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3Qué hacer con Michel Foucault

Omar Acha

[Este texto participa de un libro en preparación,Cambiar de ideas. Cinco tentativas sobre Oscar Terán. Estará
constituido por 1) un extenso estudio sobre el marxismo y 2) el postmarxismo de Terán; 3) el presente sobre la
lectura y uso de Foucault; y los dos últimos, más breves, sobre 4) la historia de las ideas y 5) la relación entre
ideas y violencia política. Esas son las referencias a ensayos anteriores o posteriores. Confío de todos modos
en que este texto se comprenda autónomamente].

La singularidad de Oscar Terán en la recepción latinoamericana de la obra de Michel Foucault no


anida en la primicia cronológica de sus escritos ni en el alcance de una difundida “Presentación”
publicada en 1983. Reside sobre todo en las condiciones en que Terán concertó su lectura, en las
preguntas con que accedió al archivo de los textos foucaultianos. Pues si es verdad, como se ha
mostrado sobre la Argentina, que las recepciones fueron tempranas, a menudo los usos de Foucault
anteriores a 1980 fueron mecánicos o supeditaron sus tesis a paradigmas pre-existentes.
Terán no solo diseñó una presentación solvente de textos principales de Foucault. Inscribió
también sus novedades conceptuales en una agenda de estudio sobre las formas del dominio estatal e
ideológico en América Latina. Además de emprender una aplicación historiográfica, reflexionó sobre
el alcance de algunas nociones primordiales de Foucault para examinar la experiencia histórica
latinoamericana con especial énfasis en la Argentina.
En el ensayo precedente he mostrado que la emergencia del postmarxismo por pluralización
que cada vez con mayor vigor caracterizó el pensamiento de Terán en el lapso 1979-1983 fue una de
las condiciones de dicha operación de introducción y recepción. Desde ese diagnóstico se comprende
por qué la lectura de Foucault propuesta por el filósofo-historiador argentino no podía constituirse en
uno más de esos ejercicios entusiastas, pero conceptualmenteinertes, de adopción acrítica de un
foucaultianismopor entonces de ascendente prestigio en los ámbitos académicos.
La sinopsisde la obra de Foucault antepuesta por Terán como estudio preliminar al volumen
El discurso del poder (1983) ha sido destacada en diversos estudios como pionera y, creo que esto es
crucial, comoorientadora de ulteriores lecturas. Así, Javier Benyo y Verónica García Viale afirmaron
que con el texto de Terán “se inauguran las lecturas canónicas sobre Foucault”. Los autores
observaron allí una “sintética descripción del discurso foucaultiano” en la que se exploraban los
temas principales “sobre los cuales transitarán numerosos análisis futuros”, a saber,“las diferentes
etapas centradas sobre el saber y el poder, la innovación de la concepción productiva del poder y la
noción de discurso como acontecimiento”. De tal manera Terán habría contribuido a desprender a
Foucault de una fusión inmoderada con el estructuralismo.1 Por su partey enfocando en el mismo
escrito, MarianaCanavese reconoció que en Terán la interpretación de Foucault afirmaba un “tránsito
paradigmático” (del marxismo humanista al que lo admitía como “caja de herramientas”) y destacó
la difícil relación de esa metamorfosis con la “crisis del marxismo”.2
Las reconstrucciones recién citadas instalaron a Terán en un lugar cultural coincidente con la
imagen provista por él mismo, por ejemplo, en el artículo de 1993 “La estación Foucault” (1993a;
también 1994f:66-70). Allí Terán recordó la “fascinación” despertada por Foucaultentre intelectuales
de izquierda latinoamericana en el preciso momento en que el saber y la política hasta entonces

1
J. Benyo y V. García Viale, “Repeticiones y diferencias. Comentarios y polémicas locales en torno a Michel Foucault”,
en Sociedad, n° 23, 2004, p. 100.
2
M. Canavese, “El efecto Foucault, entre el hombre nuevo y la crisis del marxismo”, en Prismas, nº 16, 2012, p. 90. Los
trabajos de Canavese son imprescindibles para reconstruir los contextos de las lecturas argentinas de Foucault.

1
vigentes ingresaban en una zona de incertidumbre: “Mi saber –esto es, el marxismo– estaba en crisis,
y la política mostraba el trágico fracaso del proyecto revolucionario de los sesentas” (1993a:16).“Y
entonces apareció Foucault…” (1994f:66). Terán también subrayó que tras un amplio descuido
durante los años sesenta, desde mediados de los setenta el diálogo con los textos foucaultianos tornó
más accesible, en contraste con los nouveauxphilosophes y el deconstruccionismo, una
componendasui generis donde los vínculos con el marxismo no estaban definitivamente
quebrantados: “Foucault podía ser pasible de una estrategia que reconociera las insuficiencias de las
respuestas del marxismo y al mismo tiempo mantuviera como válido parte del terreno sobre el cual
este último había organizado su problemática” (1993a:16).Algunos de sus textos suministraron un
“espacio articulador” que revisaba el marxismo en crisis sin deshacerse radicalmente de él. Era
comunicable con actitudes similares respaldadas por otros en obras como la de Gramsci (así
aconteció con Ernesto Laclau y Juan Carlos Portantiero). En efecto, Terán subrayó su estrategia de
familiarización de Foucault para una impugnación de la injusticia social y para la investigación del
capitalismo como “sociedad de normalización”. La conexión entre saber y poder habilitaba una
indagación histórica de la dominación.Mas si Foucault proveyó una estimulante cantera de conceptos
en tiempos de dictaduras y exilios, su utilidad decreció visiblemente en las horas jamás irreversibles
de las transiciones democráticas. Hasta aquí la auto-interpretación de Terán.
Las consideraciones generales que se acaban de presentar son adecuadas para describir un
conjunto de temas foucaultianos en Terán. Pero nos proveen a la vez la imagen armónica de un
tránsito filosófico de gran complejidad, pleno de tensiones y desavenencias conceptuales.
Construyen un Terán quizás demasiado estilizado en su rol de introductor de Foucault y en tránsito al
postmarxismo. La idea que quiero proponer subraya en cambio el carácter inacabado e inestable de
los escritos de Terán sobre Foucault, y en particular pone en suspenso la monumentalización del
mencionado estudio preliminar.
En esta tentativa utilizaré una estrategia analítica diferente a la más tradicionalmente
historiográfica (o cronológica) que presidió el ensayo sobre el marxismo. Emplazaré un Urtext, un
texto originario de la interpretación teraniana de Foucault, como una Urform goethiana que nunca es
igual a sí misma.3 Coincidiré inicialmente con los estudios que me precedieron en las interrogaciones
sobre la recepción de Foucault por Terán, en leer la “Presentación” redactada para el volumen El
discurso del poder. Explicaré brevemente sus modulaciones principales. Pero a partir de ese texto
originario, subvirtiendo su validez como síntesis de la lectura teraniana de Foucault, procederé a
mostrar sus vetas en diálogo con formulaciones previas y posteriores del mismo, como si esas otras
hermenéuticas constituyeran figuras del Urtext, descomponiendo entonces su aparente solidez para
captar sus acentos, mutaciones y vacíos.
El ejercicio de interpretación morfológica, cualesquiera fueran sus méritos y defectos,
constituye un movimiento preparatorio para una pesquisa más reveladora de los usos de Foucault.
Estos se dirimen en otro lugar. Se despliegan en los empleos efectivos de las intuiciones teórico-
históricas de Foucault, empleos que en Terán asumieron la materialidad textual en estudios de
historia de las ideas.
En un segundo momento, pues, sin presuponer una vertebración orgánica con los resultados
del análisis realizado en la sección previa, mostraré las peculiaridades del uso teraniano de Foucault,
y argumentaré que la noción de “objeto teórico” organizó un segmento significativo de su
historiografía intelectual. Intentaré entonces explicar por qué ese término de filiación
althusserianaintrincóel diálogo con Foucault al componer un esquema interpretativo en tensión con el
historicismo radical del autor de Las palabras y las cosas. Existían diversas razones conceptuales
para sostener la concomitancia entre Foucault y Althusser: la caída del historicismo que subyacía a
los voluntarismos existencialista y marxista, la importancia asignada a las condiciones de toda
3
Johann Wolfgang Goethe, Die Metamorphose der Pflanzen(1790), enGoethesWerke, XIII,
NaturwissenschaftlicheSchriften I, Múnich, C. H. Beck, 1998, p. 64. El caso de la forma originaria en la morfología
goethiana de las plantas es la hoja. El tronco, las ramas, las flores, los pistilos y los pétalos, son hojas metamorfoseadas.

2
práctica (incluida la cultural), la distinción entre diferentes instancias de lo real que desajustabaa los
dos autores mencionados respecto del textualismo de otras variantes posthumanistas.
Por último, hacia el final mostraré el desdibujamiento de Foucault en una producción textual
en la que Terán advirtió con creciente agudeza las dificultades para conciliar las preferencias
nietzscheanas del filósofo francés con un enfoque progresista de la historia. La idea de un proceso
histórico de “modernización” proveyó la salida en una sin embargo nunca del todo disuelta atracción
por el pluralismo ontológico de la genealogía foucaultiana. De tal manera Terán subordinó la
aplicación de conceptos e inspiraciones teóricas en interpretaciones crecientemente atenidas a las
prácticas historiográficas. Con ello no resignó sus preocupaciones filosóficas. Por el contrario, la
reaparición situacional de tales o cuales conceptos muestran hasta dónde una pulsión filosófica sin
pretensión de sistema acompañó un quehacer historiador cada vez másautónomo.

El texto originario

Reconstruiré brevemente la matriz conceptual de la “Presentación” elaborada por Oscar


Terán en 1982 para el volumen publicado el año siguiente en México por Folios Ediciones, El
discurso del poder. La justificación de considerarlo como el Urtext de las versiones de Foucault en
Terán reside en que aquella “Presentación” procedía de la rescritura de argumentosanteriores y fue
refigurado en intervenciones posteriores sobre el intelectual francés. Entonces, más que un ensayo de
interpretación autosuficiente y cerrado conviene pensarlo como un organismo textualviviente que
acompañó las incesantes mutaciones del pensamiento de Terán.
Vayamos entonces a El discurso del poder. Este libro compuesto por escritos de Foucault se
difundió como una de las compilaciones más efectivas en la divulgación del pensamiento
foucaultiano en América Latina. Tal vez solo la aparición en España deMicrofísica del poder, en
1978, haya diseminado con mayor éxito la palabra de Foucault en el subcontinente.4
El estudio preliminar antepuesto por Terán al elenco de textos contribuyó a imprimir
coherencia al recorrido intelectual de Foucault. Una virtud del análisis de Terán consistió en
periodizar la trayectoria del filósofo francés estableciendo una modulación entre las fases
fenomenológica (ésta solo aludida), la arqueológica y la genealógica de su pensamiento.
La presentación de Foucault renunciaba de antemano a devaluar el significado intelectual de
Foucault como una “moda”, pues en opinión de Terán su obraprocuraba “uno de los escasos focos de
pensamiento estimulante dentro de una época francamente devastada por la crisis y la
autocomplacencia teórica” (1983f:11). Terán proponía entonces describir un “itinerario teórico”
donde “se diseña una parte del perfil cultural de nuestros días” (ídem).
¿Cuál era el Foucault de Terán, o más precisamente de su selección? Estos fueron los textos
escogidospara la colección:el “Prefacio” a Las palabras y las cosas (1966); la respuesta a la
revistaEsprit (1968); la contestación al Círculo de Epistemología (1968); el fragmento final de El
orden del discurso (1970); el ensayo “Nietzsche, la genealogía, la historia” (1971); la primera
conferenciade La verdad y las formas jurídicas(1973); el parágrafo intitulado “Método” de Historia
de la sexualidad, I(1976); el“Debate con los historiadores” (1978); y dos informes de la cátedra de
Historia de los Sistemas de Pensamiento (1978 y 1979).
El análisis de Terán orientabaa Foucault más hacia Nietzsche que hacia Lévi-Strauss.
Enfatizaba en la “historia (política) de la verdad”, en los regímenes de producción de la distinción
verdad/falsedad, en la institución de fronteras entre “lo normal”, “lo patológico”, y las “normas”. Su
periodización destacaba dos conjuntos de escritos. El primero comenzaba conEnfermedad mental y
personalidad y llegabahasta Las palabras y las cosas. Y luego delafracturaverificada enLa
arqueología del saber, un segundo conjunto que incluía a Vigilar y castigar y La voluntad de saber

