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El derecho público es la parte del ordenamiento jurídico que regula las relaciones entre
las personas o entidades privadas con los órganos que ostentan el poder público cuando estos
últimos actúan en ejercicio de sus legítimas potestades públicas (jurisdiccionales, administrativas,
según la naturaleza del órgano que las ejerce) y de acuerdo con el procedimiento legalmente
establecido, y de los órganos de la Administración pública entre sí.
La característica del derecho público es que sus mandatos no se encuentran sujetos a la
autonomía de la voluntad que pudiesen ejercer las partes (es decir «no» pueden ser modificados
por las partes en uso legítimo de su autonomía de la voluntad, como sí ocurre en el derecho
privado). Son mandatos «irrenunciables y obligatorios», en virtud de ser mandados en una
relación de subordinación por el Estado (en ejercicio legítimo de su principio de imperio). La
justificación es que regulan derechos que hacen al orden público y deben ser acatados por toda la
población
DERECHO PENAL CONCEPTO
Con origen en el vocablo latino directum, el derecho se refiere a los postulados de justicia que
conforman el orden normativo de una sociedad. Basándose en las relaciones sociales, el derecho
es el conjunto de normas que ayudan a resolver los conflictos derivados de la conducta humana.
El derecho penal es la rama del derecho que establece y regula el castigo de los crímenes o
delitos, a través de la imposición de ciertas penas (como la reclusión en prisión, por ejemplo).
Es posible distinguir entre derecho penal objetivo (ius poenale), que se refiere a las normas
jurídicas penales en sí, y derecho penal subjetivo (ius puniendi), que contempla la aplicación de
una sanción a aquellos que actualizan las hipótesis previstas por el derecho penal objetivo.
El principal objetivo del derecho penal es promover el respeto a los bienes jurídicos (todo bien
vital de la comunidad o del individuo). Para esto, prohíbe las conductas que están dirigidas a
lesionar o poner en peligro un bien jurídico. Lo que no puede hacer el derecho penal es evitar que
sucedan ciertos efectos.
El Estado dispone de dos herramientas para reaccionar frente al delito: las medidas de
seguridad (que buscan la prevención) y las penas (que suponen el castigo). La pena, por lo
tanto, implica una restricción a los derechos del responsable.
1.1.1.- Desde el punto de vista subjetivo (jus puniendi):
Desde este punto de vista, el Estado es el único ente soberano que tiene la facultad de imponer
penas a aquellas personas que transgredan la norma jurídica. En ese mismo sentido se ha
establecido que es el Derecho del Estado determinar los delitos, señalarlos como tal, imponiendo
y ejecutando las penas correspondientes o bien las medidas de seguridad en su caso. Si bien es
cierto se concibe que la potestad de “penar” no es un simple Derecho, sino un “que es un atributo
de la soberanía del
Estado consistente en el poder de castigar1”, ya que es el Estado a quien le corresponde esta
tarea de sancionar e imponer las penas, caso contrario ninguna persona (individual o jurídica)
posee la facultad de poder ejecutar las penas.
1.1.2.- Desde el punto de vista objetivo (jus poenale):
“Es el conjunto de normas jurídicas que preveen los delitos y las penas2”. Así como también se
puede definir como el conjunto de normas jurídico-penales que regulan la actividad punitiva del
Estado; que determinan en abstracto los delitos, las penas y las medidas de seguridad, actuando
a su vez como un dispositivo legal que limita la facultad de castigar del Estado, a través del
principio de legalidad, de defensa o de reserva.
Como bien se ha mencionado al inicio del desarrollo del presente capítulo se aportan diversas
definiciones de Derecho Penal que han aportado jurisconsultos extranjeros:
- Claus Roxin: “El Derecho Penal trata las conductas conminadas con pena en cuanto a sus
presupuestos y consecuencias.”3
- Santiago Mir Puig: “Es el conjunto de prescripciones jurídicas que desvaloran y prohíben la
comisión de delitos y asocian a éstos, como presupuestos, penas y/o medidas de seguridad como
consecuencia jurídica.”4
- Hans Welzel: “El Derecho Penal es la parte del ordenamiento jurídico que determina las
acciones de naturaleza criminal y las vincula con una pena o medida de seguridad.”5
- Luis Jiménez de Asúa: “Conjunto de normas y disposiciones jurídicas que regulan el ejercicio del
poder sancionador y preventivo del Estado, estableciendo el concepto del delito como
presupuesto de la acción estatal, así como la responsabilidad del sujeto activo, y asocian a la
infracción de la norma una pena finalista o un medida de seguridad”.6
A criterio del autor del presente trabajo de tesis el Derecho Penal es definido como aquella rama
del Derecho público que estudia el conjunto de normas Jurídicas que determinan conductas
humanas (acciones u omisiones) como delitos o faltas, y que a su vez esas conductas son
sancionadas con las penas y/o las medidas de seguridad que habrán de aplicarse a quienes
transgredan las normas legales del país.
