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INDICE

 Introducción…………………………………………………………………………...2

 La Idea de Hombre en la Obra de Viktor E. Frankl……………………………….4

 Unidad en la Multiplicidad: El Hombre Bio – Psico – Espiritual……..........4


 La Dimensión Espiritual – La Dimensión Noológica – La Dimensión

Humana………………………………………………………………………...5
 Dos Capacidades del Espíritu: Autodistanciamiento y Antagonismo

Psiconoético Facultativo………………………………………………………8
 Ser Hombre: Posibilidad y Existencia………………………………………..9
 Persona como centro espiritual……………………………………………...10
 El Hombre está llamado a la Libertad y la Responsabilidad……………...13
 El Hombre en Busca de Sentido……………………………………………..15

 Conclusión……………………………………………………………………………...18

 Referencias……………………………………………………………………………..20

INTRODUCCION

El presente trabajo se titula “La idea de hombre en la obra de Viktor E. Frankl”.

A lo largo de estas páginas, haremos un breve recorrido sobre la visión antropológica

del pensador vienés, estableciendo sus postulados básicos.

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Será un escrito exclusivamente teórico, donde dejaremos en claro los elementos que

destacan la postura filosofía del Dr. Frankl con respecto al ser humano.

¿Qué objetivos perseguimos con este texto? Toda psicología posee una idea de hombre

que subyace tras sus postulados teóricos. Esta concepción guía las intervenciones prácticas

y, sobre todo, domina la mirada del paciente y qué se espera de él. Si tomamos el

psicoanálisis freudiano, observamos un sujeto del inconciente reprimido, sometido a lo

pulsional, con un yo que es vasallo y no rey, cuyo único recurso es defenderse y tratar de

concebir un ardid para quitarle posesiones al ello. Toda la vida del individuo es atravesada

por la sexualidad (de la que sólo puede despegarse por sublimación), por el amor/odio hacia

sus padres (Edipo) y por la castración. Si se piensa desde una perspectiva lacaniana, el ser

humano vive una vida cercenada (alienación), donde quizás, su única esperanza es aprender

qué hacer con su goce y no sufrir de más. Si observamos la psicología cognitiva, el hombre

entra en una comparación con una computadora, donde su pensamiento posee patrones

similares a un ordenador. Como su nombre lo indica, la cognición es el punto central de

esta corriente y desentrañar esos patrones es el objetivo principal.

Estos son sólo dos ejemplos; incluir la perspectiva antropológica de cada corriente

extendería en demasía esta introducción. Sin embargo, los mismos nos sirven para

argumentar el quid de nuestro planteo: cada una de estas disciplinas ofrece una idea de

hombre, a la cual se aferran para abordar a la persona que viene en busca de ayuda.

No anticiparemos la concepción frankliana, ya que creemos que el desarrollo, por breve

que sea, merece ser leído. Pero diremos esto: la idea de hombre que sostiene el médico

austríaco ofrece una riqueza perdida en la psicología, aportando una visión más extensa,

abarcativa y flexible, que permite abordar al hombre desde lo más humano en él,

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invitándolo no sólo a superar sus adversidades sino a descubrir sus potencialidades

escondidas.

Creemos que es una perspectiva que permite repetir incansablemente lo que dijimos

alguna vez: “La Logoterapia es una postura filosófica frente a la vida aplicada a la

psicología”.

LA IDEA DE HOMBRE EN LA OBRA DE VIKTOR E. FRANKL

La visión de ser humano plasmada por el pensador vienés exhibe variados matices, los

cuales se amalgaman en una totalidad integral. La misma, se ve enriquecida por sus

estudios filosóficos, aportándole una apertura de contenidos muy diferente a las nociones

de individuo presentes en otras psicologías de la época. Podríamos pensar que, en al auge

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del positivismo del sigo XIX, la medicina provoca una ruptura entre psicología y filosofía,

aislando el componente espiritual de la existencia humana. Sin embargo, puede que no sea

necesario transportarnos al pasado para observar lo mencionado. Basta sólo con acercarse a

las clasificaciones del Diagnostic and Statistic Manual (DCM, cualquiera sea su versión) o

a las investigaciones de las neurociencias norteamericanas contemporáneas: el cuerpo es el

origen de la enfermedad y el psicofármaco la cura.

