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Reseña: Smadja, E. (2011). The Œdipus complex, crystallizer of the debate between
psychoanalysis and anthropology. The International Journal of Psychoanalysis. 92(4), 985-1007.
A continuación plantea una serie de preguntas a modo retórico sobre las que
versará el desarrollo de su artículo. Plantea qué elementos de conflicto o rechazo al
psicoanálisis simboliza el complejo de Edipo y su universalidad. Añade, además, su
duda respecto a por qué existen reacciones tan diferentes y opuestas ante este
concepto. Se pregunta qué motivos latentes podrían existir y, en términos de
psicoanálisis de masas, cuál podría ser la fantasía subyacente tanto en
antropólogos como en psicoanalistas. Smadja se plantea también cuáles serán las
cuestiones en juego y si éstas serán realmente científicas o de otra naturaleza y
cuál será el papel que ha jugado el psicoanálisis en este conflicto, en particular en
relación con su representación y su manera de hacer frente a la realidad socio-
cultural e histórica.
Señala el autor aquí lo que la historia del conflicto entre estas dos ciencias humanas
nos enseña sobre la historia de las ideas y de sus procesos y las formas de
comunicación dentro del vasto e ilimitado campo de conocimiento que, al ser un
proceso vivo, está constantemente cambiando. No puede haber duda de que la
pluralidad de factores añaden complejidad desde el comienzo a las condiciones en
las que emerge este debate; siendo un debate que evolucionará en diversas etapas
y en distintos lugares.
Para iniciar este apartado, el autor añade la visión de Michel Foucault, quien
consideraba que el siglo XIX proveyó las condiciones adecuadas para la existencia
de las ciencias humanas. El objeto de estudio que antropología y psicoanálisis se
dan a sí mismos, su singular conformación, la posición contigua que estas
disciplinas ocupan y la función que tienen dentro del espacio general
del episteme, llevó a Foucault a examinar las relaciones particulares entre ellas.
Añade Smadja aquí cómo en El Orden de las Cosas (Foucalt, 1970), se refiere al
“perpetuo principio de inquietud, de poner en duda, de crítica y de discusión”,
engendrado por dos cuerpos de conocimiento. Al producirse un descentramiento
del sujeto, en relación a sus propias referencias culturales, confrontándole con la
extrañeza de la diversidad cultural, así como en relación con la ilusoria
omnipresencia y omnipotencia de su mente consciente y llevándole a descubrir las
profundidades inconscientes de la psique, ambas disciplinas demuestran ser
fundamentalmente peligrosas dentro de las ciencias humanas y,
consecuentemente, comparten esta propiedad desestabilizante.
Continúa entonces el proceso añadiendo cómo desde finales del siglo XIX hacia
adelante, este marco de pensamiento evolucionista ya no parecía adecuado para
explicar la suma total de las observaciones etnográficas. En este contexto crítico,
aparecieron nuevos modelos interpretativos, entre los cuales estaba la escuela
difusionista, que florecía en el inicio del siglo XX (Friedrich Ratzel en 1882; Léo
Frobénius, 1898; Fritz Graebner, 1905,1911). Para estos antropogeógrafos, las
similitudes entre los rasgos de distintas sociedades debían estar relacionadas con
fenómenos que implicasen contactos previos entre las culturas geográficamente
distantes.
A continuación pasa Smadja a comentar los inicios del psicoanálisis, creado por
Sigmund Freud hacia finales del siglo XIX y constituido como un cuerpo de
conocimiento, así como un método de investigación del inconsciente y un medio de
tratar “trastornos neuróticos”. Como resultado de su autoanálisis y su práctica
clínica, Freud descubre el complejo de Edipo que se convertirá en concepto central
del psicoanálisis, requiriendo un largo período de elaboración (de 1897 a 1923, es
decir 26 años). Considerándolo como un organizador de la mente humana, Freud
especuló sobre su universalidad, independientemente de condiciones históricas y
socio-culturales. Señala aquí el autor esta concepción del complejo de Edipo como
universal como punto clave que entorpecerá desde su comienzo las condiciones del
diálogo entre las dos disciplinas, al toparse con el postulado evolucionista de la
unidad de la mente humana y de la única trayectoria histórica de la humanidad.
