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La soledad y la maldición de Joaquín.

El filósofo-anacoreta.

Tabla de contenido.

Tabla de Contenido..................................................................................................1

Palabras preliminares………………………………………………………….... 5

Capítulo 1: Los inicios de una historia.

1.1. Los inicios de Joaquín.........................................................................………..9

1.2. El consumo de la relación: un hijo no esperado...............................................20

1.3. Los primeros años de la familia.......................................................................34

1.4. La peste............................................................................................................52

1.5. El incendio.......................................................................................................68

1.6. La máscara que recuerda la tragedia...............................................................80

Capítulo 2: Una vida enmarcada por la soledad.

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2.1. El pensamiento universal.................................................................................86

2.2. Valores invertidos: lo económico superpuesto a lo religioso....................116

2.3. La verdad repartida entre los hombres....................................................128

Capítulo 3: Un nuevo desengaño.

3.1. La expresión del desencanto.....................................................................135

3.2. La diferencia entre el discurso y la práctica. Los negocios

Ilícitos de la vocación......................................................................................152

Capítulo 4: Escape a un país extranjero.

4.1. Las causas de la salida.............................................................................174

4.2. Fuerzas contrapuestas: el hombre vicioso y el virtuoso..........................182

4.3. Las inclinaciones de los hombres............................................................191

4.4. Regreso a la nación. Las dificultades de cambiar un país de

Hipócritas.......................................................................................................208

4.5. Y de nuevo, la historia de Suka, quien subió a convertirse

en Uno solo con el Ser-Absoluto para anteceder

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A todo lo creado.............................................................................................219

Capítulo 5: La representación del mundo universal es solo del

sujeto particular.

5.1. La amargura de la aceptación de lo no-universal....................................279

5.2. La fábula del ascenso a lo universal: solo es teoría.................................294

Capítulo 6: La decisión fatal. Lo eterno puede acabar en un segundo

6.1. El deseo del suicidio................................................................................299

6.2. Un hombre misterioso.............................................................................310

6.3. El renacimiento interior. La religión es más que dinero...........................320

Capítulo 7: La última aventura intelectual.

7.1. La escuela de la representación.................................................................334

7.2. La metafísica de la existencia....................................................................365

7.3. Renuncia a adscribirse a una escuela........................................................393

7.4. La inspiración por la soledad.................................................................... 399

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Capítulo 8: ¿Qué hacer en la posteridad?

8.1. Desaparición............................................................................................403

8.2. Los confines del mundo............................................................................407

8.3. La donación de una ermita........................................................................411

Epílogo: Una historia que jamás concluye..................................................415

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Palabras preliminares.

Dicen que todo libro debe tener una presentación antes de escribir la primera palabra

[aquella que abrirá un universo nuevo para el lector y que pondrá al escritor en el ojo del

huracán, pues sabe que su obra es imperfecta y no podrá satisfacer los deseos del lector que

desea sumergirse en una nueva aventura intelectual]. Pero esta será la excepción que confirme

la regla. Ante la imperfección de las páginas que siguen, presentarlas sería mucho más

imperfecto. El hecho de pensarlo tiene algo ya de monstruoso. Tan solo pienso dejar meramente

indicada en estas palabras iniciales algunas de las dudas que me han asaltado para la escritura

de un libro tan largo y tan tedioso como el que se tiene en este momento en las manos. La

primera de ellas es relativa al porqué se ha elegido la escritura como medio de expresión y no

cualquier otro medio, en ocasiones mucho más eficaz, para mostrar a los demás una historia

más entre tantas que se puede encontrar uno en una buena librería.

¿Por qué escribir? He ahí la gran pregunta. Todo escritor debe enfrentarse a este

interrogante y todo intento por responderlo será siempre insatisfactorio. Jamás habrá una frase,

una expresión, un axioma si se quiere, que dé cuenta de la totalidad de esto y que, al mismo

tiempo, satisfaga por completo lo que se quiere expresar. Además, la respuesta siempre es

personal y remite a las experiencias que cada cual haya tenido en su pasado. Estas pueden ser

positivas o negativas, pero siempre habrá que remitirse a sus acciones y actividades particulares

para saber el porqué de esta pregunta. Escribir es algo que hace el autor en su soledad con el

papel vacío. Allí se desahoga y deja algo de sí mismo dentro de la narración que construye, sin

importar que sea otro el que narre la historia. Y allí se entra en otra discusión bastante compleja

y que podría arrojarnos a nuevos debates e, incluso, podremos dedicar una tesis de maestría a

esto sin haber encontrado una solución posible: ¿Autor y narrador son la misma persona?

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Tal vez el segundo sea la invención del primero pero por muy lejanos que sean algo

tienen en común. En algún punto ellos han compartido una vida, una existencia, y podremos

decir que en un pasado muy remoto pudieron ser la misma persona. Pero ese no es nuestro

dilema por el instante. Debemos centrarnos en las razones que llevan a una persona a dedicarse

a la escritura y no a algún otro oficio que bien podría enriquecerlo más fácilmente. El autor, o

escritor, como se le prefiera llamar, debe preferir siempre la soledad como una forma de vida

posible. Al menos la mayoría lo prefiere, pues dedicarse a este noble oficio desde el bullicio de

una sociedad que clama para sí el desarrollo profundo del sistema económico y de los excesos

en los carnavales, es complejo organizar las ideas y escribir algo decente. Algunos lo hacen,

pero ellos cuentan con un talento excepcional que le permite una aventura como esta.

Pero la mayoría de los hombres que se dedican a la escritura prefieren habitar en una

pequeña cabaña en un bosque con vista a un lago silencioso que permanecer en una ciudad

ruidosa con sus carnavales y sus problemas de siempre. Yo hago parte de esas personas que

carecen de amigos y que la mayor parte del tiempo permanece solo enfrentándose a su

austeridad y a sus cavilaciones en muchas ocasiones deprimentes y atrevidas. No soy ningún

santo ni nada que se le parezca. Antes bien, he preferido la soledad para purgar todos los errores

pasados que he cometido: es un sacrificio necesario para calmar las heridas provocadas por las

decisiones que en algún punto de la existencia he cometido. Si alguna vez has de buscar al peor

de los hombres posibles que hayan aparecido a lo largo de la historia, ese soy yo.

Pues bien, la escritura es algo que uno siempre hace consigo mismo. Es una

conversación que uno tiene con su ser interior y que le permite comprender mejor cuál es su

lugar en el mundo, aunque esto sea doloroso. Ella requiere tiempo, esfuerzo y dejar plasmado

una parte de sí en las líneas que se escriben. Aparte de ello uno tiene que ser consciente de que

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por más que se dedique a su obra, es muy difícil que al final ella sea perfecta. Uno siempre va

a encontrar algún vicio por ahí expresado o va a mencionar el hecho de que a cierta edad de la

vida podría expresar de un mejor modo lo que se dijo en la juventud soñadora. Para cada cual

la experiencia de la escritura es diferente y depende, en todo sentido, de las representaciones

que haya hecho del mundo.

He aquí una historia, la cual no es mía, pero que he debido leer una y otra vez porque

encierra una parte de los deseos que tuve alguna vez. No soy yo el que escribe, pues mi

formación no alcanza para comprender las cuestiones dichas ni los silencios dejados en ciertos

momentos. Yo soy un simple hombre solitario que vive su vida intentando dedicarse

exclusivamente a los libros, pues no sé hacer otra cosa que leer las historias que alguien más ha

escrito. Una vez quise ser un autor, pero por esas cuestiones de la vida tuve que dedicarme al

oficio de profesor, pues debo alimentarme de algo. Y ya que la escritura y la filosofía no

sostienen una familia, he debido dedicarme a la enseñanza para ver si algún día encuentro la

paz interior que hace tanto se me ha perdido.

¿Por qué escribir? Porque lo tengo todo en mi vida: una familia, un empleo, hablo más

de un idioma y mi futuro económico parece abrirse con fuerza. Pero algo en mi interior me hace

falta y esta carencia me duele. Mi corazón está vacío de algo que no puede ser llenado con

dinero. Si alguna vez me ves en la calle, salúdame, eso no te hará daño y a mí me calmará un

poco las heridas interiores que tanto me pesan.

Tienes una larga historia que leer. Si al final estás persuadido que esta es demasiado

mala, puedes olvidarte de ella y, de paso, de quien la ha escrito: échame al olvido: no hay peor

condena para un ser humano que el ser olvidado por sus contemporáneos. Ni siquiera los

insultos ni las bombas pueden lograr lo que hace el olvido. ¡Que terrible y aterrador destino ser

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olvidado hasta por sus amigos! Si no te agrada esta historia que sea el destierro y el silencio

perpetuo para su autor lo único que merezcan. Tómala, yo ya no quiero saber nada más de ella.

Ya he realizado lo que tenía que hacer y no puedo continuar más.

Finalmente y antes de que comiences a juzgarme por las imperfecciones que aquí

encontrarás debo mencionar un par de cosas. Hay dos personas que estuvieron a mi lado desde

el principio de mis deseos de dedicarme por completo a la escritura y a quienes debo mencionar

en este punto, pues no soportaría en mi consciencia el dejarlos relegados al olvido como lo

harás conmigo apreciado lector cuando termines de leer una historia que no es mía. Ellos son,

a saber: Luis Enrique Pérez Ramos y Cristina Álvarez. El primero fue mi profesor de ética en

el colegio, y quiso apoyarme en la escritura de un libro, pero nunca pudo llevarse a cabo porque

ha fallecido en 2008 a causa de un ataque cardiaco. Ahora, casi dos años después de haber

terminado mi pregrado en filosofía y pedagogía en la Universidad de Antioquia quisiera

recordarlo a él mencionado su nombre como uno de los primeros que confió en mí y que me

motivó a este hermoso ejercicio de la educación. La segunda persona fue profesora mía

también. Con ella participé en varios talleres de escritura en el 2006 y 2007 y me enseñó a amar

la literatura. Si no hubiera sido por estas dos personas no sé qué remedio hubiera encontrado

para mis heridas interiores.

También me gustaría nombrar a mi hermano quien me ha animado a continuar con el

proceso de esta historia, la cual no terminará aquí. Mi madre ha estado siempre a mi lado

escuchando las noticias de una narración que no nos pertenece. Gracias a ella por su paciencia

y dedicación. La verdad es siempre apremiante y espera su descubrimiento. Al lector dejo esta

obra para su juicio y ya sabe cuál será la condena para su autor. Hasta la próxima.

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Capítulo 1: Los inicios de una historia.

1.1. Los inicios de Joaquín.

Voy a contar esta historia solo una vez. Y preciso lo haré inmerso en la más profunda

de las soledades, con todas y cada una de las cavilaciones que han hecho de mi espíritu la

representación de la melancolía y la agonía por haber visto más allá de dónde mi

entendimiento, limitado al conocimiento propio de los libros, pudo haber visto. Jamás

volverán a pronunciar mis labios, ni escribir mis manos, las palabras que a continuación se

presentan. He resultado herido en lo más profundo de mi más sagrado ser interior por haber

vivido con quien hoy es el protagonista de la leyenda negra del pueblo X, situado en alguno

de los confines de este departamento montañoso llamado Antioquia. Tal vez alguien más

tenga la disposición de ánimo para introducirse en esta narración, pero yo, por el instante,

debo procurar liberarme de todo lo que me ata al pasado, pues he sentido cómo las sombras

de los habitantes de mis recuerdos me persiguen, me asfixian, y me ordenan efectuar acciones

que van en contra de mis principios morales. La escribo como mi última confesión, pues

ahora, con el cabello blanco y mi piel arrugada por la carga de tantos años y daños que llevo

a cuestas, parece que estoy más próximo de la muerte que cualquier otro mortal sobre esta

tierra de nadie. Pero, para ello, debo remitirme a un lugar apartado en el tiempo, pero que aún

se encuentra tan vivo en mi memoria que pareciera que lo he vivido ayer. No sé cómo vivir el

día después de mañana si no cuento lo que encuentro en todas partes de esta ermita que habito,

la cual excede mis necesidades de albergue, pues, para mí cualquier edificio es demasiado

grande para habitar, pues jamás he necesitado más de dos metros en dónde pueda caer en los

brazos de Morfeo en las épocas lluviosas del año. Ahora me encuentro habitante de las tierras

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de aquél miserable hombre que solo acumuló miserias en su existencia y que podría ser el

primero en encontrar un camino para vincularse con la partícula que «antecede», en caso tal

de encontrarle alguna vez. Vamos, tú no quieres escuchar lo que este viejo tiene por decirte.

Cierra la página y continúa tu vida como si nunca hubieras visto esto, pues sé que tienes

muchas cosas más importantes que hacer, que dedicarte durante algunas horas a esta historia.

Pero si tienes tiempo suficiente, y posees el privilegio de sentarte a la sombra de un árbol

cómodo para conocer aquello que está vedado a cualquier humano, siéntate y disfruta del

paseo, pero luego no me reproches diversas noches de insomnio o la visita de espíritus no

invitados. No esperes un final feliz en una vida cargada de negatividad.

Cuento la historia tal como ha sucedido, no como hubiese querido que fuese. ¿O acaso

piensas que tu vida ha sido un cuento de hadas en donde todo ha sido rosa, felicidad y

bienaventuranza? El dolor y la oscuridad se han adueñado del corazón del hombre y no hay

modo de regresar a un pasado inmemorial para cambiar algo que nadie sabe qué ha pasado.

He de decir que este hombre solía responder al nombre Joaquín Alberto Escudero

Gonzales. Digo esto, porque es complejo que bajo esta denominación del lenguaje pueda

esconderse la sabiduría de uno de los más grandes filósofos que haya parido esta tierra

antioqueña. Pero como suele suceder con quienes han dedicado su vida a la intelectualidad y

no al fútbol ni al narcotráfico, en esta nación del sagrado corazón de Jesús, ha quedado sumido

en un olvido inenarrable. Era partidario de aquella visión socrática de que es mejor padecer

una injusticia que cometerla. Y expresaba esta sentencia con tal prosa y tales decoros que

nadie hubiera sido capaz de estar en contra de él. Pues, a diferencia de los comentarios

platónicos acerca de la poesía, Juaco, pues así lo bautizamos en el pueblo X para no decir su

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nombre eclesiástico, era filósofo y poeta al mismo tiempo. Del nombre casi nadie se acuerda,

pero la historia existente tras ese nombre, no es desconocida para muchos. He aquí lo

concerniente a mi maestro.

Comenzó sus estudios de filosofía a una edad prematura. Tenía solo catorce años

cuando incursionó en ese complejo mundo de tradiciones, lecturas, escritura y la maduración

de las facultades intelectuales suficiente para no conformarse con lo inmediatamente dado,

sino buscar las explicaciones ulteriores de todas las cosas. Poco comprendió en esa época de

la vida acerca de esta filosofía. Se le presentó como una asignatura compleja e incierta, pero

poco a poco, en su mente se introdujo la idea de que no podía dejar de luchar por la

comprensión profunda de todas las teorías y sistemas filosóficos que habían existido hasta ese

momento. «Solo así podré construir un nuevo sistema de pensamiento que sea mío. Marcar la

historia de la humanidad por mi intelectualidad y que la posteridad me vea como uno de los

principales pensadores de la historia», se decía para motivarse a no abandonar esta asignatura

que le estaba desbordando en capacidades. Desde pequeño mostró que su espíritu estaba

dominado por la obstinación y nadie podría cambiar una sola de sus ideas luego de que estas

se asentaran en su mente. Poco a poco fue avanzando en el estudio de la filosofía hasta que,

un día cualquiera, al borde de cumplir la mayoría de edad establecida por el estado --pues

sabría mucho más tarde que este concepto no llega en un solo día sino que es algo mucho más

complejo-- decidió ingresar a estudiarla en la Universidad de Antioquia. Esta era considerada

por muchos una de las mejores instituciones de educación superior, quizá la mejor del

departamento en el cual vivía, no solo por la calidad de los estudiantes y los doctores que en

ella enseñaban, sino porque era uno de los principales centros para la disidencia y el

pensamiento crítico.

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Decidió ingresar a ese claustro, fundado por los franciscanos al principio del siglo XIX

y al borde de una revolución que libertaría casi todo un continente, por el hecho de que allí

podría aprender muchas más cosas acerca de la filosofía, o, por lo menos, de lo que él

comprendía que era eso. Aparte, podría conjugar ese conocimiento con su función social. Pues

antes de ingresar a ese lugar, había conocido ciertos datos de algunos estudiantes insignes de

esa Universidad como Fernando Gonzales o Estanislao Zuleta. Estos personajes, poco

estudiados por él pero bien mentados en ese país, le hicieron pensar que allí podría dar inicio

a la redacción y consolidación de su sistema filosófico. Pero al entrar se dio cuenta de los

vacíos conceptuales que había adquirido en su adolescencia y que hasta ahora se había

dedicado a leer filosofía como leyendo notas de periódicos escritos por los peores fanáticos

religiosos, o pseudo pensadores. Creyó que en los pasados cuatro años hubo aprehendido

cerca de tres milenios de tradición y que estaba autorizado para hablar de todos los temas y

de todos los filósofos aunque no los conociera. Muchas cosas pasaron por su mente en esos

años. Pero lo importante para él fue empezar a ver el cambio que produjo en su interior el

verdadero estudio de la filosofía. Aprendió francés, latín, griego antiguo, inglés, hebreo y

alemán. Con más propiedad comenzó a leer a los filósofos en su lengua original.

Para él no fue lo mismo el hecho de leer un Cicerón en latín que en español y siempre

gozaba en decir el quousque tandem abutere, Catilina, pacientia nostra? y que todos lo

tuvieran por sabio al hablar en una lengua antigua. O, cuando iba a la iglesia con su madre, se

persignaba y hacía una oración a todo pulmón en griego antiguo, y solo el sacerdote podía

comprender que siempre decía el mismo pasaje bíblico: Juan 1,1. Y la gente pensaba que

debía ser algún genio, pues no se explicaban como una persona tan joven tuviera tantos

conocimientos en su cabeza. Y no daba para más, pues, pasaba cerca de catorce horas diarias

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encerrado en su habitación rodeado de libros, los mejores textos que cualquier persona hubiera

podido imaginar. La obra completa de Aristóteles, por ejemplo, la consiguió en edición

trilingüe, y la biblia la tenía en hebreo y griego. Se estimuló tanto en el estudio que al poco

tiempo de estar allí ya era reconocido por ser uno de los mejores estudiantes del instituto de

filosofía de la Universidad de Antioquia y no tardó más de tres semestres en ser uno de los

más destacados de toda la universidad.

Pero, a pesar de que en algunas ocasiones se daba a la tarea de ser una de las personas

más odiosas con el conocimiento, la mayor parte del tiempo era enaltecido por su

conocimiento y la humildad que poseía. Eso era, en términos concretos, una de las cuestiones

por las cuales consiguió seguidores y casi le instauran un club de fans dentro de sus

compañeros de estudio. Mientras estuvo en aquél lugar, muchos le acompañaban y le

animaban en sus proyectos y le incitaban a ser mejor cada día, hasta que lo fue. Pero, en medio

de la fama de la cual gozaba en aquella institución, cada día se convertía en una persona

diferente. Ser una celebridad no lo hizo más arrogante y soberbio, sino que hizo de él alguien

más humilde y el cambio del cual gozó fue insuperable, pues sus deseos de ser reconocido

fueron cambiando por el servicio a los demás, y pronto fue admitido algo de él: ya no podían

decir que era el mejor ser humano con el cual se hayan encontrado, o el intelectual por

excelencia, sino que decían que cumplía con ambos requisitos y que en un futuro sería

destacado en muchos aspectos de la sociedad por ello. Un intelectual y hombre humilde. En

eso se convirtió y fue reconocido por ello.

En medio del grupo de personas que fueron concretando su más íntimo equipo, se

encontraba una chica, una dama que lo ponía a temblar cada vez que lo saludaba o le daba un

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abrazo. Para él ella representó el ser más hermoso que pudo haber conocido en su vida pero

no se lo dijo de forma directa. Prefirió tenerla como amiga y verla a menudo que procurar una

novia, una amada a la cual se entregara en diversas noches de pasión, de romance, de armonía

perfecta entre dos cuerpos que se atraían con ardor. De dos desconocidos, se convirtieron en

los mejores amigos que jamás haya podido tenerse noticia. Algunos intentaron comparar su

amistad con la Historia calamitatum de Pedro Abelardo, pero ambos sabían que nada de eso

podría ser cierto. Era una hermosa amistad con pretensiones de ser algo más pero que nunca

desbordó la esfera de la privacidad de los sentimientos de cada uno. Ninguno confesó su amor

al otro, a pesar de morir en sus interiores por decirlo en voz alta, o probar los labios de quien

hasta ese momento solo aparecía como un buen amigo. Pero actuaban conforme a sus

sentimientos: se cuidaban como hermanos, se celaban como un par de esposos, jugaban como

niños, y platicaban como los compañeros más allegados, como si se hubieran conocido toda

la vida. Era tal el conocimiento que tenían el uno del otro que podían predecir cuándo estarían

enfermos, o con qué estado de ánimo se levantarían un día determinado. Crecieron en amor y

en conocimiento de filosofía.

Ella era una dama. No es posible otra definición ni concepto para expresar lo que una

mujer puede representar para un hombre acostumbrado a ver la degradación de la sociedad y

el cómo el hombre se vende al mejor postor a cambio de monedas, o se entrega a la lujuria

para satisfacer sus instintos más bajos. Ella era la encarnación de la feminidad, pero sin dejarse

apabullar por lo masculino. Estudiaba una carrera que, por tradición, solo ha sido de hombres,

pero sabía poner en su lugar, con las palabras más hermosas, hasta el hombre más machista.

Era, en definitiva, un encanto de mujer. Aquella con la cual todos los varones sueñan, pero

que no puede ser dominada por nadie, pues su corazón y dignidad vale más que el peso de la

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tierra en oro. Provenía de una familia de intelectuales: padres escritores y comerciantes,

abuelos artistas, tíos cantantes. Era hija única y, a pesar de ser consentida en todo por toda la

familia, su humildad era incomparable. Quizá por ello se acercó tanto a Joaquín, pues cuando

dos almas tienen un mismo horizonte y un mismo modelo de vida, se atraen de forma

inevitable. Ganar el amor de esta dama era conquistar el mundo. Y si el interior de su alma

era de esta manera, su exterioridad representaba una figura angelical. Jamás ha habido mujer

más hermosa que Diana, era tan bella que su sola presencia hacía temblar los corazones más

endurecidos.

Ambos postulaban y defendían el hecho de que para dedicarse a la filosofía, debían

permanecer solteros, no tener ningún compromiso que no fuera el ser los esclavos de esta.

Allí radicaba la felicidad. Pero cuando intentaban justificar esa idea, ambos sabían que se

engañaban y que una parte de sus corazones gritaba que esto no era cierto. Habían nacido para

morir y revivir en el corazón del otro. La mística del amor que había entre ambos parecía

expresar lo más profundo del amor mutuo. Ambos renacían en el otro puesto que sabían que

sus emociones eran correspondidas por ese otro amado, en un principio tan ajeno, pero luego

tan conocido para ambos que no les permitía la más mínima duda de la fidelidad de su amigo-

pareja-en-secreto-a-la-vista-de-todos. Si no hubiera sido de este modo, si solo uno de los dos

hubiera muerto para renacer en el otro y no hubiera encontrado esa correspondencia por el

amor sentido, hubiera muerto para siempre. Cuando se ama de verdad no se busca la felicidad

propia sino la ajena: ese otro lo ha de representar todo y si el amante no siente el amor de su

amado, perderá su vida en pos de otro mortal. Y el amado debe ser condenado a no obtener

nada, ni el más mínimo aprecio de alguien más, pues, ha asesinado al amante que lo dio todo

por él. Lo ha hecho impidiendo que aquél renazca en su corazón.

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Pero en el caso de Juaco con Diana había una correspondencia que los había elevado

por encima de los demás y mientras se perdían el uno en la mirada del otro, parecía que el éter

se apoderara de ellos y los transportara hacia un lugar efímero en el cual no necesitaban más

que sus ojos para sobrevivir a un mundo cambiante. Compartieron muchos intereses, y

procuraron tener una misma línea de investigación: la filosofía de la religión en la Edad

Media. Aunque muchas veces por mera distracción leían a otros autores que a ambos les

encantaban: Arthur Schopenhauer, y algunos místicos orientales. Pero lo que más les

apasionaba eran los escritos acerca del ser, la temprana ontología medieval que hablaba acerca

del Ser-Uno súper abundante. Se dieron cuenta que este concepto, dentro de las religiones

teístas, se reemplazaba por el de Dios. Y esto los llevó a tener muchos acercamientos a la

religión organizada y a realizar estudios comparados entre esta idea de Dios y la del Ser-Uno

sin segundo, de la cual hablaron algunos medievales, sobretodo de ese último período que,

para bien o para mal, alguien ha bautizado como escolástica. Todo fue una alegría

incomparable para ambos, y lograban vivir aventuras intelectuales que solo ellos

comprendían. Pero esta felicidad fue suspendida por un breve instante. Cuando ambos

terminaron todas sus materias en la universidad, ocurrió algo inesperado: los padres de

Joaquín fallecieron en un accidente de tránsito.

Este hecho provocó indecibles tormentos para el hombre de esta historia. De un

momento a otro su vida se vio derrumbada por el acontecimiento que creyó que nunca llegaría.

«Los padres tendrían que ser eternos. Ningún hijo debería quedarse sin ese apoyo fundamental

que representan los padres, pues yo debo considerar que los míos son los mejores», dijo

envuelto en lágrimas el día del entierro. Por primera vez en su vida se había quedado solo.

Jamás se había hecho del todo responsable por sus actos, pues sabía que sus padres estarían

allí para sacarlo de las más oscuras calamidades a las cuales se podría enfrentar. Y ahora,

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huérfano a los 24 años, sin saber qué hacer con su vida, sin haber aprendido ningún oficio, y

con la única certeza de poder leer en varios idiomas la obra de los doctores de la Iglesia, sabía

que su vida no tendría futuro. « ¿Qué debo hacer el día después de mañana? ¿Cómo conseguiré

los elementos indispensables para mi humana subsistencia? ¿A quién acudiré ahora, en los

momentos de soledad y austeridad?», se preguntaba, entre confundido y colérico: con cada

interrogante parecía escupir mierda y un escalofrío recorría su espalda. Fue acogido por la

familia de Diana, quienes conmovidos por el estado lamentable de Joaquín decidieron echarle

una mano y llevarlo hasta dónde pudieran o hasta dónde él lo permitiera: que aprendiera un

oficio, que se enfrentara al mundo y tuviera un trabajo como los demás humanos mortales y

que bajara de ese estado de ensoñación en el cual lo había dejado la filosofía.

Vivía más en las nubes que en la tierra y ahora que se había visto enfrentado al

realismo trágico de la existencia intentó lo inevitable: al tercer día de estadía en casa de Diana,

y ante la desolación de no encontrar respuesta a su nuevo sentimiento en los libros que tanto

le apasionaban, se cortó las venas, y lo encontraron en un mar de sangre, arrojado en el suelo

como un cadáver, como un hombre sin nombre atrapado por una consciencia desesperada y

un corazón herido.

El impacto por la imagen fue más grande que el amor de Diana por su amado. Cuando

lo vio allí arrojado en el suelo, pues fue ella la primera en verlo como inmerso en un exilio

prohibido, torturado por seres de otro mundo que reclamaban su existencia como el pago por

el amor que sintió por sus padres, se desmayó. Cayó al suelo como una avalancha, y más que

eso, como el volcán Nevado del Ruiz en plena actividad, arrasando con él decenas de hectáreas

de tierra cultivable y la ilusión de un amor eterno. En su caída se produjo un éxtasis que la

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llevó a un lugar distante, uno donde nadie había llegado. En su revelación pronosticó la muerte

para muchas personas. Se vio a sí misma caminando por calles que le eran conocidas aunque

no pudo identificar cuáles eran. Pensó en un déjà-vu, pero no estuvo segura. Se dio cuenta

que no caminaba sino que levitaba. No se asustó por ello sino por el hecho de haber visto estas

calles llenas de muertos. Los cadáveres arrojados en todas partes, como si una gran desolación

hubiera acabado con la vida de todas las personas que habitaban aquellos lares. Muchos de

ellos parecían estar en un profundo proceso de descomposición, como si llevaran meses

arrojados en esos lugares esperando ser reclamados por alguien. Muchos ya estaban hinchados

y otros eran verdes o tenía moho. Se acercó a uno que todavía no tomaba el mismo color de

los demás aunque ya tenía una apariencia de otro mundo, y se dio cuenta que estaba tibio.

«No hace mucho que murió», pensó.

Continuó con su recorrido y en ese, sin saber cómo, entró en su casa de nuevo y se

encontró con su eterno amor. Pero este, a diferencia de todos los demás, estaba sano por

completo. Lo vio más hermoso que nunca, y sus labios se tornaron provocativos. Intentó

besarlo pero él la rechazó. «Ya te he dicho que mientras estés enferma no podrás besarme»,

le dijo él con dulzura y no pudo hacer otra cosa que abrazarla. Mientras él fue a traerle algo

de beber, ella se vio en el espejo y tenía el mismo aspecto que los demás cadáveres que recién

había visto en la calle. Al verse de esa forma, despertó. Estaba en una camilla de urgencias

del hospital del pueblo X. « ¿Qué ha pasado?», preguntó ella. «No te preocupes princesa,

todo está bien», le respondió su padre.

Dos días pasó en ese centro hospitalario y Joaquín pasó unos diez días. Casi logra su

objetivo al intentar suicidarse. Había llegado con muy pocos signos vitales. «Si hubieran

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pasado dos minutos más, hubiera muerto, eso es seguro», había afirmado el médico. La

recuperación de sus heridas fue rápida comparada con las heridas de su alma, las cuales, nunca

pudo superar del todo. Aunque en alguno de sus diarios escribió que si no hubiera tenido a la

chica a su lado, no hubiera contado el cuento. Muchas cosas pasaron en esos meses. Joaquín

vendió la casa de sus padres y la mayoría del dinero la donó a una fundación que luchaba por

el bienestar de los niños con cáncer. «Eso es lo que hubieran querido ellos», afirmó el día en

que lo hizo.

Y sucedió aquello que es inevitable cuando dos se aman. Una noche en navidad, dos

meses después de haber recibido su título de la universidad, el cual, según él, no le servía para

nada pues el conocimiento ya lo llevaba en la cabeza, dejaron expresar sus sentimientos y, por

primera vez en sus vidas, practicaron el acto carnal, dejando que sus impulsos más bajos

hablaran por ellos aquellas cosas que por las palabras se habían negado. Existen ciertos actos

que hablan mejor que cualquier lengua. Y eso lo comprobó Joaquín aquel día. Cuando se ama

de verdad a alguien, en un beso se puede mencionar la grandeza del amor.

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1.2. El consumo de la relación: un hijo no esperado.

Caídos en la tentación de la carne, los amantes encontraron el placer sexual como una

nueva aventura especial en sus vidas. En el día se dedicaron a filosofar y en la noche a la

pasión. Todas aquellas defensas y discusiones acerca del celibato para el filósofo cayeron en

el olvido. Cambiaron la pluma con la que escribían el autoexamen al anochecer por un condón.

Y los días en los cuales los instintos más bajos les ganaban por su ligereza y les incitaba a no

demorar en romances o preparaciones previas del acto, el uso del preservativo quedó relegado

a un lado y lo cometían al natural, como lo pudieron haber hecho aquellas antiguas parejas de

cínicos en las plazas públicas de la antigua Grecia. « ¿Y qué más da? Solo hasta ahora puedo

reconocer el inmenso amor que ha nacido en mí por ti durante estos años y ahora no puedo

dejar de cometer actos de lujuria contigo. Nadie más tiene un lugar para mi corazón que no

seas tú mi valioso amor. ¡Cuánto tiempo he perdido en negar lo que por naturaleza he estado

destinado a cumplir! Te amaré para toda la eternidad. ¡Tú eres mi reina, mi cielo, mi querido

amor! ¡Oh Diana, jamás podré amar a alguien que no seas tú y no sabes cuánto agradezco que

hayas aparecido en mi vida! ¡Si has de marcharte, llévate mi corazón contigo, pues no

soportaré la separación de tu regazo!», esto y otras cosas le decía Juaco a ella, en medio del

éxtasis en el cual caía al contemplar su cuerpo desnudo.

No volvieron a ser los mismos. Ahora se habían convertido en una sola carne.

Dedicaron sus esfuerzos a construir un nuevo sistema filosófico entre ambos. Para ellos, esto

cambiaría el destino de la humanidad y les llevaría hasta la cumbre más alta que hubiera

alcanzado cualquier hombre en la historia. Sin embargo, el destino les traería una fortuna

distinta representada en un nuevo ser. Cuando dos que han defendido el celibato comienzan

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a jugar con el fuego ardiente de la pasión y el deseo sexual, pueden caer en la naturaleza de

la unión de dos semillas de la creación. La unión de la masculinidad y la feminidad puede

alcanzar diferentes puntos de la fertilidad. Claro está que esta no es la única manera de ver la

sexualidad, solo que esto ha sido lo que la tradición ha aceptado y mostrado a la sociedad,

bien sea por un prejuicio religioso, un conservadurismo absurdo o, porque nuestra mente se

encuentre cerrada a nuevas formas de interpretación del mundo y nos quedemos atados a un

narcicismo descarado en el cual nuestra opinión sea la única verdad aplicable al género

humano, o simplemente porque hemos visto que eso es lo «natural» desde una edad tan

temprana y no aceptamos algo diferente. Pero todos los seres humanos portamos en nuestro

interior una partícula de amor tan pequeña, pero que puede movernos a grandes acciones en

nombre del amado, que bien podríamos enamorarnos de alguien de nuestro propio sexo o de

uno ajeno a nosotros. Esto se debe a que no amamos el sexo propiamente dicho, sino que

amamos el ser atrapado en una materialidad degradada a un género --masculino o femenino-

- y por lo cual intentamos definir nuestra existencia.

El amor es demasiado grande y no puede limitarse a un mero acto carnal. Quien lo

reduce solo a esto está ciego y pretende confundir el amor con las pasiones más bajas del

hombre. Sexo y amor jamás serán lo mismo. El primero puede ser practicado para la

satisfacción de una eventualidad carnal e incluso puede ser satisfecha por una relación de uno

consigo mismo, puede ser saciado con algún desconocido en un momento de lujuria una noche

de copas, o puede ser construido en la intimidad con aquella persona que significa para

nosotros un complemento, o un ser en el cual completamos nuestro más sagrado ser interior.

El sexo es una satisfacción de una pasión animal que tenemos todos los hombres sin excepción

alguna. Desde el sádico más desconocido, hasta el santo más aclamado portan en sí la

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expresión y el deseo de la sexualidad. Lo curioso del asunto es que el primero intenta

explotarla a toda costa y el segundo ha logrado llevarla o practicarla de una manera moderada

y justa o, en definitiva, ha intentado anularla para darle a su espíritu un elevamiento más allá

de lo mundano. En cambio, el amor es un «algo» informe y oscuro que se manifiesta en la

vida de pocas personas y podría hacerlas construir castillos en el aire mientras en su

cotidianidad viven inmersos en la más miserable existencia. Este es un privilegio de pocos y

un deseo de muchos. Se presenta de una manera tan intensa que desborda a quien lo posee y

se refleja en la faz de su rostro.

Así se encontraban Joaquín y Diana. Estaban envueltos en una mística irreductible y

dentro de ella jugaron a la unión de sus cuerpos materiales. Su intimidad era tímida y

descarada al mismo tiempo. Jamás vieron esta práctica como una necesidad o como la mera

satisfacción de sus instintos animales sino como el momento ínfimo de su amor, como la

consagración de todo lo que habían vivido juntos, y todo lo que les restaría de vida, pues, en

sus mentes no concebían sus existencias alejados del otro. Jugaron al incursionar en la

sexualidad durante las noches y no proyectaron las consecuencias de sus actos. En ciertas

ocasiones dejaron ganarse la batalla y libraron verdaderas batallas de pasiones que

desbordaban sensualidad, fuego y pasión. En una de tantas faenas de misterios, unión,

intimidad y timidez, dos de sus semillas se unificaron para permitir que la naturaleza

continuara con sus fines y propagara una nueva criatura para esta tierra carcomida por la

corrupción, la hipocresía y la indiferencia. Como fruto de su amor más íntimo, Diana quedó

en embarazo. La noticia causó en ellos una conmoción más profunda que el intento de suicidio

de Joaquín.

22 | P á g i n a
Como en toda pareja que ha decidido establecer un proyecto de vida juntos, en dónde

lo más importante sería la filosofía, la construcción de un pensamiento que cambiara la

humanidad, y que, en el fondo del corazón quisieron practicar el sexo pero sin querer tener

hijos, y preciso pasa lo inevitable de jugar a las prácticas sexuales sin protección, negaron el

asunto una y otra vez. Consultaron varios médicos, varias pruebas, diversas maneras de

comprender que todo era un malentendido o una broma de alguien externo a ellos pero todos

estos procedimientos solo comprobaban la certeza del evento. Lloraron como nunca lo habían

hecho en sus vidas. «Hasta aquí llegamos Juaco con todo... se acabó... ya no hay vida después

de esto... ¿qué estamos pagando?... ¿en qué nos hemos equivocado?... ¡Oh Dios, que has

permitido unirnos en la más grandiosa historia de amor, permite que esto sea solo una

pesadilla!... ¿qué haremos Juaco?... vamos a ser padres en vez de filósofos...», decía ella

llorando y revolcándose en la cama que tantas faenas había registrado. Mientras tanto él estaba

pálido en un rincón de la habitación, con sus manos en la cabeza y escupiendo mierda por no

saber qué hacer.

Y no había más solución en esto, según ellos, que la vida o la muerte de la criatura que

ahora crecía en el hermoso vientre de la madre. «Si queremos continuar con nuestra existencia

como la hemos planeado, el bebé tiene que morir lo más pronto posible», dijo Joaquín

tembloroso. Pero la sola idea desató en el rostro de Diana una agonía. También pensó lo

mismo que su amado pero no se había dignado en decirlo en voz alta. Pero se dio cuenta que

todas aquellas teorías morales que habían leído y defendido hasta ahora se habían destruido

con sus pensamientos. «Tomar una decisión que pueda establecerse como un referente moral

para la posteridad, de tal manera que cualquier persona que se encuentre en una situación

23 | P á g i n a
similar pueda tomar el mismo camino sin arrepentimiento», dijo ella luego de un largo

silencio.

«Vida o muerte», decían ambos, mientras sentían que sus fuerzas se marchaban.

Cayeron al suelo y durante mucho tiempo permanecieron en silencio. Los padres de Diana no

estarían durante tres días en la ciudad, pues se encontraban cerrando algunos negocios fuera

de ella. Tendrían el tiempo necesario para asistir a una clínica clandestina y practicar el asunto

y que nadie se diera cuenta. Pero, en medio de sus cavilaciones, se preguntaban si en verdad

podrían declararse jueces de una criatura que ni se había formado todavía y que era producto

de su amor sagrado, para decretar vida o muerte.

La posibilidad real del hecho los asustó y les obligó a recordar la historia de los dos

últimos asesinatos que hubo en el pueblo X y la profecía que corría las calles debido a estos.

Ninguno de los dos había nacido cuando sucedieron los hechos que a continuación se relatan,

pero la historia era bien conocida por todos los habitantes de aquel lugar, pues causó un

revuelo tan profundo que nadie quiere que algo como eso vuelva a repetirse. Sebastián

Monsalve Aguirre fue el origen de aquella tragedia y hoy su nombre produce escalofríos en

la mente de todos los pequeños que son amenazados con la venganza de esa persona si no

hacen las tareas o si no se portan bien en la iglesia. Su historia se remonta algunos años atrás,

unos cincuenta antes del nacimiento de ambos [el cual se produjo el mismo día]. Cuando

Joaquín comenzó a estudiar filosofía y se convirtió en alguien tan cercano de Diana, las

personas no hicieron más que temer que algo como lo sucedido hacía tantos años, pues

muchos hoy se arrepienten de lo que en esos días acaeció.

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Sebastián era uno de los chicos más queridos en ese tiempo. No había nadie que no lo

conociera y que no apreciara a tan insigne representante del pueblo X. Era hermoso como

nadie: ojos azules, cabello rubio, labios rojos, su cuerpo fortalecido por el ejercicio que a

diario realizaba: todo ello hacía de él la persona más deseable de aquél humilde pueblo. Su

belleza exterior era acrecentada por su interioridad puritana, su don de servicio y su

inteligencia que sobresalía por encima de todos. Las mujeres enloquecían por él en secreto y

algunos hombres le hicieron algunas propuestas serias para llevarlo a la cama. Pero él quiso

mantenerse puro hasta encontrar el amor de su vida. Estudió filosofía en determinada

universidad y enloqueció a muchas nenas cuando lo hizo. Su escritura era envidiable y muchas

damas se rendían a sus pies intentando conseguir, por lo menos, un beso de él. Pero fue una

chica la que lo sedujo. Una dama que le igualaba en belleza y talento. Andrea Lotero era su

nombre. Se volvieron amigos tan inseparables que ya todos pensaban en que se volverían

esposos en algún momento y que serían felices para siempre como en todos los cuentos de

hadas. Pero el destino les tendría una mala pasada.

Comenzaron a defender el celibato como manera de vida, pero luego de algún tiempo,

sostuvieron relaciones sexuales, lo cual les unió más como pareja. Para nadie fue un secreto

este asunto y nadie se oponía a ello, pues era un amorío tan puro y encantador que a todos

inspiraba ternura. Pasó algún tiempo y Andrea quedó en embarazo. Pero nadie se había dado

cuenta de ello. Fue un secreto entre ellos dos y decidieron hacer algo para que nadie se enterara

del asunto: cuando ella comenzó a engordar, por la acción propia de su estado, se escaparon

del pueblo asegurando que irían a la ciudad a comprar algunos libros que necesitaban pero

solo fue una coartada para realizar un aborto. El procedimiento fue un desastre. Se llevaron la

vida del bebé y con él casi se llevan a la madre. La noche en la cual se realizó ese asunto,

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violaron a Andrea. La habían llevado a la sala donde le extraerían el cuerpo sin vida del feto,

pero antes de ello, siendo ella consciente de lo que pasaba pero sin las fuerzas necesarias para

defenderse, fue violada por el supuesto médico y otros cuatro asistentes de este.

Cuando todo estuvo consumado, y Andrea pudo ver a Sebastián, casi moribunda le

contó lo sucedido. Él se marchó a hacer el reclamo y he ahí que comenzó la tortura para

ambos. A él le propinaron varias puñaladas para silenciarlo y los arrojaron lejos del lugar, en

un lote vacío y abandonado desde hacía mucho tiempo. Casi mueren en el lugar. Pero una

persona ajena a ellos, un hombre que durante algún tiempo estuvo enamorado de Sebastián y

que pertenecía a un pasado oscuro de este, pues entre ambos hubo algo más allá de una

amistad, pasó por el lugar y vio a quien representó en algún momento el amor de su vida,

arrojado en tal inhóspito lugar y decidió ayudarlo, a pesar de que su corazón estaba lastimado

por todo el daño que su amor le había causado. Como pudo los llevó a un hospital y luego de

una temporada pudieron salir de allí recuperados. Al llegar al pueblo se dieron cuenta que

todos pensaron que habían muerto y los lloraron, pues durante mucho tiempo no habían sabido

nada de ellos. Intentaron justificar su ausencia con incontables excusas, las cuales nadie creyó

pero les permitieron el ingreso a sus vidas como si nada hubiera sucedido. Pero la huella de

la desconfianza se había apoderado de muchos. Como en casi todos los pueblos de Antioquia,

la gente tiene un exceso de comunicación incomparable y no descansaron hasta saber la

verdad de lo sucedido y la conocieron.

Los encararon para que pudieran defender o justificar el hecho pero ellos fueron

incapaces de hacerlo. En ese momento, Maryori Julieth García Correa, la pitonisa que vivía

desde hace más de cien años en aquellos lares, los maldijo. «Habéis quitado la vida a un

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inocente, decía con un tabaco en su mano y la mirada de una bruja, estaréis malditos. Que el

oprobio por lo que habéis realizado caiga sobre vosotros y todos los que en el futuro tengan

una vida como la vuestra». Ellos intentaron hacer todo lo que estaba en sus manos para pagar

su culpa y borrar su remordimiento y salvarse de esa maldición, pero todos sus esfuerzos

fueron en vano. No importaba lo que hicieran ni a dónde salieran, todos los señalaban como

los asesinos de inocentes y sus corazones cayeron en un profundo mar de desesperación.

Vivían más encerrados que libres y cada vez que salían, procuraban estar disfrazados. Pero

las cosas no terminaron allí. Los habitantes del pueblo tomaron vías de hecho contra ellos y,

una noche cualquiera entraron al hogar, los violaron a ambos y quemaron la casa mientras

ellos continuaban con vida. Nadie supo lo de la violación: fue un secreto que perduró por

muchos años hasta que el último de los que perpetraron el acto lo confesó. Pero en ese instante,

todos atribuyeron la muerte de ambos a la maldición de la pitonisa.

Varios años más tarde sucedió una historia similar. Y todos pensaron que era por culpa

del primer hecho. De nuevo involucraba a dos estudiantes de filosofía bajo las mismas

circunstancias de la anterior pareja. Solo que esta permitió nacer al niño. Todos pensaban que

con ese hecho se calmaría todo, pero no fue así. El hombre, muy a su pesar, consiguió un

puesto de trabajo en la única librería del lugar, extinta ya por el miedo a que se repitiera la

profecía, y comenzó a conseguir libros y dinero para el bienestar de su hijo. Todos pensaron

que un buen padre como ese no sería digno de ser víctima de lo que había dicho la pitonisa.

Pero su destino ya estaba marcado con antelación. Su esposa, asegurando que se aburría en el

hogar, comenzó a tener relaciones sexuales con dos vecinos suyos, uno de los cuales era primo

de su esposo. Fornicaron todo lo que quisieron hasta que ella se cansó. Ellos comenzaron a

extorsionarla diciéndole que si no seguía participado en sus orgías, asesinarían a su hijo

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llamado Dany y se encargarían de presentarla en el pueblo como la ramera que era. Ella no

quiso esto y durante algún tiempo siguió teniendo estas prácticas, asegurando que tras cada

una se sentía más sucia. Ella decía que su esposo no se merecía tenerla, pues era tan bueno

con ella que seguro le perdonaría esto y mucho más. Pero temía por la vida de su hijo.

Un día cualquiera, escribió su confesión, su historia en un papel y se fue a enfrentar a

sus dos captores. A ellos no les gustó el asunto y la empalaron. Al niño, de tan solo cinco

años, lo violaron y lo arrojaron en una guarida que el pequeño había construido en los

momentos en los cuales su madre tenía sexo. Pues él, inocente de lo que ocurría a su alrededor,

jugaba al explorador cada vez que su madre hacía eso. Este hecho provocó la desgracia para

el hombre quien intentó tomar venganza por lo sucedido al conocer el relato de su esposa,

pero lo único que le pasó fue que su primo y su vecino incendiaron su casa mientras él dormía.

Por una gracia divina no murió, pero sus heridas ocuparon el ochenta por ciento de su cuerpo

y para siempre tuvo que andar con una máscara. El pueblo intentó capturar a los responsables

del hecho, pero ambos fueron encarcelados en el exterior a causa de sus relaciones con el

narcotráfico. Llegaron a realizar una revuelta campesina y sometieron a la policía bajo el

mando del proletariado, pero, a pesar de los deseos de los habitantes por cortar de una vez y

para siempre con esa profecía-maldición de la pitonisa, no tuvo ningún resultado. Al final el

hombre se suicidó y nadie quiso volver a mencionar el asunto.

Dos historias precedían a la de Joaquín y Diana. Y en ambas, el papel fundamental de

la desgracia y la negatividad habían empañado cualquier intento de pagar los errores de un

pasado erróneo. «Vivir o morir» habían dicho. Y también aseguraban que no debían

convertirse en jueces de nadie en ese asunto, pero ahora que recordaban esos sucesos, serían

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ellos la encarnación de esa profecía. Sus vidas se habían desarrollado en circunstancias

similares a ese pasado que hasta ahora habían tenido por una simple especulación, pero que

ahora tendrían que vivir en carne propia. Ahora menos que sabían qué hacer. Pensando en lo

que harían, cayeron en un profundo sueño. Más de catorce horas más tarde se levantaron.

Primero lo hizo ella, quien empezó a gemir. Joaquín se levantó pensando que todo había sido

una pesadilla, que no había embarazado a su novia, confidente y mejor amiga. Pero no fue

así. Todo estaba allí tal como se dejó y una fuerza oprimía su pecho. No hablaron más del

asunto hasta la llegada de los padres de Diana. Estos se enojaron y pusieron el grito en el

cielo. Quisieron expulsar a Joaquín de la casa, pero no lo hicieron puesto que debía responder

por la vida de ese nuevo ser. Para ellos esa era la solución. La vida debía prevalecer por encima

de cualquier capricho. Pero todos sintieron miedo por la profecía. Se fueron a hablar con la

pitonisa y lo único que ella les dijo fue «las palabras dichas no se deshacen; lo que tenga que

venir, que llegue». Le ofrecieron cantidades exorbitantes de dinero pero no se podía

corromper el corazón de esa bruja.

«Sea como sea, dijo el padre de Diana, esa criatura debe ver la luz del sol y ojalá

nuestras preocupaciones sean solo supersticiones». Pasó algún tiempo y Joaquín vio con

preocupación que su dinero comenzaba a entrar en líneas rojas y que, por muchas razones,

debía conseguir un trabajo que le permitiera obtener ciertos recursos para aumentar su capital

y asegurar algunas cosas para el futuro de su hijo. Con los recursos que tenía y un préstamo

de su suegro, pudo montar un taller de bicicletas. Esta había sido su segunda pasión por fuera

de la filosofía y ahora que tenía algunos conocimientos prácticos acerca de ello, debía

aprovecharlos para conseguir dinero. Y más aún, le sería mucho más fácil por el hecho de que

en ese pueblo todos utilizaban la bicicleta como medio de transporte. Esto le daba la ventaja

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de tener muchos clientes. A los pocos meses de haberse instalado en uno de los puntos más

centrales del pueblo, su negocio prosperó, pero sus demás sueños y la relación con Diana

empezaron a decaer.

Sus charlas acerca de la historicidad del concepto de Dios, del Ser o del Ente, se

transformaron en cuál sería la mejor forma de invertir el dinero que ahorraban para la

educación del niño, en cómo sería la cuna en que dormiría o en cuál escuela debería estar

matriculado cuando tuviera la edad necesaria para ello. Ya no hablaban de ningún

Schopenhauer, ni de un Sankara, ni de un Eckhart, sino que hablaban el color de la ropa que

debía utilizar el pequeño que aún no nacía, si debían bautizarlo Esteban o Agustín si sería

hombre; o Elizabeth o Céfora si fuese una dama. Sus ideas de construir un sistema filosófico

que hiciera una defensa del amor sexual y que hablara, al tiempo, del ser de Dios sin caer en

fanatismos religiosos como algo súper-abundante, comenzaban a caer en el olvido. Diana era

una persona más sensible cada día y Joaquín perdía la paciencia muy fácil. Discutían mucho

y no volvieron a hacer el amor. Sus pieles en vez de atraerse como antes, se alejaban una de

otra y no sabían por qué. De un momento a otro sus vidas se vieron colmadas por la amargura

de tener que vivir una existencia que no se ha pedido gracias a las malas decisiones tomadas

en un pasado no muy distante.

Pasaron algunos meses más y la luz al final del túnel pareció abrir un poco más de

esperanza en el corazón de ambos. Los días previos a la labor de parto fueron sorprendentes,

pues la alegría y el cariño volvieron a brotar en la relación de ambos. «Tal vez desviamos

nuestros sentimientos y no pensamos en lo que vale la pena: el bebé», dijo ella en algún

momento. «Soy víctima de mi fortuna. Mis decisiones me han llevado a esto... el hombre

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siempre debe tener lo que merece y lo mío ha sido el renunciar hasta a mi consciencia para

tener mayores posibilidades de que mi hijo, el único que pienso tener, no cometa los mismos

errores que yo y pueda tener sus privilegios y termine aquellas cosas en las cuales no he podido

triunfar», dijo Joaquín con una mezcla de amargura y nostalgia. Ahora se dieron cuenta de

que ambos, en medio de todo, seguían pensando de la misma manera y que solo procuraban

el bienestar del hijo que nacería pronto. Se prometieron amor eterno, y se besaron. Este beso

fue igual que el primero que se dieron hacía tanto tiempo. Estuvo lleno de timidez y se rieron

por ello: conocían a la perfección el cuerpo del otro, pero sentían pena por probar los labios

del amado. Aún parecían prohibidos, ingenuos, pero llenos de amor.

Se dieron cuenta de que el amor no se limita al deseo sexual, pues ellos, sin haber visto

el rostro del niño que estaba a punto de nacer, lo habían amado y sabían que pese a las

adversidades, harían todo lo posible por sacarlo adelante, eliminar de él cualquier resto de la

profecía que tenían en su contra y proveerlo de todas las herramientas necesarias para que

terminara el sistema filosófico que ellos no habían podido terminar. «Amar es más que

contemplar a otra persona. Es sentir cómo se retuercen las entrañas cuando sabes que ese otro,

ajeno a ti, existe y que permanecerá en tu vida, por lo menos el tiempo que dura el

avistamiento de una estrella fugaz», dijo Diana, mientras acariciaba las mejillas de Joaquín y

sentía cómo esa mirada de niño honesto y dependiente de sus emociones, jamás la abandonaría

ni le sería infiel. «Eres el mejor de los hombres», le dijo. «Tú eres la mejor de las damas»,

replicó. Tan solo hasta el final del embarazo recordaron su felicidad, e intentaron construir un

nuevo proyecto de vida que los vinculara a los tres. «Las palabras de una vieja drogadicta no

quebrantarán nuestro amor. Por eso somos invencibles, y resurgirá cuando tengamos al bebé

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en brazos», afirmaban, mientras la mística del amor que los había abandonado por un breve

espacio de tiempo, les cubría de nuevo con su manto.

El nacimiento de Agustín consolidó de nuevo esa relación que se veía perdida. Cuando

los tres estuvieron juntos, el regocijo interior que les poseyó solo lo han sentido los místicos

en su unión con Dios. Fueron más que felices. La plenitud se apoderó de ellos y levitaron,

pues sus espíritus se elevaron a un mundo inalcanzable para la materia y desde allí, lograron

alcanzar la unión de los tres seres en uno solo que permanecería en el tiempo, sin importar el

devenir mundano al cual se sometieran.

Tal ha sido hasta ahora el primer acercamiento de la historia de mi maestro y su

relación con el mundo. Su espíritu se había transformado en algo que él había considerado

como ajeno en algún punto de su existencia, pero que ahora se manifestaba en su presente de

una forma tan vivida que las palabras no pueden expresar la plenitud que alcanzó en su

interior. En ese punto, me dijo alguna vez, no se quería cambiar por nadie, pues todo lo tenía,

a pesar de haber abandonado sus viejos principios de no tener hijos salvo la filosofía, la cual,

se había convertido ahora en su bastarda, en su hija desprestigiada. Ella ocupaba ahora el lugar

difamado que un día ocupó Ismael, hijo de Abraham con su esclava Agar y que no podía ser

aceptada por no pertenecer a la promesa que este hombre hizo con un Dios sin nombre. La

filosofía ha quedado en el último plano de la consciencia de mi maestro y esa es una de las

cuestiones que jamás podré comprender de él. Pues a pesar de haber pasado su vida ocupada

en cosas que poco o nada tenían que ver con ella, su manejo de la filosofía se extendía más

allá de los límites de mi entendimiento. El mundo ahora prefiere las cosas prácticas, la

inmediatez de los oficios técnicos, de la tecnicidad de la vida, en vez de la formación del

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espíritu. Y a pesar de que mi maestro Joaquín se dedicó a uno de estos oficios, como lo es el

de arreglar bicicletas, su conocimiento asombraba a cualquier persona.

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1.3. Los primeros años de la familia.

Agustín llegó a este hogar sin ser llamado ni esperado. Y su arribo produjo

significativos cambios en la manera de ver el mundo, la vida, la existencia, e incluso, la

felicidad. Y así llegan las cosas más importantes para toda persona: sin previo aviso, como

estado de exaltación del cual se desprende un mar de sentimientos encontrados e interrogantes

que jamás serán resueltos. ¡Que tormento es ver cambiar el plan de vida, el cual creemos

resuelto de una vez y para siempre, pero que ante la primera contingencia, nos destruye,

provocando en nuestro más sagrado ser interior los peores suplicios jamás conocidos! Y

preciso por ello crecemos como personas: nos damos cuenta de que no somos eternos y que

la verdad solo depende de las circunstancias a las cuales se adscribe, o que esta jamás ha

existido. Pero dentro de la mente de este filósofo antioqueño apodado Juaco, no había manera

de olvidar los principios universales acerca del hombre y su devenir en la sociedad. Lo

universal no podía caer ante lo relativo, ni el hombre ante las circunstancias que se le presenten

como trágicas. Para él, Agustín debería ser formado en una escuela de estudios humanísticos

para dedicar su existencia a la filosofía. Para la madre esto no podía ser posible, pues prefería

abandonar al padre antes de tener otro filósofo frustrado en el hogar. «Yo no estoy frustrado,

decía él muy seguro de sí, solo he postergado algunos años la culminación de mi sistema de

pensamiento. Pero en mi hijo se ratificará la idea del hombre universal y no habrá manera de

fracasar en esto».

Ella se preguntaba si en verdad pensar en todas aquellas cuestiones acerca de «lo sido»,

«el ente», «la Voluntad», y demás asuntos inestables de un saber indefinible, en dónde todo

es discutible y problemático, podría ser un buen lugar para formar a un niño. A ambos adultos,

34 | P á g i n a
todos los pensamientos relativos a estos asuntos les habían causado diferentes tormentos y

miserias interiores. Habían cambiado tanto gracias al estudio de estas teorías, al conocimiento

de las diferentes ramas de la filosofía que ahora se desconocían: habían comenzado en una

teoría política y su interés fue el fundamentar la idea de un Estado Perfecto, para terminar

inmersos en un mar de metafísica pasando, claro está, por la estética y la ontología. La

diferencia en sus vidas desde el día en el cual ingresaron a la universidad hasta el día en el

cual salieron de allí había sido inmenso. Para ellos fue verdad que la educación, y sobre todo

la humanística, les había llevado a nuevos estadios en sus maneras de pensar, de actuar, de

interactuar con el entorno, pero todo ello les había provocado tantas heridas interiores que

nunca se podían conformar con nada de lo que estaba a su alrededor. Siempre había algo

nuevo por aprender, un paisaje nuevo para disfrutar, un buen libro para leer. Pero tal vez ese

no sería el lugar apropiado para Agustín. Tendría que ser él mismo quien decidiera qué sería

de su vida en un futuro lejano.

Joaquín había iniciado su vida en la filosofía de una manera prematura, ¿qué necesidad

habría de lanzar a un pequeño con varios días de nacido a ese lugar informe y doloroso de la

manera más abusiva posible? ¿Acaso no sería ello ahogarlo con las miserias de la humanidad

en un punto de su existencia en el cual ni sabía ni entendía lo que sucedía a su alrededor? Uno

de los mayores problemas que tenía Joaquín era que procuraba controlarlo todo desde un

escritorio. Por desgracia, los pobres no pueden dominar el mundo desde sus individualidades

sino que deben salir a conquistarlo a las calles, mostrar su verdadero poder como colectividad,

como un pueblo unido y combativo. Pero aquí las cosas parecían ser diferentes. Había una

seria contraposición entre la teoría y la práctica.

35 | P á g i n a
Mientras arreglaba las bicicletas que a diario le llevaban a reparar, pensaba en cuál sería

el mejor modo de educar a su hijo. Y sabía que debía enfrentarse a un montón de adversidades

si quería ver que su hijo lograra algo con su existencia. «No será fácil, pero valdrá la pena», se

decía a cada instante. Por su mentalidad de progresista, de un pequeño taller ahora sacaba un

gran almacén de bicicletas. Cada día que pasaba se apoderaba más del negocio en ese pueblo,

y de trabajar solo con un ayudante, pasó a tener cerca de 15 trabajadores en los primeros meses

de vida de Agustín. «Si continúo de esta manera, podré pagarle la mejor educación al niño», se

decía orgulloso.

Pero más allá de los pensamientos y preguntas acerca de la formación del niño, los

cambios a los cuales eran sometidos como pareja se notaban a cada instante. « ¿Qué haremos

de ahora en adelante?», preguntó ella escupiendo desesperación por sus ojos. Aunque hasta

ahora se habían dedicado a la alegría por un nuevo miembro en el hogar, se habían olvidado

de algo importante para la crianza del mismo: no existe un manual que diga, paso a paso,

cómo convertirse en un buen padre. Esta actividad, en cierto modo, debe implicar un ideal

claro de formación y un horizonte al cual se puedan arrojar en todos sus esfuerzos para lograr

que esa misma alegría invada el nuevo ser y que les permita llegar a la plenitud de espíritu en

la consolidación de un nuevo proyecto familiar. Además requiere de muchas improvisaciones,

desilusiones y contingencias para las cuales, hasta ahora, no creían estar preparados.

Para ellos, amantes y conocedores de los libros filosóficos, existían algunos libros de

autoayuda, que por lo demás brillaban por su estupidez, cinismo y poca riguridad, pero nada

les aportaría para que el pequeño que ahora tenían entre manos no falleciera en su intento por

formarlo. La gente, en muchas ocasiones de la vida, desea que alguien más se compadezca de

36 | P á g i n a
ellos y les diga que su miserable existencia es la peor de todas y que en un futuro todo estará

mejor. ¡Con cuánta hipocresía vivimos en nuestros tiempos! ¿Acaso por tener un problema

seremos merecedores de la atención del mundo y todo lo demás se tendrá que postrar ante

nosotros para ser reconocidos como seres miserables y sedientos de la compasión ajena? Pues

tan solo el dolor de la existencia nos permite aprender en verdad lo que se necesita para estar

en un mundo como el nuestro y quien no sufre está condenado a salir de la esfera de las

relaciones sociales por no tener los suficientes elementos para vivir en una sociedad

determinada.

Si el niño falleciera, a parte del dolor natural de los padres por la pérdida de un hijo

no planeado, implicaría la caída en un montón de especulaciones acerca de lo que, según ellos,

solo era la mentalidad de las personas ignorantes. Muchos solo pensarían en la ratificación de

las palabras dichas por la pitonisa. «Por desgracia vivimos en un mundo que le importa más

la especulación sin sentido ni bases conceptuales que el verdadero estudio de las

problemáticas filosóficas que desde antaño están presentes en medio de la sociedad», decía

ella al ver que su amado era incapaz de responder sus interrogantes por el devenir de la

existencia de ese nuevo matrimonio no formalizado.

-- Solo sé que el devenir es incierto y oscuro y que sobrepasa todas mis facultades

intelectuales. Por desgracia no tengo un guion aprobado por mí mismo para seguir luchando

por nuestros sueños y contribuir con las necesidades de Agustín, nuestro hijo. Por desgracia

parece que la vida quiere mostrarme que no puedo controlar nada de lo que me sucede y, a

cambio de ello, cuando estoy logrando algo sucede alguna contingencia. Pero dame unos días

y te entregaré un plan perfecto para salvar nuestro matrimonio, para que no caiga en la

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monotonía que tanto te preocupa y tanto me agrada. Por el momento me temo que debemos

improvisar, al menos hasta que sepa qué debo hacer con todo esto, decía él envuelto en una

profunda nube de incertidumbres, mientras sus manos mostraban el nerviosismo de su alma.

No quería verla a los ojos. No era capaz de volver a posar su existencia sobre aquella

mirada y saber que, sin importar lo que dijera, todo estaba mal, porque su vida había dado un

giro radical y el estricto plan que construyó para escribir su sistema filosófico a los 30 años

se había convertido en un sueño frustrado. Hubiera sido mejor que hubiera respondido con

sinceridad a los interrogantes de ella y decirle que no quería ser padre sino filósofo. Pero no

podría fallarle al amor de su vida ni al fruto de ese amor por ella. No entendía cómo había

llegado hasta ese lugar, pero la mejor decisión había sido el tener al hijo que nunca planeó.

Ya no se debatía entre la vida y la muerte del pequeño como hace algunos meses, sino en su

propia vida: sacrificarse para el triunfo de quien por primera vez veía la luz del mundo.

-- Pero recuerda –dijo ella con dulzura en alguna ocasión- que la cuestión no es ahora

tener un plan para continuar adelante, sino el de estar juntos para seguir ese camino. Y luego

de estas palabras, hubo un silencio aterrador entre ambos. Lo incierto siempre siembra el

miedo en el corazón de las personas. Cuando el enemigo se conoce se puede defender de este.

Sin embargo, cuando se pelea en la oscuridad de la medianoche en contra de alguien a quien

no se puede ver, ¿cómo se puede garantizar la supervivencia? El mundo cae ante los pies de

quien, apoyado solo en la incertidumbre de su existencia, es capaz de triunfar sin hacer añicos

a los demás. Vivir según las leyes de la honestidad y la justicia en un mundo oscuro y

tenebroso puede arrojar problemas a quien, de algún modo, pretende cambiar el destino

trágico de la humanidad.

38 | P á g i n a
Pero si veían al pequeño, a Agustín, sus ojos expresaban una cierta plenitud y su

corazón parecía latir al mismo tiempo que el de su madre. Ambos sentían algo especial por él

pero no podían definirlo. Era algo pleno y temerario al mismo tiempo. Vieron en él la figura

de lo más frágil que habían encontrado en la vida y debían hacer todo lo posible por

fortalecerlo, por impedir que falleciera antes de tiempo a causa de sus malas andanzas o sus

pocos conocimientos acerca del oficio de la paternidad. Ante todo, el pequeño ahora

dependiente de la voluntad de sus padres, debía vivir lo suficiente como para darse cuenta del

estado complejo de la humanidad, el cual, según Diana y Joaquín, estaba cubierto por la

corrupción y la maldad de una sociedad que bien sabía lo que quería para ellos.

Decidieron ponerle ese nombre porque en un momento de sus vidas ambos tuvieron

algo en común y fue el estudio de la vida de Agustín de Hipona, uno de sus autores favoritos

de la Edad Media y que luego se dieron cuenta de que se había convertido en uno de los santos

y doctores de la Iglesia católica. Si nunca se hubieran encontrado con el pensamiento de este

autor, jamás se hubieran compenetrado tanto como lo habían hecho. Pues, en cierto modo,

debían al estudio de la obra de este filósofo-intelectual-doctor-santo, el haberse encontrado

en el camino y haber fortalecido tanto su amistad hasta convertirla en un amor que se grabaría

para la posteridad.

Ahora, inmersos en la solemnidad de no saber qué hacer en esa nueva etapa de sus

vidas, quisieron que el fruto de su amor carnal, tuviera el mismo nombre de su amor teórico.

Desconocían si su hijo se pudiera convertir en un filósofo como aquél que los había unido,

pero debían intentar que sobresaliera en sus estudios y que su entendimiento estuviera

fortalecido para los retos que la sociedad actual le impondrían desde diversas esferas. «Viendo

39 | P á g i n a
las cosas bien, dijo Joaquín, podemos convertirlo en la encarnación del hombre universal».

«No vamos a convertirlo en un experimento amor, de eso ya hemos hablado, decía ella».

«Solo es una idea replicada al infinito», replicaba él de forma maliciosa.

En definitiva, la única conclusión a la cual pudieron llegar es que algo debían hacer

para que la vida en pareja no se quedara solo en la esclavitud hacia Agustín sino que fueran

creciendo todos como personas. Debían «salvar el matrimonio», según lo habían mencionado.

El problema para ellos era el cómo lo hacían. Para ambos, debía respetarse la libertad de

movilidad de cada uno, y ambos tendrían que comenzar a rehacer sus vidas: podrían salir,

tener sus amistades y que los celos o la interferencia del otro no impidiera el desarrollo de la

personalidad de cada cual. Para ellos, la solución fue «amarse en su plena libertad, saber que

el otro es una persona independiente y que no se debían ver como una figura de autoridad a

la que se debe solicitar permiso para hacer cualquier cosa, sino que cada uno podía tomar las

riendas de su vida, solo que, las decisiones importantes y las que contuvieran alguna

consecuencia importante para la relación o para el niño, la tendrían que tomar juntos». De este

modo podrían evitar aquellas cuestiones que tanto habían criticado de la vida en pareja de

algunos otros de sus amigos. A ambos les pareció perfecta la idea y decidieron aplicarla para

sus vidas.

Que el amante ame al amado en su libertad. Bella solución a un conflicto emocional.

Pero, en definitiva, ese hacerse consciente de que el otro es una persona libre de elegir es evitar

el estar juntos por necesidad. Cuando dos que se aman de verdad saben que nunca elegirán a

otros para estar en sus vidas, pueden situarse a cientos de kilómetros de distancia y saber que

del otro lado del mundo está el ser amado y que piensa en el amante de una manera tan fervorosa

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que su amor se siente en la distancia. Mendigar el amor por necesidad es depender y no confiar

en la libertad del amado. Si dos se aman, si dos se entregan en plenitud al corazón del otro para

ser uno solo en un nuevo ser, ¿pueden acaso las contingencias del mundo separarlos? No. El

amor nunca separa. El amor une a dos que viven en esferas diferentes para renacer y encarnar

lo que se cree extinto. La discordia desata. Si existe amor verdadero, ¿quién podrá introducir la

partícula de la desunión?

Para Diana la cuestión de los celos sería fácil de manejar. Su amado no era de los que

anduviera por la calle en busca de un nuevo amor y la mayoría del tiempo estaba ocupado en

su horario. Todos los días realizaba las mismas cosas a la misma hora. No conocía más

precisión a la hora de manejar el tiempo que la de él. Y siempre, cuando no estaba en el

trabajo, estaba ocupado en alguna actividad dentro del hogar. Le conocía tan bien que podría

decir con exactitud qué estaba haciendo, diciendo o pensando en cada momento del día, en

cada minuto. Además, él se había encasillado tanto en los libros o en el arreglo de las bicicletas

que se había vuelto un tanto lento en algunas otras cosas para su mente: llevarlo a la cama era

casi una proeza y le debían decir con exactitud lo que harían en ese lugar.

En una ocasión, cuando estaban en la universidad, una mujer intentó llevarlo a la cama

delante de ella, pero en vez de rabia, tuvo un fuerte ataque de risa, pues no importaron las

sutilezas ni las palabras hermosas que le dijo a Joaquín, este jamás entendió lo que ella quiso

decirle. «Quiero que me acompañes al baño de damas para que contemples la verdadera

maravilla de la creación de Dios en un incesante mar de actos pecaminosos», le dijo la sexy

dama, a lo cual él respondió «la verdadera creación de Dios no se oculta en el baño, está

presente en toda la naturaleza y sí, podemos ver esos actos pecaminosos en el detrimento que

hemos hecho de esta. No hay que ir hasta allá para ver lo que dices, pues hasta en el aire se
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respira lo que hemos hecho». Y el lenguaje que utilizó ella fue cada vez más explícito y él

menos entendía. Diana tenía la certeza de que su amado jamás le sería infiel. Además, este no

había aprendido nunca a mentir, y ella se había convertido en su confidente. Por ello, le

contaba exactamente todo lo que hacía en el día, tanto lo bueno como lo malo.

Por su parte, Joaquín solía confiar más de la cuenta en las personas, pues, como en su

vida siempre actuaba de una manera moderada y justa, pensaba que los demás le tratarían de

la misma manera, lo cual, en un país como Colombia es imposible. Aquí gobierna la ley de la

selva, el cañón del ampón que dice lo que es justo a su conveniencia. Pero de eso este hombre

no comprendía nada. Para él era tan precisa la rectitud de su vida y la honestidad de su

consciencia que no le era permitido el hecho de desconfiar de los demás. Diana representaba

todo para él y ahora, se convertía en la custodia de Agustín, mientras él se preocupaba por

conseguir ciertos elementos para la subsistencia de todos. No tenían motivos para pensar que

todo acabaría de un momento a otro. En sus vidas todo parecía que iba bien. «No más

filosofía», les había quedado claro. Se habían construido un mundo lejano en el cual solo

entraban los pensamientos abstractos y la realidad perdía cada vez más valor. Sin embargo,

todo esto de ser padres, aparte de haber entrado en sus vidas de manera sorpresiva, había

vuelto al mundo real a dos que estaban esperando su paso definitivo para el ascenso definitivo

hacia lo universal.

Joaquín no construyó el plan de ruta para la crianza del niño. Se dejó persuadir de la

siempre sabia Diana, quien le recomendó permitir al niño crecer a su propio ritmo,

disponiendo, eso sí, todo lo que para ellos fuera necesario para el desarrollo adecuado de este.

Vieron cómo, poco a poco, el discurso les fue cambiando. Al principio de su relación se

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sumergían en un profundo mar de conceptos como «estética trascendental», «mística renana»,

«el cogito cartesiano»; con la llegada de Agustín todo parecía pertenecer a una época distante

de la vida, pues ahora comenzaban a hablar acerca de los pañales para el bebé y cuál sería la

mejor marca de leche para este. El asunto no se produjo de manera inminente, por lo cual, no

se percataron de inmediato de este nuevo cambio en sus vidas. A pesar de la personalidad de

Joaquín y de su deseo de controlar todos los hechos de su existencia, siempre fue obediente a

lo que le decían los demás e intentaba complacerlos a todos así le tocara perder un poco. Dejó

que la vida lo fuera asombrando en la crianza de su hijo y que cada una de las necesidades de

este fueran resueltas así como iban surgiendo.

Diana comenzó a asistir a algunas reuniones sociales en el pueblo mientras su amado

se ocupaba del negocio que se consolidaba como la primera industria del Pueblo X. Ella de

inmediato encajó en los lugares a los cuales asistía. Los lunes y miércoles iba a grupos

espirituales, mientras que los martes y jueves iba a aprender a realizar manualidades en la

escuela de Rosmary. Siempre iba con el niño y este aprendió a relacionarse con otras personas

y comenzó a perder muchos miedos. Las personas que siempre estaban allí le ayudaban a

cuidarlo y le hacían recomendaciones para que el chico se convirtiera en un muy alentado

personaje. Se ganaron el cariño de las personas muy rápido. Lo único difícil para ella fue la

constante crítica que hacían de su lenguaje. Todos decían que en ocasiones poco le entendían

por las palabras tan raras que utilizaba. Pero ella, intentando hacer uso de un lenguaje más

vulgar, no podía hacerse entender, pues ese era su medio de comunicación y no conocía otro

con el que las personas la comprendieran mejor.

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La dinámica en las clases de Rosmary era muy simples y obtenían recursos para sus

clases de las maneras más inimaginables. Las clases las instauraban por proyectos. Un día

podían hacer un tendido y a la semana siguiente algún adorno de navidad: todo dependía de la

economía del mismo y de cuánto dinero pudieran recoger para su realización. Cada persona

aportaba una cantidad determinada en cada sesión para la merienda y una moneda de la más

alta denominación que iba para la alcancía y, a final de año tendrían cierto colchón económico

para iniciar actividades al siguiente. La mayor cantidad de trabajo o proyectos los hacían en el

primer semestre del año que era la época en la que más abundaba el dinero, los restantes meses

eran de unas carencias impresionantes y debían manufacturar proyectos que fueran un poco

más baratos aunque en ocasiones tenían la fortuna de recibir ciertas donaciones y trabajar de

forma continua. Al comienzo del año hacían los proyectos dobles, es decir, si iban a realizar

tendidos para camas dobles, cada integrante construía dos tendidos, uno para él y otro para ser

vendido y buscar recursos para el grupo. Esta metodología era nueva y carecían de alguien que

les ayudara a vender sus productos. Algunos de ellos llevaban dos años esperando por un cliente

y las esperanzas para vender sus productos se hacían cada vez más lejanas.

La llegada de Diana aquella escuela fue como una bendición para las mujeres

pertenecientes a ella. Pues Diana se apoyó en su padre para vender estas cosas en Medellín.

Don Diego tenía unos almacenes en el centro de esta ciudad y, al ver que todo marchaba bien

en la familia de su niña, la apoyó y puso estos productos en vitrina. Demoraron un poco en

salir de allí pero pudieron tener algunos recursos para continuar con la escuela de

manualidades. Gracias a esto, pudieron comenzar a realizar otras actividades y que los

recursos de la alcancía pasaran a ciertos proyectos que tenían todas en común como era la

construcción del edificio de la escuela y el inicio de la pavimentación de las calles del pueblo.

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Los padres de Diana, al poco tiempo de comenzar a ver el crecimiento del negocio de

las bicicletas, se marcharon de aquél lugar para instalarse en Medellín en dónde tenían la

mayoría de sus negocios y se dedicarían a ellos. Abandonaron la literatura. Fue un tanto dura

la separación pero pudieron comprender que ahora debían iniciar una vida familiar en la cual

los abuelos de Agustín no podían entrar. Esto les permitió ser más independientes y velar por

su seguridad, cuestiones a las cuales no estaban acostumbrados.

En la escuela de Rosmary no tenían muchos recursos pero los fueron consiguiendo

gracias al apoyo de Diana en la venta de los productos. A parte, Joaquín enviaba una pequeña

cantidad cada mes para la consolidación del sueño de las manualidades en el pueblo. Dijo que

un día esto podría representar la mayor fuente de ingresos para este y que esta actividad

comercial podría sacarlos de pobres.

La gente entendía menos a Joaquín que a Diana y luego de saber que habían estudiado

filosofía, a él le apodaron el filósofo oscuro y caritativo y a ella la dama de honor que poseía el

lenguaje superior del pueblo. Su fama y popularidad aumentó de tal modo que nadie los

desconocía y todos parecían tener un aprecio fundamental por esta familia. El día en el cual se

casaron todos asistieron a la celebración y les llevaron tantos regalos como les fue posible.

Cuando Agustín cumplió dos años, todo era un mar de sorpresas y vieron que la vida les había

cambiado de un modo que nunca lo hubieran imaginado. Ya habían lanzado el primer modelo

de bicicletas propio del taller y comenzaba a ratificarse como uno de los más cotizados del

mercado. Una parte de la fortuna que comenzaba a amasar Joaquín desde su taller-empresa, iba

destinado al mejoramiento continuo del pueblo. «Aquí hay muchas cosas por efectuar y si en

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algo podemos ayudar, lo haremos», decía Juaco el oscuro. Se ganaron el aprecio de las personas

y más que eso, su admiración y respeto.

Ellos, los filósofos del pueblo, vivían en un enamoramiento perpetuo. A pesar de haber

aceptado sus compromisos matrimoniales, jamás dejaron de verse como los novios. Cada día

era una nueva oportunidad para demostrarse cuánto se amaban y en ciertas épocas del año que

eran especiales para ambos, se retaban a cuál de los dos sería el que mejor expresara el amor

en un aforismo, o en un romance, o en un relato, o en una idea loca para que sus sentimientos

fueran los cautivos del otro, sus perseguidores, sus admiradores y, en definitiva los únicos que

podrían mantener la mente del otro ocupada todo el día. Este romance permanente entre ellos,

permitía continuar con la llama encendida del amor. Ya no les importaba el hecho de tener

sexo ni de revolcarse toda la noche en una pasión desenfrenada, sino que deseaban saber que

ese otro que ahora vivía en lo más profundo de su corazón, seguiría siendo la piedra angular

de la relación para toda la vida y que, en verdad, le amaría sin ningún pretexto. «Para amar a

otro no importa su dinero ni nada de lo que haya sido, sino que, en verdad, tan solo es

necesario que desee, desde lo más profundo de su ser interior, continuar una eternidad siendo

un solo espíritu, repartido en dos cuerpos distintos», habían concluido ambos en alguna de las

ocasiones en que pretendieron construir la definición para su amor.

Sin importar las obras que realizaban en favor del pueblo y de las incansables sesiones

de amor filosófico, parecía que el destino volvía a jugarles una mala pasada y su vida

comenzaba a tener una nueva transformación hacia algo que no querían y lo único que podía

preocupar era quién sobreviviría al hecho. Dentro del pueblo X comenzó a agruparse un

reducido número de personas con ideas de muerte y demencia. Como es habitual en la mayoría

de los pueblos colombianos en los cuales el acceso a la educación es limitado y esta se presenta

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como un acto privilegiado para ciertas clases sociales, la mayoría de las personas tiene un

buen corazón, pero su razón se encuentra tan atrofiada que sucumbe ante cualquier idea más

o menos presentable. La bondad natural que parecen mostrar los campesinos es la herramienta

que han utilizado diversos gobernantes para obtener votos en campaña y someter al olvido a

las diferentes poblaciones que les han llevado hasta el poder político, el cual, parece estar

asociado al económico en esta nación de fanáticos e iletrados.

Para los habitantes del Pueblo X hubo la inmensa desgracia de que un grupo de

individuos con más agallas que conocimientos:comenzó a efectuar ciertas actividades para

ganar la confianza de las personas. Se presentaban como los colaboradores, los defensores del

pueblo y los mediadores en los momentos de crisis o conflicto. Iniciaron con un grupo de

oración en dónde se reunían los jueves en la noche a rezar el rosario a la virgen María y los

martes en la noche comenzaron a dictar cierta cátedra «para formar y fomentar la religiosidad

y las buenas maneras de comportamiento en las nuevas generaciones del Pueblo». La sola

enunciación del hecho fue para Joaquín motivo de risa. Sin embargo, como antes de realizar

estas acciones se ganaron el aprecio de quienes se perfilaban como las víctimas de una patraña,

no había poder humano que hiciera entrar en razón a nadie de las extrañezas de este asunto.

Al ver que todo parecía ser inofensivo, los filósofos decidieron permanecer callados y vivir

como si nada estuviera pasando en ese lugar. Pero en este mundo parece que no hay nada que

dure para siempre.

Vivieron cerca de un año evitando a estas personas hasta que un día cualquiera, este

grupo cuyo fundamento era el amor mariano, hostigó al pueblo a efectuar una marcha contra

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los homosexuales asegurando que ellos eran una aberración y debían comenzar con el

exterminio de esta población hasta llevarlos a su desaparición de la faz de la tierra. A

Diana y a Joaquín les pareció el asunto un tanto radical, pero en principio les pareció

chistoso. Decidieron asistir hasta el final de esto que tuvo lugar en el parque central del pueblo

con la tarima más grande que habían visto y estaba decorada con ciertos mensajes impactantes:

«prefiero que mi hijo se suicide a que me diga que es marica»; «nacemos hombre o mujer»;

«muerte a los homosexuales, arriba la familia constituida como Dios manda»; «que esos

violadores estén lejos de nuestros niños». Cuando los filósofos vieron esto no pudieron evitar

la risa por cuestiones tan absurdas, y lo peor vino después cuando los líderes de la manifestación

comenzaron a argumentar a favor de sus ideas y se dieron cuenta de que lo único que tenían

para la defensa era un fundamentalismo y un radicalismo absurdo y sin sentido. De inmediato

los filósofos supieron quiénes eran esas personas: unos fanáticos religiosos resentidos por el

hecho de que nunca pudieron entrar en un seminario diocesano a causa de sus ideas estúpidas

y su falta de tolerancia ante la diferencia. Para ellos lo único que valía la pena era lo que estaba

escrito y nunca podían aceptar que alguien más les refutara, pues comenzaban a insultar e

incluso a amenazar a las demás personas.

«Si ellos intentaban fundar su comunidad o su escuela de fanatismo y fundamentalismo

en el amor mariano, ¿no habrían caído en cuenta que son las madres las que más aman y aceptan

a sus hijos tal como son, sin importar si son borrachos, drogadictos u homosexuales? Claro está

que esto es así cuando se habla de una buena madre y no de una fanática y prejuiciosa», increpó

Joaquín a una de las líderes de la manifestación pero lo único que recibió fue insultos y una

gran chifla por parte de sus conciudadanos. Se habían dejado lavar el cerebro. Predicar el amor

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mariano y practicar el odio hacia lo que es diferente no solo es una absurdidad, sino que es la

mayor prueba que demuestra la falta de conocimiento en estas comunidades regidas por

idólatras e ignorantes.

A pesar de tener aprobación arzobispal como asociación privada de fieles, parecería más

una secta de impíos que una verdadera comunidad. Se aprovechaban de la buena voluntad de

las personas para manipular sus mentes y hacerles creer cosas que, en verdad, no eran como

ellos las presentaban. Y como la educación en este país ha decaído tanto, las personas piensan

que quienes les hablan de un Dios sin nombre, son incapaces de mentir. Pero vivimos en una

sociedad en la cual el culto a las entidades superiores se plantea como un negocio y no como

un encuentro personal con lo Uno, sin segundo. Y eso preciso, lo demostraba este grupo de

personas asociado de manera extraña.

Por un lado se dedicaban a la oración y la predicación del amor mariano, y por otro

lado practicaban el exterminio para una gran población de la sociedad por el simple hecho de

ser «como ellos no querían que fueran». «El hecho de ser creyentes, decía Joaquín con

entusiasmo, no está mal ni habla mal de las personas. Todos tenemos que fortalecer nuestra

interioridad, eso que nos hace humanos de verdad, y muchos encuentran la manera para llevar

a cabo a través de la religiosidad. Algunos otros trascendemos este asunto y en la soledad de

nuestra vida encontramos el elemento que nos hace portadores de un perfeccionamiento

continuo y un crecimiento de nuestro ser interior. El problema estriba en que creamos en Dios

y tengamos ciertas prácticas religiosas determinadas y queramos imponer eso a toda la

humanidad. Por pertenecer a una religión u otra no somos mejores personas ni podemos dar

cátedra de moralidad, pues podemos ser creyentes y asesinar y violar a niños y niñas; en

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cambio, podemos estar inmersos en la vida civil, sin ninguna atadura a la institucionalidad de

ninguna iglesia y ser un ejemplo a seguir para el conjunto completo de los hombres. El buen

comportamiento no depende de nuestras creencias sino de lo que somos y de los principios y

valores que nos formaron desde pequeños. Hoy vemos que algunos creyentes predican el bien

y practican el mal como si fueran unos fariseos, pero ni siquiera son como ellos, pues estos,

por lo menos, comprendían el valor de las leyes y las cumplían, del mismo modo entendían

la religión y sabían lo que debían hacer, pero no lo practicaban. Los fanáticos, en cambio, solo

andan por el mundo sin ningún conocimiento de lo que creen y se atreven a ser jueces y

verdugos del resto de la humanidad. ¿Cómo puede ser posible que una madre prefiera el

suicidio de su hijo por no apoyarlo en su sexualidad? Y lo peor del asunto es que se escudan

en el amor de María, la madre de su salvador. No hablo en contra de nadie, solo digo que

estamos tomando un discurso a nuestra conveniencia. Ante todo, debemos comprender que lo

que nos liberará del dominio de la ignorancia y el fanatismo es el conocimiento, pues toda

radicalidad y fundamentalismo nace de ello: de la gente ignorante».

Se atrevió a decir estas palabras Joaquín en la tarima de la marcha contra el

homosexualismo y solo se ganó algunos enemigos que lo trataron de impío y hereje. Para

evitar entrar en una discusión absurda con estas personas, prefirió irse del lugar y mientras lo

hacía logró escuchar que, en la posible defensa que hicieron, lo único que decían era «Dios

dijo... Dios quiere... Dios manda...». Claro está que, algún tiempo después, se dio cuenta que

esto lo hacían bajo la idea de la purificación de la sociedad para estar listos en el momento

del juicio final. Este tipo de personas son incapaces de pensar por sí mismas y quieren abordar

los textos solo como ellos lo interpretan, temiendo cualquier interpelación externa, pues saben

que perderán la disputa verbal. No interpretan, solo se apegan a lo que ven en el texto y solo

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toman lo que les conviene. A partir de ese momento, entre este pequeño grupo de fanáticos y

extremistas y los filósofos, comenzó a haber una disputa. El pueblo se quedó anclado entre la

espada y la pared, pues, mientras admiraban a unos por el progreso económico que les impulsó

a ser más ricos y ser poseedores de un mejor bienestar, a los otros los querían por la ayuda

espiritual que les prestaban. Ambos extremos eran serviciales como nadie.

Lo peor fue lo que vino más tarde de la llegada y las manifestaciones de estos

fanáticos. Después de algunos meses de la marcha, y de diversos enfrentamientos entre los

filósofos y aquellos individuos, sucedió algo impactante. Agustín, quien era un excelente

explorador a la edad de los cuatro años, descubrió algo en una de sus salidas. Algunos

paquetes contenedores de lo que parecía ser mercurio estaba derramándose en la única fuente

de agua que abastecía al Pueblo X. No eran muchas cantidades, pero sí eran tan considerables

como para afectar la salud de las personas de aquella localidad. Nadie sabía cuándo se habían

derramado allí ni quién había hecho algo como eso en contra de las personas de aquella zona,

es más, tardaron mucho tiempo en reconocer lo que era aquella sustancia viscosa que vieron,

pero era de importante consideración para todos. Los filósofos comenzaron a hablar acerca de

este asunto con las personas pero nadie creía que estuvieran siendo víctimas de un atentado.

A esto atribuyeron en un primer momento el asunto puesto que las circunstancias en las cuales

se hizo el descubrimiento les provocarán esta idea. Pero, por medio del alcalde del pueblo,

lograron calmarse, pues fue este quien envió la petición para que un grupo especializado de

la policía criminal de Medellín fuera hasta ese lugar a ver lo que estaba sucediendo con esto

y cómo fue que una sustancia como el mercurio llegó hasta aquél lugar.

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1.4. La peste.

Una extraña enfermedad comenzó a asesinar la población del Pueblo X. Preciso

cuando las cosas parecían mitigarse entre los filósofos y los fanáticos, algunas personas

comenzaron a presentar ciertos síntomas extraños. Ya nadie volvió a hablar de lo sucedido

por la marcha contra la homosexualidad ni de las disputas teológicas que se formaron luego

entre aquellas personas aunque la rivalidad entre ambas partes siempre existió. «Este grupo

de laicos resentidos por no poder pertenecer a una comunidad religiosa», como los llamó en

muchas ocasiones Joaquín, apoyado por su esposa Diana, intentaron continuar con sus

enseñanzas de forma secreta. Claro está que, poco a poco, fueron perdiendo muchos

militantes, pues se dieron cuenta, por sus propios medios, de las incoherencias que hablaban

en las reuniones a las cuales asistían. No por el hecho de efectuar buenas deducciones acerca

de los discursos y las prácticas que tenían aquellas personas sino porque en muchas de sus

predicaciones les pedían hacer algunas cuestiones que no estaban dentro del orden «natural

de toda persona». Además, aseguraban que no podían creer que personas sin ninguna clase de

estudios como la mayor parte del pueblo, de un momento a otro comenzaran a ser predicadores

del amor mariano y de las grandes proezas que realizó la madre de aquél a quien llegaron a

confundir con Elías, el profeta. Alguna de las asistentes a las sesiones de amor mariano le

comentó alguna vez a Diana la narración que sigue:

«Imagínese misia Diana que ella [la dirigente de la oración], comenzó a decirnos una

historia toda rara: dizque que conocía a una mujer mística y vidente que tuvo una revelación

de Dios. En esto la mística habló con Dios así como estamos hablando nosotras y que él dizque

le mostró las puertas del infierno y se las abrió para que mirara lo que había de pa` dentro y

contara a mucha gente lo que había visto. Y vea que dizque vio el infierno llenito de sacerdotes

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que porque nosotros no oramos por ellos. Al menos eso fue lo que le contaron a esa mística

los curas con los que habló allá. A mí eso me pareció tan raro. ¿Cierto que eso era pura caña

de ella?».

A Diana no le produjo sino risa esas cosas que estaba escuchando por parte de esa esa

señora. Intentó no hacerlo delante de ella para que no se fuera a sentir mal, pero se dio cuenta

que muchas personas del pueblo comenzaban a darle la razón a su familia en vez de dársela a

aquellos fundamentalistas ignorantes. Le explicó lo que pensaba acerca del asunto y siguió su

vida normal. Al anochecer le comentó a su esposo lo escuchado y no pararon de reírse. Por

las mismas cosas que defendían estaban cayendo en un abismo del cual no se recuperarían tan

fácil. Y menos aún con las supuestas explicaciones que comenzaron a dar acerca de lo que

sucedía, en términos de salud, a la población. Para ese grupo de personas se debía a la

consecuencia de la profecía hecha por la pitonisa hacía tanto tiempo y que se comenzaba a

cumplir, de nuevo, en el pueblo. La gente recordó las circunstancias en las cuales sucedieron

los hechos del pasado y comenzaron a especular por lo que estaba sucediendo y lo que

sucedería luego. Para todos ellos, los filósofos, incluido Agustín, estaban condenados a una

horrible muerte y el tiempo estaba cumplido. Ya dentro de poco serían testigos de un nuevo

relato escalofriante.

Cuando Agustín estaba próximo a cumplir los cinco años y todos aportaban ideas para

la celebración de ese día al lado de sus nuevos amigos de la guardería del pueblo era la primera

que existía con todos los permisos pertinentes le dio una fuerte gripa. No valieron las vacunas

ni las medicinas que le enviaron para su sanación física, no se recuperó del todo de ella. En

principio, no creyeron que fuera algo importante ni que pudiera afectar su salud en el porvenir,

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por lo cual, no prestaron mucho cuidado al asunto. Además, no prestaron la atención suficiente

a que el pequeño estaba presentando algunos quebrantos de salud desde hacía algunos meses,

e incluso, ya se estaba viendo un poco afectado su crecimiento, pues era un poco más bajo de

estatura que los otros niños del pueblo con su edad. Todo les parecía normal porque «viene

de constitución de personas no muy altas», aseguraban los padres, sin dejar de ver con cierta

preocupación lo que los vecinos decían acerca del asunto.