1.2.- Definición de la Última Ratio.
¿Qué es la ultima ratio? la ultima ratio no es más que la última razón, el último argumento, o el
último paso al cual se debe de llegar, es decir, que es el último argumento posible o definitivo que
resuelve aquellas conductas que no se pueden resolver por otras aéreas del Derecho.
La ultima ratio, es la última opción a la que se debe de llegar para resolver los conflictos, en
cuanto al derecho penal premial
DERECHO PENAL DEL ENEMIGO. PENAL DEL CIUDADANO. DERECHO PENAL MINIMO
DERECHO PENAL DEL ENEMIGO.
“Derecho Penal del Enemigo, tal y como lo concibe Jakobs, es un ordenamiento de combate
excepcional contra manifestaciones exteriores de peligro, desvaloradas por el legislador y que
éste considera necesario reprimir de manera más agravada que en el resto de supuestos
(Derecho Penal del Ciudadano). La razón de ser de ese combate es más agravado, estriba en
que dichos sujetos (“enemigos”) comprometen la vigencia del ordenamiento jurídico y dificultan
que los ciudadanos fieles a la norma o que normalmente se guían por ella (“personas en
Derecho”) puedan vincular al ordenamiento jurídico su confianza en el desarrollo de su
personalidad.”8
“Derecho Penal del Enemigo (Feindstrafrecht) se refiere a aquellas normas jurídicas
excepcionales, de combate, caracterizadas por un incremento de las penas y la supresión de
garantías jurídicas, únicamente aplicables -precisamente- a los enemigos o no personas
(Unpersonen).9
“La esencia de este concepto de Derecho Penal del Enemigo está, entonces, en que constituye
una reacción de combate del ordenamiento jurídico contra individuos especialmente peligrosos,
que nada significa, ya que de modo paralelo a las medidas de seguridad supone tan sólo un
procesamiento desapasionado, instrumental, de determinadas fuentes de peligro especialmente
significativas. Con este instrumento, el Estado no habla con sus ciudadanos, sino amenaza a sus
enemigos.”10
El Derecho Penal del Enemigo es una tendencia distinta y/o contrapuesta al Derecho penal
ordinario, garantista, liberal, de la persona o del ciudadano; ya que no considera al ciudadano
delincuente como tal, sino como enemigo no ciudadano, es decir, sin derecho a la categoría como
persona. En consecuencia esta tendencia "Derecho Penal del Enemigo", no pretende dar a la
persona que delinque la oportunidad de enmienda, de resarcir el daño que ocasionó con su
acción.
Esta tendencia asume que las personas que delinquen no respetan las normas penales y por lo
tanto, se les debe excluir del Derecho penal ordinario, teniendo como consecuencia el no tener el
derecho a los principios garantistas penales.
