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Clase 2.

El diagnóstico y los impactos de la


Crisis Global
Prof. Daniel García Delgado. (16-05)
.

Sitio: FLACSO Virtual


Seminario de Posgrado: Desarrollo, Políticas Públicas e Integración Regional
Curso:
2011
Clase 2. El diagnóstico y los impactos de la Crisis Global
Clase:
Prof. Daniel García Delgado. (16-05)
Impreso
Alejandra Beatriz Carral
por:
Fecha: jueves, 4 de agosto de 2011, 15:42

Tabla de contenidos
 Introducción
 I. La Crisis global en una Era de incertidumbre
 II. La necesidad de configurar un nuevo orden mundial
 III. La necesidad de un nuevo paradigma para América del Sur
 IV. Escenarios regionales de salida de la crisis
 V. La centralidad de las políticas públicas
 VI. El aumento de la coordinación y de las capacidades estatales a diversos niveles
 VII. A modo de conclusiones
 Bibliografía
Introducción
En esta primera clase, el Profesor Daniel García Delgado expondrá los
lineamientos generales de la Crisis global desatada en el año 2008 y los impactos
socioeconómicos y políticos que generó en distintos ámbitos. En segundo lugar, dará
cuenta del nuevo orden mundial y de la necesidad de repensar un nuevo paradigma
regional para América del Sur. En tercer lugar, esbozará algunos escenarios regionales
y remarcará la centralidad de las políticas públicas. Finalmente, analizará las
capacidades estatales y brindará algunas reflexiones finales. Hacia el final de esta clase,
encontrará una guía de preguntas a modo de repaso de los principales contenidos de
esta clase. La bibliografía será enviada por su Tutora en el Anuncio de esta clase.
I. La Crisis global en una Era de incertidumbre
Esta primera clase analiza el diagnóstico sobre la Crisis global desde 2008 a la
actualidad resaltando algunas de sus principales características, a pesar de ser una crisis
muy reciente y de presentar una complejidad manifiesta.

La primera idea que surge es que la crisis global generó una era de incertidumbre,
no sólo porque se deslegitimaron los golpes institucionales y las teorías vigentes, sino
también porque nadie sabe a ciencia cierta cómo y cuándo se saldrá definitivamente de
la misma y cómo afectará a los diversos países y regiones. En algún sentido, la crisis
inicialmente financiera e iniciada en los Estados Unidos ha cuestionado todas las
teorías, y en particular la ortodoxa y neoclásica, así como ha revitalizado las
perspectivas neodesarrollistas y neokeynesianas sobre el rol del Estado. Su principal
característica es la incertidumbre en cuanto a su profundidad y duración y en cuanto a si
las medidas implementadas serán suficientes y sobre qué sectores y sociedades recaerán
sus principales consecuencias.

La incertidumbre se debe, por un lado, a su carácter global y a la interdependencia


creciente entre las naciones desarrolladas y emergentes, y por otro lado, a la
deslegitimación significativa que han sufrido las organizaciones e instituciones
multilaterales que hasta ahora gerenciaban la gobernanza global. Y esta
incertidumbre genera costos crecientes para los gobiernos y las sociedades puesto que
tiende a reproducir el ciclo hacia la baja: menor consumo, menor inversión, crédito y
fuga a la seguridad.

En segundo lugar, la crisis comienza como el "desplome" de la burbuja de las


hipotecas subprime (Profundización: Un crédito subprime es una modalidad crediticia
del mercado financiero de Estados Unidos que se caracteriza por tener un nivel de
riesgo de impago superior a la media del resto de créditos. Este tipo de operaciones,
concedidas a particulares o empresas, se utilizan mayoritariamente en el mercado
inmobiliario estadounidense y llegó a representar en el 2007 un 12,7% del mercado.),
pero que rápidamente derrama sobre el sistema bancario paralelo de hedge funds,
sobre los grandes bancos comerciales y luego sobre la economía real, tanto de los
países desarrollados como de los países en desarrollo. Bruscamente, se configura una
situación internacional diferente a la predominante en la última década -de fuerte
crecimiento- y se transforma en una crisis global, sistémica. Probablemente, con
similar envergadura y gravedad a la Crisis del '30 pero en un contexto mundial
totalmente distinto. La crisis se produjo en los Estados Unidos a causa de un fuerte
proceso especulativo financiero enmarcado en un continuado doble-déficit (público y
comercial) de su economía. Así, la crisis de las hipotecas sub-prime y el escenario
mundial, se vieron agudizados severamente con la quiebra de Lehman Brothers y se
constituyó entonces en un "parte aguas", ya que el mundo desarrollado -que produce el
60% del PBI mundial- entró en un proceso recesivo con profunda influencia a escala
global.

Sostenemos que la misma crisis tiene una dimensión ética, porque la responsabilidad ha
sido del mundo desarrollado y en particular de los Estados Unidos, pero vemos que los
costos son pagados no sólo por los trabajadores sino también por los países en
desarrollo que se ven doblemente perjudicados, tanto por las condiciones recesivas del
nuevo escenario mundial como por el nuevo proteccionismo central. Asimismo la crisis
no ha sido causada sólo por un problema de codicia y corrupción o de moral individual,
sino que es producto de las reglas de juego del capitalismo y de una 'cancha' asimétrica
para estimular estas conductas, de las bajas normativas que estimulaban y hasta
premiaban la especulación y el apalancamiento financiero sobre activos ficticios, y que
en suma, fomentaban la concentración y la creciente desigualdad.

La tercera idea es que la crisis además de ser global fue también la crisis de un relato
y de una hegemonía del modelo neoliberal y de la globalización unipolar que se intentó
imponer al mundo en las últimas tres décadas. Es decir, no sólo involucró una
dimensión económica y financiera sino también una dimensión política: como crisis de
dominación, y junto con ello, del relato configurado por el economicismo, la Escuela
de Chicago, el Consenso de Washington, la Teoría Económica
Neoclásica

, el monetarismo y las expectativas racionales. Es notoria la crisis de perspectivas que


señalaban el 'fin de las ideologías, el 'fin de la historia', el 'fin del trabajo'; o de
la globalización naturalizada "como la lluvia". Del intento de uniformar todas las
naciones con estas reglas de juego del libre mercado -como si fueran "las nuevas tablas
de la ley". Una agenda que sobrevaloró el mercado, infravaloró el papel del Estado y
devaluó la dignidad del trabajo.

Asimismo esta crisis de hegemonía que abarca al conjunto de países del BRIC's1 que
interpelan sobre la necesidad de medidas globales que tengan equidad, sustentabilidad
en las soluciones para el conjunto: el pasaje de una multipolaridad económica a una
multipolaridad política.

Este nuevo contexto coincide además en un momento histórico particular de la


Argentina y de gran parte de los países de la región: la reciente celebración del
Bicentenario. Es precisamente un momento difícil, complejo y volátil, pero, a la vez,
oportuno para el debate y la reflexión. Para transformar la crisis global como
oportunidad y para ver sobre la tormenta inmediata la posibilidad de políticas de
Estado. En ese sentido, nos preguntamos: ¿cómo pensar una acción política virtuosa en
un contexto que parece, en principio, inmovilizante? El mismo contexto, a la vez,
implica una lucha de sentidos, tanto sobre nuestros logros, valores lo que somos como
el hacia dónde nos dirigimos, pero por sobre todo, la posibilidad de configurar una
visión estratégica, por lo menos en los tres niveles en que se juega la salida de la crisis:
el global, el regional y el nacional.

