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Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Primero que todo, debemos entender claramente que sólo hay un Dios. Dios es
sólo uno, y no hay otro aparte de El. Nuestro Dios es el único Dios; tanto el
Antiguo como el Nuevo Testamento establecen esto claramente.
Isaías 45:5 dice: “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí”.
1Co 8:4 Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos
que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios.
En todo el universo sólo hay un Dios verdadero. El Dios que tiene un sólo
beneplácito, una sóla voluntad, un sólo propósito eterno y una economía
singular, es un sólo Dios. El Dios que nos escogió y nos predestinó es sólo uno.
El Dios que creó los cielos, la tierra y al hombre para Su propósito, es uno. El
Dios que ama al hombre es sólo uno. El Dios que se encarnó para morir por
nosotros a fin de redimirnos, perdonarnos, lavarnos, justificarnos y
reconciliarnos consigo mismo, es uno. El Dios que resucitó para ser nuestra
vida, regenerarnos, santificarnos, transformarnos, conformarnos y glorificarnos,
es uno. Nosotros sólo tenemos un Dios: no dos, ni tres ni muchos, sino
solamente uno.
Aunque nuestro Dios es sólo uno, hay algo misterioso acerca de El: que El es
tres en uno, es decir, que es “triuno” (en latín, “tri” significa tres y “uno”
significa uno). Es por eso que le llamamos el “Dios Triuno”. Tal vez se pregunte
de dónde proviene este término, ya que no existe tal número en las matemáticas
humanas. En Mateo 28:19 el Señor Jesús dice: “Bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Mat 28:19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
Aquí el Señor habla claramente de los Tres, o sea, del Padre, el Hijo y el
Espíritu; sin embargo, notemos que se refiere a “el nombre” en singular, lo cual
denota una única Persona. Aun podríamos decir que el nombre de nuestro Dios
es “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. En versículos como éste podemos ver en la
Biblia que nuestro Dios es uno y a la vez tres, es tres y a la vez uno.
Juan 1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
En 2 Corintios 3:17 dice que “el Señor es el Espíritu”. Aquí el Señor y el Espíritu
son uno, porque el Señor es el Espíritu. Luego el mismo versículo habla de “el
Espíritu del Señor”; esto indica que son dos. ¿Son el Señor y el Espíritu uno o
dos? Esto es realmente un misterio.
2Co 3:17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí
hay libertad.
Notemos que en Hebreos 1:8-9 el Hijo es llamado Dios; luego se hace referencia
a Dios como “el Dios Tuyo”: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios; por el siglo
del siglo ... por lo cual te ungió Dios, el Dios Tuyo”. ¿Cómo podemos explicar
esto? ¿Podemos acaso dirigirnos a Dios diciendo: “Oh, Dios ... te ungió el Dios
Tuyo”?
Hebreos 1:8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;
Cetro de equidad es el cetro de tu reino.
1:9 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad,
Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,
Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
Finalmente, en Apocalipsis 1:4, 4:5 y 5:6 leemos que el Espíritu de Dios (Ef. 4:4)
es llamado “los siete Espíritus”. Aquí vemos otro misterio. Queridos hermanos,
tenemos que aprender a simplemente aceptar la Palabra pura.
Apocalipsis 1:4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a
vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que
están delante de su trono;
Apocalipsis 4:5 Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del
trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de
Dios.
Apocalipsis 5:6 Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres
vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como
inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete
espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
Efesios 4:4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en
una misma esperanza de vuestra vocación;
RESUMEN
Preguntas
1. Cite dos versículos, uno del Antiguo Testamento y uno del Nuevo
Testamento, que digan que sólo hay un Dios.
2. ¿Qué significa el término “Triuno”?
3. ¿Puede encontrar tres versículos en el Nuevo Testamento que se refieran
a los Tres de la Trinidad?
Lección dos
DIOS ES TRIUNO ETERNAMENTE
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
En la lección uno vimos que sólo hay un Dios, pero misteriosamente este Dios es
Triuno, o sea, tres en uno, pues es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero esto
no quiere decir que el Padre sea un tercio de Dios, el Hijo otro tercio y el
Espíritu el último tercio. ¡No! Más bien, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el
Espíritu es Dios. En 1 Pedro 1:2 dice: “...Dios Padre”, y en Efesios 1:17 dice:
“Dios ... el Padre de gloria”. Estos versículos declaran que el Padre es Dios.
Hebreos 1:8 dice: “Mas del Hijo dice ... oh Dios”, y Juan 1:1 afirma: “el Verbo era
Dios”. Estos versículos revelan claramente que el Hijo es Dios. En Hechos 5:3-4
leemos: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que engañases al Espíritu
Santo? ... No has mentido a los hombres, sino a Dios”. Este versículo
definitivamente establece que el Espíritu también es Dios.
Heb 1:8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;
Cetro de equidad es el cetro de tu reino.
Hechos 5:3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que
mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?
5:4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder?
¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a
Dios.
Por lo tanto, las Escrituras nos revelan claramente que los tres —el Padre, el
Hijo y el Espíritu— son Dios; sin embargo, esto no significa que sean tres
Dioses. Ya hemos visto que las Escrituras nos dicen clara y definitivamente que
sólo hay un Dios. Aunque son tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no son tres
Dioses sino un sólo Dios. ¡Esto es un misterio inescrutable! Pero alabamos al
Señor, pues según las Escrituras, ¡podemos recibir y disfrutar a este Ser
misterioso!
Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— son eternos. Isaías 9:6 usa el
término “Padre eterno”. La traducción literal de esta frase hebrea es “Padre de
eternidad” o “Padre eterno”. Así que, el Padre es eterno.
Isa 9:6 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre
su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz.
El Hijo también es eterno. Hebreos 1:12 dice del Hijo: “Pero Tú eres el mismo, y
Tus años no acabarán”.
Hebreos 7:3 dice que El no tiene principio de días ni fin de vida, lo cual quiere
decir que es eterno.
Heb 7:3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de
días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece
sacerdote para siempre.
Lo que es “eterno” no tiene principio ni fin. Esta es la razón por la que se usa un
círculo para representar al Dios eterno y no una línea recta. El círculo no tiene
principio ni fin.
El Espíritu también es eterno, por eso en Hebreos 9:14 se menciona “el Espíritu
eterno”. Por lo tanto, conforme a la Biblia declaramos que los Tres —el Padre, el
Hijo y el Espíritu— son eternos.
Mat 3:16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí
cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como
paloma, y venía sobre él.
Mat 3:17 Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia.
Más aún, consideremos Juan 14:16-17, que dice: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de
realidad”. En estos dos versículos vemos al Hijo orando al Padre para que envíe
el Espíritu. Por tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu están todos presentes al
mismo tiempo.
En Efesios 3:14-17 Pablo dice que él ora al Padre para que nos fortalezca con
poder en el hombre interior por Su Espíritu, para que Cristo haga Su hogar en
nuestros corazones. En este pasaje tenemos al Padre, al Espíritu y a Cristo el
Hijo; todos existen al mismo tiempo. La Biblia no dice que el Padre existió por
cierto período, y que luego el Padre se hizo el Hijo, así que el Padre dejó de
existir.
Efesios 3:14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor
Jesucristo,
3:15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,
3:16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos
con poder en el hombre interior por su Espíritu;
3:17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que,
arraigados y cimentados en amor,
Tampoco dice que después de cierto tiempo el Hijo ya no existió más porque
llegó a ser el Espíritu. Esta es una enseñanza errónea, una herejía llamada
“modalismo”. La gente que enseña esto piensa que Dios existe en tres modos o
etapas sucesivas: primero el Padre, luego el Hijo y finalmente el Espíritu.
No podemos aceptar esta enseñanza. Las Escrituras claramente dicen que los
Tres coexisten eternamente. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el
Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”.
El Verbo es el Hijo. El estaba presente desde la eternidad con Dios el Padre y era
Dios mismo. En Juan 17:5 el Señor oró refiriéndose a la gloria que El había
compartido con el Padre antes que el mundo fuese.
Juan 17:5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria
que tuve contigo antes que el mundo fuese.
El Padre, el Hijo y el Espíritu no sólo coexisten, sino que también moran el Uno
en el Otro. Juan 14 dice claramente que el Hijo está en el Padre y el Padre está
en el Hijo (vs. 10-11).
Juan 14:10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las
palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre
que mora en mí, él hace las obras.
14:11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera,
creedme por las mismas obras.
Ver al Hijo es ver al Padre. Cuando el Hijo habla, quien trabaja es el Padre.
Ambos son inseparables. Además, la Biblia dice que el Hijo, después de Su
muerte y resurrección, fue hecho el Espíritu (1 Co. 15:45b).
1Co 15:45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma
viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
El Hijo, en quien el Padre está, fue hecho el Espíritu. De modo que el Dios
Triuno puede entrar en el pecador. El Hijo viene a nosotros como el Espíritu; y
cuando el Hijo viene, también viene el Padre. Por una parte son tres; pero por
otra, son uno, porque no pueden separarse.
En la primera lección vimos que el Padre, el Hijo y el Espíritu son un sólo Dios,
y no tres. Sin embargo, en lo profundo de su ser algunos cristianos consideran
que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Algunos incluso lo declaran
abiertamente. Puede ser que otros no se atrevan a decirlo, pero
inconscientemente apoyan este concepto. La enseñanza que afirma que hay tres
Dioses se llama “triteísmo”, y es una gran herejía. En cierta ocasión, un
hermano le preguntó a un predicador cristiano que no creía que el Hijo es el
Padre y que el Señor es el Espíritu: “Hermano, ¿cuántos Dioses son el Padre, el
Hijo y el Espíritu?” El predicador contestó clara y definitivamente que había tres
Dioses. Tal declaración es absolutamente herética. La Biblia revela que Dios es
sólo uno. Dios es uno, y a la vez tres; es tres, y a la vez uno. El Padre, el Hijo y el
Espíritu coexisten y moran el Uno en el Otro eternamente. ¡Aleluya! No somos
ni modalistas ni triteístas, solamente aceptamos la revelación pura de la Biblia.
¡Amén!
Preguntas
1. Cite tres versículos que indiquen que el Padre, el Hijo y el Espíritu son
eternos.
2. ¿Qué es el modalismo? Explique con un diagrama.
3. ¿Qué es el triteísmo? Explique con un diagrama.
4. ¿En qué consiste el hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu moren el
Uno en el Otro eternamente?
Lección tres
EL HIJO ES LA CORPORIFICACION
DEL DIOS TRIUNO
Lectura bíblica
Bosquejo
I. El Hijo es Dios
II. El Hijo es el Padre
III. La encarnación del Hijo es por obra del Espíritu Santo
IV. El Hijo viene del Padre y juntamente con El
V. El Hijo es el Espíritu
VI. Toda la plenitud de la Deidad mora en El
Texto
Hasta ahora hemos visto que Dios es uno. Pero este Dios es triuno: el Padre, el
Hijo y el Espíritu; los Tres son Dios, son eternos, coexisten y moran el Uno en el
Otro eternamente. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu es Dios. El
Padre, el Hijo y el Espíritu no existen en diferentes tiempos como tres distintos
modos o etapas sucesivas de un Dios. No son tres Dioses separados, sino un
Dios Triuno. ¡Qué Dios tan misterioso! Pero aunque El es misterioso, podemos
experimentarlo y disfrutarlo. ¡Aleluya! En esta lección veremos algo más de este
misterio, que el Hijo también es el Dios Triuno.
I. EL HIJO ES DIOS
Juan 1:1 dice: “El Verbo era Dios”. Juan 20:28 narra: “Entonces Tomás
respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”. Filipenses 2:6 declara: “El cual,
existiendo en forma de Dios”.
Juan 1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios.
Juan 20:28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
Filipenses 2:5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en
Cristo Jesús,
2:6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios
como cosa a que aferrarse,
Todos estos versículos nos dicen que el Hijo, Jesucristo, es Dios mismo; algunos
piensan que es meramente el Hijo de Dios, descartando que sea Dios mismo.
Pero la Biblia nos revela claramente que si bien El es el Hijo de Dios, es Dios
mismo y no una Persona separada de Dios. El es el propio Dios: era Dios en el
principio, en la eternidad pasada; era Dios mientras vivió en la tierra como
hombre hace dos mil años; es Dios hoy en día, y seguirá siendo Dios por la
eternidad.
Otra parte de este misterio es que el Hijo es el Padre. Isaías 9:6 dice: “Hijo nos
es dado ... y se llamará Su nombre Padre eterno”. El mismo Señor Jesús dijo en
Juan 14:9-10: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre ... Yo estoy en el Padre,
y el Padre está en Mí”.
Isa 9:6 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre
su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre
Eterno, Príncipe de Paz.
Juan 14:9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me
has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues,
dices tú: Muéstranos el Padre?
14:10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo
os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí,
él hace las obras.
Aquí la Biblia declara otra vez que Jesús el Hijo es también el Padre. El Padre y
el Hijo son uno. El Hijo también es el Padre. No sabemos cómo el Hijo puede
ser también el Padre, pero esto es lo que la Biblia declara, y nosotros
simplemente lo creemos.
Juan 6:46 declara: “No que alguno haya visto al Padre, sino Aquel que vino de
Dios; éste ha visto al Padre”.
Juan 6:46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios;
éste ha visto al Padre.
La palabra “de” en griego es “para ” que significa “al lado de”. El sentido aquí es
“desde y con”. El Señor no sólo viene de Dios, sino también con Dios. Aunque
procede de Dios, El todavía está con Dios (Jn. 8:16, 29; 16:27).
Cuando usted recibe al Hijo, recibe también al Padre, porque el Padre está con
El (1 Jn. 2:23).
1Jn 2:23 Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que
confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
V. EL HIJO ES EL ESPIRITU
1Co 15:45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma
viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
2Co 3:17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor,
allí hay libertad.