Uno de las cuestiones recurrentes dentro del desarrollo del artículo será Tótem y
Tabú (1913), donde Freud llevó a cabo su primer gran intento de interpretar los
descubrimientos etnográficos psicoanalíticamente. Esto le llevó a postular en
particular la universalidad del complejo de Edipo, que consideraba como elemento
fundador de las primeras instituciones sociales, y que se convertiría en un
constituyente de la teoría freudiana de la cultura. Posteriormente el complejo de
Edipo sufriría modificaciones. En 1912-1913, sólo consideraba el componente
positivo del niño y su filogénesis, describiendo su forma completa en 1923 en El Yo
y el Ello(Freud, 1923). El complejo de Edipo de la niña sólo sería concebido más
adelante en sus contribuciones en sexualidad femenina.
En esta sección, Smadja desglosa el conflicto en los distintos frentes en los que se
desarrolla y los relata de manera cronológica, comenzando por Gran Bretaña.
● Gran Bretaña
Refleja Smadja que será Seligman el primero que decide poner a prueba la validez
de las tesis freudianas confrontándolas no sólo en sus observaciones hospitalarias,
sino también con su material etnográfico.
El autor plantea a continuación que fue realmente otro autor, Bronislaw Malinowski
(1844-1942) quien introduciría el debate al crear sus tres afirmaciones
fundamentales, tras su trabajo de campo en las islas Tobriand de 1915 a 1918.
Según explica Smadja, éste sería espoleado por su profesor C. G. Seligman, quien
le pidió a comienzos de 1918 que pusiese a prueba la posibilidad de aplicación de
las tesis freudianas a los tobriandeses.
Para continuar, añade Smadja la reflexión de Bertrand Pulman sobre este tema,
quien en 2002 declararía que el trabajo de campo de Malinowski en las islas
Tobriand fue presentado sistemáticamente como el principal momento fundacional
de la etnografía moderna, siendo por tanto objeto de una importante elaboración
mítica. Se añadiría por tanto aquí a Malinowski como el primer antropólogo en
teorizar sobre la base de una experiencia preliminar de trabajo de campo y por tanto
inaugurando un “sistema de verdad” del discurso antropológico basado en el nuevo
modelo de la autoridad etnográfica.
Los tres textos principales en los que Malinowski entra en debate con el
psicoanálisis son: Psicoanálisis y antropología en Nature (1923); Psicoanálisis y
antropología en Psyche (1924), traducida y publicada en Imago; y Complejo y mito
en derecho materno en Psyche (1925).
Pasa entonces Smadja a explicar las tesis de Malinowski, quien afirmaría que existe
mucha libertad sexual entre los tobriandeses y que el desarrollo psicosexual del niño
no sigue las etapas descritas por S. Freud (en particular no habría erotismo anal ni
periodo de latencia), existiendo una ignorancia total de los mecanismos fisiológicos
de paternidad. Según esto, el complejo de Edipo estaría ausente en los
tobriandeses y por lo tanto no podría considerarse universal. Añade aquí el autor
una aclaración al respecto de las tesis de Malinowski, especificando que hay un
complejo nuclear específico de sociedades matrilineales en el contexto en el que
los deseos incestuosos de los niños son dirigidos hacia su hermana, mientras que
los impulsos hostiles son dirigidos hacia el tío materno. Según Smadja, Malinowski
subrayaría el restringido significado sociológico de las tesis freudianas, mostrando
que no había considerado la diversidad de configuraciones sociales y familiares.
Para plantear la importancia del trabajo de Malinowski, el autor añade una nueva
reflexión de Pulman que, en 1991, recalcaría que el mantenimiento de las
afirmaciones de Malinowski en la doxa de la antropología contemporánea, pese a
la acumulación de evidencias contradictorias, es sorprendente tanto desde un punto
de vista etnográfico como psicoanalítico.
Según el autor, será el trabajo de Malinowski lo que motive a Géza Roheim (1891-
1953) para partir hacia Australia y Melanesia añadiéndose así a la lista de
psicoanalistas y etnógrafos que se desplazaban y observaban las cosas por sí
mismos. El proyecto de expedición fue posible gracias a la asistencia financiera de
Marie Bonaparte. Por tanto, de 1928 a 1931 realizó su trabajo de campo de forma
sucesiva en distintos lugares, en Somalia, Australia, en la isla de Normanby y más
tarde en Arizona entre los Yuma. En la isla de Normanby encontraría una sociedad
matrilineal cercana a la de las islas Tobriand, donde reveló la existencia de impulsos
edípicos reprimidos entre sus integrantes con la ayuda de técnicas de investigación
como el análisis de los sueños y el juego de los niños. Sus primeros resultados
fueron publicados en 1932 en el International Journal of Psycho-
Analysis, respondiendo por tanto a las afirmaciones de Malinowski quien,
desafortunadamente, no ofreció reacción.