Unidad en la multiplicidad: El hombre Bio – Psico – Espiritual.

Dando inicio a nuestro desarrollo, indicamos que Frankl (1946) define al hombre como

una unidad en la multiplicidad. ¿A qué se refiere con esto? Siguiendo a Pareja Herrera

(2007), el médico austríaco plantea tres dimensiones: somática; psíquica y noética o

espiritual. Las dos primeras, son propias de los seres vivos; es decir, compartidas por los

animales y el ser humano. Por el contrario, la dimensión espiritual, es específica y distintiva

de la humanidad, no estando afectada ni sometida frente a las anteriores (Pareja Herrera,

2007). El pensador vienés indica que, en cuanto a sus estratos psicológicos y biológicos, el

individuo se encuentra en la escala animal. Sin embargo, eso no genera una contradicción

en el hombre, ya que su dimensión distintivamente humana (dimensión noológica) es más

elevada, abarcando e incluyendo a las anteriores (Frankl, 1978).

Continuando con este recorrido, Frankl (1984), afirma que la integridad del individuo

está fundada por el elemento espiritual, estableciendo que es el verdadero estrato del ser

humano “(…) puesto que el hombre como tal no se constituye sino en aquellos actos

(espirituales) en los que se eleva, por así decirlo, del plano somático - psíquico a la

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dimensión espiritual” (Frankl, 1987a, p.73). Por tanto, lo espiritual es constitutivo del

individuo (Etchebehere, 2009). No sólo eso, es lo que le otorga unidad y totalidad al

hombre (Pareja Herrera, 2007). Al respecto, nos remitimos al pensador vienés, quien indica

(Frankl, 1984, p.162): “Sólo conocemos la existencia espiritual en cuanto unida al cuerpo y

al alma, en tanto que “integrada” mediante el cuerpo y el alma en la unidad y totalidad del

ser “hombre””.

La Dimensión Espiritual – La Dimensión Noológica – La Dimensión Humana.

Al referirse a este estrato, Frankl no utiliza la palabra espíritu, ya que considera que, al

expresarse sobre ella en forma sustantiva, se dejaría entender que es una cosa o una

sustancia. Por tanto, prefiere hablar de “lo espiritual”, ya que es lo subjetivo y fundante en

el hombre (Etchebehere, 2009).

Como hemos mencionado, lo espiritual es la “dimensión de los fenómenos

específicamente humanos” (Frankl, 1982). Por tanto, cabe la pregunta: ¿Qué relación tiene

con lo psicofísico? Podemos plantear una relación instrumental y de expresión. Por un lado,

“el espíritu instrumentaliza lo psicofísico; la persona maneja el organismo psicofísico, lo

hace suyo haciéndolo herramienta (…)” (1984, p. 131). Por otro, es el medio donde lo

espiritual se expresa (Frankl, 1982).

El autor vienés afirma que lo espiritual no puede ser asequible mediante la reflexión

(Etchebehere, 2009), indicando que sólo es ejecutable; existe en el realizar de un hombre

(Frankl, 1974). Asimismo, expresa es inconsciente (Frankl, 1974). Por tanto, ¿hablamos de

una espiritualidad inconsciente? Por supuesto que sí. No sólo eso, sino que Frankl (1997),

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manifiesta que existe un inconsciente espiritual. El médico austríaco escribe (1974, p.21):

“… el inconsciente no se compone únicamente de elementos impulsivos, tiene asimismo un

elemento espiritual; el contenido del inconsciente aparece así fundamentalmente ampliado,

y el inconsciente mismo clasificado en impulsividad inconsciente y espiritualidad

inconsciente”.

