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Marco De Marínís m
Comprender
el teatro
Lineamientos de una
nueva teatrología
(Con 39 ihfiágenes)
Colección Heatrología
dirigida por Ctevaido Péliettieri
Editorial Galerna
Ilustración de Tiipa; El Arlequín. Ctominique Biancolelli en un grabado de fines del
siglo XVIII. Milán. Museo teatral de la Scala.
I.S.B.N.; 9 5 0 -5 5 6 -3 7 2 -8
9 Colección Teatrología
9
D irector
Osvaldo Peliettieri (Universidad de Buenos Aires, CONiCET)
Consejo E d ito r
Mirta Arlt (Universidad de Buenos Aires)
Marco De Marinis (Universidad de Boiogna)
David Wiliiam Foster (Arizona State Universily)
Kari Kohut (Kathoiische Universitat Eichstatt)
David Lagmanovich (Universidad Nacional de Tucumán)
Jorge Lavelli, Mario Rojas (The Catholic UniversiQ? o f America)
José Varela (University o f Alberta)
George Woodyard (University o f Kansas)
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9
9
Por qué damos a conocer la
Colección Teatrología
entre nosotros hay ciertas certidumbres compartidas. Así. sabemos que, la crí
tica y la investigación además de "esclarecer", "evaluar" y "comprender", "crean"
teatro y lo "reconocen" como tal. De ahí su doble carácter didáctico y creador
que no siempre es considerado adecuadamente a la hora del análisis. Estamos
de acuerdo también en que debemos estar capacitados para comprender el
hecho teatral sin ocultar su ideología estética y sin encubrir sus relaciones con
el mercado y las condiciones de producción de su discurso.
Y, especialmente, sabemos que la critica y la historia deben ser dos activi
dades que no se pueden disociar; toda historia debe ser crítica, pero toda
crítica debe necesariamente ser histórica. De nada sirve, lo hemos comprendi
do, una historia que no ponga en crisis su objeto y sus propios postulados,
pero tampoco resulta productiva una crítica carente de perspectivas e ignoran
te dei pasado. Estamos persuadidos de que la crítica y el conocimiento de la
historia tornan conscientes procesos y tomas de posición ideológicas y estéti
cas que de otro modo hubieran permanecido en las sombras, ocultas bajo una
malentendida "intuición" que tantos perjuicios ha ocasionado a nuestros siste
mas teatrales y a nuestra cultura.
Por todas estas razones pensamos que hoy sí es posible una colección como
Teatrología. La madurez de nuestra escena permite la publicación de una serie
dedicada al estudio del teatro en todas sus formas y aspectos, dé acuerdo con
su título que corresponde al término alemán "Theaterwissenschaft". Creemos
que entre nosotros el teatro y sus estudios han llegado a la ansiada autonomía
que les permite examinar sus diversas manifestaciones con amplitud y profun
didad.
Es por esto que Teatrología abarcará en sus publicaciones las diversas for
mas de análisis: el texto dramático, la escenografía, las técnicas actorales, el
análisis de la puesta en escena, la historia y la historiografía, la sociología y la
antropología teatrales. En fin, trataremos de que ios trabajos publicados refle
jen y consideren ai hecho teatral no sólo como producto sino también como
proceso en constante cambio.
La mayoría de los estudios sobre teatro de ios últimos años se hacen cargo
de la nueva situación de la disciplina por lo que nos hemos animado, de acuer
do con las autoridades de Editorial Galerna, a propiciar el lanzamiento de esta
nueva colección, cuyo primer volumen es este Com prender el teatro de Marco
de Marinis, texto que coincide plenamente con el camino que nos hemos traza
do, a partir de la propuesta de una teatrología multidiscipllnaria y experimen
tal que pone el acerito muy especialmente en la relación actor-espectador.
Osvaldo Pellettieri
Introducción
W
teatral según sus diversos y heterogéneos componentes (texto escrito, espa
cio, actor, público, etc.) y a no recomponerlo ya más, realizando por consi
guiente análisis parciales y separados; por otra, aisló, y aísla aún. el hecho
teatral de su contexto histórico, social, cultural y existencial más amplio.
Esforzarse por superar este doble sectorialismo implica, en primer lugar,
comenzar a cultivar de algún modo esa "historia particular” que es la historia
del teatro como una "historia global" (Meldolesi); además, y fundamentalmen
te, significa, precisamente, comenzar a trabajar en una nueva perspectiva tea-
# trológica, no ya parcial y parcealizante, sino orgánica e integradora: es decir,
una perspectiva capaz de evidenciar una consideración global y unitaria del
hecho teatral, basada en los dos elementos primarios que lo fundan', el actor y
el espectador, y más precisamente en la relación que los une. la que al fin de
cuentas hoy suele llamarse simplemente la relación teatral.
w No se trata solamente de ampliar el horizonte de Investigación ni. mucho
menos, de proceder a una especie de suma total de los análisis relativos a cada
uno de los estatutos del teatro. Por el contrario, es necesario -com o dedamos
al comienzo- realizar una revisión profunda tanto del método como del objeto
de los estudios teatrales. Por lo tanto, no es exagerado hablar de refundación,
de una nueva teatrología. '
Como es sabido, el paso del objeto-texto dramático al objeto-espectáculo
constituyó el gesto teórico que instituyó la Theaterwissenschaft de comienzos
del siglo XX. Actualmente, el avance conceptual de una nueva teatrología ten
^p dría que consistir en el paso efectivo del objeto-espectáculo al objeto-teatro;
es decir, del espectáculo como producto al teatro como conjunto complejo de
procesos productivos y de fruición que el espectáculo individualiza y que lo
# funda, situándose, por así decirlo por encima y por debajo de él mismo (dando
^p por sentado que la cultura funciona como contexto y presupuesto más amplio;
en términos de convenciones y modelos creativos, por una parte, y de conven
ciones y modelos receptivos, por otra).
^p La fórmula “del espectáculo al teatro", no es por cierto inédita, más bien
corre el riesgo de aparecer como ya usada y abusada de muchas formas; y. no
# obstante, no tenemos la impresión de que los estudios teatrales, salvo excep
ciones muy aisladas, la hayan realmente considerado más allá de la adhesión
#
terminológica superficial o de peligrosas fugas hacia una ampliación centrifuga
indiscriminada del campo de investigación. Según nuestra opinión, esto se debe
en gran parte al hecho de que tal redefinición del objeto teatrología no puede
realizarse seriamente, y ni siquiera intentarse con seriedad, si no se procede
conjuntamente a una revisión sustancial de sus procedimientos metodológicos.
En efecto, es necesario por lo menos dudar de que una refundación episte
mológica de los estudios teatrales en la dirección que aquí se está proponiendo
pueda lograrse únicamente con los medios de una disciplina, como la historia
del teatro, que hasta ahora ha sido condicionada por las numerosas carencias
de la antigua historiografía (además del sectoriallsmo, ya mencionado, el evo-
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 9
Eco, una vez más, usa este término) y de la interpretación: es decir, una Semió
tica que, rechazando formalizáciones abstractas de modelos comunicativos y
de estructuras de sentido, se dirija en cambio a la consideración analítica y
modelizanté de la concreta dinámica histórica de los significantes y de los tex
tos, de SU producción y de su recepción. Tódo esto, por lo que se refiere espe
cíficamente al teatro, significa ei paso de una teoría de ios signos y las conven
ciones a una teoría contextual de los hechos espectaculares, que se ocupe a su
vez de refórmularse en ios términos más acabados como una teoría de la
relación teatral.
Después de años de hostilidad estéril y de prejuicios recíprocos, el diálogo
entre historiadores y metodólogos del teatro finalmente parece haberse inicia
ndo y dar sus primeros frutos. Empiezan a aparecer investigaciones que de
muestran ad abundantíam como historia y semiótica, filología y ciencias hu
manas y sociales, pueden colaborar muy bien en el campo teatral e incluso
deben hacerlo sifealm ente se quiere que ios estudios teatrales se liberen de las
dificultades en que estaban atrapados bajó el peso de los condicionamientos
ideológicos y metodológicos heredados de la viqja historiografía.
El presente volumen desea contribuir a! desarrollo de este diálogo in statu
nascendi entre la historia del teatro y las nuevas ciencias del espectáculo que,
no casualmente, ve como protagonistas de absoluta relevancia también a un
cierto número de hombres de teatro en su doble carácter de creadores y de
teóricos. Como ya hemos aclarado, la perspectiva en la cual se sitúa este traba
jo es la de una teatrología pluridiscipllnaria y experimental, que tiene como
objeto teórico central, aunque obviamente no exclusivo, la relación actor-es
pectador y su marco de referencia metadisciplinario en la conceptualización
semiótica.
En la primera parte, concebida explícitamente como núcleo de "voces" en
ciclopédicas, se procede al análisis de cuatro enfoques específicos sobre el hecho
teatral (enfoque semiológico, historiográfíco, sociológico y antropológico) para
descubrir luego los aportes que de ellos provienen y que en parte ya han sido
hechos para ios fines de una renovación profunda de los estudios teatrales y,
en forma más precisa, en favor de una consideración global y unitaria del
hecho teatral como conjunto de relaciones y como procesualidad compleja. Las
cuatro voces están dispuestas siguiendo un orden que no es alfabético sino,
por decirlo asi. lógico-argumentativo: partiendo del enfoque semiológico, pre
cisamente para delinear el fram ew orkXeóñco de la nueva teatrología: se pasa
luego a la revisión, dentro de este marco, de algunos problemas cruciales de la
historiografía teatral, y en particular a los relativos al "estatus" epistemológico
de los documentos y a su utilización en la investigación-, siguen después -p o r
orden de aparición cronológica de los respectivos enfoques- los capítulos so
bre la sociología y sobre la antropología, en los cuales, sin pretensión de ex-
haustividad y sistematicidad, se discuten las hipótesis más significativas for
muladas recientemente en ambos campos a la luz de las temáticas de la nueva
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrologIa 11
W
Advertencia
La fecha que acompaña el nombre del autor o de los autores en las referen
cias bibliográficas y en las citas se refiere -p o r regla general- al año de la
primera edición del texto, artículo o libro, en su lengua original. La o las cifras
sucesivas se refieren en cambio, a las páginas de la edición del texto que efec
tivamente fue consultado, y . en particular, en lo que respecta a los escritos en
lengua extranjera, corresponden -salvo explícita indicación en sentido contra
rio - a la traducción italiana en los casos en que esta existe (v. las referencias
bibliográficas al final de cada capítulo). Por ejemplo, la anotación "Nicoll, 1963,
3 0 ”, remite a la página 3 0 de la traducción italiana, publicada en 1965^, del
volumen de Allardyce Nicoll The w o rid o fH a rle q u in , publicado en Inglaterra
precisamente en 1 963.
Salvo otras indicaciones, la traducción de los fragmentos de trabajos en
lengua extranjera citados en el texto es nuestra.
Las cursivas no presentes en el original están señaladas explícitamente.
En los capítulos II (“Historia e historiografía") y V ("La actuación en la
Comedia del arte") los números al margen de la página se refieren a las ilustra
ciones fuera del texto.
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Primera Parte
Para una nueva teatrología:
cuatro “voces”
0
Capítulo I
Semiótica
1. Premisa
•i»
catión material efectiva en la realización del espectáculo, sino que nos referi
mos por el contrario a la actividad del espectador en cuanto tal, es decir, al
carácter intrínsecamente, constitutivamente activo de su recepción. Conside
rando este aspecto de la relación teatral, el espectador se nos presenta enton
ces, siempre, como un "sujet agent" (Greimas) o. con mayor exactitud, como
un sujeto dram atúrgico. Es posible hablar, y no metafóricamente, de una dra
maturgia (activa) del espectador refiriéndose a las diversas acciones/operacio-
nes receptivas que éste realiza en el teatro: percepción, interpretación, apre
ciación estética, etc. (ver más adelante el punto 6). En efecto, sólo gracias a
esto puede alcanzar el texto espectacular su plena existencia dramática a nivel
estético, semántico y comunicativo.
Como hemos dicho ya estas dos caras opuestas de la relación teatral se
pueden separar solamente en teoría; en la práctica, resultan íntimamente liga
das e interctuantes entre sí. Toda modelización semiótica a este respecto, que.
pretenda ser adecuada y correcta, deberá tomar en cuenta esta ambivalencia
constitutiva. Lo que significa comenzar a considerar al acto receptivo del es
pectador. a su dramaturgia activa, como a una “autonomía creativa parcial", o
"relativa" (Ruffini, 1 9 8 5 .3 5 ). escapando, sea de la tradicional tentación obje-
tivista-informática de negar al espectador toda posibilidad de Iniciativa, y de
entender su comprensión como una operación mecánica y rígidamente prede
terminada (por el espectáculo y por sus productores), sea de la tentación nihi
lista opuesta, o deconstruccionista, de imaginar esa autonomía como total y
sin vínculos; absoluta. En los dos casos, en realidad, se pierde de vista aquella
tensión dialéctica entre determinación (constricción) y libertad, entre vínculos
(textuales y contextúales) de la obra (texto) y las posibilidades de elección del
consumidor, que a su vez representa el propríum de la experiencia estética, de
toda experiencia estética: lo que la hace viva y vital (naturalmente, en los casos
en los que lo es). ■
En la tentativa de comenzar a explicar más analíticamente este funciona
miento en muchos sentidos antinómico de la relación teatral, y para hablar de
la recepción del espectador en términos de una autonomía creativa parcial,
hemos propuesto el concepto de Espectador Modelo, considerándolo como
estrategia textual predeterminada, recorrido receptivo previsto por el texto
espectacular e Inscripto en él de diferentes formas. (De Marinis, 1982a, cap.
Vil), Dados los equívocos y las incomprensiones que a menudo esta propuesta
ha generado sería conveniente precisar sobre todo que el Espectador Modelo
(como el Lector Modelo de Eco, 1979, en el cual evidentemente se inspira)^,
representa tan sólo un constructor hipotético, una categoría de metalenguaje
teórico. Con su postulación no se pretendía, y no se pretende, concebir el
proceso receptivo real como algo rígido y totalmente predeterminado, ni mu
cho menos se quería, o se quiere, indicar en forma normativa una lectura
óptima, pertinente, correcta o similar, a la cual el receptor real tendría que
tratar de adecuarse. Al teorizar el concepto de Espectador Modelo (o Implíci-
yi
28 M arco D e M arinis
táculo edifica sobre su base (Pavis, 1985a¡ 1985b; Ruffini. 1985; Helbo, 1985
y 1987). Al doble régimen de ficción del espectáculo le corresponde además un
doble régimen de creencias por parte del espectador, quien, por un lado, per
cibe las acciones teatrales en su literalidad autorreflexiva, mientras que, por
otro, al mismo tiempo, la descifra selectivamente, en cuanto acciones repre
sentativas, que remiten a algo diferente de si mismas, y por lo tanto ficticias,
aplicándoles esa actitud de credulidad consciente que se ha llamado de diversas
maneras: "suspensión voluntaria de la incredulidad" (Coleridge), Verneinunga
"denegación" (Freud; Mannoni, 1957; Ubersfeid, 1981), cfésaveu (Poppe, 1979;
de Kuyper, 1979).®’ Y también del presupuesto básico, y del contrato corres
pondiente, depende ese característico estado psicofisiológico del espectador
de teatro que Suyin (1 9 8 6 ,5 2 1 ) definió corno "una apraxia motora momentá
nea que lleva a una hiperpraxia ideacional". En efecto, el contrato escena-
público sanciona la división del área teatral en dos zonas bien separadas: la del
hacer-ver (el espacio físico del actor, capacitado para un hacer somático) y la
del ver-hacer (el espacio imaginario del espectador, por regla general capacita
do tan sólo para hacer cognitivo y emocional); (a propósito, cfr. nuevamente
Poppe y de Kuyper). .
b. Procesos y subprocesos. Aqui el análisis acusa un retraso muy grave debido
entre otras causas a la enorme dificultad de una investigación experimental
directa de los procesos receptivos. Sin embargo, desde las primeras descrip
ciones fenomenológicas (cfr., por ejemplo, la muy rica de Pagnini, 1980, 9 7
8) hasta los esquemas propuestos posteriormente (cfr., por lo menos. De Ma-
rinis, 1984; Ruffini; 1985; Helbo, 1987) existe un acuerdo sustancial respec
to del nombre y el número de las principales operaciones realizadas por el
espectador en el teatro (percepción; interpretación, a su vez divisible en varias
suboperaciones: reacciones emotivas; evaluación o aprehensión estética; me
morización). Mucho menor resulta, por el contrario, el acuerdo sobre las mo
dalidades de estas operaciones asi como de las interacciones y las predominan
cias reciprocas. Las cuestiones teóricas particularmente 'candentes' resultan
ser las siguientes;
a. ¿Es posible hablar de “reacciones pre-interpretativas" del espectador
(como ha sido propuesto por algunos teóricos de la antropología teatral) y. en
ese caso, en qué sentido?
b. ¿Cuáles son las principales modalidades de funcionamiento de. la aten
ción en el teatro y cuáles los factores que la determinan? (Para algunas prime
ras hipótesis, cfr. De Marinis, 1 9 8 4 ,1 9 8 7 ).
c. ¿En qué consiste y cómo se realiza la interpretación?^
d. ¿En qué relación se encuentran entre si, dentro de la recepción del es
pectador, los procesos cognltlvos y los procesos emotivos? ¿Las reacciones
emotivas pueden ser concebidas como primarias y completamente indepen
dientes de las comprensiones intelectuales?^
e. ¿Qué rol desarrollan, en el acto, receptivo entendido globalmente y res-
u
32 M arco D e M arinis
m
pecto de los otros procesos, las operaciones de valoración y de apreciación
# estética? ¿Se trata de determinados o, por el contrario, de determinantes
respecto, por ejemplo, de la interpretación?^^
f. ¿Cómo funcionan la memoria y el recuerdo en el teatro?^®
Como sea, es necesario aclarar inmediatamente que todavía sabemos muy
poco acerca de las formas de funcionamiento de las operaciones receptivas en
el teatro, y que incluso sabemos menos aún -com o ya lo hemos señalado-
w acerca de sus relaciones, interacciones y predominancias. Disponemos de esca
sas listas de etiquetas, de casilleros casi vacíos, y para completarlos debemos
conformarnos con cualquier hipótesis sumaria, en general extrapolada analó
gicamente de otros campos de la experiencia estética {literatura, artes plásti
cas, cine). Las Investigaciones experimentales desarrolladas hasta hoy aún no
han sido capaces de llenar estas lagunas de conocimiento que, no obstante,
dependen también, si no especialmente, de carencias teóricas, esto es, de la
persistente ausencia de modelos adecuados para el análisis del funcionamiento
global de la recepción teatral.*^
# Una hipótesis de modellzación que podría revelarse muy útil, si fuese mejor
desarrollada, es aquella (de evidente derivación cinematográfica) que propone
concebir la recepción del espectador teatral en términos de “montaje" (Ruffini,
1984). Se tratarla de distinguir entre un "montaje productivo" realizado por
los autores del espectáculo (en general, el director) y un "montaje receptivo",
a cargo precisamente del espectador, y que consistiría en la "conversión de una
Imagen percibida, en una visión construida" (Helbo, 1987, 50).^^ '
c. Resultados. Por resultado (o resultados) del acto receptivo en el teatro
hay que entender, obviamente, la comprensión que el espectador 'construye'.
con respecto a un cierto espectáculo, sobre la base de datos textuales y contex
túales del espectáculo mismo, y del propio Sistema de precondiciones, a través
de distintas operaciones (‘hacer’) que su competencia ('saber' y 'saber-hacer')
lo capacitan para realizar. Justamente sobre los resultados, más que sobre los
procesos receptivos, por razones prácticas evidentes, se han concentrado has
ta hoy la mayor parte de las investigaciones experimentales, tanto las socioló
gicas tradicionales como las más recientes y de orientación psico-sociorsemió-
w
tica. Cualquier investigación al respecto sufre, sin embargo, de la bien conoci
da diferencia que se produce inevitablemente entre el resultado en cuanto tal
(la comprensión realizada por los sujetos) y aquello que quien lo analiza logra
inferir a través de las respuestas, necesariamente parciales y racionalizante, de los
w mismos sujetos en las entrevistas, cuestionarios y otros tipos de test verbales o
audiovisuales. De todos modos podemos hablar de por lo menos tres aspectos
principales de la comprensión entendida como resultado receptivo: un aspecto
semántico, un aspecto estético y un aspecto emotivo. Los mismos se conciben
como estrechamente relacionados, entre sí, pero también con posibilidades de
funcionamiento independiente: siempre es posible que nos impacte positivamente
un espectáculo cuyo significado (cuya 'historia', etc.) no resulte claro y viceversa.
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 33
7. Conclusión
Más que de semiótica y de historia del teatro habría que hablar de semióti
ca versus historia del teatro. En realidad, hasta hoy se han presentado entre
estas dos áreas disciplinarias una verdadera 'no-relación', es decir, un vínculo
basado sobre todo, y casi exclusivamente, en sospechas y desconfianza recí
procas. Para convencerse de la particularidad de esta situación negativa es
suficiente pensar en las diferentes condiciones de colaboración que se han po
dido establecer, más allá de las resistencias y dificultades bien conocidas, entre
semiólogos e historiadores-filólogos en ia literatura o en los estudios sobre las
artes plásticas. .
Las razones de este encuentro fallido entre la semiótica y la historia del
teatro son numerosas, pero, a nuestro modo de ver, todas giran en torno a
una principal: el enorme retraso metodológico en que aún se hallan los estu
dios teatrales (no sólo en Italia; al contrario, por muchas razones, más en el
extranjero que en nuestro país y la total falta de interés de los historiadores
del teatro por las cuestiones de orden teórico general. Este retraso y este
desinterés han producido un efecto doblemente negativo en la historia del
teatro, aislándola no sólo de las ciencias humanas, y de todas las otras nuevas
disciplinas emergentes (pensemos, por ejemplo, en las dificultades análogas
que han caracterizado hasta ahora la relación teatro sociología),' sino también
de la historiografía general y de la profunda renovación metodológica que ésta
ha promovido en el curso de los últimos cincuenta años. Este doble aislamiento
no ha hecho más que agravar lo que Méldolesi (1 9 8 4 ,1 0 5 ) llama la "enferme
dad arnbiental" de los estudios histórlco-teatrales. es decir, el sectorialismo, a
causa del cual “se olvida que cada historia particular debe ser cultivada, dentro
de sus fronteras (por lo demás, poco delimitables) como una historia global".^
Es evidente que sólo un diálogo entre sordos era posible entre esta historia
del teatro y el discurso semiológico que emerge en los años cincuenta y que, en
36 M arco D e M arinis
#
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 37
separa esta disciplina no sóio de ias otras ciencias humanas y sociaies, sino
también de la historia general y de la historia to u t court.
2. Cahier de doléances
3. Documento/monumento
decir, un saber común, pero tal intersección constituye para los dos ‘corres
9 ponsales’ el territorio de lo ‘ya sabido', ei ámbito dentro y en el cual es
superfluo hablar porque las cosas ya son conocidas y, sobre todo, compartidas.
Mientras más amplia sea la intersección, mayor será la zona de silencio, esto
es, tanto menos informativo se hace para nosotros el documento. En torno a
# la zona de silencio se agrega, por una parte, ese fragmento del 'dominio cultu
ral' del emisor que le es extraño al destinatario y, por otra, ese fragmento del
'dominio cultural' del destinatario que le es extraño al emisor. El análisis de un
documento es esencialmente el análisis de estas tres zonas. Por una parte hay
que identificar exactamente el dominio cultural del emisor y por otra el del
destinatario, para poder circunscribir la zona de silencio, la zona en que el
documento no dice, simplemente porque decir sería nada más que repetir lo ya
conocido. Lo que excede este territorio de intersección son los dos campos
dentro y entre los cuales se establece un tránsito potencial y real de saber. Lo
que el emisor sabe (o cree saber, o quiere hacer creer que sabe) respecto del
destinatario se convierte en la zona de lo dicho por excelencia, y no tanto
® porque en este ámbito se condense la cultura ‘exclusiva’ del emisor sino, por el
contrario, porque el emisor le asigna dicha exclusividad al destinatario, la des
®
tina explícitamente a la información. Paradojalmente, todo documento tiende
# al silencio tx)tal. es decir, tiende a ampliar la zona de intersección hasta la
completa coincidencia de los dos ‘dominios culturales' y. en forma igualmente
#
paradojal, en una especie de ‘desarrollo documental’, la etapa más informativa
para nosotros es aquella en que el territorio de intersección se reduce, o en
caso extremo, se anula".
El análisis de Ruffini, aunque no del todo generalizable, permite definir en
9 términos mucho más precisos la llamada parcialidad, o reticencia, del docu
mento. Por lo general -dice en el fondo el estudioso, los documentos (teatra
9 les o no) hablan sólo de lo que no es ya conocido (para el emisor y/o el destina
9 ■ tario. ambos deben entenderse asimismo como potenciales y colectivos). Esto
explica en forma plausible, por ejemplo, tanto las alusiones, obviamente oscu
9 ras para nosotros, a pereonajes y hechos contemporáneos, como también y
9 scbre todo la forma somera y apresurada en que casi siempre, en las crónicas
renacentistas de acontecimientos teatrales, se recuerdan (cuando no se omi
9 ten) aspectos y particularidades que se refleren a la actuación, a los actores y a
9 la preparación (por ejemplo, los nombres de los decoradores, escenógrafos y
actores), que para nosotros serían en cambio de gran importancia: el texto de
9 la comedia, especialmente si es clásica, y su actuación son considerados en
9 general como elementos invariables y repetitivos, cuyo conocimiento por lo
tanto puede ser dado por descontado, al menos en cierto ámbito cultural (aquel,
muy elitista, de los destinatarios y realizadores de las fiestas del Renacimien
to), y la atención se detiene en aquellos elementos efímeros y cada vez varia
9 bles: el decorado, e! escenario (recordado especialmente por el asombro ante
9 la perspectiva), los trajes y sobre todo los interm ezzV * Hay que agregar que
9
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 41
puede suponer con cierta certeza (puesto que habla de ello profusamente en el
libro) que está pensando en aquello que Constituye, sin duda alguna, el 'vacío'
documental más notorio sobre la Comedia del arte: nos referimos a la casi
total ausencia de testimonios confiables referidas a las técnicas escénicas y
actorales de los comediantes de profesión; carencia tanto más extraña si se
piensa en el verdadero cúmulo de escritos, internos y externos a las compañías
italianas, que acompañaron el fenómeno desde el siglo XVI hasta el XVlll.'®
¿Cómo explicar este silencio, que recubre justamente "lo que más y mejor
caracteriza el oficio del actor"? (Taviani, ibid., 4 1 9 ). La hipótesis planteada
-com o habíamos visto - por el mismo estudioso, en la línea de Ruffiní, puede
ayudarnos a responder. Posiblemente, el virtuosismo físico y actoral de los
comediantes italianos era "un arte por la técnica secreta" (ibid.), no sólo y no
tanto en el sentido de que no quisieran divulgar esta técnica (para que el
tesoro no se disipara o bien para que el truco trivial no fuera revelado), sino
sobre todo en el sentido de que no podían hacerlo, por falta de las condiciones
culturales y lingüísticas indispensables a tal propósito. Los escritos de los acto
res callaban sobre sus técnicas escénicas porque simplemente no sabían cómo
hablar de un 'saber' que era demasiado distante y demasiado extraño para la
enciclopedia de las clases hegemónicas de los siglos XVI y XVII (en otras pala
bras, para la cultura oficial entre el Renacimiento y el Barroco) como para
poder ser explicado y comprendido en el lenguaje de estas últimas, realmente,
e incluso antes, como para poder ser legitimado en cuanto 'saber'. Por esta
razón, del trabajo del actor (profesional o no) se divulgaba sólo lo (poco) que
podía ser fácilmente comprendido y aceptado por ser asimilable a otras activi
dades reconocidas y bien definidas en sus técnicas fundamentales: el trabajo
del ora d o r y el de! literato.
pasado, porque lo que de este modo se pone enjuego es nada menos que el
paso del recuerdo a través de generaciones sucesivas" (Bloch, 1949, 74).
b. carácter no casual y no natural de las lagunas en la información docu
mental (vacíos en los documentos): los documentos nunca dicen todo y lo que
dicen lo dicen por lo general en una forma que no es ni casual ni imparcial.
