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Consideraciones sobre la noción de abuso de autoridad

en materia disciplinaria judicial.


(Referencia al art. 33, num.14 del Código de Ética del Juez venezolano y la
Jueza Venezolana y algunas decisiones)

Noción General:
El abuso de autoridad en el derecho disciplinario judicial venezolano, a la luz
de la normativa legal vigente contemplada en el Código de Ética del Juez venezolano
y la Jueza venezolana –y anteriores instrumentos como la Ley de Carrera Judicial y
la Ley Orgánica del Consejo de la Judicatura-, viene a ser una causal que ha sido de
frecuente utilización en la aplicación de la máxima sanción de destitución, la cual
conlleva la separación definitiva del cargo del Juez y en buena parte de los casos, de
cualquier otro que detente dentro del Poder Judicial –segmento este que hará
menester delimitar-, primero por la otrora Comisión de Funcionamiento y
Reestructuración del Sistema judicial –organismo creado por la Asamblea Nacional
Constituyente de 1999-, la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de
Justicia y ahora la Jurisdicción Disciplinaria Judicial, aunque en forma diferente a
la referida Comisión.
Se produce cuando un Juez o Jueza dentro del ejercicio del cargo, lleva a cabo
una conducta a través de actos que no le han sido conferidas en las leyes que
conforman el ejercicio de sus funciones, por lo que en consecuencia deviene en una
utilización desmedida de sus atribuciones, de donde debe entenderse que se trata de
un ejercicio desproporcionado e injustificado de las competencias que le
corresponden a todo juez (vid. sentencias de la Corte Disciplinaria judicial N° 6, 18 y
3 del 05 de junio y 07 de agosto de 2012 y 22 de enero de 2013, respectivamente).