4
M. Foucault, Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 1978.

3
(Historia de la sexualidad, I). Aunque Terán consideró algunos textos posteriores al libro de 1976,
en espera de los subsiguientes volúmenes de la Historia de la sexualidad, todavía no había
reconocido –como lo hacían prever algunas entrevistas y artículos breves citados incluso por el
propio Terán– el recomienzo del proyecto bajo el signo de una ética del sujeto (volveré sobre este
tema).
De conjunto, este Foucault se hallaba situado en un terreno distinto a la ahistoricidad que
desde el marxismo y el existencialismo se había reprochado al estructuralismo. Tal señalamiento
había hallado ecos en los medios intelectuales argentinos.Es muy posible que Terán conociera de
primera mano que en 1970se había publicado, organizado por José Sazbón, un volumen que en la
figura de la alta divulgación sobre Foucault, recogió reacciones marxistas y filomarxistas sobre todo
a propósito de Las palabras y las cosas.5 Con la excepción de un texto de Georges Canguilhem, allí
se insistía en lo mismo que en la época se había detectado en Althusser: la dificultad para explicar el
cambio histórico.6Así rememoró Terán varias décadas más tarde los reparos dirigidos al libro de
1966 en el ámbito intelectual argentino: “las críticas o simplemente el desdén germinaron en el
humus políticocultural más genérico y hegemónico de la década del 60. Por ello, el núcleo de las
críticas remitía a la desconfianza con que en algunos sectores de izquierda se evaluaba el proyecto
estructuralista en su conjunto. Y, en efecto, podrá comprenderse fácilmente cuántas resistencias
podía ofrecer una concepción carente de una teoría del cambio en esos años profundamente
recorridos por el nervio esperanzado de los cambios revolucionarios en todos los aspectos de las
prácticas humanas” (2006b).
En el inicio de la década de 1980 tal examen parecía menos convincente. No solo porque el
propio Foucault había respondido a las críticas y recapitulado su pensamiento en varios textos
teórico-metodológicos escritos entre 1968 y 1973, sino porque el supuesto del reproche –es decir, la
consistencia de una “historia” cuyos “cambios” eran evidentes– ya no podía prescindir de
justificación. Más bien, parecía haberse invertido la carga de la prueba. No debía entonces
acreditarse que Foucault superaba los requerimientos de la razón histórica; ahora debía demostrarse
que el marxismo sobrellevaba los embates de la artillería foucaultiana, cuya validez tendía a ser
axiomática…
Un sesgo perdurable en el entendimiento de Foucault por Terán descansaba en la diferencia
de fases en un pensamiento que no estaba dado desde el principio. Luego de destacar que en Las
palabras y las cosas lo discursivo se desplegaba en el ámbito del “fenómeno” y lo “fáctico”, atenido
al régimen de un “positivismo” antiesencialista, delineó unacompatibilidadaleatoria con las
determinaciones marxistas: “Esto no significa ciertamente que las investigaciones concretas de
Foucault se ubiquen en una matriz teórica pre o antimarxista, sino que supone cierta articulación de
lo económico con otros niveles de los fenómenos analizados, pero una articulación cuyos modos de
conexión con lo ‘extraeconómico’ o bien no pueden ser definidos a priori, o bien interesa
describirlos más en su cómo que en su esencia” (1983f:22-23).Terán también recordó una afirmación
más tardía de Foucault sobre su uso libre de Marx, al que no se consideraba obligado a citar como en
el idioma marxológico, e incluso se preguntó si dada la incorporación de temas marxianos en el
quehacer historiográfico ser historiador no implicaba de algún modo ser marxista (1983f:20-21).7
En efecto, la aparente afinidad –en la que sedivisa un debate con lecturas que buscaban
anexar a Foucault dentro de un horizonte marxista no pluralista–puntualizaba un problema. La

5
La presencia de Sazbón se oculta en la traducción del original francés atribuido a su compañera Berta Stolior. M.
Canavese, ob. cit., p. 84.
6
Pierre Burgelinet al., Análisis de Michel Foucault, Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1970. El texto de
Canguilhem, “¿Muerte del hombre o agotamiento del cogito?”, era afín al discontinuismo de epistemes propugnado por
Foucault. Este volumen contenía la “Respuesta al Círculo de Epistemología”, de 1968, donde se anticipaban los
conceptos de La arqueología del saber. Terán valoró esa “Respuesta” donde Foucault construyó un “campo de
historicidad” incompatible con la totalización, una conciencia sintetizante o una teleología trascendental.
7
M. Foucault, “Entrevista sobre la prisión”, en Microfísica del poder, ob. cit., p. 100.

4
presentación introducía un sesgo que si podía ser puesto en interconexión con Marx, en la lectura de
Terán se orientaba a un ajuste de cuentas con las tribulaciones latinoamericanas del marxismo.8Mas
si para Terán Foucault solo era comunicable con un postmarxismo por pluralización, sin embargo, su
postura no era unívoca. En otros lugares de la “Presentación” desarrolló argumentos que respaldaban
a sus ojos una incompatibilidad con el marxismo toutcourt(1983f:43-44). En primer término al
dispersar el poder y así evitar condensaciones en ideologías, aparatos o Estados. En segundo término
al cuestionar toda reducción a intereses “de clase”.Una de las más diestras de aquellas anexiones
había sido planteada por Dominique Lecourt a través de la detección de una exterioridad
“materialista” al discursofoucaultiano.9 Pero incluso en Lecourt, destacaba Terán que la apelación a
la “ideología” (y por ende la afirmación de otro plano no ideológico, científico) desvirtuaba las
innovaciones de la arqueología del saber. Con ello cuestionaba el fundamento de la perspectiva de
Lecourt y los althusserianos: la metáfora de una base “real” y un edificio de representaciones más o
menos adecuadas de la misma.
No podría exagerarse la gravitación de Foucault para poner en entredicho la causalidad
supuesta en el modelo de infraestructura económica y superestructura político-ideológica. El uso de
Foucault por Terán para contravenir el modelo de “última instancia” adjudicada al marxismo
aparecía al menos en once páginas de un texto compuesto por cuarenta (1983f: 14, 16, 19-20, 22-25,
29, 42, 47). La neutralización de su causalidad derivativa hallaba una alternativa en Foucault en la
multiplicación y disgregación de la constitución de los “objetos discursivos”. Si en una primera
cercanía con el estructuralismo una matriz anónima fue la condición de emergencia de tales
“objetos”, el movimiento conceptual de Foucault avanzó en dirección a un cuestionamiento de la
dualidad que así, no obstante, perseveraba. Porque en efecto, sin sujeto y sin conciencia, la estructura
todavía aparecía como fundadora de la experiencia histórica. Terán insistió en que el enfoque de
Foucault no era “discursivista”, pues exhumaba “series” heterogéneas y, sobre todo, el discurso
como “acontecimiento”. Foucault eludía cualquier “dualismo” entre realidad y discurso. Evitaba
elegir en la falsa alternativa de la “correspondencia” entre planos diferentesy unaintradiscursividad
entonces monológica. Esa actitud teórica adquirió mayor coherencia a medida que la presencia de
Nietzsche se hizo más vigorosa.
En efecto, la presentación de Terán subrayó en Foucault “una reflexión cada vez más atenta a
lo político” (1983f:13), viabilizada por ladisgregación de toda unicidad atribuida a cualquier
dualismo postkantiano que opusiera objeto y sujeto.No solo la multiplicidad afectaba a los objetos,
descartando al realismo ingenuo, sino también a cualquier instancia productora que sustituyera al
sujeto trascendental. De tal manera el estructuralismo como tal se derrumbaba para privilegiar la
lucha, el poder y el dominio, esto es lo decisivo, excediendo los planteos eminentemente gnoseo-
epistemológicos. Terán mostraba cómo el propio Foucault –en los textos que van de 1968 a 1973–
consumó la autocrítica de los dualismos persistentes en el pensamiento estructural.
La radicalidad de un empleo de Nietzsche que no era novedoso –su presencia era desde luego
crucial en la Historia de la locura– pero sí adquiría una relevancia decisiva, fue útil para Terán en su
cuestionamiento final del marxismo como ciencia de la totalidad. Es innecesario que me extienda
aquí en la confluencia entre cientificismo y totalismo del marxismo entendido como economicismo y
filosofía de la historia, una comprensión que fue la contraparte del humanismo marxista del joven
Terán. Todos esos marxismos caían ante el nietzscheano filosofar a martillazos que derrumbaba el
edificio marxista y su presunta “base”.
Con el fin de percibir mejor el viraje filosófico en Terán tal vez convenga regresar por un
instante al texto de divulgación sobre “La filosofía entre dos siglos” referido en el capítulo

8
Sobre Marx y Foucault: Michelle Barret, The Politics of Truth. From Marx to Foucault, Londres, Polity Press, 1991;
Étienne Balibar, “Foucault and Marx. The Question of Nominalism”, en Timothy J. Armstrong, ed., Michel Foucault
Philosopher, Nueva York, Routledge, 1992; HoracioTarcus, comp., Disparensobre Foucault, Buenos Aires, El
CieloporAsalto, 1993.
9
D. Lecourt, Pour une critique de l’épistémologie. Bachelard, Canguilhem, Foucault, París, Maspero, 1972.

5
precedente. Terán retomabaallí la impugnaciónlukácsiana de Nietzsche como una viga principal en el
edificio de la corriente irracionalista burguesa.10 Aludiendo al periodo de nacimiento del
imperialismo tardo-decimonónico, Terán estableció que Nietzsche “desarrollará esta filosofía
[irracionalista. OA] con violenta coherencia” (1968a:307). Si Nietzsche advertía “la esencia última
del irracionalismo de la sociedad capitalista” esta conciencia, decía Terán, “va acompañada por su
glorificación y esencialización y no por el proyecto de superarla” (ídem). En los inicios de la década
de 1980, en cambio,si toda reivindicación de la totalidad derivaba inexorablemente en undesenlace
totalitario (1983f:47), entonces Nietzsche aportaba el antídoto dela pluralidad (1980k).Esa pluralidad
encontró el asentimiento de Terán más en una idea de la práctica historiadora, y en una empresa de
investigación historiográfica, que en la abstracción teórica.
Desde “Nietzsche, la genealogía, la historia” (1971), la valoración foucaultianadel autor del
Zaratustrahabía devenido enuna brújula principalísima de su genealogía del poder, que no anulaba
la arqueología del saber pero la emplazaba en un ámbito conceptual más allá del estructuralismo y
su retabloepistemologizante. Según Terán explicó sobre la labor historiadora de Foucault,la misma
“debe ser fundada más convincentemente mediante el recorrido de algunas instancias concretas”,
pues el método o más bien el dispositivo genealógico “ha ido creciendo al costado de una serie de
investigaciones historiográficas para cuyo ejercicio se ha elegido ese dominio poco formalizado de
las ciencias humanas precisamente con el fin de detectar no su estructura arquitectónica de
derivación, sino sus reglas de emergencia y existencia, y eludir así la pura sintaxis” (1983f:25).
Desde tal viraje postestructural el “positivismeheureux” devenía en pensamiento del acontecimiento,
de lo singular.Las singularidades de Foucault inhibían también adscribirlo a un enfoque weberiano
porque antes que suponer un proceso transhistórico de racionalización, “el discurso y lo real irían
diagramando sucesivos ordenamientos cuya ratio sólo puede recurrir a fundamentaciones fácticas”
(ídem).
Un último tramo del fragmento de la “Presentación” estaba dedicado al sujeto y el poder,
aunque el protagonismo del poder avasallaba la efectividad del sujeto. Si bien Terán recordaba la
autocrítica foucaultiana de la Histoire de la folie respecto de una “experiencia” de la locura supuesta
como “fondo” significativo de otro saber (1983f:31), no extraía consecuencias ni contrariedades
inherentes a esa autocrítica. Tampoco analizaba las persistencias del deseo político activo en el
Foucault posterior. En estrecha relación con ello, dos grandes temas del último Foucault se
encontraban apenas aludidos. El primero era la apertura de una ética del sujeto viable tras el
desmoronamiento del estructuralismo. Las alusiones en las notas al pie respecto de lo que entonces
eran recientes entrevistas en sus estancias norteamericanas o las anticipaciones de una reformulación
del proyecto de la Historia de la sexualidad, no alcanzaban a imponer en la reconstrucción de Terán
una mutación en su pensamiento después de 1976. La “ética” no erainstituida como problema; la
palabra incluso solo aparecía en una rápida y descriptiva mencióna la publicación de un avance del
tomo III de la Historia(El cuidado de sí), intitulado “El combate de la castidad”.11 Recordemos que
mientras Terán redactaba la “Presentación” –fechada en el verano poblano de 1982– acababa de salir
de imprenta el volumen compilado por Dreyfus y Rabinow que lanzaría a la palestra, antes de la
aparición de los tomos II y III de la Historia, el Foucault de la ética.12
Una segunda peculiaridad concernía a las nociones asociadas de biopolítica y
gubernamentalidad. Terán aludió a la biopolítica y a la regulación de la población presentes en el
resumen de la actividad desplegada en los cursos de 1978 en el Collège de France.13No hay que

10
G. Lukács, El asalto a la razón. La trayectoria del irracionalismo de Schelling a Hitler, trad. Wenceslao Roces,
México, Fondo de Cultura Económica, 1959.
11
M. Foucault, “Le combat de la chasteté”, enPhilippe Ariès y André Béjin (eds.), Sexualités occidentales, París, Seuil,
1984 (Terán cita su primera difusión en la revista Communications, 1982).
12
Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow, Michel Foucault. Beyond Structuralism and Hermeneutics, Chicago, University of
Chicago Press, 1982.
13
M. Foucault, Naissance de la biopolitique.Cours au Collège de France (1978-1979), París, Gallimard/Seuil, 2004.

