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Esta es una lista de animales clasificados según el número de neuronas en todo su sistema nervioso y el número de neuronas en su cerebro (para
los que poseen uno). Estas cifras son estimaciones derivadas de la multiplicación de la densidad de neuronas en un animal particular, por el
volumen medio del cerebro del animal.
Índice
1Visión general
2Sistema nervioso entero
3Córtex cerebral
4Véase también
5Referencias
Visión general[editar]
Las neuronas son las células que transmiten información en el sistema nervioso de un animal de modo que pueda recibir estímulos de su entorno
y reaccionar de acuerdo a ellos. No todos los animales tienen neuronas (por ejemplo los placozoos y esponjas no las tienen) y no todos los que
tienen neuronas poseen capacidad de sentir (sintiencia).
Las neuronas pueden estar empaquetadas para formar estructuras como el cerebro de vertebrados o los ganglios neuronales de insectos.
El número de neuronas y su abundancia relativa en partes diferentes del cerebro es un determinante de la función neuronal y, consiguientemente,
del comportamiento.
Córtex cerebral[editar]
El córtex cerebral es el manto de tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales, siendo el responsable de la percepción, la
imaginación, el pensamiento, el juicio y la decisión, por lo cual, está estrechamente vinculado a la inteligencia de las especies.
Tejidos animales
Conectivo
SANGRE
Eritrocitos
Plaquetas
Neutrófilos
Eosinófilos
Basófilos
Monocitos
Linfocitos
Todas las marcas
Sin marcas
Ejercicio
Los eritrocitos tienen una forma bicóncava de unas 7,5 µm de diámetro. Con tinciones
generales aparecen de color rosado o rojizo. En la sangre fresca, son los responsables de dar el
color rojo a la sangre por su alto contenido en hemoglobina, una proteína que contiene hierro en
su estructura. Los eritrocitos son las estructuras celulares más abundantes de la sangre.
Constituyen aproximadamente el 45 % del volumen sanguíneo. El eritrocito, en mamíferos, se
puede considerar como una célula modificada para su función puesto que no posee núcleo y
carece de mitocondrias y otros orgánulos celulares.
Las plaquetas son pequeñas porciones de citoplasma sin núcleo. En los frotis de sangre
aparecen como pequeñas fragmentos, a veces formando agregados, de un color azul o violáceo
pálido. Están presentes en los mamíferos, pero no en los vertebrados. Se forman mediante
"desgajes" del citoplasma de unas células denominadas megacariocitos que se encuentran en la
médula ósea.
Los leucocitos, o glóbulos blancos, son células nucleadas e incoloras en la sangre fresca.
Por eso para su observación hay que emplear colorantes. Los leucocitos se clasifican
en granulares y agranulares. Los leucocitos presentan en su citoplasma granos de dos tipos,
azurófilos o primarios, que son lisosomas, y específicos o secundarios de contenido variado.
Todos tienen granos azurófilos pero los granos específicos son característicos de los granulares.
Los leucocitos granulares son los neutrófilos, eosinófilos y basófilos , mientras que los no
granulares son los linfocitos y los monocitos. Los neutrófilos son los leucocitos granulares más
abundantes y representan el 60-70% de todos los leucocitos. Se reconocen fácilmente por su
núcleo multilobulado. Presentan gránulos azurófilos, pero en mayor cantidad granos específicos
con un contenido en lisozimas, activadores del complemento, colagenasas, etcétera.
Los eosinófilos representan del 2 al 5% de la población leucocitaria. Su núcleo es bilobulado y en
su citoplasma los granos específicos se caracterizan por su fuerte apetencia por colorantes ácidos
como la eosina, presentando un intenso color fucsia o rojo. Los basófilos son los leucocitos
granulares menos abundantes y más pequeños, representando el 0.5% del total. Su núcleo es
poco lobulado. Se caracterizan por poseer granos específicos que se tiñen con colorantes básicos
como la hematoxilina, y por ello aparecen de color púrpura azulado intenso.
HÍGADO
Lobulillo
Vena centrolobulillar
Tríadas portales
Capilares sinusoidales
Todas las marcas
Sin marcas
Órgano: hígado.