Por medio de todos estos puntos debemos entender claramente que el Hijo es el
Dios Triuno completo. El no es simplemente el segundo de la Trinidad, ni sólo la
tercera parte de la Trinidad. Tampoco es un Dios separado o algo aparte de
Dios. Más bien, El Señor Jesús es el Dios Todopoderoso, el Padre Eterno; El fue
concebido del Espíritu Santo e incluso es el Espíritu; y vino “desde y con” el
Padre. Por eso Colosenses 1:19 dice: “Por cuanto agradó a toda la plenitud
habitar en El”, y 2:9 agrega: “Porque en El habita corporalmente toda la
plenitud de la Deidad”.
Col 1:19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,
Cristo es la corporificación del Dios Triuno; toda la plenitud del Dios Triuno
mora en El corporalmente. Por consiguiente, El contiene todo lo que Dios es y
expresa a Dios en todas Sus riquezas. ¡Qué maravillosa Persona es el Hijo!
Preguntas
Lección cuatro
EL ESPIRITU ES LA CONSUMACION
MAXIMA DEL DIOS TRIUNO
Lectura bíblica
Bosquejo
I. Dios es Espíritu
II. El Espíritu es enviado por el Padre y el Hijo, y viene “desde y con” el
Padre
III. El Espíritu viene en el nombre del Hijo
IV. El Espíritu es la consumación máxima, la expresión final, del Dios Triuno
Texto
I. DIOS ES ESPIRITU
Juan 4:24 dice que “Dios es Espíritu”. El hecho de que el Dios Triuno sea
Espíritu, alude a la esencia de Dios.
Por ejemplo, la esencia de una mesa de madera es madera, por eso decimos que
la mesa es madera. La esencia de Dios es Espíritu, por eso decimos que Dios es
Espíritu. Nunca debemos pensar, como algunos, que sólo un tercio de Dios es
Espíritu. El Dios completo, el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es
Espíritu.
En Juan 14:26 el Señor (el Hijo) declaró: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo,
a quien el Padre enviará en Mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que Yo os he dicho”. En Juan 15:26 el Señor añadió: “Pero
cuando venga el Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de
realidad, el cual procede del Padre, El dará testimonio acerca de Mí”. Primero
en 14:26 dice que el Padre enviará al Espíritu; luego en 15:26 dice que el Hijo
mismo enviará al Espíritu. Entonces, ¿quién envió al Espíritu: el Padre o el
Hijo? Debemos afirmar que el Espíritu fue enviado por ambos, por el Padre y
por el Hijo, porque como vimos en la lección anterior, el Padre y el Hijo son
uno. El enviar del Padre es el enviar del Hijo, y el enviar del Hijo es el enviar del
Padre, porque ambos son uno. El Espíritu Santo no solamente es enviado por el
Padre, sino también viene de El y con El. Hemos aprendido de la lección tres
que la palabra griega “de” significa “al lado de”, y a menudo significa “desde y
con”. Cuando el Padre envía al Espíritu, El viene con el Espíritu. El Espíritu
viene del Padre y con el Padre. Cuando el Padre envía al Espíritu, El viene
juntamente con el Espíritu. El Padre es la fuente. El Hijo está en el Padre y el
Padre está en el Hijo. Así que, cuando el Espíritu viene, el Padre y el Hijo vienen
también; es el Dios Triuno completo quien viene.
En Juan 14:26 el Espíritu Santo viene en el nombre del Hijo para ser la realidad
de Su nombre.
1Co 12:3 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios
llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el
Espíritu Santo.
Juan 5:3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos,
que esperaban el movimiento del agua.
El Espíritu viene en el nombre del Hijo porque el Espíritu y el Hijo también son
uno (2 Co. 3:17).
2Co 3:17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor,
allí hay libertad.
Este es el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como el Espíritu que nos
alcanza.
Veamos los siguientes versículos. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y
el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Juan 1:14 declara: “Y el Verbo se
hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Isaías profetizó: “Hijo nos es dado
... y se llamará su nombre ... Padre eterno” (Is. 9:6). El Verbo que era Dios se
hizo carne, y esa carne simplemente se refiere a nuestro Señor Jesucristo; este
Jesús también es el Padre eterno. En 1 Corintios 15:45 se revela que el postrer
Adán fue hecho el Espíritu vivificante. Todos los buenos estudiantes de la Biblia
están de acuerdo con que el postrer Adán fue Cristo en la cruz, quien dio fin al
linaje de Adán. Cristo, por medio de la muerte y resurrección, se hizo el Espíritu
dador de vida. ¡Aleluya! Lo que vemos aquí es que el Hijo, quien estaba con el
Padre y quien es el Padre, fue hecho el Espíritu. El Espíritu es simplemente la
consumación máxima, la expresión final, del Dios Triuno. Cuando recibimos al
Espíritu, recibimos al Dios Triuno. Todo lo que el Padre es, planeó y determinó,
junto con todo lo que el Hijo realizó, obtuvo y logró, se hace ahora real y
disponible para nosotros en este Espíritu.
El nombre del Espíritu es “Señor Jesús”, ya que El vino en el nombre del Hijo.
De manera que, cuando invocamos: “Señor Jesús”, ¡obtenemos al Espíritu,
quien es el Dios Triuno! Necesitamos invocarle a diario, desde la mañana hasta
la noche, estemos tristes o alegres. Cuando no sepamos qué hacer, debemos
invocarle; y cuando sepamos exactamente qué hacer, debemos invocarle aún
más. Cuando nos sentimos en el espíritu, debemos invocarle, y cuando nuestros
amigos nos inviten a hacer cosas que no son del Señor, debemos invocarle aun
más y en voz audible. El Espíritu, o sea, el Dios Triuno, vendrá a salvarnos de
cualquier situación, incluso de nosotros mismos. ¡Aleluya! ¡Qué manera de ser
rescatados! ¡Alabamos al Señor que El pasó por un proceso para llegar a ser el
Espíritu y nos ha dado Su nombre para invocarle: “Señor Jesús”! Ahora
podemos experimentar la salvación completa del Dios Triuno de una manera
sencilla, diaria y a cada momento. ¡Aleluya!
Preguntas
Lección cinco
Lectura bíblica
Texto
Si los Tres de la Trinidad son esencialmente uno, tal vez usted se pregunte por
qué la Biblia habla del Padre, el Hijo y el Espíritu. Esto se debe a que Dios tiene
una economía. La economía de Dios se refiere al plan, los arreglos, la obra y las
actividades de Dios. El deseo del corazón de Dios es obtener un grupo de
personas que sean llenas de El a fin de que le expresen en unidad. La manera en
que El logra esto es Su economía. La economía de Dios consiste en forjarse en
Sus escogidos y redimidos como su vida y su todo, con miras a hacer de ellos Sus
muchos hijos y miembros de Su Cuerpo, a fin de que le expresen. Esta expresión
es la iglesia. El Padre, el Hijo y el Espíritu tienen una función distinta con el fin
de llevar a cabo este maravilloso plan.
En Efesios 1:3-13
Eph 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con
toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
Eph 1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos
santos y sin mancha delante de él,
Efesios 1:5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por
medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
1:6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
1:7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas
de su gracia,
1:8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,
1:9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se
había propuesto en si mismo,
1:10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los
tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
1:11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al
propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,
1:12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente
esperábamos en Cristo.
1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de
vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa,
1:14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida,
para alabanza de su gloria.
¿Se dan cuenta que aquí se mencionan los tres de la Deidad? Si estudiamos
estos versículos detenidamente, descubriremos algo maravilloso del Dios
Triuno.
Estos versículos nos dicen que Dios el Padre planeó en la eternidad pasada la
manera en que todo habría de trabajar para producir la iglesia. El
escogió y predestinó a muchas personas para que fueran Sus hijos. Sin embargo,
para lograr esto se requería la obra del Hijo: “en quien tenemos redención
por Su sangre, el perdón de los delitos”. El Señor Jesús llevó a cabo esto al morir
en la cruz. Sabemos que Su muerte lo incluyó todo: en Su muerte crucificó
nuestra naturaleza pecaminosa y aplastó la cabeza de Satanás; además, liberó la
vida divina, del mismo modo que al sembrar un grano de trigo se libera la vida
que hay en su interior. ¡Aleluya por la obra del Hijo! Finalmente, leemos que
fuimos “sellados con el Espíritu Santo”. Esto simplemente significa que
podemos aplicar a nuestra vida por el Espíritu todo lo que el Padre planeó y lo
que el Hijo realizó. El Padre es quien planea, el Hijo es quien lo lleva a cabo y el
Espíritu es quien lo aplica. Este es el Dios Triuno en Su aspecto económico.
III. LA ECONOMIA DE DIOS CONSISTE EN
IMPARTIRNOS SU ESENCIA: SU VIDA Y SU SER
Juan 14:16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con
vosotros para siempre:
Juan 14:17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque
no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros,
y estará en vosotros.
¿Podemos ver ahora por qué Dios tiene que ser triuno? El es esencialmente uno,
pero económicamente tres, a fin de que podamos disfrutarle. La economía de
Dios consiste en impartir todo Su ser en nosotros. Pero si El sólo fuera uno
esencialmente sin ser tres económicamente, no podría llevar a cabo Su
propósito. Por otro lado, si el Padre, el Hijo y el Espíritu fueran tres Dioses y no
uno, sólo podríamos recibir al Espíritu, es decir, uno de los Tres. Si éste fuera el
caso, careceríamos de todas las riquezas del Padre y de todos los logros del Hijo.
Pero alabémosle, ¡El es tres en uno! El Padre planeó, el Hijo realizó y el Espíritu
ahora está listo para transmitirnos al Dios Triuno. Cuando invocamos: “Señor
Jesús”, el Espíritu todo-inclusivo entra en nosotros impartiéndonos la totalidad
del Dios Triuno. Recibimos al Padre, al Hijo y al Espíritu, con todo lo que El es y
ha realizado. Este Espíritu es el paquete todo-inclusivo. ¡Amén!
Preguntas
Lección seis
Bosquejo
Texto
Juan 17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han
de creer en mí por la palabra de ellos,
Juan 17:21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me
enviaste.
Efesios 4:6 nos dice que el Padre está en nosotros: “Un Dios y Padre de todos, el
cual es sobre todos, y por todos, y en todos”.
Efesios 4:6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en
todos.
El Hijo, Jesucristo, también está en nosotros, según lo revela Gálatas 2:20: “mas
vive Cristo en mí”,
Gal 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Col 1:27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este
misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
Antes de Su crucifixión, el Señor Jesús indicó a Sus discípulos que el Espíritu
estaría en ellos: “El Espíritu de realidad ... estará en vosotros” (Jn. 14:17).
Juan 14:16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con
vosotros para siempre:
Juan 14:17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque
no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros,
y estará en vosotros.
En 1 Juan 2:23 dice: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El
que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”. Además, Romanos 8:9-10 revela
que el Espíritu de Cristo en nosotros es Cristo mismo.
Romanos 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si
es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu
de Cristo, no es de él.
Romanos 8:10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está
muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.
Por lo tanto, cuando el hombre tiene al Espíritu, también tiene al Hijo, y cuando
el hombre tiene al Hijo, también tiene al Padre. El Padre está en el Hijo, y el
Hijo es el Espíritu que entra en nosotros para que podamos tener y disfrutar a
tal Dios Triuno. En terminología hay tres, pero en experiencia hay solamente
uno. Esto es un verdadero misterio.
El Señor oró en Juan 17:21: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás
en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. Primera de 1 Juan
2:24 dice: “También vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”.
1Jn 2:24 Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo
que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros
permaneceréis en el Hijo y en el Padre.
1Co 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho
por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
1Co 1:31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
También Romanos 6:3 afirma que cuando somos bautizados, somos puestos en
Cristo Jesús.
Rom 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo
Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
1Co 12:13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo,
sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de
un mismo Espíritu.
1Co 12:3 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios
llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el
Espíritu Santo.
Podemos ver que la Biblia revela que estamos en el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. Estamos en el Dios Triuno. Al invocar Su nombre: “Señor Jesús”,
recibimos al Dios Triuno y somos puestos en el Dios Triuno. ¡Aleluya! Esto es
tan maravilloso. Dios está en nosotros y nosotros estamos en Dios. Moramos
mutuamente con el Dios Triuno. Ya no somos aquellos despreciables pecadores
destinados al infierno; tampoco somos cristianos que irán al cielo. ¡No! Hemos
sido librados de la muerta eterna, que es la condenación de Dios, pero mucho
más, ahora somos uno con el Dios Triuno. El vive en nosotros y nosotros en El.
¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya! ¡Amén!
Por consiguiente, cuando usted sea tentado por sus amigos a ir a un lugar
inapropiado como alguna sala de cine, o a participar de cosas malignas,
recuerde que no está solo. ¿Cree usted que a Dios le gustaría ir a tales lugares o
practicar tales cosas? Si usted va, lo obligará a El a ir con usted a dicho lugar. A
dondequiera que usted vaya o cualquier cosa que haga, usted y el Dios Triuno
estarán juntos, ya que moran mutuamente. El nunca lo dejará, ni tampoco usted
podrá separarse de El. En esos momentos de tentación, invoque el nombre del
Señor Jesús para tocar al Dios Triuno en su interior, y luego, huya de esas
tentaciones. Cuando esté con sus amigos puede impartir a Dios en ellos,
hablándoles acerca de este maravilloso Dios Triuno, de Su salvación plena y de
su mutuo morar con El. Si usted hace esto, Satanás no lo podrá tocar, el mundo
no podrá influenciarlo, toda la creación estará sometida a usted y sus amigos
sinceramente se lo agradecerán. Entonces Dios estará feliz en usted. ¡Aleluya!
¡Alabado sea el Señor! ¡Qué relación tan maravillosa tenemos con nuestro Dios!
¡Podemos morar mutuamente con El!
Preguntas
Lección siete
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
En las seis lecciones anteriores hemos abarcado la verdad básica con respecto al
Dios Triuno. Espero que hayamos recibido alguna revelación y que estemos
experimentando más de El en nuestra vida diaria. En las seis lecciones
siguientes veremos que toda la Biblia nos habla acerca del Dios Triuno.
Ciertamente no podemos abarcar todo lo que la Biblia dice acerca del Dios
Triuno, pero mencionaremos algunos de los puntos más cruciales.
Gen 3:22 Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros,
sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome
también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.