Este concepto fue introducido en el debate por Günther Jakobs [8], en dos etapas diferentes. En
1985 se produce la primera de ellas, bastante más amplia, en la que vincula el concepto de
Derecho Penal del Enemigo hacia los delitos de puesta en riesgo y delitos cometidos dentro de la
actividad económica. Mientras que a partir de 1999 surge una segunda fase orientada hacia
delitos graves contra bienes jurídicos individuales, especialmente los delitos de terrorismo. [9]
El primero de ellos es que en las regulaciones que le son propias se verifica un marcado
adelantamiento de la punibilidad. En este sentido corresponde destacar que en estas normas, el
punto de referencia no es ya el hecho cometido, sino el hecho futuro. [10]
En segundo lugar, las penas previstas son elevadas de modo desproporcionado con relación al
hecho cometido; que tal como advierto en el punto anterior, suele tratarse de conductas bien
lejanas al resultado lesivo tal como tradicionalmente lo concebimos, incluso que ni siquiera
implica la creación de un riesgo no permitido. [11]
Y en tercer lugar, existe una flexibilización de ciertas garantías del proceso penal que incluso
pueden llegar a ser suprimidas. [12]
Por otra parte se formula la distinción entre un Derecho Penal del Ciudadano (Bürgerstrafrecht),
que se caracteriza por el mantenimiento de la vigencia de la norma, [13] y un Derecho Penal para
enemigos (Feindstrafrecht) que se orienta a combatir peligros. De todos modos, esto no debe
entenderse como dos esferas aisladas del Derecho Penal, sino que se trata de dos tendencias
opuestas en un solo contexto jurídico penal y que además suelen superponerse y
entremezclarse. [14]
Por otra parte hay posiciones que mantienen la condición de ciudadano para el delincuente,
debido a que se trata de un status que no puede ser eliminado por él mismo; aquí el individuo es
reconducido a un estado de naturaleza, es decir de no-persona, cuando el hecho cometido es de
alta traición, puesto que cuando se trata de una rebelión, existe una rescisión del contrato de
sumisión. [16] Quien representa una amenaza permanente para mi persona, también puede ser
tratado como enemigo y en consecuencia obligado a alejarse; aunque también sería legítimo
obligarlo a colocarse junto a mí, en un estado legal. [17]
En este sentido sería correcto dejar de tratar como persona a quienes suponen una amenaza
permanente y no aceptan ingresar en el Estado ciudadano.
A partir de estos presupuestos filosóficos Jakobs realiza una elaboración que dota de contenido al
derecho penal del enemigo, distinguiéndolo del derecho penal del ciudadano.
Aquel que por principio, o de manera permanente o sostenida, se comporta de modo desviado, en
contra del ordenamiento jurídico, no ofrece garantía de conducirse como persona. [18] Por ello,
no puede ser tratado como ciudadano, sino que debe ser combatido como enemigo. Ahora bien,
en la sociedad actual el delito no surge como el fin o Apocalipsis de la comunidad en la que tiene
lugar, sino tan solo como alteración de esta, cuyo orden resulta subsanable. Por esta razón es
que el Estado moderno ve al autor de un delito no como un enemigo a destruir sino como
ciudadano que ha lesionado o puesto en peligro el Bien Jurídico (o dañado la vigencia de la
norma en la concepción de Jakobs, que es minoritaria). Hasta aquí todo va bien siempre y cuando
el autor ofrezca a pesar de su hecho disvalioso, garantías de que se comportará como ciudadano
que actúa fielmente en relación con el ordenamiento jurídico. [19]
El punto de inflexión radica en aquellos individuos que no ofrecen las garantías mencionadas por
su abierto y quizás permanente enfrentamiento contra el orden existente. Así como la vigencia de
la norma no puede mantenerse de forma completamente contra fáctica, lo mismo ocurre con la
condición de persona que se atribuye al individuo en una comunidad. En este sentido, si se
pretende que la norma determine la configuración de una sociedad, el comportamiento de
acuerdo con ella debe ser realmente esperable. Las personas deben partir de que los demás
integrantes de esa comunidad se conducirán de acuerdo con dicha norma, no infringiéndola. Por
ello, no alcanza con saber que tengo el derecho de atravesar a pie cierto barrio de la ciudad sin
ser atacado. La certeza en este derecho no me hará cruzarlo si no tengo una seria necesidad de
hacerlo. Porque además del derecho es necesaria una seguridad cognitiva, esto es, una
razonable expectativa de que ese derecho será respetado y no se convertirá en una promesa
vacía. [20] Dicho de otro modo, cierto es que todos los ciudadanos tienen el derecho a recorrer a
pie el denominado barrio de Fuerte Apache, pero aunque este derecho es por todos conocido y a
nadie se le ocurriría ponerlo en cuestión, del mismo modo ningún sujeto irá allí de paseo sin una
imperiosa necesidad de hacerlo. La expectativa de salir ileso por parte del no lugareño, es más
bien poco esperable y las garantías de que nuestro paseo no sea alterado se esfuman. Este
mismo razonamiento se emplea en la elaboración doctrinal del Derecho penal del enemigo,
respecto a la personalidad del autor de un delito, a su condición de persona. Es decir, que su
tratamiento comopersona no se erige por sí mismo, sino que se trata de una expectativa
normativa que debe ser corroborada de manera cognitiva, en el mundo real.