Como ha escrito Jacques Le Goff (1 9 7 8 ,4 4 -4 6 ): "el documento no es inocuo.
Es el resultado, en primer lugar, de un montaje, consciente o inconsciente, de
la historia, de la época, de la sociedad que lo ha producido, pero también de las
épocas posteriores durante las cuales continuó existiendo, tal vez olvidado,
durante las cuales continuó siendo manipulado, tal vez por el silencio".
De aquí se desprende necesariamente un tercer corolario:
c. carácter no accesorio y no 'indoloro' de la intervención del historiador en
los documentos, en lo que respecta tanto a su selección, como a su utilización
(interpretación, análisis):
"La intervención del historiador que separa ei documento, rescatándolo de
un conjunto de datos del pasado, prefiriéndolo a otros, atribuyéndole un valor
de testimonio que depende, ai menos en parte, de su propia posición en la
sociedad de su época y de su organización mental, se inserta en una condición
inicial que es todavía menos'neutra' que su intervención. (...) El documento es
algo que queda, que perdura y el testimonio, la enseñanza (para remitirnos a
la etimología) que trae debe ser en primer lugar analizado (¡sic!) desmitifican
do el significado aparente (Le Goff. ibid.).
Con lo que Le Goff llama, utilizando un lenguaje hoy en desuso, la "desmi-
tificación dél significado aparente del documento", nos acercamos a la cuestión
casi central en lo que se refiere a una nueva epistemología del documento,
porque en gran medida atacamos el bastión de una concepción documental
ingenua: la que consiste en ia convicción de que. a pesar de todo, un documen
to dice siempre algo preciso y unívoco, si bien parcial; es decir, que tiene un
significado definido, aunque subjetivamente marcado, y que al estudioso sólo
le queda extraerlo, descubrirlo. Que las cosas ya no sean así, y que cada docu
mento (igual, que cualquier otro 'texto', verbal o icónico) constituya más bien
una pluralidad indefinida de significados o, aún mejor, una pura potencialidad
de sentido que sólo el intérprete puede actualizar (diversamente), es una cir
cunstancia conocida desde hace tiempo, por ejemplo, en la tradición herme
néutica alemana la cual -com o sabemos- tiene raíces filológicas y nace (con
Rambach, Ernesti, Chaldenius, M eiery Wolf) como una reflexión acerca de los
problemas de la exégesis de los textos bíblicos y, posteriormente, clásicos.'® Y
a pesar de ello la historiografía oficial, especialmente la teatral, ha ignorado
generalmente este fundamental hallazgo epistemológico.
Si aceptamos que el documento (teatral o no) constituye una multiplicidad
de significados potenciales (lo que nos parece inevitable si se acepta, previa
mente, la homologación del documento al estatuto teórico de 'texto', cuestión
sobre la que pronto volveremos más ampliamente), entonces ei problema ya
44 M arco D e M arinis
lejanas entre si: las obras franco-italianas recopiladas por Gherardi. los dibu
jos, apenas recordados, de Callot, las imágenes del carnaval, los teatros de la
Foire, las alegorías de los poetas. Los trabajos de los dos artistas franceses
siguen siendo de todos modos muy importantes para el estudioso de teatro
como indicios reveladores (documentos, por lo tanto) de un proceso que se
encuentra en la base del llamado 'afrancesamiento’ de la Comedia del arte en el
siglo XVIII: realmente, se trata de vivísimos testimonios del surgimiento, en la
iconografía francesa de comienzos del siglo XVIII, de una imsgineríe corres
pondiente a "la transposición convencional e ideal de las comedias de las com
pañías italianas" a las formas de un género teatral unitario, la Comédie Italien-
ne; ésta misma im agineñe que toma forma en el gusto y en la sensibilidad de
ios espectadores parisinos y a la cual ios comediantes italianos intentarán ade
cuarse cada vez más en el transcurso del siglo, con resultados y consecuencias
bien conocidos. (Taviani, 1982c, 4 7 6 . 2 9 8 ) .*
(un estilo y una imagen que Castigiione resume en términos famosos como
“gracia" y “desdén", pero también "dignidad" y “simpiicidad", y que se puede
sintetizar finaimente en ei concepto, ya horaciano, de decorum).
Por io tanto, no nos parece aventurado suponer que, en ese sistema inte
grado e ininterrumpido de (auto)representaciones que constituyó -com o ya se
ha mencionado- ia corte renacentista itaiiana,'’’ ios momentos espectacuiares
propiamente dichos y por io tanto ia praxis actorai reiativa a eiios, seguían
convenciones iguaies teniendo en cuenta ia especificidad de ias situaciones da
das por ias fábulae representadas) a aqueiias que reglan ios otros momentos
del comportamiento en público (en palabras de Goffman) en la vida cotidia
na .‘*®
Para una confirmación posterior de esta hipótesis puede mencionarse el
tercer argumento antes anunciado: esto es, el carácter estructural particular
de la comedia italiana en el Renacimiento y de su representación en la fiesta.
Como ya se ha comprobado definitivamente, en la cultura de relaciones y de
representaciones propia de las cortes italianas del Renacimiento, y en cuyo
ámbito se 'creó' el teatro moderno, los diferentes conjuntos que componen en
su totalidad el acontecimiento festivo coexisten en forma autónoma (aunque
todos se sometían a cierta estructuración derivada -si no de otras cosas- de la
inserción en el marco espacio-temporal de la fiesta):'’® banquete, ¡ntermezzi
comedia, etc. Aún más interesante es el hecho de que la misma independencia
se verifica también en el interior de la representación de la comedia: ésta pre
senta una organización paratáctica en la que los diversos componentes (textos
parciales) conservan su fisonomía autónoma (y, en algunos casos, extrateatral)
en lugar de ser transformados y 'homogeneizados' en función de la ilustración
del texto escrito (como ocurrirá posteriormente). Esto obedece, en primer
lugar, a la escenografía, cuyo fin (por lo menos en la primera mitad del siglo
XVI) rara vez es visualizar el lugar especifico de la acción dramática, sino más
bien proponer una imagen tipico-simbólica de la ciudad (recordemos, por lo
menos, el prólogo de la Mandragola: "Vean el decorado,/que ahora se nos
muestra:/esta es vuestra Florencia/otra vez será Roma o Pisa,/cosas para
morirse de la risa"): sucede lo mismo también con la música, los trajes, subor
dinados principalmente a exigencias, extrateatrales, de Iqjo y esplendor 'anti
guos' (Garbero Zorzi, 1987, 251 sgg.), y sobre todo con la retórica paralin
güistica y gestual del actor, que. por lo tanto, debemos considerar regida en el
espectáculo por los mismos códigos enseñados en las escuelas de retórica, en
las academias y en las universidades, y que Castigiione y los otros prescribían a
su cortesano ideal (Rufñni, 1978a, 131).®°
como "suma ciel saber socializado" de una época determinada, elaborado por
Eco (ver, por ejemplo, Eco. 1984), podríamos decir que el espectáculo (igual
que cualquier otro texto estético, por lo demás) representa siempre, también,
una reestructuración (aunque sea mínima) de la enciclopedia, además de su
actualización local.
Por lo demás, hay cierto número de investigaciones orientadas hace tiem
po en la dirección que estamos delineando aquí que ya están disponibles, y que
permiten, por lo tanto, medir la distancia que separa un análisis contextual
considerado como revelación-explicitación (pero también como planteamiento
hipotético) de ios nexos semióticos (aquello que Foucault, 1969, llamaba las
"regularidades discursivas"), por una parte^ de la simple constatación-verifica
ción documental de las relaciones explícitas e intencionales (nexos genéticos)
entre textos de una misma cultura.
Vale la pena señalar cuatro exempla particularmente significativos.®^
a. Los trabajos del historiador y sociólogos del arte Fierre Francastel sobre
las relaciones entre pintura, teatro y fiesta en el siglo XV en Italia y. en particu
lar, su fundamental concepción de la obra de arte (o texto estético, en nuestra
terminología) como montaje de objetos culturales, de procedencia hetprnno-
nea y ubicados en diferentes niveles de realidad (cfr. por lo menos. Frai» hsipi
1965, 1967).®^
b. Los estudios del semióiogo ruso Juri Lotman sobre las relaciones entre
escena, pintura y vida cotidiana en el siglo XIX en Rusia, basados en la concep
ción de ios textos estéticos como "sistemas modelizantes secundarios" (el “sis
tema modelizante primario" correspondería al de la lengua) y en la noción de
cultura como sistema de textos integrado y dinámico (cfr., en particular, Lot
man. 1973, 1977, 1979).®®
c. Las investigaciones de Ludovico Zorzi sobre la escenografía y el espacio
teatral en el Renacimiento italiano, investigaciones que, aun sin una teoriza
ción explícita ai respecto,®® han practicado provechosamente y con innovada
originalidad metodológica una exégesis contextual de los documentos y de ios
hechos, leyendo los momentos cruciales de este fenómeno sobre el trasfondo
provisto por la pintura, la arquitectura y el urbanismo, además de los textos
literarios y filosóficos de la época, y llegando a producir, con su trabajo más
importante II teatro e la d ttá (Zorzi. 1977), un verdadero vuelco en la histo
riografía italiana y europea del teatro renacentista. Detengámonos en un pe
queño pero clarificador ejemplo del método de investigación de Zorzi, extraído
del primer capitulo del libro recién citado (Ferrara: II siparlo ducale). El estu
dioso veneciano intenta superar en él los Impasses historiográficos que se re
fieren a una comprensión todavía insuficiente (e ideológica) de ese módulo
escenográfico de comienzos del siglo XVI que ha sido llamado sugestivamente
(por Elena Povoledo) "ciudad ferraresca".®’' El 'punto fuerte’ de la contribu
ción de Zorzi es una lectura desde un punto de vista teatral de los frescos de la
Sala de los Meses (figuras 9, 10. 11) del Palacio Schifanoia (1465-1470),®®
56 M arco D e M arinis
tral, historia de los interm ezzi, escenografía). Sin embargo, -hay que señalar
lo - el estudioso no se propone tan sólo la restitución material del hecho en
cuestión, por lo demás imposible, sino su lectura unitaria, desde el punto de
vista de los significados y de los valores culturales, efectuada sobre la base de
la correlación entre los diversos elementos constitutivos, sus respectivos con
textos genéticos y las culturas individuales de los respectivos 'autores', todos
obviamente contextualizados dentro de la "cultura global de la época, incluida
la teatral.
Especialmente interesante y provechosa resulta la comparación que Rufñni
presenta, con fines justamente reconstructivos e interpretativos, entre textos
pertenecientes a géneros 'heteromateriales' (visuales y literarios), compara
ción por lo general obviada cuidadosamente por la historiografía teatral,®'’ la
cual se ha limitado a relacionar internamente textos literarios con textos litera
rios. imágenes con imágenes, etc. Contrariamente, Ruffini relaciona, por ejem
plo, los frescos (por cierto casi ilegibles y por ende recuperados también por
vía contextual, diacrónicamente en este caso, en cuanto detalles decisivos para
los fines de la interpretación iconológica) de la sala de baño del cardenal Bib-
biena (la llamada S tu fe tta ) con el texto de la C alandria;y esta última, a su vez.
con los interm ezzi del 6 de febrero (de los cuales sólo existen descripciones
muy suscintas), con que se comparan nuevamente las iconografías del caiida-
ríum. Para no hablar de la continua utilización de textos clave de esa cultura
cortesana dentro y por obra de la cual nace el paradigmático espectáculo de
1513, como los neoplatónicos Asoiani de Bembo y el ya más de una vez men
cionado Cortegiano üe\ Castiglione ('director', recordémoslo del acontecimien
to teatral en cuestión).
El primero y más notorio aporte de la investigación de Ruffini, en el plano
hermenéutco, nos parece la de haber identificado un nivel de significación pro
funda subyacente a los tres textos, la Stuffeta. la comedia y los interm ezzi, y
basado en una misma estructura alegórica, el contraste entre el bien y el mal.
Este contraste se verifica en la Stuffeta en una psicomaquia entre concupiscen
cia y razón (Amor profano y Amor sacro. Venus terrena y Venus celeste), en la
comedia en un conflicto entre el vicio y la virtud (conflicto encarnado en el
personaje doubie face de Calandro, alegoría de la virtud por "antonomasia",,
además doble del mismo Bibbiena, en la forma de un impenitente tenorio de
poquísimo éxito, y del Sócrates bachtiniano), y en los interm ezzi, finalmente,
trasformado en la oposición entre lo masculino y lo femenino, que encuentra
su conciliación neoplatónica en el hermafrodita (obscenamente parodiado por
el "mierdaflorido" de la comedia. (Nota del traductor: nótese la semejanza
fonética en el original entre e rm a fro d ito y m ierdafiorito).^^
No podemos detenernos aquí más extensamente en los procedimientos
exegéticos y hermenéuticos empleados por Ruffini y en sus resultados. Por lo
tanto nos detendremos sólo en un punto, relativo al análisis del escenario de la
comedia, porque en este caso Ruffini efectúa un ejemplo de análisis contextual f
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrologIa 59
que quizás es 'un escenario para comedia', pero, con certeza, 'un escenario', y
en ei que ia torre de ios vientos aparece sin transformaciones (ver la reproduc
ción de ella en la página 2 8 6 ).
la validez del recorrido. La validez, no la verdad. Dado que ésta invoca siempre
(a pesar de las protestas) la prueba irrefutable del referente; mientras que la
primera, la validez, sólo intenta aprehender el sentido dentro del contexto
global de la cultura. ¿Entonces, cuándo puede darse por válido un itinerario?
Cuando el texto de referencia se nos confirma como elemento incluido en el
contexto: cuando la diversidad de los diferentes textos atravesados, jejos de
disolver su identidad, la revelan, es decir, la ponen al descubierto".
Comencemos este capítulo escribiendo un cahier de doléances acerca de las
carencias metodológicas y los vicios ideológicos de la historiografía teatral e
intentemos después mostrar como el paradigma semiótico podría contribuir,
por su parte, a esta refundación de los estudios sobre el teatro que se reclama
hoy como una exigencia impostergable. Sin embargo, si el encuentro entre
historiadores dei teatro y semiólogos no ha dado hasta el presente los frutos
esperados, y ha sido contrariamente de manera fundamental un no-encuentro
(como declamos al principio), esto hay que atribuírselo también a ciertas limi
taciones y cuadraturas manifestadas por la investigación semiótica en el pasa
do y, en parte, aún hoy. Y es precisamente con respecto a dichas limitaciones y
cuadraturas que surge la importancia de la contribución que, a su vez, el histo
riador teatral puede ofrecerle al semiólogo, primeramente ayudándolo a repu
diar toda vocación sincrónica desviante y reductiva y a vencer las recurrentes
tentaciones de un cientismo abstracto, totalizante, antihistórico. Porque sólo
bajo estas condiciones la semiótica logrará 'apresar' fehacientemente los obje
tos teatrales, es decir, entenderlas en su decisiva concreción de objetos históri
cos. Al respecto, puede ser útil referirse a lo escrito por Segré (1979, 6, 20)
sobre la necesidad y ia utilidad de una cooperación entre e| semiólogo y el
filólogo en el estudio de los textos literarios:
"Una actitud y una experiencia filológica son indispensables para enfrentar
ei estudio de códigos y sisternas culturales, de textos y contextos. (...) El filó
logo posee en mayor medida que los otros el sentimiento de la duración de ¡os
textos. (...) Nuestros conocimientos del sistema cultural del pasado resultan
inconexos y llenos de lagunas. Justamente en ese momento comienza con sus
riesgos fascinantes, la reconstrucción de los códigos que ya han perdido vigen
cia. Ei filólogo tiene clara conciencia de la transformación de los códigos, de su
ser-en-la-historia. La filología ayuda por lo tanto a superar el subjetivismo y el
soiipcismo de ciertas posiciones modernas de la critica y, lay de nosotrosl. de la
semiótica".
Roland Barthes -es conocido- ha llamado "apofáfica", es decir negativa, a
ia semiología auspiciada por él. la cua¡ no niega to u t co u rt el signo (en este
caso ya no se trataría de semiología) "sino que (...) niega la posibilidad de
atribuirle caracteres positivos fijos, ahistóricos, acorpprales" (Barthes, 1978,
27). Por lo que a nosotros se refiere seremos felices con un término menos
raro y "pesado" (el segundo calificativo es del mismo Barthes) y hablaremos
también, en la linea de algunas propuestas de la semántica, de semiótica histó-
64 M arco D e M arinis
W
rica?' Una semiótica histórica de los hechos teatrales debería ser una semióti
ca (una ciencia) de lo concreto y de lo particular (pensemos en la mathesis
singularís imaginada también por el último Barthes), ^ que respete y dé cuen
ta de la constitución socio-histórica de esos hechos (y por ende de sus metalen-
guajes) sin renunciar por eso a su tarea electiva de precisar leyes, regularida
des e invariantes (sincrónicas y diacrónicas, intra y también interculturales),
que los subyacen - y los transforman finalmente- en su funcionamiento comu
nicativo.
Comprender el teatro no es limitarse a la contemplación estática de una
diferencia irreductible e indeseable.''^ Significa, contrariamente, intentar dar
cuenta al menos parcialmente de esta diferencia (singularidad), y de este modo
explicarla a partir del retículo más o menos denso de similaridades, homolo
gías y simetrías, sobre el cual se recorta el trasfondo (que es trasfondo cultu
ral. enciclopédico: semiótico) que la hace posible y. por lo menos en cierto
modo, la revela. Tbmbién en el teatro, también en el estudio de ios hechos
teatrales, para citar un aforismo dei célebre mismo francés Etienne Decroux,
es lo regular que canta loas a lo irregular.
r
Capítulo III
Sociología
1. Premisa
2 . Theatrum mundl
Sin embargo, ¿cómo haiper, entonces, para estudiar las complejas correla
ciones "que se establecen entre las distintas formas de la experiencia colectiva
en sus diferentes niveles y los diversos aspectos del teatro"? (Duvignaud-Faye,
ibid.) ¿De qué manera evitar las trampas del sociologismo vulgar y mecanicista
intentado evadir también, y al mismo tiempo, el riesgo contrario, e igualmente
grave, de la 'estética pura', del idealismo y del formalismo, que pretenderían
reivindicar la total autonomía de la obra de arte respecto de la sociedad y de la
historia?
Ei 'gesto' teóriéo que, en los años sesenta, ie permitió a la sociología del
teatro'superar al menos parcialmente este doble obstáculo, el sociologismo y
el idealismo, consistió en intentar pensar en forma nueva, más fluida y dinámi
ca, las dos categorías sociedad y teatro, para luego poder captar de una forrna
nueva la "profunda" y "sorprendente afinidad" (en los términos de Gurvitch)
existente entre ellos. Por una parte, en efecto la teoría social más avanzada, y
ia nueva historia, han demostrado de modo muy convincente que una sociedad
nunca constituye una entidad monolítica e inmóvil sino que está conformada,
al contrario, por un conjunto dinámico de niveles (estructurales y supraestruc-
turales: económicos, sociales, políticos, culturales, estéticos, etc.) cuyo funcio
namiento histórico no es necesariamente paralelo o convergente y cuyos lap-
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrologIa 67
mo. nuestro rol. nuestra persona social o, más simplemente, sentimos la nece
sidad de presentar una imagen de nosotros que refleja el modo en que desea
ríamos ser vistos por los demás. Con ese fin, nosotros, los 'actores sociales',
ponemos en funcionamiento (más o, menos conscientemente) un repertorio de
habilidades y de técnicas muy similares a las de los actores de teatro: mímica
apropiada, tonos de voz, gestualidad, pausas, etc. Y si se quiere una prueba
irrefutable de esta eterna comedia de los roles de que está entretejida, según
Goffman y muchos otros, la trama de nuestro comportamiento cotidiano, bas
tará con pensar en la incomodidad, casi al borde de la esquizofrenia, que nos
asalta cada vez que nos encontramos contemporáneamente en presencia de
personas frente a las cuales estamos acostumbrados a presentar distintas imá
genes de nosotros mismos: padres, amigos, el Jefe, colegas. Lo que nos pone
en dificultades, en estos casos, es Justamente el conflicto entre nuestras dife
rentes máscaras (roles) o. más precisamente, la imposibilidad de manejarlas
todasjuntas a la vez.®
Una lectura superficial o tendenciosa de las investigaciones de Goffman nos
pone frente a un grave riesgo; creer, y hacer creer, en una especie de indiferen
ciación entre el teatro y la vida cotidiana. Esto constituirla una profunda defor
mación del pensamiento del sociólogo norteamericano, quien nunca soñó decir
que el teatro y la everyday Ufe fueran poco más o menos !o mismo, o que todos
fuésemos inevitablemente mentirosos o simuladores; mediante sus análisis,
Goffmari trataba de demostrar algo muy distinto: es decir, que "la representa
ción no está confinada al reino de la ficción, sino que constituye un mecanismo
importante, esencial, de la vida cotidiana" (Wolf, 1 9 7 9 ,9 0 ). Por lo tanto, no
se trata de identificar o de confundir dos clases bien diferentes de situaciones
comunicativas, las representaciones teatrales y las representaciones cotidia
nas, sino de advertir -como explica Goffman en la última y famosa página de
The presentation- que tanto en las unas como en las otras, los 'actores' deben
recurrir, para llevarlas a cabo, a un mismo repertorio de "técnicas reales":'^
"Un personaje representado en el teatro no es. en cierta medida, un perso
naje real, ni tiene el mismo tipo de consecuencias reales que puede tener un
personaje construido por un estafador: pero él poner en escena con éxito estos
dos tipos de figuras que no corresponden a la realidad implica el empleo de
técnicas reates-las mismas que le sirven a las personas comunes para sostener
su situación social" (Goffman, 1959, 2 9 1 ).
Durante los años sesenta y setenta, la perspectiva drarnatúrgica de Goff
man se precisa en dirección no substancialista negándose al mismo tiempo a
tentaciones de sistematizaciones totalizantes, apresuradas y abstractas. Cada
vez resulta más claro que para é! (por lo demás, lo había explicado muy bien en
el ya citado cierre de su 'obra maestra' del 59 ) el teatro constituye 'sólo' un
modelo, un paradigma, o bien, como escribe también Wolf (1979, 89), "un
modo de organizar los hechos y las observaciones que el sociólogo recoge
[...], para darle una dimensión organizada al análisis sociológico de dichas
70 M arco De M arinis
realidades particulares."®
Con este propósito parece importante señalar que las observaciones más
interesantes para el teatro no son en general las que Goffman le dedica explí
citamente al tema (y en las cuales deja traslucir una Imagen por lo menos algo
convencional y genérica del hecho teatral). Por el contrario, Goffman resulta
mucho más estimulante, desde un punto de vista teatrológico, cuando analiza
las formas en que los actores sociales dominan los diferentes roles a su dispo
sición (distanciándose del actual, pasando de uno a otro según sea el caso,
etc.), mediante la manipulación de marcos (fram es) metacomunicativosy otros
mecanismos para la definición y la redefinición de las situaciones (Goffman,
1974); o bien, cuando estudia y clasifica esos acontecimientos sociales particu
lares que son los acontecimientos lingüísticos, es decir, basados en interaccio
nes verbales, de acuerdo con distintos esquemas de producción y de diversos
estatutos particlpativos que pueden subtenderlos (pensamos, en especial, en
las sugerencias que ofrece, para un estudio de la relación teatral, la critica del
modelo dládico hablante-oyente y el virtuoso análisis del acontecimiento 'con
ferencia' contenido en Goffman, 1981).
.1
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolooía 71 #
Hasta aquí nos hemos ocupado de una sociología teatral bastante hetero
doxa -si se quiere-, porque en ella es el teatro el que ilumina, de diversas
formas, determinados aspectos de la sociedad y de su funcionamiento (aunque
sea absolutamente evidente que posteriormente por lo menos una parte de
esta luz va a reflejarse, de rebote, en el teatro mismo). Ahora ha llegado el
momento de preguntarse (entrando nuevamente en el ámbito más usual de un
enfoque sociojógico-teatra!) si y cómo la sociedad puede, a su vez, iluminar al
teatro ayudándonos a analizarlo y a entenderlo mejor. Para mayor claridad
expositiva, dividiremos en dos lo que resta de este capítulo, dedicado primero
a una sociología de la producción, en sus distintos aspectos y niveles, y luego a
una sociología de la recepción.
Entre las diferentes ramas de una futura sociología del teatro enumeradas
en el 'programa' de Gurvitch (1 9 3 6 ). hay tres que podrían reunirse útilmente
bajo e! rótulo unitario de sociología de la producción teatral:
1. "el estudio del grupo de los actores, como compañía, y más ampliamen
te, como profesión";
2. “el estudip de la relación funcional entre el contenido de ¡os textos, así
como de su estilo, y los cuadros sociales reales, y en particular los tipos de
estructuras sociales globale;? y las clases sociales";
3. "el estudio de las funciones sociales del teatro en las diversas clases de
estructuras sociales globales’’. (Gurvitch. ibid., 2 0 3 -2 0 4 ).
V
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrología 73
hasta hace algún tiempo, consiste por el contrario en una actitud reduccionis
ta, llamada en general ■'sociologlsmo", es decir, en la tendencia a hacer de la
obra de arte el simple reflejo de una cierta realidad social y a explicarla única
mente sobre la base de las particulares condiciones históricas que la han pro
ducido. Se olvida así, de hecho, la autonomía estética e intelectual de la obra,
su capacidad de reelaborar de manera original los datos de partida y se omiten
las numerosas mediaciones que intervienen entre cultura, contexto social y
obra.'"* A este respecto, hay que repetir que los valores semánticos de un pro
ducto estético (en nuestro caso, de un texto o dé un espectáculo teatral) tras
cienden ampliamente tanto las circunstancias históricas qué acompañaron su
génesis como las intenciones de su creador. La significación plural, e incesante
mente renovada, de todo hecho artístico se vincula, antes que nada, con la
relación con el consumidor rnás exactamente, ésta depende de la comunicación
que el hecho en cuestión es capaz de establecer, dada vez, con diversos destina
tarios. Además, en el caso del texto dramático, es necesario considerar tam
bién la posibilidad de una relnterpretación por parte de otro escritor o por
parte dei m e tte u r en scéne (pensemos, al respecto, en los conceptos brechtia-
nos de Bearbeitung y U m ñ inktionierung).
con la iglesia y el culto), sobre sus intercambios con lo que Bachtin (1965) ha
llamado la "cultura cómica popular", sobre la composición al mismo tiempo
urbana y rural de su público, sobre la estructura y el funcionamiento de las
corporaciones a las cuales se confiaba su organización (cfr., Rey-Flaud, 1973;
Konigson, 1975; ed.. 1980; Klndermann, 1980). b) No es errado decir que
"el teatro bajo el régimen liberal del capitalismo competitivo tiene por función
la distracción y el entrenamiento de las clases pudientes” (ibid.); sin embargo,
para comprender verdaderamente algo del teatro del siglo pasado estamos
obligados a introducir distinciones decisivas, en el interior de las categorías
'distracción' y 'entretenimiento', entre la función del teatro de bulevar (paro
dia, vodevll, gran guiñol, etc.), la del teatro dramático del Gran Actor y la de la
ópera lírica, con sus respectivos públicos.'^
drlamos incluir también, ai menos en forma provisoria, ias relaciones del es
pectador con los otros espectadores: pero se trata, obviamente, de una cues
tión compieja y muy particuiar, que se refiere en primer iugar al carácter co
munitario del público teatral y el funcionamiento colectivo de su recepción.
