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1.

El antecedente histórico del conflicto;


El antecedente histórico del conflicto se remota a 1996, donde existían grupos
armados irregulares en el territorio de la República Democrática del Congo, las
cuales intentaron tomarse la ciudad ugandesa, sin embargo, tras múltiples
pérdidas humanas y de fuerzas militares, se retiraron a su base en el territorio de
la República Democrática del Congo.
Posteriormente debido a la presencia de grupos armados irregulares en el
territorio del Congo, se firmó un protocolo con la República de Uganda, para
desplegar acciones conjuntas contra las fuerzas subversivas en la frontera, aquí
inicia oficialmente el conflicto el 3 de agosto de 1998, en el que camiones de las
Fuerzas Armadas de Uganda, con soldados fuertemente armados, entraron a la
frontera entre Uganda y el Congo y se tomaron las ciudades de Goma y Bukavu.
Al mismo tiempo, en la ciudad de Kinshasha, la capital del país, mil soldados de
Uganda atacaron los campos militares de Tshatshi y Kokolo, mientras que en la
ciudad de Kamuvu, treinta y ocho oficiales y cien soldados pertenecientes a las
Fuerzas Armadas del Congo fueron desarmados y posteriormente asesinados en
el aeropuerto de la ciudad.

2. El argumento de las partes (petitorio);


El 23 de junio de 1999, La República Democrática del Congo inicio los trámites
donde en ella, se acusaba a Uganda de:
A. Actos de agresión
B. Violaciones a las Convenciones de Ginebra de 1949 y a sus Protocolos de 1977,
a través de la inobservancia de las normas del Derecho Internacional Humanitario
en zonas de conflicto
C. Por tomar posesión forzosa sobre la represa hidroeléctrica de Inga, y deliberada
y regularmente causar apagones masivos, responsable por la gran pérdida
aproximadamente 5 millones de habitantes;
D. Por derribar, en octubre 9 de 1998, en Kindu, el Boeing 727, Uganda violó la
Convención sobre la Aviación Civil Internacional, de 1944, la Convención de La
Haya del 16 de diciembre de 1970, y la Convención de Montreal del 23 de
septiembre de 1971.
En consecuencia, se le solicita a la Corte que declare que:
1. Todas las fuerzas armadas ugandesas que participen en actos de agresión
deberán abandonar el territorio del Congo;
2. Uganda debe garantizar el retiro inmediato e incondicional de sus nacionales,
personas jurídicas y naturales, del territorio congoleño;
3. la República Democrática del Congo tiene derecho a recibir una indemnización
por parte de Uganda por todos los actos de saqueo, destrucción, expulsión de
bienes y personas y otros actos ilegales imputables a Uganda.
3. El fallo de la corte (sentencia).
La Corte emitió su fallo el 19 de diciembre de 2005. En este se decidió lo
siguiente: Por dieciséis votos a uno, considera que la República de Uganda, al
emprender actividades militares contra la República Democrática del Congo en el
territorio de este último, y prestar activamente apoyo militar, logístico,
económico y financiero a las fuerzas irregulares que han operado en el territorio
de la República Democrática del Congo, violó el principio de no uso de la fuerza en
las relaciones internacionales y el principio de no intervención; en virtud del
derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional
humanitario en el curso de las hostilidades entre las fuerzas militares ugandesas.

Criterio jurídico personal.

La Corte Internacional de Justicia siempre es la luz que ilumina al Derecho


internacional, pero, en ocasiones, lo que se proyecta es la sombra de la voluntad
de los Estados.

Los Tribunales internacionales, y en particular la Corte Internacional de Justicia,


han venido demostrando que tienen capacidad y autonomía suficiente para poder
hacer evolucionar el Derecho y la Sociedad internacional, sobre el respeto a la
voluntad de los Estados, y a través de los diversos instrumentos que el
ordenamiento jurídico internacional les atribuye para cumplir su función de
interpretación y aplicación normativa.

La sentencia dictada por la Sociedad internacional pone en manifiesto que se


encuentra en tránsito hacia una Comunidad internacional a través de la
consolidación de una serie de valores de validez universal, pero cuya naturaleza
todavía, en pleno siglo XXI, es esencialmente política, mientras que su dimensión
jurídica se limita a su consagración en normas de ius cogens que, en todo caso,
ceden ante la impermeabilidad jurisdiccional del consentimiento del Estado.

La actitud prudente de la Corte Internacional de Justicia no revela, sino, que el


principio del consentimiento de los Estados sigue manteniendo toda su fuerza, si
bien la corriente que está siguiendo el Derecho internacional, especialmente en el
ámbito penal, permite ser optimistas ante un reforzamiento progresivo de las
normas de ius cogens y de las obligaciones ante instancias judiciales
internacionales que, tal vez, permitan abrir

En fin, en el actual contexto jurídico internacional en el que todavía impera la


indefinición del contenido de las normas de ius cogens, tanto por parte de los
Estados como de la doctrina y de la propia Corte Internacional de Justicia, sería,
desde luego, demasiado aventurado esperar un pronunciamiento judicial
diferente, que permitiese, ya no sólo desarrollar o precisar el ius cogens
internacional, sino la apertura de una camino que pudiese terminar en convertirlo,
aunque fuese muy remotamente, en fundamento de jurisdicción de la Corte, más
allá del consentimiento de los Estados. Ahora bien, ello no puede impedirnos
confiar en que los vientos del voluntarismo estatal soplen, cada vez más, a favor
de la judicialización de las normas imperativas del Derecho internacional, como
elemento natural de la esencia de la Comunidad internacional.

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