Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
MODULO: VIII
TEMA:
AUTORES:
DOCENTE:
2019-2020
LUZ SOLAR
La luz solar radiación electromagnética es la principal fuente de energía que recibe la Tierra.
Gracias a ella, el planeta puede sostener la vida como la concebimos hoy. El astro amarillo
nos envía 120 vatios de luz por metro cuadrado de superficie. Es por eso que muchas de las
tecnologías con energía renovable tratan de aprovechar esa gran cantidad de energía. Trae
consigo muchos beneficios, desde la sustentabilidad de la vida fotosintética hasta contribuir
a la producción de vitamina D en los seres humanos. [1]
La luz que emite el Sol tarda 8 minutos y 19 segundos en llegar la Tierra, y lo primero con
lo que se encuentra es con nuestra atmósfera. No toda la luz solar es capaz de atravesar la
atmósfera, entre el 37 y 39% de la radiación total es reflejada por las nubes, la superficie y el
aire; a esto se le llama albedo solar. La luz que llega a la Tierra, calienta la superficie del
planeta y la atmósfera; fruto de esa energía que llega desde el Sol son los fenómenos
atmosféricos. La energía que absorben los vegetales permite la fotosíntesis, fundamental para
la existencia de la vida en el planeta. [1]
Origen
La luz solar es producto de las reacciones de fusión nuclear que ocurren en el corazón del
Sol, en las que su abundante hidrógeno es transformado en helio y otros elementos más
pesados, por acción de la inmensa gravedad de la estrella (que posee más del 99% de
la masa del Sistema Solar). Esta eterna bomba atómica en el espacio produce distintos niveles
de calor y de radiación electromagnética, que, en su capa más exterior, la fotósfera, alcanza
un equilibrio térmico y las más altas temperaturas, así como múltiples ondas
electromagnéticas, cuyo espectro visible es lo que llamamos luz solar o luz natural. [2]
Importancia
El Sol es fundamental para la vida en nuestro planeta, tanto para las formas vegetales como
animales. La importancia del Sol es primordial, ya que es la fuente energética principal,
proporcionando luz y calor tan necesarios para las plantas, animales y, por supuesto, para el
ser humano. Por tanto, sin su presencia la vida en nuestro planeta sería imposible tal y como
la conocemos. Además, es fundamental para el desarrollo de muchas otras funciones en
nuestro planeta, como los factores climáticos o los ciclos biogeoquímicos, que igualmente
influyen sobre la vida. [1]
Del total de la energía solar recibida por la tierra, un 30% es reflejado por las nubes y
partículas presentes en la atmósfera, volviendo al espacio exterior, un 14% es absorbida por
la atmósfera y sólo un 56% llega a la superficie terrestre. Los océanos y los continentes
absorben parcialmente esa energía. Mientras que otra parte vuelve a la atmósfera como calor
irradiado y reflejado. Algunos componentes de atmósfera, principalmente CO2 y vapor de
agua, y otros gases, retienen el calor. Este efecto es deseable y necesario para la vida, pero el
incremento más allá de la concentración normal de carbono (CO2), provoca una retención de
calor mayor a la normal. [1]
Actualidad
Actualmente, la concentración de CO2 en la atmósfera está aumentada en un 26% respecto
del valor normal. Esto produce una mayor retención de calor y, por lo tanto, un incremento
de la evaporación de agua de la superficie del planeta. Como consecuencia, se da el aumento
de la nubosidad, contribuyendo a la retención del calor irradiado y reflejado por la tierra
(como ocurre en un invernadero). Si no se reduce las emisiones de CO2 y se aumenta las
masas forestales, este ciclo seguirá retro alimentándose y consecuentemente continuará
aumentando la temperatura media del planeta. [3]
Se estima que para el año 2030, se habrá duplicado el CO2 atmosférico y el nivel del mar se
habrá elevado 50 centímetros más (ya aumentó de 12 a35 cm), debido a los deshielos de los
casquetes polares y glaciares. Las consecuencias de esta elevación media del nivel del mar
pueden tener en el futuro próximo profundas consecuencias en lo que se refiere a la
inundación de tierras productivas y ciudades costeras, debido a que el 80% de la población
mundial vive en dicha zona. [3]
Si este proceso acelerase, puede ocurrir algo aún más complejo que cosiste en un aporte
masivo de agua dulce al océano, el que podría detener las celdas de circulación oceánica.