Estos dos aspectos fueron muy enfatizados, en el pasado, por una literatura
que los trató casi siempre desde una óptica espiritualista o francamente misti
ficadora, pero desde hace algunos años están apareciendo intentos más serios
de estudiar los problemas de la constitución del público teatral como "actante
colectivo" (cfr., Poppe, 1979; de Kuyper, 1979; Ceriani, 1986).
Debemos finalmente agregar que con el tipo de modelizaciones del acto
receptivo en el teatro que hemos resumido aquí muy brevemente,'® nos encon
tramos evidentemente mucho más allá de la correlación mecánica que por otra
parte ciertas encuestas recientes continúan constituyendo entre la ubicación
social-saber-tipo de comprensión realizada (véase por ejemplo. Jaumain, 1983,
y las críticas dirigidas, a propósito, a Fierre Bourdleu por Gourdon, 1982,
130-131). Para concluir este punto, quisiéramos recordar una vez más la
necesidad de dar lugar -Junto con el Sistema teatral de precondiciones recep
tivas antes mencionado- a la noción de Competencia teatral, entendida como
el conjunto de todo aquello (actitudes, capacidades, conocimientos, motivacio
nes) que coloca al espectador en condiciones de comprender (en el sentido más
amplio del término) una representación teatral. De este modo, la competencia
teatral no es sólo un saber, una suma de conocimiento y de códigos, sino y
sobre todo un saber-hacer, es decir, precisamente, la suma de capacidades,
actividades y otros que le permiten al espectador realizar las diversas opera
ciones receptivas.
No hay que olvidar además que el enfoque socio-semiótico, de base experi
mental, de la recepción del espectador teatral está apenas en sus inicios y se
interponen en su desarrollo no pocos obstáculos tanto teóricos como técnicos.
Baste pensar, por ejemplo, en los problemas -cruciales, por cierto, planteados
por el paso de una reconstrucción indirecta y a posterior! de los procesos
receptivos, a través de sus resultados (y por lo tanto, sólo en la medida parcial
y deformada en que estos últimos pueden ser inferidos de las respuestas de
los sujetos obtenidas mediante entrevistas, cuestionarios y otros tipos de tests
verbales o audiovisuales), a una Investigación directa de estos mismos proce
sos, por ejemplo, mediante el registro mecánico de los aspectos comporta-
mentales (externos) y psicofisiológicos de la recepción durante el desarrollo
del espectáculo. Sin embargo, a pesar de las enormes dificultades, existe ya
cierto número de intentos precursores en esta dirección: desde la extraña
máquina creada por N. C. Meier en los años cincuenta con la finalidad de medir
el grado de intensidad del interés de los espectadores y su apreciación (cfr,
Goodlad, 1971, 133-5), hasta la observación instantánea (Deldime, 1978,'
181), la reciente utilización del video para documentar las reacciones externas
del público (Schoenmakers, 1982; Tan, 1982) y, en particular, para registrar
I
80 M arco De M arinis
1. Premisa
2. El cuerpo artificial
Barba- abandonar la técnica cotidiana del equilibrio, que se basa, como todas
las otras técnicas cotidianas, en la ley del "mínimo esfuerzo”, y tratar de alcan
zar una situación de "equilibrio de lujo", que en realidad es un equilibrio preca
rio, inestable, un déséquHibre, para decirlojunto al célebre mimo francés Etienne
Decroux (cfn, Decroux, 1963). Las técnicas para alcanzar este equilibrio de
lujo son varias, y también muy distintas entre si. pero obviamente todas deben
considerar la ley física de la gravedad, según la cual el cuerpo humano está en
equilibrio (estable) cuando la proyección de su baricentro no sobrepasa el pe
rímetro de base. Por lo tanto, para trabajar en condiciones de déséquilibre
habrá que reducir la ya exigua base de sostén, por ejemplo, deformando la
posición de las piernas y de las rodillas con respecto al resto del cuerpo (pensa
mos en la forma de caminar llamada "con caderas rígidas" o "sin caderas" de
los actores del N5 y del Kabuki), o bien alterando la forma de apoyar los pies:
sólo sobre las puntas (danza clásica europea), sólo sobre los bordes externos
(danza clásica india), sólo sobre un pie.
b. Principio de la oposición. En general podría definirse así: para conferirle
suficiente energía a su propia acción, el actor debe construirla como una "dan
za” o un 'Juego" de oposiciones, asociando a cada impulso un contraimpulso.
Concretamente, con respecto a las acciones móviles. Barba formula el princi
pio del siguiente modo: "todo movimiento debe comenzar desde la dirección
opuesta a aquella a la que se dirige" (p.79). Según su opinión se trata (como
los otros principios que estamos analizando) de una regla intercultural fácil de
encontrar, aunque -<omo es obvio- elaborada de diferentes maneras, en las
técnica actorales de numerosas tradiciones teatrales y de formas espectacula
res también muy distantes entre si: desde la Opera de Pekín, en la que está
codificado el principio por el cual un actor debe comenzar un movimiento dado
mirando hacia el lado opuesto y cambiando repentinamente de dirección, hasta
el teatro-danza balinés, cuyas posiciones básicas se construyen sobre el con
traste y sobre la alternancia de partes del cuerpo en posiciones kras (dura,
fuerte) y partes en posiciones manís (delicada, mórbida),® hasta el mimo cor
poral de Decroux, en cuya gramática se enuncia explícitamente la regla del
contrapeso, o balance, esta sirve, fundamentalmente, para retomar el equili
brio corporal cada vez. balanceando un gesto o un movimiento con otro en
dirección contraria, pero además se utiliza con fines descriptivo-narrativos, o
realmente ilusionistas, para construir equivalentes de acciones o de situaciones
de la vida real (De Marinis, 1980, 4 4 , 57).
c. Principio de la simplificación. Escribe Barba:
“Simplificación significa en este caso: omisión de algunos elementos para
poner en relieve otros, que de ese modo parecen esenciales" (p.81). Contraria
mente a las apariencias, esta tercera 'ley' no contradice la segunda: constituye
claramente, y al mismo tiempo, un presupuesto y una consecuencia. Efectiva
mente, en la actuación del actor, surge el Juego de las oposiciones, del contras
te entre diferentes tipo de energía, (provocando en el espectador una impre-
I
..
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatroloo Ia B7
en su interior, aunque más no fuera, ese 'núcieo' fisioiógico que ias ha determi
nado (generado) en cierta medida: pero debe quedar claro que se trata, en
todo caso, de técnicas en ias que ios determinismos genéticos ya han sido
'revestidos' cuituraimente y reeiaborados, con ampiia autonomía creativa, se
gún ios tram es provistos por ias enciciopedias semióticas de las diversas cultu
ras y por convenciones expresivas de género más específicas y a menudo expií-
citas, además dei gusto y del talento personales.* “El determinismo genético"
recuerda Pradier (1 9 7 9 ,4 1 ) “no es suficiente para provocar formas teatrales
y de comunicación que sean universaies."
Recientemente, también Jerzy Grotowski ha enfrentado este tipo de pro
blemas, con !a sabiduría y la prudencia que ie son habituaies, habiando de
proceso orgánico y proceso a rtificia l (Grotowski, 19 8 2 ). Su observación fun-
damentai ai respecto es que ei proceso orgánico (iiamado así porque concierne
"ia vida del hombre"; el director polaco da como ejemplo los rituales de pose
sión y de trance, ias prácticas chamánicas, pero también -entre otros- el tra
bajo sobre sí mismo por parte dei actor de Stanisiavski) y ei proceso artificiai
no pueden separarse categóricamente entre sí y contraponerse de manera di-
cotómica como natural/cOnvencionai, espontáneo/construido, continuo/articu-
lado, libre/codificado. Lo que Grotowski demuestra, a través de un gran núme
ro de ejemplos, es que en los procesos orgánicos participa también en alguna
medida lo artificial y lo articulado, por lo tanto lo sígnico (por ende, estos no
son ni del todo 'espontáneos', ni completamente 'naturales'), y que, por el
contrario, lo orgánico ("en forma de impulso, de concentración, de energía, de
decisión") está presente igualmente en muchos procesos artificiales; por lo
menos (y aquí su perspectiva parece aproximarse sensiblemente a la de Barba)
en los procesos artificiales que fundan el 'buen' teatro, el teatro-teatro, In
primis el oriental.
De esta relatividad de la distinción entre orgánico y artificial se desprende,
para Grotowski, un corolario de gran importancia. Si aceptamos la hipótesis,
cada vez más consistente, de que el cuerpo es, en lo que respecta a ios usos
(cotidianos y no cotidianos) que se hacen de él. menos un dato biológico obje
tivo que una imagen (variable) que el hombre y la cultura se construyen de él,
sobre la base de la cual lo utilizan, entonces, así como hoy tomamos por cierta
la existencia de una pluralidad de m ind structures (este término es de Gro
towski) también se hace inevitable -aunque a primera vista sea paradojal-
pensar que "existen anatomías diferentes", es decir, cuerpos de algún modo
fisiológicamente diferentes, porque han sido elaborados distintamente-en las
imágenes que las diversas culturas se construyen de ellos y sobre la base de las
cuales los modelan (pensemos, por ejemplo, en la anatomía de la acupuntura
china o en el sistema de los n a d iy de los chakras de la anatomía indú).
Támbién aquí, por lo tanto, entre bios y m in d strutures (o Weltbilde)
parece haber reciprocidad e Interdependencia, más que rígida unidireccionali-
dad de los determinismos.
94 M arco D e M arinis
terminados, de utilizarlo.
Taviani (1987b , 11) ha propuesto ai respecto una solución interesante. El
sostiene que no existe un único punto de vista para decidir si es más importan
te el principio común o bien las diferentes formas de utilizarlo. Existe ei punto
de vista dei resultado, para el cual son más importantes los distintos modos de
utilización del mismo principio, las “distinciones históricas y personales [...]
que determinan su valor y su fuerza expresiva". Desde el punto de vista del
proceso en cambio son más importantes los principios generales y transcultu
rales, puesto que ellos representan la "semilla".
Ahora bien excepto por el hecho de que Taviani parece identificar la pareja
regla/modo de utilización con la pareja pre-expresión/expresión, mientras que
a nuestro parecer esta diferenciación se plantea también a nivel del primer
término, esto es, en el interior de la dimensión pre-expresiva que determina la
presencia del actor), la distinción entre proceso y resultado, indiscutible en
general, corre aquí ei riesgo de crear más problemas de los que resuelve.
Como trataremos de demostrar un poco más ampliamente en la cuarta parte
de este capítulo, los principios de la antropología teatral encuentran su Justifi
cación epistemológica en el espectador, en cuanto postulados para revelar de
terminados efectos que el espectáculo produce en él. Por consiguiente, intro
ducir aquí el punto de vista del proceso significa adoptar un enfoque divergen
te de aquel que funda los principios básicos de la antropología teatral. Por lo
tanto, para responder a la pregunta acerca de la Jerarquía de importancia en
tre los principios pre-expresivos, por una parte, y la presencia y las expresio
nes actorales. por otra, hay que observar el resultado (el espectáculo) y a los
espectadores, y plantear la cuestión en relación con aquelia concerniente a la
existencia o no (la postulabilidad o no) de un nivel preinterpretativo de la
recepción, no controlado (determinado) racionalmente y precultural él tam
bién. Sobre la postulabilidad o no de reacciones preinterpretativas en ei espec
tador, y sus posibles modos de concebirla, volveremos -com o hemos dicho- en
ei próximo punto. Por ahora será suficiente aclarar que. si se acepta la existen
cia de un nivei preinterpretativo de la recepción teatral, con las características
precognitivas y preculturales antes señaladas, entonces es inevitable optar por
la primera solución, o sea. en favor de la primacía del principio común sobre
sus diferentes utilizaciones. SI. por el contrario, se considera (como personal
mente nos inclinamos a hacer) que la percepción del espectador, y por ende
también su atención, están siempre determinadas culturaimente. además de
cognitivamente (y que por lo tanto no se puede hablar de reacciones preinter
pretativas en el sentido de precognltiva y preculturales) entonces es inevitable
privilegiar las distintas utilizaciones respecto dei principio común.
teatral es extracotidiano.
a. No todo lo extracotidiano es teatral: como ya dijimos en la primera parte
del capitulo, resulta poco convincente cualquier posición que tienda a limitar el
campo teatral estrictamente al ámbito de utilización de las técnicas extracoti
dianas y de la presencia, como si el teatro fuera el único lugar en que el hom
bre se encuentra en situación de representación. Por el contrario, aunque sea
en forma y medida diferentes, esto también ocurre en situaciones (extratea
trales) de la llamada vida cotidiana, donde problemas análogos de presenta
ción y representación del sí mismo, del propio rol como 'actores sociales',
requieren de la activación de técnicas extracotidianas similares, tendientes en
primer lugar a hacer convincente y eficaz nuestro comportamiento indepen
dientemente de lo que expresemos, signifiquemos, digamos, etc.^=
b. No todo lo te a tra l es extracotidiano: si quisiéramos recurrir una vez más
a un juego de palabras, podríamos decir que, asi como en la cotidianeidad está
presenta lo extracotidiano: del mismo modo, en lo extracotidiano, en ese lugar
destinado a la extracotidianeidad que es el teatro, también está presente lo
cotidiano, considerado sobre todo como recuperación de comportamientos,
situaciones, objetos de la vida real, que se convierten en 'teatrales' a través de
apropiadas operaciones de desmontaje y remontaje, descontextualización y
recontextualización. Véase, a propósito, lo que sostiene Schechner con su teo
ría de la performancia y, en particular, con el concepto de "restauración del
comportamiento"; según Schechner. también el comportamiento cotidiano puede
convertirse en teatral si se la 'enmarca' apropiadamente: en casos como éste,
la extracotidianeidad no depende del p e rfo rm e r (que puede ser incluso un no
actor que realiza acciones ordinarias), sino más bien del modo en que sus
acciones son 'tratadas' por el director o. en forma extrema, incluso sólo por el
espectador (Schechner, 1984, 1985).^®
6. Pre-expresivo mental. A partir de 1985, en las teorizaciones de la an
tropología teatral se incluyó, una vez más gracias a Barba, una nueva noción:
lo "pre-expresivo mental", diferenciado de lo pre-expresivo físico, del cual sólo
se había hablado hasta ese entonces. La reflexión teórica sobre un eventual
nivel, o aspecto, mental de la pre-expresividad teatral apenas ha comenzado y
aún no ha alcanzado hipótesis bien definidas. De todas maneras, ya resulta
claro que a esta noción (como, inicialmente, la correspondiente en el plano
físico) se le han anexado una cantidad de elementos y de problemas diversos,
que habían sido excluidos de las primeras hipótesis antropológico-teatrales y
que sin embargo se percibían como esenciales para los fines de una compren
sión más adecuada del proceso creativo en el teatro. Ahora parece que se inicia
una fase inversa, en la cual muchos de los elementos incluidos en una primera
aproximación en lo pre-expresivo mental deberán ser mejor examinados y tras
ladados bajo denominaciones correctas, de manera que cuanto quede bajo este
título adquiera una identidad más precisa y Justifique mejor su rnisma intro
ducción. Hasta este momento, al recurrir al término de pre-expresivo mental o
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 99
significados que exprese, más allá de los contenidos de la historia que se está
contando o sobre la cual se basa. En otras palabras, a lo pre-expresivo mental
concierne no el qué (contar) sino el cómo (contar). Durante la V sesión del
ISTA. Barba señaló que se trata, de alguna manera, de contar una historia sin
saber qué historia es (o. por lo menos, cómo si no se supiera), de forma tal
que el espectador esté interesado en seguirla. Sin embargo, aún antes habla
aclarado que lo pre-expresivo mental se refiere a “el aspecto físico del pensa
miento: a su manera de proceder, de cambiar de dirección, de saltar [leaping],
a su 'comportamiento' (1 9 8 5 ,1 5 ); a su vez. este ‘comportamiento’ “es visible
en las ‘peripecias’ de las historias, en los cambios inesperados que éstas sufren
pasando de una persona a otra, de una mente a otra" (ibid.. 1 6 ).^
Naturalmente no es esta la ocasión para una discusión detallada sobre el
tema. Pero, resulta evidente que, con respecto a lo pre-expresivo mental en la
acepción dramatúrgica se presentan nuevanrtente los problemas planteados que
se refieren a lo pre-expresivo físico, en particular aquellos relativos al estatuto
ontológico y por lo tanto al grado de constitutividad y de generalidad de los
principios que -p o r estar en las teorizaciones hasta ahora disponibles- lo com
ponen. Entre otras cosas, se da lugar aquí a una posible “antisimetrla” esencial
(el término ha sido tomado de Ruffini, 1 9 8 6 .1 9 ) entre lo pre-expresivo físico
y lo pre-expresivo mental (en la acepción b. que estamos analizando). En efec
to. si se llegara a identificar la pre-expresividad del actor (oportunamente re
definida. como se ha dicho más arriba) como una dimensión constitutiva de la
performance teatral en cuanto tal. y por lo tanto, como un conjunto de reglas
que el actor utiliza sin tener siempre y necesariamente clara conciencia de
ellas, la analogía con la pre-expresIvidad mental del autor-director se quebrarla
porque es evidente que en el segundo caso los procedimientos de montaje
extracotidiano, de composición simultánea y sucesiva de las acciones, son siem
pre, obviamente, procedimientos conscientes y voluntarios. Excepto si los re-
deflnimos, en términos mucho más genéricos, o si distinguimos más claramen
te entre modos extra-cotidianos de pensar una historia y pre-expresivo mental
como “precondición creativa” para el acceso a esos ways o fth in k ln g drama-
jí-j* túrgicos. Se llega entonces a una tercera acepción de pre-expresivo mental,
que por ahora coexiste un poco confusamente con las anteriores.
c. Una vez más es Barba (1985c) quien ha hablado de lo pre-expresiv
mental en términos (tomados de Arthur Koestler) de una “precondición crea
tiva”. posible de ser definida también con mayor precisión como “principio de
negación" porque consistiría en “dar un paso hacia atrás" (recular p o u r mieux
sauter). en retroceder a una condición de "desorientación voluntaria”: "lo que
distingue el pensamiento creativo”, sigue Barba (Ibid.. 2 1 ) “es en realidad el
hecho de que este avanza a saltos, mediante desorientaciones inesperadas que
lo obligan a reorganizarse a si mismo de nuevas maneras, abandonando su
esquema [shell\ bien organizado. Eso es pensamiento-en-vida, no rectilíneo,
no unívoco.”
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatroloc Ia 101
w
# estudio de la relación espectáculo-público, serla la de concebir como absoluta
la autonom ía creativa de la cual goza indiscutiblemente el espectador durante
la comprensión del espectáculo, con el consiguiente riesgo de reducir esta
# última a una especie de test de Rorschach. Concebir como ilimitada la libertad
interpretativa del espectador significa, en primer lugar, desconocer el trabajo
# fundamental de predeterminación de su percepción que el espectáculo lleva a
W cabo con todos los medios a su disposición (el actor obviamente, en primera
instancia, pero también el espacio, la escenografía, la iluminación, etc.): signi-
# flca olvidar que el espectáculo le asigna, quiéralo o no. un lugar (un puesto) a
quien lo consume, preconstituye, dentro de ciertos límites, su recorrido per
ceptivo y. siempre por supuesto dentro de ciertos limites, prefigura su res
0 puesta. delimitando, por decirlo asf. un área de efectos afectivos y de sentido
dentro del cual podrá situarse posteriormente esta respuesta, naturalmente a
@
su modo. A este respecto hemos hablado de un Espectador Modelo como a -
# pectador implícito en el texto espectacular (De Marinis, 1982a).^5 Por lo
tanto, conviene pensar que a la comprensión del espectáculo subyace una au
tonomía parcial, limitada por otras autonomías parciales que toman parte en la
w construcción del espectáculo como hecho estético y fenómeno de significación:
in prim is, la autonomía del'actor y la del autor-director (Ruffini, 1985; De
#
Marinis, 19 8 7). Los experimentos dirigidos por Barba en el ISTA sobre este
# aspecto proporcionan confirmaciones incontrovertibles, poniéndonos literal
mente bajo los OJOS, haciéndonos casi palpar, los medios de los que disponen el
W director y el actor para manipular al espectador, controlando y dirigiendo inin
terrumpidamente su atención, frustrando o satisfaciendo sus expectativas, etc.
4. Ai hablar de la atención arribamos a una cuarta forma errónea de valer
se de las hipótesis de la antropología teatral en el estudio del espectador. Afir
mar que todo teatro, en primer término, tiene que ver con la atención del
espectador significa afirm ar que todo teatro, indudablemente, tiene que ver
w con el mismo problema, pero no exactamente con la misma cosa y mucho
# menos con las mismas soluciones. Lo que llamamos, sintéticamente, atención
del espectador abarca, como se sabe, un corjunto complejo y aún poco conoci
# do de procesos de focalización y de selección, de actividades kinestésicas y de
sincronía internacional, etc. (Pradier, 1986). Aunque admitamos que tales pro
cesos pueden ser considerados, por lo menos en parte, como preinterpretati
vos. en el sentido de ser anteriores a la actividad hermenéutica propiamente
dicha (hipótesis sobre ‘de qué se trata', atribuciones de tentativas de significa
do global, etc.), seguramente los mismos no son preinterpretativos en el sen
tido de precognitivos, es decir, en el sentido de no estar sujetos en lo absoluto
a la actividad racional e intelectual, en un sentido amplio, del espectador.*
Desde hace ya algún tiempo sabemos que percibir es interpretar, es decir, ele
gir entre distintos perceptos, construir percepciones organizando datos senso
riales inconexos, en fin. emitir lo que Peirce llamaba 'Juicios perceptivos".
Además de no ser precognitiva, la atención del espectador tampoco es pre-
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 105
cultural. Nos parece muy difícil no admitir que la atención de un espectador sea
modelada, plasmada, por su soclocultura, además de obviamente por toda una
serie de variables individuales (relativas a la personalidad y al carácter, a la
competencia y a la experiencia teatral, a las condiciones psicofísicas del mo
mento). Aún sin apelar a este último tipo de determinantes, y limitándonos a
un ejemplo banal, es fácil suponer que un espectador Japonés acostumbrado al
N6 y al Kabuki, posea un tipo de atención bastante distinta en cuanto a ritmos,
capacidad de focalización simultánea, duración, etc., con respecto a la de un
espectador occidental común. Por lo tanto, es inevitable pensar que también el
modo de trabajar sobre estas distintas atenciones por parte de! actor, de con
trolarlas, dirigirlas, desviarlas, mantenerlas, deba ser, por lo menos en parte,
diferente y específico con respecto a cada una de ellas.
S. Reuniendo los cuatro problemas analizados es posible delinear el perfil
de un modelo de la relación teatral, que ya en otras ocasiones hemos llamado
relativista-parcial (De Marinis, 1986a) porque rechaza las trampas opuestas
del objetivismo comunicaclonal, con su reduccionlsmo mecanicista, y del relati
vismo integral, con sus resultados nihilistas. Se trata de un modelo fundado en
los siguientes supuestos preliminares:
a. interdependencia entre seducción (emoción) y comprensión del especta
dor;
b. desfase (o asimetría) relativa, e históricamente determinada, entre actor
y espectador;
c. autonomía creativa parcial del espectador;
d. determinación cognitiva y cultural de la atención en el teatro.
Justamente dentro de este modelo está empezando a desarrollarse el estu
dio socio-semiótlco de las operaciones receptivas del espectador y están sur
giendo los primeros intentos de modelizarlas teniendo en cuenta las variables
enjuego y las eventuales regularidades. Por ahora, los esquemas propuestos
no son nada más que enumeraciones de términos, casilleros vacíos que hay que
completar y organizar sintácticamente. El aporte de la antropología teatral
puede ser decisivo para ayudar a completar algunas de ellas; siempre y cuando,
sea capaz de enfrentar las tentaciones irracionales que Indudablemente ser
pentean en ella, como hemos tratado de demostrar.
Con la teorización de lo pre-expresivo. pese a la controversia que aún exis
te sobre su exacta definición, la antropología teatral ha individualizado sin
duda una dimensión decisiva de la relación teatral, hasta hoy desconocida por
el psicologismoy por los clichés culturológicos dominantes en las denominadas
ciencias humanas y frente a los cuales tampoco la semiótica ha permanecido
inmune en estos años.
Consideramos que la antropología teatral ha lanzado a la semiótica un de
safío: descender al campo, moverse en el terreno de la operatividad teatral
concreta, de la experimentación empírica. Es un desafío que, según nuestra
opinión, la semiótica no puede rechazar, venciendo resistencias relacionadas
106 M arco De M arinis
1. Tabla en
( perspectiva llamada
[íeUrbino. Urbino,
fPHácio ducal.
\2. Tabla en
Ijerspert/va llamada
I d i Baltimore.
iBaltímore, W alters
iM G allery.
13. Tabla en
lpersiD«t/Va llam ada
¡ de Berlín. Berlín,
i BodeMuseum.
4 . Baúl con I 6. Francesco
1 armas. 1 di Giorgio
F StrozTi- 1 Uartini,
t; Medid. 1 dibujo de
. Berlín. I calle del
1 Schioss 1 Trattato di
1 Museum. I; arcliltettura
1 (cfr. Trattati,
[ llPolifílo,
1 Milán 19 6 7 ).
4 1
5. Escena
de calle
atribuida a
Bramante o
a Cesaríano.
Milán,
Colección
Cívica A.
Bertarelli.
■ñ
7. Sra. Lucia
y Trastullo.
De: Jacques
Callot, Balli di
Sfessania.
Nancy,
1621-1622.
S. Départ des
ComédienS Italia®
en 1697. Crabtá!
'• de L Jacob trata á
j" una pintura hoy
perdida, que
A ntoine WaWeau
había reaiizadom
\to rn o a i 1705
¡retomando, a su
¡vez, un argumenta
lanáiogo pintado pa
G iiio t París,
¡Bibiiothéque de
¡i'Arsenai.
Ü Q
kf^Kripcr, jQ w t i .
ecm n e a vo va (Miper, 11<k ferjy mourir/Ü n*4lecai^cbam ú:
E!Jí&ii>gniMÍC*f«(aüNaiRti^féumonpere, jVaMipMiwlcepWirknieUivowdefiáiK.
2 4 . Pantalone
galante, g n tM
anónimo d e i^ ,
X V I. Cambridge.
Fitzwilllam
Museum.
25. Escena de una
ftfs interpretada
for la troupe de
Ágnan Sarat.
Recueil Fossard.
26. Phillpin,
Maqulny
Recueil
fossard.
Jilea
iMatitifMenaBtijveavfwbenMnMe,
ifirleeelii,i^Bewfi»«||!W*«fiWW, M iri,wi«ir«pi»gww¿»ccaMMEBnMidiáMl(^Cndnan^MisiMkraMRnieiaUlciac^Blfi»
leM’wveyfeelniitafieMniiJtlefttble.
lhMroat»earta,fim»wiiiAMBaMBL
26
27. Actitud básica del Arlequín
Tristano Martinelli, Xilografía del
pequeño volumen Compositions
de réthorique, Lyon 1601.
\ Página anterior:
30. El Arlequín VisentinI en la escena con Silvia (Zaneta-Rosa Benozzi). Grabado de L. Can
sobre dibujo de N. Lancret.