Pero no fue el único que presentó los mismos síntomas, sino que varios de sus

compañeros se enfermaron con mayores complicaciones que él: algunos por cuadros de

bronquitis y otros por bronconeumonía. Las personas intentaron atribuir el asunto al invierno

tan crudo que vivían, el cual era el más fuerte del último siglo. Algunos siguieron especulando,

afirmando que, como las dos veces pasadas en las cuales se ratificó el poder de la pitonisa, un

fuerte invierno provocó varias enfermedades en el pueblo. Sin embargo, nadie decía de forma

explícita que lo mismo fuese a ocurrir en esta ocasión, pero el aire que corría por las calles

portaba ese rumor y la gente temía lo peor. Muchos murmullos, comentarios de esquinas y

chismes de viejas rezanderas afirmaban que hasta que no se deshicieran de la pitonisa, o de

los filósofos, el pueblo seguiría maldito. Pero a estos últimos los querían demasiado como

para hacerles algo y a la primera le temían lo suficiente como para atreverse a dañarla. Todo

esto era algo que afirmaban en voz baja, pues nadie quería encarar el asunto ni comprometerse

con nada. Los únicos que sentían algo extraño en las personas sin comprender qué era serían

Joaquín, Diana y el niño Agustín, el explorador, como lo llamaban ahora sus amigos y

vecinos.

Todos ahora se habían olvidado del extremismo de los rezanderos proclamadores del

amor mariano y sus prédicas acerca de la purificación del pueblo con miras a la erradicación

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de lo diferente, para dedicarse a la especulación depurada de toda racionalidad, a causa de los

acontecimientos pasados y presentes, buscando una consecuencia hipotética de bases

cuestionables. Por la poca educación que esta población recibía, podía hacer las deducciones

más extravagantes de los principios más extraños jamás imaginados. Atribuían a una

maldición lo que les estaba sucediendo en vez de buscar una razón válida que les diera la

suficiente ilustración sobre los orígenes de una enfermedad que se empezaba a propagar por

todo el pueblo. La primera base que tenían era que el primero que comenzó con los síntomas

había sido el explorador, el hijo de «los filósofos malditos» como los comenzaron a llamar.

Poco valían las argumentaciones que estos hacían en su favor, en la defensa de la búsqueda

de las verdaderas causas que tenían la salud del Pueblo en vilo, pero nadie quería hacer nada,

les bastaba con aquellas palabras dichas por los especuladores y los idólatras. No es posible

que por las malas interpretaciones de algunos pocos acerca de algo que pueda explicarse según

las leyes de la razón y del entendimiento, muchos otros se pierdan en un mar de maldiciones

y que despreciaran ahora a quienes les habían hecho progresar y comenzar a salir de la pobreza

extrema. Claro está que no todas las personas que defienden la idea del amor mariano están

inmersos en un fanatismo religioso profundo y deseen exterminar a lo diferente, pero en este

pueblo, por desgracia, dieron con ese tipo de personas intolerantes que predican una cosa y

practican otra muy diferente.

Todos comenzaron a decir que algo extraño ocupaba el lenguaje de esta familia de

filósofos malditos, pues hablaban de «causas racionales, consecuencias lógicas, deducciones

correctas, plan de búsqueda» y otros conceptos que nadie entendía. Si antes todos se quejaban

de que en muchas ocasiones Diana y Joaquín hablaban con conceptos complejos que nadie

entendía, ahora menos que lo hacían. Pero esto les llevó a manifestar a algunos que esta

familia estaba poseída por el maligno, como lo hicieron ver los fanáticos, y que debían alejarse

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un poco de ellos, no apoyarlos en sus proyectos, «no fuera que este espíritu inquisidor se

apodere de las almas de los más inocentes», llegó a declarar la líder del movimiento religioso.

Todos hablaban del hecho pero nadie quiso mencionarlo a los implicados en el conflicto. Ellos

sospechaban algo de lo que sucedía pero tampoco podrían asegurar nada, pues defendían el

principio de la duda sobre cualquier otro asunto. Además, en medio de sus discursos ellos

mismos habían manifestado que caer en cualquier radicalidad era mostrar la ignorancia de la

persona y no querían mostrar sus vacíos conceptuales delante de los demás. También conocían

las palabras y la historia de la pitonisa, de esa supuesta vidente que profetizaba en nombre

propio, pero la tenían por falsa, pues, para ellos, era una simple charlatana con mucho poder

sobre las mentes de los habitantes del pueblo, que una verdadera representante de las

cuestiones divinas dentro del orden de lo humano.

Quisieron soportar todas las negatividades que comenzaron a sufrir con respecto a

esto, pues, en cierto modo, sus sospechas iban referidas a que ahora todos los señalaban por

las palabras de alguien más. Se dedicaron al niño, el cual cada día estaba más pálido y

comenzó a perder peso. Nadie quiso asistir a su fiesta de cumpleaños, por lo cual tuvieron que

improvisar para él una excursión. Se fueron con él y le pusieron un reto: a partir de unas pistas

tendría que encontrar sus regalos que estaban escondidos en un cofre del tesoro en las

cercanías al lago. Debía utilizar su ingenio para descubrir el lugar exacto en donde se

encontraba. Fue algo divertido para toda la familia, en especial para el niño, pues esta era una

de sus actividades favoritas. Mientras el niño buscaba su tesoro, los padres buscaban indicios

que permitiera encontrar por lo menos una razón hipotética que les permitiera comprender

qué estaba provocando esta enfermedad colectiva. El asunto comenzó con Agustín y se

56 | P á g i n a
extendió a otros niños, pero al poco tiempo los adultos fueron presentando síntomas extraños,

como gripa acompañada por vómito y cuadros severos de deshidratación.

Lo que encontraron allí les dejó desconcertados. De nuevo encontraron algunos

frascos extraños como los que habían hallado unos meses atrás. En esta ocasión, eran más

grandes y mayor cantidad que la vez anterior. Para no preocupar al niño guardaron en sobres

herméticos estas muestras para llevarlas luego al pueblo y volver a preguntar acerca de esto o

comenzar su investigación privada. En esta oportunidad, vieron que el contenido de los

mismos estaba derramado en el lago. Este era una fuente importante de abastecimiento de

agua para el pueblo. De hecho, era la única fuente de agua para todos, pues, gracias a un

sistema de drenaje y otros elementos que unos amigos de Joaquín habían instalado, podrían

extraer de allí cierta cantidad de agua para las actividades cotidianas de las personas con este

precioso líquido.

El hecho de que este material estuviera perjudicando de algún modo la salud de los

habitantes del pueblo X era motivo para preocuparse e investigar con rigurosidad cómo habían

parado allí esos frascos. Tomaron algunas fotos y llevaron estos elementos probatorios al

pueblo. Esto era lo que demostraba que no se debía a ningún castigo ni nada que se le parecía,

sino que era algo provocado por la mano del hombre, solo había que averiguar, de cuál.

Contaron más de cincuenta de estos frascos y vieron algunas canecas con rastros del mismo

material. No quisieron llevar muestras de estas porque el niño podría creer que era un regalo

para él y jugar con esto. No podrían permitir que nadie tuviera acceso a estos elementos hasta

que supieran que no era algo grave.

57 | P á g i n a
«O quizá solo sea algo para purificar el agua y que lo están arrojando aquí en dónde

permanece un poco más estancada para que se evite cualquier brote de enfermedades y que

sea apta para el consumo humano. Tal vez estamos exagerando el hecho», dijo Diana, a lo

cual Joaquín replicó: «o tal vez estamos pensando bien. Recuerda el dicho: piensa mal y

acertarás. No es habitual que desde hace algunos meses hayamos visto esto aquí y que en este

tiempo se haya comenzado con esta crisis de la salud y que ahora que venimos estén más

esparcidos estos elementos. Mira que muchos están, en efecto, aquí donde el agua está más

estancada, pero también hay allá donde el agua fluye con más rapidez. Además recuerda que

por estos días la gente viene mucho a este lugar a hacer fiestas, ¡en dónde hayan tenido

contacto continuo con esto y sea un elemento tóxico, podríamos estar hablando de que las

personas se están envenenando con esta sustancia, y que alguien, deliberadamente a propósito,

está arrojando estos elementos en este lugar por alguna razón que hasta el momento es

desconocido para nosotros! ¡Que Dios se apiade de todos nosotros que estamos en manos de

algunos pocos que desean la muerte y predican el amor sobre todas las cosas, qué hipócritas

somos aquí!»

Al mismo tiempo que ellos encontraron este tesoro, Agustín también encontró el suyo.

El del pequeño estaba en un baúl decorado por su madre. Adentro tenía ciertos elementos que

él deseaba con mucho entusiasmo y otras cosas que sus padres quisieron entregarle para

asegurar su futuro. Entre algunos objetos de exploración, le dieron unos radios de

comunicación, le dijeron que de ese modo podrían hablarse, pues estos aparatos podían ser

utilizados a doce kilómetros de distancia. Le dieron ropa especializada en la exploración y

unos cuentos acerca del tema. También había un cheque por unos cincuenta millones de pesos

con lo cual le aseguraron que podría ir a la universidad o cambiarlo por un tour por todo el

58 | P á g i n a
continente europeo cuando cumpliera la mayoría de edad establecida por la ley. El niño se

impresionó más por los juguetes y la ropa de explorador que por esos proyectos a futuro. Les

dijo que lo único que le importaba era el seguir jugando y descubriendo cosas. «Yo no quiero

ser un viajero sino un inventor y un descubridor», les replicó el pequeño cuando le dijeron el

destino del dinero. Además, para el niño era lo mismo cincuenta millones que cincuenta mil

pesos, pues para él el dinero carecía de valor.

El día estuvo excelente para esta familia aunque al regresar al hogar, el niño Agustín

comenzó a presentar fiebre y otros síntomas que les preocuparon. Sin embargo, decidieron

dejarlo acostado pensando que podía deberse al hecho de pasar un día tan agotador lejos del

hogar. Pero en algún momento de la noche tuvieron que salir hacia el hospital con él porque

empezó con algunas convulsiones. Esa misma noche, Diana comenzó a presentar algunas

complicaciones leves en su salud. Ella, como suelen hacer muchas madres en Antioquia,

prefirió aguantar en soledad los martirios de la enfermedad antes de robarle un poco de

atención a su hijo. No dijo nada de lo que en ese momento sentía porque se lo atribuyó al

cansancio que sentía. «Estoy bien, se dijo a sí misma, solo debo descansar un poco».

Jamás pensaron en que esto podría tener complicaciones para nadie, pero al amanecer,

se darían cuenta de algunas otras extrañezas que les llevó a serias preocupaciones. Los

investigadores que unos meses antes habían recogido las muestras, habían estado trabajando

de manera constante sobre el terreno y declararon que el lago había sido intervenido por

alguien de la comunidad con la inyección sistemática de mercurio, un tóxico que aseguraría

la muerte de todas las personas que de alguna manera hubieran tenido constante contacto con

las aguas contaminadas. La cuestión se ponía un poco compleja y lo primero que pensaron los

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filósofos era acerca del causante de esta desgracia para el pueblo: « ¿Quién será capaz de

atentar contra la integridad de tantas personas al mismo tiempo y por qué lo está haciendo?

¿Cuál es el fundamento que lo está llevando a cometer tal crimen en contra de su comunidad,

de quienes le pueden haber visto crecer y que, es muy probable, le ayudaron con muchas

cuestiones para mantenerlo con vida hasta ahora? ¿Qué debe esperarse de alguien que golpea

en la cara a quien le ha dado de comer?», se cuestionaron. Claro está que, en lo que pudieron

conocer de boca de los investigadores, no podía ser una sola persona, tendría que haber una

red de criminales intentando exterminar con la vida de los habitantes de aquella región.

Ordenaron continuar con las investigaciones y prohibieron tomar agua del rio y visitar el lago

hasta que se esclarecieran los hechos.

Este asunto provocó cierto malestar para aquella población debido a que para muchos

esta seguía siendo la única fuente de agua. «Sin esto no podremos vivir... ¿Qué haremos?...

Moriremos, no de la peste sino por el hambre y la falta de la agua... ¿Y ahora qué pasará? Sin

agua no se puede hacer nada». Estas fueron algunas expresiones de pesar de los pobladores.

Y hubo otros que quisieron tomar justicia por sus manos asegurando que tendría que ser obra

de la maldición. Afirmaban estos últimos: «o muere la bruja o mueren los filósofos, solo de

esa manera se logrará calmar la maldición». Pero el alcalde de pueblo X intentó convencerlos

de que ellos no podrían ser los causantes de esta desgracia sino que eran unas víctimas al igual

que todos los otros: «Recuerden que Agustín fue el primero en presentar los síntomas y

Maryori, la pitonisa, anda perdida desde hace algún tiempo, y ojalá se quede así».

Lo cierto de la historia es que este pueblo estaba acostumbrado a recibir los malos

tratos de muchas personas y estas frases sueltas solo fueron un momento de decepción por el

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hecho de merecer el odio de la humanidad en el momento en el cual mayores progresos

económicos estaban teniendo. Creyeron que por este hecho ya podrían olvidarse de un pasado

tormentoso, de uno maldito, pero en este país sin memoria, las maldiciones parecen ser lo

único que prevalece. Durante tres días la gente no consumió agua del rio, sin embargo, luego

de este tiempo, tuvieron la necesidad de asistir allí por el líquido pues tenían mucha necesidad

de alimentarse, de hidratar sus cuerpos y de tantas otras cuestiones que pueden realizarse con

un líquido considerado como sagrado por diferentes culturas. Para la gente era mejor estar

contaminados durante algún tiempo pero vivir luego con la certeza de que ya nadie volvería

a dañarlos que quedarse sin agua para morir por la falta de este líquido vital. Realizaron un

plan para supervisar en la noche y en parte del día que nadie se entrometiera en aquellas

laderas para envenenar las aguas.

Su plan, en ese momento, les permitió estar tranquilos del hecho de que pronto

acabaría todo, y sería una parte de su pasado: todos sobrevivirían a ese período de sus vidas

en el cual intentaron asesinarlos. Seleccionaron algunos grupos de personas que irían a

recorrer el lago. Eran centinelas que custodiaban la limpieza del mismo y aseguraban la no

intoxicación durante las frías noches del Pueblo. Quienes iban a estar en esta actividad se

armaron con palos y machetes, pues estaban listos para cualquier tipo de agresión nocturna

por parte de cualquier intruso. También tuvieron linternas y otros elementos que les permitían

defenderse en caso de cualquier contingencia. Mientras algunos dormían, los otros pasaban

penumbras en favor de todos. Lo que no vieron era que desde un punto cercano al sitio del

cual partía el agua para el pueblo había un tubo semi-enterrado que se extendía cerca de unos

trescientos metros y que durante varias horas al día se depositaba por allí el tóxico mezclado

con algo más para que pareciera una fuente más de agua de abastecimiento que un

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envenenamiento. Tardarían demasiado para descubrir este tubo. Los síntomas de muchos

empeoraron y algunos otros que hasta ahora habían estado salvos de la tragedia que les

azotaba, enfermaron. Por desgracia, los momentos del día en los cuales se utilizaba más el río

era cuando más se presentaba el tóxico. Y como la gente no solo usaba el líquido para lavar

la ropa o los sanitarios, sino también para comer e hidratarse, el consumo del mismo comenzó

a ser fatal.

En el mes siguiente a los inicios del trabajo de purificación murieron cerca de 10

personas por envenenamiento. La familia filosófica del pueblo pudo resistir un poco más por

el hecho de que ellos tenían unos tanques en los cuales pudieron recoger agua limpia que les

duró más que al resto de la población. Sin embargo, también tuvieron que ser víctimas de esto.

Cuando pensaron que ya no podía haber más tóxicos en el río, retornaron a sus actividades

habituales de recolección del líquido en este lugar pero para ellos también hubo una tragedia.

Al poco tiempo Agustín y Diana recayeron en la enfermedad pero se agudizó tanto que el niño

murió de manera inesperada. Habían logrado tratarlo y enviarlo a la casa con muchas mejorías

luego de haber permanecido una corta temporada en el hospital, pues, a pesar de su estado de

complejidad, todos supieron tratarlo y le dieron prioridad sobre los demás enfermos. Gracias

a él, supieron cómo comenzar a manejar la crisis de salud del pueblo y conocer el mejor modo

de no dejar morir a las personas. Pero sus defensas quedaron tan bajas que tres días después

de volver a tener contacto con el mercurio volvió a presentar convulsiones. Todos pensaron

que lo habían curado pero no fue así del todo. Había mejorado mucho su salud, pero aún no

habían erradicado todas las consecuencias de la intoxicación, por lo cual fue pronto su nuevo

malestar y muerte.

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Las personas lamentaron la muerte de uno de los niños más famosos que habitaban

sobre ese pueblo, pero, al mismo tiempo, celebraron ese acontecimiento. No lo hicieron por

el hecho de que fueran malas personas, sino que, por ser personas que recibieron poca

educación, vieron en ello el final de la peste. Para nadie se debía a los tóxicos arrojados al

lago y sobre el agua. Para ellos todo se debía a la maldición hecha por la pitonisa. «Tal vez

así todo vuelva a ser como antes», murmuraban todos, pero nadie se atrevía a decírselo a los

padres del niño. No valían las pruebas, no valía nada más para ellos que la superstición que

hablaba acerca de la muerte de todos aquellos que se presentaran bajo unas circunstancias

dadas. Si les mostraban las pruebas no las creían o sacaban cualquier conclusión para negar

el asunto y dejar por sentado que solo su opinión fuera la verdadera. Este poder entregado a

una mujer desaparecida desde el inicio de la intoxicación, estaba encabezada por los fanáticos

religiosos que se entregaron a darle el desprestigio a esta familia porque «se convirtieron en

la oposición de nuestro grupo y gracias a ellos se ha producido un sisma en esta orden. Por su

culpa la mayoría de la gente se ha separado de nosotros», llegaron a murmurar en algún

momento.

Para muchas personas de ese pueblo, aunque no pertenecían al grupo de fanáticos

ahora, su pensamiento se dejaba llevar por lo que ellos dijeran, pues lo mostraban de un modo

tan decorado que nadie hubiera podido desconfiar de ellos. Además, en este país consagrado

al Corazón de Jesús, muchos todavía creen de forma ciega que las personas que asisten a la

iglesia son ejemplo para la humanidad que engrosan las filas de candidatos para ser declarados

santos después de su muerte. Sin embargo, la mayoría de estas gentes asiste a aquél lugar por

sus grandes pecados y porque piensan que de esa manera podrán liberarse de la culpa y las

ataduras que les vincula todavía con el pasado tormentoso que les persigue a cada paso.

63 | P á g i n a
La iglesia ha sido el objeto de diversas transformaciones y muchos han intentado

mejorar el mundo a través de ella, pero ello no los hace ser mejores personas ni pueden hablar

de moralidad por creer en un Dios determinado, pues por fuera de esa institución que hoy

conocemos como Iglesia, también existen personas que aman transformar la realidad social y

que no se vinculan de ningún modo con lo religioso. Todos podemos crecer en lo espiritual,

pero no todos lo hacemos del mismo modo ni al mismo ritmo. Existen personas que piensan

que su pensamiento es el único válido para gobernar el mundo y viven sumidos en un

narcisismo tan profundo que no ven que los demás son diferentes a su ser. Este radicalismo

en el cual caen la mayoría de las personas que asisten a ese tipo de lugares es el que hace

deteriorar la religión hasta caer en los grados más bajos de ignorancia y vergüenza. Al menos,

según los postulados que el mismo Joaquín defendía, la religión vista como una práctica tenía

unos significados racionales más allá de lo que las personas transmitían, pues muchos se

quedaban en el hecho de decir a toda voz «creo en Dios» sin saber el mundo teórico que hay

detrás de esa afirmación tan compleja.

Por principio, Dios no tiene la culpa de aquellas cuestiones que los hombres hacen en

su nombre. Pues las peores catástrofes y masacres de la historia de la humanidad no las ha

enviado a efectuar un Dios, sino que lo ha hecho el hombre en nombre de un Dios sin nombre.

¡Qué lamentable es ver que algunos atacan a una entidad por lo que hacen los entes

imperfectos situados en la más baja de las escalas de la perfección! Somos hombres, nos

enorgullecemos por el hecho de ser personas sabias, inteligentes y elocuentes, pero bien que

sabemos ser los animales más brutales y despiadados en términos de torturas. Aunque entre

todas ellas hay una que parece que es especialidad de la mayoría de los hombres del mundo:

el olvido.

64 | P á g i n a
« ¡Pero qué más da! Vivimos en una nación en donde el gobierno o Estado ha

pertenecido a las mismas diez familias desde hace más de doscientos años y en donde la

población civil se conforma con las migajas que les dan. En principio porque es un país

conformista, y, aparte de ello, muchos aspiran a ganarse la vida de la manera más fácil posible

pero logrando tener los mejores resultados posibles. Todos quieren ser personas de éxitos

enormes, ser intelectuales y empresarios adinerados, pero ni quieren estudiar, ni emprender la

carrera del comercio, pues representa muchos esfuerzos que no quieren realizar. Desean la

meta, pero quieren que sean otros los que recorran el camino por ellos. Y si les presentan

ciertos prejuicios creen de inmediato en ellos, pues es más fácil creer en lo que ya está

establecido que poner en funcionamiento su razón y sus facultades intelectuales», llevó a decir

Joaquín desolado en el entierro de su hijo al momento de escuchar, por pura casualidad, lo

que la gente estaba mencionando. En parte sintió rabia, pero, esta se convirtió en una fuerte

puñalada al corazón, pues allí pudo saber que todos atribuían a su familia la culpa de lo que

estaba sucediendo y no lo hacían de frente, como le hubiera gustado, sino que su dignidad

como persona estaba de boca en boca, bajo la figura de la murmuración y la especulación

ciega y sin sentido. Todos sabían qué se hablaba cuando él no estaba, pero si se hacía presente,

todos sonreían y le entregaban su cariño. He ahí cómo actúan los pobladores de este país.

Las personas siguieron muriendo en ese pueblo. La población se redujo a menos de la

mitad. Entre ellos se agregó a Diana, y a la pitonisa del pueblo. Todos pensaron que tras la

muerte de ambas todo sería igual que antes, pero no fue así. No importó el esfuerzo hecho por

el cuerpo médico ni el envío de muchas ayudas por parte de otros Pueblos. Esto no paró hasta

que encontraron el sitio por el cual se había producido la última intoxicación del agua, que

todo volvió a la normalidad. Dios sabrá por qué las personas que sobrevivieron no presentaron

65 | P á g i n a
las mismas consecuencias que los demás, pero todo parecía ser una obra del destino, pues,

aunque todo estaba sumido en una gran confusión y dolor, Joaquín se preguntaba quién se

había atrevido a realizar una acción tan negativa como esta. Mucho tiempo después, luego de

haber sucedido los acontecimientos que siguen en esta historia, se logró demostrar que los

culpables fueron los fanáticos religiosos que tomaron bajo su autoridad la purificación del

pueblo. Para ellos esto significaba una renovación de la mentalidad que les llevaría a una

unión más dócil con el Dios que ellos creían era el verdadero. Y para ello debían sacrificarlos

a todos y comenzar a repoblar el territorio. Esta nueva generación estaría conformada solo por

miembros de la comunidad que ellos querían instaurar. La Iglesia lamentó este escándalo,

pues, aunque era un conjunto de laicos comprometidos con una labor distinta a la que tenía la

institución eclesiástica, habían utilizado el nombre de esta para realizar sus actuaciones

negativas.

«En la Iglesia hay personas que quieren hacer el bien. Y esta institución ha querido

transformar la humanidad en una comunidad más pura. Sin embargo, en el corazón mezquino

del hombre todavía hay quienes desean ver arder el mundo para tomar la voz y el papel que

no les corresponde dentro de la sociedad para difamar a quienes sí quieren hacer algo por la

vía del bien. Por desgracia, este actuar negativo es más visto que el de los que tienen el corazón

limpio. Y por aquellos, estos son vistos también como fanáticos y personas del mal. Nos hace

falta mucho para comprender que por algunas pocas personas nos atrevemos a juzgar al

conjunto completo de la humanidad, lo cual no solo es estúpido, sino que representa un

elemento más de nuestra ignorancia», lo había declarado una vez Joaquín, mi maestro, y su

voz parecía resonar con más fuerza en el momento en el que demostraron la culpabilidad de

las personas metidas en esto. Vivimos en una época en la cual por unos pocos se juzga a

66 | P á g i n a
muchos y los inocentes deben pagar por el crimen de los malvados. ¿Qué más podemos hacer?

Parece que todos los valores están invertidos y no hay nada que pueda hacerse para que la

humanidad entre en razón.

Joaquín siempre motivaba a las personas a ser mejores cada día y a convertirse en

intelectuales, pero por muchas razones eso no es posible en esta nación. Muchos no reconocen

el camino que él defendió porque les da pereza hacerlo y otros, en cambio, porque la presión

y las malas acciones de estos gobiernos les obliga a trabajar más de catorce horas al día para

garantizar tan solo dos comidas al día y la esperanza de que algún día podrán ser los dueños

de un pedazo de tierra en el cual puedan echar raíces.

Las disputas más grandes que tuvo Joaquín con los fanáticos religiosos fueron siempre

por el hecho de que ellos representaban mal la Iglesia a la cual él también pertenecía. Y

muchas cosas tendrían que pasar entre ellos antes de que hubiera un ganador. Mi maestro tuvo

que enterrar a su familia y le provocó un gran dolor interior. Pero allí no acabó su vida. Tendría

que soportar nuevas aventuras en un mundo que, parecía, no estaba preparado para recibirlo.

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1.5. El incendio.

Tuvo que enterrar a su esposa solo y sin ninguna fortaleza para afrontar el resto de la

vida. El amparo que había recibido de ella cuando sus padres faltaron se perdió con la vida

de su amada y no hubo quién pudiera consolar su corazón. Desde el momento en el cual Diana

enfermó se intentó comunicar con sus suegros pero había sido inútil. Un par de días después

del entierro se dio cuenta que ellos habían muerto en un accidente de tránsito en un país

extranjero mientras intentaban firmar un acuerdo comercial. No les habían dicho nada porque

no querían que se sufriera más, pues el hecho se había producido los mismos días en los cuales

había fallecido Agustín. Los padres de Diana se habían dado cuenta de los males que les

aquejaban en aquél sitio por medio de ciertas amistades e influencias que todavía tenían en

ese municipio. Este evento le consternó más aún, pues Diana había muerto esperando una

última comunicación que nunca se podría establecer en esta tierra.

«Estoy solo en medio de arpías que han querido asesinarme ¿qué debo hacer?... ¿A

quién debo asistir ahora que mi corazón se ha destrozado y cada pedazo ha sido enviado a un

lugar distante de esta tierra?... Ay Dios, estoy devastado y no puedo encontrar consuelo...

Aquella vieja promesa de que cuando el hombre necesita consuelo lo encontrará en ti parece

que no se ha ratificado en mi caso... Me he entregado al servicio a los demás y he visto cómo

el mundo se ha vuelto en mi contra... ¡Oh Dios de luz y de oscuridad, rey de reyes y señor de

señores, dígnate en manifestarte en mi vida para saber que todo valdrá la pena, que esto que

siento solo será temporal y que mi interior se construirá sobre los cimientos que ahora están

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destruidos...! Me has quitado a mi reina y a mi único amor... Mi pequeño niño se ha

marchitado antes de ver el auge de la humanidad y solo ha conocido las miserias del hombre...

Parece que tú permites que la gente haga en tu nombre lo que deberían hacer en nombre propio

o del maligno... Devastar un pueblo como este, atacar a los inocentes no es justo... ¿por qué

has permitido la muerte de quien salvaría al hombre de sus actos cuestionables? Pero no, no

ha sido del todo culpa tuya, pues es el hombre el que comete estas acciones en tu nombre. ¡Oh

Dios, custodia mi corazón porque estoy a punto de caer hacia un abismo sin fondo! Ya no sé

qué más hacer, tal vez no exista un mañana para ver un nuevo amanecer y dar las gracias por

un nuevo día en el cual voy a acumular más tristezas interiores. Esto no puede ser justo:

aquello que he llegado a amar con tanto fervor ha perecido y no sé a dónde dirigir mi camino.

Ya mi hijo ha muerto y no puedo revertir este acto... ¿Qué debo hacer?... ¿Qué más debo

esperar?...» dijo Joaquín envuelto en un mar de desesperación y odio. Mientras expresaba esto

su voz parecía escupir mierda y resonaba como mil tambores de guerra anunciando la llegada

de los jinetes enemigos.

Y allí estaba, encerrado en sus cavilaciones internas, sabiendo que con ellas solo

lograría hundirse más en una depresión inminente pero sin querer evadirla, pues sabía que lo

único que podría tener a su familia con vida era el recuerdo que pudiera tener de ellos: lo peor

que puede sucederle al hombre es el olvido y por ello se pasa toda la vida buscando que en la

posteridad sea recordado por alguien: tan solo quiere perpetuar su nombre para saber que no

ha sido del todo inútil su existencia. Durante una semana estuvo en su cuarto, con la mirada

perdida en algún punto de la pared [¿o tal vez del universo?]. De vez en cuando susurraba

conversaciones pasadas que en ese instante volvían a su cabeza. Eran antiguas palabras dichas

a su amada o sueños construidos con su hijo. Pero estos ya no podrían ser. Ya todo estaba

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perdido y su alma vagaba por un mar de recuerdos que le mortificaban y que le alegraba su

corazón porque en este sentía que volvería a ver a su familia. Pero algo en su interior le decía

que ya nada sería como antes.

Alguien fue a ver si estaba vivo o muerto y a ayudarlo para salir de aquél lugar interior

en el que estaba alojado. Pero él no quería salir de allí, pues en ese lugar todavía estaba oculta

la felicidad de un pasado reciente que no quería olvidar, del cual no deseaba desprenderse. En

algún punto de su consciencia o inconsciencia sabía que si quería conservar vivo el recuerdo

de su hijo amado, de su dama, compañera, la piedra angular sobre la cual había depositado

sus emociones, sensaciones, y toda su vida en general, tendría que permanecer vivo él y

enfrentarse a la sociedad que quería verlo muerto. No obstante, no creía tener las fuerzas

suficientes para cumplir con esto y ya su papel dentro de la humanidad se había desvanecido.

«Todo futuro se ha truncado en un pasado aterrado en donde las fuerzas contrapuestas de la

sociedad han conspirado en mi contra, poniéndome en medio de las espadas agudas de los

fanáticos religiosos y las escopetas del gobierno corrupto y autoridades ineficientes. Si tan

solo hubieran realizado su labor de manera honesta y a tiempo nada de esto hubiera pasado...

Sí, mi hijo estuviera vivo y en mis brazos... Yo soy la única víctima en todo esto...», se decía

fastidiado por el sabor de la realidad que lo abrumaba.

Pero más allá de las cavilaciones y odios interiores sabía que debía tomar una decisión

fundamental: vida o muerte para sí mismo. Y ello le hizo pensar en el día en que pensó en ese

camino para su hijo y sintió cómo sus ánimos se bajaban más de lo que ya estaban. «Y pensar

que fui yo quien quiso matarlo en primera medida», afirmó despreciándose. Toda su vida

pasada volvió a su mente para aniquilarlo y de repente vio su cuerpo tirado en la sala de la

casa envuelto en sangre: fue el día en que intentó quitarse la vida. Si no hubiera sido por Diana

70 | P á g i n a
y su familia lo hubiera logrado. «Sin mí, ella seguiría viva. Si tan solo ella se hubiera

demorado un poco más, si nadie hubiera sentido el desmayo y el grito que sostuvo cuando vio

el cuerpo tirado en el suelo, si tan solo hubiera logrado morir, hubiera permitido la vida de

ella. Siempre ha sido más fuerte y consciente de las cosas que suceden alrededor. Le he fallado

a la humanidad y no hay nada que pueda hacer para solucionar lo que ya he hecho mal en mi

existencia. ¡Qué desgraciado soy al ser el portador de tan malas noticias y el causante de toda

la negatividad que afecta al mundo!», dijo envuelto en lágrimas. En la ocasión en la que

intentó suicidarse sintió que su vida se marchaba de su cuerpo. No le dolieron las cortadas

que se hizo sino el saber que su decisión había sido para siempre. Pero su amada se manifestó

ante él como lo que siempre fue: un ángel protector, un guardián que defiende a la persona en

los momentos de oscuridad. Y ya no estaría, nunca más.

Nunca más. Pocas palabras para designar el dolor más intenso que puede golpear al

ser del hombre. La presencia del ser querido, por su perecer material, no volverá a

manifestarse «nunca más». Esta es la sola idea eterna que puede afectar el corazón de un

hombre para llevarlo hasta la desesperación y el desequilibrio emocional. Jamás se volverán

a sentir los labios de la mujer amada ni los abrazos del hijo que se apoderó de su interior. En

definitiva, entre todas las ideas que un hombre pueda tener, la que solo se ha establecido de

una vez y para siempre, parece expresar una regla general de olvido en la cual se inscriben la

mayoría de las personas para gritar: «Nunca más». Y en la mente de Joaquín todo parece

conspirar para que esta sola idea universal se asiente en su interior y le asegure que no volverá

a vivir en una sociedad sin la presencia de su amada.

71 | P á g i n a
Luego de esa primera semana alguien vino por él entonces. Y por primera vez salió de

su habitación, sintiendo cómo la luz del sol le cegaba, como si hubiese acabado de salir de

una caverna o de una mazmorra. Después de haber pasado una semana sin tomar baño alguno,

la mayoría de los hombres desprenden un olor nada agradable. Menos aun cuando han hecho

sus necesidades fisiológicas en el mismo lugar en el cual han pasado sus noches. Y el caso de

Joaquín no era diferente a esto. El olor nauseabundo que provocaba estar en esa habitación

era indescriptible. Nadie supo, a ciencia cierta, cómo pudo sobrevivir todo ese tiempo bajo

esas circunstancias. Aquél hedor que salía de su boca era peor al de la habitación. Al parecer,

en algún momento decidió comer aquello que su cuerpo había rechazado por el otro conducto.

Ningún mendigo ni habitante de calle ha alcanzado tal nivel de desagrado como el que tenía

Joaquín al momento de la salida.

Tal vez quien asistió al encuentro fue alguna de sus empleadas de la empresa de

bicicletas que, preocupada por aquél que le había dado la oportunidad de ganarse la vida con

dignidad, había ido a su rescate. Joaquín no sabía con certeza quien era esta persona, pues se

encontraba como sumido en un éxtasis incomprensible y su mente había alcanzado tal nivel

de desesperación que este mundo material no podía ser suficiente para tal estado de hipnosis

en el cual se encontraba en ese instante. Ya había superado la materialidad o, por increíble

que parezca, el hambre de emociones por la soledad y la tristeza de haberlo perdido todo, le

habían dejado en un estado de letargo en el que ya no le importaba lo que le sucediera. Pero

se levantó de esto. «Debo encontrar al responsable del envenenamiento que ha azotado este

pueblo. Deben pagar por lo que han hecho. La única acción que se debe plantear ahora por

una relación de necesidad, es la venganza», se dijo a sí mismo mientras fue cegado por la luz

del sol que penetraba ahora todos los rincones del hogar.

72 | P á g i n a
Escuchó una dulce voz que le pareció de un ángel. Tiempo después sabría que había

sido Lucía, su más fiel trabajadora y su mano derecha en los negocios. Las bicicletas nunca

hubieran triunfado sin la mano mediadora de esta dama. Ahora pensaba que, en los momentos

más difíciles de su existencia siempre había tenido una mujer al lado que le aseguraba su

futuro y que le sacaba de las depresiones que de manera constante se hacían presentes en su

pensamiento, corazón y mente. En este instante, parecía que Lucía quería protegerlo y

postergar todo sentimiento de desolación en su espíritu. Lo trató con la autoridad de una madre

y, al mismo tiempo, con la delicadeza de una mujer amante. Él solo se dejó guiar por ella y

permitió que le tratara como a un niño. Ese día se alimentó, tomó un baño y se quedó en el

patio de su casa hasta que la oscuridad lo abarcó todo y volvió a internarse en la habitación

que ahora se encontraba pulcra y vacía de suciedad.

Muchas cosas pensó en el tiempo posterior a los decesos mortales, pero de esto no

hay ningún registro o ha entrado, como tantas otras cosas de esta historia, en un olvido

intencional por parte de todas las personas que de alguna manera se han visto involucradas en

ella. Lo que sí se sabe es que tras mucho esfuerzo se pudo detener la intoxicación del pueblo

y unos cuantos se salvaron. Aquél grupo de fanáticos religiosos se dio a la tarea de intentar

convencer a toda la población que sobrevivió a su ataque que esto era una señal enviada por

Dios para que todos se convirtieran y vivieran según las reglas y las leyes que ellos deseaban

asentar en ese lugar. Más que la práctica de ese amor mariano del cual gustaban en predicar,

parecía una política de extermino de lo diferente que intentaban ocultar en lo que ellos mismos

denominaron la «ideología de género». «En muchas ocasiones, por nuestra doble moral,

criticamos a otras religiones por el hecho de que caen en extremismos religiosos, sin pensar

en que nosotros podemos llegar a ser peores que ellos ocultándonos bajo el discurso del amor

73 | P á g i n a
hacia el otro», recordó Joaquín en algún momento estas palabras que él mismo había dicho el

día del entierro de su amada, y pensó en la posibilidad de que estas personas pudieran estar

tras esta acción que provocó la muerte de más de la mitad del pueblo. Pero también se dijo

que no podía juzgar ni señalar a nadie sin tener las pruebas necesarias para mostrar su verdad.

En su mente solo intentaba encontrar el culpable del hecho de tanta mortandad y se apresuraba

a realizar deducciones que pensó eran ilógicas.

Pasó algún tiempo e intentó retomar su vida en dónde la había dejado pero su corazón

no estaba dispuesto a seguir si le faltaba algo tan importante como el amor de su familia. Un

abogado lo contactó y le mencionó que era uno de los herederos de la fortuna de los padres

de Diana. En realidad lo había sido ella, pero como había muerto con el nieto, no quedaba

más remedio que dársela a él. Alguien le ofreció una cantidad determinada de dinero para

comprar todas las propiedades y los negocios que un día tuvieron sus suegros y, aunque el

valor que le dieron era menor al que tenía todo aquello en el mercado internacional, era lo

suficiente para que no volviera a trabajar en la vida sin tener la necesidad de pensar en

problemas económicos. Solo aceptó la mitad del dinero que le estaban ofreciendo y dijo que

ahora no necesitaba mucho para vivir, pues todo lo que quiso conseguir era para el futuro de

Agustín y, al estar este muerto, ya no tenía sentido continuar acumulando dinero que nunca

iba a gastar. Y de aquello que recibió una buena cantidad la repartió en el pueblo en algunas

obras de caridad para los niños que más habían sido afectados por esta peste que se ensañó

sobre ellos. Algunos de ellos quedaron huérfanos y Joaquín quiso asegurar algún tiempo de

vida económica estable para ellos.

74 | P á g i n a
¿Y por qué ayudar a aquellos que, en potencia, le han dejado sumido en una crisis

como la que tenía? Su respuesta era más sencilla de lo que cualquier hombre hubiera podido

pensar: ningún niño tenía la culpa de lo que los adultos hacían. Ellos eran unas víctimas de

todas las relaciones entre personas que no son capaces de amarse los unos a los otros pero

predican con gran devoción la paz sobre todas las cosas. « ¡Que muera el fanatismo! ¡Que nos

dejen en paz con sus estupideces y su ignorancia!», dijo alguna vez Joaquín desesperado.

Su corazón no podía resistir su nueva soledad. En algún momento de su pasado había

deseado desde el fondo de su ser este estado para dedicarse a la meditación y la contemplación

de la existencia, pero ahora tenía un significado muy diferente. Ya no representaba algo

teórico o un deseo de unión con la esencia del mundo, sino que era la oscuridad y el temor de

no saber qué sería de él el día después de mañana. Ya en su vida no había nada seguro, y, de

nuevo, se enfrentaba a una vida contingente que destruía sus argumentos acerca del dominio

de la existencia y el control del devenir. Allí ratificó que no podía tener planeado un proyecto

de vida porque cada vez que empezaba a conquistar nuevas facetas de este plan, algo sucedía

y lo arrojaba a un nuevo inicio. A parte de ello, una espada había atravesado su corazón y lo

retorcía, provocando un intenso dolor. Todavía pensaba en que no había alcanzado a superar

la muerte de sus padres, cuando su amada esposa y su hijo perecían y sus manos ya nada podía

hacer para salvarlos. «Me encuentro solo en el mundo. Como una gota de agua en el desierto,

como un grano de arena en medio del mar ando las calles sin saber mi rumbo. Sin querer

llegar a mi destino, pensando a cada instante en el martirio, proyecto en mi mente la felicidad

de un pasado que fue pero que no volverá a ser. Destruyo mi vida inmerso en el pensamiento

porque la realidad me atormenta y no la quiero aceptar», repetía a menudo Joaquín para sí

mismo.

75 | P á g i n a
Las personas veían en él un desgraciado. La transformación que tuvo fue sorprendente.

Todos acostumbrados a verlo contento, servicial, fornido y con un rostro de autoridad que solo

él poseía acompañado de un deseo de conocerle y una humildad que ningún otro hombre ha

poseído en la historia, salvo Moisés. Ahora, todos sentían lástima al verlo demacrado, triste,

«parado en las meras ganas de vivir» como llegaron a decir por la delgadez que gozaba algún

tiempo después de esta tragedia. Todos lo veían hablando solo y se burlaban de él. Pero nadie

se imaginaba que en estas conversaciones que tenía con su pasado, intentaba reconstruir las

largas horas que pasaba con su amada Diana y su hijo Agustín.

Llegado un momento determinado se cansó de que las personas siguieran tratándolo

bien por lástima mientras estaba presente y como a un desadaptado mientras estaba ausente.

Puso en venta su empresa de bicicletas y al primer comprador, que fue el alcalde del Pueblo, se

lo dejó en la cantidad que aquél quiso darle. Luego de realizar este mal negocio, se fue hacia su

casa y le prendió fuego. Para él esto era un nuevo inicio, una época distinta en su vida en la

cual tendría que renunciar a todo lo pasado para proyectar un futuro diferente en el cual el dolor

y el sufrimiento no se apoderaran de su vida. No deseó en esta oportunidad donar todo lo suyo

a otra persona porque nadie se lo merecía. En esta travesía de la existencia había visto que

aquellos a quienes más había ayudado fueron los primeros en darle la espalda o en burlarse de

él a sus espaldas y algunos otros estaban a tres metros bajo tierra. No quiso ayudarlos porque

esto representaría nuevas desilusiones en su existencia, seguir siendo el objeto de burlas del

pueblo, nuevas murmuraciones que habían acabado con la vida de sus queridos. Encender su

casa era permitir un momento de purificación para renacer en algo nuevo y para ello tenía que

desprenderse de lo que en un primer momento le había causado tantas alegrías. Vio su casa

arder y destruirse.

76 | P á g i n a
Muchos intentaron asistir a este encuentro para manifestarle sus intenciones de ayuda,

pero lo único que lograron fue ver cómo este sujeto se quedaba como una estatua, con la mirada

fija en lo que había sido el sueño de su vida: la construcción de un hogar estable y duradero.

Todos los recuerdos materiales se reducían ahora a cenizas, pero las llamas no podían extinguir

las emociones que en su interior querían asesinarlo. Los vecinos procuraron que las llamas no

se esparcieran a otras viviendas. Al interrogar a Joaquín le dijeron que averiguarían con todo el

rigor de la ley quién había sido el causante de esa nueva tragedia para él y que harían que pagara

con dinero y muchos años de cárcel. La única respuesta de este fue: «no es necesario que haga

eso. Citen a todo el pueblo en el parque porque tengo algo importante que decirles. En media

hora los dejaré libres para siempre».

Al llegar todos al parque escucharon a este hombre que dejó salir todos sus sentimientos

delante de los habitantes del pueblo, incluidos los fanáticos religiosos. Y fue tal la sublimidad

de sus palabras que no hubo quien no llorara al ver el corazón de un hombre al desnudo. Pocas

veces se tiene la posibilidad de ver a un filósofo hablando de lo que siente, pues siempre están

dedicados a explorar la racionalidad de los discursos y las nuevas maneras de ver y definir el

mundo en su totalidad. Todos estaban conmovidos con él, con su historia, sus divagaciones

acerca del bien y del mal y de todo lo que en su interior se encontraba. Todos lloraron y tuvieron

por una nueva desgracia el hecho de que con este discurso expresaba su despedida. Se marchaba

del pueblo, pues sabía que muchos, en medio de sus murmuraciones, le habían echado la culpa

a él por las muertes: por haber recibido la maldición de la pitonisa, el pueblo se había diezmado.

Para él, según dijo en ese instante, era más importante la vida de ellos que la suya, y que no

quería ser el responsable de nuevas muertes, aunque le sorprendería que todos creyeran aún

77 | P á g i n a
más en estas cosas irracionales que en la razón. Todos se lamentaron por esta decisión, peo

nadie quiso retenerlo ni seguirlo, excepto un niño.

Este, cuyo nombre ha de quedar en el anonimato para la posteridad, contaba con tan

solo nueve años en el momento del discurso. Ese día era su aniversario y solo le había traído

dolor, pues toda su familia había perecido con la peste de mercurio. También fue uno de los

que se benefició con el poco dinero que Joaquín había regalado, pero se hizo consciente de

que esto no reemplazaría la presencia de sus padres en su vida. Tomó su dinero y siguió al

filósofo. Justo en la entrada del pueblo, cuando aquél daba un último suspiro antes de partir

hacia la inseguridad y contingencia de un mundo extraño para él, este niño se le pegó a los

pies y le dijo que si no se lo llevaba a dónde fuera, no lo dejaría partir del pueblo. Hay Dios,

¿por qué permites estas cosas? Era tan solo un niño e hizo llorar más al filósofo por este hecho

que todos los dolores que aquél había recibido a lo largo de su vida: justo en el momento en

el cual ya lo daba todo por perdido y pensaba que ya nada más podía sentir, se aparece aquél

pequeño le llama a que le convide de sus desgracias, que no le deje solo en un mundo que

también se ha dedicado a hacerle la vida imposible. Ya no hay nada más que pueda hacerse.

El niño debe partir con el filósofo maldito hacia un lugar extraño para ambos: el mundo es

muy grande para quienes se quieren aventurar por él sin haber vivido lo suficiente o por haber

sufrido más de la cuenta.

Por más razones que le dio al niño para que regresara y se quedara disfrutando de la

tranquilidad que ganarían todos sin él, no pudo persuadirlo. Ese pequeño fue más obstinado y

tuvo más agallas para no dejarse intimidar por lo incierto del futuro que les esperaba, pues,

según afirmó, estaba bajo la misma incertidumbre fuera del pueblo como dentro de él.

78 | P á g i n a
Y se puede decir que esa ha sido la mejor decisión que pudo haber tomado ese niño. Lo siguió

hasta los confines del mundo y aprendió de él tantas cosas como pudo, aunque siempre vio al

adulto como una figura enigmática y jamás lo comprendió del todo. Y puedo dar cuenta perfecta

de lo que vivieron juntos porque yo era ese pequeño. Ese día gané un maestro y el viejo Juaco

ganó un discípulo.

79 | P á g i n a
1.6. La máscara que recuerda la tragedia.

Hay decisiones en la vida que no pueden ser comprendidas. Ellas suceden en algún

momento y nos obligan a pensar de un modo al que no estamos acostumbrados y que nos

arroja a una oscuridad y un laberinto del cual no sabemos si saldremos, al menos no con vida.

Y preciso estas decisiones son las que nos hacen enfrentar con nuestros límites y saber que, a

pesar de tener dificultades y no saber cuál será nuestro futuro, siempre podremos dar un poco

más de nosotros para salir de los atolladeros en los cuales caemos por diferentes razones. O

tendremos que vivir para siempre con una máscara para enfrentarnos al mundo y no salir

mucho más lastimados de lo que a diario estamos. En muchas ocasiones, tomamos un camino

u otro pretendiendo ser fuertes, pero en nuestro interior sabemos que no estamos preparados

para recorrer ese camino elegido u obligado. Me tardé mucho tiempo en comprender que este

era el caso de Joaquín y, en cierto modo, el mío. Lo que hicimos en esa época, estuvimos

obligados a hacerlo. En parte fue una lección, pero también fue nuestro deber.

Y he ahí parte del devenir trágico de todo hombre: la mayor parte del tiempo no

comprende las acciones ni las circunstancias que le acaecen y tampoco se esfuerzan por

comprenderlas del todo, pues por simple que parezca, muchos dicen que tiene que ser así.

¿Nos hemos dado a la tarea de comprender la realidad que nos acaece a diario? No hay peor

ciego que aquél que pasa toda su existencia viviendo una vida sin preguntarse el qué de las

cosas. ¡Qué vacío se debe sentir un hombre para no hacer preguntas acerca de su entorno!

Pobre desgraciado: solo vive una existencia sin poder saber nada acerca de ella.

80 | P á g i n a
Salir del pueblo significaba enfrentarnos con lo austero, vivir una vida para la cual no

estábamos preparados y que en cierto modo, no debimos haber elegido. Pero todo se reduce a

que si no lo hacíamos, ambos hubiéramos muerto por la desolación de habitar en un lugar en

el cual nos tenían lástima y, al mismo tiempo, estorbábamos. Pues todos allí nos miraban con

ojos de misericordia, pero fueron demasiado cobardes como para abandonar sus prejuicios

religiosos y pretender ayudar a quien lo necesitaba en ese momento.

No valían las riquezas ni nada material: en cada día de nuestra vida esto fue lo menos

importante para ambos. Tan solo sabíamos que teníamos una cosa en común: el alma

derrumbada ante las incomprensiones de la existencia y la certeza de que nos odiaban lo

suficiente como para dejarnos morir de indiferencia y de olvido. Nuestro deber fue marcharnos

para comprender la incertidumbre de la existencia en medio de un país que predica el amor y

practica el odio a sus semejantes.

Y marchamos durante mucho tiempo antes de asentarnos en un nuevo lugar llamado

destierro semi-voluntario, semi-obligado. Jamás tuvimos la intención de hacer todas las cosas

que hicimos pero tuvimos que vivir bajo una máscara que decía algo distinto de nosotros.

Ocultamos lo que somos, no porque fuese un plan secreto para lograr algo malvado en contra

de la sociedad, sino que no queríamos ser lastimados de nuevo por nadie, ni siquiera por

nosotros mismos. Durante mucho tiempo andamos juntos, pero desconfiando el uno del otro

y pensando que en cualquier momento moriría nuestro compañero de viaje, provocando

nuevas alteraciones interiores que nos arrojarían a una nueva decepción. Vivir, en este sentido,

es temer la contingencia, la incertidumbre, el peligro de la existencia. Pero ¿acaso el hecho de

estar vivos no hace parte de la certeza de perderse en sí mismo a cada instante para ganar un

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poco más de muerte? Hacemos todo lo que está en nuestras manos para evitar el instante

inevitable de perecer tras las garras de la muerte. Comemos saludable, hacemos deporte,

vamos a la universidad y tenemos una cantidad exorbitante de hobbies con lo cual creemos

que somos felices, pero solo son acciones que nos hacen olvidar de momento que moriremos

y nuestro recuerdo será borrado de la faz de la tierra.

La pregunta acerca de qué pasa luego de la muerte la planteamos siempre de una forma

errónea, pues nuestro interrogante debe ser si el mundo continuará existiendo a pesar de que

nosotros ya no podamos hacer parte de esta existencia. Y, por desgracia, la respuesta es

afirmativa: no vale la muerte de un solo individuo, sino la conservación de la especie: al

perecer el cuerpo pareciera que nuestra participación en la vida ya no será necesaria. Somos

seres contingentes incluso luego de nuestro perecer material. ¿Y el alma? Nadie lo sabe. Tal

vez exista un mundo más allá de lo visible, pero la demostración del mismo no nos compete

a nosotros averiguarlo. Por el instante, debo decir que mi maestro y yo nos preguntamos

muchas veces el sentido de la vida y la muerte y jamás pudimos llegar a una conclusión válida

que nos permitiera estar seguros de algo. Y esta es una de las enseñanzas que le debo a Joaquín

Alberto Escudero Gonzales, alias el viejo Juaco. Jamás se debe tener por absolutamente cierto

nada. Aunque hayamos partido de principios válidos y todo parezca ser consecuente y lógico,

debemos mantener cierta duda con el conocimiento adquirido. Esto se debe a que en todo

momento se debe evitar el radicalismo y el fanatismo despiadados.

Esto lo debimos aplicar a todo. Al trato con las personas, con el conocimiento, con los

alimentos, con todo lo que nos rodeaba. Si alguien nos trataba con dulzura es porque algo

quería de nosotros; si nos regalaban algo era porque necesitaban algo o porque nos clavarían

el cuchillo por la espalda. Siempre andamos a la defensiva y no pasábamos más de un mes en

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alguna parte. Aprendimos a no confiar. A pesar de ser siempre temerosos, de no saber cómo

reaccionar en cada uno de los instantes claves de la vida, siempre intentamos mostrar una cara

de moneda opuesta. Éramos soberbios y autoritarios ante los demás. Esto nos ayudó a ganar

un poco de respeto en la calle, pues allí fue a donde vinimos a parar luego de haber salido del

Pueblo X.

En algún punto de la carretera nos encontramos un señor en automóvil venido de algún

rincón del mundo, pues su acento no lo conocimos, y nos dejó en otro pueblo. Y de pueblo en

pueblo vinimos a parar en la Polis colombiana. En la gran Medellín que era objeto de

alabanzas en la comunidad internacional por haber ganado el premio nobel de la urbanidad,

por tener un sistema de transporte masivo funcional y auto sostenible, pero que al mismo

tiempo tenía una alta tasa de asesinatos, robos y pobreza. Tal vez ser la ciudad más innovadora

del mundo no sirvió para que pensáramos en el otro como un humano y no como una mera

mercancía. Pero allí llegamos y volvimos a marcharnos pronto porque, a pesar del poco

respeto que obtuvimos allí, corríamos más peligro que en nuestro antiguo lugar de hospedaje.

Nos dedicamos a andar por todo el departamento.

En un principio lo hacíamos a pie, pero, cuando tuvimos la posibilidad de hacerlo, nos

conseguimos unas bicicletas que nos sirvieron mucho mientras duraron. Gastábamos la menor

cantidad de dinero a pesar de tener de sobra. No sé cuánto tiempo vivimos así, pero los

sufrimientos hicieron cambios en nosotros y pronto nos comenzamos a reconocer como

personas diferentes y poco a poco, desconfiábamos de todo lo demás menos de nosotros.

Aquellas cavilaciones acerca de la vida y la muerte fueron abandonando nuestras

conversaciones para dedicarnos a otras temáticas más importantes para nosotros en ciertos

83 | P á g i n a
momentos dados. La vida cambió, pero el dolor por las pérdidas seguía intacto y muchas

preguntas se quedaron atadas a nuestras consciencias. Nunca las hicimos en voz alta, pero

siempre estaban presentes.

Vivimos: ese fue nuestro problema. Si hubiéramos sucumbido al lado de nuestras

familias nos hubiéramos evitado tantas miserias interiores a lo largo del tiempo que estuvimos

recorriendo la calle. Para algunos éramos viajeros, para otros mendigos, pero nosotros nos

definíamos como los incomprendidos, los desterrados del mundo que andaban por todas partes

sin poseer nada y sin el menor deseo de establecerse en tierra alguna. «Si nos quedamos

demasiado tiempo corremos el riesgo de ser odiados de nuevo por los habitantes del pueblo.

Quizá sí es verdad que yo esté maldito y que solo traiga mala suerte para los que me rodean»,

me dijo alguna vez Juaco, mostrando la parte humana que tenía. ¿Y qué pasó con nuestros ex-

compañeros de pueblo? Sabrá Dios qué habrá sido de todos ellos. Pues nosotros intentamos

erradicar cualquier sombra de personas inescrupulosas que nos hayan hecho daño. Y este es

el momento en el cual, al pasar casi un siglo de nuestra salida, jamás he tenido conocimiento

alguno de lo que haya sucedido con esas personas, salvo el destino cruel que desconoció

Joaquín de sus perseguidores. Vivimos entonces. Pero tal vez hubiéramos querido algo

diferente a esto. ¡Pero qué más da! Los hechos pasados no cambiarán aunque deseemos con

todas nuestras fuerzas hacerlo.

Sin embargo, una vida que se ha desarrollado bajo una máscara de dolor no es

agradable. Y ello representó nuestra mortificación. La realidad externa era algo que no iba en

concordancia con la interna. Si las personas notaron nuestro pesimismo poco importa, pues

los ojos y las palabras pudieron dar a entender que había algo, más allá de lo inmediatamente

dado, que gritaba por un poco de espacio. Solo una persona ha comprendido ese fuego interno

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que nos atormentaba y sobre todo abrumaba a Joaquín, y pudo mediar en la superación del

conflicto interior. Ya habrá tiempo de hablar de esto. Lo importante ahora es continuar con

aquella persona que, aparte de vivir para el yugo de una vida que no era la suya y que intentó

ocultarse en una máscara que no representó jamás su rostro ni su bondad, llenó su corazón de

odio y resentimiento. Envejeció en poco tiempo y maduró su pensamiento hasta el extremo

de la abnegación ilimitada.

Lo que pensábamos cada vez que nos enfrentamos a determinadas situaciones era que

no queríamos volvernos a encontrar con personas como Maryori Julieth García Correa, la

pitonisa, pues para nosotros ella representó en su momento la perdición nuestra para la gloria

suya. A pesar de que murió al mismo tiempo que tantos otros en el pueblo, muchos la adoraron

como la redentora, como una mujer profetiza que había logrado predecir las catástrofes que

acaecieron al pueblo, pero jamás imaginaron que había sido ella la encargada y única

responsable de todas aquellas calamidades. Su maldición o profecía no fue más que la

declaración de guerra contra todo aquél que quisiera representar la vida racional en ese pueblo.

Por desgracia aquellos habían sido los filósofos y todo el que llegaba al pueblo o estudiaba

eso allí tendría que caer en una muerte preestablecida. Esta mujer era la representación de la

soberbia y el narcicismo en su estado más puros. Creía conocerlo todo y aquellos que osaran

estar en su contra eran considerados como traidores e intentaba hacerles brujería. Por fortuna

su pensamiento se limitaba tan solo al prejuicio y a la ignorancia, por lo cual sus hechizos

nunca fueron más efectivos que sus amenazas. Lo único que pudo ratificar sus palabras eran

sus planes terroristas: única actividad en la que había sido buena hasta que probó el cáliz de

su medicina y murió por su misma mano. Para nosotros siempre representó la desesperanza y

el odio.

85 | P á g i n a
Capítulo 2: Una vida enmarcada por la soledad.

2.1. El pensamiento universal.

Joaquín Alberto Escudero Gonzales estaba sumido entre el deber y el querer. Por un

lado sabía que no podía desprenderse de su discípulo, pues este ahora representaba su misión

y poco a poco fue despertando en él el sentimiento paterno sobre un hijo desconocido, sobre

un niño de otros padres que había llegado como enviado por el cielo. «Si no hubiera sido por

él, mencionó en algún momento, me hubiese suicidado la primera noche de mi despedida».

Y, en verdad, su dolor se expresaba en sus ojos de borrego y en la necesidad de constituir los

principios de un pensamiento universal, aplicable a todas las épocas, a todos los pueblos y a

todas las situaciones. En esos días en los cuales se aventuró a recorrer los pueblos del mundo,

el cual se limitó a su región en un principio, lo único que buscaba en verdad y con una

profunda necesidad era el verdadero sentido de su vida. Y por otro lado, su espíritu no estaba

preparado para andar por el mundo como un errante. Su mente siempre pensaba en la idea de

encontrar una tierra en la cual pudiera echar raíces y vivir tranquilo con la certeza de que nadie

le sacaría de allí. Pero ello para él se convirtió en una mera ilusión.

Recordó el sistema filosófico que un día comenzó pero que nunca pudo terminar por

haber elegido el camino de la vida sexual y, posterior a ello, la vida como padre de familia

Sintió el deseo de volver a retomar su existencia en donde la había abandonado, pero pensó

que ya no valía la pena. Y menos aún por el hecho de que esto le recordó siempre momentos

anteriores a su vida en los cuales pensaba que era feliz y abría aún más heridas de las que ya

estaban abiertas en su interior. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo se puede volver a reconstruir aquello

que ya es dudoso que exista? Un mundo cambiante no es una morada para un espíritu estático.

86 | P á g i n a
Quien ha elegido permanecer mientras el mundo da vueltas, conoce de entrada los dolores

inenarrables de enfrentarse a una sociedad carcomida por la movilidad y la corrupción. El

filósofo maldito ha elegido estar fijo en el mundo, pero incluso su pensamiento puede caer en

el olvido de quienes han tenido algún contacto con él y, en efecto, le han olvidado para

siempre. Por desgracia eso es lo único que permanece en este mundo: el olvido del ser.

Comprender esto en la teoría funciona bien, pero vivirlo en la cotidianidad es lo bastante

abrumador como para mantener en la mente de un individuo la idea del suicidio y de la muerte.

En un país en donde la religiosidad se hace presente en todas las esferas sociales y

todavía parece estar sumido en la contraposición de las fuerzas del ateísmo y el fanatismo

religioso, se le ha otorgado mayor peso, valor y significado a los prejuicios y las maldiciones

que a la educación y la cultura. Al menos esto estaba en el pensamiento de Joaquín y se

convirtió en el fundamento de sus teorías. Dejó de lado, por mucho tiempo, la idea de expresar

un sistema filosófico en páginas en blanco, pues, dedicó su vida al enseñar de forma oral lo

que creía ser lo verdadero. Ello lo hacía para que las personas no esperaran mucho de un

futuro oscuro en un país gobernado por ignorantes y radicalistas. «Aquí es mejor confiar en

nuestra mala suerte que en cualquier deducción hecha por los líderes que tenemos, tanto en lo

político como en lo religioso. Mientras el pueblo está sumido en un fanatismo despiadado, el

gobierno civil se encuentra en medio de la ignorancia y el analfabetismo funcional» llegó a

afirmar sumido en la depresión. Y la verdad sea dicha: en su pensamiento estaba expresada la

idea de que solo la oscuridad y el devenir tormentoso de los pueblos llegarán sin remedio para

el hombre. Él dirá que de nada sirven las luchas de clases: siempre que el corazón del hombre

sea mezquino y despiadado los resultados que obtendrá en el futuro serán la catástrofe y la

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desolación. ¿Acaso no hemos aprendido nada en dos mil años predicando el amor hacia toda

la naturaleza?

Una vez, al preguntarle cuál era el fundamento de su pensamiento, a parte de la

decepción que sentía en su interior a causa de todo lo vivido, me indujo en dos relatos, uno

corto y el otro largo, que sirvieron de parábolas para expresar lo que creía y que mucho tiempo

después pude comprender a cabalidad. El primero se me presentó complejo y extraño y mi

pensamiento no trascendió más allá de lo dado de forma inmediata, pues, aunque mi corazón

se conmovió por su belleza, su contenido sobrepasó todos los límites de mis facultades

intelectuales. A este relato, me traían una y otra vez las narraciones de mi maestro y siempre

estaba en constante retorno a él. En medio de todo, este era lo único que le vinculaba al final

de su vida con la filosofía y no pudo sacarlo de su corazón por más que intentó hacerlo. El

segundo relato me permitió comprender sus miedos al momento de tener un discípulo: temía,

por principio, un nuevo abandono, un dolor por la pérdida. Diré los dos relatos, siempre en

sus términos más generales porque no he sido capaz de igualar la manera de expresión de mi

maestro, ni su sabiduría. De este modo, podré preservar su pensamiento y conocimiento de la

humanidad y sus miedos, los cuales, han hecho de él el humano mortal más sensible.

Suka es una de esas figuras que poco podremos comprender en el mundo occidental. Su

vida está inmersa en una sociedad tan lejana como incomprendida para los filósofos que hoy

conocemos y ponemos en un alto pedestal. Esto sucede porque las racionalidades que dominan

las relaciones sociales y las maneras de fundar las sociedades son diferentes y tal parece que

occidente ha querido dominar el mundo desconociendo las otras voces que, subyugadas al

olvido, reclaman un poco de atención. Se les ha tildado de herejía o de no-filosofía, pues no

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reconocen la tradición de intelectuales de occidente. Pero también eso excluido ha recibido

otras categorías siempre inferiores al valor universal de los postulados occidentales o europeos.

Suka [y sobretodo su nacimiento portentoso] nos muestra la forma en la cual el hombre

se vincula con el Ser-absoluto. Y en esta narración cargada de hastío por el estudio y deseo

para alcanzar el conocimiento verdadero, que es supremo a cualquier idea obtenida en el

mundo terreno, existe espacio para lo mítico, lo teórico, lo místico y la práctica. Este sujeto

nacido de manera portentosa, ha alcanzado tal tranquilidad encontrándose a sí mismo dentro

sí para caminar consigo hasta la unión con aquello universal, que el mero relato de su vida

con palabras (humanas, mortales) parece ir en detrimento del portento divino que representó

su existencia para la posteridad. A todas estas ¿qué camino recorrió Suka?

Se dice que fue el camino del hastío y la obediencia. Recibió su misión de ascenso

como quien dijera « ¡qué más esperas para despertar del letargo en el cual te encuentras y

vives en la despreocupación viendo cómo tu tiempo material se agota, pues vives en un mundo

temporal y en el que te encuentras como un ave de paso! Vives inmerso en la despreocupación

y los ladrones están al acecho, pues al haber entrado tú en tu casa has dejado la puerta abierta.

Aquél negador de la preocupación por la existencia acaba por sucumbir ante la contingencia

de eso particular en lo que habita. Pero tú debes procurar ante todo la vida recta y el derecho,

el trato honesto y justo, la obediencia ilimitada sin una voz de protesta y así estarás

ascendiendo poco a poco en el camino de conocimiento para que Vishnu te lleve hasta la

unión con todo y todo seas tú. Ahora debes abandonar tu estudio, si has sentido hastío por él,

para que obtengas lo verdadero y lo correcto». Como si hubiera recibido una profecía, tomó

su camino y continuó su vida, pues aquellas palabras primeras que lo incitaron a un despertar

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diferente, en donde lleno de austeridad recorrería un camino solitario, habían sido dichas por

su padre Vyasa, para que naciera a una vida portentosa.

Y los requerimientos para ello fueron tales que ningún humano mortal hubiera podido

realizar una cosa tal como lo realizado por Suka, quien, con tan solo 25 años hubo dejado su

estudio de las cuestiones humanas pues ya había alcanzado el hastío y no podía extraer nada

nuevo de lo que ya tenía entre sus manos. Debía aspirar a encontrar algo diferente y estar

alerta todo el tiempo por las cosas venideras y aquello que le permitiera una verdadera unión

con el Sat (el Ser, l’Etre, el «Esse» de los latinos). Vida cargada de autoridad: abandonar casa

de padres para asistir al encuentro con un maestro, obedecerle en todo a este así como le

obedeció a sus padres; cansarse del estudio para luego abandonar a su maestro y dedicarse a

la vida civil cumpliendo siempre las leyes sin reparar sobre su carácter injusto; establecer un

hogar; amar y obedecer a su esposa y practicar la fidelidad con ella; dejar hijo y nieto para

luego partir de este mundo como un peregrino que busca su hogar en diferentes zonas del

mundo, siendo pobre, pues todo lo que ha tenido lo ha dejado a sus hijos o lo ha regalado para

que estos no se acostumbren a la vida fácil: la de tenerlo todo sin hacer ningún esfuerzo, y, al

llegar a los confines del mundo, estar en constante oración y mortificación interior: esperaría

el momento final para la ascensión y convertirse uno solo, sin segundo, con el Sat.

Esta vía mística del conocimiento es la que nos permite asistir al encuentro con el dolor

y las miserias del mundo. La abnegación en este mundo parece ser la única vía para vivir, pues,

cualquier otro modo es luchar contra la corriente. Vivimos en sociedades en las que las personas

tienen ideas de reyes y una simple pitonisa, representada por un nombre cualquiera como lo es

Maryori Julieth García Correa, suele tener más poder que la lógica y la razón. Habitamos en un

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mundo en donde nos encanta ridiculizar al otro por el simple hecho de ocultar nuestros

complejos y nuestras carencias. Si de antemano sé que soy una persona poco inteligente

aprovecho cualquier oportunidad para mostrar que los demás son menos doctos que yo para

que mi orgullo se eleve por encima de la humanidad. Así tendremos el mundo plagado de

personas como Maryori Julieth García Correa, de pitonisas oscuras e ignorantes que llenan su

vida con la burla a lo diferente por el mero hecho de representar sus errores. El camino recorrido

por Suka es el único válido para el verdadero sabio, para el genio que ha decidido alcanzar el

conocimiento verdadero pero que ha decidido vivir en el anonimato y no engrandecer un orgullo

que cae con el tiempo y se aplasta con el desprecio de la comunidad, cuando esta se da cuenta

de lo que, en verdad, sucede. Muchos hombres tienen tantos vacíos en su interior que solo

encuentran esa vía del orgullo para saciar sus necesidades interiores.

Sentir la miseria del mundo fue para Suka una misión que pudo cumplir de la manera

más fiel y le permitió ser más que un hombre, pues alcanzó un nacimiento portentoso en el Sat

y su nombre habita hasta hoy en todas las cosas. Pero más que la vida beatífica de un verdadero

sabio que ha alcanzado el conocimiento del mundo y ha soportado las constantes miserias y

desprecios de este, alcanzó la universalidad para perpetuar su nombre en la sociedad civil, en

donde le ven como el siempre sabio, el único que ha alcanzado el estado de Ser-Uno, sin

segundo. «Esta es la muestra de que el mundo no podría reducirse solo a la representación del

sujeto y de sus circunstancias. Si he de padecer todo esto que ahora me atañe que sea para

mostrar que una persona habitante de un país como este, en donde la filosofía se ha degradado

al mero ejercicio de la doxa, un hombre también puede llegar a unirse con el Ser y proclamar

con satisfacción: "Esse est deus." ¿Qué dirían las Maryori Julieth García Correa de este mundo

al saber que alguien a quien despreciaron una vez se convirtió en el primero en alcanzar a la

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unidad irreductible, anterior a cualquier pensamiento, conocimiento o acción? Ella es la maldita

resentida que ha puesto a todo el mundo en mi contra para que la ignorancia siga predominando

en ese pueblo de ignorantes y fanáticos cegados por su estúpida doble moral», dijo Joaquín al

terminar de contarme este relato y parecía que de su boca salía un fuego de mierda por la rabia

que se ocultaba en su corazón.

Y tenía razón en proclamar esta verdad, pues siempre le atormentó que por culpa de la

profecía de una mujer hubiera podido perder todo lo que más quiso. Y es que él tuvo

información que nadie supo nunca jamás. Maryori Julieth García Correa había sido la secretaria

de la primera iglesia que había tenido ese pueblo. Recibió el nombre de San Miguel Febres

Cordero y nadie sabía esto porque los documentos que lo demostraban se encontraban en un

lugar secreto de la alcaldía, pues había sido uno de los mayores fracasos de esa población, pues

luego de unos treinta años de funcionamiento, la secretaria cometió un fraude e hipotecó la

iglesia, y al poco tiempo la destruyeron porque la deuda sobrepasó la capacidad de pago que

tenían en ese pueblo. Sobre las ruinas de la iglesia se edificó el edificio primado de la alcaldía.

Todo se quedó así en ese lugar porque la misma Maryori camufló sus malas andanzas y desvió

las investigaciones en favor suyo. Pero esto le valió para ganar una vida llena de las carencias

que siempre criticó en los demás.

«Pero ella ya no puede ver tu auge querido maestro», le dije intentando calmar su

espíritu, a lo que respondió: «malditos como ella jamás mueren. Sé que en algún lugar

volveremos a encontrarnos con su espíritu de arpía». Y luego nos dedicamos a hablar acerca de

la universalidad que se le ha intentado dar a la filosofía. El hastío y la ascensión de Suka lo

interpretaba como eso: como una mera aspiración hacia lo universal que luego copiarían de la

manera más vil en occidente y le darían un nombre por completo diferente. A pesar de todo lo

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vivido y de que él mismo en algún momento de su existencia había proclamado que él se definía

como lo acaecido en sus circunstancias, y que había dado rienda suelta a la contingencia para

no ver la vida de la misma manera racional que había pensado al iniciar sus estudios de filosofía,

en algún punto de su mente se encontraba el hecho de otorgarle todavía cierta importancia a las

verdades de valor universal. Comprendió lo difícil que había sido esta discusión en la vieja

escolástica, respetaba esta posición, pero aún se negaba a darlo por sentado y en su mente estaba

el hecho de poder buscar el fundamento de una teoría que pudiera valer para todos los hombres

en todos los tiempos, aunque sabía la incoherencia de esto en una época carcomida por la

individualidad y lo particular. Su existencia se debatía ahora entre la teoría que había

aprehendido y la experiencia que tenía en sus manos.

¿Cómo puede un hombre tener pensamientos tan contrarios en su mente? Pues esta le

decía lo que debía hacer, su razón dictaba premisas universales de moralidad, pero su corazón

caía ante la realidad de un mundo sumido en la particularidad. Su vida le llevó a conocer a

aquellas personas portadores de los opuestos a su pensamiento: defendió la humildad, vio la

soberbia en el corazón del hombre; defendió la honestidad y se encontró personas deshonestas;

jamás hizo alarde de su sabiduría y se encontró con personas deseosas de aplastar a los demás

con sus limitaciones intelectuales. Como un presagio pudo ver que de verdad el mundo está

plagado de personas que, como Maryori, tienen tantos complejos en su interior que intentan

curarlos con los malos tratos a los demás. Para Joaquín, tenemos más elementos comunes con

la bestialidad que con la humanidad. «Pero qué más da, llegó a afirmar alguna vez, en este

mundo nos tocó vivir y parece que es improbable cambiarlo hacia algo mejor».

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Si este primer relato, que dejo aquí por escrito de la manera más imperfecta que puedo,

ha estado predominado por el contenido propio de la filosofía mística medieval de la India, el

segundo parece estar impregnado por la fantasía y, como una profecía se presenta ante mis ojos

como la mayor revelación que jamás haya podido conocer. Para él, el conocimiento siempre

invadía toda acción y pensamiento. Con cada palabra dicha parecía designar aquellas cuestiones

ocultas para la humanidad y que en su mente tenían tal espacio y tal orden que nadie podría

conocer hasta donde se extendía su sabiduría. Para todo tenía una historia, toda decisión se

inmiscuía en una teoría determinada y las personas que se situaban a su alrededor confundían

sus pensamientos con una biblioteca. No podría determinarse con exactitud cuándo estaba

hablando en nombre propio y cuándo en el nombre de otras personas. Lo que más podría

resaltarse de él era su capacidad para narrar historias, pues en cada una de ellas, vivificaba cada

uno de los personajes introducidos en su historia. Así podría verse el segundo relato que da

origen a su pensamiento.

En algún punto de su vida conoció la historia de Felipe Monsalve, uno de los seres más

hermosos que haya podido existir en esta tierra. Por lo menos, el relato que llegó a él por medio

de la tradición oral del pueblo Z, cuya existencia parece hoy perdida en este país del sagrado

corazón de Jesús, de esa manera lo presentan. Jamás hubo una belleza más pura y natural que

la suya. Pero, por las decisiones que tomó, y al abandono al que fue sometido por parte de

muchas personas importantes para él en algún momento de su vida, tuvo que enfrentarse a

muchas situaciones insoportables para su espíritu. El único camino válido para él en su

existencia era la soledad. Sin amigos, sin novias, sin nadie que estuviera a su lado en los

momentos de felicidad o de tristeza, intentó vivir su vida y construir un «mundo interior» en el

cual no hubiera ningún enemigo a la vista que pudiera herirlo, como tanto lo hicieron sus

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compañeros de escuela por tener una personalidad distinta a la del resto. Aunque sus

experiencias negativas con ellos le sirvieron para asentar las bases de sus ideas y la aversión a

la gente que cada día crecía más.

En algún momento de su infancia, con la profesora Ernestina, vio alguna película que

hablaba acerca de los ermitaños. En aquella ocasión, entró en su cabeza la idea de que su vida

tendría que ser como la de aquellos que logró ver en la película. Sin saber por qué, ni a qué se

debía su necesidad de estar en continua soledad, intentó construir un plan para convertirse en

una persona como los ermitaños. Sin haber comprendido el asunto del todo bien, y teniendo tan

solo diez años, se aventuró a hablar con su familia para que ellos le permitieran una cosa como

estas, pero lo único que consiguió fue el desprecio de su familia y el hecho de que le llamaran

loco. Pero él, en medio de su rabia y de su manía por triunfar en aquellas cosas en las que nadie

creía que triunfaría decidió que lo haría, sin importar lo que le dijeran sus padres. «Es mi vida

y no la de ellos. No tienen por qué decirme nada», fue lo único que les mencionó antes de

encerrarse en su habitación.

Para Felipe, nunca hubo más motivación que el hecho de que le dijeran que era

imposible que una persona como él pudiera triunfar en algo en la vida. La mayoría del tiempo

tuvo que escuchar este tipo de cosas por parte de sus padres y de sus amigos. «Este mundo es

para los aventados no para las güevas como usted», le decían sus compañeros cuando lo veían

planeando su vida. Y ¿qué más da? Para él era preferible vivir en un mundo de sueños e irreal

que en aquella realidad que tanto le maltrataba y le hostigaba a la depresión. Poco a poco se

introdujo más y más en la soledad y se introdujo en ese mundo del anacoretismo. Se enamoró

de ello y, con los pocos recursos que le daban sus padres para sus gastos particulares en la

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escuela, comenzó a construir un «fondo económico para el desarrollo y construcción de la

ermita», como le llamaría más tarde. Su proyecto era sencillo y creía que no afectaba a nadie

con eso, pues era su vida la que estaba en juego y solo a él afectaba. «Si nadie me quiere,

entonces podré encerrarme de por vida sin tener ninguna persona que me llore o que me vaya

a extrañar», se dijo en algún punto de su vida.

A pesar de la decisión que tomó a una edad muy temprana y que fue consolidando a lo

largo de los años, todo en su existencia parecía ir de mal en peor. Entre más pasaba el tiempo

las burlas se hacían más crueles, incluso llegaron a pasar de las palabras a los hechos. «Por

desgracia vivimos en un país en el cual lo diferente se asfixia hasta llevarlo al extremo de la

desaparición. Para muchas personas que han intentado hablar o vivir de manera diferente en

este país de mierda parece que solo hay dos vías para que no se manche por la ignorancia y la

violencia que hay inmersa en nuestra identidad como nación: o te suicidas o te vas para otro

país como exiliado», se recriminaba a sí mismo por tener que soportar tantas cuestiones

negativas en su diario vivir. El poco dinero que tenía no le alcanzaba para marcharse a un país

lejano y la idea del suicidio, aunque tentadora en muchas ocasiones, era impensable para él en

ese momento. Lo único que vio era el aguantar esta situación hasta que pudiera marcharse,

como mayor de edad, a una soledad aceptada por voluntad propia.

Tan solo en una ocasión en su vida reaccionó ante las burlas de los demás compañeros

y casi es expulsado del colegio por ello. Tal vez no midió su fuerza lo suficiente para saber que

hasta el hombre más débil puede llegar a asesinar a otro hombre en un momento de rabia. Felipe

lo pudo comprobar cuando le fracturó a uno de sus perseguidores varios huesos: una de sus

piernas, un brazo y dos costillas. Lo hizo cegado por la desesperación. Sin saber cómo, lo tiró

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al suelo y le dio tantas patadas como le fueron posibles antes de que lo redujeran entre cuatro

profesores y dos estudiantes. Su vida siguió y, aunque luego de este hecho las cosas se calmaron

un poco, en su corazón la mayoría del tiempo había algo llamado odio y venganza. Pero él

intentaba no pensar en ello y continuar su camino sin la necesidad de reafirmar la negatividad

de su vida viendo sufrir a otros por su propia mano. Reprimió este deseo hasta el extremo,

aunque en ciertos momentos se avivaba el asunto y quería salir a toda marcha para lastimar a

los otros. «Todo hombre tiene un límite y estoy a punto de sobrepasar el mío. Si he de hacer

algo en contra de ellos, será tan grande que saciaré tantos años de tormentos y humillaciones»,

se decía en estos instantes de desespero pero no lo llevaba a cabo por el miedo a ser tan injusto

como lo habían sido sus opresores con él.

Y he aquí que cuando estaba inmerso en medio de una de sus crisis emocionales,

aconteció algo que jamás pensó que le acaecería. Tan solo contó su historia a su mejor amiga

de toda la vida, y para él fue lo más complejo de realizar pues era su historia más íntima, aquél

secreto que no quería revelar a nadie por el significado que tuvo y la belleza que produjo en su

espíritu a pesar de haber sido lo más fugaz que tuvo en su vida. Apreció una persona de la

manera más inesperada y se convirtió en un todo para Felipe. Su nombre, prohibido por el

momento, se convirtió en su único pensamiento durante muchos días. En secreto, de forma

silenciosa, se enamoró de quien representó para él la dulzura y la pureza de espíritu. ¿Y quién

no se enamoraría? Ojos azules, labios rojos, cuerpo dorado y moldeado por varias horas de

trabajo y esfuerzo en gimnasios. Y ello era complementado por la formalidad de una persona

que, en su primer contacto, no pretende herir a nadie y trata con cariño a todo aquél que de

alguna manera entra en la vida. A pesar de confiar en pocos, no le negaba su amistad a nadie.

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Pero Felipe no pudo hablarle. Temió que con su rudeza o sus odios interiores pudiera hacerle

daño a quien comenzó a meterse en su corazón sin saberlo.

Estudiaban en el mismo colegio. Fue fácil verla a cada instante, propiciar espacios que

permitieran estar cerca de esa persona, no para construir una amistad con ella sin para

contemplarle en su actuar diario, saber desde la distancia cómo actuaba, cómo pensaba, cómo

vivía. Lo quiso saber todo acerca de esa persona y se inscribió en una de las redes sociales a las

cuales supo que pertenecía a quien consideraba el amor de su vida. Le siguió en secreto y vio

muchas cosas de ella: tenía un par de hermanos mayores, los cuales no vivían con ella y era un

excelente deportista. Muchas medallas por practicar porrismo y otras tantas por el patinaje. Por

las publicaciones que aquella persona hacía en esa red social, se hizo una imagen de su amor

tan grande que temió más aún el acercarse. «La perfección está apoderada de su ser. ¿Cómo

puedo yo agradarle?», se dijo en algún momento. Así pasó algún tiempo y decidió olvidarse de

esa persona para dedicarse a sus estudios. La acción que precedió a esa determinación fue que

agregó a su amor a su círculo de amigos y fue rechazado.

Por este primer rechazo de su amor, decidió intentar continuar con su vida como si nada

hubiera pasado. «Al fin y al cabo solo es una breve obsesión que tengo y al pasar un tiempo me

habré olvidado de esa persona. Tal vez no sea amor lo que siento sino cualquier otra cosa. Debo

dedicarme a aquellas cosas que he abandonado desde hace tanto tiempo», se dijo en cierto

instante luego de ver las fotos de aquella persona. Aunque en ese momento no sintió que debía

abandonar este proyecto por el hecho de haber sido rechazado una vez, sino porque la persona

a quien amaba en silencio era de su mismo sexo. Tuvo que reconocer el hecho de haberse

enamorado de un chico llamado Sebastián Monsalve Aguirre. Era unos tres años menor que

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Felipe y mucho más hermoso. «Cualquiera puede caer en sus brazos para ser feliz por siempre»,

se dijo este mientras eliminaba su perfil de aquella red social.

Durante algunos meses continuó con sus estudios y dejó de buscarlo. Intentó evitarlo el

mayor tiempo posible para no dejarse seducir de nuevo por esa mirada tan especial que

provocaba en su espíritu continuas torturas por desear aquello que le estaba prohibido. Pasó

cerca de año y medio sin que ambos se vieran y parecía que los dos habían logrado seguir sus

vidas sin la presencia del otro. Todo ello hasta que, en el mismo colegio, en un acto cívico, les

tocó hacerse juntos y Felipe estaba tapando algo importante del acto y Sebastián le habló para

que se corriera. Ese mismo día este último casi tumba al primero por un impase que tuvieron y

le pidió disculpas. Felipe ya había creído olvidar a ese personaje de su vida pero parecía que

había creído mal, pues al escuchar aquellas palabras del amor de su vida y al sentir sobre sí el

peso de la mirada más hermosa que jamás haya podido imaginar, sintió cómo el mundo le dio

enormes vueltas y lo dejó con una sensación de vacío interior que no pudo soportar del todo

bien. En su corazón aparecieron de nuevo aquellas viejas emociones perdidas en algún punto.

Las creyó extintas pero solo estaban guardadas para ese momento en el cual lo volvió a ver. Y

en ese tiempo de separación parece que la vida le favoreció a Sebastián pues se había puesto

aún más hermoso.

Felipe siguió en su modo de vida sin poder hablarle a Sebastián Monsalve Aguirre, su

profundo amor y su dolor de cabeza. Siguió espiándolo durante todo ese año y, cuando salieron

a vacaciones reabrió su perfil en la red social y de inmediato le mandó un mensaje en donde le

declaraba todo su amor. Fue un gran error el haberlo hecho pero en ese instante no vio más

opciones para no perderlo, pues, a partir de ese año ya dejaba de ser estudiante de ese colegio,

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y permitiría que su amor se dedicara a otras cosas y poco a poco se olvidara de él. Intentó

expresarse de tal manera que no pudiera espantarlo ni asustarlo por el hecho de que alguien de

su mismo sexo se le declarara. En esta ocasión no fue rechazado ni silenciado por aquella

persona sino que al poco tiempo le llegó una respuesta de él en donde le decía que las puertas

de su corazón estaban abiertas para una nueva amistad pero que no podía ofrecerle su amor,

pues no era homosexual.

La solo idea de haber obtenido la respuesta de Sebastián le dejó tal alegría que no pudo

dormir esa noche, ni la siguiente. Se aceptaron en sus círculos de amigos y al poco tiempo

comenzaron una charla que les duró hasta el amanecer. Eran tantas cosas las que tenían que

decirse que la noche no fue suficiente para terminar lo que tenían pendiente y durante tres días

estuvieron en continuo contacto. Hasta que, por algún motivo de la vida y la inexperiencia que

tenía Felipe en sus relaciones con los otros, y al querer entregarse por completo a aquella

persona que amaba y no quería perder, le ofreció una ayuda que pareció más un deseo de

comprarlo de alguna manera. Aquél necesitaba unos elementos para una competencia de

patinaje y este se lo ofreció «de una forma incondicionada». La suma de dinero ascendía a un

poco más de dos salarios mínimos, es decir, más de un millón de pesos. Por desgracia en este

mundo parece que nada puede darse gratis y todos piensan que cuando uno ofrece su ayuda es

porque requiere algún servicio a cambio. Y de esa manera lo interpretó Sebastián al creer que

a cambio de esa suma le exigirían una recompensa sexual.

Pero Felipe solo quería ganarse la confianza de su amor y consolidarse como su mejor

amigo, pues valoraba más la presencia de aquél en su vida que una sola noche de sexo para

luego olvidarse de lo que sintió alguna vez. Ese día en el cual le ofreció ese dinero, se acabó la

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amistad entre ambos, pues Sebastián, temeroso de lo que pudiera pasar, no solo le dejó de hablar

sino que hizo mil cosas para que Felipe no volviera a aparecerse en su vida. Y parecía que lo

había logrado, pues este no volvió a tener conocimiento de lo que había sucedido con aquél. En

los días siguientes al hecho fue tal la depresión a la que se sometió que intentó suicidarse y

dejar su historia escrita mediante un video que él mismo subió a las redes sociales. Pero no

bastaron las cuarenta pastillas de hidroxicina que se tomó para morir, pues luego de una

intoxicación y de algunas consecuencias que quedaron en su cuerpo durante los días posteriores

a este evento, continuó con vida como si nada de ello hubiera pasado, aunque con el dolor de

haber perdido al único amor de su vida.

Pasó mucho tiempo y justo cuando pensó que estaba empezando a recuperarse de la

despedida volvió a aparecer Sebastián en su vida. Y allí, sin saber cómo reaccionar, intentó

seguir su vida con tranquilidad pero tenía que acabar esa historia que había iniciado de una

manera extraña y que había representado tantas cosas para él. Le volvió a hablar pensando que

ahora sería más fuerte y no se dejaría llevar por sus instintos más bajos y podría terminar en

definitiva con todo lo que había sucedido entre ellos. Pero no fue del todo como quería. Una

semana después de haber reiniciado las conversaciones con aquella persona de su pasado, se

acostó con él. Sí. A pesar de la aversión que tenía de tocar a los demás y de sostener algo íntimo

con un extraño, tuvo sexo con un hombre y le encantó. No fue por el acto carnal sino por haber

tenido a la persona más importante en sus brazos. Pero lo volvieron a lastimar porque luego de

esto, Sebastián volvió a perderse y jamás volvieron a verse en sus vidas. No valieron las

llamadas ni los mensajes que le enviaba, pareció que se lo hubiera tragado la tierra, y una

profunda crisis volvió a apoderarse de su corazón. Jamás volvió a ser el mismo, sino que se

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internó más en su soledad y en su austeridad. «No estoy hecho para el contacto con los otros,

no soy una persona normal», se dijo en algún momento de su vida.

Al intentar olvidar su pasado y consolidar ese sueño que tuvo de niño, tomó todos sus

ahorros y les dijo a los padres que quería que le dieran la parte de la herencia que le correspondía

y reclamaba como suya la finca que tenían en las afueras del pueblo como suyo. Los padres

accedieron a ello para que se enfrentara a la vida y dejara de lado todas esas metas y sueños de

niño, como se lo manifestaron, y se diera cuenta de la complejidad que significa ser adulto. Él

tan solo defendía la idea de no perder ese impulso que tenía desde hacía tantos años y que quería

dedicarse por entero a la contemplación del mundo y la soledad. Pero en cierto modo lo hacía

solo para olvidar aquellas malas experiencias que parecían hacer la carga de su vida más pesada

de lo que podría haber cargado. Una semana después de haber cumplido los 18 años, los padres

le entregaron todos los papeles de la finca y le dijeron que si lograba permanecer en ese lugar

por lo menos durante siete años sin pedirles ayuda, le pondrían todos estos papeles a su nombre.

Él accedió de inmediato porque dentro de su corazón sabía que tenía que irse rápido antes de

que volviera a intentar suicidarse.

No fue fácil el asunto. Tuvo que enfrentarse a un montón de negatividades en su

existencia para lograr algo con su vida. Llegar a este lugar sin nada fue para él una de las cosas

más complejas de su vida, pues no sabía qué cuidados debía tener para sacar adelante sus sueños

y proyectos. Más complejo fue para él su estadía en ese lugar por el mero hecho de que la

supuesta casa que había allí estaba tan deteriorada que si pasaba una sola noche en ese lugar, lo

más seguro es que hubiera muerto con la caída de alguna teja o de alguna de las columnas o

vigas que soportaban la casa. Si quería lograr algo, tendría que comenzar de cero. Tuvo que

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construir un campamento y una casa con bolsas plásticas y otros implementos que la misma

naturaleza le fue dando. Durante algunas temporadas podía vivir sin el infausto recuerdo de sus

tragedias pasadas, pero siempre volvía a su mente ese pasado suyo que tanto le había costado

aceptar. Muy en el fondo de su mente afirmaba su no homosexualidad a pesar de haberse

acostado con un hombre y, más que eso, haberse enamorado de este. Todas las mañanas las

dedicaba a las labores del campo, a preparar la tierra para para las cosechas, pues según su

pensamiento tenía que cultivar su comida, y en horas de la tarde se dedicaba al estudio y a la

oración constante.

No fue fácil, pues casi que con cada invierno tenía que reconstruir su casa y siempre

debía mantener los pocos libros que tenía en ciertos lugares bien envueltos para que la lluvia

no los fuera a dañar. Fue tan constante en eso que quiso que al cabo de un par de años, fueron

tantas las cosechas que consiguió que pudo vender algunas de ellas para poder tener alguna

fuente económica y poder adquirir, de vez en cuando, algunos elementos de aseo personal

indispensables para su vida y algunas otras cosas para su vivir en la ermita y, poco a poco, de

las ventas fue sacando para el inicio de la construcción del edificio en el cual habitaría. Desde

la primera semana de su arribo a aquél lugar pudo sembrar las semillas de algunos árboles

frutales: aguacates, manzanos, mandarinos, limoneros, naranjos, guanábanos, guayabos, peras,

entre otros. Aunque muchos de estos estaban todavía pequeños y les faltaba algún tiempo para

poder comenzar a dar frutos, con los nuevos ingresos que ahora tenía pudo adquirir ciertos

abonos para asegurar el sano crecimiento de estos. En sus otras cosechas estaban papas, yucas,

y algunos otros elementos que las personas compraban mucho en ese lugar y le permitió tener

su dinero. Al principio lo hacía él mismo pero no le daba mucho resultado, aunque se ponía

muy contento por el hecho de recibir algunos pesos en esos instantes. Sus productos los vendía

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los domingos, y aunque iba poca gente, podría conseguir algunas otras cosas. Luego de algún

tiempo tuvo un asociado que le vendía los productos en la plaza del pueblo y a partir de ese

instante tuvo más dinero, pues aquella persona tenía un talento extraordinario para los negocios,

cosa de la cual carecía Felipe.

Con el paso de los meses fue consolidando muchos proyectos y cuando cumplió cinco

años de estadía en ese lugar pudo vender cerca de las dos toneladas y media de productos y los

árboles frutales comenzaron a dar algunos frutos, esto también le significó algún nuevo ingreso

para él. Luego de este tiempo y de continuar con sus proyectos económicos pudo dar inicio a la

construcción de la ermita. Después de haber sufrido incontables veces con los plásticos pasó a

vivir en un rancho de tablas y ahora veía próximo el desenlace de su sueño en la consolidación

de ese edificio. Sería algo sencillo en un inicio pero había valido la pena tanto esfuerzo pasado.

Sus padres tuvieron que darle las escrituras de la finca y reconocer que el niño que creían

incapaz de hacer nada en la vida había triunfado a pesar de sus presagios negativos. Casi nunca

lo volvieron a ver. Por la norma con la cual vivía no podía tener mucho contacto con las demás

personas, y, además, a ellos no les parecía bien ese estilo de vida que él había elegido, entonces

castigaban sus decisiones con la ausencia. Pero él sabía desde el principio que esto era algo que

debía suceder: sin importar cualquier cosa que quisiera hacer con su vida, siempre estaría solo.