Algunas Particularidades:
Se ha sostenido de manera reiterada que el abuso de autoridad comporta la
constatación de una conducta desmedida por parte del operador de justicia, capaz
de evidenciar su falta de idoneidad para ocupar el cargo de juez (vid. sentencias de
la Sala Político-Administrativa N° 00451 y 02342 del 11 de mayo de 2004 y 27 de
abril de 2005, respectivamente), por lo que pareciera que una especificidad que
indica tal comportamiento, es la forma desmedida de su conducta, lo cual significa
el obviar en determinado acto el límite en el tratamiento que se le debe dar al
mismo, el cual ha sido traspasado.
De otro lado, el abuso de autoridad en materia disciplinaria judicial no
necesariamente requiere para su configuración, una lesión o un perjuicio al
particular como consecuencia de la actuación abusiva, ya que ello se corresponde a
la acepción de esta figura en materia penal. En este sentido la Sala Político
Administrativa se ha pronunciado en este aspecto en sentencia Nº 00451 del 11 de
mayo de 2004, (caso: Edison Villalobos Acosta) cuando afirmó que: “... la función del
juez es, administrar justicia dentro de los límites que el ordenamiento le fija,
distribuyendo, en razón de la materia, cuantía y territorio la competencia específica
donde cada uno desarrollará sus funciones. En tal sentido, para que se verifique este
ilícito disciplinario, no basta constatar que se trate de un simple ejercicio de una
competencia ajena o simplemente fuera de su ámbito operativo, sino que será
menester que el juez vaya más allá, desplegando una conducta abusiva,
desproporcionada de sus deberes legales, que debe poner en evidencia su inidoneidad
para ocupar el cargo de juez (Vid. Sentencia Nº 959 del cuatro [4] de agosto de
2004).
En efecto, la misma Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de
Justicia ha establecido a ese respecto, lo siguiente: “Debe indicarse que el supuesto
de abuso de autoridad previsto en la ley que regula la carrera judicial, exige que se
configure objetivamente el supuesto de haber actuado el juez sin haber estado
legalmente autorizado para dictar dicho acto, abusando así de los poderes que
ostenta en virtud del cargo que desempeña. Se trata, tal como lo indica la Sala en
sentencia 25 de enero de 1996 (caso: Rosaura Pérez) de un supuesto propio del
régimen disciplinario del Poder Judicial, que no tiene por qué coincidir con su figura
homóloga del derecho penal, donde se requiere el fin de causar daño”.
En el mismo sentido la Sala ha sostenido que el ilícito disciplinario de abuso
de autoridad se encuentra acreditado siempre y cuando “(…) el juez vaya más allá,
desplegando una conducta abusiva, desproporcionada de sus deberes legales, que
debe poner en evidencia su inidoneidad para ocupar el cargo de juez.” (Sala Político
Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia. 26/04/2005. Sentencia N°
02342), es decir, si la decisión del juez o jueza investigado, carece de base legal y si
la misma constituye una actividad abusiva (Sentencia Nº 3 del 22/01/2013, Corte
Disciplinaria Judicial, exp. AP61-R-2012-0019).
Aspectos a considerar para su constatación:
Para determinar si una decisión dictada por un juez o jueza, carece de base
legal y si la misma constituye una actividad abusiva en los términos anteriormente
descritos, en primer lugar se debe dejar claro que tales variables – la carencia de
base legal y la actividad abusiva- son concurrentes.
Por otra parte, es necesario examinar aspectos jurisdiccionales – que de
ordinario no le atañe la jurisdicción disciplinaria, salvo en lo que aquí se aludirá-,
para constatar si hubo o no una actuación grave por parte del operario de justicia,
que ponga en duda su idoneidad para continuar en el ejercicio del cargo, dada la
responsabilidad que supone la función de juzgar (Sentencia Nº 18 del 14/08/2012,
Corte Disciplinaria Judicial, AP61-R-2012-00010). De hecho constatar la carencia o
no de base legal en el acto cuestionado, es parte de la función jurisdiccional.
Los funcionarios públicos en sentido amplio, en el ejercicio de sus cargos,
pueden incurrir en cinco tipos de responsabilidad: civil, penal, administrativa,
disciplinaria y política. Estas puede coexistir entre si, a lo que se le suma la
responsabilidad moral, derivada esta última por efecto de la determinación de las
anteriores o en cumplimiento de una norma específica, todas con base
constitucional, legal o sub-legal, tales como lo aluden los autores Sánchez Brito y
González Sánchez como delitos de corrupción cometidos en la administración
pública.
En orden a las responsabilidades señaladas, tenemos:
a) La Responsabilidad civil: que tiene lugar cuando un funcionario público, en
ejercicio de sus funciones, ya sea por acción u omisión, produce un daño
de orden patrimonial a un tercero o a la propia administración, que puede
ser el resultado o de una acción de repetición por parte del Estado (cuando
éste haya tenido que responderle a un tercero por un acto de un
funcionario), o una acción directa del Estado contra el funcionario
(derivada de los juicios contra la corrupción), o de un tercero directamente