6
olvidar la presencia de la cuestión del “biopoder” en La voluntad de saber, noción que asociada a la
gubernamentalidad alcanzaría una importante función en el esfuerzo foucaultiano por entrelazar la
microfísica con la macrofísica del poder. Esta vacancia de la lectura tuvo un papel destacado en las
matizaciones de Terán respecto de Foucault, pues la remisión a las situaciones latinoamericanas lo
condujoreiteradamente a lamentar un uso mecánico de la cita foucaultiana en experiencias históricas
inescindiblesde la eficacia de la acción estatal sobre sociedades en formación, relegando
indebidamente la preeminencia del Estado en la estructuración de las “gelatinosas” sociedades civiles
latinoamericanas del 1900 (1988b:32; 1994f:69).Encuentra tal vez aquí una significación mayor el
recuerdo de Terán sobre los énfasis en su lectura, cuya interpretación estaba vigorosamente
impregnada por las páginas de la Historia de la locura y Vigilar y castigar (1994g:164).
Puedo ahora intentar arrojar luz sobre el texto de 1982 en su travesíade pre y re-escrituras.
Para no hipertrofiar las figuras del Urtextdejaré de lado una serie de tres notas breves aparecidas
desde noviembre de 1981 en el periódico Unomásuno (Terán, 1981c) y un escrito académico (1982b)
donde podemos hallar una formulación que contiene los rasgos conceptuales decisivos del preámbulo
a El discurso del poder. Es suficiente señalar que la presencia de Nietzsche ya estaba en ellas
consolidada, y la única divergencia teórica importante consistía en la plena ausencia de la temática
ética.
Un primer movimiento en la recepción de Foucault nos retrotrae a 1977. En junio de ese año
la revista Plural, ancilar del periódico Excélsior, iniciaba una “nueva época”. Dejaba atrás su etapa
más célebre bajo la orientación de Octavio Paz. Con la conducción de Jaime Labastida, Plural
continuaba con su aspiración de informar en México sobre las novedades bibliográficas más
salientes. Recientemente instalado en el país azteca, Terán publicó en el primer número de la serie
una reseña bibliográfica de Vigilar y castigar. El texto era más que una paráfrasis del argumento de
la obra sobre “el nacimiento de la prisión”. Los temas principales del Urtext ya estaban presentes en
la reseña, si bien resueltos de otra manera.
Lo primero queevidencia una lectura paratextual de la reseña es que Terán contaba con una
actualización sobre la producción foucaultianaceñida a la circulación de textos en castellano. Así las
cosas, no mencionabaLa voluntad de saber, aparecida el año precedente, y de la cual todavía no se
disponía de una traducción.14 La lectura del volumen de 1975 provista por Terán tenía por ello su
más significativo contrafuerte enLa arqueología del saber, en un arco de referencias situado en el
ámbito del estructuralismo. Con el título de “Hacia una crítica del poder puro”,
TeránreinterpretabaVigilar y castigara la luz de la primera Crítica kantiana, y particularmente de su
estética trascendental. La conexión será preservada hasta la reformulación de 1982 como válida para
la etapa arqueológica y será desplazada por el nietzscheanismo posterior a 1970 (en 1977 aludía solo
a “resonancias nietzscheanas”); en cambio, la referencia a Kant en la versión de 1995 –que luego
veremos en detalle– solo subsistirá a través de una cita de GillesDeleuze y en una nota al pie.Pero
nunca como en 1977 Kant proporcionó la matriz para juzgar el pensamiento de Foucault, al menos
en esa función de pars pro toto asignada a Vigilar y castigar.
Un nexo de Vigilar y castigar con el Cours de linguistiquesaussuriano introducía una
“arbitrariedad” en la configuración del poder, por ende prescindente de otra realidad más profunda u
oculta. Sin embargo, el poder en Foucault, según Terán al alcanzar el carácter “trascendental” que
atribuía al singular kantismo de la obra, constituía un espacio “sin intersecciones peligrosas”
(1977a:87).Sin mencionarlo, Terán apelaba a la caracterización del estructuralismopor Paul Ricoeur
como un “kantismo sin sujeto trascendental” (1977a:85), sin ponderar la distancia que así hilvanaba
el autor de Le conflit des interprétations.15Pues al neutralizar las “intersecciones peligrosas”, el poder
devenía en una maquinaria infalible que Terán reconducía hacia el marxismo. De hecho, planteó una
afinidad con la “historia sin sujeto” althusseriana. Esa correlación entre Foucault y Althusser(o su
14
La primera edición mexicanapublicada por la editorial Siglo Veintiuno, citada más adelante, apareció el mismo mes de
junio de 1977 en que circuló el número de la revista Plural que contenía la reseña de Terán.
15
P. Ricœur, “Structure et hérmeneutique”, en Le conflit des interprétations, París, Seuil, 1969, pp. 55-56.

7
discípulo Lecourt) estuvo presente, de maneras distintas, en todas las lecturas teranianas de Foucault
y no solo a propósito de la noción de historia (1977a:88; 1979e:63; 1981c; 1993a:17; 1995a:15). En
la próxima sección analizaré un efecto de esta presencia althusseriana a la que Terán objetó, según
vimos, el dualismo explícito del concepto de “ideología”, un concepto sin embargo jamás suprimido
de su vocabulario.
Terán reconoció que la compatibilidad con el análisis marxista del capitalismo no era
enunciada por Foucault, pero la consideró “obvia”. Las “disciplinas” harían sistema con el
automatismo de la explotación capitalista. Más exactamente, conel crecimiento demográfico del
siglo dieciocho y el desarrollo de las fuerzas productivas.16 Y se interrogó: “¿cuál es el tipo de
causalidadestipulable entre ambas series de fenómenos, entre el modo de producción y el tipo de
poder?” (1977a:87). Entonces recurrió a La arqueología del saber y su afirmación de la exterioridad
entre las series discursivas y las no discursivas. Apeló a la noción de “diagrama”, sin utilizar el
concepto de “dispositivo” a menudo empleado por Foucault en el libro reseñado. El diagrama no
acrisolaba las series; el antihegelianismo perseveraba en la parcialización de un mundo no
totalizable.
Hacia el cierre de la reseña Terán consignóun reparo historicista. Pues si la “crítica del poder
puro” había descubierto que éste operaba en modos múltiples y dispersos, eso no parecía ajustarse a
la experiencia latinoamericana. Terán afirmó que sus propias líneas eran escritas “lejos del Collège
de France”, en circunstancias bien diferentes, e inquirió: “¿Es en nuestro continente efectivamente
tan sutil, tan microfísico el poder de castigar?” (1977a:88). En América Latina la punición se
asemejaría más bien al descripto por Foucault en el inicio de su libro de 1975, con cuerpos
desgarrados y supliciados. (No fue muy diferente un reproche dirigido a Foucault y los micropoderes
casi treinta años más tarde, cuando se preguntó otra vez respecto de Vigilar y castigar: “¿era tan
sutil, microfísico, el ejercicio del poder en esos años poblados de brutales dictaduras? ¿Estábamos
tan lejos del castigo supliciante del Antiguo Régimen? ¿Lo estamos aún hoy, con las fotos de Irak?”
[2004a, cursivas mías]).17 A pesar de las divergencias y críticas derivadas del argumento historicista,
Terán no convocaba a ignorar un “pensamiento realmente vital” (1977a:88).
El primer texto de Terán sobre Foucault con una comprensión global de su obra apareció
cuatro años antes del Urtext: en diciembre de 1979 una revista marxista de filosofía,Dialéctica,
publicó el breve pero enjundioso escrito, “Foucault: genealogía y microfísica del poder”. Como su
título lo indicaba, el escrito reaccionaba ante la importante novedad bibliográfica para la repercusión
de Foucault en América Latina que fueMicrofísica del poder, impresa en Madrid por la editorial
libertaria La Piqueta en 1978.18
El texto de 1979 reconocía toda su importancia a la revisiónfoucaultianaocurrida hacia 1968-
1973respecto de la relación entre saber y poder, en la conocida transición entre arqueología y
genealogía. Solo que en este caso la primera era explícitamente vinculada con una “metodología”
estructuralista: “A lo largo de estas obras [de Historia de la locura a Las palabras y las cosas. OA]

16
Décadas más tarde Terán recordó este momento de su trayectoria intelectual: “Mi encuentro con Foucault,
especialmente con el Foucault de Historia de la locura y de Vigilar y castigar, me permitió operar este tránsito sin
abandonar ciertas matrices más amplias de la reconstrucción de sentidos en la historia” (1994g:157).
17
El condicionamiento de la interpretación de Foucault bajo la sombra de las dictaduras estatal-militares se reiteró en los
casos brasileño y español, también en comunicación con algunas variantes abiertas del marxismo. E igualmente la
sensibilidad de su recepción hacia las dimensiones diferencialistas (sexualidades, género, etnicidades, entre otras) surgió
con fuerza en tiempos de democracia capitalista. Ney Vieira, “A dupla vinda da Foucault ao Brasil”, en Itinerários, nº 6,
1996; Valentín Galván,De vagos y maleantes. Michel Foucault en España, Barcelona, Virus Editorial, 2010.
18
La ya citada Microfísica tenía los mejores antecedentes para calzar bien en el pensamiento de izquierda de Terán. La
selección de escritos realizada por las sociólogas Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría enfatizaba en la crítica del poder
(de hecho, el tomo pertenecía a la colección “Genealogía del poder”). En la contraportada del libro, Varela y Álvarez-
Uría subrayaron que “los textos y las intervenciones políticas de ocasión contenidos en la Microfísica del Poder indican
con suficiente claridad la perspectiva a seguir que, por supuesto, queda abierta a todos aquellos que están de algún modo
comprometidos con las distintas luchas”.

8
predomina el análisis del discurso, dentro de una metodología fuertemente modeladapor
elestructuralismo” (1979e:59). En cambio, desde 1971 el concepto de discurso habría dado relieve a
la dimensión de “acontecimiento”, y el poder,a la dinámica de una “productividad”.
Por cierto que en 1979 también estaba presente la relación difícil con el marxismo. Pero lo
que en 1982 (1983f) constituía un dilema de lo “extradiscursivo”, en 1979 delataba una tonalidad
más eminentemente marxista (de acuerdo al segundo marxismo de Terán) en el vínculo “economía-
ideología” (1979e:61). Incluso la apostilla contra la introducción porLecourt de la noción
althusseriana de ideología no enmendaba la cita de su libro. Pero sí estaba presente la impugnación,
que compartían Althusser y Foucault, del hegelianismo. Puesto que teleología y origen interesabanal
mismo fondo metafísico, la genealogía foucaultiana prescindía –incluso ya en la Historia de la
locura– de ambas dentro de una concepción de la historiografía, y no en una negación radical de toda
historicidad. Solo que en esta versión de 1979 no se advierte la recomposición de cuadros históricos,
sino la dispersión y el azar, la discontinuidad por series múltiples y las positividades (en desmedro de
las negatividades dialécticas, deudoras de una totalidad lógico-contradictoria).
El diálogo entre Deleuze y Foucault incorporado a la Microfísica proporcionaba la transición
hacia un postestructuralismo que descubría el totalitarismo velado en el seno de la totalidad.
Entonces la totalidad era lo que debía ser demolido. Pero había en esa charla una noción que dejaría
huellas indelebles y permitió a Terán imaginar el postmarxismo: practicar la teoría como una “caja
de herramientas”.19 De la conversación “Los intelectuales y el poder” Terán no creía conveniente
distinguir inclinaciones disímiles entre los dialogantes, por lo que las afirmaciones deleuzianas eran
consideradas conformes con las de Foucault. En realidad la propia selección de los enunciados
foucaultianos de la conversación oponía –no como en Deleuze, el poder totalizante a las
multiplicidades– la diversidad del poder a “las acciones puntuales y locales” que “pueden llegar
bastante lejos” (1979e:71). No obstante, Terán hallaba “serias debilidades” para la justificación en
Foucault de una vía hacia la constitución de una “voluntad colectiva” que evadiera tanto la
totalización en un centralismo burocrático pero eficiente como una dispersión antiautoritaria pero
impotente (1979e:72). Esta demanda de un contrapoder que no renunciara a la transformación global
estaba ausente en el Urtext, salvo en la huella perseverantede una cita de La voluntad de
saber:aunque Terán no reprodujo el pasaje completo, en el párrafo donde enunciaba “donde hay
poder hay resistencia”, Foucault también argumentó la alteración estratégica de “puntos de
resistencia” como antecedentes eventuales, aunque raros, de una “revolución”.20
Hacia el final del texto de 1979 Terán expresaba sus metas, declaración eliminada en la re-
escritura de 1982. El objeto no había sido una evaluación crítica de Foucault sino una reflexión sobre
su obra como “estímulo” para reflexionar sobre la época actual. Contra un “cierto marxismo” (y no
el marxismo) que leía a Foucault para “fagocitarlo”, Terán preguntaba si no era viable recorrer su
obra como si la teoría fuera una “caja de herramientas”. Mas el marxismo era el punto de vista de la
interrogación, pues para Terán el poder remitía “en definitiva” a la ideología (1979e:73).
Ante el sustancialismo presente en la cultura de izquierda en América Latina–por ejemplo en
el tópico de unlatinoamericanismo de honduras esenciales– Foucault ofrecía una alternativa oscilante
entre un trascendentalismo estructural “kantiano” y un “paradigma musical dramático” nietzscheano
que, advertía, “amenaza con desembocar en una irrupción absolutamente irracional del
acontecimiento” (1979e:73). Y en ese pasaje Terán se diferenciaba de Deleuze –una consideración
19
“Los intelectuales y el poder. Entrevista Michel Foucault-GillesDeleuze”, en Microfísica del poder, ob. cit. Dice
Deleuze: “una teoría es exactamente como una caja de herramientas. Ninguna relación con el significante... Es preciso
que sirva, que funcione. Y no para uno mismo. Si no hay personas para utilizarla, comenzando por el teórico mismo, que
deja entonces de ser teórico, es que no vale nada, o que el momento no llegó aún. No se vuelve sobre una teoría, se hacen
otras, hay otras a hacer. (…) La teoría no se totaliza, se multiplica y multiplica” (pp. 79-80). En el ensayo precedente
hemos visto que en 1981 Terán también acudía a Wittgenstein (PhilosophischeUntersuchungen, §11) para respaldar su
idea del marxismo como caja de herramientas (1981a:17).
20
M. Foucault, Historia de la sexualidad, I. La voluntad de saber, trad. Ulises Guiñazú, México, Siglo Veintiuno, 1977,
p. 117.