Smadja cita entonces a Roheim, que reflexiona sobre la generación del complejo de
Edipo en esta sociedad enPsychoanalysis y Anthropology (1950). Comenta Roheim
que los niños en esta sociedad viven con su padre y su madre desde los cinco a los
diez primeros años de vida y sólo tras esto se marchan con su tío, planteando cómo
podremos asumir que comienza un complejo avuncular en lugar de un complejo de
Edipo. Roheim establece que Malinowski sitúa los hechos de una forma que
invalidaría su propia teoría. Aclara que en esta sociedad, el niño comienza su vida
en una situación edípica con un complejo de Edipo y en la fase prepuberal la
sociedad coloca a otro padre aún más severo con el que lidiar, su tío materno,
siendo posible por tanto desplazar parte de la hostilidad del padre hacia el tío.
● Estados Unidos
A comienzos de los años 30, el eje del debate entre psicoanálisis y antropología se
centra de forma más marcada en Estados Unidos.
El último autor que plantea Smadja como de especial relevancia en este frente del
conflicto es Georges Devereux (1908-1985) que fue antropólogo antes de
convertirse en analista en los EE.UU. y más tarde en Francia. Devereux añadiría
una visión innovadora a la relación entre antropología y psicoanálisis, estableciendo
relaciones complementarias entre ellas, basadas en la uniformidad tanto de la
cultura como de la psique humana. Fue además el creador de dos nuevas
disciplinas, el etnopsicoanálisis complementarista y la etnopsiquiatría. Para cerrar
este apartado, cita Smadja el libro de este autor Etnopsicoanálisis: Psicoanálisis y
antropología como marcos complementarios de referencia (1955) donde realiza tres
postulados y una conclusión importantes para la cuestión que tratamos. Los
postulados que indica Devereux en este libro son (1) la unidad psíquica de la
humanidad, que incluye su capacidad para la variabilidad extrema; (2) el principio
de las posibilidades limitadas; y (3) el descubrimiento que está generalizado e
incluso culturalmente implementado en una sociedad es a menudo reprimido en
otras sociedades. Tras estos postulados, concluye el autor que todos los impulsos,
deseos y fantasías observados por los psicoanalistas en un entorno clínico podrían
ser igualados punto por punto por todas las creencias culturales y mecanismos
conocidos por los antropólogos. Basaría por último la veracidad de esta conclusión
en que las fantasías e instrumentos culturales son productos de la mente humana y
por tanto del propio inconsciente.
● Francia
Para concluir esta sección, añade Smadja un último autor a destacar, Roger Bastide
(1898-1974). Este sociólogo y etnólogo examinó la posibilidad de conciliación entre
la observación de la relatividad y diversidad de las culturas e instituciones sociales
y, el postulado implícito del psicoanálisis, la unidad e identidad de la mente humana,
independientemente de la variación histórica y cultural. Este autor desarrollaría una
concepción relativista del complejo de Edipo que designa en 1950 como “una
formación sociológica específica a las sociedad paternalistas”, adhiriéndose por
tanto a la tesis de Malinowski.
Discusión general
En esta sección, el autor plantea ya una reflexión pormenorizada sobre los distintos
aspectos que considera fundamentales en este conflicto.
● Observaciones y comentarios
En esta sección pasa el autor a realizar un análisis del trabajo de Malinowski. Éste,
inicialmente, mantuvo una aproximación de corte etnográfica respecto al complejo
de Edipo, basada en la observación fenomenológica. Tendrá, según Smadja, una
visión reducida del complejo, al tener en cuenta sólo al niño en forma
exclusivamente directa y positiva mientra ignora a la niña. Además en esta
interpretación se obvia el complejo de castración y se simplifica la rivalidad del hijo
hacia su padre en una lucha por la “posesión” de su madre y no un conflicto con
la autoridad en sí. Esta forma de comprenderlo, de una manera distorsionada, fue
adoptada por la comunidad antropológica internacional durante ese período
histórico.
