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SALVAMENTO DE VOTO
Con el respeto que profeso por las decisiones de la Sala, debo manifestar
que no comparto el fallo expedido dentro del proceso de la referencia y, por
ello, salvé mi voto de conformidad y con apoyo en las razones que paso a
exponer a continuación.
“………………………
“………………………
En efecto, incluso al hacer abstracción total acerca del alcance que durante
su vigencia hubiere podido tener el Acuerdo de CARBOCOL No. 32 de 1991
así como de la autorización contenida en dicho acto administrativo bajo cuyo
amparo se celebró, perfeccionó y consolidó el contrato de mediana
explotación carbonífera 090-91 y, por tanto, dejando de lado también la
discusión antes referida acerca del reconocimiento de los efectos que a mi
juicio finalmente se hicieron producir, de manera retroactiva, a la sentencia
de nulidad de octubre de 1993 frente a la cláusula 26 contrato en cuestión,
todo para efectuar entonces un examen de legalidad directo al confrontar la
referida estipulación vigésimasexta con el artículo 230 del Código de Minas,
en mi opinión tampoco es posible advertir violación normativa alguna, tal
como paso a desarrollarlo:
Así reza el texto del artículo 230 del Decreto-ley 2655 de 1988, contentivo del
entonces vigente Código de Minas:
Así mismo, de esta disposición legal se infiere con claridad que en cuanto la
exoneración del pago del impuesto a la explotación del carbón se consagró a
favor de quienes debieren pagar, al Estado o a sus entidades
descentralizadas del orden nacional, regalías, cánones o participaciones por
un monto superior al cinco por ciento (5%) del valor del material en boca de
mina, a la luz de la ley resulta perfectamente lícito y válido que en los
contratos correspondientes las partes pudieren acordar pagos de regalías, de
cánones o de participaciones, a favor del Estado o de sus entidades
descentralizadas del orden nacional, por montos superiores al cinco por
ciento (5%) del valor del material en boca de mina.
De esa manera se tiene entonces que las regalías, los cánones o las
participaciones que los explotadores de carbón debían pagar al Estado o a
sus entidades descentralizadas del orden nacional no eran excluyentes del
impuesto del cinco por ciento (5%) del valor del material en boca de mina, ni
lo sustituían, a menos que, a tales títulos, debieren pagar montos superiores
al referido cinco (5%).
Por su parte, en vigencia del marco normativo legal que se deja transcrito, en
el contrato de mediana explotación carbonífera No. 090-91, se incluyó la
cláusula 26 cuyo tenor, en cuanto interesa al caso en estudio, es el siguiente:
Pues bien, al respecto empiezo por destacar cómo en el fallo del cual me he
apartado mediante el presente salvamento de voto, se puso de presente, a
manera de conclusión y con total claridad, la diferencia de fondo que es
posible predicar en nuestro ordenamiento entre las figuras de la inexistencia
de un negocio jurídico por oposición a la nulidad o invalidez del mismo,
distinción que, bueno es anotarlo, comparto plenamente y sin reservas, de
conformidad con los siguientes términos:
El ilustre tratadista Luis Claro Solar al comentar los textos del Código Civil Chileno, que en lo
pertinente resultan iguales a los del Código Civil Colombiano puesto que es sabido que aquél
constituyó la guía y modelo para la adopción de nuestro estatuto civil, en su obra “EXPLICACIONES
DE DERECHO CIVIL CHILENO Y COMPARADO, Volumen VI, De las Obligaciones”, edición publicada
conjuntamente por Editorial Temis S.A., y Editorial Jurídica de Chile, entre muchas cuestiones
significativas sobre la materia, sostiene:
“1913.- … EL Código ha sabido distinguir la inexistencia del acto o contrato, por falta de algún
requisito exigido por la ley para su perfeccionamiento, de la nulidad del acto o contrato por la
falta de algún requisito prescrito por la ley para el valor del mismo acto o contrato; y por eso al
referirse a los requisitos necesarios para el valor del acto o contrato da por establecido que el
acto o contrato existe.
“………………………
“Los requisitos que la ley prescribe para el valor de un acto o contrato no son los necesarios
para que el acto exista según su especie, sino condiciones que deben concurrir en el acto o
contrato para darle el valor que como tal debe tener. (…)”.
“……………………….
“1914.- Hay pues, diferencia esencial entre actos y contratos existentes y viciados de nulidad y
actos o contratos que no han adquirido existencia. El Código distingue estas dos clases de
actos o contratos; y en las disposiciones en que se refiere, ya a unos, ya a otros, dicta
distintamente diversas reglas que corresponden ya a aquéllos, ya a éstos. No ha establecido
conceptual, pueden identificarse entre las figuras de la inexistencia jurídica
y la nulidad, pasan por la necesidad de destacar, como resulta apenas
elemental, que en el caso de la inexistencia el negocio no nace a la vida
jurídica y, por ello mismo, no está llamado a generar efectos, mientras que la
nulidad supone la existencia previa de un negocio que se encuentra
viciado, como quiera que su declaratoria exige tanto la existencia de un
en parte alguna que acto o contrato nulo y acto o contrato inexistente sean la misma cosa … …
Precisamente en las frases a que se alude [se refiere a diversas frases del Código Civil que
previamente ha citado en su disertación] a algunas de las cuales hemos hecho antes
referencia, se contemplan casos en que el acto o contrato es inexistente, no alcanza a
perfeccionarse y por lo mismo no se califica de nulo, ni puede calificarse de tal por lo mismo
que no existe. (…)”.
