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ORGANOLOGÍA Y FUNDAMENTOS DE ACÚSTICA MUSICAL.

UNIDAD 2

UNIDAD 3. EL SISTEMA AUDITIVO


La función de nuestro sistema auditivo es, esencialmente, transformar las variaciones de presión origina-
das por la propagación de las ondas sonoras en el aire en impulsos eléctricos (variaciones de potencial),
información que los nervios acústicos transmiten a nuestro cerebro para la asignación de significados.
Podemos dividir el sistema auditivo en:
• sistema auditivo periférico y
• sistema auditivo central

2.1 EL SISTEMA AUDITIVO PERIFÉRICO

El sistema auditivo periférico (el oído) está compuesto por el oído externo, el oído medio y el oído interno.

El sistema auditivo periférico cumple funciones en


la percepción del sonido, esencialmente la trans-
formación de las variaciones de presión sonora
que llegan al tímpano en impulsos eléctricos (o
electroquímicos), pero también desempeña una
función importante en nuestro sentido de equili-
brio.
2.1.1 OÍDO EXTERNO
El oído externo está compuesto por el pabellón,
que concentra las ondas sonoras en el conducto,
y el conducto auditivo externo que desemboca en
el tímpano.
La ubicación lateral de los pabellones derecho e
izquierdo en el ser humano ha hecho casi innece-
saria la capacidad de movimiento de los mismos,
a diferencia de lo que sucede en muchos otros
animales que tienen una amplia capacidad de movimiento de los pabellones, pudiendo enfocarlos en la di-
rección de proveniencia del sonido. De esta manera se contribuye a la función del pabellón, que es la de
concentrar las ondas sonoras en el conducto auditivo externo.
La no linealidad de las funciones de transferencia del oído comienzan ya en el pabellón, ya que por sus ca-
racterísticas éste tiene una frecuencia de resonancia entre los 4.500 Hz y los 5.000 Hz.
El canal auditivo externo tiene unos 2,7 cm de longitud y un diámetro promedio de 0,7 cm. Al comportarse
como un tubo cerrado en el que oscila una columna de aire, la frecuencia de resonancia del canal es de
alrededor de los 3.200 Hz.

2.1.2 OÍDO MEDIO


El oído medio está lleno de aire y está compuesto por el tímpano (que separa el oído externo del oído me-
dio), los osículos (martillo, yunque y estribo, una cadena ósea denominada así a partir de sus formas) y la
trompa de Eustaquio.
El tímpano es una membrana que es puesta en movimiento por la onda (las variaciones de presión del aire)
que la alcanza. Sólo una parte de la onda que llega al tímpano es absorbida, la otra es reflejada. Se llama
impedancia acústica a esa tendencia del sistema auditivo a oponerse al pasaje del sonido. Su magnitud de-
pende de la masa y elasticidad del tímpano y de los osículos y la resistencia friccional que ofrecen.
La parte central del tímpano oscila como un cono asimétrico, al menos para frecuencias inferiores a los
2.400 Hz. Para frecuencias superiores a la indicada las vibraciones del tímpano ya no son tan simples, por
lo que la transmisión al martillo es menos efectiva.

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Los osículos (martillo, yunque y estribo) tienen como función transmitir el movimiento del tímpano al oído
interno a través de la membrana conocida como ventana oval. Dado que el oído interno está lleno de mate-
rial linfático, mientras que el oído medio está lleno de aire, debe resolverse un desajuste de impedancias que
se produce siempre que una onda pasa de un medio gaseoso a uno líquido. En el pasaje del aire al agua en
general sólo el 0,1% de la energía de la onda penetra en el agua, mientras que el 99,9% de la misma es
reflejada. En el caso del oído ello significaría una pérdida de transmisión de unos 30 dB.
El oído interno resuelve este desajuste de impedancias por dos vías complementarias. En primer lugar la
disminución de la superficie en la que se concentra el movimiento. El tímpano tiene un área promedio de 69
mm , pero el área vibrante efectiva es de unos 43 mm . El pie del estribo, que empuja la ventana oval po-
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niendo en movimiento el material linfático contenido en el oído interno, tiene un área de 3,2 mm . La presión
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(fuerza por unidad de superficie) se incrementa en consecuencia en unas 13,5 veces.


