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Cátedra l Entrevista psicológica

Autor l María Virginia González

Ficha de cátedra:

El adolescente en conflicto con la ley penal:

Lic. Ma. Virginia González

Introducción:

Para desarrollar el tema de adolescentes en conflicto con la ley penal,


debemos considerar en primer lugar la particular etapa evolutiva que
atraviesan con los conflictos propios de ella, sumado a una problemática con
múltiples atravesamientos como es la conducta delictiva.
La población comprende a jóvenes entre 12 y 18 años que han cometido
algún acto que la ley penal estipula como delito.
El trabajo del psicólogo en este ámbito se inserta en proyectos dirigidos a
niños y adolescentes. Esto permite contextuarse en un marco institucional y
articular intervenciones intra e interinstitucionales (organizaciones barriales,
escuela, salud, etc.).
El tratamiento se realiza en un organismo independiente pero en intima
vinculación con el juez a cargo del menor, lo que genera un abordaje
diferenciado pero complementario; esta situación deja al profesional en un
punto diferente al accionar judicial ya que la relación tiene como objetivos
colaborar mutuamente, elaborar estrategias para el mejor abordaje del menor
y obtener la asistencia del juez cuando se lo requiera ; esto significa que no
trabajamos para el juez sino con él , siendo el psicólogo el puente entre el
menor y el poder de la justicia.
El lugar del juzgado que interviene es fundamental ya que en la
adolescencia se patentiza más la confrontación con la ley, por lo que le
juzgado como ley externa cumple un rol decisivo en el proceso de
readaptación del menor ante el deficit de la función paterna.
El trabajo interdisciplinario es fundamental en este ámbito de acción,
desplegando cada uno un abordaje único; se comparte la tarea con
trabajadores sociales, abogados, médicos, maestros de institutos de menores
con los cuales se elabora la estrategia más adecuada para el menor.
La dinámica del trabajo comienza con el partido formal del juez a través de
un oficio al organismo solicitando la intervención del equipo técnico para
evaluar un menor en su juzgado. A partir de este pedido el psicólogo se dirige
al tribunal y toma conocimiento de caso a través de una entrevista con el juez,
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la secretaria o quien lleva la causa; en la mayoría de los casos lo que ocurre


es que se entrega al profesional el expediente del menor y de allí se obtienen
los datos.
Estos se toman como datos de pre-entrevista por lo que se elaboran
hipótesis sobre la situación del adolescente, la flia., la ocasión del delito, etc.
Con este bagaje de información sobre el menor realizamos la entrevista
con el y su flia. En este punto de pueden plantear dos alternativas: que el
menor se encuentra aún detenido en un instituto (o comisaria) o que se
encuentre en libertad con sus padres o tutor.
En el primer caso, se realiza el encuentro con el menor en el lugar de
detención y se cuenta con 5 días hábiles para realizar todo el proceso
diagnóstico, es decir, las entrevistas con el adolescente, administración de
técnicas proyectivas, entrevista familiar e informe final, previa reunión con el
asistente social a cargo del diagnóstico en esa área.
El objetivo de esta evaluación es decidir la incorporación o no del menor al
programa de Libertad asistida, atendiendo todos los datos evaluados; los
datos de pre-entrevista confrontados con el análisis de las entrevistas, las
técnicas proyectivas y lo social definen el diagnóstico y el informe que se
eleva al juez para que finalmente tome la decisión.
Las particularidades de la entrevista en el ámbito correccional (en situación de
encierro-detención) con adolescentes, serían las siguientes:
−ausencia de demanda del adolescente ya que este no
solicita la entrevista sino que es impuesta por la orden del
tribunal; la demanda debe ser generada a partir de la
presencia del profesional, con una postura de escucha y
con la habilidad técnica para establecer un vínculo de
confianza para el adolescente.
−alto monto de ansiedad persecutoria: el adolescente se
siente perturbado ya que teme que su conducta en la
entrevista o en las técnicas administradas perjudique su
situación actual y alargue el encierro. Estas fantasías se
enmascaran en actitudes de rechazo a las pruebas,
expresiones como” no se dibujar”, “pídame otra cosa” o “no
se me ocurre nada”, etc.
−en la entrevista propiamente dicha el adolescente da
respuestas cliché, “me voy a portar bien”, “nunca más lo
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voy a hacer” o “voy a cambiar” sin estar realmente conectado


