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Mertxe Rodríguez
Belén López
EVNTF 2015
1.- Introducción.
1.1.-Concepto de evaluación.
1.2.-Términos con los que no debe confundirse
1.3.-Lo que no debe de ser una evaluación :
1.3.1- Las pseudoevaluaciones o la trampa de las evaluaciones a priori
1.4.-Aspectos éticos a tener en cuenta en evaluación e investigación
1.5.-El consentimiento informado en la evaluación e investigación.
2.- El estudio de las familias las escalas familiares:
2.1-.Las escalas familiares
2.2-Escalas para medir el cambio :
2.2.1- SCORE-15.
2.3-Escalas de evaluación familiar
2.3.1.- Modelo Circumplejo de Sistemas Maritales y Familiares de Olson,
2.3.2.- Batería de Evaluación Familiar, FAP
2.3.2.1.-Escala de Estrés Familiar. FSS
2.3.2.2.- Escala de Comunicación Familiar. FCS
2.3.2.3.- Escala de Satisfacción Familiar, FSIS
2.3.2.4.- Escala de Recursos Familiares. FStS
2.3.3.- Escala de Inestabilidad Matrimonial
2.3.4.-Escala de Clima Familiar.
2.3.5.- El Apgar Familiar
2.3.6.-El Modelo sistémico de evaluación de la familia.
2.4-Escalas de evaluación de pareja :
2.4.2.-El PREPARE
2.4.1.- El Test corto de Ajuste Matrimonial, SMAT
3.- La investigación en terapia familiar
3.1.- Evidencias de las investigaciones en terapia familiar
4.- Prácticas.
¿Qué es la evaluación?, ¿Qué tipos o formas de evaluación existen? ¿Cuáles son las
funciones de la evaluación?, ¿Qué objetivos se pretenden con la evaluación?, ¿Qué
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1.1.-CONCEPTO
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Es un proceso para enjuiciar algo, y para ello es necesario conocer primero el objeto a
evaluar. De ahí, que el proceso de evaluación implique y conlleve tareas de
identificación de información (lo qué se va a evaluar), de obtención de dicha
información (mediante técnicas de investigación) y de difusión de la misma.
Puede haber un programa meritorio sin valor, si bien toda actividad que tenga un valor
debe ser –además meritoria- con la evaluación de un programa se pretende establecer
y juzgar tanto el mérito como el valor del mismo.
Muchas veces se identifica la tarea de evaluar con una acción a posteriori de algo
ocurrido. Nada más falso. La evaluación puede realizarse tanto en el diagnóstico (la
evaluación de necesidades, por ejemplo, o la jerarquización de problemas), como en la
fase de programación (es el caso de las evaluaciones pre- o evaluaciones del diseño
de un proyecto) y en la ejecución (evaluación en curso, continua, etc.). Además, la
evaluación también puede hacerse una vez que el programa o el proyecto han
finalizado (evaluación de impacto o evaluación post). Por lo tanto, se trata de un
elemento a considerar en las distintas etapas, siempre que haya que realizar un juicio
o valor de algún aspecto o componente, apoyado en información recogida
sistemáticamente.
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De forma, que sirva de base o guía para una toma de decisiones racional e
inteligente…
Además, el proceso de evaluación debe dar cuenta de los factores que han contribuido
al éxito o fracaso de una acción. Sólo de esta forma se podrán corregir errores, se
podrá aprender de otras experiencias, y, en definitiva, se podrá mejorar.
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Su conocimiento nos facilitará cierta prevención ante ellos, a la vez que, por contraste,
delimitará mejor el alcance auténtico de la evaluación.
Uno de los errores más típicos en los que se suele caer es el de hacerse la trampa a sí
mismo. Por decirlo metafóricamente, se trata de tirar primero el dardo para poner la
diana después. Esta tarea no cabe duda de que es una manera efectiva de acertar
siempre. Sucede cuando evaluamos algo a su término, sin haber prefijado
claramente desde el principio lo que ha de evaluarse. Con este proceder no llevamos
a cabo una auténtica evaluación (cabe, sin embargo, plantearse una evaluación sin
metas prefijadas, pero siempre cuando se adopte como estrategia definida con vistas
a recoger todo tipo de información y contingencias que aparecen en el desarrollo de un
programa).
