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Artículos del Blog del Dr.

Martín Macedo:

Georges Oshawa El Fundador De La


Macrobiotica Moderna
by Drmacedo on enero 15, 2014 in Macrobiotica

George Ohsawa

El fundador de la macrobiótica moderna es George Oshawa (1893-


1966)
Oshawa nació en Japón a principios del siglo pasado, en un tiempo en
que la cultura japonesa se debatía entre aferrarse a su modo de vida
tradicional o abrirse a los progresos de la cultura occidental.

Los japoneses sabían que esta apertura sería riesgosa para preservar
la pureza y vitalidad de su tradición milenaria, pero la necesidad de
acompañar los progresos en el campo tecnológico y científico
obligaba a correr ese riesgo.

Durante ese tiempo el japonés corriente sufría de un conflicto de


identidad oriente-occidente, ya que la avidez por abrazar la cultura
occidental era muy fuerte.
Japón quería ser una potencia mundial y para ello acudió a la
siguiente fórmula: espíritu japonés y conocimientos occidentales.

En esa síntesis se basa la supuesta “superioridad oriental”.

Oshawa nace en un hogar pobre con tradición samurai estricta.

Su padre era descendiente de samuráis pero la apertura hacia el


occidente creó un cambio de valores que determinó que los
“samuráis” quedaran sin los privilegios que tradicionalmente tenían.

El padre de Oshawa era un “samurai desempleado” y pronto abandonó


el hogar dedicándose a la bebida.

Su madre tuvo que hacer frente a un hogar con cuatro hijos y trabajó
como partera en un hospital.

Adoptó la dieta Occidental con mucha azúcar y alimentos refinados


instruyendo a sus hijos a abandonar los alimentos japoneses
tradicionales y adoptar la alimentación europea que le enseñaron en
el hospital.

La madre de Oshawa muere tuberculosa a los 30 años de edad y


luego sus tres hermanos.

En aquella época no existían antibióticos para tratar esta


enfermedad.

Posteriormente Georges Oshawa contrae la tuberculosis a los 16


años de edad.
Desencantado con la medicina occidental decide apelar a la medicina
tradicional del Japón para tratar de salvar su vida.

Por casualidad encuentra un libro barato sobre medicina tradicional


escrito por un célebre médico de la época: el Dr. Sagen Ishisuka,
quien afirmaba que todas las enfermedades se originaban en una
alimentación desequilibrada entre las sales de sodio y potasio
representativa de las fuerzas yin y yang.
Siguiendo estrictamente las instrucciones que figuraban en el libro
de Itshisuka, Oshawa adoptó la dieta de arroz integral, algas marinas
y verduras con sal, curando completamente su tuberculosis en 3
meses.

Quedó tan impactado por su cura y tan agradecido por haber podido
sobrevivir a la tuberculosis que decidió consagrar su vida a difundir
la antigua medicina tradicional dietética de extremo oriente.

Contactó la fundación de Itshisuka, llamada SHOKU YO (sociedad de


la cura alimentaria del Japón), que no sólo difundía la alimentación
tradicional, sino que además defendía los valores culturales del
Japón milenario que estaban desapareciendo por el rápido proceso
de “occidentalización del Japón”

A los 23 años Oshawa se convirtió en un miembro entusiasta y a los


30 años en su presidente.

Difundió el Shoku-yo durante casi 30 años por todo el Japón que


según esta organización estaba derrumbándose moralmente y
sanitariamente al adoptar los valores morales y la alimentación
europea.

Durante la segunda guerra mundial Oshawa amplía su campo de


acción oponiéndose a la guerra de Japón con el occidente.

Oshawa era un escritor afamado y por ese tiempo escribió que Japón
iba a perder la guerra con EE.UU. en caso de entrar en un conflicto
bélico total.

Las autoridades japonesas lo consideraron antipatriótico, confiscaron


sus libros y Oshawa fue puesto en prisión y torturado por los militares
japoneses.

Las autoridades del Shoku-yo no querían entrar en conflicto con el


gobierno de la época y Oshawa fue obligado a renunciar a la
presidencia de la organización.
Una vez liberado reunió un puñado de seguidores y decidió llevar la
medicina shoku-yo al occidente ya que los japoneses estaban más
interesados en occidentalizarse que en respetar los principios
tradicionales.

Decidió poner un nombre occidental a su movimiento y encontró un


libro que mencionaba la expresión ”MacroBiótica” como: Un arte de
vivir muchos años, escrito por un médico alemán.
Oshawa adoptó esta palabra como traducción occidental de SHOKU-
YO . Fundó una primera escuela macrobiótica en Tokio y sus
discípulos fueron enviados a occidente luego de estudiar con
Oshawa.

Aquellos primeros discípulos de Oshawa son hoy los grandes


maestros de la macrobiótica mundial. Los más famosos son MICHIO
KUSHI, que vive en Boston, EUA;

TOMIO KIKUCHI que reside en San Pablo BRASIL; MURAMOTO en


California EUA. Otros maestros menos conocidos viven en Europa y
Japón.

El movimiento macrobiótico ha crecido en todo el mundo y ha influido


en el movimiento de alimentos naturales y la agricultura orgánica.

Desde mi punto de vista ningún otro maestro ha igualado a Oshawa,


fue durante su vida que el movimiento macrobiótico mundial vivió su
EDAD DORADA, sobre todo en Francia y Los EE.UU.

Con aprecio
Dr Martín Macedo

¿Qué Es La Macrobiótica?
by Drmacedo on enero 15, 2014 in Macrobiotica
El tema de la macrobiótica es conocido en todo el mundo, la gente la
conoce como una dieta, como una forma de alimentación un poco
rara, extraña, muy parecida a la alimentación japonesa tradicional.
En realidad la macrobiótica es una tradición, es una forma de
comprender la vida y la alimentación y tiene una serie de principios
que buscan equilibrar al organismo con su entorno natural.
Por lo tanto es muy macrobiótico comer carne de ballena en Alaska y
es muy macrobiótico comer arroz en China o comer maíz en Perú.