31-32. Pulcinella y Pantalone (arriba, a la derecha) y Brighella y Trlvelllno (Abajo, a la
izquierda), grabados de G„ Rousselet sobre un dibujo de Ch. Lebrun (1650
aproximadamente), Roma, Biblioteca y colección teatral del Bureando.
33. Arlequín, graSadade G. M. Mitelli de 1 proverbi figurati, 1678, Milán, Museo teatralái
la Scala.
37. El Arlequín Evaristo Gherardi en un grabado del siglo XVII. París, BMothéque de
íOpéra. ,
:38. El Arlequín. Dominique Blanqoielli en un grabado de fines del siglo XVIII. Milán, Museo
Mral de la Scala. •
k . '“ j L 3 9 . E l Arlequín de
í. Jo h n Rich, grabado
d e lW W s o b r e m
'■'' ■ dibujo de 1753.
‘I “ t ‘ Cambridge, Mass.,
*“ w ^Harvard Universi%
• r Widener Library.
i
I
<
I
I
I
Segunda Parte
El teatro entre la historia, la semiótica
y las ciencias humanas
I
Capítulo V
La actuación en la Comedia del arte:
apuntes para una indagación iconográfica
teórico-prácticas sobre el actor que se realizan, desde hace algunos años, bajo
el nombre de antropología teatral. Esas hipótesis se deben, en gran medida, a
Ferdinando Taviani. cuyos trabajos sobre ia Comedia dei arte marcaron sin
lugar a dudas un cambio en la forma de considerar y de anaiizar este compiejo
fenómeno teatral y hoy en d(a representan un punto de partida obligado para
cualquier investigación posterior también en lo que respecta al problema espe
cífico de la actuación.
Z. Un silencio paradojal
Como recuerda Molinari (1 9 8 5 , 10), la Comedia del arte “es sin duda uno
de los episodios mejor documentados de la historia del teatro occidental". En
este caso nos encontramos frente a una "disponibilidad casi excesiva de docu
mentos que nos desorientan: se querría saber menos para poder creer que se
sabe más" (ibid., 13). Sin embargo, la situación se modifica totalmente cuando
uno comienza a estudiar el trabajo teatral de los actores, sus técnicas escéni
cas, su entrenamiento, sus métodos de preparación física y vocal. Esta escasez
de documentos directos e internos (es decir, producidos por los mismos cómi
cos) acerca de los aspectos técnicos y más específicamente teatrales de la ac
tuación parece algo paradojal si pensamos en el hecho que, como todos saben,
la Comedia del arte fue sobre todo y esencialmente un teatro de actor y de
que, además, los cómicos italianos fueron casi siempre escritores a la vez que
muy prolíficos. Al examinar el abundante material literario que ellos nos han
legado (rimas, “scenari" y comedias, textos polémicos y apologéticos, tratados
y zibaldoni, memorias y epistolarios con centenares de cartas) hallamos infor
mación sobre casi todo: sobre sucesos personales, obviamente, sobre la vida
de las compañías, sobre sus conflictos internos (rivalidades, odios, mezquinda
des) y sobre sus vínculos con las otras compañías y con el exterior (cortes,
ciudades, autoridades civiles y religiosas) y también sobre muchos otros te
mas. Pero no encontraremos (si no excepcionalmente: pensamos en los 'dia
rios escénicos' de Dominique Biancolelli [crf., Spada, 1969] o en algunas pági
nas de Cecchini) información precisa sobre aquello que debía por el contrario
representar, con seguridad el aspecto más importante de su actividad.'^ Por lo
tanto, podemos pensar que no se trata de un vado documental casual, acci
dental, sino de un silencio deliberado, francamente -com o supone Taviani
(1982b, 4 1 9 ) - de una auténtica estrategia del secreto llevada a cabo por los
actores italianos.'^
Por supuesto, no es que los cómicos callen completamente sobre su trabajo
de actores sino que -com o observa nuevamente Tbviani (ibid.)- ellos hablan
sólo de lo que se refiere a aquellos aspectos asimilables al trabajo del orador y.
en particular, del literato, es decir, a 'profesiones' basadas en técnicas acepta
das y conocidas por todos, mientras que justamente nada dicen sobre lo que su
oficio tiene de específico y de diferente, teatralmente hablando con respecto a
C o m pr e n d e r el te a tr o . L in e a m ie n t o s d e u n a n u e v a t e a t r o l o c ía 129
todos los otros oficios.*'' Por ejemplo, de Francesco Andreini a Pier María
Cecchini, de Flaminio Scala a Niccoló Barbieri, de Domenico Bruni a Andrea
Perrucci y otros, los cómicos italianos nos presentan el trabajo sobre los pape
les especialmente, si no tan sólo, como un trabajo de literatos sobre materiales
literarios y callan sobre esa otra actividad, por lo menos igualmente Importan
te, que es el entrenamiento físico (vocal y gestual) que esas partes no podrán
no conllevar. Recordemos, al respecto, que no sólo los Zanni efectuaban accio
nes acrobáticas y de gran compromiso gímnico-atlético, sino que también lo
hadan el Capitano y el Magnífico, y que además la danza era un componente
importante para todos los roles, incluso los de los Enamorados (es posible
confirmarlo, entre otras cosas, mediante una revisión aunque sea rápida de los
cincuenta ‘‘scenari” de la recopilación Scala).’®
Esto con relación a los documentos directos internos. Naturalmente, la
situación de la documentación indirecta y externa es por 10 menos igualmente
grave. Por cierto, en los textos dramáticos y especialmente en los “scenari"
"no faltan indicaciones mlmlco-coreográficos y tecnicismos relativos a los rit
mos de la actuación" (Molinari. 1985, 4 6 ), pero estos permiten conocer, en
general, el qué antes que el cómo del comportamiento escénico, es decir, p o r.
ejemplo, el tipo de gesto requerido para cierto lazzo pero no la forma o el
estilo según el cual era ejecutado por un determinado actor, ni mucho menos
las técnicas que éstos presuponían.'®
Por último, en lo que se refiere a los testimonios de los espectadores, éstos
son en general lacónicos y muy pobres desde el punto de vista técnico; aunque
a veces pueden ser interesantes e incluso preciosos, si se los interroga como
síntomas, huellas de los efectos del arte actoral más que como fuentes de
indicaciones objetivas (Taviani„1984, 1986). Tál es el caso, por ejemplo, de
muchas poesías de ocasión y de otros tipos de escritos de alabanza de los
espectáculos, que no obstante -hay que recordarlo- se refieren exclusivamen
te al gran actor solista, y no a la compañía teatral en su conjunto y en su
medietas. Si se exagera la importancia de estos testimonios se corre el riesgo
de generalizar partiendo de las excepciones y, lo que es peor, de hacerse una
¡dea totalmente falsa del espectáculo cómico en sus proporciones (Táviani-
Schlno, 1982, 4 9 6 ; Ferrone, 1985a, I. 1 9 ).”
3. Indicios iconográficos
Si a pesar de todo, los estudiosos tienen por lo menos una ¡dea sumaria de
la forma en que actuaban los cómicos del arte, y de los cambios que sufrió su
actuación desde el siglo XVI al XVII1, esto se debe, en gran medida a cierto tipo
de documento del cual no hemos hablado expresamente hasta ahoie, y al abun
dante material iconográfico que nos ha sido transmitido sobre las compañías
italianas. ,
Sin embargo, hay que señalar inmediatamente que la documentación figu-
130 M arco D e M arinis
rativa relativa a la Comedia del arte {si bien la pertinencia teatral misma de las
Imágenes es con frecuencia problemática, como se verá) representa un Corpus
heterogéneo y rnuy desparejo en cuanto a su confiabilidad, una de las limitacio
nes constantes es -e n tre otras- la de mostrar generalmente escenas ‘típicas’
con los actores agrupados en pose, como para affíches publicitarios.’® Mucho
menos frecuente resuita que ios actores aparezcan en acción durante ia actua
ción.'® En todo caso, e) antes y ei después dei espectácuio se omiten sistemáti
camente (como se podía esperar). Incluso las escasas excepciones ai respecto
(menos la famosa imagen satírica de 1670 con Elomire-Moliére alumno de
Scaramouche-Fiorilli)®° Jamás muestran a los actores trabajando, en general
prefieren el momento de la llegada de la compañía al Jugar del espectáculo, sea
éste una corte o una plaza de ciudad.^’
A pesar de que la importancia fundamental de los testimonios ilustrados
para el estudio de la Comedia del arte ha-sido reconocida hace tiempo, es
necesario señalar que el estado de las investigaciones al respecto todavía está
bastante retrasado. Aún hoy carecemos de un trabajo de recopilación y de
sistenriatización orgánica de dichos materiales®® y todavía las pocas tentativas
de análisis crítico resultan inciertas y muy parciales.®® Hasta la fecha este vas
tísimo y caótico repertorio visual por lo general se ha utilizado en forma casual
y superficial incluso para embellecer un volumen y se han descuidado ios pro
blemas metodológicos relativos a la utilización documental de dichos materia
les; estos problemas (como para cualquier otra iconografía teatral) pueden ser
resumidos en las dos siguientes cuestiones; pertinencia y grado de confiabili
dad.
Frecuentemente también se han considerado como fuentes de información
fieles sobre la Comedia del arte, pinturas, grabados y dibujos que posterior
mente, a través de un examen más atento, se han revelado como resultado de
una recreación muy libre del artista, a partir de situaciones o máscaras de
dicho teatro; y en algunos casos no ha existido ninguna relación precisa con el
mismo. Sin duda el caso más conocido en este sentido es el de los Balli di
Sfessania de Jacques Callot, la célebre serie de veinticuatro grabados publica
dos en Nancy en 1 6 2 2 (figura 7 ). Estas imágenes. Junto con otras de Callot (de
los Cobbi y de Les Cueux) fueron utilizadas, muy a menudo, como testimo
nios sobre el teatro de los cómicos italianos provistos de un valor documental
preciso, mientras que, por el contrario -como se ha comprobado-, no tenían
gran relación con la realidad histórica de la Comedia del arte.
El artista francés se había inspirado en las figuras de algunos bailes tradi
cionales napolitanos (como, por ejemplo, la Sfessania y la Locia) a cuyo dibujo
le superpuso los nombres de máscaras de los carnavales italianos, sin preocu
parse demasiado por la correspondencia entre el nombre y la figura (Taviani,
1982b, 488).®^ ,
Algo similar se puede decir sobre las famosísimas imágenes realizadas casi
un slglo.más tarde por Claude Glllot y Antoine Watteau, también comúnmente
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrologIa 131
razones obvias, evitamos hacer ahora una lista de todas las referencias que nos
servirán, en el curso del capítulo, para bosquejar algunas hipótesis sobre la
evolución de Ja actuación dé los actores italianos entre los siglos XVI y XVllI.
4. El nivel pre-expreslvo
to está en los orígenes de la Comedia del arte, puede ser enfocado desde dos
ángulos opuestos pero completamentarios entre sí.
Podemos hablar de una Comedia del arte que se origina en la inserción de
las máscaras cómicas en un organismo dramatúrgico ya completo, como era el
de la comedia erudita o el de la pastoral y de la tragedia. Desde este punto de
vista adquiere el valor alegórico de un acontecimiento fundante la escena (que
se convertirá rápidamente en topos) de la llegada de las máscaras a Arcadia (en
este caso, se trata de Pantalone. Bergamino y del Dottor Graziano). que en
contramos por primera vez en la Fiammella, una fábula pastoral, escrita por el
actor Bartolomeo Rossi. en arte Orazio (Enamorado), y publicada en París en
1584.“ La obra está estructurada sobre dos planos, el noble-sentimental de
las ninfas y de los pastores, y el bajo-cómico de los 'ridículos', que avanzan
paralelamente sin encontrarse, si no en forma casual, y además sin fundirse:
las máscaras son todavía un cuerpo extraño en la fábula (Molinari. 1 9 8 5 .4 8 ).
Más tarde como sabemos, esta fusión se realizará por lo menos parcialmente
en las comedias, pero no en las tragedias ni en las pastorales, en las cuales las
máscaras actuarán simplemente como emblema, como "sigla escénica de la
Comedia,del arte" (ibid.. 50).
Por otra parte también podemos hablar, de una Comedia del arte que pro
viene de la inclusión del plano serio, el de los Enamorados, en el espectáculo
bufonesco (cfr.. Miklashevski. 1 927. 6 1 ). y subrayar entre otras cosas, en
apoyo de esta hipótesis, el decisivo salto cualitativo que el teatro de los profe
sionales parece dar simultáneamente a la llegada de las mujeres a la escena,
advenimiento datable (por obra del testimonio de Pier Maria Cecchini ya nota
do por Luigi Riccoboni) alrededor de 156 4 (Táviani. 1982b. 3 3 8 ).
En todo caso, lo más relevante (a los fines dél presente discurso) es que la
combinación-yuxtaposición del eje serio y del eje ridículo, que se encuentra en
los orígenes de la Comedia del arte conno forma dramatúrgico-espectacular
específica, significó en primer lugar el encuentro de dos corrientes culturales y
actorales muy distantes entre sí: por una parte, la corriente bufonesca de los
actores-saltimbanquis de plaza y de la calle, expertos en las prácticas verbales
ygestuales burlescas, en las danzas carnavalescas y en el discurso bajo (de este
mundo proceden los grandes actores de las primeras generaciones como el
citado Tristano Martinelll. por ejemplo); y por otra, la corriente académico-
petrarquesa de las poetisas cultas, poetisas de la improvisación (como Vicenza
Armani, Vittoria Piissinni y la "divina” Isabella Andreini) herederas de la elevada
cultura de las m eretrices honestae, expertas en la danza y en el canto áulico y
ataviadas a la manera de las aristócratas (Táviani. 1 986. 30).^^ En lo que se
refiere a estas poetisas-actrices no hay que olvidar además que su aporte tea
tral fue doble; el directo de su cultura y de su savoir-faire específico y el indi
recto consistente en la capacidad de atraer a la órbita del teatro a un nuevo
tipo de personas, portadoras también de culturas y profesiones especificas:
intelectuales, escritores, libertinos y rebeldes de toda clase, que se convirtie-
136 M arco D e M abinis
6. E¡ código enérgico
En primer lugar, podemos notar la torsión no natural que poseen los cuer
pos de todos los personajes ‘ridiculos’ del Fossard, de Pantalone a Arlequín, de
Zany Corneto a Francatrippa (figura 2 0 ), que los obliga a mantenerse cons
tantemente en condiciones de equilibrio precario, o desequilibrio (véase en
particular, las láminas XVI y X X I A veces esta torsión produce, o mejor
'construye', figuras increíblemente arqueadas proyectadas hacia atrás mien
tras las piernas parecen impulsarlas hacia adelante (láminas XX, XXIX, XXXI).
Se puede observar también la escena de Arlequín guerrero, quien, ante Donna
Lucrezia y con Zany Corneto a sus espaldas, porta una armadura al revés y
realiza el lazzo de girar'los codos hacia adelante (lámina XIV; aquí, figura 19).
Otro rasgo permanente de la actuación enérgica testimoniada por las repro
ducciones del Fossard son las piernas exageradamente separadas, en particu
lar en la forma de caminar de Pantalone (láminas XIX y XXIII; aquí, figura 22).
que reaparece con idénticas características en otras reproducciones de la mis
ma recopilación, sin form ar parte de la serie italiana,"^ y también fuera del
Fossard (figuras 2 3 . 2 4 . 21 ).“'•
^ Es necesario aclarar seguidamente algunos posibles equívocos a propósito
de este código enérgico que caracterizaba, aunque fuera en coexistencia con
un código antitético áulico-elegante, la actuación de las compañías del arte a
fines del siglo XVI, como testimonian consecuentemente las imágenes de la
época. .
a. Actuación enérgica y bufonería. En primer lugares necesario señalar que
existe una clara diferencia cuaiitativa entre la actuación enérgica de los gran
des actores del arte, basada en rigurosas técnicas extracotidianas, y el mucho
más tosco e instintivo saber-hacer gestual de los bufones saltimbanquis y de
los Zanni-“cerretani" (del cual, sin embargo, deriva). Asimismo, en los gestos
más violentos y en las escenas más animadas del espectáculo italiano del Fos
sard (siempre que se trate realmente de un mismo espectáculo) se trasluce un
conocimiento técnico y un control formal indiscutibles: cualidades que por el
contrario estaban ausentes, o por lo menos eran más reducidas -p o r lo que
sabemos de ellas- en la actuación bufonesca y fersesca. Además, una afortuna
da circunstancia permite observar fácilmente esta diferencia comparando las
imágenes del Fossard referidas a ia gran compañía italiana con otras de la
misma recopilación relativas a una farsa francesa representada por los actores
de la compañía, ya célebre en su época, de Agnan Sarat (láminas Ill-Vlll; aquí,
figura 2 5 ). Es evidente que en esta últimas, los gestos son mucho más descui
dados e imprecisos, de modo que dan una impresión de caos antes que de
fuerza y de energía.**®
La actuación energética no coincide con la actuación bufonesca además por
que, a diferencia de la segunda, no se agota en lo ridiculo. Si volvemos una vez
mas a ios personajes denominados cómicos del Fossard advertimos que en
ellos el énfasis está puesto en la fuerza, en la tensión, y no en el ridiculo. Por
ejemplo, si se cubre el rostro de Pantalone (como invita a hacer Táviani, 1986,
M
■iii
55) se observa que su figura no sólo ya no tiene nada de cómico sino que
además conserva poco del viejo, revelando un cuerpo atlético y gestos vigoro
sos y violentos (el mismo experimento daría resultados semejantes también
con Arlequín).'^
b. Actuación enérgica y acrobacia. Otro equivoco que hay que disipar es el
concerniente a la relación entre la actuación enérgica y la acrobacia (que. como
se'sabe, constituía un elemento importante en el lenguaje bufonesco de los
Zanni acróbatas). Está claro que no se trata de lo mismo y que la lengua
enérgica no puede reducirse sólo a performance coréutico-acrobática. Obvia
mente. el código energético es la base también de las manifestaciones más
evidentes y notorias del savo/r-fa/re corporal de los actores del arte (cuibutes,
saltos mortales, verticales, caminatas sobre zancos, caídas y escaladas, ba
rabúndas y escenas nocturnas: véase por ejemplo, las láminas XXIV, XXXVI1y
XXXVIII del Recueil Fossard), pero las técnicas extracotidianas de la actuación
enérgica funcionaban de modo mucho más difuso y sutil, también en las postu
ras y en los movimientos aparentemente más sencillos y tranquilos, bajo la
forma de una deformación ininterrumpida y orgánica, por parte del actor, de
su forma de estar parado, de sentarse, de tenderse en el suelo, de comer y de
beber, incluso de mirar (cfr.. respectivamente las láminas XX. XXIII. IX: aquí,
figuras 2 6 .2 9 ) y esto siempre con la Intención (tal vez inconsciente) de confe
rirle vigor a su presencia escénica, aumentando las tensiones corpóreas y el
esfuerzo, y de volverse asi interesante y seductor para el espectador incluso
antes de comenzar a actuar en un sentido estricto.
Para una posterior confirmación de, lo que hemos dicho, baste recordar
además que. mientras la acrobacia y la danza siguen estando presentes, según
testimonios coincidentes, también en la última y estereotipadisima Comedia
del arte (Mikiashevski. 1927, 120) el desarrollo de la actuación enérgica es
muy distinto; ésta desaparece progresivamente -com o veremos- en el curso
del siglo XVII.
c. Actuación enérgica y técnicas extracotidianas de ia paiabra. Acabamos de
señalar lo reductivo e impropio que es identificar la actuación enérgica de las
grandes compañías Italianas de las primeras generaciones con los elementos
coreuticos y acrobáticos sobre los cuales a su vez insisten invariablemente
todos los estudiosos (de Mikiashevski a Apollonio, de Nlcoll a Tessarl). Pero
esto es cierto igualmente por otra razón obvia: las técnicas extracotidianas que
eran la base de la actuación enérgica y por contraste no Incluían sólo técnicas
corporales sino además, técnicas literarias, retóricas y declamatorias, basadas
fundamentalmente en procedimientos de deformación y de artificlallzaclón del
léxico y d ria Síntesis (también pop«i8clto4e-uauso paroxísticadeJa-parcino-
masia y de todos los otros tipos de figuras retóricas), de las formas de emisión
de la voz, de pronunciación y de los acentos (mediante, entre otros, la intensa
contaminación lenguaje/dialecto). con resultados no demasiado diferentes, en
definitiva, de los obtenidos actualmente por Darío Fo con su gram m eiot pada-
140 M arco D e M arine
no. La actuación de los grandes actores del arte se basaba tanto en un empleo
enérgico de la palabra y de la voz como en un uso enérgico del cuerpo.'*’
d. Actuación enérgica y pee-expresividad. Otro equivoco posible es el que
se refiere a la función de las técnicas extracotidianas subyacentes a la actuación
enérgica. Las investigaciones de Barba sobre antropología teatral están acla
rando cómo, por debajo del nivel expresivo del espectáculo, construido de
significados y emociones, existe un nivel pre-expresivo. fundamental para un
cabal funcionamiento del vínculo actor-espectador. Este nivel pre-expresivo está
constituido básicamente por una serie de técnicas, tanto mentales como físi
cas. mediante las cuales -com o hemos señalado- el actor trata de elaborar un
comportamiento escénico extracotidiano que lo sitúe en las mejores condicio
nes posibles para expresar y representar de manera eficaz.'*® Las técnicas ex-
tracotldianas de la actuación enérgica se ubican, precisamente en este nivel: no
parecen tener, en primera instancia, una función expresivo-significativa, no
están estrictamente vinculadas a las caracterización socio-psicológicas, y por
consiguiente físicas, de las máscaras y de los personajes típicos: su función,
por el contrario, es esencialmente aquella, justamente pre-expresiva. de per
mitirle al actor 'poner en forma' un cuerpo ficticio, o artificial, capaz sobre
todo de marcar la “brecha'' (Apollonio) entre la vida real y el teatro, entre el
interior y el exterior del espectáculo, o bien -para decirlo con Vachtangov-
entre el hombre y el artista, y de atraer, por eso mismo al espectador.'*®
e. Actuación elegante y pre-expresividad. Si cualquier clase de performance
actoral tiene constitutivamente su base pre-expresiva. entonces también la ac
tuación realista-elegante, que coexiste en contraste con la actuación enérgica
en el espectáculo del arte entre los siglos XVI y XVII. tendrá una base pre
expresiva. con sus respectivas técnicas extracotidianas. Se tratará, obviamen
te. de técnicas basadas en principios antitéticos a las que rigen el comporta
miento escénico de Arlequín. Pantalone y de los restantes tipos cómicos. En
lugar de amplificar el esfuerzo y los principios pre-expresivos que sustentan la
recitación de los Enamorados, aspiran a encubrir este esfuerzo y estas tensio
nes. con la Intención de alcanzar una reproducción 'noble' del comportamiento
cotidiano (Táviani. 1986. 3 3 -3 4 . 4 8 ).
La definición de un nivel pre-expresivo de la actuación teatral permite por
consiguiente captar el aspecto más profundo e indudablemente esencial de las
oposiciones código enérgico y código elegante. Como ya hemos señalado, no
se trata solamente de la oposición entre bajo y elevado, partes cómicas y par
tes serias, ridículo y sentimental, vulgaridad y refinamiento, grotesco y realis
mo. Se trata también de ese tipo de contrastes, que pertenecen todos al nivel
de expresión, es decir, de caracterización socio-psicológica, y por lo tanto esti
lística. de los personajes y de las situaciones dramáticas de la Comedia del arte.
Pero en primer lugar se trata justamente del contraste entre dos formas opues
tas de utilizar, a nivel pre-expresivo. las energías corporales del actor, profun
dizando o. por el contrario, ocultando las tensiones y el esfuerzo físico. En
w
7. Una variante
hasta Angela d'Orso, que dirigía a los soldados durante la batalla como un
capitán general (Táviani, 1986, 68-7 0 ; 1 9 8 7 ,8 9 -9 0 ).
Por lo tanto, a partir de cierto momento la novedad que se presenta en la
actuación de la compañía de la Comedla del arte no la constituye el uso de la
actuación por contrastes por parte de cada actor en la construcción de su parte
porque ésta siempre había existido y, en alguna medida, no podía estar ausen
te,^' sino la desaparición del contraste elegante/enérgico a nivel interactoral
como 'supercódigo' regulador de ios comportamientos escénicos de toda ia
compañía y por consiguiente determinante de la estilística del espectáculo có
mico.
Esta disolución del doble código antinómico está vinculada a la decadencia
de uno de sus dos componentes. En efecto, a partir de cierta época (intentare-^
mos ser más precisos más adelante), los testimonios Iterarlos e iconográficos
muestran concordantemente que la actuación realista-elegante prevalece por
sobre la enérgica; por lo tanto, lo que había sido el estilo escénico sólo de los
Enamorados se convierte en la norma de actuación para todos los papeles,
para la compañía entera. (Esta unificación de las bases pre-expreslvas de las
diferentes partes obviamente tiene ciertas consecuencias a nivel expresiva, en
el cual veremos aparecer gradualmente una situación en que "enamorados y
servidores ofrecen una mezcla en Idéntica medida de serio y ridículo" [Taviani,
1987,89]: es la situación que se completará'totalmente en el siglo XVI11 con
Marivaux y Goldoni, y que se encuentra ilustrada en forma nítida en ios graba
dos de Herisset, Cars y Saint-Aubin: véase, en especial, el grabado de Cars
(figura 3 0 ), realizado sobre la base de un dibujo de Lancret, que muestra en
escena al Arlequín Visentini con Silvia, Zanetta Rosa Benozzi [Nicoilni, 1958,
167] o también aquel de Saint-Aubin con Arlequín y Colombina bailando, en el
Cabinet des Estampes de la Bibliothéque Nationale de París [Nlcoll, 1 9 6 3 ,5 0 ]).
A su vez, el código realista-elegante, después de haber suplantado a la actua
ción por contrastes, se transforma entre los siglos XVII y XVIII, terminando en
ese estilo mórbido y afectado del cual son testimonio ios Arlequines rococó de
la última Comedia dei arte, en cuyos movimientos estereotipados y de ballet ya
no hay rastros del estilo enérgico y contrastado de sus grandes predeceso
res.®
Gomo hemos dicho y como trataremos de demostrar, aunque sea breve
mente, ios testimonios figurativos al respecto son numerosos y concordan
tes.® Estos abarcan desde mediados del siglo XVll hasta fines del siglo siguien
te, cuando la Comedia dei arte propiamente dicha ya ha desaparecido, y alcan
zan un área geográfica muy extensa, refiriéndose no sólo a los actores italia
nos que triunfan en Francia con el Anclen, primero, y el Nouveau Théátre
Italien, después (desde Tiberio Fiorilli, aplaudido por su acrobática "legéreté" y
Dominique Biancocleili, de quien se elogia el 'Jeu naturel". hasta Angelo Cos-
tantini y Evaristo Gherardi, hasta los ya citados Visentini y Bertlnazzi), sino
también, por ejemplo, a los actores ingleses como el mimo John Rich o el
144 M arco D e M arinis
célebre actor shakespereano David Garrick, que vistieron con frecuencia los
trajes del segundo Zanni.
Los testimonios iconográficos más interesantes sobre la nueva forma de
actuación de los cómicos del arte se encuentran, sin duda, en las ilustraciones
contenidas en el Théátre ¡tallen, la recopilación de comedias y de escenas fran
cesas representadas por los Italianos, que Evaristo Gherardi publica en París,
en ios últimos años del siglo XVII (y cuya edición definitiva, en seis volúmenes,
publicada posteriormente en varias ocasiones, es del 1 7 0 0 ),^ y en especial en
ios grabados, los dibujos y las pinturas (que pertenecen generalmente, a los
primeros veinte años de! nuevo siglo) de Claude Gíllot (a pesar de las ya men
cionadas dudas sobre su verdadera relación con la auténtica Comédie Italienne
[véase nota 2 5 ]).
