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Los cuerpos que importan JUDITH BUTLER

Lo que la autora quiere mostrar es Una consideración de la escenografía y la topografía de la


construcción. Esta escenografía esta orquestada mediante una matriz del poder y como un
matriz del poder que permanece desarticulada si suponemos que el hecho de estar construido
y la materialidad son dos nociones completamente opuesta.
La categoría de mujeres no se vuelve inútil con la deconstrucción, sino que se convierte en una
categoría cuyos usos ya no se redifican como referentes y que presentan la oportunidad de que
se le abra, o más precisamente, de llegar a significar de una manera que ninguno de nosotros
pueda predecir de antemano. Someter a critica que cuestione las operaciones excluyentes y las
relaciones de poder que construyen y delimitan las innovaciones feministas del término
“mujeres”. Es una crítica sin la cual el feminismo pierde su potencial democratizador al negarse
a abordar -evaluar y llegar a transformarse en virtud de- las exclusiones que lo ponen en juego.
Algo semejante ocurre con el termino de materialidad que bien puede ser algo “sin lo cual no
podemos hacer nada”. ¿Qué significa recurrir a la materialidad, que desde el comienzo queda
claro que la materialidad tiene una historia (en realidad más de una) y que la historia de la
materia está determinada, en parte, por la negociación de la diferencia sexual? Si se puede
demostrar que, en su historia constitutiva, esta materialidad “irreductible” se construye a partir
de una problemática matriz generizada. Y si se discute que el efecto constituido de esa matriz
es el terreno indiscutible de la vida corporal, parecería que queda excluida de la indagación
critica toda posibilidad de hacer una genealogía de esta matriz. Contra la afirmación del
posestructuralismo, que toda materialidad se reduce a materia lingüística, es necesario elaborar
un argumento que implique que deconstruir la materia, no implica desechar la utilidad del
término. (liberarlo de su encierro metafísico y sirva a objetivos políticos muy diferentes) Abre
una posibilidad a que los cuerpos se entiendan de otro modo
Si el cuerpo significado como anterior a la significación es un efecto de la significación, el
carácter representacional atribuido al lenguaje (atribución que dice que los signos persiguen a
los cuerpos como sus reflejos necesarios), no es en modo alguno mimético. Por el contrario, es
constitutivo y performativo, en cuanto este acto significante delimita y circunscribe el cuerpo
del que luego afirma que es anterior a toda significación.