Añade Smadja que, más tarde y bajo la inspiración del trabajo de Alexander Shand,
Malinowski transformó esta forma “reducida” en un complejo “bio-conductual” sujeto
a la influencia de factores sociales. Por tanto, interpretó este concepto como un
“complejo familiar nuclear”, determinado por la organización familiar de una
sociedad determinada. Interpreta por tanto Smadja que, desde este punto de vista,
se consideraría que el gran mérito de Freud sería el descubrimiento del complejo
familiar nuclear de las sociedades patriarcales mientras que Malinowski descubrió
el de las matriarcales. Además descubrió también la correlación fundamental entre
el complejo nuclear y el tipo de estructura familiar y su relación con determinadas
organizaciones sociales, es decir, su relatividad socio-cultural. Considera Smadja
que su autoridad etnográfica le permitió imponer su tesis relativista que otros
antropólogos apropiarán por múltiples motivos, transformando en el proceso el
complejo de Edipo desde un atributo de la naturaleza humana a una “formación
social” normal o patológica. Malinowski habría así contestado una cuestión de su
profesor, Seligman, y haciéndolo habría invalidado la principal tesis psicoanalítica,
la universalidad del complejo de Edipo; descubriendo y estableciendo a su vez el
relativismo cultural. Aclara Smadja que este será un punto de inflexión, ya que la
identidad de cada una de las disciplinas quedó así establecida y estará
caracterizada por ciertos rasgos que se mantendrán permanentes a lo largo del
tiempo.
En este punto, remarca Smadja su visión de que los antropólogos en ese periodo
histórico parecen presentar una visión del psicoanálisis como una teoría puramente
especulativa, con pretensiones universalistas y fundamentalmente
etnocéntrica. De esta forma se obvian importantes aspectos, su interés por el
estudio del inconsciente, sus fundamentos clínicos y su dimensión terapéutica.
Señala que algunos autores separan metodología y cuerpo teórico y utilizan lo
primero para rechazar lo segundo mientras que otros lo rechazan seleccionando
ciertos conceptos. Señala que esta reducción y fragmentación del psicoanálisis es
producto de múltiples operaciones de separación y escotomización que está
alentado por motivos defensivos y cuestiones relacionadas con ideología e
identidad.
Un punto fundamental para esta visión será, según Smadja, la perspectiva relativista
de los antropólogos en ese tiempo, opuesta a la perspectiva universalista del
psicoanálisis. Incluso si la búsqueda por la universalidad caracteriza el
estructuralismo, se opone, de otra forma, a la búsqueda del psicoanálisis que
recuerda la búsqueda del evolucionismo. Plantea que la antropología podría, de
hecho, ver en el psicoanálisis tres aspectos fundamentales de su “infancia
evolucionista”: 1) pensadores puramente especulativos que realizan su trabajo
sentados en los sofás de sus estudios sin experiencia de campo; 2) el postulado de
la universalidad de la mente humana y de una historia humana uniforme; y 3) un
prejuicio etnocéntrico transformado en “modelo científico etnocentrista”.
● Elementos de inteligibilidad
En este apartado plantea Smadja una serie de conceptos y nociones que pueden
ayudar a encontrar caminos para la comprensión de este conflicto: conceptos
antropológicos como aculturación y los aspectos de su difusión y asimilación,
procesos de tendencia cultural y accidentes históricos, entre las circunstancias
históricas del cambio cultural, así como las nociones de reinterpretación y
sincretismo, trauma e identidad. El autor plantea dos analogías para ayudar a
conceptualizar esta historia, la primera identifica psicoanálisis y antropología con
dos culturas y, la segunda, con dos cuerpos “imaginarios” en contacto entre ellos,
de acuerdo con la teorización de Didier Anzieu.
A continuación el autor aplica estos conceptos al conflicto del artículo, viendo que
las resistencias de la antropología a aceptar el elemento cultural “universalidad del
complejo de Edipo” pueden haber encontrado su expresión en el segundo tipo
“adopción de nuevos recursos con el objetivo de mantener fines existentes”. Plantea
que estos nuevos recursos serían el complejo de Edipo considerado un complejo
familiar nuclear, pero que su universalidad es rechazada y los fines existentes se
referirían a la defensa y afirmación del relativismo cultural emergente. Según su
planeamiento, existiría una situación de “aculturación antagónica” experimentada
por la antropología, en la que los antropólogos aceptarían este complejo de Edipo
como un complejo familiar exclusivamente en sociedades patriarcales, pero no en
las matriarcales.
Siguiendo esta línea, Smadja mantiene como punto clave el encuentro con el
psicoanálisis a través en primer lugar de Tótem y tabú. Según su
planteamiento, este descubrimiento tendrá una dimensión traumática que
justificaría las manifestaciones de resistencia y aculturación antagónica desde la
antropología siendo en adelante un punto organizador de la historia de la relación
conflictiva entre estas disciplinas. Añade, además, que el impacto de esta irrupción
del psicoanálisis será más traumático para la antropología al ocurrir en un momento
crítico de su historia y por tanto de mayor vulnerabilidad, siendo el momento en que
el evolucionismo y sus postulados de unidad de la mente humana estaban en
declive, que pronto sería sustituido por el paradigma del relativismo cultural.