A la par de ello, en estas llamadas legislaciones de lucha, se advierten elementos que sirven para
caracterizar al autor como perteneciente a la categoría de enemigo; dichas normas presentan
elementos que identifican a un determinado grupo de sujetos. Asimismo el mandato de
determinación derivado del principio de legalidad ya no es esencial en la tipificación penal. [43]
DERECHO PENAL DEL CIUDADANO Y SUS DIFERENCIAS CON EL DERECHO PENAL DEL
ENEMIGO
El Derecho Penal del ciudadano es aquel que juzga al ciudadano en su condición de persona con
todos sus derechos y protegido por la totalidad de las garantías del Derecho penal, en particular
por la garantía de presunción de inocencia.
En éste tipo de Derecho, no opera el derecho penal de autor, ya que el ciudadano o persona no
es juzgado, por lo que es, sino por sus actos constitutivos de infracción al ordenamiento jurídico
penal.
Para efectos de tener un panorama más claro de los alcances del Derecho Penal del ciudadano,
veamos algunas diferencias con el Derecho Penal del enemigo. La distinción entre un "Derecho
penal del ciudadano" y un "Derecho penal del enemigo" gira, a su vez, en torno a la diferencia
entre el restablecimiento de la "vigencia de la norma" como fin esencial de la pena, y la
"eliminación de peligros futuros": el Derecho penal del ciudadano tendría como fin el
mantenimiento (restablecimiento o reparación) de la vigencia de la norma, mientras que el
Derecho penal del enemigo se dirige al combate de peligros.
Unido a lo anterior realiza Jakobs la distinción entre la "persona", entidad titular de derechos y
deberes capaz de emitir actos con significado en la sociedad, y el "enemigo", individuo que
representa una simple fuente de peligro contra la cual hay que defenderse. Únicamente en
relación a la "persona", a quien habría que tratar dentro del llamado Derecho penal del ciudadano,
se puede cumplir el fin que Jakobs atribuye a la pena de restablecer la vigencia normativa.
En cambio frente al enemigo el fin de la pena cambia radicalmente ya que se trataría entonces de
"sacar de circulación" al delincuente, de "inocuizar" en el viejo sentido el tratamiento como
persona implica que ésta no puede ser mediatizada más allá de la mera confirmación de la
vigencia de la norma, por lo tanto la persona sancionada penalmente no podrá ser utilizada como
ejemplo de lo que pudiera ocurrirle a los sujetos infractores, su sanción no podrá servir de
escarmiento para el resto de la población; y tampoco podrá ser considerada como una fuente de
peligro contra la cual hay que defenderse.
Se rechaza así, dentro del llamado Derecho penal del ciudadano, la llamada "prevención general
negativa" la cual, de cierto modo, implica la utilización del autor del hecho punible para un fin
social concreto externo al propio autor. Pero también se niega el posible efecto preventivo-
especial de la pena, al no admitir la posibilidad de considerar la persona como
peligrosa. (Mondolell, 2006, págs. 2-4).
Jakobs recurre a Hobbes y Kant para fundamentar, al menos históricamente, la existencia de un
Derecho penal del ciudadano, en contraposición a un Derecho penal del enemigo "...contra quien
se desvía por principio; éste excluye, aquél deja incólume el status de persona". Por lo tanto,
habrá un Derecho penal para los que usualmente se "comportan bien" y otro Derecho penal para
los "incorregibles", para los "desobedientes habituales"; existirían, según Jakobs, dos clases de
Derecho penal: uno limitado, racional, para personas titulares de derechos y deberes; y otro para
enemigos, de carácter ilimitado, al margen del Estado de Derecho.
Fundamentado en criterios de eficacia, admite Jakobs el derecho del Estado a "procurarse
seguridad ante individuos que reinciden persistentemente en la comisión de delitos" ya que son
peligrosos, y un derecho de los ciudadanos "a exigir del Estado que tome las medidas adecuadas,
es decir, tienen un derecho a la seguridad". Según Jakobs el Derecho penal puede ver en el
delincuente a una persona que ha cometido un error, o a un individuo al que hay que impedir
mediante coacción que destruya el ordenamiento jurídico: "Ambas perspectivas tienen, en
determinados ámbitos, su lugar legítimo, lo que significa al mismo tiempo que también pueden ser
usadas en un lugar equivocado".