Debemos buscar los productos idóneos para lograr esa armonía


energética y biológica con el entorno. Ese es básicamente el objetivo.
La macrobiótica es lograr la máxima salud mediante el logro del
equilibrio de las energías YIN – YANG. Son los dos principios
creadores de la filosofía y medicina de oriente.
Hay que estudiar los principios, la macrobiótica requiere estudios y
práctica.
El objetivo de la macrobiótica es enseñar a cada persona a
que construya y cree su propia salud. La idea es que somos nosotros
los creadores de nuestra salud y somos los creadores de nuestra
enfermedad.
Entonces el practicante de macrobiótica lo que hace es estudiar y
practicar y aprender cómo hacer equilibrio. Como caminar en la
cuerda floja y para eso tiene que aprender a cocinar y a combinar y
eso lleva un cierto estudio y básicamente usamos los productos
locales, los productos que ofrece la zona, el lugar donde uno vive.
La idea es que hay una fuerza vital que es la fuerza curativa, la fuerza
de la naturaleza que llega a todos los seres vivientes, cada ser
viviente se conecta con esa fuerza vital y cuanto más habilidad tenga
para conectarse mejor se siente, más cargada de energía están las
células, entonces el alimento es un instrumento o una herramienta
para lograr esa conexión.
Los animales silvestres lo hacen en forma intuitiva, instintiva y
magistral. Cada animal se conecta con esa fuerza vital que es la
misma fuerza para todos, la misma fuerza de un escorpión, es la
fuerza vital del pájaro. La fuerza vital de todo ser viviente es la
misma y no tiene límites.
Es solo una fuerza que los hindúes llaman prana, los chinos llaman
chi , los japoneses llaman ki o podemos llamarlo
simplemente vitalidad.
La conexión a través del alimento en el caso del ser humano es un
poco más compleja, porque a nosotros nos gusta cocinar, elaborar,
crear variaciones y nos gusta variar, nos gusta comer diferente por
ejemplo, en Navidad y en fin de año.

Pero una vaca come igual todo el año. Para la vaca no hay Navidad, ni
hay día de cumpleaños, ni hay día de la independencia. La vaca come
siempre lo mismo.

Pero la idea es que la gente que se interese en este tema pueda


lograr mejorar su salud, sentirse mejor, tener resistencia a las
enfermedades, porque el propósito es cargar de fuerza vital al
máximo a todas las células.

No solamente es curar la enfermedad o envejecer más despacio, sino


que todas las células logren su máximo funcionamiento y cuando eso
se da o cuando nos acercamos a ese objetivo nos sentimos mejor,
tenemos más éxito en el trabajo, en el estudio, más rendimiento para
el estudiante que necesita concentración , el deportista y por eso que
mucha gente en Europa, en Estados Unidos; actores de cine, Messi, la
selección española, muchos deportistas están apelando a estos
principios nutricionales y biológicos.

¿Por qué?

Simplemente porque funciona!.


De pronto no hay suficientes argumentos científicos pero si funciona,
si funciona porque es la forma tradicional que han tenido los hindúes,
los japoneses, los chinos y antiguas comunidades indígenas durante
más o menos unos 6 mil años o sea que hay una experiencia práctica
acumulada (el mayor ensayo clínico de la historia).

La fuerza vital del alimento tiene que ser maximizada.


Por lo tanto la forma de cocinar en la macrobiótica, en la filosofía
macrobiótica es crucial; si se cocinan mal los alimentos se estropea
esa fuerza curativa del alimento o esa fuerza vital del alimento.

Si no se cocina en absoluto como en el caso de los crudistas, hay


gente que parte de todo crudo, nos perdemos de aumentarle esa
fuerza vital.

Entonces el uso del fuego, el uso de los condimentos, el uso de la sal,


del aceite, de las especias es un verdadero arte.

Por eso para poder avanzar en este camino uno necesita ser un buen
chef.

Necesita forzosamente convertirse en un chef.

No en alguien que sepa cocinar, sino en alguien que sepa crear platos
deliciosos y al mismo tiempo que permitan mejorar la salud de
aquellos que lo comen, por lo tanto la cocina es el hospital hogareño,
es el lugar donde se cocina todo.
En la cocina se crea la enfermedad y la salud, ahí se crea una familia
feliz o una familia que pelea y que discute y que tiene conflictos
constantes.
Esa es un poco la visión que se tiene de la cocina por lo tanto la
cocina es para la macrobiótica el arte más importante de todos, por
eso debemos ser artistas, no es un tema de las mujeres, los hombres
también debemos saber cocinar.

Cuando yo comencé en el año 1981 era muy difícil conseguir


productos, a veces había que ir a Buenos Aires, o ir a Porto Alegre a
buscarlos. Ahora hay muchísimos productos porque hay gente que se
está interesando en los alimentos naturales, saludables.

No solamente gente que le interesa la macrobiótica, hay gente que


hace yoga, vegetariana, gente celíaca o gente diabética o hipertensa,
como hay muchas enfermedades paralelamente ha aumentado el
interés por los alimentos saludables.
Las personas de alguna manera buscan protegerse o paliar todo esa
explosión de enfermedades crónicas.

Además que los elementos son muy simples y son muy económicos,
porque realmente se simplifica mucho la alimentación cuando uno
sigue los principios de la macrobiótica.

Si se calcula en todo el mundo la experiencia mundial con la dieta


macrobiótica o con la alimentación macrobiótica los gastos de
alimentación se reducen a una tercera parte de lo que se gastaba
antes.

Son alimentos muy nutritivos, tienen mucha nutrición, con menos


cantidad uno se satisface, no necesita comer continuamente grandes
cantidades.
Uno ve a la gente que sale de supermercado con el carrito lleno de
dulces, de pan, de manteca, de fiambres, de queso, de todo tipo de
cosas, pastas. (Verdaderas Bombas)

Con la macrobiótica uno se simplifica, es tan nutritivo que con menos


cantidad se logra más calidad y esa es la idea, disminuir la cantidad y
aumentar la calidad. Siempre se da eso, cuando disminuye la calidad
aumenta la cantidad y cuando aumenta la calidad disminuye la
cantidad, son inversamente proporcionales.