Gen 11:7 Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que
ninguno entienda el habla de su compañero.
Por lo tanto podemos ver claramente que, en Su relación con el hombre, Dios
usa el pronombre plural para referirse a Sí mismo: cuando creó al hombre, El
usó el pronombre plural para referirse a Sí mismo; cuando trató con el hombre
caído, volvió a usar el pronombre plural; y cuando vino a lidiar con la rebeldía
del hombre, también lo usó. Esto significa que El se relaciona con el hombre
como el Dios Triuno. En Génesis 1, mientras Dios creaba todas las cosas, El
nunca usó el pronombre plural para referirse a Sí mismo, aunque el sustantivo
que se traduce “Dios” es plural en número. Esto sugiere que en cuanto a Su
relación con todas las otras criaturas, Dios era simplemente Dios, pero en
cuanto a Su relación con el hombre, El siempre se revela como el Dios Triuno.
En Exodo 3:6 el Señor dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de
Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob”. Este versículo revela el aspecto triple
de Dios en la relación con Su pueblo escogido. Con el Dios de Abraham, el
énfasis recae en el Padre; con el Dios de Isaac, se hace hincapié en el Hijo; y con
el Dios de Jacob, se da importancia al Espíritu. Por lo tanto, mediante las
experiencias de Abraham, Isaac y Jacob podemos entender mejor que Dios es
triuno, es decir, vemos al Padre, al Hijo y al Espíritu.
Primero vemos que Abraham fue llamado a salir de su entorno pagano para
participar de la bendición y el propósito divinos, lo cual revela el llamamiento
que el Padre hace (1 Co. 1:9; Ef. 1:3-5).
1Co 1:9 Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo
Jesucristo nuestro Señor.
Efesios 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
Efesios 1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él,
Efesios 1:5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos
por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
En segundo lugar, el candelero de oro no era un trozo de oro sin forma, sino que
dicho oro había sido forjado y labrado en la forma de un candelero. Esto
significa que el oro está corporificado en la forma de Dios el Hijo. Toda la
plenitud de la Deidad habita corporalmente en el segundo de la Trinidad (Col.
2:9). Jesucristo posee la forma e imagen de Dios.
Juan 19:34 Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al
instante salió sangre y agua.
Los israelitas no podían obtener agua a no ser por la roca hendida; de igual
manera nosotros no podemos obtener al Espíritu a no ser por el Cristo que ha
sido juzgado.
Juan 7:37-39
Juan 7:37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la
voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
Juan 7:38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán
ríos de agua viva.
Juan 7:39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él;
pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún
glorificado.
…revela que el Espíritu estaría disponible a todo aquel que le bebiera después de
que Cristo fuera juzgado en la cruz por nuestros pecados, una vez que resucitara
como el Espíritu vivificante.
¡Alabado sea el Señor por Cristo, nuestra Roca herida! El fue juzgado en favor
nuestro para que pudiéramos disfrutar la vida eterna. Esta vida está ahora en el
Espíritu, y a todos se nos ha dado a beber de este Espíritu (1 Co. 12:13).
1Co 12:13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo,
sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de
un mismo Espíritu.
Espero que por medio de esta lección podamos darnos cuenta de que el Antiguo
Testamento no consiste meramente en historias acerca de los hijos de Israel,
sino que, a la luz del Nuevo Testamento, podamos apreciar cómo estos libros
revelan las riquezas infinitas del Dios Triuno, aun cuando apenas hemos
abarcado una pequeña sección de los cientos de páginas que hay en las
Escrituras. Los ejemplos o cuadros descriptivos presentados en el Antiguo
Testamento nos permiten apreciar y disfrutar al Dios Triuno; cada cuadro
ciertamente vale más que mil palabras.
Preguntas
1. Hable con sus compañeros de cómo Exodo 3:6 se refiere al Dios Triuno.
2. Escriba una profecía corta de cien palabras acerca de cómo el candelero
tipifica al Dios Triuno. Dé referencias.
3. ¿Ha bebido usted del agua viva?
Lección ocho
Lectura bíblica
Bosquejo
Lucas 15 revela el amor del Dios Triuno hacia los pecadores. Hay tres parábolas
en este capítulo que, a manera de cuadros maravillosos, describen la salvación
que la Trinidad Divina lleva a cabo. Las tres parábolas se refieren a los tres de la
Trinidad Divina. La primera parábola habla acerca del pastor que sale a buscar
una oveja perdida (vs. 4-7); esto hace referencia al Hijo.
Lucas 15:4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de
ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió,
hasta encontrarla?
Lucas 15:5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;
Lucas 15:6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos
conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.
Lucas 15:7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se
arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento.
La segunda parábola habla acerca de la mujer que enciende una lámpara para
buscar una moneda perdida (vs. 8-10)…
Lucas 15:8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no
enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta
encontrarla?
Lucas 15:9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo:
Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.
Lucas 15:10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un
pecador que se arrepiente.
…esto señala a la persona del Espíritu Santo. La tercera y última parábola habla
acerca del padre amoroso que recibe de regreso a su hijo pródigo o
despilfarrador (vs. 11-32);
Mat 28:19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
…la cual hace referencia a la persona misma del Dios Triuno, sino que
corresponde a nuestra experiencia progresiva de acceso o entrada al Dios
Triuno, como se menciona en Efesios 2:18.
Efesios 2:17 Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais
lejos, y a los que estaban cerca;
Efesios 2:18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un
mismo Espíritu al Padre.
El Hijo como Pastor vino al desierto en busca de la oveja perdida (v. 4). A los
ojos de Dios el mundo entero es un desierto, un lugar árido y desolado donde
todos están perdidos. La manera en que el Hijo nos busca es que muere por
nosotros (Jn. 10:15).
Juan 10:14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me
conocen,
Juan 10:15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi
vida por las ovejas.
El Espíritu Santo vino para encontrarnos, tal como la mujer buscó la moneda
perdida en la casa (v. 8). La casa denota nuestra persona, nuestro ser. La obra
“barredora” del Espíritu consiste en alumbrar todo nuestro ser: la mente, la
parte emotiva, la voluntad y la conciencia, de una manera detallada y cuidadosa
a fin de encontrarnos. La lámpara utilizada por la mujer representa la palabra
de Dios (Sal. 119:105, 130).
Hechos 2:21 Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
Hechos 9:14 y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para
prender a todos los que invocan tu nombre.
Hechos 9:21 Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el
que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino
acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?
Mat 28:19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
Hechos 8:14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que
Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan;
Hechos 8:15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen
el Espíritu Santo;
Hechos 8:16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que
solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.
Hechos 19:5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús.
¿Cometieron ellos un error? Ciertamente no. Más bien, este hecho confirma lo
que hemos dicho anteriormente; esto es, que El Señor Jesús es la
corporificación del Dios Triuno. El es el Dios Triuno. De manera que, ser
bautizados en el nombre del Señor Jesús equivale a ser bautizados en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando usted fue bautizado en el
nombre del Señor Jesús, fue puesto en la Persona misma del Señor, es decir, en
el Dios Triuno. ¡Ya no está más en usted mismo ni en el mundo, sino en Dios!
Saulo odió la iglesia y persiguió a los creyentes hasta que el Señor lo salvó.
Cuando se bautizó, todo su pasado quedó enterrado y él fue puesto en Cristo. En
ese momento experimentó el lavamiento de sus pecados e invocó el nombre del
Señor. Al invocar al Señor recibió la Persona misma en la cual estaba siendo
bautizado.
Quizá usted no se sienta tan malo como Saulo, que encarcelaba a los creyentes.
Pero tal vez a menudo termina discutiendo con los miembros de su familia. En
realidad esto también es pecaminoso ante el Señor. Supongamos que usted tiene
un desacuerdo con su madre. Una hora después, aún se siente perturbado y
molesto; no puede entender por qué ella no ve las cosas de la misma manera
que usted. Mientras más piensa en ello, más se consume por dentro. En ese
momento usted se encuentra en su yo. Tal vez piense que está en lo correcto,
pero aun así, se siente miserable. Así que comienza a invocar en voz suave el
nombre del Señor; cuanto más le invoca, más su ira disminuye. De pronto
comprende que ha ofendido a su madre, y se siente avergonzado por ello. Así
que empieza a orar: “Señor, estaba equivocado, perdóname”. Incluso se disculpa
con su madre y experimenta tal liberación que aun siente que ella es tan amada
como el propio Señor.
Preguntas
1. Explique cómo Lucas 15 nos revela el amor del Dios Triuno hacia el
hombre.
2. ¿Qué nos enseña Mateo 28:19, Hechos 8:6 y Hechos 19:5 acerca del Dios
Triuno?
Lección nueve
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Las epístolas son cartas escritas a diversas personas por los apóstoles: catorce
fueron escritas por Pablo, dos por Pedro, tres por Juan, una por Jacobo y una
por Judas. El pensamiento central de las epístolas consiste en que Cristo hoy es
el Espíritu vivificante, quien habita en nuestro espíritu. El es nuestra vida y en
El se halla todo lo necesario para la edificación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo.
Los apóstoles experimentaron y disfrutaron al Dios Triuno y Su salvación
completa. El Dios Triuno no era una simple doctrina o enseñanza para ellos;
más bien, El era su vida y disfrute en medio de todas sus situaciones diarias. Lo
que ellos escribieron sencillamente surgió de tales experiencias. En esta lección
y en la próxima, veremos que ellos no escribieron acerca de estas cosas con el
propósito de que sean estudiadas como mera teología, sino para revelarnos
cómo Dios, en Su maravillosa y misteriosa Trinidad, se imparte en Su pueblo
elegido a fin de que seamos Su expresión.
Debido a que Dios es uno en Su aspecto esencial, sólo sentimos a una Persona
en nosotros; no obstante, debido a Su deseo de entrar en el hombre, Dios es tres
en Su aspecto económico. Aunque tenemos al Dios Triuno en nuestro interior,
El ocupa solamente una pequeña parte de nuestro ser. Pero Su deseo es llenar
completamente nuestro espíritu, alma y cuerpo, y la manera en que logra esto es
impartiéndose en nosotros. Día tras día debemos experimentar a Dios
impartiéndose en nosotros. Por eso en 2 Corintios 13:14 Pablo dice: “La gracia
del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con
todos vosotros”. Esta es la manera en que el Dios Triuno se imparte en nuestro
ser.
En 2 Corintios 13:14, Pablo evocó “el amor de Dios”, porque el Padre es la fuente
de nuestra salvación; mencionó “la gracia del Señor”, porque Cristo el Hijo vino
para efectuar la salvación y para traernos el disfrute pleno de Dios; y habló de
“la comunión del Espíritu Santo”, ya que el Espíritu es la transmisión a nosotros
de todo lo que el Padre es y todo lo que Cristo ha logrado. El Dios Triuno
completo trabaja para impartir Su Ser en nosotros. De modo que nuestro
espíritu, alma y cuerpo gradualmente serán saturados de El. ¡Aleluya!
¿Qué significa que Dios viva y se exprese por medio de nosotros? Consideremos,
por ejemplo, la justicia: Dios es justo. El es absolutamente justo y honesto en
todo lo que hace. ¿Y nosotros? Por naturaleza nosotros ciertamente no somos
justos. Supongamos que usted compra algo en la tienda y que por error el cajero
le cobra menos del precio. La mayoría de los jóvenes no se lo mencionaría al
cajero. Por el contrario, les daría mucho gusto ahorrarse algo de dinero. Pero
eso es una injusticia. Esa es la expresión del diablo. Usted podría argumentar
que la tienda tuvo la culpa o que los precios son muy elevados, pero esas excusas
sólo demuestran cuánto ama usted su dinero y cuán injusto es usted. De hecho,
quedarse con ese dinero es lo mismo que hurtar.
En cambio, si en ese momento usted ora: “Señor, reconozco que debo decir algo,
pero no puedo. Señor Jesús, yo no soy justo pero Tú sí lo eres. Sólo me vuelvo a
Ti”. ¿Cree que podría quedarse con ese dinero después de orar de esta manera?
Definitivamente no lo haría, sino que devolvería la cantidad adicional. Esta
experiencia es el Dios Triuno que vive en usted y brota de usted como justicia.
Usted preferiría salir contento de la tienda con el dinero, pero al volverse hacia
el Señor, permite que El se imparta en su ser de tal manera que lo impulse a
devolver el dinero. De este modo usted obtiene más del Dios justo. La gente en
el mundo expresa la injusticia, pero nosotros, por causa de haber
experimentado la impartición de Dios, expresamos a Dios como justicia.
Preguntas
1. Utilice 2 Corintios 13:14 para escribir una profecía acerca del disfrute que
usted ha experimentado del Dios Triuno.
Lección diez
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
En esta lección veremos los capítulos dos y tres de Efesios. Efesios 2 nos
muestra una circulación maravillosa y recíproca: Dios viene a nosotros y
nosotros vamos a Dios.
Cristo realizó muchas obras funcionando como canal de Dios. Todo lo que El
realizó se puede sintetizar en un sólo logro: “Su sangre” (v. 13). Esta sangre es la
señal maravillosa de la muerte de Cristo. Después de lograr tanto a través de Su
muerte todo-inclusiva, Cristo vino para predicar el evangelio (v. 17). ¿Cómo
pudo El predicarnos el evangelio después de haber sido crucificado y sepultado?
Esto fue posible porque El resucitó como el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b).
Cuando Cristo como Espíritu predicó tal evangelio, nosotros lo escuchamos y lo
aceptamos. ¿Qué fue lo que recibimos? Al Espíritu vivificante. ¡Aleluya! ¡Lo que
el amor de Dios inició, vino a nosotros por medio de Cristo, el Canal, y nos
alcanzó al ser el Espíritu!
Sin embargo, esta no es la meta final. El Dios Triuno tiene como meta
introducirnos en El mismo. Es por eso que Efesios 2:18 añade: “Porque por
medio de El los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”.