Seria imposible esbozar siquiera un análisis de las obras de Gillot referidas
al teatro de los Italianos; nos limitaremos a mencionar únicamente aquellas
que son consideradas las más interesantes sobre este tema: es decir, los doce
grabados, realizados por Huquier sobre dibujos del artista, que constituyen el
Théátre ¡tallen. Llvre des scénes comiques Inventées p a r G illot y. sobre todo,
las cuatro aguafuertes (que forman parte de otra serie de seis reproducciones
de Caylus e JouIIain basadas en dibujos de Gillot) que muestran las célebres
'atitudes' de Arlequín ("Arlequín glouton", “Arlequín soupirant", "Arlequín pleu-
rant", "La révérance d’ArlequIn").® Como señaló Dieckmann (1963, 207),
gracias a las scénes comiques es posible tener una idea bastante precisa del
"Juego de conjunto de varios actores"; no obstante donde se logra captar con
mayor nitidez, como amplificados, algunos detalles clave del nuevo estilo escé
nico es a través de los cuatro grabados de Caylus-Joullani. A propósito de estas
últimas imágenes, que sin duda retratan a Evaristo Gherardi (aunque se ha
pensado también en Tommaso Visentini: cfn. Pavis, 1 9 8 6 ,4 2 ), Molinari (1985,
9 6 ) habla, correctamente, de un control formal que ya se ha convertido en
formalismo, una especie de realismo de segundo grado: "El Arlequín de Gillot
no llora, no come, no saluda, sino que literalmente muestra la forma de comer,
de llorar, de saludar". Observemos, por ejemplo, la postura de Arlequín (figura
28 ) llorando: el llanto está Justamente mostrado. literalmente, es decir, seña
lado por el gesto de las manos, con el pulgar de la izquierda que indica las
lágrimas a la altura del ojo izquierdo y el pulgar derecho, a la altura de la axila,
que se dispone a realizar la misma acción.®®
Si comparamos las cuatro actitudes del Arlequín de Gillot con las posturas
de la misma máscara en las reproducciones del Recueil Fossard, o en las ilus
traciones de las Compositlons de Martinelli, se puede fácilmente notar que en
las primeras ya han desaparecido los principales rasgos de la actuación enérgi
ca: deformación extracotldiana, desequilibrio, dilatación de las tensiones y
amplificación del esfuerzo. Para ser más exactos, estos rasgos no han desapa
recido totalmente, sino que se han atenuado fuertemente, se han amortigua
do. como resultado de un código de comportamiento escénico que tiene una
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatroloo Ia 145
dirección contraria a ia del código enérgico, pero que de todos modos no re
nuncia a modelar las acciones físicas en términos artificiales y no cotidianos.
Observemos la posición de los pies, de ios cuales sólo uno se apoya completa
mente en el suelo y que en conjunto (con ios talones Juntos y las puntas diver
gentes) describen una figura similar a la que poco antes se había codificado
para la danza académica;®^ vemos entonces la intensa y evidente gestualidad de
los brazos y de las manos; y, sobre todo, la división vertical del cuerpo en dos
partes, que obedece al ritmo y al régimen gestual sensiblemente diferentes:
rígida, dura, con la pierna extendida. la una (que puede ser tanto la izquierda
como la derecha), mórbida, relajada y con la pierna flexionada, la otra; una
división en la cual subsiste, si bien dentro del nuevo código, el Juego de las
oposiciones tan evidente en los antiguos Arlequines de la segunda mitad del
siglo XVI,
ración de la Comedia dei arte y que fue director de la compañía de los Confi-
dential menos desde 1615 a 1621), era someter a criterios de mayor eficien
cia y alcanzar una forma casi industrial de producción y de distribución de los
espectáculos (entre otras cosas, por medio de la definición del repertorio y la
programación anticipada de las giras), sustrayéndolos a las incertldumbres
externas de un sistema de comisiones despótico y caprichoso, y a las internas
representadas por las irregularidades 'dilentantescas' de los viejos profesiona
les de la generación anterior, muy individualistas, herederos de la tradición
bufonesca, como Tristano Martinelli y áiovani Pellesini (Pedrotino), o de la
línea de las actrices-poetisas de la improvisación, como Vittoria Piisslmi, vincu
lados aún a una concepción personal y privada de la relación con quienes encar
gaban los trabajos y con los empresarios principescos (en primer lugar el du
que de Mantua Vincenzo Gonzaga y el gran duque de Toscana Giovanni de
Medici, rebautizado por Scala “Su Alteza Empresaria'j.
Paralelamente a este programa de reestructuración organizativo-producti-
va, los cómicos del arte dieron origen, en los años de cambio de siglo, a “una
vasta operación ideológica" basada en una intensa actividad publicitaria (cuyo
“momento extremo" está representado por la edición de los argumentos de
Scala en 1611) y que aspiraba a ennoblecer y casi mitificar el trabajo de las
grandes compañías, distinguiéndolas nítidamente de ias de los charlatanes y
los saltimbanquis (cfn, Marotti, 1976a, XLIIl, a quien pertenecen ias expresio
nes entre comillas). Esta operación continuó a lo largo de todo el siglo dando
nacimiento a esa corriente de la literatura de los cómicos que corresponden a
la polémica contra los bufones (pensemos en ia línea que desde Cecchini y
Barbieri llega, a través dei aficionado Perruci, hasta el 'reformador* Luigi Ric-
coboni).
La reestructuración iniciada por los directores de ias compañías de la terce
ra generación (y que -com o recuerda Ferrone, ibid., 5 3 -5 7 - alcanza el mo
mento más estrictamente productivo, intentando 'normalizar' el repertorio y
la preparación),®^ si bien por una parte mejoró, en forma inmediata, la eficien
cia y la estabilidad de las compañías y las dotó de cierta autonomía respecto del
exterior, al menos en el plano económico-organizativo, produjo consecuencias
en ei nivel artístico, por efecto, entre otras cosas, de la marginación a que
fueron sometidas las grandes personalidades (la ruptura definitiva entre Mar-
tineili y Andreini, que se consumó en París durante la gira de 1620-21, reviste
un valor simbólico a este respecto; lo mismo que los anteriores contrastes de
Martinelli con Cecchini también fueron símbolos del encuentro que había teni
do lugar entre lo viqjo y lo nuevo, y, por lo tanto, entre dos formas opuestas de
vivir la condición de actor profesional).
Finalmente, de allí en más. ios reestructuradores se encontraron lamentan
do una crisis de talentos actorales y recordando con lágrimas en los ojos a los
improvisadores de la vieja guardia (Ferrone. ibid., 61-62); es decir, a los cam
peones de la actuación enérgica y contrastada.
150 M arco D e M arinis
diferencias con ias formas dei teatro francés, por otra parte, ei deseo de ade
cuarse al gusto transaipino® condujo a los italianos a retinar su modo de ac
tuar, aproximándolo a los patrones clacisistas de composición estilística y de
decorum vigentes en los escenarios de Francia (pensemos, en este sentido, en
ese plaisant noble que, ya en pleno siglo XVlll, representará el ideal actoral de
Luigi Riccoboni [Pavis, 1986, 67 ]). Es bien sabido, por lo demás, que los
italianos no vacilaron en rivalizar con sus colegas franceses en su propio terre
no, cuando la competencia los empujó a una carrera penosa y suicida por con
quistar al público.®
El abandono de la actuación enérgica y contrastada (que. como hemos re
cordado anteriormente, sobrevivirá sólo en forma excepcional, en el estilo de
algunos grandes actores), y la amplia adopción de la nueva norma realista-
elegante. se producen en forma simultánea a este proceso de folclorización; y
es inevitable pensar que fueron un elemento importante del mismo, y no sólo
un efecto secundarlo. En la relación que los cómicos del arte establecen con la
cultura francesa la apuesta enjuego es nada menos que ¡a independencia crea
tiva. que pierden Justamente en el neurótico intento por preservarla .®'^
Este es el motivo por el cual lo que se verifica en la actuación de las compa
ñías italianas a partir de mediados del siglo XVll no es simpletfiente un cambio
de estilo o de gusto, sino que representa, por el contrario, como ya hemos
dicho, un cambio, un auténtico cambio de dirección, con relación tanto a la
forma de trabajar del actor como a los resultados y a los objetivos de su traba
jo. En efecto, lo que le sucede al cómico del arte es síntoma de un fenómeno
mucho más profundo, cuyas consecuencias se revelarán plenamente sólo más
tarde. .
Podríamos decir que. a partir del siglo XVll. el actor europeo comienza a
abandonar su diversidad sociocultural y su autonomía creativa y acepta inte
grarse -como artista de teatro además de como hom bre- en el sistema cultu
ral dominante, adoptando sus modelos y sus normas representativos. Como
sostiene Taviani (1982b. 4 8 7 ), renuncia a la técnica extracotidiana suplantán
dola por una técnica "superior", deja de trabajar autónomamente "sobre la
deformación consciente del cuerpo y de sus comportamientos" para pasar a
trabajar "la etiqueta, es decir, el conjunto de prácticas que la sociedad codifica
en vista de un actuar plenamente aceptable". En definitiva, se podría decir que
-como afirma una vez más Táviani- "a partir de cierto momento [...] al actor
europeo se le enseña, esencialmente, la etiqueta: su saber se construye en
tomo a la exigencia de representar bien y elegantemente: sin independencia",
es decir, procediendo al embellecimiento, y después a la estilización estereoti
pada. a los fines de una representación identificada con modelos de comporta
miento cotidiano ya preconstituidos y socialmente institucionalizados. Se tra
ta, como ya hemos repetido varias veces, de un giro radical y profundo, que
naturalmente producirá consecuencias en el destino del actor occidental mo
derno. quien, de autor y creador que era, pasa a transformarse sólo en un
152 M arco D e M arinis
Glosario
generid (o zibaldoni): repertorios literarios del actor, escritos y/o mnemónicos, que
se distinguían según los papeles (Enamorados, Viejos, Zannl, Cáptenos, etc.) y que
contenían monólogos, diálogos, conclusiones y sentencias que se podían utilizar
con absoluta libertad, por su generalidad (o tipicidad), a través de las improvisacio
nes, en varias escenas y comedias.
lazzo: la etimología de esta palabra es muy discutida (posiblemente'de
azzo=azione=acción. o de laccio=lazo), se utiliza para indicar micro-acciones bur
lescas. y a menudo acrobáticas, también llamadas "bufonescas". En un primer
momento dependían de la invención extemporánea de los actores, más tarde fue
ron recogidos y catalogados en verdaderos repertorios, escritos y/o mnemónicos.
scenario (o soggetto o canovaccio): esqueleto dramatúrgico de la comedla (o de
cualquier otro tipo de texto dramático), que contiene la indicación esquemática de
las entradas y salidas de los personajes, de las acciones y situaciones previstas en
las distintas escenas. Compuestos por muy pocas páginas, los scenari circularon
manuscritos durante dos siglos en el mundo de las compañías. La única selección
impresa por los Cómicos es la que publica Flaminio Scala en el 1611 con el título II
teatro delle favole rappresentative.
zannl-cerretani: representan a los antepasados plebeyos, populares de los Zannl ilus-
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatroloo Ia 153
tres de la Comedia del Arte. Con el nombre "cerrefani” se designaban en ese enton
ces a los mendigos y vagabundos expertos en todo tipo de expedientes e invencio
nes para estafar. La palabra deriva de Cerreto. pequeña ciudad en Umbría, cuyos
habitantes desde finales del 1400 eran conocidos por esta clase de habilidades.
Capítulo VI
El actor cómico en el teatro italiano
del siglo XX
Si se considera ei teatro dei sigio XX sin prejuicios y sobre todo sin ningún
tipo de restricciones, no se puede dejar de notar que ei concepto de "actor de
tradición" del cual se habla (implícita o explícitamente, en contraposición al
“nuevo actor”, desde las vanguardias históricas en adelante) debe ser dividido
en dos, en el sentido que en él conviven por lo menos dos tradiciones actorales
distintas: que podríamos llamar, siguiendo una terminología más bien estan
dartizada. la tradición del actor burgués, o dramático, y del actor cómico, o
popü/ar (De Matteis. 1980).
Cuando se habla de tradición del acto r burgués, obviamente se hace refe
rencia a aquella tradición iniciada, sobre la báse de precedentes franceses e
italianos, por aquellos actores que ejercen su profesión a mediados del siglo
pasado y que son conocidos bajo el nombre del “Grande Attore" italiano (Ris-
tori, Modena, Salvini, Rossi). A través de distintas fases este tipo de actor
desembocará en el "Primattore" del teatro, de dirección después de la segunda
guerra mundial’ . No está de más señalar -com o veremos más adelante- que
esta tradición más que secular representa en realidad una parábola involutiva,
cuyo diagrama (después de haber alcanzado su punto culminante a finales del
siglo pasado y a comienzos de éste, con la generación de Duse, Zacconi y
Novell!) se inclina sin cesar hacia abajo, visualizando de este modo el proceso
de vaciamiento académico-burocrático que el módulo actoral burgués vive des
de las primeras décadas de este siglo, iniciando algo que es exactamente lo
opuesto de la actuación del gran actor, aunque conserve muchos de sus rasgos
exteriores: es decir el actor cíe voz. el declamador exagerado. Meldonesi (1984,
32 ss), retomando un término acuñado por Italo Calvino, ha hablado de "antl-
lengua" con respecto a este tipo de actuación (dado que ésta no sería nada más
que exterioridad vacía, ausencia completa de pensamientos y de ideas persona
les) y ha propuesto llamar "actores funcionales" a estos epígonos degradados
156 M arco D e M arine
Z. Elementos de un modelo
áttll
1
Beppe Barra, en quienes el mundo dialectal y folklórico tiende con mucha fre
cuencia a convertirse en 'color', decoración, falso populismo, por una parte, y
esteticismo lujoso y agresivo, por otra.
El traslado al sur de Leo de Berardinis y Perla Peragallo. después de¡ '68,
con el Teatro di Marigliano (el "teatro de la ignorancia", como ellos lo llamaron
polémicamente) exhibe muchas afinidades pero también importantes diferen
cias respecto del trabajo de Cecchi. En su caso, el compromiso del actor de
vanguardia con 'otra' realidad socio-antropológica (combinación de subdesa
rrollo, marginalización, analfabetismo, folklore) es directo y absoluto: existen
cia!. Es un recomenzar desde la nada, automarginándose y reduciéndose a
cero, de alguna manera, como teatristas y como actores, pero siempre dis
puestos -que quéde bien claro- a utilizar toda la estratificada cultura profesio
nal y artística propia para crear nuevas modalidades de lenguaje y de relación
a partir de una serie de elementos que interactúan recíprocamente como en un
laboratorio: cultura alta y cultura baja, teatro de investigación y teatro popu
lar. actor burgués y actor cómico. "Era una reacción casi química, de laborato
rio" recuerda hoy Leo, alternaban Schonberg y la tradición musical napolitana,
Shakespeare y la 'Scenaggiata'..." (en Ponte di Pino. 1983, 103). Así nacen
espectáculos memorables por muchos motivos, que Leo y Perla producen con
lugareños que no son actores: O zapador (1 9 7 2 ). King Lácreme Lear Napule-
íane(1973), Sudcí(1974), Llanto y risa risa y llanto {Í9 7 4 ), Ruspspers (\976).
Por cierto no es éste el lugar oportuno para efectuar una evaluación pro
funda de los resultados y de las limitaciones de la dilatada y difícil experiencia
de Leo y Perla en Marigliano.™ Sólo quisiéramos señalat que la relación de.
Berardinis con los detritos de la cultura folklórica y con el dialecto no transita
ba en la dirección populista, o en la oleográfica y estatizante, sino que estaba
totalmente subsumida -com o sucede, aunque de otra form a, también en
Cecchi y F o - en el interior de su investigación sobre los componentes esencia
les del lenguaje teatral, investigación que intentaba desintegrar el espectáculo
como puesta en escena directorial y como representación, para desarrollarse
en un antlteatro (en realidad, teatro esencial) en que él "actor lírico" no inter
preta, sino'que crea, no representa, sino que es, o. a lo sumo, se representa.
En esta investigación destructiva, y por ciertas razones también áutodestructi-
va, Leo emplea coryuntamente la práctica Jazzística de la improvisación, del
solo, y el dialecto, entendido naturalmente no como "connotación social sino
como fraseosigno" (en Quadri, ed. 1977, vol. 1. 2 9 8 ), es decir, como "investi
gación de un fraseo original a través del originario. El dialecto, en términos
teatrales, se convierte en síntesis, abstracción. Por lo tanto, dialecto usado no
en sentido verístico, sino en lo que llamamos entonaciones concretas [...] es
decir, trozos, fragmentos, que hay que insertar en la composición, a ia manera
pop" (Ponte di Pino, Ibid., 106).
En realidad, ei actor lírico ansiado y -aunque sólo sea en parte- encarnado
por Leo es en gran medida el resultado de una amalgama original entre el
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 167
mocjelo del actor burgués y el del actor cómico: un nuevo actor cómico (algo
totalmente diferente de los nuevos cómicos cinematográflco-televlsivos que
arremeten desde hace algunos años) que reconstruye su propia autotradición
cultural, lingüística y expresiva, mediante un bricolage a menudo violento y
burteco sobre fragmentos 'altos' y 'bajos', dialectales y en italiano, farsescos y
trágiccs, tradicionales y de vanguardia: Totó y Ginsberg, Artaud y Petrollni,
Vlvlanl y Mayakovski, Eduardo y Baudelaire, Keaton y Rimbaud (pensemos,
especialmente, en dos espectáculos programáticos, en este aspecto, como son
Leo de Berardinjs re-encarna / y //, de 1981).
4, p solista polimorfo
cito (hoy. por suerte, desaparecidos) de actores monologantes, por una parte,
y a los asi llamados "nuevos cómicos" cinematográflco-televlsivos (pero que
generalmente proceden del teatro) por otra. Naturalmente, entre los hombres
citados y algunos otros que podríamos añadir, existen también actores mono
logantes y "nuevos cómicos" cinematográfico-televisivos. pero no están allí
como tales.
Con respecto al actor monologante debemos señalar que se trata en la
mayoría de los casos de "actores funcionales" que la creciente falta de deman
da en el mercado teatral y la reducción de financiamiento, los obliga, o los
obligaba, a replegarse de vez en cuando (en verdad bastante a menudo) a un
one-man-show, o a una velada de poesía. En estos casos, los costos son meno
res que en los de un espectáculo normal de prosa, el producto es de fácil
manejo y más sencilla su distribución, etc. Con el llamado "nuevo cómico",
estamos (salvo en raras excepciones.- a los ya nombrados podríamos añadir las
primeras actuaciones en teatro y en cine de Cario Verdona y de Maurizio
Nichetti) ante la nivelación consumista de una elección lingüístlco-dramatúrgi-
ca (la mencionada contaminación entre el actor cómico popular y el actor bur
gués) que podría haber dado frutos diferentes. Los resultados positivos de
esta elección con la consecuente recuperación, en su trabajo, de muchos de los
requisitos cómico-actorales que hemos señalado) han sido y son casi siempre
simplificados por la total ausencia de originalidad y de "energía" en los códigos
y en los signos recitativos adoptados, códigos y signos escénicos que -en el
horizonte de un humorismojuvenil ’di maniera' recalcan, usualmente, los más
rancios estereotipos del lenguaje televisivo y los estilemas más gastados de
una comicidad cinematográfica vieuxJeu.
S. Conclusión provisoria
Capítulo VII
A través del espejo: el teatro
y lo cotidiano
Más allá de las diferencias notables que en muchos sentidos separan a las
poéticas del nuevo teatro, éstas convergen en el delinear el perfil de una con
cepción teatral que supera radicalmente la consignada por la tradición, y a la
que, en cambio -com o hemos visto- quedan aferrados por lo general ios so
ciólogos y los antropólogos que se han ocupado directamente o indirectamente
dei teatro. Este nuevo concepto de teatro, no obstante los límites y la ambi
güedad. constituye, en nuestra opinión, un buen punto de partida, ineludible
para replantear teóricamente el problema de las relaciones entre lo teatral y lo
cotidiano. ,
Gracias a las experiencias y a las propuestas dei nuevo teatro, la imagen de
un teatro absolutamente encerrado en los estrechos limites de la convención
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 179
cotidianos, que se dispondrían -com o antes se dijo- en los grados del mismo
continuum. Sin embargo, el buen sentido y nuestra experiencia común nos
recuerdan que esa distinción siempre es posible intuitivamente, debe serlo,
dado que hoy en día, y pese a todo, estamos en condiciones de distinguir entre
lo que es teatro y lo que no lo es, estamos capacitados, por lo menos teórica
mente, para reconocer si estamos asistiendo a una performance teatral o si se
trata, en cambio, de una escena de la vida real. Sin duda debe existir un criterio
que explicite las reglas de esta competencia implícita del espectador, ¿pero
cuál?
1. Premisa
Una vez que verdaderamente nos hemos desprendido de toda ilusión posi
tivista acerca del carácter objetivo y exhaustivo de una documentación audiovi
sual del espectáculo.’'’ el realizador de la videograbación debería estar en con
diciones de transformar lo que parece (o es) una posición de debilidad en una
posición de fuerza, de ventaja. ¿De qué manera? En nuestra opinión. Jugando
la carta (la única de la cual disponemos, por otra parte) de una leptura delibe
radamente p a rd a l y orientada del hecho teatral, es decir, una lectura que -
rechazando la tentación de "restitución física"- siga el camino de un análisis
basado en elecciones interpretativas precisas, tendiente a destacar ios elemen
tos significantes y las valencias comunicativas dei espectáculo, por medio del
uso de todos los medios ‘lingüísticos’ propios dei instrumento audiovisual: des
de el encuadre hasta montaje, y la reconstrucción en ei estudio. Por lo tanto,
podríamos hablar: de la filmación como conservación (o fotocopia) a ia filma
ción como análisis. .
Es evidente que cuando decimos filmación-análisis nos referimos a una
concepción totalizadora dei trabajo en cuyo interior pueden existir diferentes
posibilidades y diversos tipos de enfoques. Querríamos iimitarnos a apuntar
dos opciones importantes y que. no se excluyen mutuamente: a) Análisis críti
co-interpretativo (de los espectáculos); b) Análisis científico (del lenguaje tea
tral).
a) Análisis crítico-interpretativo. En este caso ei video tape o ei film, tienen
como objeto el espectáculo -según las modalidades contextúales examinadas
anteriorm ente-y buscan una lectura que ilumine sus valencias expresivas esti
lísticas y semánticas. Podríamos imaginar incluso una serie de filmaciones dife
rentes y por tanto ia producción de varios análisis interpretativos de un mismo
trabajo, algo así como crear una especie de maerodocumento que, en lugar de
una inútil e imposible reconstrucción “total", ofrezca el sugestivo montaje de
una pluralidad de miradas sobre un mismo objeto teatral.
b) Análisis científico. En este segundo caso se trata de utilizar los medios
audiovisuales como instrumentos para una investigación sobre los lenguajes
teatrales implicados en un determinado hecho espectacular y, por lo tanto, en
primer lugar, para la catalogación y análisis de los códigos (paralingülsticos,
kinésicos, proxémicos. etc.) que un espectáculo dado (o un género, una entera
cultura teatral) emplea. De hecho, el medio audiovisual ha revelado una utili
dad insustituible en el estudio de fenómenos de carácter cinético, como por
ejemplo la gestualidad actoral. En el presente una investigación científica sobre
el actor (sobre sus técnicas, léxicos y gramáticas) no puede prescindir de la
cámara de video.’®
En este trabajo sobre las estructuras teatrales, las convenciones y los prin
cipios recitativos es obviamente Indispensable el trabajo de desmontaje y mon
taje del espectáculo, en el teatro o en el estudio, en estrecha colaboración con
el grupo teatral, el actor o el bailarín. Se trata de una dirección de la investiga
ción para la que disponemos ya de algunos resultados interesantes: como -
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolooIa 193
Esta segunda parte de nuestra intervención será mucho más sintética que
ia primera, y no únicamente por motivos de espacio. Es evidente, que ias indi
caciones propuestas hasta aquí para ei producto sirven también para ei usuario
(que en nuestro caso es, como hemos repetido muchas veces, ei teatróiOgo; es
más -para ser más exactos- ias observaciones que hemos propuesto han tra
ducido en instancias productivas aqueiias que son, en su origen, ias instancias,
las exigencias, las necesidades de un tipo particular de usuario de los audiovi
suales teatrales.
Puesto que lo hemos hecho antes’ (y dado que se trata de un dato hoy
ampliamente conocido por lo menos en teoría), no insistiremos sobre las me
suras metodológicas que el estudioso de teatro.debe observar si quiere servir
se correctamente, y por tanto con real ventaja, de los audiovisuales con argu
mento teatral, tenienclo siempre presente su condición de documentos, y en
este sentido parciales e ¡hcompletos, cqmo todos los documentos, marcados
por una subjetividad tanto lingüística como cultural e ideológica: huellas, efec
tos de sentido, interpretaciones no 'sucedáneas' del espectáculo.
En cambio queremos detenernos, brevemente, sobre otra circunstancia con
respecto al empleo dé las grabaciones audiovisuales en el ámbito científico.
Nos referimos al hecho de que la filmación audiovisual no debe ser considerada
como el documento teatral sino sólo como, y más correctamente, un docu
mento. una de las huellas (más o menos abundantes según los casos, pero
siempre diversas) que el acontecimiento teatral deja -cuando las deja- tras de
sí, a lo largo de todo el proceso que va desde su preparación hasta la recepción:
proyectos, bocetos de escena y vestuario, apuntes (dé los actores, del apunta
dor. del director), diarios de los ensayos, notas del director, documentación
fotográfica, dossler de prensa, descripciones y comentarlos de los espectado
res (profesionales y espectadores corrientes), etc.
Tál vez sea obvio recordarlo, pero, según nuestra opinión, sólo de un aná
lisis integral y comparativo (además de selectivo, naturalmente) de todos los
posibles testimonios de un hecho teatral puede surgir y confornrtarse una ima
gen que sea, no completa e imparcial, pero ciertamente plausiblé y que cientí
ficamente (didácticamente) sea utilizable.”
tt
196 M arco De M arinis
Seis años atrás, en el volumen Semiótica del teatro (cfr.. De Marinis, 1982)
hablábamos del vacio teórico en que nos encontrábamos con respecto a lo que
denominábamos "el trabajo del espectador", es decir, los procesos de recep
ción que se producen en el teatro. Ese vado caracterizaba a los estudios de
semiótica teatral y a la teatrología no semiótica -con algunas pocas e inadecua
das excepciones de tipo histórico y sociológico.
En realidad, en los últimos años la situación ha mejorado gracias a cierto
número de aportes y de investigaciones, que comienzan a definir con mayor
claridad algunos de ios principales aspectos de ia experiencia dei espectador.
En el ámbito teatral también se establece una Reception Research, o sea una
Publlkumsforschung, semejantes a las anteriormente desarrolladas en el área
de los medios de comunicación masivos y de la comunicación audiovisual.
Las investigaciones mencionadas (preferente pero no exclusivamente de
tipo experimental) representan un cambio teórico y metodológico decisivo,
con respecto a las posiciones de ia semiótica teatral ‘clásica’ de ios años sesenta
y setenta. Mientras en ésta se trataba especialmente de producir análisis de
'textos espectaculares’ (perform ance texts) es decir de elaborar modelos sobre
ia base de ios cuales realizar análisis de espectáculos en tanto textos espectacu
lares. en las nuevas investigaciones se ha abordado al análisis de los procesos
a través de ios cuales los sujetos (los espectadores) reciben estos textos espec
taculares. es decir, hacen de ellos una experiencia, interpretándolos, evaluán
dolos y reaccionando por vía intelectual y afectiva.’