Ello sería determinante de una violenta glaciación. El fenómeno parece haber ocurrido hace
unos 12.000 años. [3]
Existe mucho debate respecto a si la luz solar es del todo benéfica o si también es un factor
de riesgo para ciertos tipos de melanoma o cáncer de piel. Se sabe que las formas de radiación
ultravioleta de más alta frecuencia poseen un impacto dramático en el ADN, tanto así que
pueden ser aprovechadas como germicida en laboratorios. Sin embargo, no son altos los
niveles de esta luz que normalmente inciden sobre la superficie terrestre; una situación que
podría haber cambiado durante los años en que la capa de ozono estuvo debilitada
por contaminación de la atmósfera, a finales del siglo XX. [4]
EL SUELO
El suelo está compuesto por minerales, materia orgánica, diminutos organismos vegetales y
animales, aire y agua. Es una capa delgada que se ha formado muy lentamente, a través de
los siglos, con la desintegración de las rocas superficiales por la acción del agua, los cambios
de temperatura y el viento. [5]
Los plantas y animales que crecen y mueren dentro y sobre el suelo son descompuestos por
los microorganismos, transformados en materia orgánica y mezclados con el suelo. Por ello
tenemos un sin número de componentes en el suelo:
Los minerales provienen de la roca madre, que se deshace lentamente. También pueden
ser aportados por el viento y el agua, que los arrastran desde otras zonas erosionadas.
Los microorganismos o pequeños organismos son de dos tipos: los que despedazan la
materia orgánica (insectos y lombrices) y los que la descomponen liberando los nutrientes
(hongos, bacterias). Viven dentro del suelo y, además de intervenir para que la materia
orgánica sea nuevamente utilizada por las plantas, ayudan a pulverizar las rocas.
Lombrices e insectos forman poros que permiten la aireación, el almacenaje del agua y
el crecimiento de las raíces. [5]
Agua y aire ocupan los poros, espacios entre las partículas de suelo que se producen por
las irregularidades de su forma y tamaño. La distribución y tamaño de los poros es
importante. Una excesiva cantidad de poros pequeños origina suelos compactos, pesados,
húmedos y un pobre crecimiento de las raíces. Demasiados poros grandes forman suelos
sueltos que se secan rápidamente. Cuando más pequeño es el poro, más difícil es para la
planta absorber agua de él. Los organismos del suelo y las plantas necesitan agua para
vivir. Las plantas la utilizan para mantener sus tejidos, transportar nutrientes y realizar la
respiración y nutrición. El agua del suelo es absorbida por las raíces y utilizada en el
proceso de fotosíntesis. La disolución de minerales y materia orgánica en el agua facilita
que sean captados por las plantas. [5]
Cuando el agua del suelo escasea, se detiene el crecimiento de las plantas, que llegan a
marchitarse y morir. Un exceso de agua desplaza el aire del suelo. Este es importante porque
aporta oxígeno para la respiración de las raíces. Además, es la fuente del nitrógeno que
transforman las bacterias, haciéndolo aprovechable por las plantas. [5]
En el suelo se multiplican miles de formas de vida, la mayoría invisibles para nuestros ojos.
Una hectárea de tierra fértil puede contener más de 300 millones de pequeños invertebrados:
insectos, arañas, lombrices y otros animales diminutos. La tierra que cabe en una cuchara
puede encerrar un millón de bacterias, además de cientos de miles de células de levaduras y
pequeños hongos. Todas las sustancias que forman el suelo son importantes por sí mismas,
pero lo fundamental es el equilibrio adecuado entre los diferentes constituyentes. [5]
La materia orgánica y los microorganismos aportan y liberan los nutrientes y unen las
partículas minerales entre sí. De esta manera, crean las condiciones para que las plantas
respiren, absorban agua y nutrientes y desarrollen sus raíces. Lombrices, bacterias y hongos
también producen humus, que es una forma estable de materia orgánica. El humus retiene
agua y nutrientes y ayuda a prevenir la erosión. [5]
¿Cómo se forma?
