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Entre 1750 y 1930 los campesinos mexicanos se rebelaron mejor que ningunos otros en America
Latina.
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La contra ofensiva de las comunidades en las primeras décadas de la vida independiente frenó el
proceso (de usurpación de tierras comunales), pero las Leyes de Reforma, la pujante expansión de
los latifundios y los deslindes acabaron por desposeerlas de la mayor parte de sus tierras. Así,a
principios del siglo XX la tierra estaba sobre todo en manos de latifundistas. El resto se distribuía
entre rancheros y comunidades.
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Los trabajadores de la hacienda pueden ser divididos en cuatro categorías: 1 permanentes, 2.-
arrendatarios, 3.- aparceros y 4.- jornaleros temporales. […] Con frecuencia el aparcero es también
asalariado y el arrendatario cumple funciones por las cuales recibe salario. El peón acasillado tiene
‘pegujal’ y los jornaleros adquieren el derecho de usar el bosque o los pastizales.
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Con la Independencia la situación cambió. El nuevo estado surgió precisamente basado en una
aristocracia criolla con importantes intereses agrarios.
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En 1856,sin nacionalizarla, la Reforma socavó las bases legales de la propiedad legal de la tierra. El
objetivo no era expropiar a los campesinos, pero en muchos lugares hacendados, rancheros y
licenciados se aprovecharon de la ocasión para hacerse de tierras a costa de aquellos. La política
agraria de Díaz no fue explícitamente opuesta a las comunidades. Simplemente dio luz verde a la
oligarquía en un periodo en el cual el rápido aumento de los precios de la tierra invitaba a la
inversión y la especulación con ella, además de que el crecimiento de la demanda de productos
agrícolas acrecentó el apetito de mano de obra de las haciendas.
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Al terminar la guerra con los norteamericanos, en los estados de Hidalgo, Morelos y México, se
produjeron violentas confrontaciones entre campesinos y guardias blancas de las haciendas.
Vencida la intervención francesa en 1868, una nueva ola de rebelliones campesinas se inició, esta
vez contra la aplicación de las Leyes de Reforma.
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Pero el levantamiento más prolongado del periodo fue encabezado por Manuel Lozada en Nayarit,
quien mantuvo viva la rebelión hasta 1873, año en que fue capturado y ejecutado.
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En el siglo XVIII se calculaba que de 247 plantas cultivadas en América, 199 eran originarias del
Viejo Mundo: entre las principales se contaban el trigo,el arroz, la cebada, la vid, la morera para el
gusano de seda (sobre estas dos últimas pesó una prohibición del monopolio comercial español),
la caña de azúcar (y posteriormente el café), ciertas legumbres, frutas y forrajes (alfalfa y otras),
una cierta variedad de flores (rosas, clavel, jazmín, etc.), especias diversas (achicoria, canela, clavo,
pimienta europea, nuez moscada, anis, cilantro, comino, perejil, ajo, cebolla, eyc.) y aves
domésticas (varias especies de gallinas de castilla y de guinea).
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El aumento de las haciendas desde el siglo XVI “se halla asociado estrechamente a la expansión
ganadera y a la especialización agrícola, y su tipología depende en gran medida de la densidad de
población”.
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Los salarios rurales se mantuvieron fijos hasta por lo menos 1780 en la mayor parte del país con
excepción de las regiones mineras
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Los complejos agrícolas mineros del centro-norte, que lograron una plena integración entre
haciendas ganaderas y agrícolas de muy diverso tamaño, orientadas al suministro de ciudades
mineras como Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas, o manufactureras como San Miguel el
Grande. Su población era principalmente mestiza y criolla.
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El auge agrícola de aquel periodo se debe a tres factores fundamentales: el explosivo crecimiento
de la población, el aumento de las inversiones en la agricultura y el auge del mercado interno de
las zonas mineras y urbanas.
