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VIDA COTIDIANA

EN LA EDAD MEDIA

Nilda Guglielmi

A
eudem
Guglielmi, Nilda
Vida cotidiana en la Edad Media /Nilda Guglielmi. - la ed . - Mar del
Plata: EUDEM, 2017.
360 p .; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-1921-90-4

1. Historia Medieval. 1. Título.


CDD 909.07

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 de Propiedad Intelectual.

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio o método, sin au­
torización previa de los autores.

ISBN: 978-987-1921-90-4

Este libro fue evaluado por el Dr. Ariel Cuiance

Primera edición: Septiembre 2017

© 2017 Nilda Guglielmi

©2017, EUDEM
Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata
3 de Febrero 2538 / Mar del Plata / Argentina

Arte y Diagramación: Luciano Alem - Agustina Cosulich

Imagen de tapa: Aprendiz de carpintero, según una misericordia del coro de la


catedral de Rouen (siglo XV)

Impreso en: Integral Tech, Paraguay 278, Avellaneda, Bs. As., Argentina

Libro
Universitario
Argentino
LOS DIEZ SIGLOS MEDIEVALES
1. Los tiempos del cambio (siglos V al X)

En este momento el Imperio romano conoce la entrada de los


bárbaros que aceleran el movimiento centrífugo expresado en
el Imperio desde hacía tiempo. Las conquistas romanas ha­
bían creado una koiné, una unidad poco a poco socavada por
los substrata, por las características regionales pre-romanas. El
Imperio intentó establecer estructuras rígidas para mantener
esa unidad pero las oleadas bárbaras llegaron en un momento
crítico y quebraron la posibilidad de continuación. Los bár­
baros (a veces conglomerados de pueblos) -luego de instala­
ciones precarias- constituyeron reinos que por su herencia y
constitución podemos llamar romano-germánicos. La entrada
e instalación de los bárbaros comportaron la destrucción de
las estructuras administrativas y la supervivencia de formas
empobrecidas de la cultura romana aunque ya el Bajo imperio
o tardía Antigüedad se expresó de manera peculiar alejándo­
se de las épocas de mayor brillo.
En lo político-social, los reinos romano-germánicos tuvie­
ron que lograr una identidad territorial para lo cual se en­
frentaron entre sí, determinar el ámbito propio, establecer las
propias fronteras, realizar la unidad de los habitantes, es decir
la simbiosis entre invasores y provinciales romanos. Las ins­
tituciones romanas sufrieron un colapso, la realeza bárbara
consideró el territorio como patrimonio, se perdió el concepto
de cosa pública (res publica). La administración perdió la espe-
cialización que había tenido en el Imperio y los funcionarios
estuvieron, en gran medida, ligados por lazos personales al
monarca.
El carácter urbano de la civilización romana declinó ya en
los últimos tiempos del Imperio, esa atonía persistió en Occi­
dente hasta la renovación del siglo XL En general, la persis­
tencia urbana se expresó en las zonas más romanizadas y, de
ordinario, cuando la ciudad constituía sede arzobispal o lugar
de culto martirial.
Este fue el momento de la cristianización de Europa que se
intentó lograr mediante expediciones evangelizadoras (hubo
grandes movimientos desde Irlanda y desde Roma), funda­
ción de parroquias rurales, etc. Fue tarea difícil debido al gran
enraizamiento del paganismo en que se mezclaron el politeís­
mo romano y los elementos aportados por el fondo germáni­
co. Quienes persistieron en mayor medida en la idolatría y las
creencias mágicas fueron los habitantes del campo (pagus), de
allí la denominación de pagani (paganos) que recibieron.
La penetración de la Iglesia se ejerció mediante la labor de
los grandes predicadores de la época que se expresaron a tra­
vés de discursos directos con simplicidad y rudeza. A través
de ellos, conocemos los mayores vicios del tiempo: lujuria,
superstición, violencia. En lo posible, se hicieron coincidir las
fiestas cristianas con las paganas y se superpusieron signos
cristianos a los signos paganos.
En suma, el Imperio se quebró en múltiples particularis­
mos, algunos de los cuales constituirán el basamento de futu­
ras naciones como Francia o España.
La ecumenidad parece reconstruida por Carlomagno
(768-814) quien se proclama emperador — enfrentándose con
Bizancio— en el año 800. Carlomagno sale de las fronteras
naturales del hexágono que luego constituirá Francia para
extenderse en diversas direcciones y realiza un intento de co­
herencia tanto de las regiones que integran Galia como de las
nuevas zonas incorporadas. Es un intento precario dada la
fuerza de los substraía regionales, de las características parti­
culares de cada ámbito. El imperio que deseó reconstruir es
un proyecto que muere con él.
En su reino —luego imperio— él se expresó como príncipe
cristiano. Se apoyó en la Iglesia y en la cultura clerical para el
gobierno de sus Estados. Carlomagno había expresado una
tendencia cultural en la forma de una simbiosis entre la cul­
tura clásica y la bárbara. Por un lado, promulgó leyes que —
como en el caso de otras legislaciones de reinos bárbaros— es­
taban inspiradas en la influencia romana. Por otro lado —nos
dice su biógrafo— quiso conservar el patrimonio de su pueblo
y transcribió, para que no se perdieran, poemas antiquísimos
en que se cantaban la historia y las guerras de los viejos reyes.
Por lo demás, a través de la unidad dé la letra Carolina quiso
mantener una uniformidad y esbozó una gramática de la len­
gua nacional.
En general, la política cultural de Carlomagno no fue sino
un elemento de la misión religiosa de un rey católico. Este
período se llamó renacimiento carolingio realizando una com­
paración exagerada con el período posterior conocido como
Renacimiento (siglo XVI). En realidad, fue un momento de
tesaurizadón, de acopio cultural, hubo un gran movimiento
de búsqueda de libros, se salvaron obras de la Antigüedad (en
particular las latinas) que se copiaron en talleres monásticos.
Se extendieron las escuelas de parroquia para enseñar a los
niños los salmos, las notas, el canto, el cómputo, la gramática.
En este momento, las lenguas populares se imponen en el
uso cotidiano, ya a fines del siglo IX aparecen los manuscritos
de poemas redactados en lengua románica.
Carlomagno construyó un enorme imperio, para gober­
narlo hubo de apoyarse en poderes locales que estaban liga­
dos al príndpe por lazos personales. Este régimen fue eficaz
mientras el poder central estuvo representado por un mo­
narca fuerte. Desapareado Carlomagno, sus continuadores
T

