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Santa Teresa de Jesús

y la espiritualidad ignaciana I

Escribo por agradecimiento a la Santa. Agradecimiento perso-


nal y me atrevo a decir que corporativo. Si ella manifestó reitera-
damente su gratitud a la Compañía de Jesús hasta llegar a afirmar:
"Porque ellos (los ¡eSllitas) SOIl mis padres y a quiell después de Naestro
Seliof debe mi alma todo el bien que tiel1e J si es algtmo }>',
hoy me atrevo, en nombre propio y en el de muchos jesuitas, a
agradecer a Teresa de Jesús el haber de mil maneras alimentado,
desde su experiencia de Dios, nuestra propia respuesta y, usando
su propia expresión .. haber criado mi alma-'. No pocos jesuitas
nos hemos reencontrado una y otra vez en mil rincones de sus pá-
ginas . Ya los propios confesores jesuitas de la santa, testimoniaron
que el influjo y la ayuda no fue sólo en una dirección, de ellos a
Teresa, sino también al revés '.
Se me ha impuesto la necesidad de acotar el tema más mo-
destamente o menos pretenciosamente de cuanto reza el título. Mi
objetivo es detectar qué le resuena a un jesuita, desde su cono·
cimiento y experiencia de la espiritualidad ignaciana, cuando se
aproxima a la figura de Teresa de Jesús, a su vida y a sus páginas.
Concibo, pues, mi labor como un paseo de zahorf. que recorre,
péndulo en mano, el campo frondoso de los textos de la santa, de ..
teniéndose allí donde el péndulo se enfurece porque ha entrado
en la misma longitud de onda. Confieso que esto me ha pasado,
ahora y antes, muchas veces. Me limitaré a unos cuantos núcleos
que considero más fundamentales.

1 El texto original de este ürtfcu lo tomé forma de conferencia en el programa que


[a Parroquia de S. Franclsco de BorJa y la Congregación de Matrimonios da Nazaret
organIzó en ocasIón del IV Centenario de la muerte de Santa Teresa. los dras 1·3 de
diciembre 1981.
:¡ Cta. 11, 2. Obras Completas de Santa Teress, BAC, 7.D edicIón.
, lb. 3.
, P. FRANCISCO RIBERA: Vida de Santa Teresa de Jesus, nueva edición por el
P. Jaime Pons, Barcelona 1908. pág. 136.

VOL. 54 MANRESA PP. 291-311


29:2 IGSACIO ICLESIAS , S. l.

Al destacar estos puntos no pretendo afirmar que santa Te-


resa sea en ellos deudora de [a espiritualidad ignaciana y mucho
menos deudora exclusiva. Es empresa casi imposible determinar
[as transferencias que hayan podido producirse entre ambas espi-
ritualidades. Sobre todo, porque [a relación, amplísima y profunda,
ue Teresa con [a espiritualidad ignaciana no se ha hecho a base
de textos, sino en e[ encuentro verbal, en e[ trato personal con nu-
rnerosos confesores y directores jesuitas, de una forma vita[, en
e[ discernimiento diario sobre lo concreto de una historia -la de
Teresa- riquisima en experiencias divinas y humanas alternantes.
En Teresa han desembocado raudales de experiencia de Dios
vivida por muchos otros hombres: carmelitas, dominicos, francis-
canos, jesuitas, sacerdotes, seg[ares ... situados por e[ Señor como
mensajeros precisos en momentos precisos de su vida. Así [os ha
visto ella. Y se ha dejado ayudar por ellos con una soberana obe-
diencia a Pios, hecha también de una soberana libertad frente a
sus instrumentos. Incluso cuando [a relación con éstos viene des-
crita por ella misma en términos de amistad e intimidad ["muy
buen amigo mío» ... l, nO se crean "dependencias ... Por encima de
su humildad y como inseguridad, con que busca someter a .. letra-
dos» sus escritos y abrirles su propia vida, y con que se declara
permanentemente alumna siendo maestra, sorprende [a [ibertad
frente a [os mismos, asi como la ingenua humildad con que pon-
dera su propia doctrina, que no es suya, sino del Padre que esta
en los cielos_ Como cuando titula:
f{prosigue la mesma materia de decir las gl'alldes mercedes que el Señor la
ha hecho. De algunas se puede tomar harto buena doctrinal que éste ha
sido según ha dicho) su prillcipal intento) después de obedecel'l poner las
l

que son para provecbo de las almas. Con este capítulo se acaba el discurso
de Sil vida que escribió. Sea pan; gloria del Señor] Amén» '.
Su fuerza en su propia experiencia, [a seguridad sentida de la
presencia y [a acción del Espíritu. La intervención de [as docenas
de confesores, directores y letrados consultados y oídos en [ar-
gas conversaciones, servirá a encaminarla y orientarla hacia ese
Espíritu.
Es precisamente esta fuerza -[a experiencia- una caracte-
rística fundamental común a Teresa y a Ignacio de Loyo[a, esas
uos vid~s paralelas. Sólo confrontando vidas (experiencias concre-
tas del Espíritu), se pueden comprender mejor [as "espiritua[ida-
des .. , como realidades sobre [as que se conceptua[iza, se discurre,
se hace teología. Los hombres de [a Compañía de Jesús que habrán
de entrar en contacto con Teresa de Jesús, o son hijos espirituales
de Ignacio de Loyo[a (así Francisco de Borjal o de alguno de sus
más directos discípulos y amigos personales.

~ Vida c. 40 .
3 SANTA TERESA DE ]ESUS y LA ESPIRITlI,\UDAD IC:-;AC IA~A 293

l. - TERESA E IGNACIO DE LOYOLA

Cuando Teresa viene al mundo, anda Ignacio de Loyola bien


cerca, por tierras de Arévalo, a sus 24 años, paje de D. Juan de
Velázquez de Cuéllar, Contador mayor del Rey Fernando el Católi-
co. Con toda probabilidad, por entonces visitó Avila. Y con Avila
volverá a encontrarse en los papeles , cuando cuarenta años des-
pués, ya General de la Compañía, escribe nombrando a Franci sco
de Borja, Comísarío con autoridad de General en las cuatro Provin-
cías españolas; quien, apenas nombrado, autorizó la fundación del
entonces colegio de San Gil en Avila.
Sus vidas, la de Teresa y la de Ignacio, van a discurrir muy
diversamente, en paralelo. Sólo se encontrarán, para la Historia,
años después, cuando en una misma ceremonia, sean reconocidos
por la Iglesia como santos (1622). Sin embargo, hay no pocos ele-
mentos (circunstancias extrínsecas unos, convergencias y sintonías
espirituales otros) que merecen ser estudiados o al menos desta-
cados, porque son ilustradores y en cierto modo típicos de cómo
el Espíritu del Señor actuaba en la Iglesia de aquel siglo, cultu-
ral y religiosamente explosivo. Convergencias por ejemplo, que
van desde lo más extrínseco de sus vidas a lo más exquisito de
su espíritu.
A ambos tenemos acceso hoy a través de sus escritos, de
su doctrina y pedagogía de oración, y de sus Obras -el Carmelo-La
Compañía-o que tienen de común un cierto modo revolucionario
de plantear la vida religiosa.
Ambo~ nos han legado un rico caudal autobiográfico (La Vida,
las Fundaciones, Cartas, santa Teresa; la Autobiografía, el Diario,
l as Cartas, S. Ignacio). escrito por obediencia o a requerimiento
ajeno con expresa conciencia de narrar la obra de Otro, .. refirien-
do a Dios todas las cosas .. ' y por motivo de hacer bien a otros,
como un servidor' - '.
Por encima de las evidentes y grandes diferencias literarias
(Teresa es escritora, Ignacio, no; Ignacio dicta, Teresa escribe ;
Ign acio narra, Teresa además revive y enseña; Teresa concluye
prácticamente su obra y su vida, Ignacio la deja a las puertas de

a S. IGNACIO. Autobiografía. Pr6logo. 1.