También el profesor de la Universidad de Roma, Emilio Betti, en su libro “TEORIA GENERAL DEL
NEGOCIO JURÍDICO”, tercera edición, traducción de A. Martín Pérez, publicado por Editorial Revista
de Derecho Privado, Madrid 1983, se refiere a la diferencia conceptual entre la inexistencia y la
nulidad en los siguientes términos:
“… hemos de aclarar ahora la distinción entre nulidad e inexistencia del negocio. También
esta división, aunque ha sido objeto de críticas, es conceptualmente legítima. Se ofrecen
casos en los que puede hablarse de verdadera inexistencia jurídica del negocio que se ha
pretendido realizar, en cuanto que no existe de él más que una vacía apariencia, la cual, si
puede haber engendrado en alguno de los interesados la impresión superficial de haberlo
verificado o asistido a él, no produce, sin embargo, y en absoluto, efectos jurídicos, ni
siquiera de carácter negativo o divergente. Por el contrario, la estimación de un negocio
como nulo presupone, por lo menos, que el negocio exista como supuesto de hecho que, por
tanto, exista una figura exterior de sus elementos eventualmente capaz de engendrar algún
efecto secundario, negativo o divergente, aunque esta figura se revele luego inconsistente
ante un análisis más profundo. (…)”.
A su turno, los profesores Guillermo Ospina Fernández y Eduardo Ospina Acosta, en su obra “Teoría
general del contrato y del negocio jurídico”, publicada por Editorial Temis en el año 2000, sexta
edición, Bogotá, D. C., al referirse a la materia mencionada señalan, entre otros aspectos:
“… Al relacionar las condiciones para la existencia y para la validez de los actos jurídicos
pusimos énfasis en la distinción que la lógica jurídica y nuestros establecimientos legales
imponen entre unas y otras, según que la falta de ellas impida la formación de tal clase de
actos o que, permitiéndola, solo constituya un vicio que pueda afectar su viabilidad una vez
formado.
“Puntualizamos allí que la falta de las condiciones esenciales de todo acto jurídico produce
la inexistencia.
“……………………
negocio sobre el cual ha de recaer la misma, como la generación de efectos
para, precisamente, poderlos aniquilar o anular, por manera que la nulidad de
un negocio supone su existencia, cuestión que, obviamente, excluye por
completo la posibilidad de predicar su inexistencia.
“… Cuando un acto reúne los elementos esenciales de todo acto jurídico, y, además, los que
siendo de la misma índole esencial determinan su ubicación en cierta especie de las que en
dichos actos se clasifican, la ley lo reconoce como una de esas manifestaciones de la
voluntad privada jurídicamente eficaces. Pero la concesión de esta visa no es incondicional
ni irrevocable, sino que su conservación está sujeta a que el acto cumpla además otros
requisitos específicos que la ley prescribe con miras a la preservación del orden público y a
la protección de los terceros y aun de los mismos agentes. Tales son los requisitos para el
valor de los actos jurídicos a que se refiere el artículo 1740 del Código Civil, y cuya falta
sanciona el propio texto con la nulidad de tales actos, sanción que los condena a ser
privados de la eficacia normativa que la ley, en principio atribuye a las manifestaciones de la
voluntad privada. O dicho de otro modo: la nulidad es la descalificación que el propio
legislador decreta cuando la llamada ley contractual o ley particular incurre en quebranto de
normas de jerarquía superior”.
refiere el presente salvamento de voto:
Ahora bien, al examinar con detalle las instituciones, figuras o especies del
género de la INEFICACIA de los negocios jurídicos, con las cuales el
ordenamiento positivo vigente sanciona los defectos, los vicios o las
irregularidades que pueden impedir la existencia, afectar la validez o limitar la
generación de efectos en relación con determinados negocios jurídicos, se
impone acudir como punto de obligada, y muy útil, referencia, a la
sistematización que de tales especies realiza el Código de Comercio en sus
artículos 897 a 903, a lo largo de los cuales se regulan e individualizan las
siguientes, cuyo orden refleja una escala que va de las sanciones más
graves y drásticas a las más leves, así:
i).- La ineficacia a la cual se refiere el artículo 897 C. de Co., en relación con
la cual y para superar las dificultades idiomáticas que representa la
utilización del mismo vocablo que sirve para referirse al género del cual
forma parte, suele denominarse entonces, de manera indistinta, como
‘ineficacia de pleno derecho’, ‘ineficacia propiamente dicha’,
‘ineficacia en estricto rigor’, ‘ineficacia particular o especial’,
‘ineficacia liminar’ o ‘ineficacia sui géneris’;
“El Fondo no podrá ceder acciones o derechos de entidades financieras a personas o entidades
que de manera directa o indirecta hayan incurrido en alguna de las conductas punibles señaladas
en los numerales 1, 2, y 3 del artículo 208 del presente Estatuto. Será ineficaz de pleno
derecho, sin necesidad de declaración judicial, la enajenación que se realice contrariando
esta regla”. (Las negrillas no pertenecen al texto).