Continuando con este apartado, quisiéramos establecer la concepción de conciencia en

Viktor Frankl y su relación con el inconsciente espiritual. La misma, podríamos decir que

es muy estrecha: “En su origen, pues, la conciencia se halla inmersa en el inconsciente”

(Frankl, 1974, p.33). El médico vienés indica que alcanza una profundidad inconsciente,

observando que las decisiones más significativas de un ser humano se toman en ausencia de

reflexión. Esto las hace inconscientes (Frankl, 1997). En ese sentido, la conciencia debe ser

considerada irracional y prelógica (Frankl, 1974). En primer término, su irracionalidad

corresponde al hecho que nunca es del todo racionalizable, siendo su descubrimiento

posible sólo a través de una “racionalización secundaria” (Frankl, 1997). En segunda

instancia, posee un conocimiento anterior a la lógica (Espinosa, 1994). Siguiendo esta línea,

la consciencia posee la característica de ser irreflexiva, ya que conoce un hecho antes de la

reflexión y ésta, nunca llega a tiempo frente al conocimiento espiritual (Espinosa, 1994).

Todas estas cualidades presentarían un matiz similar: la anticipación. Esto se debe a que la

conciencia posee una función esencial: la intuición (Frankl, 1974). El pensador austríaco

observa que la conciencia descubre hechos que no han pasado todavía, que han de hacerse

reales o están a punto de realizarse (Frankl, 1974). Frente a esto, se pregunta: ¿Cómo se

harán reales si no son anticipados espiritualmente? Por consiguiente, advierte que para ser

anticipados, primero deben ser intuidos (Frankl, 1997). Al respecto, podríamos observar

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que a la conciencia se le revela lo que es, pero a la vez, también lo que debería ser, en

forma de posibilidad (Frankl, 1997).

Desde la Logoterapia, el ser humano busca y se dirige hacia un sentido para su vida

(Pareja Herrera, 2007). Éste, no sólo puede ser hallado sino que debe ser encontrado

(Frankl, 1974). Para ello, es la conciencia quien guía a los hombres, siendo definida como

un “órgano de sentido” (Frankl, 1980). Ella, posee la capacidad de “descubrir el sentido

único y particular que está latente en toda situación (Frankl, 1980, p.22). Sin embargo, este

sentido no es absoluto para todos los hombres, sino que es propio y circunstancial de cada

ser humano (Frankl, 1974). Por lo tanto, la misión de la conciencia es revelar al individuo

eso único y necesario: “esa única y exclusiva posibilidad de una persona concreta una

situación concreta…” (Frankl, 1974, p.35). Es decir: esas situaciones intransferibles que

reclamar nuestra presencia aquí y ahora (Espinosa, 1994). En este sentido, la conciencia

individualiza la ley o valor universal (Espinosa, 1994).

Dos Capacidades del Espíritu: Autodistanciamiento y Antagonismo Psiconoético

Facultativo.

Una característica de un individuo espiritual, reside en su capacidad de tomar distancia

de su dimensión psicofísica, como así también, establecer una actitud ante sí mismo (Pareja

Herrera, 2007). A esta actitud, Frankl la define como autodistanciamiento y la describe de

la siguiente forma: “… es la capacidad de poner distancia de las situaciones exteriores, de

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ponernos firmes en relación a ellas; pero somos capaces no solamente de poner distancia

con el mundo, sino también con nosotros mismos” (Frankl, 1959, p.19). De esta forma, se

toma una posición frente a los condicionamientos biológicos, psicológicos y sociológicos

(Frankl, 2000; citado en García Pintos, 2007). Asimismo, Frankl (1982) indica que el

autodistanciamiento de sí mismo como organismo psicofísico es lo que instituye a la

persona espiritual como tal.

