendrá que


afrontar junto a su esposa. No hay dos ciegos iguales. Yo, por
ejemplo, crecí encadenado como Houdini, tratando de dominar un
truco mágico para escapar. No todas las personas que han perdido
la vista pasan por esta larga batalla con la timidez. Hay algunos
que se quedan ciegos de repente y demuestran una entereza
extraordinaria. Ellos dan esperanza a los que les rodean, tanto
ciegos como videntes.

d d Todos somos criaturas extáticas, capaces de experimentar una


sublime compasión hacia nosotros mismos y los demás. Los ciegos
fuertes se mueven como bailarines contemporáneos; todos sus
ademanes significan algo. Los ciegos recientes o los ciegos de toda
la vida a menudo poseen un arte de vivir, un invisible, delicado
tesoro que llevan consita

d d 198
d dI
d d go a todas partes. Los videntes también pueden tenerlo: me
viene a la memoria José Carreras. Después de su crisis leucémica
sigue cantando, y aunque algunos críticos dicen que la voz del gran
tenor ya no es la misma, yo creo que es más conmovedora, tocada
como está con brotes de oscuridad. A veces las rosas crecen en los
áridos riscos que se alzan sobre el mar.

d d Qué extraño es ser a veces el apéndice humano de Corky. A


menudo la gente nos para para hablarle sólo a ella, como si yo no
existiera, y luego, después de un rato de charla infantil,
desaparecen. Otros se sienten atraídos por nosotros porque somos
emblemáticos. Una mañana temprano me encuentro con dos niños
con deficiencias psíquicas.

d d ¡Hola!*dice uno de ellos. Yo conocí a un ciego, pero ha muerto.

d d Era más viejo que tú explica el otro. Tuvo un ata!* que al


corazón.

d d Luego siguen deslizándose por la acera sobre sus patines.


Durante todo el encuentro Corky, mi espíritu familiar, mi Pavlova,
sigue avanzando sin distraerse.

d d En el supermercadc

d d llamamos la atención de
un niño pe-

d d queño. \

d d ¡Mira, mamá! ¡Hay un perro dentro de la tienda! j Calla,


cariño. ¡

d d Pero, mamá, ¡es/hombre tiene un perro! I Es ciego. El perro le


ayuda. ’ ¿El perro también es ciego?

d d No, el perro vépor él.

d d ¿Y qué pasa si el perro es ciego?

d d El perro no es ciego, cielo, el perro ve. El que no ve es el


hombre.

d d ¿El hombre no ve?

d d 199

d
d Así es; los ciegos no ven.

d d Si no ve, ¿cómo sabe cuándo es por la mañana?

d d Calla. El hombre se levanta porque tiene ganas de j desayunar.

d d La mujer se lleva rápidamente al niño hacia el pasillo de los


productos de limpieza. Oigo la voz débil del pequeño desde lejos.

d d ¿Cómo hace para comer?

d d Yo estoy junto a una enorme pirámide de latas. Corky ha


decidido sentarse. Tengo un deseo evangélico, una necesidad de
tranquilizar a esas dos personas. Quiero recitarle algo de los
Salmos: «El Señor es misericordioso y compasi^^ vo; tardo a la ira
y grande en sus favores.»

d d Quiero seguir a esta madre y a su hijo a través de los altos


expositores de detergente y decirles que el mundo no se termina.
Me imagino diciéndoles que los ciegos no están hambrientos de
objetos. Quiero tomar a algunos desconocidos de la mano y
decirles que no hay ningún abismo.

d d Cuando Corky y yo nos detenemos bajo la torre de latas de


coca-cola, especulo sobre la discrepancia entre el símbolo que es
mi ceguera para los demás y el hecho verdadero de que no soy
todos los ciegos. Sólo soy un hombre, un hornbre maduro y
ligeramente encorvado con dolores de espalda. Me ha traído hasta
aquí con eficacia una perra de una belleza excepcional. Supongo
que debo de parecer equilibrado, pero detrás de este cuadro
hombre y perro estoy tan perdido como cualquiera de ustedes.
Necesito algo para almorzar, y aunque he llegado hasta aquí,
necesito ayuda para encontrar el atún.