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Los salarios permanecerán inmóviles en tanto que el maíz aumentaba 100, 200 y hasta 300 veces
en relación al precio más bajo de cada ciclo. El salario de los peones y jornaleros del valle de
México se mantuvo entre 1.5 y 2 reales desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII;
es decir, durante 150 años.
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La ganadería mayor y menor generó a su alrededor una cultura nacional de nuevo tipo, con
mercados y ferias, rodeos, corridas de toros, tecnología propia, vestimentas regionales, etc.
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Se reprodujo otro complejo cultural importantísimo para entender la vida cotidiana del siglo XIX: la
arriería. Recuas de diferentes tamaños, de mulas de carga que eran producto de toda una
selección y adaptaci+on al clima y las dificultades de la orografía nacional, recorrían incansables el
país ayudando a integrarlo como nación. En los lomos de estas bestias se traficó no solo con
mercancía agrícolas, manufactureras y mineras, sino también con costumbres, hábitos
alimenticios, canciones, tonadas y refranes, o con las relaciones familiares y de parentesco ritual
que por esta vía trascendieron el universo de lo estrictamente local.
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Revisar ‘La arriería en México: estudio folklorico, costumbrista e histórico ‘ de Salvador Ortiz
Vidales.
La fluctuación de los precios, las crisis agrícolas y las epidemidas. La guerra de independencia fue
precedida por la crisis de 1809-1810.Primeramente, la sequía de 1808 redujo sensiblementeel
ganado, tanto que afectó incluso a la agricultura de arado (trigo y maíz)
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Prevalecía una agricultura de tipo antiguo, con técnicas rudimentarias que exigían escasa inversión
de capital y abundante empleo de mano de obra y que mantenían estancados los rendimientos de
la tierra. El auge de fines del siglo anterior se había desvanecido en un nuevo contexto de crisis
que afectaba también al comercio internacional, la mayor parte de la producción agrícola se
destinaba al consumo de las masas rurales, y en realidad solo una pequeña proporción entraba en
el mercado
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Las décadas de 1821 a 1870 reflejan la desorganización que había en el país que estaba en vías de
constitución, esto se ve por todas las querellas entre campesionos por tierras y recursos
necesarios para cultivar las mismas
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Los hacendados aumentaron su control al constituirse sus haciendas en los puntos de referencia
de una geografía agrícola desarticulada por la guerra y los conflictos locales, proporcionando
crédito e insumos productivos, reforzando los cacicazgos regionales, y garantizando la
permanencia de los ciclos productivos y comerciales y la reproducción de una fuerza de trabajo
crecientemente fijada a las haciendas por el sistema de deudas.
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Para los analistas de la época, el latifundismo se exigía como una de las principales causas del
derrumbe agrícola, así como la caída de los precios en el mercado interior.
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La población del país, entre 1823 y 1856, semantuvo estacionaria a consecuencia de las guerras
civiles, las enfermedades y la emigración, encontrándose la nación ante un mercado interno
restringido. La situación de los salarios rurales sufría también un largo estancamiento. Todos estos
eran factores que dificultaban la constitución del mercado nacional y de la nación misma […] Se
dio así una interrelación muy estrecha entre el desarrollo del capitalismo y la formación de un
estado nación unitario, que solo pudo lograrse después de las leyes de Reforma, por la articulación
del mercado nacional en su conjunto.
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Pero el periodo se caracteriza además por el inicio de una mayor integración del país al mercado
mundial, relacionada con la lenta recuperación de algunos ramos de suministro a la manufactura,
la industria y el comercio exterior. Este fue el caso del algodón, las maderas finas y la ganadería,
en donde empezaron también a invertirse capitales extranjeros.
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Un relativo auge ganadero había también incrementado el nivel de vida rural en otras regiones,
como Zacatecas.
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La propiedad en ‘manos muertas’ y las limitaciones a la liberación del comercio, como la Iglesia
usuaria y terrateniente, el cobro de diezmos y alcabalas, se convirtieron en los blancos predilectos
de las Leyes de Reforma, en particular las emitidas en 1856.