Hemos iniciado la aplicación de esta nueva perspectiva en nuestras investi
gaciones a partir de 1982, y hemos propuesto a medida que avanzábamos
diversas denominaciones; en el libro antes citado hablábamos de “pragmática
de la comunicación teatral"; más tarde, postulamos una "socio-semiótica de la
comprensión teatral" (De Marinis. 1983a); por último-remitiéndonos, entre
198 M arco D e M arinis
Tal vez parezca excesivo considerar seriamente y discutir una vez más se
mejantes Ideologfas 'sentimentales' y nihilistas de la experiencia estética. Sin
embargo, además de los nuevos e inesperados adeptos que logran en todas
partes desde hace algún tiempo,® también es necesario considerar que posicio
nes de este tipo siempre encontraron, y encuentran aún, un terreno particular
mente fértil en el teatro, dadas las conocidas y por otra parte indiscutibles
caracterfsticas dé unlcum efímero e irrepetible propias del acontecimiento
espectacular, además cada vez distinto porque cada vez se basa en una relación
diferente entre actor y espectador.
[MEDIACION INTERPRETATIVA]
X \ positivas
emociones básicas neutras emociones complejas
negativas
[Meta-Interpretación]
emoción'tompleja 11
Por lo que ha sido posible verificar hasta el presente (pensando una vez
más, en las investigaciones holandesas) parece revalidarse, en el caso del tea
tro, la afirmación general de mucho teóricos de las emociones según los cuales
la cualidad de la emoción está determinada siempre, en gran medida, cogniti-
vamente. En realidad, mucho más incierto continúa siendo el problema de. la
influencia que los factores cognitivos ejercen sobre los aspectos cuantitativos
(medibles) de la emoción y más específicamente -con relación al teatro- sobre
las'primeras y más inmediatas reacciones del espectador, reacciones que han
sido llamadas “pre-interpretativas" y puestas en correspondencia con el nivel
pre-expresivo de la performance actoral postulada por Barba.’®
7. Conclusiones y perspectiva
I. Inédito. Los parágrafos 2-4 se basan en la voz "Theater" escrita (en 1981)
para la Encyclopedic DIctionary ofSemiotIcs, Walter de Gruyter, New York-
Berlin 1986. voi. II.
II. Inédito. La idea de una confrontación y de una colaboración entre historia
y semiótica a ios fines de una renovación metodológica de los estudios
teatrales estaba ya esbozada en el ensayo Capire II teatro: p e r una semió
tica storica come epistemología delie discipline teatral!, en “Versus", 33,
1982 (tr. al inglés, con modificaciones, eñ "Zagadnienla Rodzajów Lite-
rackich". XXIX, 2 .1 9 8 6 ) y en la conferencia con el título de Sémiotique e t
histolre du théátre, presentada en el McGill University de Montreal en
noviembre de 1985.
III. Una primera versión de este capítulo apareció en francés, con el mismo
título, en el volumen colectivo Théátre. Modes d'approche. Labor, Bruxe-
Iles 1987, cuya preparación para la edición inglesa está en proceso.
IV. Inédito. El parágrafo 1 reproduce, con modificaciones, el texto del artícu
lo IIc o rp o artifíciale, en "Prometeo", IV, 1 4 .1 9 8 6 ; el parágrafo 3 retoma
una intervención con ocasión del "1 Encuentro internacional entre semio
logía y antropología teatral" realizado en Bari el 12 de septiembre de
1987, en el ámbito de la V sesión del International School of Theatre
Anthropology (ISTA) dirigida por Eugenio Barba.
V. Inédito. Un primer esbozo muy parcial de este capítulo se encuentra en la
ponencia presentada en ei congreso internacionai "The Science of Bou-
ffoonery; Theory and History of the Commedia dell'arte" (Toronto, 2 2 -
24 de noviembre de 1985) y actualmente publicada en las actas.
VI. Este capítulo reproduce, con agregados y modificaciones, el artículo Fe-
nomenologie d e ll'a tto r comico fra tradizione e postm oderno, en "Acqua-
rlo", 6 /7 , 1985.
Vil. El capítulo retoma el texto de la ponencia presentada en el II Congreso de
i
la Asociación éspañoia de semiótica sobre ei tema "Lo teatral y lo cotidia
no” (Oviedo, 13-15 de noviembre) y publicada en "Biblioteca teatrale",
1988.
VIII. Más allá de las modificaciones y actualizaciones habituales, el texto de
208 M arco D e M arinis
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8. El debate de los historiadores en los últimos años, ha creado una división defenso
res de la microhistoria y partidarios de la historia sodo-politica, entre teóricos del
événém entiel y teóricos de la longue durée, más allá de' las circunstancias especifi
cas de las discusiones, tuvo sin duda como cuestiones fundamentales en sus Inicios
la crisis de ia racionaiidad 'clásica' y de los métodos científicos basados en ella,
también en-histeria, con la consecuente proliferación de tentaciones relativistas y,
a veces, nihilistas. SI en el plano del debate epistemológico general es posible sefia-
. lar las ya conocidas posiciones de Feyerabend. que tienden en última instancia a
negar la existencia de diferencias sustanciales entre ciencia y arte, entre investiga
ción científica e investigación artística (ver Feyerabend. 1984), en el campo histó
rico resulta especialmente significativa la polémica sobre las relaciones entre histo
ria y narraciones, y sobre el resurgimiento de posiciones en favor de la llamada
“historia narrativa" (cfr. por ejemplo. Stone, 1979). Con respecto a esta última,
cuyo "ocaso quizás defmib'vo" había sido diagnosticado tiempo atrás (Furet, 1975,
86), nos limitaremos a suscribir totalmente lo que ha seflalado oportunamente con
gran mesura Cario Ginzburg en el prefacio a la edición italiana del II R Itorno di
M artin C uerre de Natalie femon Davis-."Hoy en día, la insistencia sobre la dimen
sión narrativa de la historiografía (de cualquier historiografía, aunque en diferente
medida) se acompaña, como hemos visto, de actitudes relativistas que tienden a
anular de facto cualquier distinción entre fíction e history, entre narraciones fan
tásticas y narraciones con pretensiones de verdad. Contra estas tendencias hay que
destacar a su vez que una mayor conciencia de la dimensión narrativa no implica
una disminución de las posibilidades cognoscitivas de la historiografía, sino, por el
contrario, una intensificación de la misma" (Ginzburg, 1985, 145).
9. Un enfoque, este, auspiciado por ejemplo por Mario Apollonio, en uno de sus últl-
mos trabajos sobre la actuación de los actores de la Comedia del arte (cfr., en este
volumen, el capítulo "La actuación en la Comedia del arte").
10. Escribe Luden Febvre, fundador junto con Marc Bloch de “Annales" en la clase
inaugural del Collége de France en diciembre de 1933: ""El hecho en sí, este su
puesto átomo de la historia, ¿dónde lo iremos a buscar? ¿Es un hecho el asesinato
de Enrique V llevado a cabo por Ravaiilac? Se lo analiza, se lo descompone en sus
elementos, algunos materiales, otros espirituales, resultado combinado de leyes
generales, de circunstancias temporales y espaciales particulares, finalmente de
circunstancias propias de cada individuo, conocido o desconocido, que cumple un
papel en la tragedia: que pronto veremos dividirse, descomponerse, disociarse en
un complicado enredo... No dado, sino creado p o r el historiador -¿y cuántas ve
ces? Inventado y fabricado p o r m edio de conjeturas, por medio de un trabajo
delicado y apasionado" (Febvre, 1933, 73; las cursivas son mías).
11. Esta reformulación (que obviamente encuentra sus orígenes en la metodología de
la escuela histérico-positivista) ya es esencialmente operante en el trabajo historio-
gráfico y en las teorizaciones de estudiosos como Cesare MolinarI, Ferruccio Maro-
tti y Ludovico Zorzi desde los años sesenta (cfr., en particular, Molinari, 1964, 63;
y Marotti, 1973, 36) y aparece definida y practicada de manera cada vez más
explícita, desde fines de los años setenta, en las investigaciones de los principales
exponentes de la nueva generación de historiadores del teatro italiano (es decir,
además del ya citado Táviani, Fabrizio Crucianl, Franco Ruffini y Claudio Meldolesi,
los cuales constituirán -junto con los estudiosos mencionados al comienzo de esta
nota- los principales enlaces de nuestro discurso en lo que respecta a la línea de la
nueva historiografía teatral).
12. Iniciada por Febvre y Bloch, la crítica del documento fue continuada por Zumthor
(1960), quien habla por primera vez del documento como 'monumento', más tar
de profundizada y desarrollada en todas sus consecuencias teóricas por Foucault
220 M arco D e M arinis
J
Comprender a teatro . L ineamientos de una nueva teatrologIa 227
53. Se podrían añadir otros, empezando naturalmente por las contribuciones teatrales
ya varias veces recordadas de Warburg y del Instituto que lleva su nombre: como
hemos dicho, se trata de investigaciones basadas en un método declarado y cons
titutivamente contextual, que privilegia en particular la confrontación fuentes vi
suales-fuentes literarias (Panofsl^. 1939; Gombrich, 1972). Para un ejemplo re
ciente. véase también el estudio de Raimondo Guarino sobre la representación de
A ndrom éde (desconocida piéce á machines de Corneille) en París, 1650, con las
, escenas de Glacomo Torelli (Guarino, 1982); y también Papetti (1979), sobre las
puestas en escena del siglo XVI de los dramas de Shakespeare en Inglaterra.
54. Para un análisis critico más profundo sobre la contribución metodológica de Fran-
castel a los estudios teatrales, remitimos a De Marinls (1982a, 144-149). Hace
poco tiempo se publicaron los escritos teatrales' del estudioso francés recopilados
en una edición italiana muy oportuna a cargo de Cruciani (Francastel, 1987). Véa
se también al respecto, ias inteligentes observaciones críticas de Guarino, ed. (1988,
40-41).
55. Sobre el método de Lotman, cfr. De Marinls (Ibid. 141-142).
56. Véase las indicaciones y las observaciones de carácter metodológico que suelen
aparecen en las extensas y riquísimas notas (verdadero libro dentro del libro) de
Zorzi (1977) o también el explícito comienzo del ensayo Figurazione pittorica e
figurazione teatrale (Zorzi, 1978, 101). Se trata de sólidos Indicios acerca de las
preocupaciones de orden teórico y epistemológico que. aunque siempre subyacen a
su trabajo de estudioso (cfr. las notas a la edición ruzantlana de 1967), afloraron
en forma especialmente insistente, y casi angustiante, en sus últimos años. Hacia
fines de los años setenta el historiador, que estaba cada vez más Insatisfecho con el
estado, y el estatuto, de su disciplina. la historia del espectáculo, -repetía a menu
do- "en cuanto disciplina autónoma y autosuficiente permanece todavía en espera
de su fundación: no existe" (cit. en Lapini, 1985, 29).
57. "Esta consistía en cierto número de casas (de un mínimo de cuatro a un máximo de
seis), dispuestas en línea una tras otra respecto dei proscenio, sobre cuyo zócalo se
habían pintado murallas almenadas, que concluían funcionalmente [...] la forma
alusiva de la vista urbana." (Zorzi. ibid.. 20). -
58. El interés de Zorzi se dirige, en particular, hacia los frescos relativos a los meses de
abril (carreras de caballos), junio (escenario de pueblo, edificios escenográficos y
tiendas), y septiembre (escudo de los Cíclopes con vista de Roma), (cfr. ibid., figg.
11-18).
59. El dibujo, seriamente dañado, es legible sólo a través de dos transparencias obte
nidas de él (cfr. Zorzi, ibid., fig. 23). Como hemos dicho (ver nota 27). el dibujo,
en un primer momento fechado a principios de siglo y atribuido a Pellegrino da
Udine (el decorado de la Cassaria representada en Ferrara en 1508) y a Rafael,
había sido relacionado precisamente por Povoledo con el escenario de la Cassaria
para comprobar el carácter ya plenamente en perspectiva de esta última, inferido
de un controvertido pasaje de la carta de Bernardino Prosperi a Isabella d'Este
(sobre esta problemática, además de Zorzi, cfr. también Cruciani, 1976 y 1983.
30).
60. Al respecto, el conocido boceto escénico para la Bétia (iig. 13) de Ruzante (1525
aprox.). que ya Molinarl (1972,121) habla relacionado con el dispositivo ferrarés
(repr. en Zorzi, Ibid., fig. 120) constituye un interesante testimonio Iconográfico
intermedio. En el plano literario están también los prólogos de algunas comedias
de Ariosto (en especial el de la segunda versión de Negrom ante. de 1529) y de
Ruzante (en particular La Moschetta. representada en el mismo pequeño teatro
cortesano, en Ferrara, pocos días después de Lena y de Negrom ante. durante el
carnaval de 1529) que confirman la persistencia del módulo del "escenario hecho y
228 M arco D e M arinis
poco modificable" con las casas en hilera (Zorzi! Ibid.. 30-1). Aunque, como preci
sa el mismo estudioso (ibid., 31) "Ariosto es el primero en llevar a cabo el paso
(sutil en apariencia, pero esencial para el futuro del texto y de la escenografía) de
transferir a la realidad de un ambiente circunstancial y remitible la indefinida abs
tracción del espacio escénico latino” , este ‘salto' dramatúrgico, que se produjo a
partir de los Suppositi, debe haber tenido en la estructura del escenario un efecto
no inmediatamente sensible y de todas formas inferior a su supuesto alcance” (p.
S in ). Sobre el paso de la ciudad típica, o abstracta, a la ciudad real en la esceno
grafía del siglo XVI. estudiado también a través de los prólogos de las comedias,
véase el 'clásico' Molinari (1964; versión reducida. 1974); quien demuestra sin
embargo, que no consistió en una evolución lineal sino más bien de la coexistencia
de dos y más soluciones diferentes, una de las cuales terminó por prevalecer final
mente en la segunda mitad del siglo, como prueban los conocidos ejemplos floren
tinos de Salvlati y de Lanci (cfr. también Molinari. 1972. 134-137).
61. Dicho esto, sería sin duda mejor hablar, más que de dos líneas verdaderamente
diferentes, de dos matrices, o tradiciones, que al confluir e interactuar continua
mente sobre el motivo de la ciudad ideal en varios niveles (en la exégesls vitruvla-
na, en la especulación proyectual sobre el motivo de la ciudad ideal, en la actividad
concreta) dan origen a las distintas modalidades escenográficas y arquitectónicas
, experimentadas en el teatro por la cultura humanista-renacentista. La posición de
Zorzi denuncia significativas oscilaciones al respecto (cfr., por ejemplo, Zorzi, 1977,
52ny171n).
62. En el momento de enviar a pnensa el presente trabajo, no podemos dejar de seña
lar. al menos, la publicación, mucho tiempo esperada, del volumen póstumo de
Zorzi, sobre el ciclo carpaccesco de Sant' Orsola en Venecia. parte de una investiga
ción más amplia, y lamentablemente incompleta, acerca del espectáculo italiano en
el siglo XV (Zorzi, 1988). Como el autor declara en el inclpitdel libro, “El intento
consiste una vez más en identificar en el documento pictórico la huella de lo que
pueda ayudamos a visualizar la esfera del espectáculo del siglo XV": y después hace
una precisión muy importante en el plano metodológico y anticlpadora de la caute
la y de la sutileza que caracterizan el fascinante viaje dentro y fuera de la nuevas
telas pintadas por Carpaccio para la Scuola de Sant' Orsola: "advlrtiendo que tam
bién en este caso habrá que distinguir, en el acontecimiento pintado, los dos niveles
de representación que aparecen conjugados, el nivel explícito de la representación
figurativa y el nivel implícito de la representación espectacular a la que finalmente
remite la figuración" (ibid., 3). Véase también, sobre el mismo problema básico,
las pp. 29-30 con sus respectivas notas.
63. Fundamentalmente: la carta de Castigllone y la relación del Ms. 490 sobre la fiesta
' y la representación (ya citada anteriormente), el Palacio Ducal que acogió el acon
tecimiento y. por supuesto, el texto mismo de la comedia. . .
64. Pero no por la escuela warburgulana, que al contrario -como es sabido- hizo uno
de los puntos fuertes de su método de investigación la correlación entre serles de
documentos diversas, en especial entre fuentes iconográficas y fuentes literarias.
Véase también, sobre el tema, los ensayos recogidos en Gordon (1975).
65. Acerca de los ín term ezzi de la Calandria. Ruffini también hace en passant una
contribución hlstórica-filológlca de gran Importancia porque, al reconocerlos con
sagrados a los cuatro elementos (agua, tierra, aire y fuego), retrotrayendo en más
de medio siglo -respecto de la communis opinio historiográfica- la aparición de los
In te rm e zzi alegóricos sobre el tema (Ruffini. ibid., 215).
66. Sea la carta de Castigllone sea el Ms. 490 están reproducidos en un apéndice del
volumen de Ruffini.
67. Sobre la fijación del esquema río-muralla en la representación simbólica de la Urbe,
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la dépense de energía, coiocada aparte por nosotros constituye la base común a
todas las leyes pre-expresivas en cuanto tales, nos parece que respecto de nuestra
enumeración se pierde el principio de la simplificación, evidentemente englobado
en el de las oposiciones, mientras que se agrega la ley de la coherencia incoherente,
que, según la autorizada interpretación de Ruffini (1986. 8). "se da para indicar
que todos ios modos 'incoherentes' (es decir. Ilógicos respecto de la esfera del
cotidiano) que producen la alteración del equilibrio y la dinámica de las oposiciones
deben ser empleadas en forma 'coherente' (esto es. lógica respecto de la esfera
'ilógica' de los extracotidiano)". También en este caso, como en el del excedente
energético, nos hallamos en presencia de un 'superprincipio'. que "establece la
'norma' artificial de lo extracotidiano".
8. Para denominar estas dos calidades opuestas de energía sobre las cuales trabaja
permanentemente el actor. Barba (1986) ha propuesto los términos (junguianos)
animus (para la energía dura, fuerte, tensa) y anim a (para la energía mórbida,
ligera), advirtiendo que sería arbitrario connotarlas sexualmente. Cfr.. también, en
la línea de Barba, el análisis histórico de Taviani. 1987a (sobre las actrices de la
Comedla del arte). De Vos. 1987 (sobre el o m ^a ta en loskabuki)ySchino. 1987
(sobre Sarah Bernhardt en sUs roles masculinos).
9. La razón para este procedimiento es también de orden físico: la energía de una
acción aumenta si se la ejecuta en un espacio más reducido, así como es mayor la
presión de la misma cantidad de gas si se disminuye su volumen. En las demostra
ciones prácticas en el ISTA. Barba trabaja este procedimiento de dos maneras: a)
pidiéndole al actor que realice la misma acción en un espacio cada vez más pequeño
y por consiguiente disminuyendo sus dimensiones materiales (este ejercicio tiene
por objeto demostrar que la compresión material de la acción no reduce necesaria
mente su energía, sino que, por el contrario, puede aumentarla, siempre y cuando,
deje de ser energía "en el espacio" para ser energía "en el tiempo"); b. pidiéndole
al actor que realice la misma acción inmovilizando cada vez ciertas partes del cuer
po: por ejemplo, estando sentado, o bien sin los brazos y las manos, y consignas
similares (el fm es el mismo del ejercicio a,). Este segundo ejercicio requiere, por
parte del actor, dominar el principio de la independencia muscular y articular, bien
conocido por los actores orientales y explícitamente codificado por Decroux en su
■gramática'.
10. Según Barba, en las técnicas "virtuosas" (por ejemplo, en al salto mortal del trape
cista o en la exhibición del equilibrista), que aspiran a sorprender al espectador
haciendo que se maraville, "ya no se da la tentación del apartarse, ya no se da esa
especie de 'energía elástica' que caracteriza las técnicas extracotidianas cuando se
contraponen a las técnicas cotidianas. En otras palabras, ya no están en relación
dialéctica, sinosólo en la distancia; la inaccesibilidad, al fin. de un cuerpo de virtuo
so" (p.73).
11. Acerca de los logros más recientes, y aún en curso, de la investigación 'teatral' de
OrotowsW. centrados en las nociones de “drama objetivo" y de "performer origi
narlo", cfr. Fowler (1985), Grotowski (1985.1988). .
12. En los trabajos y en las reflexiones posteriores al '84, se produjo Indudablemente
cierto esfuerzo en esta dirección (véase en particular. Ruffini. 1986, y Taviani,
1978b), pero no creemos que se haya logrado disipar todas las dudas y todas las
ambigüedades. Cfr.. de todas maneras, las "Apostillas" que integran el tercer pará
grafo de este capítulo,
13. Véase en este volumen, el capituló "La actuación en la Comedia del arte" y los
aportes allí señalados de Ferdinando Táviani sobre este punto. Con relación a la
menor 'visibilidad' de la dimensión pre-expresiva en el teatro occidental, no hay
Comprender el teatro . L ineamientos de una nueva teatrolog Ia 243
sus distintas peripecias desde Heine hasta Wagner y a Strlndberg. gracias también
a la superposición con la del Judio Errante y a la integración del motivo del amor
femenino, salvador o condenador.
30. Acerca de las relaciones y las Interacciones entre texto cultural general y texto
espectacular, cfr. De Marinis {1982a. 1982b) y. en este mismo volumen, los capí
tulos “Semiótica" e "Historia e historiografía". Sobre el concepto de una 'mente
teatral’ colectiva (que en ei texto utilizamos con alguna libertad respecto de las
intenciones de su autor). Tbviani la ha retomado últimamente, precisando el pro
ponerla "como instrumento para la compresión de algunos aspectos de la historia
del teatro europeo" y. en especial, de "todo el entrecruzamiento de relaciones y
serias diferencias en el micromundo de la profesión teatral" (cfr. IbVianl. 1988.
15-16), ,
31. Nos referimos, en particular, a Saverese. ed. (1983. 42 y en general a todo el
libro). Taviani (1983a. 1987b). Tbvianl-Geraci (1983). Pradler (1986). y a varias
intervenciones orales de Barba (en especial, en ocasión del simposio "le Maftre du
Regard", durante la III sesión del ISTA en abril de 1985. y a una conferencia sobre
el tema “ El espectador y la antropología teatral", realizada en Bolofla en diciembre
de 1986).
32. La distinción dicotómica proceso/resultado es criticada actualmente por Giacché
(1988). también sobre la base de la constatación del surgimiento (a partir por lo
menos de los años setenta) de un nuevo tipo de espectador; un espectador partici
pante. que recibe no sólo los resultados, sino además los procesos del teatro (labo
ratorios. talleres, ensayos, etc.) y en el cual la "actividad teatral" misma se proyec
ta como "una nueva forma de consumo" (p.30).
33. Para estas últimas, véase más arriba en 3.5.
34. Lotman {1985). a partir de la noción de que el conocimiento presupone la comuni
cación y que. por lo tanto, en cierto sentido, "el diálogo antecede al lenguaje que lo
genera" (p.68). llega a demostrar que ei diálogo presupone a su vez. para ser
posible, una "diferencia interdependiente", es decir, una combinación de simetría y
asimetría, de semejanza y diversidad. La conclusión (fascinante, especialmente por
la variedad de ejemplos a través de los cuales es producida: desde el funcionamien
to de ios dos hemisferios cerebrales hasta la dinámica de las culturas) en la siguien
te; la diferencia interdependiente (cuyo paradigma es suministrado, para Lotman.
por el “enantiomorfismo" o "simetría especular") es lo que generando-estlmulan-
do el diálogo (en el sentido más amplio del término) posibilita la producción del
sentido y el desarrolio dei conocimiento (p.70).
35. Véase respecto, y también para lo que continúa, el capítulo "Semiótica" en el pre
sente volumen (puntos 5 y 6).
36. Acerca de una concepción "firm e" de la preinterpretación, cfr.. Savarese. quien
observa que "Al estado pre-expresivo del actor puede corresponderle un estado
particular de la visión del espectador que. como una especie de reacción Inmediata,
precede en el acto de la visión a toda Interpretación cultural, y que por lo tanto
puede ser definida como pre-interpretación. Asi como la pre-expresividad se manl-
fiesta aún antes de un querer expresar, igualmente se verifica en el espectador una
respuesta 'fisiológica' que es independiente de la cultura, de los sentimientos o del
estado anímico particular presente en el momento de la visión" (en Savarese. ed..
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N otas d el C apítulo V
1. Para una resefla crítica de los distintos modos en que se ha concebido la improvisa
ción con respecto a la Comedia del arte, cfr., Táviani (1982b, 309-329) y Molinari
(1985, 37-42). Ambos estudiosos tienden a redimensionar la importancia de la
improvisación en el teatro de los profesionales italianos entre los siglos XVI y XVIII,
entendiéndola como personalización, adaptación a d hoc de repertorios verbales y
gestuales predeterminados, y como arte del hacer parecer inventado en el momen
to lo que, por el contrario, estaba en gran medida preparado (por lo demás, ésta
ya es la Interpretación de Perrucci, 1699.180). Recordemos también aquel "juego
de las variaciones" en que -según Apollonio (1930,151)- consistía el "m érito" de
las improvisaciones.
2. Recordar especialmente las definiciones hoy proverbiales de "Academia de las for
mas cómicas" y de "dramaturgia de las piezas cerradas" acuñadas por Apollonio
para la Comedia del arte (cff., Apollonio, 1930, 1940-1946, 1965, 1968). Tam
poco hay que olvidar que Del Cerro escribía ya en 1914; "El concepto de comedia
improvisada en el momento sobre el escenario, en presencia de los espectadores,
debe relegarse a la leyenda" (cit. en Molinari, ibid., 37).
3. Como recuerda Molinari (ibid.. 44) "por lo menos la mitad de los ‘scenari’ proce
den de textos dramáticos existentes", antiguos y modernos, y adquieren la forma
de adaptaciones o verdaderos resúmenes. Además haya que tener presente que la
trama tipo de una comedia de los profesionales es básicamente igual a la de la
comedia erudita, o literaria (según Apollonio [1930, 137]: “la historia de los obs
táculos que encuentra el amor de dos jóvenes por obra de los viqjos, y los esfuer
zos de los criados por convertirse en patrones"). Para un análisis temático y dra-
matúrgico de un vasto Corpus de bocetos, cfr., Tessari (1969, cap. III).
4. Cualquier tentativa en este sentido no puede prescindir de ninguna manera de
reconocer una evolución bastante evidente: de acciones muy complejas, 'burla' bien
C om prender el te a tr o . L in e a m ie n t o s d e u n a n u e v a t e a t r o l o o Ia 249
integrada en la dramaturgia del espectáculo cómico {como, por tem plo, en los
'scenari' de Flaminio Scala), ios lazzi (es bueno recordar que el término aparece
por primera vez recién con Basilio Locatelli, alrededor de 1620) se convierten, con
el tiempo, en una microacción casi siempre desligada de las estructuras generales y
por lo tanto con un efecto centrlftjgo respecto de ellas (Marotti, 1976b, 117). Al
respecto. Apollonio ya había Introducido las nociones de "fragmento cómico” y de
“‘commedlola’ en la comedia" (cfr., por ejemplo, Apollonio, 1930,158 sgg„ 196,
268 sgg.: 1940, 594-595), deduciendo sobre su base un Juicio global, difícil de
compartir, de falta de organlddad del espectáculo 'del arte'. Sin embargo, también
hay quien discrepa con esta interpretación de los lazzi como componente separa
do, pieza independiente, y prefiere pensar en una especie de ‘Jeroglífico escénico,
un símbolo capaz de concentrar, en el fulgor inmóvil de un acto el sentido de la
acción" (Táviani, 1982b, 481). Véase también la interesante polémica desarrolla
da sobre el tema en la convención de Pontedera (AA. W .: 19'76,116 sgg.), como
consecuencia de la relación de Zorzi. y Tessari (1981,91-93).
5. Entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII, obras como Le Centro e quíndici
conclusioni in ottava rim a del plusquam p e rfe tto D o tto r Cratiano, editadas por
Ludovico de' Bianci en 1587, las Bravura del Capitán Spavento de Francesco An-
dreini (1607), las Lettere de su mujer Isabella, publicadas en el mismo año, y los
P ro lo g h iáe Domenico Bruni (1621) -para citarían sólo las más Importantes-ya
testimonian la consolidación del empleo de los zlbaldone en las compañías Italia
nas, tratándose Justamente -como ha escrito Taviani (ibid., 371)- de la transfor
mación de repertorios de actor en bizarras obras de lectura. La recopilación de
Perrucci (1699) y la inédita de Adrlani (1734: cfr., la edición de Therault. 1965)
muestran a su vez una etapa tardía y ya repetitiva, en que además la composición
de los generlci está encargada cada vez más a menudo a literatos ajenos a las
compañías. Sobre la utilización teatral, actoral, de los generlci y sobre el arte de la
adaptación y de la combinación que esta requería por parte del actor, cfr., Mlklas-
hevski (1927,144-147), quien comenta entre otras cosas el conocido testimonio
de Casanova sobre el Arlequín Antonio Sacco. Cfr., también las observaciones de
Nicoll (1963, 49-53) y de Tessari (1969, 223-283), emitidas desde una óptica
más marcadamente diacrónica.
6. Para la lista de las principales recopilaciones de 'scenari' conocidas, cfr., Zorzi (1979,
110-13) y Moiinari (1985, 42-44). '
7. No obstante, esta idea de la "deformación" del espectáculo cómico como elemento
que cumple una función de separación de lo cotidiano y de enmarcación de la
performance actoral, está presente en Apollonio desde, al menos, la Storla del
teatro italiano (cfr., por ejemplo. 1940, 520-524. 577).
8. Cfr., Taviani (1982a, 160-161; 1982b, 370); y también Tessari (1981, 94) y
Ferrone (1985, I, 22). De MlklashevskI (1927, 126) es la observación s^ú n ia
cual la característica específica del espectáculo 'del arte' no residía en la improvisa
ción. sino en el liecho de "no estar sometido a la voluntad de un único autor" y de
ser por lo tanto el resultado de una "creación colectiva".
9. En el caso de una de las dos comedlas publicadas por Flaminio Scala (II Finta
M anto, de 1618) y del In avertito de Niccoló Barbierl (1629-1630), es posible
compararlas con el 'scenario' respectivo (II M arito, editado en 1611 y el homóni
mo Inavertito) y por ende estudiar en detalle las variantes que intervienen respecto
de la relación texto escrito-espectáculo (cfr., en particular, las observaciones de
Marotti. 1976a, a propósito de Scala). Véase también Ferrone (1985a, I. 22.37).
que habla, al respecto, ae ói amaturgia "a posteriorl".
10. Ai respecto, además de lee trabajos ya mencionados de láviani, Moiinari y Ferrone,
cfr., también Moiinari (1983).
250 M arco De M a r in is
11. Cfr.. De Marinis ( 1982, 15 sgg.) y, en este libro, los capítulos "Semiótica" e "His
toria e historiografía". .
IZ.Nicoll (1963, 30) señala al respecto: "Disponemos de decenas de cartas escritas
por los actores más famosos del siglo XVII; en ninguna de ellas henrios encontrado
una oración, ni siquiera un fragmento de frase, en que se aluda a su arte".
13. SI tuviéramos el espacio, seria interesante detenerse un poco en los probables
motivos de esta estrategia del silencio. De todas maneras, en el capitulo "Historia
e historiografla" del presente libro, en el contexto de una reflexión epistemológica
sobre el testimonio, se esboza un intento de explicación al respecto.
14. Las escasas ocasiones en que en los testimonios escritos se encuentran datos acer
ca de la actividad Interna de las compañías. )o que se nos muestra, más que actores
de un grupo teatral, parecen -como observó astutamente Tavinai (ibid., 420)-
"estudiantes en exámenes o moqjes en una biblioteca". Una imagen de este tipo
surge, por ejemplo, de las citadísimas palabras de la criada en el prólogo IX de
Domenico Bruni sobre las M/ser/e de'cómic (1621) (en Pandolfl, 1957-1961, IV,
59-60). Sobre el trabajo literario de los cómicos detenerse largamente en Miklas-
hevski (1927,127 sgg.). Véase también Nicoll (1963,44 sgg.).
15. C fr, MlklashevskI (ibId., 165-171) y Apollonio (1930, 166-167). A propósito de
la agilidad física y cíe las capacidades acrobáticas del gran Dominique Biancolelli, el
magistrado Thomas Simón Gueullette, editor póstumo de sus cuadernos de apun
tes escénicos, señalaba; "ces exercices ne peuvent s' apprendre qu' en employant
beaucoup de temps & de plus, il faut les commencer dés la plus tendré Jeunesse"
(en Fréres Parfaict, 1753. c lt en Gambelli. 1972,62). Nicoll (1963,150) observa
que "sobre los preparativos para la representación de comedias italianas, los datos
son tan profusos que basta un mínimo esfuerzo de imaginación para recrear el
clima en que se desarrollaba las preparaciones de un nuevo trabajo"; sin embargo,
posteriormente sus hipótesis, por ejemplo la referida a las instrucciones imparti
das por el corago o “concertatore’’ previas a la entrada al escenario, se basan
exclusivamente en Perrucd (1699) que, como aficionado, habla desde fuera de las
compaíjias, y en el tardío Desboulitiiers (1769). cronista del Nouveau Théátre Ita-
lien. Ahora bien, ambos testimonios tienen escaso valor como prueba, por distintas
razones, en lo que respecta a la Comedia del arte entre los siglos XVI y XVII. Una
breve alusión al "trabajo de concertaclón" en el espectáculo cómico aparece en
Apollqnlo (1940, 575). Sobre el mismo tema, véase además Tessapl (1981.95),
que también cita a Perrucd y habla de "un simple embrión de dirección", y Molinari
(1985,39-40), según el cual "actuar en la improvisación no implica tanto actuar
sin ensayo, sino más bien actuar sin partitura". En cuanto a los ensayos propia
mente dichos Nicoll sostiene: “Ensayos, en el sentido moderno del término, no
parece que hubiera" (ibid., 153), mientras que Miklashevskl habla planteado la
hipótesis de que estos "eran muy pocos serios" (p. 152).
16. No hay que olvidar que el lazzo se suele mencionar en los ’scenari' sólo con su
nombre. Muchos datos Interesantes pueden deducirse del Recueil de GherardI (cfr.,
Gherardi, 1700), en los temas en que se esfuerza por describir elje u no verbal de
los actores italianos; tal es el caso de la famosa escena Vil del acto II de Colombine
a v o c a tp o u r e t contre en la que Scaramouche enmudece de terror por un cuarto
de hora (cfr., Spazianl, 1966. 189; para otros tem plos, véase. Ibid., pp. 195 y
2 1 2 ),
17. ¡Sobre este problema, en el marco de una teoría general del testimonio, véase en el
presente volumen el ya citado capitulo "Historia e historiografía".
18. Véase, por ejemplo, la serie de pinturas del área franco-flamenca, que se remon
tan a la segunda mitad del siglo XVI, constituyendo uno de los testimonios icono
gráficos más antiguos sobre la Comedia del arte, y dan origen a un género bastan-
Com prender el te a tr o . L in e a m ie n t o s d e una n u e v a TE A TR aoolA Z51
te prolífico (cfr., más adelante, p. 142 y nota 30). La Idea de urtá fundón publlcita-
ria de las imágenes sobre la Comedia del arte ha sido tomada de Ferrone (1985a.
1,32: II, 6). con quien no nos es posible, sin embargo, compartir la excesivamente
drástica desvaiorizaclóh de su valor documental.
19. Un caso de este tipo, especialmente relevante, es el de la pintura de autor anónimo
(aunque también se le ha dado el nombre de Claude G lllot), actualmenté, en el
museo Carhevaiet de París, que representa casi con seguridad la escena Inicial de
L'Heureuse Surprise, con Lelio (Lulgi Riccoboni) quien presenta ai público el nuevo
Arlequín. Tommaso Antonio Visentini, en la reapertura delThéátre Italien, el 18 de
mayo de 1716 (repr. en Táviani-Schino, 1982. 43; cfr., también el análisis de
Tavianl, 1982b, 3 0 Í).
20. Sobre la reproducción de esta Imagen, publicada al comienzo de una comedla con
tra Moilére, Elom ire Hypocondre, de Le Boulanger de Chalussay, cfr., Molinari
(1985,219). . .
21. Véase, por ejemplo, la pintura atribuida a Marco Gheraerts el Viejo (1575 aprox.),
propiedad de J. F. Montagu, Coid Overton Hall, Oakham (müestra el arribo de una
compañía teatral, posiblemente italiana, a un palacio que -según Sewter, 1940-
podría ser realmente la corte Isabeiina); o bien, el dibujo a pluma del siglo XVII,
conservado en la Bibliothéque de i' Arsenal de París, que muestra la llegada de una
compañía cómica á una plaza de ciudad, casi con seguridad romana (Tavianl. i 982b,
423), Sobre las reproducciones de estas dos imágenes, cfr., respectivamente. Sewter
(1940) y Taviani-Schino (1982, 45). Muy semejante a ¡a pintura publicada por
Sewter, y sin duda proveniente de la misma bottegá, es el cuadro publicado en J.
Adhémar (1945) y una colección privada parisina (figura 43b).
22. En Italia, el primer paso en esta dirección (posterior a las precursoras tentativas de
Rasi y las muy desordenadas de Pandolfi) lo constituye en este momento la mono
grafía de Molinari (1985), en la que se reproducen lá mayoría de las más impor
tantes 'monografías' visuales relacionadas con ia Comedia del arte. Por consiguien
te, este será en líneas generales eí referenceboók para las imágenes que citaremos
en el transcurso del capítulo. También muy útil, a falta de repertorios más actua
les. es el catálogo de Rasi (1912). Sin embargo, en ios estudios sobre la Comedla
del arte, el punto de referencia Internacional en lo relativo a la iconografía continúa
siendo el extenso repertorio recopilado por Duchartre (1955), que contiene nume
rosos descuidos e imprecisiones filológicas. De menor extensión, pero mayor pre
cisión resulta el conjunto de ilustraciones de Nlcoil (1963). Por el contrario, el
abundante material figurativo que ilustra las páginas de Nicolini (1958) es de esca
sa utilidad porque está desprovisto dé toda información hlstórico-artlstica.
2 3 . Cfr., de todas maneras. Dacier (1924-1926); Beljer (1928: 1957); Mc'Dowell
(1942); Sterling (1943); Adhémar. J. (1945); Adhémar H. (1954): Rauhut (1% 5):
Mastropasqua (1970): Táviani-Schino (1982): Tavianl (1986. 1987); Moureau
(1985); Ernstein (1986). La lista no pretende ser exhaustiva. Aprovechamos la
ocasión para señalar la reciente aparición de una amplia y precisa guía bibliográfica
sobre la Comedia del árte, que representará de ahora én más un instrumento de
trabajo insustituible, y que contiene también una sección referida a la iconografía
(Heck. 1988). ,
24. Sin embargo, cfr.. también Apoiionio (1940,604): Nicoll (1 ^ 3 .9 8 ); y sobre todo
Prota-Giurieo (1962.60-65). Como recuerda Távlanl (ibid.), ya Croce. en 1922,
habla denunciado la arbitrariedad del nexo Balli de Sfessania-Comedia del arte.
Otro fámoso ejemplo de imágenes del siglo XVll conceptuadas por mucho tiempo
como documentos teatrales, áunque se referían evidentemente a máscaras carna
valescas. es el dé las reproducciones recopiladas por Francesco Bertelli en el volu
men II Carnévalé Italiano mascheráto, de 1642, reeditado recientemente (cfr.., Pa-
252 M a r c o D e M a r in is
de ios diferentes tipos de la comedia esté conservado con tal constancia, no sólo en
las reproducciones provenientes de un mismo artista, sino también en las de otros
autores, hace su testimonio mucho menos sospechoso. De algún modo esto esta
blece un sistema de control recíproco entre sí". ‘
30. En particular uno de ellos, descubierto por Duchartre en el Museo de Bayeux en
Francia, y atribuido por él a un fantasmagórico Paql Porbus el Viejo, representaria
de hecho el primer testimonio iconográfico de Arlequín en la escena. Sin embargo,
es necesario agregar inmediatamente que |a fecha (1571-1572) propuesta para
esta obra por el estudioso francés es improbable, que la atribución no resulta
confiable y que las inscripciones en el fondo de la pintura son muy posteriores,
consideradas como auténticas ya por Durchartce (cfr.. Sanesi. 1938.57-68; Ster-
ling 1943,17-20; GambelU, ibid.. 38-40). Estas imágenes clásicas, decorativas y
publicitarias, acompañaron la historia de la Comedia del arte, agrupando a menudo
en una especie de compañía ideal a actores que jamás trabajaron juntos, y que tal
vez Incluso pertenecieron a distintas generaciones, según el gusto del AH s ta r show.
cuyo ejemplo más famoso es con seguridad el cuadro Farceurs frangais e t italiens
(1670), encontrado por Paul Gazagne en los depósitos de la Comedie Franíaise y
que reúne en el mismo escenario a los más célebres actores franceses e italianos
del siglo XVII (existe una réplica del siglo XVIII titulada Les delices du genre hu-
main-. cfr. Duchartre. 1955,160-161). También hay que recordar la famosa pintu
ra de Watteau L'Am our au Thé^tre Italien. que incluye en la compañía a Mezzetti-
no-Constantini, el que a su vez. en la época en que se realizó la tela, se encontraba
con seguridad en prisión en Polonia y que volverá a París recién en 1729. después
de la muerte del pintor. Sería Interesante señalar que este gusto por la compañía
Ideal encontró desde un principio correspondencias precisas en la producción dra
mática de los propios comediantes, como demuestran en particular los cast de los
bocetos de Flaminio Scala y la comedia de BarbierI L'lnavertito (1629), con explí
citos fines promocionales (en lo que respecta a Scala, cfr. Marotti, 1976a, XXX y
XLVIl; a Barbieri, Ferrone, 1985a, II, 110).
31. En el mismo 1578, el principe Guillermo V hizo pintar un decorado con motivos de
la Comedia del arte en el cielo raso de una habitación del castillo. Este fresco fue
destruido por el fuego en 1961, pero quedó su documentación fotográfica (Rauhut,
1965.254). Como se sabe, la descripción más antigua conocida de "una comedia
improvisada a la italiana" se refiere precisamente a una actuación organizada (por
aficionados) con motivo de los festejos de las bodas de Guillermo V con Renata de
Lorena en Munich, en febrero de 1568 (el guión aparece transcrito integralmente
en Rauhut. 1965,243-248y en Marotti. ibid-, LXVll-LXXIl). Al repasar (por ejem
plo, en el libro de Molinari) las reproducciones de estos frescos es fácil advertir que
el pintor tuvo mucho cuidado, a menudo, en evidenciar la máscara en los rostros
de los personajes: es el caso, por ejemplo, del Zannl reconocible en la figura 104
de Rauhut, para quien esto "prueba que no se trataba de representar personajes
dramáticos sino comediantes que representaban personajes" (p. 260). Sin embar
go, el mismo estudioso admite, pocas páginas antes, que podría tratarse también
de "escenas creadas expresamente" más que de "recuerdos de representaciones"
(p. 254). Toda la secuencia de la N arrentrep pe aparece en Kutscher (1955). Véase
además el análisis de Schóne (1959).
32. Para una exposición y una discusión de las teorías antropológicas de Barba, cfr., en
este mismo volumen, el capítulo "Antropología” .
33. Sobre el análisis de los documentos considerado en términos de pregunta-respues
ta, y fundado en la postulación de nuevas redes conceptuales, véase más atrás el
capítulo "Historia e historiografía" (pp. 61 y sgg.).
34. También Angelo Costantini se quitó la máscara cuando debutó en 1683 en el rol de
256 M ahcq De M arinis
' Mezzettino, personaje que renovó totalmente: se cuenta que el público parisino
protestó cuando, en 1688, Costantini se presentó nuevamente con el rostro en
mascarado para sustituir como Arlequín al gran Biancoleili recién desaparecido
(Davico Bonino, 1973, VI). Sin embargo, sólo en pleno siglo XVlll, adaptándose a
las preferencias de los espectadores franceses, los italianos abandonaron definiti
vamente la máscara.
35. Siempre hay que tener presente que, como ha anotado recientemente Molinari
(1985, 23), "desde ei punto de vista dramatúrgico es esenciaimente imposibie
distinguir la comedia ‘del arte’ de la comedia erudita". Y, en términos más genera
les. no hay que olvidar que la figura retórica en que se aproximan, bruscamente
elementos antitéticos se encuentra entre las favoritas de la literatura y el arte
entre el manierismo y el barroco (pensemos en Marino en poesía y en Caravaggio
y los caravagenses en pintura).
3 6 . Támpoco esta situación era totalmente inédita puesto que ya la comedia de la
primera mitad dei sigio XVi había aprovechado en ocasiones ios efectos cómicos
producidos por ia irrupción del villano en historias egloguistas de ninfas y iángui-
dos pastores: pensemos, por ejemplo, en ciertas comedias de ios Rozzi seneses
(como el P elagrilli y el Batecchib, respectivamente en 1544 y de 1546) o en la
Pastoral de Buzante, de 1521 aproximadamente.
37. ¿Quiénes fueron las m eretrices honestae? Se trata de una clase particular de
cortesanas, famosas desde comienzos dei siglo XVI en Venecia, y en especial en
Roma, en los ambientes cultos y aristocráticos, y llamadas así “ porque tenían como
profesión la cultura literaria y la poesía amorosa más que la prostitución" (Táviani.
1982b, 335). Algunos nombres; Tülia d'Aragona, Verónica Falco, la romana Impe-
ria y la senesa Lucrezia. A propósito de ia reiación de ias cortesanas honestas con ei
teatro, el mismo Táviani dice: "Sería excesivamente esquemático pensar que esas
virtuosas de ia conversación y del canto se hayan volcado hacia el teatro a causa de
la crisis de su profesión -debida a los rigores moraies post-tridentlnos-. Sin em
bargo. podemos afirmar que a partir de cierto momento, las grandes actrices, se
encuentran a la altura de las m eretrices honestae en el panorama cultural de ellas
heredan la cultura y el arte de convertirse en figuras públicas" (ibid., 336). (Véase
también Táviani, 1987, 68-69). Una interesante representante del siglo XVII de
este dem i m onde de cortesanas-poetisas fue la romana Margherita Costa, "cantan
te de cámara", a quien se le atribuyen numerosas obras Impresas y también una
comedia. Li buffoni, publicada en 1641 (Ferrone, 1985. vol. il, 235 sgg.).
38. Además, la discusión al respecto comienza muy tempranamente como testimonia
el contraste de puntos de vista entre dos textos de Adriano Valerini: la Oratione,
escrita al m orir Vicenza Armani (¿1570?), y ei cuaderniilo Lachrimoso iam ento che
fe 'Z a n S a ic iz z a y Z a n Capeiia... (en Pandoifi, 1957-1961, vol. 1,219sgg.), escri
to en 1585. indudablemente con motivo de la muerte de un Zanni famoso, Simone
da Bologna Comediante Celoso, y sin duda también para sí mismo, y en el que.
como ha señalado Marotti (1976a. XL), “una mirada atenta a ios problemas inter
nos de las compañías ‘del Arte' podrá leer, si no una polémica directa por parte de
Valerini contra la mistificación de ia figura de la actriz -la enamorada por antono
masia-, ciertamente la afirmación de que al Interés específico de la Improvisación
está en la bufonería, en ía figura de Zanni".
39. Nos parece muy interesante la clásica definición de la Comedia del arte, propuesta
por Apollonio, como "sabio mecanismo para equilibrar los más diversos impulsos
que, reunidos en ella, intentaban mantenerse lo más independientes posibles" (1930,
120). Sin embargo, véase también, en ia misma obra, la concepción del componen
te cómico-bufonesco como fragmento intersticial, y la hipótesis sobre la ley de la
proporcionalidad inversa existente entre las acciones y los personajes serios, por
1 Com prender el teatro . L in e a m ie n t o s o e u n a n u ev a t e a t r o l o g Ia 257
una parte, y los fragmentos cómicos, por otra (ibld., 140-145). Evidentemente, el
encuentro y la mezcla de la veta bufonesca y de la veta académica en el espectáculo
‘del arte' no suprimió los numerosos desniveles existentes en el interior del mundo
de las compañías cómicas, una pirámide en que los saltimbanquis y los picaros de
plaza ocupaban una amplia base, apenas el peldaño superior al de los mendigos y
charlatanes, y las pocas compañías famosas, el estrecho vértice (Mlklashevski, 1927,
183). Por lo demás, la veta zannesa conservó en el futuro la posibilidad de una
existencia independiente, como testimonian en pleno siglo XVII, los dos Gabrielll.
Giovanni y Francesco, artísticamente Sivello y Scapino respectivamente (Apollonio,
ibid., 146).
40. Para Nicoll (1963,27). ia elegante figura con la espada al costado que se arrodilla
en segundo plano es la del Capitano. Además, en las comedias de los profesionales
italianos, sobre todo en los comienzos, el Capitano acostumbraba a representar el
papel de segundo o tercer enamorado, como testimonia también la famosa repro
ducción de Callot titulada justamente II Capitano ou ÍIn n am o rato . Sobre las repro
ducciones de estos dos cuadros, cfr., Sterling (1943, 20 y 23) y Molinari (1972,
162), que propone no obstante una réplica de la pintura del Museo Carnavalet.
41. Leer al respecto las páginas dedicadas por Leone de'Sommi a la actuación y ai actor
en el tercero de sus Q uattro dialoghi in m ateria dirappresentazionisceniche, todas
las cuales giran alrededor de los conceptos de "naturaleza", "dignidad" y "encan
to” . y cotejarlas, por ejemplo, con el elogio que GarzonI (1584) hace de la elegan
cia y el decoro de Vittoria Pllsslni, "como es pertinente y le corresponde a una
perfecta comediante" (cit. en Rasi. 1897-1905, IP. 288). En lo que hace a ia
documentación Iconográfica sería conveniente agregarle a los Enamorados del Re-
cueil Fossard por lo menos los representados por Callot. si bien con las precaucio
nes ya indicadas (cfr., por ejemplo, Molinari, 1985,181).
42. Los números romanos se refieren a los folios de la edición en facsímil de Beijer
(1928).
4 3 . Cfr., en particular, los dos grabados en cobre de Honervogt en las láminas XXV y
XXVI (figura 23) y también ei de Stelanello Bottarga, alten ego de Pantalone
(lámina XXXVl).
44. Véase, por ejemplo, dos grabados del siglo XVI conservados en el Fitzwilllam Mu-
seum de Cambridge (Pantalone galante [figura 24]) y en ei Cabinet des Estampes
de ia BIbllothéque Nationaie de París (Pantalone que corre) respectivamente (so
bre las reproducciones. Nicoll, 1963, pp. 67, 69). Es muy interesante la imagen
que aparece en la portada de un folleto de la Bodleian Library de 1595, con Zanni
(Francatrippa) y Pantalone (cfr., Adhémar H „ 1954,112). lámblén el Magnífico
de los frescos de Trausnitz muestra un tranco muy amplio (figura 21), pero en
general sus posturas, como las de los otros personajes, resultan mucho menos
deformadas y enérgicas.
45. Naturalmente, es aún más evidente la diferencia entre la actuación enérgica de esta
compañía italiana y el estilo de los toscos sketches bufonescos, también con acto
res italianos pero mucho más modestos, representados en la serie del Fossard
provenientes de la bottega romana de Lorenzo Vaccaro. No obstante, el hecho de
que en este caso el grabador sea con certeza diferente resta fundamento e interés
a la confrontación. Dicho esto, por las razones que estamos exponiendo en el tex
to, no nos es posible compartir totalmente ni ¡a insistencia de Mastropasqua (1970.
113-114) acerca de la "extrema determinación de la composición del grupo y de
, los movimientos" en el espectáculo italiano de ia serie principal ni, mucho menos,
ia de Molinari (1985, 96) acerca de los "gestos de afectada elegancia" exhibidos
por Pantalone y Arlequín. Se trata de anotaciones pertinentes, en todo caso, sólo a
la actuación de ios Enamorados y que de todas maneras se muestran Incapaces de
258 M arco De M arin is
los modos por medio de ios que Totó trató de transferir al set cinematográfico su
manera de trabajar en el teatro (pp. 17-18) y se preocupó de salvaguardar la
propia "anarquía inventiva” , por ejemplo, prefiriendo el 'cine di cassette', al 'film
d'arte’.^'
5. Estos aspectos podrían ser más numerosos, pero en este lugar no nos interesa la
plenitud, dado que hemos decidido tomar en cuenta sólo las características que
diferencian el modo de producción teatral 'actor cómico' y el modo de producción
'actor burgués'. Sobre los motivos por los cuales no hemos incluido en esta lista a
la improvisación, remitimos a la nota 8.
6. Cfr. también a Marotti (1984.45). Sobre la "ajeneidad" de Eduardo con respecto a
la cultura de dirección teatral, cfr. por ejemplo De Filippo (1986.55-58) y también
las notas de Meldonesl en la nota conclusiva del ensayo significativamente intitula
do La trinitá d i Eduardo: scríttura d'attore, m ondo dialettale e teatro nazionaie
(Meldonesi, 1987.87). Recordemos finalmente lo que escribió Savinio sobre Rien-
to: "El origen del teatro es el actor, el actor que hace todo solo" (1982. 102).
7. Lo anotaba, ya a finales el siglo pasado, un histórico de 'divertimenti' populares en
Inglaterra, un tal Charles Booth: "La gran diferencia entre un actor de teatro y un
artista de music-hall es que. mientras el primero interpreta un papel ya escrito, el
segundo tiene que basarse en su propia capacidad inventiva, en sus propias capaci
dades" (cit. en Itzin. 1980. 463).
8. Cfr. Savinio (1982. 128-130). Sobre esta técnica dramatúrgica particular del ac
to r cómico se pueden leer los aportes de De Matteis (1983. 64-85; 1984. 104
105). Véase la lista de "ingeniosidades técnicas" para la escritura y la interpreta
ción de las asi llamadas 'scenette del'avanspettacolo' elaborada por Fano (1985.
38). Este nos parece el contexto justo para tratar la delicada cuestión de la impro
visación del actor cómico. Si hemos excluido a la improvisación de este primer
esbozo del modelo recitativo cómico-actoral no ha sido porque no consideremos su
indiscutible importancia sino por dos motivos: en primer lugar por las ambigüeda
des y los males entendidos que este término provoca desde hace ya más de un siglo
y. en segundo lugar, porque los procedimientos de la Improvisación, si se toman
correctamente, pueden ser distribuidos también en las otras rúbricas nuestras. Se
trata naturalmente de superar la concepción romántica de la improvisación que
todavía nos condiciona (improvisación como espontaneidad, como creación ex nihi-
lo. extemporánea y del todo libre, como invención irrepetible) para llevar el fenó
meno a aquella que. por lo menos desde la Comedla del Arte en adelante, ha sido
su dimensión histórica en el teatro europeo: improvisación como modalidad dra-
matúrglca del actor, es decir como manera personal en la cual el actor organiza su
posición escénica, variando ad hoc sobre el repertorio (temático, expresivo, etc.:
frases, situaciones, gags) que posee (para la Comedia del Arte, cfr. Taviani-Schino.