Por lo tanto los alimentos que se utilizan en la macrobiótica son


alimentos sanos, son muy nutritivos y si se preparan bien y si se
comen lentamente masticándolos bien, que es otra de las
herramientas para poder lograr una buena calidad digestiva, entonces
uno simplifica y los costos se reducen. Es la forma más barata de
comer, realmente.

La macrobiótica es fundamentalmente si se puede hablar de una


forma de medicina , una medicina educativa , busca una potente toma
de consciencia, busca educar a la población para que cada persona
sea el creador de su propia salud, es un poco como convertirnos en
nuestros propios médicos y maestros , no significa que negamos al
médico, significa que pasamos a ser responsables de lo que nos
pasa.
Entonces cuando se educa a la población y se le enseña qué
alimentos conviene elegir y qué alimentos conviene evitar o
minimizar, la persona educada y adecuadamente motivada, logra
tomar mejores decisiones.

No se pueden imponer, uno no puede tomar a una persona que tiene


sobrepeso y atemorizarla o asustarla o tratar de coaccionarla porque
las cosas a la fuerza no duran mucho.

Lo mejor es lograr que esa persona sienta el deseo de mejorar y


enseñarle qué cosas debe evitar y qué cosas puede comer o le
conviene comer.

Por lo tanto la idea no es negar ciertos alimentos sino ordenar la


alimentación.
Es el desorden lo que lleva al sobrepeso, es el desorden lo que lleva a
la hipertensión, es el desorden lo que lleva al cáncer.

La macrobiótica propone orden, no represión sino orden. Si uno


ordena las cosas, entonces las cosas comienzan a funcionar.
Un médico que se llamaba Paracelso decía: “El Veneno Es La Dosis”.
No hay venenos, todo lo que hay son dosis venenosas. Una cosa sana
puede ser tóxica en grandes cantidades y una cosa venenosa o
tóxica puede ser inofensiva en cantidades ínfimas.

Entonces si los chocolates engordan y uno come muy poco chocolate,


uno puede comer chocolate, el tema es la falta de control.

El problema es que nuestra sociedad de consumo ha creado


productos que generan adicción.

Las cosas dulces general adicción, uno come un caramelo y quiere


otro, uno come un alfajor y quiere otro.

Entonces el consumo adictivo, descontrolado lleva al sobrepeso.


Esos alimentos no deberían llamarse alimentos porque nos llevan
justamente a una adicción y eso es justamente lo que busca la
sociedad de consumo, que seamos adictos para que consumamos y
ellos nos puedan vender toneladas de sus productos.

Pero nosotros no podemos permitir que las pautas de producción


controlen nuestro comportamiento.

Nosotros como consumidores tenemos que aprender a consumir,


entonces la idea es enseñar a consumir mejor, porque si no tenemos
una educación para consumir, la publicidad y la presión social y
familiar va a generar que consumamos de más y el exceso de
consumo, el descontrol de consumo, el desorden del consumo lleva al
sobrepeso, a la hipertensión, a los problemas cardiovasculares, al
cáncer.

Entonces esto no se arregla con más remedios, se arregla con


educación en la forma de consumir y eso es un poco la macrobiótica,
y ese es el mensaje que tratamos de llevar a todas partes.

Dr. Martín Macedo

Libro El Regreso Del Hombre De Sal


Dr Martin Macedo
by Drmacedo on enero 16, 2014 in Macrobiotica
El Regreso Del Hombre De Sal
Durante miles de años, los hombres de sal gobernaron el mundo. Con
el advenimiento de la civilización moderna los hombres de sal
comenzaron a disminuir hasta casi desaparecer en la actualidad. En
su lugar surgió el hombre “civilizado”, altamente refinado y educado:
el hombre de azúcar o sweet man.
Los sweet men, crearon un nuevo orden mundial. Crearon una
magnífica civilización altamente refinada y analítica. Actualmente los
sweet men controlan el mundo. Los encontramos gobernando
naciones, liderando las grandes religiones, como rectores de
reconocidas universidades y encabezando la medicina y el mundo
científico.
Casi no quedan hombres de sal. Tal vez haya algunos en remotas
tribus africanas o en diminutas aldeas perdidas en las grandes
montañas. Pertenecen a otro tiempo. Si por casualidad encontramos
uno de estos magníficos hombres o mujeres, su sola presencia nos
inspira un poderoso respeto. Son admirables. Son seres majestuosos
de una solidez absoluta. Nos les interesa destacarse ni llamar la
atención.
Son concientes de su valor y grandeza y saben, que tarde o temprano
grandes masas humanas acudirán a ellos en busca de orientación.
Saben esperar. No tienen apuro, porque son eternos. Poseen un poder
silencioso como el agua oceánica. No creen en la competencia. Para
ellos competir es absurdo, porque son invencibles. Pero se esfuerzan
en estar a la altura de su grandeza. No se corrompen ni renuncian a
sus principios. Se ocupan de preservar la vida. Saben que la mayor
ganancia es la vida en su máxima dimensión.
Hasta hace unos 500 años había muchos hombres de sal. Eran
grandes hombres y mujeres.
Tenían un profundo sentido del honor y tenían palabra. Cuando un
hombre de sal hacía una promesa, prefería morir antes que faltar a su
palabra.
El hombre antiguo y el hombre moderno. El hombre de sal y el sweet
man. Los tiempos han cambiado. Los sweet men tienen muchos
problemas. El mundo es ahora mucho más complicado. El hombre de
sal es ahora, más necesario que nunca.
Ahora es la era dorada de los sweet men. Son muy refinados y
educados, pero en general adolecen de una cierta fragilidad física.
Tienden al sobrepeso y son muy temerosos. En general se los ve
cansados porque se esfuerzan mucho. No descansan bien durante las
noches, ya que con frecuencia tienen pesadillas. Le temen al frío, al
stress, a los gérmenes y al cáncer. Tanto es su temor a los microbios,
que entre ellos surgió un tipo particular llamado hombre farmacia.
Como los sistemas inmunes de los sweet men son tan frágiles, los
microorganismos están en su mejor época. Por otra parte la sangre
azucarada crea condiciones óptimas para su proliferación. Por ello el
hombre farmacia trabaja intensamente en una guerra eterna contra
los microbios. El sweet man lucha angustiosamente contra otras
amenazas. Por eso no es feliz. Cree firmemente que la vida es una
guerra sin fin. Por ello no tiene paz. Lucha contra el cáncer, contra el
sida, contra la pobreza, contra la inflación, contra la violencia, contra
las drogas. A pesar de extenuantes esfuerzos sus victorias son
efímeras y los resultados desalentadores. Los sweet men no dan más.
Están agotados de tanto trabajar por problemas que ellos mismos han
creado.
Mientras tanto los hombres de sal esperan impasibles, en las lejanas
montañas el momento de entrar en acción. Saben que no deben
imponerse, sino esperar a que los sweet men acudan a ellos en busca
de consejo. Últimamente algunas decenas de personas acudieron a
ellos en busca de orientación. Ellos tienen las claves para la
convivencia saludable de los seres humanos. Como llevan en su
sangre la fuerza sagrada de los mares poseen la sabiduría de todas
las eras.
El mismo mar que golpea los acantilados lo hizo hace 100 millones de
años. El mismo fluido ha permanecido inalterado. Y los hombres de
sal llevan esa fuerza de los mares en su sangre, porque su sangre es
un poco salada. El sweet man le teme a la sal. Cree que si la toma
morirá casi instantáneamente. Se conforma con unos cristales
blancos de aspecto parecido a la sal, pero de un sabor
extremadamente dulce.
Y se ha vuelto adicto a tal punto que endulza su primer comida,
apenas despierta cada mañana. Su insuficiencia nutricional lo lleva a
buscar desesperadamente fuentes ricas en proteínas o bien toma
suplementos vitamínicos artificiales. Surge así el hombre hamburguer
y el hombre suplemento que lleva siempre en su bolsillo píldoras de
vistosos colores.
Esta forma artificial de nutrirse lo vuelve inestable emocionalmente
lo que frecuentemente determina que el sweet men deba tomar
tranquilizantes para poder sobrevivir.
Mientras tanto el agua oceánica sigue golpeando los acantilados, sin
prisa, sin angustia conciente de su grandeza y de su misión de
preservar la vida en su más alta expresión.
El hombre de sal continúa trabajando confiadamente feliz sabiendo
que pronto tendrá grandes responsabilidades cuando tenga que bajar
de las montañas y acudir en ayuda del sweet man. Algunas personas
llaman macrobióticos a los hombres de sal. Este libro trata sobre la
macrobiótica, una forma de vivir que busca rescatar las prácticas
ancestrales de los hombres de sal. Tal vez algunos sweet men deseen
convertirse en hombres de sal.
Es bastante difícil, pero es posible.