Sin embargo, no es sólo capacidad del espíritu poner distancia frente al cuerpo, la mente

y el mundo, sino también, la facultad de contraponerse a ellos y resistirlos (Frankl, 1984).

Es decir, el poder de enfrentarse a las condiciones más duras y, aún así, superarlas. Esta

capacidad recibe el nombre de antagonismo psiconoético facultativo y es considerado el

poder de resistencia del espíritu (Frankl, 1982). El pensador vienés refiere a él como la

posibilidad (facultativo) de oponerse y sobreponerse al paralelismo psicofísico (fáctico)

(Frankl, 1984).

Teniendo en cuenta el tema de nuestro trabajo, observamos que Frankl (1946) define al

hombre como “… un ser que va liberándose en cada caso de aquello que lo determina

(como tipo biológico-psicológico-sociológico)”. Estos condicionamientos aparecen en

forma de destino, bajo tres modalidades (Frankl, 1946). El primero, alude a las

disposiciones y corresponde al destino biológico. El segundo, refiere a la situación: la

totalidad de las circunstancias en un momento dado. Corresponde al destino sociológico.

Estos dos primeros elementos conforman la posición de un ser humano (Frank, 1946). El

tercero, indica la actitud psíquica de un individuo en cuanto no es libre ni ejerce una actitud

espiritual y corresponde al destino psicológico.

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Frankl (1946), expresa que no puede haber libertad sin destino sino que sólo puede

existir frente a él.

Ser Hombre: Posibilidad y Existencia.

Observado lo trabajado por Frankl (1984), podríamos decir que el ser humano nunca es,

sino que está en constante devenir. Es decir, “… nunca puede decir “yo soy el que soy”,

sino “yo soy el que llega a ser”, o “yo llego a ser el que soy”: llego a ser actu (en realidad)

el que “soy” en potencia (posibilidad)” (Frankl, 1984).

Por lo tanto y, en vista de lo elaborado hasta aquí, podemos expresar que una

característica propia del hombre es que su “realidad es siempre una posibilidad y su ser un

poder…” (Frankl, 1946). Ser hombre no consiste en los hechos, sino en las posibilidades

(Frankl, 1946). Establece que el hombre no es un ser hecho sino, por el contrario, un ser

facultativo que siempre puede llegar a ser de otra forma (Frankl, 1987b).

Asimismo, Frankl define a la persona como “aquello que puede comportarse

libremente, en cualquier estado de cosas” (1984, p.173), agregando: “Persona es eso en el

hombre que puede ser siempre cada vez de modo distinto (…), no está determinado, sino

que está destinado a ser abierto, a la apertura ininterrumpida y al entrar en relación

permanentemente renovado (Frank, 1984, citado por Längle, 1989). Es decir, la persona no

está circunscrita a ser de una manera particular, sino que puede devenir, siempre, de otro

modo (Längle, 1989).

El individuo tiene la posibilidad de decidir libremente acerca de su propio ser (Frankl,

1946), ya que no es una cosa entre las cosas, las cuales se determinan entre sí (Frankl,

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1962). Al contrario, el hombre es su propio determinante y son sus decisiones las que

definirán su vida (Frankl, 1962).

Persona como centro espiritual.

A lo largo de nuestro escrito, hemos utilizado varias palabras para referirnos al ser

humano. Sin embargo, ninguna de ellas ha sido “persona”. Esto se debe a que Frankl toma

este vocablo de una manera muy especial. Siguiendo a Scheler, el pensador vienés define a

la persona con dos variables: En primer término, como el lugar de donde emanan los actos

espirituales (Frankl, 1974). En segundo término, como el centro espiritual alrededor del

cual se agrupa lo psicofísico (Pareja Herrera, 2007). Por tanto, podríamos pensar que hay

en ella algo de firme e invariable, por su calidad de soporte, pero a la vez, deberíamos

afirmar su característica dinámica, ya que de allí surge el accionar espiritual (Etchebehere,

2009).

