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Facultad de Filosofía y Humanidades

Departamento de Filosofía

B. Autoconciencia

Expositores: Pablo Barrientos


Gonzalo Correa
Agustín Palma
Curso: Seminario de Hegel.
Profesor: Eduardo Molina.
Fecha:
En el presente informe presentaremos el capítulo de la Autoconciencia, desde su
introducción, llamada "La verdad de la certeza de sí mismo", hasta la "Independencia y
sujeción de la autoconciencia; señorío y servidumbre". En esta primera parte, queremos
llegar a la conclusión de Hegel de que la autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en
otra autoconciencia, pero para ello hemos de recorrer los estados anteriores de la
conciencia, comenzando por la actitud realista de la conciencia.

1. La autoconciencia en sí

En los momentos anteriores, la verdad era para la conciencia algo distinto a ella
misma, por esta razón, Hegel afirma que la conciencia tenía siempre un "saber de otro".
Con lo anterior, Hegel se refiere a la actitud realista que predomina en los momentos de la
certeza sensible, la percepción y fuerza y entendimiento. La verdad era para la conciencia
una subsistencia simple e independiente a ella misma. Esta subsistencia era experimentada
como algo "en sí", pero luego de los fracasos de los momentos anteriores, la conciencia
comprende que este "en sí" solamente puede ser "para otro", vale decir, el ser "en sí" es
siempre "para otro". Así surge una nueva figura, en la que el ser en sí es lo mismo que ser
para otro, y en la que la conciencia es ella misma lo verdadero.
La conciencia comienza a saber de sí, y el saber de otro desaparece.
Progresivamente, la conciencia comprende que la verdad del mundo no está en él, sino en
ella misma. Hegel lo expresa diciendo que el ser o las esencias de los momentos anteriores
comienzan a verse como momentos de la autoconciencia. La autoconciencia es reflexión,
vale decir, es un retorno desde el ser del mundo sensible al ser en sí de la conciencia.
Conviene destacar que en un primer momento, el "saber de sí" es como un "saber de otro",
es decir, la conciencia se concibe ella misma como un objeto de conocimiento. Esta
diferencia interior de la conciencia es superada una vez que se afirma simplemente la
verdad de "yo soy yo". Hay que tener claro que la esencia de la autoconciencia es la unidad
de la conciencia consigo misma, pero esta unidad no ha sido alcanzada aún; podemos
afirmar que la conciencia no sabe que desea alcanzar esta unidad. Por esta razón, la unidad
puede ser expresada como el deseo en general. En Hegel, el deseo es el movimiento de la
conciencia que no respeta el ser sino que lo niega, se apodera de él de forma concreta y lo
hace suyo.
Recapitulando, la conciencia, como autoconciencia, tiene un doble objeto:
1) el objeto inmediato de la certeza sensible y la percepción, que está marcado como lo
negativo, como lo que es solamente para ella.
2) Ella misma, que es su verdadera esencia.
El camino de la autoconciencia es el camino mediante el cual la conciencia
alcanzará la igualdad de sí misma consigo misma.

2. Vida

Con la introducción del concepto de autoconciencia, Hegel afirma que la esencia de


la autoconciencia es el deseo, y de esto se desprende que todo objeto de la conciencia es
también objeto de deseo. Para entender qué es el deseo, tenemos que recordar que sólo la
conciencia es ser en sí, mientras que los objetos son siempre para otros; por esta razón
dijimos que el deseo es el movimiento de la conciencia que no respeta el ser sino que lo
niega. En el capítulo sobre la certeza sensible, Hegel dice con ironía: "... los animales [...]
no se detienen ante las cosas sensibles como si fuesen cosas en sí, sino que, desesperando
de esta realidad [Realität] y en plena certeza de su nulidad, se apoderan de ellas sin más y
las devoran..."1 Esta es la verdad de las cosas sensibles: ellas no son. Sin embargo, la
conciencia natural no está iniciada en esta sabiduría.
La conciencia natural se conduce primeramente a los objetos sensibles en una
actitud realista, porque los toma como "cosas en sí". La conciencia aún no comprende, en
palabras de Kant en la Crítica de la Razón Pura, que todos los objetos sensibles son
representaciones para ella.
AGUSTÍN
“El simple yo sólo es este género o lo simple universal para lo que las diferencias no lo son
en cuanto es la esencia negativa de los momentos independientes que se han configurado”
En otras palabras, el yo es para el cual no son las diferencias, no cabe el otro, en cuanto él
es esencia negadora, esto es, el yo esencialmente niega lo otro, lo diferente, unificándolo y
reconociéndolo como lo que es. Mediante esta superación de lo otro, la autonconciencia
logra estar cierta de sí misma, pues es ella la que reconoce. Mirándolo desde un punto de
vista kantiano, se puede decir que la satisfacción deviene de que el objeto es para el sujeto:
1
Hegel, G. W. F. Fenomenología del espíritu. Trad. Wenceslao Roces. México: FCE,
1966, p. 69.
es el sujeto mismo el que da forma y unifica a esto otro, constituyéndolo como objeto: esta
es la verdad objetiva del sujeto. La autoconciencia, en palabras de Hegel: “pone para sí esta
nulidad como su verdad, aniquila el objeto independiente y se da con ello la certeza de sí
misma como verdadera certeza, como una certeza que ha devenido para ella misma de
modo objetivo”.