Como puede apreciarse, para Jakobs existen casos en los cuales sería legítimo recurrir a tal
Derecho penal del enemigo, supuesto que el propio autor se encarga de precisar así (para evitar
su uso "en un lugar equivocado"): "Quien no presta una seguridad cognitiva suficiente de un
comportamiento personal, no sólo no puede esperar ser tratado aún como persona, sino que el
Estado no debe tratarlo ya como persona, ya que de lo contrario vulneraría el derecho a la
seguridad de las demás personas. (Mondolell, 2006, p. 7).
Una de las diferencias más marcadas entre el Derecho Penal del ciudadano y el Derecho Penal
del enemigo, es que en el primero la función manifiesta de la pena es la contradicción y en el
segundo es la eliminación de un peligro. (Jakobs et al, op.cit, p.63).
La Función Preventiva del Derecho Penal. Los Criterios de Prevención en General y Prevención
Especial como Complementos para la Defensa Social
A menudo en nuestro medio se escucha la frase: “más vale prevenir que lamentar” (con la misma
frecuencia que es ignorada) ya sea para referirnos a temas relacionados con situaciones que a lo
largo de nuestra vida no tocan vivir, como pueden ser las coyunturas de orden económico,
financiero, académico, político y situaciones que tiene que ver con la salud. Dicho esto, es
paradójico que a pesar de su importancia pocos conozcan lo que significa realmente prevenir,
máxime si con ello pueden avizorarse estados que pueden causar daños irreversibles, y la
relevancia per se que adquiere en nuestro ordenamiento jurídico y en general en el Derecho, más
aún, si "…es la expresión de los principios de justicia que regulan las relaciones de las personas
en sociedad y determinan las facultades y obligaciones que les corresponden, considerando las
circunstancias histórico- sociales…”
La pena, como sanción impuesta a aquel que ha infringido el Derecho Penal Objetivo a través de
sus acciones u omisiones y que es la manifestación del derecho que tiene el Estado a castigar o
sancionar, cumple con funciones que se enmarcan dentro del contenido del Derecho Penal ya
que gira en torno a la función de la pena aunque corrientes modernas apuntan a desplazarlas
cuando resultan innecesarias, siempre y cuando se haga uso de acciones ético políticas que
coadyuven a concientizar y crear una cultura preventiva para evitar hechos ilícitos que configuren
tipos penales. Así pues, existen teorías que tratan de explicar la función de la pena siendo una de
ellas la Teoría Relativa, la misma que asigna a la pena el objetivo de prevenir delitos como un
medio para proteger determinados intereses sociales se centra entonces en una función utilitaria
ya que sirve como un medio para evitar la comisión de delitos que lesionen y pongan en peligro
bienes jurídicos.
La prevención que reza esta teoría puede verse desde dos corrientes principales, una de ellas es
la Prevención General, quien tiene como padre a Anselm Von Feverbach, él manifiesta que es
una intimidación o coacción sicológica respecto de todos los ciudadanos, pues las personas al
observar la aplicación de la pena a sus semejantes que han delinquido tendrán temor de cometer
acciones antijurídicas, pues su accionar traerá como consecuencia una acción más grave o, como
sostiene Feverbach, seguirá un mal a su hecho; quien además entendía que a la coerción física
del Estado, era necesaria una coacción sicológica en el momento de la incriminación legal, para
impedir las lesiones jurídicas.
A nuestro parecer para implantar una prevención general efectiva a través de las penas, éstas no
deben ser prolongadas, puesto que como profesa la doctrina de los límites del derecho penal, la
pena se justifica sólo si sus intervenciones se reducen al mínimo necesario, puesto que si la
política criminal está orientada a sancionar con penas severas como la pena de muerte, los
procedimientos antigarantistas como la tortura; no logran la prevención general que persiguen.
Tal como señala Luigi Ferrajoli “…si el fin es el mínimo de sufrimiento necesario para la
prevención de males futuros estarán justificados únicamente los medios mínimos, es decir, el
mínimo de las penas como también de las prohibiciones, fomentando de este modo la confianza
en la norma, la fidelidad al derecho y la aceptación de las consecuencias de la infracción de la
norma. Por otro lado la prevención especial llamada también prevención individual, expresa que
la finalidad de la pena está dirigida a influir sobre el agente de manera directa y por ende
individual.