Por estas tres razones de la crisis -la incertidumbre, su carácter global y el inicio del
replanteo del orden mundial- se genera un debate tanto sobre la estrategia de
superación, sobre el modelo de desarrollo en Argentina y en la región, las
características de un rumbo que tenga como objetivos una sociedad más justa y
equilibrada. Porque la misma no solo deslegitima el mercado como mejor regulador,
sino que cambia las reglas del juego del comercio mundial que regían en la última
década y porque afecta las condiciones de funcionamiento de lo que hasta entonces
había sido un modelo exitoso de salida de la crisis nacional del 2001-02: el modelo
'productivista'.
Referencias:
1- Brasil, Rusia, India y China
II. La necesidad de configurar un nuevo orden mundial
La situación se tornó compleja, en un escenario donde se registró un intenso activismo
estatal para salvar bancos inyectando dinero, a empresas multinacionales -
particularmente las automotrices- y subsidiando consumos en algunos países y en
algunos casos regiones enteras como la Unión Europea, al actuar contracíclicamente
para promover reactivación a partir del gran derrumbe. Las respuestas de fuertes
inyecciones de dinero no parecen hasta ahora haber surtido los efectos deseados y la
crisis financiera continúa desplegando sus manifestaciones deletéreas tanto en la
perdida de activos como en los empleos. En este sentido, la desconfianza en los bancos
y la incertidumbre de la información cotidiana genera conductas que desincentivan las
inversiones, retraen el consumo y el ahorro en títulos públicos. Asimismo, genera
interrogantes acerca de ¿cómo disciplinar al mercado financiero en función de lo
productivo? O ¿cómo restablecer el equilibrio entre la misión reguladora del Estado, la
capacidad de generar riqueza del mercado y la voz de la sociedad, de los individuos, las
familias y los trabajadores en esta nueva situación?

Lo cierto es que la crisis global promueve un consenso novedoso sobre los problemas
de falta de regulación del actual sistema financiero y de gobernanza mundial. Esto
parece suceder tanto en los países centrales como en los países emergentes -en
particular sobre los paraísos fiscales y los fondos de cobertura. Se trata de saber cómo
"limpiar" de activos tóxicos el sistema, y cómo crear un nuevo orden internacional-.
Pero lo cierto es que el nuevo orden global y las instituciones a las que se aspira tienen
distintos contenidos de acuerdo sea la visión y los intereses de los países desarrollados
o la visión y los intereses de los países en desarrollo.

En este punto pueden diseñarse por lo menos tres escenarios sobre la superación de la
misma, más allá de algunas tesis sobre el fin del capitalismo o del fin de la
globalización o si de la globalización basada en el libre mercado. Probablemente nos
dirijamos a otra forma de globalización no basada en el libre mercado ni en la
unipolaridad, y a otro sistema económico mundial con mercado pero más regulado y en
diversos niveles.

1. Primer escenario: El avance proteccionista: un escenario donde predomina el


proteccionismo y los keynesianismos nacionales, con intervenciones, regulación y
sanciones de los especuladores pero donde cada país tienda a buscar soluciones
individuales. El pasar del "vale todo financiero" que dejó al mundo en la situación
actual, a un "vale todo proteccionista" que probablemente causará una crisis todavía
peor. Este escenario si bien se basa en la lógica necesidad de resolución de la crisis en
los Estados Unidos, podría ser riesgoso para el conjunto mundial en el sentido de
ahondar la recesión y prolongarla innecesariamente. Porque la falta de coordinación
supranacional debilita el impacto de las medidas anticrisis en todas las economías, sean
éstas desarrolladas o no. Es un escenario ambiguo, donde se agudiza el doble discurso
entre aperturistas y supuestos proteccionistas, donde los que defienden el libre comercio
en las palabras luego imponen restricciones que, cuando la realizan otros son
catalogados como "proteccionistas".

2. Segundo escenario: La coordinación supranacional con reposicionamiento central.


Es el escenario conformado mediante activismo estatal conjuntamente con alguna
coordinación supranacional en búsqueda de reformas del sistema financiero mundial,
pero con predominio de los intereses del mundo desarrollado. No sería un nuevo orden
mundial sino más bien la reproducción del mismo con algunos cambios y
probablemente mayor intervención de China en este acuerdo con el G7. Aquí habría un
aumento de la regulación de las entidades financieras, de los paraísos fiscales y los
movimientos internacionales de capitales. Un escenario donde las naciones más
avanzadas intentan imponer una única propuesta (plan de obra pública coordinado a
nivel mundial equivalente al 2% del producto de las naciones industriales; la creación
de un organismo internacional de control financiero, reforma al FMI, para que viabilice
ayuda a los países con dificultades).

Si bien es éste un escenario probable, porque el mundo desarrollado todavía conforma


un bloque consistente en el G7 mientras que el mundo emergente es heterogéneo y no
actúa en bloque, no seria equitativo. Implicaría varios cambios, pero que en esencia
intentaría mantener el statu quo del poder mundial, y donde el poder financiero es una
de sus vigas maestra, haciendo énfasis en temas como medio ambiente, en derechos
globales, pero que también pueden ser usados contra los países que tienen esos
recursos.

3. Tercer escenario: es también de acuerdos supranacionales que reconstruyan el


crédito, la producción y sustentabilidad a nivel global, pero que integra las perspectivas
e intereses del sur y de las naciones en desarrollo. El mismo supondría no sólo inyectar
dinero en los países ricos para salvar los bancos, sino de estatizarlos a fin de sanearlos y
recuperar el crédito. Implicaría una reformulación de los organismos multilaterales de
crédito, la reformulación total del Pacto de Bretton-Woods y de los organismos
políticos internacionales tales como la Organizaciones de la Naciones Unidas y la
instauración de un acuerdo en materia de políticas macroeconómicas globales, que
permitan sostener la demanda mundial y así poder defender a muchas sociedades que
están al borde de su capacidad de endeudamiento.

En ese sentido, para que esa negociación del G 20 resulte justa, se requiere en lo
inmediato que el Fondo Monetario Internacional (FMI) devuelva sin condicionamientos
los fondos que se fueron de los mercados emergentes por la crisis internacional; que se
amplíe su capital para los préstamos nuevos y se permita, a países como la Argentina
comprar con moneda local -pesos- bonos emitidos por el FMI para ampliar su
financiamiento futuro. Porque no sólo es necesario decidir cómo regular a los mercados
financieros y a los paraísos fiscales, sino que además urge "restablecer" el crédito en el
planeta, pues sin esta acción los países entran en crisis, las empresas no invierten y la
rueda de la economía comienza a entrar en un círculo vicioso.

Se trata de lograr un acuerdo en la OMC1 para la reapertura del comercio multilateral


que ahora está puesto en peligro por el crecimiento del proteccionismo de los países, y a
la vez para que se corrijan las asimetrías existentes en el comercio global para que el
desarrollo pueda ser lanzado por todos los países y no bajo las pretensiones actuales. En
Doha habrá que reformular el intercambio comercial mundial y establecer otro
equilibrio tanto en la composición de quiénes son los que toman las decisiones, como
en torno a los temas estratégicos, compras estatales, patentes, bienes comunes o
públicos a salvaguardar, etc.

Y asimismo, se trata de iniciar algún acuerdo sobre las reformas sobre la ONU2 , porque
la continuidad de la desaceleración del crecimiento, del malestar por el desempleo
puede profundizar los conflictos sociales y disparar nuevas guerras. Se requiere
legitimar instituciones hoy vaciadas de credibilidad. Democratizar la globalización
significa -a diferencia de la governanza global cosmopolita- modificar los equilibrios
de poder y de decisión tanto en los Organismos multilaterales como en esta institución.
Porque el dilema es: o las finanzas y las relaciones de fuerzas desnudas vuelven a
imponer un juego de suma cero para las democracias y la gobernabilidad de la mayoría
de los países, o la política propone otra lógica de bien común global y de regulación
para finanzas en función tanto de la producción como del equilibrio social y ambiental
del planeta.