Por otra parte, el martillo y el yunque funcionan como un mecanismo de palanca y la relación entre ambos
brazos de la palanca es de 1,31 : 1. La ganancia mecánica de este mecanismo de palanca es entonces de
1,3, lo que hace que el incremento total de la presión sea de unas 17,4 veces. El valor definitivo va a depen-
der del área real de vibración del tímpano. Además, los valores pueden ser superiores para frecuencias en-
tre los 2.000 Hz y los 5.000 Hz, debido a la resonancia del canal auditivo externo y a las frecuencias de re-
sonancia características de los conos asimétricos, como lo es el tímpano. En general entre el oído externo y
el tímpano se produce una amplificación de entre 5 dB y 10 dB en las frecuencias comprendidas entre los
2.000 Hz y los 5.000 Hz, lo que contribuye de manera fundamental para la zona de frecuencias a la que
nuestro sistema auditivo es más sensible.
Los músculos en el oído medio (el tensor del tímpano y el stapedius) pueden influir sobre la transmisión del
sonido entre el oído medio y el interno. Como su nombre lo indica, el tensor del tímpano tensa la membrana
timpánica aumentando su rigidez, produciendo en consecuencia una mayor resistencia a la oscilación al ser
alcanzada por las variaciones de presión del aire.
El stapedius separa el estribo de la ventana oval, reduciendo la eficacia en la transmisión del movimiento. En
general responde como reflejo, en lo que se conoce como reflejo acústico.
Ambos cumplen una función primordial de protección, especialmente frente a sonidos de gran intensidad.
Lamentablemente la acción de esos músculos no es instantánea de manera que no protegen a nuestro
sistema auditivo ante sonidos repentinos de muy alta intensidad, como pueden ser los estallidos o impul-
sos. Por otra parte, se fatigan muy rápidamente de manera que pierden eficiencia cuando nos encontra-
mos expuestos por largo rato a sonidos de alta intensidad.
La acción de estos músculos tienen el efecto de un filtro, por cuanto se ofrece una mayor resistencia a la
transmisión de frecuencias menores (más graves), favoreciendo por consiguiente las frecuencias mayores
(más agudas), que suelen ser portadoras de un mayor contenido de información útil para el ser humano,
tanto en el habla como en situaciones de la vida cotidiana.
También el aire que llena el oído medio es puesto en movimiento por la vibración del tímpano, de manera
que las ondas llegan también al oído interno a través de otra membrana, la ventana redonda. No obstante
la acción del aire sobre la ventana redonda es mínima en la transmisión de las ondas con respecto a la del
estribo sobre la ventana oval. De hecho, ambas ventanas suelen moverse en sentidos opuestos, funcionando
la ventana redonda como una suerte de amortiguadora de las ondas producidas dentro del oído interno.
La trompa de Eustaquio comunica con la parte superior de la faringe y por su intermedio con el aire exte-
rior. Una de sus funciones es mantener un equilibrio de presión a ambos lados del tímpano.
2.1.3 OÍDO INTERNO
Si en el oído externo se canaliza la energía acústica y en el oído medio se la transforma en energía mecánica
transmitiéndola -y amplificándola- hasta el oído interno, es en éste en donde se realiza la definitiva trans-
formación en impulsos eléctricos.
El laberinto óseo es una cavidad en el hueso temporal que contiene el vestíbulo, los canales semicirculares y
la cóclea (o caracol). Dentro del laberinto óseo se encuentra el laberinto membranoso, compuesto por el
sáculo y el utrículo (dentro del vestíbulo), los ductos semicirculares y el ducto coclear. Este último es el único
que cumple una función en la audición, mientras que los otros se desempeñan en nuestro sentido del equili-
brio.

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El oído interno está inmerso en un fluido viscoso llamado endolinfa cuando se encuentra en el laberinto
membranoso y perilinfa cuando separa los laberintos óseo y membranoso.
La cóclea (o caracol) es un conducto casi circular enrollado en espiral (de ahí su nombre) unas 2,75 veces
sobre sí mismo, de unos 35 mm de largo y unos 1,5 mm de diámetro como promedio. El ducto coclear divi-
de a la cóclea en dos secciones, la rampa vestibular y la rampa timpánica.

Figura 02: Esquema del sistema auditivo periférico con la cóclea desenrollada Figura 03: Corte de la cóclea

La cóclea está formada por un armazón óseo herméticamente cerrado, lleno de fluidos acuosos, que con-
tiene en su interior diversas membranas, células sensoriales y fibras nerviosas. La cóclea comunica con el
oído medio a través de dos orificios cerrados por sendas membranas (_gura 12.1): la ventana oval, median-
te la cual el estribo provoca las variaciones de presión en los fluidos que llenan los canales del interior de la
cóclea; y la ventana redonda, mediante la cual se compensan las variaciones de presión que han sido intro-
ducidas por el estribo.
La parte ósea de la cóclea consiste en una especie de cilindro hueco de aproximadamente 2 mm de diáme-
tro que se enrolla sobre sí mismo de manera helicoidal unas dos veces y media en torno a un eje óseo lla-
mado modiolo. Su aspecto recuerda al de la concha de un pequeño caracol (la palabra cóclea procede del
término griego kochlías, caracol). La cóclea está incrustada en el hueso temporal. Su anchura en la base es
de algo menos de 1cm y su altura, desde la base hasta el ápex, es de unos 5 mm. La longitud de la cóclea
humana desenrollada es de aproximadamente 35 mm.