Por consiguiente, concebimos que la persona es espiritual y posee una facticidad

psicofísica (Frankl, 1997). Es imperativo demarcar esta diferenciación, ya que la persona

individualiza y hace intransferible su organismo psicofísico. Es decir, lo hace suyo

(Etchebehere, 2009). Por ende, utilizando lo psicofísico como herramienta y como medio

de expresión, la persona también es centro de las otras acciones del hombre (Etchebehere,

2009).

Siguiendo en esta línea, Frankl (1982), expone diez tesis sobre la persona,

incluyendo reflexiones interesantes sobre su concepción:

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1. La persona es un individuo. Esto, implica que no se puede dividir, ni escindir ni

partir. Es una unidad.

2. La persona es una totalidad. No sólo no puede dividirse, sino tampoco puede

agregársele nada. Es única e irrepetible (Oro, 1997). No puede masificarse, ya que

pierde su responsabilidad, tampoco puede incluirse en categorías como “masa”,

porque pierde su individualidad (Oro, 1997).

3. Cada persona es un ser nuevo. Con cada individuo que nace, se introduce en la

existencia, un nuevo ser, ya que “la existencia espiritual, no puede propagarse, no

puede pasarse de padres a hijos” (p.107).

4. La persona es espiritual. De acuerdo a este carácter, se opone facultativamente al

organismo psicofísico, siendo éste un instrumento para que el individuo se exprese y

actúe. Aquí, incluye un principio clave: el espíritu no enferma. Este es el credo

psiquiátrico: La fe que más allá de los síntomas de cualquier patología hay una

persona espiritual que continúa. De lo contrario, ¿cuál sería el sentido de curar lo

psicofísico?

5. La persona es existencial. No es un ser fáctico, es decir, hecho, acabado, sino

facultativo, en devenir, un ser siendo (Oro, 1997). La persona es un ser facultativo:

“…él existe de acuerdo a su propia posibilidad para la cual o contra la cual puede

decidirse” (p.111).

6. La persona es yoica. No está dominada por el ello ni su yo deriva de él. El individuo

es inconsciente, allí donde radica lo espiritual, siendo sus actos irreflejos e

irreflexivos.

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7. La persona no sólo es unidad y totalidad en sí misma, sino que, también, brinda

unidad y totalidad, siendo, el ser humano “representante de la unidad corpóreo –

anímico – espiritual (Oro, 1997). Hecho, que es exclusivo del ser humano, ya que es

el único que tiene autoconciencia de su vínculo con lo psicofísico (Oro, 1997). En

este apartado, se establece el segundo credo: el credo psicológico. El mismo, es la fe

en la capacidad del espíritu del hombre de resistir a lo psicofísico (antagonismo

psiconoético facultativo).

8. La persona es dinámica. Lo espiritual, se despliega en la capacidad del individuo de

tomar distancia y alejarse de lo psicofísico (Autodistanciamiento). Ex – sistir, indica

“salirse de sí mismo y enfrentarse consigo mismo” (p.113).

9. Un animal no es persona. No posee la capacidad para trascenderse ni para

enfrentarse a sí mismo, como así tampoco, para entender el sentido de su

sufrimiento (Oro, 1997). Sólo el hombre, por su dimensión espiritual, es capaz de

hacerlo.

10. La persona sólo se comprende a sí misma a través de la trascendencia. Tal es así,

que el entendimiento llegará al hombre ahí, en el lugar donde la trascendencia lo

hace persona.

Por último, no quisiéramos concluir este apartado sin hacer una breve mención a la

relación entre persona y personalidad. La persona en cuanto a que es, dialoga y adopta una

posición frente a lo que tiene (Etchebehere, 2009). En este intercambio constante con el

carácter que se tiene, “… lo va re-formando una y otra vez, “llegando a ser” una

personalidad (Frankl, 1950). Por lo tanto, un individuo no actúa solamente de acuerdo a lo

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que es, sino que también es de acuerdo a lo que hace (Oro, 1997). Sin embargo, cabe

aclarar que la personalidad aparece sólo cuando la persona se ha hecho cargo de su

facticidad (Etchebehere, 2009). Sería, en definitiva, lo hecho por la persona en su diálogo

con lo psicofísico (Etchebehere, 2009).