Este tercer escenario no va a ser fácil de construir, ni se podrá establecer en forma


rápida, porque implica una lucha explicita por un orden mundial más justo. Y tampoco
alcanzaría sólo con la acción de los gobiernos de los países emergentes. Se requiere de
la convergencia de gobiernos con movimientos sociales, con la sociedad del
conocimiento porque también se trata de una lucha conceptual, teórica y ética. Se
intenta que los principales actores influyan en la opinión pública, en las redes
mundiales de ciudadanos actuando en favor de una política transformadora y de una
negociación que tenga en cuenta la necesidad de universalizar intereses para resolver la
crisis global mediante medidas y políticas que hagan un mundo más sustentable y más
justo.
Referencias:
1- Organización Mundial del Comercio.
2- Organización de las Naciones Unidas.
III. La necesidad de un nuevo paradigma para América
del Sur
El impacto de la crisis en la región fue significativo y, a la vez, diferenciado. En general
negativo para una región que se especializa en TLC1 o a la Unasur2 , el Pacto Andino
o al MERCOSUR- sufren diferenciada e injustamente una crisis que no generaron.

A su vez, este efecto presentó diferencias significativas según los países y fue de
particular gravedad en México y América Central, dada su total dependencia del
mercado norteamericano y el peso, en el nivel de ingresos de los sectores más
desfavorecidos, de las remesas de los migrantes. Pero toda la región se vió afectada por
la reducción del precio y el volumen de las exportaciones y las crecientes dificultades
para financiar un déficit en cuenta corriente que sólo temporalmente pudo ser sostenido
mediante la utilización de las reservas o el recurso a los organismos
multilaterales de crédito.

Tal vez la propagación de la crisis encontró a América Latina mejor posicionada que
Asia o Europa del Este. Sin embargo, la misma ha golpeado de lleno a la economía
brasileña en el cuarto trimestre del año 2008, en el cual su PBI cayó el 3,6% en
comparación con el tercer trimestre de ese mismo año y afectó el precio de las
commodities y el nivel de crecimiento de la región.

La crisis pareció dar protagonismo a los Estado-nación más que al comercio


internacional, y mostró una región en disputa creciente por supuestos proteccionismos,
devaluaciones competitivas y déficit comerciales. En principio, la crisis afectó al
MERCOSUR, o al menos el bloque apareció como más conflictivo. Porque la región
tenía una dinámica que derivaba del fuerte aumento de los intercambios comerciales, el
crecimiento de los precios de las commodities y de las buenas sintonías ideológicas de
los nuevos liderazgos políticos, pero últimamente aparece más problemática. Se
internalizó el debate sobre proteccionismo o libre comercio; la posibilidad de defender
empleo e industrias en uno u otro país y el intercambio bilateral entre Argentina y
Brasil y Uruguay, cobró así un tinte político fuerte. Cada país adoptó medidas para
moderar los impactos de la crisis. No hay política económica o monetaria común, por lo
que deben negociarse las mismas.

Por último se agudizaron los conflictos distributivos y de proyectos nacionales al


interior de los mismos países de la región. En donde los sectores posicionados en
commodities, y perspectivas aperturistas aumentaron sus presiones por eliminación de
retenciones o de agresivas devaluaciones conjuntamente con la mantención o reducción
de los niveles salariales. Así, la negociación fue distinta con la soja en niveles
históricos, lo mismo sucedió con el petróleo y con las exportaciones industriales en
alza; también ocurre esto cuando las commodities y la producción industrial están más
abajo y con incertidumbre en los mercados mundiales y un cierto colapso del comercio
mundial. En este contexto, no todo se resuelve con una devaluación agresiva; ésta en el
actual contexto no necesariamente tendría los resultados competitivos esperables o de
derrame sobre el empleo.

Sin embargo, enfrentar la crisis también en bloque hubiera sido más conveniente que
hacerlo país por país. Sobre todo, pensar que no solo es suficiente para superarla contar
con equilibrios macroeconómicos nacionales (gasto público, tipo de cambio, ahorro
interno) y menor dependencia del crédito externo. Las soluciones no son sólo
macroeconómicas y economicistas, sino también y fuertemente políticas, y no son solo
nacionales sino regionales y globales. Sobre todo en un mundo que requiere masa
crítica para negociar con algún poder para tener expectativas de cambios en las reglas
de juego de la governanza global y donde los bloques del G7 no están de acuerdo y
prima la incertidumbre sobre lo que sucederá.

En algún sentido, se plantea la necesidad para los países del MERCOSUR y en


particular para Brasil y Argentina, de dejar de seguir automáticamente los lineamientos
del Norte y buscar por sí mismos "respuestas originales para hacer frente a la crisis
económica y financiera mundial"; de dejar de comprar relatos y buscar un proyecto
propio. El pensamiento 'único', o 'céntrico' y su gravitación en los países en la periferia
del sistema, entra en crisis. Aparece un vacío teórico en el cual, la racionalidad de los
centros dominantes pierde bases de sustentación teórica, y consecuentemente debilita su
influencia hegemónica sobre las ideas y las políticas económicas del resto del mundo.
Es por ello, que según Mangabeira Unger, "Hay que reconstruir el Estado pero también
el mercado, porque el debate que se hace hoy en el mundo es estrecho, es un
keynesianismo fosilizado donde sólo se discuten dos temas superficiales, primero la
necesidad de regular los mercados financieros y segundo el imperativo de adoptar
políticas fiscales y monetarias expansionistas."

En cierta forma el keynesianismo inicial fue pensado para países centrales en una era de
predominio de los Estados nación y del industrialismo. Y si bien coincidiendo en la
necesidad de un mayor protagonismo del Estado en obra pública para reactivar y actuar
contracíclicamente en la actualidad, es necesario también considerar que los países de
América del Sur sufrieron y siguen sufriendo la crisis mundial fuertemente por dos
tipos de restricciones externas: una contracción muy fuerte del comercio mundial y
disminución de sus exportaciones, junto a la continuidad del endeudamiento externo, el
menor crédito y la fuga de capitales.

La búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo ha sido una preocupación en los países


de América del Sur a partir sobre todo a partir de la crisis de comienzos de este siglo
del modelo neoliberal. Desde entonces, diversos gobiernos de la región, progresistas,
populares y de centro-izquierda comenzaron a configurar políticas novedosas,
orientaciones neodesarrollistas, 'productivistas', de reestatización de recursos naturales
y democratización de sus sociedades. Y en algún sentido podemos distinguir distintas
lógicas y particularmente en América del Sur: además de la reproductiva del modelo
asociado a los TLC, con una perspectiva más vinculada al mercado, al aperturismo y a
una asociación estratégica con el NAFTA3 (ej Chile, Perú o Colombia); por otro, una
lógica emancipadora y más radicalizada vinculada a países como Venezuela, Ecuador y
Bolivia, con demandas asociadas a la recuperación de recursos naturales, indigenistas e
incorporación de formas de participación novedosa. Y por otro, perspectivas
neodesarrollistas coincidentes en muchos casos con las anteriores, pero donde se intenta
articularlas a un replanteo del modelo de desarrollo y del orden global.