Pasaron los años y sus padres murieron. Él no se dio cuenta hasta que, por pura

casualidad uno de sus hermanos lo invitó a celebrar con una eucaristía el primer año del

fallecimiento de ambos. No asistió porque le dio tan duro el hecho de haberse dado cuenta tan

tarde que sintió remordimientos. Se internó aún más en su soledad y la mayor parte del tiempo

la dedicó a la oración. Por una temporada poco le importó la economía de la cual vivía y por

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poco pierde todo lo que había logrado en tantos años de esfuerzo y sacrificio. No hubiera podido

albergar tantas cosas en su corazón y seguir con su vida si no hubiera aparecido en su existencia

la figura femenina de una amiga de infancia. Su nombre era Lourdes y conocía mejor el

pensamiento de Felipe que él mismo. Tal vez era la única amiga que le quedaba y la que

siempre estuvo pendiente de que no fuese a morir en la idea de construir una ermita. Ella fue la

que le envió el contacto para la venta de sus productos y la que logró que su negocio se

consolidara en varios otros pueblos aledaños. Por mucho tiempo hizo cosas por él en secreto y

él le correspondió con la gratitud y la amistad incondicionada que siempre les caracterizó. Ella,

con el paso del tiempo, se casó y a él le dio una tristeza profunda, pues pensó que eso era una

separación definitiva, pero no fue así, pues Lourdes le amaba más a él que a su esposo y Felipe

la llegó a amar más a ella que a Sebastián.

En el momento en el cual se dio cuenta que sus padres habían muerto se comunicó con

ella y tuvo el apoyo necesario para no dejarse morir. El asunto fortaleció tanto su amistad que,

en un momento de desesperación y depresión, él le confesó toda su vida y sus secretos a ella.

Por desgracia ella también supo aprovechar esas confesiones para apoderarse de sus

sentimientos, hacerlo enamorar de ella para luego dejarlo sumido en una profunda depresión y

marcharse a hacer su vida con su familia. Para ella fue todo tan fácil como esto: «para impedir

que se suicide y que continúe con su soledad, es necesario que vuelva a sentir amor por alguien,

que se enamore aunque muy en el fondo sepa que sus sentimientos nunca podrán hacerse

realidad y que luego sufra un poco por esto, pero no morirá, pues cualquier cosa es menos

intensa al dolor que siente de no haber despedido a sus padres y no acompañarlos en el momento

final de sus existencias». Y así lo hizo, solo que Felipe tomó el asunto como un nuevo fracaso

y se encerró más aún. Pero al final de su vida pudo reconocer el valor de lo que hizo Lourdes

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por él, aunque este reconocimiento llegó varios años después de la muerte de ella. Se enamoró

entonces, pero esta vez fue de una mujer. Esto le dejó con muchas más confusiones en su

interior « ¿Cómo podría ser posible que un hombre pueda amar a los hombres y a las mujeres

al mismo tiempo? No tendría una respuesta para ello, pero en mi interior el amor se ha

manifestado de esa manera y nada puede pasar que no haya sucedido antes: puedo amar a todos

los sexos sin ningún prejuicio moral», se dijo en algún momento.

Su vida continuó y se tuvo que enfrentar a algunas cosas para las cuales nunca estuvo

preparado: alguien, por pura envidia quemó su casa, su ermita y todo lo que había conseguido

a través de tantos años se había perdido de un momento a otro. Casi muere en el hecho. En

medio del incendio él resultó afectado con quemaduras en casi el ochenta por ciento de su

cuerpo: se condenó a sí mismo a vivir bajo el yugo de una máscara para siempre para que nadie

conociera el rostro de la tragedia y que nunca le preguntaran qué le había pasado y por qué su

rostro parecía más arte abstracto que una figura humana. Su proceso de recuperación fue muy

largo pero pudo levantarse de ello. A diferencia de lo que había vivido en un pasado suyo que

había considerado tan trágico por las burlas de sus compañeros de escuela y de colegio, esto

ahora le parecía el colmo, pero no se dejó vencer por los sentimientos negativos que le

produjeron verse convertido en un monstruo. Recordó el odio y el resentimiento que sintió en

algún punto de su existencia y dejó por sentado que sus acciones a seguir tenían que estar

mediadas por la venganza. Tendría que vivir para que sus perseguidores murieran y pagaran

por todo lo que le habían hecho. Esto lo decidió y lo ratificó el día en el cual un juez le dijo que

no encontraron a los culpables de ese atentado y que no tenían tiempo para buscarlos.

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La indignación que sintió al recibir esa noticia de la no culpabilidad provocó en su

espíritu tal grado de decepción que quiso hacer justicia por su cuenta. «Si a la persona del

común no la ayudan en los momentos en los cuales lo necesita, es necesario ver si lo mismo lo

aplicarán a quienes nos gobiernan. Quedará claro para el mundo que en este país la justicia solo

es una máscara que beneficia a cierta clase social y que aplasta a otra que, desde la humildad y

la ignorancia, intenta sobrevivir a este estado nacional de derecho», se dijo mientras sentía que

escupía mierda. Y para Felipe el asunto fue tan sencillo como tomar un plano y saber que haría

explotar el lugar en donde se hiciera la próxima posesión presidencial en Bogotá. Allí estarían,

por lo menos dos presidentes: el que entregaba el cargo y el que lo recibía, además de algunos

otros senadores, representantes a la cámara, ministros, altos mandos de las fuerzas armadas y

políticos y personalidades «importantes» de la nación. Sería un hecho importante poder acabar

con todas esas personas de un mismo golpe. Lo único que valía la pena en ese momento era la

venganza, y al no tener una figura criminal a la cual pudiera atacar, tendría que hacerlo con el

poder político.

«Ellos representan el poder en este país, si se puede combatir y destruir ese símbolo la

gente tendrá que comenzar a pensar bajo una racionalidad diferente a lo establecido y, en ese

caso hipotético podrán actuar en favor de una justicia que pueda ser aplicable a los oprimidos

de la nación», se dijo esperanzado. En su mente todo estaba claro y no había espacio para el

error ni para el decaimiento de este plan. Solo la perfección tenía lugar en esto y si quería que

nadie lo descubriera en esto tendría que construir un «plan secreto y perfecto». El problema

para él fue el dinero con el cual intentaría llevar a cabo tal asesinato. Luego de haber salido del

hospital se dio cuenta que la mayoría de sus recursos económicos se habían perdido con el

incendio y lo único que le quedaba eran unos pocos millones en el banco, con los cuales tendría

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que reconstruir su casa y sus cultivos. No tendría tiempo para ahorrar la cantidad que le

permitiera provocar ese daño. Pensó en algún modelo eficaz que le mostrara el cómo causar el

mayor daño posible con el menor costo.

Al llegar a su predio se refugió en la casa de madera que había construido hacía tantos

años y que conservó por el recuerdo de una vida pasada en la cual tenía el mundo en su contra.

No había cambiado mucho el asunto y no supo cómo esa choza sobrevivió al incendio, pero lo

agradeció, pues ahora era de nuevo su hogar. Volvió a hacer los contactos de comercio que

tenía antes y comenzó a vender algunos de sus productos en los municipios aledaños al suyo

pues los árboles frutales se habían conservado. Para este no dejó nada porque pensó que sus

perseguidores tendrían que ser de ese lugar. Los árboles frutales fueron su salvación en ese

instante, pues eso le permitió tener comida en el plato y algo de dinero en el bolsillo. Diario

sacaba un bulto de cada uno de los diferentes frutos que había en sus terrenos y luego de un par

de meses pudo ver que todo empezaba a marchar bien.

Al cumplirse ese tiempo, el cual también dedicó al estudio de cómo debía ser un buen

terrorista, se marchó a la plaza del pueblo para conseguir algunas semillas y volver a sembrar

algunos otros productos que en otro tiempo eran tan productivos para él y, por desgracia, poco

antes de salir comenzó a caer una tormenta en ese municipio y tuvo que quedarse refugiado en

el lugar en el que se encontraba. Su figura llamó la atención de inmediato pues para la gente no

es tan habitual encontrar a alguien con máscara y hábitos monacales en una plaza de mercado.

Todos conocían su historia, todos sabían quién había hecho aquellas cosas en su contra, pero

nadie le dijo nada. En este país así son las cosas. Cuando se han acostumbrado tanto las personas

a vivir con la violencia, esta hace parte de sus hábitos y costumbres y cuando acontece algo

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como la historia de Felipe, no pasa nada, pues se ha convertido en lo normal. Muchos allí

intentaron hablar con él, pero solo una persona fue capaz de hacer que él respondiera a más de

tres preguntas.

Comenzaron a hablar de un niño que estaba en ese lugar dormido bajo unos costales

sucios. En un primer momento pensó que estaba muerto, pero al poco tiempo se dio cuenta que

no lo estaba y que se trataba de un chico llamado Timmy. Al menos ese era el apodo que le

habían dado para no mencionar su nombre verdadero, pues, según las personas era un nombre

maldito. A Felipe algo no le cuadró del todo en esa excusa y les dijo que le explicaran más ese

asunto. Ellos le comentaron que hacía mucho tiempo había vivido en el pueblo una pitonisa,

una mujer mística llamada Maryori Julieth García Correa que había hecho una predicción y se

ganó el respeto y la fe de todas las personas. Lo que había dicho ella era que entraría al pueblo

una gran peste que acabaría con la vida de la mayoría de las personas en ese lugar y así se

cumplió. En esa ocasión un niño llamado Tomás Vélez Velásquez fue el último en ver la muerte.

En su agonía dijo que nunca había existido una predicción sino que esa señora había

envenenado las aguas del Pueblo y que, gracias a ello, todos estaban muriendo. Nadie le creyó

porque pensaban que deliraba en su agonía.

El dictamen médico para el caso de ese niño fue muerte por envenenamiento y, según

las cosas, alguien abusó de él. Ningún niño del mundo debería ser tocado en sus partes íntimas

por ningún adulto y menos perpetuar con uno de ellos algún acto carnal para el que no está

preparado. Pero en un mundo como el nuestro, en el cual todo está vuelto al revés, es habitual

tener ese tipo de acciones con los más pequeños. Todos comenzaron a dudar de las palabras

que había dicho aquella mujer y en vez de considerarla una mística la llamaron bruja, pues

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todos pensaron que la muerte del niño Tomás se debía a su mano. Ella negó el asunto y dijo

que, en un futuro, si alguien tenía ese nombre sería maldito y todo aquél que quisiera tener la

custodia del pequeño para cuidarlo moriría de una manera trágica. « ¿Cómo podría ser posible

que maldijeran a un niño?» dijo cualquiera de los asistentes a la conversación. Pues, en esa

época habían dicho lo mismo y decidieron expulsar a la mujer. Nunca más se supo de ella.

Aunque en los comentarios que salían a flote como un pequeño murmullo, algunos se atrevieron

a decir que la mujer estaba maldita o que tenía algún pacto con el demonio, por lo cual, estaba

condenada a una vida eterna y a no dejar de expulsar maldiciones. Esto, según la gente que

siempre habla a las espaldas, era el precio a pagar por la inmortalidad.

Sin embargo, cuando nació este niño y todos supieron su nombre de bautismo, tuvieron

miedo del pasado que lo atormentaba, aunque muchos daban por sentado que sería solo una

mentira. Pero no fue así. Timmy, como le decían, había visto morir a toda su familia y algunos

otros que quisieron velar por su bienestar. Tenía solo siete años y todos le tenían miedo. El niño

jamás pasaba dos noches en un mismo sitio porque todos lo echaban por temor de morir por su

causa. «Cualquier día de estos aparecerá muerto en alguna parte, por hambre o por la mano de

alguien más, pero no llegará a cumplir un año más de vida», dijeron algunos como si nada

pasara. La vida y la muerte carecía de un valor allí y la gente no se preocupaba por lo que

sucedería el día después de mañana sino que buscaban sobrevivir cada día con lo poco que

tenían. Y este pequeño era víctima de las palabras de una persona que había llenado su

existencia de negatividad: las palabras tienen más poder del que se piensa y es seguro que

Timmy lo vivió en carne propia. Según las palabras de un tiempo antiguo, todo niño que

recibiera ese nombre vería morir a toda su familia antes de cumplir los 10 años y, antes de esta

fecha, o a más tardar en ella, perecería de una manera trágica.

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El pequeño era hermoso como nadie ha imaginado. Pero su cuerpo cada día reflejaba

más la culpa por haber recibido un nombre maldito. Este niño tenía segura la muerte y el olvido.

¿Qué más esperar? Tan solo el momento definitivo estaba por llegar y nadie podría hacer nada

para cambiar esta realidad. O por lo menos, nadie quería hacer algo, pues en el pueblo creían

más en las maldiciones que en cualquier otra cosa. Y allí estaba Timmy muriendo a la vista de

todos. ¿Y a quién le importaba que el niño muriera allí o en otro lugar? En este mundo cada

cual busca su bienestar y lo que suceda con los otros importa poco. La indiferencia y el olvido

asesinan más personas que las balas en el mundo actual.

Al cesar la lluvia Felipe hizo una apuesta con esas personas: si era capaz de hacer que

el niño sobreviviera por lo menos hasta cumplir la edad necesaria para servir a la patria en el

ejército, todos tendrían que comprar sus productos para abastecer los negocios que tanto dinero

les dejaba; en cambio, si moría antes de lograr este cometido, ellos podrían quedarse con sus

tierras. Todos vieron una buena oportunidad en ello y aceptaron, pues creían que ni siquiera

pasaría un año antes de verlo morir. «Cuando eso suceda, cuando muera nuestro vecino, todos

tendremos las facultades para hacer crecer el negocio, pues la tierra que él tiene es la más fértil»,

dijeron en secreto como si construyeran una conspiración.

La historia entre ambos fue duradera. Sin importar las palabras acerca de la maldición

que pudieran sufrir ambos, vivieron durante mucho tiempo y cumplidos los términos de la

apuesta, Felipe se convirtió en uno de los hombres más ricos de aquella región. Nadie supo

cómo logró que ese niño maldito se convirtiera en eso que todos vieron, pues, todos creían que

moriría. Algún tiempo después de haber recogido a Timmy, tuvo la posibilidad de dejar el país

y vivir durante algún tiempo en la India y otro tiempo en Londres. Conocieron estas culturas y

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gracias a ellas aprendieron varios idiomas y las relaciones con los demás seres humanos. El

niño se hizo un hombre sabio y fuerte y todos comprendieron que habían partido de una serie

de prejuicios insanos y que las muertes se debieron a la casualidad y no a lo dicho por una bruja,

pues así la continuaron recordando para toda la posteridad. Felipe al fin cesó sus planes de

venganza porque encontró en Timmy la mejor manera de expresar su amor y terminó por

olvidar lo que había pensado una vez acerca de la vida y la muerte. Su vida se vio transformada

por un niño maldito. Felipe murió a los noventa años y conquistó el respeto de todas las personas

que lo conocieron. Sin embargo, aún no se sabe dónde reposan sus restos mortales, pues lo

único que se sabe de él es que, a esa edad de la vida, logró unirse con el Ser-Absoluto.

Luego de haber escuchado esos relatos por parte de Joaquín Alberto Escudero Gonzales,

la duda por el origen de su pensamiento de lo universal como forma de vida seguía latente en

mi pensamiento. « ¿Cómo puede desprenderse de esto lo que piensas en verdad sin tener en

cuenta la extrañeza de las experiencias tenidas?, le dije en medio de mi incertidumbre. Me

hablas de una manera oscura y eres poco claro en tus razonamientos. ¿Qué tiene que ver todo

esto con lo que te he preguntado?». La cuestión era mucho más sencilla de lo que mi mente

estaba buscando: a pesar de vivir en medio del dolor y las miserias del mundo, puede

encontrarse un momento de escape que permita al hombre encontrar la universalidad y la unión

con el Ser, el cual habita en todos los rincones del mundo, y, siendo uno solo, sin segundo, se

manifiesta en la multiplicidad que habitamos.

En los relatos que me ha legado Joaquín y que los presento de una manera imperfecta,

pues la memoria de un viejo no ha de recordar con precisión lo dicho hace tantos años, presentan

rasgos similares y para Joaquín eso era lo único que importaba. La miseria del mundo, el dolor

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de la existencia, vivir en constante negatividad fueron lo que él vio y lo único que valió la pena.

Vivía porque aún guardaba la esperanza, muy en el fondo de su mente, el hecho de ascender

hacia lo universal y poder comprenderlo todo, tener el conocimiento verdadero y saber el por

qué le habían ocurrido tantas y tan crueles situaciones en su vida. «La idea de estos relatos es

que lo universal existe y puede ser alcanzado por el hombre, sin embargo, debe permanecer

atado a una vida en contingencia, saber que nada de lo que está a su alrededor puede ser

controlado, obedecer las reglas y las leyes de cada sociedad en la cual se asista, procurar no

cambiar ni juzgar el destino del mundo y soportar todas aquellas cosas que la vida le presente,

pues, en muy buen sentido, eso es lo que prepara al hombre a retener para sí la humildad

necesaria para ser raptado por Isvara y ascender hacia lo habido más allá de un Dios eclesiástico

o personal y permanecer. Ese es todo el asunto. Para mí lo universal no es tanto valer lo mismo

para todas las épocas y todas las situaciones sino encontrar un punto fijo que le permita al

hombre conocer sus potencialidades y no perecer ante los tormentos de la existencia y de una

sociedad carcomida por la corrupción y la desigualdad. Para mí, la meta de mi vida está en eso:

no aguantar más necedades humanas sino que a través de un punto fijo poder reposar y tener la

satisfacción de estar en todas partes sin ser poseído por nada. La vida es todo lo contrario a ello:

particularidad, contingencia, maldiciones y demás reparos que nos trae esto para ser infelices.

Nada de lo que tengo me agrada, nada me pertenece, todo fluye y se acaba con el tiempo. Yo

quiero lo eterno, lo lleno de contenido, lo pleno, en donde se ausentan las ideas del placer y el

dolor», me dijo con tal melancolía que creía que moriría en ese lugar.

A pesar de haber conquistado tantas cosas en su vida y de haber vivido la soledad y el

martirio de la persecución y el destierro de su lugar de origen, de haber sobrevivido a un intento

de suicidio y a la pérdida de su familia, aún tenía fuerzas y esperanzas para luchar por la

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universalidad. Pero ello le permitió tener serios conflictos interiores que fue mostrando con el

paso del tiempo y con una personalidad en declive: ¡En tantas ocasiones mostró ser una persona

tan amable y ahora fingía ser el más rudo de todos! «A veces para sobrevivir en este mundo

debemos ser más fuertes que los demás y herir sus sentimientos antes de que ellos hieran los

nuestros», decía envuelto en lágrimas. Quería llegar a lo universal, pero tendría que pasar

primero por lo particular y su corazón se desgastaba más rápido de lo que quisiera. Jamás

levantó la voz ni utilizó sus brazos para lastimar a los otros, aunque en ciertas ocasiones gozaba

de la irreverencia y el irrespeto por lo otro. Con el tiempo comprendí que esto lo hacía cuando

eso otro de lo cual se burlaba le sonaba a radicalismo y fundamentalismo. Con su vida se opuso

al fanatismo religioso y en diversas ocasiones le escuché decir «por el hecho de ser creyentes

no podemos dar cátedra de moralidad ni pretender tener la verdad para todo y que esta sea

efectiva para todas las generaciones venideras. Cada persona tiene sus sueños y sus metas y si

supiéramos vivir en una verdadera sociedad, cada uno podría disponer sus talentos para que

todos lleguen a alcanzar su verdad, su sueño y que entre todos reconstruyan esa Verdad que ha

sido repartida entre los hombres», dijo en alguna oportunidad. Y para él, la verdad que había

heredado era la de mostrar el camino a seguir para alcanzar la unión con el Ser y que las demás

personas pudieran seguirlo, al menos, aquellas personas que así lo desearan.

«Lo verás, me dijo en cierta ocasión, la gente terminará por aceptar de nuevo las viejas

discusiones de la escolástica acerca de los universales. Solo se deben plantear de la manera más

conveniente posible para que la mayoría lo comprenda tal como es en realidad y no como

debería ser. Yo doy mi vida para ascender por el camino que lleva hacia lo universal, hacia

aquella unión con lo Uno, sin segundo, que hasta ahora solo se ha quedado expresado en cuentos

o relatos místicos como los que vengo de contarte, pero yo intentaré demostrar el camino real

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que nos lleve hasta aquél lugar. Soy consciente de que todo conspira en mi contra para no

mostrar esta verdad que, para mí, debería ser la única que existiese. Valdrá la pena todo esto

que nos está sucediendo. Valdrá la pena habernos enfrentado a la pitonisa Maryori, la cual,

parece haber influenciado a más personas por sus malas intenciones, pero nosotros no debemos

permitir que eso nos atemorice y, antes bien, continuar hacia adelante porque así debe ser. Ojalá

la vida no me obligue a arrepentirme de lo que estoy haciendo porque cada día pierdo más las

esperanzas de hacer lo que quiero con mi existencia. Pero no hemos de sufrir tanto como lo

amerita el ascenso definitivo, pues ese lo debo hacer solo, sin compañía ni ataduras que me

vinculen con esta tierra de fanáticos y de tergiversadores».

Y la verdad sea dicha, teníamos buena cantidad de dinero para sobrevivir por muchos

años e intentábamos caminar sin gastar más de la cuenta. La vida de Joaquín estaba medida por

la moderación y la justicia. A pesar de tener más dinero del cual podría haber gastado en toda

su existencia, solo hacía uso de lo necesario para no perecer en esa sociedad. Y así iba por el

mundo, sin lujos, sin cuestiones materiales que le ataran a un solo lugar y hastiado por el

conocimiento. El sufrimiento solo se quedaba anclado a un plano espiritual, pues las

mortificaciones siempre estaban allí: el recuerdo de un pasado tormentoso en donde el odio y

la maldición se habían hecho presentes, parecían golpear la mente de Joaquín a cada instante.

No había día en el que no pensara en las cosas pasadas y se preguntara qué sería de su vida si

nunca hubiera tenido relaciones con el amor de su vida: Diana, o qué hubiera pasado si nunca

hubiese muerto su hijo Agustín. En varias ocasiones afirmaba que todo esto era tan solo una

manera para no morir en la depresión y alejar un poco más el sentimiento de la venganza. Tan

solo era necesario estar ocupado en algo y qué mejor que defender unas premisas universales

que él mismo sabía que no podría triunfar luego de la caída de la Edad Media y la repartición

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de la Verdad entre todos los hombres, lo cual parecía que se había apoderado de la sociedad en

general. Defendía un imposible y lo sabía, pero, en medio de tantas crueldades que debió vivir

en su interior, era lo único que le permitía no convertirse en un asesino.

Recordaba la mayor parte del tiempo a las personas, a los fanáticos que le habían

instaurado la guerra: estaba una Patricia Naranjo Montoya a la cabeza y esto le defraudaba. En

una ocasión, cuando un empleado suyo falleció, ella asistió a su casa para las novenas

correspondientes al alma de este y le estuvo agradecido por ello. Pero ello no justificó lo que

representaba. No podía tolerar el fanatismo ni la radicalidad. Y recordaba toda su vida: las

incansables noches que pasaba con Diana explorando una sexualidad que ahora anulaba de mil

maneras; el hijo que tanto amó; el sistema filosófico que nunca terminó; la enfermedad y la

muerte. Todo venía a su cabeza y era inevitable que pensara en ello y que su ánimo viviera

constantes decaimientos emocionales. Jamás le vi sonreír, ni expresar una voz de cariño hacia

nadie. Se refugió en su interior y permitir la salida de una emoción que nada tuviera que ver

con la negatividad y las miserias del mundo fue complejo, pero no del todo imposible. De la

única manera que dejaría aflorar lo que en su interior habitaba sería en el momento de ascender

para ser parte de ese Ser Absoluto del cual tanto hablaba. ¿Y de dónde sacaba estas ideas? No

puede saberse, pues luego del nacimiento de Agustín no volvió a leer casi nada y antes de ello

no le alcanzó la vida para adquirir tantos conocimientos como los que tenía. Solo es de decir

que, en medio de sus cavilaciones, parecía una biblioteca andante: conocía todos los libros,

todos los autores y siempre extraía algo que presentara conceptos como lo absoluto, lo universal

y la defensa de la filosofía como un sistema, y las veritatis æternas.

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2.2. Valores invertidos: lo económico superpuesto a lo religioso.

La sorpresa que se llevaría cualquiera al conocer los detalles de la vida de Joaquín

sería por el hecho de que en algún punto de su juventud quiso ser un monje de clausura. Su

vida estaba atravesada, de principio a fin, por lo religioso. Nunca lo dijo en público, pero

siempre lo llevó en su corazón: quiso ser un monje de clausura pero la vida le hostigó a no

serlo. En aquella época todo parecía conspirar con el hecho de que entregaría sus esfuerzos y

sus talentos en el servicio de una Iglesia que, para ese preciso momento y visto desde un punto

de vista ajeno, parecía preocuparse más por el dinero que por la vocación misma de quienes

pretendían estar en aquél lugar. Muchos querían asistir al encuentro con alguna entidad

superior que llenara todos los vacíos y las heridas interiores que les invadieron desde tiempos

remotos en sus mentes y corazones. Pero estaba aquél problema de carecer de los recursos

económicos suficientes para permanecer al interior de estos lugares el tiempo suficiente para

convertirse en monjes y borrar sus vidas de la faz de la tierra. «Y qué más da si alguna vez

decidimos la soledad como forma de vida posible en vez de quedarnos en el ruido de una

ciudad que clama el ejercicio de los excesos, la narco-dependencia y la obtención de premios

sin haberlos merecido», dijo alguna vez Joaquín. Su historia de vocación partía de su

adolescencia.

Y qué curioso asunto: en algún punto de su vida sintió que la existencia se le partía en

dos. Por un lado estaba el deseo de dedicar su vida a la filosofía. En cierto modo, pensó que

esto era tan burgués que no podía llevarlo a cabo. Entregar su vida a la soledad, al retiro

voluntario para el estudio de las principales teorías de los filósofos antiguos, medievales y

modernos, según los criterios del mundo occidental, fue para él algo precioso y, al mismo

tiempo, extraño y vacío. Pero también estaba aquél otro camino por el cual sentía mucha

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empatía y era el de entregarse por entero a la soledad y la contemplación. En cierto sentido,

ambos caminos tenían algo en común: la vida solitaria. Intentó conciliar ambas situaciones y

decidió emprender el camino en una orden religiosa que, durante muchos años había permitido

que sus integrantes se dedicaran al conocimiento, la soledad y la contemplación. Fue en ese

preciso momento en el que su caminar por el mundo le dejó de parecer tan burgués ni tan

extraño y pensó que una persona bajo sus circunstancias podría llegar a comprender el mundo

según el cual no había diferencia entre sus sueños y la realidad que subyacía a su alrededor.

Todo se remontaba a esa historia de adolescente que ahora creía perdida pero que, en buena

medida, nunca le había abandonado en el caminar hacia un lugar siempre extraño para él.

¿Cuál era aquella historia que se presentaba en su memoria como algo tormentoso todo el

tiempo?

Cuando tenía tan solo catorce años comenzó a asistir a unos talleres de cine en la

parroquia del pueblo. No haría nada por fuera de lo común y nadie estaba obligado a participar

de nada que tuviera que ver con lo religioso sino solo estar en torno al cine y al aprendizaje

de todo lo que tenía que ver con ese arte. Cada determinado tiempo veían una película y hacían

un análisis de lo que estaba implícito dentro de la historia que les presentaban allí. Buscaban

información acerca de la misma y si estaba basada en algún libro, intentaban leerlo para

apreciar los rasgos de semejanza y diferencia entre el lenguaje utilizado para narrar su novela

y aquello que exploraba el filme, sus enfoques, sus giros y todo lo relacionado con ello.

Apreciaban el cine como un arte que pocos podrían lograr de una manera elocuente. Conoció

a algunos grandes de esta industria por medio de esos talleres a los cuales asistió y comenzó

a ver la vida de una manera diferente, o, por lo menos, eso pensaba en aquél momento. Todo

lo relacionaba con esto que aprendía y tenía mucho más color de esta forma, hasta que, por

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uno de los proyectos que asumieron llamados «la religiosidad» decidieron ver tres filmes

sobre la vida de algún santo. En esa época él estaba sumido en un profundo pensamiento que

atentaba contra todo lo que tuviera que ver con este tema, pero decidió continuar con esto por

no perder la continuidad del proceso formativo.

Sí, es verdad, todo hombre tiene un pasado oscuro. E incluso, muchos de los santos a

los cuales se les acostumbra prender una vela cada determinado tiempo para pedir su

intercesión para un milagro o una ayuda divina, tienen un pasado amoroso o tormentoso. ¿Y

qué hombre no tiene algún secreto que no le gustaría develar ante los demás? Por extraño que

parezca, cada cual tiene sus historias que le pertenecen solo a su consciencia y nada más.

La primera de las películas que vieron estaba basada en la vida de Agustín de Hipona.

Le sorprendió este hecho porque lo conocía como filósofo y no como santo de la iglesia. La

extrañeza por este asunto hizo que pusiera un especial cuidado en lo que vería. Quizá le

interesó más el tema por el hecho de que para esos días comenzaba a incursionar en la filosofía

y el asunto era de su agrado. « ¿Un filósofo santo?», se preguntó con cierta ironía en ese

momento. Pero tiempo más adelante se dio cuenta que por esta película, por haber estado

obligado a permanecer en un sitio en el que no quería estar, su vida fue transformada hacia un

mundo que, para bien o para mal, fue distinta de lo que pensó en esa época. A partir de allí se

convirtió en uno de los fieles seguidores de la obra de aquel filósofo, pues para él fue más

importante el Agustín pensador que el santo al que le encendían velas y le oraban de forma

constante para recibir milagros de la divinidad.

Estudió una pequeña parte de la obra de este individuo y, a pesar de no comprender

mucho de lo que se le decía, le sorprendió las profundas relaciones que encontró allí entre

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filosofía y teología. Poco a poco fue creciendo en ese conocimiento y en las relaciones que

encontró entre algo que le apasionaba y eso otro algo que, según su perspectiva, había llegado

a odiar pero que amó más que cualquier otra cosa.

Un par de años más tarde, más consciente de todo lo que tenía a su alrededor pero que,

en cierto modo le presentaba más dudas que respuestas, inició un proceso vocacional con dos

órdenes religiosas de clausura cuyo nombre no ha revelado nunca jamás. Por desgracia, en

aquellos días la economía del hogar no era tan sólida como lo quería, pero pensó que no sería

un inconveniente para su nuevo caminar en la pobreza y la soledad: gran error: en una

sociedad que ha sucumbido en las relaciones económicas y que ha dejado que lo material

cobre más valor que lo espiritual, tan solo el valor del dinero tendrá algo que aportar a las

relaciones entre los hombres. Pero Joaquín, inocente en esos tiempos de estas cuestiones

materialistas y pensando solo en el desarrollo del Ser personal hasta alcanzar el Ser Absoluto

[tema que estudió en ciertos autores de la escolástica occidental], se postuló como aspirante a

estas órdenes religiosas esperando encontrar allí un lugar mucho más seguro para sus

cavilaciones interiores y un modo de vida separado de la sociedad para el ascenso a lo

universal.

Durante todo un año asistió a aquel lugar y conoció muchas historias y sintió la

elección de este modo de vida como el único posible para su existencia y que le llevaría a

mejorar su espiritualidad hasta alcanzar los grados más altos que le fueran permitidos. Con

los principios «ora et labora», y «la cruz estable mientras el mundo da vueltas», comenzó a

proyectarse hacia un futuro desconocido pero apasionante. En conversaciones con los demás

hermanos de las órdenes se introdujo en un mar de historias que le atrajeron más hacia ese

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lugar. En especial pudo conmoverse con la historia del hermano Luis. Por un breve instante

creyó desfallecer en su caminar por lo que escuchó de él pero no se dejó alterar por nada.

Según le dijo aquél hombre su «llamado» había llegado de una manera inesperada y

tan fuerte que no pudo negarse al asunto, aunque en su caminar tuvo que enfrentarse a tantas

situaciones que llegó a pasar meses sumido en depresiones «pues el mundo me hostigó por

ser pobre y casi no logro llegar hasta donde estoy, pero he debido hacer cosas de las cuales

me arrepiento y que me gustaría cambiar», le mencionó con la dulzura de un anciano que ha

pasado cerca de cuarenta años en el encierro. Había habitado en una población lejana en la

cual el sacerdote del pueblo era la única autoridad visible y todos le respetaban y le solicitaban

consejos en los momentos en los cuales tenían dificultades legales y espirituales. Pero llegó

un punto en el cual Luis se enteró que el cura sostenía ciertas prácticas sexuales irregulares

con varias personas de la comunidad. No lo conoció por boca de nadie sino porque un día,

mientras iba a acolitar en una de las eucaristías vio que una mujer le practicaba sexo oral al

cura. La imagen nunca se le borró de la cabeza y le dejó perplejo. En ese instante dejó de ser

uno de los colaboradores de la iglesia y pensó en ser sacerdote «para mostrar cual debía ser el

mejor modo para realizar esta labor y no dejarse seducir por las tentaciones de la carne»,

afirmó con pesar. Tiempo después aquél cura se retiraría de su cargo para consolidar una secta

que iba en contravía de lo que él mismo defendió durante años.

El hermano Luis trabajó durante algunos años como lechero en su pueblo y logró

ahorrar una buena suma de dinero para construir una ermita, pues lo que tenía no le alcanzaba

para ir a la gran ciudad y comenzar su vida como consagrada «pues eso cuesta mucho dinero

para aquella persona que nunca ha tenido nada», decía. Pero, cuando su ermita comenzaba a

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levantarse y los cultivos comenzaban a darle de comer y algo para el sostenimiento de su

familia, llegaron los paracos y comenzaron a extorsionarlo. Lo que demoró en construir varios

años se derrumbó en un par de meses. Este grupo delincuencial se convirtió en la única

autoridad del pueblo y tuvieron tanto respeto [o se hicieron temer tanto] que hasta el Estado

tuvo que marcharse del lugar. En primera medida había perdido la esperanza de convertirse

en sacerdote por la carencia de recursos económicos y, en segundo lugar, su sueño de ser

ermitaño se vio interrumpida por las acciones de un reducido número de personas. Pero la

vida lo recompensó porque la gente del pueblo, de manera silenciosa le patrocinó su estadía

en la gran ciudad y logró convertirse en un monje de clausura. Por un lado, se alegró por ese

hecho y, de otro lado, supo que había tomado la peor decisión de su vida. Mientras él logró

escapar a la violencia que instauraron los paracos en su pueblo, sus amigos y sus hermanos

murieron de forma trágica en una de las peores masacres que se hayan registrado en este país.

Cuando se dio cuenta de ello quiso salir del monasterio y tomar venganza por sus

propias manos pero no podía hacerlo. En principio porque eso violaba los votos que había

prometido y, por otra parte, porque estaba amenazado de muerte: lo único que le podría salvar

era quedarse en ese lugar y ser infeliz por el resto de su existencia. Se dio cuenta, mucho

tiempo más tarde, que sus hermanos se habían sacrificado para que los padres vivieran, pero

no les sirvió de nada porque estos murieron de hambre: nadie les ayudó en la ciudad a

reconstruir sus vidas y por sus propios medios les fue imposible ganarse el sustento y

terminaron muriendo de inanición. «Si yo hubiera estado con ellos, lo más seguro es que algo

hubiera hecho para preservar sus vidas, pero aquí, sumido en este encierro perpetuo nada

puede hacerse por los que están afuera», dijo con un pesar enorme.

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Joaquín dudó de la historia que le había dicho el hermano Luis y lo quiso consultar

con el Abad del monasterio quien le dijo que parte de la historia era cierta, pero otra era falsa,

solo que no le especificó cuál era cual. A pesar de este conocimiento, continuó con su proceso

vocacional, pero se olvidó de solicitar el permiso de sus padres a tiempo para este proyecto.

Lo hizo todo escondido y, en el momento en el cual solicitan este permiso, lo cual la mayoría

de las veces sucede al finalizar el año de aspirante, le fue negado y, como si fuese poco,

Joaquín tuvo que soportar una golpiza de su familia por haber ocultado este asunto. «De igual

manera, no hubiera podido ingresar a la orden, se dijo envuelto en una profunda depresión, la

verdad expresada por el hermano Luis era que para ser un monje, para servir a Dios en su

casa, es necesario ser el poseedor de una gran fortuna o de algún patrocinador generoso que

lo sostenga a uno durante diez años que dura el proceso de antes de tomar los votos

perpetuos».

Sí, por desgracia fue verdad lo que le dijeron, al menos en ese instante lo fue. Para

ingresar a la orden tenía que comprar ciertos elementos indispensables para la vida monástica

y algunos libros. Aparte de ello debía pagar una mensualidad quien sabe para qué y hacerse

cargo de sus estudios. Estos últimos, en Colombia, son costosos en exceso. Estudiar en un

país como este está reservado todavía para una cierta clase social: para los pobres es un

privilegio y quienes logran entrar a esto lo deben realizar por medio de ciertos créditos que,

luego a la obtención de un título los esclavizan con el pago de intereses a la deuda adquirida.

«A los pobres que les dan estudio los hostigan de por vida con el pago de una deuda sin la

cual no hubieran podido estudiar», defendía Joaquín. Y ¿cómo estar en medio de la felicidad

de la clausura y la soledad sabiendo que los padres o algún tutor bondadoso se encuentran

encadenado pagando algo que no les pertenece? En ese momento pensó todas estas cosas y

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llegó a renegar de la voluntad de Dios por haberlo llamado a su casa e impedir el camino para

llegar hasta ella. Luego comprendería que Dios no tenía la culpa de lo que los hombres hacen

en su nombre y que para el corazón humano lo económico seguía estando por encima de lo

espiritual.

Por desgracia, dentro de las religiones organizadas, como la religión a la cual

pertenecía Joaquín, el dinero es algo fundamental, no para negociar con la vocación de las

personas, sino para pagar los impuestos y demás cosas que la sociedad civil les cobra. El

dinero de la mensualidad pedida a Joaquín iría para un fondo que bien le serviría en los

momentos en los que la salud le faltase o en la vejez, cuando las fuerzas le faltasen y necesitara

algo sin lo cual pudiera sobrevivir. Por algunos años tendrían que llevar un poco de dinero

pero con ello podría asegurar su vida económica hasta el final de sus días. Y nunca nadie le

dijo que en cuestiones del estudio, solo le cobraban lo que valdrían algunos libros y que, si en

alguna ocasión decidía marcharse de la orden, podría irse con todo lo material que haya

conseguido al interior de la misma. Todo lo que llevara al lugar era para él mismo, pero el

dilema que llevaba en su corazón es que carecía de este dinero. Por desgracia pensó que la

vida consagrada no era posible para los pobres y que, en buena medida, su plan de vida se

había frustrado por este asunto. Sin embargo, tan solo le faltó ver con mayor claridad y luchar

un poco más por la consolidación de su sueño.

Se alejó de la iglesia y renegó de ella. Pero Diana, su amada, le devolvió las fuerzas

para creer y le llevó de regreso hacia el lugar donde un día entró triunfante: la Iglesia, y gracias

a ella comprendió muchas cosas que en otro tiempo no había pensado, aunque siempre habían

dudas que reservaba para su corazón, pues, como buen filósofo, nunca llegó a ver las cosas

124 | P á g i n a
de forma superficial, sino que intentaba siempre buscar los fundamentos de todo. Y, además,

el escepticismo de todo filósofo es a veces más cierto que cualquier conocimiento adquirido

luego de una vida de estudio. Esta dama, a la cual había tenido entre las manos y con quien

escribió el capítulo más feliz de su vida, le regresó las esperanzas en algo que ya había creído

perdido. A su mente volvieron los universales y el estudio de la escolástica y la ontología de

Dios. Ahora, anclado al sufrimiento y las miserias del mundo, continuaba creyendo que todo

era parte de un plan superior para encontrar el camino para la unión con lo Uno.

A pesar de los intentos de los hombres del país del sagrado Corazón de Jesús por

devenir intelectuales y sabios filósofos, la mayoría de ellos debe sucumbir ante la presión de

una pregunta en específico: ¿cómo se conseguirá la comida para no perecer de hambre?; o,

dicho de una forma más mundana: ¿se puede vivir filosofando cuando la despensa está vacía

al igual que el estómago? Por desgracia, en esta nación la mayor preocupación no es aquella

de las Ideas eternas o el verdadero Ser de Dios que se desvela en lo Uno alojado dentro de la

multiplicidad que somos, sino que se reduce a la supervivencia y a la obtención de por lo

menos una comida al día. Las personas pueden tener talento para pensar más allá de lo

inmediatamente dado, pero mientras el cuerpo del hombre tenga hambre se dedicará a

cualquier actividad técnica que le proporcione los medios necesarios para conservar su vida,

a pesar de que esta sea miserable. Y ello le ha sucedido a Joaquín. Deseó con ardiente furor

el permanecer estable mientras el mundo daba vueltas, y el dedicarse tan solo a la reflexión

filosófica. Sin embargo, no tuvo los suficientes recursos económicos para dedicarse a este

noble oficio y cuando lo tuvo, la desgracia y la tragedia se apoderaron de su vida, enviándolo

a nuevos estadios de su pensamiento en donde lo filosófico pasó siempre a un segundo plano.

Y esa es la vida de todo hombre: vive con más deseos que satisfacciones: anhela lo que no

125 | P á g i n a
puede tener y cuando lo tiene, algún otro querer se manifiesta en su existencia y le obliga a

andar vagabundo, errante por este mundo que da un lugar fundamental al dinero hasta

olvidarse del espíritu o de aquello que nos hace humanos. Nos pensamos más como máquinas

que como intelectuales y la austeridad se apodera de quienes intentan luchar contra esto.

« ¿Cuándo verá el hombre las consecuencias de sus actos? Quizá cuando ya no haya

materia prima de la cual pueda realizar todos sus avances, cuando el último hombre esté a

punto de desaparecer o sea subsumido por una cultura de máquinas con intestinos y sangre y

ya nada pueda hacerse para retroceder y salvar al hombre de sus propias garras, ahí estaremos

preparados para recuperar nuestra humanidad», dijo alguna vez Joaquín con un pesar que

sobrepasaba sus capacidades. Le conocí cuando el vigor y la fortaleza se manifestaban en él

como lo hubiera hecho el espíritu de un espartano, pero ahora, cansado y sin reposo para su

mente, tan solo la melancolía, por todos esos daños que acumuló con el tiempo, perduraba en

sus conversaciones cotidianas. Jamás dejó de ser humilde, ni abandonó la facultad de soñar,

aunque su alma desgarrada le mostrara que la vida nunca sería como su mente afirmaba.

Y así es la vida de todo hombre también: tiene por lo menos una frustración en su

corazón y siempre se pregunta qué hubiera pasado con su existencia si hubiera tomado

decisiones diferentes. Pero luego de cierto tiempo, ya nada será como antes. De hecho, nunca

nada es igual que en un pasado aunque sea cercano. Todo en este mundo parece ser mudable,

todo cambia de una manera escandalosa y nada puede hacer el hombre para detener su

progreso indefinido.

126 | P á g i n a
Tiempo después de haberse defraudado del mundo religioso y haber decidido quedarse

en la casa de sus padres para garantizar la seguridad y el bienestar de ellos, comenzó sus

estudios profesionales de filosofía en la universidad, aunque por su cuenta ya los había

iniciado hacía mucho tiempo. El resto de su existencia, es conocida por todos.

127 | P á g i n a
2.3. La verdad repartida entre los hombres.

¿Y ahora? Joaquín Alberto Escudero Gonzales continúa recorriendo el departamento

antioqueño buscando respuestas a interrogantes que nunca planteó y que, de hecho, nunca nadie

podrá contestarle. La universalidad continuó siendo para él uno de esos temas importantes y

creía que bajo su amparo estaba la responsabilidad de demostrar la existencia de una Verdad

Absoluta desde la cual pudiera fundar una crítica directa al fanatismo religioso y sus

consecuencias catastróficas para la sociedad. Pensaba en esto como si fuese la máxima

expresión de una serie de veritatis æternas perdidas hace tanto tiempo y que para él tenía un

sentido y significado válido todavía. También quiso mostrar, a través de esta verdad, la

concepción de la «inversión de los términos» en la sociedad actual, tal como llamó al hecho de

otorgar un mayor valor a lo económico que a lo espiritual. No había más por hacer: la

importancia del dinero había superado el de lo espiritual, y tal vez por ello, estaba sumido en

una profunda crisis. Tal vez en ese instante se batía entre lo que su mente le decía acerca del

desarrollo de su alma hasta la unión con lo Uno, y la realidad en la que solo importaba la

cantidad de dinero que cada cual tenía en el bolsillo o en una cuenta bancaria: cuánto tienes,

cuánta verdad puedes expresar. Así eran las cosas ahora: no se buscaba la Verdad como un

elemento indispensable para el crecimiento del entendimiento y las facultades intelectuales de

cada persona sino que esta podría ser comprada y dependía tan solo de quien era el dueño del

poder económico en una sociedad determinada.

La Verdad, como un fin en sí misma, había perdido todo valor y se convertía en un

elemento más de un sistema económico en el cual todo puede ser vendido. En la sociedad

128 | P á g i n a
actual todo tiene un precio, todos podemos ser sobornados y aquello de vivir solo para la

virtud parece que es un sueño estúpido de algunos filósofos que ya poco o nada le pueden

aportar a las diferentes sociedades, pues ya sus teorías han caído en el descrédito cuando no

en el olvido profundo. No hay remedio que se le pueda dar a los hombres de hoy ocupados en

incrementar una fortuna que a la alarga no les sirve de nada, pues todos sucumben ante las

crisis existenciales y el final de todos es el mismo: una muerte segura. ¿De qué le sirven al

hombre las posesiones materiales si al llegar a la noche a su hogar está igual de solo que si no

tuviese nada? Su orgullo está en el aparentar ser el dueño del mundo cuando en su interior tan

solo le falta la presencia de un ser amado, de un apoyo emocional que le impida caer en los

brazos del suicidio. La mayor riqueza de un hombre está en haber encontrado a una mujer que

desee permanecer a su lado toda la vida sin importar las adversidades. No hay peor dolor para

el corazón que el de la soledad y el olvido.

Por desgracia, la vivencia de la «inversión de los términos», proceso en el que lo

establecido pierde valor para que algo nuevo surja, puede provocar el desencanto en un

espíritu no preparado para el cambio ni las transformaciones. La búsqueda de nuevos

elementos para la existencia de este hombre no era lo que decía, pues camuflaba lo que en

verdad pretendía. «Tan solo un punto fijo para edificar una nueva sociedad en la cual aquellas

cosas que parecen perdidas se recuperen. El mundo está pervertido en la corrupción y las

cosas sin sentido, pero ese es el corazón del hombre: para él el conocimiento de la ley le dice

que puede infringir aquello que esta defiende. Si se le dice no robes, el hombre comprende

"puedo robar", y lo mismo con cualquier otro tipo de prohibiciones. Lo mismo ha sucedido

con lo espiritual: cuando se le dice al hombre que el cultivo del alma es importante para no

olvidar aquello que nos hace humanos, se dedican a hacer negocios y a ver a los demás como

129 | P á g i n a
máquinas productoras y no como sujetos que piensan», se quejaba de forma constante. Y decía

esto porque en todos los pueblos a los cuales asistió vio lo mismo: el principal tema de

conversaciones para muchos es el dinero y las dificultades que existentes en la sociedad actual

para la obtención de los alimentos.

«A veces parece más importante la apariencia que lo interior. Pero ¿Qué más vamos a

hacer? La mente de los hombres se ha desviado del objetivo espiritual para conseguir solo en

lo material lo "verdadero", lo "cierto". Por ello todo es ahora temporal, particular, depende

del yo y sus circunstancias. Aunque, en último término, ¿qué es lo verdadero y lo cierto? Son

tan solo conceptos superfluos que designan algo metafísico y desconocido para nosotros. Esto

es andar en pantanos peligrosos y con neblina en vez de estar en tierra sólida bajo un cielo

claro e iluminado. ¿Cuál es el camino a seguir para vivir con tranquilidad y alcanzar la

eternidad del mundo? Pues cada persona tendría su definición y sendero a seguir. Algunos

tendrán coincidencias con los demás y algunos intereses en común pero esto no quiere decir

que sea uno solo el camino. ¿Pero no deberíamos decir que la Verdad, como un ente absoluto

y perdurable en el tiempo, es transversal a todos estos caminos? Tal vez sí, aunque todos ellos

parecen recoger una parte de la misma para depositarla luego en una urna inmensa que

consagra todas esas pequeñas verdades que poseen los hombres y que luego pueden construir

la única Verdad que las gobierna y sostiene a todas. El camino para llegar a esta es largo y

complejo y, según parece, a un solo hombre le queda imposible comprender todas las verdades

esparcidas sobre la faz de la tierra y no hay nadie que piense universalmente. Esa idea de un

sujeto universal, si se quiere pensado en un sentido cosmopolita, de lo cual la Ilustración ya

nos ha hablado mucho, parece verse bien en el papel pero no en la práctica social. No hay un

hombre tan sabio que lo conozca todo, ni alguien tan ignorante que lo desconozca todo. El

130 | P á g i n a
primero siempre ignora algo que el segundo sabe, y este comprende cosas que aquél ni se

imagina», decía aquel hombre que se lamentaba por sus dolores interiores y por ver que el

ascenso a lo universal que conocía, parecía más un cuento de hadas y creacionista que poco o

nada aportaría a su realidad. Antes bien, si dedicaba muchos pensamientos a esto parecía sufrir

más de la cuenta.

Luego de andar por muchos lugares y vivir las diferentes miserias de las personas pudo

interiorizar eso: la Verdad no existía o se encontraba camuflada en tantos lugares que nadie

podía conocerla con exactitud. En todas partes, en todos los pueblos podían encontrarse

historias de muerte y violencia acerca de la posesión de aquella que decían ser la «Verdad»,

pero que se convertía solo en la opinión de un pequeño grupo de personas que ostentaba el

poder político o económico. «En este país el uso de la verdad se ha convertido en un debate

político en el cual cada uno expresa opiniones pero no trasciende a lo dado en ellas ni se

pregunta por lo que existe más allá de lo dicho con las palabras. Estas tan solo designan una

copia oscura y confusa de lo que es en verdad la esencia interna del mundo, esa Verdad

absoluta que hace de todo una solo existencia. Algunos le llaman el Ser que se manifiesta en

diversos grados en todos los elementos de la naturaleza y lo habido por fuera de toda

explicación racional. Es lo que hace que todo caballo, a pesar de sus diferencias particulares

siga siendo un caballo ante nuestros ojos. Lo mismo con las virtudes: un hombre puede ser

honesto pero hostil con los demás, honesto pero irresponsable. Está en posesión de una virtud

pero carece de otras. Ello no quiere decir que, por el hecho de que un individuo particular

carezca de ciertas virtudes, no significa que estas dejarán de ser virtudes. Antes bien, la

existencia de ellas no depende de la posesión que hagamos de ellas sino que existen por sí

solas. Aún más, existe algo que hace que para nosotros ellas sigan siendo virtudes sin

131 | P á g i n a
necesidad de que una sola persona las posea enteramente. Pero se nos ha olvidado eso en este

país, pues cada uno se dedica a vivir sumido en la opinión y no busca la esencia interna de las

cosas que le rodean», llegó a manifestar en algún momento Joaquín, sumido en la más

profunda de las decepciones por ver que el espíritu del hombre se conformaba con lo material

y lo superficial.

Su pensamiento y su desilusión se debían a muchos factores, la mayoría de los cuales

se basaban en los tormentos que, en las largas horas de caminata, padecía el espíritu de quien

no desea el cambio, sino que busca una tierra en la cual echar raíces, pero teme de nuevo a la

decepción y la miseria interior. Y todo ello se debía a la constante contraposición que hacía

entre su pensamiento y lo que debía vivir en su cotidianidad. Pensaba que eran ciertas aquellas

viejas teorías que separaban el «fenómeno» de la «cosa en sí»; de la «representación» y la

«voluntad»; del «mundo sensible» y el «inteligible»; el «ente» y el «ser». Estas cuestiones

que había leído y que señalaban cuestiones independientes y alejadas entre sí, parecía

representar un mismo suceso: las cosas que vemos en el mundo, todo esto que está alrededor

nuestro no es sino mera copia y oscuridad de lo que hay más allá, en un mundo cognoscente

al que no podremos llegar con las limitaciones de nuestras facultades intelectuales. Los unos

hablan acerca de lo que aprehendemos por medio de nuestra razón, entendimiento, las

sensibilidades como el tacto, el color, el olor y el sabor, y que nos dicen tan solo la

imperfección de las cosas. Allí es posible la particularidad y en ese sitio vivimos la mayoría

de los hombres, atados a la opinión y al error. Pero más allá de esto existe algo que es perfecto

y en lo cual no hay espacio para la oscuridad ni el error. En este sitio, desconocido e

inaccesible por el momento para el hombre, está lo eterno, lo perfecto y, en cierto modo, lo

metafísico. Esto último se debe a que para alcanzar el conocimiento de los elementos perfectos

132 | P á g i n a
debemos partir de los imperfectos y especular acerca de la idea general de la cual se desprende

ese mundo de conocimientos de los cuales nos ufanamos tanto.

«El hombre tiene la capacidad de enorgullecerse de los conocimientos que tiene, los

cuales ni son universales ni salen del dominio del error y la oscuridad. Las veritatis æternas

parecen inalcanzables para el entendimiento humano, el Ser, parece que se manifiestan dentro

del mundo pero no podemos comprender más que su mera manifestación, pues, su esencia

interna, aquello que nos podría decir de qué está hecho o cómo funciona lo que vincula toda

la naturaleza, no está a nuestro alcance. Subordinados estamos, entonces, al conocimiento del

error y la copia de aquello que es perfecto y creemos que somos superiores por vivir bajo el

engaño», decía en distintos momentos de la vida. Joaquín siempre estaba en constante

reflexión y utilizaba su mente para todo. Cuando debía tomar una decisión compleja, de su

memoria salían todas las teorías de la filosofía, toda una disertación acerca de lo conveniente

para ese caso y que pudiera valer para un futuro, pero siempre elegía la respuesta que de su

corazón salía.

A medida que pasaba el tiempo tomaba más la manía de hablar solo. Cuando

caminaba, mientras comía, incluso cuando dormía hacía esto. La mayoría de las veces

recreaba escenas de libros leídos, pero, en otros tantos casos, reproducía conversaciones que

tuvo en algún tiempo con Diana o con Agustín. «Vida o muerte... Vida o muerte», decía muy

a menudo. Jamás dejó de mortificarse por el hecho de haberlos perdido. Para él, la culpa

siempre fue suya. En cierta ocasión intentó mencionar la posibilidad de quitarse la vida, pues

el tedio, la aburrición y la desolación seguían en su corazón tan latente como el día en que

enterró a su hijo y que se agudizó luego del entierro de su amada. Estaba solo en el mundo

133 | P á g i n a
protegiendo la vida de quien hubo elegido seguirlo para siempre, sin el deseo ni la capacidad

para hacerse cargo ni de su propia vida. Pero allí iba, andando por el mundo, disputando

siempre consigo mismo la necedad de pensar de forma universal pero vivir sometido a la

particularidad de una sociedad carcomida por el egoísmo, la corrupción y el chisme. En

definitiva, comenzaba a ver que la Verdad en la que creía estaba repartida entre todos los

hombres.

En medio de las divagaciones que él mismo tenía, pensaba que, en cierto modo, parte

de su vida había estado sumido en un profundo fanatismo, no religioso, sino filosófico. Esto

se debe a que en buena parte de la vida había establecido algunos principios que intentó

defender a capa y espada ante cualquiera que intentara contrariarlo. Y posterior a esta época,

el valor de las Ideas eternas, la Verdad y la Universalidad se convirtieron en motivo de culto

para su espíritu. Pero jamás lo dijo en público y tuvo que soportar un continuo combate interior

acerca de lo que para él era lo correcto y lo comúnmente aceptado. Hasta que el hecho de no

tener la razón en nada y reconocer que todo dependía de las circunstancias en las cuales se

desarrollaban, le provocó indecibles tormentos interiores.

134 | P á g i n a
Capítulo 3: Un nuevo desencanto.

3.1. La expresión del desencanto.

«Heme aquí triste y desamparado, empezó a decir en alguna ocasión Joaquín: Vivo en

la piel de un hombre que desconozco, su voz ya no es mi voz, su pensamiento se ha quedado

anclado a un pasado tormentoso y siniestro en el cual todo era una ilusión, pero, en medio de

esa ilusión se expresaba la felicidad de la manera más sublime que haya podido pensarse: a

través del amor puro y sin medida de un hijo hacia su padre; de la pasión desbordante de una

amada hacia su amante. ¿Y ahora? Ya no queda nada. Todo es tan distinto de eso que era en

tiempos pasados que ya no puedo continuar adelante por este sendero donde ando vagabundo,

andrajoso y sin la presencia de todo lo que amé un día y que ya no existe más para mí. Tomé

decisiones que no debí tomar y pago las consecuencias por ello con una vida cargada por las

miserias, los tormentos y los padecimientos que solo pueden darse en un infierno llamado

soledad y desolación. Levanto mis ojos hacia la pureza del corazón del hombre y me doy

cuenta que esto es tan solo una vana ilusión. Todo lo que haya tocado y expresado el hombre

se reduce tan solo a la vanidad manifiesta en un mundo material. En una sociedad en la que

el dinero tiene más importancia que el alma y las facultades intelectuales, hay una condena a

perecer en la injusticia y la violencia ¿De quién es la culpa? De un gobierno que desacredita

la verdadera formación de las personas y de un pueblo que continúa eligiendo a los

gobernantes que los oprimen y los mantienen ignorantes.

«He debido enfrentarme a tantas decepciones en la existencia que cualquiera nueva

aventura que emprenda solo traerá a mi espíritu la melancolía de aquellos días en los que mi

135 | P á g i n a
familia vivía. La resurrección es una bella metáfora que se expresa con sutileza en el papel en

blanco, pero que no se vivencia en la práctica. Aún muchos caminando errantes por el mundo

muerto están por dentro, pues no se valora lo que en su mente y corazón habita, mientras que

algunos otros que no merecen el recuerdo de los habitantes del mundo, continúan en el presente

de tantos pueblos que su nombre parece atado a la naturaleza. Los muertos que han provocado

más muertos viven más que los vivos que han provocado más vivos defendiéndolos del

dominio de aquellos primeros. ¿Justicia?, ¿en dónde está la justicia? También se ha repartido

entre los hombres, como La Verdad, y no hay nadie que pueda recuperarla, pues todos la

poseemos a nuestro modo y cada cual defiende su parte sin reconocer que no se puede completar

si no tiene la parte que los demás poseen. Aquella Idea de Justicia universal solo puede ser

defendida o conocida cuando el conjunto completo de la humanidad decida reunirse y vivir bajo

el amparo de una sola ley que englobe a las demás leyes existentes dentro del orden de la

naturaleza: aquella ley que es más antigua que las de Antígona y que se expresa en el ideal del

amor y la misericordia para entrar en unión con todo lo que posee existencia a nuestro alrededor

para dotarlo todo de armonía. Cuando estemos listos para esto y liberarnos de todas las cosas

que nos atan al odio y la diferencia, y optemos por devenir uno solo con lo Uno, sin segundo,

ahí podremos cambiar en algo esta desolación en la que hemos caído.

«Llegó un punto en mi vida en el que deseaba con ardiente fervor estar en continuo

contacto [en un hundirse cada vez más] con el conocimiento que se expresa en los libros, lo

cual, en esta época representaba para mí la única vía válida para convertirme en un intelectual.

Vaya desgracia la que debo reconocer en este instante, pues estaba sumido en la más profunda

de las particularidades y pensaba que mi noción del mundo era la única correcta y que debía

aplicarse al conjunto completo de la humanidad, pero he fallado en las deducciones que realicé

136 | P á g i n a
y mi entendimiento estaba cegado por el fanatismo y la ignorancia. Critiqué a quienes

permanecieron en el mundo de la doxa u opinión y esto solo hacía mí caminar más pesado,

pues yo era el primero en la lista de estos a quienes me refiero. Tarde reconozco este asunto,

pues si lo hubiera visto a tiempo, muchas cosas hubieran cambiado.

«Siempre necesité de la ayuda de alguien más que se manifestara en mi vida para no

cometer tantas imprudencias ni errores en el caminar habitual de mis estudios y formación.

Estuvo representado por el elemento femenino: en los primero años de conocimiento, en los

cuales incursioné en la filosofía de manera prematura y esto me llevó a la relación existente

entre esta y la teología, estuvo mi madre a mi lado; y, cuando ella faltó, me entregué a los

brazos de mi amiga Diana quien me liberó de las garras de la muerte y me condujo de nuevo

a los cimientos de mi existencia. Con ella recuperé el valor que perdía con la desaparición

material de mi madre, y pude vivir. Si, solo fue eso: en sus dulces manos viví aquellas

cuestiones que en mi entendimiento había negado por temor o cualquier otra cuestión. Y ahora

ya nada vale, pierdo mi vida y la de aquél que me acompaña en el camino. Somos errantes,

forajidos, bandoleros, aquellos que la sociedad ha relegado hasta el más bajo de los peldaños.

Lo hemos perdido todo en un pasado tormentoso y en un devenir que se presenta cada vez

más oscuro e incierto. Solo nos tenemos el uno al otro. Esa es nuestra única certeza. En este

mundo no hay nadie más que no sea el compañero que recorre nuestro camino, no adelante

para hacernos la vida más fácil, ni atrás para gozar de los beneficios de nuestra lucha, sino a

nuestro lado para combatir cada una de las batallas que la vida nos trae consigo.

«Pero un día fuimos grandes y admirados por diferentes personas a lo largo y ancho

del mundo. Fuimos reyes en nuestro pensamiento y ahora hemos de pensar como lo hacen los

desterrados y los olvidados del mundo. Luego de que haya faltado Diana, mi amada reina, y

137 | P á g i n a
mi hijo Agustín, nada ha sido igual, sino que todo ha perdido su sentido y significado. Las

riquezas no sirven para nada si no hay nadie con quien puedan ser compartidas, el

conocimiento y la sabiduría poco valen si no están al servicio de los demás. La sabiduría,

mientras esté encerrada, no puede decir nada: está ciega, sin utilidad y espera ser llamada por

alguien.

«Jamás he podido tomar una decisión correcta sin la ayuda de una mujer. Pero también

por la creencia ciega y despiadada de los hombres en una mujer que hubo llenado su vida de

amargura contra los filósofos, me encuentro aquí, como un desadaptado, con más miserias y

dolores interiores, con más recuerdos y melancolía que momentos de felicidad y fortaleza para

decidir lo mejor que debo hacer en este instante. La vida es así y siempre nos enfrentaremos

a fuerzas contrapuestas: unas querrán hacernos surgir de en medio de la oscuridad de la media

noche, otras querrán aplastarnos en lo más profundo de un laberinto sin salida y lleno de

espesa neblina.

«Me pregunto a cada instante: si nunca hubiera probado los dulces labios de mi amada,

y si nuestro amor siempre se hubiera manifestado en aforismos, renunciando así al placer

sexual que durante tantas noches explóranos, ¿qué hubiera sido de nuestras vidas? ¿Acaso

estas seguirían unidas y nada de esto hubiera sucedido? Jamás podré responder a esto de forma

consecuente, sino bajo la especulación de la opinión, pues esa existencia no puede ser vivida

más que en la mera imaginación. Todo ha sucedido de esta manera y otra historia no es posible

para mí. Si ella estuviera en mi vida ¿qué decisión me haría tomar? ¡Ay querida Diana, quien

debió morir aquella vez hace quien sabe cuánto tiempo debí ser yo y no tú amada mía, pues

138 | P á g i n a
no soy apto para tomar las riendas de mi vida ni hacerme responsable de mis decisiones si me

faltas tú, mi motor y mi guía!

« ¿Qué sería de mi vida si no hubiera dejado un hijo, el cual, murió con el tiempo a

una edad temprana, provocando en mi corazón tal sufrimiento que no me levanto y veo

siempre su rostro y escucho su voz? Reconstruyo siempre las conversaciones que un día

tuvimos y que no volverán a repetirse porque no hay reversa en esta vida. Muertos están y con

ustedes mi corazón se ha marchitado. Vida o muerte pensé un día para mi hijo y ahora soy yo

quien muerto anda por la vida. Los libros que un día leí, los escritos que un día construí no

han servido para nada en este caminar por las miserias del mundo. Antes bien, el recuerdo de

la época en la cual me dediqué solo a esa actividad agudizan estas cosas que siento en mi

interior. Porto la doble vida de haber construido algo teórico y olvidar que la vida es una

consolidación que se hace a través de la práctica y la vivencia. El estudio de los libros es tan

solo uno de los complementos de la vida pero esta no se reduce a aquellos. ¡Cuán equivocado

estuve durante todo ese tiempo! Pensé que luego de algunos años de esfuerzo y perseverancia

podía obtener los medios para no volver a trabajar y dedicarme en exclusiva a la filosofía,

fuente teórica de la explicación de los eventos metafísicos del mundo no aprehensible para

los hombres. Pero me he equivocado ¡y de qué manera!

«No ha dado resultado el hecho de pretender adquirir todo el conocimiento del mundo

a través de los libros, y menos aún de los de filosofía, pues si en uno de estos se afirma la

existencia de Dios en otro se afirma lo contrario de inmediato. Allí, en la filosofía,

encontramos elementos importantes para el conocer y el desarrollo del entendimiento, pero

también aquello que nos hace dudar de todo lo que somos, creemos y pensamos. Allí nuestra

139 | P á g i n a
existencia queda desamparada en medio de la oscuridad. Lo primero porque desnuda nuestro

corazón hasta el fondo de lo que somos y nos muestra nuestras contradicciones interiores para

mostrarnos que el pensamiento y la existencia son nada. Lo segundo porque quedamos

atorados en un campo o esfera en dónde no hay nada fijo y, a pesar de pensar la filosofía como

un sistema que pretende dar cuenta de la totalidad, depende de unas circunstancias históricas

determinadas a las cuales se queda anclada y nunca podremos decir, a partir de ella, algo que

pueda valer universalmente para todas las épocas y todos los hombres.

«Los libros encierran una parte del conocimiento del mundo y la filosofía lo manifiesta

de una manera efímera y dolorosa, pero elocuente. Y si nos quedamos con esto, sin un

ejercicio necesario de la realidad en la cual nos encontramos y de la cual bebemos los

elementos indispensables para la formación de nuestro pensamiento, estaremos atados a

perder nuestra vida en pos de un ideal clandestino y anónimo que muere con cada cierre de

un libro o nos condenamos a quedar anclados en una burbuja en la que todo tiene un orden y

un sentido, pero que no trasciende los límites de nuestras bibliotecas. Y esto sucede en pocos

casos, pues en un país como este, es de hecho extraño encontrarse con una persona apasionada

por el conocimiento que se encuentre en los libros. Aquí todos quieren ganarse la vida fácil:

poseer las mayores riquezas sin hacer el menor esfuerzo. Pero, ¿de qué le sirve al hombre

conquistar el mundo material en el cual habita si sucumbe de igual forma ante la desolación

de la soledad y el desprecio de sus contemporáneos? Sí la gran fortuna pudiera solucionar la

carga de aquellas cosas que son más pesadas que las cosas más pesadas del mundo, los pobres

estarían condenados a perecer antes del tiempo a causa del infortunio de haber nacido en

condiciones lamentables.

140 | P á g i n a
«La vida es más que el encierro voluntario e incondicionado para la lectura y

aprendizaje del conocimiento manifestado en los libros. Este es necesario en una época

determinada de la existencia de todo hombre, pero no debemos limitarnos a esa actividad. En

el momento de obtener el hastío se hace necesario salir al mundo y enfrentarse a diversas

situaciones que herirán en el más sagrado ser interior a los hombres pero que también hacen

parte de la vida: todos, por lo menos una vez, deben pensar en el suicidio como opción

irremediable e irreductible para la solución de todas y cada una de las dificultades presentes

en su particularidad. Pero en un país en el cual se debe confiar más en la suerte de los

ciudadanos que en su comprensión lectora, quien lee es el rey. Y por desgracia, en un país

como Colombia, los reyes son analfabetas funcionales.

«El desconocimiento de la filosofía existente en un país como este ha sido tal que

quienes deciden estudiarla son considerados como locos, ateos, e incluso guerrilleros. Ellos,

los filósofos, son los ideólogos de los grupos al margen de la ley, son los terroristas a los

cuales se debe desterrar por obligación y a quienes no se les puede dar trabajo por el hecho de

que al dárselo construyen sindicatos y cuestiones parecidas. Ellos son sujetos peligrosos

porque piensan y muestran la realidad tal cual se manifiesta: con todas sus miserias y

sufrimientos incluidos. ¿Y para qué maquillar la realidad de la vida si de todas formas en

algún momento hemos de enfrentarnos a ella? Que lamentable es saber que alguien, luego de

haber andado todo el camino de la vida, no desea suicidarse. Estas personas no han vivido lo

suficiente como para dejar que sus corazones detesten la vida y quieran salir lo más pronto

posible de ella. Y recorren el mundo estando apegados a algo que de todas formas se agotará.

«Para la ciudadanía en general, los filósofos son los culpables de la guerra y la violencia que

durante más de medio siglo azotó a esa nación y son los responsables de hacer fracasar cada

141 | P á g i n a
intento de negociación de paz, porque como ellos odian el trabajo y quieren ganarse la vida a

partir de un pensamiento incomprensible para la mayoría de las personas, entonces deben

hacer todo lo posible para ganarse la vida viviendo de los demás como un germen y, aparte

de ello, se atreven a cuestionar cada cosa que se les dice. Es por ello que apoyan a todos los

grupos al margen de la ley: pues son estos los que les dan de comer y, en cuanto tal, deben

hacer todo lo posible para garantizar su existencia a pesar de los intentos de las personas por

dejarlos de lado y continuar construyendo una identidad como nación sin que medie la

violencia. Los estigmas y los prejuicios sociales acerca de lo que se piensa de los filósofos es

más extraña cada día y parece que no hay manera de cambiar el asunto. Y lo peor es saber que

si un filósofo aspira a incursionar en la fenomenología y filosofía de la religión o está loco de

remate o desea ser un sacerdote y, en este sentido, hay que ponerle más cuidado, pues de

guerrillero se ha convertido en un pedófilo.

«Las personas suelen conocer mejor por lo que escuchan de forma irregular en las

calles y en las aceras en forma de chisme que por su razón y facultades intelectuales. Y

siempre estigmatizan a quienes se presentan de una manera diferente al establecido en esa

sociedad. Este país no se salva de eso y siempre terminan pagando quienes estudian algo

relacionado con las humanidades: si es sociólogo es drogadicto; el filósofo es homosexual,

extraño y preguntón; el antropólogo es un inútil desempleado; el músico es un excelente

taxista pero pésimo cantante, a menos que lo haga en una iglesia, pero sea como sea, jamás

venderá más de dos copias de sus discos. En definitiva cada persona que decide estudiar algo

de ciencias humanas será tildada de todo tipo de cosas que, en la mayoría de los casos, nada

tiene que ver con la realidad. ¿Y quiénes son los que tienen la autoridad dentro de la sociedad?

Los abogados, los médicos y los ingenieros. Importa poco que para la gente los primeros sean

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unos ladrones, los segundos no salven vidas y los terceros no sepan nada de su área y si se

caen los edificios que él mismo diseña y supervisa, no importa, porque es el ingeniero.

«Y qué más da, la gente siempre piensa de esa manera. Desprecia a unos porque sus

estudios los consideran superfluos o inservibles y a los otros los exaltan por ser los mejores y

más inteligentes a pesar de que para ellos también les implantan prejuicios. La sociedad

colombiana vive en contrastes: solo le da importancia a ciertas carreras y luego se queja

porque sus gobernantes no saben nada de lo que están haciendo. Esto suele suceder cuando

para la gente el ministerio de educación es manejado por administradores de empresas,

abogados o ingenieros sin ningún conocimiento de educación. Y suele verse eso mismo con

todos los otros ministerios de esta sociedad: ¡pero ay del que diga que no son buenos en ese

cargo: o los asesina el mismo gobierno o lo acribillan con prejuicios los fanáticos religiosos

que defiendes a esos políticos corruptos! Aquí quien quiere triunfar en política debe rezar el

rosario cada ocho días con lazos de amor mariano, predicar con ellos la bondad de los

dirigentes que a ellos les conviene, asistir a misa todos los días si es necesario; y luego de ello,

poco importa si en su plan de gobierno dice que robará todo el dinero que le sea posible o si

tapará las malas acciones de sus amigos paramilitares: todos estos fanáticos dirán que es una

persona con excelentes valores humanos. Y si promueve marchas contra los homosexuales,

para llevarlos hasta su exterminio, rechaza de forma rotunda el aborto y oprime con fervor los

derechos de las mujeres y las minorías y se atreve a decir que prefiere un hijo muerto o

guerrillero que un "gay" en casa, le será asegurado el cargo de presidente de la república y un

montón de fanáticos que lo defiendan a capa y espada de todos los detractores.

143 | P á g i n a
«Esto es algo que han aprovechado ciertos políticos para permanecer en el poder

durante años y los ignorantes y fanáticos continúan viéndolos como los nuevos santos y

profetas de sus religiones y serían capaces de nominarlos al premio Noble de Paz. Por fortuna

quienes suelen otorgar estas distinciones suelen ser más racionales que los fanáticos aunque

en ciertos momentos también tienen sus desaciertos. La ignorancia de las personas se camufla

por la cantidad de prejuicios que tienen. Valen poco las pruebas que se aporten para mostrar

el error en el cual caigan: lo importante es tener políticos creyentes, no importa que sean

ladrones o no sepan hacer nada, si son igual de fundamentalistas que ellos, estarán protegidos

por generaciones enteras. Y aquellos que intentan hacer las cosas bien en la vida, aquellos

intelectuales de la nación que se dedican al conocimiento de la verdad, tienen que enfrentarse

a la inestabilidad laboral, a permanecer por años sin un sueldo fijo y cuando lo tienen, vender

sus almas al diablo para que el empleo les dure lo suficiente como para pagar las deudas

adquiridas en los años de desempleo, o terminarán en el exilio porque nadie valoró lo

suficiente sus trabajos en esta nación.

«Muchos se preguntan por qué los intelectuales se van a vivir durante años a naciones

extranjeras. ¿Por qué será? Pues porque en este país de fanáticos les han asegurado la vida a

los ignorantes pero los intelectuales han sido expulsados de ese lugar como si fueran

cucarachas. Y mientras estos añoran el país y desean volver a él para verlo transformado en

una nación en dónde exista espacio para el desarrollo cultural y otras manifestaciones de

sabiduría y verdadero conocimiento, los guerrilleros, asesinos y mafiosos son protegidos por

buena parte de la ciudadanía. ¡Ay de ti Colombia que no sabes cuánto me dueles! Me gustaría

que fueras diferente y que pudieras cambiar tus prejuicios por conocimientos aproximados a

la verdad, pero eso será algo difícil y tendrás que sufrir bastante antes de comenzar a asentar

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las bases de una época distinta, en la cual desaparezca el fanatismo religioso y vuelva a

nosotros esa parte de la humanidad que hemos despreciado y exiliado en diferentes partes del

mundo. Mi corazón está lastimado y no sé cómo pueda sanar mi interior. Hay tantas cosas que

quisiera decir de ti, pero no puedo, porque al hacerlo moriría por tus garras y quiero llegar

con vida hasta el día en el cual el cambio te haya transformado en aquello que necesitas pero

que no mereces todavía. Quiero llegar a viejo y pensar que tantos sufrimientos y tormentos

han valido la pena para transformar la realidad de esta nación que ha sucumbido ante una

historia basada en la guerra y la muerte. ¿Habrá esperanza todavía?

«Jamás pensé que a mí me sucederían tantas y tales cosas en la vida como las que he

pasado. No pedí el hecho de enamorarme de una dama y lo hice; no pedí tener relaciones con

esa mujer y consumar nuestro amor mutuo bajo la figura de un hijo llamado Agustín y que

murió por las contingencias de la vida y las calamidades de un sistema de salud tan deteriorado

como el que existe hoy en Colombia; tampoco pedí sufrir tantas cosas como las que he

padecido pero aquí estoy, en vistas a un futuro desconocido e incierto y queriendo encontrar

un punto fijo en el cual asentar una descendencia antes de caer en el olvido. Pero tal parece

que esto que sí pido no podrá tener lugar en esta sociedad carcomida por el materialismo, la

particularidad y la corrupción. Por principio se esperaría que el hombre tienda al

perfeccionamiento continuo de su ser evadiendo la negatividad de la existencia y el obrar

injusto, pero en esta nación parece que practicar la injusticia se ha convertido en algo tan

elemental que todos lo hacen por naturaleza. Parece que todos nacen programados para la

práctica del mal y la supervivencia de las miserias humanas. Cada uno tiene que luchar para

que las humillaciones a las cuales ha de someterse no absorban su ser por complejo y dejar

por lo menos un centímetro de su consciencia en el cual sea libre.

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«No hay intelectuales que puedan dedicarse a pensar lo universal. Y uno de los

motivos por los cuales esto es así y no de otra manera es que la gente no trabaja por puro

placer o por consciencia de su lugar en la sociedad sino para no perecer de hambre en una

nación que ha implantado un modelo de consumismo crónico sin ver las consecuencias de

esto en personas de poca educación. Cada cual tiene sus obsesiones y es mejor cubrirse el

cuerpo con oro que buscar en el interior la clave para la supervivencia de la humanidad. El

consumo de ciertas sustancias psicoactivas no es del todo negativo siempre y cuando se haga

con moderación y justicia, pero aquí todos se han excedido en las cosas. Vivimos en una época

en la cual cada persona quiere tenerlo todo para sí y dominar el mundo para esclavizar a los

demás y defender el humanismo al mismo tiempo. ¿Contradicción? No, todo puede reducirse

a una mala interpretación de los elementos que traslucen la sociedad o un fanatismo ciego y

sin sentido. Ambas nociones nos han dejado una guerra y un odio silenciosos que cada vez

más cobran más vidas a lo largo y ancho de la nación. Yo me opongo por completo a cualquier

manifestación de radicalidad y fundamentalismo que atenten contra la idea misma de

humanidad y que pretendan destruir lo poco que nos vincula como una comunidad y una

hermandad. Debemos prescindir de aquellas cuestiones que nos despojan de lo que nos hace

humanos y salir a las calles, tomarnos de las manos y reconocernos en ese otro que es distinto

de mí pero que hace parte de mi desarrollo como persona humana y que, por poco que sea,

será parte de mi existencia aunque sea como una estrella fugaz.

«Hoy las personas se preocupan más por tener sexo que por construir una amistad que

se grave a lo largo de los años. Si viéramos lo romántico que suena la idea de dos amigos que

se aman pero solo como eso: como amigos, sin trasciender en las relaciones maritales,

podremos comprender que el amor no implica acostarse con alguien más, ni dejar una

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descendencia. El amor es algo que se vive en toda la naturaleza. Si Dios es amor no vive solo

en el corazón de algunos pocos sino que permanece en toda la naturaleza: solo tenemos que

amar lo suficiente para comprender esto. Ese es el único mandamiento que debería regir

nuestras vidas y esa es la mejor solución a cualquier guerra.

«Pero todo esto parece tan solo ser la expresión de un corazón que se ha dejado

deteriorar por las penas que durante años han provocado innumerables batallas interiores. No

es un dejarse vencer sino un reposar lo que deseo ahora. Un reposo eterno en el que no exista

ningún espacio para nuevas desilusiones ni miserias interiores ni más odios absurdos de

personas desafortunadas. Mi corazón no anda del todo bien y pienso que ha sido una cadena

de cosas que han ocurrido desde hace tantos años, que indagar por su origen sería igual a

responder por el origen de Dios, lo cual sobresale a nuestras capacidades intelectuales.

¡Cuánto daría porque Diana estuviera en mi vida todavía! Pero no lo está. Su cuerpo se ha

desvanecido al lado del de Agustín y no hay modo en el cual los pueda recuperar.

« ¿Acaso la felicidad del mundo se ha negado para este servidor? ¿Tal vez no he hecho

suficiente para ganar un momento de tranquilidad interior y saber que todo ha sido solo una

estrategia del destino que desea verme destruido? Parece que las fuerzas de la naturaleza

conspiran en mi contra y no tengo las fuerzas necesarias para continuar con mi vida pero debo

continuar en ella porque es necesario aunque no tenga una explicación para seguir así. Tampoco

existe una razón de ser en el tiempo que me indique que debo morir bajo el peso de mi mano,

pues, a pesar de tener malas épocas y una suerte miserable, no hay el suficiente designio para

hacer una cuestión como estas. Tan solo se debe esperar a que el ángel exterminador llegue a

reclamar un alma que desde hace tanto tiempo está destruida y que desea con todo fervor partir

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de este mundo para alcanzar bien sea la unión con lo Uno o la tranquilidad de nunca volver a

abrir los ojos para continuar con una permanencia en un mundo para el que no fui enviado.

«Todo me pesa más de lo que puedo soportar y las carencias de la sociedad pesan casi

lo mismo que mis tristezas personales. Cuando veo la falta de educación, el desconocimiento

innato de las personas frente a la filosofía y demás ciencias humanas, pienso que Agustín

hubiera podido ser aquello que tanto detesto: un fanático radicalista que se preocupa más por

el aparentar que por el ser en verdad. Pero la gente no tiene la culpa de ser como es, pues lo

que somos en la actualidad es la consecuencia de un montón de eventos pasados sobre los

cuales no tenemos ninguna responsabilidad pero de los cuales pagamos los platos rotos. No

es culpa nuestra que los gobernantes anteriores hayan sido tan corruptos y les hayan negado

la posibilidad a las personas de formar su entendimiento hasta el punto de evitar todo

radicalismo. Pero ha sido nuestra suerte de otra forma y hoy tenemos un país lleno de fanáticos

que daña los intereses de la nación y pretenden gobernar según prejuicios infundados y

estúpidos. Yo quería que mi hijo fuese diferente y qué curioso, la vida me lo ha arrebatado

sin previo aviso. Una persona puede ser religiosa sin ser fanática. Lo uno no implica lo otro.

Pero para mucha gente parece que sí y ello se debe a la carencia del conocimiento de libros

que tiene la población de este país. Esta no es la única manera de formar a los demás, pero sí

es elemental que la gente acompañe la experiencia con este tipo de formación. La una sin la

otra no son posibles, y una sola por sí misma no puede sino convertir a alguien en un

fundamentalista ingenuo y arrogante. ¡Que Dios nos ampare de morir quemados, ahogados y

de una discusión con un fanático religioso cuya postura política sea el conservadurismo!

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«Y en un país en el que suceden esas cuestiones es imposible pensar en el universalismo

de la filosofía. Si pensamos que toda filosofía es un sistema de pensamiento que pretende

explicar el mundo a partir de los elementos que constituyen una época determinada, nunca

podrá valer de forma universal sino que tendrá valor, sentido y significado para esa sociedad

en esa época determinada. En un futuro debemos volver a este sistema porque nuestro pasado

nos determina y nos hace saber cómo hemos llegado a ser lo que somos. En ciertos momentos,

algunos autores han planteado cuestiones con una validez que puede durar varios milenios, pero

no durará para siempre. Esto solo quiere decir que la posibilidad de instaurar un pensamiento

eterno es imposible para nosotros y más aún en un país como Colombia en el que todos creen

tener la verdad última de la existencia y por fuera de ellos no hay nada que valga la pena. Si la

filosofía fuera solo un opinar, un ejercer la doxa, en esta nación habría varios millones de

pensadores elocuentes y famosos, pensadores que, en otras latitudes del mundo nacen rara vez.

Si todo se pudiera reducir a opinar sin demostrar ni argumentar nada, Colombia sería la cuna

de los filósofos más geniales que haya parido este mundo. Pero no es así, la filosofía parte de

un discurso para llegar a "lo verdadero": he ahí la dificultad de dedicarse a este asunto, pues,

aunque se pueda partir de un intento de definición del mundo, lo importante es demostrar que

para los habitantes de esa época las cosas son así y no de otro modo. Y aun así es complejo

mostrar una cosa tal, pues engloba tantos y tales conocimientos que hoy nadie podría hacerlo

solo.

«Pero no, nos limitamos a ver la vida tal como aparece ante nosotros, qué es tal o cual

cosa para mí y el resto de mis contemporáneos pueden morirse si es necesario pero yo no

cambiaré mi opinión. En este egoísmo puro viven muchas personas hoy y se las dan de

filósofos y grandes pensadores. Pero su conocimiento es tan solo la opinión y están más

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alejados de la episteme o conocimiento científico que aquellos fanáticos que creen que pueden

dar cátedra de moralidad. Hoy más que nunca el pensamiento universal ha caído rotundamente

y parece que nadie ha llegado a salvarlo. Nos preocupamos más por el materialismo y el

consumismo radicales que por el establecimiento de la Verdad. Nos vestimos con las prendas

más costosas para ocultar nuestras heridas interiores. Compramos en exceso cosas que no

necesitamos para no pensar más allá de nuestras narices y no preocuparnos por lo que no tiene

solución: el pensamiento filosófico.

«Todo lo que he amado está perdido: todo ha sucumbido ante la particularidad de un

mundo que piensa poco y habla mucho. Debería ser todo lo contrario: escuchar más, hablar

menos, e intentar comprender mejor todo lo que habita en nuestro alrededor. Pido a gritos al

cielo la vida de mi amada esposa y de mi adorado hijo, pero muertos están y parece que nada

podrá traer su presencia conmigo. Viven siempre en mi pensamiento, en mi memoria pero sus

cuerpos no volverán para expresarles mediante un beso o un abrazo el hecho de que ya no

vale nada la vida si no están ellos a mi lado. Todo es tan vacío ahora. Todo parece estar

revestido ahora con un color gris y un sabor insípido. El mundo se ha perdido en sí mismo y

nada vale ya. Es mejor el tener que el ser y las verdades universales fueron repartidas entre

los hombres y estos las escondieron en las mazmorras del olvido para que nadie las encuentre

y dejar que la humanidad se niegue a sí misma aquello que la designa como humana para darle

más peso a la opinión y a las falsas apariencias. ¿Acaso podremos cambiarlo? No, es

imposible para nosotros y en este país, en donde todos opinan pero no piensan, tendremos que

soportar más todavía la disputa ciega y sin medida entre el fanatismo religioso y la corrupción

de nuestros dirigentes. ¿Tendremos alguna esperanza?

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__________________________________

Todo esto comentaba Joaquín Alberto Escudero Gonzales en una ocasión en la cual

su pecho asfixiado por tantos sufrimientos y miserias interiores le pedía a gritos un desahogo.

Su corazón desencantado quería un momento de reposo pero no lo tendría. Este mundo no

está hecho para quienes defiende el valor de la humanidad y todo parece ser extraño para ellos

pues habitan en tierras de nadie siendo extranjeros en sus cuerpos. Desterrados del mundo por

pensar de esa manera y no como lo hacen los habitantes de las naciones actuales: estos piensan

bajo la forma más perfecta de un materialismo desmedido y aquellos bajo el concepto de

humanidad, la moderación y la justicia. ¿Pero qué son todos estos conceptos? No son más que

meros artilugios que manifiestan las heridas interiores de una persona determinada. Son la

imperfección de algo situado más allá de lo cognoscible y ha sido negado para nosotros

simples mortales. Ya no habrá más disputas filosóficas, el mundo no necesitará a los filósofos

dentro de poco, pues representan la basura de la sociedad y como tal hay que erradicarlos para

siempre. Lamentable situación es esta, pero parece que la sociedad colombiana se ha

manifestado con esta minoría despreciable. Para afuera van, y nunca más regresarán los

filósofos. Al menos eso es lo que siente Joaquín e intenta desmentirse a sí mismo, pero algo

dentro de su corazón le dice que ya no hay otro camino y la decisión está tomada.

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3.2. La diferencia entre el discurso y la práctica. Los negocios ilícitos de la vocación.

Y así transcurría la existencia de un hombre que se sentía desamparado en sus

emociones: su vida se encontraba en pleno mediodía y la oscuridad y las tinieblas se habían

convertido en elementos indispensables para su existencia. El dinero se iba acabando poco a

poco pero no importaba, pues al final hubiese sido mejor una muerte por inanición que el

seguir cayendo en un abismo sin fondo, pleno de oscuridad y penumbra. Joaquín se hundió

en su pensamiento y hacer que reaccionara era lo más complejo que podría llegar a hacerse.

Quizá dio mayor importancia a la exploración continua de sus emociones negativas y al llegar

a un conocimiento tan profundo de su más sagrado ser interior que se dejó absorber por los

mismos y el mundo no tuvo más caminos que el de la soledad voluntaria sin estar preparado

para ella. El dinero nunca fue un problema en estos recorridos hechos a lo largo del

departamento. En principio, siempre se llegaba a determinados lugares pidiendo posada a los

habitantes del mismo. El hombre que iba siempre acompañado por el niño se presentaba como

un viajero recién llegado del país más retirado del mundo y las personas se dejaban

impresionar por esto y por el acento que imitaba. Jamás se ha sabido si estos acentos que

imitaba eran los reales de esa nación nombrada, pero lo que sí ha de saberse es que hablaba

tan chistoso que en muchos lugres permitían su ingreso para seguir divirtiéndose con este

extranjero.

Y de esta manera se ahorraba demasiado: no habría que gastar en alojamiento ni en

comida y el dinero que teníamos alcanzaba para muchas cosas. Esta actitud bondadosa, propia

de muchos campesinos de Antioquia, era recompensada con momentos de risa. Y jamás

pidieron más que eso: ser vistos y que la persona llegada les diera la felicidad que por algún

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motivo les había robado un gobierno o una guerrilla con actos corruptos o violentos. En

muchas ocasiones en la existencia el hombre no necesita muchas cosas sino solo la facultad

para distraerse y olvidar, por lo menos en un breve espacio, todos aquellos tormentos que le

aniquilan en su interior.

En un país en el cual la gente no está educada y a duras penas maneja su lengua

materna, escuchar el sonido de una voz extranjera produce cierto agrado y curiosidad. Le

pedían hablar en su idioma original y al final se comprendió, aunque muy tarde, que en

aquellos momentos en los cuales no conocía del todo bien la lengua, combinaba la de la nación

que representaba con alguna conocida por él como el griego y el hebreo. Y era muy curioso

escuchar recitar el Padre Nuestro en una mescla de arameo y griego, o escuchar el magnificat

en hebreo. La gente siempre se sentía atraía por este personaje y le obligaban a hablar en

lenguas diversas, para lo cual Joaquín tenía un talento especial. Jamás se supo de dónde había

sacado un conocimiento tan amplio de las lenguas del mundo pero daba la impresión de que

las conocía todas. Hablaba igual el alemán que el arameo, el griego igual que el francés entre

otras lenguas no tan comunes como el sanscrito o el hindi. Era tan sabio y enigmático que, a

pesar de ser predecible en muchas acciones, siempre sacaba un as bajo la manga para

sorprender a todos y mostrar hasta qué punto puede un hombre llegar para su supervivencia.

Pero gracias a ese talento especial se pudo vivir bien en muchas partes: quizá por ello no

gustaba de repetir un pueblo: para no ser descubierto en sus mentiras.

El hombre puede llegar muy lejos cuando su corazón está herido o su estómago vacío.

La supervivencia es algo que no tiene límites para el hombre. Y cuando se siente de verdad

lastimado en su más sagrado ser interior, parece que pierde toda vergüenza y se puede dedicar

a aquellos oficios para los cuales nunca estuvo preparado. Y así estuvo la vida de Joaquín en

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todos estos días: se confundió tanto en su interior que el mundo que se creó parecía ser el

mismo que le afectaba en su realidad. Aquellas cosas que decía parecían no ser mentiras en

su consciencia, pues las interiorizaba tanto que él mismo podría decir que vivía en aquellas

naciones mencionadas. Podría pensar que ser un viajero de una nación distante era tan cierto

como aquellas cuestiones que comía. ¿Por qué? Jamás lo he comprendido del todo. Pero el

estado que alcanzó su mente con esto fue impresionante.

Pasábamos cierto tiempo en cada uno de los pueblos que visitábamos y en algunos

momentos en las veredas adscritas al mismo y desaparecíamos un día cualquiera sin previo

aviso. Ello sirvió para que el dinero alcanzara por mucho más tiempo.

Para lo único que se gastaba era para obtener algunas provisiones en aquellos días que

sabía de antemano que el recorrido entre un pueblo y otro duraría varios días. Esto se hacía

para tener la experiencia de mirar diversos paisajes que daban tranquilidad al espíritu. En otras

ocasiones el recorrido se hacía en bus, pero fueron contados los momentos en los que

utilizamos estas máquinas, pues Joaquín terminaba mareado y vomitando lo que comía. Hubo

una gran economía en el dinero y, aunque siempre hubo gastos en determinadas cuestiones

elementales, nunca fue desmedido. Allí el niño aprendió a sobrevivir con pocos recursos y, a

pesar de tener una gran riqueza monetaria, nunca se gastaba más de lo necesario para

sobrevivir. El dinero siempre lo portábamos en unas maletas especiales y todo podría

perderse, menos estos depósitos. Con el tiempo se convirtieron en nuestro banco ambulante.

En una ocasión estuvo varios días internado en un centro de salud a causa de una grave fiebre

que le dio, pero pudo reponerse de ello gracias al buen trato del personal médico de ese lugar.

Esta fue una de las ocasiones en las cuales más dinero tuvo que gastarse, pero fue necesario.

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Como no estábamos afiliados a un régimen de salud salvo en el Pueblo X, hubo que pagar la

medicina particular. Pero no recuerdo que haya sido excesivo el cobro ni que hubiera

representado algún problema económico para los viajeros. La moderación y la justicia siempre

intervinieron hasta en la forma de gastar el dinero.

