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Hoy en día se admite que no existe una manera única en liderar organizaciones. El
mejor líder es la persona capacitada precisamente para adaptarse a una cultura
organizacional concreta. ¿En qué consiste adaptar nuestra manera de liderar al
entorno empresarial o institucional en el que actuamos? Una primera aproximación
suele establecerse a partir de la cualificación de los trabajadores. Se afirma que
los trabajadores poco cualificados tendrán necesidad de conductas coactivas,
autoritarias y afiliativas. En cambio, las empresas que están basadas en
profesionales, cuyo producto depende directamente de su creatividad, deberán
basar los liderazgos en conductas democráticas, de fijación de ritmo y
asesoramiento. Una vez enumerado el posible abanico de conductas de un líder,
vamos a explicar cada una de ellas.
Crear vínculos estables con los subalternos, poniendo a cada cual "en su
sitio" pero en un marco de cordialidad.
Ofrecer información que capacite para saber el valor del propio trabajo.
Debatir periódicamente la marcha de la empresa.
Visto esto hemos de acabar diciendo que un líder no sólo debe adaptarse a la
cultura general de su empresa, sino a cada trabajador en concreto. Una segunda
consideración a tener en cuenta es que los seres humanos tenemos tendencia a
adaptarnos a las expectativas que vemos proyectadas sobre nosotros. Si nos
tratan como niños solemos comportarnos como tales. Si en un partido de
baloncesto todos nuestros compañeros creen que somos rematadamente malos,
nuestro juego casi seguro responderá a esta expectativa. Afortunadamente
también ocurre el proceso inverso. Así es que lo mejor será tratar a cada cual
según su grado de madurez.
Ejemplo: "Un taller mecánico registraba una baja productividad hasta que el
responsable fue sustituido. El nuevo responsable se percató de la valía de dos de
sus subalternos, los cuales requerían delegación de responsabilidades y un estilo
democrático para que trabajaran a gusto. El nuevo responsable actuó con ellos
fijando ritmos de trabajo y consultándoles decisiones, en tanto era más
autoritario con el resto de la plantilla. El resultado de esta estrategia fue
espectacular."
Conducir una reunión aunque algunas personas estén en contra nuestra sin
aparentar tensión ni sentirse molesto por comentarios sarcásticos.
Estar tranquilo en una reunión en la que todo el mundo está nervioso.
Especial mérito cuando la persona inquieta resulta ser nuestro jefe.
En una reunión somos los únicos en emitir un voto sincero a pesar de que no
coincida con el voto del resto de participantes.
Otro directivo de nuestro mismo nivel jerárquico juega a ver "quién manda
más", pero nosotros esquivamos los retos que nos pone sencillamente
porque no necesitamos demostrarnos nuestra capacidad de liderazgo o
mando.
En símil automovilístico, aceptar nuestras limitaciones es conocer y respetar
nuestra "velocidad máxima de conducción". De nada sirve ir más deprisa si
sabemos que el motor va a detenerse por sobrecalentamiento. ¿Sirve de algo
estar despierto toda la noche dándole vueltas a un problema sin solución? Las
personas de temple obsesivo tienen especiales dificultades cuando tratan de
desconectar. Una y otra vez les vienen a la cabeza aquellas ideas capaces de
provocarles desasosiego. La consecuencia es deslizarse poco a poco hacia el
insomnio, la tensión nerviosa o incluso la depresión.
Las personas hiperresponsables no aceptan fácilmente sus propias limitaciones. La
hiperresponsabilidad se cura en parte eliminando las interpretaciones culpables.
Casi siempre hay dos maneras de analizar un fracaso: dando énfasis a los factores
"objetivos", o priorizando los factores dependientes de nuestra voluntad y acción.
Los hiperresponsables deben aprender a manejar estos factores "objetivos".
Nos dan una mala noticia y lanzamos varias palabrotas, pero en ningún caso
nos descontrolamos, sino más bien lo hacemos para desahogarnos, como un
ejercicio de higiene mental que nos capacita de inmediato para pensar
racionalmente sobre el tema.
Uno de los estudiantes en prácticas nos hace una observación sobre una de
las ideas que manejábamos para mejorar la producción. En un primer
momento tenemos el impulso de considerarlo una tontería, pero estudiamos
el argumento y comprobamos que tiene razón.
Se nos ocurre una idea revolucionaria para reducir costes. Tenemos la
tentación de anunciarlo a lo grande pero por fortuna lo introducimos para
"su estudio". A la postre se demuestra inviable.
Cuesta poco repartir prebendas cuando las cosas van bien. Pero la generosidad se
debe aplicar sobre todo cuando hay problemas, evitando culpabilizaciones y
asumiendo responsabilidades.