Cuestiones de femineidad
La clásica asociación entre femineidad y materialidad puede hallarse en una serie de
etimologías que vinculan a la materia con la “mater” o matriz (o el útero) y por lo tanto con la
problemática de la reproducción. Cuando no se le asocia explícitamente con la reproducción,
la materia se generaliza como un principio originador y de causalidad.
En cuanto a la reproducción, se dice que la mujer aporta la materia y el hombre la forma, es
decir (en este caso), la materia se define, en virtud de cierto poder de creación y racionalidad
despojada en gran parte de sus acepciones empíricas más modernas del término. Conocer la
significación de algo es saber, cómo y por qué ese algo importa, si consideramos que importar
significa a la vez materializar y significar
¿hasta qué punto hay una matriz generizada que opera en la construcción de la materialidad y
por qué las feministas deben interesarse, no en tomar a la materia como un concepto
irreductible, sino en hacer una genealogía critica de su formulación?
Aristóteles/ Foucault
Para Aristóteles el alma designa la realización de la materia, entendida ésta como algo
potencial y no realizado.
En Aristóteles nos encontramos entre materialidad e inteligibilidad. Y no presenta el tipo de
cuerpo que el feminismo quiere recuperar. Por lo tanto, instalar el principio de inteligibilidad
en el desarrollo del cuerpo, es precisamente la estrategia de una teleología natural que explica
el desarrollo de la mujer con el argumento lógico de la biología, con ello, se sostiene que las
mujeres deben cumplir ciertas funciones sociales y no otras, o, que las mujeres deben limitarse
al ámbito reproductivo.
Para Foucault pareciera ser que el cuerpo tiene una materialidad que es ontológicamente
distinta a las relaciones de poder que consideran a ese cuerpo como un sitio de investidura,
aunque, el alma aparece (en otro texto) como un instrumento de poder por el cual se cultiva y
se forma el cuerpo, es decir, obra como un esquema cargado de poder y que produce y realiza
el cuerpo mismo. El alma por lo tanto, llega a ser un ideal normativo y normalizado con la cual
se modela el cuerpo (“el alma es la cárcel del cuerpo”). El alma un instrumento de poder que
forma y modela el cuerpo, lo sella, y al sellarlo le da el ser. Pero para Foucault, el poder opera
en la constitucionalidad misma de la materialidad del sujeto, es decir (y siguiendo vigilar y
castigar) Foucault no solo se refiere a la materialidad del cuerpo del prisionero, sino también a
la materialidad del cuerpo de la prisión. La materialidad de la prisión es un vector y un
instrumento de poder, por lo tanto, la prisión se materializa en la medida que esté investida de
poder, o en otro sentido, no hay ninguna prisión previa a su materialización. Su materialización
se extiende al tiempo que se le inviste con las relaciones de poder
En la medida en Foucault describe el proceso de materialización como una investidura del
discurso y el poder, se concentra en la dimensión productiva y formativa del poder. Pero
nosotros debemos preguntarnos, ¿qué circunscribe la esfera de lo que es materializable y si
hay modalidad de materialización?
Platón/Irigaray
Irigaray no se propone ni conciliar la distinción forma/materia ni las distinciones entre los
cuerpos y las almas o entre la materia y la significación. Antes bien, procura mostrar que esas
oposiciones binarias se han llegado a formar en virtud de la exclusión de un campo de
posibilidades desbaratadora. Su tesis especulativa es la de que esas oposiciones binarias, aun
en su modalidad conciliada, son parte de una economía falogocéntrica que produce lo femenino
como su exterior constitutivo. La intervención de Irigaray en la historia de la distinción
forma/materia, destaca la materia como el sitio a lo que se relega lo femenino excluido de las
oposiciones binarias filosóficas. Puesto que ciertas fantasmáticas de lo femenino han estado
tradicionalmente asociada a la materialidad, esos son efectos especulares que confirman un
proyecto falogocentrico de autogénesis. Y cuando aquellas figuras femeninas especulares (y
espectrales) se consideran lo femenino, lo femenino queda, según sostiene Irigaray,
completamente eliminado por su representación misma. La economía que pretende incluir lo
femenino como el termino subordinado a una oposición binaria masculino/femenino, excluye
lo femenino, produce lo femenino como aquello que debes ser excluido para que pueda operar
esa economía.

Entrada Impropia: Protocolos de la diferenciación sexual


El análisis presentado hasta aquí no ha considerado la materialidad del sexo, sino el sexo de la
materialidad. Perfila la materialidad como el sitio donde se desarrolla cierto drama de la
diferencia sexual. Invocar a la materialidad, implica invocar una historia sedimentada de
jerarquía sexual y de supresiones sexuales que sin duda debe constituir un objeto de la
indagación feminista, no como teoría, sino, retornar a la materialidad como un signo que con
sus contradicciones representa un drama incompleto en la diferencia sexual.
Una femineidad sin forma
Si la delimitación, la formación, y la deformación de los cuerpos sexuados está animada por
una serie de prohibiciones fundadoras, por la aplicación de una serie de criterios de
inteligibilidad, entonces no estamos meramente considerando como parecen los cuerpos desde
el punto de vista ventajoso de una posición teorética o una ubicación epistémica, a cierta
distancia de los cuerpos mismos. Por el contrario, nos estamos preguntando como operan los
criterios de sexo inteligible para construir un campo de cuerpos y como precisamente
podríamos entender los criterios específicos para producir los cuerpos que regulan. ¿En que
consiste precisamente el poder de la prohibición? ¿determina una experiencia psíquica del
cuerpo que es radicalmente separable de aquello que alguien podría querer llamar el cuerpo
mismo? ¿o lo que ocurre es que el poder productivo que ejerce la prohibición en la
morfogénesis hace insostenible la distinción misma entre morphe y psyque?

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