Al niño siempre le trataban mejor que al adulto. En parte se debía a que hubo un

proyecto eclesiástico que promovía el buen trato a los niños, niñas y adolescentes del país. A

pesar de que la situación de la niñez había cambiado un poco en esta nación todavía existía

una cierta brecha entre lo que es ser niño en una gran ciudad capital y serlo en un pueblo. Los

primeros tenían muchas más posibilidades de obtener una paz estable y duradera y los

segundos continuaban viviendo las secuelas del olvido y el abandono estatal. Los niños eran

tratados del mejor modo posible con los pocos elementos que tenían en cada región, en cada

población. A ellos se les daba lo mejor en medio de las carencias en las cuales vivían. Y se

dieron cuenta de esto en una ocasión en la cual casi separan a Joaquín del niño porque no

pudo demostrar que era el padre biológico de aquél. Tuvieron que correr para no ser separados.

Ese día el niño lloró los ríos del mundo por temor a volver a separarse del único apoyo que

tenía en ese instante. Y el hombre casi se convierte en un verdadero demonio por intentar

proteger al chico, para que no se lo llevaran de su regazo hacia un lugar extraño. A pesar de

haber iniciado una relación fría y distante, ambos lograron amarse a su manera: en silencio.

A veces el amor puede demostrarse de la manera menos convencional: sin decir nada, sin

mencionar un «te quiero», una persona puede saber cuándo otra se derrite de amor por ella.

El modo de tratar a los demás, las palabras utilizadas, el cariño con el que se viva, las acciones

que se realicen en pos del otro muestra si ese alguien te quiere o solo te ve como una diversión

de momento.

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A pesar de todas las inclemencias de la vida, tal como se presentaba en aquél lúgubre

caminar por el mundo buscando algo para lo cual no se está preparado pues ni siquiera se sabe

con exactitud qué se busca, el niño siempre encontró la manera de ser feliz. Aunque en el

fondo de su corazón estaba atado a sus antiguos amigos, quienes habían muerto en la peste, y

le dolía que nunca más volvería a tener contacto con otros niños porque ahora era un nómada,

un caminante sin camino que recorría las tierras desconocidas del mundo con alguien que

pretendía ser un extranjero para no malgastar aquello de lo que se supone estaba desprendido,

siempre fue feliz.

Y en verdad, el hombre era un extraño en su cuerpo, en su vida, en sus emociones.

Conocía todas las ciencias del mundo, hablaba infinidad de lenguas, podía hablar como un

mendigo o como un emperador, pero en el fondo de su alma sabía que no era feliz con nada

de lo que hacía y vivía viendo pasar su vida y la del pequeño que le acompañaba como quien

mira los autos que pasan por la carretera como un mero observador. El hombre convirtió al

niño en su discípulo y este absorbió todo el conocimiento de aquél como una esponja y jamás

se limitó en el saber. Al poco tiempo de estar con el hombre, el niño pareció ser más inteligente

y sabio que aquél y llegó a convertirse no solo en el apoyo moral sino en el agente que tomaba

las decisiones que les afectaban a ambos en el caminar.

Con Joaquín solo habían aventuras: a pesar de su espíritu melancólico y de todas

aquellas cuestiones que hicieron de él un hombre enigmático, siempre sacaba fuerzas para la

risa en los momentos menos esperados. Y cuando se enojaba por alguna razón, en vez de

golpear o maltratar, guardaba silencio y sonreía pero su sonrisa siempre era poseedora de una

advertencia: «no me dejes hundir en esta desolación que me abruma. Por todo lo que más

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quieras: ¡no me abandones!». Nunca sobrepasó los límites y privilegió el diálogo sobre

cualquier otro mecanismo de represión. En aquellas ocasiones en las cuales sentía la necesidad

de expresar su odio hacia el mundo que lo había arrojado sobre la desventurada depresión que

ahora abarcaba por completo su ser, entraba en un trance enfermizo y pagaba con silencio la

poca fuerza que tenía para sobreponerse a los daños existentes en su corazón. Y siempre se

guardaba todas sus emociones en su interior y eso le afectaba, pues cuando todo afloraba desde

dentro se notaba un tormento del cual nunca se repondría. En el mundo existen personas de ese

modo: poseen todo lo necesario para vivir, pero guardan tal desolación en sus interiores que

poco importa lo que hagan en su cotidianidad: el deseo de muerte será más fuerte que ellos y

terminan pensando en todo momento en el suicidio como remedio a sus males. Quienes no

logran salir de la pesadumbre por su mano, terminan convirtiéndose en muertos vivientes.

En alguna parte de nuestro recorrido notamos algo extraño en uno de los pueblos, y

aunque no comprendimos el asunto en un primer momento, cuando lo hicimos, la sorpresa

que nos llevamos fue inmensa. Una persona existió allí, una que actuaba de una manera poco

habitual. Semidesnudo andaba, con una enfermedad que todos habían declarado como locura

pero que nadie había diagnosticado con la ciencia. Nadie quería a este sujeto, pero tampoco

lo expulsaban del pueblo puesto que cada vez que lo hacían regresaba y cometía las peores

atrocidades que jamás habían imaginado. Decían que era una maldición el hecho de tenerlo

allí y que con paciencia debían esperar el día en el cual llegara el hombre que se lo llevaría de

ese lugar para calmar, de ese modo, las penumbras del pueblo. También afirmaban que en los

momentos de cólera, este sujeto era capaz de destripar la cabeza de un niño con solo mirarlo.

Todos cuidaban de no alterarlo en lo más mínimo pues «la última vez que se enojó, produjo

la muerte de casi un centenar de personas», dijo alguien a los viajeros.

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Y la cuestión partía de muchos años atrás cuando una mujer hermosa llegó a aquél

pueblo y tuvo una relación amorosa con Pepe, el destructor. Este tuvo un hijo con ella y fueron

las personas más felices en todo ese lugar y durante años se convirtieron en la inspiración de

muchas personas: muchos niños querían ser como ellos y conseguir una paz estable y duradera

y construir un destino tranquila al lado de las personas más amadas en sus vidas: tener esposa

e hijos para darle lo mejor a ambos tal como hacía Pepe con su familia. Eran ejemplares y

llegaron a inspirarlos a todos con su ejemplo de vida y el amor con el que la abordan podía

enternecer a cualquiera. Pero llegó un pequeño grupo de personas con ideas extrañas sobre un

Dios sin nombre y, al encontrar cierta oposición en esta familia, pues atacaban con argumentos

los prejuicios que estos intentaban transmitir mediante «la predicación del amor», les

impartieron una maldición: morirían de la manera más lamentable excepto el hombre del

hogar que viviría para estar loco. «Y se cumplió, porque cerca de un mes después la mujer y

niño de Pepe murieron, o más bien se mataron, porque los encontraron colgando de un árbol

en las afueras del pueblo, y desde eso Pepe está loco. No sabemos si está loco porque quería

mucho a su familia o quien sabe... Tal vez fue por la maldición... el hecho es que está así,

corrido del coco», llegó a decir alguien, a lo cual preguntó Joaquín « ¿Y la gente que hizo la

maldición en dónde está? Pues si ellos se la dieron, ellos la pueden remediar ¿No les parece?».

«Pues sí, respondió alguien. Pero resulta y sucede que esa gente ya no está en este pueblo,

ellos se fueron para el Pueblo X hace muchos años y hubo una peste por allá por culpa de otra

maldición y a nosotros nos da miedo irnos de pa`llá porque las cosas como que no andan del

todo bien. Preferimos tener a Pepe aquí hasta que alguien se lo lleve o se muera, pero no

queremos más problemas».

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Tal parecía que en todas partes estaban presentes aquellas cuestiones de las cuales

pretendían huir. Poco después del conocimiento de la historia de Pepe, decidieron salir

corriendo de aquél pueblo y no permanecer ahí más que para saber que nunca más regresarían.

«Quizá, dijo Joaquín, podrían llegar a reconocer que hemos sido nosotros quienes salimos de

aquél lugar y pensarán que venimos para ratificar las maldiciones que pesan sobre el pueblo».

« ¿Acaso es cierto todo lo que se dice acerca del estar maldito?, preguntó el acompañante», a

lo cual replicó el hombre: «No lo es, pero cuando una comunidad ha decidido bañar su corazón

por la ignorancia, los prejuicios y las malas andanzas de palabrerías sin sentido, podrían llegar

a asesinar. Es mejor partir de aquí antes de saber si ellos tienen su mente tan pervertida que

podrían sacrificarnos en pos de la purificación».

Tal vez, después de tanto caminar, tendría que enfrentarse de nuevo el presente con un

pasado que se creía perdido en los mares del olvido. Pero no, parece que los hombres están

condenados de por vida a ser presas y víctimas de su pasado y de las palabras y acciones que

han cometido en algún momento de sus vidas. Al enfrentarnos al mundo exterior y pensar que

construyendo una burbuja para habitar en ella podría el hombre negar el camino recorrido

hasta ese momento de su existencia resulta ser tan solo una mentira. Las circunstancias que

determinan la toma de decisiones para cualquier persona parecen atraparlo para siempre.

Joaquín nunca hizo nada para merecer aquellas cuestiones de ser maldito ni que su fama se

extendiera por todos los pueblos, incluso en aquellos que parecían más cercanos a los confines

del mundo que al lugar donde ocurrieron los hechos primeros que obligaron al abandono de

las tierras que lo vieron crecer tanto como persona como intelectual. Aquellas palabras

expresadas por Maryori Julieth García Correa a una pareja que vivió mucho tiempo antes que

él recayó sobre su espíritu sin haberlo merecido, pedido ni buscado. En aquella mujer existía

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un odio natural por lo racional y parecía que su fuerza no se extendía solo al pueblo X sino

que, más allá de las fronteras y territorios de nuestra cuna, existía una ratificación de sus

palabras y nadie intentaba dudar de ello. « ¿Y cómo puede ser posible que incluso en dónde

esté la presencia de ese grupo de amor mariano también haya presencia de maldición y

persecución y que sepan de la historia de la cual nos hemos librado? Todo aquí parece una

persecución más allá de lo dado para ir en declive de nuestra razón, es mejor huir antes de

convertirnos en el objeto de nuevos ataques de aquellos fanáticos».

Y en verdad parecíamos huyendo de todo, pues ese día corrimos durante varias horas

y no paramos hasta estar seguros de haber dejado los confines de ese pueblo y haber asegurado

para nosotros que nunca más volveríamos a tener contacto con personas que creyeran en las

mismas cuestiones que ellos. No había modo para convencer a los demás de que tal cosa como

la maldición era tan solo una sugestión de su espíritu o un engaño mal disfrazado que

presentaban ciertos fanáticos religiosos corrompidos por el hecho de que nunca los aceptaron

en un seminario por sus cortas luces intelectuales, o porque pretendían adquirir un poder

político a costa de un mensaje hermoso, pero dañino a la integridad de los demás. « ¿Por qué

tanto miedo a enfrentar las creencias con la razón? ¿Por qué no buscar una base lógica para

aquél campo de conocimiento basado en la superstición? Existió alguna vez una corriente de

pensamiento que intentó ver la religión por fuera de un dogma y más del lado de la razón,

pero la gente continúa pensando en que las cosas tenebrosas están apoderadas del mundo y

que tendremos que enfrentarnos al maligno. Pero no se imaginan que el maligno son ellos

mismos al practicar algo diferente de lo que predican y que son sus prejuicios los que impiden

un verdadero progreso de la Iglesia. Esta vive aún su Edad Media, en una época que ha

superado la Ilustración y el progreso indefinido del hombre: Que Dios nos ampare de no poder

160 | P á g i n a
utilizar la razón, de las pestes no controladas e introducidas en medio de la sociedad por un

reducido número de personas y de los fanáticos religiosos», dijo Joaquín desesperado mientras

salíamos de aquel Pueblo maldito.

Y en verdad el mundo parece estar dominado por esa dicotomía entre la teoría y la

práctica: por un lado decimos e intentamos formar a los demás bajo la esfera del amor, la paz

y la reconciliación, pero, por otro lado, somos contradictorios, pues al más mínimo

movimiento de los demás respondemos de manera violenta. Pensamos que todo es una

conspiración en nuestra contra y que el mundo solo ha sido creado para vernos caer en un

profundo abismo de soledad, depresión, desesperación y maldiciones.

Pero luego debimos llegar a otro pueblo, también dominado por las creencias religiosas,

como suele suceder con la mayoría de los pueblos en este país. Al no recibir una buena

educación ni formación alguna, las personas intentan encontrar una explicación para los sucesos

que les acaecen en su cotidianidad: la iglesia parece dar ese consuelo y ese conocimiento a

quienes lo necesitan. Por desgracia, si estas explicaciones no se acompañan por la educación,

suelen caer en prejuicios y formar fanáticos y no personas con una alta espiritualidad. Y en un

país en donde el Estado no tiene presencia en buena parte del territorio nacional, es bueno que

alguien intente poner orden y haga cumplir las leyes. En un principio es válida la formación

que pueda recibir el hombre acerca de Dios, pero llega un punto en el cual debe dirigir su razón

hacia otros horizontes y ver el mundo con un mayor grado de profundidad al cual le pueden

mostrar los voluntarios que hay en las diferentes parroquias con las limitaciones económicas

que todos tienen y sin la suficiente educación. Muchas personas llegan a educar en la fe teniendo

más preguntas que respuestas y se ven obligados a solucionar las de los demás. Cuando esto

161 | P á g i n a
sucede, el ejemplo debe intervenir y mostrar que es posible vivir con ciertas reglas, sin hacerle

daño a nadie pero también debe haber un principio de motivación para la indagación y el estudio

profundo de Dios. La creencia no está mal, lo malo es pensar que por ella sola podremos

conquistar el mundo sin más sacrificio: debemos creer y aumentar la ciencia y, al aumentar la

ciencia aumentar el conocimiento de Dios y la fe.

«Formar a los demás en la fe pero no buscar los elementos indispensables para conocer

en qué se cree o qué implicaciones tiene lo que se hace, es vivir en la oscuridad y la tiniebla.

Y así viven muchas personas: en la ignorancia y la creencia de que tener fe es lo único que

deben tener para llegar a la Restauración. Si miramos con detenimiento el camino emprendido

por Suka para llegar a la unión con el Ser-Uno, sin segundo, parte de la creencia y la fe, y

atraviesa el hastío del conocimiento. ¿Algún día seremos como Suka y conoceremos el mundo

y el Ser de Dios por algún lado que no sea la creencia ciega? El día en el cual suceda esto, ese

día podremos llegar a nuevos avances en esta sociedad colombiana», dijo Joaquín al llegar al

nuevo Pueblo. Y la verdad era esa: siempre estaba preocupado por el conocimiento y las

nuevas formas para ampliar su intelectualidad. Jamás pude comprender de dónde sacaba tanta

información si siempre trabajó arreglando bicicletas. No era tan viejo como para haber

comprendido la totalidad del mundo, pues su edad nunca fue dos décadas superiores a la mía.

Al entrar en aquél pueblo fuimos recibidos como en muchos otros con los brazos

abiertos y con una fraternidad increíble. A diferencia de todos los otros lugares aquí no hubo

necesidad de buscar un alojamiento porque tenían uno especial para los forasteros. Tal vez

estaban acostumbrados a recibir a viajeros o pensaban hacer un sacrificio para ganar alguna

indulgencia. Joaquín decidió creer esto último, pues su alma estaba ahora en un trance en el

que desconfiaba de la bondad del hombre. Ese día, por primera vez, se le escuchó hablar como

162 | P á g i n a
un sacerdote. Nos estuvieron contando las dinámicas del pueblo y el orgullo que sentían por

ser la cantera de curas, monjas y monjes de la región. Comentaban la cantidad de personas

que se consagraban por año y con gratitud decían que buena parte de ese número era del

pueblo que se pisaba. Casi mencionan que era sagrado por ese hecho. «Ahora entiendo la

naturaleza de estas personas. Hay que desconfiar de ellos», afirmó con una voz casi

imperceptible.

Luego de un discurso de bienvenida por parte de varias personas, el primer ofrecimiento

fue una habitación doble en el seminario de la localidad. La decisión fue fácil de tomar, pues

en esos lugares, se duerme bien, se come bien y no existe una presión para salir del lugar en un

tiempo determinado. Es como tener una casa por un tiempo indefinido con la certeza de vivir

del mejor modo posible y, al marcharse, nadie tendrá que responder por el dinero de lo

consumido, pues todo seminario debe ser auto-sostenible. Con esta certeza Joaquín asistió a ese

lugar. La habitación era grande. No tenía nada que no se necesitara, es decir, carecía de todo

lujo, pero estaba la certeza de que por algunas noches dormiría en una cama confortable y que

tendría más comida de la que necesitaba para vivir. Durante un mes, esa fue la residencia para

el hombre. De haberlo elegido, se hubiera quedado viviendo en ese lugar sin ninguna molestia.

Hasta que ocurrió lo inesperado.

Cuando se dieron cuenta que en los bolsos especiales, los cuales para disimular a los

curiosos eran tulas hechas por indígenas con un cierre fácil añadido por Joaquín, estaban

llenos de dinero, quisieron sobrepasarse en sus propuestas y pensaron que una era que el

hombre se consagrara como sacerdote pues «su conocimiento excedía los de cualquier

humano y debía ponerlo al servicio de los demás desde la vocación sacerdotal», o debía dejar

163 | P á g i n a
a su discípulo en el lugar con todo el dinero, pues «en caso tal de que sucediera algún incidente

en el cual perezcan, el dinero puede servir a fortalecer las obras de misericordia en la pastoral,

mientras que el niño sería formado en la educación para el sacerdocio». El asunto resultó

curioso, pues, desde el momento en el cual vieron tal dinero, que para todos era una importante

suma excepto para Joaquín y su discípulo, las comodidades en el seminario aumentaron, y no

solo eso, sino que de inmediato comenzaron a aparecer los lujos, entre ellos, la instalación de

un televisor en la habitación, computadores y otros dispositivos tecnológicos que, para ellos,

comprarían la voluntad de aquellos viajeros.

Pero Joaquín tenía pocos escrúpulos cuando veía tales síntomas de corrupción y

después de un fuerte alegato con el director del seminario, tuvimos que salir de allí a toda

prisa. Y de nuevo surgieron para Joaquín aquellos antiguos interrogantes que se planteó

cuando fue rechazado de la vida monástica, con la sola excepción que ahora tendría el dinero

necesario para pagar su estadía y con creces en aquellos lugares para los cuales estaba

preparado y deseaba ingresar con todo su corazón. Pero ahora era él quien despreciaba ese

ingreso al lugar pues según decía: «no entraré ahora que mi corazón está vacío por la falta del

cariño de mis padres, el de mi esposa y el de mi hijo. No entraré en una orden por despecho o

porque no puedo ser capaz con los tormentos y padecimientos habituales de la existencia. Y

sé ahora que para seguir los caminos de Dios no necesitamos dinero, sino la voluntad de servir

y comprender al otro como una parte distinta de mi vida. Es un error pensar que el servicio a

los demás está mediado por el valor del dinero. ¿Acaso no existe una parte humana que decae

en ciertos momentos y por la cual podremos morir si no la fortalecemos? Pues sí, y en los

tiempos en los cuales vivimos y somos, es más importante servir para curar las heridas

espirituales de los demás que servir para alimentar la sed de corrupción de algunas personas.

164 | P á g i n a
Es lamentable que los hombres hayan construido un régimen capitalista sobre un mensaje que

debe estar fundado tan solo en las reglas del amor al otro». Todo esto y más decía él en ese

momento y luego de ello se arrepintió por estar actuando de una forma acelerada y por no

permitir que la moderación y la justicia mediaran en sus palabras. Pero el hombre cuando

tiene un estado de exaltación frente a algo que le produce una ira desenfrenada, puede llegar

a realizar cosas que ni siquiera él imaginaba que podía hacer. Y Joaquín siempre se exaltaba

por cualquier hecho que pareciera como injusto ante sus ojos.

«Hablamos del amor y de la esperanza, pero nuestra practica se reduce a lo opuesto de

esto. ¿Acaso puede el hombre decidir que es más importante el dinero que la espiritualidad?

¿Tal vez hemos llegado a tal punto de descaro que decimos aquello que suena bien para

justificar el engorde de nuestras cuentas de ahorro? Es necesario volver a pensar la idea de

humanidad y luchar por ella para no continuar con este desprecio del hombre que tanto hemos

propagado», afirmó entre lágrimas aquél hombre. Y la verdad sea dicha, en ese momento y

bajo las circunstancias en las cuales se encontraba su corazón y su mente, no comprendía las

razones que le daban, pues todo era un mero artilugio para apoderarse de lo único que tenía y

atarlo de por vida a ese lugar. «Y si se entrega el dinero y en unos cinco años cuando nos

demos cuenta del cinismo que hicimos, ¿tendremos que quedarnos allí porque no hay más de

donde pegar y todo lo nuestro se ha quedado en el olvido? No, no puede ser así. Algo debe

ser diferente y debemos indagar del por qué la iglesia necesita tanto dinero y en qué se la gasta

que no sea en lujos y excentricidades», afirmó escupiendo mierda.

Hasta ese momento la vocación y la iglesia solo presentaban contradicciones, al igual

que la sociedad civil. En esta última la gente ni siquiera practicaba las leyes que predicaba y

165 | P á g i n a
se encontraban sumidos en un profundo fanatismo religioso en el que podían hacerles daño a

los demás, olvidando su humanidad, para reiterar lo que ellos creían correcto y verdadero en

un mundo en el que la Verdad Absoluta está fracturada y repartida entre los hombres. Los

primeros parecían privilegiar la relación del dinero y la productividad en su mensaje,

contradiciendo las leyes y reglas de amor que predicaban. Parecía más que los términos se

habían invertido: los miembros de la sociedad civil defendía lo religioso, y los religiosos

definían las dinámicas de la sociedad civil. Todo estaba al revés y aquellos que, como Joaquín,

intentaban recuperar el orden de ambas partes tenían que enfrentarse a las miserias y

tormentos de ambas sin poder remediar ni sanar ninguna de las heridas provocadas por ello.

Toda esta historia de desesperación y de ambigüedades interiores, puede ser

comparable con la de aquél monje desaparecido de la faz de la tierra hace tantos años y que

ha sido legado para la humanidad con los lamentos de la madre que, al ver que su hijo aceptó

la radicalidad del abandono y la soledad, perdió a quién más quería, sin comprender los

designios de un Dios misterioso, el cual habla a través de los sueños. La madre se lamentaba

por su hijo con estas palabras: Allí andas vagando por el mundo querido Juan y no hay

ninguna persona que pueda encontrarte. ¿A dónde has ido? ¿Por qué lo has hecho? con una

sola acción, en un segundo ha perdido la humanidad un futuro santo, un próximo papa, el

siguiente buen ejemplo para liberar al mundo del dominio del mal. Pero no. Ya no podrá ser

esto. Es más, ya no podrá ser nada. Ha abandonado la existencia y parece que no hay quien

pueda seguirle el rastro. Pero, ¿en dónde está? Nadie lo sabe. Solo conocemos que un día

tomó un rumbo diferente al esperado y ya: a partir de ese momento ha sido un fantasma para

todos. ¡Oh hermoso Juan! Si tan solo hubieras visto la vida con la misma claridad con la

cual veías los aspectos centrales de la teología, hubieras podido llegar más lejos que

166 | P á g i n a
cualquiera en este mundo, pero por desgracia has dejado el regazo de la diosa Venus para

entregarte por completo a Marte, el dios de la guerra. Pues has hecho más caso de tus

conflictos interiores que de la realidad que te rodeaba. ¡Cuánto hubiera dado porque no

hubieras tomado decisiones tan apresuradas y hubieras esperado, como siempre lo hacías,

la primavera de tu pensamiento! ¿Cuándo volverá aquél tiempo en el cual podía decidir el

destino de la humanidad? ¡Pero tu corazón humano se ha adelantado a los sucesos y has

elegido sin la sabiduría que siempre te caracterizaba! ¿Acaso volverás? No somos adivinos

para averiguarlo, pero sí te llamamos todos los días con nuestro corazón.

En este punto deberíamos preguntar: ¿qué lleva a una madre a hablar acerca de su hijo

en estas condiciones? Pues la historia nos remonta a principios del siglo XVIII cuando Juan

Albeiro Estrillón Goez era un niño de tan solo 17 años ingresó a la vida monástica por

designios de Dios y decisión suya y de su familia. Feliz por desprenderse de todo lo material,

por renunciar a todos los placeres que pueden corromper el corazón del hombre recordó ese

bello poema que lo llevó a elegir la vida eremítica como única vía posible para la obtención

de su tranquilidad de espíritu. El poema fue escrito por un monje cartujo cuya identidad ha

quedado perdida en algún punto de la historia. El monje debe vivir todavía, pero no está con

nosotros sino encerrado en perpetua mortificación y oración que le acerca cada vez más a su

Dios personal.

Feliz en la soledad

Sin el hijo que tanto deseaba; sin los


besos de una mujer compañera;
lidiando todo el día con lo austero.

Así la soledad me miró.

167 | P á g i n a
Y Dios me hace feliz de otra manera.

Dentro de paredes y rigurosa clausura


el cielo y la tierra mis fronteras, en la
rutina monástica y seria, sólo con la
aventura de la fe.

Y Dios me hace feliz de otra manera.

Como una nube que vuela solitaria, bella


parábola del grano de trigo, así vivo en mi
celda sin testigo, ningún otro
entretenimiento que mi oración.

Y Dios me hace feliz, y yo lo bendigo.

Vibro con mi cuerpo consagrado


Como piedra esculpida en la minería;
a la espera de la Eterna Primavera
suspirando así tanto como yo soñaba.

Y Dios me hace feliz de otra manera.

Domino el corazón con la castidad, la


humanidad sin ninguna dificultad; en
silencio en mi celda, a la espera sin
nada que suavice mi soledad.

Y Dios me hace feliz, y ¡cómo!

Jamás pudo conocer tal profundidad, y aún hoy su madre se pregunta qué fue lo que

le llevó a sentir tal conmoción interior para que, luego de la lectura de tal escrito de un monje

cartujo, desconocido para ellos y para la humanidad, decidiera imitar la soledad y la austeridad

de este, para nunca más volver a la sociedad civil. Al menos, eso fue lo que pensó en un primer

momento. Pues el ideal que entró en su mente con esto, a parte de la tranquilidad de espíritu

era la salvación del alma de las demás personas. Pensaba que, al hacer un sacrificio como este,

negar su futuro, sus potencialidades, sus talentos, para dedicarse a la soledad y la austeridad

aceptada por voluntad propia, ayudaría a que los males del mundo se mitigaran un poco.

168 | P á g i n a
Sabiendo que no podría conocer jamás a quienes salvaría, ni al monje cartujo que cambió su

vida cuando conoció este poema, creía que el mundo sería un lugar mejor al realizar una

cuestión como estas. «Sacrificio necesario para liberar al mundo del dominio del mal y de la

opresión del pecado», afirmaba cuando alguien le decía que equivocaría el destino de su vida.

No hubo nadie que le hiciera pensar algo diferente a lo ya determinado y, en el fondo de su

corazón sabía que esto era para toda la vida.

Nadie pensó que esta decisión fuera a trascender más allá de unos cuantos meses, pues

este niño era la adoración de todas las personas que estaban al rededor suyo: se dedicó a las

obras pastorales y a hacer feliz a los demás, aunque ello significara el olvido de sí mismo.

Desde muy niño comenzó a dar de comer al hambriento: con un grupo de personas de la

caridad que se reunían tres veces por semana regalaban comida a los más necesitados; con

otro grupo visitaba a los enfermos, asistía al encuentro con los ancianos abandonados para

escucharlos y ser un apoyo emocional en el momento en el cual los demás los habían

abandonado. A parte de ello, le alcanzaba el tiempo para ser el mejor de su clase y para

impartir el conocimiento que recibía a quienes, por alguna razón, no podían asistir a la escuela

a instruirse. Al poco tiempo se convirtió en un modelo a seguir y un referente para todas las

personas que lo rodeaban: y lo amaron tanto por ello, que cada vez que tenía un problema, no

debía preocuparse por solucionarlo, pues las personas lo hacían por él.

Fue lamentable el día en el cual hizo público el deseo de unirse a una comunidad

religiosa de clausura, pues, todos concordaban en que se perdería el mejor de los cristianos

por un simple capricho. Pero entre más le decían que no lo hiciera, más deseaba hacerlo. El

hecho es que entró a la orden, de una manera irregular a la edad de 17 años y se quedó allí

169 | P á g i n a
para todo su proceso de formación, el cual duró diez largos años. En estos poco o nada habló

con su familia, pues, en el transcurso de este tiempo solo envió unas ocho cartas manifestando

la felicidad que sentía al estar en ese lugar y, en definitiva, solo le fueron respondidas dos

cartas, en las cuales le afirmaban que la economía del hogar iba muy bien y cosas por el estilo.

Al cumplirse este tiempo, debió volver a su hogar y estar de nuevo con su familia para ver si

estaba firme en su decisión o en ese tiempo había decidido permanecer en la sociedad civil.

El estado tan lamentable en el cual encontró a su familia, le dejó muchas cosas para

pensar. Sus padres, en estos diez años, habían envejecido como si hubieran pasado 20 o más

y ahora se encontraban enfermos y sin las fuerzas necesarias para garantizar el bienestar de

sus vidas por su propia cuenta. Estaban a merced de sus dos hermanos mayores, quienes, por

esas cosas de la vida, comenzaban a ver cómo el negocio de sus vidas declinaba de tal modo

que estaban a punto de declararse en bancarrota. Sus amigos de infancia se habían marchado

de su lugar común: muchos estaban en el extranjero y otros habían muerto. Parecía ahora

encerrado en una época que no había sido creada para él y todo lo que había construido en el

pasado desapareció en el momento exacto en el cual se internó en su soledad. Ya su vida no

fue suya y, como ahora había pasado tanto tiempo, no podría reiniciar su vida en el punto en

el que la dejó, pues este representaba un lugar apartado de su niñez y ahora, convertido en un

adulto sabio, conocedor de las ciencias filosóficas y teológicas, podía efectuar los mejores

discursos acerca del valor de la humanidad, pero no podía producir algo de dinero para el

bienestar de sus padres, pues no sabía cómo hacerlo. Esto lo desesperó e hizo que su espíritu

cayera en una profunda depresión. Toda la teoría que había aprendido en tantos años, todas

las lenguas que ahora manejaba, no le servían para darle a sus padres todo lo que les había

faltado en años. Perdió una vida entera, y con ella, hizo que sus padres perdieran la suya.

170 | P á g i n a
«Si hubiera estado aquí, es muy probable que nada de esto estuviera pasando. Pero

mis caprichos de adolescente me han llevado al desprecio de mis padres para el

fortalecimiento de mi egoísmo innato. Pero esto debe cambiar», se dijo desesperado un día

que no había dinero ni para comprar un pedazo de pan para engañar al estómago por un rato.

Sus padres morían de hambre y, mientras tanto, él había tenido comida de sobra sobre la mesa:

para él no fue justo esto y decidió algo radical: robaría el dinero de la orden religiosa a la que

le entregó esos diez años y se los daría a sus padres como una manera de compensarles todo

el sacrificio que ellos tuvieron que padecer al ser abandonados por el hijo que más quisieron.

Los otros dos se habían convertido en personas hostiles y dejaban que los padres murieran de

hambre, mientras ellos conseguían lo justo para vivir. Pero el monje no. Él viviría con ellos

para siempre y lucharía ahora para garantizar la seguridad y el bienestar de ambos.

Y fue así como intentó hacer lo inesperado: se regresó para el monasterio en el que

vivió por tantos años y justo en el momento en el cual vio la cantidad de dinero que robaría,

se arrepintió. «Esto no está bien, no es justo. Vine aquí por mi voluntad y ellos no me han

quitado nada. He sido yo quien ha elegido este destino y por mis malas decisiones mis padres

sufren ahora lo que no deberían sufrir. Los monjes nada tienen que ver con mi pasado ni lo

que les acaece a mis padres. Soy un mal hombre por pensar en esto», se dijo, pero nunca

volvió a ser el mismo. Habló con el prior de la casa, el cual le permitió sacar los libros que

allí fueron suyos y algo de dinero, los libros los vendió a bajo costo y con ello empezó una

vida como agricultor. Pero esta nueva vida no era la suya y todos lo sabían. Y mientras sus

padres recuperaron algo de lo que habían perdido en los años en los que no tuvieron a su hijo,

el niño de la casa, como le siguieron diciendo a Juan, lo perdió todo. Al cabo de algunos años

se convirtió en un fantasma errante, en un desterrado de su cuerpo, pues la depresión fue tal

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que nunca más volvió a sonreír, y cuando sus padres estuvieron al borde de la muerte, él murió

y sus últimas palabras fueron acerca de la imposibilidad de hacer las cosas que uno quiere en

la vida para la realización del deber y del poder. «Uno no alcanza a realizar lo que debe sino

aquello que puede, y esto siempre está en contra vía de lo que se quiere», fue una de las cosas

que manifestó al término de una existencia colmada por la no-felicidad y la desolación.

Los hombres están condenados, en primer lugar, a cumplir el deber que tienen con sus

padres, con su iglesia, con sus hermanos, con la sociedad civil. Y si, por algún motivo elige

la vida matrimonial, hay que cumplir el deber con su esposa y con los hijos que tenga. Y como

si fuera poco, debe dejar algún espacio para convertirse en el modelo a seguir de quienes

vienen detrás de él para que ellos, a su vez, entreguen sus vidas al deber y en el instante en el

cual se pierdan a sí mismos y las fuerzas les abandonen por completo, podrán dedicarse a

aquellas cosas que quieren. Pero ya no podrán hacerlo porque ya no tienen el deseo de

continuar luchando por algo que se presenta en sus mentes como incierto y hace parte de un

pasado que ya no volverá jamás. Allí, en ese preciso instante, abandonan toda esperanza de

construcción de la vida deseada, para dedicarse a esperar con paciencia lo irremediable de la

vida: la muerte.

En ese mismo estado se encontraba Joaquín cuando decidió marcharse a un país

extranjero, pues ya no pensaba volver a su país de origen: las fuerzas se habían marchado y

las ganas de luchar hacían parte de la vida que había muerto con su Diana y con Agustín. Ya

varias veces había visto cómo su proyecto de vida cambiaba sin remedio, ¿qué más daría si

cambiaba una última vez antes de morir? Decía que apenas tenía la edad de Cristo, pero

parecía que tuviera la edad de Sócrates antes de ser envenenado a causa de la decisión de un

172 | P á g i n a
tribunal ateniense, mediante el cual le acusaron de aquellas cosas que nunca cometió. En su

mente estaba claro que no había retorno y que esta decisión fue la última que tomó.

Pero el destino, en muchas ocasiones, nos engaña anunciando un final que se debe

presentar ante nuestros ojos como todavía lejano. Joaquín conoció la historia de Juan Albeiro

por medio de ese poema que, ante la vista de todos, había caído en el olvido, pero que para

Juaco no fue así, pues a él también le transformó la vida. Esta historia narrada se encuentra

consignada en la ermita desconocida del Pueblo Y, ubicado en los confines del departamento

antioqueño. Y lo curioso de todo esto, es ver cómo la historia de mi maestro es tan común en

este país que la gente ya está habituada a hacer lo que puede con sus vidas, aunque eso

signifique cumplir a medias con el deber y con el querer.

Allí se dio cuenta por vez primera que la teoría es hermosa y elocuente, pero la

realidad, la práctica es distinta de aquello, y que, dedicar la vida al conocimiento inmerso en

los libros, es tan solo un sueño burgués que solo pueden cumplir algunas personas: para la

mayoría de los seres humanos la realidad era algo de lo cual no podían predicar los libros,

pues estos son irreales y son una pérdida de tiempo para la mayoría de los mortales.

173 | P á g i n a
Capítulo 4: Escape a un país extranjero.

4.1. Las causas de la salida.

A veces, cuando las condiciones están dadas para que al hombre todo le resulte mal,

parece que no hay nada que, por naturaleza, impida que resulte mal. Es como un principio

anclado a lo más hondo del corazón del hombre y hace parte de su existencia como algo

irreductible. Y debido a ello decimos que nuestra vida es la peor que nadie nunca pueda vivir.

Recordamos todos aquellos aspectos de nuestra existencia que nos han marcado de una forma

negativa pero dejamos que caiga en el olvido el placer de vivir. Y nos preguntamos de manera

frecuente si de verdad vale la pena esta existencia nuestra cargada de miserias interiores, de

sufrimientos y tormentos que asfixian una existencia que sentimos como ajena porque, en esta

sociedad en la que debemos vivir, muchas de las decisiones que nos afectan en el caminar

hacia la muerte son tomadas por otras personas, muchas veces desconocidas para nosotros.

A pesar de que nuestra existencia se construye a partir de las decisiones que tomamos

en el presente [al menos aquellas que creemos que dependen de nuestra voluntad], existen

momentos en los cuales parecemos caer en un caos y ser gobernados por la oscuridad: en esa

época todo nos sale mal y pensamos que, por algún motivo, hemos de merecer todo castigo

divino, pero es simple azar de la existencia. Tal parece que, sin importar las buenas o malas

decisiones que tomemos, todos estamos expuesto a dos mundos posibles: el uno es el del caos

y el otro es el de la felicidad. ¿Acaso alguien, con los suficientes años para ver hacia un pasado

suyo en retrospectiva no ha llegado a notar que en determinado punto todo parece estar

expuesto por las tinieblas y nos enfrascamos en un vaso de agua y que, al mismo tiempo, en

174 | P á g i n a
esa época estábamos convencidos de hacer las cosas del mejor modo posible y no vemos el

porqué de nuestra negatividad y nuestra ruina y que, poco después todo se viste de una extraña

felicidad sin hacer el mínimo esfuerzo por preservarla? Pues es tan solo el principio del azar

de la vida que nos ha arrojado hacia el caos de la existencia en dónde debemos aprender de

nuevo el valor de todo lo que tenemos a nuestro alrededor.

A veces miramos que, cuando nuestros negocios prosperan y comenzamos a acumular

un gran capital, sucede algo en algún punto que hace que perdamos todo cuánto habíamos

obtenido. Agréguese la incomprensión de este suceso porque en nuestro interior siempre

actuamos de la manera más elocuente posible y nunca creemos merecer el mal que practicamos

a cada instante. ¿A qué atribuir nuestras desgracias que no fuera a ese principio del azar que

toma ciertos elementos que le plazcan y los envía sin saber [o sin hacerse consciente] al caos o

a la felicidad del mundo sin pensar en las consecuencias negativas o positivas que ello

implique? Pues bien, imaginemos que los hombres habitamos en el centro de cuatro círculos

con movimiento propio. Ellos están unidos a nosotros por una delgada línea por la cual pueden

alejarse o acercarse. Dos de estos círculos están en el lado superior de nuestra existencia, los

otros dos están debajo. De la misma manera, con los círculos superiores uno está a la izquierda

y el otro a la derecha. De igual forma para los inferiores.

El círculo superior derecho representa la esfera de nuestras decisiones positivas y

caemos en sus dominios cuando decidimos hacer el bien y vivir conforme a las leyes de la

sociedad, de la religión y vivimos bajo la moderación y la justicia, al mismo tiempo que

decidimos obedecer las leyes y ser cuidadosos en nuestro hablar y actuar. Quienes optan por

este tipo de determinaciones harán que este se acerque hacia sí para entrar en su dominio. El

175 | P á g i n a
círculo inferior izquierdo representa el lado opuesto a esto: cuando nuestras decisiones están

determinadas por el exceso y el placer desenfrenado y permitimos que nuestros instintos más

bajos ejerzan su control en la existencia, permitimos que este se acerque a nosotros para entrar

en su esfera. Para nosotros, el primero representa el triunfo y la vida justa, en donde vamos a

encontrar la recompensa a nuestra forma de vivir moderada y en donde encontraremos la

serenidad de espíritu necesario para no perturbar nuestro espíritu con las pasiones humanas.

Allí podremos dedicarnos a la vida contemplativa y alcanzar algún grado de armonía con el

todo. En cambio, en el segundo círculo vemos la esfera y el dominio del fracaso, pues, al ser

hombres racionales y dejar que los instintos bajos nos afecten de tal manera que no podamos

hacer uso de nuestra razón, lo único que podremos obtener es la turbación del espíritu y el

descenso a aquello que nos hace animales. Ante todo, debemos procurar permanecer en lo

primero que en esto último.

Sin embargo, existen otros dos círculos que acompañan a estos dos y que representan

algún grado de engaño para nosotros y que nos impiden ver las cosas con claridad. Entre el

hombre y cada uno de los círculos existen una serie de demonios que viven al asecho para

cumplir los designios del azar y enviar a quien no lo merece al dominio contrario al que

debería llegar. Como los círculos superiores y los inferiores son contrapuestos y difícilmente

los unos quepan en los otros, es decir, un hombre que siempre ha decidido la moderación y la

justicia, es poco probable que se convierta en su opuesto y quien ha decidido la vida de las

pasiones podrá no salir de allí, se crearon círculos paralelos a ellos en dónde el hombre piensa

que tiene la recompensa opuesta a lo que ha apostado en su vida: para el superior derecho se

creó el superior izquierdo y para el inferior izquierdo se creó el inferior derecho. Son tan solo

176 | P á g i n a
una falsa apariencia que turba el entendimiento del hombre: a partir de unas conclusiones

verdaderas deduce algunas conclusiones erróneas acerca de su cotidianidad.

En el círculo superior izquierdo se encuentra la falsa apariencia de lo habido en el

derecho, y en el inferior derecho está la falsa apariencia del izquierdo. Para el primer caso el

hombre, luego de una vida llena de moderación y justicia y un montón de sacrificios para

nunca salir de ello, teniendo que soportar incontables miserias en un mundo mezquino y

llevado de su parecer, cree obtener aquello que no merece cuando, por orden del azar, los

demonios instauran el reino de la falsa apariencia con la simple excusa de ver si seguirá siendo

el mismo justo o cambiará de modo de vida. Es un reto para esta persona y debe prosperar en

todo instante en el modo de vida que ha elegido para sí. No a todos los hombres les sucede

esto ni obtienen una falsa apariencia. En un mundo en el cual los justos son pocos, la mayor

parte del tiempo, ellos encuentran la recompensa que merecen aunque solo sea al final de sus

vidas. Quienes habitan el círculo inferior izquierdo viven, de hecho, en la falsa apariencia,

pues, creyendo que lo que hacen es lo mejor y lo justo, siempre obtienen lo que merecen. Y

su engaño se debe a que no comprendieron bien la diferencia entre el bien y el mal y pensando

que hacen el primero, están dominados por lo segundo. O han comprendido la diferencia

existente entre ambas cosas, y a pesar de ello eligen hacer el mal. Su falsa apariencia consiste

en ello: en confundir los términos y pensar que actúan bien cuando hacen lo contrario.

Joaquín hace parte del tipo de hombres que viven con la moderación y la justicia, pero

ha sido seleccionado por el azar para probar si es o no capaz de permanecer sin la mente

turbada y continuar eligiendo este camino. Y, en muchas ocasiones ha intentado despreciar

todo lo que ha conseguido para tomar un giro trascendental y devenir aquello que tanto ha

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criticado: o un fanático religioso o un asesino en serie. «Pareciera que en un país como

Colombia el mal fuese lo adecuado, lo justo, el camino a seguir por toda la ciudadanía, aquí

parece que lo bueno estuviese mal y obsoleto. Pero en definitiva, ¿qué es el mal y qué es el

bien? No son más que conceptos inventados para designar aquello que una mayoría, en

muchas veces ingenua o atrevida, desea como un modelo para que los más desfavorecidos se

sometan sin protestar. Y aquí, en esta nación del olvido y la doble moral, parece gobernar la

ley del gatillo: si hablas lo que no me conviene te mato o mato a tu familia hasta que me

aceptes como tu soberano y guardes por voluntad un silencio eterno.

¿Y quién protesta contra eso? ¿Quién es capaz de entregar su vida a los lobos sabiendo

que, de todas formas las ovejas van a obedecer irremediablemente? Pues eso es lo que ha pasado

con quienes han hecho oposición: son asesinados, silenciados y todos hablan de ellos como los

héroes, pero nadie se atreve a defender o seguir las ideas de estos hombres. Y aquellos que

deciden conservar sus vidas para hacer oposición desde el exilio, pierden todo tipo de autoridad

moral para muchos, pues es imposible oponerse a un régimen como el colombiano desde una

nación extranjera. Necesitamos un cambio pero nadie desea asumir la voz de los oprimidos:

queremos un país de paz estable y duradera pero no deseamos hacer nada para que esto se

convierta en una realidad. Y quizás a ello se debe el hecho de que todo proceso de paz en este

país termina siendo un fracaso: todos queremos un devenir distinto pero no deseamos participar

de la construcción del mismo», afirmaba Joaquín en los momentos en los que la penumbra se

apoderaban de su corazón.

Y la cuestión, por todo lo vivido en el pasado, con todas las cargas emocionales que

había conseguido a través del tiempo y de los daños que cada vez pesaban más; el vacío que

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le producía la ausencia de su amada, de su madre y de su hijo le acorralaron de tal manera que

solo había una opción: el suicidio. Esta sería la única forma para dejar de pensar en todo

aquello que se alojaba en él y que, de algún modo, hacía que su mente divagara sobre un

montón de situaciones hipotéticas que atormentaban su interior. Si hubiese estado solo, seguro

hubiera acabado con su vida sin pensarlo dos veces, pues en un mundo como este sabe de

sobra que a quienes han pasado por una vida como la suya, y llegan al borde de la

desesperación y mueren bajo su mano, terminan siendo devorados por el olvido de la

humanidad. Su existencia se reduce a una hoja inexistente, a una historia jamás contada y el

mundo seguirá su marcha sin importar esta vida que acaba de perecer. Pues, en última

instancia, lo que importa en verdad es la preservación de la especie y no del individuo

particular.

Pero no estaba solo en su camino. Tenía un acompañante que le veía como quien

espera con anhelo el atardecer para escuchar la declaración de amor que jamás buscó,

encontrar el amor de su vida y darle el punto final a una historia no-bienaventurada que inició

con dos extraños y terminó con un nuevo estado de enamoramiento perpetuo del cual no se

podrá salir tan rápido. Ese niño vio en Joaquín el único apoyo para su existencia, y, si este le

hubiera faltado, nadie más podría hacerse cargo de él, pues no sabía el camino de regreso a su

Pueblo y, al estar en contacto con su maestro y vivir tantas y tales penumbras, creyó ser

merecedor de la maldición que a este le pesaba tanto sobre su espalda. Si Joaquín no lo

ayudaba, nadie más sería capaz de hacerlo. Si uno de ellos faltaba sería la causa de la muerte

del otro. Y ninguno de los dos deseaba ser el motivo para el suicidio del otro. Por lo cual, el

sendero a seguir sería una vida que nadie pidió para ellos pero que debían afrontar como fuese

necesario.

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Y la decisión que más conveniente se presentó ante el corazón de Joaquín fue el de

huir de nuevo. Pero esta vez no lo haría a lo largo de los municipios de ese país extraño ahora

para ellos, sino a uno distinto. Con ello podrían mirar si el corazón de los hombres era igual

en otras culturas o solo lo era en esta, en dónde «el amor y la hipocresía jugaban un papel

fundamental», como sostuviera Joaquín en diferentes momentos de la existencia. La nación

pensada en un primer momento fue aquella que pareció más diferente a la conocida en el

presente: la India. No solo por el hecho de que quede del otro lado del mundo, sino porque,

en lo poco que conocen ambos de esa cultura, esta se presentaba a sus ojos como el opuesto a

Colombia. Y la decisión fue tomada con pleno conocimiento de las causas que obligaban al

abandono de su residencia en el país que habitaban, para radicarse de manera definitiva e

irrevocable, en dónde no volverían a sentir el mismo peso de la maldición ni la persecución

de tantas cosas que les han acaecido en este bello, pero extraño país. Nuevas aventuras se

dibujaban en el horizonte y pronto estarían ante una existencia nueva, liberada de toda miseria,

tormento y sufrimiento. Al menos eso era lo que estaban buscando en ese instante. Se

marcharon hacia una ciudad llamada Buenaventura y allí, por medio de algunos tratos y

convenios que hizo Joaquín de manera ilícita, se montaron en un barco y varias semanas

después descenderían en un puerto de una nación extranjera.

Tuvo que actuar en contra de la ley, y fue lo único que había hecho en contra de esta

hasta este punto de su vida, porque de la forma legal, o no lo hubieran permitido o el proceso

habría tardado tanto que para cuando llegara la respuesta tanto el viajero como su

acompañante estuvieran tres metros bajo tierra. Las esperanzas de un nuevo renacer, de una

vida liberada de todo tormento era para ellos, lo que daba un nuevo sentido, un significado

distinto de lo que hasta ahora habían sido sus vidas renacía con la esperanza de entrar en un

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nuevo horizonte, una ciudad distinta, para darle inicio a una nueva existencia. Ese era el

pensamiento y la ilusión de ambos.

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4.2. Fuerzas contrapuestas: el hombre vicioso y el virtuoso.

Acerca de muchas temáticas divagó su mente en aquél viaje, pero, sobre todo, lo hizo

acerca de lo que él consideraba la separación del hombre en dos mundos contrapuestos: el

hombre vicioso y el virtuoso. Cada uno de ellos se hace presente en la existencia del hombre

de una manera distinta para lograr estadios distantes en sus vidas. En algunas ocasiones

Joaquín lograba hablar durante horas sin decir nada en específico, y en otras, con dos o tres

frases podría expresar el conjunto completo de su pensamiento y la manera en la cual lo quiso

escribir algún día pero, por aquellas cuestiones de la existencia no pudo lograr. Y ¿qué decía

él acerca de esta separación? Pues de nuevo, parecía estar inmerso su discurso de lo universal

y lo particular, el cual ya era poco válido para él, pero sobre el cual no dejaría de hablar, pues

guardaba alguna esperanza de que eso que había estudiado en algún momento y en lo que

creyó durante tantos años, no fuera una mentira como había visto desde los últimos tiempos.

Existía para Joaquín una fuerte separación entre lo que se definiría como el hombre

virtuoso y el vicioso y que tiene mucha congruencia con su pensamiento de los universales y

de los particulares. Por un lado, podría decirse que para él la figura perfecta de un hombre

universal sería aquella en la cual el hombre entre en posesión de todas y cada una de las

virtudes y puede expresar su vida, en un silencio aterrador, como un verdadero ejemplo de

unión con lo Uno solo, sin segundo. Esta unión, que para él cada día entraba más en duda,

parecía asumir la Verdad del mundo, el molde eterno del cual se desprendía todo

conocimiento mundano, particular y errado. Por lo cual, esa figura de un hombre universal,

expresaba, al mismo tiempo, la moralidad universal y la expresión de aquella Verdad que, en

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un principio, había sido repartida entre los hombres. Pero, en cierta medida, solo era una falsa

apariencia en su mente, pues sabía con una certeza casi irrefutable que, en algún punto de su

vida, había equivocado los términos o había comprendido algo mal de todo aquello que había

estudiado.

Esa Verdad eterna, comprendió luego, trascendida este mundo que aprehendemos por

medio de los sentidos, es decir, se encontraba más allá de lo sensorial. Por lo cual, tenía que

alcanzarse la acumulación de verdades relativas hasta llegar al todo. Dentro del corazón de cada

uno existía algo que le vinculaba con la naturaleza entera: desde la interioridad de una sola de

aquellas verdades podría alcanzarse el descubrimiento de aquello que, en alguna medida, la

vinculaba con el resto de las que se habían repartido entre los hombres. Por lo cual, aquella

Verdad universal solo podría ser alcanzada por una vía de «contemplación y cuestionamiento

interior». Y este caminar, debía partir de una pregunta particular: ¿qué principio o qué sé yo

que tenga un carácter de irreductible, de verdadero y que no pueda ser refutado por nada? Si lo

que él había pensado acerca de la existencia de una partícula al interior del hombre que le

vinculaba con el resto de las cosas existentes a su alrededor, entonces dentro de sí tendría que

haber algún conocimiento que recogía en algún grado eso universal que había existido en el

mundo antes de su repartición entre todos los hombres.

En épocas pasadas, en las cuales parecía expresarse la Verdad universal en la

naturaleza misma, todos podrían acceder a ella por el hecho de que esta se encontraba presente

en todas partes, pero luego de haberla repartido entre los hombres parece que estos se han

olvidado de ella y ya no desean encontrarla. Jamás hemos tenido la expresión de esa Verdad

tan cerca de nosotros y, al mismo tiempo, nunca hemos tenido tan poco interés en encontrarla.

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La pregunta señalada solo nos permite encontrar un camino posible, entre tantos que puede

haber, para llegar hasta el fondo de nuestro interior y evaluar cada uno de los conocimientos

que tenemos para saber cuál de todos ellos tiene la partícula que le vincula con lo universal.

Es decir, que debemos plantear una búsqueda hacia el centro de nosotros y un reencuentro

con esa parte de la verdad que nos ha sido dada después de la repartición de la Verdad.

Este camino ha sido emprendido por muchos sabios, quienes han dedicado sus vidas a

la contemplación interior y a esta búsqueda que aquí señalamos. ¿Acaso ellos la han

encontrado? Tema enigmático encontramos allí. Si nosotros, hombres mortales y pecadores,

permanecemos sumidos en el mundo de la opinión y la falsedad ¿podremos distinguir con

certeza lo verdadero de lo falso y creer que aquello presentado por los sabios es lo Cierto?

Estos pueden llegar a un grado más elevado de conocimiento que nosotros pero no podrán tener

certeza acerca de los hallazgos que encuentren en el camino hasta someterla al estudio

detallado de la razón y las facultades intelectuales de alguien que posea un raciocinio más

ejercitado y más elocuente para saber si ha obrado con benevolencia ante su saber o con la

rigurosidad que debe aplicar para encontrar la Verdad que está dentro de sí. O, en caso tal de

no hallar a nadie con sus facultades intelectuales más ejercitas y desarrolladas que las propias

y que desee evaluar con justicia toda la cadena de razonamientos que ha hecho en la

contemplación interior de su saber, debe revisar una y otra vez todo esto hasta encontrar que

la liberación del engaño y saber que el error se ha alejado de él y que puede continuar su camino

con certeza. Todos los hombres tienen la capacidad de recorrer este camino si aplican la justicia

y el rigor necesarios para ello. Pero no todos se preocupan por ejercitar lo suficiente sus

facultades intelectuales para emprender este sendero que, a pesar de no ser el único, es el más

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conveniente para hallar la certeza y la Verdad que le han sido dadas desde la repartición que

aquello universal.

Esto es entrar en el camino de la ciencia y del pensamiento razonado en busca del

conocimiento verdadero. Pero muchos hombres ven en ello la fatalidad y prefieren quedarse

en sus vidas con la opinión y, por tanto, atados a la falsedad y el engaño. Todos quieren

conocer lo verdadero, pero pocos quieren emprender el camino y solo unos lo hacen y de entre

ellos un número más reducido todavía persevera hasta encontrar algo que se presenta como

seguro. Tan solo el hombre que entre en posesión de todas y cada una de las virtudes podrá

llegar hasta el final de este largo caminar y encontrar un punto fijo mediante el cual conozca

todo con certeza y verdad. « ¿Qué tiene que ver la posesión de las virtudes con la adquisición

de conocimientos verdaderos?», le pregunté una vez a mi maestro, a lo cual respondió: «Pues

ellas permiten una mente tranquila y sana para recorrer el sendero que conduce hacia la

verdadera sabiduría. En cambio, quien no las posea, mantendrá su mente y su espíritu

perturbados y atados a lo material, por lo cual no podrán alcanzar la meta final y, por tanto,

continuarán sumidos en el engaño y en el error».

Vemos, entonces, que para alcanzar esa Verdad universal, es necesario encontrar

primero la serenidad de espíritu por medio de la adquisición de las virtudes. Tarea compleja

y larga es esta pues, ¿cómo podremos saber que estamos en posesión de algo cuyo suelo es

tan inestable como la moralidad y vivir conforme a la justicia y demás virtudes que la

acompañan? He ahí el dilema, pues quien inicia el camino, en primera medida, no sabe con

certeza que está actuando conforme a un buen método, ni puede decir que solo su voz o sus

acciones conducirán al objetivo final que se ha propuesto y debería tratarse como el más noble

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de todos. ¿Cómo saber, entonces, que estamos actuando bien y que nuestras deducciones son

correctas? Pues, en primera medida, debemos aislarnos de todas aquellas cuestiones que

puedan perturbar nuestro espíritu y que nos alejen de la serenidad del mismo. Esto implicaría

un alejamiento continuo de la sociedad para la meditación y la contemplación interior. Pero

más que decir un paso a paso acerca del cómo conquistar la Verdad universal, se puede

mencionar el hecho de que muchos de los que han avanzado en este camino han sido

anacoretas que, a lo largo de la historia, han mortificado su alma con la soledad y la austeridad

para no renunciar a la tranquilidad de espíritu necesaria para emprender el camino hacia este

encuentro.

Para Joaquín allí se encontraba la expresión del hombre virtuoso, pues este, aparte de

sentir el ardiente deseo de encontrar lo verdadero, emprende el camino y hace todo lo que está

en sus manos para triunfar en este asunto y como parte de ello, procura alcanzar las virtudes,

sobre todo la justicia, que es la más difícil de obtener. Para él, los anacoretas son quienes han

observado en este camino el mejor modo para alcanzar el conocimiento de la Verdad y

devenir, entonces, en sujetos virtuosos que aspiran a la sabiduría eterna. Si ellos pueden o no

obtener su meta final es algo que a nosotros, que hemos elegido el camino del engaño y el

error, no se nos mostrará con certeza.

Muchos de estos anacoretas intentan camuflar el verdadero sentido de su actuar

afirmando que es la manera más elocuente para imitar la vida de un Dios venido al mundo a

redimirnos o para alcanzar la verdadera unión con ese Dios omnipotente que se manifiesta a

través de ellos por medio de la oscuridad de un deseo de soledad que no se explica sino que

se vive. Esto deben hacerlo porque el conjunto completo de la humanidad no comprende la

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búsqueda de la verdad y, en cierto modo, ni siquiera se sienten interesados en emprender este

camino. Para muchos es más importante la acumulación de un gran capital, con el cual solo

podrán camuflar los vacíos y los vicios que están inmersos en sus corazones. La vanidad de

la apariencia sirve tan solo para eso, pues entre más capital se quiera conseguir, más vacíos

interiores se desean ocultar. Pero en la oscuridad de la noche todos comprendemos qué

significa el dolor de la existencia y el valor de una emocionalidad cargada de miseria, pues

todos hemos llorado y llenado con artilugios, aquellas cosas que nos faltan en nuestro más

sagrado ser interior.

El anacoreta, sintiendo el vacío de su existencia en grado ínfimo, viendo las miserias a

las cuales se somete el hombre y que intenta ocultar bajo la figura de falsas apariencias, procura

no renunciar a esa negatividad sino inmiscuirse tanto en ella como para reconocer que esta vida,

esta existencia que no le pertenece completamente, es tan solo un medio para reafirmar una

fuerza que se esconde en su interior y le llama a un encuentro: es el peso de la Verdad que siente

el desprecio de la humanidad y que reclama un puesto que en otros tiempos fue suyo. En las

religiones teístas decimos que la comprensión de Dios se encuentra en un grado ínfimo y lo

buscamos en nuestro interior bajo la figura del anacoretismo. Esta es tan solo una explicación

teológica acerca de una verdad que trasciende los límites de la racionalidad del hombre: el

sentimiento de soledad nos alberga de una manera tan fuerte que intentamos buscarle una

explicación. Sin embargo, aquello que se encierra en la interioridad de cada cual es tan ínfimo

que no puede caber dentro de las categorías de la razón y mucho menos de las del lenguaje.

Tiempo después de haber escuchado a Joaquín acerca de esto, pude comprender el

hecho de que parte de la mística especulativa alemana ha explorado este asunto, solo que en

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ellos se encuentra expresado a través de la exploración del concepto Ser-Absoluto. En muchos

escritos medievales puede encontrarse un intento de monjes por expresar esto en el lenguaje

vulgar, no sin ciertas dificultades y discrepancias del objetivo a plantear.

Pero esto, en definitiva, puede comprenderse como el hombre virtuoso: quien ha

decidido alejarse de todo lo establecido para entrar en posesión de las virtudes y con ellas,

alcanzar la serenidad de espíritu necesaria para ingresar al camino de la búsqueda del

conocimiento verdadero, el cual, luego de haberse repartido entre los hombres dejó su lugar

visible, para internarse en el corazón de los hombres. El alejamiento de todo lo social se debe

a que, en la vida en sociedad, siempre habrá un espacio fundamental para la perturbación del

espíritu y para la corrupción de la mente humana. Por curioso que parezca, las relaciones

sociales siempre llevan al hombre a una cierta perversión de su pensamiento si desea

sobrevivir lo suficiente dentro de la sociedad, como para darse cuenta que ha abandonado

todos los principios que se planteó en la edad más ingenua del hombre: la infancia. En la vida

social el hombre puede llegar a sentir envidia, enojo, deseos sexuales y tantas otras cosas que

lo apartarían de su camino: es mejor alejarse de todo esto para encontrar un espacio en el cual

el pensamiento pueda ser libre e indagar acerca de su certeza y Verdad.

El hombre vicioso es lo contrario del virtuoso. Es aquél que, de una manera consciente

o inconsciente, ha elegido el estar sumido en el engaño y el error, en la perturbación y la

oscuridad a pleno mediodía. Toda persona que dedique su vida a la especulación ciega y

desenfrenada, a la satisfacción de los instintos más bajos, al noconocimiento del mundo ni de

las causas que subyacen a este: todo aquél que decide vivir en la opinión y no buscar la verdad

universal que habita en su interior, está condenado al vicio y a la perturbación de espíritu.

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Estas personas, las cuales son la mayoría de la especie humana, se preocupan más por el

establecimiento de una falsa apariencia que por el comprender la interioridad del mundo que

si bien no les libraría del dolor y la miseria, les podría proporcionar la serenidad necesaria

para no dejarse llevar hasta tal extremo de la negatividad como para caer en el suicidio, el

cual, en definitiva, no soluciona los dilemas interiores, pues luego de morir por este medio,

se condena a una eternidad de purificación que es en sumo grado más miserable comparado

con la existencia material.

El hombre vicioso está hundido en un mar de tormentos y padecimientos interiores y

pretende que las apariencias y las riquezas humanas llenen lo que solo puede ser llenado con

la serenidad de espíritu. ¿Acaso es malo hacer uso de las posesiones y el usar lo material? Si

tan solo se hace un uso de ello y no se cae en el disfrute ciego de los mismos, es decir, si lo

material se ve tan solo como un medio para ampliar lo espiritual y no como un fin en sí mismo,

será una herramienta indispensable para llegar a la meta del conocimiento espiritual. Pero el

hombre vive atado a ello y no comprende que tras su muerte nada podrá llevarse y que todo

permanece atado a este mundo condenado al pasar del tiempo y a la destrucción habitual de

todas las cosas. En este mundo en el cual vivimos nada es para siempre, pues todo es temporal,

transitorio. Y ello no lo aceptan quienes viven atados al vicio y a la perdición. Lo eterno es

aquello otro inaccesible por el momento para nosotros y que expresa la idea del conocimiento

universal en dónde nos encontraremos con las ideas eternas de las cuales son sacadas todas

las cosas que conocemos de forma imperfecta. Pero tal parece que esta meta está vedada para

los hombres, excepto para Suka que ha logrado unirse con lo Uno solo, sin segundo, a partir

de su nacimiento portentoso.

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Todas estas cuestiones estaban a la base del pensamiento de Joaquín y pensaba que en

el otro extremo del mundo encontraría más preocupaciones acerca de esto que en Colombia,

tierra hermosa de gente cálida, pero sumida en el vicio. ¿Acaso podría encontrar un pueblo

para el que fuera más importante lo espiritual que lo material? ¿Tal vez era mucho pedir el

hallazgo de un punto fijo en el cual instaurar un pensamiento que valiera para todos los

hombres y todas las épocas? Pues para Joaquín parecía que era más imposible cada día y su

esperanza se perdía cada vez más con el pasar de los días y el conocer las inclinaciones de los

hombres, las cuales consideró no convenientes para el triunfo de la Verdad universal. No

importaba cuántos tormentos llevara en su interior ni cuántas veces se dijera que aquello

existente en los libros era diferente a lo que subyacía en la sociedad, siempre creía que solo

faltaba un verdadero líder que mostrara a la humanidad el verdadero camino para salvarse de

sus decisiones corruptas y carcomidas por el vicio. «Es el tiempo de comprender si en otras

latitudes la gente está más próxima a la idea del hombre virtuoso. Hay esperanza todavía de

encontrar un país en el que reine una paz estable y duradera en la cual se consiga la serenidad

de espíritu necesaria para obtener el acceso a la Verdad», dijo entusiasmado mientras el barco

continuaba con su recorrido hacia una tierra tan lejana para nosotros y a la cual un día Colón

intentó llegar por nuevas rutas que le permitieran tener más actividad comercial.

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4.3. Las inclinaciones de los hombres.

Ahora, luego de un par de meses de viaje hacia aquél lugar y de haberse perdido una

y otra vez en las ciudades costeras de la nación nueva, pudieron encontrar alojamiento con

alguien que quiso ayudarles, aunque las comodidades en ese sitio no eran los mejores. En

último término, ellos tampoco estaban acostumbrados a las grandes cosas, pues con sus

constantes paseos y caminatas que duraban varios días, habían aprendido más a no necesitar

de las comodidades de las cuales la mayoría de los hombres gozaban. «Para vivir bien no

necesitamos de cuestiones materiales, tan solo debemos encontrar un punto fijo para sanar

todo lo habido en nuestro interior que pueda perturbar nuestro espíritu», dijo a las pocas horas

del descenso en Bombay, también conocida en otras latitudes como Mumbai. La cantidad de

comercio que se veía en aquellos puertos era excesiva y el asombro con el cual pudimos verlo

todo fue extraordinario. La ventaja fue que muchas personas, por la actividad comercial,

manejaban bien el inglés, por lo cual, nos fue fácil comunicarnos con los demás. Por lo menos

podíamos solicitar algunas cosas e instaurar algunas conversaciones incipientes con los demás

mientras nuestras lenguas se fueron adaptando a los hábitos sonoros de aquellas gentes, pues,

en cierta medida, no era lo mismo escuchar hablar en inglés a los hindúes que a los ingleses

con quienes parece que Joaquín aprendió este dialecto.

Y lo sorprendente de aquella ciudad era el hecho de poseer una excelente actividad

comercial, pero, las personas no eran tan felices o tan ricas como pensamos en un primer

momento. «Con tan buena actividad debe ser que llegamos a una de las ciudades burguesas

de esta nación. Es menester guardar cierto recato hasta que comprendamos bien las reglas del

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comportamiento de la localidad», dijo Joaquín que, con los ojos expresando un gran

entusiasmo, parecía recuperar la felicidad de otros tiempos. Pero no todas las personas

manejaban de la misma manera el inglés y por obvia razón una de las principales metas que

se trazaron allí era aprender el maratí, pero la ventaja es que con el inglés pudimos

defendernos bien y más aún con el hindi, idioma que me enseñó Juaco en los primeros meses

de nuestra estadía en ese lugar. No sabíamos muchas cosas de esa nación, salvo por aquello

que de oídas habíamos escuchado: tan solo conocíamos algunos poetas medievales [aunque

allá nunca habían catalogado como medioevo lo que los occidentales comprendían por esa

época], algunas ciudades capitales, parte de sus creencias religiosas y cómo no haber conocido

el cómo llegaron a la independencia, entre otras cosas, gracias a la ayuda de Gandhi. También

conocimos la historia de la Madre Teresa de Calcuta y, por ende, el estado de salud y algunas

otras cuestiones acerca de aquella nación que habían predispuesto a los espíritus de los recién

llegados.

Por poco que pareciera, por lo menos teníamos una mediana idea de lo que era la vida

en este país, aunque tuvimos que pasar por un montón de dificultades y tuvimos muchas más

aventuras de las cuales pudimos haber imaginado. Se completaron cerca de seis años en los

cuales habitamos en medio de las calamidades y las crisis económicas. Durante casi toda

nuestra estadía fuimos lo que en Colombia se denomina, con cierto grado de eufemismo,

habitantes de calle. Nunca pudimos encontrar un lugar en el cual pudiéramos reposar y fijar

nuestro domicilio. A ello se suma el hecho de que a Joaquín nunca más le interesó trabajar

porque esa actividad siempre le recordaba el hecho de que lo practicó para guardar el bienestar

económico de Agustín, su futuro y su educación. Por desgracia murió antes de que pudiera

gozar algo de la fortuna que su padre había construido para él y que, sin pensarlo dos veces,

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pondría a sus pies en caso de haber vivido lo suficiente. Además, se volvió en una persona

muy avara. Se puede decir que su vida nunca cambiaría, sin importar el país que visitara, pues

muy en el fondo sabía que el problema fundamental que afectaba a los hombres también estaba

en su interior y que nunca podría dejar de amar a Diana, su esposa o su hijo Agustín.

Descargó tanto lastre de emotividad en Diana que hubiera preferido morir con ella

antes de continuar viviendo del modo en el cual lo hizo, pero la vida le daría una vez más la

oportunidad de transformarse en pos de la humanidad y de volver a creer que otro destino es

posible si se introducía el elemento que empujara a todos hacia un nuevo estadio de

pensamiento en el lugar adecuado para ello. Diana y Agustín se habían convertido no solo en

un apoyo fundamental de su vida emocional sino lo único que sostenía la felicidad en una

vida que siempre se inclinada a la negatividad del mundo. Dentro de sí decidió no suicidarse

por el hecho de que alguien tenía que recordar a sus dos seres amados: «lo único que los

mantendrá con vida es el recuerdo: lo único que asesina a una persona mejor que las balas es

el olvido y yo no voy a olvidar a quien me entregó su existencia», decía él una y otra vez.

Lo único que esperaba ahora era poder transformar en algo la sociedad en la cual había

nacido. Y sabía que la humanidad podía cambiar de manera radical por dos cuestiones: una

guerra o una revolución. Y como detestaba toda manifestación de la violencia pensó que una

de estas últimas, pacifista como le encantaba a él, podría contribuir en algo al mejoramiento

continuo de la humanidad. Pero no pudo hacerlo solo. Tardó mucho más tiempo del esperado

para reaccionar y poder ver que en algo podría ayudar a que este mundo fuese menos fanático

y más humano. Ser el líder de una revolución pacífica que rescatara el humanismo perdido en

una sociedad que se dedicaba solo a la obtención del capital para orgullecer un espíritu que

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perecía con el tiempo era una idea que le parecía magnífica. Esto estuvo en su mente durante

algunos días e intentó construir una teoría que le permitiera ganar adeptos para continuar con

el desarrollo de esto.

Cerca de seis meses después de nuestra llegada a aquél lugar, comencé a asistir a la

escuela. Como todos los niños necesitaban una identidad y yo carecía de una y las fuerzas

legales podrían ejercer su autoridad expulsándonos del país al darse cuenta del cómo llegamos

allí, Juaco nos consiguió identidades falsas. Allí estaba otro elemento negativo que nunca

pensó hacer, pero las circunstancias por las cuales pasábamos nos obligaron a cometer este

delito, aunque sabíamos que no estaba bien hacerlo, y que nuestra moral se vería afectada por

ello. Pero todo fue un riesgo que decidimos tomar para no desperdiciar nuestras vidas. Déjese

en claro este asunto: cuando salimos del Pueblo X contaba yo con cerca de los nueve años y

cuando llegamos a la India estaba cerca de los doce. Durante casi tres años fuimos unos

nómadas en nuestro país para devenir unos habitantes de calle en una nación extranjera. Si

mis cálculos no me fallan, para cuando comencé la escuela en la India ya estaba próximo a

los trece años y Joaquín a los 34. Ninguno de los dos estaba tan viejo como para tener algún

impedimento para trabajar, pero ninguno quería arriesgarse a vivir las mismas experiencias

pasadas.

Pero de algo había que vivir, pues el dinero de nuestra nación pronto se acabó en esa

nación extranjera, pues buena parte de lo que teníamos sirvió para sobornar a la gente que nos

llevó en barco hasta ese lugar y para comprar nuestras identidades. Fuera de ello, siempre que

se tiene un ahorro, un tesoro guardado y comienza uno a gastarlo, por poco que gaste, suele

ver cómo el dinero se acaba más rápido de lo que se piensa. Este se iba agotando y de los dos

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maletines que traíamos siempre a cuestas repletos de dinero, solo quedaba uno y ya empezaba

a notarse el vacío que se producía por lo cual debíamos encontrar otro medio para garantizar

la supervivencia nuestra. «El dinero no nos alcanzará para siempre, le dije una vez a mi

maestro. Tienes que trabajar o moriremos de hambre aquí», a lo cual respondió « ¿y qué más

puedo hacer aquí? No sé hacer nada». Y luego de una fuerte discusión, la más ruda que tuve

con él en el tiempo que estuvimos juntos, pude convencerlo de que volviera a reparar las

bicicletas. Este es uno de los medios de transporte más utilizados en aquella ciudad, o, por lo

menos, logramos ver que muchas personas tenían bicicletas.

Pero nuestros cálculos en aquél momento fueron erróneos, pues confundimos el maletín

del dinero con el de la ropa sucia que, para esos días estaba casi vacía. Por lo cual, la cantidad

de dinero que poseíamos siempre fue mayor a la que pensamos, solo que nunca pudimos

dimensionar con exactitud todo aquello que nos pertenecía. Esto se debía a dos cosas: la primera

era nuestro desinterés por lo material y lo segundo nuestro poco conocimiento de

administración del dinero y la poca voluntad para diseñar un plan para saber cuánto teníamos

en verdad y hasta cuándo lo podíamos disponer.

Así pues, dispuso un pequeño taller en el cual arreglaba las bicicletas. Pero solo lo

hacía en el tiempo en el cual yo iba a la escuela, pues, el resto del tiempo estábamos juntos

intentando avanzar más en mis estudios y en retomar los que él había abandonado hacía tantos

años. Durante mucho tiempo intentó abandonar la idea de trabajar, y la maestra de la escuela

logró persuadirlo de que no tuviera esto como un trabajo sino como un modo de cambiar la

humanidad. Jamás pude entender cómo Joaquín logró ser persuadido de una cuestión como

estas, ni tampoco el cómo la maestra lo indujo en eso, pero el hecho es que pudo tener ese

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empleo durante algún tiempo y solo durante unas horas al día. El negocio nunca prosperó ni

pudo ver que avanzaba como el que había establecido en el pueblo X, pero, por lo menos, nos

daba de comer sin tener que recurrir a los ahorros que teníamos, antes bien, gracias a la

administración que pudimos hacer del dinero fue aumentando poco a poco. El taller de

Joaquín quedaba justo al lado de la escuela y desde allí pude vigilarlo para que no fuera a

cometer ninguna tontería y la mayoría de los clientes le dejaban el trabajo a él pero me

pagaban a mí.

Nuestras nuevas identidades eran: para él Jokin [por lo menos así era una de las formas

de pronunciar su nombre], y el mío fue Ishaan. Ambos nombres parecían ser el equivalente

de nuestros nombres occidentales en esa lengua extraña, por lo tanto, no fue tan grave la

adquisición de la identidad. En cierto modo, fue solo una transcripción de nuestros verdaderos

nombres a una lengua extranjera. Por esto, podemos decir que no fue tan grave nuestro delito.

La maestra de la escuela, de quien supimos luego que era una afgana formada en las

más prestigiosas universidades europeas, fue un apoyo importante para Joaquín en ese

caminar nuevo en un país extranjero. Gracias a ella pudo superar muchas cosas de su pasado,

aunque su conocimiento obtuvo poco cambio, pues siempre decía él que un burro viejo no

aprende nada nuevo. Pero él sí aprendió, solo que no quiso reconocerlo nunca. Al final se le

pudo convencer de dictar algunas clases de lenguas, para las cuales siempre fue muy bueno.

Nunca cobró demasiado por su saber, antes bien, siempre cobraba tan solo algunas monedas

que iba depositando en una alcancía. Decía que algún día le servirían para algo esas posesiones

materiales.

196 | P á g i n a
Nuestra existencia parecía diferente allí. No necesitamos de un edificio para

sobrevivir, pues el taller de bicicletas se convirtió en nuestro refugio. En ocasiones, los

policías iban hasta nosotros para fregarnos la vida, pero nada que unos cuantos billetes nunca

hubieran podido servir para alejarlos de nosotros. Siempre estuvimos indignados de este

asunto, pero, en esta vida es mejor estar dentro del sistema para intentar cambiarlo que estar

fuera de él para que te arrolle y no puedas hacer nada. A pesar de esto, nuestra moralidad

siempre fue intachable, pues no hacíamos las cosas por gusto sino porque las circunstancias

nos obligaban a ello. Además, Joaquín solo se dio cuenta de este asunto en una oportunidad

y casi se suicida por el hecho. Casi todas estas situaciones negativas fueron cometidas o

inducidas a causa mía. Pues Joaquín nunca fue consciente del hecho de que en un mundo

como el nuestro es mejor cambiar las cosas poco a poco que hacer la oposición frontal para

ser asesinado de forma inevitable.

Jamás ha pisado este mundo un hombre con una moralidad más intachable que Joki, o

Juaco, como fue luego conocido por todos. Pero todo hombre está condenado a actuar de una

forma incorrecta por lo menos una vez en su vida, pues esta sociedad corrompida, hostiga a

todos a estas circunstancias. Aquella premisa que dice que toda acción puede ser un precepto

moral de carácter universal suena muy bien en la teoría, pero la práctica siempre es muy

distinta de lo que suele ser el conocimiento de los libros y Joaquín y yo pudimos comprobar

eso en muchas ocasiones de nuestro caminar por el mundo. Luego de seis años de estadía en

ese lugar, pude terminar los estudios básicos. Fueron tantas y tales las aventuras que pasamos

en esos tiempos que harían falta muchos libros para comentar todos y cada uno de los

acontecimientos que nos acaecieron en ese país extranjero.

197 | P á g i n a
La gente en India no suele ser demasiado rica ni ostentosa y tal parece que no hay una

diferencia tal abismal entre los ricos y los pobres, como lo suele ser en países como Colombia

en dónde los primeros tienen demasiado y los segundos les falta demasiado. En aquella ciudad

portuaria vimos muchas cosas y tuvimos que padecer la desgracia de nuevas aventuras que

dejaron impreso en nuestros corazones el hecho que no imaginamos encontrar: el ánimo del

hombre parece ser el mismo en todas las culturas. Tal vez la naturaleza del hombre sea aquella

de ser malvado, quizás el hombre no puede superar las circunstancias que lo rodean sino que

está atado a su naturaleza mezquina y despiadada. En aquella ciudad vimos que este [el

hombre], cuando ha sucumbido ante la pobreza y las carencias económicas, puede llegar a

extremos impensables y que, incluso, el más callado de todos puede devenir el peor de los

seres humanos. En todas las ciudades, tal parece, los ricos explotan a los pobres y todo gira

en torno a los problemas del poseer y el no poseer.

A pesar de todo ello, en aquellos lejanos lugares pudimos encontrar a personas más

espirituales y menos fanáticos que en nuestro pueblo. « ¿Por qué el hombre actúa con egoísmo

y soberbia? ¿Cuándo fue que se permitió que el corazón de la humanidad sucumbiera ante el

poder económico y el poder político? ¿En qué momento histórico hemos comenzado a ser lo

que somos hoy? Tal parece que estamos sumidos en una cultura que prefiere la posesión y el

materialismo que las cuestiones del espíritu, el entendimiento, y el actuar moderado y justo.

Vivir como un hombre recto, poseedor de las virtudes es tan solo un sueño fatuo que los

humanistas han dejado como un hermoso postulado y que la filosofía ha legado a la burguesía.

El problema de la humanidad es que no ve más allá de lo material para enfrascarse en el

devenir material que se agota con el tiempo, pues todo lo que el hombre construye se convierte

en polvo y ruinas. No somos nada y pretendemos conquistar el corazón del mundo con las

198 | P á g i n a
riquezas que no nos pertenecen. ¿Cuándo fue que dejamos de ser humanos para convertirnos

en poseedores de papeles y custodios de fortunas ajenas?» todas estas preguntas se las

formulaba Joaquín y jamás pudo responder a ninguna de ellas, o, por lo menos, toda respuesta

fue insatisfactoria para él. En lo más profundo de su corazón había sabido que la humanidad

acabaría por perderse a sí misma hasta sumirse en la más profundas de las depresiones por

haber permitido que su identidad se perdiera y devenir en máquinas productivas en vez de

hombres sintientes y pensantes.

Y vemos que el corazón del hombre es igual de frágil si vive en Colombia o en la

India. Parece que el asunto está generalizado a través del mundo. Vimos allí la espiritualidad

de un pueblo que, en muchas ocasiones, actuaba de la manera más desprendida posible de la

materialidad, y observamos una serie de prácticas religiosas, sociales, culturales y alimenticias

que nunca hubiéramos podido imaginar. La gente puede vivir allí en medio de la carencia y

la abnegación y en medio de todo ello, ser generosa como nadie. Muchos de los que poco

tienen, dan más de lo que se les pide, pues todo lo que tienen lo ponen al servicio de los demás,

aunque ello signifique el olvido de sí mismos. Pero en ocasiones podemos llegar hasta el

extremo, pues, a este gran modo de pensamiento se anteponía algo fundamental y era la

aspiración de cada persona. Eran generosos pero no querían pasar de lo que ya eran. Parecía

que todos tenían ante sus ojos el límite de la vida y que tuvieran por sentado que, sin importar

lo que hicieran, jamás serían algo diferente de lo que las circunstancias les obligaban a ser. Si

sus padres eran pescadores, la mayoría deseaba ser pescador, pero si el padre era un habitante

de la calle, como lo fuimos nosotros, los hijos se condenarán a ser lo mismo por el resto de

las vidas. En cierto modo, a esto se le ha denominado «las castas» en aquella nación.

199 | P á g i n a
En parte esto se debe a que en el espíritu del hombre está sumida la pereza y el miedo

a tomar las riendas de la existencia para construir un devenir distinto al que se tiene entre las

manos. Ambas cuestiones hacen que el hombre carezca de los elementos indispensables para

la lucha continua hacia un futuro distinto. Esto se debe a que la humanidad siente que se

encuentra bien en dónde está y no ve los motivos para cambiar algo de lo que ya tienen

establecido: muchos otros piensan que «atentar contra la tradición es el peor de los conflictos

que pueda tener una persona e, incluso, lo tradicional no puede transformarse», me dijo mi

maestro. ¿Acaso la humanidad no evoluciona conforme van pasando los años y las nuevas

generaciones se van estableciendo en donde un día estuvieran las de sus antepasados? ¿Tal

vez vivimos bajo las mismas costumbres, leyes y normas de hace dos mil años? ¿Es posible

que nos gobierne aún el sistema político de la antigüedad arcaica en donde ni siquiera existía

un modelo claro de escritura? Hoy tenemos recopilado una serie de información que nos dice

lo que ha sido de las antiguas civilizaciones, qué de ellas hemos modificado y qué conservado.

Por el hecho de haber heredado una lengua y una serie de costumbres, no significa que nos

tengamos que comportar de la misma manera que lo hicieron nuestros abuelos. Hoy vemos

que el comportamiento de los hombres es distinto al de los romanos del siglo V de nuestra era

o de los atenienses del siglo V antes de nuestra era.

Lo tradicional puede ser modificado y, de hecho, muchas prácticas sociales han sido

modificadas a lo largo de la historia. Y conservamos el conocimiento de estas cuestiones para

comprender hoy cómo hemos llegado a ser lo que somos, no para repetir aquellas cuestiones

realizadas en un pasado remoto sino para perfeccionar nuestras prácticas dentro de la sociedad

en general. Hoy Sócrates no va al Areópago a debatir sus teorías acerca de la política o a

examinar a sus contemporáneos. Hoy los romanos no se lamentan por la caída del imperio ni

200 | P á g i n a
temen que la ciudad eterna vaya a desaparecer un día. Y tampoco vemos la iglesia encargada

de coronar a los presidentes de los diferentes estados como se hizo en muchos imperios a lo

largo de la Edad Media. Aquellos que pensaban ser la tradición hoy solo hacen parte de un

pasado muy lejano para nosotros. Incluso muchos habitantes de épocas anteriores pensaron

que su modo de ver el mundo y la vida duraría para siempre. Sin embargo, este para siempre

solo duró algunos pocos siglos a lo sumo y hoy vemos que su ingenuidad estribaba en eso: en

pretender instaurar un reinado humano que se perpetuara in secula seculorom. Pero no ha sido

así, pues vemos que las cosas han cambiado a lo largo del mundo y de la historia y que la

Roma de la actualidad es distinta de la Roma de Constantino o la de Agustín. Y ella es

diferente de lo que será Roma en unos doscientos años.

Que quede establecido que ninguna tradición durará para siempre y que, a pesar de

que hay cosas cuya historia pueda remontarse a algunos milenios atrás, tendríamos que

preguntarnos si se ha preservado tal como se pensó hace tanto tiempo y si será la misma dentro

de unos dos milenios más. La eternidad es algo que solo se limita a la mente humana para

engañarse pensando que todo seguirá marchando como uno lo piensa para el resto de los siglos

venideros. Y así vemos que, en muchas ciudades y lugares del mundo los hijos heredan el

mismo oficio de sus padres como si todo se redujera a una dinastía o al hecho de que las

nuevas generaciones de personas no tienen la capacidad suficiente para razonar ni proyectar

una vida distinta de la que han llevado sus antepasados. En parte lo han hecho por el valor de

una tradición que con el tiempo cambiará o se olvidará y porque tienen pereza y temor de

triunfar en sus acciones a futuro.

201 | P á g i n a
Nadie tiene el éxito asegurado pero, al final de la vida, cuando los daños pesen más

que los años vividos, el hombre podrá mirar hacia atrás, mirar en retrospectiva su existencia

y saber que ha obtenido tantos y tales triunfos que había estado cegado pensando en una sola

meta sin disfrutar del camino para llegar a ella. Y estará condenado a sonreír en ese instante

pues, a pesar de todas las contingencias a las cuales se haya podido enfrentar, ha abierto un

camino y ha sido el primero en lograr muchas cosas que nadie más ha podido conseguir. Estos

triunfos, los que no se pueden expresar mediante la obtención de un trofeo o de un diploma,

son los que hacen que el corazón del hombre sonría en la oscuridad de la noche, cuando sienta

que sus fuerzas ya no le permitirán seguir adelante con su vida. Esa es la mayor alegría del

hombre y la única que no puede ser comprada con dinero.

No obstante, el corazón de la mayoría de los hombres es débil, perezoso y temeroso

y no desea tomar riesgos sino quedarse en el lugar donde todo es seguro. ¡Cuántas aventuras

pierde el hombre por esto! ¡De cuántos conocimientos se puede privar si no se pone en el

límite y no comprende hasta dónde sería capaz de llegar por supervivencia! « ¡Dejad de temer,

diría Joaquín, y arriesgaos a ser diferentes y a conquistar la felicidad en vez de las riquezas de

un mundo carcomido por la corrupción y la pereza! Son pocos los que se arriesgan y a esos

los admira la historia por poseer un espíritu de gigante. Pero todos tenemos ese mismo

espíritu, solo que no deseamos desacomodarnos de nuestro lugar y esperamos que sean otros

los que lo hagan. Y esos otros, que representan sujetos escasos, son los que hacen que la

humanidad avance hacia un mejor estado de cosas, aunque ahora hayamos perdido nuestro

horizonte que nos caracterizaba como humanos».

202 | P á g i n a
El hombre, luego de haberse quedado inmerso en el papel de las costumbres, piensa

que lo que pueda hacer por su sola razón está en desuso. Pero ya está domesticado --sí, el

hombre puede domesticarse a sí mismo con la rutina y las costumbres. ¿Acaso no dicen las

escrituras que el mismo Dios nos ha dotado de su espíritu racional para que gobernemos sobre

todas las criaturas de la naturaleza y construyamos una sociedad a partir de nuestro lenguaje?

De ser así, hemos sido nosotros quienes hemos asesinado a Dios al no cumplir con su designio

y haber despreciado la racionalidad que nos vinculaba con lo divino para sucumbir ante la

animalidad de la domesticación. Y eso es algo que podemos ver a cada instante: en Colombia,

lo vivimos; en la India, nos hicimos conscientes de ello. Y esta verdad se manifiesta en el

corazón del hombre occidental: no importa nuestra procedencia, en última instancia, tal parece

que la naturaleza del hombre es la misma en todas las culturas.

No hay más nada por hacer, algunos hombres están condenados a triunfar en este

mundo, mientras la gran mayoría está condenada a sucumbir en el anonimato y la tradición.

Y el hombre en aquella sociedad en la cual pasamos tantos años con una identidad que no era

la nuestra, nos demostró que las vanidades y las problemáticas colombianas no solo pasan en

nuestra nación sino que es algo que se repite en el corazón de todas las sociedades. Y no es

por el hecho de que estas estén emparentadas o porque posean el mismo lenguaje, sino porque

toda nación, toda cultura o sociedad, es un conjunto de elementos básicos a los cuales hoy

llamamos hombres y estos son los mismos que están presentes en el mundo a través de la

historia. La naturaleza de estos parece ser la misma y todos tienen comportamientos, si no

iguales, sí idénticos en los diferentes Estados del mundo.

203 | P á g i n a
Todos tenemos, por lo menos, un vicio del cual podamos arrepentirnos pues nuestra

tendencia nos arroja más hacia ellos que hacia las virtudes. Los hombres se inclinan al mal

por su naturaleza. ¿Y de dónde han sacado esta inclinación si se supone que todos hemos

nacido buenos e ingenuos, con un alto grado de semejanza a Dios? Pues por el conocimiento

del bien y del mal. Al hombre se le dijo «puedes alimentarte de todas las frutas de todos los

árboles que encuentres a tu paso excepto de ese». Preciso por ello, por esta sola prohibición

el hombre comprendió que podía quebrantar la única regla establecida. El hombre conoció

que no podía comer de ese fruto, pero, al mismo tiempo, se hizo consciente del mal que podía

hacer al romper esa prohibición y comer de ese fruto. El conocimiento de la ley implica que

podemos actuar de manera contraria a la ley. Y he ahí lo que hacemos siempre: al considerar

las leyes injustas practicamos lo contrario de lo que ellas nos dicen a pesar de ser conscientes

del beneficio que su cumplimiento pueda tener para la población con la cual habitamos. Todos

estamos inclinados a estos vicios y cada cual posee al menos uno, del cual se arrepienta cada

vez que lo conquista. No hay quien pueda salvarse de ello.

Y el segundo motivo que puede llevar al hombre a actuar de una manera en específico

es su egoísmo, pues muchas veces no comprende que bajo su amparo está lo que pueda

beneficiar a los habitantes de su pueblo sino que cada uno busca siempre el mayor bienestar

para sí mismo. Son pocos los que actúan de una manera contraria, son pocos los que se dedican

al servicio a los demás, pero en ellos, incluso, hay escondido una partícula de egoísmo, pues

estos podrán defender: «yo ayudo a los demás porque así soy feliz». Y he ahí el hecho de que

cada uno busca su interés personal, su felicidad, pues en esta excusa triunfa lo que hace feliz

a la persona particular y no los que se benefician por su actuar.

204 | P á g i n a
Y este espíritu lo encontramos en los pueblos en los cuales asistimos y en los países a

los cuales tuvimos acceso. Los hombres, sin importar sus condiciones o sus excusas, parecen

ser los mismos en todas partes. Los mismos vicios, la misma pereza, los mismos temores para

enfrentar una vida no domesticada y envuelta en las aventuras del pensamiento y del

conocimiento. Algún día tendremos que reconocer que no todo lo que podamos comprender

y conocer del mundo está solo en los libros o solo en la experiencia, sino que aquello es una

mezcla se saber y hacer tan profunda que ni siquiera nosotros podemos entender del todo bien.

Existen cosas que no pueden aprenderse solo en los textos y otras tantas que no pueden ser

conocidas por medio de la experiencia. Pero muchos se inclinan por una de las dos vías y

piensan que de esa manera podrán explicar la totalidad de un mundo, el cual solo se limita a

la representación que cada cual haga del mismo.

Salimos de una patria para intentar mostrar la falsedad de nuestro pensamiento acerca

del conjunto completo de la humanidad pero lo único que hicimos fue reafirmarlo. Después

de seis años de estadía en aquella ciudad lejana para nosotros y de comprender estas verdades

que aparecían ante nosotros como las únicas posibles, comprendimos que nuestro lugar en el

mundo no estaba dentro de alguna sociedad en específico, sino en un lugar apartado de la

misma en donde pudiéramos dedicarnos a la vida en soledad, sin el hacernos un nuevo y

continuo daño con todo lo que nos hicieron los hombres de aquél entonces. Mediante miles

de artilugios y de explicaciones y mentiras, hice que el certificado que mostraba la

terminación de mis estudios escolares estuviera con mi nombre verdadero y no con aquél que

adopté al poco tiempo de llegar a aquella nación. Era algo definitivo. No hay nada en este

mundo que una buena cantidad de dinero no pueda resolver, y las autoridades de aquella

nación se hicieron los de la vista gorda ante las impurezas y mentiras que durante tantos años

205 | P á g i n a
les mencioné al lado de Joaquín. Por desgracia suele ser que el hombre debe internarse en

estas acciones negativas para que su alma no resulte lacerada por el engaño que uno comete

y al que lo someten por las cosas más nimias que hayan podido imaginarse.

Joaquín continuaba defendiendo la idea de que padecer una injusticia era mejor que

cometerla y sentí el rechazo de mi maestro por mi actuar negativo a lo largo de todos estos

años. Y, al sentir tal acción, decidimos separar nuestros caminos para que mis acciones no

empañaran el conocimiento y la moralidad de aquél hombre de quien tanto aprendí. Sabía que

no podía aprender más nada de él, pero también me aseguré que sin mí no se suicidaría, como

en otras oportunidades lo quiso, y le hice jurar solemnemente esta promesa: «Juro por Dios y

por mi mal querida patria que no atentaré contra mi vida, ni en el presente ni en el futuro.