d d Hacer la compra es una tarea ardua. Puesto que estoy en el


paro, pago con cupones de comida. Esas transacciones son difíciles
incluso para los videntes; los cupones son motivo de bochorno. En
la caja registradora, la impaciente cajera tiene que coger los
cuadernillos y contar los cupones

d d 200
d d ,*,:)’U*,1- *
d d por mí. La cola de clientes se queda atascada detrás de
nosotros. Un niño le pisa la cola a Corky- Existe la idea
generalizada, tácita, compartida por todas los que están en la cola,
de que es natural que un ciego ^10 tenga dinero.

d d Llevo más de un año viviendo en Ithaca con Corky y buscando


un empleo, asistiendo a talleres y seminarios, sentándome en la
oficina de desempleo bajo los zumbantes tubos fluorescentes. En
Estados Unidos el setenta por ciento de los ciegos está en el paro.
Este dato es una fuente de pesimismo tanto para mí como para los
asistentes sociales que me ayudan a rellenar las solicitudes de
asistencia médica gratuita, orientación laboral gratuita, esperanza
gratuita. Cuando entrego mis formularios, oigo a una madre
iracunda en la sala contigua gritándole a su hijo para que pare de
llorar.

d d Fuera, mientras camino sobre las rojas hojas de arce en un


parque público, pienso en los adivinos e imagino a Teócrito junto al
mar. El viejo adivino griego vierte agua a través de un cedazo y
predice el futuro mirando los riachuelos
de agua que se forman sobre la arena. ¿Acaso hay un riachuelo
más largo que mi pena íntima y tediosa? Teócrito, ¿descubriré eA
jubiloso tesón que define necesariamente una vida valerop y digna?

d d Corky se deja caer de espaldas y rueda sobre una pila de hojas


caídas. Hay hojas/en mi pelo. | ¿Qué es el futuro?

d d Cuenta la leyenda que los antiguos profetas se metían en sus


cuevas, dormían y soñaban con rayos de sol. Un soñador con
grandes poderes profetices podía permanecer dormido durante más
de cincuenta años. ! ¿Tardaré cincuenta años en encontrar
trabajo?

d d Parece que el destino estalíécho de espinas, flores y huesos.


Mientras Corky levanta hojas y ladra con satisfacción yo contemplo
la penumbra. El futuro es indiferente a las

d d m ’i
d d 201

d
d ífcl

d d Corky y yo caminamos durante todo el día. Nuestro Manhattan


particular está bordado con pasiones rojas y negras. Nuestra pasión
por la vida nos empuja de aquí para allá, como si fuéramos
barquitos de papel. Entro en una joyería rusa y le compro un
pequeño crucifijo ortodoxo a una mujer muy vieja. Tengo que
pelearme para que acepte el dinero, pues quiere regalarme la cruz.
Cuando finalmente agarra el dinero, lo hace con lágrimas en los
ojos; he estropeado su acto de caridad, un acto procedente de la
lejana Ucrania, un gesto que ha cruzado un siglo y un océano.
Fuera, en la Séptima Avenida, súbitamente me flaqúean las rodillas
y camino sin rumbo durante un rato. ^ \

d d Al sur de Broadway dos jóvenes negros me ven caminando con


Corky. Uno le da un codazo al otro.

d d Tío, ¿por qué dejan salir a la calle a mamones como ése?

d d No se me ocurre una respuesta.

d d Media manzana más allá, quisiera decirle que yo he luchado


por sus derechos; ¿por qué carajo no lucha él por los míos ? Me
echo a llorar. Quería que esta tarde fuera espléndida. Llevo una
ópera nueva en mi bolso, Sansón y Dalila de Saint Saéns.

d d Hay una fotografía de archivo de Caruso en el papel de Sansón


que registra el momento en que levanta su cara terrible, recién
enceguecida.

d d También yo quiero derribar el templo.

d d Salgo de Broadway y entro en una pequeña cafetería griega.