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[…] los colorantes tradicionales tuvieron un relativo auge hacia 1860-1870.La venta de maderas
para la exportación, y su control por el capital extranjero, prefiguraba ya las tendencias del
Porfiriato, mientras el mercado interno se abría a las manufacturas y a las bebidas alcoholicas.
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La integración del país a la economía mundial implicó en muchas regiones cambios bruscos que
no serían fácilmente asimilados. La agricultura progresó en algunos sectores, pero en otros tuvo
una correlativo retroceso técnico. Los cultivos tradicionales, de autoconsumo y asociados al
mundo delas comunidades agrarias que aún resistían el embate de las grandes haciendas,
sufrieron visible declinación. La aplicación de técvinas superiores, unida a la existencia de la
propiedad privada, no se difundió en el conjunto de los productores agrarios, sino solo en sectores
muy restringidos. Estos sectores, constituidos básicamente por las haciendas en expansión y
modernización, ampliaron las áreas de cultivo, introdujeron modernos instrumentos y maquinaria
agrícola, construyeron sistemas de canales para agua de riego, captaron más y más fuerza de
trabajo y canalizaron su producción hacia las crecientes redes ferroviarias y el mercado
agroexportador.
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Asimismo, los contratos entre el Estado y los particulares para la explotación y usufructo de tierras
nacionales marcaron una importante etapa en el desmantelamiento del sistema agrario
tradicional y contribuirían, en su aspecto de arbitrariedad latifundiaria y laboral, a acrecentar la
posterior leyenda negra que desde el carrancismo ha caracterizado por años la evocación oficial de
ese periodo. Y es que en todo el país, entre 1867 y 1906, la sola adjudicación de baldíos a
particulares había pasado de 551 619 hectareas a 11 012 602 hectáreas, bajo más de 8000
contratos entre el Estado y particulares.
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[…] en el norte minero con su infraestructura agropecuaria, latiendo por la intermediación del
ferrocarril con el sur de Estados Unidos, se desarrollará el cultivo del trigo y la cebada, o el máiz
comercial y la ganadería, aunados a una minería que abandonará las rutinas coloniales y se
integrará de lleno a la economía mundial por la comercialización de la plata y las inversiones
directas del imperio de los Guggenheim. La producción del azúcar, viejo monopolio de los
Marqueses del Valle, sufrirá una profunda reorientación y modernización en vastas regiones del
centro-sur, afectando irreversiblemente una red de pequeñas economías campesinas […] En
Puebla, Veracruz y Michoacán, pero principalmente en Morelos, el auge azucarero irá
irremesiblemente ligado al despojo directo de las tierras de labor comunitarias que rodeaban a las
grandes haciendas.
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Según Gildardo Magaña, ideólogo del agrarismo zapatista, la situación en 1910 era la de un país en
donde 120 millones de hectáreas estaban en manos de una élite en su mayor parte descendiente
de españoles y criollos: 267 propietarios poseían 47 968 814 hectáreas, que principalmente habían
obtenido por herencia, deslinde y contratos sobre terrenos baldíos, muchos en realidad ocupados
por una entidad jurídicamente inexistente.
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En el periodo que va de 1877 a 1900, la agricultura mexicana muestra una serie de características
fundamentales:
Primeramente la actividad agrícola pasó por un proceso de transición que a grandes rasgos va
desde un periodo en que está básicamente orientada al mercado interno y a satisfacer el consumo
local, hasta un crecimiento sensible de los cultivos de exportación, acompañada de la
especialización de varios cultivos[…] Esto contribuyó también a un crecimiento de la agroindustria
y de la industria de procesamiento de productos agrícolas. […] Otra característica es que los
cultivos alimenticios perdieron su dinamismo o crecieron en menor proporción que los cultivos de
exportación.
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La producción alimentaria para el consumo nacional, y sus áreas de desarrollo,no habían así
variado mucho desde el fin del periodo colonia.