9
elidida en la versión de 1982– respecto de lo que se perdía cuando “las razones” eran abandonadas.
Por eso se resistía a elegir entre el esencialismo determinista y el positivismo dichoso de Foucault.
Sin embargo, como “provocación” Foucault habilitaba el pensar “la diferencia”. “No para
permanecer para siempre prisioneros de ella”, aseguraba Terán,“sino para reinstalar una unidad más
profunda sobre un nuevo espacio teórico. Es lo que de hecho se trataba de hacer –con imperfecciones
y tanteos inevitables pero dentro de una orientación general que compartimos– cuando se abandona
el campo de la tipología abstracta y del nominalismo descriptivista para pensar sus determinaciones
sobre un nuevo terreno” (1979e:75).La “compañía” de un Foucault que denunciaba las inclinaciones
totalistas de cierto marxismo, en modo alguno obligatoria, poseía un interés que debía ser meditado
desde un marxismo (sabemos que con un maderamen pluralista) en el que todavía Terán pensaba al
filósofo francés para neutralizar las falencias que lo acosaban: “¿no habría que medir también el
futuro del socialismo y del marxismo por la capacidad de decir en su propio discurso –ysuperar en su
práctica– sus propias barbaries?” (1979e:75).
El punto de vista de Terán en 1979 estaba tensionado entre la adhesión a un marxismo
pluralista que todavía debía ser elaborado y la escucha de otros pensamientos, en primer término el
foucaultiano, que avanzaban hacia una crítica del marxismo y de la noción de revolución. No
obstante, es perceptible la distancia que Terán mantenía por entonces con Foucault, y sobre todo con
los discípulos del seminario interno del Collège de France (François Ewald, Pasquale Pasquino,
Jacques Donzelot, Giovanna Proccaci, Pierre Rosanvallon, etcétera), que se hallaban en una
orientación notoriamente antimarxista y, a través de la gubernamentalidad, construían un discurso
vindicador del “Estado social”.21
En los tiempos de su incorporación al escenario intelectual argentino de la “transición
democrática” Terán escribió poco sobre Foucault, pero lo aplicó mucho. En la próxima sección
analizaré algunas de las aplicaciones. Las referencias explícitas a Foucault se limitaron a las reseñas
bibliográficas de El discurso jurídico (1983a,discutida en el capítulo anterior a propósito del
postmarxismo), y del libro de David Couzens, Foucault(1988b), y a un balance de su propia relación
con la obra de Foucault al cumplirse un decenio de la publicación de El discurso del poder (“La
estación Foucault”, 1993a). En esos textos Terán señaló las limitaciones de las interpretaciones
latinoamericanas de Foucault, sin rehuirapuntes críticos sobre sus propias perspectivas, en particular
respecto de algunos temas presentes en su trabajo de 1982. En ocasión de la preparación del volumen
de 1995,Discurso, poder y subjetividad, una nueva versión de El discurso del poder, integró a su
“Presentación” pasajes del ensayo de 1993. Nació así la penúltima figura asumida por el Urtext.22
Lo primero que debe decirse sobre el volumen de 1995 concierne a la selección de escritos
foucaultianos. El título anunciaba la inscripción de la cuestión subjetiva en vinculación con los dos
términos del libro de 1983, en cuyo frente discurso y poder condensaban el arco de las
preocupaciones de Foucault. En consonancia con ello se conservaban tres textos de El discurso del
poder (el “Prefacio” a Las palabras y las cosas, “Nietzsche, la genealogía, la historia”, la primera
conferencia de La verdad y las formas jurídicas), se remplazaba la respuesta al Círculo de
Epistemología por la “Introducción” de La arqueología del saber, y se añadían tres textos sobre la
subjetividad:la entrevista de 1977 “No al sexo rey”, la de 1982 “Sobre la genealogía de la ética”, y el
ensayo también de 1982 “El sujeto y el poder”.Como en su texto de 1982 (1983f:17-18), Terán dio
cuenta en su re-escritura de los primeros pasos foucaultianos en Enfermedad mental y personalidad,
21
Sobre la mutación de la intelectualidadfrancesa: Michael Scott Christofferson, French Intellectuals against the Left.
The Anti-totalitarian Moment of the 1970s, Nueva York, Berghahn, 2004; Julian Bourg, From Revolution to Ethics. May
1968 and Contemporary French Thought, Montreal y Kingston, McGill-Queen's University Press, 2007.
Sobrelasmutacionesinternasdelnúcleo de discípulos de Foucault, queciertamente no debenserreducidas a lasdecisiones de
F. Ewald: Michael C. Behrent, “Accidents Happen: François Ewald, the ‘Antirevolutionary’ Foucault, and the
Intellectual Politics of the French Welfare State”, en Journal of Modern History, vol. 82, nº 3, 2010.
22
La última configuración fue la breve columna sobre “La recepción sudamericana de Foucault” (2004a), que en aras de
la brevedad será utilizada aquí como contrafuerte de algunas consideraciones relativas a otras formulaciones de Terán. Lo
mismo ocurrirá con otros textos menores sobre Foucault (1984c; 1985a; 2004a; 2006b).

10
con ostensiblesatributos fenomenológicos –cuyos residuos pueden rastrearse en la Historia de la
locura y tal vez hasta en los pliegues del sujeto en el último Foucault– pero no consideró necesario
añadir una fasediferenciada (1995a:10).23 Todavía en 2004, Terán iniciaba unsucinto
recorridofoucaultianocon Las palabras y las cosas: “El primer Foucault estaba inscripto en la
ofensiva estructuralista, que corría al existencialismo sartreano, y en definitiva, a todo humanismo”
(2004a, cursivas mías).24
En la nueva “Presentación”, la auto-reflexión de Foucault constituía la matriz interpretativa
básica. Terán citaba el esquema ideado por el propio Foucault en una entrevista con Dreyfus y
Rabinow, “El sexo como moral”, donde los tópicos saber, poder y sujeto correspondían con tres
“artificios metodológicos” que habrían sido sus preocupaciones perdurables: arqueología, genealogía
y ética (1995a:8). Y los subtítulos de la “Presentación” fueron en consecuencia tres: “Etapa
arqueológica”, “Poder y genealogía”, y “Ética y sujeto”.Con todo, había una modificación crítica.
Terán citaba el volumen compilado por Sazbón, de Burgelin y otros, no mencionado en el texto de
1982. Refirióa un tramo deAnálisis de Michel Foucault para sostener: “Basta leer el coloquio
entonces organizado por especialistas de las distintas disciplinas que Foucault había considerado [en
Las palabras y las cosas] para ver hasta qué punto resultaban discutibles algunos de sus
razonamientos” (1995a:14).
(Una breve digresión sobre la significación retrospectiva suscitada por el volumen de 1970.
Es evidente que Análisis de Michel Foucault reunió un conjunto de intervenciones largamente
antagónicas respecto de Las palabras y las cosas. A la vez, un examen paratextual no sugiere una
lectura solo adversativa. Por dos razones principales. La primera es que el volumen comprende,
además de la activista escritura de Canguilhem, réplicas de Foucault a las perplejidades generadas
por su obra, tanto a las evaluaciones negativas de su libro de 1966 en un coloquio realizado en
Montpellier y publicadas en la revista marxista La Pensée, como en la ya mencionada “Respuesta” a
las cuestiones elevadas por el marxista-lacaniano Círculo de Epistemología.25La segunda razón la
provee la solapa del libro donde si bien se aluden las reconvenciones a Foucault por Sartre y Piaget,
se agrega parafraseando la evaluación final de Canguilhem que así es colocada en un primer plano:
“Pero otros prefieren ver en él [libro de Foucault. OA] el terreno preparatorio de una nueva ‘Crítica
de la razón pura]; un programa de subversión del discurso de la conciencia, que, al desplazarlo,
instala en su lugar el comienzo –promisorio– de un discurso del concepto”. De conjunto, no es difícil
concluir que Análisis de Michel Foucault despliega la imagen de una obra foucaultiana innovadora,
polémica y abierta, en modo alguno clausurada. Retornemos ahora al texto de 1995)
La profundidad del cambio de escenario cultural en los años noventa se observaba también
respecto del marxismo, y particularmente en relación con la traslación estructuralista por Althusser
de la topografía causal de la Contribución a la crítica de la economía política de 1859. Al ponderar
que Foucault rechazaba toda teoría expresiva donde una instancia determinara a otra, Terán
mencionó que ello entrañaba la inviabilidad de postular cualquier infraestructura que se reflejase en
una superestructura. Mas ello no lo obligaba a demorarse en una crítica del marxismo que parecía ya

23
Terán tampoco integró la introducción de Foucault a la edición francesa de TraumundExistenz, de Ludwig Binswanger,
publicada el mismo año que Enfermedad mental y personalidad. Todd May, “Foucault’s Relations to Phenomenology”,
en Gary Gutting, ed., The Cambridge Companion to Foucault, Cambridge, Cambridge University Press, 2011. El
desdibujamiento del periodo fenomenológico de Foucault refractaba una voluntad en el mismo sentido por parte del
filósofo oriundo de Poitiers, al menos desde mediados de la década de 1960. Ver David Macey, Las vidas de Michel
Foucault, Madrid, Cátedra, 1995, p. 109.
24
Una nota personal al respecto: en 1996 cursé un seminario de grado de Filosofía, en la Universidad de Buenos Aires,
sobre Foucault, dictado por Terán. En su enseñanza, Terán incluyó la dimensión ética del Foucault tardío y discutió su
relevancia. Ese aspecto sin embargo nunca se reflejó con similar intensidad en sus textos. En su biblioteca personal, por
lo demás, Terán estaba actualizado respecto de los escritos de la etapa terminal de Foucault (recogidos en Dits et écrits)
así como en la bibliografía vinculada con la misma.
25
“Carta de Michel Foucault sobre el Coloquio”, pp. 209-215; “Preguntas a Michel Foucault”, pp. 216-270, en Análisis
de Michel Foucault, ob. cit.

11
innecesaria o trivial (1995a:17). Apelando a una distinción heideggeriana sobre historia y
temporalidad, si hacia 1985 el marxismo como pasado habitaba en una condición del haber-sido
(Gewesenheit), una década más tarde persistía en la condición del pretérito clausurado
(Vergangenheit).26
Respecto de las dificultades de la ética en Foucault, en diferentes momentos Terán recuperaba
historiográficamente los apuntes crítico-filosóficos de RainerRochlitz, Axel Honneth, Charles
Taylor, AlessandroPizzorno y JürgenHabermas. Esas evaluaciones convergían en dos asuntos, según
afirmaban los críticos, inadecuadamente argumentados por Foucault. En primer término se hallaba el
decisionismo en que debía redundar toda ética que cancelara nietzscheanamente en el antagonismo y
el perspectivismo cualquier pretensión de una moralidadrazonada. En otros términos, la ética
foucaultiana sería injustificable, e incluso auto-contradictoria (1995a:26n.46, 29, 32). En tal
contexto, Terán reconoció en una entrevista la dilución de la utilidad política de Foucault: “A mí
Foucault me venía muy bien para mostrar cómo ese orden político es siempre un orden autoritario y
cómo a partir de los contrapoderes se puede disolver un orden político. Puesto ya a pensar el
ordenamiento de lo político, el lazo social, los derechos humanos, creo que el pensamiento de
Foucault no es de los mejores compañeros” (1994f:70). Por tal razón la conversación de Terán con
Foucault continuó en el ámbito historiográfico y ya no en el de la política.Es que Terán objetó la
deslegitimación foucaultiana de los valores modernos como contracaras de la disciplina y el control:
la democracia liberal, el estado de derecho, los derechos humanos… Asíreprobó, otra vez con
Rochlitz, el que Foucault disolviera “la diferencia demasiado relativa que así parece abrirse entre la
sociedad burguesa y democrática y los regímenes totalitarios y racistas, dado que Foucault reduciría
las conquistas del Estado constitucional al perfeccionamiento de un aparato de poder de creciente
cinismo” (1995a:26 n. 46). El cambio de época había eliminado al menos momentáneamente los
autoritarismos de diversa procedencia; una vez que el orden democrático del capitalismo victorioso
se instaló como la condición de toda vida colectiva e individual posible, la relevancia de Foucault se
esmeriló.
Aunque probablemente este juicio debería matizarse. SiTerán se mostraba atento a la
debilidad de una política de contornos foucaultianos, la opción ética del último Foucault no podía ser
descartada tan expeditivamente. Al respecto declaró su acuerdo con Paul Veynesobre el “nihilismo
valeroso” en que desembocaría el pensamiento foucaultiano(1995a:32). De allí que recuperara un
apotegma de Montaigne que fue, lo sabemos, una bandera sostenida contra cualquier tentación de
retornar a sus creencias sesentistas: “No sé lo que soy, pero sé de qué huyo” (1995a:33). Terán
continuaba así identificándose con el anti-totalitarismo de Foucault, pero como un gesto de salida
antes que como un convencimiento teórico coherente.También como Foucault, Terán creyó
encontrar un ámbito final de resistencia (o si se considera esta noción excesivamente izquierdista,
quizás fuera de albedrío) en la esfera personal. La exploración de las éticas antiguas sostenía la
genealogía del presente, e iluminaba una “ontología” en la que si no era posible (ni deseable) encarar
el proyecto de cambiar el todo (o el mundo), podía modificarse “al menos la vida” (1995a:38). Pero
incluso ese refugio cedió en el último Terán a la contemplación de una experiencia que no era
sencillo experimentar como propia. No solo el pasado parecía irrecuperable por la genealogía;
Foucault perduraba como inspiración de una suave interrogación de adónde se ha ido incluso el
presente: “Vuelvo a mirar los viejos textos de Foucault que ardían con mi vida. Y hoy recupero de
esos rescoldos no la capacidad realizativa del discurso ni el despotismo minucioso del poder, sino
sobre todo un título que colocó hace casi 50 años, y que identifico con la sabia tibieza de los años
viejos: ‘En busca del presente perdido’” (2004a).27

26
Sobre la distinción en Heidegger: P. Ricoeur, La lectura del tiempo pasado. Memoria y olvido, Madrid, Arrecife, 1999,
p.56.
27
M. Foucault, “À la recherche du présentperdu”, en L’Express, n° 775, 1966.