Me siento a la mesa y Corky se tiende en el suelo. Oigo a dos
camareros discutiendo quién va a atenderme.

d d Ve tú dice uno, léele la carta.

d d ¿Sabe? le digo al camarero, este lugar está limpio y bien


iluminado.

d d A veces imagino que mis yoes más jóvenes están sentados


conmigo a la mesa. Les digo que aceptar la ceguera
d d 204

d d ha significado algo que antes no podía ni imaginar. Reconocer


que veo muy poco me da poder, porque el mundo es más accesible
y me acoge con más generosidad que cuando simulaba ver. Pero en
otro sentido también es difícil. Dondequiera que vaya llamo la
atención y a veces me siento enterrado bajo el grafitti de las
supersticiones de los demás.

d d En un taxi oigo murmurar al taxista y me acerco


instintivamente para averiguar qué dice. ¿Me importa que me haga
una pregunta? Su tono es grave como el de un hombre que está a
punto de hacer una confesión en su lecho de muerte. Su acento
sugiere que es haitiano.

d d Me cuenta que su tía perdió la vista repentinamente. Chasquea


los dedos: así de rápido.

d d ¿Tiene amigos? ¿Tiene alguien que le ayude? ¿Cómo está de


ánimos?

d d Ésas son mis preguntas, pero resulta que no estamos hablando


de su tía en absoluto, estamos navegando por el reino de la
ceguera repentina, por una tierra de oscuros encantamientos.

d d Era una mujer hermosa dice él, con cabello bonito, dientes
bonitas, ¡preciosa! Le aseguro que era una belleza. Pero empiez4 a
salir con un hombre que hace vudú, a pesar de que él/tenía esposa.
Le cocina y lo cuida. Todo el mundo le dice/que no debería verlo,
pero ella no hace caso y pasa todo ei tiempo con él. Un día, cuando
la mujer del tipo ha salido, va a su casa y le dice al hombre que va
a limpiarla. Abre la puerta del armario del hombre, siente como si le
hubieran dado un golpe en la cabeza y se queda ciega en el acto.

d d Mientras el coche avanza por la Quinta Avenida vuelvo a


preguntarle al taxista si su tía tiene quien la cuide.

d d No responde, nadie quiere acercarse a ella. Ahora tiene el


vudú.
d d 20J

d
d En una tienda de Greenwich Village una mujer me da una piedra.

d d Esto le ayudará dice. Es un heliotrope.

d d ¿Qué le hace pensar que necesito ayuda? pregunto. ¿Tengo aspecto


de necesitar ayuda?

d d Ser ciego no ha de ser fácil dice. En teoría, esa piedra tiene


propiedades calmantes.

d d No he venido aquí a que me calmen digo. Mi hermana está allí


comprándose unos pendientes.

d d Creo que debería quedarse con la piedra.

d d Me la aprieta contra la palma.

d d Quiero decirle que la oscuridad tiene su propia4uz, pero me siento


atrapado. Ella cree que necesito una cura. Si discuto, quedaré mal.
Espero tras las ventanas escarchadas de mis cataratas y palpo la
pequeña piedra.

d d ¿Debería darle las gracias?

d d ¿Debería decirle que la hierba crece en los ojos de los reyes


vikingos muertos? Los ojos están rodeados por círculos pintados. ¿O tal
vez debería decirle que en los ojos de Antero Vipunen, el viejo chamán
que duerme bajo los bosques de Finlandia, crecen abedules?

d d Mientras escribo, en las noticias hablan una y otra vez del jeque
Abdel Rahman, al que siempre describen como «el fundamentalista
egipcio ciego». En marzo de 1993 varios de sus seguidores eran
sospechosos de haber puesto la bomba del World Trade Center.

d d El jeque es una personificación perfecta de la ira ciega. Para


Occidente, ésta es la furia de Saladino contra los cruzados. La
contagiosidad de Abdel Rahman estimula a los medios de comunicación.
Toca a otros y los vuelve ciegos de ira.

d d A veces muestran al jeque sin gafas. Sus ojos resultan


d 206

d d aterradores con sus nebulosas cataratas azules. Está desfigurado.


