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Sabemos que, juntos, podemos acabar con la pena de

muerte en cualquier parte.


Cada día, algún Estado ejecuta o condena a muerte a alguien como castigo por algún
delito, y a veces por actos que no deben estar castigados. En algunos países, puede
imponerse esta pena por delitos relacionados con las drogas, mientras que en otros se
reserva para los actos de terrorismo y los asesinatos.

Algunos países ejecutan a personas que tenían menos de 18 años en el momento de


cometerse el delito; otros aplican la pena capital a personas con discapacidades psíquicas
e intelectuales; y otros la aplican en el contexto de juicios sin las debidas garantías,
vulnerando claramente las normas y el derecho internacional. Así, la gente pasa años
condenada a muerte, sin saber cuándo le llegará el momento o si podrá volver a ver a su
familia.

La pena de muerte es la forma más extrema de pena cruel, inhumana y degradante.


Amnistía Internacional se opone a la pena de muerte en todos los casos sin
excepción, al margen de quién sea la persona acusada, de su culpabilidad o
inocencia, de la naturaleza y las circunstancias deldelito y del método de ejecución.

Amnistía Internacional sostiene que la pena de muerte constituye una violación de


derechos humanos y, en particular, del derecho a la vida y del derecho a no sufrir tortura ni
tratos o penas crueles, inhumanos y degradantes. Estos dos derechos están consagrados
en la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada en 1948 por las Naciones
Unidas.

Además, a lo largo del tiempo, la comunidad internacional ha ido adoptando diversos


instrumentos que prohíben el empleo de la pena de muerte, entre ellos los siguientes:

• El Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,


destinado a abolir la pena de muerte.
• El protocolo número 6 al Convenio Europeo de Derechos Humanos, sobre la abolición de
la pena de muerte, y el protocolo número 13 al mismo convenio, sobre la abolición de la
pena de muerte en todas las circunstancias.
• El Protocolo a la Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la Abolición
de la Pena de Muerte.

Aunque el derecho internacional dispone que se debe restringir el uso la pena de muerte
para los “más graves delitos”, es decir, el homicidio intencional, Amnistía Internacional
considera que la pena de muerte nunca es la solución.

La pena de muerte es un síntoma de una cultura de violencia, no su solución.

Métodos de ejecución
• Decapitación
electrocución
• Ahorcamiento
• Inyección letal
• Armas de fuego

Ejecución de personas que eran menores de edad en


el momento del delito
Hay países que siguen condenando a muerte y ejecutando a personas que eran menores
de 18 años en el momento del delito, a pesar de que el derecho internacional de los
derechos humanos prohíbe la aplicación de la pena de muerte en tales casos. El número
de esas ejecuciones es reducido en comparación con el total de ejecuciones anuales
registradas por Amnistía Internacional,

pero su importancia va más allá de las cifras, y pone en cuestión el compromiso de los
Estados ejecutores de respetar el derecho internacional.

Desde 1990, Amnistía Internacional ha documentado en 10 países 145 ejecuciones de


personas que eran menores de edad en el momento del delito: Arabia Saudí, China,
Estados Unidos de América, Irán, Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo,
Sudán, Sudán del Sur y Yemen.

Varios de estos países han cambiado ya sus leyes para excluir esta práctica. En Irán, las
ejecuciones de personas menores de edad en el momento del delito duplican con creces el
número la suma esas ejecuciones en los restantes nueve países. En el momento de
redactar el presente informe, esa cifra ascendía en Irán a al menos 97 ejecuciones desde
1990.

¿Dónde tienen lugar la mayoría de las ejecuciones?


En 2018, la mayoría de las ejecuciones de las que se tuvo noticia se produjeron en China,
Irán, Arabia Saudí, Vietnam e Irak, por ese orden.

China sigue siendo el mayor ejecutor del mundo, aunque se desconoce la verdadera
magnitud del empleo de la pena de muerte en ese país, ya que los datos correspondientes
están clasificados como secreto de Estado. En la cifra global de 2018 de al menos 690
ejecuciones, no se incluyen los miles de ellas que, según se cree, tuvieron lugar en China.

Excluyendo a China, el 78% de las ejecuciones registradas se produjeron en sólo cuatro


países: Arabia Saudí, Irak, Irán y Vietnam.

Ejecuciones por año


En 2018, Amnistía Internacional registró, al menos, 690 ejecuciones repartidas en 20
países, lo que supuso un descenso del 31% con respecto al año 2017, en el que se
registraron, al menos, 993 ejecuciones. Se trata del número más bajo de ejecuciones
registradas por Amnistía Internacional durante los últimos 10 años.