La formación del suelo es un proceso muy lento: se precisan cientos de años para que el suelo
alcance el espesor mínimo necesario para la mayoría de los cultivos.
El tamaño de las partículas minerales que forman el suelo determina sus propiedades físicas:
textura, estructura, capacidad de drenaje del agua, aireación.
Los gránulos son más grandes en los suelos arenosos. Estos son sueltos y se trabajan con
facilidad, pero los surcos se desmoronan y el agua se infiltra rápidamente. Tienen pocas
reservas de nutrientes aprovechables por las plantas. Los suelos limosos tienen gránulos de
tamaño intermedio, son pesados y con pocos nutrientes. Los suelos arcillosos están formados
por partículas muy pequeñas. Son pesados, no drenan ni se desecan fácilmente y contienen
buenas reservas de nutrientes. [6]
Al secarse se endurecen y forman terrones. Son fértiles, pero difíciles de trabajar cuando
están muy secos. Los suelos francos son mezclas de arena, limo y arcilla. Son fértiles y al
secarse forman pequeños terrones que se deshacen. Un suelo con una composición
equilibrada de cada mineral es un suelo agrícola fácil de trabajar y con buenas reservas de
nutrientes. Mantiene la humedad a pesar de drenar libremente. Cuando los poros entre las
partículas de suelo son muy pequeños, se favorece la retención de agua y el encharcamiento.
La presencia de materia orgánica permite que el agua se impregne e infiltre lentamente,
logrando así que las raíces la aprovechen mejor. A su vez, la presencia de materia orgánica
permite limitar la pérdida de nutrientes y facilita que sean captados por las plantas. [5]
Los suelos no tienen una estructura uniforme: están constituidos por capas que se diferencian
por el tamaño y composición de las partículas. La capa superficial es más compacta, se seca
con rapidez y está poblada por pocos organismos, especialmente lombrices. Por debajo de
ella, está el humus, donde se acumulan microorganismos y nutrientes. [5]
Las propiedades físicas y químicas: Del suelo, unidas a los factores climáticos, determinan
los vegetales y animales que pueden desarrollarse y la forma en que se debe cultivar la tierra.
[6]
La fertilidad
Sabemos que para crecer las plantas precisan agua y determinados minerales. Los absorben
del suelo por medio de sus raíces. Un suelo es fértil cuando tiene los nutrientes necesarios,
es decir, las sustancias indispensables para que las plantas se desarrollen bien. Las plantas
consiguen del aire y del agua algunos elementos que necesitan, como el carbono, el hidrógeno
y el oxígeno. Otros nutrientes esenciales están en el suelo: aquellos que los vegetales
requieren en grandes cantidades se llaman nutrientes principales. Son el nitrógeno, el fósforo,
el potasio, el calcio y el magnesio. Proceden de las rocas que dieron origen al suelo y de la
materia orgánica descompuesta por los microorganismos. Los nutrientes deben estar siempre
presentes en las cantidades y proporciones adecuadas. [5]
Un suelo es fértil cuando:
La sombra de los árboles permite el desarrollo de otras especies vegetales que no pueden
crecer a pleno sol, como los helechos, orquídeas, musgos y líquenes. Diversos insectos y
pájaros se alimentan de sus frutos y ayudan a la multiplicación de las plantas colaborando en
la polinización de las flores y en la diseminación de las semillas.
También protegen el suelo las praderas de pastos bajos y tupidos: las gotas de lluvia y los
vientos llegan al suelo a través de las hojas que atenúan su impacto y la tierra se mantiene
entre sus raíces entrelazadas. El suelo es rico en humus debido al constante aporte de materia
orgánica [5]
Reactivos
b.- Temperatura
a.- al tipo de roca que los originó, su antigüedad, el relieve, el clima, la vegetación y los
animales que viven en él