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Los falsos profetas (7,15-20)

15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas pero por
dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los
espinos o higos de los abrojos? 17 Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo
da frutos malos. 18Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo
producir frutos buenos. 19Todo árbol que no da buen fruto es cortado y arrojado al fuego.
20 Así que por sus frutos los reconoceréis.

Jesús pone en alerta a sus discípulos contra falsos maestros que pueden seducirlos y perderlos.
Este problema es de todos los tiempos y de todas las edades. ¿Cómo discernir los casos o las
situaciones? “¡Por sus frutos los conoceréis!”.

Como norma general, una fe viva y una conducta moral correcta, de acuerdo a las normas de
Jesús, son la prueba de una persona buena. Este consejo será siempre de actualidad, pero era
especialmente importante en el tiempo en que escribía el evangelista. El “verdadero Profeta” y
el “auténtico Maestro” es Jesús. A él hay que seguir, dejando a un lado a los profetas y
maestros del judaísmo rabínico.

Mateo 7,15-20
a) Jesús previene a sus seguidores del peligro de los falsos profetas, los que se acercan
«con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces».
Les da una consigna: «por sus frutos los conoceréis». La comparación es muy expresiva:
un árbol puede ser muy bonito en su forma y en sus hojas y flores, pero si no da buenos
frutos, no vale. Ya se puede cortar y que sirva para leña.

b) Tanto el aviso como la consigna son de plena actualidad. Porque siempre ha habido,
junto a persecuciones del exterior, el peligro interior de los falsos profetas, que propagan,
con su ejemplo o con su palabra, caminos que no son los que Jesús nos ha enseñado.
El criterio que él da lo debe aplicar la comunidad cristiana siempre que surgen nuevos
movimientos o personas que llaman la atención, y de los que cabe la duda de si están
movidos por el Espíritu de Dios o por otros móviles más interesados.
Pero es también un modo de juzgarnos a nosotros mismos: ¿qué frutos producimos?
¿Decimos sólo palabras bonitas o también ofrecemos hechos? ¿somos sólo charlatanes
brillantes? Se nos puede juzgar igual que a un árbol, no por lo que aparenta, sino por lo
que produce. De un corazón agriado sólo pueden brotar frutos agrios. De un corazón
generoso y sereno, obras buenas y consoladoras.
Podemos hablar con discursos elocuentes de la justicia o de la comunidad o del amor o
de la democracia: pero la «prueba del nueve» es si damos frutos de todo eso. El
pensamiento de Cristo se recoge popularmente en muchas expresiones que van en la
misma dirección: «no es oro todo lo que reluce», «hay que predicar y dar trigo», «obras
son amores y no buenas razones»...
Pablo concretó más, al comparar lo que se puede esperar de quienes siguen criterios
humanos y de los que se dejan guiar por el Espíritu de Jesús: «las obras de la carne son
fornicación, impureza, idolatría, odios, discordia, celos, iras, divisiones, envidias... en
cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, fidelidad, dominio
de sí» (Ga 5,19-26).
POR EL FRUTO SE CONOCE AL ÁRBOL

1. Los falsos profetas. Partiendo Jesús del aviso sobre los falsos profetas que se acercan con
piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces, se remite a sus obras para conocerlos, lo
mismo que los árboles se conocen por sus frutos: "Los árboles sanos dan frutos sanos; los
árboles dañados dan frutos malos". Mediante este proceso inductivo y experimental, Jesús
previene contra el engaño de los falsos profetas, pastores y doctores que pretenden hablar
a la comunidad en nombre de Dios. Aunque su lenguaje sea suave y manso, su interior es
egoísmo sin escrúpulos. ¿Cómo conocerlos? Por su conducta, por sus obras; éstas delatan
sus verdaderas intenciones, como el fruto al árbol. Aviso y enseñanza que son extensivos a
todos los falsos discípulos de Jesús, los falsos hermanos.
"El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego". Esta consideración sobre el destino
del árbol malo, imagen del falso profeta, conecta con la predicación de Juan el Bautista. Éste
denunció la coartada de los fariseos y saduceos: fingiendo conversión ante el pueblo, que
veneraba al profeta auténtico que era el Bautista, acudían a su bautismo sin ánimo de
enmendarse. "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente? Dad el
fruto que pide la conversión. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen
fruto será talado y echado al fuego" (Mt 3,7s). El tema de los falsos profetas tuvo mucha
importancia en las primeras comunidades cristianas, como vemos por los escritos de entonces;
y lo sigue teniendo hoy día.
¿Cómo distinguir al verdadero profeta, al santo, al carismático? El criterio evangélico de hoy
será siempre de perenne actualidad y avalado por la experiencia: el fruto que producen con su
persona, palabra y conducta. San Pablo, después de enumerar exhaustivamente las obras de la
carne, da una lista de nueve frutos del Espíritu de Dios: amor, alegría y paz, comprensión,
servicialidad y bondad, lealtad, amabilidad y dominio de sí (Gal 5,22).