Ejemplos de la primera situación los encontramos cada vez que una profesional
confunde su trabajo con el de un alquimista medieval en busca de la piedra filosofal.
Es la actitud del vamos a hacer esto... y a ver lo que sale. La improvisación y la
espontaneidad pueden llegar a ser recursos necesarios en ciertos momentos, siempre
y cuando no se conviertan en el eje y la constante de dicho trabajo.
Respecto del segundo vicio mencionado, también nos lo encontramos con frecuencia,
sobre todo cuando la evaluación se convierte en la llave del profesional para mantener
su contrato laboral con la institución en la que trabaja.
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Otra de las cosas que no se debe confundir con la evaluación es identificar la medida
que sale de los datos obtenidos con la evaluación que surge de la valoración
efectuada a partir de esa medida. Esta confusión, no por sutil deja de ser importante.
De caer en ella al reducir la evaluación a mera cuantificación de datos, números o
porcentajes, cuando sabemos que los constructos y las intervenciones no son
reducibles a cifras. No podemos absolutizar los datos porque, en sí mismos, no dicen
nada, sin una referencia al contexto que les da sentido y relieve. Es necesario tener en
cuenta y contextualizar la evaluación, en referencia al entorno, circunstancias, etc.., en
definitiva, es necesario completar los datos cuantitativos con referencias cualitativas y
contextuales, para poder valorarlos en su justa medida.
Se suele dar debido a los prejuicios, intereses o apasionamiento con que a menudo se
afrontan las evaluaciones. Puede haber tendenciosidad tanto en la selección y
obtención de informaciones como en el momento de difundirla.
1.3.4-. La indiscriminación
Antes de ponerse a valorar algo, es preciso saber qué, para qué y a quién le interesa
esa evaluación. En función de la respuesta que se dé a cada una de estas preguntas
se establecen diferentes niveles. No es lo mismo evaluar una actividad, un programa
de actividades, la organización con la que se realizó, las expectativas de la entidad
organizadora o la satisfacción de los destinatarios. En cada caso existen distintos y
hasta contradictorios intereses y el evaluador tiene que saber dar a cada cual lo suyo,
sin mezclar o confundir la perspectiva institucional con la profesional o la comunitaria.
Al equipo de trabajo le interesa, por ejemplo, la calidad del programa, mientras que a
la población beneficiaria del mismo le puede interesar saber el grado de cumplimiento
de sus expectativas, y la institución que lo financia puede preocuparse de la relación
coste/beneficio por participante.
1.3.5.- la burocratizacion
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• Los participantes están bien informados y dan su libre consentimiento para participar
en el estudio.
• Los ensayos clínicos con niños y personas con discapacidad mental se limitan a
afecciones específicas de ellos, y se obtiene el consentimiento fundamentado de los
padres o tutores.
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• La comunidad tiene derecho a estar informada acerca del resultado del estudio y
sobre cualquier posible implicación.
Todos los individuos tienen derechos individuales que no deben ser infringidos. Los
participantes individuales en los estudios tienen, por ejemplo, el derecho a decidir lo
que ocurre con los (identificables) datos personales recogidos, a lo que han dicho
durante un estudio o una entrevista, así como para cualquier fotografía que se tomó.
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Inicialmente las escalas familiares, surgen por el interés de encontrar una medida que
permita estudiar los procesos, la efectividad, eficacia que se obtiene con las
intervenciones familiares.
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En cierto sentido, estos tres niveles son los niveles de desarrollo o etapas, cada nivel
es un requisito previo para el siguiente. Actualmente, la mayoría de la actividad de
evaluación se está produciendo en la medición de los resultados y en el control de
estos niveles. Es útil distinguir entre la efectividad terapéutica y la eficacia desde la
efectividad terapéutica.