Este libro le dirá cómo hacerlo.


INDICE DEL LIBRO
Presentación (Página 5)
Prefacio (Página 6)
Introducción (Página 11)
Ahora o nunca (Página 13)
Alimentos tradicionales (Página 16)
Algunas verdades sobre salud y curación (Página 19)
El misterioso poder del alimento superior (Página 21)
Influencia de los cereales en el desarrollo espiritual (Página 23)
Cocinando para la vida (Página 26)
Fortaleciendo nuestras defensas (Página 31)
La influencia del pensamiento sobre la respuesta inmune (Página 34)
La gran importancia de la masticación (Página 37)
No hay salud sin movimiento (Página 42)
Las proteínas … deliciosas!!! (Página 44)
La importancia de la sal (Página 49)
Equilibrio dinámico en la vida cotidiana (Página 52)
Estrategias para vencer la depresión (Página 55)
Ventajas y desventajas del vegetarianismo (Página 57)
Alimentación y sexualidad (Página 60)
Transmutaciones biológicas a baja energía (Página 63)
Educación de la voluntad (Página 67)
Trabajar duro … por la salud (Página 70)
Transmutación práctica (Página 72)
La vía del alimento (Página 75)
¿Suficiencia o insuficiencia? (Página 79)
Relatos de curaciones (Página 82)
Algunos testimonios recientes del Uruguay (Página 92)
Recetario básico (Página 98)
Epílogo (Página 103)
Bibliografía consultada (Página 105)
Para comprar el libro (en formato Digital .PDF) escríbame un mensaje.
Costo Del Libro: 21 Dólares Americanos

DINÁMICA DEL PROGRAMA DE


AUTOCURACIÓN
by Drmacedo on febrero 10, 2014 in Macrobiotica
El programa básico y avanzado de autocuración impartido de forma
presencial por el Dr. Martín Macedo (en Uruguay) es
fundamentalmente un entrenamiento en la adquisición de nuevos
hábitos.

Partimos de la base de que los buenos hábitos crean la salud y los


hábitos tóxicos crean la enfermedad.

La enfermedad es una creación, la salud es una creación.

Por ello en este programa trabajamos activamente con la adquisición


de hábitos generadores de salud, de belleza, de vitalidad, de
incremento del nivel de energía y de depuración de toxinas.

Por ello se da en 6 talleres que se extienden durante 6 semanas.

Al cabo de esas 6 semanas los asistentes habrán (en su mayoría)


adquirido nuevos y buenos hábitos.

Y al cabo de esas 6 semanas casi todos están más saludables, menos


intoxicados y con otra actitud. Con otro nivel de comprensión.

Luego de esas 6 semanas deben continuar solos y mantener fuertes


los hábitos adquiridos durante el programa.

El gran secreto del éxito de estos programas es la “Lectura de las


tarjetas”.

Durante los 6 talleres comenzamos con la lectura de la Tarjeta de


Hábitos.

Cada taller dura unas 2 horas y se desarrolla el contenido que está en


cada uno de los 6 textos que enviamos como adjunto al finalizar cada
taller.

Pero lo más importante es mantener el hábito de leer cada mañana la


tarjeta con los propósitos y los nuevos hábitos.
Ese es el primer hábito generador de salud. Lleva unos 8 segundos.

Cada mañana leerla en voz alta y sin faltar jamás. No hay excusas. Es
un juramento. Es de vida o muerte.