permitieron que esos jefes locales o delegados opacaran su


autoridad y aparecieran como los verdaderos depositarios del
poder. El origen de su mandato —indecisión entré la esfera
pública y privada— los convirtió en señores omnímodos en
su ámbito.
Aparece lo que se ha llamado régimen feudal que com­
porta una relación señor-vasallo a través de dos expresiones
fundamentales: a) la relación noble (señor-vasallo noble) y b)
relación no-noble (señor-vasallo no-noble). Esta relación de
tipo personal y contractual oscureció la correspondencia rey
—súbdito sobre todo en los ámbitos en que se debilitó el con­
cepto de Estado. La relación noble se estructuró en base a la
entrega de un bien que se expresó fundamentalmente en tie­
rra — el feudo— aunque también conoció otras expresiones,
incluso hacia el fin de la Edad Media se crearon los llamados
feudos de bolsa, que implicaban el disfrute de una renta.
A cambio de la entrega de un bien, el vasallo debió cumplir
con servicios y obligaciones.
El vasallo noble debía al señor lo que se llamó consilium
et auxilium (consejo y auxilio). Esto se expresó en servicio de
guerra y de guarda.
El campesino dependiente debía trabajo en la tierra re­
servada por el señor (se establecían días, período, tipo de ta­
reas...).
El señor — como contrapartida de los servicios concedidos
por el vasallo noble— le daba protección y, en algunos ca­
sos, manutención (él vasallo podía vivir solo o con su familia
en la residencia señorial). La protección, por tanto, podía ser
material y moral. Se consideraba felonía, por parte del señor,
atentar contra la moral del vasallo o de su familia.
La relación vasallático-feudal se establecía mediante un
pacto y una ceremonia contractual. En el caso de hombre no­
ble, la ceremonia comprendía el homenaje y la fe.
Además de vasallos feudales podemos indicar la existencia
de vasallos naturales, entendiendo por tales a los súbditos de
un monarca.
La relación feudal pudo ser precaria ya que estaba fundada
en un pacto sinalagmático, es decir de dos extremos. El vasa­
llo tenía derecho de romper el compromiso que lo ligaba a su
señor previa ceremonia de despedida.
Las nuevas formas de poder estuvieron en manos de una
clase que podemos denominar, genéricamente, nobleza. Se
discute si hubo continuidad de la nobleza romana y de la
aristocracia germánica. Evidentemente, las clases superiores
romanas no perdieron prestigio, poder o riqueza y se aliaron,
en general, con los conquistadores germanos. Poco a poco
—y conforme los recién llegados se convirtieron al cristianis­
mo— ambas aristocracias se fundieron aunque, de ordinario,
la de origen romano conservó mayor prestigio intelectual y
cultural, de sus filas surgieron los altos prelados polígrafos.
Con todo, hasta el siglo X no hubo un grupo con privilegios
establecidos, condiciones jurídicas y sociales que se fijaron en
el siglo XH. Podemos decir que la nobleza fue un grupo con
valores adscriptos y no adquiridos. O sea, sus miembros os­
tentaban valores heredados de sus mayores. Esto llevó al es­
tablecimiento del linaje. El linaje pudo ser considerado como
una conciencia de los antepasados, también se ha hablado de
memoria genealógica. Pero esa memoria, a veces, no fue tal
sino se trató de una creación, es decir, el linaje pudo ser in­
ventado, tomando como cabeza del mismo un personaje im­
portante, en ocasiones mítico.
La creación del linaje, es decir de urna línea que hiciera
descender a la familia de un antepasado importante —aun­
que característica de la nobleza— fue imitada luego por los
burgueses que se refirieron a las virtudes, riqueza, condi­
ción de sus predecesores e, incluso, por grupos campesinos
poderosos.
La construcción del linaje, su explidtación a través del en­
tramado genealógico que representa las líneas ascendentes y
descendentes pero también las colaterales, han estado deter­
minadas por un afán claro de fuerza y coherencia necesarias
para la supervivencia de una familia. Esta fuerza deseada lle­
vó también a alentar los parentescos artificiales, es decir, la
ligazón de hombre a hombre — hecha efectiva mediante la
ceremonialidad y compromisos feudales— que aumentaba el
número de individuos que respondían — en los asuntos pú­
blicos y privados— a la voluntad del grupo.
Coherencia y fuerza, fidelidad y apoyo a los "suyos" fue
un proyecto y un comportamiento practicados desde mucho
atrás. En Beowulf (poema escandinavo puesto por escrito en
el siglo Vm pero de creación muy anterior) el héroe acusa a
su oponente —Unferth— de haber traicionado a sus parien­
tes: "tú fuiste el asesino de tus hermanos, tus parientes más
cercanos..." Beowulf señala a su enemigo como responsable
de uno de los mayores crímenes posibles, la agresión contra
la propia sangre.
El linaje en el mundo feudal se constituía con los parientes
del lado paterno (agnados) y del lado materno (cognados). En
familias nobles del norte de Francia se ha comprobado la im­
portancia del tío materno en la formación, guía y educación
del niño y del joven. Esto se ha explicado antropológicamen­
te, muchas sociedades primitivas han dado mayor valor a la
madre y a su familia que a la rama paterna.
Es posible que — en algunos casos de familias nobles— la