Tiene un auténtico poder metafórico. Es la ceguen absoluta de los
cíclopes que lanzan piedras al mar.
d d El jeque también representa la ceguera criminal, un recuerdo
atávico del inconsciente colectivo. Los emperadoreí romanos arrojaban
lejía y vinagre a los ojos de los cristianos. Los cristianos estrangulaban
con sogas a los musulmanes hasta que los ojos saltaban de sus
cuencas. Los reyes normandos cegaban a sus enemigos apretando
chapas de metal ardiente contra los ojos de las víctimas.

d d Quizá la leyenda más célebre sobre la ceguera sea la de Tiresias,


que se queda ciego por culpa de un trivial juego sexual de los dioses.
Hera y Zeus discuten sobre las satisfacciones del sexo: Zeus cree que
las mujeres obtienen más placer de él que los hombres. Hera opina lo
contrario. Deciden llamar a Tiresias, un mortal que como consecuencia
de un hechizo ha sido hombre y mujer. Tiresias confirma que las mujeres
sienten mayor placer sexual y esta respuesta enfurece a Hera, que
detesta perder en sus discusiones con Zeus. Así que la diosa ciega a
Tiresias a modo de castigo. Zeus se compadece de él, y aunque no tiene
el poder necesario para curarlo, le concede el don
de la profecía. La ceguera física de Tiresias qued’a eclipsada por la
magia de su don. La ceguera real queda en segundo plano. ¿Quién
necesita visión material cuando posee una superior y sobrenatural?
Después de todo, la ceguera es algo positivo. A Tiresias se le identifica
con el éxtasis, la gracia, el asombro, la intuición, las alucinaciones, el
espíritu.

d d La ceguera, el alma y los juicios de Dios forman un palimpsesto.


Ninguna persona ciega real puede eludir las espinas interiores de
inquietud que salpican este terreno metafísico.

d d A veces permanezco despierto, meditando sobre los asuntos del


espíritu. En este estado, a menudo recaigo en mi

d d 207

d
d b#V 4

d d compulsión infantil de arrancarme pelos. Fuera, en la fn’a


noche de abril, los árboles producen sonidos asombrososel bosque
se ha calentado durante el día y ahora la temperatura ha
descendido a seis grados bajo cero. Un viento tremendo ha
empezado a golpear las ramas secas contra las paredes de mi
casa.

d d Mis pensamientos se funden como acuarelas. Tendido de lado y


abrazándome las rodillas, oigo cómo arrecia el viento. No puedo
definir qué es la fe, y mientras escucho los ruidos de la tormenta de
repente evoco a mi abuelo paterno, un sacerdote luterano finlandés
que emigró a la península de Michigan para predicar entre los
leñadores. Lo imagino corriendo entre los árboles, persiguiendo
páginas voladoras del Nuevo Testamento, pequeños fragmentos de
viejas biblias vuelan entre las raíces y los groselleros silvestres. Su
fe siempre fue firme.

d d Recuerdo haber leído algo sobre la fe en un libro de Kurt


Vonnegut. Decía que la fe era sencillamente fe en la fe. Vonnegut
cree que es un concepto falaz. Yo veo a mi abuelo, con sus
vestiduras enganchadas entre las ramas de un cerezo silvestre
mientras trata de alcanzar sus páginas perdidas.

d d Hace poco tiempo me quedé hasta tarde con un grupo de siete


mujeres y hombres ciegos. Nuestras lágrimas se deslizaron juntas,
como los remaches que mantienen unidas las tablas de un bote de
madera. El cáncer o la vejez les’habían robado a sus respectivos
perros lazarillos, unos animales leales que los mantenían aferrados
a la vida. Así pues, ¿qué es la fe? De repente, una mujer desolada
que estaba sentada en un rincón dijo que Dios sólo nos da las
cargas que podemos soportar. Hubo un murmullo de asentimiento
entre los demás. Yo recordé un fragmento de uno de los cuadernos
de Theodore Roethke: «¿Para qué es el invierno? Para recordar al
amor.»