contra el funcionario. Esta responsabilidad será exigible en la medida en
que el tribunal competente dicte la sentencia correspondiente. Por vía de
excepción, conforme al artículo 84 de la Ley Orgánica de la Contraloría
General de la República y del Sistema Nacional de Control Fiscal
(LOCGRSNCF), establece la potestad de declarar la responsabilidad civil en
vía administrativa a la Contraloría General de la República (CGR) a través
de la figura del reparo, en cuyo caso se sigue el procedimiento para la
determinación de responsabilidades previsto en la referida Ley y su
Reglamento, y de igual forma cuando se trate de materias reguladas por el
Código Orgánico Tributario, se aplicarán las disposiciones en él contenidas
y la autoridad en él señalada le corresponderá su determinación.
b) Responsabilidad Administrativa. Antes de definirla, es necesario
distinguirla o diferenciarla de la responsabilidad de la administración. En
efecto, responsabilidad de la Administración es el daño que deriva para la
misma de su conducta contraria a una norma expresa o bien, a un acuerdo
contraído. La noción de responsabilidad de la Administración es análoga a
la de responsabilidad en general, calificada por el hecho en el que el órgano
de la administración es el responsable. Esta solo puede ser una
responsabilidad patrimonial, esto es, una responsabilidad civil, por cuanto,
la responsabilidad no patrimonial es la responsabilidad penal de la cual
son ajenos los entes carentes de subjetividad. Por el contrario, la
responsabilidad administrativa verdadera y propia es solo la
responsabilidad del funcionario frente a la Administración. Es entonces la
responsabilidad administrativa, la que luego del procedimiento
correspondiente –averiguación administrativa-, declaran los organismos
técnicos externos e internos, cuando se comprueba que una determinada
persona, sea o no funcionario público, a cuyo cargo está el manejo o
custodia de fondos o bienes públicos, ha incurrido en acciones, hechos u
omisiones antijurídicas y no excusables y cuyas peculiaridades fácticas
encuadran dentro de los supuestos establecidos por la ley como
generadores de responsabilidad administrativa. La Sala Político
Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia ( 2009), ha definido la
responsabilidad administrativa como: “(…)la que deriva del incumplimiento
de deberes formales, la omisión de actuación administrativa, o la actuación
ilegal (no configurable en un ilícito penal), que es determinada por la
Contraloría General de la República y que se manifiesta en decisiones de
responsabilidad administrativa”. En nuestro ordenamiento jurídico, las
leyes relativas al control sobre la hacienda pública que realiza la
Contraloría General de la República, han limitado la responsabilidad
administrativa a la que declara dicho organismo al sancionar la violación
de las normas que ella tutela en forma expresa. Los supuestos que dan
lugar a esta responsabilidad administrativa strictu sensu tienen dos
fuentes diferentes: a) la Ley Orgánica de la Contraloría General de la
República y del Sistema Nacional de Control Fiscal; previstos en el artículo
91 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República, que son
los que constituyen “supuestos generadores de responsabilidad
administrativa” a lo cual se unen las previsiones del artículo 94 ejusdem
relativo a los actos contrarios a los órganos de control fiscal, que ameritan
multas y se refieren concretamente a las faltas contra los órganos de
actuación fiscal. b) La Ley contra la Corrupción, que giran en una u otra
forma sobre el control de la declaración jurada de patrimonio contenidos en
el artículo 33 ejusdem.
c) Responsabilidad Disciplinaria. Es aquella que luego del procedimiento
correspondiente, declaran, según los casos, las máximas autoridades o los
superiores jerárquicos de los propios organismos donde laboran los
funcionarios a quienes ella afecta, cuando estos han incumplido o más
bien entren en los supuestos que el estatuto de la función pública pueda
establecer como falta. Las faltas disciplinarias son fundamentalmente las
que atentan contra los valores sobre las cuales se erige la organización
cuyas medidas disciplinarias son las penas que se imponen cuando el
funcionario comete faltas contra el ordenamiento jurídico particular del
organismo al cual pertenece, no obstante la existencia de otras faltas de
tipo gremial, como las declaradas por los Tribunales Disciplinarios de los
Colegios profesionales, asociadas al libre ejercicio profesional. La
responsabilidad disciplinaria tiene como base la existencia de una relación
permanente de un sujeto frente a otro o, frente a una organización. La
persona o ente facultado para hacer efectiva tal responsabilidad tiene
generalmente una situación de supremacía con relación a los sujetos ante
quienes opera. La norma fundamental en materia disciplinaria es la Ley del
Estatuto de la Función Pública, la cual en su Título VI, excluye de la
aplicación de la misma a los funcionarios públicos señalados en el
Parágrafo Único del artículo 1, quienes se rigen por normas específicas
