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El refrán “Hoy por ti, mañana por mí” es un dicho popular basado en los valores de la
amistad, la solidaridad y, muy especialmente, la reciprocidad.
El refrán da a entender la disponibilidad de una persona para ayudar a alguien con quien
tiene una relación amistosa, y que en el futuro espera contar con su apoyo.
El dicho proviene de una antigua imagen o leyenda popular en la cual un ladrón iba llenando
un saco con las monedas que robaba. Cuando llenó el saco, lo apretó para abrir espacio para
más y este se rompió, perdiendo todo el dinero recolectado.
El dicho se usa también con frecuencia cuando alguien alcanza una meta soñada desde hacía
mucho tiempo, mientras que sus rivales se le adelantaban o mientras que era criticado por
su empeño.
El refrán “dime con quién andas, y te diré quién eres” es muy usado como una manera de
aconsejar a las personas a no creer solo en lo que la persona dice de sí, pero más bien ser
observador porque el conocimiento de las personas que la rodean puede revelar quién la
persona realmente es.
Perro que ladra no muerde:
"Perro que ladra no muerde" se refiere a una persona que asusta pero no actúa.
El refrán o expresión perro que ladra no muerde insinúa que una persona que habla mucho,
discute mucho, se queja mucho o hace mucho ruido no será una persona de acción, o sea,
no cumplirá sus amenazas.
No se conoce el origen exacto de la expresión perro que ladra no muerde pero se sabe que
nace de dichos campesinos de algún lugar de la Europa Oriental. El dicho nace porque se ha
observado que los perros que ladran mucho generalmente no tienen intención de morder
sino solo de asustar y eso es aplicado para las personas que 'ladran mucho'.
Este refrán enseña a los individuos que cuando se recibe un obsequio como regalo, no se
debe de buscar defectos, aspectos negativos, ni criticar el mismo. Todo lo contrario, se debe
de recibir con buen agrado y agradecer por el gesto.
En este sentido, es un dicho que esconde cierta amonestación hacia aquellos que descuidan
en su propio hogar las cosas con las que, fuera de él, se ganan el pan.
Así, se interpreta que en la casa de un herrero debería ser, precisamente, el lugar donde los
utensilios e instrumentos deberían ser labrados en hierro. De allí que el refrán señale la
paradoja de algunas situaciones de la vida: un chef que nunca cocina en casa, el automóvil
descompuesto de un mecánico o los dientes descuidados de los hijos de un odontólogo.