Estos versículos muestran que cuando recibimos al Espíritu mediante la
predicación, recibimos al Hijo. Luego, el Espíritu nos lleva de regreso al Padre
por medio del Hijo. ¡Esto es maravilloso! El Padre vino a nosotros a través del
Hijo y en el Espíritu, y ahora el Espíritu nos lleva de regreso al Padre por medio
del Hijo. ¡Qué maravilloso es este tráfico en ambas direcciones! Disfrutamos la
impartición triple de vida de parte del Dios Triuno.
¿Qué significa ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu?
Consideremos nuestra experiencia. Muchas veces nos perturbamos, nos
desconcertamos e incluso nos frustramos. Pareciera que nada marcha bien en la
escuela o en el hogar. Mientras más consideramos nuestra situación, más
estancados nos sentimos y no sabemos qué hacer. Y mientras más le damos
vueltas al asunto, más debilitados y engañados somos. En esos momentos
necesitamos decir: “¡Satanás, apártate de mí! Voy a entrar en mi hombre
interior, voy a disfrutar del Espíritu que fortalece mi espíritu”. Mientras más
ore, más fortalecido será, pues por medio de la oración ejercitará su espíritu, el
cual está mezclado con el Espíritu de Dios; esto fortalece su hombre interior.
Usted debe practicar esto a fin de disfrutar al Dios Triuno.
Pablo continúa diciendo que al ser fortalecidos de esta manera, Cristo el Hijo
puede hacer Su hogar en nuestro corazón. Esto quiere decir que Cristo se
establece en nuestro ser. Nuestro corazón se compone del alma —la mente, la
parte emotiva y la voluntad— más la conciencia, la cual es una parte de nuestro
espíritu. Ahora que somos creyentes, Cristo está en nosotros; pero Su deseo es
hacer Su hogar en nuestro corazón. El no quiere estar limitado sólo a un rincón,
sino que anhela vivir en todas las partes de nuestro ser. En ocasiones nos
sentimos débiles en nuestro espíritu; ésto se debe a que Cristo tiene acceso sólo
a una pequeña parte de nuestro ser. Si El ocupara todas y cada una de las
“recámaras” de nuestro corazón, nunca estaríamos débiles.
Al principio, cuando usted recibió al Señor, El entró a su espíritu. Esto es como
si usted lo hubiese invitado a pasar a su “sala”. Pero es posible que no le haya
dado la libertad para entrar a otras áreas. Por ejemplo, su mente es otra área a la
que Cristo desea entrar. A veces usted tiene pensamientos impropios, y tal vez
siente que el Señor le indica que detenga esos pensamientos y que comience a
invocar Su nombre. Si no le obedece, usted perderá la oportunidad de que El
extienda Su hogar a otras áreas de su corazón. ¿Y qué acerca de sus emociones?
En ocasiones usted ama cierta cosa o a cierta persona más que al Señor mismo,
mientras que el Señor desea que lo ame sólo a El con todo su corazón; no
obstante, usted no está dispuesto a volverse a El. Finalmente, deberá tratar con
su voluntad. El Señor quiere que usted lea la Biblia, pero tal vez muchas veces
usted no lo hace. Como puede ver, en su vida diaria se presentan muchas
oportunidades para que el Señor se extienda a otras áreas de su corazón. En
esos momentos, usted necesita ablandar su corazón y arrepentirse ante el Señor.
Si hace esto, será fortalecido por el Espíritu y experimentará la salvación del
Señor en todo su ser, al grado que su mente, parte emotiva, voluntad y
conciencia serán saturadas de Cristo. Esta es la única manera en que El puede
hacer Su hogar en nuestro corazón.
A pesar de que en las lecciones nueve y diez sólo abarcamos varios pasajes de
algunas epístolas, hemos podido apreciar cuán ricos son estos pasajes en cuanto
a experimentar al Dios Triuno. Creemos que al haber dado énfasis a ciertos
versículos relacionados con el Dios Triuno, les hemos ayudado a descubrir por sí
mismos estas riquezas. Esperamos que esto despierte su interés por leer más de
las epístolas, con el fin de disfrutar y experimentar la rica impartición de
nuestro maravilloso Dios.
Preguntas
Lección once
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
¿Ha oído usted alguna vez el hablar del Señor? Tal vez no lo haya oído con sus
oídos físicos, pero El puede hablar a su espíritu, es decir, a sus “oídos
espirituales”, ya que Cristo es el Espíritu que habla. Si usted lee la Palabra de
Dios con un espíritu abierto, el Espíritu le hablará algo de Cristo en su interior.
Por ejemplo, en la epístola a Efeso el Señor dice: “Pero tengo contra ti que has
dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y
arrepiéntete...” (Ap. 2:4-5). Luego, el versículo 7 dice: “El que tiene oído, oiga lo
que el Espíritu dice a las iglesias”. Al leer estos versículos quizás reconozca que
el Señor no es su primer amor, o sea, su mejor amor. Esto significa que usted
ama otras cosas, tal como la buena ropa, la música o los juegos de computadora,
más que al propio Señor. Este sentir interior es el hablar del Espíritu, es decir, el
Señor mismo hablándole. Tal hablar lo llevará a que se arrepienta y se vuelva al
Señor orando de la siguiente manera: “Oh, Señor, te amo sólo a Ti. No me
interesa nada más. Quiero estar locamente enamorado de Ti. Te amo
sobremanera. Tu eres mi mejor amor, mi primer amor”. Si ora de esta manera,
la gracia y la paz del Dios Triuno lo llenarán, usted disfrutará de la presencia del
Señor como gracia, y su corazón estará en paz con Dios. ¡Aleluya porque El nos
ama tanto! ¡El debe ser nuestro primer amor!
En Apocalipsis 21:12 y 13 dice que esta ciudad tiene “un muro grande y alto con
doce puertas ... al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas;
al occidente tres puertas”. Las tres puertas de cada lado indican que el Dios
Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— trabaja conjuntamente a fin de
introducir al hombre en la ciudad. Esto se muestra en las tres parábolas de
Lucas capítulo 15. En la lección ocho vimos que para conducir a un pecador a la
casa del Padre: se necesita al Hijo como el Pastor que trae de regreso a la oveja
perdida, se necesita al Espíritu para alumbrar el corazón de las personas a fin de
que se arrepientan, y se necesita al Padre para recibir al hijo pródigo
arrepentido que regresa. Por lo tanto, el Dios Triuno es nuestro acceso a la
Nueva Jerusalén.
Cada uno de los cuatro lados de la ciudad tenía tres puertas, y todas las puertas
eran exactamente iguales. Esto indica que el Dios Triuno está disponible al
hombre en los cuatro ángulos de la tierra. Existe una entrada a la ciudad santa
tanto para los que vienen del este, como para los del norte, del sur o del oeste.
En la próxima lección veremos que la Nueva Jerusalén no es una ciudad física,
sino que es el Dios Triuno mezclado con Su pueblo. ¡Qué acceso tan práctico y
maravilloso tiene esta ciudad!
Esta escena muestra que nuestra existencia se deriva del Dios Triuno. Primero,
Dios el Padre es el Creador (Ef. 3:9). El creó todas las cosas, incluyéndonos a
usted y a mí. Si El no nos hubiera creado, ciertamente no existiríamos; así que
debemos agradecerle por ser el Dios creador. En segundo lugar, el Hijo —el
Cordero— es nuestro Redentor (Jn. 1:29; Ef. 1:7). El derramó Su sangre por
nuestros pecados a fin de redimirnos para Dios. Sin Su redención, estaríamos
para siempre en el lago de fuego, bajo la condenación de Dios. ¡Alabemos a
nuestro Cordero-Redentor! Finalmente, el río de vida representa al Espíritu,
quien es nuestro Regenerador (Jn. 3:6). El Espíritu nos regenera al hacernos
nacer de Dios. Luego, se imparte continuamente en nosotros a fin de que
crezcamos en Dios y le expresemos. Esto permite nuestra existencia como hijos
de Dios. Debemos valorar grandemente el hecho de que Dios sea triuno, pues
ello permite nuestra existencia tripartita; El es nuestro Creador, nuestro
Redentor y nuestro Regenerador.
Preguntas
Lección doce
LA CONSUMACION FINAL DE LA
IMPARTICION DEL DIOS TRIUNO
Lectura bíblica
Ap. 1:20; Jn. 15:1, 5, 16; Ap. 1:1; 21:2-3, 9, 22; 4:3;
2 P. 1:4; Ap. 21:18.
Bosquejo
Texto
A. El Dios Triuno
Esta gran vid es el organismo del Dios Triuno. Un organismo es una entidad
viviente. Todo lo que el Padre es se encuentra corporificado en este organismo,
en esta vid, la cual representa al Segundo de la Trinidad. Por consiguiente,
dentro de la vid circula el fluir de vida del Espíritu. El Espíritu distribuye las
riquezas del Padre, las cuales sustentan a la vid y sus pámpanos.
B. Los creyentes
Ya que disfrutamos a Dios de una manera tan rica, ¿no creen que debemos
contarles a nuestros amigos para que ellos también puedan disfrutarlo? Si no lo
hacemos, ¿cómo podrán ellos creer en El y recibirlo? Cuando le hablamos a
otros acerca de Dios, El se “ramifica”. Debido a que somos Sus pámpanos, al
ganar a nuestros amigos podemos lograr que El se “ramifique”. ¡Qué gran
privilegio! No sólo recibimos a Dios sino también lo propagamos. Laboramos
juntamente con El para lograr que otros se unan a la vid, es decir, para
introducirlos al organismo del Dios Triuno. ¡Aleluya! De esta manera el Padre
obtendrá la gloria por medio de nosotros.
Apocalipsis 21:18 dice: “el material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era
de oro puro”. El versículo 11 afirma que la luz de la Nueva Jerusalén “era
semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el
cristal”. El jaspe es de color verde oscuro, lo cual representa la vida en plenitud.
La hierba verde, los campos verdes y las montañas verdes, todas testifican de las
riquezas de la vida. Cuando el campo está de color amarillento, da la impresión
de que no tiene vida. El muro de la Nueva Jerusalén es un testimonio brillante
de las riquezas de la vida de Dios. Apocalipsis 4:3 dice que Dios mismo tiene la
apariencia del jaspe. Debemos tener presente que la Nueva Jerusalén no es otra
cosa que el agrandamiento de la iglesia. Esto significa que un día el pueblo de
Dios tendrá la apariencia misma de Dios. ¡Alabado sea el Señor que un día
expresaremos plenamente las riquezas de la vida de Dios!
La ciudad, la cual está adentro del muro, es totalmente de oro. Recordemos que
el oro representa la naturaleza de Dios. Esto significa que nosotros, el pueblo de
Dios, seremos totalmente constituidos de la naturaleza divina. Exteriormente la
ciudad es de color verde, lo cual expresa la vida divina; pero interiormente es de
oro puro, lo cual denota que está constituida de la naturaleza de Dios. ¡Este es
un cuadro glorioso! Aquí vemos el resultado final de la impartición del Dios
Triuno. Cuanto más El se imparte en nosotros, más recibimos Su naturaleza
divina. Anteriormente nos dirigíamos hacia el lago de fuego, pero ahora Dios es
nuestro destino. En el pasado estábamos llenos de la naturaleza satánica, pero al
final estaremos llenos de la naturaleza divina. La única manera para ser
trasladados de una esfera a otra es recibir más de la impartición divina.
Debemos huir de la corrupción que hay en el mundo a fin de participar de la
naturaleza divina (2 P. 1:4). ¡Oh, Señor Jesús! ¡Qué glorioso destino! ¡Qué
maravillosa consumación!
Preguntas
Lección trece
Lectura bíblica
Col. 1:17; Is. 9:6; Ro. 9:5; Mt. 4:4a; Hch. 2:22;
1 Ti. 2:5; He. 1:2, 10; Jn. 1:3; Col. 1:15;
Jn. 1:14; He. 2:14.
Bosquejo
I. Cristo es Dios
II. Cristo es hombre
III. Cristo es el Creador
IV. Cristo es una criatura
V. La obra de Cristo
Texto
En las doce lecciones siguientes veremos quién es Cristo y cuál es la obra que El
realizó. A esto es a lo que llamamos la persona y la obra de Cristo. Muchos
cristianos a través de la historia no han entendido claramente este asunto, por lo
cual han caído en diversas herejías y enseñanzas erróneas acerca de la persona y
la obra de Cristo. Cristo es la figura central en la economía de Dios en cuanto al
cumplimiento de Su propósito eterno. Se requiere invertir mucho tiempo para
estudiar esta gran verdad en la Biblia. La Biblia es la base de todo lo que
creemos. Jamás debemos desviarnos de sus enseñanzas. Desde esta lección
hasta el final del libro presentaremos las verdades principales de la revelación
pura de la Biblia acerca de la persona de Cristo y Su obra.
I. CRISTO ES DIOS
La primera verdad crucial acerca de Cristo es que El es Dios, el Dios eterno. No
debemos pensar que, antes de nacer en Belén hace dos mil años, Cristo aún no
existía. Tal vez para usted y para mí Su nacimiento fue Su comienzo, pero la
Biblia afirma que Cristo existía aun antes de todas las cosas (Col. 1:17). Isaías
9:6 declara que Aquel que nació en el pesebre era el Dios fuerte y el Padre
eterno. Juan 1:1 y 14 dicen que en el principio, esto es, en la eternidad pasada,
Cristo era el Verbo, y que el Verbo era Dios. Y Romanos 9:5 dice que El es el
“Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos”.
La Biblia también revela que Cristo no es solamente Dios, sino también hombre.
En los evangelios Cristo se llamó a Sí mismo “el Hijo del Hombre”. Cuando
Satanás vino para tentarlo en el desierto, El le contestó que no sólo de pan
viviría el hombre (Mt. 4:4a). En Hechos 2:22 Pedro lo llamó “Jesús nazareno,
varón aprobado por Dios entre vosotros”. En 1 Timoteo 2:5 leemos: “Porque hay
un sólo Dios, y un sólo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús
hombre”. ¡Aleluya, El es maravilloso! El es tanto Dios como hombre. En las
lecciones anteriores vimos que Cristo es el Dios completo, el Dios Triuno. Y en
las siguientes lecciones veremos que El también es un hombre genuino. Por eso
los cristianos lo hemos llamado el “Dios-hombre”.