Esta teoría es llevada a su máxima expresión por Franz Von Liszt; quien entendía la función
preventiva especial de la pena en base a la intimidación dirigida a los delincuentes ocasionales
que no necesitan corrección; corrección dirigida a los delincuentes habituales que la necesitan y
son capaces de ella; inocuización dirigida a los no susceptibles de corrección; a los irrecuperables
la aplicación de la pena privativa de libertad debe ser perpetua, lo que actualmente ha sido dejado
de lado; pues las modernas doctrinas y políticas criminales propugnan que una cadena perpetua
no resocializa, ni mucho menos ejerce función preventiva pues en un sentido ontológico, sólo
contribuye a retrasar el avance jurídico penal, deshumanizando al Derecho Penal e impidiendo la
rehabilitación de aquel que ha delinquido.
En este sentido, compartimos la opinión de Mir Puig, al sustentar que en un Estado democrático,
la resocialización nunca debe ser obtenida contra la voluntad del penado.
El delito fue siempre una valoración de la conducta humana condicionada por el criterio ético
de la clase que dominaba la sociedad. Los conceptos se desarrollan en los siglos XVII, XIX y XX.
Este concepto jurídico no es aceptado, porque el delito no es algo creado por la ley, la ley
solo la define, es mas solo la describe, en el tipo, el delito es un hecho humano, aparece con el
hombre y desaparecerá con él.
Concepto Filosófico: (Pellegrino Rossi, Franck, Pessina, Escuela Clásica) el delito es una
violación de un derecho fundado sobre la ley moral. Para esta concepción el delito consiste en la
violación de un deber. La pretensión de validez es socavada porque lo que ayer fue delito deja de
serlo con el paso del tiempo y con la abrogación de la ley que lo concibió como delito.
Concepto Sociológico: (Rafael Garofalo, Enrico Ferri, Tarde, Colanjanni, Durkheim, Escuela
Positivista) el delito es la lesión de los sentimientos altruistas fundamentales de piedad y probidad
en la medida en que son poseídos por la comunidad y en la medida en que son indispensables
para la adaptación del individuo en la sociedad. Aunque esos sentimientos son inherentes al ser
humano, no son los únicos. Este concepto rechaza lo que la ley considera como delito.
Concepto Dogmático: (Bindin, Beling, Mayer, Mezger). El delito es la acción u omisión
voluntaria típicamente antijurídica y culpable. Quedan descartadas las conductas que no son
conducidas por la voluntad, como las conductas por fuerza irresistible, acto reflejo o situaciones
ajenas a lo patológico. (Sueño, sonambulismo, hipnotismo).
Concepto Finalista: Para los finalistas, la esencia de la conducta se presenta en la medida en que
se convierte en el ejercicio final.
La finalidad obedece a la capacidad del hombre de preveer, dentro de los límites razonables,
las consecuencias de su comportamiento; por lo que la intención se convierte en un elemento
indispensable. El sujeto activo, al ejecutar la conducta, tuvo la oportunidad de planear y estar
consciente del resultado que obtendrá.
La idea del delito toma su origen en la ley penal. Entre la ley penal y el delito existe un nexo
indisoluble, pues el delito es propiamente la violación de la ley penal o, para ser más exactos, la
infracción de una orden o prohibición impuesta por la ley; en consecuencia delito será todo hecho
al cual el ordenamiento jurídico penal le adscribe como consecuencia una pena, impuesta la
autoridad judicial por medio de un proceso.
En el delito para su existencia, deben incidir dos sujetos: el sujeto activo y el sujeto pasivo.
El primero será toda persona, que en términos generales, infrinja la ley penal, ya sea por su
propia voluntad o sin ella, es decir, el sujeto puede cometer el delito con pleno conocimiento de la
acción que va a realizar, esperando el resultado, o sin la voluntad de este, cuando la acción que
da origen al delito, no es deseada y se comete por imprudencia o sucede por un accidente.
En el caso del sujeto pasivo, este será toda persona que resienta el daño ocasionado por la
comisión dl delito, la consecuencia de la conducta delictiva, ya se trate de su persona, en sus
derechos o en sus bienes. La persona a quien se le afecta en su esfera personal de derecho e
intereses.
La teoría del delito a los fines del siglo XIX y bajo la influencia de las ideas científicas,
imperantes para el momento, los juristas se preocuparon de identificar los “elementos naturales”
del delito. Las nociones utilizadas fueron de naturaleza síquica o biológica. Franz Von Liszt, en su
obra Lehrbuch, publicada diez años después de la entrada en vigencia del Código Penal alemán
de 1.871, formulo la distinción entre las nociones de culpabilidad y antijuricidad.