importancia de las mujeres (cuando eran herederas de mayor
fuste que los hombres) diera lugar a esa preeminencia del li­
naje materno. Hemos hablado de la construcción del linaje.
La sociedad medieval no fue estática, ofreció muchos inters­
ticios que permitieron el ascenso. Así, la familia de los Erem-
baud, cuyos miembros asesinaran a Carlos el Bueno, conde dé
Flandes (1127) -para apoyar a Guillermo de Ypres bastardo de
la casa condal- era de origen servil.
Este crimen político tuvo en realidad su causa en el des­
cubrimiento de esa condición que implicaba mancilla y la re­
sistencia — por parte del grupo noble— a aceptar a quienes
tuvieran tal origen.
Hemos hablado de coherencia y fuerza del linaje. Flamen­
ca (novela en lengua occitana del siglo XIII) que destaca los
valores del mundo feudal frente a la burguesía —ya rica y
poderosa— presenta a los grupos nobles en una prieta trama
de parentesco. El día del torneo organizado por el marido de
la protagonista se describe a los jóvenes que serán armados
caballeros: "Dama, he aquí noticias para vos / el conde de Bar,
vuestro primo, / y su hermano Raúl / serán armados caballe­
ros mañana a la mañana / con otros diez primos vuestros".
Los miembros de una casa noble deberán destacarse in­
dividualmente en el ejercicio de los valores que su grupo ha
privilegiado pero, en principio, reciben una herencia de pres­
tigio, heredan calidades. Por eso hemos hablado de que su
condición se basa esencialmente en valores adscriptos y no
adquiridos.
En el Cantar de Mío Cid, los yernos de Rodrigo Díaz de Vi­
var o sus parientes destacan, no sus méritos personales, sino
subrayan que son "del linaje de los condes más limpios". Se
sienten inferiorizados al haber casado con las hijas del Cid,
noble de menor rango en una escala pautada. Los yernos gol­
pearán y abandonarán a sus esposas en el robledal de Corpes,
excusan su acción diciendo que no tendrían que haberlas to­
mado siquiera por barraganas.
Sin duda, el Cid ha ascendido mediante su acción y méri­
tos —valores adquiridos— que serán propios de la burguesía
y que, en este caso, permiten el ascenso noble debido a la
movilidad de la frontera y los de Carrión han emparentado
por interés.
En esta ocasión no se ha producido isogamia, es decir un
matrimonio entre pares sino — según los de Camón— una
hipergamia (matrimonio con personas de rango social más
alto), las hijas del Cid habrían casado con personas de supe­
rior condición.
Con frecuencia, la muerte de los herederos varones hacía
que el patrimonio recayera en una mujer. Quien casara con
ella —y fuera de condición social o económica inferior— rea­
lizaría una hipergamia y, tal vez, esta circunstancia determi­
naría una mayor perduración y fuerza en el recuerdo de esa
rama femenina en el linaje.
Pero en lo relativo a patrimonialidad siempre triunfan las
líneas agnatidas.
El linaje, la casa, buscó formas de identificadón. La prime­
ra es la onomástica. De ordinario, el linaje será reconoddo,
se denominará con el nombre o sobrenombre de ese primer
antepasado real o fictido. La onomástica es muy importante
en la expresión del linaje, los nombres de pila se reiterarán a
lo largo de las generaciones.
Pero también se crearon otros modos de distinguir a los
miembros de una casa; por un lado, la residenda familiar que
reunirá de manera permanente o transitoria a todos los inte­
grantes. También formas evidentes y destinadas a una derta
publiddad exterior, por ejemplo, los símbolos. Estos se pue­
den expresar en figuras o colores. La heráldica mezcla ele­
mentos que pueden referirse a acontecimientos vividos por
el grupo o que implican concesión del monarca. En el torneo
descripto en Flamenca: "los barones instalados en los estrados
/ mostraron inmediatamente las 'enseñas' / y los emblemas
que [los] distinguían / los escudos / los yelmos, las lanzas de
los caballeros en liza".
También los colores —vestidos u ostentados por todos los
miembros de la casa, induso los servidores— son elementos
que permiten individualizar un linaje. Las telas usadas por los
clanes escoceses nos ilustran al respecto.
La sodedad de ese momento se estructura —según una
definidón forjada en ámbitos edesiásticos— en defensores,
oradores y labradores. Los primeros serán los caballeros, el
brazo armado de la Cristiandad. Esta teoría no siempre se
cumplió pues el grupo feudal se vio separado por ambiciones
internas y por una gran belicosidad. La Iglesia creó la "paz
de Dios" —días en que estaba prohibido guerrear y realizar
toda acción de agresión o rapiña— para impedir el exceso de
violencia.
Los oradores estaban representados por los hombres de
Iglesia, pensamiento y guía de la Cristiandad. Los labrado­
res eran los trabajadores que, con su esfuerzo, mantenían a
los otros dos grupos. Todos constituían esa sociedad cristiana
ideal. Pronto la cristiandad —pensada como una unidad de
fieles— se dividió en particularismos políticos que, sin dejar
de integrar el Occidente cristiano, subrayaron su pertenencia
a entidades cívico-políticas.
Algunos historiadores han reconocido en la evolución del
grupo noble dos períodos de actividad, de formas de vida:
el de la caballería y el de la cortesía. El primero, estaría re­
presentado por el momento de la conquista y la constitución