7 Vida. Prólogo, 2. • Sea bendito por siempre, Que tanto me esperó. a quien de
todo mi corazón sup lico me dé gracias para que con toda claridad y verdad yo haga
esta relación que , mis confesores me mandan. y aun el Señor sé yo lo quiere muchos
días ha, sino que yo no me he atrevido: y que sea para gloria y alabanza suya, 1
para que de aqur adelante. conocIéndome ellos mejor. ayuden a mi floqueza para qu~
pueda servir algo de lo que debo al Señor. (1 Quien sIempre alaben todas las cosas. Am en~.
8 S. Ignacio. Autobiografía. Prólogo, 4... Mas. ven ido el P. Nadal, holgándose mucho
de 10 que estaba comenzado, me mandó que Importunase el Padre, diciéndome mue has
veces que en ninguna cosa podra el Padre hacer más bien a la Compañía que en hacer
esto, y que esto era funda r verdaderamente la Compañía y a nsf é l mismo habló al
Padre muchas veces , y el Padre . me dijo que yo s e lo acordase como se acabase el ne o
gocio de la dotación del coleglo-,
294 IGNACIO IGLESLAS, 5.1. 4

Roma), hay grandes coincidencias en este .hacer memoria", y un


profundo paralelismo en ambos procesos de entrega. Notemos
brevemente algunos aspectos.
Una parecida base familiar de profunda raigambre cristiana,
y esa zona de vanidad juvenil simbolizada en la curiosa coinciden-
cia de la afición de ambos a los libros de caballería con que ali-
mentaban sus sueños (ambos son grandes soñadores), dan paso,
-precisamente en gran parte a través de su misma afición a la
lectura, ocasional o dirigida-, a un progresivo descubrimiento del
Señor y a un interesarse por El.
Paralelismo en la fase de purificación, que sigue como dolo-
rosa confrontación de espíritus, que ambos resuelven por recurso
a la oración y a sus confesores, a los que ambos se abren con
absoluta transparencia ("tratando con él con verdad y llaneza" ' ,
"como a su confesor solía decir lo· que hacía muy menudamente " l.
La riquísima experiencia de Teresa sobre sus confesores, de los
que no siempre fue entendida y ayudada, pero a quienes juzga con
tanta comprensión como libertad de espíritu, concluyendo la conve-
niencia de que sean .Ietrados" ("gran daño hicieron a mi alma con-
fesores medio letrados" U), es equivalente a la que le lleva a Igna-
cio a urgir a sus jesuitas una esmerada preparac,ión para los con-
fesores "para bien y con prudencia in Domino usar deste oficio
sin daño suyo y con utilidad de los prójimos, y use, habiendo oído
alguna confesión, hacer reflexión sobre sí para ver si ha faltado
en algo y para adelante ayudarse ... " ". Pero ambos coinciden ex-
perimentalmente en la necesidad de verificar los caminos del Señor
mediante la utilización de esos testigos personales, de esas media-
ciones humanas, instituidas por El.
Paralelismo en las ilustraciones con que el Señor va haciendo
camino en ambos y que culminarán con fuerza decisiva, para Tere-
sa en el 1556, precisamente el año que moría Ignacio de Loyola,
y que ella describe con estas palabras:
«Habiendo estado tm dio mucho en oración y suplicando al Serior f11':
f!),udase a eGllleutorle eu todo, comencé el himno (Vel1i Crea/o,.), y estándol,?
diciendo, vínome 1m arrebatamiento tan St¡bito que casi me sacó de mí,
(Osa que ) 10 110 puede dadar, porque filé muy cOlzocido. Fué la primera vez
que el Serlor me hizo esta merced de arrobamiento. Entendí estti:J palabras'
Ya tlO quiero que tengas cOlwe1'sación C011 homb,.es Si110 con á,¡geles. A mí
me hizo mucho eSpc.·l1to, porque el movimiento del á11ima /ué grande, y mu)'
en el espíritu se me dijeron estas palabras, y así me hizo temor, azmqúe J

por o/l'a parte, gran consuelo, que en qrdtól1doseme el temor que a mi pa-
fecer causó la l1ovedad) me quedó» ~.

Comino de perfección, 40, 4.


10 S. IGNACIO. Autobiografía, 25.
11 Vida, 5, 3.
l! Constituciones de la Compañía de Jesús. P. IV, c. 8, 4 O.
1~ Vida, 24, 7.
5 S,\NTA TEITESA DE JESUS y LA ESPIRlnJALlOl\D IC!'l'ACIANA 295
- - - - - - -- -- - - -- -- - - - -- -- - -

La de Ignacio había sucedido treinta y cuatro años antes (1522)


en la etapa purificadora de Manresa, junto al Cardoner. La narra así:
«Qtdnto. Una vez iba por S1I devoción a 1lI1Q iglesit; que estaba poco
más de tilla milla de ManTesa, que creo yo se llama San Pablo. y eL camillo
t'a ¡tullO al río; y yendo así en SIIS devociones, se sentó tm poco con la cort;
hacia el río, el cual iba hondo. Y estaudo allí seutado, se le empezaroll a
abri,. los o;os del entendimiento; y IZO que viese alguna visión, sino enten-
diendo y conociendo muchas cosro-J, tanto de cosas espirituales como de cosas
de la le y de letras,' y esto COl1 ruta HnI/ració!: tan grande, qtze le parecíau'
todas las cosas lluevas. Y //0 se puede declarar los particulares que Entendió
entouces, auuque fuerol1 muchos, sillo qtle recibió mrGo grande claridad e,¡
el entendimiento; de manera que en todo el discurso de Sil vida, hasta pa-
sados sesenta y dos mIOS, coligiendo todas cualltas ayudas haya tenido de
Dios, y todas cru¡ntas cosas ha Jabido, aunque las aywrte todas en tilia} no
l!! parece haber alcanzado tmrto como de aquella vez sola~) u.
Aunque son obvias las diferencias, también lo son, creo, no
pocos elementos fundamentales comunes: Ambas experiencias se
producen por irrupción y por sorpresa, como no nacidas de la car-
ne y de la sangre; ambas destacan la .. novedad. producida en el
.. entender .. ; ambas van selladas con la consolación como signo sen-
sible del Espíritu; ambas experiencias en fin, se presentan dete'-
minantes, como puntos de referencia permanente de los que de al-
guna manera vivirán ya siempre.
En este camino de iluminación, que de ningún modo marginará
la ascesis cotidiana, sino que la integrará como una forma de coope-
ración humana a la generOSidad de Dios, se irán adentrando ambos,
de manera muy singular, guiados por el Espíritu del Señor, a través
de condiciones personales e históricas, y de modalidades de servi-
cio muy diversas. Y el camino de ambos se adentrará a golpe de
gracia en la intimidad y familiaridad de la experiencia trinitaria,
que Teresa teologizará más que Ignacio, quien a su vez la descri-
be con una profundidad y jugosidad de relación personal fácilmente
desconocida por quienes se han hecho de Ignacio otra Imagen. Una
sencilla comparación de textos ilumina más que muchos comen·
tarlos:
«(Esta declaración postrera me parece declara algo de este dou celes-
tir.l, porque se ve el alma en tm punto sabia, y tall declarado el misterio
de la Santísima Trinidad y de otras cosas muy subidas, que 110 hay teólogo
(011 quien /10 se atreviese a disputar la verdad de estas grandezas. Quédare
tan espGntada) que basta tilia merced de éstas para trocar toda t111 alma
'1 hacerla uo amar cosa Si110 a quien ve qtle, sin trabajo ningulIo suyo, la
bace capaz de tall grandes bienes y le C01J1zl11ica secretos y trata con ellú
fon tanta amistad y amor que no se sufre escribir) l!i.
«Estando una vez l'eziS¡zdo el salmo de Quicumque vult, se me dió a
entender le;· manera cómo era un solo Dios y tres Personas, tan claro que
JI S. IGNACIO. Autoblograffa. n. 3D.
l:I Vida, 27. g,
IGSACIO ICI....ESr,\S, S. J. 6

J'" me espanté y consolé mucho. Hízome grandísim o provecho para conocer


más la gral1deza de Dios y sus maravillas, y para cuando pienso o se trata
de la Santísima T rhzidr.d, parece entiendo cómo puede !el' y esme mucbo
l:outento» 18.

