Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Alejandro Palizada
turbio, bia.
(Del lat. turbĭdus).
1. adj. Mezclado o alterado por algo que oscurece o quita la claridad
natural o transparencia.
2. adj. Dicho de tiempos o circunstancias: Revueltos, dudosos,
azarosos.
3. adj. Dicho de la visión, del lenguaje, de la locución, etc.: Confusos,
poco claros.
Sin definición, la pintura de Raúl Zárate embiste conscientemente las tres reglas de la
perspectiva académica: la talla proporcionada de los objetos, la atenuación de los colore y la
disminución del detalle con relación a la mayor distancia en que son ubicados. Ello tiene por
consecuencia una deformación de la perspectiva –fallida de forma deliberada-, la vivacidad de
los colores a igualdad en los diferentes planos de composición –sin atenuación en los planos
profundos- y un mismo grado de detalle para todos los objetos.
Perspectiva, profundidad e intensidad se construyen de un modo diferente: a través del
color y el trazo duro, Zárate obliga al espectador a interactuar con la pintura: los colores, a
fuerza de densidad, opacan los detalles; las formas, contundentes y a veces violentas,
despersonalizan sus objetos. Y así el cuadro deviene turbio: una pintura grave pero asible,
densa pero nítida. No es casual que en gran cantidad de obras la base sea un fondo negro y el
azul irrumpa con sugerente frecuencia: el mundo pictórico de Zárate emerge de un entorno
sombrío y ahí el color (luz, a fin de cuentas) halla su mayor expresión. El azul es un color que
guarda una tristeza honrosa, pero también es un símbolo de aliento, de supervivencia. Es en la
sombra que la sensibilidad humana descubre su más profunda potencia, su más clara
expresión.
Raúl Zárate es sin duda el gran pintor de esta ciudad: su obra es el mejor argumento de
esta afirmación. Dejó su ciudad natal a los dieciséis años con destino la ciudad de México, y
luego de un largo periplo regresó para dedicarse a la pintura. En París, en donde logró exponer
en tres diferentes salas en tan solo mes y medio, Zárate fue reconocido por críticos y
espectadores. Fue el escritor Fernando del Paso –autor de una inmensa obra y considerado
uno de los mejores escritores mexicanos por sus novelas Noticias del Imperio y Palinuro de
México-; quien entonces trabajaba como Consejero Cultural de México en Francia y como
productor y escritor para Radio France Internationale, quien hizo el honor de cortar el listón
para inaugurar la muestra de Raúl Zárate instalada en el Pabellón Mexicano de la Ville
Universitaire en la Universidad de la Sorbonne. Las críticas vertidas a su obra en Europa
resaltan el modo obsesivo con el que Zárate trabajó la textura de cualquier material donde
plasmó su obra con maestría.
Las obras de Raúl Zárate hallan su valor en ser expresión de un paseante: el mundo está ahí a
la vista de todos, pero sólo el artista es capaz de reconocer la intensidad que la vida oculta; sólo
él es capaz de responder con igual fuerza. Acaso será por eso que sus escenas de Irapuato
dejan de ser paisajes de una ciudad del Bajío mexicano para convertirse en experiencias de un
hombre que es todos los hombres: es decir, experiencia de un tiempo, de un corazón que ahí
pintó sus pasiones. “Uno mismo es Dios y el demonio. Es mi creencia” dice Raúl Zárate.