de patrimonios territoriales, el segundo, —inmovilizados los
márgenes a conquistar, agotada la posibilidad de expansión—
se expresarían en el desempeño en justas y torneos.
En ambas hay un denominador común, la empresa bélica
o las formas guerreras no siempre estuvieron encaminadas a
obtener gloria y honra. El pillaje, la agresión a viandantes, las
formas coactivas de peaje y paso, en general, fueron activida­
des que ocuparon a los señores que ya no tenían ámbitos que
conquistar ni altas empresas que realizar. Concluida la guerra,
bueno era el pillaje para enriquecer las arcas exhaustas por la
vida dispendiosa, por los favores a vasallos y amigos.
Bertrand de Born (c. 1140-c. 1210), ejemplo de señor gue­
rrero y poeta, canta su alegría: "Trompas, tambores, banderas
y pendones / enseñas y caballos, blancos y negros / pronto
veremos, ¡qué bueno será vivir! / tomaremos sus bienes a los
usureros / y por los caminos ya no irán los convoyes / de los
días tranquilos, ni burgueses sin molestias / ni comerciantes
que lleguen a.Francia / sino será rico quien pilla con ganas".
En otros poemas parecería que lo guía el afán guerrero y
de gloria, sueña con muchos caballeros enfrentados: "¡Ah!
¡encontramos por millares y centenas / y que luego se nos
cante en la gesta!". Sin embargo, ya ha hablado del deseo de
enriquecimiento que comporta la empresa guerrera: "Pues
una gran guerra hace, de un señor avaro, un generoso".
Sabemos que generosidad y largueza es lo que esperaban
los hombres ligados a todo señor, los caballeros y amigos que
lo rodeaban, los servidores y juglares que lo servían o entre­
tenían. El mismo Bertrand de Bom dirá: "Jamás habrá corte
cumplida / en la que no se juegue o se ría. / Corte sin dones
-no es sino parque de barones...".
La descripción de un caballero puede ser resumida de la si­
guiente manera, tal como lo hace Villani respecto de un italia­
no que se encontraba en la corte de la condesa Matilde (siglo
XI): "de nobles costumbres, de alto linaje, liberal y ejercitado
en las armas, diestro y dotado de todos los dones, como aqué­
llos en quienes el linaje se suele expresar claramente".
Guillaume de Nevers —amante de Flamenca— posee to­
dos esos valores, entre otras cosas, es elogiado por ser dadi­
voso. Cuando llega a una reunión es saludado como el "bien­
venido" pues siempre su rostro se muestra alegre, su mano
liberal y pronta a las larguezas.
Flamenca se dirige a Guillaume diciendo: "sois tan heroico,
tan noble, tan cortés, tan sensato...".
Esa sociedad innovó en materia de sentimientos. Se ha di­
cho que el amor es una invención del siglo XH.
Este momento ve el nacimiento del amor cortés, el enamo­
rado languidece por su dama. Ambos son dechado de virtu­
des, belleza y maneras de acuerdo a un código preestablecido.
Sin duda, esta devoción, esta entrega del caballero a la dama
estuvo inspirada en las fórmulas feudales en que un hombre
se entregaba a otro hombre como su vasallo. Guülaume dice
refiriéndose a Flamenca: "de quien yo soy el fiel". La dama es
denominada midons, es decir "mi señora" en una clara alusión
vasallática. Para algunos autores, la tradición clásica es funda­
mental en esta expresión de sentimientos, se ha considero el
amor cortés como un Ovidio transpuesto.
En el amor cortés deben respetarse varios elementos entre
los que se cuenta: la actitud humilde del enamorado y ei se­
creto. Como dice Dante en la Vita nuova: "y yo sonriendo los
miraba y no les decía nada..."
Canta Ibn Zaidun de Córdoba: "Entre tú y yo, si quisieras,
habría algo que no se perdería nunca, un secreto que mientras
los otros fueran divulgados, permanecería siempre secreto..."
Hemos mencionado algunas de las diversas hipótesis res­
pecto del origen de tal actitud amorosa. Hay quienes sostie­
nen que encuentra ese origen en el amor udrí (amor casto
practicado por la tribu de los Banu Udrah o hijos de la virgi­
nidad en el Yemen) conocido en Occidente a través del Islam
andaluz. Tal vez también esta tendencia se haya mezclado
con corrientes místicas musulmanas que cantaron el amor a
Dios como una entrega y fusión con la divinidad.
El sentimiento se considera como una fatalidad ciega, se
soporta la pasión sin ceder a ella. Amor patológico que permi­
tió el florecimiento de una gran corriente literaria.
El amor — cómo el resto de las maneras— estará pautado
y deberá ser "cortés". Los jóvenes en Flamenca son "corteses,
buenos y bellos". Les "damoiseaux" tienen un "aire cortés",
las doncellas que asisten a la protagonista encuentran amigos
"buenos y corteses". Se ha dicho —según anotamos más arri­
ba— que el amor cortés sólo comportaba devoción a la amada
sin contacto físico alguno. Pero no siempre fue de tal manera.
El ejemplo que nos ofrece la novela que hemos mencionado,
así nos lo hace saber.
En suma, este grupo noble estructura todas sus formas de
vida, las pauta, las encasilla. Sobre todo cuando — ante la apa­
rición de la burguesía— encuentra frente a sí otro modo de
vida de gran ímpetu y potencia económica que hace tamba­
lear — o, por lo menos, analizar críticamente— sus propios
valores. Flamenca —novela aparentemente frívola— contiene
por esto que decimos un mensaje muy importante. La noble­
za defiende sus valores esenciales.