Puntualiza Smadja para finalizar este apartado que esta situación de aculturación
también produciría la creación de nuevas disciplinas que llama “aculturativas” entre
las que se incluirían la antropología psicoanalítica de Kardiner y Roheim, la
psicosociología analítica de Fromm y la etnospsiquiatría y etnopsicoanálisis
complementarista de Devereux.
Para finalizar este apartado, Smadja afirma que ciertos conceptos y nociones
pertenecen exclusivamente al cuerpo teórico psicoanalítico y su vocabulario, pero,
en los inicios de este debate histórico, ciertos antropólogos encontraron algunos
especialmente atrayentes, como el inconsciente, lo latente y lo manifiesto, represión
e identificación, si bien rechazaban el resto, en particular fantasía inconsciente,
sexualidad infantil, impulso y libido. De hecho, la metodología psicoanalítica, de
acuerdo con ciertos conceptos y nociones, era privilegiada por ciertos antropólogos,
mientras sus cimientos clínicos eran obviados o rechazados. Desde el otro punto de
vista, los psicoanalistas estaban sobre todo interesados por el material etnográfico
en detrimento de los conceptos y dimensión teórica de la antropología.
Concluye el autor que los fenómenos de aculturación parecen ser tan selectivos
entre culturas como entre disciplinas científicas.
En este apartado, Smadja comienza indicando que tratamos sobre dos ciencias
humanas que exploran los diversos modos de “fabricación” del ser humano así
como sus múltiples representaciones y “figuras”
Indica el autor que, bajo su punto de vista, el debate entre estas disciplinas ha
llevado a un enriquecimiento mutuo, especialmente respecto a las inseparables
relaciones entre intereses ideológicos, institucionales y científicos así como en
cuestiones científicas y de identidad pero que, por otro lado, ha empobrecido
considerablemente el conocimiento unificado del ser humano a través de múltiples
operaciones de escotomización, separación, distorsión, evasión y represión.
Puntualiza que la consecuencia de este proceso ha sido el sufrimiento por parte del
conocimiento en ciencias humanas en sí.
Además de esto, añade Smadja lo que considera otro punto de unión entre estos
dos objetos, inconsciente y cultura: ambos tienen un estatus doble, interior y
exterior, intrapsíquico y socio-cultural. Explicando este punto, Smadja señala que,
como el inconsciente, la cultura tiene también una realidad intrapsíquica, presente
en cada individuo (y por tanto en cada miembro de una sociedad) a través de
entidades psíquicas freudianas del yo y superyó. Según su visión, esta experiencia
intrapsíquica y corporal, producto de procesos de enculturación o “introyección
cultural”, será una de las condiciones para la humanización y socialización de todo
ser humano.
Plantea que esta línea de pensamiento puede ser desarrollada, además, dentro del
marco de una noción que podría parecer común y explotable por ambas disciplinas.
Será el concepto de trabajo cultural o trabajo de cultura (dependiendo de las
traducciones), introducido por Freud pero sin llegar a estar bien definido. Señala su
propia contribución en este tema (2009), intentando definir y desarrollar este
concepto dentro de una perspectiva freudiana.
Para ir cerrando este apartado, identifica el autor una de las principales fuentes de
ansiedad que provendrá de los movimientos identificatorios con el otro, y con otros,
seres humanos como el propio etnólogo o psicoanalista, y las resonancias con
ciertos aspectos de la vida psíquica inconsciente de estos investigadores. Apunta
además la auto-observación indirecta, la capacidad de estar al mismo tiempo en la
posición de sujeto y objeto de observación, como punto en común en estas
disciplinas. Propone que una medida defensiva de un tipo metodológico o ideológico
consistirá en establecer cierta distancia protectora con los demás, buscando
exagerar la diferencia entre uno mismo y los otros, en búsqueda de lo que es único
y especial. Y, mencionando de nuevo a Devereux, esto conducirá, según el autor, a
negar la unidad psíquica de la humanidad y atribuir una psicología “especial” a cada
grupo étnico. Siguiendo con Devereux, subraya Smadja su observación de esta
tendencia, muy marcada entre los etnólogos hostiles al psicoanálisis, quienes
tendrían una tendencia a ignorar los rasgos latentes que compensan los rasgos
culturales extremos evidentes. En esta misma línea, plantea como ejemplo que éste
sería el caso del relativismo cultural, que aborda a los otros y sus prácticas como
objetos de observación deshumanizados. Siguiendo este ejemplo, plantea el autor
que el objetivo real (si bien no reconocido e inconsciente) de los medios de
distanciamiento y del “objetificar” es “la interrupción del principal diálogo del
inconsciente”.