Siguiendo esta última perspectiva, los temas del proteccionismo y el keynesianismo que
marcan el debate y las propuestas en el centro, podrían ser problematizados tomando
cierta distancia. Por un lado, criticando el proteccionismo reciente de los países
industrializados en detrimento de los países en desarrollo. Es decir, si bien
discursivamente aperturistas para afuera, pero protegiendo antes con barreras
paraarancelarias su producción agraria, ahora se vuelven proteccionistas en lo industrial
poniendo trabas a las producciones de acero y otros insumos de los países emergentes,
y en lo financiero, resolviendo los problemas de insolvencia con fuerte inyección de
dinero en sus bancos y empresas, pero manteniendo las fuertes exigencias del FMI de
las deudas de los emergentes y no regulando la fuga de dinero de los mismos.
Asimismo, los Organismos Multilaterales con sus recientes disculpas por haber
monitoreado los países en desarrollo más que a los centrales -donde verdaderamente
estalló la gran crisis- en realidad siguen escondiendo que estas instituciones fueron
hechas como herramientas financieras del poder sistémico y que hasta ahora siguen
siendo funcionales a éste, así siguen insistiendo hoy en varios países del G7 que: "las
condicionalidades de los préstamos no se negocian".

Por otro lado, en cuanto al debate en torno del keynesianismo, se escucha una
comparación habitual entre la crisis actual y la del '30; y pareciera sugerirse en varias
posturas que la solución a los problemas del presente está en la vuelta a las políticas del
pasado. Así como los referentes de la emergencia neoliberal fueron por ejemplo
Friedman, y la escuela monetarista, pareciera que la única referencia para enfrentar la
crisis global sería Keynes. Pero, la coyuntura política, económica tecnológica y social
de esta década es bien diferente a la de mediados del siglo pasado. Inclusive la
resolución de la industrialización sustitutiva y el Estado de Bienestar que surgió en la
región, estuvo más asociado a gobiernos populares industrializantes, al contexto de la
Segunda Guerra Mundial, y a las doctrinas estructuralistas cepalianas y desarrollistas.
En todo caso, a una tradición de pensamiento que establecía la problemática relación
centro-periferia como clave y que no estaba en el keynesianismo original. De modo
que, se trata de resaltar que los desafíos del presente implican la necesidad de
originalidad y masa crítica y no sólo repetición de fórmulas. Así no se puede resolver
esta crisis con las ideas del keynesianismo de mediados del siglo XX, ni a partir de los
ciclos capitalistas, sino que requieren de creatividad teórica y política y de un
pensamiento situado.

En este sentido, América del Sur puede ofrecer otro paradigma y no tiene por qué
seguir debates repetitivos sino buscar una orientación propia mediante matrices
neodesarrollistas, productivistas y alternativistas y experiencias políticas actuales de
inversión pública en infraestructura, en la generación directa de empleo por el Estado,
en políticas de vivienda y energía.

Asismismo, el Estado debe garantizar las inversiones que la iniciativa del mercado no
esta en condiciones de realizar. En la crisis global los países ricos están perdidos,
desorientados. Es una gran oportunidad para ampliar las bases productivas y
democratizar la economía de mercado. Como sostiene Mangabeira Unger, es necesario
"usar el poder del Estado para instrumentar la energía que hay debajo. Brasil y
Argentina tienen como atributo más importante su vitalidad. Somos países amables
pero vestimos una camisa de fuerza de instituciones copiadas que se oponen a esa
finalidad. Por eso la crisis de las potencias es una ocasión para romper la camisa de
fuerza y por eso necesitamos hacer lo que no estamos acostumbrados a hacer: innovar
en las instituciones." También puede incluirse medidas novedosas como estatización de
los fondos provisionales para generar empleo directo por el Estado, prohibición de
exportaciones de oro; inversión en obra publica con derrame territorial social, etc.

Este paradigma puede apoyarse en diversas fuentes:

- En un modelo de desarrollo integral e inclusivo, recuperando una tradición teórica


original de la región. Una perspectiva de búsqueda de sociedades con mayor valor
agregado, con mayor distribución y control del propio destino. Un rico acervo de
producción en sus ciencias sociales, y en orientaciones favorables a un desarrollo con
industrialización, innovación, teniendo en cuenta las condiciones periféricas aportado
por el neodesarrollismo el productivismo, neoestructuralismo y el actual activismo
estatal contracíclico.

- En tradiciones emancipadoras y democráticas, de movimientos sociales,


organizaciones de la sociedad civil en visiones alternativas y postulando una tradición
crítica sobre diversas temáticas (medioambientales, género, consumos, minorías,
derechos humanos, etc.), que estimulan a avanzar sobre nuevos derechos, pero sobre
todo en la crisis la defensa de lo social y lo productivo, el mantenimiento del nivel de
salarios y del empleo, el apoyo a las PyMEs y las mayores regulaciones sobre los
bancos para facilitar el crédito; el generar mecanismos de concertación social para
generar sinergias y autoconfianza en la gente de que de la crisis se saldrá con equidad, y
no con más inequidad y seguridad.

Asimismo planteos humanistas de valores y concepción de la persona de la tradición


judeo-cristiana y en los aportes de diversas Iglesias que contribuyeron a configurar una
tradición de dignidad de las personas y de búsqueda de inclusión y de lucha contra la
pobreza que abarca diversas dimensiones. Todo lo cual puede dar rol a las
organizaciones de la sociedad civil para participar en la generación de soluciones en
esta construcción colectiva.

- Y finalmente en la iniciativa, audacia y productividad de la política. En ese sentido,


los líderes políticos de la región han tenido y tienen una fuerte significación,
particularmente en épocas de crisis y de cambios estructurales (el PBI global disminuyó
en 2009 por primera vez desde la Segunda Guerra mundial y el comercio internacional
también redujo su ritmo de expansión como no se observaba desde la crisis de los años
30). En realidad nunca antes los presidentes de la región se habían reunido tanto como
hoy. Y la búsqueda de mayor autonomía y de un desarrollo integral es una propuesta
común en la mayoría de los mismos. Asimismo, hay productividad cuando se muestran
orientaciones y propuestas junto a las fuertes constricciones que rápidamente se hacen
sentir para gobernar, de los bloques conservadores y concentrados, de conflictos
intersectoriales y presiones comunicacionales.

Esto último da una importancia central en la política regional concebida como


negociación, flexibilidad, concertación, y búsqueda de juegos de suma positiva, más
que solo basada en un sistema de precios y de mercado. Porque no se trata solo de
defenderse de la crisis sino de transformar la realidad. Así la política concebida como
capacidad de negociación y coordinación regional de políticas públicas productivas,
comerciales y financieras es una de las claves para superar la crisis global.

Estas capacidades existen para superar las diferencias de intereses y otras posibilidades
de aumentar los intercambios, el financiamiento para impulsar infraestructura y
empresas comunes; los intercambios compensados, (ej. políticas bilaterales pueden
llevar a lo que Brasil compra fuera de su país lo haga en la Argentina y a la inversa, el
desarrollo de inversiones estratégicas entre empresas de ambos países, sistema de cupos
de exportación para que resulte conveniente y equitativo para las partes, y aumentar
aranceles del AEC, etc. Asimismo, la solidaridad con los países menos desarrollados y
modificar asimetrías, y formalizar nuevas incorporaciones (ej. Venezuela) forman parte
también de la nueva agenda estratégica.
Referencias:
1- Tratado de Libre Comercio.
2- Unión de Naciones Sudamericanas.
3- Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
IV. Escenarios regionales de salida de la crisis
No es fácil pronosticar en la turbulencia y más aún en una era de incertidumbre pero, a
la vez, también es necesario prever qué puede pasar con la región para alumbrar los
mejores caminos: si va hacia alianzas que fortalecen una vocación agroindustrial y
dependencia financiera (ingreso de divisas por exportaciones de commodities, alimentos
y biocombustibles a por ej., China y los Estados Unidos); o hacia otras que pueden
fortalecer la producción industrial, economías más integradas y más autónomas.
Máxime cuando los organismos internacionales especializados cambian sus
predicciones semana a semana y la turbulencia de la crisis global amenaza la situación
económica, social y política (gobernabilidad) de gobiernos que hasta hace poco estaban
muy consolidados.