Una vez que uno entra en este hábito no se puede violar jamás. Si se
actúa con laxitud, todo el programa fracasa.

Porque los hábitos se encuentran en el inconsciente. Y en el


inconsciente están los programas que nos enfermaron.

Y se han estampado firmemente en la mente, a fuerza de años de


repeticiones.

Entonces para generar nuevos programas se debe proceder a leer y


repetir la lectura de las tarjetas con una tenacidad propia de un
samurai.

Es la única forma de crear un nuevo hábito. El primero de una serie


que nos conducirá a la autocuración.

Pasos A Seguir
Durante los próximos 42-45 días al levantarse leer una hoja o tarjeta
con los siguientes nuevos hábitos (en voz audible para penetrar en la
mente subconsciente):

1. Declarar en voz audible la firme determinación de crear una gran


salud antes de ……..fecha tentativa.
2. Visualizar 10 minutos diarios la nueva realidad saludable, cómo me
vería con una salud maravillosa, haciendo ejercicios o viajando o
viviendo con gran plenitud (con emoción y puede ayudar un poco de
música suave)
3. Mantener una intención vegetariana, durante los 45 días
siguientes. Minimizar la ingestión de proteína animal (pescado sería
la mejor opción) con supresión absoluta de lácteos y carnes rojas. La
base será de arroz integral, semillas, vegetales y porotos.
4. Masticar un mínimo de 50 veces cada bocado. Cuanto más se
mastica más rápida es la transformación de la sangre. Y más rápida
es la asimilación de los alimentos y estudios.
5. Meditar 15 min diarios como mínimo. Simplemente sentarse en
absoluto silencio y contemplar la respiración. Envío un método de
meditación a tu correo.
6. Practicar ejercicios fisicos adecuados y placenteros (pero
vigorosos) durante 30 minutos diarios, sin fallar ni un solo día. Es un
juramento. Sin ejercicio no hay curación. Porque las toxinas no salen
solo con comida “sana”.
7. Emplear durante los próximos 45 días hasta que se convierta en un
hábito, SOLO PALABRAS AMABLES Y POSITIVAS. No se pueden usar
palabras duras, críticas, juicios condenatorios ni expresiones como
imposible o no puedo.
8. Dedicar 30 minutos diarios a la lectura de libros de espiritualidad o
libros terapéuticos (como libros de macrobiótica) para incrementar la
sabiduría y la fe.
9. Poner pasión (todo el corazón y toda la voluntad) en todos los
gestos grandes y pequeños de la vida cotidiana. También es la
práctica de la excelencia.
10. Emplear afirmaciones (repetir y repetir cientos de veces las que
más nos emocionen) que contribuyan a programar el inconsciente de
una forma encolumnada con la autocuración:
Ejemplos.
1. Mi cuerpo es perfecto. Soy creado y sostenido por un amor
ilimitado.

2. Mi cuerpo es hermoso. Mi rostro es hermoso. Asi como es, no debo


cambiarle nada.

3. Mi cuerpo se puede curar solo. Debo darle amor, buenos alimentos,


ejercicios y descanso.

4. Soy inmortal. Un alma eterna en una estadía provisoria en un


templo físico
5. Cada día me siento mejor. Estoy cada vez más fuerte

6. Mi voluntad es poderosa. Logro cualquier cosa que desee.

7. Mi persistencia es ilimitada. Persistiré hasta alcanzar la curación


total, aunque me lleve 10.000 años.

La lectura de la tarjeta debe ser hecha cada día al levantarse y en voz


audible. Es un juramento. Incluso el día de la muerte también se debe
leer. Así al ingresar en la siguiente dimensión comenzamos a crear
salud inmediatamente
NOTA: Si usted desea una conferencia presencial (en su pais) puede
escribirle al Dr. Martín Macedo para coordinarlo. Ahora si usted
prefiere una consultoria por Internet, también puede escribirle un
email al Dr.
http://doctormartinmacedo.com/contacto/

Alimentar El Templo
by Drmacedo on febrero 16, 2014 in Macrobiotica

Nuestro cuerpo físico es un templo. Es perfecto así como es. Es una


obra maestra del Creador.

No le estoy proponiendo que sea religioso. Sino que considere por un


momento que hay una inteligencia o energía inteligente detrás de
toda la maravilla de la creación.
Cualquier organismo unicelular observado al microscopio deja
boquiabiertos a los investigadores. Una sola célula con algunos
“piecitos” o con una “colita” para nadar es un verdadero espectáculo
digno de una película de hollywood.

Un espermatozoide es una genialidad. Uno solo. Y en cada acto


amoroso se liberan aproximadamente 800 millones.

Cada vez. Todas las células, de todas las clases, incluyendo a las
bacterias, protozoarios y hongos, son organismos de una complejidad
que ni las mentes más brillantes llegan a comprender. Solo nos
podemos extasiar y maravillar ante tanta perfección.

Según datos aportados por el gran Deepak Chopra una sola célula
corriente, es capaz de realizar 6000 funciones biológicas
simultáneamente. Cada célula es un organismo en sí. Y sabe cómo
sobrevivir. Sabe cómo defenderse. Sabe cómo conseguir pareja. Sabe
como reproducirse. Sabe cómo sintetizar su propio ADN y ARN. Sabe
como reparar los daños a la membrana o a algunos de sus organelos
misteriosos. Ya lo sabe. Y no fue a la Universidad. Lo sabe. Siempre lo
ha sabido. Porque las células han evolucionado desde formas simples
a las formas actuales, prodigiosas, de una complejidad que asombra y
deja perplejo hasta al más indiferente.

Según Bruce Lipton, el célebre médico que promueve la genética de


la mente y de las emociones, las células han evolucionado durante 2
billones de años (2 000 000 000 000). Han llegado a la cima de la
complejidad y de la perfección biológica. Y luego esas fantásticas
células “decidieron” aumentar la complejidad, asociándose, formando
grupos de células. Los organismos multicelulares o pluricelulares. Y
poco a poco esta complejidad fue haciéndose más y más sofisiticada
hasta llegar a las plantas actuales y a los animales actuales. Todos
con función perfecta. Con belleza. Con habilidades infinitas.