2. Los tiempos de renovación (siglos X3-XIII)

En este período, Europa se extiende hacia afuera y hada aden­


tro. En esa expansión hada afuera comprendemos los ámbitos
políticos incorporados al núdeo, el avance de las fronteras.
Esas fronteras separarán en algunos casos a nadones cristia­
nas que lucharán por la supremada, en otras circunstancias
se expresará en la lucha de dos pretendidas ecumenidades: la
ecumendidad cristiana contra la ecumenidad islámica. Ejem­
plos de esta expansión de fronteras pueden ser: la reconquista
española (siglos XI-XII), la conquista de Inglaterra por Gui­
llermo el Conquistador (1066), la expansión germana hada el
Este (siglo XE), la condidón de Rusia como frontera entre el
imperio mongol y la cristiandad, las cruzadas y la constitudón
de prindpados cristianos y el Imperio colonial mediterráneo
de las dudades italianas.
La expansión alemana hada el E. se realizó por tierra, en
particular sobre Polonia en donde aparecieron dudades de
derecho germánico y por mar, la zona elegida en este caso
fue el Mar Báltico y la penetradón fue llevada a cabo por
los Caballeros Porta-espada y por los Caballeros Teutónicos.
Otros pueblos intentaron penetrar en territorio ruso. En 1240,
los suecos fueron derrotados por el gran príndpe de Novgo-
rod-Vladimir en el Neva, por lo que fue llamado Alejandro
T