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En este contexto han surgido una serie de escalas que buscan el posibilitar tanto la
medida del cambio, como mostrar la efectividad, eficacia y eficiencia del tratamiento. A
continuación se muestran las últimas escalas las más utilizadas y que presentan
adaptación a nuestra población. Las presentaremos teniendo en cuenta el fin que
persiguen:
Saber qué y cómo queremos evaluar, cuando evaluamos a una familia, nos
proporciona información sobre lo que para nosotros es relevante y nos lleva a decidir,
en nuestro caso, que escalas de evaluación familiar son más oportunas. Por lo que no
podemos olvidar la propia influencia que el profesional puede ejercer en su actividad,
intervención e interpretación. Somos sujetos conocedores y conscientes de nuestra
subjetividad que intentamos objetivar nuestras percepciones mediante técnicas y
procedimientos diversos.
Desafortunadamente, según Froyd, Lambert y Froyd (1996), tras realizar una revisión
de 1430 instrumentos a lo largo de 5 años encontraron que la literatura existente
sobre los tratamientos basados en la familia presentaba una falta de coherencia en la
medición del éxito del tratamiento (es decir, el resultado). Encontrando que
aproximadamente el 60% de los instrumentos de medición de resultados en terapia se
utilizaron únicamente en una sola ocasión. No cuidando sus propiedades
psicométricas. Estos resultados animaron a los investigadores y profesionales a
intentar mejorar la medición de sus resultados surgiendo numerosas escalas.
Las escalas son un medio, que aporta un tipo de información, que ayuda a nuestro
conocimiento (de las familias) para efectuar una evaluación de las familias y un control
sobre el buen hacer. A la par que permite demostrar los logros y resultados, algo que a
fecha actual está cobrando especial interés con las nuevas políticas de pago en base
a los resultados, sobre los que se enfocan las comisiones de las que dependen las
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Este será el sentido que sigamos en nuestra exposición comenzaremos por las
escalas que nos permiten medir y objetivar la evolución de nuestras intervenciones
escala Score- 15 para pasar a referir las que hemos heredado del ámbito clínico y
social con más utilización y que están adaptadas para nuestra población.
2.2.1.- SCORE-15. Index of family functioning and change. (Stratton et al., 2010,
adaptación para la población española, Pereira, …… )
El índice SCORE es una medida probada del cambio en terapia familiar y de pareja
del funcionamiento familiar (Stratton et al., 2010), actualmente se ha convertido en la
versión más utilizada, para el uso clínico y de investigación en el ámbito sistémico.
Puede ser considerada por lo tanto como una medida que permite establecer
objetivamente si han acontecido cambios o no dentro del sistema. Que posibilitan tanto
la ampliación de las investigaciones, como el poder llegar a medir la eficacia en
diferentes juegos relacionales, tipologías familiares y muchos otros aspectos.
Esta escala se deriva de una anterior compuesta por 40 ítems, esta consta de 15
ítems que son contestados en una escala Likert de 5 niveles de respuesta (1. Nos
describe; Muy bien; 2. Nos describe: Bien; 3. Nos describe: En parte; 4. Nos describe:
No muy bien; 5. No nos describe en absoluto) manteniendo sus propiedades
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Puede ser utilizada para monitorear e informar mediante indicadores probados de los
avances de la terapia sistémica, así como su seguimiento y control, al identificar
problemas clínicamente significativos de la interacción familiar muy utilizados en la
terapia familiar. A nivel de investigación permite la puesta en común y colaboración
con otros grupos, así como la comparación y contrastación de resultados. Permite la
muestra de resultados ante comités de decisión.
Pero no se limita únicamente a eso, sino que además registra tanto el contenido de los
problemas, a través de las preguntas abiertas que presenta, como la percepción de
los participantes acerca del proceso terapéutico y de su efecto, mediante dos escalas
orientadas a obtener dicha información. Asimismo, se incluye una escala para que los
terapeutas valoren la utilidad que la terapia ha tenido para la familia. De esta manera,
los terapeutas no solo pueden recibir el feedback de la familia sino que además
podrán compararlo con la valoración realizada por ellos mismos tanto en la segunda
medida como en la última. La comparación entre las valoraciones realizadas por la
familia y los terapeutas puede resultar muy interesante, sin embargo es la valoración
de los participantes junto al establecimiento de si se ha producido cambio o no, en el
transcurso del proceso terapéutico es lo que indicará la efectividad de la terapia.