De allí que presentemos dos escenarios probables. El primero, plantea el predominio de


lógicas reproductivas en donde los conflictos binacionales o de bloque se agudizan, y
donde cada país maximiza su inserción internacional previa (sea como actor global,
alianzas internas o externas, apertura a TLC, etc.). El segundo parte de una asociación
estratégica que traccione el bloque en lo interno, derrame sobre el conjunto, modifique
asimetrías y sirva, a la vez, para tener una agenda común en los grandes foros.

a) La región como marco de salidas individuales a la crisis global. El MERCOSUR


sin proyecto o agenda común significaría que las disputas comerciales serían más
difíciles de zanjar. Donde no bastaría ya con la buena voluntad, los encuentros y
discursos, porque los países de la región optan por soluciones individuales frente a la
crisis global. Ello no necesariamente haría que el MERCOSUR se disuelva, pero sí que
pierda presencia o parte de su promesa. En todo caso, que no se aproveche la
oportunidad de constituir un bloque creíble tanto para adentro como hacia fuera.

Este escenario aumentaría las disfuncionalidades del proceso de integración y


favorecería un panorama en que todos tienen reclamos respecto a los demás: Brasil de
Argentina, Argentina por proteccionismo, ésta a su vez de Brasil por el déficit
comercial, y Uruguay se queja ante Brasil de Argentina por la ampliación de las
licencias no automáticas, lo mismo que Paraguay. La falta de una agenda común y los
problemas de institucionalidad del bloque MERCOSUR harían que no se avance en el
proceso de toma de decisiones, tanto por el rol de actor global asumida por Brasil,
como por la capacidad de veto en las decisiones de países más chicos.

b) La región con alianza estratégica. Es un escenario que permite superar las actuales
diferencias comerciales y potenciar los intercambios mediante financiamiento,
compensaciones, gastos en infraestructura y emprendimientos conjuntos. El acuerdo del
MERCOSUR daría impulso y mayor dinamismo a la UNASUR1 y éste escenario es el
que surgiría de configurar una alianza estratégica que traccione un mercado interno
regional en expansión. No solo derivada de la voluntad de los gobiernos sino de la
participación de empresarios, pymes, gremios y organizaciones de la sociedad civil. Lo
cierto es que la salida definitiva de la crisis global no es sólo nacional, y que las
alianzas estratégicas son solo duraderas si se convierten en instituciones y políticas
efectivas que afecten la vida cotidiana de los ciudadanos y no sean sólo retórica.

Así, en el nivel nacional, el activismo y las orientaciones productivas son necesarias e


importantes, pero si no construimos un mercado regional ampliado, si el comercio
internacional no se fortalece y si aumentan las disputas comerciales entre los países
miembros; si sigue sin haber un acuerdo estratégico con nuestro socio principal
(Brasil), los problemas para resolver la crisis resultarán mayores. El acuerdo estratégico
se basa también en requerimientos mutuos de ambos países: Brasil porque si bien tiene
capacidad de actuar como actor global, necesita de la Argentina para configurar la
región. Argentina si bien tiene varios juegos o alianzas posibles, si realmente quiere
incidir en el escenario internacional y, a la vez, reindustrializarse, requiere de Brasil. Y
ambos forman parte del G202 .

Y esta alianza estratégica debería trasuntarse sobre todo en una agenda común en el
debate sobre el nuevo orden mundial, tanto en lo referente a la reforma financiera
internacional en el ámbito del G202 como en la OMC4 y en la ONU5 . En la
reformulación del crédito, el control de los flujos de capitales, de los paraísos fiscales,
de las calificadores de riesgo, para que esta reforma no sea solo direccionalizada o
controlada por los países centrales. En realidad, tanto para saber en qué temas confluir
con los países desarrollados, con cuáles negociar, dado que los intereses de Estados
Unidos y la Unión Europea no son tan coincidentes, pero también para tener en claro
qué elementos no se deben resignar -por ej. un cambio drástico del FMI6 para que preste
más y sin condicionalidades; que haya regulaciones para que las casas matrices de los
bancos no retiren liquidez de sus subsidiarias en los mercados emergentes, crear un
mecanismos de tributación del sistema financiero y evitar la fuga de capitales de los
países emergentes a los títulos del Tesoro norteamericano, porque ese dinero no retorna
al mercado y no se convierte en fuente de crédito-. En síntesis, que efectivamente
existan otras reglas reactivantes en favor de la producción y del empleo, y negociar
("hacerse fuertes") a partir de apoyarse en la necesidad que tienen los países centrales
de lograr algún grado de coordinación y de consenso para poder superar los embates de
una crisis global que es sistémica y que involucró a todos.

Asimismo, la fórmula que adoptará el comercio multilateral en la OMC4 , y el replanteo


de las instituciones políticas como la ONU5 dentro de una concepción de
democratización de la globalización, de defensa de la paz y de la sustentabilidad social
mundiales puede y debe enriquecerse de los aportes del nuevo paradigma que está
surgiendo en América del Sur.

Porque también en el nuevo orden mundial lo que se plantea es una nuevo equilibrio
entre Estado y mercados en la economía mundial, y una lucha de agendas: si se avanza
en la del desarrollo sustentable y para todos, con eliminación de asimetrías de diverso
tipo y de mayor justicia y paz, o si sigue predominando la agenda de seguridad,
estatusquoista y vinculada tanto al poder financiero como militar sistémico.

Porque lo cierto es que la perspectiva todavía dominante de los Estados Unidos sobre
América Latina tiene como centro más los problemas de fiscalización del narcotráfico y
del crimen organizado, que los problemas de desigualdad, exclusión y desarrollo.
Referencias:
1- Unión de Naciones Sudamericanas
2- Grupo de los Veinte
3- Grupo de los Veinte
4- Organización Mundial de Comercio
5- Organización de las Naciones Unidas
6- Fondo Monetario Internacional
7- Organización Mundial de Comercio
8- Organización de las Naciones Unidas
V. La centralidad de las políticas públicas
La actual centralidad de las políticas públicas y del Estado tiene mucho que ver con la
capacidad de modificar las expectativas de la sociedad ya que la incertidumbre es el
signo de la crisis global. Las mismas buscan incidir sobre las tendencias a reducir el
consumo, a preservarse o a no arriesgar, a la desinversión, a la fuga de capitales, para
buscar promover la credibilidad, la inversión, el consumo, salir del decrecimiento y
reconfigurar un círculo virtuoso del crecimiento.

En realidad, las políticas públicas no tienen sólo una dimensión técnica o económica
sino que son profundamente políticas, tanto porque configuran una estrategia, un
camino de salida, como porque hacen explícita o implícitamente alguna noción de bien
común o de equidad para adoptarlas. Asimismo, no son sólo estatales sino de
articulación con actores sociales, y finalmente, tampoco bastan por sí solos los montos
de dinero invertidos. En cierta forma cuantiosos recursos e inyección de dinero
otorgados a bancos o empresas no aseguran de por sí la resolución de la crisis, y ello es
así porque subsiste un profundo descalce entre la economía financiera y la real; por las
tendencias a auto preservarse de los países que retraen el comercio internacional, como
por la pérdida de legitimidad de las organizaciones o instituciones que coordinaban
hegemónicamente hasta ahora la economía mundial.