Otra característica, un tanto debatida, es el supuesto abandono de estos productos por el auge de
la agricultura comercial. Los datos revelan un descenso en la producción per cápita de alimentos
durante la época porfiriana, en abierto contraste con un aumento relativamente rápido en la
producción de cultivos industriales de exportación. […] Según los datos de las Estadísticas
económicas del Porfiriato, la producción del maíz – el alimento básico de la población – declinó en
un casi 50 % per cápita. El frijol, el trigo, el chile y el pulque, todos formando parte de la dieta
básica del mexicano sufrieron también propunciados descensos en el porfiriato. (hay un estudio
que contradice esta aceverasión donde se dice que la producción del maíz creció al mismo tiempo
que la población entre 1877 a 1910, al igual que otros productos. )(John H. Coatsworth)
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En 1892 hubo una sequía muy fuerte que se tuvieron que importar maíz y otros granos. […] Las
principales sequías del periodo fueron las de 1875, 1882, 1884-1885, 1891-1892, 1901, 1908.
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Una coyuntura política determinada puede dejar largas secuelas que no siempre son perceptibles
a primera vista, o un periodo de crisis política puede bien coincidir con uno de relativo auge
agrícola o comercial.
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El rancho es finca del campesino enriquecido. El ranchero junto con su familia dirige
personalmente su empresa y comparte los deleites y sinsabores de la vida campirana. Alterna su
actividad en el rancho con la administración de haciendas de dueños ausentistas, el comercio, la
pequeña industria y la arriería. […] Presente desde el inicio, su siglo de oro es el XIX. Exponente
rural de una protoburguesía, la revolución le hace generosamente justicia.
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Cada aldea desarrolla una identidad cultural y económica que la distingue y a veces contrapone
con sus vecinos. Tiene órganos de gobierno electos y renovables y las decisiones importantes se
someten al criterio de unaasamblea general.
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Pero no todo latifundio era una hacienda. La metamorfosis solo culminaba cuando la privatización
de los medios de producción se transformaba en sustento de un sistema económico y social muy
particular, que se imponía a todos los campesinos.
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Uso de la superficie de la tierra: una primera parte de la superficie de la hacienda era conservada
sin explotar. […]Una segunda porción era entregada a los arrendatarios, aparceros y medieros que
trabajaban con instrumentos propios o de la hacienda y pagaban renta. No había contrato y las
condiciones del usufructo de la parcela dependía íntegramente de las relaciones de los
campesinos con el hacendado. El tercer uso eran los pegujales de los peones acasillados (parcelas
pequeñas) […] Dando pegujales a los peones, especialmente los que se distinguen por buenos, se
funda entre ellos un notable estímulo y se aseguran a la finca […] Por último, estaba la finca cuya
explotación era dirigida por los administradores de la hacienda, quienes controlaban el trabajo de
peones acasillados, terrazgueros, vaqueros, etc.
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Empresa orientada hacia el mercado, producía uno o varios productos destinados a la venta y
tenía una representación comercial en el centro urbano más cercano. Sin embargo, los mercados
eran locales o regionales y las variaciones en la oferta o la demanda producían oscilaciones de
precios que podían arruinar a las haciendas.
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A partir del último tercio del siglo XIX, la constitución de un mercado nacional, el desarrollo de la
exportación de productos como el henequén, el café y azúcar, la integración al ascenso industrial
de regiones poco explotadas como La Laguna, la inversión de capitales importantes en maquinaria
e instalaciones agrícolas acentuaron el carácter desigual del desarrollo de las haciendas. Mientras
algunas pasaban a ser empresas capitalistas, en otras las relaciones tradicionales se exasperaban.
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Hay investigadores que sostienen que la mayoría delas hacienas seguían sumidas en el atraso
durante el siglo XIX, sin embargo estudios de la década de los 80s revelan que en algunas zonas
hay un gran proceso de modernización
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Revisar: Juan Felipe Leal Campesinado, hacienda y estado en México 1856-1914; Raemunds
T.J.Bure Haciendas in central Mexico from colonial tunes to de revolution.
