La criticidad se constituye en un valor intelectual necesario para el desarrollo moral
y la cultura democrática. Esto último la convierte en un requisito insoslayable a desarrollar por los sistemas educativos contemporáneos, sobre todo en aquellas sociedades que como la nuestra (México), demandan una forma de vida social más democrática, que entre otras cosas, exige de los ciudadanos el ejercicio de competencias y disposiciones intelectuales propias de un pensamiento crítico, pues sin crítica, es decir, sin la práctica plena de la libertad intelectual, la tarea de la escuela consistente en construir subjetividades éticas (capaces de argumentar convincente y comprehensivamente en torno a sus elecciones y decisiones), se convierte en un mero deseo más que en un objetivo pedagógico con posibilidades de realización propia en el complejo campo de la educación.
El proceso de democratización que vive actualmente nuestro país, demanda
precisamente del sistema educativo nacional, la formación temprana de ciudadanos capaces de practicar el valor intelectual de la criticidad, pues sin la posibilidad de cuestionar argumentalmente todo lo que aparece como evidente en la sociedad, no habrá adelanto posible de los ciudadanos en el dominio del conocimiento ni en el perfeccionamiento de la vida social. Cada vez más la crítica comienza a tener un lugar importante en el sistema social en que vivimos. Tan decisiva se nos ha vuelto su existencia que sin crítica es imposible la democracia. Como señala R.C. Kwant: Sin la crítica, la humanidad no habría alcanzado lo que de hecho es y tiene conquistado a estas alturas.
El desarrollo de la criticidad en los ciudadanos, ha de servir a la sociedad en su
carácter de inteligencia colectiva que razona, cuestiona, analiza, critica, propone e ilumina; inteligencia activa que entiende y comprende a todos a favor de todos. Por el contrario, se somete servilmente cuando se convierte en una programadora de procesos y productos de acuerdo a la demanda de un mercado regido por los intereses de grupos, a los que la crítica les resulta inoportuna, insoportable e intelectual y socialmente inútil.
1.2.Dialogo:
el diálogo es un tipo de conversación que requiere de una mayor cualificación, en donde: 1)
la conversación es altamente estructurada por su concentración en un tópico o tema que es problemático o polémico; 2) implica autorregulación y autocorrección para cuestionar los puntos de vista de los demás y autocorregir los propios ante los cuestionamientos y contraejemplos del grupo; 3) presenta una estructura igualitaria; los sujetos se valoran a sí mismos y a los otros en una relación de horizontalidad y no de verticalidad; 4) el diálogo es guiado por los intereses mutuos de sus miembros. 1.3.Tolerancia
Diremos en principio que la tolerancia, en cuanto valor ético-político del ciudadano, es
ambiguo: soporta un significado positivo y otro negativo. Mientras por una parte hace posible el reconocimiento del otro a pesar de su diferencia, por otra parte no siempre se trata de una virtud, esto debido a que en ella se” tolera” lo que de antemano se sabe que es objeto de desprecio y rechazo. Siempre somos tolerantes con lo que se nos aparece como nuestra diferencia con el otro.