«A la lJI'JChe pasada, acostándome y COll pensamientos de mirar lo que


baría en celebrar o cóm o, a la maÍJana desp ertando y entraJ1do en examen
de la conciencia y en oración eTl mtJcha abundancia }' COIl grande efusión
de lágrimas por el rostro, y dura11do lt;;· devoci6n intel1sa elJ grande manera ,
COl1 mtJchas il1teligel1cias o recu erdos espirituales de la Santísima Tril1idad,
quitándome y regocijándome eu gral1 manera, hasta apretarme en los pechos
por el intenso amor que en la santísima Trinidad sentía, asi tomando COJJ-
fiauza y dp.termiNado de decir misa de la santísima Trinidad, para después
11et lo que bal'ír.·, asimismo al vestir COII inteligencias della misma, levo1Jtál1·
JOl 1te }' haciendo 01'aci6n breve, 110 sin lágrimas, y después C011 devoción
y cO l1fial1la espiritual de decir arreo seis o más misas de la santísima. Tl'i-
nidad» 17.

Finalmente, y por apuntar a otro núcleo donde el paralelismo


se hace muy cercano y merece ser profundizado, ambos viven como
peregrinación su fe, una fe que les impele, guiados por el Espíritu,
a .. exploraciones .. inusuales en la Iglesia y a conclusiones fácti·
cas que habrán de provocar no pocos recelos, resistencias, perseo
cuciones ... Ambos rondarán las cárceles de la Inquisición. Y ambos
adoptarán idéntica actitud de humilde firmeza para exponer lo que
han verificado como no suyo , sino .. dado de lo alto".
Su sentido viajero de la fe, como una profunda fuerza inte-
I·ior, disparó todas sus correrías por los caminos de los hombres,
y estuvo siempre presente cpmo alma de todas ellas, provocando
en los dos una nueva sensibilidad para el hombre histórico, con·
creta, entrañada en su altísima experiencia del Señor del hombre.
y así el misionerismo de Teresa no es menos vivo que el de Igna-
cio, como el misticismo de éste no es menas evidente que el de
Teresa. Ambos son una prueba viva de que no h~y auténtica expe·
riencia de Dios que no sea .. misionera .. , es decir, que no participe
al alma algo de esa misteriosa necesidad de comunicarse, que es
Dios mismo. Ni puede concebirse una auténtica dimensión misIo·
nera, que no hunda sus raíce s en la experiencia íntima del Unico
que envia y del Unico que ha de ser comunicado.
Precisamente en relación con este punto encontramos la única
referencia directa de Teresa sobre Ignacio de Loyola. Aunque en
otro contexto , el celo apostólico de Ignacio interpela a Teresa y
Teresa interpela con él a sus monjas:
«Y r.· él (el d emonio) tiene experiel1cia de este caso; porque si miramos
la multitud de almas que por medio de tilla trae Dios a Sí, es para alabarle
mucho los millares que cOll vertían los mártires, una doncella C01110· Sauto

l<l Id., 39. 5.


H S. IGNACIO. Diario espiritual, 51.
SANTA TERESA DE JESUS y LA ESPIIHTllALlDAD IG!"AC1A:"IA 297

Urstl/a! Pues ¡lc.-s que habrá perdido el demonio por Santo Domingo y Sau
Francisco y olros fUlldadores de Ordelles, y pierde ahora por el padre Iglla-
cio~ el que lundó la CompafUah> . .. H

En este rapidísimo boceto de vidas paralelas, no puedo menos


de mencionar siquiera otro significativo paralelismo, el del riquísi-
mo epistolario de ambos_ Y es que [os dos son grandes -conver-
sadores ... Sus numerosísimas cartas, rezuman conversación viva,
cercanía humana, realismo, presencia a[ problema y a [os detalles.
cordialidad, sentido del humor ... La más sublime experiencia mís·
tica, reflexionada y . seguida como meta en Teresa o simplemente
vivida como don personal en Ignacio, no les ha hecho extraños ni
lejanos al ser humano y a sus problemas, al contrario. Y es que,
Goma escribirá con gran intuición Teresa:
«o las religiosas importa mucho esto: mientras más santas, más conversables
COl1 SIlShel'mtmas, y que aunque sintáis mucha pena, si 110 vall sus pláticas
todas como vos las querl'Íales hablar, lIm/Cc.' os extraíléis de ellas, si queréis
aprovecbal' y ser amadas, que es lo que much o bemos de procurar: ser ald'
l/es y agrad(i,r y contentar a las personas qjle tratamos, eu especial a uues-
tras bermanas» 20.
Mi osadía -porque no otra cosa se puede llamar este breví-
simo boceto de estudio paralelo de estos .dos grandes servidores
de) Señor y de la humanidad- me hace pensar que lo aportado
(y lo intuído), haya sido suficiente para poder concluir que el gran
legado que Teresa e Ignacio nos han dejado -previo a su espiritua-
lidad escrita, que no se entiende sin él- es su propia vida. "Me
parecía que era guiado« " , escribe Ignacio, y escribe equivalente
y reiteradamente Teresa.
Cuando luego, guiados por e[ Espíritu, de cuyos movimientos
son atentos observadores, o mandados por los ministros del Señor.
se deciden a traducir en método realizable o inspirador para otros
su propia experiencia. la diversificación entre ambos se hace os-
tensib[e. A[ menos desde [a perspectiva de un método. La exube-
rante transmisión, doctrinal y jugosa, de [a experiencia de Teresa
[Camino de Perfección, Moradas), dista mucho de la pedagogía mi-
[imetrada [como instrumento) de los Ejercicios Espiritua[es, fruto
de [a atenta reflexión y comprobación de Ignacio sobre [a suya.
Con todo, ambos procesos son comparables y no pocos de sus e[e-
mentas fundamentales asimilables: purificación, opción fundamental
por Cristo - combate espiritual - intimidad -,- el amor (unión) a
Dios, que es compromiso con el hombre como meta, etc. Acometer
este estudio ha sido empresa ya Intentada y que merece ser con-
tinuada.

lB Moradas v, 4.°, 6,
IP Camino de perfección, 41, 7. El relieve Que Ignacio de Loyola da a la comunica·
ción epistolar al _saber a menudo unos de otros" (Constituciones. P. VIII. c. ' 1.0 , 9) e3
lino de sus rasgos más origInales.
~o Diario, 113.
298 l GNACIO IGLESIAS~ S. l. 8