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En 1839 se prometía a las familias mexicanas que voluntariamente quisieran colonizar, serían
auxiliadas para el viaje y mantenidas por un año, dándoles tierras y demás útiles de labor, y en
1861 se invitaba a colonos extranjeros prometiendo fuertes exenciones de impuestos y dotaciones
inalienable de tierra.
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Fue bajo el régimen de Porfirio Díaz cuando las dotaciones detierras públicas a los grandes
latifundistas llegó a su máxima expresión siendo las leyes de colonización de los años 1875-1884
las que le dieron la cobertura legal. Prosiguiendo políticas ya esbozadas por sus predecesores, el
gobierno preveía en 1875, la constitución de comisiones exploradoras autorizadas para obtener
terrenos colonizables con los requisitos que deben tener la medición, deslinde, avalúo y
descripción y ofrecía que por habilitar un terreno baldío obtenga el que llena estos requisitos la
tercera parte de dicho terreno. Los favorecidos debían después vender esa tierra en unidades no
mayores de 2500 hectáreas […]La política porfiriana de dotaciones favoreció aun pequeño número
de hacendados, políticos y compañías o individuos extranjeros y desató una desenfrenada
especulación con tierras.
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El mayorazgo requería una licencia real. Una vez otorgada, ésta ligaba el 47% de las propiedades
incluyendo tierras, bienes raíces, encomiendas, puestos gubernamentales e incluso posesiones
personales. La ventaja del mayorazgo era que impedía que las vicisitudes familiares influyeran
negativamente en la acumulación de las fortunas; su desventaja, que la falta de disponibilidad
comercial de los bienes impedía aprovechar las coyunturas favorables del mercado. […] A veces
losmayorazgos incluían también propiedadesen la metrópili, títulos nobiliarios y algunas de las
principales minas de la Nueva España. El 27 de septiembre de 1820, las cortes españolas abolieron
los mayorazgos y en 1823 el decreto fue revalidado y ampliado en México, pero debido a las
vicisitudes que vivía el país, no fue sino hasta 1841 cuando el mayorazgo perdió totalidad legal.
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Las leyes de Reforma promovieron una nueva ola de ventas forzadas de tierras indígenas. Según
ellas, las comunidades solo podían conservar la tierra de sus edificios públicos, mercados y ejidos.
Las superficies en demasía debían pasar a manos de sus ocupantes o arrendatarios actuales.
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En 1828, El congreso, temiendo su poder, aprobó una ley prohibiendo a los extranjeros poseer
propiedades.
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Para el oligarca, el capital es un medio para formar parte de la élite señorial, estar cerca del poder,
adquirir para los hijos el derecho al lujo y al ocio, gozar de los puestos públicos a perpetuidad y de
los títulos nobiliarios. La oligarquía es reducida. Los que forman parte de su cúspide no pasan de
doscientas familias. Si a ellas se agregan los componentes de las oligarquías regionales que
reproducen la misma estructura a un nivel de riqueza inferior, quizá se llegue a las dos mil.
Muchos hacendados no forman parte de ella.
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Durante el siglo XVI, en la cuenca del Alto Atoyac, varios españoles lograron hacerse
terratenientes desposando las hijas de caciques indios. Según la práctica prehispánica, la tierra
privada de la nobleza podía pasar a descendientes del sexo femenino. La ley colonial en cambio,
establecía que la tierra de cacicazgo solo podía pasar al sucesor masculino.
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Durante la Colonia, la hacienda y la Iglesia estaban unidas por una relación simbiótica. Los
hacendados pagaban diezmos y otros impuestos, hacían donativos, pagaban intereses; la Ihlesia
los había hecho sus sujetos de crédito preferidos, educaba a sus hijos, lesabría oportunidades en la
carrera eclecíastica y les ayudaba a gobernar a los campesinos. Pero a partir del último tercio del
siglo XVII, la alianza comenzó a debilitarse y durante los siguientes cuarenta años se transformó en
lucha abierta.