Una simple araña nos deja pasmados. ¿Cómo teje esa tela con tanta
perfección, que ni un ingeniero de la mejor escuela del mundo podría
imitar?
Cuando usted come una zanahoria, debería sentir una gran emoción.
Es un producto biológico de una elevada sofisticación, y según la
sensibilidad de los pueblos tradicionales tiene “alma”.

Todas las formas de vida son grandiosas. Pero no lo vemos así.


Estamos fríos como témpanos. No nos asombra ya nada, a menos que
cueste 100000 dólares.

No nos conmueve ver a un simple pajarillo romper el huevecillo y


nacer con gran voluntad de vivir y cantar. Una gran vida, para un gran
pájaro que comienza así, en un pequeño huevo que él mismo rompe o
a veces lo rompe algún desalmado. Un simple pajarillo nos enseña. Se
va a pasar toda su vida tratando de embellecer este mundo con su
canto, con su gracia para volar y brincar. Con su salud este simple
animalito va a embellecer un poco más la creación. Y lo rodean
peligrosos virus. En el nido, en sus patas, en las ramas donde está
afincada su vivienda. Hay virus por todos lados. Y bacterias
“asesinas”. Y hongos en las uñas de mamá. Y no pasan desinfectante
ni hay filas para la vacunación. Solo hay vida, felicidad, intensidad,
pasión por la acción. Y confianza. Podemos convivir todos. Papá y
mamá, los hermanos pajaritos, y también la cucaracha que vive a
pocos centímetros del nido. Y muchas bacterias y virus que pasean
por las ramitas del nido. Y como mamá y papá son los encargados de
traer la comida, la regurgitan y alimentan a los polluelos. Con
centenares de gérmenes. Porque no hierven los alimentos ni se pasan
alcohol en gel. Ni desinfección cada mañana como en los hospitales
de los animales humanos.
Los animales se ocupan de vivir. Han venido a la vida a vivir. No a
luchar contra las enfermedades. Gozan de salud perfecta. Y si la
selección natural halla algún defecto biológico incompatible con una
función perfecta, su vida se interrumpirá prematuramente. Y al
mismo tiempo están naciendo miles de otras formas perfectas.

Los virus se encargan del trabajo sucio. Las bacterias hacen la labor
imprescindible para la belleza de la creación, pero que nosotros no
haríamos por todo el oro del mundo. Se encargan de descomponer
todas las formas de vida inviables. No es viable. No funciona. Está sin
energía. Debilitado. Intoxicado. Enfermo. Frágil. Feo. En proceso
degenerativo o involucionando. En proceso de degradación. Y
aparecen las bacterias y los virus, los protozoarios y los hongos para
acelerar y facilitar la descomposición de esos materiales orgánicos,
ex-biológicos, ex-formas saludables-perfectas-funcionales. O
directamente con fallas funcionales congénitas. ¿Es cruel? ¿Es
brutal? Es la naturaleza. Es brutalmente perfecta. Es amorosamente
perfecta. Tiene las dos caras. La cara amorosa de una madre que
nutre con su leche y sus caricias. Y la cara despiadada de un tornado
o un relámpago que cual hábil cirujano secciona y rehace una nueva
realidad biológica. Los microbios han venido a servir.

Las arañas han venido a servir. Los pájaros han venido a servir. Hasta
las rocas sirven a un propósito. Usted no ha venido a este mundo a
“pasarlo en grande”. Usted ha venido a servir. A servir en grande. A
vivir una vida con significado. De servicio. A embellecer este mundo.
Con su alegría, con su salud, con su única e imcomparable
combinación de talentos. Y el virus vino a servir. Al igual que la
bacteria. Vinieron a apurar la degradación de aquellas formas
vivientes que ya están desafinando, que ya no pueden tocar en la
orquesta sinfónica porque han perdido la magia, la habilidad y la
pasión. En la naturaleza sólo perfección. Solo función perfecta.
Alegría perfecta. Coraje infinito. Belleza que no deja de asombrarnos.

Si la función es perfecta, si la salud es perfecta, si la belleza es


elocuente, si la potencia vital es poderosa los gérmenes no nos
molestarán, porque no han venido a atacar a las formas vigorosas
sino a las formas decadentes. Para que sus materiales se reciclen y
den lugar a la formación de nuevas formas perfectas y hermosas.

Por ello el pajarillo en su nido pia y canta, apasionado y lleno de


sueños, de expectativas, de lugares para conocer, volando y viajando
a múltiples árboles, ríos, montañas. Y luego encontrar una novia y
formar una familia y tener hermosos descendientes. Es la vida. Ha
sido así por cientos de miles de años. Son leyes inapelables. De
aplicación inmediata. Sin juez. Sin estrado. Sin sesiones de discusión.
Se aplican las leyes biológicas inmediatamente y sin discusiones. Así
funciona. No lo inventé yo ni lo hizo usted. Ni algún científico o sabio
eminente. Son las leyes universales. Eternas y en plena vigencia. En
este planeta llamado Tierra, rige la Ley Natural.

Podemos aprender del pajarillo. Y ocuparnos de vivir, de avanzar con


pasión tras nuestros sueños, de soñar con grandes hazañas. Con
lograr nuestra utopía personal. Las formas perfectas, de elevada
salud y perfección, de potencia vital infinita, viven para vivir. No lo
hacen llenas de recelo, desconfiando de virus de “alto riesgo
oncológico”, buscando la detección de enfermedades mortales
mediante revisaciones periódicas y exámenes de marcadores
tumorales.

Si los virus nos atacan es porque nuestra potencia vital está


disminuida. Nuestras condiciones vitales están perdiendo viabilidad.
Nos estamos acercando a un punto peligroso, donde está en duda si
estamos capacitados para vivir una vida de plenitud. Con función
plena y belleza plena. El virus nos ataca a nosotros. No lo ataca al
pajarillo ni al cocodrilo que espera agazapado que algún bisonte
distraído se acerque demasiado al lago.