Dios es el Creador de todas las cosas (Gn. 1:1; 2:1-3). Ya que Cristo es Dios,
ciertamente también es el Creador. Este hecho se revela claramente en las
Escrituras según lo muestran los siguientes versículos: “Y Tú, oh Señor, en el
principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de Tus manos” (He. 1:10).
“Todas las cosas por medio de El llegaron a existir, y sin El nada de cuanto
existe ha llegado a la existencia” (Jn. 1:3). “Por medio del cual son todas las
cosas, y nosotros por medio de El” (1 Co. 8:6). “Porque en El fueron creadas
todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean señoríos, sean principados, sean potestades; todo
fue creado por medio de El” (Col. 1:16). “Por quien (el Hijo) asimismo hizo
(Dios) el universo” (He. 1:2). Estos versículos muestran claramente que Cristo
es el Creador de todas las cosas; es decir, que todas las cosas fueron creadas por
El, y que por El existen.
Los hombres son criaturas (Gn. 1:27; Hch. 17:26). Ya que Cristo es un hombre,
ciertamente también es una criatura. Esto se revela en Colosenses 1:15, donde
dice que el Hijo es “el Primogénito de toda creación”. Este versículo dice en
palabras sencillas que Cristo fue creado, pues declara que El es el Primogénito
de la creación, el Primero de todas las criaturas. También Apocalipsis 3:14 dice
que El fue creado. En este versículo Cristo se llama a Sí mismo “el principio de
la creación de Dios”. El tiene la primacía en la creación ya que es el Primero de
todas las criaturas.
Algunos cristianos niegan que Cristo sea una criatura, basados en que
Colosenses 1:15 afirma que El es el Primogénito antes de la creación. Pero eso no
es lo que la Biblia dice. Ciertamente la Biblia declara que Cristo es el
Primogénito de toda la creación. Pongamos un ejemplo: si usted es el estudiante
que tiene el primer lugar en su escuela, clase, grado, aula, no por eso deja de ser
parte del estudiantado. De igual manera, ya que Cristo es parte de la creación,
ciertamente El es una criatura.
Cristo es una criatura puesto que se hizo “carne” (Jn. 1:14), es decir, que
participó de “carne y sangre” (He. 2:14), nació como un “niño” (Is. 9:6) y llegó a
ser “hombre” (1 Ti. 2:5). Las expresiones “carne”, “carne y sangre”, “niño” y
“hombre” ciertamente denotan a una criatura. ¿No es verdad que “carne” y
“carne y sangre” son elementos creados? ¿No se refieren “niño” y “hombre” a
seres creados? ¡Por supuesto que sí! Por lo tanto, ya que Cristo se hizo todas
estas cosas, ¿cómo podemos decir que El no es una criatura? Si reconocemos
que Cristo es un hombre, tenemos que admitir que El es una criatura. Si
negamos que es una criatura, estaremos negando que es un hombre.
V. LA OBRA DE CRISTO
Preguntas
Lección catorce
LA ENCARNACION DE CRISTO
Lectura bíblica
Bosquejo
I. Como Dios:
A. Cristo es Dios encarnado
B. Cristo es el Hijo de Dios
II. Como hombre:
A. Cristo es un hombre
B. Cristo es el Hijo del Hombre
C. Cristo se hizo carne, pero sin pecado
III. Cristo es la mezcla de Dios con el hombre
Texto
La encarnación fue el primer paso importante que Cristo dio para cumplir el
propósito de Dios. Cuando decimos que Dios se encarnó queremos decir que El
se hizo hombre, es decir, que participó de carne y sangre. Este fue un evento
crucial, el más importante de la historia humana. El Dios Todopoderoso, quien
existía desde la eternidad, vino a ser un humilde hombre en el tiempo. Cristo no
hizo esto sólo para ser nuestro Salvador, sino también para introducir a Dios en
el hombre, esto es, para introducir lo divino en lo humano. Mientras más
contemple la encarnación de Cristo, más se maravillará. ¡Aquel niño nacido en
Belén era el Dios de todo el universo! Comprender adecuadamente la
encarnación de Cristo es el primer requisito crucial para entender la persona y
la obra de Cristo.
I. COMO DIOS:
2) Dios dispuso que el nombre de aquel niño fuera Jesús. El nombre “Jesús” en
griego equivale a “Josué” en hebreo (Nm. 13:16; He. 4:8), que significa “Jehová
el Salvador”. Esto indica que Jesús es Jehová Dios quien llegó a ser nuestro
Salvador. Por lo tanto, El es Dios mismo. En el Antiguo Testamento El era
únicamente Jehová. Pero ¡alabado sea el Señor que por medio de la encarnación
El llegó a ser Jesús, que significa Jehová nuestro Salvador!
3) Dios no sólo ordenó que Su nombre fuera Jesús, sino que también dispuso
que los hombres lo llamaran “Emanuel”, que significa “Dios con nosotros”. Esto
también muestra que El es Dios. Aquel que se hizo carne y vivió entre los
hombres, es Dios con los hombres.
Antes de que Jesús fuera concebido, Dios envió al ángel Gabriel, quien declaró:
“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo ... lo santo que nacerá, será
llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:32, 35). En los Evangelios Jesús es llamado el Hijo
de Dios (Mt. 3:17; 14:33; 16:16; 27:54; Jn. 1:34, 49). Este título muestra que el
Señor es divino y que es igual a Dios (Jn. 5:17-18). Basados en estas
declaraciones no debe quedarnos la menor duda de que Cristo es Dios mismo
encarnado.
A. Cristo es un hombre
Otro aspecto de la encarnación del Señor es que ésta se efectuó por medio de
una virgen humana llamada María, lo cual proveyó a Jesús la esencia humana,
es decir, que El era cien por ciento hombre. El era Dios mismo hecho hombre;
pero no se convirtió en hombre repentinamente, sino que permaneció en el
vientre de la mujer como cualquier otro bebé. ¡Imagínese esto! ¡Dios estuvo
confinado en el vientre de una mujer durante nueve meses! Después de esto,
nació y fue criado como cualquier otro niño judío (Lc. 2:21-24). Todo ello se
llevó a cabo conforme a la manera humana usual; esto es una prueba
indiscutible de que Dios se hizo hombre.
B. Cristo es el Hijo del Hombre
Aunque era el Hijo de Dios, muchas veces Jesús se llamó a Sí Mismo “el Hijo del
Hombre” (Mt. 8:20; 9:6; 26:64; Jn. 1:51; 3:13; 6:27). El capítulo uno de Mateo
muestra la genealogía o árbol genealógico de Jesucristo. El es el hijo de
Abraham y el hijo de David (Mt. 1:1). Por consiguiente, Jesús era un hombre
genuino.
Aunque el Señor se hizo carne, El no tenía pecado. Cristo fue hecho “semejante
a la carne de pecado” (Ro. 8:3), pero no participó del pecado en la carne. Todos
los descendientes de Adán han heredado la naturaleza pecaminosa (Ro. 5:12,
19); en Adán todos nacemos en pecado. Por ello, es un hecho histórico muy
importante que el Señor naciera de una virgen. Aunque El tenía la semejanza de
Adán, no heredó la naturaleza pecaminosa. En otras palabras, El no nació en
Adán; más bien, fue concebido del Espíritu Santo en la virgen María. Como
veremos en otra lección, fue necesario que Cristo no conociera pecado (2 Co.
5:21) y que viviera sin pecado (He. 4:15), para que así pudiera realizar la
redención.
Debido a que fue concebido del Espíritu Santo, Jesús poseía la esencia divina; y
ya que fue concebido de una virgen humana, El tenía también la esencia
humana. Por consiguiente, El era una Persona con dos esencias: la esencia
divina mezclada con la humana. Es inconcebible para nuestra mente natural
que el Dios Todopoderoso un día se mezclara con el hombre. Pero recuerde cuál
es el propósito eterno de Dios: entrar en el hombre para que éste le exprese
plenamente; esto sencillamente es una mezcla. Si Adán hubiera comido del
árbol de la vida se habría convertido en un Dios-hombre, es decir, un hombre en
completa unión con Dios. No habría sido solamente un buen hombre, sino un
Dios-hombre. Pero aunque Adán fracasó, Cristo por medio de Su encarnación
llegó a ser el primer hombre mezclado con Dios. ¡Alabado sea el Señor! El Señor
Jesús era el Dios Triuno corporificado en un hombre. En El habitaba
corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col. 2:9).
“En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios ... y el Verbo se hizo carne”
(Jn. 1:1, 14). Nunca en la historia del universo había sucedido tal cosa. Es muy
impresionante el enorme significado de la encarnación. Esto fue un evento tan
grande, que causó que un ejército numeroso de ángeles entusiasmados
prorrumpiera desde el cielo con alabanzas a Dios (Lc. 2:8-14). Cuatro mil años
después de la caída del hombre, Dios vino y se hizo hombre en Jesús, cuyo
nombre significa Jehová nuestro Salvador, y en Emanuel, que quiere decir Dios
con nosotros. ¡Aleluya! ¡Dios con nosotros! La encarnación de Cristo inspiró a
Carlos Wesley a escribir un himno maravilloso, cuyas primeras dos estrofas
dicen lo siguiente:
(Himno #49)
Preguntas
Lección quince
Lectura bíblica
Jn. 1:45; Mt. 13:54-56; 9:10-11; Jn. 4:6-7; 11:33, 35; Lc. 2:51; Mr. 10:45; Mt.
11:29;
Jn. 6:57; 5:30; Mt. 12:28; 2 Ti. 2:22.
Bosquejo
Texto
Por un lado, El era un hombre común, pero por otro, era único. Cada aspecto del
vivir humano de Jesús era absolutamente apropiado y perfecto.
A. Obediente
Lucas dice que cuando Jesús tenía doce años, El sabía cómo atender a la
voluntad de Su Padre celestial y a la vez estar sujeto a Sus padres terrenales. En
esa ocasión El explicó a Sus padres por qué había permanecido en el templo,
pero al mismo tiempo estaba sujeto a ellos. Jesús les dijo: “¿No sabíais que en
los asuntos de Mi Padre me es necesario estar?” (Lc. 2:49). Sin embargo, en el
versículo 51 dice que regresó con ellos y estaba sujeto a ellos. Algunos jóvenes
dirán: “¡Yo vivo para el propósito de Dios!”, pero en la casa son desobedientes a
sus padres. Esto no concuerda con la humanidad fina y equilibrada de Jesús.
B. Servicial
En Marcos 10:45 el Señor dijo: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir”. Muchas personas, principalmente los jóvenes, quieren
que en su casa les sirvan, pero a ellos no les gusta servir. Por ejemplo, no ayudan
a limpiar la casa; no lavan los trastes; no planchan su ropa; ni siquiera hacen su
propia cama; no hacen absolutamente nada. Sólo les gusta comer, dormir y
pasear todo el tiempo. Esa no es la humanidad de Jesús. La humanidad de Jesús
se distingue por servir, no por ser servido. Necesitamos un espíritu dispuesto a
servir diligentemente.
El evangelio de Lucas narra muchos casos en donde la divinidad del Señor fue
expresada mediante Sus cualidades humanas. En Lucas 7:11-17 vemos que El
tuvo compasión de una madre que lloraba y resucitó a su hijo muerto. El
versículo 12 dice: “Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que
llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y
había con ella una considerable multitud de la ciudad”. Esta situación era muy
triste y nadie podía consolar a esta viuda afligida. Primero ella había perdido a
su esposo y ahora había perdido a su único hijo.
El Señor Jesús llevó una vida humana totalmente consagrada al Padre (Jn.
6:57). Aunque El era Dios en la carne, jamás asumió la posición de Dios, sino
que vivió como un hombre consagrado a Dios y guiado por El. En el evangelio
de Juan, Jesús dijo: “No puedo Yo hacer nada por Mí mismo ... no busco Mi
propia voluntad, sino la voluntad del que me envió” (5:30); “Mi enseñanza no es
Mía, sino de Aquel que me envió” (7:16); “Yo no busco Mi gloria” (8:50); “Yo
hago siempre lo que le agrada” (8:29b); y “Yo y el Padre uno somos” (10:30).
V. LA HUMANIDAD APROPIADA
PARA LA VIDA DE IGLESIA
Dios desea obtener un grupo de personas que, tal como el Señor Jesús, sean
llenas de Dios y lo expresen. Para lograr esto necesitamos una humanidad
apropiada, la cual hace que la vida de iglesia sea sólida y fuerte. Satanás intenta
frustrar el propósito de Dios atacando la humanidad del hombre. El ataca
especialmente a los jóvenes usando la inmoralidad, las drogas y las
enfermedades mentales. Estas cosas pueden dañar a los jóvenes e inutilizarlos
para expresar a Dios. No debemos ignorar ni subestimar las artimañas del
enemigo. Muchos jóvenes han sido arruinados e incluso han muerto por causa
de las drogas y el alcohol.
Sin embargo, ahora el Señor Jesús vive en nosotros. Usted debe haber percibido
en su conciencia al Señor oponiéndose cuando usted peca en lo que hace, en lo
que ve, e incluso en su estilo de vestir. Este mundo está diseñado para incitar la
lujuria, lo cual es una estrategia que Satanás usa para dañar la humanidad. Por
lo tanto, al enfrentarse con el mundo no debe considerarse tan “espiritual”,
pensando que es capaz de resistir cualquier tentación. Antes bien, ¡huya de
inmediato! Luego, busque al Señor con los que de corazón puro le invocan (2 Ti.
2:22).
Debemos tener presente que Satanás es muy sutil, y debemos estar conscientes
de que nuestro descuido y pereza pueden frustrar la obra del Señor en nosotros.
Debemos ser tan sensibles al Señor que podamos percibir Su voz objetando en
nuestro interior cuando arrojamos los calcetines al piso. Es más cómodo
dejarlos allí, pero eso no expresa la humanidad del Dios-hombre, sino a nuestro
yo perezoso. ¿Qué verán nuestros amigos cuando vayan a nuestro cuarto?
Aunque les hablemos frecuentemente acerca del Señor, ellos sólo recordarán
nuestro cuarto desordenado. ¡Cuánto necesitamos la fina humanidad del Señor!