El Hombre está llamado a la Libertad y la Responsabilidad.

Continuando con nuestro recorrido, encontramos que el ser humano está llamado a

ser libre, como así también, a hacerse responsable (Pareja Herrera, 2007).

El médico austríaco, indica que el individuo es hombre cuando es libre, ya que la

libertad para decidir sobre su propio ser es lo que lo separa de los animales (Frankl, 1946).

Frankl (1987b) manifiesta que la necesidad y la libertad nunca se hallan en un plano

similar, sino que, precisamente, la persona trasciende sus necesidades a través de su

libertad. Asimismo, declara que la libertad puede ser frente a tres cosas: los instintos, la

herencia y el medio ambiente (Frankl, 1987b).

El pensador vienés argumenta que la libertad – de, es una libertad caracterizada en

negativo, estableciendo que la libertad lleva, en su interior, una orientación hacia lo

trascendente, convirtiéndola en libertad – para (Pareja Herrera, 2007). Esta libertad – para,

remite a una libertad para hacerle frente a los condicionamientos y asumir la

responsabilidad de nuestra propia existencia (Frankl, 1946). Por ende, conceptualizamos

que la libertad abarca un doble movimiento: Por un lado, ser libre de ser impulsado por los

instintos; por otro, se es libre para realizar y ejecutar en forma concreta nuestra existencia

(Fizzotti, 1974).

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Prosiguiendo con este apartado, observamos que esta libertad – para remite a lo que

constituye “el proyecto personal de humanización, es decir, responder” (Pareja Herrera,

2007, p.153). ¿Por qué decimos responder? Ya que es la vida quien interroga al hombre y

no al revés, siendo éste quien debe contestar y hacerse responsable (Frankl, 1946). Esta

responsabilidad no es sólo una habilidad, sino también, una capacidad y una actitud (Pareja

Herrera, 2007), las cuales tenderán siempre a una situación particular y concreta (Frankl,

1946).

Se debe destacar que, el ser humano no es responsable de otra cosa que su propia

existencia (Pareja Herrera, 2007), Es decir: “…de realizar las posibilidades pasajeras, de

cumplir el sentido de su vida personal y de sus situaciones concretas” (Frankl, 1984, p.45).

Por lo tanto, podríamos pensar que el ser humano es hombre ahí donde es

protagonista, donde se hace cargo de su vida (Etchebehere, 2009). Al respecto, Frankl

(1974, p.24) manifiesta: “El ser hombre propiamente comienza por tanto allí, donde deja de

existir el ser impulsado, para a su vez cesar cuando deja de ser responsable”.

El Hombre en Busca de Sentido.

Por último, observamos que el ser humano está llamado a buscarle un sentido a su

vida, pero no con preguntas, sino respondiendo las interrogantes de la vida con su propia

vida, en forma acciones, aceptando las donaciones de la vida o a través del sufrimiento

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(Frankl, 1962). Asimismo, la persona no es empujada, sino atraída por el sentido,

decidiendo ante él libremente (Pareja Herrera, 2007).

Frankl (1946) plantea que el problema del sentido es una expresión de lo

verdaderamente humano en el hombre. Manifiesta que cada individuo tiene una misión en

la vida, un deber que cumplir, el cual es situacional y personal (Frankl, 1946). Por tanto,

cada situación le plantea al hombre un reto o una respuesta que sólo él estará preparado

para dar (Frankl, 1962). Esto hace que cada persona sea insustituible e irremplazable,

confiriendo un valor único a su vida (Frankl, 1946). Cabe observar, que esta misión existe

más allá el individuo se anoticie de ella o no; empero, cuanto mayor comprensión tenga del

carácter de la misma, mayor sentido tendrá su vida (Frankl, 1946).