Condenas a muerte por año


Amnistía Internacional registró, al menos, 2.531 condenas a muerte nuevas en 54 países
en 2018, lo que supuso un ligero descenso con respecto a las 2.591 de 2017. Se tenía
constancia de que al finalizar 2018 había en todo el mundo al menos 19.336 personas
condenadas a muerte.

Razones para abolir la pena de muerte.


Es irreversible y se cometen errores. La ejecución es la máxima pena y es irrevocable:
nunca se puede descartar el riesgo de ejecutar a personas inocentes. Por ejemplo, desde
1973 más de 160 personas condenadas a muerte en Estados Unidos fueron
posteriormente exoneradas o liberadas tras haberse demostrado su inocencia. Otras
personas han sido ejecutadas pese a la existencia de serias dudas sobre su culpabilidad.

No disuade contra el crimen. Los países que mantienen la pena de muerte suelen
afirmar que es una forma de disuasión contra la delincuencia. Sin embargo, esta postura
ha sido desacreditada en repetidas ocasiones; no hay pruebas que demuestren que sea
más eficaz que la cadena perpetua a la hora de reducir la delincuencia.

Suele emplearse en sistemas de justicia poco imparciales. En muchos de los casos


registrados por Amnistía Internacional, las ejecuciones se consumaron tras juicios
manifiestamente injustos, en los que se emplearon pruebas obtenidas bajo tortura y no se
facilitó asistencia letrada adecuada. En algunos países la pena de muerte es preceptiva
para determinados delitos, con lo que los jueces no pueden analizar las circunstancias del
delito ni las de la persona acusada antes de dictar condena.

Es discriminatoria. El grueso de la pena de muerte recae, de manera desproporcionada,


sobre personas de entornos socioeconómicos desfavorecidos o pertenecientes a minorías
raciales, étnicas o religiosas. Éstas tienen, por ejemplo, acceso limitado a representación
legal o se encuentran en situación de desventaja ante el sistema de justicia penal.

Se usa como herramienta política. Las autoridades de algunos países, como Irán y
Sudán, usan la pena de muerte para castigar a opositores políticos.

¿Qué hace Amnistía Internacional para lograr la


abolición de la pena de muerte?
Amnistía Internacional lleva 40 años haciendo campaña en todo el mundo por la abolición
de la pena de muerte.

Amnistía hace un seguimiento del uso que los Estados hacen de esta forma, la más
extrema, de castigo cruel, inhumano y degradante con el fin de señalar públicamente a los
países que siguen aplicándolo y hacer que rindan cuentas por ello. Anualmente,
publicamos un informe con las cifras correspondientes y las tendencias de cada país. El
último, titulado Condenas a muerte y ejecuciones 2018, fue publicado en abril de 2019.

El trabajo de la organización en contra de la pena de muerte adopta múltiples formas,


entre ellas, proyectos específicos basados en trabajo de incidencia y de campaña en las
regiones de África, Asia y Oceanía, América y Europa y Asia Central; el refuerzo de
normas nacionales e internacionales en contra del uso de la pena capital, respaldando, por
ejemplo, la adopción por parte de la Asamblea General de la ONU de resoluciones sobre
una moratoria de la pena de muerte; y ejercer presión en relación con casos de personas
que se enfrentan a una ejecución inminente. También respaldamos las acciones y el
trabajo del movimiento abolicionista a escala nacional, regional y global.

Cuando Amnistía Internacional comenzó ese trabajo en 1977, sólo 16 países habían
abolido totalmente la pena de muerte. Hoy día la cifra asciende a 106, más de la mitad de
los países del mundo. El número de países abolicionistas en la ley o en la práctica es
superior a dos tercios del total.
CASOS PRÁCTICOS

Salvado de la pena de muerte: Hafez Ibrahim

El trabajo de campaña de Amnistía Internacional consiguió detener la ejecución del


yemení Hafez Ibrahimno una, sino dos veces. Hafez —acusado de un delito del que se declara
en todo momento inocente— iba a ser fusilado por un pelotón en 2005. De hecho, en la
prisión yemení lo condujeron a un pequeño patio, ante un grupo de soldados que sostenían
fusiles. Pensaba que había llegado el final.

Cuando se disponían a disparar, lo llevaron de vuelta a la celda, sin darle ninguna explicación.
“Estaba perdido. No entendía lo que pasaba. Más tarde supe que Amnistía Internacional había
llamado al presidente yemení para que detuviera mi ejecución y se había escuchado su
mensaje”, explica Hafez.

En 2007, cuando estaba de nuevo a punto de ser ejecutado, envió un SMS a Amnistía
Internacional: “Van a ejecutarnos”, comunicó Hafez.

Ese mensaje le salvó la vida, pues desató una campaña internacional que llevó al presidente
del país a detener, por segunda vez, su ejecución.