dictadas por las diferentes organizaciones objeto de la exclusión, además
que de conformidad con el artículo 2 de la Ley en referencia, en su único
aparte “sólo por leyes especiales podrán dictarse estatutos para
determinadas categorías de funcionarios públicos o para aquellos que
presten servicios en determinados órganos o entes de la administración
pública”. Para su determinación no es necesaria la producción de una
sentencia por parte de la jurisdicción penal ordinaria, que produzca cosa
juzgada sobre los hechos controvertidos, es decir, que la sentencia penal no
constituye un elemento de prejudicialidad frente a un procedimiento
administrativo de carácter disciplinario (ni de determinación de
responsabilidad administrativa) para su decisión por el órgano disciplinario
correspondiente.
d) Responsabilidad Penal. La responsabilidad penal se produce cuando los
perjuicios del hecho dañoso alcanzan a la sociedad. Surge en un
funcionario público cuando éste adecua su conducta a aquellos
presupuestos fácticos que diversas leyes especiales tipifican como delito y
que acarrea la aplicación de una pena. La Sala de Casación Penal del
Tribunal Supremo de Justicia señaló en diversas decisiones (2008) que: “La
responsabilidad penal del funcionario, deriva de la comisión de hechos
típicos, antijurídicos y culpables y teleológicamente contrarios a las reglas y
principios del orden estadal establecido. La acción penal puede estar
causada directamente por un hecho ilícito contra el Estado, o contra un
tercero. Esta responsabilidad será exigible en la medida en que un órgano de
la justicia ordinaria penal produzca la sentencia correspondiente”
e) Responsabilidad Política. La responsabilidad política es aquella cuya
competencia y sanción le corresponde al órgano legislativo nacional, su
máxima expresión es el voto de censura y puede exigírsele a ciertos
funcionarios o jerarcas de la administración. Es imputable sólo a las
máximas autoridades del Poder Ejecutivo, que son las personas que
ocupan cargos de dirección política y nadie aparte de tales personas, puede
incurrir en una responsabilidad de tal naturaleza. Por otra parte, no genera
consecuencia directa sobre el afectado de obligarle a asumir ninguna
conducta. Es así como el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo
Penal en Funciones de Control de Amazonas, del 11 de Agosto de 2010, en
causa No. XP01-P-2007- 000151, sostuvo que: “En consideración a las
razones de hecho y de derecho antes expuestas, este TRIBUNAL SEGUNDO
DE CONTROL DEL CIRCUITO JUDICIAL PENAL DEL ESTADO AMAZONAS,
ADMINISTRANDO JUSTICIA EN NOMBRE DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA
DE VENEZUELA Y POR AUTORIDAD DE LA LEY, hace los siguientes
pronunciamientos: PRIMERO: CONDENA al ciudadano FRANZ AYBAR
ESCOBAR GÓMEZ, venezolano, titular de la cédula de identidad número V-
4.780.515, natural de San Fernando de Atabapo, Estado Amazonas, nacido
el 03SEP1955, de 51 años de edad, casado, de profesión u oficio docente
adscrito a la Secretaría de Educación del Estado Amazonas, a cumplir la
pena de UN (01) AÑO DE PRISIÓN, por la comisión del delito de
MALVERSACIÓN DE FONDOS O RENTAS PÚBLICAS, previsto y sancionado
en el artículo 56 de la Ley Contra la Corrupción, en perjuicio del Estado
Venezolano”
f) Responsabilidad moral. La responsabilidad moral es la derivada por efecto
de la determinación de una cualquiera de las anteriores o en cumplimiento
de una norma específica, como en el caso de la publicación en Gaceta
Oficial de la Decisión del procedimiento de determinación de
responsabilidades previsto en la Ley Orgánica de la Contraloría General de
la República y del Sistema Nacional de Control Fiscal (LOCGRSNCF), según
lo señala el artículo 62 del vigente Reglamento de la derogada Ley Orgánica
de la Contraloría General de la República. La sentencia del Tribunal
Supremo de Justicia, anteriormente referida, señaló que “la sola
declaración de responsabilidad afecta a la persona contra la que se dirige,
así no se siga otro procedimiento posterior, puesto que le coloca en una
situación de descrédito, la cual...altera su posición jurídica. Esa declaratoria
acompaña a quien la sufre y, aparte del daño moral que resulta implícito,
eventualmente pudiera afectarle de manera más directa, por la declaratoria
de remisión de las actuaciones al Ministerio Publico y/o a la Contraloría
General de la República a fin de hacer efectivas responsabilidades a que
hubiere lugar”.

Realizadas las consideraciones anteriores, podemos decir que el abuso de


autoridad se produce bien sea cuando se hace un ejercicio extremo y
desproporcionado de las facultades legales que la ley le atribuye y/o cuando se
realizan funciones que no le están conferidas por la ley; es por ello que esta
Inspectoría General de Tribunales, al constatar que un Juez incurrió en una
conducta abusiva o desmedida, lo procedente es que solicite la aplicación de la
máxima sanción, es decir, destitución, por cuanto tales comportamientos
demuestran que el Juez en cuestión no es idóneo para detentar el cargo.

Luzmila Ruiz.

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