d d 208

d d No lo sé. Doy vueltas y vueltas en la cama. Ahora la lluvia se


ha unido al viento de abril y golpea las ventanas con una fuerza
salvaje. Me gustaría poder consolar a la gente. De pronto me
sorprendo pensando en Jesús. ¿Por qué cuando estaba vivo curó a
los ciegos, premiándolos por su fe, ante la multitud incrédula?
Ahora guarda silencio. Pero aunque yo he descubierto que no puedo
vivir sin fe, son sus reglas inexplicables las que me mantienen en
vela, y estoy furioso.

d d Una mañana, mientras me afeito, veo a un telepredicador en


una emisora de Nueva York. En la pantalla hay un hornbrecillo
dando alaridos sobre la fe. Delante de él, en el escenario, hay un
hombre supuestamente ciego.

d d ¡Este hombre tiene fe!

d d De inmediato apago la afeitadora eléctrica, asqueado e


iracundo”.

d d ¡Esto es fe, amigos míos! La voz del evangelista es aceitosa


como la piel de un ave asada. ¡La fe mueve montañas !

d d El actor que interpreta al ciego ha dado un paso atrás y alza la


cabeza en/estado de éxtasis. Me pregunto
en qué escuela de arte dramático habrá estudiado.

d d San Agustín escribió sobre la importancia que tiene la razón en


el viaje que conduce hasta Dios. Todos queremos ser
transportados/a lo divino con un solo y sencillo paso, pero la razón
nos permite discernir, distinguir los sonidos falsos de los
verdaderos. La prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia
sólo pueden existir lado a lado con la desgracia. Pero entonces
pienso que ésta es una idea demasiado estoica, pues yo he
descubierto el amor en fuentes imprevisibles. Trato de aferrarme a
las palabras de la Primera Carta de San Juan: «Queridos míos,
ahora somos hijos de Dios y todavía no se ha manifestado qué
seremos.»

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d d EPÍLOGO

d d En junio de 1995 Corky y yo regresamos a Guiding Eyes, esta


vez como empleados. Me han nombrado responsable de los
Servicios a los Estudiantes. Mi trabajo consiste en hablar con ciegos
de todas partes del mundo y supervisar el programa de admisión y
la asistencia sanitaria. El trabajo de Corky consiste en ser Corky.
Camina entre los perros en proceso de adiestramiento como si les
dijera: «Yo soy aquello en lo que podéis convertiros.»

d d En realidad, hemos aprendido que no tenemos por qué

d d ser símbolos para nadie. E digno y en un futuro cor jamos con


frecuencia. E

d d s suficiente con creer en un viaje posibilidades. Corky y yo


viastamos preparados para seguir

d d adelante y aceptar lo jque venga. A medida que avanzamos,


ahuyentamos los friossentimientos de ira y superstición. ^

d d Sin embargo, la vida con un bastón o un perro lazarillo no es un


cuento de hadas. Para los demás soy ciego, y esto tiene un millar
de connotaciones.

d d Un sacerdote trató de adelantarme durante la eucaristía.

d d Una loca me empujó ante un cajero automático y me gritó:


«¡Los malditos minusválidos con sus perros!»
d d Un guardia de seguridad quiso impedirme entrar en una tienda
de informática de Manhattan.

d d 211

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d d Hay personas que molestan a mi perra mientras ella supervisa


el tránsito.

d d En un hotel del centro de Chicago, un peluquero se negó a


cortarme el pelo porque no quería que mi perra entrara en su local.

d d De todos modos, no se enteraría de cómo le queda el corte de


pelo dijo.

d d Hay camareros extraños que se apresuran a servirme, me


dejan la comida delante y se van corriendo.

d d Que todos ellos se desvanezcan. Tengo que olvidarlos.

d d Una noche, cuando voy a tomar un tren en la estación Grand


Central, un desconocido se acerca a Corky y a mí. Es el típico
personaje caricaturesco que lleva un cartel anunciando el fin del
mundo.

d d ¿Sabe que se aproxima el finK^pjrggunta con una voz


curiosamente infantil.

d d Aprieto la correa de Corky y de repente me sorprendo riendo.

d d ¡No, no es verdad! Empiezo a bailar con mi perra. ¡No es


verdad!

d d Estoy cantando y bailanUo con un perro saltarín.

d d Algunos turistas nos hacen fotos: un ciego y un perro bailarín


bajo el reloj de la estación Grand Central. En plena hora punta.

d d El profeta del fin del milenio se marcha sin pronunciar palabra.