Para finalizar, señala el autor que esta historia también ha sido marcada por la
singular evolución de estos dos cuerpos de conocimiento. Por un lado plantea que
el psicoanálisis freudiano ha evolucionado, apareciendo otras escuelas de
pensamiento, y lo mismo ha ocurrido con la antropología. Plantea Smadja que
algunos psicoanalistas, abandonando o distorsionando algunos conceptos
freudianos, se han adherido a la primacía sociológica y al relativismo cultural, así
como algunos antropólogos han adoptado conceptos freudianos mientras otros han
sido atraídos por las tesis de Jung o de otros autores.
Conclusión
Para comenzar su conclusión final, plantea el autor que la propia historia de este
conflicto que ha desarrollado y los elementos de inteligibilidad que aporta (que
considera pocos) sugieren que los determinantes y cuestiones en juego pertenecen
más al orden ideológico o de la identidad que a los puramente científicos. De hecho,
apunta Smadja que, en el análisis final, el psicoanálisis y la antropología al ser
ambas ciencias humanas comparten dos objetos de estudio comunes -el
inconsciente y la cultura- que considera dos componentes interdependientes y
atributos de humanidad. En consecuencia, añade que deberían ser capaces de
ofrecernos una mayor comprensión de la unidad, diversidad y complejidad de esta
realidad humana.
El autor además reflexiona sobre los efectos que tiene la realidad sociocultural e
histórica en la psique y en el curso de las vidas de los individuos miembros de una
determinada sociedad, en especial a través de religiones y mitos. Añade que una
antropología psicoanalítica debería explorar esta otra dirección.
Comentario
En este artículo Smadja desmenuza la relación entre las disciplinas desde su inicio,
observando cómo entran en contacto y cómo se va generando el conflicto. Esto nos
ofrece un interesante punto de vista que no podríamos obtener de otra manera.
El complejo de Edipo ha sido desde los inicios del psicoanálisis una noción
central de su cuerpo teórico que ha generado mucha controversia, en especial en
otras ciencias humanas. Es aquí donde señala Smadja que hay que realizar más
esfuerzo para pararse e intentar desgranar qué parte del conflicto con la
antropología se relaciona con una incomprensión o malentendido de términos o
conceptos y qué parte está en relación con un choque teórico directo.
Este conflicto, perpetuado desde los inicios del encuentro entre estas doctrinas, ha
dificultado una aproximación ecuánime por ambas partes. Desde la antropología,
esto ha hecho que se haya mantenido la visión inicial cargada de rechazo y ha
dificultado el intercambio con el psicoanálisis a lo largo de los años. Muchos
términos y conceptos psicoanalíticos han sido revisados y reinterpretados. En el
caso concreto del complejo de Edipo, Kohut por ejemplo recurre a otro mito, el de
Ulises, como paradigma de la normalidad en la interacción entre progenitores e
hijos, planteando el complejo de Edipo como una versión patológica dominada por
la competitividad intergeneracional (Juri y Ferrari, 2000). Siguiendo esta línea, sería
enriquecedor poder tener una visión paralela del desarrollo del complejo de Edipo y
de la respuesta de la antropología a estas reinterpretaciones y aportaciones.
Por otro lado, los planteamientos del autor respecto al conflicto provienen de un
prisma basado en el psicoanálisis y, aunque propone en todo momento la
colaboración entre escuelas, parece sugerir a lo largo de su trabajo que es la
antropología la que tendría que acomodar las nociones psicoanalíticas que no
acepta. En este sentido, sería una buena aportación disponer de la visión del
conflicto desde la óptica de alguien con una formación psicoanalítica distinta a la del
autor o también de alguien totalmente externo a esta doctrina, que lo observase
desde un prisma puramente antropológico.
Bibliografía
Juri L., Ferrari L. (2000). ¿Rivalidad edípica o cooperación intergeneracional? Del Edipo
de Freud al Ulises de Kohut.Aperturas Psicoanalíticas, 5. (www.aperturas.org)