Debido a que somos la iglesia, debemos ser diferentes de esta sociedad
degradada, para que así el Señor se exprese por medio de nuestra humanidad
apropiada.
No diga: “Yo no soy Jesús, así que no puedo ser como El. Tal vez cuando crezca
seré mejor”. ¡No! Más bien, ahora mismo, al ver que su condición es muy
inferior a la humanidad de Jesús, usted debe abrirse a El, invocarle y recibir el
Espíritu. No podemos imitar el vivir humano del Señor, pero podemos hacerlo
nuestro al permitirle que habite en nosotros. Hemos dicho anteriormente que
todo lo que Cristo es y ha hecho se halla en el Espíritu vivificante. El Espíritu
hoy es el Espíritu del Jesús humano. En este Espíritu no sólo se halla la
divinidad de Jesús sino también Su humanidad. Esto nos provee la manera de
crecer en Cristo. Tal vez no podamos imitar Su vivir, pero tampoco debemos
esperar hasta el futuro para ser como El. Hoy mismo podemos asirnos de El y
expresarlo mediante nuestro vivir. Lo que necesitamos en la vida de iglesia es Su
humanidad fina, elevada y perfecta. Entonces Dios se expresará por medio de
nosotros y obtendrá el testimonio de Jesús. Si vivimos de tal manera, otros
serán impresionados y atraídos a la iglesia.
Preguntas
Lección dieciséis
LA CRUCIFIXION DE CRISTO (1)
Lectura bíblica
Bosquejo
I. El Cordero de Dios
II. La serpiente de bronce
Texto
Luego de Su encarnación y tras vivir una excelente vida humana por treinta y
tres años y medio, el Señor Jesús fue crucificado. La crucifixión era la forma
más cruel y vergonzosa de morir en aquellos días. Aún así, no debemos
considerar la muerte del Señor como un evento triste ni trágico; antes bien, Su
muerte fue el acontecimiento más importante y maravilloso que ha sucedido en
el universo. De hecho, la cruz era la meta de la encarnación y el vivir humano de
Cristo. Por un lado, el Señor fue crucificado por el hombre, pero por otro, El fue
a la cruz voluntariamente con miras a cumplir el propósito eterno de Dios (Jn.
10:15; He. 12:2). Fue en la cruz donde el Señor Jesús realizó Su obra redentora a
fin de que el hombre pudiera volver a Dios.
I. EL CORDERO DE DIOS
Según Juan 1:29, cuando Juan el Bautista vio a Jesús, proclamó abiertamente:
“¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Debido a la caída
del hombre, Dios, por causa de Su justicia, debía exigir que el hombre pagara
por sus pecados con su sangre, es decir, con su propia vida. Pero por causa de Su
amor, Dios permitió que en lugar de que el hombre muriera, éste tomara como
substituto un cordero u otro animal del ganado y los sacrificara como ofrenda
por sus pecados. Mediante estas ofrendas la gente fue librada del juicio de Dios.
Los sacrificios del Antiguo Testamento eran tipos o símbolos de Cristo. Dios
requería que los corderos ofrecidos en sacrificio no tuvieran mancha ni defecto
(Ex. 12:5). En la lección quince vimos que Cristo no tenía mancha ni defecto
alguno. El vino como el verdadero Cordero de Dios. Anteriormente los israelitas
tenían que ofrecer sacrificios continuamente, pues sus pecados no eran
quitados, sino únicamente cubiertos (He. 10:11). ¡Pero he aquí el Cordero de
Dios que quita nuestros pecados! El Señor Jesús se ofreció a Sí mismo una vez y
para siempre (He. 9:28; 10:10, 12) a fin de obtener el perdón de muchos (Mt.
26:28). Debido a que hemos cometido muchos pecados, Dios exigía el
derramamiento de nuestra sangre. Pero Cristo derramó Su sangre en nuestro
lugar. ¡Al creer en el Señor Jesús, somos completamente perdonados de
nuestros pecados y liberados de la pena de muerte estipulada por Dios!
Aconteció una vez en el Antiguo Testamento que, cuando los hijos de Israel
pecaron contra Dios, muchos de ellos fueron mordidos por serpientes y
murieron. Entonces, como ellos clamaron a Moisés, el Señor le mandó que
levantara una serpiente de bronce en un asta, a fin de que todo el que mirara a
la serpiente fuera perdonado y sanado, salvándose así de morir (Nm. 21: 4-9).
En Juan 3:14 el Señor dijo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. Esto quiere decir que
cuando el Señor Jesús fue crucificado, El fue levantado como serpiente de
bronce. Es decir, que Cristo murió para destruir a la serpiente. El Señor murió
en la cruz como el Cordero de Dios para quitar nuestros pecados, pero también
murió como la serpiente de bronce para destruir a la serpiente antigua, que es
Satanás, el diablo (He. 2:14).
Esta es la obra consumada de Cristo; sin embargo, todos los días aún nos
molesta nuestra carne pecaminosa y el mundo. El mundo siempre trata de
alejarnos del Señor por medio de la lujuria de nuestra carne. Así que, en nuestra
experiencia diaria debemos aplicar a Cristo como la serpiente de bronce. Gálatas
5:24 dice: “Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus
pasiones y concupiscencias”. Y Romanos 8:13 declara que por el Espíritu
podemos hacer morir los hábitos de nuestro cuerpo.
Tomemos como ejemplo el ver televisión. Usted puede darse cuenta de que
muchas cosas que se transmiten por televisión son inmorales e inmundas, y
corrompen nuestra mente. También estará de acuerdo en que ver televisión es
una pérdida de tiempo. No obstante, en ocasiones usted ha experimentado un
deseo incontrolable por verla, aun en contra de la prohibición de sus padres.
Este deseo se produce por la incitación de las pasiones y lujurias de la carne.
¿Cómo podemos ser salvos de esto? Volviéndonos al Señor, quien es el Espíritu
en nuestro espíritu. El Espíritu contiene todo lo que Cristo ha realizado,
incluyendo Su muerte como la serpiente de bronce. Cuando usted clama a El, el
Espíritu viene y aplica en usted la crucifixión de Cristo, a fin de dar muerte a su
carne. Es así como hacemos morir los hábitos de nuestro cuerpo por el Espíritu,
y como terminamos con las lujurias y pasiones de la carne. Algunas veces puede
ser que fracasemos y no podamos vencer, en tal caso, tenemos el recurso de la
sangre de Cristo. Pero no debemos tomar esta provisión como una excusa para
pecar. Más bien, debemos invocar el precioso nombre del Señor a fin de
crucificar la carne. ¡Qué vergüenza para el diablo! ¡Sus esfuerzos por usar el
mundo para atraer nuestra carne sólo causarán que clamemos más al Señor!
¡Aleluya! ¡Cristo es el Victorioso!
Preguntas
Lección diecisiete
Lectura bíblica
1 Co. 15:45b; Ro. 6:6; Ef. 2:14-16; Jn. 12:24; Col. 2:14-15.
Bosquejo
Texto
En Primera de Corintios 15:45b dice que Cristo fue el postrer Adán. Cuando
Dios creó a Adán, éste representaba a todo el linaje humano. Dios intentó
cumplir Su propósito eterno por medio del linaje de Adán, pero Adán falló
rotundamente, pues en vez de tomar a Dios dentro de sí, tomó a Satanás, por lo
cual condujo a toda la humanidad a una condición caída. Luego, el hombre
comenzó a expresar a Satanás en lugar de expresar a Dios. Por consiguiente,
Dios desechó a este primer hombre Adán y junto con él a todo su linaje, lo cual
nos incluye a todos nosotros. Dios efectuó esto mediante la muerte de Cristo en
la cruz. Cristo fue el postrer Adán; “postrer” significa último y concluyente, lo
cual indica que después de El no hubo otro Adán. Entonces, Dios inició un
nuevo linaje, una nueva raza, de la cual Cristo es la Cabeza en resurrección.
IV. EL PACIFICADOR
En Cristo no hay más judío ni gentil, rico ni pobre, negro ni blanco (Gá. 3:28;
Col. 3:11). La cruz acabó con todas estas diferencias. Por lo tanto, si dichas
diferencias aún nos molestan, se debe a que no hemos experimentado
cabalmente la crucifixión de Cristo. La gente habla mucho acerca de poner fin a
las guerras y los prejuicios, pero sin la cruz esto es imposible. Si usted tiene un
altercado con alguien, la mejor manera de dar fin a dicha contienda es que
ambas partes mueran. Esto puede parecerle extraño, pero es la verdad. Sólo
cuando ambos tomen la cruz del Señor habrá completa paz, entonces ¡toda
contienda terminará! Cuando Cristo murió como pacificador, El crucificó al
mundo entero, de modo que todos morimos juntamente con Cristo. Esta es la
razón por la que hoy en las iglesias podemos recibir a personas de toda raza,
cultura y clase social. Este es un testimonio glorioso de lo que el Señor Jesús
logró en la cruz; sólo mediante la cruz podemos experimentar la unidad
genuina. Esta unidad se hace real únicamente en el Espíritu. Por lo tanto, cada
vez que tenemos problemas con alguien debemos volvernos a nuestro espíritu y
permitir que la cruz nos dé fin.
V. EL GRANO DE TRIGO
Preguntas
Lección dieciocho
Lectura bíblica
Texto
La caída del hombre creó un gran dilema para Dios. El hombre era el centro del
plan de Dios, ya que fue creado para expresarlo. Sin embargo, por causa del
pecado, la justicia de Dios exigió que el hombre fuera condenado. En esta
lección veremos la solución maravillosa, perfecta y completa de Dios a este
dilema. El Señor Jesús fue la única Persona apta para morir por nosotros y
obtener nuestra redención.
Todo hombre ha pecado, y la paga del pecado es muerte (Ro. 3:23; 6:23). Por
esta causa, Dios requirió la sangre del hombre como pago por la transgresión.
Hebreos 9:22 dice: “Sin derramamiento de sangre no hay perdón”. Esta es la
razón por la cual el Señor Jesús se hizo hombre. Se exigía la sangre del hombre,
así que Dios mismo tuvo que adquirir tal sangre. Dios no tenía sangre, pero
mediante Su encarnación adquirió sangre y carne (He. 2:14). Al hacerse
hombre, Jesús pudo derramar sangre humana por nuestra causa.
B. Sin pecado
Dios no sólo tuvo que hacerse hombre, sino un hombre sin pecado. Si El hubiese
tenido tan sólo un pecado, no hubiera podido morir por los pecados de toda la
humanidad, porque habría tenido que morir por los Suyos propios. Pero Cristo
no conoció pecado (2 Co. 5:21; He. 4:15). El únicamente adquirió la semejanza
de carne de pecado (Ro. 8:3), pero no tuvo mancha ni defecto alguno (1 P. 1:19).
En esto vemos que Cristo estaba plenamente capacitado para morir por el
hombre, ya que podía derramar sangre humana y así morir por otros, pues en El
no había pecado alguno.
Sin embargo, si Jesús solamente hubiera sido un hombre sin pecado, aún
tendríamos un grave problema, pues Su muerte sólo sería suficiente para salvar
a un hombre; de hecho, únicamente sería efectiva para pagar por un sólo
pecado. Permítanme explicar esto. Dios exige que el hombre muera por su
pecado, incluso por un solo pecado. Supongamos que en toda su vida usted
comete un solo pecado. Si este fuera el caso, Jesús, como hombre libre de
pecado, bien podría morir como sustituto por ese único pecado. Pero si usted
pecara de nuevo, tendría que morir también por ese segundo pecado. Ahora
bien, usted sabe que a lo largo de su vida ha pecado más de una vez. ¿Cómo
podría Jesús, un solo hombre, morir por todos los pecados de usted y por los de
toda la humanidad? ¿Y cómo podría esto operar en nosotros dos mil años
después de Su muerte?
Ya hemos indicado que, aunque Cristo se hizo hombre, aún seguía siendo Dios.
El fue un hombre genuino, pero también era el Dios completo. El hecho de ser
Dios le añadió un elemento eterno a Su sangre redentora. Hebreos 9:14 afirma
que el Señor se ofreció a Sí mismo mediante el Espíritu eterno. El efectuó una
redención eterna a nuestro favor (He. 9:12). Así que, la sangre de Jesús es eficaz
para todos los hombres de todos los tiempos. Dicha sangre es capaz de limpiar
todos los pecados de la humanidad.
Sin embargo, por absurdo que parezca, muchas personas a lo largo de la historia
cristiana han enseñado tales herejías. Aún hoy algunos niegan que Cristo sea un
hombre genuino, aunque reconocen que El es Dios. Si esto fuera así, entonces
Cristo no habría podido derramar sangre humana por los pecados de los
hombres. Por otro lado, hay personas que proponen que Cristo era únicamente
hombre, pero que no era Dios; ellos dicen que El murió meramente como un
mártir. Si esto fuera verdad, Su muerte no sería eternamente eficaz ni podría
impartirnos Su vida divina. Incluso hay quienes opinan que Cristo, ni era Dios
ni era hombre, sino que era un tercer tipo de ser. Esto es tan ridículo como los
conceptos antes mencionados. La Biblia no ofrece ninguna base para apoyar
tales herejías. En conclusión, basado en todo lo que hemos dicho hasta aquí,
debemos entender claramente que el Señor Jesús era completamente Dios y
plenamente hombre. El era el Dios completo y un hombre genuino. Era un Dios-
hombre. Por ello, Su muerte obtuvo la redención a favor de toda la humanidad.
Ya que el Señor fue concebido por obra del Espíritu Santo, El poseía la esencia
divina (véase la lección catorce). Podemos afirmar que El tenía el Espíritu Santo
como Su esencia, como parte integral de Su ser, es decir, que El era Dios
esencialmente. ¿Por qué entonces descendió el Espíritu Santo sobre El en Su
bautismo? Esto fue necesario para que el Señor Jesús pudiera realizar Su obra.
Su bautismo fue el inicio de Sus tres años y medio de ministerio sobre la tierra.