Viviré según las reglas que yo mismo he establecido de la moral e intentaré siempre cumplir

una estricta norma de vida que amplíe mi conocimiento y, en la medida de lo posible, ganaré

la comida con el sudor de mi frente». Él nunca traicionaría una de sus promesas y de eso

podría estar seguro. A pesar de todas las dificultades y de todo lo que había sucedido en

nuestras vidas en común, estaba la certeza de que una promesa jamás se rompe, sin importar

las consecuencias que ello traiga. A pesar de nuestro alejamiento, siempre tuve noticias de él,

pues a pesar de no estar de acuerdo con muchas de las decisiones que en esa época se tomaron,

existen lazos de otra clase que permanecen entre dos personas cuando han pasado tantos años

juntos. Y, en cierto modo, Joaquín me amó como si yo fuera Agustín y yo lo amé como si

hubiera sido mi padre.

Él regresó a Colombia, el país del sagrado corazón de Jesús que había sido su cuna y

su desgracia, pero que, a pesar de los dolores y tantas cuestiones negativas que allí acaecen a

206 | P á g i n a
diario, la amaba como a ninguna otra nación en el mundo. Sabía que por más dolorosa que

fuera la existencia, siempre tendría un pequeño espacio dentro de esta nación de políticos

corruptos y fanáticos religiosos. No todos eran así, pero solo estos hacían que su corazón se

estremeciera y su espíritu doliera más que las heridas carnales más profundas. Yo regresé con

él a esa nación para asegurarme de su instalación para luego partir hacia tierras lejas de nuevo.

207 | P á g i n a
4.4. Regreso a la nación. Las dificultades de cambiar un país de hipócritas.

«Colombia jamás cambiará», manifestó con tristeza en alguna carta enviada con un

profundo deseo de haber encontrado una nación diferente a la cual dejó, pero no ha sido cierto.

En esos años en que vivió por fuera, mantuvo la esperanza de regresar al país y ver cómo

había comenzado a consolidar un devenir diferente en donde la armonía, la paz y el respeto

por el otro fueran la base de todos los discursos y que las personas aprendieran a resolver sus

conflictos de forma pacífica. En una nación en la cual el conflicto armado ha diezmado a la

población haciendo que millones de personas perezcan sin justicia en más de medio siglo de

una guerra irracional, todo parece indicar que, en esa nación, la violencia y la imagen negativa

de los ciudadanos se convierte en parte de su identidad como nación. Quizá a Colombia no le

han enseñado nada las tragedias padecidas ni los muertos enterrados, pues para la mayoría de

los habitantes de esta nación es mejor pensar y creer y seguir las Maryori que a quienes

intentan construir un país distinto en donde la educación y la cultura sean el fundamento de

todas las relaciones entre los hombres. Pero muchos aquí predican el amor y practican el odio

incondicionado a los demás, olvidando así aquello que nos hace humanos y habitantes de un

mismo territorio llamado República.

Pero esa es Colombia, una República de hipócritas e ignorantes mentirosos. Sin

embargo, toda regla trae su hijo bobo. Esto quiere decir que, en medio de todas las dificultades

que se presentan a lo largo del territorio nacional, existen ciertas personas que hacen el bien

y viven según las reglas de la armonía y del amor. Entre estas pocas personas se encuentra

Joaquín, quien en medio de esta sociedad corrompida por el fanatismo religioso y la poca

208 | P á g i n a
educación, intentó mantener su corazón lo más limpio que pudo e intentó remendar su espíritu

para liberarlo de las malas acciones que realizó en tierras extranjeras. Regresó al país más

viejo de lo que cualquiera hubiera podido pensar, cansado de tantos daños que en el camino

golpearon su corazón y su mente de tal manera que le hicieron alguien silencioso, tanto, que

podía pasar varios días sentado en una butaca mirando el cielo desolado de un país que lo ha

despreciado y lo ha maldecido de diferentes maneras. No criticó a nadie por las creencias que

tenían, pero sí le sorprendió que muchos de los fanáticos religiosos que defienden tanto el ser

de un Dios sin nombre, hayan caído en la desgracia de ser los fariseos que tanto detestan. Y

ojalá fueran como los fariseos, pues estos, al menos, cumplían la ley al pie de la letra, aquellos

la defienden pero la evitan a cada instante: para cada ley existe una excepción.

Lo acontecido en Colombia a lo largo de esos años podría resumirse en lo siguiente:

el gobierno nacional a la cabeza del presidente S, instauraron un proceso de diálogos con las

Farc-ep, denominación para la guerrilla que durante muchos años predominó en el territorio

colombiano. En muchas ocasiones podría verse que estos últimos tenían más poder que las

autoridades establecidas y reconocidas por la ley. ¿Y cómo no darles más autoridad cuando

sabemos que las balas silencian más fácil que los diálogos y la vida llevada por el bien? Si

algo puede aprenderse de una República como la colombiana es que el mejor gobierno no es

el que menos gobierna, sino el que más armas consigue para acallar a su pueblo. Y, como una

segunda enseñanza podríamos decir que ante los ojos de un fanático ignorante, de los cuales

abundan en este país, nunca puede utilizarse un diálogo razonado, sino que a ellos les interesa

más el rugir de las balas, la mediocridad de la educación y la obediencia ciega a una persona

que pretende regir el destino de la humanidad con las reglas y leyes que llevaron a Sodoma y

a Gomorra al olvido y a la depravación de los instintos más bajos. En este proceso de paz,

209 | P á g i n a
como suele suceder en cualquier decisión que tome un gobierno, hubo oposición, pero a

medida que iba pasando el tiempo del diálogo, se ganaban más defensores de una paz estable

y duradera.

El proceso de diálogo que tuvo muchos altibajos tuvo un final satisfactorio para todas

las partes o, al menos pensaron de este modo quienes estuvieron negociando una salida

razonada al conflicto armado de más de medio siglo de antigüedad. Pero la ciudadanía de este

pueblo ignorante e hipócrita pensaba algo distinto, pues al término de cuatro años de

negociación y de duras confrontaciones argumentadas en algún sitio del océano atlántico,

obtuvieron sacar una serie de acuerdos que beneficiaban a todos los colombianos. En primer

lugar, se hablaba acerca del desarrollo agrario, devolviendo a los campesinos aquellas tierras

que en tantos años de conflicto les habían quitado de la manera más vil y despiadada, la

restitución de la economía campesina y el apoyo a la misma para que los colombianos vieran

en el campo el mejor modo para que la nación se convirtiera en una potencia económica a

costa de las riquezas que se escondían en las montañas del país: con sembrados de papas en

las mejores zonas del país; recuperación de la flora y la fauna que los atentados habían

extinguido; mayores garantías para que el campesinado pudiera desarrollar con libertad su

actividad comercial y que no estuvieran sumidos en el olvido estatal que hasta ese momento

había caído sobre ellos: todos estos elementos eran los objetivos principales sobre los cuales

versaba aquel acuerdo.

También se hablaba allí del desminado de todas las tierras que se habían convertido

en un sembrado de minas antipersona que costaron la vida y la integridad de muchos soldados,

hijos de campesinos que luchaban en una guerra que no les correspondía. La elocuencia de

210 | P á g i n a
todo el discurso acerca de la construcción de una paz estable y duradera, convertía a todos en

creyentes de la idea de poder eliminar todas las causas que generaron el conflicto armado en

Colombia, cuestión que llegó a defender con elocuencia Timochenko, máximo líder, estratega

e ideólogo de aquél grupo subversivo. Este último había declarado con gran esperanza y con

una sonrisa ingenua: «La guerra ha acabado, pues ahora se viene la construcción de la paz. El

amor de Mauricio Babilonia por su `meme` ahora podrá ser eterno». Pero no se imaginaba

que una cuestión como estas sería detenida por un montón de ciudadanos desinformados e

ignorantes de la realidad social del país. Mauricio Babilonia no podrá amar a su Meme, porque

los colombianos han dicho que el amor está en desuso y que lo único válido para la República

es la violencia y la muerte. Curioso hecho: mientras que quienes están en la guerra desean con

su corazón reparar el daño que han hecho, y seguir sus caminos con la culpa por lo que

hicieron e intentando ser perdonados por el daño que hicieron en tantos años, los colombianos

les han dado la espalda y decretaron para ellos la sentencia de muerte: no hay perdón ni olvido.

Y lo curioso es que aquellos que firmaron esta sentencia, predican el amor y el perdón a todo

ser viviente. Aquí nadie puede arrepentirse del error cometido: no hay espacio para la

reconciliación porque muchos pretenden consolidar una guerra que otros pelearán. ¿Hasta

cuándo Colombia vivirá con odio?

El hecho es que se logró construir el mejor acuerdo que haya podido esperarse en la

historia de esta nación de hipócritas e ignorantes y estos se convirtieron en sus propios

verdugos al rechazar con toda autoridad los acuerdos alcanzados. Vaya contradicción entre

los colombianos, ¿quién lo entenderá cuando mueran de hambre por haber despreciado la

mejor posibilidad para la construcción de una nación diferente y continúen vendiendo balas

al por mayor esperando que de esa manera se logre una paz estable y duradera? Todo esto

211 | P á g i n a
pensaba Joaquín cuando regresó a su nación y observó que nada de lo que vivió en un pasado

remoto había cambiado: su Colombia seguía siendo la misma hipócrita de siempre. La

violencia, por el contrario, había aumentado de forma drástica, pues ahora ya no eran

asesinadas cincuenta personas diarias en esta nación como lo hacían antes de su partida, sino

que morían de forma violenta poco más de cien: la lucha ahora no era entre los conservadores

y los liberales, o entre aquellos que deseaban la independencia de España o los que querían

continuar subyugados a ella, sino entre los que querían la construcción de una paz estable y

duradera y aquellos que deseaban la guerra. Hemos de decir, en muy buen sentido, que la

historia de Colombia se reduce a la historia de la guerra en esta nación.

Pero no pasaba nada. El asesinato en una nación puede llegar a convertirse en algo

habitual y es más fácil encontrarse un muerto en Colombia que ganarse la lotería. Tampoco

es el único país en donde la hipocresía y la violencia se han convertido en parte de la tradición

de los habitantes del territorio. En todas las partes del mundo pueden encontrarse ciertas

prácticas que atentan contra la vida y la integridad de los demás, solo que, buena parte de los

medios de comunicación en este país han explotado tanto esto que a las personas les da lo

mismo si mueren 10 personas o 1000. Hay quienes defienden el pacifismo como único modo

de vida posible en Colombia, pero ¿cómo podría triunfar una sola persona contra un millón

de conservadores, fanáticos e ignorantes? El reto de vivir en una sociedad como esta es poder

encontrar un justo que no se contamine por las relaciones de los hombres y que permanezca

fiel a su pensamiento y viva para el conocimiento del bien y la manifestación del mismo en

todas las acciones que cometa en su existencia. Tal vez el único era Joaquín Alberto Escudero

Gonzales, pero, al sentir tanta crueldad y creerse perseguido por todos sus contemporáneos

creyó que la única vía válida para continuar con su vida era la venganza. Todo el tiempo

212 | P á g i n a
estaba en su mente la idea de asesinar a muchas personas con el único fin de liberar a la

población del dominio del mal y el fanatismo que tanto daño le ha hecho a este país.

«No es necesario asesinar a toda una población, diezmar a toda una comunidad o

nación para que aprendan a vivir en paz, sino que se deben exterminar aquellos que, en

potencia, le harán daño al país. Si se puede eliminar a un genocida o un asesino en serie

debería hacerse. ¿Acaso no sería mejor matar a algunos pocos para salvar la vida de muchos?»,

había declarado en algún momento, pero luego se arrepentiría de tal cuestión, pues estaba en

contra de todos los postulados que defendió desde tiempos remotos en su vida. No pensaba

en hacer esto de verdad, solo que las circunstancias por las cuales tuvo que pasar le obligaron

a ser mucho más rudo de lo que solía ser la mayoría de las veces. ¿Y qué más da? Había vivido

antes de marcharse a un país extranjero la marcha de la población en contra la homosexualidad

y ahora, muchos años después de esto, regresa a su país con la esperanza de encontrarlo

diferente y pensar que todo era más tranquilo ahora, pero se encuentra con que las personas

que jamás han vivido la guerra decidieron seguir en ella y que aquellos que sí la habían vivido

anhelaban de todo corazón una nación distinta: una bañada por la paz. « ¿Hasta cuándo

Colombia seguirás con tu doble moral y tu indiferencia frente al dolor del otro? ¿Acaso no

has llorado todavía los suficientes muertos como para practicar el perdón que tus dirigentes

religiosos han predicado durante tantos decenios? Si Dios es un Dios de misericordia y amor

y que él acepta a todas las personas y desea la salvación de todos ¿con qué autoridad moral

despreciamos a los homosexuales, y rechazamos la construcción de una paz estable y

duradera? Estas cosas solo suceden en este país de hipócritas», decía escupiendo mierda hasta

por sus ojos.

213 | P á g i n a
Muchas cosas movilizaron a Joaquín para regresar a Colombia, país al que no quería

regresar el día de la partida. Y la cuestión es que toda persona que ha vivido a varios cientos

de kilómetros de su nación de origen sabe cuán difícil es aceptar los cambios de habitar una

nación diferente y el deseo de regresar a su origen para recorrer las calles que un día recorrió

de niño. La nostalgia de poder regresar a aquél lugar del cual se ha debido salir por todas las

cuestiones negativas que llevan al hombre a abandonar su patria para ser adoptado por un país

extranjero, le impulsa a regresar para ver si el país ha cambiado o para cambiarlo. Pues toda

salida es un huir de ciertas circunstancias para intentar encontrar algunas mejores, pero nunca

habrá un mejor modo de vida que las existentes en aquél país que un día nos vio nacer.

Además, en la India parece predominar todavía una antigua tradición de castas que le dice a

la persona su origen y que nunca podrá salir de su destino. Si has nacido en la casta inferior

serás un esclavo para el resto de tu vida y no habrá nada que pueda cambiar ese asunto. Gandhi

intentó modificar esto, pero cambiar el pensamiento de una población que durante siglos ha

pensado de esa manera y no tiene una escapatoria es tan difícil como mencionarle a un fanático

religioso que puede pensar y hacer uso de su razón.

Cada país tiene su conflicto y su grado de inseguridad. Si se le pregunta a un

colombiano que haya vivido la guerra, que sea una víctima del conflicto dirá que esto solo

pasa en este país. Lo mismo podrá ser si se escucha a un sirio luego de la ocupación del Estado

Islámico en ese territorio, o a un francés luego de estar amenazado por extremistas religiosos.

Tal parece que en este mundo no hay nadie que pueda salvarse de la violencia de los hombres

que, deseando con toda su alma la obtención del poder, hacen sucumbir a quienes pueden

transformar la realidad de una sociedad. Por desgracia, la política de un país como Colombia

siempre está enfocada en esto: si no haces parte de las diez familias que siempre han

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gobernado, te jodes o te joden. Esto quiere decir: o no te metes en política o te matan, a menos

que apoyes a los políticos del momento. Aquí no se defiende la Idea de una República eterna

y perfecta, sino una simple palabrería y un engaño subsumido en esa palabra que pretende ser

un modo de gobierno.

Pero, a pesar de todas estas situaciones negativas y los pensamientos que tuvo por

aquellos días, siempre pensó que su futuro estaba en esta nación de hipócritas. La amaba tanto

que su futuro no podía estar en un lugar diferente. Sin importar las desilusiones a las cuales

fuese sometido en este país, no imaginaba su vida en otro lugar o no lo deseaba. Puede que

este sea un país maltratador, violento, de doble moral, hipócrita, ignorante, sin escrúpulos y

todo lo que se pueda decir de él, pero la gente que viene se enamora de esta nación y sucumbe

ante el cariño de su gente. Pero no todo es malo aquí. En medio de la oscuridad siempre

resplandece una luz que da esperanza de transformación y de cambio. Aquí hay personas que,

sin ningún apoyo, alcanza los más altos podios del mundo. ¿Cómo lo hacen? Sabrá Dios por

cuántas desgracias y tormentos deben pasar quienes representan bien esta nación ante una

comunidad internacional que piensa que ellos llegan hasta allí por el apoyo incondicional de

un Estado corrupto. Pero no es así. Muchos de los que logran hacer algo con sus vidas pueden

declarar que tuvieron una madre que los impulsó a ser lo que son o lo que fueron, o porque su

personalidad les hizo ser tan obstinados que, a pesar de todas las dificultades a las cuales se

enfrentaron, siempre siguieron adelante en la consolidación de sus sueños.

Para algunos otros, por desgracia, la vida no les premió con un podio o con el

reconocimiento merecido por lo que tuvieron que padecer para llegar a la cima. Pues muchos

tuvieron la desgracia de enfrentarse a unos obstáculos tan grandes que jamás pudieron

derribarlos o porque, en el momento en el cual comenzaban a triunfar fueron víctimas de la

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maledicencia y los malos deseos de las personas que están alrededor suyo: la envidia destruye

la existencia de gente con un talento prometedor: esta jamás se hace esperar: derrumba todo

lo que ve a su paso. Cuando ven, los envidiosos, que uno de sus contemporáneos comienza a

triunfar, mueven cielo y tierra para que se hundan más que ellos. ¿Por qué lo hacen? Por la

simple razón de que no son ellos quienes están triunfando o porque son incapaces de

emprender la lucha por la consolidación de sus sueños. Y así son muchos colombianos:

intentan hundir a quienes progresan y no tienen ninguna justificación para ello salvo la envidia

o el hacerse conscientes de sus incapacidades para luchar por sus sueños. Y eso fue lo que

sucedió en ese tal plebiscito por la paz: algunos inescrupulosos que solo quieren ver arder el

país decidieron hacer campaña en contra de la oportunidad del siglo, aprovechándose de la

ignorancia de las personas que habitan en esa nación. Y por ello también es que puede triunfar

una propuesta como la de exterminar a todos los homosexuales de un territorio en específico

a causa de la purificación de la raza y el amor hacia un Dios que jamás despreciaría a una

persona por su condición sexual.

Todas estas cuestiones pueden deducirse del pensamiento de Joaquín y la mayoría de

ellas se expresaban en una serie de cartas y manuscritos que me envió mientras permaneció

en Colombia mientras yo buscaba ampliar mi conocimiento en universidades europeas. En

estas pude aumentar mi saber, pero también pude comprobar la certeza de lo que defendía el

profeta Qohelet: Qui auget scientiam, auget et dolorem. Y tal vez esto pudiera explicar el

estado de sufrimiento y padecimiento interior en el cual vivía Joaquín. Pues, a pesar de haber

recibido la mejor educación, jamás pude superar en conocimiento a aquél filósofo que con la

sola formación de su juventud, aprehendió todas las ciencias y lenguas del mundo. ¿Cómo

pudo ser posible aquello? Pues eso es uno de los tantos secretos que mi maestro se llevó a la

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tumba pero, en efecto, su saber jamás se limitó a las cosas materiales, pues así como podía

hablar acerca de todo lo existente en este mundo, también podía comprender aquellas

cuestiones que habitan más allá de lo conocido La complejidad de sus razonamientos podía

superar al de cualquiera y ya se encontraba hastiado del conocimiento que puede extraerse de

los libros. Había tenido esposa e hijo, pero por desgracia la vida le había arrebatado a ambos,

lo cual le llevó a cavilar sobre el ser del mundo y el comportamiento ético del hombre en

diferentes sociedades hasta descubrir que es el mismo en todas ellas y que lo único que nos

diferencia es una lengua, un código para señalar de diferentes maneras los mismas cosas y

luego de haber padecido los incontables tormentos interiores a causa de su manía por vivir

más en un mundo interior que la en la realidad de esclavitud y miseria material en la cual

vivía, retornó a su origen para internarse en la soledad hasta esperar la muerte. ¿Acaso la habrá

alcanzado? Siempre estuvo la posibilidad del suicidio pero también el deseo de alcanzar la

unión con el Ser, como un día lo hiciera Suka.

Sin embargo, sabía que no podría ser posible un suicidio porque había prometido no

hacerlo, y los hombres-filósofos como Joaquín siempre cumplen lo que prometen a pesar de

las calamidades que puedan padecer por causa de ello. Al salir de la India nos dirigimos, en

barco de nuevo, hacia Colombia. Ahora éramos nosotros los extraños y, desde el hermoso

puerto de Buenaventura en el pacífico colombiano, después de incontables días de tedio

encerrados en un contenedor que destilaba un olor excesivo de bananos, nos dirigimos hacia

el pueblo X en dónde tendríamos que reclamar la tierra que una vez fue de Joaquín, si es que

esta todavía existía. Y contamos con suerte porque, al ser la tierra del filósofo maldito, nadie

la había utilizado y aún estaban las ruinas, llenas del deterioro normal de los años, pero allí

estaban. También nos dimos cuenta que la maleza había convertido este espacio en una selva

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en miniatura, pero podría ser habitable después de mucho tiempo de trabajo. Durante algunos

días nos quedamos allí, pues tenía que tramitar todos los permisos para salir a estudiar al viejo

continente, en donde la arrogancia de la gente por tener filósofos que la humanidad aclamaba,

hacía de sus hermosos ojos algo despreciable.

Hubiera podido partir pronto, pero como todo en Colombia se demora más de la cuenta

a causa de la ineptitud de los funcionarios públicos, acompañé a mi maestro un tiempo antes

de dejarlo sumido de nuevo en la soledad. Me arrepiento de todo corazón haber hecho eso,

pero en la época de la juventud todos sentimos que la rebeldía se apodera de nuestras

consciencias y queremos salir a recorrer el mundo para adentrarnos en conocimientos que

nadie nos ha pedido que consigamos. Un año después de nuestro arribo, estaba montado en

un avión para recorrer las tres universidades que me aceptaron como un hijo: Oxford, en

Inglaterra, La Sorbona en París, y la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, en Italia.

En estas instituciones pude realizar estudios semíticos y comprender un poco mejor las

relaciones sociales, culturales lingüísticas y religiosas de ese lado del mundo llamado Gran

Oriente Medio. Y pude comprender que todos hablamos de ellos pero nadie los comprende

hasta que puede darse el lujo de conocerlos y estudiarlos. Joaquín se quedó en el pueblo X y

comprendió que este país nunca cambiaría, sino que se quedaría sumido en la ignorancia y en

la hipocresía, mediados siempre por el fanatismo religioso, por muchos siglos más. Debemos

aprender a renunciar a nuestro pasado para conseguir un futuro diferente, en el cual la armonía

y la paz se radiquen en nuestro pensamiento. « ¡Basta ya de violencia! ¡Atrévete a pensar

Colombia, pues tienes unas facultades intelectuales con las que puedes explicar el mundo que

te rodea! ¡Deja de lado tu fanatismo y utiliza tu razón!», con estas frases me despidió mi

maestro, intentando invitarme a no caer en los mismos errores en los que caímos en India para

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nuestra supervivencia. ¿Qué ha pasado con mi maestro? ¿Qué ha hecho después de nuestra

ruptura definitiva?

4.5. Y de nuevo, la historia de Suka, quien subió a convertirse en Uno solo con el
Ser-Absoluto para anteceder a todo lo creado.

He ahí la cuestión más importante: el hombre tiene la capacidad para ver su vida como una

tragedia o una comedia. A pesar de las dificultades a las que cada uno pueda ser sometido a

lo largo de su existencia tiene la posibilidad de mirar su pasado, presente y futuro con un

cristal distinto al que vio en los momentos difíciles. Hay personas que, sin importar las cosas

buenas que le pasen, siempre van a decir que son víctimas de cuanta cosa inventa su mente:

si lo único que ha hecho es progresar podrá decir que la envidia le ha provocado innumerables

heridas y que el gobierno le ha perseguido de diversas maneras para evitar su progreso a toda

costa. De igual modo podrá decir alguien que toda su vida la ha pasado ocupando puestos en

el senado o como un político reconocido: dirá que es una víctima de la sociedad, de las

calumnias y de las persecuciones por representar lo que representa. Todos tenemos algún

momento en la vida en el cual nos hemos sentido víctimas de algo pero, si lo pensamos con

detenimiento, podrá ser solo una confusión o mala interpretación de los acontecimientos que

a diario nos acaecen. ¿Por qué el hombre tiene la capacidad de construir los más asombrosos

descubrimientos pero sucumbe ante su imaginación? La respuesta está vedada por el momento

para nosotros, pero sí hemos de decir que así andaba Joaquín por la vida y lo primero que hizo

al quedarse solo de nuevo con un mundo por construir en su casa fue realizar una lamentación

acerca de las miserias de una vida no deseada.

219 | P á g i n a
Todos los hombres tienen problemas y calamidades que hacen de sus espíritus los más

miserables. Pero también está el hecho de que si desean mirar sus pasados por vidrios oculares

que demuestran que sus vidas son solo el reflejo de la combinación de las decisiones anteriores

y un azar inexpugnable que juega con todas las personas para impedir que triunfen en sus

ideas cuando han decidido hacer uso de su razón, podrán encontrar más miserias de las cuales,

en verdad, les acaecen. Aventurarse por un montón de experiencias negativas situadas sobre

un plano infértil la mayoría de las veces es tan deprimente que pocas personas han de soportar

la carga de negatividad que les abruma en este caminar errante por el mundo. Si se mira con

esta luz, podrá decirse que hay ciertas decisiones que el hombre puede tomar sobre su vida y

algunas que quedan relegadas al accionar de ese azar o una tercera persona que poco o nada

se preocupará por el devenir de los demás.

En la mayoría de las ocasiones el hombre debe enfrentarse con el horrendo hecho de

dejar la decisión más importante de su vida en manos de alguien que, como Maryori Julieth

García Correa, no ven más allá de sus propias narices y desean a toda costa imponer su

voluntad sobre el resto del mundo porque muy en el fondo de sus corazones saben que por su

talento o entendimiento nunca podrán triunfar. De este modo, procuran tener el dominio de

todo lo que a su alrededor acaece para asegurar su progreso a costa del hundimiento o la caída

de los demás. Personas que, como esta pitonisa, intentan maldecir a los demás en beneficio

propio, solo demuestran la inutilidad de sus facultades intelectuales. El hecho de convertirse

en los manipuladores de los otros, demuestra que a un país como este le sobra gente bruta y

le hacen falta más intelectuales.

220 | P á g i n a
Hay dos cuestiones que rigen el destino de todo hombre: el azar y las decisiones

pasadas que, poco a poco, construyen un devenir determinado. En este segundo aspecto entra

el apoyo que puede recibir una persona que hará su caminar más fácil o difícil. Y muchos

sucumben ante el primer obstáculo y pasan sus vidas en medio de lamentaciones por aquellas

cosas que un día pudieron ser pero que no fueron porque dejaron que el azar ganara la batalla

de la vida. Y así pasa el tiempo y las frustraciones crecen y el espíritu desamparado del hombre

sucumbe ante su mente que desea presentarse como la víctima de todos los aspectos negativos

de la sociedad y caen en los delirios de persecución y se aseguran a sí mismos que todos

conspiran contra ellos y que son las únicas víctimas del destino. Pero todos los hombres

estamos amparados por las mismas dificultades materiales y no hay quien pueda sobrevivir a

tales y tan crueles designios de una fuerza que no puede ser controlada por nadie. Aquél azar

no tiene límites y hace que el hombre entre en desesperación y se turbe su mente y su espíritu

al no encontrar el elemento que le permita proyectar su vida hacia un mejoramiento continuo

de su humanidad. Y caemos en la depresión gracias a que sucumbimos muy rápido ante las

contingencias de la vida y no podemos pensar que esto hace parte de los ríos de la naturaleza

por los cuales estamos obligados a andar y que no podemos controlar del todo bien porque la

barca en la cual estamos es tan pequeña que con el más mínimo golpe sucumbe ante el

torrencial del rio por el cual transita. Todos atravesamos por dificultades de todo tipo pero

hay quienes piensan que son los únicos que lo hacen y convierten sus vidas una sola

lamentación.

¿Hasta cuándo debe luchar el hombre? Hasta que sus fuerzas le permitan hacerlo y,

cuando llegue al límite humano, procurar tener un nacimiento portentoso como lo ha tenido

Suka pero que nosotros los mortales poco podemos comprender. Esto quiere decir que en el

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momento en el cual nos abandonen las fuerzas materiales, debemos aceptar y apoyarnos en

las fuerzas divinas o anteriores a nuestro entendimiento para renacer en un nuevo y perfecto

Ser. Pero no todos podemos intentar algo como lo que hizo este individuo excepcional que, al

alcanzar unirse con el Uno solo, sin segundo, dejó impregnada la naturaleza entera con su

nombre.

Y allí se encontraba Joaquín con sus lamentaciones de siempre y con la certeza de que

ahora tendría que vivir, no para garantizar la vida de Agustín, su amado hijo, ni por miedo a

dejar desamparado a un chico que le siguió a pesar de las circunstancias que le condujeron a

una salida hacia una nación extranjera con la sola idea de encontrar un momento de resguardo

pero que le permitió comprender que su extraña sensación se debía a sentirse un extraño en

su cuerpo, por haber tenido una existencia que no le pertenecía, sino que ahora debía vivir por

una promesa hecha de no morir por su mano y velar por su sola seguridad. Además, muy en

el fondo de su corazón se encontraba todavía la esperanza de ser conducido a la unión bien

sea con la pura Deidad o con su Dios eclesiástico. Nunca en la vida había estado solo del todo.

Había tenido a una madre que lo amó como solo una madre excepcional puede hacerlo, y

cuando ella faltó reconoció en su Diana ese elemento indispensable para su sana subsistencia

y vio cómo con una mujer pudo ser feliz de nuevo. Y cuando las cosas marcharon mal y pensó

en un olvido voluntario, en un exilio elegido a conciencia, se encuentra con un discípulo que

le obliga a seguir viviendo y con este marcha a una nación extranjera a reunirse de nuevo con

la figura femenina de una maestra que le incita a volver a su país de origen a vencer todos los

miedos que dejó plasmados una vez y que le permitieron comprender mejor su lugar en el

mundo.

222 | P á g i n a
¿Y ahora? Ahora sí estaba solo en el lugar en donde se originaron todas sus desgracias.

Pero debía enfrentar su vida con un nuevo pensamiento, no el de aquella máscara que adoptó

con su primera salida del Pueblo X, sino tal como siempre era. Extraña coincidencia: recorrer

el mundo bajo la luz de una nueva vida, una máscara que cubriría sus emociones de muerte y

demencia, un rostro y personalidad distintas que le permitirían sobrevivir en una sociedad de

hipócritas, resentidos u olvidados, pero que al final se convertía tan solo en eso: en una falsa

apariencia para no ganar más miserias interiores y conservar su espíritu puro para marchar

luego a atravesar el rio de la muerte que le conduciría a la verdadera tranquilidad y serenidad.

Curiosa realidad para él pues sentía que se encontraba al final de la vida y tendría que romper

una regla que había establecido desde hacía tantos años: regresar al lugar que había prometido

no volver a pisar. Pero este era su origen y todo apuntó para él a iniciar una nueva vida en ese

lugar, pues de otra forma se habría suicidado en la primera oportunidad. Joaquín es de aquellos

hombres que no desean romper sus promesas pero, a pesar de ello, las emociones son a veces

más poderosas de lo que se cree y nadie puede saber hasta qué punto puede cumplir su palabra,

pues la negatividad del mundo puede llevarle a otros estadios en donde este es imposible.

En su mente era la única víctima que quedaba de una existencia cargada de negatividad

y al haber encontrado un pasado suyo tan remoto en los escombros que casi habían sido

borrados de su memoria por el tiempo, revivió en su memoria todo un pasado que creyó

superado y lloró. Sí, los filósofos también pueden llorar la muerte de un ser querido y una

existencia cargada de miserias interiores, aunque sea varios años después de ocurridos los

hechos. En el mundo nos sentimos unos gigantes, pero en la soledad de la noche todos hemos

sentido que este mundo es demasiado grande para nosotros y que nuestra vida es tan

insignificante que no importará si vivimos o morimos porque al final lo que le importa al

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hombre es la conservación de la especie. En su soledad se lamentaba por todas las cosas

pasadas y por no haber sabido cómo reaccionar ante la pérdida de lo más importante para su

vida: Diana y Agustín vivían en su memoria y, a pesar del tiempo y la distancia y de haber

vivido todo ese pasado suyo tan miserable, siempre conservó la esperanza de volver a su hogar

y ver la sonrisa de su esposa y sentir los brazos de su niño al que quiso proteger pero no fue

capaz. Y su interior se conmocionó por todo lo que vivió y se sintió pequeño comparado con

el universo y lloró por esa historia de amor que un día inició pero no podrá volver a repetir.

« ¿Vivir? ¿Acaso se le puede llamar vida a este estado tan deplorable en el cual me

encuentro? No, esta no puede ser vida, pues me encuentro esperando el paso final, ese paso

que me vinculará con la tierra y me hará polvo del polvo: soy una sombra más que habitó este

mundo y que desapareció un día como lo hacen todos los humanos mortales. Yo ya no tengo

nada más por hacer aquí. Este mundo no me pertenece y no le pertenezco a él. Me han odiado

desde tiempos inmemoriales y mi maldición estaba establecida desde antes de mi nacimiento.

¿Para qué querer más esta vida? Mi reina, mi madre ha desaparecido de la faz de la tierra y

no volverá, al igual que mi amada y mi hijo. Además, este país no cambia, ni cambiará en el

futuro. Un pueblo tan hipócrita no podrá tener un devenir que no sea la violencia que ha

gobernado en los últimos dos siglos. Si miramos la historia de esta nación nos tenemos que

limitar a la historia de las guerras en ella. Tal vez por ello Rojas Pinilla se quejaba por el hecho

de tener un país indolente, y la Policarpa afirmaba algo parecido a ello. ¿Simple coincidencia

o triste realidad? Pues no. Lo único que tenemos que decir de Colombia, mi querida Colombia,

es que se ha convertido en una República de hijueputas, gobernada por ladrones y mantenida

por un pueblo de hipócritas. Me han quitado todo lo que más deseo y, no contentos con ello,

me han obligado a seguir con una vida que no me pertenecía. Todo esto tan solo por culpa de

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un grupo de fanáticos religiosos que solo quieren ver arder el país y que, como la pitonisa,

han llenado su corazón de resentimiento por ser incapaces de pensar por sí mismos. Pero todos

tenemos las consecuencias de lo que hacemos y este país siempre se ha condenado a ser lo

que es: solo basta conocer su historia para darse cuenta de lo que no deberían ganar: una paz

estable y duradera. Todo ello se debe a su hipocresía, pues vivimos en el país de hijueputas

ignorantes y libertinos», llegó a decir envuelto en la melancolía, el dolor y la cólera.

Y ya no había nadie que pudiera cambiar su opinión acerca de este país llamado

República de Colombia. Y allí se quedó, sumido en la soledad y con sus conflictos interiores,

pensando que era la única víctima de todo el mundo y que su historia era la más lamentable

de todas. Sufrió lo que quería sufrir con la intensidad de haber vivido la tragedia que jamás

pidió vivir. Pero hay en su vida algo más sorprendente: entre más aumentaban sus

lamentaciones por el sufrimiento y las miserias provocadas por este mundo, su conocimiento

también aumentaba. Una vez llegó a declarar que solo el dolor permitía que el hombre

desarrollara más sus facultades intelectuales y que por ello él elegía siempre el camino de la

soledad y la austeridad: solo deseaba servir a la verdad y no deseaba venderse a un gobierno

de turno que le impusiera una sola manera de pensar. Y a la pregunta por si un día viviría en

el cielo o en el infierno respondía con una máxima del pensamiento de Schopenhauer, uno de

sus filósofos favoritos: Luego de que el hombre hubo puesto todos los tormentos y

sufrimientos en el infierno, para el cielo no dejó más que aburrimiento. Y, aunque la frase

jamás llegó a responder a su pregunta, era fácil deducirla para alguien que le hubiera conocido

un poco. Y en esta frase extraída, según él del último de los libros del Mundo como Voluntad

y Representación, se manifestaba la más grande de las máximas del pensamiento humano,

225 | P á g i n a
pues recopilaba el saber acerca del dolor y proyectaba la muerte como una alternativa, la cual

no solucionaba el verdadero estado de dolor en el cual está envuelto el hombre.

La apariencia de Joaquín cambió al entrar de nuevo al pueblo, tanto, que nadie le

reconoció a primera vista. Tal vez se debía a que al fin pudo quitarse la máscara que durante

tanto tiempo portó, pues en aquél lugar todos le conocían y no podía fingir ser aquello que no

era. Se liberó de lo que tanto le hacía daño y lloró como nunca lo había hecho. ¿Acaso el

hombre es capaz de someterse al exilio voluntario dentro de su nación? Pues esa fue la

decisión que tomó este hombre. Desterrado del mundo, sin contacto con las demás personas,

no por considerarlas indignas de su presencia sino porque ya estaba cansado de perder a

alguien que representaba ese apoyo emocional que tanto necesitaba pero que moría por

ayudarle.

«Tal vez sí soy maldito y solo traigo mala suerte a quienes desean ayudarme. Quizá

es cierto que todos los que se acercan a mí están condenados a la muerte. ¿A quién quiero

engañar? Este mundo no ha sido hecho para una persona como yo. Eso es definitivo y quizás

es la única verdad de la cual pueda presumir», decía, al notar que la melancolía se apoderaba

de su espíritu. Las personas que un día hicieron parte de su existencia vivían en su memoria

como siempre y a cada instante se sumía en las conversaciones que un día realizó con quienes

significaron mucho para él y que de algún modo ya no estaban en su vida. Llegó, incluso, a

ver a Agustín correr por lo que un día fue su habitación, sintió esos pequeños brazos rodearlo

de un amor infinito que nunca volverá a manifestarse en su vida, porque quien lo hacía llevaba

ya mucho tiempo en una fosa común.

226 | P á g i n a
En Colombia, cuando muere alguien, siempre hay un tiempo de cuatro años de espera

a la descomposición natural de la carne y si posterior a ese tiempo no es reclamada la osamenta

del difunto, esta es arrojada a una fosa común junto con todos los olvidados del cementerio.

Ello había sucedido con su amado hijo y con su Diana. Pues al cumplirse el tiempo Joaquín

estaba ya muy lejos y aunque sufrió, no volvió a reclamar los huesos de sus seres queridos.

Tal vez ello hizo que su mente entrara en una mayor depresión porque por su causa su familia

estaba sumida en el destierro más allá de la muerte y sintió el deseo de esperar con paciencia

a esta también sumido en un exilio.

Su casa sería su prisión por haber olvidado a sus seres queridos. La reconstrucción de

esta fue, en efecto, larga y compleja, pero pudo tener un techo para pasar sus noches, y comida

para no perecer de hambre en esta nación que le hubiera asesinado a la menor posibilidad.

Sembraba aquellas cosas que comía, y, por fortuna, los árboles que un día había sembrado

como parte de su proyecto para tener menos gastos daban ahora enormes frutos. La mayor

parte del tiempo tenía algunas frutas para comer y no le costaba ningún esfuerzo ni tuvo que

esperar a que los árboles dieran cosechas porque en todo el tiempo que habíamos estado por

fuera estos habían madurado lo suficiente como para tener abundancia en estas e, incluso, por

algún extraño motivo, se habían multiplicado, por lo cual, todo el tiempo tendría algo para

comer. Si no tenía aguacates, la familia de los cítricos era una buena opción para alimentarse,

o, en caso de no tener estos, las manzanas, las guayabas, o las guanábanas se convertían en su

sustento. Aunque el cuerpo humano necesita de mucha variedad para no comenzar con ciertas

deficiencias, el riesgo lo tomó Joaquín, pues, en última instancia, se creía solo en el mundo y

tampoco pensaba vivir para siempre. «Entre más rápido llegue mi muerte mejor será para mí

y para la humanidad», decía sin pensar bien en la consecuencia de sus palabras.

227 | P á g i n a
Con el dinero que quedó en los maletines a nuestro regreso, pudimos iniciar una huerta

en la cual él obtuvo algunos otros alimentos indispensables para la subsistencia dentro de lo

que él denominó «la soledad excelente de un hombre miserable». Y al término de mi marcha

definitiva hacia otras tierras, las de Joaquín ya empezaban a dar resultado. Hubo que hacer

muchas adecuaciones sobre el terreno en ese año para poder instaurar la huerta, sin embargo,

valió la pena, pues, al final de todo, algunos productos como la papa, la yuca, la lechuga, el

tomate y otros comenzaron a dar tal resultado que Joaquín tendría más de estos alimentos de

los que podría utilizar. Y como tenía cómo sobrevivir con estos alimentos me otorgó la fortuna

alojada en los maletines, pues aseguró que me harían más falta a mí en mi viaje por el mundo

que a él allí encerrado.

Tan solo algunos de los vecinos pudieron reconocer a aquella persona que un día fue

conocido como el filósofo maldito del pueblo y que hoy volvía convertido en alguien diferente,

aunque en el fondo él creía que ya se había quitado la máscara con la cual vivió durante los

últimos tiempos. Y es que la barba era ahora tan espesa que pocos hubieran creído que ese era

el rostro del niño mimado que fue hacía tanto y que se desbordaba por hacer bien su trabajo y

por asegurar la educación de su hijo. Estas personas se encargaron de volverle algunos favores

que le debían desde que habitaba en esas tierras y, como parte de ello, le dieron una muy buena

cantidad de dinero por la invención del primer modelo de bicicleta que se vendió desde su

empresa y que, aún hoy, era famoso en muchos lugares del departamento y del país. Según las

cosas, la fama por este invento se extendió demasiado desde nuestra salida del pueblo y, la

dama encargada de la empresa, había hecho que esta se convirtiera en la principal fuente de

empleo del municipio y, de hecho, en una industria que ahora tenía muy buenas ganancias a

nivel nacional. Le propusieron una renta vitalicia por ser el creador de la idea y la persona

228 | P á g i n a
encargada de iniciar lo que ahora era algo grande. Pero él rehusó afirmando que no le interesaba

nada de lo material que pudieran ofrecerle porque la cura para sus males estribaba en aquello

que no podía ofrecerle nadie: la resurrección de sus seres queridos tal como los conoció él.

«Además, solo quiero garantizar mi supervivencia y vivir solo con lo necesario, el resto de las

cosas no son importantes ahora para mí», afirmó.

El dinero por su modelo lo recibió con la sola idea de reconstruir la casa que él mismo

había incendiado hacía tantos años y para conseguir algunos de los títulos que se perdieron

con las llamas. Todo intentó ponerlo tal y como lo recordaba cuando aún vivían Diana y

Agustín. Se esmeró tanto que después de un tiempo su casa era idéntica a los tiempos pasados

con la única diferencia que ahora carecía de la vida familiar que en otra época daba alegría a

esas paredes inertes. Los muros de aquella casa se convirtieron en su desahogo, pues en ellas

intentó mostrar las lamentaciones que golpeaban su pecho y aún hoy se conservan ellas como

parte de la desgracia existencial que se produjo en ese hombre tras la última ruptura que creyó

posible. Pero esta vida trata de eso, de romper con las personas que un día creímos eternos

para crecer nosotros como seres humanos.

En ocasiones un adiós significa un te amaré por siempre desde la distancia, y a veces

un «me quedaré a tu lado hasta la eternidad» se convierte en una falsa apariencia, pues esta

declaración es la primera que se rompe con el tiempo. A veces es mejor dejar que las cosas

fluyan, que se quede quien se quiera quedar y que se vaya cuando se quiera ir. Es mejor vivir

sin ataduras, pensando que todo depende de unas circunstancias dadas y que, es muy probable

que todo cambie con el tiempo. Pues si nos apegamos demasiado a los demás, tendremos que

reconocer un día su finitud o su hipocresía, lo cual nos hará sufrir y nos convertirá en

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escépticos, pues ya no creeremos en las palabras ni en las acciones de los otros. Es mejor

despertarse todos los días de lo exterior y pensar en la muerte que distraerse pensando que

esta nunca llegará. Hemos de afirmar que lo único que tenemos cierto en la vida es la muerte

y no hay nada que podamos hacer en contra de eso. La muerte hace parte de la vida y es un

paso que todos debemos dar: desde los esclavos de la economía, hasta los Santos y los

príncipes de nuestro tiempo.

Y de ello se hizo consciente Joaquín, no sin sufrir mucho por ello y se alejó de todos

pensando que de esa manera podría evitar un nuevo tormento, una decepción más, y, porque

muy en el fondo de su corazón, todavía había una escasa esperanza para ascender y

conversarse en el Ser-Absoluto, como lo había hecho Suka alguna vez. Deseaba un nacimiento

portentoso como el de aquél, pero sabía que le esperarían nuevos tormentos y sufrimientos

para tener alguna posibilidad como la tuvo Suka. Y a todas estas, ¿cuál es el camino detallado

que siguió este y que representaba tal esperanza para Joaquín? Pues miremos la historia de un

ascenso que nos podría dar una mediana idea de lo que fue. Corre el rumor de que esto fue

real y que alguien mortal tuvo el mismo recorrido de Suka. ¿Quién es? Su historia la dejó

legada Joaquín en unos papiros que él mismo consiguió y que aquí reproducimos en extenso.

Eusebio se encuentra encerrado en su biblioteca como es costumbre suya

desde la edad de ocho años. Esto lo hizo por un encargo de su maestro, a través de

enigmáticas palabras, para alcanzar la universalidad: lo absoluta y enteramente Uno,

sin segundo. Si se convertía en digno de llegar hasta el punto en el cual no existe ni

el error ni el engaño, ni la materialidad de un mundo que se ha pervertido por los

valores negativos de la existencia, encontraría la perfección con lo Uno, o, dicho con

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nuestras palabras, alcanzaría el Ser insoluble que está presente desde el inicio de

todos los tiempos y que es anterior a este inicio. Dedicaría su vida al estudio hasta

el hastío, cumplir con estricta regla su deber con la divinidad, entregarse a la

mortificación constante y al servicio abnegado de su maestro, siempre de la forma

más humilde posible, sin decir palabra alguna [ha de guardar el voto del silencio] y

practicar siempre la castidad; todo esto lo hará hasta el momento en el cual habría

pagado el valor de su educación para salir al mundo a cumplir con otra misión.

Saldría de la clausura para conformar una familia, dejar hijo y nieto, cumplir su deber

como padre de familia sin mostrar hastío ni satisfecho, ser siempre fiel a su esposa.

Luego, emprender a perpetuidad el camino de un peregrino quien, sin nada en los

bolsillos, debe conquistar el mundo hasta convertirse en digno de la elevación hacia

lo universal en donde ya no habrá materia que lo vincule a nuestro mundo de

perversiones y desastres. Al estar libre de oposiciones y de haber conocido las

diferentes facetas de la vida de los hombres llegará el momento indicado para

convertirse en un verdadero elegido: debe convertirse en un ermitaño y continuar

enfrentándose con lo austero y guardar las reglas del silencio y la mortificación

interior. Al final de su recorrido, luego de años dedicado a la sabiduría, a la vida civil

y a la penitencia por medio de la peregrinación y la soledad eremítica podrá afirmar:

Yo soy todas las cosas y por fuera de mí no hay nada.

Esta es la vida que ha elegido Eusebio desde la tierna edad, pues ha de

cumplir la profecía instaurada desde el principio de los tiempo en la cual se afirma

que un mortal «nacido de la casta de David y proclamado desde la tierna edad como

el elegido para el sacrificio, sería capaz de caminar sobre hombros de gigantes y se

231 | P á g i n a
liberaría de la materialidad para alcanzar el ente divino que cubre las tierras y las

aguas infinitas del universo». Mucho tiempo han demorado los sabios para descifrar

estas palabras y para comprender, en términos humanos, lo que había sido escrito

con el lenguaje de los dioses, el cual está vedado para los hombres y que ha

permanecido oculto en las instalaciones de la «Logia», antigua congregación mística

dedicada al conocimiento de lo habido más allá de lo conocido.

Allí está este ungido quien ha cumplido con excelente norma todo su camino

de estudio y de vida civil. Volvió al claustro para decirles a los nuevos sabios y

antiguos maestros que ahora se encuentra listo para emprender el camino definitivo

en donde esperará con paciencia la elevación hacia el mundo incognoscible para el

hombre. Lo hace porque hasta allí ha llegado la clarividencia de la Logia y la suya,

la cual ha sido considerada por muchos como un portento divino. Lo que ha de seguir

es desconocido por todos, y, en muy buena medida, son temerosos de haber

fracasado en algún punto, o haber sobrepasado los límites admisibles para preparar

en la humildad y obediencia a este hombre que no ha conocido más que el encierro

y la vida de comunión con la profecía y las enigmáticas palabras de ánimo que

siempre le ha dado su maestro [el cual es casi igual en edad que Matusalén]. Ya no

habrá marcha atrás. El permiso lo solicita con las siguientes palabras, que dirige a

la asamblea de los sabios, luego de haber probado que, a pesar de haber

engendrado hijo y nieto, no ha olvidado su espiritualidad. Antes bien, la ha elevado

tanto que podría convertirse en el nuevo maestro de los maestros del mundo. Pero

su misión ha sido otra y ahora referimos su discurso.

232 | P á g i n a
-- «Oh Iluminados maestros que en todo han sido excelsos, permítanme

ahora, después de toda una vida de abnegación, conocimiento, hastío y obediencia,

partir hacia lo enteramente-Uno y cumplir con las promesas que de antiguo han sido

señaladas para cumplir en estos tiempos. No he pedido ser el Ungido para el camino

hacia el ascenso, sin embargo, desde la tierna edad he venido cumpliendo los

prodigios y portentos que me han sido posibles para satisfacer la Deitas que se

encuentra esperando desde antaño a quien ha de servir de camino hacia ella y

traspasar su casa para situarme en lo que está más alto que ella. Ahora he dejado

hijo y nieto en esta tierra profanada por hombres mortales ansiosos de poder, y he

sentido el hastío por todo lo que me rodea, incluso el conocimiento de sí y del mundo,

en la obediencia y abnegación. He podido tener las riquezas y los placeres de los

hombres, pero he renunciado a ello por mi Voluntad, pues mi camino se encuentra

en vías más elevadas que cualquiera planteado en esta tierra. He cumplido mi deber

con mi maestro, con la sociedad, con los dioses, con mis padres, con mi hijo y con

mi nieto, del mismo modo que lo he hecho con mi esposa, las leyes, los políticos y

el encierro para adquirir el conocimiento que me ha llevado hasta el dolor y la

necesidad de conocer más y despreciarlo todo por sentir en ello solo vanidad. Pues

he sentido el mismo dolor que el Ecclesiastes, quien ha degradado el mensaje al

lenguaje de los mortales y ha olvidado el verdadero sentido de lo que dice, pero bien

puede el entendimiento limitado saber que Dedique cor meum ut scirem prudentiam

atque doctrinam, erroresque et stultitiam; et agnovi quod in his quoque esset labor et

afflictio spiritus: eo quod in multa sapientia multa sit indignatio; et qui addit scientiam,

addit et laborem. Y Voy a referirles aquí, el poco conocimiento que he conseguido

obtener el cual me ha permitido aumentar el dolor y la ciencia para sentirme herido

233 | P á g i n a
y comprender que todo lo que he hecho hasta ahora es vanidad. Luego de ello,

ustedes podrán estudiar lo que digo y aceptarán o negarán el permiso para dejarme

marchar a cumplir mi designio de unión. Cualquiera que sea su determinación, con

obediencia la practicaré. Pero primero escuchen lo que debo decir.»

Luego de haber pronunciado esta introducción Eusebio comenzó a exponer

el conocimiento que había adquirido a lo largo de los años, tanto por los libros como

por la experiencia de dolor y de abnegación a la cual por decisión y voluntad se había

sometido desde la tierna edad. Su discurso de las cosas conocidas y desconocidas

para todos los sabios, pues les reveló verdades que nadie había sido capaz de

deducir de la naturaleza, pues solo una mente portentosa, digna de los elogios más

profundos podría haber efectuado esos descubrimientos, su discurso, se dice, duró

tres años. Durante este tiempo ninguno de los maestros ni de los sabios asistentes

pudo conciliar el sueño ni sentir hambre. Atentos escucharon el mensaje que se les

dio, el cual, puede sintetizarse en las siguientes palabras. Lo hacemos en el lenguaje

humano. Recordamos que este está lleno de imperfecciones y errores, en cambio,

el de Eusebio era tan bello que había traspasado cualquier límite con la Deidad. En

esto podría comenzar a verse que ya iba en camino de ascenso, pues su forma de

expresarse y la postura adquirida y la luz que reflejaba al hablar cautivó a todos hasta

dejarlos en un éxtasis incomprensible.

Síntesis humana de lo dicho en forma celestial.

Si hemos de partir de algún lado, que sea desde la fenomenología de la

religión en la Edad Media. Muchos han tildado este tiempo de oscuro e incierto y han

234 | P á g i n a
intentado ocultar a toda costa las luces que de allí surgieron para la posteridad. Pero

esto es aún muy amplio y debemos reducir un poco más el asunto para no

confundirnos con todas las cuestiones que han sido abordadas en una época que

abarca cerca de mil años y cuyas discusiones se encuentran todavía hoy atadas a

monasterios desiertos y que, tal vez, muchos de los libros importantes han sido

objeto de conjuras absurdas u ocultamientos a lo largo de los siglos. Hay dos autores

que poco hemos escuchado en las clases de historia. Esto se debe a que han sido

malinterpretados por individuos que buscan la raza pura y solo bosquejan su

ignorancia e incomprensión de las teorías profundas acerca del Ser. Estos autores

son Eckhart y Sankara. Ambos pertenecen a tradiciones y épocas distantes, pero,

en última instancia, sus doctrinas no son tan lejanas como sus pasos. El primero

pertenece al final de la escolástica, cuando casi el renacimiento italiano comenzaba

a exponer en todo occidente las doctrinas de los antiguos griegos. No obstante, este

alemán ha podido recoger buena parte de la tradición ontológica de la Edad Media,

para revestirlo de una especulación doctrinal tan fuerte, que se debe tener un ojo

muy agudo para comprender un poco lo que está en la base de su pensamiento. El

segundo autor, por su parte, ha vivido en la India en el siglo IX de nuestra era. Ha

sido poco nombrado en nuestras academias y ha recogido la ontología de su época

para darle un revestimiento de advaita, es decir, de no-dualidad, una doctrina que,

en este punto, podría dejar de ser religiosa para convertirse en una especulación

ontológica de la cual pocos autores tienen conocimiento. En esencia, ambos autores

plantean cuestiones similares acerca del Ser: el esset puro y el Sat, lo único

verdaderamente sido, es decir, lo único que puede pensarse como el Sermismo,

235 | P á g i n a
eterno, inmutable, sin cambio ni variación, sin partes ni multiplicidad, o sea, el Ser-

Uno, sin segundo.

Si tenemos que partir de algo, tiene que ser de estos autores y de sus

respectivas teorías, cuya síntesis se encuentra ya expuesta por Rudolf Otto. Hemos

de seguir, en parte, este conocimiento. Pero hemos de depurarlo de cualquier

vinculación con la pura Deidad, aunque, en algunos casos tendremos que hablar de

ella para la mayor comprensión posible, pues el espíritu humano no ha sido capaz

de trascender lo inmediatamente dado para pensar lo dado de forma mediata. Al

lector le tocará decidir si permite que esta teoría continúe en los estudios de religión,

o le dará nuestro título: especulación ontológica.

Ahora bien, cabe aclarar que se ha decidido implementar una ruta en la cual

se desprenda de todo lo material porque este Ser-Uno, al cual debe aspirar nuestro

Ungido, es pura esencia, es decir, es tan solo espíritu libre de todo anclaje material.

De este modo podría plantearse él como un espíritu o consciencia, pero en efecto

es algo mucho más que eso, es supra-consciencia. Al carecer de cualquier elemento

de la multiplicidad, pues es uno solo sin segundo, se sitúa más allá de los límites de

la unión entre lo conocido, el conocedor y el acto del conocer. Debe plantearse más

como una identidad que como conocimiento, por ello debía sentir hastío del estudio

humano, pues este es muy limitado y no puede considerarse como identidad. A pesar

de que todo esto pueda sonar como elemento propio de la metafísica, lo que hay a

la base es una fuerte especulación ontológica. Por ello no nos parece del todo

236 | P á g i n a
descabellado decir que este Ser-Uno es absoluto y puro, unidad irreductible de todo

lo habido y por haber.

La vía que ahora debe emprender Eusebio, a simple vista, parece intentar

alcanzar un estado que se sitúe más allá de lo dado para obtener la plenitud de la

unidad de todo lo existente. Pero pensar en esto significa cometer un error. Pues no

nos preguntamos por lo que hay más allá en un estado ideal de cosas en el cual todo

se ha convertido Uno, sino que nos preguntamos por la causa que precede a todo.

Esto quiere decir que se pregunta por el origen [por el in principio], del cual parten

todas las cosas. En este punto, todas las cosas son unidad eterna.

Decimos, al mismo tiempo, que no nos preocupamos por el hecho de expresar

una teoría de Dios como origen de todo, sino que procuramos estudiar el Ser en

cuanto tal. Muchos podrán decir que aquél primero es más grande que este último

[más grande en cuanto origen, es decir, más antiguo]. Y también somos conscientes

de que en la tradición se ha enunciado el siguiente axioma: Deus est esse. Es decir,

que allí el Ser es un predicado de Dios. Aquí partimos del elemento contrario: Esse

est Deus. Esto se debe a que Dios, por principio u origen es anterior a todo y se

manifiesta desde el origen del universo, pero al haber caído dentro de las categorías

del discurso humano se le han dado ciertos atributos, lo cual ha degenerado el

concepto de Dios tergiversándolo en el lenguaje humano, haciéndolo múltiple y

oscuro. Por origen es equivalente al Ser, pero por atributos es un mero predicado de

él.

237 | P á g i n a
Al caer en un absolutismo como este, al situarse entre el Ser-Uno y los

elementos múltiples [pues ese lugar le correspondería a aquello que no es del todo

Ser-Uno por principio sino por atributo o por devenir sin modo], se hace necesario

afirmar que sobre él no puede expresarse ningún predicado ni atributo. Esto se debe

a que aquellas cuestiones que son Una sola, sin segundo, al recibir un predicado

que intente dar cuenta de su esencia solo tergiversarían su concepto, para

convertirlo en un ídolo. Ello, en efecto, es lo que han hecho desde antaño las

religiones teístas. Han intentado mostrar como múltiple aquello que es Uno y le han

dado tantos adornos que su verdadera esencia se ha perdido y han perturbado un

elemento primigenio de una manera tan aberrante que hoy pretenden darle un rostro

humano para adorarle como un salvador. Pero el hombre ha malinterpretado todo

acerca de Dios y le ha convertido en algo tan diferente que bien podría pasar por un

no-Dios.

Este Dios del cual nosotros hablamos, el que completa el enunciado Esse est

Deus, está al margen de cualquier religión y, liberado de todo atributo ha de devenir

en un desierto silencioso y más allá de eso, en una mera nada. De principio a fin,

este Dios es espíritu. Pero el hombre, deseoso de verse convertido en un Dios, le ha

dado una figura humana, le ha dado incluso un discurso y ha instaurado una empresa

fácil de manejar para lucrarse de lo que no tiene forma, que es fluido, vive en

constante movimiento y, en definitiva, está liberado de toda materia. De esta forma

hemos debido hacer una enorme separación que, en efecto, parece ser una

explicación rebuscada para remediar el mal que ha hecho el mismo hombre a lo

largo de la historia. Existe una diferencia entre lo que es la Deidad [o Deitas], y el

238 | P á g i n a
Dios personal. El primero es el que se predica del Ser-Uno. El segundo, es el Dios

eclesiástico, el que se adora en la teología. Pero a este último le está permitido un

elevamiento hacia un estado de pureza en el cual se asemeja o se convierte uno

solo con el Ser. Pero debe estar depurado de cuanto atributo le haya dado el hombre.

El sabio, el hombre que como Eusebio ha decidido elevarse por encima de lo

material para alcanzar lo Uno, debe elevarse hasta más allá del Dios eclesiástico

[del Dios personal], hasta obtener la esencia de la Deidad silenciosa, hasta

comprender la verdad que se grita en el Desierto con un silencio aterrador.

Quién todavía tiene un Dios personal y no ha comprendido la inmensidad del mismo

cuando está depurado de materialidad y de atributos insanos, no puede alcanzar la

verdad absoluta ni situarse en el más allá del mundo que lo deja ad portas del

conocimiento del Ser-Uno. Y su preocupación no debería estar en el final del camino

o en el fin de las cosas, sino en aquello que pre-viene a todo, que es anterior a todo

y que, en efecto, no puede tener prejuicios ni atributos. Por ello decimos: Non enim

supervenit ipsum ese rebus tanquam posteius, sed est prius omnibus rebus. Ipsum

esse non accipit, quod sit, in aliquo nec ab aliquo nec per aliquid, nec advenit aut

supervenit alicui, sed prae venit et pruis est omnium [El ser mismo no sobreviene a

las cosas como algo posterior, sino que es anterior a todas las cosas. El ser mismo

no recibe aquello que es en algo, ni por algo ni a través de algo, ni adviene o

sobreviene a otro, sino que pre-viene y es anterior a todas las cosas].

Hemos hecho una separación entre lo que es la Deidad y Dios. El primero se

asemeja al Ser-Uno, el segundo al Dios eclesiástico. Hemos de advertir que este

último es a quien se le atribuye la creación de todo lo existente. En este caso podría

239 | P á g i n a
ser cierto debido a que este Dios conoce la multiplicidad, pues, en un primer

momento, es múltiple y posee atributos y definición. La Deidad, en cambio, no puede

conocerla. De lo que es Uno no puede salir algo que sea múltiple. En cambio, de la

multiplicidad podría salir la Unidad. Lo Uno solo se conoce a sí mismo por encima

de toda acción. Es decir, conoce su propia esencia y nada más que eso. Lo múltiple

conoce lo múltiple porque está sumido en la relación del conocedor, el conocimiento

y el acto del conocer.

Este conocimiento del Ser-Uno, de lo que pre-viene todas las cosas, no se da

por un simple deseo de saber, sino del deseo de la salvación. Esto quiere decir que

mientras más cercano se esté del origen, más propicio se está para adquirir la

salvación. Esta no debe plantearse como un subir al cielo en donde no habrá más

pecado y todos serán bienaventurados, como lo intenta mostrar la teología de un

Dios personal, sino que esta salvación es la depuración de todo elemento material

para fundirse completamente en la contemplación de lo Uno. Lo importante de todo

esto es poder devenir Uno con el Ser. Esto quiere decir que en el camino para el

ascenso que ha de servir a Eusebio, el desprecio por la materia debe estar en tal

grado de deseo que no haya nada más que se interponga entre él y su realización.

La unión solo puede darse a través del espíritu.

Se le ha pedido un camino de abnegación y de renuncia porque si ha vivido a

lo largo de los años y ha acumulado al menos una diferencia en su interior no puede

alcanzar el grado sumo de pureza. Si ha actuado de este modo ha estado en gran

peligro y carencia y no ha logrado comprender bien lo que ha debido hacer con su

240 | P á g i n a
existencia. Se debe vivir en consonancia con lo que se tiene, para que la necesidad

y la carencia no abrumen su carga. No debe haber apego de ninguna clase a nada

material. Por ello en las enigmáticas palabras del maestro se le ha entregado la llave

para que triunfe o fracase en este camino que desde la tierna edad ha aceptado por

voluntad propia.

Muchas personas desean estar atadas al Ser-Uno y pretenden permanecer

en sus confines, pero no quieren soportar la carga que eso conlleva. Allí se encuentra

la tranquilidad y la plenitud permanente. Pero para muchos esto solo será una forma

alterna de nombrar un aburrimiento ilimitado, una plena falta de sentido y de valor,

tanto por las cosas materiales como por la existencia propia en un mundo que solo

ve lo externo como lo correcto. En esta sociedad todos van hacia adelante, como un

progreso ilimitado del hombre, pero ninguno se preocupa por lo que hay antes, por

el origen de todo y lo que pre-viene todas las cosas. No se ve que el valor de lo

externo es tan solo aparente y que lo real se encuentra en el Ser-Uno. Y este Ser-

Uno nos dice que no hay devenir alguno. Esto quiere decir que quien lo ha alcanzado

y se ha unido a él ha obtenido como trofeo la nada. Hoy pensamos el Ser como

existencia, pero esto es un error, pues Ser, es igual que una nada absoluta. Este

panorama es desconsolador para quien no ha comprendido la esencia del mundo.

Visto de este modo, el Ser no tiene ningún contrario, salvo su negación.

En el Ser-Uno solo encontramos lo permanente. En él hay una clara oposición

al cambio, a la transformación y a toda corrupción. En el Ser solo podemos encontrar

permanencia, plenitud y perfección. Y la explicación de esto se debe expresar en los

241 | P á g i n a
siguientes términos: no hay corrupción, ni cambio ni transformación en aquello que

no tiene partes. El Ser es lo que antecede a todo. Por ello le hemos escuchado a

diversos maestros y ahora Eusebio lo grita con fuerza: «En este mundo todo es

transitorio, nada es eterno, todo es relativo; yo busco aquello que es permanente,

inmóvil, libre de temor, inmortal; solo eso tiene sentido para mí». Incluso, cuando se

está en este lugar, se ha perdido el miedo a la muerte y con ello se ha ganado la

libertad del espíritu.

Debe buscarse lo que libera del temor de la muerte, pues si no lo hace, ¿de

qué sirve? Eso es lo que ganaremos tras alcanzar el Uno absoluto, pues en él no

hay muerte, solo eternidad. Aquella se encuentra solo en lo transitorio, en este

mundo corruptible y lleno de vicios. Por ello clamamos con un grito desesperante a

Dios: condúcenos hacia la libertad frente a la muerte. Muy buena parte de la teología

de nuestro tiempo se ha ensimismado en las relaciones con lo eterno y nos han

planteado una vida más allá de lo terreno en donde no tendremos cuerpos

corruptibles sino espíritus inmortales. Esto lo podríamos tener en nuestra vida si tan

solo tuviéramos la consciencia suficiente de liberarnos de todo temor de abandonar

este mundo desastroso.

Esto lo decimos porque en el Ser, concepto bajo el cual están subsumidas

todas las cosas, de cuya esfera se desprende todo conocimiento abstracto e intuitivo,

se encierra toda la riqueza y esencia plena de la naturaleza. Quien le alcanza tiene

la certeza de haber obtenido todas las cosas, liberadas del temor de perderlas, pues

ellas son eternas en ese nuevo grado. Si se es permitido alguna analogía en este

242 | P á g i n a
punto, podría ser la siguiente: la realidad del Ser es como el océano más grande

conocido por el hombre, mientras que la de este es como la más diminuta gota de

agua. La diferencia entre una y otra es notable, pero si este último permite la entrada

de aquél y aspira a unirse a él será tan grande como grande es el Ser-Uno. Si tan

solo quisiéramos experimentar un poco más este asunto, tendremos que liberarnos

de nuestro pensamiento, de toda ilusión que pueda permitirnos una sombra o un

engaño. Pues esto solo nos arroja a un estado de diferencia que es contrario a la

esencia interna de lo Uno. Si aspiramos a este estado de abnegación de las ilusiones

del mundo, no solo ganaremos en perfección y sabiduría, sino que seremos por

completo bienaventurados.

Por ello decimos que una de las cuestiones más importantes para el camino

del ascenso hacia el Ser-Uno es la liberación de la posesión. Si aún se dice que se

posee esto o aquello, aún hay un elemento de multiplicidad al interior de quien lo

dice y, por ende, no puede ser todo en todas las cosas. No se puede ser Uno si se

es múltiple. Agréguese a ello que en la aspiración o camino hacia lo más alto hay un

desprecio por lo material, pues ese mundo a alcanzar es de espíritu y nada más.

Tampoco se puede pretender parecerse a alguien más. Muchos pretenden ser como

Dios, mientras que este es desemejante e igual a nadie. Los hombres tenemos una

obsesión de poner un rostro a todo lo que no podemos conocer mediante los sentidos

para saber que todo se parece a nosotros y, por tanto, somos lo mejor que ha podido

existir en toda la historia. Pero no es así. Hemos venido al mundo a matarnos unos

con otros y a acabar con la naturaleza por un derecho que nos hemos atribuido.

Parte de la liberación de toda semejanza y posesión hace parte de la liberación

243 | P á g i n a
respecto de la muerte. En muchas ocasiones no anhelamos conservar la vida porque

nos resulte agradable vivir, sino para saber qué pasará con nuestros tesoros.

Si se queda dentro de la esfera que habita el hombre, rápidamente se agota

la ciencia y no puede más que expresar una verdad oscura de formas diferentes.

Pero quien se eleva hasta el punto de alcanzar el portento divino emite un

conocimiento que, de hecho, es incomprensible y solo encuentra una vía para

transmitir lo que ha aprendido a posteriori. Por ello podríamos decir ahora que este

Ser-Uno o Dios en vez de tratarlo como una nada, podría adquirir la forma de un Yo

incomprensible que se encuentra suspendido en la nada. El Ser-Uno o Dios [visto

como Deitas] son superabundantes y podrían definirse como un No-Ser situado por

encima del Ser-Mismo.

Ahora bien, hemos intentado mostrar este Ser-Uno y este Dios por medio del

lenguaje humano, lo cual es problemático y, en buena medida, erróneo. Algo que

está elevado a un grado superabundante y se encuentra suspendido de la nada no

puede reducirse a las categorías del discurso. Cualquier definición o intento de decir

«Él es» se convierte en un acto de insatisfacción por no dar cuenta de lo que en

verdad es su significado. La realidad o máxima expresión es el hecho de mencionar

que el Ser-Uno se encuentra más allá del ser y del no-ser. Ante la magnitud de

significado de este, todo queda desconcertado, y nos pasamos la vida buscando la

huella de aquello que no deja huella. Él es, al mismo tiempo, lo que está más allá del

ser; es el Ser y la Salvación y la perfección: todo esto visto desde lo portentoso y el

grado ínfimo. A pesar de este panorama desconsolador, lo primero que hay que

hacer para buscar el camino hacia lo perfecto es el conocimiento y la consciencia de

244 | P á g i n a
las limitaciones que hay en el hombre para alcanzarlo y luego, convencerse por

medio de esta vía del sendero a recorrer.

No obstante, hay una cuestión a discutir aquí que podría generar ciertas

confrontaciones con otras teorías y con fanáticos que no comprenden por completo

lo que se pretende al instaurar «una mística del conocimiento». Muchos han

defendido que la mística tiene un método para encontrarse ante la experiencia de lo

que es superabundante. Este método lo plantean como un paso a paso para vivificar

lo que es lo Uno-eterno dentro de la particularidad de sus vidas. No hay cosa más

errónea que pretender un «direccionamiento o adiestramiento de las almas» para

una cuestión de conocimiento. Este ejercicio técnico para el desarrollo del espíritu o

el alma hasta el grado superior en el que habita Dios o el Ser-Uno, no es más que

puro afán ciego de un fanatismo por adquirir más dominio dentro del mundo. Esto se

sitúa por debajo que lo que es en esencia una teoría mística y solo aparta a las

personas de lo que en verdad debe ser un camino para el ascenso hacia lo Uno. Lo

único que deberíamos plantear es que no existe un camino para un fin tan deseado

como esto.

Sabemos que hemos trazado una ruta para alcanzar este grado ínfimo de

intimidad con lo Uno. Pero esto no lo hemos inventado ni plasmado nosotros con el

simple fin de mostrar una contradicción interna. Lo hemos hecho por dos elementos

en concreto: en primer lugar, porque ese es el camino emprendido por Suka hace

incontables años por una encomienda de su padre hasta convertirse en Isvara; y, en

segundo momento, porque hemos encontrado elementos comunes en diferentes

245 | P á g i n a
narraciones místicas que nos refieren el camino que hemos trazado. No es por pura

pasión y sentimiento, sino por el conocimiento que hemos extraído luego de varios

siglos de estudios comparados en religión y tras conocer la experiencia de tantas

personas como nos fue posible. No se encontrará aquí la pasión desbordante de

sentir que Dios ha entrado, ni la plegaria con la cual se encontrará a Él luego de

repetirla setenta veces siete. Solo mencionamos los elementos comunes que han

estado presentes a lo largo de los años. Esto no significa que sean los únicos o que

sea el orden establecido para elevarse hacia el Ser-Uno, pues plantear una cuestión

como esta sería un error y un principio del fanatismo. Solo decimos lo que ha sido

común y, a partir de ello, trazamos nuestra guía. Pero aquella persona que ha

entrado en contacto con este conocer, puede distar de lo que venimos defendiendo

y proponer algo diferente. En este mundo cambiante la única verdad eterna es que

todo es relativo.

El planteamiento que afirma que para la mística el sentimiento lo es todo y la

palabra [el discurso, el conocimiento, la razón o lo que los antiguos griegos llamaban

el logos] se convierte en mera sombra y un eco de lo que es perfecto, no tiene ningún

sentido y se equivoca en su postulado. Más que un sentimiento, el Ser-Uno [Dios]

es un silencio abrumador. Lo más hermoso que puede hacer el hombre acerca de

este es guardar la plenitud del silencio interior hasta el punto de conmover a la

humanidad. Esta posibilidad no le ha sido dada a todas las personas precisamente

porque en el hecho de estar en completa soledad y sin mediar más palabras que las

estrictamente necesarias hay una sensación aterradora, desborda todos los límites

del entendimiento humano y, si no se practica de una manera adecuada, podría

llevar a la locura. Pero todo esto no se logra por medio del sentimiento o el ardiente

246 | P á g i n a
deseo de alcanzar algo que, en un principio, es inalcanzable, sino por medio del

conocimiento hasta llegar al hastío del mismo y guardar silencio.

Ahora bien, este conocimiento del Uno puede encontrarse dentro de cada

sujeto. Pues las manifestaciones de lo universal también están en lo particular.

Hay una conexión entre ambos, puede ser débil, pero existe y está presente en su

conocimiento.

Tenemos dos elementos necesarios para explicar un poco lo que viene, pues

esta afirmación no podría lograrse si antes no se hablaba de los temas precedentes.

Mencionamos el silencio y el conocimiento del sujeto particular, y, en apariencia,

podrían ser dos cuestiones que no tienen una relación entre sí. Pues bien, lo que se

puede decir de esto es lo que sigue: el conocimiento que está oculto en los libros [el

primero que se debe consultar en la búsqueda del camino para ascender hacia el

Ser-Uno] es tan solo una indicación del objeto. Esta hace el señalamiento de lo que

se debe tener como elemento principal, y se pierde cuando el hastío entra en el

sujeto particular y comienza a contemplar el objeto en cuanto tal. Esta se denomina

«contemplación auténtica» y carece de todo lo que se llama visionario o sentimental:

es más la interiorización del Ser en un silencio abrumador. Luego se convierte en un

conocimiento evidente [en una intuición] sobre aquello que ha señalado la Escritura.

Ahora bien, esta contemplación o conocimiento evidente que ha trascendido

los límites del entendimiento humano no puede gestarse como una conquista o una

lucha activa que tiene el sujeto particular. No es una obra que se realiza con el tiempo

247 | P á g i n a
y que nos da la posibilidad de volver a comenzar si en algún momento pensamos

que equivocamos el camino o fracasamos al final. La intuición aparece o no aparece.

Es tan sencillo como esto. Ella surge como una percepción y hace que las palabras,

los libros, las Escrituras Sagradas adquieran un carácter superfluo y pierden todo

sentido ante aquello que ha aparecido a la vista del sujeto. Este, en todo instante, se

encuentra con un carácter pasivo a la espera de lo que ha de venir. Esto le permite

conseguir una consciencia general del mundo en el cual se habita y un abandono de

su particularidad.

Luego de estas disgregaciones, debemos volver a comentar algo acerca de

la libertad frente a la muerte, de lo que se habló hace poco. Lo hacemos porque

ahora es necesario elevar un poco el significado de lo dicho, hacia un grado más

elevado. Podemos pensar en la concepción de la vida como algo empírico o material,

o pensarla en un sentido abstracto. En la primera vemos que nacimiento y muerte

son correlatos necesarios y que, al surgir el segundo se vuelve al primero en una

cadena infinita de nacimiento y muerte. Podremos pensar también la liberación de la

muerte como ganar la inmortalidad o renacer cada vez que nuestro cuerpo material

perece. Todo esto sería la idea de una inmortalidad a través de la reencarnación.

Perecer, para volver a nacer como hombres mortales. Esto es algo posible si solo

nos limitamos a ver en paralelo los conceptos de vida y muerte, tal como aparecen

en nuestra cotidianidad empírica. Pero esto no es el sentido que debemos tener

nosotros en esta teoría. La libertad respecto a la muerte es la sustracción o la salida

de esa cadena infinita de nacer y perecer. Esta inmortalidad empírica solo nos deja

atados a un mundo material en el cual no podemos alcanzar el Ser-Uno, pues este

248 | P á g i n a
se encuentra ya liberado de la materia. En nuestro lenguaje la libertad frente a la

muerte es el deseo silencioso del sujeto por salvarse o perfeccionarse en el Ser-Uno

para alcanzar así ser todas las cosas. Esto es un nuevo bautismo por parte del sujeto

que pasa de una vida mortal a una divina, en la cual no conoce perecer, enfermedad,

obstáculos ni inconsistencias. De este modo debemos comprender esa libertad: es

un renacer en algo anterior a nosotros.

Ahora bien, todo esto nos deja ad portas de lo más profundo que pueda

expresar el lenguaje humano. En primer momento parece una contradicción y no hay

ninguna justificación inmediatamente dada para superar la confusión: el camino para

ascender hacia el Ser-Uno no se encuentra en el lado externo de la vida o de la

materia, sino que se encuentra al interior de cada sujeto esto lo denominamos la

primera vía mística o «vía interior». Para la contemplación infinita no es necesaria la

posesión de un mundo, al menos no de uno exterior. El camino misterioso es un

retroceso al alma, un conocer sus rincones, conocer cuál es su profundidad y, sobre

cualquier cosa, tener la posibilidad de ingresar en ella para habitar allí por el resto

de los siglos. Este camino es el poder ver un abismo dentro de sí [en el cual habita

el alma] y hundirse dentro de él. Allí es donde podremos encontrar la intuición o el

conocimiento evidente, allí está la morada del Ser-Uno, de Dios, del Brahman, de Al-

Lah. Ya no se necesitarán cosas externas y nos habremos liberado de la muerte.

Este es el punto en el cual todo converge y parece entrar en un nuevo grado de

contemplación y, aunque sea un sendero hacia el interior, es un grado superior al de

pretender buscar lo Uno en lo exterior [comprendiendo lo exterior como la expresión

249 | P á g i n a
de lo múltiple, pues más adelante se verá otra vía en la cual lo externo deviene

Unidad eterna].

Todo puede compararse con el sueño: cuando estoy en medio de un sueño

en el cual es inquebrantable un estado mejor del hombre, pienso mi permanencia en

ese lugar como el más anhelado posible para habitar. Allí mora la divinidad y ambos

somos Uno. Hemos borrado los límites que nos unían con lo mortal y la energía que

ahora he alcanzado, inmerso en ese sueño, me eleva más allá de todo lo intelectual

y mis facultades cognoscitivas se han convertido en un portento igual de poderoso

que el de la divinidad. ¿Cómo renunciar a ese estado de perfeccionamiento en el

cual se vive? ¿Cómo volver a esta vida material en la cual todo es transitorio o una

copia de lo que ya he experimentado? Allí no solo puedo contemplarlo todo, sino que

me convierto en todas las cosas y puedo comprender cuál ha sido el origen de lo

racional y lo no racional, pues ahora yo mismo soy el que ha causado todo aquello.

Esta vía que venimos exponiendo se denomina la contemplación interior.

Puede existir otro camino para llegar al mismo punto de unión con lo Uno. Este

se debe plantear en términos opuestos a lo que hemos venido defendiendo. Vamos a

exponer esta segunda vía para que el lector se entere que la nuestra no es la última

Verdad y que no pretendemos caer en un absolutismo extravagante.

En un principio, es decir, en el origen de todas las cosas, el ser solo era Uno,

sin segundo. En los textos místicos se afirma tan solo la existencia del Ser. O sea

que toda esta multiplicidad de elementos que conformaban este mundo se reducía

al Ser. Ahora bien, la contemplación originaria estaba dada en lo que era igual o

250 | P á g i n a
semejante al ser. Desde los textos místicos parece darse más importancia al

concepto de «solo» que al del Ser. Esto lo atribuimos a que la contemplación debe

partir de la multiplicidad, no de la interioridad como veníamos exponiendo en las

anteriores páginas, sino en su elemento contrario: el carácter externo de las cosas.

Ya no podemos hablar acerca de contemplar el Ser [esse o Sat], o a Brahman o

Deitas, ni lo Uno-absoluto, sino la Unidad. Esta es la eliminación de todas las

diferencias entre las cosas del mundo y, por tanto, es una reconstrucción de lo Uno

a partir del Todo que compone lo múltiple.

Ahora bien, esta unidad de lo múltiple no puede ser considerada como una

consecuencia lógica tras unir todos los elementos que componen la totalidad del

mundo. Ello sería un error infundado el cual podría llevarnos al fanatismo. Esta

Unidad es perderse contemplativamente en la multiplicidad del mundo hasta

convertir esto en Una-Sola-Perfección. Esto quiere decir que se deben mirar todas

las cosas bajo una misma luz: aquella originaria de la cual parten todas ellas. Esto

nos arrojaría a un grado tal de contemplación que el mismo contemplador se pierda

en los objetos que tiene a su alrededor y aquella triada entre el conocer, el

conocimiento y el conocedor se unifican en algo que es superior a ellos, no en

cantidad sino en principio, en origen. Vistas de una manera diferente, ambas vías

místicas pueden ser consideradas como originarias, pues son dos caminos

diferentes para llegar al mismo grado de perfección y pureza. Una es por un medio

interior, el otro por uno exterior.

251 | P á g i n a
Estas vías han dado innumerables experiencias místicas. Si analizamos

algunas de ellas y, sobre todo aquellas del período equivalente entre el siglo X y el

XVII y si nos limitamos un poco más a la antigua India, Persia y Alemania, veremos

cómo hay ciertos grados o elementos comunes en las diferentes místicas. Cabe

aclarar de nuevo, que esto no puede plantearse como un camino a seguir o unas

instrucciones dadas a priori para alcanzar el sentido de la mística o la Unidad con el

Ser o el alcance del Ser-Uno. Esto sería caer en un completo error, pero sí podemos

ver ciertos elementos comunes a las experiencias. Si estudiamos con detenimiento

cada una de estas, podremos ver que las diferencias entre cada uno de ellas puede

ser abismal. Aquí solo pretendemos alcanzar lo que es común. Miremos algunos de

estos elementos comunes.

En el hombre siempre ha de reinar lo supremo, o, por lo menos lo que para él

tiene un grado de perfección o evidencia que le sobrepasa en su intelecto. Sin

embargo, los grados que hemos de enunciar aquí, o los elementos que son comunes

a nuestras dos vías para alcanzar lo Uno, deben pensarse como lo ínfimo. Estos

son, a saber: Desprecio por lo múltiple; «no» a la elección de cosas opuestas; mirarlo

todo por fuera de sus relaciones con el espacio y el tiempo; unidad entre el

contemplador y aquello contemplado. Aunque en este último nos planteamos la

Unidad entre el sujeto y el Ser o Dios, no es a lo que nos referimos en este momento.

Aquí solo hacemos referencia a la unión entre el sujeto y el objeto del «mundo ideal

contemplado».

252 | P á g i n a
Ahora bien, hemos mencionado que lo múltiple, en esta segunda vía, debe

desaparecer para dar paso a lo Uno. Pero hay que mencionar algo acerca de esto

para evitar ciertos malos entendidos. Hablamos de Unidad no como un ensamble en

el cual cada cosa conserve sus elementos distintivos que le hacen parecer distinto

del resto. Si lo miráramos en este sentido, todo seguiría siendo múltiple, solo que

ahora estaría unido por algún medio externo al resto del universo, haciendo parecer

que todo sea uno solo, pero, habría un segundo y un tercero. Vemos esta Unidad

más como la unión en donde todas las cosas se convierten en un solo correlato

necesario de algo, y este algo es la contemplación misma, pues allí ya se ha perdido,

incluso, la diferencia entre sujeto y objeto. No es lo múltiple visto en sus diferentes

elementos sino en su unicidad interior que hace de todas las cosas un elemento

único, libre de cualquier determinación.

Estos cinco elementos anotados, con las aclaraciones mencionadas, nos

permiten ver con más claridad que ellos se manifiestan en diversos tipos de mística

que han surgido en los diferentes momentos históricos. No importa si hablamos de

Persia, India o Alemania, estos cinco grados hacen parte de cualquier experiencia

mística. Solo que, para verlos, hay que liberarse de todos y cada uno de los prejuicios

que tengamos, y comprender que cuando hablamos de mística, no hay que hacer

una separación radical de los diferentes modos de religión, pues esta se manifiesta

incluso en donde la religiosidad ni siquiera tiene un dominio evidente, solo que allí

recibe un nombre distinto.

253 | P á g i n a
Una verdadera experiencia mística no se reduce a la concepción de religión

que se tenga en determinado momento histórico. Ella se hace presente en cualquier

instante y ante cualquier persona. Solo que, dentro de las religiones teístas le hemos

dado un nombre a esta Unidad y le hemos revestido con un dogmatismo incoherente

frente a lo que en verdad significa un encuentro con el Ser-Uno, sin segundo.

Debemos pensar de una forma tal que nuestro dogmatismo no impida una mirada

amplia de la existencia y del mundo. Ante cualquier elemento, debes liberarte de tu

fanatismo y comprender que tu opinión no es la única que existe y, por tanto, no

tienes la verdad eterna sobre nada de lo que se encuentra a tu alrededor.

También debemos pensar ahora algo antes de seguir. No es posible pensar en que

lo múltiple sea una consecuencia lógica de lo Uno, ni viceversa. Ellos son conceptos

aislados entre sí que poco tienen que ver en esta segunda vía. Solo que en este

segundo momento que ahora miramos, decimos que lo segundo surge de lo primero.

Pues, afirmamos junto con al-Hallay: Nul ne peut fouler le tapis étendu de la Vérité,

tant qu´il demeure au seuil de la séparation, tan qu´il ne voit en toutes les essences

une seule Essence, tan qu´il ne voit ce qui passe comme perissant, et celui qui

demeure comme subsistant [Nadie puede pisar el tapiz extendido de la verdad

mientras permanece en el umbral de la separación, mientras no ve en todas las

esencias una sola Esencia, mientras no ve lo que pasa como corruptible y a aquel

que permanece como subsistente].

Ahora bien, hay que decir que lo múltiple, en esta vía ha de sucumbir ante la

magnitud de lo Uno. Ha de desaparecer para convertirse en parte fundamental de

ese Uno, es decir, se unifica, se convierte en él, hasta alcanzar la plenitud de lo

254 | P á g i n a
inmortal, lo eterno, lo que siempre perdura. Pues bien, si miramos con detenimiento

los dos autores que más arriba hemos mencionado podemos extraer de ellos dos

analogías para comprender un poco mejor este asunto. En primera medida podemos

comprender esta desaparición como un elemento de Identidad, en el cual lo múltiple

encuentra dentro de sí su unidad esencial y se transforma en Uno, como un correlato

necesario; o bien, se convierte en un mero espejismo y un malentendido corrompido

por el engaño y la oscuridad, hasta que se libra de esto para entrar en un mundo

dominado por la luz. Cuando se ha alcanzado este grado no podemos mencionar

que esto sea esto y no aquello, pues todo ha quedado reducido a una misma unidad

irreductible.

La plenitud ha de alcanzarse en ese grado absoluto en donde no se puede

conocer nada distinto de nada porque todo ha devenido Uno. En la plenitud hay un

gozo inenarrable. Pues allí se encuentra lo eterno, lo siempre presente y vivo. En lo

múltiple está la corrupción y la muerte. Por ello decimos que la persona que

contempla, cuando lo hace de una forma consciente, es decir, con pleno

conocimiento de lo que está haciendo, no contempla ni la enfermedad, ni la muerte

ni las desgracias. Él podrá penetrar en todo, ser todo y ser triple, pues todas estas

cuestiones son tan solo correlatos suyos, son su esencia inmortal. Este contemplado

jamás va a dirigir su mirada hacia lo inferior, pues allí solo encontrará la miseria. Ya

ha trascendido más allá de ella y ha logrado devenir élmismo plenitud.

Si decimos que aún nuestra alma puede aprehender algo del mundo exterior,

todavía se encuentra en la corrupción y en la miseria. Quien alcanza la plenitud lo ha

255 | P á g i n a
aprehendido todo y no carece de nada. La adquisición del conocimiento, ante todo, es

una carencia y miseria. Quien anda todavía necesitado de aprehender algo no puede

alcanzar lo supremo, lo que es Uno solo. El verdadero contemplador ha alcanzado

todas las verdades y puede perderse en ellas.

Si miramos dentro del cuerpo de la teología, Dios [o Brahman o Al-lah, o el dios

Sol] es el portador de todas las cosas y ellas están ocultas o sometidas a Él.

Por ello, cuando lo descubre, o tiene una experiencia de Él, no hay más nada que

pueda esperarse, pues ya se ha descubierto la unidad esencial del mundo externo e

interno. Nosotros estamos llamados a elevarnos por encima del espacio y el tiempo,

liberarnos de todo vínculo mundano para ascender hasta la Unidad irreductible. Esto

nos dará la libertad frente a la necesidad y la carencia. Si hacemos esto podemos

ascender más allá de la Santa Trinidad y ubicarnos antes de ella [pues se dice que

ella es el principio y fin de todo, estar antes de ella significa estar antes del origen o

en el origen mismo]. Ahora bien, el místico de la vía interior experimentará la vivencia

con Dios o con el Ser-Uno [concepto que se ha de trabajar por fuera de la teología],

y le bastará con ello, aunque su experiencia se limite a un segundo ante aquella

magnífica mirada. Tan solo conservará eso como el logro más importante por haber

alcanzado la plenitud; pero el que ha optado por la segunda vía querrá permanecer

en ella por la eternidad. Ambos se regocijan por lo que han vivido.

Si destruyo por completo las relaciones entre el espacio y el tiempo, podré

elevarme por encima de lo conocido y ver en una distancia infinita la esencia Unitaria

del mundo: el Ser. Y querré mortificarme una vez más por incontables años y vivir

los sufrimientos de la humanidad con tal de acercarme cada vez más hacia ella y

256 | P á g i n a
unificarme con ella. Mientras estoy sumido en las leyes espacio-temporales, veo

hombres particulares, a todos los conozco y los nombro con sus determinaciones

transitorias. Cuando me he elevado de esto, solo veo la Idea de un hombre universal,

en donde todos los particulares han sucumbido. Todos están perdidos en él y mi

mente lo sabe, aunque no los pueda ver.

Pero esto es un camino radical y complejo. No cualquiera puede andar en él

pues no todos los hombres son capaces de encontrar el equilibrio para soportar el

peso de la humanidad. Y ya hemos mencionado esos elementos que hacen parte de

toda experiencia: afán por contemplar más allá del espacio y el tiempo; abandonar

todo tipo de posesión; devenir uno solo, es decir, abandonar la multiplicidad. Estos

tres son los mayores problemas que hay en este momento en la consolidación de

ese elevarse por encima de todo.

Aquí hemos de introducir una discusión que podría interesar en nuestra

manera de ver el mundo pero que, por desgracia, no podemos concluir de una

manera definitiva. En esta segunda vía los conceptos de Unidad y Dios son

intercambiables. Ahora bien, solo tendríamos que agregar a ello que no podemos

predicar de Él que sea o que no sea; tampoco decimos Dios «es», porque ello

presupone que Él es uno de los elementos del mundo material cargado de atributos

y que, en cierto modo, podría ser definible, pero no lo es. Definirlo es reducirlo a

alguno de sus atributos, por lo cual se estaría reduciendo el concepto de Dios a una

de sus particularidades. Dios, por tanto, no es definible, pues su definición está por

fuera del entendimiento y la razón humana.

257 | P á g i n a
Claro está que todo esto solo acontece en nuestra perspectiva, en la cual estamos

hablando desde una mística del conocimiento. Pues aquellos que ven la unión con

algo más elevado que nosotros desde el punto de vista del sentimiento, están

liberados de este tipo de problemas conceptuales que subyacen en nuestra mirada.

En lo que deseamos presentar, la intuición mística se presenta de una manera poco

convencional: aunque plantea la contraposición entre lo natural y lo sobrenatural no

solo se queda en ello: va más allá de ello, trasciende esta esfera para situarse en

una aún más compleja. Lo que defendemos es misterioso no milagroso, es una

divina profundidad, un abismo interior.

Hay también otra diferencia entre la narración de la experiencia mística por

parte de quien se apoya en nuestra perspectiva y quien piensa que el sentimiento es

lo único importante para la unión con Dios. «El iluminado», tal como se haría llamar

alguien lleno del sentimiento, tiene sueños, visiones e ilusiones acerca de lo que cree

llamar una experiencia mística. Las narra, las expresa, no pensando en el cómo las

escucha el otro sino cómo cree él sentirlo [como si por medio del lenguaje pudiera

expresar la grandeza de la experiencia]. Y la gente solo decide creerlo por la

autoridad que representa. Podemos escuchar las historias más irracionales y menos

lógicas y las aceptamos sin ninguna mediación por el solo hecho de que confiamos

o queremos a esa persona. Pero no es del todo cierto. Según las leyes del

entendimiento y la razón podemos saber si la persona ha tenido una verdadera unión

con lo Uno a pesar de hablar de algo que se encuentre más allá de estas leyes. Por

principio, un místico es un sujeto puro de conocimiento que ha podido trascender los

límites de lo cognoscible y se encuentra más allá de toda racionalidad. Pero aunque

258 | P á g i n a
nosotros estemos atados a un mundo material, aún podemos rastrear ciertos

elementos que hacen de aquello algo más lógico.

No es la fusión emocional sino la Unidad con lo divino a través del hastío del

conocimiento. Mediante este podemos alcanzar nuestro ser esencial, liberado de

todas las cuestiones que ya hemos visto hasta el momento. Aquello de dejarle todo

al sentimiento y vivir allí como en una burbuja de cristal podría traernos problemas

enormes para la comprensión misma de todo lo que hay de trasfondo en este tema

de la Unión con el Ser--Uno y la elevación hacia algo incomprensible para nuestras

facultades del conocer. Si hacemos un estudio de la mística en India, en Occidente,

en Persia u otros lugares que en un primer momento sean diferentes en sus culturas

y en sus religiones, podremos ver que a partir de lo que ellos plantean se puede

hacer una deducción de lo que aquí intentamos plantear.