Nevsky. Rusia tuvo que luchar contra los pueblos de la es­


tepa, grupos errabundos que se encontraban al N. del Mar
Negro. En 1247 llegó a Europa la gran riada mongola que lan­
zaron los sucesores de Gengis Khan. Las tropas tártaras casi
alcanzaron Italia; en su retirada — determinada por la muerte
del khan— vencieron a los príncipes polacos y establecieron
sobre Rusia una especie de protectorado, el territorio quedó
como un Estado-bisagra entre Oriente y Occidente.
Pero hemos dicho que, en este período, Europa también se
extiende hada adentro. Es decir, se produce un avance sobre
territorios antes no explotados, sobre campos no desbrozados
todavía, conforme aparecen nuevos núdeos cubanos.
Esta afirmadón puede ser sostenida por diversas expresio­
nes pero, sin duda, hay poca precisión en lá resolución de este
entrelazamiento y de las causas que lo producen. Ese dinamis­
mo estuvo acompañado por un gran aumento demográfico,
sin que se conozca exactamente la precedenda de las causas,
es decir si el aumento de pobladón estuvo determinado por
una mejor alimentación o por otros motivos.
Sabemos que hay un take off económico y un aumento de­
mográfico evidente junto al empleo de nuevas técnicas agra­
rias y de laboreo. No es oportuno aquí indicarlas por lo menu­
do ni tampoco realizar una crítica de causas y consecuendas.
A fines del siglo X y hasta el X m se conocen variaciones en
las condidones naturales, el clima se transforma. Por derto,
no corresponde que apliquemos esta aseveradón a todos los
ámbitos. Al parecer, las tierras marginales y las zonas menos
evoludonadas fueron más sensibles a las alteraciones climáti­
cas. No existe acuerdo entre los historiadores acerca de la cro­
nología de los cambios climáticos luego del año 1000. Muchas
fuentes son de difícil interpretadón en lo que se refiere tanto
a la temperatura como al grado de humedad. Se supone, en
todo caso, que un período cálido de la alta Edad Media da
paso en el siglo XI a una nueva fase fría que habría facilitado
el trabajo de degradadón de los bosques.
Conocemos el gran dinamismo de la demografía de la épo­
ca. Ya hemos dicho que los factores que intervienen son las
nuevas técnicas agrícolas que permiten una mayor extensión
de superficies cultivadas.
En realidad, no conocemos ese aumento demográfico an­
tes del siglo Xm sino por datos indirectos. Hay indicios, pero
sólo en el siglo XIII los datos se hacen menos vagos (espe­
cialmente importantes son los que proporciona la fiscalidad
privada y pública).
Hemos de destacar que esos son datos locales o regionales,
hay ámbitos que han sido más estudiados y, por tanto, nos
proporcionan un panorama cierto pero en otros muchos fal­
tan elementos o se encuentran incompletos. Evidentemente,
es difícil lograr una configuración general.
Por lo común, el aumento se producirá en los territorios
más favorecidos que no estén ya saturados, algunas regiones
ricas (por ejemplo, la lie de France) ya no podrán absorber
nuevos ocupantes.
Por supuesto, los datos demográficos no interesan sólo
en cuanto a volumen de población, proponen una serie de
dudas que quedan antes como interrogantes que como posi­
bles respuestas. Estas preguntas atañen a nupcialidad, edad
promedio en que se contraía matrimonio, restricción de na­
cimiento, mortalidad infantil, esperanza de vida. Todo esto
comportó variables según los lugares y los grupos sociales. De
manera general, podemos afirmar que la población de Europa
aumentó entre los siglos XI y XIII y que los hombres vieron
prolongarse su expectativa de vida.
Este auge demográfico decreció ya en el siglo XHI, la pobla­
ción europea disminuye a partir de 1250. Se detienen las rotu­
raciones, en general, se frena la conquista de nuevos espacios,
que se había producido a partir del siglo XI, para canalizar
la población acrecida. El entusiasmo roturador había llevado
a ocupar suelos repulsivos que pronto habrá que abandonar
por infértiles.
El problema de la ampliación del espacio llevó consigo el
ataque al bosque. Agredido, por un lado por las nuevas carac­
terísticas del clima, por otro por lá mano del hombre. Sabe­
mos que Europa contaba con dos tipos de bosque, el precario
bosque mediterráneo, el espeso y casi impenetrable bosque
centroeuropeo. Las civilizaciones clásicas habían sido ya gran­
des depredadoras del bosque, consumieron sin reponer, por
tanto, el bosque fue degradándose en espesura y calidad de
especies. Por lo demás, la explosión demográfica causó des­
tracciones en el entorno de la Europa medieval. Se destruye­
ron miles de hectáreas de bosques para aumentar la superficie
de las tierras arables y de pastos. Además de ser la madera
el principal combustible, también servía para construir casas,
molinos de agua y de viento, puentes,'instalaciones militares,
fortalezas, empalizadas de defensa, toneles y cubas de viñate­
ros. También pidieron madera los navios, las máquinas de los
tejedores y otros útiles de trabajo. Los curtidores y cordeleros
utilizaban la corteza de ciertas especies de árboles. La indus­
tria vidriera y la del hierro destruyeron bosques enteros para
activar sus hornos y sus forjas. En una palabra, la necesidad
de combustible, la madera de obra, para construcción, para
máquinas de guerra, para transporte naval, para toda clase de
útiles atacó el manto forestal de Europa.
Se ha considerado el siglo XHI como la culminación del
progreso comenzado en el siglo XI y expresado de dos mane­
ras: por un lado, expansión en el ámbito rural (roturaciones,