Durante ese tiempo El llevó a cabo muchas obras maravillosas, tales como
predicar y hacer muchos milagros. En los evangelios vemos cómo El sanó
enfermos y paralíticos, alimentó a cinco mil personas con cinco panes y dos
pecesillos, echó fuera demonios de muchas personas y aplacó el viento y el mar
tempestuoso, incluso resucitó algunos muertos. Para realizar todas estas
maravillas se requería la autoridad y el poder del Espíritu Santo. Es a éste
aspecto del Espíritu que llamamos: “el Espíritu económico”, y éste es
precisamente el Espíritu que recibió Jesús en Su bautismo. Desde Su
nacimiento El poseía el aspecto esencial del Espíritu para vida, pero en Su
bautismo El recibió el aspecto económico del Espíritu para poder.
Cuando Jesús fue crucificado, El cargó sobre Sí mismo los pecados de toda la
humanidad. En otras palabras, El se hizo pecado por nosotros (1 P. 2:24; 2 Co.
5:21). El Dios justo aplicó Su juicio sobre Jesús por los pecados de todos los
hombres. En aquel momento, Dios puso sobre Jesús todos los pecados de la
humanidad. Por consiguiente, el Dios Santo tuvo que apartarse de El, es decir,
que el Espíritu económico se apartó de Jesús. Esta es la razón por la que El
clamó: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?”
Luego, en 1 Pedro 3:18 vemos que Cristo en la cruz fue “muerto en la carne, pero
vivificado en el Espíritu”. Cuando Jesús fue crucificado por los pecadores, Dios
lo abandonó económicamente, pero de acuerdo con este versículo, Dios
experimentó esencialmente la crucifixión junto con El. Este Dios-hombre
ciertamente murió en Su carne humana, pero fue vivificado en Su Espíritu
divino. El tenía la esencia divina desde Su nacimiento hasta Su muerte. En
esencia, Su ser jamás cambió; así que podemos decir que en esencia el era Dios y
hombre.
Esto debe ayudarnos a entender que el Cristo que murió en la cruz era tanto
Dios como hombre. No debe quedar la menor duda de que el Señor Jesús estaba
plenamente capacitado para morir por toda la humanidad. ¡Alabémosle por Su
maravillosa muerte como el Dios-hombre! Pues debido a lo que El logró en la
cruz, hoy somos salvos y estamos siendo salvos. ¡Aleluya!
Preguntas
Lección diecinueve
Lectura bíblica
Jn. 11:25; 1 Co. 15:45b; Ap. 1:17-18; Jn. 10:17-18;
Hch. 2:32; Ro. 4:25; 10:9; He. 7:16; Hch. 2:24;
He. 2:14; Jn. 12:31; 1 Co. 15:54-55.
Bosquejo
Texto
Cristo murió a fin de efectuar la redención y para limpiar todo lo negativo del
universo. El hizo una obra completa; nada quedó inconcluso. Además, El
resucitó después de Su crucifixión y sepultura, ya que ni la muerte ni la tumba
pudieron retenerlo, pues El mismo es la resurrección (Jn. 11:25). Como tal, Su
vida fue capaz de conquistar y subyugar la muerte. Aún más, Su vida es
poderosa para absorber y eliminar la muerte (1 Co. 15:54): cuanto más muerte
encuentra, más viviente llega a ser. Por tanto, el Señor Jesús dice: “Yo soy ... el
Viviente; estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y
tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Ap. 1:17-18).
Este Viviente que se paseó por la muerte era tanto Dios como hombre. Y aún
después de Su resurrección, El sigue siendo Dios y hombre. Su resurrección
tiene un gran significado. En esta lección veremos que la resurrección de Cristo
es Su propia vindicación y victoria.
Cristo es Dios; El puso Su vida y la tomó otra vez (Jn. 10:17-18). Pero Cristo
también es un hombre; por tanto, Dios lo levantó de entre los muertos (Hch.
2:32; 3:15). El hecho de que Jesucristo —el hombre— fuese levantado, muestra
la aprobación de Dios en cuanto a Su persona y Su obra. Desde Su juventud
Jesús halló gracia para con Dios (Lc. 2:52). Así que Dios vindicó la crucifixión de
Cristo al levantarlo de entre los muertos. Esto quiere decir que todo lo que
Cristo hizo fue aceptado y honrado por Dios el Padre.
En Adán fuimos condenados a muerte, ya que la paga del pecado es muerte (Ro.
6:23). Pero Cristo murió como nuestro substituto, es decir, El pagó el precio por
nuestros pecados. ¿Cómo podemos saber que Dios aceptó el pago que Cristo
efectuó? Su resurrección es el “recibo de pago”, el cual comprueba que Dios
aceptó el pago de Cristo por nuestros pecados. Supongamos que un criminal es
sentenciado a pasar largo tiempo en prisión. ¿Cómo sabemos que ya cumplió su
sentencia? Lo sabemos cuando es puesto en libertad. Del mismo modo, la
resurrección dio fin a la muerte. Después de creer en Cristo ya no somos
pecadores despreciables, sino hombres plenamente justificados y aprobados por
Dios de acuerdo con Su norma de justicia. Además, el Cristo resucitado mora en
nosotros a fin de llevar en nosotros una vida justificada por Dios y aceptable a
El. Por lo tanto, Romanos 4:25 dice que Cristo resucitó para nuestra
justificación. De hecho, nuestra fe en la resurrección de Cristo es el factor
primordial de nuestra salvación (Ro. 10:9).
Preguntas
1. ¿Qué significa el hecho de que Dios levantó a Cristo de entre los muertos?
2. Explique por qué Cristo fue levantado para nuestra justificación (Ro.
4:25).
3. Comente el significado de la victoria de Cristo sobre Satanás, la muerte, y
el mundo.
4. ¿Qué versículos comprueban que Cristo resucitó?
Lección veinte
Lectura bíblica
Jn. 17:1; Ro. 1:3-4; Jn. 1:18; Hch. 13:33; He. 1:5;
Jn. 7:37-39; 1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17; Jn. 20:17;
1 P. 1:3; Ro. 8:29; He. 2:11; Jn. 12:24;
1 Co. 10:17; Ef. 1:22-23.
Bosquejo
Texto
Por ejemplo, suponga que tenemos una semilla de cierta flor. Aunque existe
mucha belleza encerrada en la vida de esa semilla, ¿cómo puede manifestarse tal
belleza? Para que esto suceda, la semilla tiene que morir. Si la semilla cae en la
tierra, muere y germina, se manifestará toda su belleza oculta. Esta es su gloria,
la glorificación de la vida en la semilla. De igual manera, Dios estuvo confinado
en la carne del Señor. El Señor tuvo que morir a fin de que el Dios en El pudiera
ser liberado, manifestado y glorificado en resurrección.
Mientras Cristo estuvo en la carne durante treinta y tres años y medio sobre esta
tierra, era semejante a la semilla de una flor. Aunque el Hijo de Dios estaba en
El, nadie podía reconocerlo. Pero un día, al ser sembrado mediante la muerte y
crecer en resurrección, El floreció, es decir, la vida divina que estaba en Su
interior fue completamente manifestada y glorificada.
Romanos 1:3 y 4 dicen: “Acerca de Su Hijo, que era del linaje de David según la
carne, que fue designado Hijo de Dios ... por la resurrección de entre los
muertos”. En resurrección, Cristo fue designado el Hijo de Dios en Su
humanidad. Antes de Su encarnación, Cristo, una Persona divina, ya era el Hijo
de Dios (Jn. 1:18). Incluso antes de Su encarnación El era el Hijo de Dios, pues
Romanos 8:3 dice: “Dios, enviando a Su Hijo”. Si Cristo ya era el Hijo de Dios,
¿por qué necesitaba ser designado como Hijo de Dios por la resurrección?
Debido a que en la encarnación El se vistió de carne, una naturaleza humana, la
cual no tenía nada que ver con Su divinidad. Como Persona divina, aún antes de
Su encarnación Cristo era el Hijo de Dios, pero Su humanidad, la carne de
Jesús, la cual nació de María, no era el Hijo de Dios. Esa parte era solamente
humana. Así que, por medio de Su resurrección Cristo santificó y elevó Su
naturaleza humana. En otras palabras, por medio de Su resurrección El fue
designado Hijo de Dios en Su naturaleza humana. En este sentido la Biblia
afirma que El fue engendrado Hijo de Dios por la resurrección (Hch. 13:33; He.
1:5).
La vida divina del Padre nos ha sido impartida por medio de la resurrección de
Cristo. Por consiguiente, todos hemos llegado a ser hijos de Dios y hermanos de
Cristo. ¡Alabado sea el Señor que Cristo, el Dios-hombre, es nuestro Hermano
mayor! El no se avergüenza de llamarnos hermanos (He. 2:11). ¡Qué maravilloso
es esto! ¿Se da cuenta de quién es usted? ¡Usted es un hermano de Cristo! Este
es el mismo principio que se aplica al grano de trigo en Juan 12:24; en éste
versículo se describe a los muchos hermanos como los granos de trigo, y estos
muchos granos se han mezclado entre sí para formar la iglesia. Por eso 1
Corintios 10:17 dice que “siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos,
somos un Cuerpo”. Los muchos granos se han hecho un solo pan, un solo
Cuerpo. Ciertamente este Cuerpo es la iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23).
La iglesia es la réplica de Cristo y Su multiplicación.
Preguntas
Lección veintiuno
LA ASCENSION DE CRISTO
Lectura bíblica
Ef. 4:8; Mr. 16:19; He. 2:9; Fil. 2:9; Hch. 2:36;
Ap. 1:5; Ef. 1:22; Hch. 5:31; Ap. 19:16; Hch. 7:55-56;
Ap. 2:1; 5:6; He. 4:14-15; 7:25.
Bosquejo
Texto
Después de Su resurrección Cristo ascendió a los cielos, a Dios el Padre. Este fue
el último paso de Su proceso. Efesios 4:8 dice que El “subió a lo alto”. Cristo está
ahora en el lugar más alto del universo. Marcos 16:19 dice que el Señor fue
“recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios”. Estar sentado a la
diestra de Dios equivale a estar en el lugar de mayor honor y autoridad. El está
allí coronado de gloria y de honra (He. 2:9). El fue exaltado hasta lo sumo sobre
todas las cosas y recibió un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9).
I. FUE HECHO SEÑOR
En Su ascensión, Cristo fue hecho Señor (Hch. 2:36), Soberano de los reyes de la
tierra (Ap. 1:5) y Cabeza sobre todas las cosas (Ef. 1:22). Esto quiere decir que El
es el Soberano del universo, la autoridad suprema en el trono de la
administración de Dios. ¡El es el dueño de todo el universo! Tal vez esto no le
impresione tanto porque usted piensa que, como Cristo es Dios el Creador, El ya
era Señor y Gobernante del universo. Pero debe darse cuenta de que el Cristo
que hoy es Señor, no es simplemente el Señor que creó el universo, sino el Dios
que se encarnó para ser hombre y sigue siendo hombre después de Su
resurrección y ascensión. ¡Ahora hay un hombre en los cielos, quien fue
exaltado y establecido como Señor del universo! Es fácil para nosotros creer que
el Dios Creador es el Señor. Pero, ¿puede usted creer que el hombre Jesús, aquel
carpintero humilde, está ahora en el trono como Señor sobre todo el universo?
¡Aquel hombre insignificante que vino de la despreciable ciudad de Nazaret fue
hecho Cabeza sobre todas las cosas!
Hechos 2:36 dice que en Su ascensión, Jesús fue hecho el Cristo. “Cristo” quiere
decir el Ungido de Dios, Aquel que fue designado por Dios para cumplir Su plan
divino. El Padre envió al Hijo para efectuar la obra de redención y todo lo
relacionado con el propósito de Dios. Así que, el Hijo es llamado el Cristo. Pero,
¿acaso El no era el Cristo antes de Su ascensión? Sí lo era, pero no oficialmente.
En Su ascensión, el Señor fue hecho oficialmente el Cristo.
El Señor Jesús ciertamente llevó una vida muy fructífera sobre la tierra. Su obra
en la tierra se conoce como Su ministerio terrenal. Por medio de Su
encarnación, vivir humano, muerte y resurrección, el Señor Jesús efectuó la
obra de redención. Por eso muchos versículos de la Biblia dicen que después de
Su ascensión, Cristo se sentó a la diestra del Padre. Ya que Su ministerio
terrenal fue un éxito absoluto, El está ahora sentado descansando a la diestra de
Dios.
Sin embargo, este es sólo el aspecto histórico, pues Cristo también tiene que
llevar a cabo una gran obra desde los cielos; ahora El tiene un ministerio
celestial. Cuando Esteban estaba siendo apedreado, él miró hacia el cielo y vio
“al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (Hch. 7:55-56). En Apocalipsis
2:1, Juan vio al Señor caminando en medio de los siete candeleros de oro. Y en
Apocalipsis 5:6, el mismo Juan vio al Señor como el Cordero, de pie, en medio
del trono. ¡No piense que Cristo está sentado en los cielos sin hacer nada! El
está sumamente activo llevando a cabo Su ministerio celestial. Después de haber
sido investido oficialmente para ejercer Su oficio, El aún tiene que cumplir
muchos deberes importantes. De los varios oficios para los que fue investido en
Su ascensión, los tres más importantes son: gobernar sobre los reyes de la
tierra; ser Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia; y ser nuestro gran Sumo
Sacerdote.
No pensemos que el hecho de que el Señor nos salvara fue un asunto pequeño,
porque el Señor Jesús tuvo que ejercer Su señorío para lograrlo. El determinó el
país donde debíamos nacer, así es que no fue casualidad que naciéramos en
determinada ciudad. Al contrario, todo detalle fue decidido por Su
administración soberana. Cada uno de nosotros nació en el país indicado, en la
ciudad correcta y en la familia señalada. Al tiempo exacto El nos condujo a Sí
mismo, aunque hayamos estado en Norte América, China, Europa o en América
del Sur. El arregló que el día de nuestra salvación estuviéramos en el lugar
preciso para que nos arrepintiéramos, creyéramos y fuéramos salvos. Si ese día
hubiésemos estado en una ciudad diferente, en Moscú por ejemplo, la
oportunidad de ser salvos y de ahora estar leyendo esta lección quizás nunca
hubiera llegado. ¡Fue bajo el gobierno del Rey que fuimos salvos!