Resumo

Teresa no es "letrada .. , Ignacio tampoco. El magisterio es-


piritual de ambos no es erudito, ni cientifico (en el sentido
corriente del término). Es testimonial. Son dos testigos y, como
tales, maestros desde la honrada transmisión de su propia expe·
riencia. Esta es su fuerza. Van -guiados ... Y observan atentamente
su camino. Y lo cuentan. Y guían.
Precisamente este liderazgo espiritual es el que magnetiza a
su alrededor a hombres y mujeres ansiosos de Dios. Y así surgie-
ron sus obras, el Carmelo - la Compañía de Jesús, producto no
pretendido en origen por sí mismo, sino encontrado como por sor-
presa a lo largo de esta experiencia y como impuesto por ella.
Sin extremar el paralelismo, podría prolongarse a sus Obras el que
hemos bosquejado anteriormente en los protagonistas. Es la mis·
ma Teresa quien lo anticipa en carta a D. Cristóbal Rodriguez de
Moya, a propósito de la fundación de Segura de la Sierra:
«(C01110 ellos (tos ¡cruilas) habían criado mi alma, hame hecho el Señor mer-
ced que en estos mOllosterios se haya plantado Sil espíritu. Y Ollsí, si VM
sebe sus reglas, verá que en !IIuchas de ésas lluestras cOllsa/aciones con-
formamos, porque tra;e yo breve del Papa para poderlas hacer, y ahora
cllando nuestro revere1ldísimo ge1leral villo por aquí las aprovó y mandó
se guardaJel1 en todos los 11101U;'Sterios que yo fundase, y dejó mandado
que los Padres de la Compaíiía predicase11 y que IIi11glílJ prelado se lo
puede estorbar, y si ellos quieren. c01lfesar /ambiél1 lo pueden hacer, sino
tiue tieuen zma constitucióll que se lo quita YI si 110 C.f alguna vez, tJo lo
podemos acabc;r C011 ellos. Ansí que nos tratan y aconsejan muy ordina·
riamente y nos hacen hatto provecho» ~l.
Años después surgirán problemas con los jesuitas (-trabajos ..
los llama la Santa) de los que se lamentará dulc.emente: -Me pa-
rece que no merezco yo a la Compañía dármelos .. ".
Malentendidos que Teresa por su parte se esfuerza inmediata-
mente por iluminar y deshacer (.yo he hablado con vuestra merced
con toda verdad y, a mi parecer, he hecho lo que estaba obligada
en nobleza y cristiandad .. ) ~ y en toda libertad de espfritu, como
ella misma testimonia:
{(Mas yo digo a vuestra paternidad que tengo tan poco miedo a sus
fieros, que yo lile espallto de la libertad que lile da Dios, y amí di;e al
F:ector que en cose;· que entendiese se había de servir~ que toda la Com-
p~llía lIi todo el IIlIlI/do sería parte para que yo de;ase de llevarlo ade·
lante ... » ~'.
Si ahora hago referencia a este episodio, Intranscendente, por

~l Carta 11, 37.


:::1 Carta 216, 7.
:3 1:'. 4.
::t Corta 217, 6.
SA;'\'T,\ TEm:::S,\ DI:: JI::StlS y .LA ¡:;SPllItTUAL.lOAD IG!'JACIANA 299

humano y pequeño en una historia invadida por el Espíritu. es para


hacer resaltar en la limpia humildad con que reacciona Teresa su
personal deseo de esta afinidad entre Carmelo y Compañía de
Jesús. Creo no andar descaminado si afirmo que la finísima deli.
cadeza de Teresa le ha dictado usar la misma terminología ignacia-
na (Rey, Bandera, voluntad de Dios ... ) como queriendo significar
su sincerisima voluntad de acercamiento, que por otra parte fluye
del texto mismo ".

11. - TERESA Y LOS CONFESORES JESUITAS

Fue precisamente a través de hombres concretos de la Com-


pañia "que han criado mi alma», como se realizó un acercamiento
efectivo entre ambos caminos del Espíritu y se produjo un real in-
flujo de la espiritualidad ignaciana en Teresa:
«Algunas veces me maravillo que siendo persona ("'1. Gaspar Daza)
que tieue gracia particular en comellzal' a llegar almas a Dios cómo 110
fué servido entendiese la mía, ni se quisiese encargar della,' y veo filé todo
/Jara mayor bien mía porque yo conociese y tratase gente tan santa como
la de la Compañía de Jesús» ".
Por las páginas de Teresa desfilan con nombres y apellidos casi
cincuenta jesuitas. La mitad, más o menos, como confesores. direc-
tores o consejeros espirituales; algunos de ellos muy brevemente.
pero ejerciendo un influjo muy decisivo en la trayectoria espiritual
de Teresa. Otros jugarán un papel práctico. eficaz en el lanzamien-
to e implantación de la Reforma. Al sentido realista de Teresa no
escapará esta eficacia:
«No seJ'á poco bien si el Rector de ahí (¡esuita) se quisiese ellcargar
como dice) y así lo haga, que, atwque algellla vez 110 1I0S esté ta" biell
lo qZJe dicell¡ por lo mZlcho que importa tenerlos es bien pasado. Brisque
l'nsas que los preguntar) que SOJl muy amigos de esto; y así lo hacen adoll~
de toman este cuidado» ::r.
El primer encuentro de Teresa con jesuitas tiene lugar en 1554,
dos años antes de la muerte de Ignacio de Loyola. Eran años de
desorientación espiritual sobre su propia oración: "Yo. como en
estos tiempos habían acaecido grandes ilusiones en mujeres y en-

:!: Carta 215, 8: -Si se me echare la culpa, no es la primera vez que padezco sil!
ella, mas experiencia tengo que cuando nuestro Señor está satisfecho, todo lo allana;
'1 jamas creeré que por cosas muy graves permitirá Su Majestad que Su Compañíil
vaya contra la Orden de su Madre, pues la tomó por medio para repararla y renovarla,
cuantlmás por cosa tan leve, y si lo permitiere, temo que será posIble que lo que se
plens& ganar por una parte perderse por otra. Pleoa a Su Majestad que los del Híjo
y de la Madre sean tales que, soldados esforzados, sólo mIremos [ldonde Vil la bandera
de nuestra Rey para seoulr su voluntad: que si esto hacemos con verdad los carmelitas,
está claro que no se pueden apartar los del nombre de Jesús, de que tantas veces
soy amenazada - o
=0 Vida 23, 9.
:7 Carta 218. 4,
300 IGNACIO JCl,ESIAS, S. 1. 10

gaños que las había hecho el demonio, empecé a temer .. " ; y de


una cierta relajación: ..... estaba ya tan caída en casillas de mala
costumbre que no acababa de entender eran malas, que era me-
nester ayuda de otros y darme la mano para levantarme . Bendito
sea el Señor que, en fin, la suya fue la primera .. " . Fenómenos que
ella misma describe abundantemente.
Teresa tenía entonces 39 años. De los cuatro primeros jesuitas
con los que habló, .. tratando ... toda mi alma" "', tres eran joven-
císimos, 23, 27 Y 25 años, recién ordenados sacerdotes , formados
en el colegio de Salamanca por el P. Miguel de Torres , hijo espiri-
tual de Ignacio, de quien éste solía decir : .. El que tocare al Dr.
Torres me toca a mí en las niñas de los ojos" " . En medio de ellos
el paso providencial por Avila de Francisco de Borja, jesuita desde
hacía seis años y recientemente nombrado Comisario [Vicario del
General) para las Provincias de España y Portugal. El paso de todos
ellos por Avila fue decisivo para el camino espiritual de Teresa.
Todos contribuyeron a reorientar su oración, a despertar la cohe-
sión de su vida y sus obras y a centrarla en una honda relación
personal a la Humanidad de Jesús. El que Diego de Cetina , el pri-
mero, le asegurase .. ser espíritu de Dios muy conocidamente,, " lo
que ella vivía, pero le descubriese la necesidad de reh acer el ca-
mino de la oración y de la mortificación y la centrase en la con-
templación de la Pasión del Señor -diagnóstico y remedio que ra-
tificaría luego Franci sco de Borja-, ha hecho pensar a algunos que
durante este tiempo Teresa hizo al menos parte de los Ejercicios
Espirituales, que son un proceso de reorientación de la vida , que
comienza precisamente .. imaginando a Cristo Nuestro Señor delan·
te y puesto en cruzlI ~-'.
«Quedó mi r.lmo de esta cOJl/esión tan blanda que me parecía 110
hubiera cosa a que 110 se dispusiera, y así comellcé a hacer mudal1za en
!l,l/chas cosas, aUl1que el eon/esor (Dego de Cetino) 110 me apretaba, untes
me pareck bacía poco caso de todo» 31,
Francisco de Borja .. díjome que era espíritu de Dios y que le
parecía no era bien resistirle más,,'" y Juan de Prádanos, el se·
gundo jesuita proveniente de Salamanca, .. me comenzó a poner en
más perfección ... n . . . También con harta maña y blandura, porque
no estaba aú n mi alma nada fuerte, sino muy tierna, en especial en
dejar algunas amistades que tenía; aunque no ofendía a Dios con
ellas , era mucha afección, y pareciame a mi era mucha ingratitud