Eso sí, la pregunta por el sentido de la vida sólo puede formularse en una situación

concreta: es decir, en el mundo, fuera de sí mismo (Frankl, 1946). Al respecto, el pensador

vienés indica que un individuo podrá encontrar sentido a su vida si lo que realiza es

autotrascendente, dirigido a algo o alguien distinto a él (Frank, 1962). Aquí nos

encontramos con otra capacidad humana esencial: la autotrascendencia (Frankl, 1959). El

médico vienés expresa: “Sólo en la medida que vivimos expansivamente nuestra

trascendencia, nos convertimos realmente en seres humanos y nos realizamos a nosotros

mismos (Frankl, 1959, p.26),”. Ni la autorrealización o ni el autodesarrollo canalizan la

realización del hombre; sólo cuando se asume una misión en el mundo, única para sí mismo

(Frankl, 1947). En definitiva, el hombre “… puede realizarse sólo en la medida que logra la

plenitud de un sentido fuera en el mundo no dentro de sí mismo (Frankl, 1982, p.21).

En consecuencia con lo redactado en este apartado, Frankl plantea una voluntad de

sentido, oponiéndola a la voluntad de placer, esgrimida por Freud y a la voluntad de poder,

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argumentada por Adler (Frankl, 1947). Establece que es una fuerza primaria que impulsa al

hombre a buscar el sentido de su vida (Frankl, 1962). Explica que es una necesidad

irreductible a otras, existente en todo individuo (Frankl, 1982), siendo la motivación básica

de todo ser humano (Pareja Herrera, 2007). Debemos aclarar, que esta voluntad puede verse

afectada, cayendo en ser humano en un sentimiento de vacío y falta de sentido (Frankl,

1947). Esto se denomina frustración existencial (también llamada vacío existencial) y

demuestra, por su parte, que la persona no ha buscado o no alcanzado el sentido de su vida

(Pareja Herrera, 2007), manifestándose su patología en forma de tedio y aburrimiento

(Frankl, 1962).

Para finalizar, no quisiéramos olvidarnos de un aspecto muy peculiar: los valores.

Lo haremos de manera muy resumida y por un solo motivo: Frankl (1984) indica que a

través de ellos puede alcanzarse la realización del sentido. El mismo puede descubrirse

mediante tres maneras: La primera vía es a través de una creación, una obra o el trabajo

(Frankl, 1959). Es algo que se da al mundo (Pareja Herrera, 2007) y corresponde a los

valores creativos (Frankl, 1946). El segundo camino es mediante el vivenciar una

experiencia, asimilar el mundo y/o la belleza (Etchebehere, 2009) y/o en un encuentro con

el otro (Frankl, 1959). Por tanto, el sentido puede ser hallado no sólo en el trabajo sino

también en el amor (Frankl, 1959). Esta vía tiene que ver con recibir algo del mundo

(Pareja Herrera, 2007) y corresponde a los valores experienciales (Frankl, 1946). La tercera

ruta refiere a la actitud frente a un destino irremisible, una limitación en su vida o una

situación desesperada (Frankl, 1959). Este es el camino más importante y corresponde a los

valores actitudinales (Frankl, 1946). Esta postura permite al hombre elevarse por sobre sí

mismo y modificarse a sí mismo (Frankl, 1959). Estos valores surgen cuando el hombre ya

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no puede crear nada ni vivenciar nada (Pareja Herrera, 2007), sino que se dan cuando “…

un hombre se enfrenta con un destino que no le deja otra opción que afrontarlo…” (Frankl,

1946, p.60). Es decir, cuando se le presenta a la persona hechos irreparables e irreversibles

(Pareja Herrera, 2007), en los que puede incluirse lo que Frankl (1984) llamó tríada trágica:

culpa, sufrimiento (dolor) y muerte.