Los virus están para servir. Para atacar las formas vivientes llamadas
células que están perdiendo calidad. Que están enfermas. Débiles.
Sin buena función. Se están afeando por la degradación de sus
funciones.
De la misma forma que un tiburón persigue a los animales heridos o
enfermos en el mundo submarino, los virus y bacterias persiguen a
las células débiles y alteradas. El tiburón no es malo. Simplemente
cumple su servicio de limpiador de los mares. Solo deja con vida a las
formas más fuertes, más hermosas, más perfectas, más hábiles y
más veloces. Lo viejo, lo herido, lo decadente es inmediatamente
eliminado.

También ocurre en el mundo terrestre. El tigre, el león atacan a las


formas más débiles, más vulnerables. Con esa política tan cruel y
despiadada la naturaleza se asegura que las formas más fuertes, más
poderosas continúen y dejen descendientes.

A pesar de las legislaciones humanitarias, la naturaleza sigue su


plan. Con el ser humano es lo mismo. Si nos degradamos
biológicamente, si no debilitamos, si nos intoxicamos o somos
“gourmets”, si incubamos hábitos tóxicos, la ley se aplicará sin
consideraciones y con ejecutividad inmediata. Al perder el estado de
salud perfecta y función perfecta, seremos atacados por todo tipo de
virus y bacterias. Y no tenemos alternativa. O recuperamos nuestros
elevados estándares de función o debemos perecer. Y si continuamos
intoxicados, la vacuna hará poco. Unas proteínas más no van a
cambiar el estado de alteración. La pérdida del equilibrio. Si el templo
se ha degradado e intoxicado, poco hará una vacuna. Porque la
función perfecta original no se restablecerá hasta lograr el óptimo
estado nutricional. Y esa es la forma básica de volver al estado de
perfección original.

Como un simple pajarillo. La próxima vez que veamos uno démosle


las gracias y hagamos una breve inclinación como cuando se cruza
con un gran profesor. Porque es nuestro maestro. El tiene función
perfecta, salud perfecta, agilidad perfecta y elegancia sin igual. Y
nosotros estamos llenos de miedo. Aprendamos de los que saben
cómo nutrirse y cómo moverse. Y aprendamos a volar.

Dr. Martín Macedo

El Arte De Curar
by Drmacedo on febrero 19, 2014 in Macrobiotica

La medicina de oriente presupone una profunda introspección. Sin


este trabajo interior la cura no podrá producirse en forma profunda.
Será a lo sumo una cura sintomática, parcial. Y por eso el enfermo
recae. Porque no curó el interior.
El exterior es un reflejo del interior. Muchos sabios de todas las eras
han enseñado que nuestro mundo externo (lo visible, lo manifestado)
es un reflejo de nuestro mundo interior (invisible, aun no
manifestado). Si nuestro mundo interior está lleno de miedos, tarde o
temprano esos “contenidos” internos se convertirán en contenidos
externos, visibles y físicos. Por eso la medicina oriental lleva al
candidato a la curación hacia el mundo de la filosofía.
Sin filosofía no hay verdadera medicina. Sin filosofía, sin
transformación de la realidad interior, no se puede cambiar la
realidad exterior. Porque ésta será siempre un reflejo de la interna.
Sin desarrollo de la visión y la comprensión la cura será únicamente
técnica, mecánica, más o menos brutal, de violencia contra los
síntomas o las manifestaciones clínicas (manifestaciones externas).
Aplastar con miedo y violencia los síntomas o las expresiones
visibles, sólo refleja un profundo miedo e ignorancia sobre el mundo
interior, el mundo de la mente, el mundo del inconsciente. Por ello el
maestro Ohsawa, quien trajo la macrobiótica a Francia y occidente en
la década de 1950 enseñaba que si no se curaba el “alma” no se había
logrado la cura verdadera, y que el enfermo recaería una y otra vez.
Aunque haya adoptado la dieta macrobiótica con devoción y rigor, sin
transformación interior, sin la incorporación de la filosofía, su cura
durará poco. Porque los mecanismos inconscientes (que crearon la
enfermedad) siguen activos, intactos. Y volverán a proyectar en el
mundo externo nuevamente las mismas cosas, las mismas tragedias,
las mismas enfermedades.
A veces la gente de pensamiento simplista me dice: “bueno doctor,
dígame de una vez qué debo comer para curarme”. Intento llevarlos a
un plano de desarrollo de la comprensión para llegar al “alma”, a la
raíz inconsciente del problema y estas personas de pensamiento
simple, me apuran para que les diga qué deben comer. Y luego van a
sus casas. Y al tratar de aplicar estos cambios en sus hábitos de
comidas, y las rutinas de ejercicios y descansos, se encuentran
totalmente perdidos. Y son los que más trabajo me dan. Porque toman
a la macrobiótica como una técnica curativa más. Reemplazan los
corticoides por el arroz y las algas marinas.
No desean pensar. Son demasiado perezosos para pensar. Mejor
obedecer las indicaciones y ya está. Se producirá el alivio o la
mejoría. Y a veces cuando las mejoras no llegan tan rápido como
estas personas desean, me reclaman: “hice todo lo que usted me dijo,
comí los alimentos que usted me dijo y no he mejorado todavía”. Y
llegan a la conclusión de que este “tratamiento” no da resultados.
Hay una medicina para cada tipo de paciente. Para los que no quieren
pensar, para los que sólo buscan hacer lo mínimo, para los que se
rigen por la Ley del Mínimo Esfuerzo está la medicina de tomar una
pastilla y “vuelva el mes que viene”.