V. NUESTRA COOPERACION
El Señor desea que todos los hombres sean salvos, pero no los puede salvar a
menos que nosotros les hablemos. Con respecto a este asunto, el Dios
todopoderoso no puede hacer nada a menos que nosotros cooperemos con El.
¡Qué gran responsabilidad tenemos! Y al mismo tiempo, ¡qué gran privilegio!
¡Podemos ser aquellos que le permitamos a Dios actuar y moverse en la tierra
para cumplir Su propósito eterno! Somos personas muy importantes en el
universo; por consiguiente, debemos cooperar fielmente con El.
Preguntas
1. ¿Por qué es tan maravilloso el hecho que Jesús fuera hecho Señor y
Cabeza sobre todas las cosas?
2. ¿Por qué decimos que la ascensión de Cristo equivale a Su investidura
como Señor?
3. ¿Cuáles son los tres grandes oficios en los que Cristo fue investido en Su
ascensión? ¿Cómo realiza El estos oficios?
4. Ya que Cristo es el Señor de todo, ¿puede El hacer todo por Sí mismo o
necesita ayuda? ¿Quiénes son Sus ayudantes? ¿Cómo pueden ayudar?
Lección veintidós
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
A. Cristo en nosotros
Muchos versículos bíblicos declaran que Cristo está en nosotros (Ro. 8:10; 2 Co.
13:5; Gá. 2:20; Col. 1:27). El puede vivir en nosotros porque es el Espíritu. Por
tanto, hay otros versículos que afirman que el Espíritu mora en nosotros (Jn.
14:17; Ro. 8:11; 1 Co. 6:19; Gá. 4:6). Cuando Cristo era un hombre sobre la
tierra, El no podía vivir dentro de ningún otro hombre. Pero ahora Cristo es el
Espíritu (1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17), y a semejanza del aire en la atmósfera, El
puede fácilmente entrar en nuestro ser. Como Espíritu, el Señor nos regeneró,
es decir que nuestro espíritu nació del Espíritu (Jn. 3:6); esto implica que ahora
Cristo mora en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22).
Por medio del Espíritu disfrutamos a Cristo como nuestra vida interior; El es el
Espíritu vivificante. En tal Espíritu disfrutamos a Cristo al leer Su Palabra (Jn.
6:63; 2 Ti. 3:16), al invocar Su nombre (1 Co. 12:3) y al orar (Jud. 20). Esto
equivale a comer, beber y respirar a Cristo, lo cual permite que El se infunda en
nosotros como el Espíritu para nuestro vivir. Del mismo modo en que
necesitamos el alimento material, el agua y el aire para sustentar nuestro
cuerpo, así necesitamos tomar a Cristo como el Espíritu para sustentar nuestra
vida espiritual. El es nuestro pan, agua y aire vivientes. Este es el Espíritu de
vida que se imparte en nuestro ser para nuestro vivir esencial.
Aunque el Señor mora en nosotros, no podemos afirmar que todo nuestro ser ha
sido totalmente impregnado y lleno de El. Aún queda en nosotros mucho de
nuestra vieja naturaleza. Por consiguiente, en lugar de expresar al Señor,
expresamos nuestro egoísmo, orgullo, rebelión y muchas otras cosas ajenas a El.
Así que, tenemos la urgente necesidad de que el Espíritu opere en nuestro
interior, santificándonos y transformándonos.
C. El contenido de la iglesia
Después de que Cristo resucitó, El se apareció ante Sus discípulos y les dio
instrucciones que no se fueran de Jerusalén, sino que esperaran hasta recibir el
bautismo del Espíritu Santo (Hch. 1:4-5). El les dijo: “Pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos ...
hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). De acuerdo con Su palabra, el Espíritu
Santo sería derramado sobre el Cuerpo en el día de Pentecostés. Tal bautismo
del Espíritu Santo no fue un bautismo esencial para impartirles vida, sino un
bautismo económico para revestirlos con poder y autoridad económicamente.
Los discípulos ya estaban llenos del Espíritu como vida, pero necesitaban ser
“investidos de poder desde lo alto” para llevar a cabo la obra (Lc. 24:49). Esta
investidura es el “uniforme celestial” del Espíritu económico.
B. La propagación de Cristo
Aun Cristo como hombre experimentó los dos aspectos del Espíritu: El nació del
Espíritu Santo esencialmente, y también fue bautizado con el Espíritu
económicamente, a fin de llevar a cabo Su ministerio y Su obra. Todo creyente
en Cristo debe tener esta experiencia doble. El deseo de Dios consiste en obtener
una expresión universal de Sí Mismo, esto es, un hombre corporativo que sea
lleno de Su vida y naturaleza. Dios ha estipulado que esta expresión sea
producida mediante hombres mortales que cooperen y coordinen con El en la
tierra. ¡Qué tarea tan monumental la nuestra! Sin lugar a dudas hemos sido
facultados y equipados generosamente para este fin; Cristo pasó por un proceso
extraordinario con miras a realizar este propósito.
Aquí podemos ver el maravilloso ciclo que es necesario para que se propague el
Cristo resucitado y ascendido. Primero, somos nutridos y llenos de El
esencialmente, y luego nos vestimos con El económicamente. Entonces
podemos ministrarlo a otros para que ellos también lo disfruten como su vida
esencial. Nuestro disfrute esencial del Señor hace posible que llevemos a cabo
nuestra labor, económicamente para extender y propagar al Señor en otros.
Pero es necesario que lo que ministremos a otros, sea aquello con lo que
estamos llenos esencialmente. Ambos aspectos se complementan, es decir, el
uno coopera para el cumplimiento del otro. Nada podemos hacer si carecemos
de uno de estos dos aspectos. ¡Alabado sea el Señor! De esta manera Cristo
obtendrá Su Cuerpo sobre la tierra. Diariamente necesitamos tomar a Cristo
como el Espíritu, es decir, como nuestra propia vida. Así que, debemos llevar a
cabo la obra de Dios, la cual consiste en propagar y multiplicar a Cristo en las
personas; ¡tal investidura del Espíritu como nuestro “uniforme” nos capacita
para efectuar esta gran obra!
Preguntas
Lección veintitrés
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
La iglesia ha existido sobre la tierra durante casi dos mil años. Cristo vive ahora
como Espíritu vivificante en millones de creyentes, y a la vez está en los cielos.
Ya que fue dado como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, El dirige todos
los eventos tanto en el cielo como en la tierra, con miras a la edificación de Su
Cuerpo. Cuando llegue el tiempo determinado, Cristo, quien ahora está en el
trono, iniciará Su regreso a la tierra. Vemos que al final de Apocalipsis El dice:
“Sí, vengo pronto” (22:20). La encarnación del Señor fue Su primera venida,
pero este versículo alude a Su segunda venida. La segunda venida de Cristo
iniciará la etapa final de la economía de Dios, y es una parte muy importante de
Su obra.
Nadie sabe el día ni la hora de la venida del Señor, “sino sólo el Padre” (Mt.
24:36). En el momento preciso Cristo empezará a descender del trono, lo cual
será un descenso oculto y secreto. En Apocalipsis 3:3 y 16:15 dice que Cristo
vendrá como un ladrón, y que por lo tanto, debemos velar. Ningún ladrón viene
públicamente ni anuncia su venida. Apocalipsis 10:1 dice que Cristo vendrá
“vestido de una nube”, lo cual significa que vendrá envuelto o escondido en una
nube. Sin embargo, un poco antes de que El deje el trono, algunos vencedores
serán arrebatados, es decir, llevados a Su trono. Estos vencedores serán los
creyentes que en la tierra se hayan abstenido de la corrupción y la
contaminación de las cosas mundanas. Para ellos, el Señor es su primer y mejor
amor. Tales vencedores son llamados “las primicias” (Ap. 14:4). En cualquier
tipo de cosecha siempre hay una parte del fruto que madura primero; éste es el
fruto escogido, las primicias.
Ser fieles en el servicio significa ser constantes en nuestra labor externa, la cual
incluye predicar el evangelio para que otros sean salvos, servir en la iglesia y
funcionar en las reuniones. Si hemos de ser recompensados al encontrarnos con
el Señor, debemos haber vivido de una manera apropiada y balanceada en estos
aspectos: tanto en nuestra vida esencialmente, como en nuestro servicio
económicamente.
Los creyentes que hayan madurado y sean fieles recibirán una gran recompensa;
ellos participarán en las bodas del Cordero y en la fiesta de las bodas, junto con
los demás vencedores. Cristo será el Novio y ellos serán la novia. Esto se
efectuará en el aire antes de la venida pública de Cristo. “Bienaventurados los
que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). Mateo 25:10
dice: “Vino el novio; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y
se cerró la puerta”. ¡Este será un tiempo de gran gozo! Tal disfrute continuará
durante todo el reino milenario, en el cual los santos reinarán juntamente con
Cristo sobre todas las naciones (Ap. 2:26; 20:4).
Hoy en día muchos cristianos piensan que cuando el Señor regrese, todos los
creyentes serán instantáneamente arrebatados para vivir “por siempre felices”
con el Señor. Pero esto no es lo que la Biblia enseña. Tales enseñanzas han
engañado y embriagado a los cristianos. Tal como una droga que produce
estupor, éstas enseñanzas han causado que muchos creyentes vivan hoy en una
forma superficial y descuidada. Incluso muchos de ellos se deleitan en los
placeres mundanos y carnales. A la luz de la verdad revelada en la Palabra de
Dios, debemos ser advertidos en contra de esta clase de vida.
Puede ser que tengamos curiosidad por saber todos los detalles de la venida del
Señor. Pero lo más importante de Su segunda venida es que tomemos como
advertencia el principio revelado en la profecía acerca de Su regreso: si
queremos evitar la gran tribulación venidera, tenemos que madurar. Sólo así
seremos recompensados y evitaremos el castigo cuando estemos ante El en el
tribunal de Cristo. Esto requiere que diariamente volvamos nuestro corazón al
Señor para amarle, ser llenos de El y servirle. Cuando seamos tentados por las
cosas mundanas, recordemos este principio. Cuando prefiramos quedarnos en
la cama en lugar de levantarnos más temprano para disfrutar a Cristo en la
Palabra, recordemos este principio. Todos debemos orar: “Señor, ten
misericordia de mí para que sea parte de las primicias y llegue a ser un
vencedor”.
Preguntas
Lección veinticuatro
CRISTO EN LA ETERNIDAD
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Al final del reino milenario Satanás será echado al lago de fuego, donde será
quemado eternamente; además, Cristo se sentará en el gran trono blanco para
juzgar a los incrédulos muertos de todas las eras. En Apocalipsis 20 Juan
escribió: “Y vi un gran trono blanco y a Aquel que estaba sentado en él, de
delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para
ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono; y los libros
fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus
obras ... Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de
fuego” (vs. 11-12, 15).
Después de este juicio, el antiguo cielo y la antigua tierra pasarán, e iniciará la
eternidad con un cielo nuevo y una tierra nueva (2 P. 3:10; Ap. 21:1). Para ese
tiempo Cristo ya habrá eliminado todo lo negativo del universo, incluyendo a
Satanás y sus seguidores y al mundo entero. Entonces el propósito de las edades
se cumplirá. Mediante la obra de Cristo, el hombre habrá sido completamente
redimido, transformado, glorificado y edificado como la expresión corporativa
del Dios Triuno. ¡Qué Persona tan maravillosa es nuestro Cristo! ¡Qué magnífica
es Su obra!
I. LA NUEVA JERUSALEN EN EL
CIELO NUEVO Y LA TIERRA NUEVA
En la eternidad futura Cristo nutrirá y suplirá a Su pueblo, así como también los
gobernará. Las cosas viejas habrán pasado; el cielo nuevo y la tierra nueva
habrán sido plenamente establecidos; y la Nueva Jerusalén habrá descendido de
Dios, viniendo desde el cielo. La Nueva Jerusalén ciertamente no es una ciudad
física; más bien, ella representa lo que Dios es para Su pueblo, y muestra cómo
Dios y Su pueblo serán mezclados plenamente como una sola entidad. En el
centro de esta ciudad simbólica se halla el trono de Dios y del Cordero, del cual
fluye un río de agua de vida.
A. El Dios redentor
No pensemos que lo único que Dios hará en la eternidad será estar sentado en
Su trono. Debemos entender que de Su trono brota un río de agua de vida, y que
por medio de este río El continuará impartiéndose a nosotros para nuestro
disfrute eterno.
Este río, que es tipificado por los ríos mencionados en Génesis 2:10-14, en
Salmos 46:4 y en Ezequiel 47:5-9, representa la abundancia de vida que hay en
Su fluir. Hay un solo río fluyendo en las cuatro direcciones de la ciudad santa, al
igual que los cuatro brazos del único río en Génesis 2:10-14. En nuestra
experiencia, este único río con sus riquezas se convierte en muchos ríos, según
lo indica Juan 7:38.
C. El árbol de la vida
Apocalipsis 22:2 dice: “Y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida”. El
hecho de que el árbol de la vida crece a ambos lados del río, indica que este
árbol es una vid, la cual se extiende siguiendo el cauce del agua de vida, a fin de
que el pueblo de Dios la tome y la disfrute. Esto cumplirá por la eternidad lo que
Dios se había propuesto desde el principio (Gn. 2:9). Debido a la caída del
hombre, el acceso al árbol de la vida fue cerrado a la humanidad (Gn. 3:22-24);
sin em- bargo, fue reabierto a sus creyentes mediante la redención de Cristo
(He. 10:19-20). Hoy en día, el disfrute que tenemos de Cristo como árbol de la
vida es la porción común de los creyentes (Jn. 6:35, 57). En el reino milenario,
sólo los vencedores disfrutarán a Cristo como el árbol de vida, lo cual será una
recompensa particular para ellos (Ap. 2:7). Finalmente, en el cielo nuevo y la
tierra nueva todos los redimidos disfrutarán a Cristo como el árbol de la vida
por la eternidad, lo cual será su porción eterna (22:14, 19).
Preguntas