Podríamos mencionar que dentro de todas las culturas hay una mística del

alma o del conocimiento que intentan asociar lo místico, con lo portentoso, lo ínfimo,

una partícula o consciencia que es anterior a todas las cosas. Esto podría llevarnos

a pensar en que el alma del hombre trasciende los límites de la raza, la religión y las

diversas cosas que nos separan, para hallar esos vínculos que, en efecto, nos hacen

humanos.

En nuestra perspectiva hemos visto la preferencia por el conocimiento ante el

sentimiento. Pues allí, resplandece con majestuosidad la unión entre el Ser-Uno y el

sujeto particular. Los elementos más relevantes para nuestra teoría son, a saber: el

259 | P á g i n a
conocimiento de sí, la liberación de las cosas que nos atan a lo material comprender

la esencia interna del alma, conocer la majestad divina y realizar su obra. Estas

cuestiones han sido objeto de nuestra cavilación anterior. Y, en último término, está

también el hecho de saber cuál es mi relación como sujeto particular con el Ser-Uno.

Ahora bien, en cualquiera de las dos vías hemos de entrar en lo más profundo

del alma, pues es allí donde habita la partícula que es anterior a todo. Si queremos

creer que ha sido un Dios el que nos ha creado, debemos admitir que Él al haberlo

hecho nos ha impregnado con su ser aunque lo haya hecho de una manera

consciente. Visto desde ese punto, en nuestro interior se esconde aquello que nos

vincula con Dios y, desde el principio del mundo, estamos atados a Él y Él está atado

a nosotros. Ese es el camino, anterior a todo, que debemos encontrar para ascender

hacia lo universal. Allí florece Dios. Este jamás ha de entrar en nuestra alma porque,

de hecho, nunca ha salido de allí. Ante todo, el concepto de libertad frente a lo material

y la afición, es fundamental para este asunto. De igual manera, el silencio y la soledad,

el retraimiento de todo en el Ser interior y el abandono de toda multiplicidad son

elementos indispensables para el ascenso y unión con Dios.

Se ha mencionado varias veces la expresión «el principio de las cosas». ¿Qué

significa la expresión In principio? Ella remite al origen. La pregunta sobre el origen

puede predicarse sobre el universo, la vida, incluso lo podemos pensar acerca de

Dios. Pero aquí solo hemos de referirnos a un suelo que es más cercano a nosotros

y sobre el cual no podríamos llegar a tambalear: el origen de la vida. Esta se

manifiesta tras la aparición de la consciencia de la unión del espacio y el tiempo y

260 | P á g i n a
nada se ha conocido antes de eso [esto es, la apertura del primer ojo en el mundo].

Esto quiere decir que, para nosotros, antes de esto no podía haber nada: ni un

mundo, ni un universo, ni una vida, tan solo era una inconsciencia indefinida, un no

poder aprehender lo existente porque para el hombre no puedo haber conocimiento

sin conciencia de que está en un proceso de aprendizaje.

Pero no podemos ni debemos reducir todo conocer a mi representación, pues

al haber sido todo creado por Dios no podemos más que ser parte de la misma

divinidad en donde están los moldes perfectos de las cosas naturales y las

sobrenaturales. Hay tres grados existentes en el mundo: en primer lugar está la

divinidad, un reino en donde todo es bondad y pleno de luz; en segundo, un mundo

angelical en dónde se ocultan los intermediarios entre Dios y los hombres [pues

aquél en medio de su perfección no puede descender al mundo de la oscuridad de

los hombres para hablar con ellos o manifestarse ante ellos, pues si lo hace se

contaminaría de los pecados que atañen al hombre]; y, en tercero, se encuentran los

hombres en un mundo imperfecto, lleno de sombras y de engaños. El primer y el

último no tienen comunicación entre sí, a menos que algún habitante del mundo de

las sombras se purifique y se ofrezca en sacrificio para ascender al mundo de la luz.

El principio es eso: el reconocimiento de la limitación que hay en el ser del

hombre por las cosas que hay antes de su propia consciencia y la aprehensión del

camino hacia la pura Deidad, en donde alcanzará la perfección y el conocimiento de

lo que no ha podido comprender por medio de su entendimiento. Cuando ha

alcanzado el conocimiento más elevado, hasta donde las facultades intelectuales le

261 | P á g i n a
han permitido, puede expresar cosas que ante los ojos del fanático o del simple

creyente parecerán blasfemias o errores. Es una falsa apariencia, pues es tan

elevado que se presenta ante los ojos de los demás como algo que no es o no puede

ser real. Pero el fanático y el simple creyente tienen una perspectiva del mundo tan

limitada que aunque viera la realidad misma, mostrada por su Dios personal, no

creería lo que está viendo se está limitando a un dogma irracional para no sentir el

sufrimiento de la vida en cuanto tal. El sabio tendrá la consciencia de que sus

enseñanzas siempre serán una cuestión rara et nova. Es decir, será distinto de lo

que se ha escuchado hasta ese momento histórico.

Tan solo el sabio es capaz de dimensionar aquellas cuestiones que hemos

venido mencionando en las presentes páginas: tan solo para él es cierto que el Ser

se eleva por encima de la pura Deidad, lo cual la dejaría en el paso intermediario

entre los hombres y Él mismo. Es una figura plena y perfecta que le sirve de

esperanza al hombre, pues por medio de ese Dios que han degradado hasta

convertirlo en uno personal pueden llegar a conocer aquél camino para ascender

hasta lo más alto. No significa esto que se pueda ser más elevado que el mismo

Dios, sino que se alcanzaría al Ser-Uno solo con él. Pero, como ya lo hemos referido,

solo se puede alcanzar luego de una vida de mortificaciones y tras haber esperado

el tiempo suficiente para alcanzar la gracia y el favor de ese Dios para que la unión

provenga de Él mismo.

En medio del camino vemos que todo estriba hacia la mortificación del espíritu

hasta alcanzar la humildad que se requiere para hablar a Dios. Esto se debe a que

262 | P á g i n a
este último es Espíritu pleno. Y no podemos hablarle hasta haber alcanzado el grado

de renuncia a lo material, incluido el cuerpo. Cuando hayamos logrado pensar como

el espíritu habremos superado toda barrera que nos ataba a este mundo y

lograremos estar dispuestos a esperar el momento en que Dios nos libre de todo, en

una unión con él para terminar de asistir al encuentro con el SerUno. Tan solo el

sabio es capaz de dimensionar este asunto, aunque solo el hombre genial es capaz

de lanzarse a emprender el camino.

El Ser-Uno es el dios elevado sobre todos los dioses. Hacemos estas

analogías con las religiones porque es el único medio para que podamos imaginar

lo que significan las palabras alcanzadas por Eusebio. Cabe aclarar, una vez más,

que dentro de las religiones teístas, el Ser-Uno es el Dios mismo. Por fuera de estas,

hemos de hablar del Ser-Uno como lo más elevado, lo que es anterior a todo. Es lo

supremo, lo elevado, y al mismo tiempo, tan solo Él otorga la salvación [entendida

como la unión con lo portentoso].

En alguna de las páginas anteriores hemos reconocido en Dios, en el SerUno

una mera nada. Pues bien, esta nada no la hemos de comprender como una

ausencia absoluta sino que señala la fuente inmanente que cubre todo lo creado

para darle un sentido en específico: la vida irracional de la cual tanto nos quejamos,

pues es la que nos arroja todo el tiempo a un sufrimiento y a una crisis emocional

constante, es la única vía para alcanzar el verdadero valor de la existencia.

Si pensamos en la figura de ese Dios personal, liberado de todas las ataduras

que le hemos dado los humanos, puede elevarse al mismo plano que el Ser-Uno.

263 | P á g i n a
Allí no hay ninguna oposición que pueda determinar que «Dios es» esto o aquello,

sino que el único conocimiento que puede extraerse de él es el que solo Él puede

conocerse. El resto está negado para nuestras facultades intelectuales. Cuando, en

el Hinduismo, Brahman no ha conocido su definición, cuando no ha entrado en las

categorías del discurso del hombre, debe pensarse como Isvara, es decir, como el

Dios depurado de toda multiplicidad. Cuando el Dios católico se piensa por fuera de

sus cualidades o atributos humanos, alcanza lo pleno, lo perfecto, lo ínfimo, lo

portentoso. Y quien ha comprendido todas las cosas, y se atreve a alzarse por

encima de todo lo material y renuncia a lo múltiple y, aún más, es aceptado para el

ascenso y unión, tan solo ese es merecedor del descanso, de la tregua del

sufrimiento, del ser Uno en todas las cosas. Alcanza a ser el soberano de todas las

cosas y gobierna desde el corazón de cada cual desde donde es capaz de controlar

todas las obras según una voluntad que él mismo desconoce.

Ahora bien, debemos pensar una consideración acerca de este Dios cuando

se encuentra depurado de toda materialidad: siempre hemos de revestirle una fuerte

mística que hasta a los racionalistas les sorprendería. En primer lugar, hemos visto

el cómo todas las cosas se presentan ante nuestros ojos como una partícula o

creación del engaño [una deducción equivocada el Velo de Mãyã, o algo que se ha

ocultado tras él]. Dios se ha elevado de este engaño, de los errores en los cuales

habitamos los mortales, y se ha instalado en un mundo en donde solo reina la luz, la

perfección y existen los moldes de las figuras eternas. De vez en cuando, Dios

desciende de su reino para visitar a los hombres para ver si alguien ha decidido

encaminarse en el sendero de la divinidad y acompañarlo hasta el punto en el cual

se unirá con el Ser-Uno. Tras cada eternidad hace este recorrido y son pocos los

264 | P á g i n a
hombres que han elegido este camino. Pues bien, el hombre puede aspirar a

elevarse sobre toda naturaleza porque ambos tienen elementos comunes con Dios.

Ambos tienen ciertos rasgos místicos que les vinculan con el Ser-Uno. Por muy

pequeños que sean estos su existencia está dispuesta en ambos, pero siempre

están libres de todo lazo con lo material y lo múltiple.

En este instante debemos hablar acerca del cómo se ha de elevar el hombre

para alcanzar ese estado en el cual ha de reunirse con Dios. Esto debe plantearse

más como un abandono que como un proceso para elevarse. El primero implica tener

que desprenderse de todo, olvidar cualquier interés que pueda extraer de sus propias

acciones y entregarse por completo al accionar de Dios, Al-lah o cualquier otro Dios

que hayamos imaginado. Al hacer esto, ya no serán nuestras acciones sino que

serán las de Él. No podremos ya recoger los frutos por nuestra entrega

incondicionada en Él porque ya no nos interesa esto y, además, la indiferencia con

la cual miramos el curso del mundo ha llegado a tal grado que ya ni siquiera podemos

decir que tenemos una vida propia, pues nos hemos abandonado por completo en

la Idea del Dios que profesamos y que todo lo que hacemos es un obrar de él. De

este modo podemos prestarle el mayor servicio y estaremos ad portas de la

elevación final para convertirnos en una parte fundamental de Dios.

Pues mira aquí que este es el deseo más profundo del hombre en general: no

solo quiere parecerse a su Dios o al Ser-Uno, sino que pretende poseerlo

enteramente. No es una blasfemia que el hombre tenga esta pretensión, antes bien

en lo más profundo del alma de todos está el querer entrar en posesión de Él, solo

265 | P á g i n a
que son muy pocos quienes lo reconocen y entre estos se reduce más el número de

quienes han elegido el camino para ascender y solo unos cuantos podrán terminar

esa noble tarea. Todos lo desean, puesto que reconocen en Él el más profundo y

grande tesoro que pueda satisfacer los vacíos interiores que tienen en sus

existencias. Y el deber está en practicar la humildad, fortalecer todas las potencias

del espíritu, vivir en constante abstinencia, obedecer durante años al maestro, luego

a su esposa e hijos, a la sociedad en general y luego a su Dios personal, y en todo

momento tener la voluntad recogida para que sea el mismo Dios quien entre hasta

ella y evalúe si se ha vivido con algún pesar por la misión que le ha sido encargada,

o, de otro lado, ha encontrado su sana felicidad en lo que ha elegido como único

camino a seguir. Hay que procurar que la mente del hombre se convierta por

completo a Dios, para que este le haga enteramente superabundante como lo es Él

mismo.

Aunque hablamos siempre de Dios, de Ser-Uno, de todos estos conceptos

que occidente ha construido a lo largo de toda su historia, no podemos limitar la

concepción que expresamos aquí. Bien sea que le llamemos el Bien, la Bondad, lo

Portentoso, el último grado del mundo, la Perfección, lo Absoluto, lo Universal, poco

importa su denominación, lo importante es el reconocimiento de que todos

aspiramos a esa misma meta, a la cual hemos bautizado de diferentes maneras a lo

largo de la historia. Cada pueblo tendrá su propio concepto para llamar a este punto

al cual hemos de llegar, pero el hecho es que todos, en algún momento de nuestra

existencia, hemos pensado entregarnos por completo a eso. Pero no es algo de

temer, antes bien, es una de las pocas cosas que a todos los hombres nos afecta de

266 | P á g i n a
una manera u otra. Y hemos de reconocer que tan solo en la persona que ha

alcanzado con absoluta seriedad es capaz de vivir lo divino como una fuerza

portentosa que le arroja a la penitencia y la austeridad pero que le da un grado

máximo de felicidad y bienaventuranza.

No debemos preocuparnos tanto por «hacer las cosas de esta o aquella

manera» sino en ser esto o aquello. Ello se dice por el hecho siguiente: pensamos

que por cometer grandes acciones vamos a conseguir grandes resultados, pero esto

no es del todo cierto: si el ser no es grande no podrá cometer acciones que valgan

como ejemplo para toda la humanidad. Para santificar nuestras obras debemos

preocuparnos por ser excelentes, el resto se hará como un correlato del desarrollo

de nuestro ser. Cuando se alcanza ese grado, podemos decir que no es más que un

cántico nuevo, un obrar del Ser o de Dios el que se manifiesta en cada uno de

nosotros. Pero para ello no debemos preocuparnos en hacer o no hacer sino en Ser.

Esto es lo que podríamos denominar la obra interior. Esto se manifiesta en la

elección del Bien y la Bondad como única forma de vida posible.

La salvación no reside en algo puede ser otorgado por Dios sino que se

adquiere luego de la posesión misma de Él. No podemos hablar de inmanencia en

la divinidad sino que para nosotros Dios es vivido. Pues lo que es vivido puede

otorgar una vida nueva a los hombres que han elegido poseerlo. Esto no puede ser

pensado como la posesión de un esfero o un cuaderno, sino que es un liberarse del

pecado y de todas las cosas para abandonarse en Dios o el Ser.

267 | P á g i n a
Ahora bien, luego de haber logrado pasar por incontables tormentos y

sufrimientos, Eusebio dice estar preparado para alcanzar la posesión de Dios y que

todo en su corazón está dispuesto para continuar con el camino que le dejará ad

portas del recogimiento final de espíritu para culminar el propósito que ha aceptado

desde la tierna edad.

_________________________________________

Eusebio había referido este corto mensaje en el lenguaje de los dioses. Todos

quedaron perplejos al escucharlo pues poco o nada comprendieron en su primera

intervención en la sala de los sabios. Su lenguaje divino tuvo que ser estudiado por

estos insignes hombres antes de poder comprender, el mensaje que aquél hombre,

aquél ungido por la divinidad, para ser perceptible ante los ojos y el entendimiento

humanos. Nuestra transcripción del mensaje es tan solo una vulgarización de lo

dicho de forma ínfima. Recordemos que, en nuestra perspectiva, lo supremo no es

lo más grande que haya podido explicarse, sino que es lo anterior a todo. No es

superior por su grandeza o poder, sino por su antigüedad. Y Eusebio ha dado

enormes luces acerca de la superioridad de su inteligencia, de su saber, de su

entendimiento y conocimiento de las cosas tanto humanas como divinas. Y ha debido

esperar, de nuevo, a que los sabios puedan comprender lo que ha dicho antes de

embarcarse en el trayecto final que le llevará hasta la cima del universo en donde no

ha de reposar ningún elemento que lo vincule con lo humano. Se unificará con el

Ser-Uno.

268 | P á g i n a
¿Y qué más ha de hacer? Hace mucho tiempo ha trascendido los límites de

la cognición humana y ahora, en el momento en el cual cree estar listo para salir al

encuentro con su Dios personal se encuentra con el obstáculo de tener que esperar

que el entendimiento humano se desarrolle lo suficiente como para comprender lo

que ha expresado con el lenguaje de los dioses. Esta incidencia en el tiempo de los

mortales no durará para siempre. Ha de rebelarse e ir al encuentro que ha estado

esperando y que ahora desea con ardiente amor. ¿Y si en vez de rebelarse se

marcha sin mencionar palabra para hacer efectivo su destino? Su decisión es clara:

no esperará más, pues los hombres jamás estarán listo para enviarlo hacia su

destino final. Se llenarán del miedo que les ha abarcado durante milenios y él tendrá

que ocultarse de nuevo a la sombra de los otros para continuar una existencia

cargada de los lazos humanos para adquirir el título de gran sabio de la Logia. Pero

su espíritu no se conformará con eso. Ya ha trazado su destino y todos los títulos

humanos no serán suficientes para saciar su deseo de unirse a la divinidad. Es

tiempo de que los hombres se enteren de cuál es el camino a seguir para liberarse

de esta existencia cargada de miserias y desolación. Así pues, luego de caer la

tercera luna llena irá hasta los confines del mundo para quedar en contemplación

hasta la llegada de su más sagrado guía. Ya no hay marcha atrás.

Pues, al recordar las palabras de su padre en el momento pudo comprender

que no necesitaba esperar la respuesta de los hombres que en este momento se

ufanaban el permiso para culminar su camino. Ahora ha trascendido los límites del

conocimiento humano ¿por qué debe esperar que ellos comprendan algo que de

facto está por encima de su limitado entendimiento? Los hombres siempre se afanan

269 | P á g i n a
por buscar las cosas carnales y lo mortal, pero para quien ya ha trascendido las

barreras impuestas por la naturaleza y comienza a razonar según el lenguaje de los

dioses, aquellas cosas humanas no le satisfacen. Esto ha empezado a sucederle a

Eusebio quien, en la espera del permiso para asistir al encuentro final con lo habido

más allá de los límites espacio-temporales de los mortales, encuentra que el

proceder del hombre se ha corrompido en medio de las tinieblas y que ahora, con

el nuevo discurso que él había pronunciado estarían más pervertidos todavía. Pues

lo importante para ellos no es el ascenso, sino el poder de saber cuál es el camino

para venderlo a los demás y así obtener las riquezas materiales.

Pero Eusebio ya es poseedor de las riquezas que no pueden quitarle ni el juez

ni el ladrón: ha sido elegido como el portavoz entre la Deidad y los hombres y

cumplirá su objetivo. Aunque él ya se encuentra inmerso en el hastío del

conocimiento que puede extraer de los hombres y luego de haber conseguido tener

hijo y nieto en este mundo mortal, luego de haber sacrificado su existencia en la

obediencia y en la mortificación del espíritu y de la carne ha comprendido que en el

plano y esfera del hombre no se encuentra la salvación, sino que hay que ir más allá,

al camino donde reina el silencio. Allí se acercará a la entera Deidad y podrá

ascender hacia lo Uno solo, sin segundo, para unirse a ello. Ya su mente no se limita

al tiempo humano y sabe que sus riquezas no podrán robarlas, pero el deseo

ardiente que se esconde en su interior es mucho más fuerte que su paciencia y sabe

que en cualquier momento llegará el Dios personal a un punto determinado, al cual

debe marchar lo más pronto posible para no ser abandonado en este mundo

270 | P á g i n a
corrompido por los elementos de poder y para no ufanar con dinero aquello que

considera gratuito

Su vida ya no depende de lo que puedan hacer los sabios por él sino que ya

se encuentra en una esfera más elevada que le recuerda a cada momento cuál ha

de ser su destino y que el cumplimiento del mismo es obligatorio. «Cuando sientas

que las fuerzas no te alcanzan, cuando el hastío se haya convertido en algo

incomparablemente pesado, cuando creas que el tiempo de tu vida material no será

suficiente para cumplir con tu deber y crees que en cualquier momento llegará la

muerte de tu cuerpo, es allí cuando debes emprender el último camino de la

mortificación para asistir al encuentro con la pura Deidad pues en ese instante ya te

está llamando para emprender el último recorrido, en el cual ya estarás de la mano

del Ser-Uno». Este fue el mensaje que le había dado su padre cuando le manifestó

que sería el Ungido para trazar un camino hacia lo primigenio. Solo hasta ahora pudo

comprender estas palabras dichas hace tantos años, cuando su padre no había

perecido materialmente. Y ahora, ad portas de cumplir tres veces veinticinco años,

sabe que los humanos no podrán comprender lo que ha dicho, no por la oscuridad

con la cual fue manifestado, sino por el lenguaje y la complejidad misma del discurso.

No habló como los hombres sino con las palabras de un Dios, y estas no pueden

entrar en las esferas del entendimiento mortal. Su vida estaba preparada desde

antes de su nacimiento y apenas tuvo una mediana consciencia de lo que había en

su alrededor fue entregado a la mejor educación posible y ahora se encuentra listo

para asistir a la última etapa de su vida.

271 | P á g i n a
¿Qué importa lo material? Hace mucho tiempo se ha desprendido de todas

las cosas que le atan a este mundo y ahora siente que su cuerpo le estorba. Ya no

debe esperar más a los hombres, pues el tiempo en el cual está atrapado se acabará

pronto y no podrá esperar otra vez cumplir tres veces veinticinco años para estar

presto, de nuevo, para el paso final. Ahora que ha encontrado la conexión entre su

ser interior y el Ser-Uno, no puede perderse. Una noche cualquiera, toma las prendas

necesarias y se marcha de la casa de quien fue su padre. ¿A dónde iría? Hasta los

confines del mundo, hacia las escarpadas tierras en las cuales un día habitó

Prometeo cumpliendo la sentencia de los dioses por habernos dado el fuego y las

artes de Temis. Hacia aquél lugar iría pasando por incontables tormentos, y por el

momento, la humanidad tendría que lamentar su desaparición. Pero no sería para

siempre. ¿Y por qué sería Eusebio el encargado de mostrar ese camino? Pues en la

comunidad en la cual vive se tiene el presentimiento o corre el rumor de que en algún

punto de la historia pasada de su familia el mismo Ser-Uno, por medio de un Dios

personal, depositó una semilla, la cual sería el principio para una nueva generación

de redimidos, una nueva promesa para instaurar entre la divinidad y los hombres. Y

esa semilla ha germinado en un nuevo ser humano: Eusebio, el más hermoso de

cuantos hombres han tocado la tierra y al mismo tiempo el más sabio y humilde.

Jamás desobedeció a alguien hasta este momento y, aún ahora, dejó una pequeña

nota por escrito diciendo el por qué se iba y pidiendo perdón por el hecho, pero sabía

que jamás comprenderían las palabras expresadas con el lenguaje celestial.

Lejos va este hombre y nadie podrá detenerlo, pues nadie sabe cuál es el

camino que ha emprendido, solo verán las señales y los signos cuando haya

272 | P á g i n a
cumplido su destino. Sin saber qué haría ni cómo culminaría su destino, su misión

continuó por tierras escarpadas, y el único alimento que consumía era el de la

oración y la mortificación interior, pues llegó a tal punto de espiritualidad que las

necesidades carnales dejaron de importunarle. Caminó hasta perder la noción del

tiempo. Ya no se inscribía dentro de las mediciones que de este hacen los humanos,

pues en algún momento se había situado por encima de este de una forma sublime

y comenzó a sentir cómo algo, desde lo más profundo de su interior saltaba y obtenía

más fuerza. No era un dolor moral sino algo ínfimo, algo portentoso que le daba más

tranquilidad con cada paso dado. Todo esto hasta que un día cayó en un profundo

sueño, fatigado por tanto caminar y no poder renunciar del todo a su cuerpo, pues

su alma apenas iniciaba su largo camino. Allí tuvo la siguiente revelación de su Dios

personal.

Estando sumido en un sueño profundo pudo ver que su espíritu ingresaba en

un inmenso castillo de oro adornado con piedras preciosas, las cuales iluminaban un

camino hacia el interior de aquél edificio. Parecía una catedral gótica o parte de la

Abadía de Cluny de tiempos remotos. Quiso despreciar este sendero, porque su

corazón se había desprendido de estas vanidades hacía mucho tiempo. Pero sintió

cómo una voz del interior del castillo resonó hasta en los confines del mundo. Era

fuerte y claro su mensaje: «Acércate a mí humano deseoso de perfección». Creyóse

invadido por una ilusión, pues creyó que su mente le mostraba solo aquello que

quería escuchar y no el verdadero cumplimiento de su designio. Pero la voz volvió a

sonar, era plena, perfecta, tranquila y era más que eso al mismo tiempo. Con tono

dulce e imponente le dijo: « ¡Ven!». Caminó por el sendero y, poco antes de llegar a

273 | P á g i n a
la puerta esta se abrió dejando ver la majestuosidad de la arquitectura. Era una vista

tan sorprendente que no pudo ver quién le hablaba, pues veía con los ojos de la

materialidad y no con los ojos del espíritu. Aún tenía que acabar de desprenderse de

aquellas cosas que le hacían hombre para convertirse enteramente en Dios. Y

aquella voz le dijo: «Aún te falta algo para devenir uno solo conmigo y ascender hacia

lo ínfimo: en tres días será tu cumpleaños tres veces veinticinco más uno. Has

caminado más de un año humano sin probar alimento y has alcanzado este punto

en el cual ningún mortal ha podido llegar. Pero aún estás atado a lo material y debes

renunciar a ello para asistir al encuentro final. Esperarás dos días en los cuales

permanecerás en oración y podrás tomar solo agua para no perder todas tus fuerzas.

Terminado este tiempo vendré por ti para ir a un mundo que no tiene regreso.

Invocarás a toda la naturaleza por mí creada y todos verán cómo un mortal ha podido

devenir Dios personal. Luego, todas las cosas aclamarán tu nombre por la eternidad,

no por vanidad, sino por el amor que alguien más ha sentido en tu nombre».

Y la voz tenía razón. Luego de haber partido hacia este lugar desconocido por

todos los mortales, los sabios y ancianos de su comunidad se quedaron preocupados

pues habían pensado que algún enemigo había raptado a Eusebio para que no

tuviera cómo cumplir su destino y mostrara el camino hacia la salvación y unión con

lo absoluta y enteramente Uno. Pero su nieto había percibido el escape de su abuelo,

solo que permaneció callado porque un espíritu se le manifestó en sueños y le dijo

que su papel en la historia de la humanidad sería fundamental y debía permanecer

pasivo hasta que sintiera el cómo su abuelo le llamaba en la hora definitiva. Estaba

lastimado porque amaba a su abuelo, a quien le tenía por héroe. No había persona

274 | P á g i n a
sobre la faz de la tierra que amara más a Eusebio que Asa, quien pronto cumpliría

los primeros veinticinco años. Heredó la belleza y la sabiduría de aquél hombre, pues

a una edad tan temprana ya conocía todas las ciencias y había llegado hasta el

hastío del conocimiento. Al cumplir aquella edad, se convertiría en el miembro más

joven de la Logia y en el sabio más elevado entre todos los sabios. Pero en su mente

solo quería conservar el amor de su abuelo, recuperarlo a toda costa, aunque solo

fuera por un segundo. Pero sus destinos estaban predeterminados a no separarse

para siempre.

Pasados los dos días humanos y estando a pocas horas de culminar el tiempo

reglamentado por la profecía para la unión con la divinidad, Eusebio explotó en una

grandiosa fuente de espíritu. Era tan luminosa y plena que desde todos los rincones

del mundo podía verse esta luz. Todos supieron que era él, pues todos sentían en

su interior la profunda conexión entre ellos, esa luz que ascendía representaba algo

más allá de los límites del entendimiento humano. En la aldea originaria, y sobre todo

en la Logia, todos se alegraban por haber alcanzado a conocer al salvador. Excepto

algunos conspiradores que habían sentido envidia e hicieron todo lo que estuvo en

sus manos para impedir la realización de la profecía. Llegaron hasta el extremo de

encerrar en un lugar oscuro y aislado a Asa, para que no cumpliera con su parte de

la misión, pero, lo que no sabían era que todo tenía que suceder de esa manera.

Este hermoso chico desapareció tras un viento huracanado que lo llevó hasta el

punto en el cual su abuelo se había convertido en puro espíritu. Desde allí comenzó

a contemplar el ascenso y una lágrima recorrió su rostro. En el momento en el cual

ella salió, vio cómo una enorme puerta se abrió más allá de los límites entre el cielo

275 | P á g i n a
y la tierra, en una zona en donde se ocultaba la partícula de Dios. Desde allí llamó a

su abuelo y este le escuchó, miró hacia atrás mientras entraba por la puerta [pues

ya no podía detener su movimiento hacia ella] y tras sonreír, aquellas cosas que le

ataban al mundo material se introdujeron en su nieto y este, invadido por la presencia

de aquél sintió una plenitud extraordinaria y su rostro se transfiguró en una belleza

incomparable dentro del mundo. Su misión era perpetuar la parte humana de su

abuelo para convertirse en el contacto entre los cielos y la tierra, pues su espíritu,

invadido por la plenitud celestial pudo viajar hacia un mundo incognoscible y su

cuerpo, anclado en la dualidad de ser él y su abuelo al mismo tiempo, le permitió

emitir juicios con la sabiduría de un anciano conocedor de todo lo visible y lo no

visible, pero seguir siendo un joven de una hermosura excepcional.

Así ha alcanzado Eusebio lo celestial y ha legado a su nieto la capacidad para

vivir en dos mundos contrapuestos. Todo ello por el cumplimiento de las enigmáticas

palabras de su padre en la tierna edad.

________________________________________
¿Acaso podría ser cierto? ¿Podría haber un lugar en el mundo en el cual el ascenso a

lo universal se hubiera dado de una manera certera y que el ser de Eusebio se encuentre unido

a toda la naturaleza como un solo cuerpo, una esencia irreductible y anterior a todo lo creado

que clama su voz en la manifestación de las leyes naturales y que son anteriores al

razonamiento de los hombres? Esto no es posible deducirlo por el escrito de Joaquín, pero sí

es una explicación irregular e informe de aquello escrito como ascenso de Suka hacia el

convertirse en Brahman. El mismo camino ha recorrido Eusebio.

276 | P á g i n a
La cultura oriental ha registrado con gran seriedad el nacimiento portentoso de Suka y

si decidimos creer o no en esta historia que precede cualquier conocimiento, es decisión de

cada cual hacerlo. Para Joaquín, según pude comprender en algún momento, le importaba más

presentar el camino que aquél realizó, pero mencionándolo de una manera que un occidental

pudiera comprenderlo de forma oscura. Entre occidente y oriente parece haber más

coincidencias que diferencias, pero los primeros no lo aceptan por el simple hecho de

presentar todas sus doctrinas de una manera original y distinta de todo lo que se ha escrito a

lo largo de la historia. Pero tal parece que no es tan cierto como lo plantean, pues el Ser es

una incomprensión que diversas tradiciones han abordado y muchas lo han hecho antes que

lo dicho sobre esto por occidente. Las pruebas están allí y una de estas es el nacimiento de

Suka que Joaquín intenta introducir en el mundo occidental. Quizá no podamos concretar si

lo hizo de una manera segura y libre de cualquier oscuridad, pero en algún momento lo hizo

y allí está su propuesta.

Lo más seguro, y esto es algo que he meditado a través de los años, es que Joaquín

siempre tuvo muy buenos dotes para devenir un filósofo, pero no tantas para convertirse en

un literato. Mucho menos para inmortalizar su nombre en los registros de los Premios Nobel.

Pero lo cierto es que luego de haberse quedado solo, la escritura se convirtió en su medio para

no sucumbir en la soledad ni en las cavilaciones que a diario le atormentaban. Cuando ya no

pudo escribir en las paredes de su casa, de su hogar reconstruido gracias a un pasado que le

persiguió para siempre, pensó que nunca más podría dedicarse a la escritura, pero, por

cuestiones del destino, del azar o de un ser superior que provee a sus hijos de los elementos

indispensables para la supervivencia, nunca le faltó el papel ni la tinta para dejar el registro

de sus sufrimientos y miserias interiores. Y mientras se internaba en la soledad y dejaba por

277 | P á g i n a
escrito un legado para que la posteridad tuviera conocimiento de la historia que solo escribiría

una vez y que, al término de su vida, pretendió enterrar para ser echado al olvido como lo

deseó en algún momento, esperaba que su vida hubiera sido tan miserable como para merecer

el ascenso hacia lo universal.

Su mente estaba persuadida de que todo era parte de la representación del sujeto pero

la suya decía que aún podía creerse en lo universal y en las veritatis æternas, pues, según él,

existían ciertas leyes que nadie pudo escribir, pero que se manifestaban en la vida de toda

persona como si fuera un principio axiomático. Algunos decían que la ley de la compensación

de la vida, según la cual cada uno obtiene lo que merece, aunque sea al final de su camino,

hace parte de estas leyes no escritas pero por todos conocidas. Esperaría, hasta el final de los

días si era necesario, su surgimiento para un nacimiento portentoso.

278 | P á g i n a
Capítulo 5: La representación del mundo universal es solo del sujeto particular.

5.1. La amargura de la aceptación de lo no-universal.

A veces no se sabe cómo cambia el pensamiento de las personas ni cómo un hombre

puede tener ciertas contradicciones interiores que solo él, el sujeto individual poseedor de

ellas, puede llegar a comprender. La manera en la cual piensa un joven no es la misma de la

del anciano. Al término de la vida predomina la reflexión y de todo lo que ha acaecido en la

existencia, en cambio, al inicio de la vida todo parece tener la fuerza y el coraje para soñar,

para proyectarse a futuro e incluso, para ser rebelde y no aceptar las imposturas de una

sociedad domesticada por la represión estatal y por el llamado de un Dios que solo se vive a

través de los sueños cuando se ha demostrado cierto mérito para poseerlo. En cierto modo, el

anciano nunca entenderá lo que hizo de joven, porque en esa época actuaba con el ímpetu de

sus pasiones y estaba dado a la acción, a no dejarse dominar por las reglas establecidas y a ser

poderoso. Quien jamás haya tenido un espíritu rebelde y autoritario no ha conocido la

juventud y ha de padecer la contundente vejez in secula seculorum. El anciano evalúa su vida

y nota en ella la pasión con la cual ha vivido, los errores cometidos y todo lo que ha aprendido

a causa de ello, de ser como es y, aunque piense en que pudo haber actuado de una manera

diferente, ama las aventuras que tuvo y la felicidad que estas le trajeron. El joven, en cambio,

por más comprensivo que intente ser, nunca podrá comprender al viejo, porque su

personalidad no le lleva a la razón sino que desea cambiar el mundo y la pasividad de sus

contemporáneos desde la acción y la rebelión. Pero un día los años cobrarán factura y harán

de él un justo, pues si ha luchado en favor de los pobres y los desamparados, no podrá cambiar

279 | P á g i n a
sus pensamientos aunque las acciones le gastarán poco a poco las energías que posee. En la

vejez estará sumido en la política y en la cultura de la no-violencia, de la construcción

dialógica de la paz estable y duradera. El anciano no quiere acciones, desea discursos. El joven

es su antagonista.

Esto fue algo de lo que le sucedió a Joaquín Alberto Escudero Gonzales, quien tuvo

que luchar con todas las cuestiones que un día pensó de joven, y que en la época de adulto

entró en contradicción y que, para su época de vejez, tuvo un fuerte cambio. Allí están las tres

edades del hombre a las cuales se enfrentó Juaco. La transición entre la segunda y la tercera

la hizo solo con su pensamiento, solo con su austeridad, solo con sus miserias interiores.

Tiempo después se sabría que escribió aquél relato de Eusebio, el cual equiparó con el de

Suka, tan solo para que la memoria no le jugara una mala pasada y lo olvidara en el transcurso

del tiempo y de los años. Quiso conservarlo para que, en una época mejor o más lejana a la

del retorno al país de origen, en el cual siguió sintiéndose como un extranjero que habitaba en

una nación que no era la suya y en un cuerpo prestado que se consumía con el tiempo, no se

viera sometido a los problemas de memoria que en muchas ocasiones golpea a los ancianos.

El hombre puede pensar los mismos problemas o tener los mismos pensamientos durante toda

la existencia, pero si los somete a estas tres épocas de la vida, obtendrá reflexiones diferentes,

aunque la esencia siempre sea la misma.

Y su pensamiento siempre fue el mismo, solo que visto desde estas perspectivas, pues

en su corazón siempre devino la misma esencia. Por más desilusiones que carga a cuestas,

jamás logró resolver las dudas que le atacaban. Antes bien, entre más pasaban los años más

se introducían en él los dolores por pensar de una manera no convencional, por ser el poseedor

280 | P á g i n a
de un pensamiento que no se inscribía dentro de lo que sus contemporáneos aceptaban como

válido o decían que era «lo más normal». Por ello, luego de algunos años de estar de nuevo

en el encierro voluntario dentro de su mundo, de su casa maldita que le había producido tales

horrores pasados que le afectaban en su presente, luego de haber escrito sus lamentaciones en

las paredes de su hogar, tuvo un momento de dolor profundo en el cual cayó como en un

sueño, pero siguió consciente de su realidad y allí vio lo que no debió ser visto para luego

narrar un relato que consideró portentoso. Este dice, si la memoria no me falla del todo, de la

siguiente manera, pues la carta en la cual se escribía esto de puño y letra de Joaquín se ha

perdido con el tiempo:

Yo, Joaquín, mártir y desamparado de las cosas naturales del hombre por

voluntad propia y por los avatares del destino, he tenido un encuentro numinoso con

un portento divino que me ha mostrado lo habido más allá del lenguaje cognoscente

para el hombre. Esto ha sido efectuado para que, inmerso en un éxtasis

incomprensible para el corazón humano, sepamos que se avecinan tiempos más

difíciles, en los cuales el fanatismo se manifestará de tal forma en la sociedad que

arrasará con la mayor parte de la humanidad, o, por lo menos, lo que resta de ella.

He de utilizar en lo sucesivo el lenguaje vulgar para expresar lo portentoso y

que así, el corazón mismo de la humanidad comprenda los designios del Ser-

Absoluto, por medio del cual la naturaleza toda se verá reducida a la partícula

irreductible que está presente en todo y sobre la cual vivimos y somos.

281 | P á g i n a
Me encontraba yo en los confines del mundo cuando algo dentro de mí

provocó una inmensa luz que me habló de esta manera: Hemos de ver lo futuro para

que quede grabado en el presente lo trágico y maldito del final del hombre lo cual

está próximo. No sé de dónde salía aquella voz pero sonaba tan clara en mi mente

que era imposible no escucharla y sus acciones eran tan sublimes que no seguir

estas instrucciones sería el más grande error cometido.

La voz no hablaba el idioma de los hombres, y tampoco tenía una figura

humana, pero era tal su claridad que hasta el hombre más ignorante hubiera sido

capaz de entender el mensaje a transmitir.

Me dijo esta voz, que hablaba el lenguaje de los dioses, que el hombre ha

estado volcado en las cosas que no dependen de él y, especulando acerca de lo que

no debe, ha construido un devenir para él en donde la tragedia será un cuento de

hadas en comparación a lo que vendrá dentro de poco. Los cielos del mundo se

abrirán y aquello que en el principio solo era una masa informe y oscura, de la cual

nacieron todas las cosas, volverá a su estado original, permitiendo que el hombre

termine su existencia y sea liberado del orgullo con el cual vive su vida. Para ello, el

hombre debe pensar en la existencia de dos reinos contrapuestos en los que la vida

y la muerte mantienen en confrontación y en medio de ambos se manifiesta un

campo, supongamos uno magnético en el cual se vive una guerra constante entre

ambos mundos. En uno de ellos está la vida o la felicidad del mundo en el cual todo

es armonía y orden. En este habitan las ideas eternas de las cosas, de las cuales se

desprenden todos los conocimientos que hay en el mundo y los que vendrán luego.

282 | P á g i n a
Es un eterno fluir de perfecciones en dónde la sombra y la oscuridad no tienen lugar.

Los hombres conocen todo porque en algún momento han estado habitando en ese

reino y de allí han extraído todo conocimiento válido. Pero poco a poco ha cedido

este reino ante la potencia del reino del odio. Este es su contrapuesto, es

exactamente lo contrario al reino descrito y su misión es introducir la imperfección y

la oscuridad dentro de aquél, por el simple hecho de ver arder la armonía y

transformarla en pura maldad.

En el campo de batalla, el cual como ya se dijo está en medio de estos dos

reinos, se manifiesta una mezcla se felicidad y odio, de armonía y masa informe, en

donde lo primero comienza a perder fuerzas. Esto se debe a que, al carecer de un

ejército propio para la defensa de lo eterno e inmutable, se envió una serie de

guerreros para que defendieran el reino y así intentar construir lo perfecto de lo

perfecto [dicho de otro modo, lo perfecto por excelencia] y enviar a una fuerza

portentosa, anterior a todo, incluso anterior a la Idea del Ser, para que efectuara una

barrera entre este reino y el caos [u odio]. Pero al enviar estos guerreros se cometió

un error inmenso: no se percató de hacerles un hechizo para liberarlos de los males

que atañen a quienes van a la guerra.

Con el paso de algunas batallas estos guerreros fueron permitiendo la entrada

de la masa informe [la oscuridad y el mal] en sus formas perfectas, pues al sentir tal

presión de devenir algo distinto de lo que siempre fueron, terminaron por conocer el

mal y arrodillarse frente a él. El reino de la perfección fue perdiendo guerreros y el

de la masa informe los fue ganando. Esto permitió un nuevo elemento de disputa

283 | P á g i n a
con el cual nadie contaba pero que fue bien aprovechado por el reino de la no-

perfección. La discordia se introdujo en la batalla y fue utilizada para que los

guerreros de la perfección y la armonía [la voz que me hablaba dictaba varios

nombre para ambos reinos] lucharan entre sí. Este elemento permitió poner un velo

en ellos, engañarlos y hacerles creer que estaban luchando contra el enemigo pero

no era cierto. Pues bien, aunque la lucha ha alcanzado las dos eternidades, está a

punto de terminar, pues el reino de la armonía ha perdido el poder necesario para la

construcción de aquello portentoso, anterior al SerAbsoluto, y dentro de poco los

últimos guerreros serán ganados por la masa informe y, cuando esto suceda,

estallará de tanto poder que ha recogido y todo aquello que se ubique dentro del

campo de la lucha será destruido así como los restos de ambos reinos.

El reino de la armonía protege la vida, la vida que existe en el universo y se

manifiesta en diversos lugares y poco a poco ha ido cediendo su terreno a la masa

informe. Dentro de poco terminará todo y será el fin, pues todo se convertirá en una

nada absoluta, sin consciencia de sí misma y todo lo que conocemos: el universo

con sus galaxias y sus planetas, será nada.

El final de los tiempos está próximo y no habrá manera de que cambie a

menos que haya un solo hombre que decida ser entregado como sacrificio para que

se construya el elemento que pueda hacer ganar la batalla que se libra. Ningún

hombre puede devenir anterior al Ser-Uno, sin segundo, pero con la fuerza de

cualquiera de estos, el consuelo del Ser será reparado y tendrá las fuerzas

necesarias para luchar y construir una pared que permita al reino de la armonía

284 | P á g i n a
recuperar sus fuerzas para ganar la lucha. ¿Quién será el encargado de sacrificarse

en pos de la humanidad?

Lo que ha sucedido luego de haber visto esto se ha convertido en algo incierto para

nosotros. No es posible determinar si Joaquín estaba sumido en alucinaciones, e incluso él

mismo duda de lo que escribió, pero afirma que, al sentir estas cosas, esta voz y esa luz que

le invadió, la plenitud entró en posesión de él y devino alguien nuevo [¿sería acaso él el

elegido del que habló allí o su mente colapsó en una locura extravagante?]. Tal vez se debía

tan solo a su manía para obsesionarse con las cosas que hay en su mente, pues, durante algún

tiempo sus cartas manifestaron el estado en el cual se estaba sumiendo al estar solo y tener las

24 horas del día libres para hacer, decir y pensar, todo lo que quisiera. Cuando leí por primera

vez esta carta pensé que nadie hubiera podido creer que, a pesar de todas las cosas vividas y

las miserias experimentadas a lo largo de los años haya sido él el elegido para ascender, como

Suka y Eusebio, hacia Brahman y el Ser Absoluto. Pero también pensé que estaba cayendo en

el radicalismo que él mismo criticaba.

¿Quién creyera que un humano mortal podría estar por encima de un Dios eclesiástico

para devenir la partícula anterior a todas las partículas? No. No existe una respuesta para tal

pregunta porque nadie puede llegar a conocer del todo lo que existe en la mente de alguien más

y menos cuando esa otra persona que se pretende analizar expresa la verdad de una manera

fragmentada. Solo expresa las cosas que le benefician y, en ocasiones, puede afirmar cuestiones

contrarias por el simple hecho de no desagradar a su interlocutor.

No fue la primera vez en la cual envió algo parecido a esto, y siempre enviaba

narraciones parecidas a la historia de Eusebio y a la de Suka, en dónde manifestaba que había

285 | P á g i n a
otros seres humanos que estaban en la búsqueda de ese ascenso y que se comunicaban con él

por medio de los sueños y de las profecías. Al ver yo que no le hacía daño a nadie con pensar

de esta manera, pues era mejor que pensara en ello y no en la venganza por lo que le sucedió

a toda su familia, le dejé que divagara sobre estas cosas y se desahogara conmigo. Pero le di

una advertencia: solo yo podría saber lo que pensaba, y le argumenté que si dejaba que su

espíritu se ensuciara con los fanáticos y su ignorancia, no podría ascender a ninguna parte y

tendría que vivir para siempre en esta vida material rodeado por tantos hipócritas. Fue nuestro

secreto durante muchos años y él esperaba con paciencia el día en el cual la voz del desierto

abriera los cielos para que él pudiera pasar hacia el campo en el que se uniría con el ser para

darle sus fuerzas y salvar la humanidad. «De este modo, decía, quedará grabado mi nombre

en la naturaleza». Vaya consuelo para este hombre: tener que esperar que un relato portentoso

de una cultura distante, en el tiempo y en el espacio, se ratificara en su persona. Pero, en

definitiva, era lo único que le mantenía con vida.

Pasaría mucho tiempo para que, de nuevo, la decepción y la desilusión se apoderaran

de su corazón. En una ocasión escribió: «A la mierda todo esto del ascenso hacia lo universal,

yo me quedo con mi tierra y mis sembrados y que la humanidad se pierda a sí misma por

corrupta y por aprovechada». Y claro, en los momentos en los cuales la maldad del hombre

se ensañaba con él, parecía que perdía toda esperanza de contribuir con la paz del mundo y el

bienestar de la humanidad. Tal vez a un solo hombre le queda muy difícil cargar con el peso

de todos los hombres, y más cuando estos intentan aplastarlo por todos los medios. La vez en

la cual escribió esto último, lo hizo porque alguien había robado parte de su cosecha de papas

y le quitó ese alimento que se había convertido en uno de sus favoritos en los días de su

encierro. « ¿Por qué debemos sumirnos en la cultura que aplasta al hermano por el simple

286 | P á g i n a
hecho de que este piensa diferente de nosotros? No comprendo la razón por la cual todos se

aprovechan de mí y se encargan de hundirme en un profundo pozo de odio y desespero. No

he nacido para este mundo, y menos para esta sociedad que se goza de hundir a los

desamparados en beneficio de los más fuertes. ¡Por cuántas injusticias pasamos por esta vida

mientras dura!», decía en medio de una desolación profunda.

La carga de los daños causados por el odio de los seres humanos, odio que para Joaquín

siempre fue irracional, es más pesada que la carga por los años que puede vivir una persona

promedio. Se nota más anciano y cansado quien ha dedicado su vida a ganarse la vida en las

plazas de mercado cargando bultos que quien ha permanecido dando órdenes desde una

oficina. Ambos pueden vivir el mismo tiempo, pero solo uno permanecerá más cansado que

el otro. Esa es la vida, mientras que unos anhelan la vida de los otros, estos otros huyen a la

vida de los unos, porque ninguno está conforme con la vida con la que ha nacido, sino que el

hombre en su corazón siempre tiene el deseo de vivir de una manera más confortable.

Tan solo en los momentos de éxtasis Joaquín recordaba con anhelo el ascenso a lo

universal, se sumía en un profundo sueño y desde allí proyectaba el camino a seguir para

devenir uno con el Ser-Uno, sin segundo. Pero solo quedaba en ello, en un sueño, pues su

realidad siempre le devolvía a la negación de ese mundo y al establecimiento de la

particularidad sobre cualquier modo de vida posible. «Existen personas, decía él, que ni

siquiera sabe cuáles son las dimensiones del Ser, cuando se habla de él como partícula que

antecede a todo y a todos. Desde este sentido, el ascenso solo debe plantearse como algo

burgués, pues solo un puñado de personas puede comprender lo que significa esto, y, dentro

de este poco, hay un número mucho más reducido que cree que algo así sea posible. Pues si

287 | P á g i n a
uno es capaz de ver esto con los ojos de la razón será una narración de la cual puedan extraerse

muchos elementos de diversa índole, pero que, en muy buen sentido, no es un camino real

para seguir». Y así se iba yendo su espíritu, entre lo que su imaginación y su esperanza le

decía y lo que su razón de filósofo le enseñaba. Pero el hombre siempre tendrá ciertos apegos

irracionales que defiende sobre cualquier cosa y ello es posible gracias a que no hay una sola

interpretación del mundo sino que esta depende del mero sujeto particular que lo representa

según las circunstancias que le acaecen.

Ahora que Joaquín empezaba a entrar en la tercera edad de la vida, comenzó a razonar

de una manera diferente. Aquello universal que siempre estuvo en su cabeza y que, en muchas

ocasiones le valió decepciones y le llevo bastante tiempo en reponerse, y que se presentaba

en su existencia por ciertos periodos, jugaba un papel fundamental en la transición de cada

una de las épocas de su vida y en esta que va de a la adultez a la vejez, le hizo tremendo

combate que por poco le deja sin las fuerzas necesarias para continuar luchando por su

supervivencia. No es posible que algo que se creía resuelto desde un tiempo pasado de su

existencia regrese a la memoria para mortificar cada segundo el alma y el cuerpo del dueño

de tales pensamientos. Creía que todo ya estaba solucionado pero no era así, pues de nuevo la

duda y el pasado se hacían presentes en su vida para mencionarle que esa temporalidad a la

cual pertinacia le decía que algo más portentoso estaba por encima de todo y, al mismo tiempo,

antecedía a toda creación. « ¿En un solo hombre puede manifestarse lo universal y lo

particular de manera simultánea?», preguntaba Joaquín sin encontrar una respuesta s su

interrogante.

288 | P á g i n a
Pero ahora no estaba del todo seguro de lo que había pensado e, incluso, las dudas

giraban en torno a la veracidad de la historia de Suka, de Eusebio y de su sueño en el que se

le revelaba una verdad eterna. «No, no puede ser que sea yo el elegido para una empresa tan

compleja como lo es la salvación de la humanidad, y, en último término, ¿de quién se debe

salvar ella?», decía sin encontrar un consuelo que le permitiera responder a sus preguntas. La

peor circunstancia para un hombre es no estar seguro o no poder descifrar una sola de sus

preguntas. Permanecer en un estado de duda, inseguridad, en un terreno poco estable puede

convertirse para muchos en un tormento perpetuo. Y esto era lo que le acaecía a Joaquín en

todo momento. Deseaba con ardor resolver todas las preguntas que se formulaba pero nunca

estuvo conforme con una sola de sus respuestas. Tal vez esa es una de las actitudes de todos

los filósofos: jamás están conformes con lo que tienen pues sus mentes les exigen siempre

una evaluación de todo el entorno que tienen y como parte fundamental de ello es la resolución

de los conflictos morales y existenciales a los cuales se someten por propia voluntad la

mayoría de las veces.

« ¿Es posible un mundo, una vida en la cual se tengan respuestas concretas y

definitivas para todas las preguntas? ¿Se puede vivir sin cuestionarse una y otra vez sobre

todo lo que nos rodea? Una existencia sin preguntas no merece ser vivida. Y si en algún

momento hemos realizado una pregunta a la que respondemos con facilidad esta nunca fue

tan importante como para haberse ocupado de ella. Lo más importante en la vida de todo

hombre es reconocer que, en el campo total del conocimiento humano, siempre habrá algo de

desconocido. Ni la mente más brillante del mundo puede comprenderlo todo ni resolver los

enigmas que afectan a los hombres y, por desgracia, es necesario decir que nadie puede

liberarse de su particularidad», afirmaba como una conclusión, pero siempre dudó de ello pues

289 | P á g i n a
el principio según el cual debía regir su vida, le decía que nada podía ser cierto por completo.

Aprenderlo todo: pero no dejar que el radicalismo se apodere de la mente del sabio. Ese es el

más elemental de los principios que lo rigen: debe tener siempre presente que su conocimiento

es limitado y no puede dar una explicación para la totalidad del mundo, pues tan solo es una

totalidad para él, no para el conjunto completo de los hombres.

«Que triste es saber que los universales ya no existen. Que son una mera ilusión y que

la Verdad absoluta se ha repartido entre los hombres y ninguno de ellos está dispuesto a perder

algo para ganar el beneficio de reconstruirla. Nos hemos sumido en la más profunda de las

individualidades y cada uno lucha para sí mismo, no para el cultivo de la especie», llegó a

afirmar mi maestro. En su interior ratificaba la certeza de estas palabras y estaba seguro de

que el mundo era algo solo para él, pues las circunstancias por las cuales había pasado a lo

largo de su vida tan solo le afectaban a él como individuo y no como hombre universal. En

este ideal había puesto toda su esperanza un día y ahora se encontraba decepcionado de lo que

había encontrado. ¿Pero qué más se puede hacer con la vida si esta es tan llevada de su

parecer? Tan solo en los momentos de locura volvía a entrar en un estado de enajenación en

el cual el relato de Suka resultaba para su mente el único consuelo para no caer en lo más

profundo del abismo de la desesperación.

Y qué curioso es el hombre. Aunque haya decidido estar en la más profunda de las

soledades enfrentándose a lo austero en cada día de su vida, en algún punto de esta inventaría

una historia de amor mediante la cual sanaría su corazón por no tener la esposa tan deseada

ni el hijo siempre esperado. Tan solo hasta ahora podía ver este asunto en el poema que hacia

tantos años le cambió la vida: aquel monje cartujo le había manifestado tantas y tan hermosas

290 | P á g i n a
cuestiones que no había podido interpretar con certeza que, en algún punto del corazón de

este, aun había espacio para el amor y para manifestar que una mujer compañera y un hijo

deseado, pudieran llenar los vacíos del corazón de un hombre. En algún momento todos

deseamos ser amados y construir una vida al lado de alguien más. Pero algunos anulan ese

deseo, pensando que de esa manera podrán servir mejor a la humanidad, pero siempre tendrán

el horrible interrogante: y si hubiera encontrado el amor de mi vida, ¿qué hubiera sido de mí?

Y en Joaquín cambiaba un poco el asunto pues sintió que lo había encontrado, pero

desapareció por las fuerzas misteriosas de la vida, provocando en su más sagrado ser interior

un vacío que nunca podría llenar: ni con la oración, ni con el servicio incondicionado a los

demás, ni con el hastío del conocimiento.

¿A quién queremos engañar? No es un error ni un pecado querer ser amado. Todos lo

hemos sentido pues, en cierto modo, el amor hace parte de nuestra naturaleza y cuando un ser

amado desaparece un parte de nosotros marcha con él hacia un mejor lugar. Y Juaco decía

que su vida terminó el día en el cual su hijo pereció, y su esposa fue devorada por los gusanos.

Ese es el destino más triste del hombre y, de hecho, es el único que no puede evitar: desde el

momento en el cual nace, tiene asegurada la muerte. Y a pesar de esta realidad que a todos

afecta, nadie comprende cómo la muerte es capaz de arrebatar la vida de alguien a quien

queremos. Y a este hombre en particular, le costó toda la vida superar el duelo por la pérdida

de su Diana y de Agustín.

Lo universal ha sucumbido ante la razón de Joaquín y nada puede hacer para vivir de

nuevo en una ciudad y en una época en la cual la universalidad hubiera sido posible. La Edad

Media desapareció hace tanto tiempo que ya es tan solo un espejismo y un sueño turbio del

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espíritu de algunas personas que, de algún modo u otro, han pensado retomar esta época como

la única posible para hacer aflorar la humanidad. Pero toda interpretación depende de un

sujeto que representa su entorno a partir de unas circunstancias que lo afectan y del desarrollo

que pueda realizar de sus facultades intelectuales. ¿Y Juaco? Se debate entre la vida y la

muerte, entre dos mundos contrapuestos sin saber cuál de los dos ganará la batalla que

reclamará su vida y su talento. Lo universal tiene sentido para él, pero solo en la teoría, pues

la práctica es diferente al conocimiento que pueda extraerse de lo teórico.

Tan solo la excitación y la locura comienzan a tener efectos no convencionales en su

mente, o traen a colación viejos pensamientos que, en definitiva, ya no son ciertos para él. La

mayor parte del día se encuentra solo hablando consigo mismo buscando una alternativa de

salida de la particularidad de su existencia para devenir uno solo con el mundo, pero sabe que

esta tarea está perdida y no podrá cumplirla ni con los esfuerzos más notables que pueda hacer.

Es curioso que el pensamiento de un hombre caiga ante el peso de la realidad que lo abruma,

pero todos tenemos por lo menos un ideal que ha sucumbido ante nuestra experiencia. ¿Y qué

hacer con ello? Pues nada, porque hace parte de la vida y del crecimiento personal e

intelectual. Solo que, a personas como Joaquín les da más dificultad aceptar que su

pensamiento ya no es el valido y que existen otras dinámicas que hace que la gente piense en

lo práctico y no solo en lo teórico. Una vida que se dedique solo a los libros es, en muy buen

sentido, un proyecto burgués que muy pocos pueden realizar. Y tan solo en la última edad de

la vida pudo reconocer que, por fuera de su gusto por la literatura y la demencia que le

aquejaba en ciertos momentos, en los cuales expresaba los más extraños relatos de personas

que ascendían hacia lo universal, en la vida de toda persona valoraba la práctica por encima

de la teoría y, por desgracia, la humanidad debía aprender mejor un oficio practico que una

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lengua muerta como el hebreo antiguo o el arameo. “Esto es algo que solo compete a unos

pocos dentro del orden del mundo”, decía decepcionado Joaquín.

293 | P á g i n a
5.2. La fábula del ascenso a lo universal: solo es teoría.

« ¿Y quién se atrevería a decir que no es hermoso el momento de encuentro entre el

sujeto individual y aquella partícula que se esconde en su interior y que le ata a aquella que

antecede a todo lo creado? En efecto, esto es una hermosura extraordinaria, pero no trasciende

los límites de lo teórico. ¿Acaso podemos vivir esta unión? Es más, ¿cómo podemos estar

seguros de la existencia de una partícula que antecede a todo lo creado si cuando solo poseía

existencia esta, nada ni nadie tenía el suficiente grado de consciencia como para comprenderle

o ver alguna manifestación suya? ¿Y qué más es esto que no sea el punto de inflexión místico

que todos queremos tener con algo que es superior a nosotros? Pensar en algo que es anterior

a todo y que, por tanto, se presenta como el origen (o el arjé según el uso de los griegos) de

todas las cosas es simplemente algo que desborda el lenguaje humano y el entendimiento de

los hombres.

«Si con el lenguaje podríamos construir un origen posible para el mundo, ¿este sería

limitado o se extendería a lo habido más allá de una convención para comunicarnos entre los

hombres? Existen ciertos eventos que no podemos explicar con un código, ni mucho menos

con algo construido tan solo para la comunicación. Esto quiere decir que, en buen sentido,

debe existir algo que se encuentra más allá de los límites del lenguaje pero a ese lugar no

puede llegar nuestro entendimiento. Y el hecho de que hoy tengamos por dudoso cualquier

elemento o teoría que nos diga el origen del mundo significa que no existía un estado de

consciencia del hombre para comprender de dónde venía. Hemos de declarar que muchas de

las teorías que hablan acerca de esto, son tan solo especulaciones y narraciones hermosas de

294 | P á g i n a
algo que nunca podremos comprobar con nuestra mera razón a menos de vivenciar el asunto

con gran entereza y piedad de ese Ser uno, sin segundo, que antecede a todo lo creado y que,

al tiempo, permea toda la creación». El espíritu de Joaquín declaraba todas estas palabras y

muchas más.

Es curioso ver cómo una persona puede llegar a albergar tantas y tales contradicciones

en su espíritu como lo ha mostrado Joaquín a lo largo de los años. Expresa los discursos más

hermosos y emotivos que haya podido ver la humanidad en los momentos de inspiración, pero

también puede sentirse el más miserable de los hombres en diferentes instantes cuando siente

que una llanura desolada le manifiesta aquellos secretos para los cuales sus oídos no están

preparados y hace surgir las Ideas que nunca estarán en consonancia con su realidad. Si el

hombre es capaz de albergar sentimientos distantes entre cada uno de ellos y de no ser capaz de

mitigarlos con algo por el simple hecho de ser desbordado por ellos, ¿cómo es posible que, con

un entendimiento limitado pueda explicarlos según una convención que hoy llamamos

lenguaje? Dicho de otro modo: ¿cómo es posible que Joaquín afirme ser el poseedor de un

entendimiento limitado y ser un hombre estúpido e ignorante cuando con las limitaciones del

lenguaje pueda expresar verdades habidas más allá del entendimiento del común de los

hombres? La verdad sea dicha: hay cuestiones que, por más que se cavile sobre ellas, no son

accesibles a las facultades intelectuales del hombre.

No importa lo inteligentes que seamos, siempre habrá, por lo menos, una pregunta a

la cual no podamos dar respuesta o un problema que no podamos solucionar. Y este era el

verdadero desequilibrio para Joaquín, pues su mente de filósofo siempre se planteaba

preguntas, muchas de las cuales terminaban en nuevos interrogantes que no respondían a lo

295 | P á g i n a
inicial y le provocaba tantas heridas interiores que más parecía «una mente leprosa que una

intelectual». Ese era su espíritu: preguntaba más cosas de las que podía comprender y

responder, y, en muchas ocasiones, las respuestas a las cuales llegaba solo le presentaban

ciertas miserias interiores que nunca pudo resolver del todo bien. O por lo menos eso

declaraba de forma constante.

Largas horas tuvo que estar encerrado con sus demonios interiores debatiendo si lo

particular era superior a lo universal y por donde mirara no podía ver que las cosas fuesen

diferentes. Aquellos relatos de Suka, de Eusebio y de tantos otros que fue descubriendo a lo

largo del tiempo, que expresaban un ascenso hacia la unión entre el hombre y su Dios o el

hombre y el Ser-Uno [absoluto], en ocasiones le parecían portentosos y verdaderos pero en

otros los veía como una extraordinaria narración pero nada más que eso: un cuento salido de

la imaginación de alguien más. ¿Qué hacer cuando el espíritu nos manifiesta una idea pero la

realidad la niega y nos hace sucumbir ante su antagonista? Para él la vida perdería cualquier

sentido si tuviera que sumirse en lo particular para renunciar a lo universal, pero cada día que

pasaba recopilaba una prueba más para que su pensamiento se deteriorara y quedara ad portas

de la desesperación final de la vida.

Podría decir todas las veces que se quisiera que lo particular, la representación del

sujeto individual era superior a la de un sujeto universal, pero algo dentro de su espíritu le

decía: busca más, aún hay algo que desconoces y ese algo es el que te hará comprender mejor

el asunto y defender esas ideas atoradas en tu pensamiento. Atado entre lo que debía, quería

y podía hacer, andaba siempre por su territorio Joaquín a la espera de una iluminación ulterior

o de la llegada de algún Isvara que le llevara hacia el destino final, hacia los confines del

296 | P á g i n a
mundo, en dónde tendría la última espera para unirse con el Ser [o el Sat]. Pero este nunca

llegaría, pues el Ser no conocía los tiempos humanos. Cuando un ente ha salido de todo tipo

de temporalidad, su conocimiento acerca de esta parece desaparecer para quedar atado en la

eternidad. ¿Existe algún modo para renunciar al espacio y el tiempo y estar en el punto que

antecede su unión? Compleja pregunta, pero podríamos decir esto de ella: si lo vemos de

forma teórica, podría funcionar, pero de manera práctica ya las cosas no se ven tan bien.

Pero siempre está el deseo de un mejoramiento permanente del hombre hacia un estado

mejor de cosas. Claro está que aún no se puede definir con claridad hacia qué punto aspira el

hombre: solo sabemos que todos deseamos ser más perfecto sin conocer el grado sumo de la

perfección. Y tal vez esa fue una de tantas interpretaciones que Joaquín sacó de esos relatos

que tanto quiso conocer: el deseo de unirse a lo Uno, al Ser [el Sat], era solo su medio para

plantear ese mejoramiento del hombre, pues desconocía cualquier otro concepto para

denominar el proceso y el resultado final. «Y en cierto modo, decía él a su manera, todo ente

quiere parecerse al Ser, pues le tiene envidia». ¿Quién podría decir algo contrario a esto? ¿O

quién podría ratificarlo? ¿Quién conoce el pensamiento y el querer de un «ente» como para

asegurar que siente las mismas pasiones que los hombres? ¿Quién puede asegurar que el Ser

es la representación del sumo Bien al cual todos los hombres aspiran pero que nadie conocer

ni podría describir? Tan solo tenemos unas analogías creadas por el lenguaje que nos hacen

pensar en esto, pero aún no podemos establecer que sea de esta forma o caiga dentro de alguna

categoría de pensamiento inventada por algún hombre sediento de respuestas que nunca

satisfacen la pregunta formulada.

297 | P á g i n a
Decimos que el Ser es equiparable con la Perfección o con la Verdad. Pero ¿quién conoce

estos conceptos y con qué certeza dice que son equivalentes? Todas estas interrogantes hacen

parte de lo que Joaquín se hacía en su cotidianidad. Por desgracia, nunca pudo responder a

ninguna de ellas. Su espíritu amaba estar en continuo malestar por esto y nunca deseó

trascender más allá de la formulación de ciertas preguntas: « ¿Qué sería de una vida en dónde

no hubiera lugar para el autoexamen?», decía cuando se le intentaba mencionar que buscara

más respuestas en vez de nuevos interrogantes. Su mente era así y lo justificaba afirmando

que esa debía ser la actitud de cualquier filósofo. Y, a pesar de todo ello, era consciente de la

diferencia entre teoría y práctica y a pesar del dolor producido por ello, continuaba con su

pensamiento, cada vez más amplio y desbordante, pero, al mismo tiempo, apegado a lo pasado

como una forma de proyectar un futuro diferente.

Al entrar en la tercera de las edades de la vida declaró algo fundamental y que parecía ser el

inicio de un nuevo campo de conocimiento o de exploración de lo racional. Dijo, y quizá no

sin razón, que todos aquellos relatos leídos acerca del ascenso a lo universal eran excelentes

para distraer la mente en los momentos en los cuales los libros que buscan ofrecer algún

conocimiento abruman la mente y le dejan en un lugar enfermizo. Hacen parte fundamental

de la exploración de la imaginación y la fantasía del hombre, pero nunca del campo que le

hace aumentar su ciencia y por ende su dolor como lo declara el profeta Qohelet. Al final,

cuando entraba en la recta final de la existencia, reconoció el carácter fantasioso y místico de

aquellos relatos como meras narraciones que formaban un elemento menor de las facultades

intelectuales.

298 | P á g i n a
Capítulo 6: La decisión fatal. Lo eterno puede acabar en un segundo.

6.1. El deseo del suicidio.

Y seguía Joaquín con su vida, comiendo lo que salía de la tierra bajo el sudor de su

frente: alimentaba su cuerpo del fruto de su trabajo y pensaba a cada instante en la muerte. ¿A

quién quería engañar? Si su familia le faltaba, si nadie que estaba a su alrededor le importaba

lo suficiente como para dignarse a dirigirles la palabra, y si ya no tenía ninguna ambición para

continuar viviendo, ¿qué lo ataba al mundo? ¿Será posible que aún existan personas que se

pasen la vida esperando la terminación de esta, pues ya nada les satisface y no tienen ni la

más mínima ambición, ninguna meta por conquistar? Él vivía solo por una promesa hecha a

un niño convertido en hombre que no lo desamparó en el momento en el cual todos los demás

le dieron la espalda. Tal vez era lo único que le mantenía con vida: no estaba dispuesto a

renunciar al cumplimiento de sus promesas, así le tocara vivir bajo la pena de un martirio con

una existencia que no le correspondía. Este mundo era de todos, todos tenían su espacio y un

papel a desarrollar dentro de una sociedad establecida, excepto este filósofo maldito del

pueblo X.

Sin embargo, el maestro sabía de antemano que tenía un discípulo sobre el cual podía

apoyarse: solo era llamar y del otro lado del teléfono se escucharía una voz amiga; o, si algún

día llegase a escribir una carta, un escrito, una noticia, o cualquier otra cosa, podría esperar

una respuesta y la tendría. En medio de un mundo que da vueltas, esa era la única certeza que

tenía: de entre todas las personas que existían en el mundo, un poco más de ocho mil millones,

tan solo una le importaba y tan solo una persona lloraría cuando muriese. Al mismo tiempo

299 | P á g i n a
sentía una mezcla de alegría y dolor: la certeza de una amistad verdadera, construida a lo largo

de los años y con bastantes sacrificios, era el tesoro más importante que ahora guardaba en su

interior, pero no todo fue felicidad porque en su vida había conocido a varias decenas de miles

de personas y de entre todas solo una había permanecido en medio de la adversidad. ¿Es acaso

posible que nadie quiera permanecer hoy en día? Por extraño que parezca, eso fue a lo que se

enfrentó mi maestro a lo largo de una vida cargada de tormentos.

Y una de las cuestiones que más le aterraba en la soledad de sus días era saber que no

podía regresar a la parroquia a la que tantas cosas le debía: allí recibió todos los sacramentos

y fue en ese lugar, tan odiado en una parte de su vida por no poder haberse convertido en un

sacerdote por falta de dinero, fue allí donde se fortaleció el amor de su vida: su relación con

Diana giró por mucho tiempo en ese lugar. Tantas cosas vividas, tantos recuerdos atorados en

una edificación cuyo nombre era un homenaje a un santo peruano, y no poder volverla a ver,

por lo menos desde fuera, fue algo que causó alto impacto en el corazón de este hombre

abatido por los daños y la austeridad. Envejeció pronto, pero en su memoria estaban vivas

todavía las palabras nunca dichas, las acciones que hubiera podido hacer mejor en algún punto

de su existencia, o las hermosas conversaciones que tuvo con su hijo a quien proyectaba como

uno de los mejores humanistas de la historia. «Si tan solo hubiera podido vivir lo suficiente

para desarrollar su pensamiento, todo sería tan diferente en este día, se decía de forma

constante, como si estuviera sumido en una sombra de melancolía por las cosas que pudieron

ser y no fueron: ¿acaso podremos luchar en contra de un pasado hostil? Este ya ha sido y por

más que queramos, no podremos cambiarlo. El momento de la victoria es tan solo una ilusión,

al igual que el deseo de la felicidad permanente», decía Juaco envuelto en lágrimas.

300 | P á g i n a
Joaquín pagaba las consecuencias negativas por las decisiones que otros tomaron en

su nombre. Siempre se preguntaba qué hubiera sido de su vida en caso de no haber tenido

tantos disgustos económicos y hubiera podido asistir al encuentro con un Dios que fundó una

iglesia que el hombre corrompió con el paso de los años y el deseo de poseer las riquezas del

mundo. Su corazón lastimado esperaba solo dos cosas: un ascenso a lo universal que nunca

llegaría, o el espectro de la muerte que demoraría un poco más de la cuenta. No hay ilusiones

que puedan reconfortar su corazón: ni el sistema filosófico que nunca construyó; ni el amor

de una esposa que se perdió por causas inciertas o por la mano de algún fanático religioso

ignorante e hipócrita; ni el futuro de un hijo muerto a causa de un destino aterrador. Parece

que nada puede curar el corazón de un hombre cuando añora la presencia de personas que han

muerto y que no se acepta en la mente. Nadie está preparado para la muerte, y menos aún,

cuando está la certeza de que esta se produjo a causa de otro ser humano. Joaquín nunca supo

los resultados de la investigación del mercurio en el lago del Pueblo X, ni el destino de los

responsables de este hecho, pero desconfió de todos, hasta de sí mismo y de su incapacidad

de resolver conflictos bajo presión. «Si tan solo hubiera visto las cosas con mejor claridad, tal

vez hubiera alcanza más deducciones y mi familia estuviera viva o vengada», decía.

«Aunque, en muy buen sentido, es mejor saber que tus seres queridos han muerto. La

certeza de que han marchado de este mundo y han dejado de ver en el corazón del hombre la

debilidad y su mezquindad natural, es preferible al hecho de una desaparición. A lo largo de

la vida, un hombre puede llegar a conocer a diversas personas por las cuales lo daría todo, por

quienes su espíritu siente una profunda afinidad y les ama más que a sí mismo: debemos

brindar por estas amistades que se proyectan para la eternidad pero que se agotan en poco

tiempo. Yo amo a un amigo y si este se va provoca en mi interior infinitos sufrimientos que

301 | P á g i n a
solo se curarán con la presencia del ser amado. Pero eso no le importa a la gente de hoy: todos

fundan sus relaciones en el beneficio propio y exprimen a los demás hasta que ya no puedan

recibir nada más de ese otro y, en ese preciso momento, se marchan, llevándose con ellos una

parte del alma del ser que abandonan. ¡Qué desgraciados somos ahora quienes damos más

importancia a la amistad que a cualquier otra cuestión! Si me acerco a alguna persona todos

pensarán que solo estoy buscando sexo. Pero no, uno, en muchas ocasiones de la vida, le habla

a otra persona por el simple hecho de que le quiere hablar. Todo está perdido en este mundo

y el corazón del hombre parece estar depravado por naturaleza», se quejaba Joaquín en alguna

de sus cartas.

El tema de la venganza siempre estuvo inmerso en el corazón de un hombre como

Joaquín aunque esto es algo posible en su mente pero nunca llevado a la realidad, porque la

nobleza de su corazón le impide atentar contra el otro ser humano, sin importar que este le

haya causado los peores tormentos y sufrimientos interiores. Perdonaba antes de ser ofendido

y, aunque guardaba dolor, no hubiese sido capaz de asesinar a nadie, aunque fuera por el

recuerdo que le traía el asesinato de su amada esposa, o su inocente hijo. Veía el día pasar, y

cuando llegaba la noche escribía sobre lo odiosa emocional que se manifestaba ahora su

existencia. Salvo algunos días que, amaneciendo animado se dedicaba a diversas actividades

en su hogar, todo lo veía con una sombra gris. Ya estaba liberado de todas las aventuras y no

encontraba el lugar que pudiera habitar en este mundo.

Si antes se sentía como un extranjero en su cuerpo, ahora sentía que estos se habían

agudizado tanto que ni siquiera se reconocía en el reflejo del agua cristalina: su rostro había

cambiado en exceso. Su rostro ya no era el suyo y estaba seguro de que su pensamiento era

302 | P á g i n a
ahora su verdadera apariencia. Acostumbrado a vivir los últimos tiempos con una máscara, su

verdadero yo se le presentaba como alguien distinto, como cualquier otro que no fuera él. «

¿Quién es este que me mira cuando veo mi reflejo en el agua? ¿Qué ha sido del Joaquín de

los ojos hermosos y la piel de niño? Ha muerto por la desolación y la pena moral en una

sociedad que no era la suya. Y qué más da. Ya no me moveré de este lugar hasta que llegue

el momento indicado para la última aventura antes de la muerte. Desconozco quién soy ahora,

pues mi yo pertenece a otro mundo, uno anterior o futuro a este que estoy viviendo y bajo mis

manos ya no habrá nada que pueda hacerse», afirmaba en ciertas ocasiones cuando la

oscuridad oprimía su pecho para hacerle escribir las palabras que en otros momentos era

incapaz de pronunciar.

Y esto era lo único que hacía ahora: escribir, recoger los sembrados para su alimento

y pensar en la muerte. ¡Cuánto hubiera deseado él acabar con su vida para no padecer más el

tedio de la soledad y la no-ambición! Llegó hasta el extremo de escribirme, desde la distancia

que nos separaba, que levantara la promesa para que pudiera marcharse en paz hacia un mundo

diferente, quizá peor a este, pero distinto. Jamás lo hice porque siempre pensaba en regresar

a aquél lugar para hacerle compañía y para que su espíritu pudiera encontrarse de nuevo a sí

mismo y partiera de este mundo con la serenidad interior que siempre le había caracterizado.

Con el sudor de mi frente le compraba de forma periódica algunos libros que, según

mi concepto, podían ser agradables para él y estos se convirtieron en una gran distracción para

sus momentos lúgubres, pero jamás reemplazaron la presencia de su familia. Recibí algunas

donaciones de textos de algunas de las mejores bibliotecas europeas, las cuales regalaban

estos textos porque ya nadie los leía y los enviaba a Joaquín para que hiciera uso de su

303 | P á g i n a
conocimiento de idiomas y evitara pensar tanto en la muerte. En cuestión de unos pocos años

la suma de los libros aumentaba a más de dos mil y por mucho tiempo Joaquín dejó de

lamentarse. Aunque en las fechas importantes, cuando la depresión se apoderaba de él, recaía

en los pensamientos negativos y la muerte, el suicidio siempre representó una buena salida

para él.

¿Suicidarse o continuar con su existencia y lamentarse por el no reencuentro con sus

seres amados? He ahí la disputa fundamental que hace todo hombre cuando ve que todos los

que le rodean perecen por obra del destino. Allí todos se preguntan por el valor de la vida, y

lo que hace algún tiempo, muchos años atrás, parecía ser el designio para su niño no nacido,

se escribía para él con letras enormes y rojas: ¿Vida o muerte? La sentencia que en un

momento de desolación había decretado para su hijo a quien tanto llegó a amar, se regresaba

para señalarse como un destino seguro con más fuerza que antes, pero esta vez en su contra.

Lágrimas de sangre derramaría por saber esta situación: pensó en asesinar a su hijo,

luz de sus ojos, y ahora él mismo pensaba quitarse la vida porque ya no soportaba un momento

más sin la presencia de Agustín. Pobre de su alma que imaginaba un presente diferente si el

pasado hubiera tenido ciertas condiciones que le hubieran sido favorables a él. Se preguntaba

también, cada vez que podía, qué hubiera sido de su vida si nunca hubiera conocido a Maryori

Julieth García Correa ni sus malas intenciones para con él. Ella era la fuente de todos sus

males y representaba lo contrario a su vida y su pensamiento. También le hubiera gustado

saber qué hubiera sido de su vida si nunca hubiera encontrado con un grupo de fanáticos como

el que promovió la aniquilación de los homosexuales. Pero no podía cambiar nada en ello

porque su vida, por desgracia, no tenía la suficiente potestad para volver al pasado e instaurar

304 | P á g i n a
un régimen de amor en vez de un modo de vida lleno de contradicciones al predicar algo

diferente a lo que se practica.

Pero, a todas estas, ¿qué hacer?, ¿vida o muerte para Joaquín? La decisión tendría que

partir de su consciencia porque, al fin de cuentas, era solo él quien vivía las constantes

miserias interiores de las cuales tanto hablaba. Y el camino que al final eligió como el correcto

o más conveniente para él en ese momento no fue del todo consolador ni elocuente con la

personalidad alegre que en otro tiempo demostró tener. Sin embargo, fue congruente con esas

sensaciones que lo abrumaban tanto en estos tiempos y que no le permitían continuar adelante

con su existencia llena de vacíos interiores y miserias perturbadoras. La idea clara estaba

tomada: luego de esperar tanto tiempo aquellas cosas que no volverán a ser como antes y de

haber padecido el fracaso y la muerte de todo lo querido, lo único por hacer sería la muerte

voluntaria. Esta se aceptaba con humildad y alegría pues, sin importar lo futuro, ya no deseaba

más este mundo aturdidor lleno de desagrado. ¿Y a dónde iría? Si fuese por lo menos al

purgatorio de Dante, una eternidad allí sería preferible a seguir enfrentándose a su presente

desolador.

¿El hombre puede purgar por ese pecado final de asesinar a alguien [que en definitiva

es uno mismo], tras haber padecido los tormentos interiores que tuvo que padecer Joaquín desde

siempre? No fue él el culpable de haber despreciado a Dios en el momento en el que quiso

seguirlo sino que el corazón mezquino del hombre le impidió hacerlo por falta de recursos

económico. Y hoy el pueblo X no podría ser lo que es si en un pasado no hubiera existido

Joaquín. Gracias a su iniciativa de ahorrar el dinero suficiente como para darle la mejor

educación a su hijo muerto por la desgracia y el fanatismo humanos, eligió y fundó una industria

305 | P á g i n a
que, en definitiva, bastante dinero había dejado al pueblo: pavimentaron las calles, construyeron

la escuela, el acueducto, mejoraron la iglesia, el edificio de la alcaldía y su fama se extendió

por ser uno de los mejores productores de bicicletas del país y todos en aquella localidad algo

tenían que ver con la empresa fundada por este hombre. Ocupó la mayor parte de las personas

y de ser uno de los pueblos más pobres del país se transformó en uno de los más ricos y debían

agradecerle este hecho a este hombre pero, a cambio de ello, muchos evitaban mirar incluso

hacia los confines de su casa porque era la de un hombre maldito y «esos suelen ser los peores

bandidos de la sociedad», según decía la gente.

Luego de haber sido rechazado del servicio incondicionado hacia la humanidad a

través de la iglesia por ser pobre y de cargar con todas las causas negativas de ello, ¿puede el

hombre continuar pagando una pena por los siglos de los siglos sabiendo que todo lo que ha

debido padecer ha sido consecuencia de las determinaciones ajenas sobre la vida propia?

Joaquín no quiso ser padre, pero cuando lo fue se convirtió en el mejor de los padres que

existió y nunca le falló en el amor a su esposa, pero, por culpa de los fanáticos religiosos tuvo

que desprenderse del amor de su vida y la luz de sus ojos. ¿Acaso fue su culpa que por la

ignorancia de unas ciertas personas, algunos otros le hicieran tanto daño y que, en efecto,

tuviera que pagar por ello luego de que estos murieran? Poco importa el hecho de cómo se

pierde la vida, lo importante es tener la esperanza de que lo que habrá más allá no sea más

tormentoso de lo habido en esta existencia, pues si escapamos de la miseria para hundirnos en

una aún más profunda y que no podrá cambiarse con nada, ¿qué sentido tiene? Hay decisiones

que, en definitiva, el hombre no puede llegar a comprender del todo aunque las acepte con

humildad.

306 | P á g i n a
Padecer las peores emociones interiores porque un mundo está corrompido por la

visión económica existente sobre todo lo que hay y que luego de esta vida, cuando se ha

decidido salir de ella de manera voluntaria, se entrará en un reino peor al que se tiene ¿es

justo? Un suicidio es un asesinato y este crimen debe pagarse con todo rigor, ¿pero es justo

luego de todo lo vivido? Un hombre que solo ha visto la desgracia y que se ha enfrentado a

una sociedad de hipócritas y fanáticos como esta, es imposible que deba seguir purgando una

decisión cometida al borde del desespero por todo lo que ha visto a lo largo de los años. ¡Cómo

hubiera sido de diferente su vida si tan solo le hubieran aceptado en aquella orden religiosa y

no hubieran puesto la economía por encima de la vocación! Pero el destino, el maldito destino,

y el azar, el estúpido azar, hicieron de las suyas para que la vida de un hombre como este no

cumpliese los sueños que un día planeó sino que viviera sumido en el fracaso constante.

Hasta cierto punto el hombre puede verse afectado por las malas o las buenas

decisiones que toma a lo largo de su vida, sin embargo, hay cuestiones que no dependen de él

y que hacen que sufra los designios de las determinaciones ajenas sobre las propias y genere

en su interior la más profunda de las miserias humanas por saber que toda su existencia ha

estado en un mismo punto, luchando contra toda adversidad pero su interior no estará más

preparado para abordar lo venidero porque con la primera confrontación ha perdido las fuerzas

necesarias para avanzar más en su vida. Y así estaba Joaquín: desde el momento en el que su

madre ha muerto y él ha intentado suicidarse en época de su juventud, no ha pasado de la

misma sensación de vacío interior y nada le da el alivio para superarse a sí mismo. O tal vez

sí encontró un punto fijo que le permitiera superar sus miedos y verse al espejo como un

hombre nuevo, pero este punto le fue arrebatado de la manera más extraña posible: en nombre

de un Dios sin nombre que entrega a la humanidad el mensaje del amor, el cual ha sido

307 | P á g i n a
utilizado por los hombres para beneficio propio y explotación de los recursos y la vida de los

demás.

Los hombres podemos llegar a tergiversar de tal modo cualquier mensaje, así sea el

más misericordioso de todos, hasta hacer de él un discurso en contra de la humanidad. En

parte se debe a que es más importante ahora lo económico sobre lo espiritual y porque en este

país llamado Colombia, es mejor que las personas confíen en su suerte que en su comprensión

lectora. Aquí la gente no interpreta el mensaje revelado en cada uno de los textos que se

escriben sino que interpretan según sus circunstancias y conveniencias personales. « ¡Cuánto

dueles Colombia por tu ignorancia, tu hipocresía y tu doble moral! ¡Oh hermoso país del

Sagrado Corazón de Jesús: tú puedes diezmar a toda una población con tu sola maledicencia

y es preferible temerle a tu lengua que a tus balas!», decía Joaquín el día en que decidió

suicidarse.

Y es cierto que puede morirse más por la lengua que por las balas en esta hermosa

pero extraña nación. Los chismes tienen más poder del que se cree y Juaco tuvo que vivirlo

en carne propia con las palabras que un día pronunció Maryori Julieth García Correa y que le

provocó un devenir tan complejo como el que ahora tiene. Pero ya nada podía hacerse: ella

estaba muerta y la gente le encendió altares y creyó en su palabra como si se tratara de una

antigua sacerdotisa enviada por Dios a curar el corazón de los israelitas que, sumidos en la

desesperación humana, reclamaron la presencia de esta persona como su reina universal y su

modelo a seguir. Y Joaquín moriría por su mano, pues no pudo soportar más la maldición

pronunciada por aquella mujer que se convirtió en la causa de todas sus desgracias.

308 | P á g i n a
Hermoso país es este: se desprecian los filósofos y se adoran las personas que maldicen

en nombre de un Dios amoroso y misericordioso. Pero todas estas cosas hacen parte de un

pasado complejo que no podrá modificarse ni será tenido en cuenta por el resto de la

humanidad por el simple hecho de que todo se ha desarrollado de una manera secreta y pocos

se atreven a enunciar la historia del último de los hombres malditos del pueblo X. La decisión

estaba tomada y no había marcha atrás. Moriría sin remedio y su cuerpo se pudriría en el lugar

mismo en el que se quitaría la vida, pues la única persona que pudiera reclamar su cuerpo no

llegaría a tiempo como para detener el acto o para darle la sepultura que tanto hubiera querido

aquél hombre solitario. El mismo día de su cumpleaños, en el cuál se celebra el día clásico de

San Juan Bautista en la Iglesia, dejará de existir. Su madre le dijo alguna vez la hora en la cual

nació: a las 11:30 de la mañana y a esa hora pretende dejar de lado el sufrimiento provocado

por tantas decepciones que le dejaron los daños que acumuló su corazón durante toda su vida

e irse a ver si la injusticia del Dios al que le quiso entregar la vida le condenaba a una eternidad

en el infierno o el purgatorio, o le librará de ese fuego eterno para hacerle ascender hacia el

origen de todo lo existente.

309 | P á g i n a
6.2. Un hombre misterioso.

Al momento de partir de este mundo bajo la forma de suicidio, decisión a la cual se

llega por el enfrentamiento continuo entre el sí mismo y los ríos caudalosos de una existencia

que solo trae negatividad y desdicha interior, muchos tienen una epifanía en la cual anhelan

la vida. Todos se aferran a esta como parte fundamental de sus deseos, sueños y por pretender

conservar esa partícula divina que los vincula con el Ser-Absoluto que, dentro de las religiones

teístas llaman Dios [pero que no se limita a ningún atributo humano] sienten que están

actuando mal. Pero solo es un sentimiento que, por muy cruel que parezca, no les hará cambiar

de parecer en el momento final: pues ya han decidido abandonar este mundo y poco o nada

puede hacerse para que el verdadero suicida detracte su decisión. Este da luces de lo que hará,

pero busca, en secreto, los medios para que nadie lo detenga en ese accionar final que

terminará con una negatividad que se ha convertido en algo insoportable. El punto máximo

de carga para un hombre, desde lo más profundo de su existencia, le exige que tome la única

decisión que puede liberarle de manera inmediata de la negatividad del mundo y de las

miserias de la existencia, y que, al mismo tiempo, le arroje hacia una realidad no-demostrada

o no-narrada de una manera vivida hasta ahora. El suicida ama la vida pero no las condiciones

en las cuales esta se le presenta.

Muchos hablamos del infierno, el purgatorio y el cielo [paraíso], como tres reinos a

los cuales podría llegar el hombre al término de su existencia. ¿Pero es acaso una realidad

comprobada que estos tres reinos se encuentren en algún lugar no conocido por nosotros?

Pues para hablar de ello tendremos que partir de una pregunta en especial: ¿Existe el alma?

310 | P á g i n a
Si la respuesta es no, de inmediato estamos negando la existencia de aquellos reinos de

permanencia de esta en cuanto no esté habitando algún cuerpo. Pero, por el contrario, si

nuestra respuesta a este último interrogante es sí, tendríamos que preguntar cuál es la

residencia del alma en cuanto no habite un cuerpo y si todos los hombres estamos mereciendo

estar en posesión de una de ellas. Y el sitio en el que ellas vivan depende tan solo de nuestras

creencias religiosas y de las convicciones que cada uno pueda tener acerca de un devenir

incierto y oscuro para cada uno de nosotros es inútil todo deseo de registrar, por fuera de la

religión, cualquier descripción de aquellos reinos. Sin embargo, no es del todo cierto que la

residencia del alma, más allá de un perecer material, dependa tan solo de las creencias de cada

cual: hay un estado general de cosas que va a influir en algo sobre este asunto cuando nuestro

cuerpo deje de existir. Todas y cada una de las acciones, pensamientos, palabras, obras y

demás cuestiones que engloban la vida humana podrán tener influencia acerca del asunto. Por

lo cual, la religión no es la única que puede registrar el devenir del alma. Toda ciencia que se

ocupe de lo venidero para el hombre ha de poder instaurar su teoría sobre lo que acaece por

fuera de la existencia material.

Habrá quienes digan infinidad de cosas acerca de la existencia o no del alma y lo que

sucederá con ella luego de haber perdido su morada en el cuerpo de un individuo particular.

Pero lo más importante es cómo se demuestra su existencia o su no-existencia. He ahí uno de

los mayores problemas para la consciencia del hombre. Si sucede lo primero, todas las teorías

religiosas que hablen acerca de ello se reivindican, si sucede lo segundo, toda religiosidad está

en desuso y se arruinaría con facilidad. Esto se debe a que, en términos concretos, a que la

mayoría de las religiones hablan acerca de un mundo más allá de lo material, un mundo en el

cual todo es espiritual y el alma tiene una residencia permanente. Sin embargo, si se demuestra

la inexistencia del alma, ¿podrá ser posible el hecho de que exista algo más allá de lo terrenal?

311 | P á g i n a
Muchas veces le otorgamos una existencia fáctica porque una demostración como estas sería

casi imposible llevarla a cabo.

Para una persona como Joaquín, la existencia del alma era una de esas cosas que no se

discutían, aunque muchas veces se había preguntado por ella. No lo mencionaba en voz alta

porque sus estudios le habían mostrado que ella existía y lo podría abordar desde diversos

autores, la mayoría de los cuales, están inscritos en la corriente filosófica que sigue los

postulados de Platón. Parte del catolicismo actual que habla acerca del alma o del espíritu es

deudora de algunos de los más importantes postulados de aquél filósofo griego. Pues bien, mi

maestro, formado en ambas doctrinas, la de filosofía y la de teología católica, estaba

persuadido de la existencia del alma, aunque no quería abordar el tema de la demostración de

algo así, pues una empresa tal le llevaría tanto tiempo que ni con una vida dedicada al estudio

podría resolver el interrogante. Solo creía que era así.

De este modo, era válida la siguiente pregunta acerca del paradero de su alma

particular al momento de suicidarse. Y si esta debería asistir al infierno o al purgatorio por un

asesinato, sería una completa decepción. « ¿Acaso no es justo con lo que ya he vivido hasta

ahora?». Pues bien, si nos apegamos en estricto sentido al hecho que quiso hacer, su acción

era un asesinato y una cobardía, pues escapar de la vida, siempre es una alternativa para todo

hombre. Pero también habría que defender algo en el caso particular de mi maestro: adoraba

la vida, pero no le agradaba el cómo se le presentaba esta ante sus manos, y estas dos cosas

son muy distintas entre sí. ¿Acaso en un tribunal divino no verían toda su existencia y la

cadena de situaciones que le llevó a esta determinación y juzgaría conveniente darle una

última oportunidad de renacer en su espíritu para transformar su existencia en algo más

312 | P á g i n a
confortable o que su pensamiento no lo llevara a tantas cuestiones negativas que, en buena

medida albergaba en su mente?

Las respuestas a los interrogantes sobre el alma, como tantos otros que se formuló a

lo largo de la vida, no se respondieron ni hubo un esbozo de ellas. Tan solo la indicación por

aquello que era importante y de allí, saltando a otras preguntas, construía nuevas heridas en

su interior. Quizá nunca estaría dispuesto a retomar estas cuestiones por el hecho de que temía

que el suicidio fuese la puerta de inicio de un nuevo período de sufrimiento y tormento interior

mucho peor del cual tenía entre las manos.