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Después de 1810, los terratenientes endeudados se vieron en condiciones cada vez más difíciles.
La destrucción acarreada por cuarenta años de guerra intestina, dificultó el pago de los intereses y
acrecentó las deudas. Estas llegaron a ser mayores que el precio de las tierras gravadas que,
además, estaban bajando.
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Siendo los únicos bancos en el país (juzgados de capellanías) siguieron existiendo hasta que en la
década de los sesenta siguieron la suerte del resto de las propiedades de la Iglesia. Según la Ley
Lerdo, los capitales adeudados a las capellanías podían ser redimidos, pagando el 60% de su valor
en bonos de la deuda nacional (que podían ser adquiridos a 5-10% de su valor normal) y el otro
40% en cuarenta mensualidades. Más tarde, ese plazo se amplió a 80 meses. Si los deudores se
negaban a redimir su deuda en estas condiciones favorables en treinta días, cualquiera podía
hacerlo en las mismas condicione. Si eso tampoco sucedía, el capital podía servendido en subasta
pública a un precio mínimo.
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Sin embargo, los datos existentes sobre la desamortización de los bienes del clero a principios de
la década de 1860, demuestran que éste poseía todavía propiedades agrícolas de todos los
tamaños y formas. La nacionalización benefició sobre todo a la clase de los hacendados que
pudieron adquirir a precios muy baratos las tierras de la Iglesia y redimir sus deudas en
condiciones favorables. Una nueva capa de terratenientes surgió de las filas de los generales
liberales y las clases medias de las ciudades y también se amplió el número de los rancheros.
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Según estos datos, entre 1810 y 1910, el número de las propiedades privadas se multiplicó por
cinco, mientras que la población crecía de 6 a 15 millones, 2.5 veces. Es decir, el número de
propiedades creció más aprisa que la población. […] El aumento del número total de propiedades
se debe sobre todo a los ranchos. Mientras que las haciendas se duplicaban, elnúmero de los
ranchos aumentó seis veces. Solo en los últimos treinta años, se triplicó. Estos datos coinciden con
otros que demuestran la creciente importancia de los rancheros en la vida social.
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La mayoría de los agricultores mexicanos eran campesinos. Tenían acceso a una parcela y vivían
básicamente de su trabajo en ella. La parcela podía ser parte de las tierras de una comunidad,
propiedad privada o un solar arrendado al hacendado. La relación del campesino con la parcela
era diversa. Podía ser derechohabiente al usufruco de tierra comunal, arrendatario, aparcero o
bien propietario. Las herramientas de trabajo eran propias o pertenecían a otro.
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La corona intentó preservar la comunidad. Logró construir una nueva fundiendo las tradiciones
prehispánicas con las instituciones ibéricas. Sus leyes reconocieron cuatro tipos de propiedades
comunales. El fundo legal era la tierra necesaria para el asentamiento de los campesinos y tenía
una extensión de 600 varas hacia los cuatro puntos cardinales, partiendo de la iglesia. Este tipo de
propiedad fue la que más resistió las presiones de hacendados y rancheros. El ejido, que tenía una
legua cuadrada, era la tierra destinada al uso común. Las tierras de común repartimiento eran
similares al calpulli indígena y las leyes españolas conservaron casi todas sus funciones
prehispánicas. Los propios estaban dedicados al mantenimiento de los servicios públicos. Al
principio se trabajaban en común, o bien, eran arrendadas a miembros de la colectividad o a
extraños, que pagaban una renta por su uso. Así las tradiciones comunales españolas se
sobrepusieron a las indígenas. […] Congregaciones: (nuevos pueblos) se hicieron mapas y pplanes
detallados de los nuevos pueblos que habían de recibir a los sobrevivientes de varias
comunidades. Aun cuando los reglamentos especificaban que las posesiones territoriales de esras
debían ser respetadas, enormes superficies – a veces cerca de las ciudades y los mercados –
quedaron vacantes y fueron rápidamente apropiadas por los españoles.
p.134
La forma más frecuente que toma la relación entre hacendado y trabajador del campo es la de
arrendatario – asalariado o bien asalariado – arrendatario.
p.143
La aparcería era para el hacendado una buena solución a la falta de liquidez, al excedente de
ganado de labor, a la escasez de brazos y tierras mediocres. Pero tenían también sus límites.