El hígado es la glándula, órgano, o víscera más grande del cuerpo. Está situado bajo el
diafragma y protegido por las costillas, y lo recubre una cápsula de tejido conectivo fibroso
(cápsula de Glisson) que penetra en el órgano para formar tabiques que lo dividen en lóbulos y
lobulillos. La formación del hígado es a partir de una invaginación del tubo digestivo que se
produce durante el desarrollo embrionario, por tanto tiene un origen epitelial. Los hepatocitos son
las células que forman la mayor parte del hígado y son las principales responsables de su función.
Una gran parte de la sangre que llega al hígado proviene de la vena porta que recoge los
productos de la digestión que han sido absorbidos. Esta fuerte irrigación sanguínea es lo que
hace que tengan un color rojizo. Las funciones del hígado están estrechamente relacionadas con
las del tubo digestivo, pero no sólo con ellas.
Los conductos biliares, que forman parte de la tríada, recogerán el contenido exocrino de los
hepatocitos que se denomina bilis. Esta excreción irá en sentido contrario a la corriente que
discurre por los capilares sinusoidales, es decir, se dirige desde los hepatocitos hasta los
conductos biliares de la periferia del lobulillo hepático. Esto es posible porque las membranas
plasmáticas de hepatocitos continuos crean unos espacios interconectados que forman los
denominados canalículos biliares, los cuales se organizan en una red anastomosada que termina
por fusionarse con los canales biliares.
Los hepatocitos suponen más del 75 % del hígado y se organizan en láminas o trabéculas
con perforaciones, frecuentemente de una célula de espesor, que se fusionan entre sí para formar
un entramado complejo de forma parecida a una esponja. Entre las láminas circulan los capilares
sinusoidales que poseen un pequeño calibre, y entre el endotelio de éstos y los hepatocitos
existen unos espacios acelulares denominados espacios perisinuosidales o espacios de Disse.
Los hepatocitos liberan dos tipos de sustancias: endocrinas hacia los capilares sinusoidales y
exocrinas hacia los canalículos biliares. Son células relativamente grandes, unas 20 a 30 μm, con
núcleos redondeados, algunas son binucleadas, y la mayoría son tetraploides.
Hepatocito
Los hepatocitos son los responsables de la secreción endocrina de una gran cantidad de
proteínas plasmáticas como albúminas, lipoproteínas (transportan colesterol), glucoproteínas
como la transferrina, protrombina y fibrinógenos (responsables de la coagulación sanguínea).
También almacenan y modifican vitaminas tales como la A, la D o la K, y hormonas tales como
hormona del crecimiento. La insulina y el glucagón son hormonas degradadas principalmente en
el hígado. Son centros de detoxificación de primer orden, participando en el catabolismo de
toxinas y moléculas externas al organismo (como la mayoría de los fármacos). Son importantes
en el metabolismo de carbohidratos (gluconeogénesis, glucogenolisis y glucogenogénesis) y
lípidos (síntesis de triglicéridos y colesterol). Además, sintetizan, a partir de amonio, la mayor
cantidad de la urea que se produce en el organismo, y que posteriormente será excretada en los
riñones. En el hígado también se elimina por fagocitosis un 20 % de los glóbulos rojos envejecidos
(el 80 % restante se elimina en el bazo) por medio de macrófagos denominados células de
Kupffer.
Los hepatocitos producen la bilis. Es recogida en los canalículos biliares, conductos que
salen de los lóbulos hepáticos y se unen para formar los conductos biliares. Éstos drenan en los
conductos hepáticos derecho e izquierdo, los cuales salen del hígado y convergen en un sólo
conducto denominado conducto hepático común, al cual está conectado el almacén temporal de
la bilis que es la vesícula biliar a través del conducto cístico. Finalmente, la bilis se conduce hasta
el duodeno a través del conducto biliar común. Es una solución acuosa que contiene productos de
deshecho que son enviados al intestino y eliminados, pero la bilis también contiene componentes
útiles que ayudan a la digestión como sales biliares, proteínas, colesterol y hormonas. Las sales
biliares ayudan en la digestión de las grasas.