desecamiento de pantanos, avance sobre bosques...) por otro,
instalación de la población excedente que no encontraba ubi­
cación en el ámbito familiar en las cercanías de las antiguas
formaciones urbanas que — por su presencia— volverán a re­
tomar vida aunque con un signo diferente a la ciudad antigua.
Pero, a pesar de esa visión optimista del siglo XIH ya co­
mienzan a aparecer en ese momento los primeros síntomas de
los problemas que se agudizarán al final de la Edad Media. El
avance sobre áreas no explotadas —al llevar a ocupar suelos
rechazantes y poco feraces— determinó finalmente un retro­
ceso de esa posesión, se rompió el equilibrio entre agricultura
y ganadería. La explosión demográfica del siglo XI determi­
nó, pues, al hombre a buscar ámbitos nuevos. Entre otros,
las landas y los pantanos. No entraremos en detalles, sólo re­
cordemos que los Países Bajos nos ofrecen el mejor ejemplo
al respecto pero que también la Rusia moscovita tiene que
enfrentarse con desecamiento de pantanos mientras los cam­
pesinos rusos prolongan una vida de mayores posibilidades
avanzando sobre los bosques del norte mediante la precaria
táctica del quemado.
Ese excedente de población, por un lado prolongó en nue­
vos ámbitos el trabajo campesino, la ocupación tradicional del
rústico. Pero, por otra parte, algunas de las gentes se instala­
ron junto a los muros de las antiguas ciudades que persistían
desde época romana o constituyeron aglomeraciones a las
que hay que conceder un carácter mixto entre urbano y rural.
Pero es el momento de preguntamos cuáles son los aci­
cates que están en el origen de esos núcleos que llamaremos
urbanos, puesto que debemos suponer otros factores que den
coherencia e impulso a lo que pudieron ser sólo aglomeracio­
nes sin sentido urbano. Muchas teorías, en ocasiones contra­
puestas y que pensamos que, a veces, pueden sumarse y com­
plementarse se han esbozado para explicar este retomo a la
vida de algunas ciudades anteriores y a la concreción de otras.
Pensamos qúe la definición de una ciudad puede realizar­
se a través de diversos ejes: urbanísticos, jurídicos, sociales,
económicos... Creemos que todos son válidos aunados y su­
mados puesto que la ciudad es un complejísimo cuerpo.
Esta suma de elementos que pretendemos realizar para lo­
grar la figura de la ciudad medieval en sus comienzos tal vez
se pueda reducir a una frase. San Agustín decía que la ciudad
era non muri sed mentes (no muros sino mentes). Más adelante
nos ocuparemos nuevamente de la ciudad como ámbito ur­
banístico y social, residencia fundamental de ciertos grupos,
tal la burguesía.
Pero importa establecer una unión entre el momento ante­
rior y éste que nos ocupa. No debemos creer que los grupos
dominantes anteriores han desaparecido ni que la ciudad ha
surgido totalmente separada del mundo feudal. Numerosos
historiadores insisten en la influencia de príncipes y prelados
en el origen de la ciudad. Para muchos, la vitalidad y pros­
peridad de grandes cortes señoriales determinó la aparición
de enclaves en que los mercaderes depositaban los elemen­
tos que dichas cortes solicitaban. Estos enclaves pudieron o
no transformarse en ciudades. Pero muchas aglomeraciones
conocieron el acicate de dos elementos importantes, la fun­
ción religiosa y la militar. La presencia del obispo, el grupo
catedralicio, los monasterios, el soberano o el noble comarcal
determinaron la convergencia en un determinado lugar de
múltiples funciones que crearon una unidad.
Creo que la ciudad surge del mundo feudal aunque no de
propósitos feudales. Tendríamos que examinar los problemas
de voluntad y conciencia que existen en esa aparición.
En esas ciudades se esbozó un grupo social peculiar, se
constituyó la burguesía. Este grupo no está encuadrado den­
tro de los ordines mencionados (oradores, defensores, traba­
jadores). Es un grupo que se caracteriza por el dinamismo
de sus miembros y acepta como valor la movilidad social. Su
condenda de clase aparece más tarde (siglo XII) que su con-
credón real. Hada el final de la Edad Media tiende a cristali­
zarse o sea a constituir una casta. Aunque la actividad primera
que caracterizó a la burguesía fue el negodo, podemos decir
que ejerderon numerosas y variadas actividades, induso las
profesiones que podríamos denominar intelectuales (media­
na, derecho, etc.). Aparedó también lo que se ha denominado
mentalidad burguesa. Una peculiar manera de encarar la vida
y sus valores. El burgués apreciará el mundo circundante (en
la pintura aparece el paisaje como tema único, san Francisco
cantará a los elementos de la Naturaleza que lo rodean...),
descubre mundos desconocidos (es el momento en que mer­
caderes y religiosos se internan en Asia...), gentes antes no
vistas; se valora el tiempo (el que comporta el trato comercial,
el de la propia existencia...), se despierta interés por el cuerpo
(desde el punto de vista médico, desde el punto de vista he-
dónico...). Poco a poco se conocía el cuerpo, más difícilmente
se penetraba en el alma del hombre. Se impone el goce de lo
inmediato y el temor de perderlo.
Por lo demás, la posición filosófica de Abelardo y de Ros-
celino de Compiégne frente a la teoría de los universales pro­
porciona la base filosófica que lleva a acentuar la importancia
de lo individual, de las cosas materiales e incita a la observa­
ción de lo particular. Todo ello forja una nueva mentalidad
que permitirá al hombre descubrir el mundo.