Pues he ahí que, en las divagaciones que hacía acerca del mejor modo para quitarse

la vida y que no sufriera aún más por ello, llegó el día de su cumpleaños. Este día se levantó

más animado que en los últimos tiempos. En parte de la mañana no pensó en los dolores que

albergaba en su interior pues sabía que había llegado el momento para liberarse de estos

tormentos e hizo aquello que siempre consideró impertinente: no se bañó, y se paseó desnudo

por buena parte de su territorio. Si iba a morir, ¿por qué continuar con los pesares y las

ataduras pasadas? Además, todas sus posesiones quedarían atadas al mundo sensible y, según

lo que conocía, no podría llevarse nada de lo que era suyo, entonces, ¿para qué preocuparse

si estaba desnudo o vestido? Pues bien, en esa mañana, incluso, se levantó más tarde lo que

siempre acostumbraba y estuvo pensando en miles de cosas, excepto en aquello que le

producía dolor. Y, por primera vez en mucho tiempo, de su rostro surgió una sonrisa.

Todo estaba arreglado. Justo en la entrada de su casa levantó un altar con algunos

objetos que, por medios misteriosos llegaron a sus manos como si con antelación todos

supieran qué iba a hacer y cómo lo haría. Allí, desnudo, escribió una nota que decía: «No es

313 | P á g i n a
dolor ni tristeza lo que siento en esta nueva etapa, sino una alegría que me desborda. Moriré

y seguiré siendo el hombre anónimo que siempre he sido Sin embargo, ya no habrá más

miseria en mi interior. Que la soledad y la maldad del mundo sean curadas gracias a mi

sacrificio. Es lo último que haré y estoy persuadido que valdrá más la pena morir ahora que

esperar algo que, en efecto, no va a llegar. Ya no seré más el hombre maldito, aunque me

espere una eternidad de tormentos en el purgatorio o en el infierno».

Ya no habría más por hacer en aquél momento. La decisión estaba tomada y no había

cómo cambiar este destino aceptado por voluntad propia. Además, parece que el destino de

cada hombre ha sido escrito antes de su nacimiento. Las circunstancias del mundo que le

acaecen a cada cual, en ciertas ocasiones, parecen no tener ningún carácter trascendente dentro

de la existencia de cada individuo particular. Pero puede ser que una posible teoría de la

predestinación no esté del todo verificada por la razón del hombre, pues ella quisiera decir

que todas las determinaciones que cada uno tomó ya estaban establecidas para él sin importar

las circunstancias en las cuales se encuentre. ¿Cómo puede ser posible que, por el simple

hecho de haber recibido una maldición varios años antes de su nacimiento, un hombre pueda

convertirse en miserable sin merecerlo? Joaquín hizo en su juventud ciertas acciones que

prometían para él un futuro extraordinario, pues todos reconocían en él un intelectual y una

humildad que solo él poseía. ¿Y ahora? Su destino parece haber marcado ese fatal final: el

suicidio. Y no hay cómo, desde la distancia que nos separa, haber podido hacer algo para que

se salvara.

Pero aún hubo algo de tormentoso dentro de esta historia que irradió algo de misterio

y que permitió que el hombre pudiera vivir -¿en verdad vivió?-, una vez más otro amanecer.

314 | P á g i n a
Justo en el momento en el cual se puso la soga en el cuello e iba a dejarse caer para que la

presión de su peso le estrangulara y le quitase la vida, vio aparecer en frente suyo una figura

que, en algún momento no pudo distinguir de un sueño extraño. No supo por qué le llamó la

atención, quizá fue la luz que irradiaba o la blancura de una mancha que se posó en frente

suyo. Se quedó pasmado por un breve instante y no vio que los segundos corrían a prisa y que

la hora para su muerte ya estaba encima. Iban siendo las 11:30, hora que su madre le dijo que

se había producido su nacimiento y él, como sumido en una incertidumbre tenía los ojos fijos

sobre ese reflejo. Poco a poco fue viendo mejor lo que se aparecía ante sus ojos y por un

momento vio cómo esto se convertía en la figura de un niño que crecía muy rápido. Le

sorprendió cómo de una luz que vio, se formó una figura humana y cómo esta recorrió las

edades de la vida en cuestión de unos pocos minutos.

Mientras veía que esto sucedía la hora que tenía destinada para su muerte pasó y,

aterrado por lo que estaba sucediendo ante sus ojos, dejó por un breve instante la idea de

suicidarse hasta que no supiera con exactitud lo que en su presencia ocurría. Expectante a lo

que acontecía, su espíritu se emocionaba. «Por fin, luego de una vida llena de penumbras llega

algo en verdad luminoso y aventurero para mí. Esto era lo que quería ver desde hace mucho

y, por lo menos, lo pude ver un poco antes de la decisión trascendental. Si Diana estuviera

aquí, a mi lado y mi hijo Agustín viera algo portentoso, la felicidad sería plena, pero esto es

lo mejor que me ha pasado después de ellos dos», llegó a escribir en el acto, pues, una cuestión

tan sorprendente no la podía dejar pasar por alto. El encuentro era indescriptible, pues solo se

puede decir por analogías lo que acaeció en ese momento. Para él fue más fácil decir lo de la

persona que creció y exploró todas las edades de la vida en unos pocos minutos, pues, describir

un suceso tan fuera de lo común es, en buen sentido, imposible para el lenguaje humano.

315 | P á g i n a
A pesar de lo fuera de lo común que significaba este hecho y que una aparición venido

de otro mundo, o, por lo menos eso pensó en un primer momento, no tuvo ningún miedo.

Antes bien, le excitaba y su corazón, por un breve instante, se sintió pleno de nuevo, como en

aquella época en la cual sentía que el mundo estaba a sus pies y que podría llegar a convertirse

en un ermitaño, un anacoreta y fundar una orden religiosa con muchas personas en el pueblo

X. Llegó un punto en el cual el hombre misterioso que tuvo enfrente de él dejó de crecer y se

convirtió en un anciano. Sus barbas y cabello blancos, al lado de ese atuendo que reflejaba

una pureza profunda, hubiera podido ser la envidia de cualquier monje de clausura. Parecía

tener una dignidad elevada acompañada de una humildad profunda. Allí, en ese momento al

ver a aquél hombre algo le hizo identificarse con él y se preguntó si hubiera podido entrar en

una orden religiosa, ¿podría haber llegado a parecerse a ese individuo? La apariencia era

llamativa y algo hizo que amara a ese extraño sin saber si quiera si era de este mundo. Pero

era eso, tan solo eso: aquél hombre representó para él en ese instante, todo lo que quiso

alcanzar desde su adolescencia. No importaba de dónde era, ni su nombre, ni su pasado, todo

sería nuevo de ahora en adelante.

¿O tal vez sería este el enviado para acompañarle en el trayecto final para el ascenso

a lo universal? ¿Sería acaso la muerte que llegaba convertida en su sueño más profundo para

reclamar su existencia y transportarlo hacia ese lugar desconocido para el entendimiento

humano? ¿Qué representaba ese surgimiento misterioso de un hombre de edad avanzada en

el instante mismo de su muerte? O, quizá solo sería el éxtasis por abandonar este mundo que

le provocaba visiones antes de partir y las escribía como si fuese real para morir luego. ¿Acaso

el suicida no entra en un letargo justo antes de perderse en su decisión? ¿No piensa en toda su

vida, en los deseos más profundos de su alma en el momento de abandonarlo todo en pos del

316 | P á g i n a
descanso perpetuo? Todo era posible en este instante, pero nada puede llevarnos a una

demostración racional de cuál de todas las hipótesis era la que más se acercaba a la realidad

de este hombre llamado Joaquín Alberto Escudero Gonzales, pues no hubo más testigos que

su consciencia y esta, deteriorada por los daños y los años que cargaba a cuestas, comenzaba

a no ser confiable. ¿Qué sería entonces lo que vio? ¿Qué se dijeron? ¿Qué hicieron luego de

haberse contemplado el uno al otro? ¡Qué desolación puede encontrar un hombre al no ser

capaz de resolver su existencia, y, al resolverla, ser detenido por algo místico, portentoso, o

por una simple ilusión de su mente que le jugaba malas pasadas! Nadie asistió a este encuentro

y debemos confiar tan solo en los elementos que se manifestaron allí y cada cual dirá muy a

su modo cuáles fueron las razones para esta escena tan extraña y todas las que siguen.

Aquél hombre conocía a Joaquín y le llamó por su nombre. Le invitó a dar un paseo

por los territorios de aquella tierra y le habló acerca del devenir del hombre y del corazón de

quien se ha atrapado en la soledad de los días. Quizá solo el que haya sentido los dilemas del

lobo estepario, podrá comprender del todo lo que dijeron estos sujetos mientras caminaban.

¿Pero en verdad lo hicieron o todo fue un mero sueño de este maestro que, dejado por lo

irracional de su vida, cayó al abismo de la locura e imaginó un mundo que, para él era el real

pero que en verdad no lo era? ¿Vivió acaso lo suficiente como para reconocer qué soñaba y

qué vivía en la realidad? Hablaron sin pronunciar palabra. Cuando dos que comparten las

mismas ideas y sufrimientos interiores se toman el tiempo para andar por la naturaleza sin

afán ni cálculo de tiempo, no necesitan la mediación de las palabras para comprender el ser

del otro. Y así estuvieron ellos dos, en ese lugar que se convirtió en el sitio de la intelectualidad

en lugar de ser el de la maldición como lo conocían los pobladores de aquella tierra.

317 | P á g i n a
No se supo de dónde llegó aquél individuo ni si podía ser tan solo una ilusión de

Joaquín por su mente deteriorada. Tampoco se sabe por cuánto tiempo se estableció en aquella

tierra, pues, parece que al momento de su aparición el tiempo dejó de correr o ambos

estuvieron por fuera de las leyes que unen el espacio y el tiempo para situar al individuo en el

lugar en donde solo el sujeto cognoscente [aquél que todo lo conoce pero que de nada es

conocido] puede habitar. Y en verdad, debería alguien preguntarse cuáles son las reglas que

rigen el tiempo, pues, muchos al escuchar este concepto solo piensan en la medición que

hacen los hombres del mismo y se limitan a esto como si se pudiera definir algo por medio de

una medida o de una manifestación suya. Liberados, entonces, del tiempo, estos dos hombres

conocieron muchas cosas del otro. Para Juaco solo era necesario decir la primera palabra para

que aquél misterioso adivinara el resto de su existencia. ¿Espionaje? ¿Casualidad?

¿Consciencia de un sujeto conocedor de toda la naturaleza? Sea lo que sea, mi maestro nunca

se sorprendió ni tuvo temor, ni se preocupó en un primer momento por lo que pudiera pasarle

al lado de aquél individuo, pues tan solo podría afirmarse que se liberó de cuanto le ataba a

este mundo de tormentos y padecimientos interiores.

El mundo continuó dando vueltas al rededor del sol excepto el pedazo de tierra en

donde se supone que estaban estos sujetos. O, por lo menos, parecía que el cambio y el tiempo

no volvieron a afectar ese lugar. Los objetos allí comenzaron a relucir de tal modo que podían

lastimar los ojos de quien los miraba con cierto detenimiento. El suicidio se detuvo. ¿O acaso

se perpetuó este y el alma del maestro quedó atada a su tierra para darle perfección y esperar

el conocimiento de su historia para que la posteridad comprendiera quién había sido y cuáles

heridas pueden provocar en el hombre la desolación que antecede al suicidio?

318 | P á g i n a
Sea como sea, lo cierto es que los relojes de aquella casa se detuvieron a las 11:30 y

nadie desmontó el altar que Joaquín levantó y en el cual dejó por escrito parte de su vida y el

desarrollo del encuentro con el sujeto misterioso. Este no le sacó de los confines de su tierra,

pero le hizo pensar que estaban andando sobre los confines del mundo. Y le narró una historia

acerca de su vida que ni con todos los libros que han aparecido en la historia de la humanidad

podrían recopilar aquella sublimidad con la que conmovió el corazón de mi maestro y que le

hizo pensar en la cadena de causas y consecuencias que le había llevado a ser lo que era de

un modo distinto. Todo allí pareció bañado con tal perfección que nadie que pasara por allí

podría dejar de mirar las hojas de los árboles sin sorprenderse por su perfección. Incluso, a

pleno medio día, esta tierra llamaba la atención por la cantidad de luz que surgía de ella.

¿Qué hablaron? ¿Qué fue lo que les llevó a detenerse por fuera del tiempo y entrar en

un mundo en el cual solo existe perfección? ¿Cómo se logró que esta tierra brillara y

sobresaliera de entre todas las que en aquella región existían? ¿Se pudo establecer la vida o la

muerte para Joaquín? ¡Oh Dios, tú que has llenado el mundo con los más profundos enigmas

permite que el entendimiento humano pueda comprender lo que sigue, pues toda respuesta

parece más un error que una verdad acerca del devenir de tu siervo! He aquí, en lo sucesivo,

lo que han vivido aquellos hombres que, al alejarse de todo lo temporal y ser liberados del

principio de individuación pudieron habitar hasta mil eternidades sin que el peso del tiempo

humano les afectara en lo más mínimo.

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6.3. El renacimiento interior. La religión es más que dinero.

En algún momento de la estadía en la plenitud, sin preocuparse por las cuestiones

materiales ni nada más que el conocimiento que podría derivarse de aquél hombre revestido

con un aura especial, se hizo una pregunta por su pasado. Pero no fue acerca de la posesión o

por qué llegó a aquél lugar ni si vivía o había muerto y habitaba en un lugar en donde siempre

quiso estar, sino en el paradero de todos sus amigos de infancia. Quienes le acompañaron en

el proceso formativo en la escuela para varones Pio XII habían desaparecido un día para nunca

más volver a estar a su lado. Por muchos años había olvidado a aquellas personas que hicieron

parte fundamental para él y que le brindaron un auxilio en un mundo lejano al hogar y que

luego le ayudó a formar su carácter. ¿En dónde estaban ellos? ¿Qué había sido de sus vidas y

por qué no habían vuelto a su memoria hasta ese instante en específico? Lo curioso fue ver el

rostro de los niños que en su momento fueron sus amigos en el rostro de aquél hombre que se

manifestó como aparecido de la nada. Allí vio a Gabriel Ángel, a Federico, a Johan, a Daniel

Calle, a Daniel Mesa, a Héctor, a Edwin, a Andrés Felipe, a Víctor. Todos ellos estaban

presentes en su consciencia como en aquellos días en los cuales jugaban en la escuela y que,

por desgracia, se separaron para realizar sus vidas alejados los unos de los otros. O, por lo

menos, eso pensó Joaquín en ese momento porque fue él quien nunca más los volvió a ver y

hoy sentía una impresionante nostalgia frente a lo que pudo construir con ellos pero que, por

cuestiones del destino, no pudo realizar.

Lo más conmovedor fue cuando vio en la figura de ese hombre una transformación

hacia una persona que creyó perdida en algún punto de un pasado suyo muy remoto y que

320 | P á g i n a
pensaba que nunca pudo haber recordado y menos en el punto final de su existencia [¿o en su

renacimiento a una vida única deviniendo uno solo con el Ser-Absoluto?]. Esa persona había

sido uno de sus mejores amigos en su época en la escuela de varones. Por desgracia, entre

todos sus amigos, este era el único de cuyo nombre no recordaba pero cuyo rostro permaneció

guardado en su memoria como un tatuaje, como una marca que jamás será borrada, pues un

hombre, cuando ama de verdad, no puede olvidar lo amado. Y sí, ese niño representó su primer

acercamiento a lo homosexual. Y si hubieran seguido en contacto luego de su salida de la

escuela, le hubiera entregado su vida a esa persona sin pensarlo dos veces. ¿Cómo poder decir

en nuestros tiempos lo que solo se encuentra en la mente de un hombre ya entrado en la última

de las etapas de la vida que recuerda a alguien que durante muchos años amó y buscó con

desesperación? Pues tan solo recuerda su rostro y lo que sintió por él hace tantos años. Algunas

escenas, imágenes que en ese instante le invadieron y le hicieron recordar a su primer amor,

un compañero suyo de escuela que tuvo que alejarse de él por esas circunstancias de la vida

que no pueden comprenderse pero que sí se lamentan por toda una eternidad.

Lo conoció en el grado cuarto en la clase de Ernestina. No supo cómo llegó a amar a

ese chico tanto, pero desde el primer momento en el cual lo vio, su espíritu cayó ante él como

la única persona a quien quisiera darle su amor. Pero así como llegó se fue de su vida. Sin

saber cómo ni cuándo, dejó de verle y la tristeza le invadió por siempre. Sin recordar su

nombre pensaba en ese amor inexplicable. Y, luego de tantos años vio cómo una lágrima

recorrió su mejilla porque quiso salir al encuentro con sus viejas amistades, aquellas que le

amaron de una manera incondicionada y quiso saber de nuevo el nombre de este chico

desconocido pero real en algún punto de su infancia. ¡Ay Dios, si vieras cómo puede el

hombre ser invadido por la nostalgia de algo que pudo haber sido pero que nunca fue, tal vez

321 | P á g i n a
unirías más corazones en el amor y las bienaventuranzas y no permitirías el alejamiento de

dos que se aman!

Y más allá de eso, le pareció que, mientras ese individuo hablaba sin mover sus labios,

la vida pasada se le acercaba a su mente y le mostraba todos los personajes que de alguna

manera habían impregnado algo en su existencia y tuvo que reconocer que a muchos de ellos

los había echado al olvido sin saber por qué. Y ahora comprendía por qué su espíritu estaba

encerrado en las mismas miserias de siempre: por seguir unos sueños burgueses tuvo que

sacrificar a personas significativas para él y en el punto máximo, cuando creyó que podía

lograr algo, ese sueño fracasó y todo se fue al olvido. Pero fue muy tarde y no pudo retomar

las amistades que un día suspendió porque todos habían tomado rumbos diferentes y se quedó

en un limbo sin saber cómo continuar. Aunque reconoció que hace parte de la vida el renunciar

a ciertas cosas para intentar ganar una existencia diferente. Siempre, en todo momento,

estamos tomando decisiones y para elegir una de entre varias posibles, habrá un montón de

caminos, de circunstancias que tengamos que dejar atrás para seguir adelante. Y el riesgo que

él debió asumir fue ese: suspender un poco algunas relaciones para seguir adelante con sus

sueños. ¿Pero acaso debe sentirse abrumado por ello? No, pues esto es algo que todos los

hombres hacen sin excepción alguna. Pero hay momentos en los cuales se pregunta qué

hubiera sido de la vida si hubiera elegido la opción contraria. Y esto lo hacía Joaquín a cada

instante pues su alma débil nunca tomaba un camino sin arrepentirse por no haber elegido el

otro.

Y entre tantas cosas que revivió en ese momento, volvió a su cabeza su relación con

Diana, el nacimiento y la muerte de Agustín y su relación con la iglesia. Estos fueron largos

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pensamientos y comprendió lo que nunca hubiera podido por otros medios retomar aquellas

cuestiones que un día vivió pero que hoy evaluaba con una madurez diferente. «El pasado

jamás puede cambiarse», expresó a aquél hombre misterioso mientras volvía a un rostro lejano

al del amor de su infancia.

Y en verdad, ¿cómo puede ser posible el cambiar algo ya acontecido? La muerte estaba

allí, se llevó lo que más quería y nada podía hacer ahora más que recordar los momentos

felices que tuvo al lado de estas personas y traer siempre a su memoria aquellos recuerdos de

los proyectos que nunca pudieron gestarse gracias al papel fundamental de la pérdida de un

ser querido. Y no podía ser ahora un monje y mucho menos un anacoreta, pues pensaba que

ya estaba tan viejo que no tenía más fuerzas para dedicarse a esta actividad en lo que le restara

de vida, si no es que la ha perdido ahora y no se ha hecho consciente de ello. ¿Y qué más da?

Ya su vida la ha desperdiciado en la espera de algo que nunca tuvo por cierto del todo, pues

la duda y lo diferente siempre le atacó para que no asentara las bases de algo que se encontraba

en lo más profundo de su corazón y que al mismo tiempo era la base de su pensamiento y de

todas sus creencias. Pero los monjes suelen prepararse desde edades tempranas en los oficios

de la religión y en la preparación de sus mentes y corazones a un devenir lleno de soledad y

austeridad. Joaquín tuvo que vivirlo de una manera radical, pues de un momento a otro se

quedó solo en el mundo y, a pesar de que eso era lo que quería mucho antes de enamorarse de

su mejor amiga y crear un nuevo ser con ella, nunca fue lo mismo, pues se acostumbró a amar

a los que representaron todo en su existencia.

Pero lo que no ha debido hacer es ignorar lo que ha hecho con su vida, no de un modo

oficial o consagrado por un obispo diocesano, sino por su propia cuenta y gracias a lo que

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siempre sintió: una aversión profunda hacia todo lo humano que le provocaba grandes

decepciones pero que, al mismo tiempo, no le impedía estar al servicio de los otros. Su interior

estaba un poco lleno de amor y odio a los demás. En muchas ocasiones hablaba mal de los

otros, sin embargo, ello no era excusa para prestar algún tipo de servicio a los demás en los

momentos en los que lo necesitaban.

Extraña contraposición en su interior: amar y odiar al mismo tiempo a la humanidad.

Pero así era él y nunca pudo cambiar este asunto. Pero, a aparte de ello, nunca le sirvió a ningún

amo y la mayor parte de su vida sembró lo que comía, actividades estas que realizan todos los

anacoretas en el mundo: no le sirven a los gobernantes de turno sino que, apoderados de una

extraña sensación de perseguir la verdad que ha sido revelada a sus corazones y mentes, se

dedican a explorar desde diversos modos la manera más apropiada para legar al hombre eso

poco que han comprendido para que este pueda utilizar este conocimiento en pos de su

beneficio. ¿Acaso no es lo que ha hecho toda su vida pensando tener en su interior lo que nadie

ha podido expresar de una manera elocuente y cree tener la obligación de sustentar para la

salvación de la humanidad de un abismo hacia el cual se dirige sin remedio? ¿Quién le ha dado

la autoridad para hacer un sacrificio como este para que quienes lo han perseguido encuentren

un elemento para liberarse de cuanto los hace errar? Pues el deseo irracional venido desde

alguna parte de su interior es el que le ha motivado a continuar hasta este punto con su ejemplo

y sus cavilaciones interiores hasta mostrar que alguien puede ser consecuente entre lo que dice

y hace.

Toda su vida ha sido un anacoreta y tan solo lo ha comprendido hasta ahora. Desde el

momento en el cual creyó ser llamado por un Dios sin nombre, a cuyo título los hombres

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habían montado un negocio rentable, hasta el momento en el cual el tiempo se detuvo o salió

de toda temporalidad para dialogar con un sujeto misterioso, ha permanecido leal a los

intereses que tuvo desde joven cuando dijo que para seguir a Dios no necesitaba dinero. Y de

hecho no lo ha necesitado, pues solo lo tuvo en cuenta para el momento de haber partido hacia

tierras extranjeras y volver a su país de origen con la sola pretensión de haber descubierto que

el corazón del hombre es el mismo en todas las culturas y en todas las épocas. Jamás ha dejado

de ser fiel a su pensamiento y no se ha vendido a ningún gobierno de turno, pues en su mente

esto es la peor actitud que un filósofo o un monje pueden hacer. El filósofo y el teólogo, por

encima de cualquier otro estudioso, siempre están obligados a servir a la Verdad, solo a la

Verdad y nada más que a la Verdad.

¿Y ahora? En verdes praderas camina acompañado por un extraño que le habla sin

mover los labios y que le muestra, sin necesidad de viajar por el tiempo, pues se encuentran

ya liberados de él, los antecedentes de su vida y cómo malinterpretó ciertas cosas que le

llevaron a agonías voluntarias. Tan solo ahora puede saber que no ha sabido interpretar el

designio que su Dios le tenía porque, en última instancia, lo ha recorrido tal como lo ha

pensado desde siempre, con la única diferencia de que no tuvo que pagarle a ningún hombre

para realizar una misión que ha sido entregada por Dios mismo. Bella contraposición: tan solo

hasta el final de la vida, cuando ya cree que la ha perdido, puede comprender que el único

sueño por el cuál más se lamentaba, era el que mejor había cumplido, solo que de una manera

inconsciente. Y fue real su profecía, si es que acaso puede llamarse así a un capricho de joven

que ha ratificado por suerte o por algún motivo desconocido para él: para seguir los caminos

de Dios no es necesario tener dinero.

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¿Y qué más? ¿Cuál ha sido la verdad revelada hasta ahora para Joaquín? Su vida ha

distado mucho del camino emprendido por Suka y no puede llegar a compararse con su

nacimiento portentoso, pero ahora, liberado de todo lo material, ha sabido comprender las

generalidades del mundo que en la temporalidad de sus días no pudo comprender. El

nacimiento portentoso de Suka se debe, en parte también a su origen divino. Joaquín es un

filósofo que la mayor parte de su vida la ha dedicado a las cuestiones de teología y la vida del

campo. Pero ambos compartieron un recorrido, una vida juntos en la cual uno de los dos

siempre quiso ser como el otro y lograr lo que aquél logró pero lejos de las relaciones con el

hinduismo para introducir en un occidente desmembrado por las relaciones con el capital y la

economía: la posibilidad de pensar en una existencia como un ascenso a lo universal, en una

unión con el Ser-Absoluto que, dentro de las religiones teístas tiene un gran sentido en la

salvación.

Tan solo las personas que alcancen un estado de redención permanente pueden afirmar

que han encontrado una partícula en su interior que les vincula con la naturaleza y han

explorado tanto esta que al final de todo se han convertido en personas universales y sus

nombres gravados en la naturaleza quedarán. Estudiar hasta el hastío, tener esposa, serle fiel

y obediente, tener hijo y nieto para luego abandonarse al mundo como un caminante y

entregarse a la mortificación del mundo hasta encontrar un lugar fijo en el cual se pueda

asentar para esperar la decisión final, el momento inesperado que le traerá el trofeo más

grande: el de la salvación, la redención, o la unión con la partícula que antecede el origen

mismo de un Dios eclesiástico. Esta era la misión de Suka. ¿Acaso no ha sido parte de lo que

ha hecho Joaquín con su existencia? Pues tan solo ha contado con la desgracia de haber visto

morir a su esposa y a su hijo y ha malinterpretado todo a su alrededor sin darse cuenta que

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estaba cumpliendo el designio que él mismo intentó discernir en la primera de las etapas de

su vida.

Y una de las cuestiones que nunca pudo comprender del todo bien es que cuando se

está inmerso en una religión organizada cada miembro debe sacrificar algo de lo suyo en pos

de la existencia futura de todos. Por desgracia, en la institución de toda religión hay ciertos

elementos que deben tenerse en cuenta para la supervivencia dentro de una orden religiosa o

un seminario diocesano. La primera es que, por desgracia, a muchos de los que están allí

inmersos les cobran la educación y el estudio como si fuesen personas civiles y no pueden

sembrar aquellas cosas que luego comerán por el simple hecho de que eso aumentaría la

cantidad de impuestos a pagar y pronto tendrían que cerrar para entregar todo a un gobierno

que se preocupa más por los impuestos y obtener los mayores recursos que puedan que por

garantizar una educación de calidad y una salud digna para toda la sociedad. El dinero que le

solicitaban sería invertido para él mismo: su estudio, su salud, su alimentación, su

supervivencia, en definitiva, todo sería un beneficio suyo para luego entregar, por completo,

la vida a la Iglesia con la que más adelante discutiría tanto.

Por desgracia esta sociedad está tan corrompida que solo en lo religioso ven un

impedimento para la realización de sus vidas. Si en una universidad salida de la mitad de

ninguna parte le solicitan al estudiante cerca de 2000 euros para su matrícula de cada semestre,

se dice que es una excelente institución. Pero si un seminario o una orden le pide 100 euros

semestrales para la comida y el estudio de esta persona, se pone el grito en el cielo y se maldice

lo que el hombre está haciendo para el enriquecimiento de unos pocos. Y esto sucede en el

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mismo país que predica el amor al prójimo pero marcha para la matanza de todos los

homosexuales del mundo por una mala interpretación de los textos que tienen a la mano.

Joaquín pudo comprender este asunto y algunos otros que, en muy buena medida, le

mostraron muchos de los errores que estuvo cometiendo a lo largo de su vida. ¿Por qué el

hombre es capaz de proferir sentencias sapienciales tan solo cuando su espíritu se encuentra

al borde del abismo de la muerte o cuando ya nadie puede escuchar o comprender sus teorías

para introducirle en los libros de la sabiduría popular? Es curioso ver cómo, luego de haber

pasado una vida entera pensando en que se están cometiendo los peores errores de la existencia

y que por ello se convierte el ser humano en el más miserable de los seres, el hombre puede

llegar a reconocer que ha debido vivir de esa manera y que no había otra posible para su caso.

Joaquín ha intentado cometer el menor número de injusticias posible y, al parecer, lo

ha logrado hasta el punto de no haber conservado para sí más que el recuerdo de una agonía

perpetúa y el reconocimiento de que no ha sido posible volver a un estado de felicidad del

cual nunca ha salido. Pero ese es el corazón del hombre: siempre se está enredando con las

cuestiones más insignificantes y los pequeños dilemas morales se convierten para él en

sorprendentes enigmas de la existencia.

En ocasiones, el hombre debe intentar no establecer más profundidad en los problemas

que solo son aparentes, pues de lo contrario tan solo podrá dejar a su corazón en un estado de

miseria perpetua. Joaquín ha sido el monje que toda su vida ha querido ser y ha vivido, muy

a su modo, la misma historia de Suka, con la única diferencia de que ahora no es capaz de

distinguir entre la vida y la muerte de su ser. ¿Está vivo o muerto?, y, frente a cualquiera de

los dos estados ¿en dónde se encuentra? Pues reconoce las tierras que un día dijo que eran

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suyas, pero que, en verdad, que ahora no son del todo suyas, pues en el estado en el cual está,

o estará, no hará más uso de ellas, entonces algún otro entrará en su posesión.

Estas tierras tienen tal tinte de perfección que para Joaquín es imposible reconocer

que sean las que un día poseyó o se hayan convertido en las de un estado superior al hombre

al cual fue conducido gracias a la acción de este individuo o espíritu que ha aparecido en el

momento exacto que destinó para la pérdida de su vida. Lo importante es que el estado de

lastima en el cual había caído desapareció de un momento a otro y ahora siente que la plenitud

se ha apoderado de su existencia. Ya no importa que esté en un país como el que habitó, o que

se encuentre en cualquier otro, pues ya ha establecido que el corazón del hombre es igual en

todas las sociedades y que por más que lo desee, no podrá cambiar nada en absoluto, salvo su

vida, la cual, ya no sabe si posee o ha abandonado.

Toda su vida estuvo atormentado por el sueño aquél que nunca pudo cumplir pero que

realizó cada segundo de una manera inconsciente. Vivió solo, jamás le vendió sus ideas a

ningún señor y todo lo que le rodeaba se convirtió tan solo en un medio para satisfacer las

necesidades de su vida y no un fin en sí mismo. Desde épocas muy tempranas supo que nada

de su alrededor le pertenecía solo a él y que en verdad, solo eran una mera manifestación de

lo cual podía hacer uso pero que, tras su muerte, alguien más llegaría a usar. Se enfrentó a lo

austero y nunca tuvo necesidad de cometer actos impuros. Lo único que le alejaba de la

realización de su sueño era el hecho de que pensaba que para ser monje, ermitaño o anacoreta,

el hombre necesita de un certificado que lo califique como tal. Vaya error en el cual ha caído

este hombre. Alguien puede tener miles de papeles en donde intente hacer una definición de

sí mismo, pero los hombres no se definen por los papeles o documentos que tengan sino por

las acciones que cometan en su día a día. El mundo de hoy parece tener muchos doctores pero

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pocos seres humanos: muchos títulos académicos pero poca fidelidad y felicidad. Nos dejamos

convencer por lo que diga un título y no por las acciones que hacen que una persona practique

la justicia o la injusticia.

¿El hombre, en general, puede llegar a certificar el grado de bondad y justicia con el

cual vive uno de sus contemporáneos? Parece que sí. Sin embargo, no es posible calcular la

medida del amor o de entrega con la cual se vive y es tan solo el hombre, el único entre los

animales, que puede tener una escala para medir tal fin. Pero esto solo demuestra su necesidad

natural de tenerlo todo bajo control y de imaginar cuánto más puede amar para criticar que el

corazón de los demás es más imperfecto que el propio. Todo esto se ha convertido tan solo en

una manera en la cual el hombre fortalece su orgullo y nada más. ¿Qué necesidad tiene el

hombre para medir hasta el nivel de santidad de los demás? ¿Bajo qué criterios podemos decir

que una persona es más justa que otra si tan solo se mueven en esferas diferentes? Pero

necesitamos tener una medida para que el cerebro de las personas pueda comprender, de

alguna manera su actuar con respecto a los números. Pero cuando nos enfrentamos con la

esencia interna del mundo, la cual no cabe dentro de las categorías de la materia, nos aterramos

porque esta esencia que se presenta en todas las cosas y a todas afecta, no puede medirse.

Y allí se quedó perplejo Joaquín cuando comprendió que, en verdad, no puede haber

una forma de certificar que el hombre es o no un anacoreta. Tan solo es una cuestión de

decisión y de voluntad. Así pues, su más grande sueño lo cumplió sin haberlo pensado, ni sido

consciente del asunto. Y, en ese momento pensó que todo lo vivido había valido la pena: ya

no importaban los sufrimientos ni los padecimientos interiores que haya podido tener: cumplió

todo e hizo todo lo que quería, y nadie podía reprocharle ahora que se había vendido, pues

330 | P á g i n a
siempre sirvió tan solo a su consciencia y, a pesar de los errores y la desesperanza a la cual

llegó en la mayoría de sus determinaciones, nunca dejó que esa negatividad se apoderara de

él y avanzó conforme a un deseo que le empujaba desde lo más profundo de su ser interior. Y

no necesitó dinero para cumplir con sus sueños: tan solo era necesidad de sobreponerse ante

la adversidad y de no dejarse hundir por las maldiciones de Maryori Julieth García Correa ni

por las acciones negativas de los fanáticos religiosos que tanto le acosaron en su existencia.

Quizá, si hubiera dejado que le aceptasen en algún seminario, en el cual debía

garantizar su comida y su educación, cuestión que él mismo hizo desde un punto civil y no

religioso, hubiera entregado todas sus facultades intelectuales a un solo señor y hoy se

arrepentiría de ello. Pero no fue así y su vida no estuvo truncada por el servicio a otros sino

por el servicio a la verdad y al Ser-Absoluto, cuestiones con un gran sentido y significado

dentro de su mente.

Tras todo esto, la religión se convirtió para él en algo más que dinero: es una

posibilidad de acción que se puede realizar, incluso, dentro de una vida civil. Un hombre

puede convertirse en un anacoreta como Joaquín sin necesidad de estar dentro de un

monasterio, pero sí debe cumplir una estricta regla de vida y continuar con su formación hasta

que el hastío embargue todas sus fuerzas y sea consciente de que no puede aprender más cosas

en la vida material. Existen algunas personas que, en estricto sentido, no pueden realizar esto

por su voluntad sino que necesitan de la coacción de otros para seguir una misma regla. Hay

quienes para estar encerrados en constante soledad, necesitan de la presencia de otra persona

que les impulse a estar solos y no permita que su espíritu decaiga en algún momento del

camino. Sin embargo, otros no necesitan de ello y pueden permanecer solos toda una

331 | P á g i n a
eternidad, aun estando inmersos en el corazón de una sociedad carcomida por la corrupción y

la hipocresía. Juaco se encuentra dentro de este último grupo de personas que puede vivir solo

sin necesidad de una comunidad que le certifique su soledad.

¿No era fácil de entender que, incluso, en los momentos difíciles las decisiones las

tomara efectuando un discurso que solo comprendería él y que le impulsaría a estar cada día

más apartado de los demás? Su aversión a las personas jamás fue un odio irracional y ciego

hacia lo diferente sino que fue la manifestación de una esencia interior que le pedía a gritos

una soledad radical en la cual pudiera estar tranquilo escribiendo un libro con sus

lamentaciones que, al final de cuentas, quedaría sumido en el olvido porque su autor no quería

revelar el pensamiento que durante toda una vida le llevó a ser lo que era.

No necesitaba de una vida en comunidad para estar solo y vivió solo buena parte de su

vida. A pesar de haber tenido esposa e hijo, nunca abandonó el asunto de estar solo por completo

y su modelo de existencia se convirtió en un modelo para muchos otros que, en un primer

momento, quisieron ser como él: el más sabio de los hombres pero al mismo tiempo el más

humilde de todos. Se dejó seducir por la soledad y en ella habitó hasta el momento en el cual

un espíritu u hombre extraordinario se presentó ante sí para dejarle ver su vida en retrospectiva.

¿Cómo hemos de saber todo esto? Pues en los diarios que alimentaron sus confesiones

y las lamentaciones que construía todos los días, existe un espacio en el cual se ha escrito todo

esto y más, narrando lo que ha acontecido luego de que el reloj se haya detenido el día de san

Juan Bautista a las 11:30 de la mañana. Y por curioso que sea, pues esto parece más salido de

alguna leyenda extraña e inventada por algún monje de clausura con la mente dañada por

332 | P á g i n a
tantos años inmerso en la soledad, estas palabras que están al final de estos escritos se

encuentran redactadas con letras de oro, como si una persona venida desde otros mundos

hubiera plasmado todo esto de una manera efímera, en un lenguaje hasta ahora desconocido

para el hombre. Lo acontecido más allá de esta fecha, solo puede ser conocido a priori, pues

la vivencia real del hecho se ha vedado para el corazón de los hombres que han permitido que

la corrupción se encuentre en su interior evitando el surgimiento de la partícula del Ser que

les vincula con lo habido más allá de lo cognoscible.

Y aún hay más, una última aventura intelectual a la que fue sometido Joaquín después

de esta fecha. Una aventura que le permitiría comprender un poco de forma teórica, aquello

que ya había comprendido de una forma práctica. La representación del mundo pertenece solo

al sujeto individual, y solo pocos pueden salir de este asunto para convertirse en los nuevos

genios de la posteridad.

333 | P á g i n a
Capítulo 7: La última aventura intelectual.

7.1. La escuela de la representación.

¿Nacimiento portentoso o suicidio planeado? La respuesta para Joaquín, por el

momento, es aquella que estriba en la liberación de la miseria y del sufrimiento para entrar en

lo pleno. Bella contraposición: en el momento menos esperado y de la manera menos

convencional, llegó el momento para trascender los límites del entendimiento humano e

ingresar en aquello luminoso en dónde el corazón del hombre no había podido ingresar en ese

momento. Pero, al tiempo que su existencia fue pasando en torno de sus ojos, esos ojos de

hombre que algún día se comerían los gusanos, los contornos de la naturaleza del hogar que

le albergó durante los instantes felices y tristes de su existencia también fueron pasando hacia

un lugar indiferente para él, pues tan solo recordó a sus antiguos amigos y vio cómo su vida

se le escapaba de entre las manos. Ya lo material no importaba, pues, al deshacer las relaciones

del principio de individuación, aquello que cabía dentro de los límites de la unión del espacio,

el tiempo y la causalidad, es decir, la materia, perdieron toda su validez. Ya estaba en otro

lugar incomprensible para él y las coordenadas para encontrar el sitio no podían ser dadas al

entendimiento humano porque, en definitiva, estas no existían.

Pero antes de percatarse de ello, antes de mirar que todo se había transfigurado en una

esencia distinta y que el lugar que antes fue su hogar, se había transformado en un espacio -

¿en verdad en un espacio?- indescriptible para su pensamiento, conoció aquello teórico que

no hubiera podido comprender en su vida, pues no estaba preparado para hacerse consciente

de esto. Pero he aquí lo que ha aparecido en aquellas páginas finales escritas con letras de oro.

334 | P á g i n a
La redacción parece salida de algún neófito en la filosofía que intenta señalar aquellas

cuestiones que sus maestros le han enseñado durante cierto tiempo y que no parece trascender

los límites de lo que estos le presentan.

_______________

En la historia del ser humano ha habido diferentes modelos para interpretar la realidad

que a cada uno nos convoca dentro del orden que se le ha intentado dar al cosmos. Bajo cada

época el hombre ha permitido que su consciencia se haya subsumido en una perspectiva

diferente de lo que podemos definir como «el mundo». Esto quiere decir que para el hombre

de este tiempo, ese mundo es determinado definición que, es seguro, cambiará con el paso de

una generación a otra. Incluso, bajo el mismo tiempo, en una sociedad determinada pueden

existir dos teorías diferentes del significado y la interpretación de lo que es «el mundo». Pues

aquí se declara que esta definición depende solo del sujeto y que cada cual puede decir, sin

ningún temor a equivocarse: «El mundo es mi representación». Tesis esta que un autor alemán

del siglo XIX ha defendido a capa y espada. Su nombre ha de quedar para la posteridad:

Arthur Schopenhauer.

No hay una verdad que pueda ser más general y efímera que esta: el hombre intenta

dejar por sentado de una vez y para siempre la interpretación completa de la naturaleza, pero

aún no se ha afirmado la existencia de algo, cuando alguien más está diciendo con exactitud

lo contrario a ese postulado. Esto quiere decir que, mientras que un hombre ve el ser, algún

otro ve un no-ser. ¿Contradicción? No es posible, pues la naturaleza jamás se contradice. Esto

quiere decir tan solo que cada uno de los hombres ha tomado un camino distinto pues sus

335 | P á g i n a
facultades intelectuales les han llevado a diferentes conclusiones a partir de hechos similares

o idénticos. Esto tan solo quiere decir que el hombre interpreta su mundo de acuerdo a sus

capacidades y sus circunstancias. Y mucho más allá de ello, cada cual podrá decir que el

mundo es tan solo lo que él pueda representar de este. Y quien no esté persuadido por sus

verdades [las del filósofo mencionado], ha caído en los brazos de la burguesía o todavía se

encuentra en un sueño profundo de la infancia del hombre y no ha hecho uso de sus facultades

intelectuales.

El mundo, sostenemos, depende solo de la facultad de representar que posea cada

individuo. El estado de desarrollo en el cual se encuentre esta facultad dará la obertura para

que sea este particular el que se dé cuenta de cuán equivocado está aquél que confía

ciegamente en las verdades universales o eternas. Este último tan solo está viendo el mundo

a través del velo del engaño, del velo de Mãyã del cual nos han hablado tanto los antiguos

hindúes. Tan solo es una ilusión pretender que «lo universal» es algo válido en una época

como la nuestra. De hecho, no lo ha sido nunca, solo que el hombre ha intentado valerse de

algo que pueda asentar de una vez y para siempre para no tener la molestia de plantear de

nuevo su vida con cada cambio de generación o con cada guerra.

Nos vemos enfrentados siempre a la idea de lo múltiple. Lo universal no tiene ningún

sentido si no se hace consciente el individuo de que esa idea solo es posible y válida para su

caso. Pues, el mundo solo existe en tanto que el sujeto cognoscente ve un sol. En ese sentido,

el mundo es solo lo que él aprehende o, mejor dicho, el mundo se debe plantear como su

representación. Esta está llena de contenidos y significados, pero no deja de ser él quien intuye

y conoce todas las cosas a través del único ojo que permanece siempre abierto y dispuesto

336 | P á g i n a
para todo proceso de aprendizaje y representación. Así pues, vivimos atados a elementos

múltiples (e incluso nosotros somos parte de eso múltiple que compone el mundo) y

conocemos para un sujeto que se encuentra más allá de toda materialidad y conoce mientras

que de nada puede ser conocido. Para nosotros será tan solo una palabra la más apropiada para

designarle aunque veremos luego que no podemos comprenderle del todo: es el sujeto (el

cognoscente).

El hombre solo puede hacerse consciente de esta verdad (de que su ser es el

representante del mundo que habita) cuando ha desarrollado lo suficiente la facultad de

representar como para elevar esta verdad tan elemental hasta el grado supremo, es decir, hasta

la consciencia abstracta. Solo hasta ese momento el hombre comprende que todo lo que existe

debe plantearse solo como un objeto para un sujeto. Todo está bajo esta relación y no hay

nada que pueda escaparse a ello. Solo el sujeto conoce y solo el objeto es conocido. Allá

donde hay un proceso de conocimiento está sumida esta relación. No hay nada más. Solo

podemos llegar hasta este grado de verdad: todo lo que tenga existencia, solo existe para el

conocimiento del sujeto. Todo depende de esto y no hay ningún objeto del cual pueda

predicarse una existencia propia, pues los objetos, en cuanto tales, solo se presentan para ser

conocidos por alguien más, y ese alguien es el sujeto. Aquí, para nosotros, existencia y

perceptibilidad son elementos intercambiables y refieren a una y la misma cosa.

Siendo así nuestro planteamiento, es incomprensible que hayan verdades que puedan

aplicarse para todos los seres humanos, pues, todo conocimiento depende del cómo se han

manifestado las cosas para un determinado sujeto y no para la especie humana. Para los

hombres individuales no puede existir la Verdad Absoluta puesto que, para alguien es

337 | P á g i n a
imposible conocerlo todo. Pues todos solo somos sujetos de conocimiento, no un sujeto

cognoscente en sí mismo. ¿Acaso no puedo conocer mi ojo si lo toco o si lo miro a través de

un espejo o de un estanque de agua tranquilo y limpio?, o, dicho de otro modo, ¿acaso no

puedo conocer esa materia de la que fui dotado al nacer en este mundo y con la cual

interaccionan todas las demás cosas sobre mí? Esa materia se denomina «cuerpo» e insistimos

en atribuirle el nombre de «sujeto», pero en realidad es tan solo un objeto más entre los objetos

del mundo visible. Este es un sujeto individual, un sujeto afectado por la materialidad y las

pasiones que la perturban. Para el sujeto individual cabe formular categorías como espacio,

tiempo y causalidad [lo cual en otro tiempo se denominaba principio de individuación]. Este

está afectado por las leyes de la naturaleza y por tanto su vida es medible, es decir, posee una

duración; y, al mismo tiempo, sus acciones se desarrollan en un espacio determinado.

Este sujeto individual, sometido a las leyes de causa y efecto, mediante las cuales

puede aprehender las cosas visibles, también está afectado por las pasiones, los deseos y los

sueños. En este aspecto, cuando nombramos este primer grado de conocimiento de las

cuestiones que tenemos en el mundo (el visible), es necesario aclarar que tan solo somos un

conjunto de sujetos sometidos a una voluntad que nos domina por completo y nos hace

cometer acciones de una manera ciega. Nos apegamos a nuestros instintos más bajos y

actuamos siempre como animales. En este sentido, podemos cometer los más grandes

asesinatos y calamidades en nombre de cualquier cosa, pues, hasta este momento no hemos

hecho otra cosa que vivir sin poseer raciocinio. Aún nos hace falta algo y eso es el concepto.

Pero ya tendremos tiempo para hablar de ello.

338 | P á g i n a
La experiencia se instaura en las representaciones que se conocen a través del mundo

visible. Estas se dan con la unión del tiempo y el espacio, y, por ende, van a conocerse por

medio de las leyes de la causalidad. Pues estos dos conceptos (tiempoespacio) tienen la

peculiaridad de ser comprendidos cada uno en su estado más puro, al margen de todo

contenido, o unidos entre ambos cuando están llenos de este. Las intuiciones, o

representaciones intuitivas, se encargan de percibir este contenido en el «mundo visible», y

esta percepción o conocimiento va creando la experiencia. De esta manera conocemos el

mundo visible. Sin embargo, cabe aclarar que las intuiciones se construyen en nuestro interior

a medida que las cosas nos afectan, pues bien, en ocasiones podemos pasar sobre algunos

objetos de los cuales nunca hemos tenido conocimiento pues en ese momento dado no nos

afectan.

Cabe aclarar un elemento más aquí, debido a que se ha mencionado de una manera

anticipada. ¿Cómo puede ser posible que el tiempo y el espacio tengan y no tengan contenido,

y que cuando lo poseen van instaurando esas intuiciones del mundo sensible? La separación

que hacemos es simple y puede comprenderse del siguiente modo: existen varios grados para

conocer el mundo: son cuatro en total. El hombre debe ir atravesando cada uno de ellos para

llegar a un conocimiento más amplio de su entorno. Uno, del cual ya hemos hablado aquí, es

el conocimiento del mundo visible que se da a través de las leyes de la causalidad, del tiempo,

el espacio y demás cuestiones; otra, que ya anticipamos aquí pero de la cual no hemos hablado

todavía son los conceptos; hay una tercera y son todas y cada una de las emociones y

sensaciones que los hombres, como sujetos particulares, poseen: allí caben todos los sueños,

las metas a cumplir, las pasiones, incluso la idea del amor se encuentra dentro de este grado

de conocimiento; la cuarta es en la que nosotros podemos aprehender en un estado puro los

339 | P á g i n a
conceptos de sucesión, duración, instante, medición del tiempo o del espacio, ubicación,

distancia, etcétera. No hay un orden específico para introducirse en cada uno de estos grados

sino que depende de lo que afecta al hombre en sus acciones cotidianas.

En el cuarto grado de conocer el mundo es donde se encuentran los conceptos puros

de tiempo y de espacio. Allí se trabajan ellos de forma independiente, es decir, depuradas de

cualquier mezcla o unión. El tiempo, cuya esencia es la sucesión, es lo que nos permite

conocer que hubo un antes y habrá un después. Es la herramienta que han utilizado muchos

historiadores para escribir los acontecimientos más importantes que le han sucedido a la

humanidad y les ha dado el elemento fundamental para decir qué puesto ocupa cada hecho.

Gracias al tiempo existen la sucesión y la numeración y frente a esta podemos y debemos

decir que no puede haber un 8 si antes no hubo un 5 y un 3. Cuando hablamos del tiempo en

su estado más puro, nos dirigimos a que es independiente de cualquier otro elemento del

mundo. Su abstracción, estudio e investigación, constituye para el hombre la esencia de las

matemáticas. El tiempo es el elemento más simple y fugaz de la teoría de conocimiento que

venimos exponiendo en las presentes páginas. En él cada instante muere para que surja uno

nuevo. Pasado y futuro son tan solo sueños vagos e infundados, pues el primero ya ha muerto

y el segundo es demasiado incierto y cuando llega, de inmediato sale de nuestras manos para

convertirse en el pasado que no volverá. El presente ¿qué es? Tal vez solo la sombra de nuestro

deseo de manipularlo todo, pero es la breve línea que separa lo incierto de lo que ya no

volverá. Es la frontera que separa la oscuridad de la muerte.

El espacio puro, por su parte, es el que nos permite conocer que existe un arriba o un

abajo. Mediante él podemos comprender que algo esté abajo o arriba de algo más. Posiciones,

340 | P á g i n a
distancias: todo lo relacionado con ello hace parte del espacio cuando se encuentra en su

estado más puro, es decir, independiente y libre de cualquier unión. Aquí se dice que están

libres de cualquier elemento porque todavía no se ha introducido en ellos los objetos del

mundo. Pues, los objetos en el espacio puro estarían muertos y son invariables. Y en el tiempo

puro ningún objeto podría entrar, pues allí solo se conoce la sucesión. El espacio por sí solo

es el que nos permite conocer la geometría en un grado más elevado.

Ahora bien, cuando se unen el tiempo y el espacio se llenan de un contenido diferente

al que tienen por sí solos. Aparecen otros conceptos y otros objetos visibles para el hombre que

no habían tenido lugar mientras no existiera una unión entre ellos. Al unirse se instaura la

materia y allí todo queda listo para la apertura del primer ojo y el posterior aprehender el mundo

visible. Pues la esencia de aquella es la ley de la causalidad, proclamada con mayor rigor en los

principios de causa y efecto.

He aquí pues que se conoce el mundo visible por medio de la sensibilidad de nuestros

sentidos y gracias a ellos podemos conseguir datos que posteriormente ingresarán en nuestra

memoria. Allí se alojan en un primero momento. La memoria es la antecámara del

entendimiento que recibe las impresiones o datos del mundo exterior para organizarlas y luego

pasarlas a este para su procesamiento. Nuestro entendimiento nos sirve para comprender la

realidad que ya hemos aprehendido por medio de los sentidos.

Ahora bien, quizá por ello nos resulte un poco más fácil comprender el por qué cada

persona interpreta el mundo tal como se le presenta: cada cual podrá decir que su mundo es

él y sus circunstancias. Si no se ha conocido o visto de lejos lo que es el color rojo, es difícil

que sepa alguien elegir una prenda de vestir de ese color. Si nunca ha visto un perro o un gato
341 | P á g i n a
no podría alguien saber cómo se alimentan ellos o qué sonidos producen. Cada cual aprehende

su entorno y su mundo se puede limitar a aquellas cuestiones que se encuentran a su alrededor.

Quizá por ello quienes no viajan están condenados a reducir su conocimiento a una mera

representación de su aldea o de las pocas circunstancias que le afecten a través de ella. No se

puede conquistar el mundo si no se ha conocido más nada que un par de metros sobre la

extensión de aquél.

Hasta aquí hemos de llegar con nuestra explicación acerca de los objetos que podemos

comprender del mundo visible por medio de los sentidos. Cabe agregar que aquí no se ha

introducido todavía el modo de racionalidad que nos atribuimos los hombres para conocer.

Solo hemos visto lo que podemos aprehender por medio de nuestra experiencia y de la

interacción con los otros objetos. La cualidad que tenemos para comprender el mundo visible

de esta manera no solo es propia del ser humano sino que también lo es de los animales,

quienes aprehenden por medio de la ley de causalidad. Este es uno de los elementos que mejor

compartimos con ellos, pues en este grado de conocimiento podemos confundirnos con ellos.

En el grado de conocimiento descrito antes sobre el espacio y el tiempo puros hacen parte de

la facultad de representar del hombre, pues solo nosotros somos capaces de preocuparnos

teóricamente de estas cuestiones.

Pero retomemos: ¿en dónde está, entonces, ese sujeto del cual se ha hablado en este

escrito y que es el supremo conocedor de las cuestiones del mundo visible? ¿Acaso estará

oculto para los ojos del individuo que posee un cuerpo material? El sujeto, el verdadero

cognoscente y no el sujeto de conocimiento apegado a las relaciones de espacio, tiempo y

causalidad, se encuentra por fuera de esta relación. Solo la mente aguda y abstracta del hombre

342 | P á g i n a
genial podrá conocer que ese puesto le pertenece al sujeto que conoce allá donde se plantea

cualquier aprehender. Sin embargo, este sujeto cognoscente no puede ser aprehendido por el

hombre, pues es él quien conoce y de nada es conocido. Si este pudiera ser el objeto de

conocimiento del hombre, implicaría que es un objeto más entre la cadena de objetos

existentes en el mundo visible o que es una creación humana a través de los conceptos y se

caería cualquier relación.

Existe una conciencia abstracta que vive por fuera de las relaciones de espacio, tiempo

y causalidad, por fuera de la materialidad del mundo visible que aprehendemos por medio de

la experiencia y los sentidos. Esa conciencia es la que recibe todas las intuiciones de los

sujetos individuales para conocer la totalidad del mundo. Ella ha despertado cuando el primer

ojo se ha abierto y ha comenzado a aprehender su entorno. Ese «primer ojo» no es una

abstracción que debamos hacer para comprender el origen del mundo, sino que es la apertura

del ojo del primer sujeto individual que haya aparecido tras la unión del tiempo y el espacio

y con ella la creación de la materia. Al momento de haberse abierto, bien sea de un humano o

de un insecto, se ha despertado la conciencia que venimos mencionando y ha iniciado su

trabajo de comprender la totalidad del mundo. Sin ese primer ojo ni siquiera podríamos

pensar, pues, en el caso de que jamás se haya abierto no podríamos decir que este mundo

existiese, pues ni siquiera se tuviera noticia de él.

En este principio, aunque solo sea de la manera más simple, se comenzó a conocer el

mundo, y para ese primer ojo, el mundo era lo que representaba en ese momento. Gracias a

ese despertar podemos decir que existe nuestro entorno y todo lo que conocemos de él. El

mundo existe porque en algún punto de la historia una pequeña conciencia se despertó y

343 | P á g i n a
empezó toda una actividad de aprendizaje para una consciencia que se creó al mismo tiempo

que este despertar pero que sobresalía en capacidad y entendimiento. Por ello es tan difícil

para todos responder al interrogante de qué había antes de ese primer ojo: no hay consciencia

de ello y, por tanto, no hay ninguna explicación que dar para ello. Esa conciencia abstracta

que se encuentra más allá de lo conocido por la experiencia del hombre está revestida de

existencia aunque no de explicación. Esa conciencia es el sujeto [el cognoscente] que todo lo

conoce pero que no puede ser conocido (la razón de ello ya se ha dado). Y la totalidad del

mundo depende de la representación que él haga. Pues el resto será tan solo una representación

del individuo, limitada siempre a su entorno y a las circunstancias que le afecten a él. Al sujeto

cognoscente, le afectará siempre el conocimiento del mundo, y, más allá del mundo, todo lo

que pueda ser conocido y desconocido por el entendimiento del hombre, pues se sitúa en una

esfera o campo más elevado que el mero individuo particular.

Sin embargo, todo esto es solo el lago externo del mundo, pues no podemos llegar a

conocer el mundo interior, el de las esencias, en el cual se encuentran las ideas primigenias

de todo lo existente. Esto se debe precisamente a que antes del mundo como representación o

nada existía o está demasiado lejano para la consciencia del individuo particular. Si ni siquiera

podemos elevarnos hasta el sitio en el cual se encuentra este sujeto cognoscente, ¿podremos

acaso llegar más lejos? No. Nuestra facultad de representar es tan pequeña que no podemos ir

más allá. Aunque podemos dar una existencia a eso con el solo motivo de tener una esperanza

de poder llegar a la inmortalidad, a dónde la materialidad no puede aspirar. Solo hemos de

especular acerca de lo que hay más allá de este mundo externo y preguntarnos cuál es la

verdadera esencia del mundo.

344 | P á g i n a
Ahora bien, hemos conocido el cómo aprehendemos aquellas cuestiones que pertenecen

al mundo visible y que crean el conjunto total de la experiencia. Esto lo hemos conocido y

podemos decir que son las cosas que conocemos por medio de nuestros sentidos. Decimos, al

lado de un autor como Schopenhauer, entre otros, que estas capacidades las compartimos con

los animales. Pues bien, vamos a entrar ahora a decir cuál es el modo particular de aprehender

el mundo que solo compete al hombre. Es un grado de racionalidad un tanto más avanzado,

pero esto no significa que vayamos a enunciar o adquirir conocimientos universales, antes bien,

esto nos ayudará a comprender que el hombre, a pesar de su racionalidad, siempre interpreta el

mundo según las circunstancias que afecten al individuo, pues sus facultades intelectuales, a

pesar de estar más desarrolladas, nunca podrán comprender la totalidad del mundo como lo

haría el sujeto cognoscente. Esto que está en una escala un poco más avanzada se ha de

denominar concepto o pensamiento razonado.

Los conceptos no están del todo desligados de la significación de las representaciones

del mundo visible, y por ello se ha decidido exponer estas primero, pues serán la base para

explicar lo que sigue y hará la comprensión más fácil. Muestra de ello es la afirmación

siguiente: la intuición, es decir, el conocimiento que hemos elaborado en nuestra mente a partir

de lo aprehendido en el mundo visible, se basta a sí mismo como cierto. Esto se debe a que es

poco usual que los hombres cometan algún tipo de error al interactuar con el entorno y extraer

de allí los datos que le son necesarios para construir su propia impresión de lo que le rodea. Sin

embargo, salir del error, en caso de caer en él es más fácil de lo que se cree, pues, solo es

necesario volver a interactuar con el objeto para aprehenderlo de nuevo y salir del error. Allí el

suelo del conocimiento es más seguro y se puede tener más certeza de lo que se conoce. Con

los conceptos no sucede de la misma manera. Pues estos no se ubican en el mundo visible sino

345 | P á g i n a
que están en la reflexión, es decir, el pensamiento. El contenido de los conceptos siempre se

remite a las intuiciones que ya hemos conocido. Su terreno es menos firme ya que en la totalidad

de los casos tiene un fundamento que está fuera de su alcance y, por ende, no puede verificar

como cierto o evidente.

El surgimiento de los conceptos se ha instaurado porque a la conciencia del hombre

no le basta con las intuiciones del mundo visible y pronto se siente saturado con ellas. Por

esto se eleva a sí misma hacia un nuevo estadio en el cual necesita de un elemento más

profundo que le sirva para alcanzar conocimientos más complejos. Allí comienza la reflexión.

Pero el hombre, al haberse elevado en su ciencia, también aumenta su poder y su

sufrimiento, pues aquí se hace consciente de cuestiones que antes ni siquiera podía imaginar.

En este nuevo grado se preocupa por el presente, el pasado y el futuro y, lo que podría ser

peor para él: se da cuenta que no es capaz de dominar el tiempo y, antes bien, tiene que

someterse a las leyes de este que en muchas ocasiones es variable y contingente. Además,

puede comprender que es un ser perecedero y que en cualquier momento puede llegar la

muerte. Se ocupa en muchas actividades para negar la posibilidad de perecer, pero no puede,

pues es un ser contingente que en algún momento muere. El animal no entiende que en algún

momento le llega la hora de partir de esta existencia. No se hace consciente de ello y vive solo

el presente, sin darle ninguna importancia al futuro. Al término de su vida muere sin haberse

preguntado qué había más allá de ella. Pero el hombre instaura una metafísica en la cual se

consuela pensando en que después de la muerte hay otro mundo en el cual habitará como mero

espíritu.

346 | P á g i n a
Ahora bien, la esfera en la cual se encuentran los conceptos es más limitada que la de

las intuiciones que hemos obtenido del mundo visible. Con lo cual podemos asegurar que

mediante la utilización de un concepto podemos denominar diversas intuiciones. Dicho de

otro modo: la totalidad de las intuiciones aprehendidas a través de nuestros sentidos se

subsumen para formar conceptos que los acogen, los nombran y que, por ende, deben ser

abstractos. Cada intuición es un elemento que aporta a algo más grande que él, a un conjunto

que le agrupa junto con otras intuiciones de su misma clase. Cada concepto, entonces, posee

su extensión o su esfera en la cual se desarrolla con total libertad. Estas esferas, pueden estar

sumidas en otras que, a su vez, son más grandes y obtienen más cobertura en lo referente a

cuántos elementos tienen en su interior. En otros términos, podemos designar el conjunto

completo de los animales. Un caballo y una ballena son animales, pero entre ambos hay ciertas

diferencias. Decimos que aquello que conocemos con nuestros sentidos y que designamos

luego como caballo y ballena, al entrar en los conceptos se subsume dentro de la esfera del

concepto animal. Así sucede con otros ejemplos, pero ahora no nos preocupamos por ello.

El pensamiento humano siempre se basa en las abstracciones de los conceptos, pues,

pocas veces a la facultad de juzgar del hombre le es suficiente con discutir de qué color es una

flor o qué textura tiene una piedra. Estas cuestiones las aprehende el hombre a través de su

experiencia mediante los sentidos, y pocas veces está dispuesto a ir más allá de lo que se le

presenta allí, pues lo da por inmediatamente cierto y puede corroborarlo con el hecho de ver

la flor o tocar la piedra. Sin embargo, con los juicios o los conceptos el hombre no actúa con

la misma certeza, pues los conceptos son dependientes de las intuiciones. ¿Cómo verificar la

certeza de estas abstracciones a las cuales hemos denominado conceptos? Pues alguien puede

347 | P á g i n a
llegar al punto de combinar ciertos conceptos e instaurar un mundo imaginario, el cual puede

ser solo fantasía o ilusión del pensamiento.

Un hombre que se ha adiestrado en las reglas para el pensamiento puede persuadir a

otros de alguna mentira que hace pasar por un modo lógico, sabiendo él lo poco moral que

podría ser esto. Este arte de la persuasión podría utilizarse bien sea para la aplicación del bien

general o el beneficio propio. Cuando una sociedad poco educada elige gobernantes cree haber

hecho una muy buena elección: han sido persuadidos por los políticos para garantizar un

puesto elevado y con una remuneración económica alta y posteriormente aumentar los

impuestos o cometer cualquier acto de corrupción, camuflando siempre su accionar con bellas

palabras y aprovechando la poca educación de las personas. En un momento como estos, ellos

han utilizado de buena manera los conceptos y comprenden las esferas en las cuales están

agrupados, de tal manera que de la buena utilización y combinación de ellos han emitido

juicios que han hecho pasar como verdaderos ante la opinión pública.

Sin embargo, ante este mismo panorama, puede existir una persona que recibe una

buena educación y que tiene la capacidad de ver la cantidad de mentiras que han formulado

los políticos y han hecho pasar por ciertas por medio de la persuasión y las revelan a las

personas para que éstas se den cuenta del error que han cometido al elegirlos. Ahora bien,

como la gente no está educada y piensan que les han dicho verdad, intentan ignorar a esta

persona que les revela nueva información acerca del engaño. Este debe utilizar, así mismo, el

arte de la persuasión para mostrar el asunto y que las personas le crean. De este modo, podrá

utilizar el arte para el bien común y no para el beneficio privado. Claro está que este individuo

está sujeto a las acciones que puedan cometer contra él los políticos de turno para no perder

348 | P á g i n a
el poder, o a que las personas electoras no hagan nada por mera comodidad de no levantar su

voz de protesta.

Aquí tenemos que, por medio de los conceptos, el pensamiento humano, y las reglas

que puedan existir para el verdadero pensar, podemos tener varias situaciones complejas para

una sociedad. En primer lugar, la aplicación o no de esas reglas podrían arrojarnos a un

discurso ilógico, sin sentido, o a las fantasías más increíbles. En segundo lugar, y dependiendo

de lo diestro que pueda ser un sujeto en estas reglas, podríamos encontrarnos con que las

puede utilizar para el beneficio propio y para engañar a las demás personas a través del arte

de la persuasión o la retórica. En tercer lugar, podemos afirmar que hay quienes no desean

utilizar de un modo más acertado las reglas del pensamiento por pereza de hacerlo o por no

querer salir de su zona de confort. Así, podríamos seguir ahondando en la lista de

consecuencias o razones por las cuales las personas no utilizan un método para el pensar

(como la carencia de educación).

Todo esto nos deja ad portas de una pregunta fundamental para cualquier teoría del

conocimiento: ¿cómo establecer la certeza en el pensamiento y en esta representación

abstracta que hemos denominado conceptos? Dicho de otro modo: ¿cómo conseguir la certeza

y fundamentar los juicios que emitimos? E incursionamos aquí en un campo que es movible

y enigmático. La respuesta más inmediata acerca de este asunto es la evidencia con la cual se

presentan los conceptos ante nuestros ojos.

Es necesario afirmar que con los conceptos podemos construir juicios, los cuales,

hasta ahora, pueden ser, verdaderos, falsos o convenientes para determinada persona. Pues

349 | P á g i n a
bien, estos solo tienen su fundamento en la evidencia de los conceptos que tienen a su base y

de los cuales se deducen algunas otras cuestiones para la emisión de algún juicio en específico.

Todos tenemos la capacidad de comprender y de conocer la evidencia y de reconocer cuál es

el principio que puede originar algún juicio o discurso. Además, todos podemos hacer

deducciones acerca de esos principios irrefutables que hemos conocido. Sin embargo, el hecho

de hacerlo bien o mal está a la puerta de cada persona. A pesar de poder hacer todo un proceso

para emitir el juicio, podremos errar en la conclusión final, o en alguna de las premisas que

elijamos como ciertas cuando tenía un carácter de falsedad.

Agréguese a lo que venimos diciendo que podremos pensar que un principio falso hace

parte de la base de un pensamiento que puede llevarnos hacia una conclusión «verdadera». Lo

que podemos hacer con ello es evaluar nuestros juicios en retrospectiva y ver si en alguna

parte del proceso hemos podido cometer un error y si es así corregirlo para luego tomar el

camino del conocimiento verdadero. Pero ello podría traernos nuevos problemas y

circunstancias adversas para el entendimiento humano, pues tal vez nunca podríamos alcanzar

a evaluar todos y cada uno de los juicios que siempre nos hacemos sobre las cosas. Y aun así,

si lo hacemos de una manera consciente, podremos llegar a un inicio en el cual tenemos una

serie de juicios que creemos que son evidentes y no poseemos ningún otro criterio para su

demostración que no sea su mera evidencia y con los cuales podremos continuar un camino

de certeza y de ciencia, pero siempre estará la duda de haber comenzado en el lugar indicado

o de haber elegido principios falsos que ante nuestros ojos parecieron evidentes.

Sin embargo, estos juicios evidentes, los cuales podemos encontrar luego de una larga

búsqueda y de haberlos sometido a diversas pruebas para garantizar su «Verdad» o

350 | P á g i n a
«evidencia», aunque sean pocos, nos sirven para demostrar todos los demás pensamientos que

adquiramos. Cuando tenemos en frente una teoría y la de-construimos hasta sus partes más

elementales nos encontramos con la evidencia de los principios de los cuales partimos. Ellos

los aprehendemos a priori, es decir, que no llegan a nosotros por medio de la experiencia sino

que están por fuera de ella (tal como las matemáticas y la geometría).

Para la versión de la filosofía que deseamos expresar aquí, todo debe reducirse a la

explicación que pueda dar el principio de razón suficiente. Por medio de este, cada cual conoce

el mundo y lo hace según su perspectiva y su interacción con él. Cada cual, si se diera a la

tarea de definir lo que es el mundo, sin ningún inconveniente lo podría hacer. Esto se debe a

que cada sujeto particular es un sujeto de su conocimiento, y su representación es el mundo

en todas sus manifestaciones. Este principio es el que nos permite comprender el mundo tal

como se nos presenta en nuestra individualidad y mediante sus cuatro manifestaciones

podremos emitir los juicios con los cuales cada uno puede llegar a definir su mundo.

Pero bien, todo esto se debe a que en el interior del hombre siempre está inmerso el

deseo de querer más de lo que tiene ante las manos y no se conforma con lo que tiene o sabe.

Pero, de nuevo tendríamos que decir al lado del profeta Qohelet que Qui auget scientiam,

auget et dolorem. Entre más sabio se convierta el hombre más sufrimientos y padecimientos

encuentra en su corazón. Tal vez los postulados del helenismo filosófico que han defendido

que el fin último de todo hombre es la felicidad sean contrarios a lo que aquí intenta

expresarse, pero hay que mencionar que aunque el hombre aspire a la felicidad como fin

supremo de su existencia, nunca la alcanzará, pues hay un mundo del caos y un azar que

dominan la vida de toda persona para impedirle la realización de ese fin.

351 | P á g i n a
¿Acaso el aumento de la ciencia atrae consigo la felicidad permanente? No, no lo es

de esta manera. Pues en la vida del hombre sucede todo lo contrario: entre más conoce más

padece las ignominias de sus contemporáneos. ¡Por cuántos sufrimientos y tormentos tiene

que pasar el hombre por esta vida mientras dura! Amamos la vida pero no las miserias que

ella nos regala. Comprender la totalidad del mundo es tan solo un medio para sumergirse en

un mar de penas que nadie puede sanar. Tan solo el filósofo es capaz de comprender estos

dolores que provienen del conocimiento, pues, entre más conoce más le duele su sagrado ser

interior y con mayor razón debe declarar su ignorancia.

Si el fin del hombre es la felicidad ¿para qué el conocimiento? El actuar del hombre

siempre tiende hacia una de estas dos vías [la del conocimiento o la de la felicidad] y, por

desgracia, al elegir una desprecia la otra. Ser feliz o sabio. Quizá el hombre pueda estar allí

en la misma encrucijada en la cual ha estado sumido Joaquín desde tiempos inmemorables:

vida o muerte. Esto solo nos quiere decir que el hombre siempre está sumido en una dualidad

que le lastima y debe tomar decisiones para las cuales no está preparado o que en definitiva

no comprende. Pero esa es la vida, y nada puede hacer: solo tiene que decidir un camino a la

vez o renunciar por entero a vivir, salir de este caos y esperar que más allá de la muerte no

exista nada que le cobre su acción final como un asesinato. Y he aquí nuestra pregunta:

¿quiénes pueden alcanzar un mayor estado de sufrimiento a causa del conocimiento? Hasta

ahora hemos visto solo las potencialidades que subyacen a los hombres ordinarios. Es

momento de decir algunas acerca del cómo conocen los hombres extraordinarios, clase a la

que pertenece Joaquín Alberto Escudero Gonzales.

352 | P á g i n a
Vamos a partir de un principio de oposición. Hemos expuesto ya el mundo de los

sentidos, los cuales, están sometidos al principio de razón suficiente. Ahora hay que

preguntarnos si existe algo que se encuentre liberado de ese principio. Esto se debe a que

aquél mundo que ya hemos aprehendido mediante los sentidos, y por medio de las

abstracciones de los conceptos, solo representa el lado externo de las cosas. Por medio de ese

conocimiento que hemos adquirido no hemos alcanzado el «en sí» del mundo. Aquella esencia

que está en medio de todas las cosas y que a todas las cosas permea, aún nos está oculto ¡Oh,

humanos mortales, ni el intelecto más elevado que haya podido existir en la historia ha

conocido la esencia interna del mundo! ¿Acaso no habrá alguna teoría especulativa que nos

permita algún consuelo más allá de nuestro corto entendimiento y limitada razón que nos

permita comprender la esencia interna del mundo en el que vivimos y somos? Hoy solo

podemos aprehender sombras y oscuridad. Nada más está presto para nosotros.

Existe un mundo, más allá de lo visible de forma inmediata, en donde no hay lugar

para la aprehensión de las cosas por medio de nuestros sentidos sino que está dado en sí mismo

y baña con su esencia lo que podemos conocer de un modo imperfecto. Allí todo conocimiento

es inmutable, perfecto y eterno y, por consiguiente, es inaccesible, por el momento, para el

entendimiento humano. Allí viven las Ideas de las cuales nos hablaba Platón hace tantos siglos

y esto representa lo que para Kant se llamó la cosa en sí (o el noumeno).

Debemos plantear algo en particular: si partimos de los relatos de Suka [y su

nacimiento portentoso], y de Eusebio que, por primera vez se ha narrado aquí, hemos de notar

la existencia de dos mundos que permanecen en constante contraposición. Ambos partían de

un mundo material para llegar a un punto remoto en dónde no podemos más que imaginar lo

353 | P á g i n a
que hay pues se encuentra más allá de los confines del mundo y representa el mundo que

antecede la creación del nuestro, el cual es imperfecto, oscuro y perecedero. Entre ambos hay

diferencias y distancias enormes, quizá las mismas que hay entre el Dios eclesiástico y el

verdadero Dios que vive y permea todo lo creado. Pero ya poco a poco se irá desvelando este

asunto, pues por el momento solo veremos lo que es capaz de hacer el genio, en donde habita

y que puede llegar a ser sobrepasado por ciertos otros conocimientos más elevados. Lo

importante, por el instante, es comprender la contraposición entre estos dos mundos que aquí

intentamos mostrar.

La facultad de representar solo se ocupa del conocimiento del fenómeno en cualquiera

de sus manifestaciones. Este es el conocimiento del mundo visible, de las abstracciones, de

los conceptos, la imaginación, los deseos carnales y se encarga de las nuevas creaciones que

le permiten al hombre aspirar a la idea de un progreso indefinido. Sin embargo, por encima

de este fenómeno se encuentra un mundo para el cual la facultad de representar se vuelve

insuficiente: es el de las esencias, de la «cosa en sí». Este se vuelve no solo la abstracción más

elevada, a la cual el hombre, por inteligente que sea, jamás podrá llegar, sino que es el mundo

de la luz, en el cual no conocemos imperfecciones y sombras, sino que allí están los «modelos

perfectos».

Tenemos esos dos grados de conocimiento para el hombre: el del fenómeno, el cual

puede alcanzar mediante su facultad de representar y de conocer en general y con una buena

aplicación de ambas puede llegar a «crear». Por otro lado, tenemos el mundo de las esencias

o de «la cosa en sí». En medio de ambos mundos, existe otro grado al cual solo podrán aspirar

los hombres geniales, aquellos que pueden representar a los pobladores de una época. Allí se

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encuentra la esfera del arte, cuya facultad más apropiada es la capacidad de juzgar. Lo

significativo de este grado intermedio se denomina «Idea». Ella se encuentra por fuera del

dominio del principio de razón suficiente y, por ende, está fuera del espacio y del tiempo. Del

mismo modo, este grado intermedio sirve de tránsito entre ambos mundos.

¿Y cómo hará entonces el individuo particular para elevar su espíritu hacia ese grado

intermedio que existe entre el mundo sensible y el mundo de la perfección? La pregunta, por

fácil que parezca, designa un modo de vida posible que se aleja del que es aceptado por la

inmensa mayoría de las personas y que, por tanto, es solo seguido por algunos pocos, y dentro

de estos solo algunos son capaces de elevar su conciencia hacia un nuevo estado de cosas en el

cual lo material redunda en hastío y lo perfecto se desea con ardor y fuerza. Cuando quien

pretende comprender el mundo desde una escala mucho más elevada no se cuestiona por el por

qué o el para qué de las cosas sino que se limita a la pregunta nunca resuelta por el qué de todo

y contempla todo, desde un árbol o una piedra hasta el movimiento de los cuerpos celestes, y

se pierde en esa contemplación para ser uno solo con el objeto contemplado; allí donde se

unifica el sujeto con el objeto de tal forma que entre ambos ya no existe ninguna diferencia

radical, pues han devenido una sola cuestión; en ese instante en el cual se rompe la relación

entre un sujeto que conoce y un objeto conocido, para convertirse en pura unión

[contemplación] mística y devenir en una intuición más allá de lo dado de forma inmediata; allí

el hombre puede elevar su consciencia hacia una genialidad de la cual parece carecer un país

como Colombia. Pero allí, en aquél preciso lugar se encuentra la expresión más perfecta del

conocimiento y pocos han sido los que han alcanzado ese lugar. Ejemplos de ello son Suka y

Eusebio.

355 | P á g i n a
En ese punto elevado, se conjuga el sujeto de conocimiento, el acto del conocer y el

objeto que se conoce. Es el punto más elevado al cual el hombre puede aspirar, y solo mediante

una vida de sacrificios y entrega incondicionada se podrá tener en cuenta si será digno de ser

llamado genial. Esto es algo complejo ante la mente del hombre ordinario, pero, al mismo

tiempo, es una manera vulgar de expresarlo para el intelectual en vías de convertirse en un

genio. En cierto modo, esto describe un ascenso hacia algo que es más elevado de lo que se

acostumbra el hombre ordinario. Partir de lo elemental y particular para introducirse cada vez

más en la perfección del mundo, este debería ser el objetivo primordial de todo ser humano.

Todos tenemos el deseo de saber, pero en algunos ese deseo se manifiesta de una manera tan

profunda que han elevado su espíritu hacia un lugar al que solo hombres excelentes pueden

aspirar. Y, en primera medida, cuando se ha elevado por encima de sus contemporáneos, entra

en posesión de las Ideas.

Pero el camino no se da a través de la Idea. No es la esencia del mundo, pero es lo que

más se le asemeja. El sendero para elevar la conciencia hacia ese punto en donde el conocedor

está fundido con lo conocido se debe plantear desde el sujeto. Pues este es el que debe elevar

su conciencia abstracta hacia algo que está por encima de sus propias capacidades subjetivas.

Olvidar todo: el dónde, el por qué, el para qué de las cosas y centrarse solo en el qué. Lo

primero que debería pensar el individuo, el sujeto particular, es ¿qué es el mundo?, ¿qué soy

yo en medio de él?, ¿acaso soy más que una sombra tenue y un sueño fatuo? El asunto significa

liberarse a sí mismo del dominio del principio de razón, del principio de individuación y de

cualquier elemento que le ate al mundo material. Allí ya no hay ningún sujeto ni objeto, sino

que, después de este olvido, solo queda la Idea, depurada de cualquier engaño y materialidad.

356 | P á g i n a
Enunciándolo podría parecer simple, pero es más complejo de lo cual se piensa en un primer

momento.

¿A través de qué el hombre ha de reproducir el conocimiento de las Ideas si mediante

ellas no puede transmitir nada, puesto que están en un punto tan elevado [más allá de la

consciencia abstracta] y el hombre ordinario no es capaz de comprender a cabalidad?

Partamos del principio de que el hombre es capaz de esforzarse y entrar en el conocimiento

de la objetivación de la Idea, es decir, que en medio de la tosquedad a la que el hombre ha

caído, pueda haber algo de genialidad todavía en él y que puede entrar en posesión aunque

sea de la sombra de ese conocimiento elevado: ¿cómo se podría transmitir eso alcanzado por

el genio? El arte es el encargado de emitir la contemplación mística a la que ha caído el genio

luego de entrar en posesión de la Idea. Para el arte no hay un principio de razón que la rija,

pues su objeto de conocer ha trascendido los límites de este y se ha elevado por encima del

tiempo y el espacio. Claro está que dentro del arte hay muchas esferas con las que puede llegar

a la transmisión de lo contemplado y depende de esto en primer lugar para luego determinar

si será poesía, música o pintura lo más adecuado para hacer llegar al hombre ordinario la

contemplación que se ha apoderado de él.

Es el arte el área de conocimiento que nos permite acercarnos a comprender el mundo

de las ideas, el cual es eterno, inmutable, no está permeado por las leyes del principio de razón

suficiente; antes bien, se ha sustraído perfectamente de él y ha logrado tener vida propia, al

servicio exclusivo del Ser-Uno, sin segundo. Allí no hay lugar para el error, porque se ha

abandonado esa esfera de lo cognoscente en la cual al hombre se le podría engañar mediante

un velo: el de la ignorancia. Pero este campo en el cual nos encontramos no está abierto para

357 | P á g i n a
todos los sujetos particulares, que, vistos desde esta óptica, tendrían que recibir el nombre de

Hombres Vulgares. Aquí solo hay espacio para el genio, para el hombre escaso que se esfuerza

por ver las cosas con un aire diferente al habitual.

Ahora bien, antes de continuar con la contraposición entre la idea del hombre vulgar

y el genio, debemos preguntarnos qué podemos comprender cuando hacemos mención de la

genialidad. Por principio, esta podría definirse como una capacidad natural del hombre para

vivir de manera contemplativa, perderse a sí mismo en la intuición y extraer de ella el

conocimiento eterno de las ideas para dejarlo ad portas de su transmisión para el resto de la

especie humana. Este conocimiento solo puede pertenecer al servicio del Ser-Uno, sin

segundo, pues, al no estar dentro de ninguna de las categorías del principio de razón suficiente,

se encuentra en un grado más elevado y solo tiene como amo al Ser-Uno, sin segundo, que en

otros lados hemos llamado Ser-Absoluto. La genialidad es esa capacidad para comprender ese

grado de conocimiento al cual denominamos Idea. Cuando el hombre genial llega a este punto,

pierde la servidumbre de las cosas materiales, de este mundo visible que tanto daño le hace,

para servir única y exclusivamente al Ser, la cual es la esencia eterna del mundo cognoscible

y del incognoscible.

Sin embargo, este último hecho, el de la escasez de los hombres geniales, no se debe

a que los «requisitos» o el camino a trazar sean tan complejos como para que nadie sea capaz

de reunirlos. Al contrario, es tan fácil que cualquiera podría elegir ese camino como el que

recorrerá el resto de su vida, pero los hombres vulgares están tan ocupados en su cotidianidad,

en las cosas materiales y en el mundo exterior que no tienen el tiempo o el deseo para examinar

la vida misma en cuanto tal. Este preguntarse por la existencia, por el ser en sí de cada cual,

358 | P á g i n a
o el conocimiento de sí le consideran como una total pérdida de tiempo. Para el hombre vulgar

solo cuenta lo material, lo externo, lo siempre visible, la adquisición de grandes riquezas y

poder, tan solo con el pretexto de engordar su propio orgullo, sus cuentas corrientes y las

falsas apariencias con las cuales viven: en una palabra, este hombre solo se dedica a la vanidad

del mundo. Pero el hombre genial es diferente. El genio es aquél que contempla los objetos y

se pierde en su contemplación. Actúa intuitivamente en un estadio en el cual el conocedor, el

conocimiento y lo conocido se unifican.

Hay un principio de oposición entre estos dos tipos de conocimiento: el intuitivo y el

abstracto. El genio se dedica al primero, el hombre con una inteligencia elevada al segundo,

y el hombre vulgar a ninguno. Por desgracia la mayoría de hombres están dentro de esta última

categoría. El principio de razón suficiente dirige el conocimiento abstracto o racional; en

cambio, el conocimiento intuitivo está dirigido por violentos afectos y pasiones, las cuales se

presentan al hombre de un modo irracional. Por este principio de oposición hay un rechazo

entre ambos mundos.

Por otro lado se ha intentado hacer una relación entre el genio y el loco, la genialidad

y la locura. ¿Qué se dice acerca de esto? Al loco se le denomina de esta manera porque en su

memoria se presenta una desconexión [cuán grave sea esta establecerá qué tipo de loco es] de

los actos y los conocimientos presentes con los pasados. Él conoce el presente, y distingue

algunas cuestiones de su pasado o de varios pasados al mismo tiempo. Lo que está negado

para él es efectuar una relación estrecha entre esas cosas que sabe. Esto podría explicar que

hable de una manera incongruente aunque no con error. Dice la verdad, pero no es capaz de

conectar todos los acontecimientos que tiene en su memoria. Por ello se le dice loco.

359 | P á g i n a
El genio, en cambio, conoce y establece esta relación entre el pasado y el presente. Sin

embargo, su conocimiento se sitúa en la perfección del mundo de las ideas, pero desconoce a

los individuos particulares. El loco delira, el genio tiene visiones y fantasías. La brecha que

separa a uno de otro es estrecha. Quizá si hacemos caso de lo que nos dice Qohelet: Puesto

que la mucha sabiduría trae consigo muchas desazones; y quien acrecienta el saber, también

acrecienta el trabajo [o el dolor]. Ambos [el loco y el genio] han llegado hasta tal punto de

sabiduría que en su mente comienza a flanquear la realidad y comienza a vivir en un mundo

cuya racionalidad no podríamos comprender a ciencia cierta. Todo les ha parecido vanidad y

se han dedicado a la sabiduría hasta que se han desencantado de ella y comienzan a vivir su

propio mundo. Quizá esta sea la relación entre uno y otro y, tal vez, sea el motivo por el cual

muchos consideran al genio un loco y al loco un genio.

Para llevar a cabo esta contemplación, debemos comprender que es necesario superar

o eliminar cualquier tipo de querer que el sujeto particular posea. Pues este solo puede nacer

de la necesidad y la carencia, en cambio la contemplación es un llamado a la seriedad, a

desligarse de todo querer. Aquella persona que desea o quiere con intensidad no puede aspirar

a elevar su espíritu a algo más elevado. Antes bien está limitado a lo material y a lo mundano,

a lo vulgar y nefasto.

El camino para elaborar esta renuncia no es fácil ni está abierto para cualquiera. Sin

embargo, todos los hombres tenemos esa capacidad de elección para tomar un camino de dos

posibles: el del querer, en el cual jamás estaremos completamente satisfechos; y por otro lado,

estamos llamados a reunir en nosotros las fuerzas necesarias para abandonar ese estado de

360 | P á g i n a
deseo perpetuo para sumirnos en la más profunda de las soledades y allí, sin testigo alguno,

contemplar el mundo en su más sagrada esencia interior.

Y no es gratis el asunto y diversos autores han mencionado la división en dos caminos.

Quizá desde un plano diferente, pero señalando en el fundo lo mismo, el evangelista Mateo

nos da cuenta exacta de esta situación: Entrad por la puerta estrecha. Que es ancha la puerta

y espacioso el camino a la perdición, y son muchos los que entran por ella. Y es estrecha la

puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo encuentran (Mt 7-13).

Lo que nos dice este evangelista nos señala los mismos aspectos que aquí debemos

comprender de un modo más profundo y alejado siempre de un plano religioso. Este «camino

ancho» del cual nos habla y esta «perdición» no son más que el señalamiento que hay para el

querer y la necesidad de la cual nosotros ya hemos hablado. No hay nada más cómodo para

el hombre que satisfacer sus propios deseos y darle paso a los placeres que tienen el cuerpo y

el mundo material: siempre está intentando satisfacer los instintos más bajos. Pero sabio es

aquél que elige el camino estrecho, el del sufrimiento y el dolor de la existencia, de la soledad

y la austeridad, pues allí es donde se encuentra la máxima expresión de la contemplación del

mundo y con ella, el conocimiento de las Ideas.

Tal vez es por ello que muchos de los verdaderos sabios de la historia han sido aquellos

que se han ocultado de la vista de las muchedumbres. El sabio debe enfrentarse con su soledad

y hablar consigo mismo hasta llegar al más profundo conocimiento de sí. Pues lo que

verdaderamente importa no está en las cosas materiales sino en el espíritu del mismo hombre.

¡Pero por cuántas penumbras ha de pasar para conocer la mera sombra de lo que es su ser

interior! En la soledad se enfrenta uno con lo austero y debe convertirse en el domador de sus

361 | P á g i n a
demonios internos. Los sabios tienen una idea de lo que significa esto, y el genio es el que lo

ha vivido.

No debemos dudar, entonces, en encaminar nuestra existencia a la adquisición del

conocimiento como única vía posible para tener una luz, aunque breve, de ese mundo de las

Ideas que nos está oculto desde nuestro nacimiento. Ambos caminos podemos pensarlos de la

siguiente manera por si aún no se han comprendido del todo bien: por un lado, la luz y

claridad; por el otro, la oscuridad y las tinieblas. Y ante todo hemos de elegir aquella primera,

pues allí está la expresión máxima de la perfección. En la oscuridad solo nos encontraremos

con el Velo de Mãyã, aquél triste ropaje con el cual la mayoría de los hombres se ocultan para

evitar conocer la realidad, pues se encuentran muy cómodos en un mundo en el cual no deben

esforzarse porque ya todo está hecho o porque alguien más tomará la iniciativa. En las

tinieblas tan solo hay desilusión y un grupo de lobos insensatos que acaban con ellos mismos:

viven sin ninguna regla y con miedo a recibir el justo castigo por lo que han cometido.

Efectúan el crimen pero huyen al castigo y se horrorizan con el hecho de que alguien les

recomiende vivir conforme a las leyes y que es mejor sufrir una injusticia que cometerla.

Los hombres están atados a los placeres y las pasiones corporales, creyendo que lo que

hacen es lo más importante de la historia, cuando solo repiten las mismas acciones que

ilimitados individuos han hecho a lo largo de los siglos. Son autómatas pensando que son

libres en un sistema que se ha pervertido tanto como para dejar que los mismos hombres se

conviertan en máquinas víctimas de sus cruzadas sanguinarias buscando el poder político, el

cual no dura jamás lo suficiente respecto a la cantidad de sangre que debieron derramar para

alcanzarlo. Pero el genio trasciende esto y se aparta de cuanto perturba la contemplación de

362 | P á g i n a
la naturaleza y su más sagrado ser interior. Estos permanecen en el mundo de la luz, siendo

libres de ataduras y de pasiones carnales. Y, sin embargo, llevan a sus espaldas la carga de la

humanidad, pues, a pesar de estar lejos de todo, sienten el deseo de rescatar a todos los de su

especie de la oscuridad y tinieblas a las cuales el mismo hombre se ha arrojado.

______________________________

Todas estas cuestiones, y más, estaban escritas en aquellas últimas páginas de los

diarios de Joaquín. Las letras doradas hacían parecer que no fueron escritas por este, pues él

solo usaba aquellas páginas para calmar sus lamentaciones y no para intentar hacer una

extraña justificación de un camino para ascender más allá de lo establecido a nuestro alrededor

ni mucho menos para hablar acerca del genio y del hombre Vulgar. Es posible o no que en los

últimos años de su existencia haya estado sumido en nuevas lecturas de filosofía, pues en mi

época como estudiante le envié algunos libros del pensamiento de Schopenhauer de los cuales

sé que tardó mucho tiempo en leer pues era un volver a ciertas lecturas adolescentes y abrir

de nuevo antiguas heridas. Ahora es que puede darse cuenta que, es posible que al final de su

vida haya estado sumido en la filosofía de aquél hombre, como lo hizo al inicio de sus estudios

de filosofía con Diana.

¿Acaso la vida de un hombre puede estar atravesada de principio a fin por una misma

temática y que a pesar de lo que le suceda en su cotidianidad nunca pueda cambiar de opinión?

Mi maestro nunca fue tan obstinado pues siempre daba la razón a los otros cuando sabía que

había perdido la suya y comprendía cuándo había perdido una discusión acerca de un tema de

teología. ¿Podría al borde de la muerte haber escrito todas estas cuestiones como sumidas en

un trance con alguna extraña tinta traída por un sujeto desconocido? ¿Se habría drogado y

363 | P á g i n a
veía cuestiones que en verdad no eran y pensaba que eran ciertas? Muchas posibilidades

recorren la mente de un hombre que no ha presenciado el acontecimiento que acaeció en los

días en que todo esto sucedió. Pero por muchos años Joaquín estuvo sumido en una crisis por

aceptar que nada de lo que un día creyó acerca de lo universal tenía existencia y que, en

verdad, todo dependía de la representación de un sujeto en particular. Y la pregunta

fundamental sería: ¿acaso su interpretación del mundo no estribaba en el hecho de pensar en

la Verdad como un principio absoluto para la obtención de conocimiento cierto? Si la

definición del mundo depende de lo que cada cual interprete de las circunstancias que le

afectan, ¿no sería él el artífice de su mundo Universal?

E incluso, todas aquellas cuestiones que conocía y se afirmaban allí de Schopenhauer

eran verdaderas para el sujeto particular de Schopenhauer aunque el resto del mundo tuviera un

pensamiento distinto de él. ¿No sería esto verdadero? Pues para Joaquín aún era válido hablar

acerca de las verdades universales. ¿Pero cómo puede el pensamiento de un hombre ser el

mismo desde su nacimiento hasta su muerte [desaparición o ascenso, sea lo que sea que le haya

afectado a Joaquín]? La situación era aquella, y las letras que expresaban aquellas cuestiones

iban un poco más allá de lo escrito aquí, pero no se quiere entrar en detalles, pues todavía nos

espera el destino irremediable que ha tomado la existencia de Joaquín luego de estas cuestiones.

364 | P á g i n a
7.2. La metafísica de la existencia.