:~ Vldn 23, 2.
~~ lb . 23. 4.
:lO lb. 23. 16.
:a RIBADENEIRA. Historia de la Compañía de Jesús en los Provincias de España
y parte do las del Perú, Nueva España y Phllipinlls. lib. 1. c. VII.
~~ Vida , 23, 16.
~ Ejercicios Espirituales. 53.
~I Vida, 24. 1.
3;¡ lb .• 24, 4.
II SANTA TERESA DE JESUS y LA E~PIflITlJALIJ)AD IGNACIANA 301
- -- - - -
dejarlas", .. ", Fue bajo la dirección de este Padre cuando Teresa
I'ecibió la iluminación a la que hice referencia más arriba,
Pero sin duda la obra más profunda y más continuada la hará
el Espíritu. de manos del p, Saltasar Alvarez. "un Padre bien santo
de la Compañía-" u",y que es de los mayores amigos que ten-
go .. ~, Su sistema, que Teresa atribuye a la humildad del confe-
sor " porque con ser de mucha oración y letrado, no se fiaba de
sí- " . acarreó a Teresa "muchos trabajos .. , Ayudada por él. aunque
simultaneando otras ayudas. entre ellas la inapreciable de San
Pedro de Alcántara. vivirá Teresa los años decisivos para el inicio
de la Reforma. Le secunda pacientemente en la prueba de la es-
pera y el silencio que él le impone. y que Teresa le reconocerá
afirmando de él que -era el que más me aprovechó. a lo que me
parece u ~o.

Habría otros jesuitas confesores y consejeros espirituales de


Teresa. pero tal vez estos primeros fueron los más Significativos
por el momento espiritual de Teresa en que actuaron " . Resumien-
do. se puede afirmar que la principal aportación de confesores
de la Compañía fue una aportación característica de la espiritua-
lidad ignaciana: el discernimiento, Los Ejercicios Espirituales son
una experiencia que intenta capacitar para elegir según Dios . le-
yendo sus usignos .. y sorprendiendo su voluntad . Teresa los define
como "muy experimentados en cosas de espíritu- y disponibles para
este servicio:
«Alabo a nuestro Seíior que de l1Ínglma Orde11 se podría t ener la li.
bertad que nosotras tenemos de tI'atarlos) y jamás se 110S quitará ni se
lIt/ita» {~.
Las constantes de este acompañamiento espiritual que Teresa
recibirá de los jesuitas son: -un remitirle de modo permanente
(aun en el corazón mismo de su experiencia mística más elevada)
a la persona de Jesús en su Humanidad; -un gran respeto a la
acción del Espíritu (son testigos, más que directores); -una uni-
dad fundamental en integrar unión y desasimiento (mística y ascé-
tica); -un sentido dinámico, de progreso, en la medida en que el
Señor iba liberando la libertad de Teresa de Jesús,
Esta larga serie de hombres, que viven pletóricamente la pri-
mera caridad de su nueva Orden , joven todavía de treinta y tantos
años, no solamente asistirán a Teresa como puntos de referencia
(no exclusivos por supuesto) para descubrir los caminos del Señor,
sino que la apoyarán eficazmente en la concreción de su Reforma,
en la difusión de su espíritu y en la promoción de vocaciones:
,~ lb .. 24. 6.
rrr Vida, 28. 14.
:Ji Carta 315, 4.
:::l Vida, 28,. 14.
_0 Vida, 26, 3.
u lb., 23, 14.
el Carta 11, 5.
302 W;'¡-!\CIO IGLES IAS, S. lo 12

«Porque 110 todas las personas espirituales me contelltan pt;·/'O nuestros


"101Zosterios si 110 5011 las que eJ tos padres confiesan, y Ol1sí casi todas las
J

que están eu ellos, y 110 me acuerdo ahora estar llil1gtma de 16s que he
l omado que 110 sea hija suya, porque SOIl las que 1105 cOllviellem>~.
y hasta corren con no pocas gestiones que interesan a la in-
fraestructura material de sus fundaciones_ En la mayor parte de
éstas contó Teresa ampliamente con el apoyo de algún jesuita.
Esta ayuda es más que recompensada por parte de Teresa en
el afecto, casi maternal, con que habla de sus confesores jesuitas,
en el reconocimiento que hace de ellos, en la confianza con que
los trata, lamenta sus ausencias y pide noticias de ellos y en la
libertad y finura con que les interpela y avisa, hasta preocuparse
y desvivirse por su salud H. En carta al P. Jerón imo Gracián y acon·
sejándole no abusar de exceso de trabajo, le argumenta:
«(Con todo l1Q hemos de pedir a Dios milagros y es menester que
L~lIestra paternidad mire que 110 es de hierro y que hay muchas cabez6s
perdidas en la Compaiíia por darse a mucho trabajO) t~ .
Esta relació n de Teresa y los jesuitas, pudo parecer excesiva
a algunos y, concretamente, al Visitador, P. Avellaneda, quien dejó
al P. Baltasar Alvarez, Rector de Salamanca, este aviso, que hoy
nos hace sonreir: .. No gastar tiempo con mujeres, especialmente
con monjas carmelitas, en visitas y por cartas, sed suaviter et efti-
caciter irse soltando dellas» ".
Pero es boca de este mismo confesor, P. Baltasar Alvarez , de
quien recogemos el agradecimiento a Teresa, que otros confesores
jesuitas hubieron podido hacer suyo: «Aunque el P. Baltasar Alva-
rez, escribe el P. Luis de la Puente, tenía en la.s cosas del espí-
ritu ciencia y experiencia, la Madre Teresa de Jesús volaba tan
alto, que hubo menester darse buena prisa para poderle alcan-
zar, como escribe el P. Ribera: "acuérdome que, estando yo una
vez con él en Salamanca, y hablándose allí de diversos libros espi-
rituales y del provecho de cada uno de ellos, dijo él: Todos estos
libros leí yo para entende r a Teresa de Jesús» " .

111. - TERESA Y LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA


El hecho de que existan profundas convergencias de fondo
entre Teresa e Ignacio de Loyola, que no he pretendido más que
arañar; y el que los discípulos de éste hayan jugado, en determina-

'-, Carta 11, 3.


u Carta 254 , 14.
j~ Carta 172, 2 .
•~ ASTRAIN : Historia de la Compañia de Jesús en la Asislencla de Españ¡;¡. 111,
t.1adrld (19 09), pp . 193·194.
n P. FRANCISCO DE AlBERA: Vida de Santa Teresa de Jesús, nueva' edición por
el p, Jaime POMo Barcelona 1908. p. 118.
13 SANTA TERESA DE JESUS y L."- ESPIRITUALIDAD IGNACIANA 303

dos momentos, un papel nada despreciable en la orientación espi-


ritual de Teresa y en la asunción de la Reforma, es, creo, signifi.
cativo para poder confrontar ambas espiritualidades, aunque no
autoriza a hablar de "dependencia» de Teresa respecto a la espiri-
tualidad de la Compañia.
Una de las cosas que más impresiona en Teresa, y concreta·
mente en su relación con sus confesores y consejeros, es ese ma-
¡'avilloso arte de Integrar adhesión y afecto personales (no se recata
de llamarles amigos y de manifestar su amistad) con una soberana
libertad frente a ellos. En el caso de los jesuitas, además, la mo-
vilidad apostólica de muchos de ellos les ha hecho pasar . fugazmen-
te, aunque no sin rastro, por el firmamento de Teresa.
De ello, y de su enorme personalidad humana y espiritual,
resulta: 1.0, que Teresa no es hija de ninguna espiritualidad espe-
cifica, o lo es básicamente de la Carmelitana, "porque éste fue
nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Pa-
dres nuestros del Monte Carmelo ... » "; 2.°, que ella es, sin duda
ayudada y enriquecida por muchos, creadora de una escuela propia.
Pertenece, con su propio peso específico, el de su personal expe·
riencia ("no diré cosa que no la haya experimentado mucho») ", al
rango de los maestros espirituales de la Iglesia. Esto hace que el
acercamiento a· ella desde otra escuela espiritual. como pueda serlo
la ignaciana, no sea fácil por los métodos habituales. Ni por análisis
teológicos ni por estructuras de lenguaje, ni siguiendo una deter-
minada veta común. Hay en todos los aspectos un momento en que
Teresa despega sola. Por eso, aunque menos cientifico y expuesto
a subjetivismos, no queda otro camino que el de tentar desde una
espiritualidad, en este caso la ignaciana, existencialmente (que es
un modo teresiano de hacer). cómo resuenan con especial eco las
páginas de sus textos. En el inagotable mundo del Espiritu, pienso
que sea un método legítimo. Y posiblemente uno. de los más reS-
petuosos con ese libérrimo hacer del Espiritu en seres humanos
cuya libertad El es el primero, y el único, en liberar.
Desde esta perspectiva reduciré mi aproximación a Teresa
desde la espiritualidad ignaciana a tres grandes núcleos:

1) El primado de la oración
Puede parecer extraña la selección de este núcleo en quienes
tienen la imagen de un Ignacio extrovertido en el que prima la
acción, la misión. Pero son la acción y la misión de un contempla-
tivo, una acción y una misión ellas mismas contemplación, porque
se viven en consciente referencia a Otro que las quiete, las man-
da y envía a ellas ... Esta referencia hace que las obras, las pala-

'8 Moradas, V. 1,·, 3.