La cóclea está dividida a lo largo por la membrana basilar y la membrana de Reissner.


El movimiento de la membrana basilar afecta las células ciliares (también llamadas capilares o pilosas) del
órgano de Corti que al ser estimuladas (deformadas) generan los impulsos eléctricos que las fibras nervio-
sas (nervios acústicos) transmiten al cerebro. Pueden haber hasta cinco filas de células ciliares en el órgano
de Corti, constando las más largas de unas 12.000 células en fila.

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Figura 04: El órgano de Corti


La membrana basilar no llega hasta el final de la cóclea dejando un espacio para la intercomunicación del
fluido entre la rampa vestibular y la timpánica, llamado helicotrema que tiene aproximadamente unos 0,3
mm de superficie.
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Figura 05: La membrana basilar


La membrana basilar se deforma como producto del movimiento del fluido linfático dentro de la cóclea. El
punto de mayor amplitud de oscilación de la membrana basilar varía en función de la frecuencia del sonido
que genera su movimiento, produciendo así la información necesaria para nuestra percepción de la altura
del sonido. Las frecuencias más altas son procesadas en el sector de la membrana basilar más cercano
al oído medio y las más bajas en su sector más lejano (cerca del helicotrema). La cantidad de células cilia-
res estimuladas (deformadas) y la magnitud de dicha deformación determinaría la información acerca de la
intensidad de ese sonido.

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Figura 06: Ubicación de la zona de respuesta de frecuencias Figura 07: Esquema vibratorio de la membrana basilar. El
sobre la membrana basilar punto de mayor oscilación depende de la frecuencia

A partir del movimiento de la membrana basilar que deforma las células ciliares del órgano de Corti se ge-
nerarían patrones característicos de cada sonido que los nervios acústicos transmiten al cerebro para su
procesamiento.

2.1.4 TRANSMISIÓN ÓSEA


Además de a través del oído medio (el tímpano, los osículos), las ondas sonoras llegan al oído interno direc-
tamente por medio de la oscilación de los huesos del cráneo.
Ello es fácilmente comprobable si colocamos un diapasón vibrando sobre el parietal o sobre el hueso mas-
toideo (detrás del pabellón).
Dado que el oído interno se encuentra inserto en una cavidad del hueso temporal las oscilaciones del crá-
neo hacen entrar en oscilación directamente el fluido linfático, de una manera que no está totalmente clara
aún. Lo que sí resulta evidente es que cualquiera de las dos formas de transmisión de las ondas es igual-
mente efectiva, sirviendo la transmisión ósea como medio alternativo cuando hay enfermedades en el oído
medio.
La transmisión ósea es también la responsable de que escuchemos nuestra voz con un timbre distinto al
que lo escucha el resto de las personas.

2.2 EL SISTEMA AUDITIVO CENTRAL


El sistema auditivo central está formado por los nervios acústicos y los sectores de nuestro cerebro dedi-
cados a la audición. Se trata también de la parte de nuestro sistema auditivo de la que menos se conoce.
Esto es consecuencia de nuestro escaso conocimiento del cerebro y su funcionamiento en general.

