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Sobre la guerra en Colombia

La violencia política colombiana de las últimas décadas ha sido caracterizada por muchos
académicos mediante diferentes categorías: insurgencia, guerra irregular, violencia. También fue
definida por el Estado con conceptos como subversión, conflicto armado, terrorismo. Asimismo ha
sido denominada guerra: “La violencia política colombiana de las últimas cinco décadas debe
caracterizarse como guerra”. escribe Jorge Giraldo. Para Gustavo Duncan, el conflicto interno
colombiano fue una guerra en la que el “asunto era sobre cómo gobernar comunidades periféricas
durante tiempo indefinido, sin importar cuánto durara la guerra, para extraer toda una serie de
recursos, desde económicos hasta políticos”. Para Francisco Gutiérrez hay factores que permiten
explicar cómo se generó la guerra en Colombia: “la herencia de un ciclo exterminador, desigualdad
agraria construida a través de la asignación política de los derechos de propiedad, exclusiones
horizontales de los campesinos, el haber mantenido abierta la puerta de la provisión privada de la
seguridad”.

Con estas afirmaciones de estos investigadores quiero destacar que la conclusión según la cual la
violencia política colombiana debe caracterizarse como guerra es uno de los elementos más
relevantes dentro del conjunto de estudios que conforman el informe “Contribución al
entendimiento del conflicto armado en Colombia”, que presentó recientemente la Comisión
Histórica del Conflicto Armado y sus Víctimas.

¿Por qué entró el país en guerra? y ¿por qué se prolongó esta durante tantas décadas? Después de
la experiencia de apertura política y crecimiento de las oportunidades económicas que representó
el Frente Nacional, se llegó a una situación crítica, especialmente para el campesinado, cuando
fracasó la reforma agraria a finales de los setenta. Según Giraldo, este fracaso obedeció a un “veto
de las élites agrarias a una modificación, así fuera tímida, del régimen de tierras”. Esto hay que
decirlo sin rodeos: la tierra ha sido un factor fundamental en el conflicto colombiano.

El fracaso de las reformas redistributivas de la tierra en el pacto de Chicoral tuvo como


consecuencia que los campesinos tuvieran que escoger nuevamente el camino de la colonización,
que se tradujo en un poblamiento de regiones en las cuales no había ni mercado ni Estado. Esto
profundizó el aislamiento, la desprotección estatal y pobreza del campesinado. En Colombia, la
desigualdad que sufrió este sector fue un ambiente propicio para la resistencia y la rebelión, las
cuales se ampliaron durante el conflicto que se profundizó en los años ochenta. De estos años
hasta el presente creció de forma masiva el narcotráfico. Las Farc se vincularon a este, pero a la
vez desataron una guerra atroz contra la mafia y las élites regionales mediante el secuestro. Como
reacción a este último surgió una violencia homicida encarnada en el paramilitarismo. Las
múltiples violencias de estos diferentes actores, retroalimentaron la guerra, es decir, la
acumulación de violencias, contraviolencias y victimizaciones.

Una enseñanza que nos dejan estos ensayos, es que caracterizar la violencia política colombiana
como guerra -a diferencia de lo que sucede cuando se trata todo conflicto como insurgencia,
violencia, conflicto armado o terrorismo-, permite superar el sesgo partidista que se produce al
olvidar la realidad de la guerra, y que se da también cuando se busca condenar a un actor y
justificar o glorificar al otro.

*Director del Instituto de Filosofía, U. de Antioquia.

Factores estructurales

En Colombia el monopolio del uso de la fuerza por parte del Estado ha sido inexistente. Entre los
factores estructurales que ayudan a explicar la recurrencia de las guerras civiles y los conflictos
armados a lo largo de nuestra historia republicana hay dos que se destacan: el primero es
geográfico y el segundo es político. Estos factores se relacionan entre sí e influyen además sobre
las coyunturas que precipitan o sostienen las acciones armadas.

Geografía

En términos relativos, Colombia es el país más regionalizado de América Latina. Su regionalización


acentuada, dispersa y con tendencia endógena dificulta la integración social, económica, política y
de infraestructura para la formación de la unidad nacional. Hasta hace pocas décadas, contaba con
una población pequeña, rural y disgregada en un territorio relativamente ilimitado (1950: 12
millones de habitantes en 1.138.000 Km2.).

