Que come en tus manos la olorosa hierba. y que llevo dalias nuevas en la mano. Can Que sigue tus pasos doquiera que van. Tómame ahora que aún es sombría Estrella esta taciturna cabellera mía. Para ti doblada de sol y centella. Fuente Ahora que tengo la carne olorosa Que a tus pies ondula como una serpiente. y los ojos limpios y la piel de rosa. Flor Que para ti solo da mieles y olor. Ahora que calza mi planta ligera Todo eso yo soy para ti. la sandalia viva de la primavera. Mi alma en todas sus formas te di. Cierva y can, astro y flor, Ahora que en mis labios repica la risa Agua viva que glisa a tus pies, como una campana sacudida aprisa. Mi alma es Para ti, Después..., ¡ah, yo sé Amor. que ya nada de eso más tarde tendré!
Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!
Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.
Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés? Rebelde Implacable
Caronte: yo seré un escándalo en tu barca. Y te di el olor
Mientras las otras sombras recen, giman o lloren,de todas mis dalias y nardos en flor. Y bajo tus miradas de siniestro patriarca Y te di el tesoro Las tímidas y tristes, en bajo acento, oren, de las hondas minas de mis sueños de oro. Y te di la miel Yo iré como una alondra cantando por el río del panal moreno que finge mi piel. Y llevaré a tu barca mi perfume salvaje, Y todo te di! E irradiaré en las ondas del arroyo sombrío Y como una fuente generosa y viva para tu alma Como una azul linterna que alumbrara en el fui. viaje. Y tu, dios de piedra entre cuyas manos ni la yedra medra; Por más que tú no quieras, por más guiños Y tu, dios de hierro siniestros ante cuyas plantas vele como un perro. Que me hagan tus dos ojos, en el terror Desdeñaste el oro, la miel y el olor maestros, Y ahora retornas, mendigo de amor! Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.A buscar las dalias, a implorar el oro, a pedir de nuevo todo aquel tesoro! Y extenuada de sombra, de valor y de frío, Oye, pordiosero: Cuando quieras dejarme a la orilla del río ahora que tu quieres es que yo no quiero. Me bajarán tus brazos cual conquista de Si el rosal florece, vándalo. es ya para otro que en capullos crece. Vete, dios de piedra, sin fuentes, sin dalias, sin mieles, sin yedra. Igual que una estatua, a quien Dios bajara del plinto, por fatua. Vete, dios de hierro, que junto a otras plantas se tendido el perro! Insomnio No sentir... No pensar... Mas ahora, No he podido dormir. Esta noche ¿Qué imprevista dulzura ha llegado Me ha sido negada A sentarse a los pies de mi cama? La gracia sencilla A mis párpados largos parece Del sueño habitual. Que una venda de bronce desciende En un zumo de lirios morados Y mis manos nerviosas se aquietan Se anegan mis ojos sombríos y largos En cruzado ademán de reposo. Y en un zumo amarillo de cera, No sentir... No pensar... ¿Es el sueño, O de vara de nardo marchita, O eres tú, monja,negra, que llaman Se han ahogado las llamas rosadas Los hombres, la Muerte? Que coloran la piel de mis labios. Salvaje Si me pongo recta, cruzadas las manos, Bebo del agua limpia y clara del arroyo La boca estrujada, y vago por los campos teniendo por apoyo Abrochados los párpados lacios, un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido Parezco una muerta. que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido. El insomnio taladra mis sienes Con sus siete clavos de vigilia ácida. Así paso los días, morena y descuidada, Y retoñan, retoñan deseos. sobre la suave alfombra de la grama aromada, ¿Dónde se halla, Señor, el amante comiendo de la carne jugosa de las fresas Que mis finos cabellos peinaba, o en busca de fragantes racimos de frambuesas. Con sus manos morenas que olían A mazos de trigo y a ramo de dalias? Mi cuerpo está impregnado del aroma ardoroso En mi lecho, que es nata de linos, de los pastos maduros. Mi cabello asombroso Su vacío lugar mana angustia. esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno, Y en el blanco mantel de las sábanas. a salvia, a yerba buena y a flores de centeno.
Me agito intranquila ¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena,
Como un haz de culebras trenzadas cual si fuera la diosa del trigo y de la avena! Que el látigo rojo ¡Soy casta como Diana Del insomnio implacable fustiga. y huelo a hierba clara nacida en la mañana!