12
En términos conceptuales, la “Presentación” de 1995 persistía en la marginación del Foucault
de la biopolítica y la gubernamentalidad.28No obstante, no recaló en un postestructuralismo que
observase disonancias y resistencias por doquier. Teránse mantuvo ajeno a ciertas lecturas de
Foucault en las que, por ejemplo inspiradas en el texto sobre HerculineBarbin, se vindicó la acción y
resistencia de los sujetos subalternos.29Por el contrario, Terán coincidía con el juicio de Carlo
Ginzburg sobre el “racionalismo estetizante” y el “populismo negro” que anonadaba toda posibilidad
de agencia por parte de los sujetos minoritarios(1994f:70).30 Ciertamente, Foucault nunca se
aproximó a una indagación de acciones y significaciones de sujetos subalternos que pudiesen ser
incorporados a una narración en fractura con los discursos que los constituían. Si su ética tardía
podía habilitar una teoría de la resistencia –como ocurrió con la teoría queer o los SubalternStudies–,
el propio Foucault se contuvo dentro de las fronteras de una concepción elitista de la infracción en
las normas.
La siempre particular normalidad democrática argentina (como toda normalidad suele serlo)
confinó entonces los usos de Foucault por Terán al terreno historiográfico. Como veremos en el
cuarto ensayo de este libro, el enfoque de la arqueología/genealogía tuvo importancia secundaria en
los textos históricos del periodo 1978-1988; en el periodo posterior continuó proveyendo conceptos
pero no una perspectiva de la historia. Sobre todo, el nietzscheanismo de Foucault se tornó
crecientemente incompatible con las reflexiones filosóficas en Terán sobre una ética de la historia y
la memoria. Pero no conviene adelantarnos, pues esta no es una reconstrucción que se dirige a un
destino predefinido. Veamos entonces los rasgos principales del empleo historiográfico de Foucault
en los años en que su signo habitó con mayor fuerza el pensamiento de Terán. Veremos que a pesar
de ello el examen textual nos deparará algunas sorpresas.

Los usos de Foucault, y un fantasma althusseriano

El examen de la obra de Terán como historiador de las ideas será el tema del próximo ensayo. Aquí
me interesa atenerme al uso histórico-conceptual de Foucault. Aunque por ende no abundaré sobre el
perfil historiográfico de la obra de Terán, es imposible prescindir completamente de él puesla lectura
teraniana de Foucault fue inseparable de una pregunta historiadora. El lector seguramente esperará de
antemano una brecha entre teoría e historiografía, pues no ese suele ser el caso cuando un pensador
de sólida formación filosófica se ocupa de menesteres historiográficos. Y aunque están por verse
cuáles fueron los alcances de esa previsible brecha que hace de todo texto auténticamente histórico
un acontecimiento, el pluralismo teórico de Terán agregará concomitancias adicionales en las tramas
de interpretación en que florecieron las eficacias conceptuales del archivo foucaultiano.
La interferencia entre teoría e historia estuvo presente desde el comienzo de los usos de
Foucault. Al mismo tiempo que elaboraba las versiones del Urtextanalizadas en la sección

28
Hugo Vezzetti ha testimoniado una década más tarde la importancia de la edición de los cursos en el Collège de
Francia para una percepción argentina (y por extensión latinoamericana) de aquellas temáticas. H. Vezzetti, “Nuevas
lecturas de Michel Foucault”, en Punto de Vista, nº 83, 2005.
29
Ver el prólogo de Foucault a HerculineBarbin. Being the Recently Discovered Memoirs of a Nineteenth-century
French Hermaphrodite, Nueva York, Pantheon Books, 1980.Una lectura postestructuralista de Foucault en torno del
sujeto en Judith Butler, GenderTrouble. Feminism and theSubversion of Identity, Nueva York, Routledge, 1990. Como se
ha señalado, parece haber una dicotomización en las lecturas de Foucault. Por un lado se encuentran las vinculadas con la
biopolítica y la gubernamentalidad, y por otro lado las sostenidas en la ética evanescente de la subjetividad. Así,
respectodelargumento de Butler: Anna Marie Smith, “Missing Poststructuralism, Missing Foucault: Butler and Fraser on
Capitalism and the Regulation of Sexuality”, en Terrell Carver y Samuel Chambers, eds., Judith Butler’s Precarious
Politics. Critical Encounters, Londres, Londres, Routledge, 2008; Jemima Repo, “HerculineBarbin and the Omission of
Biopolitics from Judith Butler’s Gender Genealogy”, en Feminist Theory, vol. 15, nº 1, 2014.
30
Los señalamientos de C. Ginzburg provienen del “Prefacio” a El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero
del siglo XVI, Madrid, Muchnik, 1986, pp. 19-20.

13
precedente, el filósofo argentino realizaba tareas docentes y de investigación en la mexicana Escuela
Nacional de Antropología e Historia, institución donde tuvo residencia un proyecto de investigación
en el cual la batería conceptual foucaultiana habilitaba un estudio de las normativas penitenciarias y
educativas dirigidas a las clases populares durante el Porfiriato (1876-1910). El texto resultante fue
publicado en 1983 en la revista poblana Espacios y luego incorporado a En busca de la ideología
argentina.Conviene detenerse en ese artículo revelador para el tema aquí encarado.
Lo primero que debe ser subrayado es que si bien Terán destacaba que su estudio hubiera sido
imposible sin el “deslumbramiento” provocado por Vigilar y castigar, la investigación había querido
“controlar” la “influencia foucaultiana” a la luz del problema de la construcción de la nación en
América Latina (1983g:30). A la vez, sin mayores prolegómenos, una serie de temas
gramscianoseran evocados para dar cuenta de la ideología, solo que, y aquí ingresaba el enfoque
foucaultiano, cuando se aplicaba a la “diagramación” del espacio nacional, esa tarea debía
seraveriguada a través de dispositivos y reglas clasificatorias en las que se producía la diferenciación
entre los sujetos sociales integrables y los segregables, los que por ende no eran previos al discurso
que los representaba. Los dispositivos y discursos no expresaban exigencias provenientes de otras
zonas de lo real;ellos mismos eran reales y generaban realidades.
La lectura de textos de Gabino Barreda en la clave de una “voluntad de positivismo” tenía
como meta establecer los “efectos discursivos” relativos a la nación y las prácticas educativas, pero
no como filosofía o doctrina, pues ello entrañaría, escribía Terán, un ejercicio “empobrecedor”.
Precisamente porque fue una “invención”, la nación no provino deductivamente de un modo de
producción. En cambio, requirió “la síntesis empírica de acontecimientos heterogéneos y azarosos, es
decir, históricos, que pusieron en juego también una serie compleja de mecanismos de disciplina
pero también de clasificación del mundo social” (1983g:32-33). Terán apelaba al estudio de “saberes
menos gloriosos” que los de la filosofía, en evidente alusión a la genealogía en Foucault. Solo que
esa atención –empleo aquí un término deleuziano– a lo minoritario, no era completamente adecuada
para una “modernización” de la penalidad mexicana que no tuvo lugar en una sociedad civil en la
que residieran las redes de poder. La traslación inmoderada del enfoque de Foucault hallaba un límite
contextual que si no lo tornaba irrelevante en cualquier caso exponía su insuficiencia para dar cuenta
acabadamente del objeto latinoamericano. Entonces parecía a Terán más preciso apelar al Gramsci
de “Americanismo y fordismo” desde el cual pensar la construcción “desde arriba”de la nación,
donde por añadidura el andamiaje jurídico debía vincularse con el aparato productivo (1983g:36).31A
la inversa, el escenario contemporáneo del postmarxismo plural entrañaba también unacauciónen el
uso de Gramsci, pues en su correspondencia marxista entre ley y producción renacía el dualismo de
la base y la superestructura, dualismo que, advertía Terán, “conduce a reinstaurar la caracterización
de las ideologías y del poder como expresión de una realidad previamente constituida” (1983g:47).
En cambio, Foucault era más pertinente para estudiar “universos de discurso” que, anclados en el
positivismo, dibujaban escenarios sorprendentemente afines a las reconstrucciones foucaultianas
sobre las derivas disciplinarias de las “ciencias humanas”. Y ese camino será recorrido por Terán
durante sus años de mayor compromiso con Foucault, un compromiso historizado y enmendado por
las exigencias del dispositivo nacional en América Latina.
Conviene demorarnos un momento sobre este tema, pues expresa una creencia que no fue
solo de Terán. El argumento historicista tenía un parecido de familia con el que en esos mismos años
José Aricó había elaborado respecto de las condiciones diferenciales que condujeron a Marx hacia
una dudosa evaluación de Simón Bolívar. El fondo conceptual de su imagen negativa descansaba en
la ignorancia marxiana sobre la importancia del Estado y la nación en la formación de la América
Latina postindependentista.32 Ahora bien, la comprensión historicista prevenía a Aricó y a Terán de
interrogarse si también en Europa las razones de Marx y Foucault requerían asumir de otro modo la
31
La yuxtaposición de temas foucaultianos y gramscianos fue apuntada para otro texto contemporáneo de Terán (1983c)
por M. Canavese, “El efecto Foucault”, art. cit., p. 90.
32
J. Aricó, Marx y América Latina, Lima, CEDEP, 1980.

14
cuestión estatal, por ende avanzando en una revisión más profunda que la delimitación de zonas
históricas impedía. ¿No fue también crucial en Inglaterra, Alemania y Francia la acción del Estado
para la constitución del capitalismo o de la “sociedad de control”? ¿Y de ello no se seguía una
revisión más profunda del conjunto de sus perspectivas y no solo de sus usos extraterritoriales? Ni
Aricó con Marx, ni Terán con Foucault, avanzaron por ese camino. Me pregunto si al respecto en
ellos, quienes cuestionaron con razón los esencialismos latinoamericanistas, no permanecían todavía
cautivos de una diferencia sustantiva (aunque razonada históricamente) entre Europa y América
Latina.
Más allá del texto sobre el encierro y la educación durante el Porfiriato, la cuestión del
positivismo en América Latina proveyó la materia documental decisiva para el empleo de términos
foucaultianos. Elcuerpo textualal respecto incluyelos artículos y estudios preliminares relativos a
escritos de José Ingenieros (1978-1979; 1979a; 1979f; 1986a) y los vinculados con el positivismo
latinoamericano (1982a; 1983d; 1987c). Versiones atenuadas de los usos de Foucault se advierten en
los estudios sobre Mariátegui (1980b; 1980e; 1980h; 1980j; 1985c), y por la preferencia teraniana de
pensarlo en una contraluz argentina, también en los trabajosrelacionados con Aníbal Ponce (1979b;
1983c; 1985d). Naturalmente, sería imposible proveer aquí una discusión pormenorizada de los
matices, pliegues y sesgos en los usos de Foucault en textos tan numerosos y en algunos casos
desplegados en cambiantes versiones. Elegiré el primer análisishistórico significativo de Terán, el
estudio preliminar a José Ingenieros: antimperialismo y nación, contemporáneo al artículo suscitado
por Microfísica del poder(Terán, 1979e). Lo confrontaré con una rescritura posterior (1986a) para
captar las metamorfosis verificadas en esos años de vertiginosas mudanzasintelectuales. Sobre todo
será importante captar las divergencias con la segunda de las formulaciones recién citadas pues
Terán (1994f:63) la consideró más contenida respecto de su primera “fascinación” por Foucault;33sus
tonos serán resumidos y moderados en su versión última en Vida intelectual en el Buenos Aires fin-
de-siglo (2000b:289-310).
En su estudio preliminar de 1979 Terán argumentó que había dos “atractivos” en los textos
juveniles de Ingenieros: el primero para la historia de las ideas, pues revelaba la complejidad de las
“configuraciones teóricas” de la última década del siglo diecinueve, y el segundo para la “teoría de
las ideologías”, porquesus escritos “revelan permanentemente las insuficiencias de una interpretación
de lo ideológico como mera ‘expresión’ de una realidad previamente constituida y conclusa al
margen de los discursos que la articulan” (1979b:14). La justificación de eseantideterminismo nos es
conocido.
El primer tramo del texto recuperaba una constante en los convencimientos de Terán: la
captación de la importancia de las adhesiones conceptuales juveniles para estudiar un pensamiento
en transformación. Así como subrayó la relevancia del élanantiburgués juvenil para comprender al
Mariátegui maduro y destacó el cientificismo inicial de Ponce para descifraraspectos de su posterior
marxismo, el elitismo ingenieriano de su periodo socialista con vetas anarquistas –irreductible a un
positivismo atribuido a la demasiado rápidamente nombrada “generación del 80”– retornará después
de 1911 para propugnaralternativas a la “mediocridad” y al “suicidio de los bárbaros”. También
como en Mariátegui y Ponce, Terán diseñó una secuencia de periodos trazadapor cambios, los que
sin embargo preservaban la efectividad de las preferencias nocionales juveniles. La riqueza de los
análisis de Terán descansaba en que esa continuidad evadía metódicamente apelar a cualquier
esencia perseverante, personalidad intelectual o determinación externa. Al respecto, la presencia de
Foucault no era en modo alguno la única.
El estudio preliminar destacaba que el primer Ingenieros defendió, por ejemplo en sus
escritos en La Montaña, una oposición radical al “parasitismo capitalista” entendida por Terán a
través de un enfoque hegeliano: “la configuración de un primer ‘sistema’ está mediada por un
33
En una encuesta de la misma época decía: “quien lea la primera versión de mi trabajo sobre Ingenieros, publicado por
Siglo XXI (a mi entender ‘mejorada’ en la edición de Alianza), no podrá dejar de percibir que la marca de cierto espíritu
estructuralista y sobre todo foucaultiano es allí notoria, y a veces sin duda excesiva” (1994g:158).