En 1.906, Ernest Von Beling propuso, en su obra Lehre von Verbrechen, un tercer elemento;
la tipicidad. Desde entonces el delito es concebido como un comportamiento humano (controlado
por la voluntad), típico, ilícito y culpable. Se puede sostener que la concepción clásica del delito
proviene del positivismo jurídico que se caracteriza, en el ámbito del derecho y en la resolución de
problemas penales, por la utilización exclusiva de las nociones jurídicas.
El inicio del presente siglo fue marcado en el dominio penal por la pérdida de crédito por
parte de la concepción Liszt – Beling. El progresivo abandono de sus ideas fue consecuencias de
las críticas formuladas, primero, desde la perspectiva filosófica. Esta fue obra de la corriente
denominada “teoría neokantiana del conocimiento”, cuya idea principal consistía en separar,
radicalmente, la realidad (Sien) del mundo normativo (Sollen). Según esta idea del análisis
empírico de la realidad no es posible extraer criterios normativos que permitan apreciar
axiológicamente la realidad.
La noción del delito es entonces, revisada a los fines axiológicos del derecho penal que no
son contrariamente a lo admitido por el positivismo jurídico – prevista completamente en la ley. La
nueva definición del delito, denominada neoclásica o teológica, se funda en tres
“descubrimientos” esenciales:
La Teoría Dogmatica plantea que el delito es una conducta típica (acción u omisión),
antijurídica y culpable, añadiéndose frecuentemente que, además, sea punible. Sus elementos
son, entonces la tipicidad (la adecuación de un hecho determinado con la descripción que de él
hace un tipo legal), la antijuricidad (la contravención de ese hecho típico con todo el ordenamiento
jurídico) y la culpabilidad (el reproche que se hace al sujeto porque pudo actuar conforme a las
exigencias del ordenamiento jurídico) esencialmente.
La Concepción Finalista; según esta la acción siempre tiene una finalidad, no se concibe
como un acto voluntario que no se dirija a un fin, lo cual no es ignorado por la teoría causalista,
pero su importancia se estudia en el ámbito de la culpabilidad. Con ello discrepa el finalismo que
tiene en cuenta los fines ya en sede de tipicidad, afirmando que cuando el legislador describe una
conducta en un tipo penal no describe un simple proceso causal, sino un proceso causal en la
medida que se deriva de la realización de una acción final humana.
Para el finalismo, la diferencia entre la acción culposa y la dolosa estriba en que, mientras en
la acción dolosa la finalidad es el factor configurador del proceso acción, en la acción culposa es
únicamente momento de referencia. En este caso la acción del sujeto no está dirigida al fin y lo
que eleva a este suceder por encima de un simple proceso causal es la circunstancia de ser
evitable finalmente, siendo la acción culposa, por ello, genuina acción.
Así pues, según la teoría finalista, las acciones dolosas se separan radicalmente de las
culposas, pasando a ser el dolo un elemento de la acción sustraído al ámbito de la culpabilidad, y
como la acción constituye la base del tipo de lo injusto, el dolo deviene un elemento subjetivo del
tipo legal. También cabe mencionar al tratar el concepto de acción a la Teoría Social del Derecho.
El concepto social de la acción parte de la idea de que un elemento tan fundamental para la
configuración y efectos del Derecho Penal como de la acción, no puede ser definida atendiendo
solamente a las leyes de la naturaleza, de espaldas al mundo del derecho. Lo que la acción
importa al Derecho Penal es que produzca consecuencias socialmente relevantes.
Por tanto, el concepto de acción debe ser configurado, según esta teoría, de tal modo que
pueda ser valorado por patrones sociales, bastando que el producir sea voluntario.
Así entendida la acción será realización de consecuencias relevantes para el mundo social y
voluntariamente realizadas por un hombre. Por otra parte, para que una acción o una omisión
sean constitutivas de delitos, han de estar comprendidas en un tipo de lo injusto del Código
Penal o de una ley penal especial, como consecuencia del principio de legalidad. La acción o la
omisión habrán de estar comprendidas por tanto, en una de las figuras del delito contenidas en el
Código Penal o en las leyes penales especiales.