con una posibilidad concreta en caso de estar en libertad. Se
observa conductualmente reticente a colaborar y
manifiesta desconfianza hacia el profesional.
−se interviene a través de preguntas sobre la situación
actual del joven, su vivencia familiar, el grado de conciencia
sobre su situación actual, proyectos en caso de estar en
libertad.
En el segundo caso planteado, cuando el adolescente ya se encuentra en
libertad, se realiza un proceso diagnostico similar al anterior pero
modificando el encuadre de trabajo; el lugar de diagnóstico es en la casa
del menor donde se incluye la evaluación familiar directa que enriquece el
diagnóstico.
La diferencia radica en que en este caso, el nivel de ansiedad es menor
dado que el joven ya se encuentra en libertad y lo traduce en una mayor
disposición a colaborar y perfeccionar el trabajo realizado.

Proceso diagnóstico:
En la entrevista de administración de técnicas
proyectivas la batería de pruebas varía según el estilo de cada profesional,
pero se conforma considerando:
−test gráficos (fig. humana, flia., persona bajo la lluvia, HTP).
−cuestionario desiderativo.
−test madurativo visomotor Bender.
Se sabe que dada la etapa evolutiva del adolescente, nunca se arriba a un
diagnostico estructural, sino a detectar rasgos de personalidad, defensas
predominantes, manejo de impulsos, mecanismos de reparación, adaptación a la
realidad y tipo de vínculos establecidos, etc.
En el análisis del material se intenta diferenciar si la conducta delictiva, “la
trasgresión a la norma es resultante de la etapa evolutiva por la que atraviesa o
conductas integradas de manera más permanente como único repertorio posible
de respuestas”
El diagnóstico clínico es uno de los utilizados pero no el único para definir la
situación del menor; se deba sumar el informe social, el diagnostico familiar
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arribando a un DIAGNOSTICO SITUACIONAL; este contempla la evaluación de la


instituciones que intervienen, la comunidad como agente de retención o expulsión
del joven y los grupos de pares.
Con toda la información obtenida se realiza el informe correspondiente dirigido al
juez de la causa que contiene el resultado de las diversas entrevistas, la
aproximación diagnostica, situación familiar, referentes afectivos, contenedores del
menor yse realiza una sugerencia para le derivación o inclusión de un tratamiento
especial.

ENCUADRE DEL PROCESO DIAGNOSTICO:


Menores detenidos En libertad
LUGAR: instituto o comisaria. Según cada
caso, el
barrio, flia.

TIEMPO: estipulado por el según las


profesional. Posibilidades.

TIPO DE ENTREVISTA: semidirigida.


ROL: más preservado. Es más difícil
mantenerlo.
El rol en ambos casos es más flexible por ser adolescentes, dinámico y activo en
sus intervenciones.
TIPO DE INTERVENCIONES:
Confrontación, preguntas –
señalamientos.
HONORARIOS: a cargo del organismo
estatal.
DIAGNOSTICO:
situacional

Se aclara a los adolescentes al plantear al encuadre, los fines de la entrevista en


cada caso para el mejor manejo de la ansiedad.
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CRITERIOS DIAGNOSTICOS:
La situación del adolescente se define teniendo en
cuenta los siguientes parámetros diagnósticos:
1) Diagnóstico de recursos internos del
adolescente( diagnostico clínico)
2) Modalidad de relación con el medio y la
entrevistadora (análisis de transferencia y
contratransferencia).
3) Relación entre la conflictiva (tipo de delito. Edad,
situación procesal)y la percepción del adolescente
4) Característica de la estructura familiar (referentes
identificatorios, vínculos, tutor, etc.).

ESTRUCTURA FAMILIAR:
El tipo de flia. De origen de estos adolescentes se
caracteriza por la imposibilidad de responder ante la crisis de sus hijos en especial
en esta etapa evolutiva.
Se observa un severo dificit en las funciones parentales (función paterna),
establecimiento de vínculos precarios, un permanente lenguaje de acción sin
mediatización simbólica, generando círculos permanentes de violencia. Esta
estructura tan primitiva dificulta el normal proceso de identificación y exogamia,
objetivos primordiales en este momento crucial de desarrollo.
Los hijos dentro de estas familias son objetos de
depositaciones masivas y ambivalentales en paridad con las figuras parentales;
los adolescentes son sobreexigidos a ocupar el lugar del progenitor ausente o
sobreprotegidos e infantilizados lo que les impide ver la realidad de su hijo
negando lo que sucede.
Es habitual que la flia. Busque responsables externos
de las conductas delictivas de los hijos adjudicando la culpa a “los amigos”, “las
barras del barrio”, “las malas juntas”, etc.
Lo recurrente es la falta real o simbólica de la figura
paterna, que se refleja en la ausencia de ley (prohibición) interna para las
conductas adolescentes. La autoridad del juez representa la ley externa que opera
como límite y referente de autoridad, por lo que es desafiado permanentemente
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por los menores. La presencia de la madre se presenta débil para contener al