La situación de la Argentina en la Crisis Global

¿Cómo está el país respecto de la crisis? Por un lado esta mejor posicionado que otras
veces. Tiene fortalezas en cuanto al nivel de Reservas del Banco Central. Se mantiene
el superávit fiscal y comercial; no se tiene bancos públicos o privados con activos
contaminados y posee abundantes recursos naturales y energía. A la vez existe un nivel
de decisión política significativo que genera un paquete contracíclico y toma iniciativas
bastantes parecidas a los que otros países hacen, tanto países de la región como
desarrollados.

Pero a la vez, tiene debilidades: una fuerte desaceleración del producto, problema de
restricción externa para la obtención de divisas y fuga de capitales; cuantiosos pagos de
deuda externa y maniobras especulativas sobre el tipo de cambio. Está fuera del
mercado de capitales voluntario y se prolonga un conflicto permanente e irresuelto con
el campo que es, además, el principal sector exportador. Por último, si bien hay un
estilo político concentrado, los medios tienden a promover un clima de inseguridad y
descontrol que aumentan la incertidumbre.

Pero tal vez el principal problema no sea económico-financiero sino político, la falta de
un consenso sobre una estrategia unificada frente a la crisis. Porque parece estar en
juego nuevamente un debate que parecía resuelto en los años previos de alto
crecimiento sobre el modelo económico o rumbo a adoptar. Vuelven a contraponerse
como dos bloques alternativos, la posibilidad de volver a un modelo de especialización
aggiornado a las actuales circunstancias, de base agroindustrial, especialmente con los
biocombustibles, de más ajuste del gasto público para salir de la crisis, credibilidad
externa, seguridad jurídica y nuevos estilos políticos, un cambio de modelo.

Y por otro, la de defensa o profundización del modelo 'productivo'; tipo de cambio


competitivo, subsidios mercado interno, inclusión vía empleo, industrialización, más
paquete contracíclico. Así la crisis global ha acentuado la tensión entre agendas
estratégicas en juego. Este último bloque afronta problemas de desgaste de una gestión
donde el modelo productivo competitivo ha perdido gran parte de los estímulos del
contexto internacional para el crecimiento tanto por la reducción de los precios de las
commodities, como también por devaluaciones competitivas de otros países que ponen
en debate cuál debe ser el nivel del tipo de cambio para asegurar la competitividad, pero
que a la vez de una crisis que resalta el rol del Estado y de las políticas públicas para su
resolución.

Ahora bien, esta situación ambigua en la cual no se termina de consolidar el modelo


productivo competitivo, junto con un creciente apalancamiento del modelo de
especialización en un debate electoral sin demasiadas propuestas, se generan
interrogantes sobre una coyuntura que parece muchas veces ininteligible y difícil de
abordar: ¿Cuáles son los posibles criterios de políticas públicas orientadas al bien
común que pueden ser sostenidos por encima de debates coyunturales? Y en todo caso
¿cómo avanzar y no retroceder frente a las dificultades?

Se trata de una situación difícil y, a la vez, novedosa, donde han quedado cuestionadas
casi todas las teorías y predicciones y en la cual se pueden proponer cuatro criterios
que pueden tener amplio consenso: la defensa de lo productivo, del empleo y de lo
social (superar la crisis con equidad), y que no sean los más débiles o vulnerables los
que vuelvan a pagar la crisis, es fundamental ya que la Argentina cuenta con 15
millones de pobres, cerca del 40 % del empleo no registrado y los jóvenes duplican las
estadísticas de pobreza, no registración y desocupación.

La estrategia del gobierno para contrarrestar los efectos de la crisis global se inició
mediante la aplicación de políticas activas para favorecer el crédito y el consumo, las
que junto con la inversión privada y pública son los grandes promotores del desarrollo.
Se estimuló una estrategia de medidas contracíclicas para mantener la producción y
trabajo de la economía real (medidas de apoyo a la demanda a través del apoyo
crediticio a diversos rubros, tales como automóviles, electrodomésticos y turismo).

Las herramientas de política económica utilizadas fueron así cuatro: la condición de


mantenimiento del empleo que es impuesta a las empresas para recibir los distintos
subsidios y beneficios. La segunda es la segmentación de políticas favoreciendo a
determinados sectores y actividades, en general, intensivas en mano de obra y
enfocadas hacia las PyME´s y obra pública. La tercera herramienta es la intervención
del Estado en la orientación del crédito otorgado por los bancos hacia actividades y
sectores específicos, utilizando el fondo de garantía de la ANSES. Y la cuarta, es poner
restricciones arancelarias para el ingreso de productos importados (licencias no
automáticas y medidas antidumping).

Esta defensa de lo productivo, del empleo y de lo social en el momento actual es


importante, porque los sectores más débiles y del trabajo no pueden pagar nuevamente
los costos de la crisis, y porque además hay que buscar configurar un círculo virtuoso
entre mayor consumo de los sectores asalariados y postergados, el fortalecimiento del
mercado interno y la reactivación económica. No obstante, esta defensa de lo
productivo y de lo social no debería remitirse exclusivamente a la defensa del empleo
formal, sino también debe tener en cuenta los núcleos duros de la exclusión social y la
pobreza ya que el riesgo es que la cuestión social quede desplazada por la agenda de
seguridad.
Dar respuesta a la nueva cuestión social agravada por los impactos de la crisis global
parece requerir de algo más de lo que se venía haciendo; porque se está desbordando la
acción de los gobiernos locales y lo sorprendente es que todavía no lo haya hecho sentir
más explosivamente. La crisis en lo urbano no genera explosiones sociales, protestas
públicas o movilizaciones sociales masivas, sino implosión social. Se estalla en la
violencia familiar, drogas y violencia social. La gestión social local hoy es muy
compleja, hay aumento de demandas (parte por necesidad y parte por la cuestión
electoral) y circunscripciones con recortes importante en los gastos.

La nueva situación parece requerir de políticas sociales con más impacto y visibilidad,
como podría ser encarar aumentos salariales, políticas universales de ingresos sobre
niñez a nivel nacional y de capacitación de jóvenes, y un plan de vivienda masivo,
porque la vivienda, es 'la casa', el domicilio, el barrio, la posibilidad de la familia, del
enraizamiento y del acceso al crédito personal.

El éxito de una estrategia contra cíclica exitosa parece radicar en la buenas políticas
públicas, pero también en ampliar los márgenes de los consensos posibles. La búsqueda
de consensos, del diálogo social y de la cooperación en política, se contrapone a estilos
políticos fuertemente extendidos de concebir la política exclusivamente como
relaciones de fuerza o de presiones sectorialistas extremas. Pero para esta ampliación de
los niveles de concertación hay que superar culturas políticas y económicas
cortoplacistas, sectorialistas y rentísticas que no ha favorecido continuidades
significativas en nuestra historia. Como señala Aldo Ferrer, "El país tiene una tradición
en esa incapacidad de resolver sus conflictos y en la destrucción sistemática de sus
procesos de acumulación."