(D Vida, 18. 7.
304 IGNACIO IGLESIAS, S. l. H

bras, la doctrina, sean "obras de mi Padre, palabras de mi Padre,


doctrina de mi Padre ..... ".
y es que la acción y la movilidad, verdaderamente apostólicas,
son impensables sin oración:
(Deciame poco ha 1m letrado que SOI1 las dmas que 110 tienen oració,¡
como cm cuerpo COI1 perlesía y tullido, que aunque tie?le pies y manos
no los puede mandan> ~l.
Para Ignacio como para Teresa es ésta de la oraClOn una expe-
riencia regalada, no provocada por el hombre, sino recibida, u ••• que
si El no os la da -la contemplación-, ... que os tiene guardado este
regalo para dároslo junto en el cielo. ". Ignacio lo llamará Gracia
( .. pedir gracia .. , "para que me alcance gracia .... ); Teresa "mer-
ced .. , .. mercedes ... Se diria que este término no se le cae de la
pluma:
«Porque una merced es dar el Seiior la merced y otra es entender qué
merced es y qué gracia» ~~. Y la merced es la experiencia mismQ ~l.
Es una experiencia múltiple, al fin y al cabo como Vida del
Espíritu:
«Muchos caminos hay en la oración, unos aprovechan a tmo y otros
a ot1'o»~.

Los caminos de Teresa y de Ignacio son concebidos como una


iluminación progresiva del hombre interior, no a nivel de pura in-
teligencia, sino el del conocer bíblico, que entraña amistad. Para
ambos orar es quehacer de amigos. "El coloquio se hace propia-
mente hablando así como Un amigo habla a otro ... ' '", "que no era
otra cosa, a mi parecer, la oración mental que tratar de amistad ...• ".
Es también, así, un proceso de interiorización de las realidades
divinas. El ([sentir)), «gustar internamente n , «conocimiento inter-
no ....... en el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré,
sin tener ansia de pasar adelante .. "" ignacianos, tienen innumera-
bles equivalentes en Teresa:
<' ••• nos muestre el camino y dé fuerzas en el alma paró' cavar hasta hallar

este texoro I?scondido pues es verdad que lo hay en nosotras mesmas ... » tv.
J

Es finalmente, entrar en la aventura "de un dejarnos transfor-

f.O Fundaciones, 5, 17.


Gl Moradas, 1. 1, 6.
r~ Camino de perfección, 17, 7.
r.:J Vida, 17, 5.
r.! Vida, 10, 9.
r,:; Camino de perfección, Ba, 5.
r.u Ejercicios Espirituales, 54.
G7 Vida, a, 5.
1".8 Ejercicios Espirituales, 7B.
[;0 Moradas, V, 13.
15 SANI'A T1mESA DE JESUS y LA ESPlnlTUALlDAD ICNACIA.:>.;"A 305

mar por Dios 00 en Dios (.reproduciendo la imagen del Hijo ••


Rom. 8. 29) en un proceso de identificación, en cuyos inicios bá·
sicos ambos coinciden (<<por más parecer e imitar .... ). Pero es
a partir de esta fase donde Teresa ya vuela sola y hace escuela
enseñando las particularidades y los niveles de este místico in·
tercambio hasta la cumbre final:
«Piensa, hi;o, cómo después de acabada, 110 me puedes servir en lo
tjlle ahOrt1, y come por 1Wi y duerme por AH) y todo lo que hicieres sea por
Mí, como si 110 lo vivieses ttÍ '1(01, sino Yo, que esto es lo que decía San
PablQ» m. .
Ignacio en cambio, también místico personalmente, no dejará
escuela sobre estos carismas. pero su dinámica de oración abre
y prepara caminos a todas las posibilidades ". A quien le es dado
vivir estos procesos, se le llena de sentido la realidad humana. «se
le hace espejo. como se veía Teresa a sí misma , reflejando O
Q

Dios en todas las cosas y a todas en El " .


Esta nueva y penetrante lectura de la historia concreta de los
hombres, es la señal de que han visto, oído y tocado el Verbo de
la vida.
El final inmediato de este proceso de experiencia de Dios es
para Ignacio (y aquí vuelve a reecontrarse con Teresa) una disponi-
bilidad radical al Señor: • Todo es vuestro ... disponed a vuestra va·
luntad ... La acción, que para Ignacio está en horizonte inmediato de
la vida, es la contemplación: "Dadme vuestro amor y gracia. que
esto me basta» C!l .

Para Teresa el proceso desemboca en el camino sin final de


la experiencia mística. de la que brota la misma persuasión. expe·
rimentada. de quien ya posee: .Sólo Dios basta ...

2) Cristología

La escuela de aquel peregrino. "loco por amor a Jesucristo ...


no se entiende sino desde Cristo. Es toda ella una cristología viva.
Nada extraño que los primeros confesores jesuitas detecten rápi-
damente que las experiencias espirituales en que Teresa vive "em·
bebecida .. (1554). pero incómoda. necesitan un golpe de timón. no
porque sean malas en sí. sino porque corren peligro de no anclar
en el corazón de toda experiencia espiritual auténtica: la Humani-
dad de Jesucristo. Fruto de ésta. que algunos llaman la "tercera con-
versión .. de Teresa. son los bellísimos capítulos 22 de su Vida y

~ Moradas. V, 2, B.
a.. Cuenta de conciencia, 42.
~ EJerelclos Espiritualos, 230-237.
!J,:I Vida, 40, 5.
el Vida, 40. 9 Y Constituciones de l'a Compañia, P. 111. c. P, 26 {28B).
Q Ejercicios Espirituales, 234.
306 IGNACIO ICL.ESL\S, S. J.

7.' del libro 6.' de las Moradas. Y la presencia permanente de la


Humanidad de Cristo, empapando sus páginas y toda su vida. Para
decirlo con sus propias palabras:
«Una vez el1t(mdí cómo estaba el Sellor en todas las cosas y cómo en
el alma, y púsome compol'ocióll dé: tilla esponja que embebe el agua en sÍ» fta.
Referidas a su crisis cristológica, son estas bellísimas afirma-
ciones suyas:
«.i\fas que IIDsotros de moiia y COI1 cuid"do HOS acostumbremos a !1O
proctlrar con todas uues/ros fuerzas t,'oel' delante siempI'e -y pluguiesc
al SelJor que fuese siempre- esta sacratísima Humanidad, esto digo que
1;0 me parece biel/, y que es andar el alma en el aire, como diceui porque
parece 110 trae arrimo, por mucho que le parece ouda llena de Dios j¡J'»,
Desde entonces y ya siempre, para Teresa como para Ignacio
desde su conversión, CRISTO es el libro total de su vida:
"Sil Majestad ha sido el libro verdadero adollde he visto las verdades»~.