adolescente y resulta permisiva y facilitadora de las conductas transgresoras de su
hijo y descalificadora ante la palabra del padre.
Las familias son estructuralmente numerosas en
cantidad de miembros lo que imposibilita discriminar y diferenciar a cada uno
según las necesidades, conflictos, resultando una vivencia de masificación.
Se apunta en trabajo familiar a detectar el referente
más positivo para el menor que entienda la situación del mismo, se encuentre
unido afectivamente con él, sea un modelo valido de identificación y sancione las
conductas delictivas del menor. Con este miembro del grupo se afianzara la
alianza terapéutica que facilitara el trabajo con el adolescente.
Por último se debe señalar que muchos adolescentes
que han cometido delitos, conviven en familias delictivas donde la mayoría de los
miembros pasan por situaciones similares al menor, o están presos o viven de la
actividad delictiva por lo que resulta sumamente difícil cambiar los códigos
habituales del grupo, encontrar modelos de identificación sanos, y lograr el acceso
a un grupo que rechaza y descalifica cualquier intervención del lado de la ley.

SECRETO PROFESIONAL.
Este punto de plantea contravertido ya que nos coloca como
profesionales en la disyuntiva sobre qué informamos al juez que nos solicita al
seguimiento del menor.
Debemos analizar que por un lado respondemos a un juez que confía
en nuestro criterio profesional y se comunica con el menor a través de nuestro
accionar; por otro lado construimos un vínculo con el adolescente que no podemos
defraudar porque en el contrato de trabajo le explicamos que informaremos al juez
aquello que haga a los avances del tratamiento pero que lo demás quedara
reservada bajo el secreto profesional.
La pregunta se genera ante la confesión del joven que ha cometido un
delito, y nos planteamos que hacer como profesionales. Las respuestas pueden
ser varias, tomando en primer lugar la importancia de que el adolescente nos
confíe un hecho tan grave como este y en ocasiones con todos los detalles;
podemos hacer una lectura desde la relación transferencial y el lugar que
ocupamos en ese mo0mento interpretando lo que esto significa (depositacion,
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pedido de ayuda, descalificación por nuestro trabajo, confianza o puesta a prueba,


etc.).
Lo anterior es una lectura técnica que podemos realizar como
psicólogos pero ante el juez sigue el mismo interrogante; solucionamos este
problema planteando al juzgado que el joven se encuentra en riesgo, o que no se
adapta al tratamiento, obligando al juez así a tomar una medida que proteja al
menor sin tener que dar precisiones sobre la conducta del adolescente.
Nunca debemos quebrar lo explicitado y acordado con el menor, ya
que de hacerlo se derrumba lo trabajado hasta alli y difícilmente se logra reparar.
Esto no significa que hagamos una alianza con el adolescente aceptando la
comisión de nuevos delitos; debemos en todo caso reformular el acuerdo realizado
al momento de la libertad, encuadrar el tratamiento, hacer señalamientos que
aproximen los motivos de las conductas transgresoras, indagar el contexto que
rodeo la comisión de un nuevo delito y reflexionar que hacer como psicólogos.

GRUPOS DE PARES:
El grupo de pares de referencia funciona generalmente de
una manera negativa para la solución de las conductas delictivas del adolescente,
ya que se caracteriza por una estructura arbitraria y violenta que atrapa al joven y
no la permite la salida que es considerada como traición.
El grupo sirve para la masificación del adolescente y la
indiscriminación repitiendo la situación familiar; además resulta el canal permitido
para expresar sus impulsos hostiles con la aprobación de todos los miembros.
Existe una cultura endogrupal, con criterios de
homogenización donde no hay posibilidad para la confrontación y la
individualización (reconocer las diferencias).
Finalmente, cabe señalar la necesidad de re-pensar
nuestro rol de psicólogos en las problemáticas actuales, que nos arrojan del
consultorio a la calle, las villas miserias, etc. y encontrar las respuestas que alivien
la penosa conflictiva adolescente-familiar-penal y nos permita accionar desde un
lugar teorico-tecnico estricto que avale nuestra intervención profesional.
LIC. MA. VIRGINIA GONZALEZ.
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