15
momento en el que se entrecruzan complejamente un conjunto de ideologías contestatarias que
articulan una negación inmediata –en el sentido hegeliano de esta noción– con respecto al país
programado por el liberalismo oligárquico argentino” (1979b:16; 1994g:158). Esto nos permite
repensar la “fascinación” foucaultiana recordada por su autor (1993a:16), pues la frase que acabo de
citar es inviable en cualquier entendimiento iluminado solo por Foucault. Porque una negación
inmediata según Hegel remite a un defecto en la razón dialéctica, un menoscabocaracterístico del
“entendimiento” que conduce a ver la realidad compuesta por entidades yuxtapuestas e inconexas
salvo por causalidades externas.34Desde luego, términos como mediación, sistema, negación,
configuración, momento, pertenecen al repertorio de La fenomenología del espíritu, y no al de La
arqueología del saber. Pero creo que no deberíamos extraer conclusiones apresuradas de un pasaje
inicial.
La concepción de Terán involucraba una idea de la Argentina del Ochenta. Terán insistió
sobre las condiciones “preteóricas” del mundo del 80, y particularmente de su crisis en tiempos de
Juárez Celman, como las condiciones constituyentes de una “problemática” en Ingenieros.¿Qué
entendía por problemática? Terán explicó que comprendía al “conjunto de preguntas sistemáticas que
se le formulan, y así configuran el horizonte posible de su sistema” (1979b:18). En ese sentido la
“cuestión social” fue el “núcleo estructurador de la problemática” en la que Ingenieros comenzó a
edificar su pensamiento (1979b:21). Alrededor de esa cuestión se organizó una heterogénea
discursividadideológica: “Socialismo, anarquismo, modernismo, configuraron una formidable
coyuntura ideológica a partir de la cual el joven Ingenieros trató de articular ‘un’ mundo”
(1979b:35).
Explicar esa coyuntura no era una tarea sencilla pues concitaba “razones extrateóricas que
fundamentan la ideología” (podemos conjeturar con buenas razones que aquí el argumento era
marxista-althusseriano), y porque “existen leyes discursivas por las cuales el hombre no dice
(espontáneamente) el ser ‘como el juez dice la ley’, y nuestra lengua no es el habla de lo real ‘como
las nubes son las nubes del cielo’ (Heidegger)” (1979b:36). Pero estas cercanías de Hegel,
Heidegger, Althusser y Foucault no estaban solas. La enunciación de un discurso no era el producto
de una decisión, de una voluntad. De allí que debía puntualizarse cómo una “problemática” y ciertos
“objetos teóricos” habilitaron el habla del joven Ingenieros en tanto un “hijo” del Noventa argentino
(1979b:36).
¿Qué aconteció hacia el fin de siglo? Terán acudía nuevamente a un término hegeliano para
destacar en Ingenieros que en enero de 1898 “mientras su subjetividad recorría algunos de los
vericuetos del ‘alma bella’ como último reducto de la contestación intimista, su sistema teórico se
alteraba esencialmente” (1979b:36). Otra vez, una alusión hegeliana, en este caso al alma bella (die
schöneSeele). Entonces se inauguró, escribía Terán en el subtítulo para el periodo posterior a 1900,
“La nueva problemática”. El tránsito de Ingenieros hacia la criminología y la psicología, esto es, a
las “ciencias sociales”,fue el “efecto teórico de dicha problemática” (1979b:45), pues no reveló ni la
consecuencia de una “influencia” de corrientes de moda, ni un “movimiento ideológico” debería ser
imaginado como “artificio instrumental” que ocultara intereses; y sin embargo era innegable que la
psicopatología y la criminología provenían de un “proceso dialéctico” (1979b:46) en la medida en
que emergían a la “mirada teórica” con esa “forma definitiva” remitiendo a la constitución de los
objetos estudiados, es decir, a los derivados de la “cuestión social”. Un tono althusseriano convivía
con una dialéctica que vimos no eraajena a alusiones hegelianas conducentes a una imagen coherente
de la obra de Ingenieros entre 1898 y 1911: “Psicopatología, criminología, sociología y política”,
aseguraba Terán, “no son por ello esferas independientes del sistema ingenieriano, sino que van
describiendo un complejo movimiento en cuyos huecos se instalan una serie de objetos teóricos y de
figuras ideológicas solidarias” (1979b:66).

34
VerG. W. F. Hegel, Enzyklopädie der philosophischenWissenschaftenim Grundrisse, §61ss.

16
La curva del recorrido profesional de Ingenieros tropezó con un escollo en la designación de
otro postulante para una cátedra universitaria en razón de la decisión adoptada por el presidente
Roque Sáenz Peña. A raíz de esa decepción, Ingenieros resignó sus cargos y pertenencias académicas
en Buenos Aires y partió hacia Europa, de la que se propuso regresar solo una vez producido un
recambio presidencial. Un difundido libro de 1913,El hombre mediocre, encarnó su protesta contra
un mundo que no justipreciaba los valores del mérito y se sometía a la medianía mayoritaria.
Entonces regresaron al primer plano de su escritura los motivos antiburgueses de los textos juveniles,
los que un lustro más tarde hallarían una inflexión pro maximalista al calor de las novedades de la
Revolución Rusa. Hacia 1918 el elitismo ingenieriano, escribía Terán, continuaba sostenido en el
mismo “suelo teórico” (1979b:83) que el liberalismo argentino; entonces se produjo una “variación
teórica” (ídem) donde el europeísmo comenzó a ser relativizado para habilitar, más allá del
entramadomeritocrático, un proyecto orgánico que excediera el recurso a las élites; eso implicó
constituir un espacio sobre el cual tuvieron lugar “sus despliegues teóricos” posteriores (ídem), que
confluirán en su postrero antiimperialismo latinoamericano donde la desaparición de indios y negros
ya no eran, como en el joven Ingenieros, un beneficio inherente a la Evolución.
De conjunto, si esta reconstrucción es ecuánime, no es difícil captar en laretahíla de torsiones
conceptualesque supone la primacía otorgada a la teoría en la historia de las ideas.Esa inflexión
teoricista suscita interrogaciones sobre el estatus de la arqueología y genealogía foucaultianas, pues
la memoria de Terán nos había advertido sobre un primer empleo quizás excesivamente entusiasta de
las iluminaciones provistas por el autor de Laspalabras y las cosas.
Este primer acercamiento a la obra de Ingenieros admite observar que más allá de las
consideraciones conceptuales defendidas por Terán en las reelaboraciones del Urtext sobre Foucault,
la lectura de las interpretaciones historiográficas sobre las ideas latinoamericanas retornaba a lo largo
de su obra a los núcleos “teóricos” de los pensamientos estudiados. En otras palabras, la
preocupación por dar cuenta de los condicionamientos “discursivos” de la producción de las ideas
reclamaba una profundidad comprensiva al destacar los objetos teóricos subyacentes en cada
inestable entramado de discurso y en las problemáticas articuladas alrededor de tales objetos. Lo que
me interesa elaborar aquí es la afinidadalthusseriana de estas nociones encuadradas en las diferentes
enunciaciones históricas donde en apariencia (lo que no quiere decir falsamente) predominaban
convicciones adeudadas a Foucault.
La noción de objeto teóricoposeía una importancia crucial en la epistemología marxista
desarrollada por Louis Althusser en los años sesenta. Ese objeto sostenía la legitimidad de la
“práctica teórica”. Sin el objeto teórico la teoría perdía autonomía respecto de las decisiones
políticas, un error que había generado la posibilidad de un Lysenko, esto es, la anulación de la
ciencia, y en rigor, la disolución ideológica de la ciencia marxista. La filosofía poseía en Althusser
una función decisiva pues su tarea principal consistía en eltrazado de la frontera entre ciencia e
ideología. Por esto toda la filosofía althusserianapresuponía la irreductibilidad del objeto teórico al
objeto empírico. En eso residía el yerro liminar de todo historicismo.Se comprende entonces por qué
Althusser no podía coincidir con la mixtura de Nietzsche y Heidegger operante en Foucault. Los
diversos elogios por parte del autor de Pour Marx lanzados sobre los textos foucaultianos hasta Las
palabras y las cosas tenían como meta incorporarlos a su análisis, neutralizando sus derivas
relativistas.35 Esa táctica se vería luego obstaculizada por la manifiesta crítica foucaultiana enunciada
en Vigilar y castigar contra “Ideología y aparatos ideológicos de Estado”.36
El objeto discursivo en Foucault no era derivativo, no expresaba una intención o esencia.
Sobre todo, desde La arqueología del saber, pero con mayor consistencia a partir de la producción
del concepto de dispositivo, no era solo teórico o epistemológico. Emergía de enunciados
heterogéneos y desiguales. Mientras Althusser distinguía objetos “empíricos” y objetos “teóricos”,

35
L. Althusser, “L’objet du Capital”, en L. Althusser-E. Balibar, Lire Le Capital, I, París, Maspero, 1973, p. 129.
36
M. Foucault, Surveilleretpunir. Naissance de la prison, París, Gallimard, 1975, p. 213.

17
para Foucault en cambio los objetos, los conceptos y los sujetos eran producidos por ensambles de
enunciados y prácticas. Y si Althusser sostenía una jerarquía de esos objetos para una práctica
específica –v. g., los objetos teóricos para la práctica teórica–, Foucault controvertíalas prevalencias
al inscribirlas en secuencias heteróclitas.37
Es necesario destacar dos temas en la emergencia de la genealogía en Foucault, y ambas
menoscaban la autonomía de la teoría. En primer lugar la dinámica de la dispersión que neutraliza
cualquier aspiración a la consistencia conceptual decisiva en el enfoque althusseriano. Foucault
avanzó en una estrategia de exposición de las multiplicidades y puntos de fuga, cuestionando por
ende la aspiración cientificista de un ordenamiento deductivo. En segundo lugar, la forja gradual de
una noción de poder moldeó una transversal productiva a la aparente inconsistencia de las
singularidades discursivas. Al concebir el discurso como arma en una lucha, Foucault desplazaba el
horizonte de la epistemología (todavía vigente en Las palabras y las cosas) al de la guerra. Nietzsche
confluía así con Clausewitz para destruir cualquier respaldo a la posibilidad, a partir de entonces
fantasiosa, de unabíostheoretikós.
Se podría entonces decir con todo rigor que en Foucault no hay objetos teóricos sino,
nietzscheanamente, objetos siempre prácticos, de composiciones y procedencias diversas,
condenados a la impureza. Hay algo de inexorablemente platónico en la teoría, en la aspiración a
delimitar objetos del pensamiento riguroso. Sin duda, en las reconstrucciones de Terán lapureza de
los objetos teóricos se contaminaba con las transformaciones socioeconómicas, las figuras disímiles
adoptadas en espacios diferentes, y en las prácticas discursivas jamás monológicas. Pero a la vez, el
registro teórico se reafirmaba por la detección de configuraciones igualmente teóricas a las que
denominó con otra noción althusseriana: las problemáticas. Hemos visto que en su UrtextTerán
advirtió el desplazamiento nocional de las epistemes por los diagramas y los dispositivos. Así mostró
que Foucault avanzaba hacia un antiplatonismo conceptual que lo lanzaba a un historicismo cada vez
más radical. Me parece que Terán no acompañó sin matices ese giro nietzscheano pues no compartía
las consecuencias relativistas o escépticas que, desarrollado hasta sus últimas consecuencias,
involucraba.
El concepto de problemática está ausente en la obra foucaultiana. La justificación del
abordaje genealógico sí apeló a “problematizaciones” que, a diferencia de la problemática
althusseriana afincada en una topografía epistemológica propia y autónoma, involucraban prácticas
discursivas y no discursivas en un juego de lo verdadero y lo falso del que emergían los objetos del
pensamiento.38 La autocrítica de Foucault durante el lapso 1968-1973 tuvo como meta precisa
desligarse de los acentos epistemologizantes enfatizadosen El nacimiento de la clínica y en Las
palabras y las cosas. Y si huellas de esa actitud podrían ser rastreadas desde los inicios de la década
de 1960, en la de 1970 se consolidó en Foucault la reconducción de toda diferencia entre verdad y
falsedad a la construcción de ciertos efectos, de saber, de “verdad”, de poder. La distinción entre
ciencia e ideología, crucial para toda la empresa althusseriana, era así incompatible con la
aproximación genealógica.
¿Cuál es la significación de destacar la incompatibilidad de Foucault –sobre todo en su fase
genealógica– con los objetos teóricos althusserianos? Como vimos, Terán estaba perfectamente al
corriente de la autocrítica foucaultiana. De lo que cabe concluir que Terán procedió a una mezcla
conceptual. La hibridación de Althusser y Foucault en Terán sedimentó en un concepto de cuño
althusseriano, el objeto teórico. Esa noción definida hacia fines de los años setenta perseverará en un
lugar crucial en el repertorio terminológicoteraniano. Según señalé, tal noción no se encuentra en los
textos de Foucault, y Terán no fue el único que le atribuyó el haber definido nuevos “objetos

37
Penetrante al respecto es el análisis de GillesDeleuze en su Foucault, París, Seuil, 1985. A lo largo del libro se buscará
infructuosamente cualquier mención de algún “objeto teórico”.
38
M. Foucault, “Polémique, politique et problématisation” (1984), en Dits et écrits, IV, París, Gallimard, 1994.