3. Los tiempos difíciles (siglos XTV al XV)

Problemas sociales (desórdenes, revueltas, guerra, bandidis-


mo,...), grandes hambrunas, estragos de la peste, el sentido de
los límites de un progreso supuestamente infinito... presentan
a los últimos siglos medievales como tiempos difíciles.
Francia e Inglaterra se encuentran enfrentadas en la guerra
de los Cien Años. Tan larga lucha determina acciones bélicas
esporádicas y el problema constante de ocupación de tierras
por el enemigo o el desplazamiento de tropas mercenarias
que — en los momentos de tregua— subsisten por medio del
pillaje. A veces, también estas gentes de bandera blanca se
desplazan para ponerse al servicio de las diversas fuerzas que
se disputan el poder en los Estados nacionales que se están
constituyendo: lucha por la imposición de los Trastámaras
en Castilla, en Italia, presión de los señores-tiranos contra la
libertad comunal y constitución de principados en lugar de
ciudades-Estado. En el sur de Italia, enfrentamiento entre An-
jou y Aragón por el reino de Ñipóles. Inglaterra debe ocupar­
se no sólo del frente francés sino también guerrea contra los
escoceses, sufre las guerras civiles de tiempos de Ricardo II y
el enfrentamiento de las casas de York y Lancaster en la Gue­
rra de las dos rosas. Alemania se ve perturbada por continuos
conflictos bélicos.
El siglo XTV está signado por hambrunas reiteradas desde
el comienzo. Y — como dice el adagio— "después del hambre
domina la peste". El golpe más grave de la epidemia estuvo
dado por la peste bubónica de 1348. Actualmente se cree que
sus estragos no fueron tan considerables como se pensó.
Sin duda, afectó en mayor medida a ciertas regiones. Ata­
có en ese año — llegando desde Crimea— las islas mediterrá­
neas, Italia, España, Francia. Al año siguiente —1349— Euro­
pa central y Alemania con los países germánicos, Flandes y el
sur de Inglaterra; en 1350 el norte de ese país.
Evidentemente, la peste tuvo un gran efecto psicológico. Y
consecuencias sobre el índice de población (esta afirmación se
basa sólo en cálculos regionales).
Esta peste de 1348 fue seguida por otras muchas epidemias
que — si bien de menor envergadura— impidieron el resta­
blecimiento de la demografía, determinaron el menor núme­
ro de matrimonios y la disminución de la natalidad.
La peste — como la guerra— influyó en la composición de
las familias y en el abandono de los campos. Este abandono
osciló entre el 20 y más del 40 % según las regiones. La po­
blación campesina — cuando no huyó a las ciudades en busca
de trabajo, de protección, de alimento...— realizó su labor al
amparo de castillos y fortalezas. Tan evidente fue el éxodo de
la población campesina que — en muchas regiones— se esta­
bleció una especie de atadura a la tierra.
Posiblemente problemas climáticos — cuyo estudio aún no
es satisfactorio— hayan influido en la producción de granos
— insuficiente— en el retroceso de los bosques, en problemas
sociales como la disminución de los salarios.
Todo este panorama confluye en un desasosiego de los
grupos sociales, en los diversos niveles de la escala.
La Guerra de los Cien Años, en particular, demostró la ob­
solescencia de la nobleza y de sus métodos guerreros.
La guerra en estos momentos pasa — según hemos dicho—
a manos de grupos mercenarios. Por tanto, príncipes y seño­
res pierden prestigio y capacidad directa de mando. Aparece
el fenómeno del bandidismo ejercido por pequeños señores
que erigen fortalezas, que exigen peajes, que hacen difícil o
inquietante todo viaje o tránsito.
Estas circunstancias y la desdichada fortuna en la guerra
hacen que los sometidos al poder señorial se rebelen. Es el
momento de las grandes revueltas campesinas. Las denomi­
namos revueltas porque no pretenden alterar el orden esta­
blecido sino retomar a él bajo un "buen señor". Esos grupos
campesinos se ven agobiados por exacciones señoriales e im­
posiciones fiscales por parte del poder central. Esto determi­
nó movimientos en diversos lugares: en el N. de Jutlandia
(1411), Finlandia (1438). Entre las más importantes se cuenta
la revuelta campesina de Inglaterra del año 1381; en este caso
nos encontramos con un cuestionamiento severo del orden
social. El impuesto que ese año cayó sobre las poblaciones
rurales determinó un levantamiento azuzado por prédicas
heréticas. Se repite la pregunta: "Cuando Adán cavaba y Eva
hilaba ¿dónde estaba el gentilhombre?" En ese año se pro­
ducen revueltas en París; en 1382 en Rouen, en Béziers, en
Flandes, aparecen en el S.O. de Francia las agresiones de los
tuchins (¿mataperros? ¿gentes de los matorrales?, entre la re­
vuelta y el bandidismo). En Cataluña se sublevan los payeses
de remensa (los campesinos que debían redimir su libertad de
movimiento mediante pago), Mallorca conoce perturbaciones
análogas.
Sin duda, la de mayor efecto —junto con la inglesa de
1381— fue la revuelta conocida como jacquerie en Francia y
que tuvo lugar entre mayo y junio de 1358.
Contemporáneamente, se produjeron levantamientos en
las ciudades como el encabezado por Etienne Marcel — síndi­
co de los pañeros— en París.
El equilibrio de los poderes temporal y espiritual se rompió
en el enfrentamiento de Bonifacio VHI (1294-1303) y de Felipe
IV de Francia (1285-1314). El Papa trató de imponer la supre­
macía pontificia. A su muerte, su sucesor francés — Clemente
V (1305-1314) — cedió a la presión del monarca condenando
a la Orden del Temple. Mayor desprestigio para la tradición
papal implicó el traslado de la corte pontificia a Avignon a
pesar de lo que significó la organización administrativa y fis­
cal del pontificado y de la importancia cultural que los Papas
imprimieron a la ciudad.
Aunque en 1377 se regresó a la sede romana, la situación
del Papado se vio complicada con la doble elección pontifi­
cia (Cisma de Occidente), se buscaron soluciones y triunfó el
condliarismo.
En este período aparecen movimientos heréticos como el
wyclifmo (Juan Wyclif 1330-1384) y el husismo (Juan Hus, +
1415) que tuvieron, además, resonancia política.
Es momento de experiencias místicas fundamentales, se
insiste en la interioridad de la vida espiritual, se abren las lí­
neas de la devotio moderna.
¿Fueron éstas las causas de los problemas socio-económi­
cos del final de la Edad Media o se originaron en el funcio­
namiento mismo del sistema? Algunos autores señalan dos
motivos profundos: a) el crecimiento extensivo de los culti­
vos acompañado por una técnica estática y b) el problema de
la producción expresada a través de la grande y la pequeña
propiedad. Esto se tradujo en un descenso de las rentas seño­
riales y en la presión —manifestada en diversas formas pero
siempre coactivamente— por parte de señores y Estado con
el consiguiente empobrecimiento de las clases campesinas y
la reacción violenta de las mismas.
A pesar de este desalentador panorama, los últimos siglos
medievales conocieron novedades y afirmaciones. Entre otros,
la estructuración y el fortalecimiento de los Estados naciona­
les. Se establecerán los límites territoriales — como decimos,
en gran medida de manera violenta y bélica— se fortifican los
linajes reales, se estructura la autoridad pública... Sin duda, la
Guerra de los Cien Años había despertado los sentimientos
nacionales, al llamar a la oposición contra el extranjero.
El mundo mediterráneo había constituido el ámbito del
imperio colonial de las potencias marítimas italianas. Pero di­
versos acontecimientos determinaron la crisis de esa preemi­
nencia. Las ciudades italianas hubieron de reacomodar sus
áreas de influencia.
El Mediterráneo comienza a abrirse por Occidente merced
a la acción navegante, primero de los portugueses, luego de
los castellanos. Acdón marinera —más tarde descubridora y
conquistadora— favorecida y sostenida por los nuevos pro­
gresos técnicos.
En lo social, los historiadores se preguntan cuál de ambas,
si la nobleza o la burguesía fueron las triunfadoras.
Leamos un pasaje de las memorias de un burgués como Pi-
tti (Buonacorso Pitti, siglos XIV-XV) para poder dar respuesta.
Recuerda el ennoblecimiento de su familia por parte del em­
perador. Y transcribe las palabras del soberano: "Quiero darte
el signo de mis armas y te ennoblezco a tí y a tus hermanos
y a vuestros descendientes". El autor compone entonces un
soneto en que alude a la nueva condición de la familia y de
sus sucesores: "De nobleza, con vuestros descendientes / po­
demos llevar en las armas nuestras enseñas / con las demás
preeminendas atinentes / [....]/ Por tanto, diligentes, herma­
nos e hijos, actuad y hablad bien como aquél a quien convie­
ne gentileza".
Creemos que se produjo una simbiosis, un trasvasamien-
to de valores, que se influyeron mutuamente, la burguesía
adoptó, en muchos casos, modos de vida que correspondían
a la nobleza y ésta no sólo aprovechó indirectamente la activi­
dad burguesa para enriquecerse sino que la ejerció de manera
personal, en suma, entendió las ventajas de los nuevos méto­
dos económicos que la burguesía había estructurado y que, al
fin, imperarán.

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