En ese sentido, mejorar la calidad de la política no es tanto un proceso de mejoramiento


del sistema democrático representativo o de auditoría sobre el Estado, como de mejorar
el camino de construcción de consensos. Esto no parecía fácil de lograr en un año
electoral, pero independientemente de ello, siempre es importante lograr una mayor
articulación público-privado, incluso para el éxito mismo de las políticas públicas
encaradas por el Estado. De allí que estos acuerdos y una nueva institucionalidad de
concertación puedan relacionarse en cinco niveles del conflicto social:

a) En la relación capital-trabajo, porque tanto empresas como los gremios enfrentan


un horizonte de decrecimiento más inflación de distintas formas. En realidad, los
índices de desempleo no han aumentado más debido a la capacidad de negociación
micro, mezzo y macro que se esta desplegando entre empresas y Ministerio de Trabajo.
Esta orientación comienza a traducirse en discurso de actores y esbozos institucionales -
como por ej., la creación del Consejo Económico y Social (CES)- compuesto por
empresarios, gremios y Gobierno-, es una nueva institucionalidad necesaria, tanto por la
gravedad que adoptan los despidos masivos injustificados, la falta de una nueva ley de
riesgo del trabajo, como por la necesidad de adoptar estrategias conjuntas, y por el
reconocimiento de la heterogeneidad del impacto sobre los distintos rubros productivos.

b) En la regulación pública con los sectores concentrados, esta orientación debe


buscar maximizar la autonomía del Estado que, si bien debe estar enraizado, a la vez,
debe tomar la mayor distancia posible de las presiones y lobbys de los intereses más
concentrados y particularistas.

La crisis requiere de una regulación y planificación integrada sobre los diversos


sectores productivos, que vaya tanto sobre el sector agroindustrial y la manutención de
retenciones sobre soja -sin lo cual el equilibrio fiscal no sería posible-, pero que al
mismo tiempo, se ejerza sobre el sector extractivo minero y energético (por venta a
granel sin procesar, contaminación, no conveniencia de exportar oro, cánones bajos,
etc.); sobre las comunicaciones e información pública (oligopolios y negocios en lo que
debería ser un servicio público); sobre la comercialización e intermediación
(monopsonios) y sobre el sector financiero para mantener equilibrios macroeconómicos
y además porque los bancos se mantienen seguros y líquidos, pero no prestan a las
empresas o solo lo hacen a tasas muy altas.

c) En la relación Nación, Provincias y Municipios (la concentración espacial)


buscando una mayor coordinación y diálogo social entre Nación y Provincias y
Municipios. En este sentido, tanto la creación del Ministerio de la Producción como la
creación del Fondo Federal Solidario, por el cual se coparticipan parte de los derechos
de exportación de la soja entre las provincias y municipios para poder seguir
sosteniendo su nivel de ingresos parecen ir en una dirección correcta. Pero también
debería promoverse un nuevo federalismo de base regional, sea porque las Provincias
están debilitadas por sus propios déficits fiscales; en la negociación con el poder
central, con respecto de las élites locales tradicionales y las empresas trasnacionales de
enclave, como porque la concentración espacial aumenta.

d) En la relación tipo de sociedad que se configura y la deseable (la tensión entre la


sociedad insegura y la sociedad desigual). Aquí esta presente el planteo de la
creciente inseguridad individual y sobre la propiedad de la sociedad posmoderna, para
lo cual se deben arbitrar medidas, concertar y gestionar, pero un eje clave para
entenderlo es incorporar también la seguridad social, porque una sociedad más
desintegrada es una sociedad más insegura. Frente a ello no hay policía o baja de
imputabilidad que alcance, dado que la mejor política para la inseguridad es mejorar la
seguridad social de la mayoría de la población, o sea brindar oportunidades de empleo
de calidad y bienes públicos. Solo a través de la mayor igualdad y equidad se
contribuye a la justicia y a una mayor seguridad para todos. En este sentido,
consideraciones sobre la calidad de vida como bien público es superador de su visión
solo como mercancía o logro únicamente individual.

e) En la relación modelo de desarrollo y sustentabilidad medio ambiental (el


desequilibrio creciente). La problemática ambiental va a aumentar tanto en el corto
como mediano plazo, tanto en lo urbano como en lo rural. La percepción del
desequilibrio, provocado tanto por el cambio ambiental, la concentración y el libre
juego del mercado hacen tanto a ciudades colapsadas; a sequías e inundaciones,
bosques nativos desforestados y a graves problemas que requieren de infraestructura y
del mediano y largo plazo para resolverse. Pero además porque la crisis global
posicionó el tema ambiental de forma importante, éste está presente en la nueva agenda
de Estados Unidos: tanto para salir de la dependencia del petróleo, reducir costos del
cambio climático, redoblar esfuerzos de aceleración tecnológica que le permitan
aventajar nuevamente a los demás, como para generar un nuevo relato sobre la tercera
revolución tecnológica poscarbono. Y ello presenta desafíos para países como el
nuestro, ricos en recursos naturales pero con bajos niveles de regulación y de
jerarquización de instituciones públicas sobre la temática.
VI. El aumento de la coordinación y de las capacidades
estatales a diversos niveles
El papel de la coordinación de las políticas públicas y la calidad de la intervención del
Estado cobra relevancia en una era de creciente interdependencia, de transversalidad de
las problemáticas, a la que ahora se suma la crisis sistémica del capitalismo. La
articulación y coordinación de políticas también tiene que ver con el aumento de la
complejidad: si no hay mayor coordinación a diversos niveles jurisdiccionales, ni se
aumentan las capacidades públicas, la heterogeneidad del impacto de la crisis global
genera situaciones múltiples de conflicto difíciles de procesar. Por ello se requiere
reconocer la importancia de la mayor coordinación de las políticas públicas al menos
en tres niveles:

1. Nivel nacional vinculado al subnacional, para maximizar las recursos, mejorar la


trasnversalidad interministerial, para evitar superposiciones y sinergizar las acciones,
coordinando políticas a nivel multiescalar. El desarrollo territorial requiere de una
nueva institucionalidad, de capacidades para estimular lo productivo y de promover
visiones estratégicas.

2. Nivel de coordinación: el regional (Mercosur-Unasur). Sea tanto para resolver los


problemas de comercio y producción intrazona, es necesario profundizar la
coordinación de políticas públicas en particular con Brasil (Mecanismo de Integración y
coordinación Bilateral); para que lo que un país haga por su parte no sea descolocado
por la política del otro (ej. devaluaciones competitivas, proteccionismos unilaterales,
etc.). Se podría ver la búsqueda de coordinación creciente en las recientes políticas de
desdolarización de las transacciones intrazona, en las de intercambio comercial
compensado y en la búsqueda de asociaciones empresarias para producir para terceros
países.

3. Tercer nivel de negociación y coordinación que se inicia crecientemente: el


global. Por un lado, éste esta alimentado por el aumento de la interrelación sur-sur, del
comercio complementario y administrado que se está produciendo con países y
regiones con los cuales no teníamos fuertes intercambios tradicionales en una apertura
hacia un mundo más amplio. Pero por otro, por la necesidad misma de coordinación
sistémica que la crisis global planteó para poder resolverse.