Francisco Leal Frente nacional

Desde el Frente Nacional la modernización capitalista expandió el Estado en presupuesto y


burocracia, aunque lo fortaleció poco en términos políticos.

Política

La debilidad del Estado se refleja en su poca capacidad para crear confianza en sus instituciones,
negociar intereses e institucionalizar la solución de los conflictos. Éstos han tendido a desbordarse
en violencias, además de que la política las ha usado como forma de mediación, reproduciéndolas.
Desde el Frente Nacional la modernización capitalista expandió el Estado en presupuesto y
burocracia, aunque lo fortaleció poco en términos políticos.

Las coyunturas políticas

La incompetencia y la manipulación del poder han frustrado la búsqueda directa o indirecta de la


paz, e incluso han exacerbado las violencias. Siete ejemplos en la historia nacional ilustran esta
afirmación:

1. En América Latina Colombia se destaca por la ausencia o la debilidad de las reformas sociales
democratizadoras. Incluso algunas reformas que fueron intentadas o iniciadas fueron luego
abolidas. El problema más importante a este respecto ha sido el de la tierra, que ha estado vigente
desde la Colonia. El problema ha resultado del inmenso territorio baldío del país frente a una
población campesina obligada a colonizar por acoso de los terratenientes.
A partir de los años sesenta del siglo pasado, con la urbanización acelerada, el problema de tierras
se convirtió en multiplicador de las violencias. La tendencia endógena de las regiones perdió
fuerza debido al desplazamiento forzado de la población hacia otras zonas.

La incapacidad gubernamental para mantener las escasas reformas sociales en este campo ha
sido la constante. La Ley 200 de 1936 tuvo su contrarreforma con la Ley 100 de 1944. Y la Ley 135
de 1961 fue deshecha mediante el llamado ‘Pacto de Chicoral’ en 1973. Falta ver qué ocurrirá
ahora con la ‘Ley de víctimas y restitución de tierras’.

2. Después del período de ‘La Violencia’, a mediados del siglo pasado, cuando la confrontación
armada bipartidista impulsó una caótica modernización capitalista, se adoptó el régimen del
Frente Nacional para lograr la paz. Diseñado para volver a la democracia luego de las dictaduras,
este régimen eliminó su componente básico de oposición. Así, el monopolio liberal-conservador
estigmatizó la crítica y la disidencia, abriendo espacios para la oposición armada alimentada por la
Guerra Fría y por la herencia de ‘La Violencia’.

3. La reforma constitucional de 1968 –cuando el presidente Lleras Restrepo cedió ante el


clientelismo para que el Congreso la aprobara– sumada al desencanto con el ‘gobierno de la
esperanza’ de López Michelsen (1974-1978) prolongaron el monopolio del bipartidismo hasta la
Constitución de 1991. El subproducto fue una lenta agonía de los dos partidos mediante crecientes
fraccionamientos clientelistas.

El esfuerzo del gobierno Barco (1986-1990), a través del ‘esquema gobierno-oposición’, fue
insuficiente para romper con el maridaje burocrático inducido por el Frente Nacional. También lo
fue la apertura política de la Constitución de 1991, pues las votaciones mayoritarias liberales y
conservadoras se prolongaron hasta las elecciones de 2002.

4. Belisario Betancur (1982-1986) inauguró los llamados procesos de paz, tras un amago al final del
gobierno de Turbay (1978-1982) con el que buscó limpiar su imagen. Los militares, ofendidos por
la conversación del gobierno con sus enemigos, además de ser ignorados por el Presidente en sus
decisiones, se encontraron de sopetón con la oportunidad de desquitarse de Betancur y el M-19 al
mismo tiempo. El resultado fue la tragedia del palacio de Justicia (1985), cuyas consecuencias
siguen gravitando sobre la política nacional.

5. Después vino el narcotráfico. A partir de los primeros pinitos de la marihuana y ante la debilidad
de la justicia, en los años ochenta los narcotraficantes aprovecharon las condiciones geográficas y
políticas –los dos factores estructurales que mencioné– para expandir sus actividades, mientras la
sociedad los miraba con ojos complacientes.

El narcotráfico se integró pronto a la política regional, aunque no logró la captura del Estado
central que buscaba. Aprovechando el clientelismo y la corrupción que le acompaña, los
narcotraficantes se convirtieron en una fuerza electoral hasta amedrentar a las élites nacionales
que se vieron obligadas a combatirlos bajo la tutela de Washington con su política prohibicionista
y punitiva contra las drogas.

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