Ejemplos de "Generosidad sobre todo en el fracaso":
¿QUÉ ES PODER?
Tiene poder quien manda, quien puede cambiar y dirigir la actividad de las otras
personas. Pero la realidad es engañosa. Las personas podemos tener diversos tipos
de poder: por las fuentes de donde proviene el poder, por los actos que podemos
poner en marcha para forzar conductas y por la vinculación que establecemos con
otras personas.
ESTILOS DE LIDERAZGO
Este estilo directivo sólo puede funcionar en empresas donde cada trabajador es
propietario de su rendimiento (de manera real o simbólica).
Bibliografía consultada:
M. Couto, "Como hablar bien en público", Ed. Gestión 2000
Solomon M., "Que decir cuando...", Editorial Pirámide"
F. Borrell, "Comunicar bien para dirigir mejor", Ed. Gestión 2000
F. Borrell, "Como trabajar en equipo", Ed. Gestión
Eiser, "Psicología Social. Actitudes, cognición y conducta social", Ed. Pirámide
R. L. Genua, "Cuidado con lo que dice...", Ed. Gestión 2000
D. Robinson, "Cómo potenciar su imagen", Ed. Gestión 2000
Breakwell, "Como realizar entrevistas con éxito", Ed. Gestión 2000
Bion, "Experiencias en grupo", Ed. Paidos
Langdon, "Como ser el mejor lider", Ed. Gestión 2000
EL GRUPO EN LA EMPRESA
En el ámbito laboral se forman los grupos dentro de una organización
para cubrir un área funcional: venta, producción, finanzas, distribución,
servicio al cliente, etc. El objetivo a lograr por esa área funcional suele
distribuirse con el fin de cubrir las necesidades de la empresa, desde la
profesionalidad y destreza de cada individuo. La figura del jefe suele
regular y ajustar las aportaciones de los integrantes del departamento o
sección.
Hace algún tiempo llegó a mis manos una fábula de un escritor italiano
que rezaba:
Las empresas hoy día buscan personas que estén bien formadas
profesionalmente, que sean expertos en su especialidad (se supone que
para eso pasan por la Escuela y por la Universidad). Sin embargo, la
mayoria de esas empresas, valoran cada vez más otros aspectos
fundamentales para ser competitivos y ofrecer un servicio que tenga un
valor añadido. A nivel de colaborador o a nivel de responsable buscan,
entre otras competencias, el saber implicarse y liderar grupos de
trabajo.
Lo primero es contar con la motivación de los empleados a tu cargo. «Si una persona
está motivada va a estar implicada y es uno de los aspectos fundamentales para realizar
un buen trabajo», explica González. «Ahí entran aspectos individuales y colectivos. A
cada persona se le tiene que motivar de forma distinta porque tiene unas aspiraciones
diferentes. También debe tener en cuenta el grupo que tiene a su cargo, y procurar unas
pautas comunes para no entrar en discriminaciones».
[ Lo principal es predicar con el ejemplo ]
El jefe va a ser la referencia, el ejemplo a seguir. Según el executive manager de Page
Personnel, la imitación es algo habitual en el empleado: «Cuando una persona se
incorpora a una compañía lo que hace es copiar a su superior» y seguramente va a
repetir los errores de la persona que tiene por encima.
De ahí que el jefe deba medir sus pasos. En este sentido, cada vez son más las
compañías que abogan por una evaluación total. «Desde hace unos años se está
poniendo en marcha un mecanismo, la evaluación de 360 grados, en la que, además de
que el jefe valore a sus trabajadores, también los empleados evalúan a su superior».
Algo para lo que se necesita una cierta capacidad de autocrítica, puesto que pueden
surgir aspectos a cambiar del responsable que creía que estaba haciendo bien las cosas.
«Eso sí, dejando muy claro a los trabajadores que debe ser una crítica constructiva. Si
hay un problema, hay que dar soluciones», explica González.
De todas estas afirmaciones podemos sacar en claro que un buen jefe nace y se hace.
«Hay aspectos más personales, como pueda ser la extroversión, junto con la
comunicación, que sea más capacitada para transmitir mensajes, para motivar más a las
personas, para tener más escucha, para crear más empatía, ser más próximo; pero de
todas maneras esos aspectos se pueden trabajar». Todos estos puntos requieren
autocrítica. Y el que piense que ha nacido siendo jefe está equivocado, puede tener
mayores capacidades, pero se tienen que trabajar.
El jefe no es sólo el director o responsable capaz de hacer bien su trabajo, sino el que
sabe reconocer la labor de los demás. «Todo el mundo busca reconocimiento y no
siempre tiene que ser ‘económico’. Si una persona no se siente reconocida en una
empresa puede ser una de las causas de la desmotivación».