Ahora, Hayez es abogado, y ayuda en Yemen a gente encarcelada y condenada a muerte por
delitos cometidos cuando eran menores de edad. “Le debo la vida a Amnistía Internacional”,
asegura. Ahora dedico mi vida a luchar contra la pena de muerte”.

Activistas con una misión: Souleymane Sow

El trabajo de Amnistía Internacional cuenta con el respaldo de sus excelentes activistas, que
asumen la tarea de luchar contra esa aberrante práctica.

Souleymane Sow es voluntario de Amnistía Internacional desde que estudiaba en Francia. Con
la idea de contribuir al cambio, regresó a Guinea, donde fundó un Grupo local de voluntariado
de Amnistía Internacional y se puso manos a la obra. ¿Su objetivo? Promover la importancia de
los derechos humanos, educar a la población al respecto y erradicar la pena de muerte. Junto
con 34 ONG, lograron finalmente su meta el año pasado.
“Mis colegas y yo captamos apoyos contra la pena de muerte todos los días durante cinco
meses. En 2016, la Asamblea Nacional de Guinea votó a favor de un nuevo Código Penal que
eliminaba la pena de muerte de la lista de penas aplicables. El año pasado hizo lo mismo con el
Código Militar”, explica Souleymane.

“Fue un logro increíble, que demostró hasta dónde llega el poder de la gente. Era la primera
vez que tantas ONG se unían para hacer campaña sobre un tema. La gente decía que estaba
encantada con nuestro trabajo y que podía ver que el cambio es posible. Sobre todo, esto nos
ha inspirado para seguir luchando.”

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Pena de muerte

“La pena de muerte no tiene cabida en


el siglo XXI”

La frase del ex Secretario General de


las Naciones Unidas, Ban Ki-moon
refleja la tendencia mundial a la
abolición de la pena capital. Cada vez
son más numerosos los Estados
Miembros de todas las regiones que
reconocen que la pena de muerte
socava la dignidad humana y que su
abolición, o al menos una moratoria
sobre su aplicación, contribuye a potenciar el desarrollo gradual de los derechos
humanos.

Más de 160 Estados Miembros de las Naciones Unidas, que cuentan con una amplia
gama de sistemas jurídicos, culturas y tradiciones religiosas, han abolido ya la pena
capital o no la ponen en práctica. Sin embargo, en muchos países un gran número de
reos esperan su ejecución.

El ACNUDH, con su mandato de promover y proteger todos los derechos humanos,


promueve la abolición universal de la pena de muerte. Hay otras razones, además de la
índole fundamental del derecho a la vida, por las que el ACNUDH mantiene esta
posición, entre ellas figuran el riesgo inaceptable de que se ejecute a personas
inocentes y la ausencia de pruebas de que la pena capital sirve para disuadir a los
delincuentes.

De conformidad con las resoluciones de la Asamblea General que piden la supresión


gradual de la pena de muerte, la Oficina del ACNUDH apoya a los Estados Miembros, la
sociedad civil y otros interesados en las campañas que llevan a cabo para lograr una
moratoria de las ejecuciones y, en última instancia, su abolición en el mundo entero.

El contexto internacional

Desde principios del decenio de 1960, aunque en la mayoría de los países todavía se
aplicaba la pena capital, los encargados de redactar el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos (ICCPR por sus siglas en inglés) ya habían iniciado gestiones
encaminadas a lograr su abolición en el marco del derecho internacional.

Aunque el artículo 6 del ICCPR permite el uso de la pena de muerte en circunstancias


limitadas, también estipula que “ninguna disposición de este artículo podrá ser
invocada por un Estado Parte en el presente Pacto para demorar o impedir la abolición
de la pena capital”. ”

Salvaguardias para garantizar la protección de los derechos de los condenados a la


pena de muerte

En 1984, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas aprobó


las Salvaguardias para garantizar la protección de los derechos de los condenados a la
pena de muerte.

Second Optional Protocol to ICCPR, aiming at the abolition of the death penalty

In 1989, 33 years after the adoption of the Covenant itself, the UN General Assembly
adopted the El Segundo Protocolo Facultativo del ICCPR. En 1989, unos 33 años
después de la aprobación del Pacto Internacional, la Asamblea General de las Naciones
Unidas aprobó el Segundo Protocolo Facultativo del ICCPR, que dio un nuevo y decisivo
impulso al movimiento de abolición. Los Estados Miembros que se adhirieron a este
Protocolo acordaron no ejecutar a nadie que estuviese bajo su jurisdicción.

Resoluciones de la Asamblea General

En una serie de resoluciones aprobadas en 2007, 2008, 2010, 2012 y2013, la Asamblea
General instó a los Estados a que respetaran las normas internacionales que protegen
los derechos de los condenados a la pena capital, a que limitaran progresivamente su
uso y a que redujeran el número de figuras delictivas pasibles de pena de muerte.

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