Permitiendo el llegar a avalar la efectividad de la terapia sistémica. Es decir, si los
datos demuestra que los cambios en el funcionamiento familiar o de pareja
acompañan al proceso terapéutico, estaremos en posición de afirmar que tal y como
predice la terapia sistémica familiar, esta tiene la capacidad de producir cambios en el
sistema que ayuden a la familia a organizarse de manera más funcional.
Desde entonces han surgido cuatro versiones diferentes, algunas de las cuáles han
sido traducidas al español y empleadas en diversas investigaciones. No obstante, las
diversas versiones realizadas plantearon serias dudas sobre la adaptación de las
mismas a nuestro contexto cultural, dejando el problema de la ausencia de un
instrumento de evaluación sin resolver.
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Tanto la cohesión como la adaptabilidad son curvilíneas, esto implica que ambos
extremos de las dimensiones son disfuncionales, siendo los niveles moderados los
relacionados con un buen funcionamiento familiar. Es por ello que cada una de las
dimensiones está dividida en 4 niveles. En el caso de la cohesión: familias apegadas
(cohesión muy alta), familias conectadas (cohesión moderada-alta), familias separadas
(cohesión moderada-baja) y familias desapegadas (cohesión baja). La adaptabilidad,
por su parte, constituye los siguientes tipos de familias: familias rígidas (adaptabilidad
muy baja), familias estructuradas (adaptabilidad moderada-baja), familias flexibles
(adaptabilidad moderada-alta) y familias caóticas (adaptabilidad alta). La comunicación
es una dimensión facilitadora, cuya relación con el funcionamiento familiar es lineal; es
decir, a mejor comunicación familiar mejor funcionamiento familiar. Entre los conceptos
considerados se encuentran: empatía y escucha activa por parte del receptor,
habilidades del emisor, libertad de expresión, claridad de expresión, continuidad y
respeto y consideración. En la Figura 1 se encuentra representado el modelo, tal y
como está recogido por sus autores (Olson et al.,1989).
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Los estudios anteriores muestran que la investigación con el FACES no está concluida
y que es necesario seguir trabajando en el desarrollo y adaptación de este
instrumento. Desde esta perspectiva, el inadecuado comportamiento del FACES III y
IV en los estudios de adaptación en población hispanohablante, la falta de
instrumentos en español dirigidos al estudio del funcionamiento familiar, y la necesidad
y conveniencia de contar con instrumentos reducidos para trabajar en este ámbito,
tanto desde el contexto clínico como de investigación, animan hacia la búsqueda de
otras alternativas de aproximación a la utilización del FACES
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Se trata de una adaptación de 20 ítems del ‘Family Inventory of Life Events and
Changes’ (FILE) que trata de evaluar la tensión en los ámbitos de vida familiar, el
estrés familiar. La versión inicial estaba integrada por 171 ítems se utilizó con familias
con problemática diversa, fue reducido posteriormente en una versión de 71 ítems,
construidos basándose en experiencias clínicas e investigaciones llevadas a cabo con
familias y estrés. Se agrupa en 9 categorías (Desarrollo familiar, trabajo, leyes,
gestión, salud, finanzas, actividades sociales, entre otras….)
Basándose en la escala del mismo nombre que desarrollaron Olson y Wilson en 1982,
desarrollaron esta. Originalmente constaba de 14 ítems, que el autor redujo a 10 para
evaluar el grado de satisfacción experimentado con aspectos relacionados con la
cohesión y la adaptabilidad familiar, al considerar estas, según el presupuesto del
modelo, de más interés que saber cómo es el sistema familiar.
Es una escala sencilla de corrección y aplicación que no presenta ninguna limitación
para evaluar la comunicación familiar tanto con adultos como con adolescentes, de
forma individual o colectiva.