2. Los frutos del corazón. Hemos de ir a la raíz y al fruto del árbol para no andarnos por las
ramas; es decir, hemos de bajar al fondo de nuestro corazón para descubrir su maldad o su
bondad, su mentira o su verdad, su esterilidad o su fecundidad. Porque no es oro todo lo que •
brilla. ¿Y cuáles son los frutos por los que se conoce al discípulo de Jesús? Los que señala el
discurso del monte que venimos meditando estos días: la práctica de las bienaventuranzas, el
perdón y el amor a todos, incluido el enemigo, el dar sin pedir ni esperar nada a cambio, la
limosna, el desprendimiento, la oración, el no juzgar y condenar a los demás constituyéndonos
en guías improvisados, moralizantes censores y apremiantes fiscales de los demás sin haber
convertido el propio corazón o, al menos, intentar una mejora. El auténtico discípulo de Jesús,
el que es cristiano y profeta de verdad, el que se sabe incorporado a Cristo por el bautismo y la
obediencia de la fe,- no dejará de producir frutos maduros porque no podrá menos de pensar,
hablar y actuar como Jesús. Pero del árbol enfermo y del corazón que es un erial baldío no
pueden salir más que frutos malos, palabras y acciones estériles; porque lo que llevamos
dentro es lo que transparentamos y producimos. Por eso, desgraciadamente, en la palabra y
actuación de tantos cristianos de número se transvasa también el vacío interior y la inmadurez
religiosa, evidentes en sus criterios infantiles y egoístas, en sus críticas destructivas, agrias e
intolerantes, así como en su comportamiento farisaico que los induce al cumplo-y-miento, o
bien a constituirse en falsos profetas, guías ciegos de otros ciegos. Necesitamos un proceso
previo de interiorización para que la calidad y la fuerza de la savia evangélica se note en
nuestros frutos diarios. Pero ¿cómo sin oración ni contacto con Dios, sin experiencia de su
misterio, sin escucha y asimilación de su palabra, sin diálogo personal con él en el silencio de
nuestro corazón?
Mateo 7, 15-20

Cuidado con los profetas falsos, esos que se os acercan con piel de oveja, pero por dentro
son lobos rapaces.

En el Antiguo Testamento, Dios había advertido a menudo que nos pusiéramos en guardia
contra los «falsos profetas». Jesús subraya aquí cuan semejantes son extenormente a los
profetas auténticos: se visten con la capa de la buena doctrina y de la buena moral... por lo
tanto son difícilmente reconocibles. Así el gran peligro para la Iglesia no procede forzosamente
de sus enemigos externos, fácilmente conocidos, sino de aquellos que aparentando una vida
normal... son, de hecho, «lobos» rapaces, incluso cuando pretenden hablar en el nombre de
Dios.

Por sus frutos los reconoceréis.

Jesús es realista. «Mirad y ved cómo actúan...» El verdadero valor de una persona se
manifiesta por lo que hace. Por ejemplo, se puede hablar mucho de la Iglesia y no obedecerla
prácticamente. Jesús se ha enfrentado durante toda su vida a los escribas y fariseos, que eran
aparentemente gentes muy religiosas. La docilidad al Espíritu y la humildad son los frutos por
los que se reconoce al profeta auténtico.

¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así los árboles sanos dan frutos
buenos; los árboles dañados dan frutos malos.

¡Un «buen» fruto!

La calidad de una fruta depende de la calidad del árbol. Señor, transforma mi corazón para
que sea como una ¡fruta buena! de la que puedan alegrarse y alimentarse los demás. Y para
esto ¡que sea bueno el árbol! La raíz, el tronco, las ramas, todo el conjunto... para que los
frutos sean sabrosos. Sí, los gestos y las palabras exteriores no adquieren su valor auténtico
más que cuando son la expresión de una fidelidad interior a Dios y a la Iglesia.

Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos.

Es un buen criterio, para evaluar la autenticidad de un profeta, de un movimiento, o de una


opinión, el considerar, a la larga, sus resultados... ¿Cuáles han sido las consecuencias concretas
de esta acción, de esta opinión? La vida humana es «una»: todo se relaciona... pensamientos,
voluntades, actos.

¿Cuál es la orientación general de mi vida? Uno encuentra a veces a almas inquietas que se
imaginan que han roto su vida por un pecado mortal accidental... Ahora bien, Jesús nos dice
aquí que lo que cuenta es la trama general de una vida.

Todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego.

Mateo agrupó aquí unas fórmulas sobre el árbol, que seguramente fueron dichas en
circunstancias diversas. Notemos, por ejemplo, la correspondencia con la alegoría de la viña,
en san Juan ¡5,6... donde Juan insistía sobre la unión con la vid para tener vida y dar fruto.
Mateo insiste sobre la urgencia de la conversión: el juicio de Dios está cerca. ¿Habremos sido
un árbol sano? ¿Cuál habrá sido nuestra fecundidad? ¿Qué frutos sabrosos han sido los
nuestros? Todo ello, en este contexto, se dice de los falsos profetas ¡árboles echados al fuego!
Pero esto es verdad para cada uno de nosotros, si no nos preocupamos de dar fruto para la
vida eterna.
PORTUGUES

Jesus adverte seus seguidores do perigo dos falsos profetas, aqueles que se aproximam "
Eles vêm até vós vestidos com peles de ovelha, mas por dentro são
lobos ferozes. ".
Ele lhes dá um slogan: " Vós os conhecereis pelos seus frutos". A comparação é
muito expressiva: uma árvore pode ser muito bonita em sua forma e suas folhas e flores,
mas se não der bons frutos, não vale a pena. Pode ser cortado e usado para lenha.

Os falsos profetas Partindo advertência de Jesus sobre os falsos profetas, que vêm
vestidos como ovelhas, mas por dentro são lobos vorazes, consulte as suas obras ao
encontro deles, como as árvores são conhecidos pelos seus frutos: "árvores saudáveis
dar frutos saudável; árvores danificadas dão frutos ruins. " Através deste processo
indutivo e experimental, Jesus adverte contra o engano dos falsos profetas, pastores e
médicos que pretendem falar à comunidade em nome de Deus. Embora sua linguagem
seja suave e gentil, seu interior é egoísmo sem escrúpulos. Como conhecê-los? Por sua
conduta, por suas obras; eles revelam suas verdadeiras intenções, como o fruto da
árvore. Aviso e ensino que são extensivos a todos os falsos discípulos de Jesus, os falsos
irmãos.
Os frutos do coração
Temos que ir até a raiz e o fruto da árvore para não andar ao redor dos galhos; isto é,
devemos ir ao fundo do nosso coração para descobrir seu mal ou sua bondade, sua
mentira ou sua verdade, sua esterilidade ou sua fecundidade. Porque tudo que reluz não
é ouro. E quais são os frutos pelos quais o discípulo de Jesus é conhecido? Que marca o
discurso da montanha que vêm meditar nos dias de hoje: a prática do bem-aventuranças,
perdão e amor para todos, incluindo o inimigo, dando sem pedir ou esperar nada em
troca, esmola, desprendimento, oração, não julgar e condenar os outros fazendo-nos
guias improvisados e urgentes censores moralizantes fiscais dos outros sem ter
transformado o próprio coração, ou pelo menos tentar uma melhoria. O verdadeiro
discípulo de Jesus, que é cristão e profeta da verdade, conhecido incorporados a Cristo
pelo batismo e obediência da fé, - não deixar de produzir fruto maduro porque você não
pode deixar de pensar, falar e agir como Jesus Mas da árvore doente e do coração, que é
um deserto, só frutos ruins, palavras e ações estéreis podem sair; porque o que nós
carregamos dentro é o que nós transparecemos e produzimos. Então, infelizmente, em
palavra e ação do número de muitos cristãos também é decantado vazio interior e
religiosa, a imaturidade evidente em seus critérios infantis e egoístas em sua crítica
destrutiva, amargo e intolerante, bem como o seu comportamento hipócrita isso os
induz a realização e a se tornarem falsos profetas, guias cegos de outras pessoas cegas

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