Sin embargo, la conciencia necesita aniquilar aquellas "cosas en sí" para asegurar su
subsistencia. Con esto, la conciencia alcanza un primer grado de autoconciencia, porque se
sabe viva gracias a que necesita subsistir. En esta certeza de sí misma, la conciencia
reconoce que es parte de un género, que forma parte de lo todo aquello que tiene vida. La
vida es tomada aquí en general, y podemos definirla con palabras de Hegel como "el todo
que se desarrolla, disuelve su desarrollo y se mantiene siempre en movimiento." 2 En este
proceso de fluidez que es la vida, los seres vivos se diferencian del todo y se hacen
independientes. Hay un movimiento dialéctico en la vida: la fluidez universal es el en sí y
lo diferenciado de ella (los entes) es lo otro. Pero, la vida deviene "lo otro" porque ahora es
para "la diferencia", y la diferencia debemos entenderla como un ser vivo conciente. Para
un ser vivo conciente algo vivo puede ser objeto de su deseo. Con esto pasamos al segundo
momento del deseo.

3. El yo y la apetencia

Decíamos que la conciencia tiene certeza de sí misma mediante la aniquilación de


un objeto sensible que le permite subsistir, pero esta certeza de sí misma está condicionada
por el objeto que ha necesitado "negar" o "aniquilar". Esto reproduce el deseo y la
conciencia no logra superar al objeto mediante su actitud negativa ante él. En palabras de
Hegel, "la autoconciencia sólo puede lograr su satisfacción en cuanto que el objeto mismo
cumple en él la negación; y tiene que cumplir en sí esta negación de sí mismo, pues el
objeto es en sí lo negativo."3 La conciencia sabe de la nulidad de los objetos sensibles, pero
no puede avanzar en el camino de la autoconciencia mediante la satisfacción de su deseo en
los objetos sensibles.
2
Ibíd., p. 111.
3
Ibíd., p. 112.
Lo que desea la conciencia es algo vivo, porque es más cercana a ella misma y
porque en lo vivo se cumple la negación del objeto sensible y su aniquilación. Pensemos en
un animal que, independiente de la conciencia, aniquila objetos sensibles para asegurarse su
subsistencia. La conciencia se verá reflejada en él, y con esto cumplirá su deseo. Ahora
bien, este animal puede ser otra conciencia. Con esto nos encaminamos al verdadero deseo
de la conciencia, que en realidad se busca a sí misma en lo otro, puesto que desea el
reconocimiento. Jean-Luc Nancy, en su libro Hegel. La inquietud de lo negativo, afirma
que el deseo de la conciencia es un deseo de sujeto, es decir, el deseo del reconocimiento.
Hegel afirma que la autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en otra
autoconciencia. "En cuanto que una autoconciencia es el objeto, éste es tanto yo como
objeto."4 Una autoconciencia es "sujeto", porque sabe de sí misma, sin embargo, si ve a
otra autoconciencia la verá como "objeto". Ahora bien, al reconocerse en esa otra
autoconciencia, a la vez sabe que aquella autoconciencia es "sujeto" también y que
entonces ella misma es "objeto". En este reconocimiento mutuo se cumple la unidad sujeto-
objeto, que es la verdad de la autoconciencia.

4
Ibíd., p. 113.

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