Cada ítems se puntúa en una escala con 5 alternativas de respuesta: 1.-Muy
satisfecho; 2.-Insatisfecho; 3.- Ni insatisfecho ni satisfecho; 4.- Satisfecho; 5.- Muy
satisfecho. La puntuación total se obtiene de la suma de las puntuaciones otorgadas a
cada uno de los ítems. La puntuación mínima que se puede obtener con la escala es
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Es una escala fiable y válida, de tan solo 5 ítems, para predecir la ruptura de un
matrimonio. La escala en su versión completa consta de 19 ítems sobre aspectos
cognitivos y conductuales: pensar en el divorcio, hablar sobre encontrar un trabajo,
volver a estudiar... pero sin mencionar el divorcio, hablar con personas significativa
sobre el divorcio, reuniones con consejeros sobre la posibilidad de divorcio y
separación física del cónyuge.
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Es una de las primeras escalas que se desarrollaron para evaluar las características
socioambientales y las relaciones entre los miembros en el seno de la familia,
adaptada al castellano (Fernández-Ballesteros y Sierra, 1989).
El Apgar-familiar es una técnica rápida y sencilla para explorar la función familiar, que
fue desarrollada por Smilkstein en 19786. Es un cuestionario autoaplicado, que se ha
venido incorporando a la práctica clínica del médico de familia como una herramienta
para el abordaje de los problemas familiares, tanto de forma experimental como en la
asistencia clínica diaria7. Hasta el momento, aunque se han empleado algunas
versiones en castellano8,9, no conocemos ninguna validación del cuestionario en
nuestro país, si bien en otros medios, éste se ha demostrado válido y fiable10-12.
Es un acrónimo de los conceptos que valora. Consta de cinco ítems que recogen la
percepción de disfunción familiar del sujeto que contesta, mediante cinco variables
relacionadas con el funcionamiento familiar: (1) adaptación (adaptability), que se
define como la utilización de los recursos intra y extrafamiliares para resolver los
problemas cuando el equilibrio de la familia se ve amenazado por un factor de estrés
durante un período de crisis; (2) participación cooperación (partnertship), la
participación en la toma de decisiones y responsabilidades, lo cual define el grado de
poder de los miembros de la familia; (3) ganancia, crecimiento o desarrollo (growth),
como la posibilidad de maduración emocional y física, así como de autorrealización de
los miembros de la familia, por el apoyo mutuo; (4) afecto, afectividad (affection), la
relación de amor y atención entre los miembros de la familia y (5) recursos o
capacidad resolutiva (resolve), el compromiso o determinación de dedicar tiempo
(espacio, dinero) a los otros miembros de la familia .
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Creer que la familia acepta y apoya sus deseos, (4) Sentir que la familia le quiere, y (5)
Estar satisfecho con el tiempo que la familia y el encuestado pasan juntos.
Beavers Interactional Style Scale (BISS). Al igual que la BICS, parte de las
valoraciones del evaluador en la observación de la familia en el desempeño de una
tarea. Esta escala consta de 7 ítems en una escala ordinal de Likert que puntúa de 1 a
5 y 1 ítem con una puntuación de 1 a 9 (estilo global centrípeto/centrífugo). Responde
a las siguientes variables: necesidad de dependencia, conflicto adulto, espaciamiento
físico, presentación social, expresión de cercanía, cualidades asertivas-agresivas,
expresión de sentimientos positivos y negativos y estilo global centrípeto/centrífugo.
En las dos escalas BISS y BICS las opciones en cada ítem no suelen ser las mismas
sino que están en función del ítem que se está valorando.
Así mismo, las dos escalas proporcionan las valoraciones del evaluador respecto al
estilo y la competencia familiar, basadas en la observación directa de la familia en el
desempeño de una tarea. El procedimiento, tal como lo describe Beavers (1995), es el
siguiente: Al principio de la sesión inicial, el terapeuta presenta un ejercicio de
discusión para que la familia lo realice durante 10 minutos mientras el terapeuta está
fuera de la habitación. La discusión de 10 minutos se observa y se graba en video. El
tema de debate es: “Discutan juntos lo que les gustaría que cambiase en su familia”.