18
teóricos” como el sexo o la gubernamentalidad.39 Cuando el momento postmarxista se afirmó,
todavía esa deuda con Althusser acompañó al lenguaje de Terán y definió un conjunto devocablosde
su léxico en la historiografía de las ideas.
Mas se dirá con buenos motivos que son demasiadas conclusiones para sostenerlas solo con el
texto de 1979.40Estimo que, con todo, ya no podemos aceptar el recuerdo teraniano sobre un texto
caracterizado por una fascinación foucaultiana; por el contrario, Foucault coexistía en él con Hegel y
Althusser. Pero la advertencia sobre un exceso interpretativo en base a un único escrito perdura.
Veamos entonces la reformulación de mediados de los años ochenta.
La versión del ensayo sobre Ingenieros publicado en 1986 en José Ingenieros: pensar la
nación, es quizás el texto más acabado producido por Terán. En él su pensamiento se encuentra
sedimentado en un equilibrio de teoría e historia. La prosa revela reconocibles rasgos hermenéuticos
teranianos: la mezcla de teorías, el análisis delos discursos y de aquello que los excede, la renuncia a
supeditar las ideas a una instancia distinta y determinante, la localización de las condiciones de
enunciacióndel objeto nacional (incluso por el positivismo), la negativa a aceptar esencialismos
culturales y la distinción de periodos intelectuales en una biografía sin anular ciertas continuidades.
Por otra parte, en esta versión está consolidada la matriz historiográfica que Terán compartió con un
sector progresista de su generación: la tematización de un proceso de modernización a la luz de sus
“bloqueos”.
Terán sostuvo entonces que Ingenieros “no comienza la construcción de sus objetos teóricos
desde un universo de discurso spenceriano” (1986a:11), tal como lo supuso una lectura del
positivismo anudado a la Generación del 80, de cuyas convicciones se habría nutrido el joven
socialista. Su “mirada teórica” estaba, escribía Terán, “mediada por una serie de ideologías
contestatarias” en la que conformará “una cuadrícula moralista de larga duración en la cultura
argentina” (ídem). Al pasar debe notarse la abolición casi completa del lenguaje hegelianizante que
habitaba zonas de la versión de 1979. Para caracterizar aquella mirada moralista, Terán acudió al
primer ensayo importante de Ingenieros, ¿Qué es el socialismo?, pues junto a los artículos de La
Montañaexpuso el “complejo entramado teórico finisecular” en el que tramitó un malestar cultural
vinculado a la cuestión social (1986a:13) y a la cuestión de la nación. Terán apeló a una serie de
nociones del vocabulario foucaultiano. Para no abrumar con detalles, las oscilaciones son numerosas
en el estudio preliminar. Por ejemplo y sin pretensión de exhaustividad, para representar una matriz
conceptual (15) refirió a discurso (27), archivo (52, 88), código (9, 58, 97), diagrama (16, 39, 53),
serie de conceptos (21), sistema (21, 58, 59, 64, 73), categoría (15, 37, 91, 102), mirada (11, 18, 34),
cuadrícula (11, 35), registro (48), entramado (13) o trama (27), universos de discurso (83, 100),
mundo de discurso (58), clave de época (40), reglas (98). Más dispersaseran las menciones de
dispositivos, pero cuando aparecían se trataba de un “dispositivo conceptual” (75), reducción que
neutralizaba la heterogeneidad taxativa en la invención terminológica foucaultiana. La
heterogeneidad emergía en la mención de “series de fenómenos históricos y de prácticas discursivas”

39
Por ejemplo Béatrice Han, L’ontologiemanquée de Michel Foucault: entre l’historique et le transcendental, p. 223
(para el sexo); CélineSpector, “Foucault, les Lumières et l’histoire: l’émérgence de la sociétécivile”, en Lumières,
segundo semestre de 2008, p. 170 (para la gubernamentalidad); DieterFreundlieb, “Foucault’sTheory of Discourse and
Human Agency”, en Colin Jones y Roy Porter, eds., Reassessing Foucault. Power, Medicine and the Body, Londres,
Routledge, 1994, p. 153 (para el discurso).Más en general sobre los “objetos teóricos” en Foucault: UlrichBrieler, Die
Unerbittlichkeit der Historizität. Foucault alsHistoriker, Colonia, Böhlau, 1998; Joel Birman, “Jogandocom a Verdade.
UmaLeitura de Foucault”, en Physis, vol. 12, nº 2, 2002.
40
Quizás sea útil señalar que la conexión Althusser-Foucault no era extraña al medio académico mexicano donde se
afianzó el entendimiento foucaultiano de Terán. Así lo informa Valentín Galván sobre la tesis doctoral, defendida en
1980 en la UNAM por Rafael Sebastián Guillén Vicente. Su título no difería de las componendas detectables en los
textos de Terán: “Filosofía y Educación: prácticas discursivas y prácticas ideológicas. Sujeto y cambio históricos en
libros de texto oficiales para la educación primaria en México”. Catorce años más tarde, desde Chiapas, el autor se haría
célebre con el nom de guerre de Subcomandante Marcos. V. Galván,De vagos y maleantes, ob. cit., pp. 277-279.

19
(95). Para explicar una modificación teórica aludía a mutaciones, traslaciones, pasajes,
reestructuraciones, movimientos teóricos (28) o discursivos (50), variaciones teóricas,
desplazamientos (8, 75). Para representar las persistencias: latencias (81), tendencias constantes,
subestructuras ideológicas de larga duración (11, 99), invariantes (42). Los nexos entre esos
conceptos fueron planteados bajo la figura althusseriana de la sobredeterminación (16, 42), de la
problemática (36, 37, 42), de la ideología o de los núcleos ideológicos (33, 37, 44), e incluso de esa
noción tan particular como el “aparato ideológico” (82). Pero sin duda los objetos teóricos eran los
que retornaban en momentos decisivos (15, 57, 74), esto es, cuando Terán procedía a caracterizar las
fases de las rupturas y perseverancias ingenierianas. En contraste con las alusionesalthusserianas,
para Foucault Terán enunciaba citas explícitas. Así cuando refirió a las consecuencias de la
criminología de Ingenieros para “vigilar y castigar”, o para concretar el “gesto de la Exclusión” (51,
56).
No se trata aquí de decidir si Terán era foucaultiano, si asumió temas althusserianos, si fue
más o menos consistente con las citas de Nietzsche. Después del desencantamiento marxista, nunca
más se plegó a un sistema de ideas. Me interesa subrayar sobre todo la desenvolturacon que Terán
empleaba, en una prosa de matizada y prudente, conceptos de diversa procedencia y a veces en
mixturas tales como la de “pueblo” en tanto un “dispositivo ideológico” –un híbrido foucaultiano-
marxista– en el proceso de construcción de la nación (1986a:10).
Una nueva objeción podría señalar que los textos sobre Ingenieros proveen materia
insuficiente para calibrar los usos de Foucault. Sea. Veamos entonces los referidos a José Carlos
Mariátegui.
Según expliqué en un ensayo previo, 1980 fue un año crucial para los estudios sobre
Mariátegui gracias al congreso de Sinaloa. Terán no fue ajeno a ese momento en que el socialista
peruano aparecía como una vía para recomponer un marxismo cuyo porvenir se evidenciaba cuanto
menos como precario. Terán publicó entonces una serie de textos de diversa envergadura donde la
afinidad con la lectura de Foucault era inequívoca (1980b; 1980e; 1980f; 1980g; 1980h; 1980i;
1980j).Creo que el más adecuado para relevar los usos que estoy reconstruyendo es el intitulado
“Mariátegui, la nación y la razón”, pues su calidad de reseña bibliográfica motivó en Terán una
delimitación respecto de los supuestos conceptuales del volumen revisado.41 En este caso no se trataba
de introducir la cuestión del Estado y los saberes disciplinadores, sino a la nación en el discurso
socialista en América Latina. Un saldo neto de la lectura de Foucault legible en el artículo era su método
de análisis discursivo. El discurso de Mariátegui no expresaba una idea previa, ni una fuerza exterior. El
discurso constituía las condiciones de posibilidad o imposibilidad de la emergencia de objetos, los que
no nos sorprenderán ya por su carácter ni por la yuxtaposición entre un vocabulario de problemática con
otro de genealogía.
Así por ejemplo con la crucial importación de temas sorelianos, “podría mostrarse [en
Mariátegui. OA] de qué manera su ‘encuentro’ decisivo con Sorel está severamente preparado por la
construcción de ciertos objetos teóricos y por la aplicación de algunas reglas discursivas durante su
periodo juvenil” (1980h:44). Tal escenario liberaba al estudio de Terán de exigir una “obra completa”
que fuera compacta y continua, así como del rastreo de un autor con un proyecto o idea ya dados de
antemano. Toda lectura era así “culpable”. ¿Culpable de qué?: “de develar conexiones complejas pero
ciertas con lo real, de privilegiar unos discursos reprimiendo otros, de dibujar perfiles novedosos, de
señalar continuidades o rupturas en esa zona silenciosa donde el texto ha sido más bien objeto de su
propia escritura, de descubrir reglas de producción teórica ocultas incluso para la soberanía (sometida)
del autor…” (1980h:44-45).
El “objeto teórico” fue el “objeto nación”, que emergió hacia fines de 1924 pero cuyas reglas de
surgimiento podían ser reconstruidas en fases de una trayectoria de constitución discursiva, entre las que

41
El libro en cuestión era J. C. Mariátegui, Obra política, México, Era, 1979, con prólogo, selección y notas de Rubén
Jiménez Ricárdez.

20
acontecían “mutaciones”. El enigma de los cambios producidos en el discurso de Mariátegui era el de su
adhesión al marxismo durante el transcurso de su viaje italiano, y sobre todo la inserción del
indigenismo en el seno de su teoría de la revolución en el Perú, una inserción que parecía prohibida para
el cientificismo marxista. La conexión entre marxismo y sorelismo sería insuficiente, sostenía Terán, si
se la considerara como una “invariante estructural” que sobrevolara “el resto de los objetos teóricos de
la reflexión mariateguiana” (1980h:46). En cambio, se inscribía en la transformación en un discurso
marxista hasta entonces incapaz de incorporar el objeto indígena y campesino, y en consecuencia de
decir la nación, incluso en el convencimientomariateguiano de siempre modelarlaen estrecho vínculo
con lo económico-social.
Terán enfrentaba un dilema al cuestionar el modo en que había sido organizado y prologado el
volumen de la Obra políticamariateguiana. Si por un lado mostraba los discutibles supuestos de una
aproximación como la de Jiménez Ricárdez donde se suponía un marxismo ya dado, donde Mariátegui
parecía (re)encontrarse finalmente con su destino, por otro lado el comentarista no recalaba en un
postestructuralismo radical donde el discurso mariateguiano se diseminara hasta disolverse. Entonces,
mientras se atenía a la “dispersión” foucaultiana, apelaba a los objetos teóricos para componer una
secuencia de etapas. Sobre las de Mariátegui escribió: “si existe una variabilidad tan acentuada en
núcleos significativos básicos del pensamiento mariateguiano a lo largo de diversos periodos, habrá que
referir pues sus diversos objetos teóricos a cada una de esas etapas, si no se quiere alucinar un discurso
unitario que, en ese registro, jamás existió” (1980h:46). La detección de esos objetos no neutralizaría las
tensiones discursivas ni la necesidad de captar las formas adoptadas por los mismos. El discurso de
Mariátegui se constituía así a través de articulaciones y no en el círculo de síntesis superadoras.
El análisis más desarrollado y matizado provisto por Terán cinco años más tarde en Discutir
Mariátegui prolongó las pautas conceptuales hasta aquí vistas. La novedad del libro consistía en una
historización más minuciosa de las reglas de construcción discursiva, de las reglas pre-discursivas, y del
“bloque histórico” que las enlazaba en momentos precisos de la realidad histórica peruana. Mas ese
cuidado por neutralizar cualquier tentación de autonomía irrestricta de la práctica teórica no inhibía que
en cada etapa de los discursos mariateguianos el quid de la investigación consistiera en determinar los
objetos organizadores de los discursos en los cuales, ciertamente, eran forjados. Por ejemplo, para dar
cuenta del periodo inmediatamente posterior al regreso de Italia, Terán escribió: “Si tuviésemos que
seleccionar, no obstante, dos objetos teóricos que por entonces se van constituyendo en el discurso
mariateguiano, escogeríamos por una parte la descripción del capitalismo y por el otro la
configuración de una voluntad colectiva –que arrojará evocaciones sobre el tema de las multitudes
desarrollado en el periodo anterior” (1985c:57).En suma, los escritos sobre Mariátegui respaldan la
idea de una componenda metódica en la historia de las ideas de Terán, entre orientaciones foucaultianas
y althusserianas. Y si de estas últimas no osaba pronunciar su nombre, explicar tal silencio no es tema de
este análisis. Me interesa destacar su presencia para matizar una recepción de Foucault en apariencia
más apta para neutralizar un derivativismo de las “superestructuras” (la cultura, los discursos, las ideas),
que para segar las persistencias de residuos activos del marxismo teoricistaen su pensamiento.
La lectura de los textos sobre Aníbal Ponce conduce a una conclusión similar. Me permito citar
in extenso el pasaje inicial, intitulado “El difícil marxismo latinoamericano”, de la introducción a la
selección de texto aparecida en los Cuadernos de Pasado y Presente.42 Allí Terán escribió:

“Dentro de una tradición teórica innegablemente exigua como la acumulada por el marxismo
latinoamericano, la producción de Aníbal Norberto Ponce (…) constituye una fuente de eventuales aportes
pero especialmente de reflexiones difícilmente subestimables. Magra tradición teórica, es cierto, pero
sobre todo difícil de profundizar en esos años de la década del treinta en que el intelectual argentino definía
su adscripción y sumaba su contribución al marxismo, quebrada por una muerte prematura (…). Pero

42
La introducción fue datada por Terán en el otoño de 1982, es decir, pocos meses antes de concluir el Urtext sobre
Foucault. Salvo una modificación final donde el término socialismo reemplazó al de marxismo, la versión publicada en
En busca de la ideología argentina no difiere del texto original. Citaré la paginación de la segunda versión entre
corchetes.

21
tradición teórica exigua, además, porque sobre sus posibilidades creativas pesaban una serie de obstáculos
mucho más que epistemológicos. De allí que la comprensión del marxismo de Aníbal Ponce no pueda
prescindir de un primer conjunto de circunstancias teóricas e institucionales que operaron como reglas de
producción de su discurso: carencia de una tradición intelectual más atenida a las peculiaridades
latinoamericanas, por un lado, así como presencia de una organización comunista internacional cuyas
definiciones funcionarán como genéricamente orientadoras de una serie de caracterizaciones teóricas para
los intelectuales que orgánica o inorgánicamente (…) se nucleaban en sus zonas de influencia” (1983c:7
[1986b:131], cursivas mías).