Implicaba una vigilancia muy estrecha por parte del administrador y solo podía aplicarse en zonas
cercanas al casco.
p.143
Los peones permanentes, gañanes o acasillados , tenían una situación diferente. Vivían
permanentemente en la hacienda y su obligación era laborar las tierras del hacendado, cuidar su
ganado, hacer trabajos domésticos e incluso, tomar las armas en su defensa. Su ingreso provenía
de cinco fuentes diferentes: 1) la casa y corral que recibía sin tener que pagar renta, 2) las raciones
en especie compuestas de ma´íz u otras semillas, 3) bienes de la tienda de raya, producidos o no
en la hacienda, que se descontaban del salario adeudado por el hacendado; 4) el derecho a
apacenta algunos animales en tierra de la hacienda o consumir zacate o madera; 5) un salario en
dinero pagado diario.
p.145
Entre los peones la disciplina era rigurosa y la fidelidad hacia el hacendado, total. En su seno había
un pequeño grupo privilegiado que eran los sirvientes acomodados, cuya habitación y corral
estaban cerca del casco y qu recibían raciónes sin pago alguno. […] A ese grupo pertenecían el
escribano, los superiores, los recolectores de rentas, el sacristan, los encargados de instalaciones
de riego y los de vigilancia.
p.146
A finales del siglo XIX la creciente demanda de productos tropicales como caucho, tabaco, café y
henequén aumentaron considerablemente la demanda de mano de obra en el sur del país. Para
abastecerla se recurrió, sin encubrimientos, al reclutamiento forzado en otras partes del país.
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Desde el sigloXVIII muchas haciendas tenían cárceler, en las cuales el mayordomo encerraba a los
peones que intentaban fugarse o que se negaban a cumplir ordenes. […] hacia finales del
porfiriato, en el centro se acentuó la tendencia a despersonalizar al represión, confiándola a las
autoridades locales, mientras que en Yucatán y Valle Nacional las cárceles privadas menudeaban
p.154
p.155
Como los hacendados,los rancheros no eran solo los propietarios rurales. Para prosperar debían
combinar su empresa agrícola con el comercio, el trabajo como mayordomos , la pequeña
industria y la arriería.
pp.157-158
Un origen mucho menos idílico fue la desamortización de los bienes del clero que permitió a
muchos mestizos de clase media adquirir, por un precio simbólico, tierras pertenecientes alas
comunidades. Según las estadísticas ya citadas, el numero de ranchos aumentó entre 1854 y 1910
de 15085 a 47939 ; un tercio de ellos ubicados en Guanajuato, Jalisco y Michoacán.
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Ahora quizá podemos entrever algunos de los rasgos que diferencian al rancho de la hacienda:
1.- el tamaño de la explotación y su valor. El rancho es una auténtica propiedad mediana y su valor
es menor diez o más veces al de una hacienda de regular tamaño en la misma región y época.
2.- El uso de la tierra. El rancho no conserva una reserva de grandes superficies sin explotar. Rara
vez tiene extensos bosuqes y pastizales o un dominio monopólico sobre las fuentes de agua.
4.- Por su actividad y el destino de su capital, elranchero forma directamente parte de la pequeña
burguesía comercial, artesanal y manufacturera de los pueblos y pequeñas ciudades.
5.- Por su forma de vida e inserción social, el hacendado es un componente o está cerca de la
oligarquía, mientras que el ranchero es el fermento pequeño-burgués en el seno del campesinado.