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d d AGRADECIMIENTOS

d d Deseo agradecer la generosa ayuda del PEN American Center,


el Blue Mountain Center, la MacDowell Colony, Villa Móntalo y el
Virginia Center for the Creative

d d Arts.

d d Algunas partes de este libro se han publicado con anterioridad


(a veces modificadas) en Antioch Review, The Bookpress, Harper’s,
The Prose Poem; Seneca Review y Quartery West.

d d Todas las supersticiones sobre los ciegos a las que me refiero


en el Iibre-se”eñcuentmi en The Oxford Dictionary of

d d Superstitions. ~^

d d Muchos de los datos sobre los ciegos de la antigüedad


proceden de un libro agotado hace tiempo: From Homer to Helen
Keller, de Richard Slayton French, publicado en
d 1932 por la American Foundation for the Blind.

d d Quiero expresar mi gratitud a Leslie Rosen, de la American


Foundation for the Blind, por su generosa ayuda

d d en la investigación.

d d Muchos amigos han colaborado conmigo mientras escribía este


libro. Estoy en deuda principalmente con Rick Abbott, Bill Badger,
Connie Conell, Signe Hammer, Patricia Hutton, Carol Kuusisto,
David Reilly, Deborah Tall, Ken Weisner y David Weiss.

d d 213
d
d Mi agente, Irene Skolnick, y mi editora, Susan Kamil, rne
prestaron una ayuda crucial.

d d Este- manuscrito se preparó con el sintetizador de habla


Sounding Board y el software Vocal Eyes de GW Micro. Ambos
fueron instalados en un ordenador portátil que trabajó con lealtad a
pesar de las subidas de tensión eléctrica.

d d Muchas gracias a Karl Wokan y a Mike Dillon, de la Comission


for the Blind del estado de Nueva York.

d d También deseo manifestar mi gratitud a las doctoras Catherine


Latham y Cynthia Miller.

d d Muchos ex alumnos de Guiding Eyes for the Blind me han


ayudado durante la preparación de este manuscrito. Quiero
agradecer los consejos de Peter Altschul, Rose Marie McCaffery y
Mary Beth Metzger.

d d Mi mayor deuda de gratitud es para la familia Burkett de


Fairfax, Virginia. Bill, Reba, Bill Jr. y su hermana Anne Marie criaron
a mi perra lazarillo y luego la dejaron marchar.

d d si-

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d d «Mis ojos bailan en un mundo privado de

d d hilos plateados, verdes exuberantes, rosados

d d y humo.»

d d Ésta es la historia de una vida de minusvatía,

d d pero también una extraordinaria obra

d d literaria.

d d Otephen Kuusisto es casi ciego de nacimiento y en estas


sorprendentes memorias ha conseguido traducir su opaco y
calidoscópico mundo de formas y colores en una prosa poética y
luminosa. Educado para negar su ceguera, Kuusisto pasó gran parte de
su vida tratando de pasar por vidente,yendo de un sitio a otro a una
velocidad vertiginosa sin bastón. Sin embargo, se sentía avergonzado
de su «yo ciego». En su infancia, sus gruesas gafas lo convirtieron en
objeto de las burlas de sus compañeros de clase; en la adolescencia
tuvo que luchar primero contra la obesidad y luego la anorexia, y en la
juventud, enamorado de la lectura, padeció el desprecio de algunos
profesores que no le creían capaz de continuar sus estudios. No
obstante, animado por su pasión por la literatura, Kuusisto consiguió
destacar en el ámbito académico, hasta que un desafortunado
accidente lo obligó a usar finalmente el bastón blanco.y poco tiempo
después tuvo que recurrir a un aliado más eficaz: Corky, una labrador
retriever que se convirtió en sus ojos y cambió para siempre su vida.

d d Diseño de la cubierta Marta Borrell

d d Fotografía © Manon Eítlinger

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