Desde la Cristología de Ignacio de Loyola, toda ella centrada


de modo absoluto en el conocimiento interno de la humanidad di-
vina de Jesús «para que más le ame y le siga", resulta cordialmen-
te cercano el proceso de Teresa, su creciente entusiasmo por la
Humanidad de Cristo y su acceso ininterrumpido a ella. Desde el
representarse a sí misma .cabe Cristo", que ya la hacía <venirme
a deshora un sentimiento de la presencia de Dios, que en ninguna
manera podía dudar que estaba dentro de sí o yo toda engolfada
en EI. ~, hasta los más altos niveles de su experiencia mística, la
Humanidad de Cristo no la abandonará jamás:
«Verdad es que a quiell mete ylZ el Señol' en la séptima morada es
muy pocas veces -o casi lZlJUca- las que ha menester hacer esta diligel1~
cia, por la tazón que en ella diré, si se me acordare; mas es muy comillo
110 se aparta de audar COl1 Cristo nuestro Señor por 1I1Za mmzera admirable,
adoude divino y humal10 junto es siempre Sil compama» ~o.
Más aún, la meta última de la espiritualidad teresiana, el ma-
trimonio espiritual, no se efectúa con la Divinidad; esa unión tan
sublime del espíritu de Dios se realiza en la Humanidad de Cristo;
el Esposo del alma es Cristo Hombre-Dios. La Humanidad, para Te-
resa, no es sólo el aspecto humano de Jesús, sino el Jesús com-
pleto, tangible a través de la Humanidad. La unión se hace con el
.JesÚs encarnado, que ahora ya no vive como logos de Dios, sino
como resucitado n. Así llega hasta este momento sublime -y no
por capricho, sino por Gracia- viviendo el principio que formula
en su Vida:
00 Cuenta de conciencía, 49.
m Vida, 22, 9.
d!I Vida, 26, 6.
00 Vida. 10, 1.
7D Morados, VI, 7, 9.
'jl SECUNDINO CASTRO: Crístología Teresiana, p. 72.
17 SAf..-rA TEf\ESA DE JES US y u ESPIRITDALID!\U JCNACIAI\A 307

({ Es grall cosa, mientras v ivimos y S01ll0S humanosl traerle humonm> ~


principio que preside también toda la cristología de Ignacio de Lo-
yola: "Cómo de criador es venido a hacerse hombre" " _
La terminología que usan ambos referida a Cristo, es signifi-
cativa en cuanto a sus coincidencias y explicable en [as singulari-
dades, habida cuenta de [as diferencias psicológicas, culturales y
de experiencia humana de ambos. Pa¡-a Teresa, Cristo es e[ Hijo,
Maestro, Amigo, Esposo, Rey, Juez. Para Ignacio, Señor, Rey eter-
no, Hijo, Capitán (término también usado por Teresa), Mediador, Ca-
beza . Teresa refleja más e[ mundo de [a relación personal, Ignacio
el del compromiso misionero. Con e[ riesgo de toda simplificación,
Teresa diríamos, contempla a[ Cristo, a[ Ungido del Padre; Ignacio
a[ Mesías, al Salvador. Pero ninguno en forma excluyente, sino con
e[ acento que comporta en cada uno la acción (llamada) del Espíritu .
Para ambos es preocupación común el seguimiento de Cristo
que consiste en un a radical imitación de este " modelo>, "ejemp[o",
en terminolog ía teresiana . Leader (capitán) , y criterio, en termino-
logía ignaciana:
"Que 110 1I0S puede S" Majestad hacél'llosle mayor (regalo) que dama,
t:idc;· que sea imitando a la que vivió su Hijo tan amado/ y onsÍ t engo yo
por ciertíJ que S011 estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza .. . para
poderle imitar en el JlJucho padecen> 0;',

No puede sorprender que esta imitación des~mboque inexora-


b[emente en una casi diría obsesión por vivir [a voluntad del Padre,
en una radical disponibilidad. A [os conocedores de Ignacio de Lo-
yola no [es resultarán extrañas estas expresiones de Teresa :
«Aquí me parece viene bien ... dejarse del todo en los brazos de Dios:
si quiere llevarla al cielo, vaya,; si al infier11o, 110 tieue pena, como vaya
eDil su Bien; si acabar del todo la vida, eso quiere; si que viva mil años .
también; haga Sil Majestad eolito de cosa propia, ya- 1/0 es suya el alma de
sí mesma)· dada está del todo al Seiíor¡ descllídase del todo~> ~~,
¿Quién no siente resonar en estas palabras aquellas otras, su-
b[imes de puro sencillas, de Ignacio: .. Tomad , Señor ... disponed a
toda vuestra voluntad,,?
«Yo deSf.o servir a este Se11o,.; 110 pretendo otra cosa s il10 contel/tarle:
no quiero contento ni descanso, l1j otro bien sino hacer SN voltmtt:d, que J

de esto bien cierta estaba, a mj parecer, que lo podía afirmar» lO,


E[ libro de [a Vida concluirá con esta oración también de reso-
nancia Ignaciana:

":"!: Vida . 22, 9.


":3 EJercicios Espirituales. 53.
n Morndas, VII . 4. 4.
-::; VIda, 17. 2.
ro Vida, 25, 19.
308 lCNAcro IGLESIAS, S. l. 13

(Plega el SeiíoT pues es poderoso y si quiere puede, quie,.a qtte en


J

todo acierte yo a buscar Sil voluntad y 110 permita se pierda estG> alma que
c:oo tantos .sacrificios y maneras y tmltas veces ha sacado Su Maiestad del
mlienJO y traído Ú' Sí. Amén» :1.

3) Espiritualidad misionera

Desde la espiritualidad ignaciana, que culmina el seguimiento


de Cristo en Un total "salir de sí mismo ... " para amar -más en las
obras que en las palabras "" , es gratísimo encontrar a cada paso
en las páginas de Teresa de Jesús conclusiones que podrían cifrar·
se en ésta:
«Sólo quiero que estéis advertidas que para aprovechar mucho en este
camino y subir a las moradas que deseamos, IZO está la cosa en pensar 111U*
cho, S;1I0 en amar mucho; y ansÍ lo que más os despertare a amar, eso haced.
Quizá 110 s:1bemos qué es amar, y 110 me espantaré mucho; porque 110 está
en el mayor gusto, sitio en la mayor determinación de desear contentar en
todo a Dios y procurar en cuanto pudiéremos no le ofender y rogarle que
,.ay.· siempre adelal/te la ho"ra y gloria de StI Hijo y el al/lIJento de la I glesia
católjca» TU.

Como de golpe nos sitúa Teresa al final del proceso de los


Ejercicios, donde el amor es lo que cuenta, que hace aterrizar al
ejercitante en, y para una Iglesia concreta, ayudándole con las fa-
mosas "Reglas para el sentido verdadero que en la Iglesia militante
debemos tener,, ~ , que cierran el libro de los Ejercicios.
Es algo que a ambos les brota cercano y propio . Ignacio y Te-
resa viven la Iglesia de su tiempo con una misma sintonía, reaccio-
nando, en mujer o en varón, ante la realidad de una Iglesia turbada
por herejías internas y hostilidades externas, y abierta, por otra
parte, a continentes inexplorados de evangelización. Porque se trata
de una Iglesia que por mandato de Jesú s es para los hombres, su
amor a la Iglesia se convierte en una preocupación concreta por el
hombre concreto, cada hombre, todo el hombre.
Por las páginas de Teresa pasan las mismas realidades ecle-
siales y la misma geografía humana que por las de Ignacio . Moris-
cos, luteranos, nuevos mundos, herejes, ind ios , paganos, escánda-
los de la Iglesia ...
Ignacio regará la geografía de colegios (focos de evangeliza-
ción) y catequistas. Teresa la poblará de conventos y de oración.
Es el mismo Espíritu, que provoca idénticas vibraciones:

«Venida a saber los daiJos de Fta1zCÍa de estos luteranos y cuánto iba

Vida, 40, 25.