6.- Por el origen de la propiedad. El ranchero surge de la dotación legal, la compra de pequeñas
superficies, el desmembramiento de las haciendas y la desamortización de los bienes de la
comunidad.
Luis González describe los años de 1800-1900 como la belle epoque ranchera. Se pasó de una
economía de consumo a una mercantil, pero el crecimiento fue extensivo, sin progresos técnicos
apreciables.
p.162
Hacia la década de los ochenta del siglo XVIII existía un complejo urbano-rural, resultante delos
patrones de colonización seguidos por los españoles y de su combinación con alguna de las
características de la república de los indios.
p.165
p.171
p.171
Un tercer periodo abarca desde los ochenta [del siglo XIX], hasta el año de 1910. En él, como si se
hubiera dado una vuelta más a la tuerca, se recupera la dimensión nacional de los diversos
mercados locales y regionales, debido al avance que el capitalismo tuvo en muchas de las ramas
de actividad económica. Los agentes de esta cruzada son los ferrocarriles, y el crecimiento
económico basado en las actividades primario-exportadoras.
p.172
Igualmente existían villas más importantes que las ciudades. Incluso durante el Porfiriato, se
presenta el fenómeno de que muchas haciendas y ranchos eranmás importantes que pueblos y
villas, sobre todo en entidades como Zacatecas, Durango, Aguascalientes, Jalisco y Guanajuato.
Asimismo, en muchas ocasiones la elevación de un asentamiento a la categoría de ciudad o de
villa, era resultado de la actividad política de algún grupo local de presión en el cual confluían
diversos intereses como los de profesionistas, comerciantes, agricultores, etc., que de esta forma
tenían oportunidad de hacerse de una esfera de poder.
p.175
pp.175-176
Un elemento nodal que define al México rural del siglo XIX es de las formas económicas
predominantes en el campo, así como el tipo de relaciones sociales a que dichas formas de
producción dieron origen. […] se destacará aquel aspecto de mayormente incidió en la
diferenciación campo-ciudad: el de la división social del trabajo, entendida como los distintos
grados de especialización económica que van adquiriendo las urbes y el medio rural.
p.182
Esa ausencia de especialización se expresaba en una diversificación de actividades por parte de las
diversas unidades rurales, en las que además de las tradicionales de tipo agrícola y pecuario, se
incluían una amplia gama de trabajos artesanalas, entre los que se anotan: producción de tejidos
de lana y algodón; elaboración de jabón; destilación de aguardiente, mezcal o pulque ……
pp.182-183
Al inicio de nuestro periodo, las haciendas constituían el núcleo de la vida rural en lo que
actualmente es Jalisco, Aguascalientes y buena parte de Guanajuato (aunque en este último lugar,
ya desde fines del siglo XVIII existía una amplia capa de rancheros, muchos de los cuales fueron
afectados por la Real Cédula de Consolidación de vales, a la vez que fueron animadores y
coparticipes de la revolución de Independencia en su primera etapa). Sin embargo, a mediados del
siglo XIX existen evidencias de que en algunas regiones como de los Altos de Jalisco, la gran
propiedad empezó a fraccionarse como consecuencia de la venta de tierras y del sistema de
herencias impuesto por la estructura familiar, abriendo paso a una forma de pequeña propiedad
en la que los ranchos fueron primordiales, dando lugar a nuevos pueblos nuvleados en torno a la
economía ranchera.
p.201
La mayoría de los pueblos surgidos en zonas como los Altos, Aguascalientes, partes de Michoacán
y Zacatecas entre 1825 y 1900, lo hicieron como núcelos de la actividad agrícola y ganadera de los
ranchos.
pp.201-202
La industria empezó a darle a las ciudades una fisonomía cada vez más alejada del mundo rural y
permitió la plena subordinación del campo a la ciudad, con todo lo que este hecho implica en
términos de transferencia del excedente económico de cada una de las actividades agropecuarias
hacia una economía urbana.
p.218
p.221