1982 y el capitulo “La actuación en la Comedia del Arte" en este libro). Estas
variaciones se pueden referir tanto a modificaciones y enriquecimientos de mate
riales individuales como a intervenciones en su montaje. Todo esto si lo miramos
en su efectiva dimensión material, tiene poco o nada que ver con la espontaneidad
creativa y la extemporaneldad irrepetible, dirigiéndose en cambio a lo que podría
llamarse un “proceso de individualización del actor" (Guarlno, 1983. 78). En bre
ve, si éste es el sentido y la estructura profunda de la improvisación, quedarían por
definir las modalidades especificas según las cuales la utiliza el actor cómico italia
no del Novecientos. Por ahora lo que podemos hacer es rem itir a lo que se dice
Sobre los otros elementos constitutivos del modelo (en particular sobre la autotra-
dición y la intertextualidad carnavalesca), no sin haber antes elegido, entre las
tantas posibles, dos opiniones expresadas desde adentro de esta misma tradición:"
1. Sobre la actuación improvisada que Eduardo prevenía a sus estudiantes roma-
268 M arco D e M a rin is
nos diciéndoles que las frases deben ser primero siempre ensayadas y luego dichas
i de manera tal que los espectadores crean que han sido inventadas en'el momento:
“Thmbién las frases agregadas deben ser ensayadas; porque es imposible inventar
i en la escena. iNo escuchen porque no es verdad lo que diceni (De Filippo, 1986.
56); 2. En su tesis de licenciatura Maurizio Michell (exponente de aquellos que más
• tarde llamaremos nuevos actores cómicos) escribe; "La improvisación, por lo tan
to, considerada como enriquecimiento en el escenario de un texto ya existente,
i como invención del actor (sigue una referencia correcta a la Comedia de! Arte) (...)
La Improvisación, la capacidad de intervenir siempre sobre el guión y de 'inventar'
i es, según mi opinión, común al actor de revista y al actor de cabaret" (Micheli,
1986,49).
9. Naturalmente esto ha sido verdadero también para el gran actor burgués del siglo
pasado; pero ya no lo es por lo menos a partir del decenio 1920-30, es decir con
ei imponerse generalizado de la antilengua recitativa y del modo de producción del
director.
10. Esta es la llave para comprender el sentido profundo de las célebres frases que han
llenado el anecdotario del espectáculo 'popular' pero que han sido a menudo bana-
lizadas, es decir, consideradas como expresiones de una obvia -para un cómico-
polémica anticultural y antiacadérñica. Nos referimos sobre todo a afirmaciones
como las de Petrolini: "actor fortunado al cual nadie le ha enseñado a actuar, por
que así, no sabiendo actuar, actuará 'benissimo'" (cit. en Flaiano, 1983, 83), o,
"no conozco escuelas, no conozco tradiciones. Ei teatro que hago es mi teatro" (en
De Matteis, 1980, 352), hasta la más famosa, cuando -respondiendo a las insis
tencias historiográficas de Silvio D'Amico sobre las posibles descendencias de su
máscara- Petrolini declaró que él "descendía" sólo "por ias escaleras de su casa"
(Petrolini, 1932, p. 236).
11. Sobre este aspecto, al cual podemos dedicar, en este lugar, sólo una mención par
cial, hay que referirse a aquel sector de la literatura sobre lo cómico que ha indaga
do profundamente sobre ei mismo (cfr, por qjemplo. Bachtin, 1965; Celati. 1975).
12. Para la noción de "intertextualidad", elaborada por Julia Kristeva siguiendo a Ba-
chtín, remitimos al capítulo "Historia e historiografía" de este libro.
13. Como oportunamente ha recordado Sandro D'Amico. "Petrolini se opuso a casi
todo el teatro de su época, no dejó casi nada intacto" (D'Amico, 1984, 37). En su
■ intervención, Sanguineti ha aproximado la actitud polémica e irreverente de Petro-
linl hacia ia cultura seria, escolar y hacia cierta tendencia itálica hacia el melodra
ma, a! "controdolorismo" de Paiazzeschi y a su análogo rechazo del énfasis y de lo
sublime. Ai respecto. De Matteis ha formulado la expresión "imprecazione cultúra
le". Véase también Fano (1985, 20).
14. Se pueden leer al respecto las observaciones, las anécdotasy los ejemplos (también
históricos) narrados por Fo (1987).
15. Las siguientes observaciones están tomadas de Marotti (1984), entre otros.
16. Se pueden ver, sobre este tema, los capítulos "Antropología" y "La actuación en la
Comedia del Arte" de este libro,
17. Cfr. Meldonesi (1984, 169, 395) que ha reconsiderado el fenómeno del “scenet-
tismo" de los literatos en el Arlecchino de Roma (con Flaiano, Baldini, Capriolj,
Bonucci, Macean y otros).
18. Cfr. Quadri, ed. (1977,vol 1.387). También las citas siguientes de textos de Cecchi
y del Granteatro provienen de este volumen.
19. Como ha observado Meldonesi (1981,142), a través de esta relación, busca una
"dimensión trágica".
20. Para algunas reflexiones a la distancia de Leo de Berardinis, cfr. De Marinis (1986),
en donde se analiza todo su itinerario teatral hasta 1985.
Comprender el te a tr o . L in e a m ie n t o s d e u n a n u e v a t e a t r o l o g Ia 239
21. Queremos sin embargo señalar también uba excepción: la que constituye el espec
táculo C/nec/tíá (1985), en ei cual la dirección de Antonio Calenda ha sabido poner
se al servicio, con medida y respeto, del estrepitoso oficio de actores cómicos
excepcionales como Pietro De Vico, Anna CamporI y Rosalía Maggio.
1932 “Modestia a parte", in E tto re Petrolini, a cura di A. Caló. vol. II. Ed. del Ruzan-
te, Venezla {1’ ed., Cappelli. Bologna). ,
Ponte di Piño, Ollviero
1983 "Per un teatro jazz {Intervista con Leo de Berardinis)". in J. Gelber, La conriK-
tion. UbulibrI. Milano.
Quadri. Franco, ed.
1977 L'avanguardia teatrale in Italia (m ateriali 1 9 6 0 -1 9 7 6 ), 2 vol!.. Einaudi. Tori-
no.
Sangulnetl, Edoardo .
1984 *11 gesto verbale di P etrolinr, in Angelini. ed.. 1984.
Saylnio, Alberto
1982 PaícAeítí román/. Adelphi, Milano.
Starobinski. Jean
1969 P o rtra it de l'artíste en saltímbanque. Skira. Genéve (tr. it.. L 'artista saltimban-
co, Borlnghieri.Torlno 1984).
•ftviani. E. Schino, M.
1982 II segreto dalla C om m edia dell'arte. La casa Usher. Firenze.
Vivían!. Raffaele
1928 Dalla vita alie scene. Cuida. Napoll 1977 (1’ ed.. Cappelli. Bologna).
Natas d §l Capítulo V il
1. Cfr. Burke. 1941. 194S. 1950.1953. 1965.
2. Sobre el o rip n y los antecedentes del enfoque gofTmaniano véanse dos contribu
ciones recientes: Giglioll {1986. XI sgg.) y Meldolesi (1986.101 sgg.). que desta
can acertadamente la deuda de Coffman con un teórico, como Burke. muy distante
de él. por muchas razones. .
3. Contrariamente a Pirandeilo. en The presentation se cita a Sartre en relación con
L'Etre e t le N é a n t sobre la importancia del pensamiento sartriano en la elabora
ción del rrioclelo dramatúrgico de Goffman, cfr. MacCannell (1983) y, en especial
Meldolesi (ibld., 102), según el cual el filósofo francés ayudó a Goffman a definir
mejor "ia diferencia persona-rol". Como ejemplo del intento realizado en ios años
sesenta, de sistematizar el enfoque dramatúrgico con resultados polémicos y aleja
dos de las premisas de su iniciador, véase el volumen colectivo a cargo de Brissert
y Edgley, eds. (1974) y también el examen profundo que de él efectúa Meldolesi
(ibld., 116 sigg.).
4. El término “ceremonia" ha sido tomado evidentemente de Durkheim, quien por
otra parte constituye el principal Inspirador del enfoque teatral sociológico de Du-
vignaud.
5. A la noción tumeriana de "drama social” puede aproximársele el de "estado-tea
tro" elaborada por Cllfford Geertz, uno de los más Importantes antropólogos esta
dounidenses y principal defensor de la antropología Interpretativa, a propósito del
análisis de la civilización balinesa del siglo pasado (cfr. Geertz, 1980a y la detallada
discusión de Desal. 1983). Naturalmente, dentro de esta perspectiva macrodrama-
túrgica coexisten teorías diferentes e Incluso opuestas: en particular -siguiendo
justamente a Geertz (1980b. 35-37)- es posible distínguir una "teoría dramatúr-
gica ritual" (asociada con personalidades, a su vez muy diferentes, como Jane
Harrison. Francis Fergusson y T. S. Eliot) que tiende a subrayar "los lazos entre
teatro y religión", proponiendo el “teatro como comunión, el templo como prosce
nio". y una "teoría de la acción simbólica" (Kenneth Burke) que se inclina en ia
dirección contraria, valorizando las afinidades del teatro con la retórica y propo
niendo por lo tanto “el teatro como persuasión, el escenario como proscenio."
Com prender e i teatro . L in e a m ie n t o s o é u n a n u e v a t e a t r o l o g ia 271
6. Ésta diferencia no impide, por otra parte, bailar puntos de contacto y conexiones
entre ambas posiciones. No es casual que haya quien ha insistido mucho en la
importancia de la influencia ejercida por la sociología durkheimiana sobre Goff-
man: según Gigliolí, si bien el interaccionismo simbólico le proporcionó a Goff-
man un objeto de análisis, el self. fue Durkhelm, quien proveyó "los Instrumentos
para analizarlo” (1986, XXV). En opinión del estudioso italiano, la "irituiclón fun-*
damental" de Goffman radicó "en elaborar a nivel microsociológico dos afirmacto-
nes cruciales de Durkheim: la primera es que la divinidad es el producto de rituales
colectivos: la segunda, que, en !a sociedad moderna, el objeto de la vida religiosa
está representado por ei "cuito al individuo", por ei reconocimiento de un s e lf
especifico (ibid., XIV).
7. Esta cuestión se podría traducir en la siguiente pregunta: ¿es la perspectiva dra-
matúrgica un principio constitutivo (en el sentido de que, durante las interaccio
nes, “para lograr determinados fines, las personas controlan el estilo de sus accio
nes, tal vez consciente y tal vez inconscientemente, y aplican este control a sus
otras actividades" [Harré y Secord, 1972, 290]), o bien, se trata de un principio
explicativo, en realidad -según la expresión de Goffman al final de The presenta-
tion^ sólo "una estratagema retórica", que sin duda empuja más allá de lo permi
tido "una simple analogía" (Goffman, 1959, 290)7
8. La inadecuación de la Concepción teatral de Goffman surge indudablemente aún
más nítidamente en los restantes capítulos de Tram e analysis dedicados al funcio
namiento interactivo de "ciertas estructuras fundamentales de la comprensión dis
ponibles en nuestra sociedad para descifrar el sentido de los acontecimientos" y en
el análisis de las "vulnerabilidades especiales a que estos esquemas de referencia
están sujetos" (p. 10). Véase en particular, los capítulos acerca de la "actividad out-
of-fram e". con las referencias a la de actores y espectadores en el teatro (pp. 206
sgg.) y acerca de la construcción de la "experiencia negativa" subsecuente a la
ruptura dei fram e. En este último capítulo, muchas páginas están dedicadas al
análisis de las formas por medio de las cuales en el teatro, y más ampliamente en
las "performance puras” , es posible "brganizar" una experiencia negativa (pp. 388
sgg.): a. violentando los paréntesis demarcadores, tanto en sentido temporal como
espacial, del espectáculo: b. manipulando el vínculo personaje-público (por ejem
plo. mediante ia Interpelación directa): c. manipulando la "role-character formula"
(por ejemplo: un actor 'sale' del personaje, hablando y actuando en cuanto actor):
d. manipulando el "spectacle-game", o sea el frame teatral en cuanto tal (teatro del
absurdo, que Goffman propone ílamar "teatro de los frames"; o bien, despojando
a la performance teatral de sus actividades canónicas, como en el happening o en la
música aleatoria de Cage).
9. Sobre la importancia, para el teatro, de la noción goffmanlana de "distancia del
rol", cfr. Mendolesi (1986,99-100). Véase también George (1986), quien emplea
la teoría dei rol concebida por Goffman, desde The presentation hasta Fram e analysis,
para avanzar sobre los modelos binarios actor-personaje y las dificultades ligadas a
ellos.
10. Turner (1969). Cfr. también Tlimer, 1967, 1974 y 1982.
11. Acerca de la importancia de Gurvitch, y en especial de su breve pero fundamental
texto programático de 1956, a los fines dé una refundación metodológica del
enfoque sociológico del teatro, cfr. Meldolesi (1986,88-90) y también, en el pre
sente volumen, el capítulo "Sociología".
12. A propósito cfr. también Hirner (1982. 203-6), quien afirma entre otras cosas
que: "En el teatro moderno, los roles teatrales de hecho han sacado de su órbita
ios roles de la vida cotidiana".
13. Cfr. por último. Dorfles (1986).
272 M arco D e M a r in is
14. De acuerdo con dicha concepción (que muchas veces se erige en forma de una
verdadera mística de io cotidiano tecnoiógico y consumista; véase, a propósito de
este tema, ia crítica expresada por ei artista-teatrista poiaco Tadeusz Kantor fren
te ai arte pop americano [Kantor, 1977, 85]), ei arte ya está por io tanto en ia
reaiidad cotidiana, compietaménte iisto: basta iograr que surja, basta simpiemente
aprender a reconocerio y a hacer que io reconozcan, Especiaimente significativas
son ai respecto, por su radicaiidad, ias bien conocidas tesis de John Cage; por
ejempio, la que el músico, más que un "productor de sonidos", debe ser un ’Tiste-
ner que puede, lógicamente e ilógicamente, hacer surgir la música" (Celant, 1984,
27-28).
15. La reciente y absolutamente 'laica' insistencia de Barba en las técnicas del actor
como "técnicas extracptidianas" y sobre los principios "pre-expresivos" que las
subtenderían, requeriría un análisis especial (cfn, en este volumen, el capítulo "An
tropología"). Sí no incluimos en este segundo ámbito también al Living Theatre,
como sería obvio, no es por desconocimiento de su intento fundamental y perma
nente por resacrallzar el teatro (de restituirle la eficacia del rito), sino porque -a
diferencia de Crotowski, para quien, como hemos dicho, lo sacro podría instituirse
sólo en oposición a lo cotidiano, a lo social y a lo político- el célebre grupo norte
americano siempre ha trabajado (eso creemos, al menos) para hacer emerger lo
sacro contenido en la vida cotidiana, en suma, en revelar lo cotidiano como sacro.
16. Pero la tendencia a identificar el 'umbral' del espectáculo, o mejor dicho de lo
espectacular, en el desdoblamiento del receptor en destinatario directo, o ratifica
do, y observador es un esfuerzo compartido por la mayoría de los teóricos en sus
trabajos más recientes desde los de extracción semiótica hasta los del origen socio
lógico (cfr., por ejemplo: entre los primeros, Greimas-Courtés. 1979,356: Alexan-
drescu, 1986:568 sgg.: entre los segundos, Goffman, 1981,184 sgg.). En cuan
to a los biólogos y neuroquímicos "el espectáculo representa una función 'conduc-
tual' (Laborit) correspondiente a programas genéticos modelados por el ambiente"
(AA, VV.. 1987,13). Es necesario señalar la propuesta de Allegri (1985.157 sgg.)
de identificar en el teatro y en el espectáculo, y más precisamente en la teatralidad
y en la espectacularidad, dos dimensiones opuestas de los acontecimientos perfor-
mativos concretos; una relacionada Justamente con la observación y el puro goce
estético, otra basada en la participación y el compromiso profundo de los especta
dores.
17. Sobre el frame como indicación metalingüistica de género, cfr. también, en el ám
bito sodolingüístico, Hymes (1974).
18. Al respecto, véase el capítulo "Semiótica" (parágrafo 6) en el presente volumen.
19. Tómenos este exem pium , como el siguiente, de Geraci-Táviani (1983), quienes
proponen un sutil análisis de los mismos.
20. Seguramente estos límites fueron mucho más amplios en la Edad Media y en el
Renacimiento que en los siglos XVIII y XIX. En el transcurso del siglo XX ade
más -como hemos dicho- tienden a dilatarse indefinidamente.
21. Como lo ha hecho por ejemplo Eco. 1972, 38.
10. Cfr., Savarese {1975,54). Una óptima introducción a las problemáticas y a la histo
ria del film etnográfico es. naturalmente, la de Rauch (1968). Muy íltil es. para el
área italiana, Chiozzi (1984, con una vasta bibliografía internacional). Un primery
I consistente elenco de filmes etnográficos se encuentra en un catálogo a cargo de
Ferruccio Marotti { ‘P e r ritra rre il griáo che ho sognato'. 1 0 0 Film alie ra d ia del
I teatro. Centro per la ricerca e la sperimentazione teatrale di Pontedera. 1979).
Debemos agregar que la consideración etnográfica y. más precisamente, ia refe
rencia a Marotti ha privilegiado, desde el comienzo, las investigaciones audiovlsua-
les sobre la tradición teatral y los códigos actorales en Bali y en India: cfr., en
particular, el film Trance e dram m a a B ali (1 9 7 4 ), Le dieci incarnazioni d i Visnú. I-
Yaksagana (1 9 7 8 ), e le Dieci incarnazioni di Visnú. II- K athakali (1 9 7 8 ), los dos
últimos con la dirección de Giorgio Moser. Recientemente Marotti ha recogido en
un volumen los textos de los comentarios sobre estos films y sobre otras investiga
ciones audiovisivas de las culturas teatrales orientales (Cfr., M arotti. 1984). Un
catálogo rectificado de la videoteca teatral existente en el 'Centro teatro ateneo' de
Roma, está publicado actualmente en Valentín! (1987), II.
11. Cfr., al respecto, en este mismo volumen, el capítulo "Semiótica” (parágrafos 4 y
5). .
12. Menos coincidimos, obviamente, estamos con Brook cuando, con respecto al mis
mo tema, parece unir eficacia (fructibilidád) del documento audiovisual sobre todo
a una (para nosotros imposible y no auspiciable) plenitud-imparcialidad.
13. Muy interesante es. sin embargo, el uso que del video se está comenzando a hacer
en las investigaciones empíricas sobre la recepción teatral, sobre todo para docu
mentar y analizar los aspectos comportamentales externos del acto receptivo y. en
particular, los recorridos, de la mirada del espectador (cfr. Coppieters. 1981; Scho-
enmakers. 1982; Tán. 1982; Thorn. 1986). '
14. Nos parece superfluo precisar que todo cuanto hemos dicho hasta ahora no lleva
por cierto la dirección, impracticable y contraproducente de hacer más completo y
más 'fie l' el documento audiovisual, sino en otra muy diferente, de hacerlo más
adecuado y funcional con respecto a los usos científicos que se le quieran conferir
-considerando de hecho el estatuto de parcialidad y de no totalidad que le es pro
pio,
15. Véase Marotti (1975-77). Particularmente, el uso del medio audiovisual se ha
mostrado ya indispensable para las investigaciones de antropología teatral que
-p o r impulso de Eugenio Barba y del ISTA- se están ocupando, desde hace algunos
años, de los principios transculturales subyacentes al trabajo del actor y. de mane
ra más amplia, al comportamiento dei hombre en situación extracotídiana (Cfr., en
el presente volumen, el capítulo “Antropología").
16. Cada principio admite, obviamente, su excepción: de este modo el registro 'neutro'
con la cámara inmóvil -de poca fruición documental, normalmente- puede tener
suJustificación técnica y expresiva: es el caso dei conocido fiime I I principe costan
te de Grotowski (1967), del que se ha ocupado el mismo 'Teatr Laboratorium de
Wroclaw' con ia coiaboración del 'Isfituto del teatro e dello spettacolo di Roma', en
ei que la toma f(ja logra mostrar, por analogía, algo del sentido de opresión' de
claustrofóbica concentración que el espectáculo comunica ai espectador. Lo mismo
podría decirse con respecto a la diferencia entre Apocá/yps/sfilmada en el teatro y
la de Olmi. En el primer caso, la filmación resulta literalmente ilegible, a causa de la
absoluta falta de luz (la única fuente de Iluminación está constituida por velas que
accionan los actores), sin embargo logra quizás mostrar una atmósfera teatral, a
restituir algo del clima emotivo creado por el espectáculo, evocando en quien lo ve
algunos elementos de su vivencia de espectador (lo que no es poco). Por otra parte
la reconstrucción de Olml. con sus luces televisivas, los colores netos y vivos, etc..
Comprender el te a tr o . L in e a m i e n t o s d e u n a n u e v a t e a t r o l o g Ia 277
es con toda seguridad falsa con respecto al espectáculo pero documenta -aunque
sea descontextualizando- aspectos Importantísimos, que en el primer video no se
pueden seguir, como la declamación de los actores y. en particular, sus 'acciones
físicas'.
17.,Sobre los problemas teóricos y técnicos que presenta la transcripción (notación)
múltiple del espectáculo, cfr. De Marinis (1982,76-93); Pavis (1985,145): McAu-
ley, ed. (1986).
18. Cfr., al respecto el capitulo "Historia e historiografía" del presente volumen (pará
grafo 6).
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“ Interrupción significa una discrepancia entre una señal esperada y una señal nue
va, insólita, inesperada: ésta es condición necesaria para que se origine la activa
ción [arousal\-, o bien, en palabras de Mandier: 'una respuesta organizada es inte
rrumpida antes de ser completada y es bloqueada físicamente y demorada tempo
ralmente por alguna razón’ (Mandier, 1975b, 154). [...] La interrupción puede
conducir tanto al miedo y a la Ira como a la risa y a la euforia. E¿to depende
enteramente de otros factores extraños a la interrupción" (Schoenmakers, ibid.,
125). Por su parte, ’ftn (ibid., 127) precisa que "el origen de la interrupción
puede, según nuestro punto de vista, encontrarse en los aspectos temáticos del
espectáculo, por ejemplo, en el curso de las acciones y de los acontecimientos, y en
los medios teatrales con que se realizan estos aspectos temáticos en escena” .
14. Sobre este último concepto, cff., en el presente volumen, el capitulo "Semiótica".
15. Sobre la noción de “estructuración coherente de la experiencia” (mediante gestalts
simples o multidimensionales), cfr. Lakoff-Johnson (1980).
16. Muy Interesante es el "diagrama del funcionamiento cognitivo-emotivo" publicado
en Plutchik (1977, 206 sgg.), en el cual la operación de comparlng, a nivel tanto
de la Short-Term Memory como de la Long-Term Memory, desempeña el mismo
papel decisivo que nuestra Mediación interpretativa para los fines de la determina
ción del output emotivo.
17. Este ejemplo, como ei siguiente, proviene de Tán (ibid., 170).
18. La hipótesis aparece, en particular, en Savarese, ed. (1983,42): véase una discu
sión sobre ella en el capitulo "Antropología" del presente volumen (parágrafo 4).
19. Sobre el presupuesto básico de la recepción en el teatro, cff. De M3rinis(1986a)y,
en este mismo volumen, el capítulo "Semiótica".
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C om prender el te atr o . L in e a m ie n t o s d e u n a n u e v a t e a t r o l Ug ia 283
PRIMERA PARTE
Para una nueva teatrologla: cuatro "voces"
Capítulo I. Semiótica
1. Prem isa................................................................................................. 17
2. La semiótica teatral 'in statu nascendi'....................................................18
3. El renacer de la semiótica te a tra l............................................................21
4. El texto espectacular y sus contextos......................................................23
5. La relación teatral y el espectador...........................................................26
6. Hacia un modelo para el análisis de la recepción en el te a tro ..........29
7. Conclusión....................................................................................................33
ilustraciones........................................................
SEGUNDA PARTE
El te a tro eritre la historia, la sem iótica y las ciencias hum anas
Capitulo V. La actuación en la Com edla del arte:
apuntes para una Indagación iconográflca.
1. Perspectivas para un análisis sémiológico de la Comedia del arte ... 125
2. Un silencio paradojal..................................................;............... .......... 128
3. Indicios iconográficos.................... .............. ;........................ 129
4. El nivel pre-expresivo................................................... ............... ..........133
5. Máscaras en Arcadia; la actuación por contrastes................ . 134
6. El código enérgico.................................................................................. 137
7. Una variante............................................. ............................................... 141
8. Desaparición de la actuación enérgica.................................................141
9. El cambio hacia el realismo elegante..................... ....................... . 145
10. Presupuestos y consecuencias del cambio hacia
el realismo-elegante.................................................... 148
Glosario........................................................................................ .....;....... . 152
C om prender e l t e a t r o , ü n e a m ie n t o s d e u n a n u ev a t e a t r o l o o Ia 287
Se terminó de imprimir en
los Tallares Gráficos CYAN,
Potosí 4471. Buenos Aires, TEL. 982-4426
en el mes de julio de 1997
1
o f Prefonnance, ftie
publicada en 1993,
Bloomlngton: Indiana
UniversltfiPress),';
• Al limite del teatro, litcpie,
progetti, e aporte nella
rtcerca teatrale degli anni
Sessanta e Settanta. Firenze;
La Casa Usher, 183.
• n nuovo teatro 194 7-19 70.
Milano: Bompiani, 1987, (En
1988 se publicó la
traducción, española, :El
n u e v o te a tr o , Barcelona/
Buenos Aires: Paidós),
• Capire il teatre. Lineamenti
d i u n a n u e v a te a tr o lo g ía .
Firenze: La' Casa Usher, '
1988. '
i
■V
Promoción Teatral “La Soffitta" -V
de Bologna.
Desde hace algún tiempo la reflexión sobre los estudios
teatrales se ha tornado muy vivaz y profunda. Se está intentando
la redeflnición, en térm inos nuevos y más adecuados, del
método, la finalidad y el objeto mismo de estos estudios. El
autor de este volumen prefiere pensar en im a nueva teatrologia,
en la que la aproxim ación histórica e historiográflca esté
sostenida por los aportes conjuntos de la nueva ciencia del
espectáculo, la socio-antropología, la fisiobiologia y en especial
de la semiología. Ellas contribuyen a la refundación de un
estatuto disciplinario para intentar dar cuenta del hecho teatral
no sólo como producto (o conjunto de productos) sino también
como proceso (o conjunto de procesos) productivos y fruitivos
interconectados.
En Comprender el teatro De Marinis trata de realizar un
aporte al desarrollo del diálogo sobre la historia del teatro y la
nueva ciencia del espectáculo, colocándose en la prospectiva de
una teatrologia multidisciplinaria y experim ental que
individualiza una relación teatral: el encuentro actor-espectador,
cuyo objeto teórico central es una conceptualización
semiológica en el marco metadiscipUnario de referencia.
En la prim era parte, a partir del análisis de cuatro
aproxim aciones especificas al hecho teatral (semiológica,
historiográfica, sociológica y antropológica) procede a iluminar
los aportes provenientes de cada una de ellas en la renovación
profunda de los estudios teatrales. La segunda parte recoge
diversas contribuciones, colocando siem pre el acento en el
nuevo objeto de estudio: la relación teatral.
El libro está pensado como una especie de “manual”, de allí la
sistematicidad de su armado, el ritmo ágil que busca siem pre
recurrir al mínimo tecnicismo y desentenderse de presupuestos
muy especializados, y el vasto cuerpo de notas y referencias
bibliográficas.
ISBN 950-556-372-
7 8 9 5 0 5 5 6 3 7 7 2