Hasta ahora se ha hablado, parece, de aquellas cuestiones que afectan solo al mundo

material y a quienes se encuentran inmersos en él. El hombre ha alcanzado un nuevo estadio

en su existencia y puede alcanzar el conocimiento más elevado que se le ha permitido. Pero

esto no lo pueden hacer todos los hombres sino solo los geniales. Estos representan el espíritu

de una época y van más allá de lo dado de forma inmediata para entrar en posesión de un

conocimiento que desborda todas sus facultades intelectuales y le otorga una nueva existencia

con dolores y padecimientos enormes. Se ha intentado describir el hombre en cuanto tal y las

dualidades que le afectan. Pues bien, en un primer momento lo que se encuentra en aquellas

páginas escritas con letras doradas luego de lo que ya se ha visto, es lo referente al hecho de

explicar ese mundo de esencias, al cual ningún hombre, cargado de materia, puede llegar, para

luego comprender un poco el comportamiento del hombre a partir de las desgracias y las

desilusiones que ha logrado conseguir tras una vida llena de conocimiento y dolor. He aquí

algunas de las cuestiones que se han encontrado en aquellas páginas.

____________________

Vemos que ese mundo como representación solo le permite a la mayoría de los

hombres aspirar a conseguir riquezas, las cuales no puede disfrutar pues la muerte vive tras él

y a la menor posibilidad le arrebata su último aliento. Pero el hombre tiene dentro de sí la

posibilidad de preguntarse y de indagar por las cuestiones que hay más allá de lo

inmediatamente dado. Solo debe vivir con la suficiente convicción de arriesgarse a salir al

365 | P á g i n a
mundo e intentar ver las cosas sin la sombra ni el velo del engaño. A quien se aventura por la

pasión del conocimiento, por el amor a aprehender cuestiones cada vez más elevadas, puras y

perfectas, no le es extraña la fuente de todo enigma: el Ser. Pero solo puede comprenderla

mientras se encuentra en lo más alto de la cima del mundo, como un genio que expresa su

saber a través del arte.

El hombre no puede encontrar en su cuerpo un impedimento, en primer momento, para

alcanzar ese Ser. Antes bien, gracias a aquel es consciente de los dos mundos que existen en

paralelo y que se manifiestan en su ser. Debe buscar en lo más profundo de su ser y, cuando

se haya conocido, estará dispuesto a fundirse contemplativamente con el resto del mundo,

solo que primero debe encontrar la unidad completa de su ser interior. Luego de ello tendrá

dos posibilidades de actuar para convertirse en sujeto puro de conocimiento: por un lado podrá

hacerlo de forma violenta, mediante un fuerte choque con la realidad que le acaece y con las

Ideas; por otro lado, de una forma larga, siendo uno solo con cada uno y con todos los objetos

del mundo por medio de la contemplación. Ambas vías le llevarán al conocimiento verdadero

y a incontables tormentos y sufrimientos.

El conocimiento del Ser es inseparable del conocimiento de mi cuerpo, en primera

medida. En este último, está la dualidad de ambos mundos: el de las cosas materiales, al que

está dominado por el conocimiento del mundo visible y aquél en el que solo habita el Ser-

Absoluto. En este instante, no puedo conocer la esencia interna del mundo, pues todas mis

facultades del conocer son limitadas y no pueden alcanzar un conocimiento tan elevado. Sin

embargo, sí puedo decir que conozco las manifestaciones de esa esencia interior del mundo

en sus actos particulares, ya que para incidir en algún elemento al interior del mundo

366 | P á g i n a
representable, está afectando mi cuerpo y mi aprehensión de todo lo que me rodea y de mí

mismo. Así pues, he de conocer los actos individuales del Ser mientras está sometido al

principio de razón. Y siempre lo aprehendo a través de mi cuerpo, en la contemplación de la

manifestación del ser que habita en mi interior y que también está presente en los demás

objetos a mí alrededor.

Nosotros conocemos al Ser en sus actos concretos en el mundo representable (el

visible). Luego, como los otros conocimientos que adquirimos de nuestro alrededor por medio

de los sentidos que nos afectan, pasamos los actos individuales de él al conocimiento

abstracto. Lo hacemos por medio de la razón. Siempre lo debemos conocer de este modo, a

través de nuestra experiencia, pues nunca podremos llegar a dar una demostración del Ser en

cuanto tal por medio de algún conocimiento más inmediato que él. El cuerpo del hombre es

el primer albergue del Ser. De este modo, podemos decir que no solo se conoce el cuerpo

como mera representación o como objeto para un sujeto, sino que también podemos conocerle

ese otro aspecto suyo que, en efecto, es plenamente Ser, esencia del mundo interno.

Del mismo modo en que debemos afirmar que el sujeto particular es el único que puede

sentir y pensar en la dualidad de conocer y llevar en su interior el mundo como representación

y la esencia interna del Ser, hemos de afirmar que por fuera de estos dos mundos no podemos

pensar ni decir nada, pues fuera de ellos no es posible la existencia. Miramos también, el

lugar fundamental y privilegiado que posee el hombre con respecto a los demás seres de la

tierra y del universo. Se le ha otorgado el más alto grado de perfección dentro del orden de la

naturaleza y está revestido con la dualidad, dándole la suficiente intelectualidad para

comprender su lugar en el universo, el cual, no es consolador.

367 | P á g i n a
Podríamos comprender hasta aquí que el Ser es una «fuerza interna del mundo»,

mediante la cual se mueve todo lo conocido y lo desconocido. Sin embargo, para la

perspectiva que venimos trabajando aquí no es del todo cierto. Pues bajo el dominio o esfera

del Ser están subsumidas todas las fuerzas conocidas y por conocer. Él está más allá de toda

fuerza. Es lo inmediatamente dado para el sujeto, tanto para el particular como para el puro

del conocimiento [o el cognoscente, como le hemos nombrado antes]. La dificultad más

grande para dar una definición clara y precisa de su actuar es que él es lo único que no parte

del fenómeno, pues este está subyugado y es anterior a él, y se encuentra en la consciencia

más inmediata de los sujetos. Está depurado de cualquier forma, ni siquiera cabe dentro de la

forma elemental de sujeto y objeto, a lo cual se reduce todo, y como no se encuentra dentro

de esta relación no puede ser objeto de conocimiento. Sin embargo, en el Ser, el cognoscente

y lo conocido se funden en uno solo. Podemos decir que, cuando nos hacemos conscientes de

la existencia del Ser no la estamos aprehendiendo, tan solo le estamos dando una existencia

fáctica, pues esto que ingresa en nuestra consciencia es la mera manifestación de él. A pesar

de no llegar a conocer del todo lo que pudiera conocerse de esa partícula que antes hemos

dicho que antecede a todo lo creado, debemos mirar las manifestaciones que tiene a nuestro

alrededor, pues esta es la única vía que poseemos para la comprensión de su complejidad. El

hombre no le puede conocer por completo. Solo nos hacemos conscientes de sus

manifestaciones en nuestro entorno.

El Ser se manifiesta de dos formas: en los seres vivientes y en los no-vivientes. En los

primeros se encuentra con movimiento y en los segundos está en reposo. Esto se debe a que

existe cierta armonía en las acciones que desea mostrar en el mundo en el que habitamos y

somos. Aun así, su actuar es ciego porque, por el momento, hemos de declarar que el Ser no

368 | P á g i n a
conoce, con exactitud, lo que él mismo quiere. Pero se manifiesta en todas las cosas creadas,

pues es anterior a ellas.

Ahora bien, debemos continuar diciendo que cuando un fenómeno de la naturaleza no

puede encontrar explicación o no está sometido o condicionado a las leyes del principio de

individuación, es allí cuando se revela inmediatamente lo que aquí llamamos Ser. Esta es la

cara más visible e inmediata de la esencia del mundo, aunque no es la única forma para

otorgarle su existencia. Fuera de ello, son tan infrecuentes estas veces en las cuales el Ser se

manifiesta de una manera tan poco oculta que de inmediato los escépticos, los incrédulos y

los fanáticos religiosos atribuyen a otros elementos lo que solo pertenece al dominio de él. Se

le llaman milagros, o se le atribuyen a las actividades de hechicería y magia, cuando

únicamente es el actuar ciego del Ser. La esencia del mundo se revela a sí misma en estos

actos y tratamos de introducir cuestiones místicas en dónde realmente no las hay.

¡Oh humanos impíos, jamás aprenderán! No todo en la vida tiene que ver con la

religiosidad ni con su fanatismo ciego y bárbaro: hay un mundo de explicaciones para

explorar: no te quedes con el mero dogma de la fe sino que debes atreverte a ser más sabio

cada día y conocer las bases de lo que tú quieres creer. Aquí solo seguimos la vía del

conocimiento como principio de la religión y tú te quedas esperando que tu Dios te haga

inteligente cuando tu entendimiento se encuentra cerrado a cualquier manifestación del

conocer. ¿Para qué pedir sabiduría si no la vas a utilizar? ¡Desengáñate ahora y atrévete a

conocer!

369 | P á g i n a
Decimos que en todos y cada uno de los fenómenos de la naturaleza existe una acción

de la cual no podamos dar cuenta según las leyes del principio de razón suficiente. Eso

«inexplicable», y en algunos casos «tremendo», es la forma general del contenido de ese

fenómeno, es decir, esa es la manifestación del Ser. Así pues, el mero hecho de decir que

conocemos perfectamente cualquier objeto, cualquier representación, es uno de los errores

más grandes que podamos haber cometido. Esto se debe a que no conocemos sino la cara

externa del mismo. Aquella parte de la cual trata el contenido del objeto nos está vedada.

Cuando nosotros intentamos pensar el Ser depurado de cualquier vínculo con el

fenómeno, por fuera del especio y el tiempo, predicamos de él la no pluralidad ni

multiplicidad. Él es uno solo, sin segundo. No es una Unidad, pues al pensarlo de este modo

le estaríamos atribuyendo multiplicidad, pues este concepto designa la unión de por lo menos,

dos objetos con elementos semejantes. El Ser es uno solo, entero, absolutamente uno. Según

esto, para nosotros la verdadera sabiduría no consiste en el mayor conocimiento de los

elementos infinitos del mundo, sino en la comprensión del verdadero ser-en-sí.

Ahora bien, intentemos mostrar los diferentes grados en los cuales se manifiesta el Ser

en la naturaleza. Tendríamos dos divisiones generales en las cuales cabría reunir las cosas

conocidas y las no conocidas por el hombre: grados inferiores y los grados superiores. En

estos no cabe reunir las Ideas, pues estas pertenecen a un conjunto especial, separado, de las

cuestiones correspondientes al cómo se manifiesta el Ser. En primer lugar tendremos que

dirigir algunas palabras sobre los grados inferiores antes de comenzar a abordar los superiores,

pues estos son más perfectos y alcanzan mayor consciencia con respecto a la manifestación

370 | P á g i n a
de la esencia del mundo, la cual, se presenta de una forma irracional, pues no cabe en las

categorías del principio de razón.

Las fuerzas universales hacen parte del grado inferior de manifestación de la esencia

del mundo. Estas se deben plantear, como fenómenos inmediatos del Ser por lo cual están

liberadas de las leyes de la causalidad y del dominio del principio de razón suficiente. Ellas,

miradas desde la simple perspectiva de un individuo y no desde la Idea de la especie humana,

tienen algo de tenebroso, de escalofriante y, en muchas ocasiones, sorprendente. Su eficacia

es infalible, pues hoy como hace mil años, mientras se den las condiciones necesarias, se

manifestarán los mismos efectos por la unión de dos o más elementos químicos. Lo hará

siempre sin demora. Y las leyes de la física están presentes de una manera inexorable.

Aunque la física, la química y otras ciencias formales han estudiado y mostrado el

actuar de cada uno de estos fenómenos exteriores de la naturaleza, no se han preocupado por

mostrar la esencia interna de los mismos. La manifestación o esencia que aplica el buen

funcionamiento de todas estas fuerzas naturales está por encima de la explicación misma que

la ciencia pueda dar. Se nos muestra el cómo actúa la ley en cada caso, sin embargo, aquella

unidad irreductible de la cual hacen parte todas estas fuerzas está por encima de la explicación

física o química. Estas áreas nos dicen el cómo se manifiesta la naturaleza, el cómo están

manifestándose las fuerzas naturales, pero pocas veces se pregunta por el qué de las mismas.

Pues allí para dar respuesta a ello de manera efectiva y clara hay que abandonar el dominio

del principio de razón suficiente para dedicarnos a la metafísica. Esa unidad irreductible, la

llamamos Ser.

371 | P á g i n a
El otro grado de objetivación del Ser debemos encontrarlo en un aspecto distante de

estas fuerzas que ahora venimos tratando: se trata del hombre y de las cuestiones

concernientes a él como el conocimiento y las artes. En este grado superior de la objetivación

encontramos que aquella esencia del mundo se manifiesta de una manera más clara y perfecta

que en las otras partes donde ella tiene su actuar. Esto se debe a la siguiente explicación:

dentro de todo lo que se encuentra presente el Ser existe una lucha continua por adquirir un

mayor grado de perfección con respecto a la Idea que cada uno representa. De este modo,

cada cosa tiene el deseo de parecerse más a la Idea de la cual ha venido y lucha para conseguir

un puesto que le deje más cerca de esa meta final. Ese deseo de alcanzar la perfección, se

encuentra sumido en cada una de las fuerzas y en cada uno de los seres que componen este

mundo visible. Cada vez que algo o alguien gana una batalla adquiere mayor luz en sus

elementos y va adquiriendo una manifestación más perfecta del Ser que ella representa y, al

mismo tiempo, recoge las potencialidades y la luz de quien ha sucumbido en la batalla. Y

quede claro que entre más batallas tenga una y más victorias adquiera, estará más próxima a

representar la Idea o la belleza de su especie. El hombre es quien más victorias ha conquistado

en las diferentes luchas que ha tenido a lo largo de los siglos y milenios en los cuales ha

existido.

Tal como hemos visto a lo largo de estas páginas, existen dos vías para explicar el

mundo: por un lado, mediante la física, la matemática y demás ciencias formales. Gracias a

esta explicación todos los procesos orgánicos pueden reducirse a una explicación racional.

Solo que aquí todo parece estar sumido en la oscuridad y en el olvido del ser, por convertirse

en elementos imperfectos y alejados de la esencia del mundo y dedicarse solo a la cara externa

de este. Por otro lado, tenemos la explicación metafísica. Aquí solo vemos el lado de las cosas

372 | P á g i n a
donde todo está revestido de luz y de perfección. Aquí todo tiene un modo de pensamiento

diferente, pues no están las copias de las cosas, sino los moldes de los cuales son tomados

todos los conocimientos que podemos poseer en el mundo fenoménico. Por ello podremos y

debemos decir que nunca las ciencias formales podrán tener una explicación del grado

superior del mundo de una forma cabal y adecuada. Antes bien, cualquier intento por efectuar

una explicación como esta será un fracaso para las ciencias formales. Es a la metafísica a

quien le corresponde realizar ese tipo de estudios. Además, debemos recordar que tanto en los

fenómenos como en las Ideas y el arte es el mismo Ser el que se manifiesta. Esto se debe a

que este Ser se objetiva en todos los fenómenos, pues él es la esencia interna que condiciona

todo lo visto y conocido por el hombre y, aún más, lo que no ha visto ni conocido todavía.

Lo que nos compete ahora es afirmar esta lucha que se manifiesta en todas las cosas

del mundo para alcanzar un mayor grado de perfección. Incluso el hombre siempre se

encuentra en un estado de mejoramiento continuo para alcanzar una Idea más perfecta de la

especie, la cual le permita tener un mejor modelo de Hombre a alcanzar. Así las cosas,

tendríamos que afirmar junto a Aristóteles, quien en su Metafísica nos señala que nam si non

inesset in rebus contentio, unum omnia essent, ut ait Empedocles [Pues si no estuviera la lucha

en las cosas, todo sería uno como dice Empédocles]. No hay un objeto Uno que pueda agrupar

a todos los que existen dentro del mundo. E incluso, aspirar a esa Unidad de todo lo creado

como lo presentan ciertas teorías, estaría sumido en un error, pues en este mundo solo existe

lo múltiple. Y esto múltiple siempre está en movimiento, pues todo lo que aspira a ser mejor

debe ser contrario al reposo y su movimiento no tendría ningún fin, pues, al desconocer las

Ideas eternas, no sabe exactamente a dónde debe llegar, pues no hay una consciencia

inmediata que le permita creer que la perfección puede alcanzarse en un punto determinado.

373 | P á g i n a
A ello podríamos agregar que solo el Ser es el que puede llamarse Uno, sin segundo, pues es

quien antecede a todo lo creado, incluso es anterior a la consciencia del primer ojo. No es

múltiple, por ello se encuentra en el corazón de todas las cosas y no puede ser alcanzado por

nada, pues ¿cómo puede lo múltiple conocer lo Uno?

Aunque podamos decir que tanto en el hombre como en el animal se presenta el Ser

de la misma manera y quizá en el mismo grado, al tener el hombre la consciencia de ese actuar

o de esa manifestación, le arroja a nuevos estadios de tormentos y de sufrimientos, pues si el

animal quiere algo procura saciar ese algo: tiene hambre, caza; tiene sueño, duerme; tiene

necesidad de aparearse, busca una hembra. Para él todo parece tener una consecuencia lógica:

sacia sus necesidades inmediatamente las tiene. El hombre, en cambio, tiene la capacidad de

proyectarse y de conseguir elementos que le permitan satisfacerse a futuro. Si tiene hambre

trabaja para albergar en alacenas el alimento con el cual saciará esta necesidad por mucho

tiempo, y en el momento en el cual comienza a faltarle sufre y se preocupa por su vida futura

y la frustración le turba el entendimiento. El hombre quiere tener toda su vida resuelta para

dedicarse al ocio y a la pereza. Claro está que esto solo es una escala muy insignificante con

respecto al verdadero querer del Ser y del hombre. El verdadero sufrimiento y los tormentos

más profundos que a este le afectan se deben a ese querer cuando está acompañado del

conocimiento. Además, el hecho del perfeccionamiento afecta más al hombre que a las demás

manifestaciones del Ser. Así pues, la lucha y batalla de la cual hablábamos afecta en mayor

grado al hombre, por ser la objetivación perfecta.

Ahora que ya hemos realizado este recorrido y hemos quedado en lo más elevado que

puede haber en la naturaleza, o, por lo menos, en aquello que más cerca ha estado del

374 | P á g i n a
conocimiento del Ser-Uno, sin segundo [o el Ser-Absoluto, pues recordemos que estos son

solo formas de denominar lo que no es nombrable], debemos continuar mirando, en términos

generales, lo que ha de devenir para el hombre. Su actuar nos dará más luces acerca de este

mundo metafísico que no podremos demostrar pero cuya existencia se manifiesta en todo lo

que está a nuestro alrededor.

Partimos del siguiente principio: la virtud no puede enseñarse. Ello sería tan

contradictorio como pretender que alguien que ha nacido para ser un pez se convierta en uno

de los genios que requiere el arte para la transmisión del conocimiento del Ser. El hombre

solo aprehende a actuar por la costumbre de la sociedad en la cual ha nacido y en cada una la

idea del deber es tan alejada de otra que posiblemente no podamos encontrar la idea de un

sujeto universal que pueda aplicarse a todas las épocas y todas las sociedades. No hay un

deber que pueda ser válido para la humanidad. Pues, tenemos que afirmar con Juliano que el

deber nihil est, nisi negationis nomen, cum obscura notione [No es nada más que un nombre

de negación unido a una confusa idea].

Así pues, para esta última parte, en donde estudiamos la vida práctica del hombre, es

decir, lo concerniente a sus acciones y a su conducta, no podemos encontrar un manual que

nos diga cómo tenemos que vivir. Esto se lo podemos dejar a la autoayuda, materia sin forma

que le dice a unos tontos que no se atreven a pensar por ellos mismos cómo continuar con un

camino sin ser víctimas de sentimientos de lastima para sí mismos. Solo los mediocres se

quedarán en ese paso en donde aparentan ser mártires por sentir igual que el resto de la especie

humana, pero que no tienen ningún valor para ser autónomos y se refugian en el llanto

constante y en su victimización. Pobres desgraciados, jamás encontrarán su espacio en el

mundo. Deberían comprender que si se han de sentir mártires, es mejor que abandonen el

375 | P á g i n a
camino y den espacio a los espíritus insignes de hombres excelentes que se han de dedicar a

la filosofía. La virtud no se enseña: eso sería tan contradictorio como intentar enseñar el

significado del Ser.

Hemos de decir también que no afectará para nada a la especie humana la muerte de

un solo individuo, pues la naturaleza no se pone triste ante esta situación. El nacimiento y la

muerte afecta tan solo al fenómeno de las cosas, es decir, al mundo como representación, no

al Ser en cuanto tal. A este solo le interesa la preservación de la especie humana, no la de los

individuos particulares. En cierto modo podríamos pensar que la mortalidad de los individuos,

con respecto a la inmortalidad de la especie, es tan solo la renovación de esta última para la

su supervivencia dentro del mundo como representación. Así mismo, se podría decir que el

sueño es una muerte para el individuo, en la cual siente que todo ha quedado destruido, pues

su consciencia no se ha percatado de que la naturaleza ha continuado su actividad en los

momentos en que el individuo ha permanecido en sueños. Para muchos, cuando se llega la

hora de caer en los brazos de Morfeo se piensa que todo queda inactivo dentro del orden del

mundo, pero solo es una tonta percepción, pues el mundo no depende de lo individual o

particular. El mundo sigue su curso a pesar de que los individuos duerman o perezcan con la

muerte.

Esto también podría estar atado con una posible tesis del tiempo. Nosotros pensamos

que manipulamos el tiempo, cuando ni siquiera alcanzamos a tener una vaga impresión de lo

que es en esencia. Con tan solo conocer las diferentes formas de medirlo, pensamos que lo

manipulamos. Para nosotros el pasado y el futuro no han de existir. El primero ya ha muerto

en nuestras manos y el segundo no ha llegado todavía, y si llega, no demorará mucho en

376 | P á g i n a
convertirse en pasado. De lo único que podemos tener una mediana certeza es del presente.

Y, sin embargo, este se nos presenta como confusión y nada más. ¿Por qué hemos de decir

que este ahora nuestro se desarrolla realmente ahora y no es un evento que ha pasado hace

mucho? Solo el presente puede ser de algún modo existente para nosotros pues es lo que

vivimos a cada momento, aunque esté lleno de incertidumbres y de engaños y, al mismo

tiempo, se nos escape de las manos.

De este modo, podemos decir que el hombre individual inicia y termina en algún punto

del tiempo. Y desde su nacimiento la única certeza que puede llevar es que un día terminará

su vida. Sin embargo, esto solo afecta al fenómeno, pues la cosa en sí está libre de esta certeza,

ella es a-temporal. Ahora bien, dado el caso que el hombre individual también tiene en sí esa

parte del mundo de las esencias, su más sagrado ser interior debe resistir a la muerte haciendo

un movimiento de retorno a su origen. Esto quiere decir que, cuando el hombre pierde ese

aspecto material que le afecta, la partícula que le vincula con el Ser puede quedar flotando en

la nada o regresar a su origen en el Ser.

La parte carnal del hombre, su vinculación con el mundo como representación acaba

con lo material. No obstante, el hombre no desea la muerte material, al contrario, está tan

apegado a ella que se encuentra dispuesto a hacer lo que sea con tal de conservar su vida. Ello

le hace pasar por incontables travesías y aventuras de las cuales debe salir victorioso. Quizá

por ello celebramos tanto la vida y obra de los héroes, no por el hecho de que se enfrenten con

la muerte por su gran valía y determinación sino por el hecho de que la vida [como fenómeno]

siempre sale triunfante.

377 | P á g i n a
Ello nos arrojaría a dos caminos diferentes de interpretar el modo en el cual evitamos

la muerte. Por un lado tenemos que por suerte o azar, nos enfrentamos a diversas acciones y

aventuras de las cuales salimos triunfantes con vida. Pero fue un mero acto de suerte y

aceptamos con resignación el destino que nos ha tocado vivir. De otro lado, tenemos el hecho

de aventurarnos a una batalla con alguien más y, en el momento en el cual debemos

enfrentarnos a la muerte salimos corriendo por miedo a perderla. En el primer caso aceptamos

voluntariamente el destino impuesto: a esto le damos el nombre de afirmación del deseo de la

vivir; y en el segundo, lo negamos para seguir con vida, aunque esta se nos presente con

numerosos tormentos y sufrimientos, a esto le hemos de dar el nombre de negación de la vida.

Esto se debe a que al enfrentarnos a diversos asuntos de la existencia que acarreen el

sufrimiento y el tomento, estamos aceptando lo que es en esencia la vida. ¿Pues, cómo podría

afrontarse una existencia si esta no tiene miserias interiores, batallas emocionales y cierto

grado de dolor para nosotros, para demostrarnos que somos humanos perecederos y que ante

la primera tentativa llegará la muerte por nosotros y nos llevará hacia otro lugar en el que, es

posible, ganaremos más tormentos? ¿Qué es una vida sin esa mortificación interior? Pues sería

solo tedio y aburrimiento ya que en último término estar vivo significa estar en un constante

peligro y estar atados a todo lo que nos traiga la negatividad del mundo sobre nuestros

espíritus.

Ahora bien, es un tanto curioso el modo en el cual el hombre toma sus decisiones.

Aristóteles dice que el carácter y la ética se forman a partir de las costumbres. Esto se debe a

que la mayoría del tiempo tomamos nuestras decisiones a través de la experiencia y tras

meditar mucho tiempo el asunto. Pues, la mayoría de los hombres nos formamos un carácter

pasivo. Los que se inclinan al lado activo toman sus decisiones de forma más inmediata,

378 | P á g i n a
aunque depende de las costumbres y de la experiencia que hayan adquirido en su entorno.

También el conocimiento que posea la persona influenciará en esto.

Pues bien, en el camino que cada cual ha trazado para su vida, ha de enfrentarse en

muchas situaciones a decidir cuál camino tomar. Y muchos hombres cobardes prefieren elegir

el camino más fácil, el que les lleve a una existencia con el menor número de sufrimientos y

tormentos posibles para hacer de su caminar «algo más llevadero». Pueden ellos llegar más

lejos en el camino, pero no habrán vivido con la suficiente intensidad como para decir que

han disfrutado del paseo por este valle de lágrimas. Y muchos, al llegar al término de su vida,

cuando miran hacia atrás para evaluar lo que han experimentado en cada una de las etapas del

hombre, no hacen más que lamentarse porque nunca vivieron y quisieran recorrer de nuevo el

sendero para cometer ciertas locuras y tener aventuras que les permitan llegar a viejos con

más experiencias acerca de todo. Pero en buena medida, lo que nos lleva al arrepentirnos no

es lo que hemos vivido por nuestra cuenta sino por las opiniones que tienen los otros acerca

de cómo hemos malgastado nuestra existencia. En buena medida no es lo que pensamos sino

lo que otros piensan acerca de nosotros lo que nos trae ese padecimiento final. O, en otros

casos, algunos podrán decir que han cometido ciertas acciones de las cuales se arrepienten por

el hecho de que sus padres o alguien más ha tomado las decisiones más importantes de su

existencia, obligándole a ir por un sendero que no deseaba recorrer, pero que debía hacerlo

por lo que los demás querían para él.

Esta actitud de pasividad demarca la vida de una persona que se ha dejado llevar por

la injusticia y que se perfila para convertirse en uno de los futuros mártires de la humanidad

por soportar el peso de la existencia ajena. Sin embargo, el corazón del hombre siempre es

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deseoso y si su vida es perfecta en algún sentido deseará que sea de otra forma. Siempre busca

la manera para decir que todo a su alrededor está mal y que, en muy buena medida, ha de

desear cambiar algo: quiere volver siempre al pasado y modificar alguna decisión, pues piensa

que de esa manera entrará en plena posesión de la felicidad.

Hemos de ver que el espíritu humano es, ante todo, ambicioso y cada vez que cesa un

querer en él, otro más grande aparece. Y así pasamos nuestra vida entera queriendo y jamás

nos sentimos por completo satisfechos. Esa es la base de la vida de cualquier hombre, a no

ser que sea uno de estos vagabundos errantes por el mundo que ya hemos mencionado, pues

ellos no están en la vida por una cuestión de desearla, sino que la ven pasar por delante sin

luchar. Para estos espíritus acongojados no hay remedio, pues ya se encuentran perdidos sin

haber luchado para comprender aunque sea la sombra de la vida y los tormentos que a ella se

adscriben.

Cuando mencionamos que un obstáculo se interpone entre nuestro deseo y la

realización del mismo, afirmamos con él el origen de un sufrimiento temporal. En cambio, si

nos encontramos con un medio eficaz para la realización de nuestra aspiración, afirmamos

con ella el origen de una felicidad temporal. No es eterna, porque, cuando nos sentimos felices,

no pasará mucho tiempo para tener otra aspiración más grande y con ella tener un nuevo

proceso de sacrificios y entregas para alcanzarlo. De este modo vamos aumentando nuestro

conocimiento y con él vamos siendo más conscientes de nuestras carencias. Ya lo hemos

mencionado cuando citamos el Qohelet: Qui auget scientiam, auget et dolorem. Esto se debe

a que, mientras más poder adquiere en nosotros ese Ser que se esconde en todo, más aumentará

el dolor y las carencias internas. Pues debemos afirmar que mientras está lejos lo que

380 | P á g i n a
deseamos, nos parece que supera a todo lo demás; pero después de alcanzar aquello deseamos

otra cosa. Y una sed semejante nos mantiene siempre codiciando la vida.

Toda aspiración nace de una carencia. Nos alegramos cuando la llenamos con una

nueva victoria, pero cuando la hemos satisfecho, nos hacemos conscientes de otra mayor, la

cual nos hará sufrir más que la anterior. Así pues, cuando mencionamos que nos pasamos la

vida queriendo algo, de trasfondo estamos diciendo que toda nuestra existencia es un

constante sufrimiento. ¿Quién puede librarse de los lazos del querer? Ni el más remoto de los

ermitaños puede dejar cierta vanidad en su cotidianidad. Solo que algunos mantienen negando

esa parte que les hace humanos, pero que, en efecto, hace parte de la naturaleza nuestra. Y,

aunque pasamos toda nuestra existencia en una lucha constante por cumplir nuestros sueños,

nos sacrificamos, sufrimos, pasamos incontables tormentos y padecimientos y tan solo al

final, nos daremos cuenta que perderemos la batalla ante la muerte y que todo este camino por

el cual andamos no valió lo suficiente como para ganarle a la muerte. Nuestro mayor deseo

es preservar nuestra existencia, esa lúgubre y breve miseria que todos estamos destinados a

vivir. Por ello nos dice el profeta, al bordo de la vejez cuando se ha hecho consciente de esta

verdad tan lamentable, que todo lo que hemos logrado es tan solo vanidad.

Ahora bien, solo pocos hombres se dedican a los placeres o vanidades del

entendimiento. Estos buscan en el conocimiento el medio para satisfacer sus naturales

necesidades. Sin embargo, la mayoría de los hombres están dedicados a sus instintos más

bajos. Solo responden a aquellas cuestiones que nos vinculan con los animales. Y no buscan

en ello la manera de preservar la especie humana, sino la satisfacción de sus necesidades

pasionales.

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No podemos afrontar una lucha contra el sufrimiento ni aspirar a tener una vida sin

tormentos. Pues la esencia de la vida es sufrir. No hay una verdad más evidente que esta. Y

todo aquél que diga que jamás ha sufrido está mintiendo descaradamente. En todos los

hombres se plantea un mundo doble: alegrías y tormentos se le presentan como el pan de cada

día. Todo esto lo podemos ver si comparamos las diferentes etapas de nuestra existencia.

Ahora bien, el primer mundo de estos que aquí se plantean, jamás puede ser planteado en

términos positivos. Es decir, nunca una alegría puede manifestar la positividad de la vida. Por

muy grande que sea ella, por muy larga que sea su duración, no expresa la idea de lo positivo

dentro de la negatividad que es nuestro pasar por este Valle de lágrimas. Pues toda alegría y

felicidad no es más que la expresión de la terminación de un deseo o carencia y el inicio de

uno nuevo. No podemos llamar positivo a la transición de un sufrimiento a otro.

Todo esto se debe a que el hombre, por desgracia, habita en un mundo en el cual la

carencia y la necesidad gobiernan con su látigo a toda la especie y les esclaviza cual si fuera

mil veces más amenazante que el antiguo pueblo de Israel que, al multiplicarse, fue dispuesto

a los látigos de los centuriones del faraón. Cada sujeto particular siente los más ardientes

deseos: anhela el poder y la gloria, lucha por los placeres del mundo y de la carne, pretende

poseer riquezas y siente su ego por las nubes cuando los demás se postran ante él. Si

comprendiera que solo representa un sueño dentro de la cadena de otros hombres que han

surgido y surgirán, podrá entender que todas estas cuestiones por las cuales tiene ardiente

deseo son solo vanidades su vida sería más llevadera. Se pasa la vida recogiendo frutos que

solo servirán para esta triste tierra de desconciertos y desilusiones. Más allá de lo conocido se

encuentra la esencia del mundo, la luz con la cual deberíamos mirar todo en la tierra, pero

estamos sumidos en el más profundo de los engaños: tan solo vemos sombras y nada más. Así

382 | P á g i n a
podemos ver que cada historia, de cada sujeto en particular, es la expresión de la tragedia, del

sufrimiento: cada cual tiene sus propias agonías y es el protagonista de los más crueles y

horribles tormentos que jamás se hayan imaginado. Cada cual vive la carencia a su propio

modo. Nadie se escapa de ella. Y quizá por ello hemos de tener ciertas empatías con los demás,

pues, en cierto modo, vemos en los otros el reflejo de nuestro sufrir interno.

Quizá por todo esto es necesario afirmar en este punto, que no puede haber existido

en este mundo, un solo hombre que pueda decir, al término de su vida, que nunca ha dejado

de desear no ver la luz del sol del día después de mañana. Todos hemos sentido la necesidad

de expresar que no queremos continuar con nuestras vidas. Quien niegue este hecho se miente

a sí mismo. Cada cual a su modo, según su experiencia, ha construido un mar de sufrimientos

y se ha hecho responsable de la cadena de consecuencias que han de surgir por los actos o

causas acaecidas en su pasado. Recorremos el mundo heridos, y entre más nos hagamos

conscientes de ese hecho, más nos dolerá, y entre más experiencia hayamos de obtener más

padecimientos habrán de llegar.

Debemos recordar en este punto que el Ser, tal como lo intentamos comprender desde

esta perspectiva, desea la vida con todo fervor. Aunque sea la vida de la especie humana en

general y no la de los individuos particulares, pues si estos perecen o no le es indiferente con

tal de que la especie continúe existiendo. Esto se debe a que si le hace falta el hombre, nadie

más podría enunciar de manera teórica la existencia del Ser-Uno, sin segundo, ni tampoco

habría una consciencia, como la de Joaquín que deseara unirse con él. En primera medida se

le conoce en las manifestaciones que aquél tiene en el cuerpo individual, pero como ya hemos

383 | P á g i n a
visto en la historia de Suka, ha de llegar algún punto en la existencia del hombre que asciende

hacia el Ser, que renuncia a su materialidad para formar un solo espíritu con aquél.

A pesar de querer conservar la vida y la especie vemos que algunas personas deciden

el renunciar a cualquier manifestación del acto sexual. En ningún momento se puede

evidenciar que estas conductas sean catalogadas como anormales. Antes bien, el grado de

conocimiento que han adquirido es tan elevado que vivencian la sexualidad de una manera

diferente al resto de las personas y se ha transformado en un aquietador del querer que en ellos

se manifiesta. Esto quiere decir que estas personas en su actuar están negando la negatividad

de su existencia y no desean que el futuro de la humanidad se presente de tal modo. Así pues,

intentan presentarse a sí mismos como los héroes y buscadores del mejor modo de vida posible

para los hombres. Sin embargo, una cuestión tal como la eliminación de lo negativo para el

hombre es imposible de lograr. Pues nuestra existencia siempre está arrojada hacia dos

extremos, los cuales se deben presentar atados: la justicia y la injusticia, el placer y el dolor,

el bien y el mal, la vida y la muerte. Somos un péndulo que va de un lado hacia otro sin entrar

en posesión de nada. ¿Puede ser posible una existencia sin sufrimiento? Si la hay, estaría

dotada de un tedio y un aburrimiento tan grandes que nos darían dolores de otra clase. Sin el

elemento negativo el hombre no puede vivir, ni sin el positivo: ambos hacen parte de su

existencia. Quien niega su sexualidad, impide que la vida surja y, por tanto, evita que un nuevo

individuo particular se decepcione de un mundo como el nuestro.

En este mundo no somos más que hombres miserables y el sufrimiento que nos atañe

es el fundamento de toda existencia. Vemos en todo hombre que solo puede tolerar de forma

práctica los conceptos de carencia, miseria, calamidad, tormento y muerte, pues nunca se

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pregunta teóricamente por ellos, y cuando lo hacen, lo abandonan de inmediato. Su vida entera

la pasa intentando escapar de estas situaciones y, cuando piensa que ha podido controlar todo

lo que le puede llevar a ello, sucede algún acontecimiento trágico que le recuerda la

contingencia de su vida y que en este mundo cargado de negatividad, nada puede asegurarle

una felicidad eterna. Aún más, pensar en una idea como esta es tan absurda como el hecho de

creer que podemos abrazar el universo con nuestros brazos o que podemos llegar a

convertirnos en especialistas en todas las materias y ciencias. Entre más estudia y conoce el

hombre menos puede dar cuenta de la totalidad del mismo. Para el hombre, el que se hace

consciente de las cuestiones que están a la base de su vida, se le ha hecho claro que este mundo

ilimitado solo le ofrece sufrimiento y nada más. Cada placer, por largo que sea, se le presenta

como un escape de esa miserable existencia que debe afrontar y hace todo lo que esté en sus

manos para conservarlo el mayor tiempo posible. Allí puede imaginar un mundo diferente, en

el cual dice que es feliz, pero al llegar a casa y cerrar una puerta tras de sí, vuelve a su soledad,

regresa a sus llantos y tormentos de siempre, pues el resto es tan solo una falsa apariencia.

Este conocimiento le aterra, pero le abre los ojos a la realidad de su entorno.

Ahora bien, podemos decir que, gracias a esta consciencia con la cual pocas personas

han podido hacer abstracción del dolor de su existencia, algunos pocos han podido llegar al

conocimiento de la justicia eterna. Pero han debido pasar por un largo proceso de anulación y

negación de su individualidad. Esto es lo que podremos llamar la negación de la Voluntad de

vivir. Esto se debe a que, en este conocimiento elevado, en el cual no existe ya la idea de la

individualidad se encuentra la certeza de no ser posible la venganza, pues se ha abandonado

la justicia temporal en la cual se paga con la misma moneda la ofensa recibida sino que se

permite que la justicia se encuentre en un ámbito diferente del fenómeno. Hablamos ahora del

Ser en cuanto tal que se manifiesta en todo lo natural y que reclama para sí un mayor grado

385 | P á g i n a
de perfección en el hombre. Por ello afirmamos que la virtud no puede ser enseñable, puesto

que no pertenece a la esfera o dominio de lo que es enseñable entre los hombres. Velle non

discitur.

Si quisiéramos enseñar la virtud, tendríamos que enseñar el Ser. ¿Y cómo puede ser

posible dar a otros aquello de lo cual no tenemos posesión? Así pues, la virtud, la bondad y el

querer del hombre no podrán ser enseñadas por medio de los conceptos abstractos de la razón

porque no caben en ella. Tendrán que mostrarse con los hechos y cada cual decidirá si los

sigue o abandona. Esto quiere decir que cada cual debe vivir según las leyes de una Justicia

que no está escrita y que no puede ser comprendida por las facultades intelectuales del hombre

pero que se manifiesta en la naturaleza entera. Y podrá mostrar a los demás (solo mostrar,

pues no la puede hacer explícita ni mucho menos enseñarla), siguiendo el camino de esta

justicia. No hay otra vía y quizá por ello Suka ha elegido el camino que ha seguido, pues esa

es la manifestación de lo que para él ha sido esa Justicia conocida de una manera portentosa.

Pues bien, aquellos hombres que han tomado ese camino de mostrar un sendero a los

demás han llegado hasta el fondo de su ser interior y han descubierto allí una partícula que les

abruma y que, en buena medida, les hace desbordar el sentimiento de la bondad por el resto

de la humanidad. Es por ello que son elegidos para recorrer lo que los demás no pueden o no

quieren por el temor de lo que habrá más allá. Ellos son capaces de sentir los tormentos y las

miserias de los demás como propios, pues ya no diferencian su naturaleza de la de ellos. Los

tormentos y miserias ajenas le son tan conocidos como las suyas. Este individuo tiene la

capacidad de comprender que el destino del hombre está inmerso en el perecer y solo tiene

386 | P á g i n a
una mirada para ver que, donde quiera que se encuentre, habrá hombres y animales que sufren

y padecen intensas crueldades.

Pero, aunque en su interior ha renunciado al apego de cosas materiales y al principio

de individuación, no puede escapar para siempre de los lazos que le atan a un mundo

dominado por el azar y el error. La sutileza de los placeres, el vivir rodeado de engaños y de

personas que le impiden hacer de su estado de tranquilidad algo duradero, la mala suerte que,

en muchas ocasiones, le impide desarrollar sus elementos a cabalidad, le muestran que esa

superación del mundo y del principio de individuación son solo momentáneas.

El hombre que se inscribe en este asunto lucha constantemente por negar el fenómeno

del cual parte, para ascender y ubicarse por encima de él. Aunque solo sea momentáneo, se

esfuerza por prolongar ese breve espacio de tiempo en el cual es libre de toda atadura. Todo

esto ha de manifestarse en un tránsito: el de la virtud al ascetismo. El primer paso, si es que

se nos permite hablar en esos términos, el primer elemento, en todo caso, que es común a

cualquier ascetismo es la renuncia de las prácticas sexuales.

Ahora bien, otro elemento para el camino del ascetismo es la renuncia libre de todo lo

material, hasta tal punto de quedar en la pobreza extrema, o al menos, con tan solo lo necesario

para no perecer en corto plazo: esto logra mortificar su espíritu con las acciones que se

cometen cada día desde la soledad del anacoreta. La soledad, la negación de pertenecer a una

sociedad que está corrompida por el materialismo y el fanatismo religioso, no solo le traen la

manera más adecuada para liberarse de todo lo que le ata al mundo sino que ese camino puede

llevarle al conocimiento de las cuestiones superiores, y la mortificación le forma un carácter

387 | P á g i n a
humilde para el momento en el cual parta de este mundo hacia un estado mejor de cosas en

dónde ya no sentirá hastío por el conocimiento ni ninguna otra atadura que le vincule a lo

material sino que le lleve hasta lo metafísico. Esto puede ser posible gracias a que, en esa

soledad aceptada por su voluntad, ha reconocido que este mundo tal como lo conocemos, es

nada comparado con la verdadera esencia del mundo que llevamos en nuestro interior.

_________________________

A pesar de ser claras, al menos en parte, esas páginas escritas en el final de los

manuscritos, lamentaciones o diarios de Joaquín, poco o nada podrían decir acerca del paradero

final de aquél hombre que me ha salvado de perecer en un pueblo maldito por las palabras de

una mujer poco instruida y que se aprovechó de aquel fanatismo despiadado de uno de los

pueblos más golpeados por la pobreza en Colombia. ¿A dónde has ido a parar maestro mío?

Siempre has sido el anacoreta que deseaste desde tu adolescencia pero por esas curiosidades de

la vida has malinterpretado el asunto y pensaste que en algún punto, un hombre tendría que

certificar tu soledad para que la posteridad te reconociera en cuanto tal. La vida como eremita

no la garantiza jamás el reconocimiento del hombre a través de un título sino el actuar propio

de quien ha decidido esa forma de vida en un mundo que da vueltas y que se consume por la

corrupción y un sistema económico que en el momento menos esperado estallará.

Todas aquellas páginas parecen expresar una justificación de un modo de vida posible

en vez del que la mayoría práctica. Pero ¿qué ha sido de Joaquín en todo esto? ¿A dónde ha

marchado este insigne hombre cuyas cavilaciones le han arrojado a los pensamientos

universales y las miserias interiores? Ya habrá tiempo de hacer mención de esto pero, por el

388 | P á g i n a
instante, hay que decir que es muy probable que estas páginas o ideas recolectadas aquí de

uno de los mayores filósofos del siglo XIX que nos hablaba de la Voluntad de Vivir pero que

se traducía en el pensar de Joaquín como uno de los estudios acerca del Ser, han dado forma

a uno de los principales argumentos que formó el pensamiento de Joaquín al final de su vida

y que, por desgracia, pudo haberle llevado a la idea final del suicidio. Pero esta acción está

injustificada por cualquier medio posible, pues, aunque pueda ser practicada por el hombre

habría que preguntar si con ella se logra solucionar algo de la realidad que subyace en su

corazón. Y lo curioso es que no hace nada, pues para el mundo en el cual vivimos, habitamos

y somos, lo importante es la conservación de la especie y no la del individuo particular. Por

ello, cada persona que se suicida está condenada al olvido perpetuo y le llamarán por los

siglos: el cobarde valiente.

Pero de todas estas cuestiones ya ha hablado lo suficiente la filosofía europea en los

últimos dos mil años de tradición. ¿Qué tendría que decir a ello Latinoamérica? Tal vez nada,

porque hasta ahora se ha ocupado del pensamiento de lo extranjero olvidando lo propio, bien

sea a propósito o por la voluntad de no querer pensar en una identidad como continente de

habla hispana. El devenir de la humanidad, algún día se batirá en las tierras del nuevo

continente en dónde la promesa por una intelectualidad empieza a reclamar protagonistas. Es

tiempo de que el protagonismo de la filosofía lo ganen aquellas voces vencidas, aquellas que

no han tenido participación de lo que la cultura occidental ha intentado hacer de ello. Joaquín

soñaba también con una filosofía emergente y en constante emergencia: pensaba que en algún

punto de la historia sería Latinoamérica la cantera de pensadores y filósofos aclamados por la

humanidad, o bien volveríamos los ojos hacia un Egipto que durante años pasados conquistó

el corazón de la humanidad para constituirse en el Imperio más portentoso de su época. Pero

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ya es tiempo de que aquello otro comience a ser visto con la seriedad y la rigurosidad de la

cual tanto ha hablado la filosofía en Europa. Pero mi maestro no vivirá lo suficiente como

para ver que un continente comience la instauración de sus escuelas y que estas le sirvan tan

solo a la verdad y no a un sistema económico que le golpea y le oprime hasta el borde de la

desesperación.

Las escuelas filosóficas europeas han hablado durante años acerca de la vida, la muerte

y tantas otras temáticas que han servido para llenar bibliotecas y para el entretenimiento de

las facultades intelectuales del hombre. Pero tendremos que escuchar una vez más que esto a

lo que hoy hemos llamado filosofía ha devenido en un discurso incomprensible para las masas,

en un estudio complejo al que solo unos pocos pueden acceder, en un escudo de los opresores

para confundir a los oprimidos, en un oficio burgués que solo beneficia a ciertas élites. Se ha

pensado en una filosofía de altas clases económicas, pues una persona que deba ganarse la

vida con el sudor de su frente no podrá devenir en uno de los pensadores más aclamados de

la humanidad. ¿En dónde ha quedado esa mayoría de personas que han estado por fuera de

los discursos económicos y que anhelan un puesto en la historia de la filosofía europea? La

oscuridad ha quedado rodeándolos para no permitirle la salida hacia una construcción distinta

de su realidad. Hoy muchos se quejan de ello: si una teoría o pensamiento no proviene del

corazón de Europa podrá ser emitido por algún intelectual pero nunca por un filósofo, pues

los filósofos solo pertenecen a ese continente que es tan pequeño hoy en su territorio que

deben tener cuidado de que las olas del mar no lo borren del mapa.

Sin embargo, esto cambiará. Tarde o temprano el mundo se alzará en contra de este

continente y comenzará a pensar en filosofía, más allá de lo establecido por estas personas

390 | P á g i n a
que desconocen la tradición de los demás continentes del mundo. Pero Joaquín no vivirá lo

suficiente para ver cómo Latinoamérica se revela contra sus antiguos señores y pastorea ahora

un nuevo horizonte de intelectuales, de genios que piensan en el ser, en la metafísica, y en

tantos otros dilemas que ahora debe abordar. De otro modo, ¿cuál sería el destino de la

filosofía en nuestras latitudes? ¿Acaso hemos sentido una incapacidad insuperable para pensar

nuestros problemas y construir una nueva identidad lejana de lo que Europa ha hablado en los

pasados siglos? ¿Seguiremos subyugados a lo que otros desean pensar para nosotros? Tal vez

pasará otra generación que deba soportar una esclavitud hacia el pensamiento de lo extranjero

porque nadie se ha atrevido a hacerlo por sí mismo.

Todo esto se debe a que, para Joaquín que ha tenido una profunda formación en la

filosofía europea, hablar de algo así en América Latina se convertía en algo más bien

complejo, pues poco o nada comprendía del asunto. Pero bien que podía hablar de Fernando

Gonzales o de cualquier otro de los intelectuales que este país llamado Colombia había parido

en tiempos recientes. Aunque todo esto hace parte de otra historia y en algún otro momento

alguien contará todos aquellos pensamientos acerca del devenir de la filosofía en este

continente de habla hispana. Por el instante hemos de decir que Joaquín se ha sustraído a todo

pensamiento y que su morada se encuentra en algún punto que, por el instante, desconocemos.

¡Cuán limitado es el entendimiento del hombre que no puede extrapolarse ni permitir algo por

fuera de lo ya acostumbrado! Nos limitamos tanto a las relaciones entre el espacio y el tiempo

que salir de ellas se convierte para nosotros en una odisea y todo lo habido en la morada del

Ser lo construimos de acuerdo a lo que está a nuestro alrededor e intentamos darle una

perfección que no comprendemos.

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¿Es acaso la morada del Ser un lugar construido por el hombre ignorante y de

entendimiento limitado? Pues es la filosofía europea la que ha hablado de ella y remitimos a

ese lugar para no tener que expandir un conocimiento teórico que durante años ha embargado

bibliotecas de hombres intelectuales en busca de una ocupación. Solo es de decir que, al

término de las páginas de los escritos personales de Joaquín había una frase incomprensible

para cualquiera que hubiese leído tales palabras: Domus Dei porta Coeli. ¿Cuál era su

significado real? Luego de haber leído todas aquellas páginas precedentes que hablaban acerca

de temas tan dispares y que pudieron o no ser escritas por la mano de Joaquín, ¿cómo se puede

entender esa frase de cierre? Pues todas las preguntas que han de surgir a partir de la lectura

de aquellas páginas deben quedar con el carácter de no-resueltas, pues, en una especie de

epílogo, escrito con letras de plata, se afirmaba que todo ello hacía parte de dos escuelas de

filosofía olvidadas en algún punto de la historia: la escuela de la representación y la de la

metafísica de la existencia. ¿A qué se refería aquél escrito con el nombrar aquellas dos

escuelas de filosofía que la tradición ha olvidado? La respuesta es desconocida para nosotros.

Quizá lo único que podríamos decir es que para resolver todos nuestros interrogantes

tendríamos que recurrir a Joaquín Alberto Escudero Gonzales o al hombre misterioso con el

cual se encontró y que, posiblemente le heredó todos estos conocimientos por haber

participado de esta conversación portentosa.

392 | P á g i n a
7.3. Renuncia a adscribirse a una escuela.

Sin importar cuál sea el origen de las teoría que se han expuesto acerca de la diferencia

entre los hombres vulgares y los genios, la contraposición de dos mundos que coexisten en la

vida y el corazón del hombre, es necesario preguntarse por el devenir de Joaquín y qué acción

tomó poco antes de la visita de aquél hombre misterioso, y qué sucedió para que todos los

relojes del hogar se detuvieran un día cualquiera a la misma hora: día de San Juan Bautista a

las 11:30 de la mañana. Solo sabemos que por referencia de aquellas palabras escritas en letra

dorada al final del libro de las lamentaciones de Joaquín, pareciera que el tiempo se detuvo

mientras se hablaba, o que salieron de toda temporalidad conocida para situarse más allá de

los límites del entendimiento humano. Libres del principio de individuación y de cualquier

influencia de las leyes de la causalidad, una eternidad sería poco para ser iniciado en las teorías

de dos escuelas que se sitúan más allá de los espacios físicos pensados por el hombre en

general. ¿Podría un hombre al borde de la muerte o del nacimiento portentoso adscribirse a

una escuela determinada, luego de haber pasado una vida entera sin vender su espíritu a nadie

y sirviendo solo a la Verdad?

El verdadero sabio es aquél que conociendo las fundamentaciones de las diferentes

escuelas de filosofía decide no inscribirse en ninguna de ellas, pues es consciente de que

hacerlo es limitar su conocimiento a una sola teoría sabiendo que su entendimiento no se cierra

a una sola perspectiva sino que busca diversidad de pensamientos. Aquél permanecer fijo,

mientras el mundo da vueltas que tanto defendía Joaquín, no se expandía a permanecer en una

sola escuela. « ¿Por qué limitarse en el saber, teniendo en cuenta que la naturaleza es tan

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diversa y se puede llegar a las mismas conclusiones a partir de diferentes inicios? Si

recorriendo diversos caminos podemos llegar a Roma, ¿por qué no detenerse en varios pasajes

e intentar que el recorrido nos muestre varios caminantes en busca del mismo fin?», llegó a

manifestar mi maestro en algún punto de su existencia. Además, defendía que cuando Sócrates

dialogaba con los griegos en el Areópago, no intentaba fundar un método de investigación ni

un modo de pensamiento, sino que lo hacía porque ese era su estilo de vida y no podía elegir

otro. Y de eso se trata la elección de la sabiduría: es una vida que se entrega para procurar

siempre la Verdad, sin importar que al final del recorrido se deba reconocer que no se alcanzó

ni la sombra de ella porque el hombre, en medio de los afanes de la cotidianidad, nunca salió

de la doxa.

¿Qué más sería? Joaquín Alberto Escudero Gonzales no podría venderse a una entidad

o a algo que le ate a una institucionalidad. Y preciso, aquél encuentro misterio en un lugar

vedado para los hombres --el cual se dio en los confines del mundo bajo la apariencia de las

tierras que una vez habitó mi maestro- pudo servirle para comprender el error más grande de

su existencia: su espíritu no necesitaba de una fuerza externa para dedicarse por entero a la

soledad, por lo cual, inscribirse en alguna escuela de sabios hubiera sido inútil en su caso. Del

mismo modo, haberse creado un mundo o haber entrado en alguna orden religiosa, solo en su

caso particular, hubiera sido una catástrofe, pues su espíritu había nacido para ser un monje

del mundo y no solo de una orden en específico.

Todo esto porque se le hizo el ofrecimiento de habitar en alguna de aquellas dos

escuelas conocidas de manera portentosa: continuar una existencia más allá de lo dado de una

forma inmediata bajo uno de esos dos caminos, guardando las leyes y los preceptos que de

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ellos le daban. Cansado de la obediencia es posible que haya elegido un tercer camino:

permanecer fijo en no venderse a nadie, ni siquiera más allá de la muerte. Sin importar las

consecuencias de una eternidad cargada por lo negativo, era obvia la respuesta de no

inscribirse a una escuela determinada: eso significaba que su consciencia, in secula

seculorum, tendría que limitarse a ver la vida de una sola manera, bajo el yugo de un mundo

esclavizado por lo económico; pero su consciencia, desde mucho antes de su encuentro con

una entidad más allá de lo mundano, había establecido el servicio incondicionado a la Verdad,

y ello implicaba la no-inscripción en una escuela.

¿Qué sucedería con él? ¿Acaso en los confines del mundo, bajo la apariencia de lo

conocido, se condenan los hombres al olvido y al destierro por parte de sus contemporáneos?

La peor muerte del hombre no es aquella que tortura su cuerpo físico y le lleva hasta el extremo

más doloroso de la violencia, sino que es la certeza de que su destino, luego de su perecer

material, le lleva sin demora al olvido. Al desaparecer su cuerpo desaparece también la

memoria de cuantos le conocieron en vida. Qué triste realidad saber que nadie extraña a nadie

luego de la muerte material. Todos somos presas del olvido y, sin importar lo que hagamos o

digamos para cambiar esa realidad tortuosa, ese es el lugar merecido por todos. Cualquier

persona pretende que su memoria viva en y para la eternidad. ¿Con qué objetivo lo hacen?

¿Acaso desean perpetuar su sufrimiento o que el resto del mundo conozca una vida cargada

de negatividad y que es igual al resto de las vidas que hay sobre la faz de la tierra? Los hombres

tenemos las mismas inclinaciones y pareciera que nuestro destino nos llevara a los mismos

lugares, los cuales caerán en el olvido en el momento menos esperado. Todos vivimos con la

esperanza de que esto no sea así pero solo nos ponemos un velo para engañarnos, pues esto

es inevitable. Podemos hacer que la muerte tarde en llegar, pero no que el olvido nos atrape

395 | P á g i n a
en sus garrar. En muy buena medida, todo lo que hacemos y somos valdrá nada al final, porque

el hombre da más importancia a lo material y esto acaba con el tiempo.

El perecer es propio de las cuestiones humanas. Solo lo divino puede ser eterno y en

cada palabra ponemos en duda su existencia. Pero si redujéramos todo nuestro conocimiento

a una teoría de los opuestos deberíamos tenerlo por cierto: si existe algo que sea perecedero

existe, por consecuencia, su opuesto: lo imperecedero. Lo mismo ha de suceder con otras

cuestiones de la existencia: para lo mortal está lo inmortal; para lo imperfecto, lo perfecto;

para lo humano, lo divino. Pareciera tan solo una consecuencia lógica para nuestro

pensamiento, pero, aun así, es imposible la existencia de algo más allá de lo mundano para

nuestras mentes carcomidas por la corrupción. ¿En dónde estás Joaquín Alberto Escudero

Gonzales? ¿A dónde ha marchado tu espíritu, tu esencia y tu cuerpo? ¡Ah, ahí estás! Del otro

lado de lo portentoso, en donde la mente humana se conjuga con la mente del Dios a quien le

elevaste infinitas plegarias y que al fin te escuchó. ¿Has muerto por tu mano o por la elección

de un sujeto misterioso que ha venido desde ultratumba a persuadirte de no hacer algo para lo

cual ya estabas predeterminado?

Solo sabemos que desde su corazón no había espacio para venderse a la imposición de

una escuela determinada, pues su espíritu libre no puede ser domesticado por un solo modo

de pensamiento posible. El genio no se rinde ante los avatares de la vida y, sin importar las

consecuencias de pensar de una manera que considera correcta para él, recibirá con gusto el

olvido de sus contemporáneos. Si se le es obligado a pedir disculpas, pues puede considerarse

que sus palabras se tornen ofensivas frente a la sociedad establecida en ese momento histórico,

de forma hipócrita lo hará, pero dejará en claro que no cambiará sus palabras cuando ha de

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emitir una verdad. Claro está que el genio es distinto del fanático. Pues aquél demuestra con

principios evidentes que lo que dice es cierto y no se enoja si alguien más dista de su opinión.

El fanático, en cambio, dice las cosas sin ningún proceso de demostración y, en el momento

en el cual se siente refutado, recurre a insultos y demás cuestiones bajas para defender las

falsas apariencias que por desgracia ha creído de forma ciega e irracional.

¿Qué legado ha quedado del maestro del sufrimiento? El hombre perece bajo el yugo

de la mortificación voluntaria porque ese es el camino que cree correcto y, en última instancia,

la representación que hace del mundo cae en las categorías que él mismo construye bajo esa

perspectiva. ¿Es posible vivir bajo la miseria humana? A ello tendría que responderse con otra

pregunta: ¿acaso el hombre no ha vivido toda su vida bajo la apariencia de la felicidad para

ocultar sus padecimientos interiores? Ha pintado un paraíso en dónde todo es pleno y perfecto

y en donde el mal y el sufrir no tienen ningún espacio, pero se ha olvidado que es eso lo que

nos recuerda nuestra humanidad y lo que nos dice a cada instante: «no te conformes con eso

que eres, pues puedes lograr un ser más elevado». Pero nos hemos acostumbrado a vernos al

espejo y decir: «eso que veo es lo que soy y no hay nada más por alcanzar: eso que veo es lo

real». Pero desconocemos la realidad interior que nos afecta y que no puede ser vista ni por el

primer ojo que se ha abierto, pues ello debe ser vivido. Esa es la única manera para comprender

y conocer aquello que habita en nosotros: arriesgarnos a vivir. Y como la vida es un conjunto

de sufrimientos y tormentos, de miserias y de padecimientos, de mortificaciones y

depresiones, el hecho de eliminar de la existencia su lado negativo es pensar en un ideal

irrealizable. No hay felicidad sin dolor, ni dolor sin felicidad. Todo elemento que se plantee

tiene su opuesto, no hay más verdad que esto.

397 | P á g i n a
Joaquín se arriesgó a vivir y su destino parecía estar marcado desde el inicio de sus

desgracias por la desventura y por la soledad de su espíritu. Amó cuando creyó no estar

preparado para tal fin y quiso que su existencia tomara un matiz diferente al que estaba

acostumbrado, pero cualquier intento por hacer esto una realidad resultó un absurdo pues

luchar contracorriente es un hecho aberrante Todo fue una sucesión de aventuras y desgracias

para su espíritu. ¿Y dónde ha quedado ahora? ¿Qué se decretó para él: vida o muerte? Lo

cierto es que, su último pensamiento estuvo dirigido para su madre, para su amada y para su

hijo. Entre todo lo que le ha sucedido en la existencia, nunca jamás sacó de su mente el

recuerdo de sus seres amados.

398 | P á g i n a
7.4. La inspiración por la soledad.

¿En dónde está Joaquín? ¿Hacia dónde marchó su espíritu? Un hombre ha de perecer en

la historia del devenir humano para dar fiel testimonio del recorrido que debe hacer el genio. Y

aun así, dando el ejemplo mediante el cual la humanidad puede salvarse de sí misma, pues ha

caído en lo más hondo del desprecio por su especie, nadie creerá que es cierto y le tildarán de

loco y fantasioso y, es más, pondrán en duda su existencia. Así es el corazón de la humanidad

y tal parece que nada hay que pueda hacerse para cambiar su destino. Muchos piden a gritos un

nuevo mesías, un redentor guerrero que venga a cambiar todo lo que el hombre ha instaurado

en nombre de un Dios que predica el amor al prójimo pero apenas ven el arribo de este hombre,

de este salvador que llevan siglos esperando, le asesinan para continuar con el reinado del

salvajismo, la muerte y la desolación. ¿Valdrá la pena el sacrificio de un nuevo enviado para

instaurar una nueva época de terror en la humanidad? Hemos perdido la batalla al intentar

instaurar un reino de sangre, para defender un discurso de amor incondicionado hacia los

hermanos nuestros. Solo la maldición le espera al hombre: ese es su destino y ha sido escrito

por su propia mano.

Quien haya de venir estará encerrado en la soledad de un monasterio o será un hombre

silencioso que, al elegir la brevedad de sus días, dirá que el corazón del hombre aún no está

preparado para obtener la redención de la cual nos hablan tanto las Escrituras ni la perfección

del Ser, de lo cual nos hablan los Santos medievales que tanto intentaron encausar la vida

violenta de los humanos hacia la pacificidad del espíritu. Pero hemos rechazado el camino al

permitir que las lenguas vulgares pudieran hablar de lo divino del mismo modo que las

399 | P á g i n a
lenguas sagradas. ¿Acaso los sabios y los verdaderos doctores no han abstraído su

pensamiento para ensayar la comprensión de un mundo divino que les sobrepasa en todo

momento? Quizá sería innecesario ahora volver a las fuentes primigenias del conocimiento y

reconstruir el mensaje bajo las lenguas que no están en medio de la sociedad en la que vivimos,

pues nadie podría ahora dedicar una existencia a la contemplación. Hoy las dinámicas de la

sociedad se limitan al poseer lo material y no a la adquisición de conocimientos antiguos. Tal

vez está en desuso la pregunta acerca del cómo hemos llegado a ser lo que somos porque el

mundo actual proyecta un futuro sin remisión a un pasado y es seguro que en ese devenir

cometamos los mismos errores por el desconocimiento de lo que ha ocurrido en los pasados

milenios.

Pero el hombre nuevo, el enviado al mundo a mostrarnos otra vez el camino que ya

conocemos para que nuestro espíritu gane la perfección que solo el Ser otorga, pasará una

vida en silencio y no le habremos de reconocer por estar sumidos en el olvido de la sociedad

actual. Ello ha sucedido con Joaquín: un hombre que ha tenido muchas cosas por decir, pues

su conocimiento se extiende sobre asuntos que la mayoría de los contemporáneos no

comprenden por estar sumidos en la ignorancia, ha elegido el silencio y la soledad como

formas de vida y la sociedad le ha condenado a no ser escuchado por los siglos de los siglos,

pues un hombre silencioso, honesto y sabio nunca podrá cambiar lo que ya tantos otros han

establecido. Y así, al ofrecerle al sabio la asociación, preferirá la soledad porque su espíritu

no soporta la imposición de una forma de pensar, sino que debe estar tan libre como para que

su pensamiento marche como un errante por el mundo que tanto daño le hace. Pagar con

soledad y silencio el desprecio y el daño del mundo no es un capricho de algún estúpido que

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no soporta el peso de la existencia, sino una necesidad que hoy más que nunca está

impregnado en el corazón de los humanos.

Llevar una vida silenciosa, ser un desierto en mitad de la ciudad, una puerta cerrada a

la corrupción de nuestros días, así será el salvador del mundo. ¿Acaso no ha estado ya entre

nosotros? Muchos han elegido la regla del silencio como forma de vida, e incluso, hay quienes

se pasan la vida sin decir ni una sola palabra aun teniendo todas las facultades para hacer uso

de su voz. Pero, a todas estas, ¿cómo se le puede reconocer al sabio que elige este estilo de

vida? Lo que se ve no se pregunta, puesto que esto sale a la vista: solo es necesario poner

atención en lo que se mira.

Joaquín está solo. Allí se encuentra su espíritu, su cuerpo, su esencia. Pues ya ha

trascendido los límites del entendimiento humano y ya no se encuentra dentro de las dinámicas

de la sociedad actual. Luego de haber escrito, sea por su mano o sea por la de alguien más,

aquellas páginas de las escuelas, en dónde se ensaya una justificación filosófica a la verdad

que defendió con su ejemplo, ha devenido un nuevo ser, el cual será desconocido e

incomprendido para los humanos mortales: sobrevino un silencio aterrador que mucho

susurra, pero que, al final, poco dice a los oídos de quienes no estamos preparados para

escuchar lo que se dice cuando el ruido y las palabras son eliminadas y solo queda el vacío

como medio perfecto de comunicación.

La soledad es un medio para que el hombre sienta el tortuoso destino que le espera.

Nadie podrá vivir solo para siempre, pues los tormentos que existen para quien, de alguna

manera, ha decidido estar en una vida solitaria, acabarán por asesinarle más pronto de lo que

401 | P á g i n a
pueda imaginar. El hombre no ha acabado de decidir la soledad como medio de vida, cuando

ya su corazón y su espíritu mueren sin consuelo. Vagando por el mundo se encuentran muchas

personas que, sedientos de una compañía duradera, aguantan las peores heridas que nadie ha

imaginado en la historia. Muchos andan por andar, pues la soledad les ha golpeado de una

forma tan fuerte que ya no podrán sonreír más. Muchas veces aparentan ser los seres más

felices que hayan podido imaginarse, pero si se mira con detenimiento su interior, ellos claman

a gritos un abrazo, alguien que les preste un apoyo para seguir adelante en su soledad. No

importa que sea una sonrisa, un saludo o un abrazo: solo es necesario saber que del otro lado

hay una persona con quien puede contarse, y que podrá escuchar las quejas de alguien que, en

cierto modo, sucumbe ante el abandono de sus contemporáneos. Solo muere quien ha sido

olvidado y hay muchos vivos que no habitan en el pensamiento de nadie y están condenados

a ser espectros, sombras que recorren el mundo sin consuelo y no hay nadie a la vista que

pueda calmar sus penas.

En donde está Joaquín, en ese preciso lugar, se encuentra la máxima expresión de

soledad, y ya liberado de la temporalidad, ha salido de la esfera de lo cognoscible por los

hombres, y su corazón se encuentra más lastimado que nunca por el peso de los daños que

debe cargar in secula seculorum.

402 | P á g i n a
Capítulo 8: ¿Qué hacer en la posteridad?

8.1. Desaparición.

Joaquín ha desaparecido. Ni su cuerpo, ni los rastros de su persona, ni los recuerdos

de alguien que habitó el pueblo X se han podido salvar. Es como si, de un momento a otro, el

mundo entero se haya olvidado de aquella persona, de ese filósofo maldito que recorrió el

mundo en busca de un aliento, de un apoyo para no morir en el más profundo olvido. Pero así

lo ha hecho. Ni los mejores amigos de antaño, ni los trabajadores de su fábrica de bicicletas,

ni los feligreses que tanto lo querían cuando leía en las misas de seis en la iglesia de aquél

pueblo, ni a quienes impartió algunas de sus clases de catequesis se acuerdan de él, al menos

para maldecirlo una vez más. Pareciera que de todos los registros que hayan existido de él,

una fuerza desconocida los hubiera borrado para liberar a todas las personas del influjo del

pensamiento de un filósofo colombiano. ¿Suicidio o ascenso a lo universal? En la teoría suena

bien lo segundo, pero en el mundo vivido parece más lo primero. Tan solo se sabe que ya no

hay nada que le vincule a nuestro mundo y que el fanatismo ha ganado una nueva contienda

contra la razón, pues, en última instancia, esto ha sido lo que ha pugnado con él desde el

principio y, liberado ahora de todo lo material, ya no podrá defenderse del olvido de la

humanidad.

Sí. Es necesario advertir que Joaquín ha muerto de soledad. El mundo actual no ha

podido encontrar una cura para esta enfermedad, pues ni los mejores teóricos de la medicina

ni de la psiquiatría pueden curar algo que no ven y que solo se trata con la presencia de

aquellos seres queridos que han partido hacia tierras lejanas, unas tierras de las cuales no hay

403 | P á g i n a
retorno. La soledad de Joaquín, el anacoreta, el filósofo, el hombre maldito, parece que no le

ha importado a nadie, porque nadie ha conocido su historia, y le han condenado de por vida a

un silencio perpetuo, al olvido que solo merecen los peores criminales de la historia, porque,

a diferencia de la mayoría de las personas de este extraño país llamado Colombia, ha utilizado

su razón para explicar el mundo y no aquellos prejuicios religiosos que tanto aquejan a buena

parte de la población nacional. Ahora, al final de todo, cuando ya nada hay que hacer para que

regrese del viaje sin retorno de la muerte por el olvido, muchos se lamentan de que este país

no tenga los suficientes intelectuales como para que los ojos de una comunidad internacional

más preocupada por la producción incesante de las nuevas teorías que por la calidad de los

pensamientos que se emiten gracias a ellas, vean que este país también puede hacer uso de su

razón. El mundo ha caído en la soledad, en la maldición y ha llegado hasta tal punto que es

imposible recuperar cuanto de humanidad hayan perdido.

Yo proclamo el nombre de un Dios desconocido para nosotros los mortales con la

esperanza de encontrar el consuelo que tanto le faltó a un maestro que vivió según sus

predicaciones y que no temió enfrentarse al fanatismo, a pesar de haber pagado con creces el

sacrificio realizado. Invoco el nombre de un Dios que no nos ha querido enseñar su nombre,

para que, al borde del abismo existencial, libere de la soledad a este pagano que ha dedicado

la vida a las lamentaciones. Invoco su nombre para que el hombre no esté solo y no ande

vagabundo en medio de las tragedias y la incertidumbre de lo venidero.

Soñar tiene un precio altísimo y se llama vida. Quien sueña solo alcanza el trofeo de

los dolores del mundo por arriesgarse a pensar en un país diferente, en una humanidad en

dónde importe más aquello que nos vincule como verdaderos seres humanos y no una

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sociedad preocupada más por la acumulación de riquezas que al final se perderán y

desaparecerán como la vida de Joaquín y de tantos otros que como él han procurado su

existencia en pos de la Verdad, una Verdad que está repartida entre los hombres y que, en

muy buen grado, se ha ocultado de nosotros porque nos reconoce como indignos de ser

portadores suyos. ¡Qué precio tan grande hay que pagar para vivir en soledad! La tristeza, el

abandono y el olvido son las recompensas más grandes en ese mundo desconocido para la

mayoría de los humanos mortales pero tan vivida por Joaquín a través de los años que acumuló

desgracias y tormentos.

Y Joaquín ha quedado como quien espera para la eternidad la presencia de quien se ha

marchado muy lejos de su corazón. Qué triste es una despedida: deja heridas en el interior que

no pueden ser sanadas con nada, o por lo menos no del modo convencional de hacerlo. Cuando

alguien a quien queremos con el alma nos deja, parte hacia un destino mejor o peor, pero en

definitiva, cuando alguien a quien amamos con el alma decide partir de nuestras vidas para

siempre, solo su presencia podrá curar aquellos vacíos que quedan con su partida, pues con

ese alejamiento se ha llevado una parte de nuestra existencia. Ser un hombre adulto significa

que algo duele siempre en tu interior. Y lo peor es saber que estos dolores nunca se resolverán,

que cada vez que se vuelve sobre ellos tan solo se abrirán más y provocarán en el interior de

cada uno infinitos tormentos y desolaciones que ningún otro ser humano puede llenar. ¿Qué

más esperar? Solo la muerte nos liberará de cuantas heridas interiores poseamos. La verdad

no hará libre a nadie porque ella depende de la representación que cada sujeto haga de ella: la

libertad depende de la relación de cada uno con la muerte y con el olvido del ser que habita

en el corazón del otro y que le vincula al sí mismo con un lazo irrompible. Pero la desgracia

siempre llega al corazón de los hombres: se les olvida como si nunca hubieran merecido vivir

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y se les desprecia como si con cualquiera de sus actos se convirtieran en un ser desagradable

para el conjunto completo de la humanidad.

Joaquín Alberto Escudero Gonzales ha desaparecido de la faz de la tierra, y ello, en

Colombia, solo significa que ha muerto. En este país sucede de esa manera. Si un ser querido

desaparece, es mejor buscar el cadáver porque la posibilidad de encontrarle vivo es la misma

que existe para quienes esperan con anhelo la segunda venida de su salvador. ¿Es posible que

haya sido tal el odio irracional del pueblo X hacia el filósofo que ni su cuerpo haya

permanecido en el lugar donde quiso suicidarse? No estuvieron conformes con una muerte,

sino que, ha debido desaparecer por completo de la faz de la tierra. No hay una tumba, ni una

cruz, ni una parte de su cuerpo desmembrado en mil pedazos por el olvido de esta sociedad

corrompida por el valor del dinero y el fanatismo religioso. Ya no hay nada más que hacer en

pos de él. Tan solo recordar su historia y saber que un hombre vivió un día y que ha

desaparecido y que ese hombre, durante toda su vida, amó de manera incondicionada a una

única mujer y a su hijo y que, a pesar de la distancia y del tiempo, siempre tuvo la esperanza

de volver a abrazarles, aunque solo fuera por un solo segundo. ¿Volverás acaso? Tu vida ha

estado truncada por la desolación: si te atreves a soñar no tendrás más triunfo que la soledad

y la miseria interior.

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8.2. Los confines del mundo.

Existen unas tierras a las cuales las personas no tienen acceso en la actualidad, porque

se ha construido [una vez más] una historia negra en la que la muerte y la desolación han

opacado cada centímetro de este territorio. Se le ha denominado «los confines del mundo»,

pues su nombre verdadero ha sido vedado para la humanidad, pues, al mencionar su nombre

por tres veces, dicen, un espectro te secuestra para devorar tu alma en la agonía de la tortura.

Afirman que en estos terrenos en la mitad de la noche hay sombras que se mueven y hacen

que las personas sientan miedo con tan solo mirarlos; y, del mismo modo, a plena luz del sol,

un resplandor extraño hace brillar el campo como si las plantas hubieran sido bañadas de una

extraña radiación, en medio de una sociedad que del tema poco sabe, y que hace de los colores

algo más nítido y más vivido. Pero es tan solo una historia de terror para que los intrusos no

entren a este lugar y no descubran la verdad que subyace en ese territorio: la de Joaquín, que

todavía está impregnada en aquél lugar. El conjunto de sus lamentaciones, aquellas que fueron

escritas de su puño y letra en las paredes de su hogar, siguen allí y parece que el tiempo no

podrá borrarlas, pues, a pesar de haber pasado medio siglo desde su desaparición, aún está su

confesión más grande plasmada como el mismo día que la terminó.

La soledad y la maldición de Joaquín, como tantas otras historias de personas malditas

que se narran en este país de hipócritas llamado Colombia, se esparció por todos los rincones

del país por los chismes y las murmuraciones de algunos pocos que, malinterpretando los

hechos y las determinaciones que llevaron a ciertos personajes para actuar de determinada

manera y no de otra, han ocupado sus vidas en hacer de los demás una ofensa y un medio para

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introducir a los niños en un mundo de adultos para el cual nadie está preparado. Pero si se le

pregunta a las personas, nadie sabe nada, porque nadie conoce el corazón y el sufrimiento

ajeno. Pero por la espalda, con susurros y murmuraciones todos comentan la historia de

alguien que ha pervertido su existencia por las palabras de una mujer que murió en extrañas

condiciones y que nunca fue reclamada de las oficinas de la morgue. Todos tendemos siempre

a extraer conclusiones sin comprender bien los hechos de los cuales partimos y las

murmuraciones que pueden surgir de este modo: los chismes asesinan más que las balas de

los sicarios o terroristas.

Todos aquellos sobrevivientes a la tragedia, a la peste que recorrió el pueblo X y que

tuvieron algún contacto con Joaquín Alberto Escudero Gonzales han muerto. Algunos por la

vejez y algunos otros porque era el momento de abandonar este mundo cruel y despiadado

que permite que el hombre se vuelva en un ser despreciable por la cantidad de daños que a lo

largo de los años va acumulando sobre sus espaldas. De aquella historia solo quedan las

falsedades que con el tiempo las nuevas generaciones aprendieron por los relatos de sus

abuelos y hoy evitan todo contacto con las tierras proclamadas como los confines del mundo

porque están malditas: son tierras de nadie, de algún filósofo loco que un día vivió en aquellos

terrenos y que ha desaparecido: «Bendita sea la mano de Dios que arranca la mala hierba de

en medio de los fieles que le encienden velas, le piden favores, pero asesinan la razón y todo

lo que sea diferente a ellos o a sus postulados», exclaman hoy los hijos de los fanáticos que

han heredado la ignorancia de sus padres.

«Toda religiosidad llevada hasta el extremo del fanatismo ciego y despiadado ha

llevado al corazón de la humanidad al odio a sus congéneres. Creer en una entidad superior,

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en el Dios del pueblo de Israel, no es una mala decisión, pues el hombre necesita algún apoyo

para su vida, y al no tener ninguna otra, han de elevar sus plegarias a lo desconocido, a lo que

es anterior a todo. El problema del hombre, en general, parece ser llevar hasta el extremo sus

creencias y tratar de imponer a los demás sus pensamientos en vez de argumentar y convencer

con el ejemplo y la palabra aquellas cosas que están vedadas. Incluso, estos fanáticos han

hecho todo lo que en sus manos ha estado para que la belleza del discurso del hijo del hombre,

del ungido enviado a salvar al pueblo de ese Dios, se transforme en una justificación para

cometer todo tipo de crímenes. Pero Dios no es culpable de lo que hacen algunos pocos, pues

hay ciertos que intentan asistir al mensaje, a una nueva alianza de amor hacia el prójimo, para

construir una nación diferente. Pero contra la ignorancia es muy difícil argumentar. Una

discusión contra alguien que no desea ver la realidad de la vida y de las creencias es inútil: es

como intentar establecer el origen de Dios, pues esto antecede a la consciencia del hombre, y

por tanto, no puede ser cognoscible por nadie. Yo he querido entregar mi vida al testimonio

de un amor que me desborda, pero es el hombre el que ha impedido que logre ese sueño.

Pertenecer a una iglesia no nos hace mejores ciudadanos que otros. Ser un sujeto religioso no

está mal, es algo necesario en la vida de muchas personas, el problema es caer en el fanatismo

que ha causado miles de muertes a lo largo del mundo y de la historia», todo esto y más está

grabado en las paredes de la casa ubicada en las tierras prohibidas para el mundo y no hay

quien las borre, pues el miedo se ha apoderado de todos los que viven en sus cercanías; y esto

ha sido escrito por un hombre que ha padecido el desprecio por parte de sus contemporáneos.

Los susurros, los murmullos de un pueblo determinado, el chisme y la maledicencia

son los males del futuro, son las plagas que arrasarán con buena parte de la población mundial,

pues son historias que recorren diferentes partes de una nación y que, en definitiva, no son

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correctas, pero podrían asesinar más que las balas de los alzados en armas. En muchas

ocasiones, se aísla a una persona de tal manera que la soledad y la depresión le llevan a un

estado de desesperación en el cual alucina con un mundo inexistente hasta que cree tanto en

eso que imagina que termina por abandonar su realidad, bien sea mediante la locura o por

medio de su mano. Tarde o temprano el mundo sentirá este mal y ya no habrá más que hacer

que permitir el suicidio en masa o tener espacios habilitados, y socialmente aceptados, para

que las personas asistan a suicidarse. Llegará un momento en la historia en el cual las clínicas

mentales, la casa de reposo y cuantas edificaciones de estas existan, sean más numerosas que

las universidades. Y preciso en el momento en el cual suceda algo así, comprenderemos los

errores que como humanidad hemos estado cometiendo.

La casa que un día habitó Joaquín hoy parece un cuento perdido en alguna biblioteca de

un monasterio, y su historia solo se divulga de una forma irracional de boca en boca, en voz

muy baja para no ser escuchada por una gran multitud sino por un solo oído que luego la

malinterpretará para transmitirla a otro de un modo más oscuro y así seguir construyendo una

leyenda maldita, de un filósofo maldito, que perdió a una familia maldita. La casa existe aún en

los confines del mundo, en algún punto del pueblo X, en el departamento de Antioquia, en la

República de Colombia, pero, como tantas otras cosas que suceden allí, ha desaparecido, pues

representa un lugar inaccesible para cualquier humano: son los confines del mundo, aquellos

terrenos que separan a los hombres de bien con el destino maldito de la humanidad. La casa fue

declarada como inhabitable y, por ende, fue eliminada de todos los registros que se tienen de

las propiedades; no se volvió a cobrar impuestos y, en definitiva, tal parece que este lugar nunca

ha existido, aunque las murmuraciones digan todo lo contrario.

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8.3. La donación de una ermita.

En oposición a lo que pueda pensarse, el predio ocupado durante tantos años por

Joaquín para la soledad de su interior y el olvido del mundo que habita en la hipocresía de

dejar en el desprecio a sus genios, jamás se ha consumido del todo, pues, tiempo después de

haber desaparecido Joaquín, un hombre se encuentra en aquél lugar para crear un sacrificio

final y poder pagar con su vida el sacrificio hecho por ese hombre en pos de los otros. Hasta

el más sensible de todos los hombres puede cansarse de una eterna espera por alguien que no

llegará y por el cumplimiento de una promesa jamás ratificada ni expresada en público. Hay

alguien que, en medio de un mundo como el nuestro que ha preferido la corrupción para su

futuro y las relaciones sociales están mediadas por la falsedad y el engaño, ha elegido estar

en los confines del mundo sin importar todas aquellas maldiciones y murmuraciones que

existen en contra de estos terrenos y de la persona que antes habitó en ellos. A pesar de ello,

nadie podía creer que un hombre pudiera quedarse en un lugar como estos, pues, la maldición

podría extenderse más allá de las generaciones y las circunstancias y afectar a quien decidiera

permanecer en un lugar como estos en vez de huir como lo hace la mayoría de las personas.

La gente huye de sus palabras. Y, en verdad, debe hacerlo por el hecho de que las

palabras, bien utilizadas, pueden asesinar a una persona y ello ya se ha visto con la historia de

Joaquín. Pero las palabras que conforman el código con el cual nos relacionamos en todo

momento, también pueden hacer que una persona viva para siempre: quienes habitan estos

territorios del pueblo X han preferido la oscuridad y la expresión de un destino maldito, bien

sea por su ignorancia o a consciencia. Lo importante del hecho es que las personas tienen miedo

de aquella tierra que antes habitó un filósofo-pensador-ermitaño en estado de soledad. Y por

las circunstancias que bañaron la vida de aquella persona le temen a este hogar porque piensan

411 | P á g i n a
que si entran en contacto con él pueden quedar malditos como su fundador, su dueño y su

habitante por tanto tiempo. Es mejor que suceda esto para que nadie más, en un tiempo futuro,

no haga suyo lo que ha sido construido por alguien más.

En aquellos terrenos he guardado la promesa de que volvería algún día a estar con

Joaquín. Por desgracia llegué demasiado tarde, pues ya había desaparecido cuando uno de mis

pies tocó las tierras de aquél buen hombre olvidado por sus contemporáneos y por toda la

posteridad. La promesa de no abandonarle en los días de su soledad no pudo ser cumplida

porque en su destino ya estaba escrito, o escribió él mismo según el designio de su voluntad,

que desaparecería de la faz de la tierra y preferiría estar en medio de su soledad, con las

lamentaciones y las divagaciones de siempre. Todo tiene una luz diferente al final de la vida,

cuando, por la experiencia misma que da la vida y cuando se mira en retrospectiva la

existencia, pues ahora se ve que todas aquellas palabras por Joaquín pronunciadas acerca del

amor a su Diana y a su Agustín, tenían mucho que ver con el cómo termina la vida el hombre.

Todos debemos pasar por ciertas épocas en las cuales nos sentimos miserables, por

momentos en los cuales nos enfrentamos a la austeridad y en ese preciso instante,

comprendemos aquellas sensaciones llevadas al extremo por Joaquín a lo largo de la

existencia. Y siguen pesando más para él los daños de la vida que los años que vivió esperando

una verdadera transformación de la realidad social de este país gobernado por los mismos

ladrones de siempre y con los mismos hipócritas de siempre impartiendo el valor de una

filosofía inútil que solo se piensa los problemas de las naciones extranjeras pero que es

incapaz de pensar en lo que ha sucedido y sucede en medio de nuestra historia.

412 | P á g i n a
El predio continúa existiendo, pero luego de la muerte de aquella persona que la ha

habitado durante este casi medio siglo se quedará sola y será condenada al deterioro normal

del tiempo y se perderá como tantas otras casas y terrenos perdidos por las creencias erróneas

de un pequeño grupo de personas o por los inmensos prejuicios que se tienen para aceptar lo

diferente. En época reciente, en la cual se ha propagado el odio hacia lo que se plantea como

distinto, en donde se promueve todo tipo de acciones en contra de la diversidad y se plantea

el exterminio de todo lo que vaya en contra de lo tradicional y de la aceptación de la inmensa

mayoría, es preferible decir en el hogar que se es homosexual que se desea estudiar filosofía.

Esto último parece ser la recepción de una maldición que por años ha perjudicado a las

familias y que trae desgracias a quienes prefieren este conocimiento a cualquier otro. Además,

quien vive para la filosofía muere de hambre, dicen muchos en este pueblo para desanimar a

las nuevas generaciones para que no se dediquen al espíritu sino al sistema económico que

está educando a todas las personas en la actualidad.

Pero ahora ya nada debe esperarse, porque nadie más llegará a este punto a rescatar un

viejo predio que nadie quiere mirar y del cual, es muy probable, nadie quiera hacerse cargo.

Ni los secretos que este esconde, ni las huellas de un pasado tormentoso, enigmático pero

llamativo, podrá atraer a este lugar a curiosos y morbosos que deseen comprender las

cuestiones que atañen a la vida de los hombres y que hacen que uno de ellos sea condenado a

la peor de las penas conocidas y por conocer: el silencio perpetuo. Por el hecho de que alguien

desee estar solo no significa que deba permanecer en silencio. Por el hecho de que alguien

decida un modo de vida en donde la contemplación y la meditación sean los valores

fundamentales para la construcción de una identidad personal, no significa que el resto del

mundo tenga el derecho de hacer de las suyas con esta persona. Por el hecho de que uno no

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quiera venderle su pensamiento a nadie, no significa que sea un extraño y se le deba aislar de

todo para el beneficio de unos pocos. Pero ese es el modo de actuar de los colombianos y qué

más da, ya nadie puede cambiarlos a ellos. ¡Hay Colombia cuánto me dueles! ¿Cómo has

podido convertirte en un país tan hipócrita? Pero en medio de todas las cosas que suceden en

este lugar tan extraño, cambiaría por todo el oro del mundo para nacer de nuevo entre esta

gente de la cual se aprende tanto, muy a pesar de ellos.

Aunque para el resto del mundo los terrenos de Joaquín se convirtieron en los confines

del mundo, en aquellas tierras inaccesibles para el resto de la humanidad por la maldición, a

pesar de que el temor se ha apoderado de la población del pueblo X y ya nadie podrá visitar

estas tierras porque cualquier contacto con ellas presupone una muerte tormentosa y el olvido

de sus contemporáneos, he llamado a estas instalaciones «la ermita». No hay nadie que pueda

decir que no lo es, pues el único hombre que las había habitado fue un monje no reconocido

por los estatutos de las nuevas administraciones de la palabra de Dios en la tierra, pero siempre

lo fue a su manera. A perpetuidad será la ermita de un anacoreta desconocido y maldito, como

tantos otros que han vivido bajo la oscuridad pues en su pensamiento le huyen a todos los

títulos y a todos los cargos por considerar que ellos son tan solo una carga para el orgullo del

hombre y no una forma de acercarse a la verdadera unión con el Ser-Absoluto. En el olvido

quedarán estas tierras como ha quedado el maestro y el anacoreta que ha habitado en ellas y

que las ha mantenido conforme a su gusto.

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Epílogo: Una historia que jamás concluye.

Ya nada más hay que decir. Luego de estas palabras moriré y nadie más podrá conocer

aquellas palabras dichas ni los silencios guardados con tanto recelo. Joaquín Alberto Escudero

Gonzáles fue mi maestro. Que las nuevas generaciones sepan que hubo una vez un filósofo

colombiano y que su voz se opacó por el murmullo del fanatismo religioso y que no ha habido

más genios en esta tierra después de él. Y a una sola voz, la humanidad clamará: ¡Por cuántos

tormentos se tiene que pasar en esta vida mientras dura!

No hay peor castigo que el olvido de los contemporáneos y que, al final de la vida,

hasta los amigos más queridos se marchan y quienes un día juramos la amistad eterna

abandonamos ante la primera posibilidad y nos quedamos en la sombra esperando a que

quienes estén a plena luz del día luchando contra toda adversidad perezcan para beneficiarnos

de su muerte y hacer nuestros sus pensamientos. ¡Cuánto me hubiera gustado ver a mi maestro

una última vez antes de morir! Pero ya las cosas no pueden ser y hay que quedarse en las

lamentaciones para saber que el dolor del mundo es lo único que permanece al final de todo.

En mi vida también he conocido el amor de una mujer: Kelly. La hermosa escritora de

la escuelita viajera llegó a mí como la brisa cálida que precede al invierno, y se ha marchado

como si un huracán la haya reclamado para sí. Con ella aprendí el valor de una separación ¡y

cuánto duele ver partir a quien se quiere con el alma! Pero esta es otra historia que contar, y

por ahora el corazón no está dispuesto a recordar las páginas de una antigua relación que

provocó en grado sumo el dolor y el sufrimiento de un alma sensible.

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Lo importante es saber que ya nada es como antes. Todo se ha perdido y cada cual

tiene en su interior al menos a una persona a quien espera con paciencia y que daría todo por

volver a verla. Pero debemos ser conscientes de que no podemos obligar a nadie a permanecer

en un lugar en el cual no quiere estar y si ha de partir hacia un lugar en el cual encontrará la

felicidad, debemos desprendernos del egoísmo natural de todo hombre y dejar partir a quien

ha decidido hacerlo. El cariño no es una cadena que te obliga a permanecer, sino un motor

que ayuda a volar lejos a la persona amada, así este viaje implique el abandono del amante. Y

ese es el reto a seguir de todo aquél que se arriesgue a amar: hay amores imposibles y hay

quienes no valoran lo que hacen por ellos a pesar de que uno solo le entregue el mundo entero.

Lo curioso de todo esto es que la historia de Joaquín se repite todos los días. En el

mundo los desterrados parecen ser más que los triunfadores, y en el mediodía de la humanidad

parece que la oscuridad se ha apoderado de muchos y han quedado sumidos en el olvido. En

un mundo que da vueltas y que se dedica al ruido, a la corrupción y a la adquisición de riquezas

materiales, quien no esté dispuesto a seguir las reglas imperantes, está condenado a ser dejado

de lado, a que nadie le preste atención y que, poco a poco, su existencia se pierda en las

divagaciones interiores porque es un fracasado. Vivimos en una sociedad en la cual el

pensamiento diferente es marginado y llevado hasta el extremo del exterminio. No hacen falta

balas para asesinar lo humano: hacen falta neuronas para comprender nuestra humanidad. Y,

más allá de ello, nos hace falta un poco más de sufrimiento para comprender el hecho de que

los otros también hacen parte de nuestra existencia: no hay ningún hombre que sea capaz de

vivir para siempre en un estado de soledad permanente: siempre necesitará de otro, por lo

menos, en los momentos de crisis emocionales. Es posible vivir al margen de la sociedad,

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pero no es posible renunciar a las emociones que provoca la soledad: es una agonía interior

que destruye en vez de construir.

Joaquín ha desaparecido. Y como suele suceder en un país como Colombia, toda

desaparición, implica la muerte, y, en la mayoría de las veces, una tortura. Y lo mismo

sucederá con las tierras que algún día habitó: a ellas también se les condena al silencio

perpetuo y al olvido de la sociedad por haber albergado a un filósofo-anacoreta maldito. No

hay nada que ahora pueda hacerse con ello. La materia perece y el hombre fallece o desaparece

de la faz de la tierra; no existen los universales; el amor verdadero no es correspondido y

cuando lo hace es interrumpido por el accionar de terceros, dar la vida por los sueños no

siempre da como resultado un triunfo. Y, como si fuera poco, el mundo es lo que cada

individuo represente según las circunstancias que le afecten a lo largo de la existencia.

Fin.

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