La medicina que proponemos es la medicina de la toma de


conciencia, la medicina del despertar de la sabiduría, la medicina que
requiere el esfuerzo de pensar. Bernard Shaw, irónicamente decía que
la mayor parte de las personas piensan dos o tres veces por año. Y
que él se había hecho célebre por pensar dos o tres veces por
semana. Pensar exige un esfuerzo que todos no están dispuestos a
hacer. Para los que no desean hacer este esfuerzo la PAR (poliartritis
reumatoidea) es una enfermedad de causa desconocida, muchas
veces heredada (también la tenía mi abuela y una tía). No tiene cura y
solo “disponemos” de medicinas para aliviar el dolor y la inflamación.
Tiene empujes y remisiones, por lo que puede minimizar las dosis
durante las etapas de remisión y aumentarla durante los empujes. Y
“usted debe aprender a vivir con ello”. Esa es la “comprensión”, el
nivel filosófico de la medicina clásica.
En ese paradigma el paciente es un “paciente”, una víctima de la
PAR, el no hizo nada malo. Solo que el infortunio se abatió sobre él,
sin previo aviso. Nuestra visión es totalmente diferente. El paciente
es en realidad un ser activo. Es protagonista. Ha trabajado muy duro y
con mucha persistencia para enfermarse.

Consideramos que los lácteos de cualquier tipo junto al azúcar y a los


alimentos industrializados, refrescos cola y otras “invenciones” de la
civilización son los factores principales para crear una PAR.

¿Quién ha elegido comer esos alimentos durante décadas? ¿Quién ha


abierto su boca para introducir decenas de kilos de queso,
centenares de tazas de leche de vaca con café y azúcar junto a
centenares de litros de refrescos comerciales? Estos hábitos son
muy poderosos. Pero el protagonista, ha decidido muy libremente
comer todo esto a lo largo de decenios. Y luego se considera una
víctima de la genética o del stress. Todos tenemos “malos” genes.
Todos tenemos niveles variables de stress. El stress es simplemente
la percepción de una amenaza. Cuando percibimos una amenaza, un
peligro o una situación que nos saca de nuestra zona de confort y
seguridad, liberamos adrenalina y nos ponemos en alerta roja.

También tienen estrés los pájaros y los gatos. Hasta los insectos
perciben las amenazas de sus depredadores naturales. Y no tienen
PAR. Culpar al stress, a la genética, al cambio climático, a la
resonancia Schumann, al smog o a problemas emocionales, es
colocar la causa afuera de nuestro centro. Y si la causa está afuera,
lógicamente está fuera de nuestro control. No puedo controlar el
clima, ni la resonancia Schumann, ni el smog ni a la genética.

Pero si comprendo que mi enfermedad es mi creación, fruto de un


largo proceso de toma de decisiones, la situación cambia por
completo. Puedo cambiar mis decisiones. Puedo cambiar mi dieta.
Puedo cambiar mis hábitos. Puedo hacer una transformación de mi
forma de vida.

La persona que padece una PAR, ha trabajado muy duro durante años
para comprar los alimentos que provocan el daño articular. Ha
trabajado para ganar el dinero necesario para comprar kilos de queso
y litros de yogur. Y ha tenido que ir al mercado a comprar bebidas
cola, centenares de veces durante mucho tiempo. Es mucho esfuerzo
a lo largo de años.

Ha hecho méritos suficientes como para estar enferma. No ha sido


consciente. No hay culpa. Pero si hay responsabilidad. Nadie lo ha
enfermado. Nada lo ha enfermado. Nadie lo obligó a estimular
patológicamente su sistema inmune con caseína proveniente de
derivados de la leche. Nadie lo obligó a consumir toneladas de la
adictiva azúcar blanca que acidifica la sangre al estimular
espectacularmente la población de hongos que viven en el organismo
y en particular en el intestino. Eligió acidificar su sangre en forma
sostenida durante años. Y si además hay factores hereditarios y
alteraciones climáticas junto a trastornos emocionales, todo conspira
a favor de la enfermedad. Es necesario curar el alma.
Todo esto que estoy afirmando es un poco brutal para el enfermo
afectado con cualquier tipo de artritis crónica pero es necesario para
abrir la mente y lograr la cura del “interior”.
Comprender es curar. Sin comprensión no hay cura. Pero si uno
comprende y descubre la relación, verá con claridad absoluta qué es
lo que hay que cambiar. Y comenzará a curarse a partir de ese mismo
momento en que “vió” la luz. Descubrir la causa ya es curar. Pero si la
medicina oficial dice “desconocemos la causa” entonces no podrá
curar la PAR. Nunca hasta descubrir la causa. Tal vez algunos
médicos eminentes la sospechan. Pero mientras todo el
establishment no lo acepte, deben reservarse sus opiniones.
Mientras tanto la industria farmacéutica seguirá vendiendo toneladas
de antiinflamatorios y corticoides. Y seguirá ganando fortunas. El
entorno de “no se sabe la causa, la ciencia aun no la descubrió” es el
terreno perfecto para seguir vendiendo drogas que no curan pero que
el enfermo debe tomar de por vida. No lo cura, pero no puede dejar de
consumir. Y además le genera brutales efectos secundarios. Y encima
paga mucho dinero por todo ello. Paga para no curarse, paga para
padecer los efectos secundarios, paga para que le sigan dando
mensajes de desesperanza, paga para no curar jamás.

Pero cada paciente elige qué medicina seguir. Y en quién creer. Las
creencias forman parte de ese mundo interior. De esa realidad
interior que crea la realidad exterior. La ignorancia y el miedo crean
una proyección llamada enfermedad incurable. La comprensión y la
toma de conciencia crean una proyección llamada salud perfecta.
Pero esta proyección exterior proviene del interior. Por ello es
necesario primero curar el interior. Como decía Ohsawa “curar el
alma”. De lo contrario la enfermedad retorna una y otra vez. Y lo hace
con la esperanza de que el “paciente” comprenda. Dicen que a buen
entendedor pocas palabras bastan. Pero si es mal entendedor, tendrá
que aprender con dolor. En ese caso no bastan las palabras.
Entonces aparece el plan B. Con dolor aumentan las probabilidades
de comprender y curar el “alma”. Pero algunos ni siquiera con dolor
llegan a comprender. Siguen bebiendo leche y negando su
responsabilidad hasta el último momento de su vida. Se trata de
auténticos héroes. La arrogancia total. La voluntad invertida. La
voluntad de permanecer en el infierno hasta el último momento. Es
una forma de usar la libertad. La Libertad Infinita que Dios nos otorgó
a todos desde el mismo momento de nacer en este planeta.
Dr. Martin Macedo

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