En conclusión, los valores de actitud emergen cuando el ser humano se enfrenta a

situaciones que demandan lo que el médico austríaco llamó la capacidad humana más

posible: “la capacidad de transfigurar el sufrimiento en un logro humano” (Frankl, 1995,

p.56).

CONCLUSION

Hemos hecho un recorrido breve pero minucioso de la idea de hombre en la obra de

Viktor E. Frankl.

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Partimos desde el principio básico: El individuo como ser bio – psico – espiritual.

Establecimos que lo espiritual es la dimensión específica del ser humano, siendo la que le

brinda unidad y totalidad.

Indicamos la relación instrumental y de expresión que este estrato sostiene con el

organismo psicofísico e incluimos la premisa de un inconciente espiritual, más allá del

inconciente de los impulsos planteado por Freud.

Describimos la estrechez vincular entre este inconciente espiritual y la consciencia,

siendo ella quien hunde sus raíces en aquél. Observamos como es considerada un “órgano

de sentido”, ya que guía a la persona es su accionar.

Puntualizamos dos capacidades primordiales de lo espiritual: la facultad de tomar

distancia de sí mismo y del mundo (Autodistanciamiento) y la capacidad de resistencia al

destino (antagonismo psiconoético facultativo).

En el siguiente apartado, definimos al hombre como un ser en constante devenir,

manifestando que en sus manos está la posibilidad elegir libremente frente a sus

condicionamientos y autodeterminarse a sí mismo.

Conceptualizamos a la persona como el lugar de donde emanan los actos

espirituales y como el centro alrededor del cual se agrupa lo psicofísico. Asimismo,

expusimos las diez tesis sobre la persona y vislumbramos su conexión con la personalidad.

Reparamos en las dos vertientes de la libertad: libertad – de y libertad – para. De

igual forma, advertimos su ligazón con la responsabilidad, siendo ésta última, ante la propia

existencia.

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Por último, presentamos un concepto básico en el pensador vienés: el hombre en

busca de sentido. Incluimos también, la noción de autotrascendencia y voluntad de sentido,

cabales en el pensamiento frankliano.

No ha sido en vano este trabajo, ya que nos ha permitido percibir la riqueza de la

filosofía de Viktor E. Frankl.

Esta concepción de hombre como un ser espiritual que va en busca de descubrir el

sentido de su vida, ante el cual decide libre y responsablemente, ofrece una diferencia

sustancial con la antropología subyacente de las otras corrientes contemporáneas en

psicología.

Consideramos que es una perspectiva que puede circunscribirse a todas las áreas de

vida del ser humano, sin tener que limitarse a la práctica psicológica. Sin embargo y, debido

a nuestra profesión, argumentamos que permite promover un cambio en el ser humano más

duradero que sólo curar sus heridas y reestructurarlo para que continúe como un ser

funcional a la sociedad. Por el contrario, habilita a orientar a la persona hacia su existencia

posible, más allá de sus conflictos y limitaciones.

REFERENCIAS

19
 Etchebere, P. (2009/2012). El espíritu desde Viktor Frankl: una lectura en

perspectiva filosófica. (1º Edición, 2º Reimpresión). Buenos Aires. Ágape Libros.

 Espinosa, N. (1994). La concepción de la conciencia en la Logoterapia de V. Frankl.

Buenos Aires. San Pablo.

 Fizzotti, E. (1974/1981). De Freud a Frankl – Interrogantes sobre el vacío

existencial. (2º Edición) Estella. Eunsa.

 Frankl, V. (1946/1957). Psicoanálisis y existencialismo. (3º Edición). México D.F.

Fondo de Cultura Económica.

 Frankl, V. (1947/2003). La psicoterapia en la práctica médica – Una introducción

casuística para médicos. (2º Edición). Buenos Aires. San Pablo.

 Frankl, V. (1950/1955). Homo Patiens – Intento de una patodicea. (1º Edición).

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