Esta discusión proporciona una muestra de la conducta interactiva y dirigida al objetivo
de la familia [2].
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Existiendo otras muchas escalas, sobre las que dadas las características de la
explicación no da lugar a extendernos.
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Debido al daño en el desarrollo de los hijos que provocan los divorcios, tanto
autoridades públicas como científicos sociales y de la salud están preocupados por
bajar sus tasas. Tanto en España e Italia, las tasas se hallan en torno al 28% (INE,
2007; ISTAT, 2007) y cuatro veces menos que Estados Unidos que cuenta con una
proporción próxima al 50% (CDCP, 2007). No obstante, en España e Italia en 10 años
se han duplicado los porcentajes. La incidencia es creciente y es probable que
evolucione hacia el valor asintótico de Estados Unidos. A fin de lograr intervenciones
efectivas es necesario conocer los predictores y determinantes del divorcio. Uno de
sus predictores más importantes es la satisfacción marital (Fincham y Beach, 1999),
de ahí la relevancia de medir ésta y estudiar sus vías de determinación.
Se han proporcionado diversas definiciones de satisfacción marital. Boland y
Bollingstad (1987) consideran a la satisfacción como una descripción general de
actitudes, sentimientos y valoraciones del matrimonio, en términos tales como
feliz/infeliz, satisfactorio/insatisfactorio. Blood y Wolfe (1960) conceptualizan la
satisfacción como la evaluación global y subjetiva que se hace del cónyuge. En esa
misma línea, Roach, Frazier y Bowden (1981) definen la satisfacción como una actitud
de favorabilidad o desfavorabilidad hacia la propia relación matrimonial Hendrick
(1988) la concibe como una dimensión valorativa global del cónyuge y la relación. Por
otra parte, Chadwick, Albrecht y Kunz (1976) la contemplan desde la evaluación de
aspectos específicos de la vida marital, tales como factores socio-económicos,
similitud con la pareja, adecuación en las funciones y roles dentro del sistema diádico.
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Instrumentos de Medida en TF. Utilización de Escalas M. Rodríguez y B. López
Existen varias medidas de satisfacción marital. Una breve, con buenas propiedades
psicométricas, muy empleada en la literatura internacional, es la Escala de Valoración
de la Relación (RAS) de Hendrick (1988), donde se maneja el concepto desde un
modelo unidimensional.
2.4.1.- El Test corto de Ajuste Matrimonial, SMAT (el Short Marital Adjustment Test
(SMAT; Locke y Wallace, 1959).
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La tercera versión del PREPARE se realizó en 1986. Se añadieron nuevos ítems para
evaluar la familia de origen utilizando dos escalas que miden la adaptabilidad familiar
(cambio) y la cohesión familiar (unión). Finalmente, en 1996 se llevó a cabo la última
revisión de este instrumento. Se revisó el 60% de los ítems y el 40% restante lo
constituyeron ítems nuevos. La versión actual de este instrumento la forman 30
preguntas que recogen información socio-demográfica más 165 ítems distribuidos en
las tres secciones siguientes:
1. Áreas de la relación de pareja: Formada por doce subescalas, de diez ítems cada
una, que evalúan los siguientes aspectos de la relación: Distorsión Idealista (la
tendencia de las personas a responder de un modo socialmente deseable),
Expectativas Matrimoniales (si las expectativas que tiene una persona sobre el amor,
el compromiso y los conflictos en su relación son realistas o no), Personalidad(la
percepción y satisfacción con las características de personalidad de su pareja),
Comunicación (las creencias, sentimientos y actitudes de un individuo hacia el papel
de la comunicación en el mantenimiento de su relación), Solución de Conflictos (las
actitudes, sentimientos y creencias de una persona sobre la existencia y solución de
conflictos en la relación), Gestión Económica (las actitudes y preocupaciones sobre
cómo se manejan los asuntos económicos en la relación), Actividades de Ocio (las
preferencias de cada persona sobre cómo pasar su tiempo libre), Relaciones
Sexuales (los sentimientos y preocupaciones sobre el cariño y las relaciones sexuales
con su compañero/a), Hijos y Paternidad (actitudes y sentimientos sobre tener y criar a
los hijos), Familia y Amigos (los sentimientos y preocupaciones acerca de las
relaciones con familiares, parientes políticos y amigos), Rol en las Relaciones (las
creencias, actitudes y sentimientos sobre los roles matrimoniales y familiares) y
Creencias Espirituales (las actitudes, sentimientos e intereses sobre el significado de
las creencias y prácticas religiosas en el contexto de la relación).