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A menudo ignorado, el sistema auditivo central es fundamental en nuestra audición, ya que es allí donde se
procesa la información recibida y se le asignan significados a los sonidos percibidos, ya sea que pertenezcan
a la música, al habla u otros.
El nervio auditivo contendría alrededor de 30.000 neuronas y su función principal es la de transmitir los
impulsos eléctricos al cerebro para su procesamiento. Pero también parecen existir otras vías que condu-
cen impulsos desde el cerebro hasta la cóclea. No se sabe mucho de estas neuronas descendentes, pero
aparentemente servirían para ayudar a una especie de ajuste de sintonía fina en la selectividad de frecuen-
cia de las células ciliares e incrementar las diferencias de tiempo, amplitud y frecuencia entre ambos oídos.
2.2.1 CEREBRO
El cerebro es un órgano electroquímico y su conformación actual en el ser humano es el resultado de
transformaciones sufridas a lo largo de millones de años de evolución. No obstante, es una de las partes del
cuerpo humano sobre las cuales más se ignora.
En el cerebro hay miles de millones de neuronas, que son esencialmente similares a todas las demás célu-
las, pero que tienen la particularidad de recibir y transmitir impulsos eléctricos.
Cada neurona está comunicada con decenas de miles de otras neuronas, conformando todas ellas una red
(redes neurales) de intercomunicación sumamente complicada. Mientras que ya cuando nacemos posee-
mos la totalidad de las neuronas, las conexiones entre ellas son el producto de procesos de aprendizajes.
Esta capacidad de cooperar (trabajar en redes) de millones de pequeñas unidades de procesamiento serían
la causa de la alta eficacia y la potencia en el funcionamiento de nuestro cerebro.
A partir de la deformación de las células ciliares en el órgano de Corti y a través de los nervios acústicos, el
cerebro recibe patrones que contienen la información característica de cada sonido y los compara con
otros almacenados en la memoria (la experiencia pasada) a efectos de identificarlos. Aparentemente, si el
patrón recibido difiere de los patrones almacenados, el cerebro intentaría igualmente adaptarlo a alguno de
los conocidos, al que más se le parezca. Esto es notable por ejemplo en la percepción de series armónicas.
Si recibimos un número determinado de frecuencias aisladas, nuestro cerebro intentará relacionarlas, iden-
tificándolas como parte de una serie armónica (aún cuando no lo sean), generando incluso la percepción de
la altura determinada por su frecuencia fundamental, aunque ésta no esté físicamente presente y aunque la
membrana basilar no esté oscilando en el punto correspondiente a dicha frecuencia.
La memoria es una de las funciones más importantes de nuestro cerebro. Cada hecho a ser almacenado
en la memoria es separado en partes y se guarda de manera asociativa (modelos asociativos) en diferentes
conjuntos de neuronas interconectadas entre sí, de manera que su ubicación física está distribuida a lo lar-
go de diversas partes de nuestro cerebro.
Si el patrón recibido no existe y no es posible encontrar alguno que se le parezca, el cerebro tendrá la op-
ción de desecharlo o de almacenarlo (funciones de las memorias de corto, mediano y largo plazo) convir-
tiéndolo en un nuevo patrón de comparación.
Aparentemente existirían en el cerebro al menos tres niveles diferenciados de procesamiento de los da-
tos que transmiten los nervios acústicos. En un primer nivel el cerebro identificaría el lugar de procedencia
del sonido (asociación de lugar, localización). En un segundo nivel el cerebro identificaría el sonido propia-
mente dicho, es decir, sus características tímbricas. Finalmente, en un nivel posterior se determinarían las
propiedades temporales de los sonidos, es decir su valor funcional a partir de su ubicación en el tiempo y su
relación con otros sonidos que lo preceden y lo suceden, hecho de particular importancia en sistemas acús-
ticos de comunicación como el habla (la lengua hablada) o la música.

2.2.2 HEMISFERIOS CEREBRALES


El cerebro está dividido en los hemisferios derecho e izquierdo. Por alguna razón no totalmente aclarada los
nervios se cruzan en la médula espinal de manera que cada hemisferio del cerebro controla esencialmente
el lado opuesto del cuerpo. Cada hemisferio se especializa en la realización de funciones determinadas. Todo
parecería indicar que en el hemisferio izquierdo se localizan los centros que controlan el lenguaje y las fun-
ciones lógicas, mientras que en el derecho se concentran aquellas funciones no verbales, las actividades
artísticas y las funciones emotivas.

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De igual manera cada uno de los hemisferios cumple funciones diferenciadas en el procesamiento de los
sonidos recibidos. El cerebro es capaz de distinguir las características estructurales de los sonidos y, bási-
camente, el predominio de uno u otro hemisferio depende precisamente de la estructura de dicho sonido.
En el caso de la música el procesamiento se llevaría a cabo en el hemisferio derecho. Sin embargo, hay
quienes afirman que esto sólo sería cierto en el caso de los individuos que no son músicos. Las personas
con formación y entrenamiento musical, al tener la capacidad de acceder al fenómeno musical desde un
punto de vista más analítico, procesarían esta información en el hemisferio izquierdo, que es el que se espe-
cializa en las funciones del razonamiento lógico.
Por otra parte, experimentos realizados han mostrado que la especialización de uno u otro hemisferio cere-
bral en determinadas funciones, como por ejemplo la percepción, procesamiento y asignación de significa-
dos a sonidos específicos, guardaría una relación directa con la lengua materna de cada individuo.

FIGURA: Hemisferios cerebrales para individuo con lengua materna occidental

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