'l"/

13 Ejercicios Espirituales. 230.


~o Moradas, IV, 1, 7.
ea Ejercicios Espirituales. 352.
]9 SANTA TERESA DE JE5US y LA ESPIRITUALIDAD ICNACIANA 309

en crecimiento esta desventurada sectal fatigtJéme lIwcbo, y como si yo PII-


diera algo o ¡uer" algo, lloraba COIl el SeÍlor y le Sllplicaba que remediase
tallto mal. Pc.·réceme que mil vidas pusiera yo para remedio de tm alma de
las muchas que veía perder; y como me vi mujer y ruin y imposibilitada
de aprovechc.r en nada e1l el servicio del Señor) que toda mi al1sia era, y
azm es, que pues tiene tantos e1lemigos y tall pocos amigos) que ésos fuesen
bzzenos/ y a1Zsí determiné a hacer eso poquito que yo puedo y es en mí, que
es segui,. los consejos evangélicos COIl toda perfección que yo plldiese J'
procutal' que estas poquitas que están aquí hiciesell lo lllesmo .. ,» fil,
¿A quién no le resuenan en este texto palabras inmortalizadas
ya, de aquel gran hijo de Ignacio, Francisco Javier?
Le duele una Iglesia rota y desangrada, hasta el punto que al·
gunos han creído descubrir un cierto pesimismo I!n su visión de la
misma:
«y 110 sé de qué nos espantamos haya t~lltos males en la Iglesia, pues
los que hubían de ser los dechados para que todos sacasen virtudes, tienen
lan borrada la labor, que el espíritu de los santos pas..dos deiaroll en las
religioneS) a~,

y reafirma una y otra vez su fidelidad a ella en términos, que


nos recuerdan a las famosas Reglas de Ignacio. Como cuando es-
cribe:
« ... iban a mi a decirme que andaban los tiempos recios y que podría ser
me levantilsen algo y fuesen a los inquisidores. A mi me CC.JIÓ esto ell gracia
y me hizo reir, porque en este caso iamás yo temí, que sabía bien de mi
que en cosa de la fe, contra la me11or' cerimo11ia de la Iglesia que algtúell
l'''st )'0 iba, por ella o por cur.lquier verdad de la Sagrada Escritura me
pondría yo a morir mil muertes» u.
Sufre las limitaciones de la Iglesia como propias, no sólo las
que revierten directamente contra ella. Es, como Ignacio, de ésos
que sufren la Iglesia pero no la destruyen, porque entienden que
es algo propio más importante que ellos mismos; la cuidan como
a un enfermo querido, esperan activamente la hora de Dios, -el
despertar de la primera caridad-, volcando ellos la suya a rauda-
les. Y así construyen Iglesia. La .. engendran .. , como Pablo, aquí o
allí, donde está naciendo, en el Nuevo Mundo: .. Esto es lo mucho
que me lastima ver tantas (almas) perdidas, yesos indios no me
cuestan poco 1I 81 ,
Una Iglesia que evidentemente no es fin en sí misma. -Es
para ... >. Su razón de ser es -andar el camino del hombre .. , que ca·
menzó Cristo ... Ser para .. es también ideal explícito de Teresa ... El
hombre es para ... ", que comienza Ignacio sus Ejercicios. No es un

JI Camino de Perfección, 1, 2.
¡: Vida, 1, 5.
8:1 Vldo, 33. 5.
a, Corta. 20. 13.
:no IG:-<ACIO IGLESIAS, S. I. 20

ser de si, ni para si. Encuentra su plenitud en la donación de si.


Nada extl"año encontrar también en las páginas y en la Vida de Te-
resa y en su cerrada invitación al «servicio" otro de los nudos
centrales de la espiritualidad ignaciana.
«S¡~ que 110 está el amor en tener lágrimas ni estos gustos y ternura ... )
Si110 en servir CO/1 ¡ustida y fortaleza de á1lima .Y humildad. Recibir, más
lile parece eso J que 110 dar l1osotron> b;i.
El ansia misionera de Teresa bulle como componente de su
propia espiritualidad -no menos que de la de Ignacio-, dando a
sus palomarcicos alas que los sitúan eclesialmente en las nuevas
cristiandades, en el frente europeo de la contrareforma, en los in·
tentos reformadores de una Iglesia adocenada que preocupa a Juan
de Avila, Pedro de Alcántara ... a tantos de aquellos dias!
«Servía al Sellor eDil mis pobres oraciones, siempre procul'abr.. COl1 las
!-.ermallas hicesell lo mermo y se aficio1laseu al bien de las almas y al (fUme1!'
lO de su. Iglesia» 60,

Resumiendo

Tal vez una de las aportaciones más originales de Ignacio a


la espiritualidad, es la de incorporar a ella la dimensión de «envío.,
"misión •. Teresa, sin nombrar la misión, la vive. Se siente enviada.
Todo en ella, contradicciones, purificaciones, gracias ... , adquiere
una profunda dimensión apostólica. Por supuesto, su camino de ora-
ción, que es camino verdadero si es para la caridad. El penúltimo
capitulo de sus Moradas se inicia con estas palabras:
«Abo m, pues, decimos que esta mariposicc· ya murió con gra1ldísima
alegría de babel' hallado I'eposo, y que vive el/ ella Cl'isto. Veamos qué vitla
bace o qué difere1Zica hay de cuando ella vivía; porque fU los efectos ve-
remos si es verdadero lo que qtledw dicho. A lo que puedo entender son los
que diré: el primero tm olvido de si, que verdaderamente parece ya !la
es .. , porque toda está de tal manera que 110 se cOlloce 1li se acuerda que
"lira ella ha de baber cielo, ni vida, ni bonra; porque toda· está ocupada
e11 procurar la de Dios, que pm'ece que las palabras que le dijo Su M.1-
¡estad hicieron efecto de obra, fJ'!1e ¡lié que mirase poI.' sus cosc.·s, que El
miraría por las suyas. Y aasí de todo lo que puede suceder IZO tiene cuida-
do, si/JO tlll extrafio olvido, que, como digo, parece ya !la es, ni querría
ser e/J uada, uadn, si no es pm'e;, cUa11do e11tiende que puede baber por su
parte algo, que acreciente Ult plmto la gloria y honra de Dios, que por
esto pondría 11fuy de buella gafla Sil vida., . En todo lo que puede y en-
tiende que es servicio de Iluestro Seliol', 110 lo deiaría de bc.cer por cosa
de la tierra») u,
Se diría que estamos ante dos líneas de espiritualidad en cier-

f.:i Vida, 11, 14.


M Fundaciones , 1, 6; Camino de Perfección. 20. 3.
!7 Moradas, VII. 3, 1.
21 SANTA TERE5,\ DE JE5US y LA ESPInlTU,\LlDA D IGNACIANA 3l!

to modo complementarias en todo aquello en lo que no son bási-


camente idénticas.
No he hecho más que arañar el tema. Pero creo que lo expues-
to es suficiente para que a nadie extrañe el que muchos jesuitas,
antiguos y nuevos, recurran una y otra vez a las fuentes teresianas
para su enriquecimiento espiritual y su abastecimiento apostólico,
como quien entra en su propia casa. Testimonio vivo de ello es el
propio P. General Arrupe, para quien las páginas de santa Teresa
no guardan secretos. Suya es una ya antigua edición de los Ejer-
cicios en japonés plagada de citas y referencias de las Obras te-
resianas. Un modo práctico de acercamiento entre ambas espiri·
tualidades.
Quiera .la Santa" continuar ejerciendo sobre la Compañía hoy,
aquella maternal solicitud que testimonia en carta al Provincial, P.
Juan Suárez (10 febrero 1578), precisamente en uno de esos mo-
mentos tensos e incómodos en relación con algunos jesuitas:
«(Sú!roJe este encarecimiento a mi parecer para que vuestra paterni-
J J

dad entiendo que no trato con la Compañía sino como quien tiene 5115
cosas en el alma y pondría la vida por ellas, cuando entendiese 1JO descrvía
a nuestro Se/ior en 110 hacer lo contrario» 85.

Ignacio Iglesias, S.I.


Madrid

¡;¡ Carta, 215. 7.

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