Existe una versión española que ha optado por eliminar parte de las preguntas
sociodemográficas ya que no resultaban culturalmente relevantes y además no forman
parte del análisis psicométrico del instrumento.
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Como hemos venido viendo las investigaciones para demostrar la eficacia de la terapia
familiar han sido dirigidas en dos sentidos:
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2. Es mejor que el no tratamiento para los adultos obesos, los adultos hipertensos, los
adolescentes obesos, anorexia en adolescentes femeninas, los trastornos de
conducta infantil, la obesidad infantil y en casi todas las enfermedades crónicas
infantiles.
Estas realidad han abierto un nuevo camino a la investigación en este campo, ya que
han puesto al descubierto también sus limitaciones, siendo la más clara la ausencia de
diseños de investigación. La falta de cohesión de resultados entre terapeutas y centros
dedicados a la terapia.
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1. Permitan explorar la eficacia en los escenarios reales del trabajo clínico (teniendo
en cuenta el contexto) y no se basen en diseños de laboratorio con condiciones
experimentales, que en múltiples ocasiones no permiten que sus resultados sean
trasladados a la práctica clínica.
2. Estudien el proceso del cambio, es decir no solo el resultado final, sino la forma en
que este se logra. Enfatizando la visión del cambio desde la perspectiva de la
familia y sus miembros, a partir de una visión de la terapia familiar como modelo de
proceso de aprendizaje.
En este contexto pese a que las líneas que guíen la exploración han ido delimitándose
y aunque las preguntas básicas que la indagación científica en psicoterapia se debe
proponer contestar, se pueden resumir al planteamiento: ¿qué intervenciones
específicas producen, qué cambios específicos, en qué pacientes específicos, bajo
qué condiciones específicas de tratamiento y curso de vida?
Estos son los criterios básicos, aunque en realidad el planteamiento es mucho más
complejo, porque se diferencia entre los tratamientos "bien establecidos" y "los
probablemente eficaces". Para alcanzar los criterios mencionados se propone también
usar una metodología concreta, basada en el método científico.
Nacen así los TEV, y con ellos una etiqueta, un nombre que, como todos, empieza a
construir una realidad. TEV se convierte en sinónimo de "ciencia" y pasa a ser una
aspiración para cualquier modelo de psicoterapia. La APA se ha comprometido a crear
y difundir las listas de los tratamientos que cumplan criterios.
Pero en nuestro campo una cosa son las listas y los criterios APA y otra las evidencias
empíricas. No hay dudas de las diferencias entre el modelo sanitario americano y el
nuestro. Estamos hablando de modelos de política social claramente diferentes. En el
modelo norteamericano comercial, el campo está controlado por aseguradoras muy
preocupadas por la rentabilidad económica, lo que no siempre es compatible con
satisfacer las necesidades de los pacientes, más que una psicoterapia empíricamente
basada queremos una psicoterapia empíricamente fundamentada. Y el fundamento
empírico –aceptamos la noción de empírico como fundado en la experiencia– proviene
de investigar procesos exitosos que ocurren durante las sesiones, no solo de
establecer si los tratamientos alcanzan o no unos determinados umbrales de
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Instrumentos de Medida en TF. Utilización de Escalas M. Rodríguez y B. López
resultado. Por lo que estos preceptos que impone la APA no dejan de ser
cuestionados en nuestro ámbito.
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