Este pasaje condensa en una docena de líneas la componenda entre historia y teoría característica de
la recepción historiográfica de Foucault por Terán, una mixtura desajustada de las advertencias
nietzscheanas prevalentes en las versiones del Urtext. Desde allí Terán retornará a la comparación
con Mariátegui sin olvidar su brújula de los objetos teóricos. Es que para Terán,Ponce y Mariátegui
compartían “una misma trinchera teórica” (1983c:9 [1986b:133]), y en el caso del peruano el
freudismo y el marxismo constituían dos “cuerpos teóricos” (1983c:19 [1986b:144]).
El análisis de los textos de Ponce, al encontrar rasgos discursivos perseverantes a lo largo de
su itinerario intelectual enfatiza un aspecto mencionado pero no discutido: el empleo del término de
raigambre foucaultiano de “universo discursivo” (el mismo se encuentra en muchos otros escritos de
Terán). De ese modo Terán sostuvo que las posiciones de Ponce, en la secuencia de sus cambiantes
actitudes conceptuales “funcionaban dentro de un universo de discurso” positivista(1983c:19;
[1986b:145]). El universo de discurso se intercambiaba con la noción de “matriz de discurso”. Sin
duda, la complejidad de repertorios conceptuales de Terán ya no nos puede sorprender por su
capacidad de yuxtaponer procedencias dispares, como cuando en referencia al primer Ponce destacó
que éste enunciaba desde una “matriz teórica” propia del Ochenta por lo cual no podía sino haber
incorporado “mecanismos ideológicos” propios de una “Weltanschauung liberal”
(1983c:17[1986b:142]). Pero justamente por esa ductilidad conceptual que sostendrá la reconocida
sutileza de sus exámenes textuales como historiador de las ideas, observado desde el tema tocante a
este ensayo, se torna más enigmático el uso del “universo discursivo” como noción adecuada para
dar cuenta de persistencias “ideológicas”. En otro ensayo veremos que la larga duración de una
“ideología argentina” de características autoritarias fue un eje del pensamiento histórico de Terán.
Aquí bastará señalar que la idea de “universo de discurso” fue funcional en esa búsqueda, sin por eso
inhibir preguntas sobre su lectura de Foucault. Porque si universo refería a conjuntos pertinaces de
enunciados interconectados que la labor historiadora debía describir, en cambio la remisión a la
ideología contenía una dimensión crítica.
En Foucault la noción de “universo” en relación con el discurso tiene una historia propia.
Alcanza su aplicación más consistente en la Historia de la locura. Así acontece con la tradición
humanista que introdujo, por ejemplo en Erasmo, a la locura en el “universo del discurso”. Aunque
ese uso de “universo” no refiere a un conjunto cerrado sino al discurso como tal, en otros pasajes de
la obra de 1961 Foucault aludía al “universo del derecho”, al “universo médico”, el “universo de las
prohibiciones del lenguaje”, entre otras formulaciones, todos términos cercanos al uso teraniano.
En cambio, después de la auto-reflexión generada por Las palabras y las cosas, Foucaultsupo
prevenir contra cualquier unificación del campo discursivo en una planicie compacta o incluso en un
continente de confines estables en las “epistemes”. Solo al pasar señaló en esa obra, hacia el final,
que las ciencias humanas forjan un universo simbólico como un todo que vincula al hombre con su
pasado. Ese fue un tema de extenso tratamiento en La arqueología del saber, en 1969. Pero
encontróuna formulación más explícita en La voluntad de saber en el pasaje en que la articulación
con el poder generaba una concepción del discurso como “serie de segmentos discontinuos” con
funciones tácticas. En lugar de un “universo discursivo” escindido entre el discurso aceptado y el
excluido (o el dominante y el dominado), Foucault afirmó la multiplicación de “elementos
discursivos” inscriptos en estrategias diferentes.43
43
M. Foucault, Historia de la sexualidad, I. La voluntad de saber, ob. cit., pp. 132-133.

22
Debe notarse que en Terán no prosperó la noción de un “universo” discursivo endógeno.
Porque si se constituían universos donde emergían objetos teóricos, estos eran también generados por
transformaciones no discursivas. Un ejemplo fue la crisis de 1930, en la cual el desquiciamiento
económico y político fracturó el “bloque histórico” hegemónico, liberando “conjunto de objetos
teóricos que hasta entonces habían funcionado como un universo discursivo dador de sentido de las
representaciones y las prácticas de las fuerzas dominantes pero también de las clases subalternas. La
muestra de ello es que sólo la crisis del ’30 permitirá, ahora sí, una tematización casi salvaje del
objeto nacional” (1983c:35[1986b:163]).
La presencia de Althusser, compañía de una ostensible presencia foucaultiana y de un
Gramsci más discontinuo pero no necesariamente menos importante, permaneció vigente hasta sus
últimos textos. En principio en la perseverancia con que Terán continuó interesadoen la descripción
de “objetos teóricos”. Así fue que en Nuestros años sesentasseleccionó “algunas series discursivas”
que desembocaron en “pasiones ideológicas” (1991b:13-14), dentro de un periodo en que la política
daba sentido a otras prácticas “incluida por cierto la teórica” (1991b:15). Allí lectura de la revista
Imago Mundi y de los textos de José Luis Romero estaba fuertemente orientada por la detección de
los aspectos teóricos a tal punto que calificó el ensayo de Romero sobre la “historia de la cultura”
como la asignación de un “objeto teórico” (la cultura) a la práctica de los historiadores (1991b:39).
En ese libro los clivajes ideológicos sin embargo eran largamente más relevantes que el
postestructuralismofoucaultiano. El temaalthusserianoreincidió, sin duda atenuado, en el tardío Vida
intelectual en Buenos Aires fin-de-siglo (2000b:83, 135, 190, 201); en la Historia de las ideas en la
Argentina(2008b), tales objetos perdieron su relevancia, pero también menguó el
ascendientefoucaultiano.
Como vimos, un concepto que Terán adeudaba a Althusserfue el de problemática. Solo en
una lectura poco filosófica la problemática se sometía voluntariamente al esquematismo
postestructuralfoucaultiano. Es que los orígenes bachelardianos e incluso lacanianos de la
problemática entrañaban un núcleo ahistórico: una ausencia constitutiva en un conjunto sistemático
de problemas. Mientras en el historicismo foucaultiano todo es contingente, es decir, nada es previo
o exterior a su representación, en la problemática althusserianaelenigma decisivo era justamente eso
que resistía a suhistorización.44 Terán era un filósofo avisado de estas tensiones conceptuales como
para que les atribuyamos una soltura exagerada en la forja de nociones tan caras a segmentos
extensos de su producción.
Mi idea general sobre la libertad con que Terán empleaba diferentes canteras conceptuales
(Foucault, Gramsci, Althusser, Bourdieu, Habermas, Taylor, Lefort, Arendt, Marx…), sobre todo
después de fines de los años ochenta, sostiene que sus investigaciones académicas devinieron más
documentalistas que teóricas. Esa asunción de las prácticas historiográficas lo condujo a un empleo
situacional de los conceptos y de los autores. Eso también ocurrió con Foucault, una vez transitado el
sexenio de mayor “fascinación”, entre 1979 y 1985. Sin embargo, su obra de historiador contuvo un
vigoroso soporte conceptual: el provisto por la temática progresista de la modernización y sus
límites. Sobre esa historiografía trataré en el próximo ensayo. Lo que me interesa resaltar aquí es que
la arqueología y la genealogía foucaultianas eran difícilmente compatibles con el progresismo
modernizador. Pienso que en ese contexto Foucault era más útil para deshacerse de determinismos,
totalismos y teleologías que para sostener una historia socialdemócrata con la que Terán identificó
cada vez más nítidamente sus preocupaciones intelectuales.

44
En un texto tardío (2008c:75), Terán definió el concepto de problemática, al que calificó de “fundamental” para su idea
de la historia intelectual, como “la detección y/o construcción del conjunto de preguntas que organizaban lo que hoy con
término de ejecutivos se llamaría ‘la agenda’ de los contemporáneos”.

23
Conclusiones

He propuesto dos caminos para comprender los usos de Foucault en Oscar Terán. El primero se
puede catalogar como un ejercicio de Foucault-Rezeption sostenido en la palabra del intérprete. El
segundo consistió en un breve ejercicio de rastreo de los usos de Foucault en sus textos de historia de
las ideas relativos a Ingenieros y a Mariátegui. Ambos registros no compusieron un resultado común.
El método de seleccionar un texto originario tuvo el objetivo de establecer las fluencias de
una prolongada escritura de Terán, que como la écriturederrideana carecía de un significado
preexistente a las grafías en que se multiplicaba el pensamiento del filósofo argentino; pero en
discrepancia con la diseminación infinita no inhibió la sedimentación de perfiles conceptuales que no
por heterogéneos fueron fugaces. El Urtext adoptó así una complejidadatenazada por una dramática
tensión entre el marxismo en crisis de Terán y su postmarxismo por pluralización. La diversidad de
formulaciones, las variaciones interpretativas, la coexistencia con posiciones de corte marxista (a
través de Althusser y Gramsci), las delimitaciones impuestas por las adhesiones políticas posteriores
a 1983, me parece, ofrecen una imagen distinta a la que proveyó el propio Terán, según el cual su
uso de Foucault tuvo tres rasgos principales: 1) la tramitación de una ruptura parcial pero exasperada
con el marxismo; 2) una fascinación inicial de rasgos miméticos; y 3) la asunción gradual de un
control por la investigación histórica que permitiese una relación más activa, y no puramente
imitativa, con los textos foucaultianos.
Sobre el marxismo en crisis y Foucault apelé a la interpretación morfológica que descompuso
las fronteras del texto ejemplar de 1982, habilitando una fenomenología más detallada de la forja de
un vínculo inestable con la (ella misma versátil) obra foucaultiana. Ese preludio a El discurso del
poder se dilató en una secuencia mayor de refiguraciones textuales que abarcaron el lapso 1977-
2006. Esa estrategia permitió captar la relevancia inicial de Kant, el privilegio de algunos textos
foucaultianos en detrimento de otros, la tardía asunción del periodo “ético”, una relativa exterioridad
respecto al tema biopoder/gubernamentalidad. Y también algunas perseverancias sorprendentes.
El desvanecimiento de la polémica con el marxismo sintetizado en el enigma de la “última
instancia” fue compatible con una nunca resignada crítica historicista de Foucault por parte de Terán.
En ella confluía con la izquierda marxista,inclinada a destacar las insuficiencias foucaultianas para
explicar adecuadamente lasmacrofísicas del poder. En realidad el análisis foucaultiano proveía
mayores matices para captar la contribución de los discursos y dispositivos con el fin de “vigilar y
castigar”. Mas la progresión de la aplicación encontró un límite en la escasa atención que la
“gubernamentalidad” halló en la lectura teraniana de Foucault.
Otra de las conclusiones que me interesa subrayar en la lectura de los textos históricos de
Terán en los que se advierte la presencia de Foucault es que la mentada fascinación era quizás más
subjetiva que textual, pues en este ámbito la recuperación de nociones foucaultianasestaba
contaminada por otras vetas, incluso marxistas (Gramsci, Althusser), heideggerianase incluso,
horribiledictu, hegelianas. Algunas de esas vetas se apagaron durante los primeros años ochenta,
algunas desparecieron, otras perduraron.
La lectura de los textos de Terán patentizó la diversidad de sus enfoques, la parcialidad
pragmática de las nociones asociadas a Foucault, las que coexistieron con otras atenidas a
procedencias que desde una arquitectura de las razones podrían pensarse como radicalmente
heterogéneas. La convivencia de los universos discursivos foucaultianos con los objetos teóricos de
resonanciasalthusserianas fue el descubrimiento tal vez más inesperado, aunque la pervivencia del
concepto de ideología no debería ser menos sorprendente.
La aplicación de terminología foucaultiana se fue apagando en la obra de Terán a medida que
avanzó la década de 1980. Sin duda, Foucault jamás dejó de tener incidencia en sus elaboraciones.
Lo cierto es que la escritura historiadora de Terán se liberó de modo pronunciado de cualquier
sistema teórico para hacer prevalecer la sensibilidad documental, a la que quizás ya no considerara
“esa otra abstracción”. Por ejemplo en un texto del año 2000 describió sin dificultades la crisis

24
argentina de 1890 como “un giro decisivo en la vida entera del espíritu” (2000b:142), una
formulación difícilmente compatible con las advertencias de La arqueología del saber.Pero si
Foucault sobrevivió, también lo hizo la inclinación “althusseriana” a destacar problemáticas y
objetos teóricos, unos objetos insólitos para un pensador nietzscheano.
Como fuera, pienso que hacia el cambio de siglo no interesaba tanto a Terán el empleo de
nociones discretas de tal o cual autor como el esquema interpretativo general. Se encontraba
consolidada una perspectiva historiográfica vinculada con el “proceso modernizador”, concorde con
el progresismo intelectual de corte socialdemócrata en el que su pensamiento de izquierda se había
transfigurado. En todo caso, Foucault continuaba como una referencia apta para neutralizar
totalismos, determinismos y finalismos, a juicio de Terán simplificadores o peligrosos. Pero la
seducción con que en tiempos de desasosiego exilar había leído al autor de la Historia de la locura
había cedido.Subsistía como interlocutor de un “activismo pesimista”, esto es, de una ética libertaria,
con la que quiso identificarse sin sentirse obligado a adaptar a ella la coherencia sistemática de su
prosa historiadora.

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