Lo cierto es que hasta ahora la governanza global era dominada por el BRIC´s1 como
por lo sistémico de la crisis. De allí que por primera vez en las últimas reuniones del G-
202 , se promoviera una serie de medidas consensuadas entre países desarrollados y en
desarrollo, sobre inyección de fondos al Fondo Monetario Internacional, regulación de
paraísos fiscales, mayor regulación sobre hedge funds e iniciado un debate sobre el
cambio del patrón monetario internacional. No obstante, lo acordado en la reunión
todavía está distante de un bien común global, ya que el apoyo directo a los sectores
populares y trabajadores pudo ser tanto o más importante del que se le está asignando a
los bancos y financieras, que fueron en realidad los causantes de la crisis. Así como la
falta de tratamiento de enfrentar las deudas externas del tercer mundo y las
condicionalidades que imponen los Organismos Multilaterales al otorgar créditos.
Resulta extraño que mientras nuestros gobiernos hacen malabarismos para pagar los
servicios de sus deudas, el hecho de no incorporar el problema de la deuda externa, que
está en el centro de las políticas económicas, sea quizás una de las faltas más
importantes del G-20.
Referencias:
1- Brasil, Rusia, India y China
2- Grupo de los Veinte
VII. A modo de conclusiones
Lo cierto es que hay un mundo en declinación, es el que ha generado la crisis global y
a hegemonizado particularmente el relato de los últimos treinta años y otro emergente,
si bien no representado o aún con baja articulación interna. Lo que no queda claro es si
el mundo emergente va a aprovechar esta oportunidad para poder generar otras reglas
de juego y hacer de la globalización algo más sustentable, o si va a facilitar al mundo
central reposicionarse. Como señalara en su momento el ex Presidente Lula: "Es
importante salvar los bancos. Pero más importante aún es proteger los empleos y alentar
a la producción. Más que frente a una grave crisis económica, estamos frente a una
crisis de civilización. Que exige nuevos paradigmas, nuevos modelos de consumo y
nuevas formas de organización de la producción. Necesitamos una sociedad en la que
los hombre y las mujeres sean protagonistas de su historia y no víctimas de la
irracionalidad que reinó en los últimos años."

La crisis global redujo el horizonte temporal, fomentó el cortoplacismo financiero,


productivo y político, promovió la incertidumbre sobre el futuro y desalienta. Por ello
necesitamos ver con qué fortalezas contamos, cuáles son las oportunidades para
reducir los riesgos y cómo aumentamos nuestras energías para la transformación.

- La configuración de una base para un modelo productivo con mayor valor


agregado, que tienda a la inclusión y redistribución es un activo. Puede profundizarse,
mejorarse los niveles de orientación, de conducción, pero lo cierto es que los modelos
de especialización de commodities no resuelven nuestros problemas históricos ni son
más igualitarios. También es un activo el replanteo sobre un rol del Estado más activo y
presente y el comienzo de una elaboración más articulada históricamente sobre el eje
del desarrollo integrado, de un pensamiento propio que ha surgido en estos años junto a
la búsqueda de un nuevo paradigma para la región.

- El nivel regional también es un activo. Tanto por las amplias coincidencias políticas
logradas por los actuales Presidentes, como por la coyuntura internacional de post-
crisis, es un activo a profundizar. Hacer del MERCOSUR y de la UNASUR un bloque
con presencia y agenda común es una oportunidad tanto para salir fortalecidos de la
crisis como para incidir con nuevas posibilidades en la agenda de cambio del orden
mundial.

- La crisis de hegemonía central es una oportunidad. El mundo esta cambiando y las


relaciones de poder también. El G-20 y las BRIC's, el avance de la multilateralidad y
las relaciones sur-sur es una demostración de ello. Depende en gran medida de cómo
nos plantemos, actuemos y de las alianzas estratégicas que configuremos. Es decir, si
solo subrayamos nuestros errores o problemas o si en cambio lo hacemos sobre las
responsabilidades externas de la crisis, nuestras fortalezas y posibilidades. Si queremos
ser países autónomos, con más desarrollo y dignidad o si queremos ser 'previsibles' y
subordinados.

- Los valores y memoria de una sociedad integrada y más equitativa están, pero se
necesita señalar que la superación de la crisis es una cuestión de responsabilidad del
Estado, pero también de la sociedad en su conjunto. Una responsabilidad social no solo
empresaria, ni neofilantrópica, porque se trata de evitar nuevamente la repetición del
ciclo de crisis del sector externo que se juega cada cierto número de años y que afecta
la gobernabilidad democrática y el ajuste social. Y ello es necesario, tanto para evitar
ver en las cíclicas discontinuidades de nuestra historia reciente como un destino
ineluctable; como para enfrentar el nuevo contexto teniendo presente que, generar
expectativas y confianza en la población resultan tan importantes como las medidas
concretas que se tomen en lo productivo y financiero.

Esto supone poner nuestros valores en activo, y en ese sentido la reciente


conmemoración del Bicentenario es también una oportunidad para aprovechar. Porque
la misma puede tener una significación ritualista, pasar desapercibida o lograr una
dimensión emancipatoria, en el sentido de poner nuestros activos en valor: de historia,
cultura, fe, ciencia, arte, educación, trabajo, lo que somos y el lugar en que estamos, los
valores y cultura y las luchas que se requieren para una sociedad que aspira a ser más
igualitaria y sustentable social y ambientalmente.

Así la centralidad de las políticas públicas en una era de incertidumbre es la centralidad


del bien común sobre los intereses particulares; la centralidad de una dimensión
colectiva de justicia, solidaridad y dignidad de las personas, sobre otra individualista,
defensiva y regresiva. Es la centralidad de la política y de las políticas públicas como
las herramientas que posee una sociedad para afrontar la incertidumbre. En realidad,
afrontamos un dilema y una opción: si queremos una sociedad abierta, de oportunidades
y con movilidad ascendente y con mayor control de su propio destino, o si se apuesta
por una sociedad que cristaliza la desigualdad, fortalece el temor, el encierro y la
agenda de seguridad.

Por esto, tal vez la problemática de la centralidad de las políticas públicas no sea sólo
una cuestión técnica, ni siquiera económica o política, sino también de valores, y ello
apela a una dimensión de la subjetividad. De valorar lo propio, lo realizado y de no
volver a empezar siempre de nuevo, que es una de las asignaturas pendientes de un país
que tiende a empezar de cero cada cierto número de años. La valoración de la historia,
de lo transcurrido y la construcción de una visión renovada del bien común son activos
a poner en valor, porque interesa a todos superar la crisis global con equidad, evitar
el ciclo stop and go y el escepticismo, y contar con una visión estratégica
esperanzadora que reduzca riesgos y aproveche las oportunidades.

Cuestionario de Preguntas: (A modo de repaso) 1. ¿Por qué se afirma


que la crisis global generó una era de incertidumbre? 2. ¿Cómo se
analizan aquí el impacto de la crisis en los diversos niveles: global,
regional y nacional? 3. ¿Por qué consideramos la coordinación de
políticas como central para el nuevo modelo de desarrollo? 4. ¿Qué
características debería tener una visión estratégica de superación de
la crisis?
Bibliografía
García Delgado, D. (2006). El desarrollo en un contexto posneoliberal. Buenos Aires:
CICCUS-FLACSO.

García Delgado, D. (2007). "Profundizando el modelo. Siete desafíos para un


desarrollo con inclusión en una nueva etapa". En Plenario de la Red de Organizaciones
por un Desarrollo con Inclusión. Buenos Aires: mimeo.

Kosacoff, B. (Ed.) (2008). Crisis, recuperación y nuevos dilemas: la economía


argentina 2002-2007, Colección de Documentos de proyectos, Buenos Aires: CEPAL.

Bibliografía sugerida

Chojo, M., (2009). "La Crisis Financiera Internacional y el G20". Artículo de opinión
publicado en el área Estado y Políticas Públicas de FLACSO Argentina.

Stancanelli, N. "La Crisis Económica Internacional y el papel del G20" en Revista


Comercio Exterior e Integración Nº 14. CEI. Abril 2009.

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