De la misma manera, la Ley 226 de 1995, por medio de la cual se regula la enajenación (privatización)
de la propiedad de las acciones que pertenecen al Estado, contiene casos que de manera expresa
sanciona con ineficacia, así:
“Artículo 14.- El programa de enajenación que para cada caso expida el Gobierno dispondrá las
medidas correspondientes para evitar las conductas que atenten los principios generales de esta
ley. Estas medidas podrán incluir la limitación de la negociabilidad de las acciones, a los
destinatarios de condiciones especiales, hasta por 2 años a partir de la fecha de la enajenación:
en caso de producirse la enajenación de dichas acciones antes de dicho plazo se impondrán
multas graduales de acuerdo con el tiempo transcurrido entre la adquisición de las acciones y el
momento de enajenación, dichas sanciones se plasmarán en el programa de enajenación.
“Sin perjuicio de las disposiciones penales que le sean aplicables, si en cualquier momento se
determina que la adquisición se realizó en contravención a estas disposiciones o a las que la
reglamenten para cada caso en particular sobre el beneficiario o adquirente real, el negocio
será ineficaz”. (Se deja resaltado).
presencia de esta institución cuando se disponga, por ejemplo, que cierta
estipulación “… se tendrá por no escrita …” (según lo reflejan los artículos
150, 198, 200, 318, 407, 501, 678, 992, 1328 C. de Co.), que un determinado
acto “… será ineficaz …” (como aparece en los artículos 433, 1244, 1936
C. de Co.), que “… carece de toda eficacia …” (según las voces del
artículo 435 C. de Co.), o se utilice cualquier otra expresión similar que refleje
los mismos sentido y consecuencias.
Pero por otro lado cabe advertir que si bien es cierto que en el Código Civil
no se regula de manera precisa y expresa la figura de la ineficacia de pleno
derecho, no es menos cierto que en esa codificación resulta perfectamente
posible identificar algunos eventos puntuales para los cuales la propia ley ha
previsto la aplicación de dicha figura o al menos de una con características y
alcances tan similares que resulta muy difícil no equipararlas, puesto que en
forma casuística, esto es sin obedecer a causales genéricas, sino
individualizando cada situación en particular –al igual que ocurre con el
Código de Comercio-, se ha dispuesto despojar de plano a determinados
actos o negocios jurídicos de todos los efectos que, de haber sido celebrados
adecuadamente, estarían llamados a generar tales actos o negocios,
examen frente al cual se revela insuficiente el argumento histórico antes
aludido, con el cual, además, se negaría cualquier posibilidad de evolución
interpretativa a los textos legales concretos y al Derecho en general.
Y sostengo que no hay lugar, así, sin más, a acudir a las disposiciones
comerciales para solucionar conflictos y mucho menos para identificar
autoridades competentes encargadas de dirimirlos, en primer lugar porque al
hacer referencia a las Superintendencias mencionadas se está aludiendo a
autoridades administrativas especializadas en la vigilancia de ciertas y
determinadas actividades mercantiles, las cuales, además, han recibido tales
facultades jurisdiccionales de manera excepcional, sin que por ello las
normas que consagran estas funciones puedan interpretarse de manera
extensiva y menos aplicarse por vía de analogía; y en segundo lugar, porque
la verificación que prevé el citado artículo 133 de la Ley 446 debe realizarse
a la luz de lo dispuesto “… en el Libro Segundo del Código de Comercio …”,
normatividad especializada que sólo está llamada a operar cuando se trate
de negocios mercantiles o cuando al menos tenga ese carácter para una de
las partes, (artículos 1 y 22 C. de Co.) por manera que no cabe efectuar una
remisión genérica de los asuntos civiles a la legislación comercial, puesto
que no existe disposición al respecto que así lo prevea o disponga, con
excepción de lo normado en el artículo 2078 del Código Civil para el caso de
los contratos de transporte, como, por el contrario, sí existe para prever la
aplicación de instituciones generales en el campo especializado, tal como lo
determina el artículo 822 del citado C. de Co.
Lo anterior sin perjuicio de dejar planteada –sin que sea esta la oportunidad
para analizarla a fondo y en detalle-, la complejidad que comporta admitir la
aplicación, prevista en el mismo inciso final del artículo 24-5 de la Ley 80, de
la aludida ineficacia de pleno derecho para casos como los de los pliegos de
condiciones, puesto que en cuanto los mismos han sido identificados por la
jurisprudencia como típicos actos administrativos, ello significa afrontar, de
un lado, eventual modificación o eliminación, para este caso concreto, de la
presunción de legalidad que caracteriza a los actos administrativos, según la
teoría general de los mismos; de otro lado, la eventual inconstitucionalidad
que estaría impidiendo la aplicación de esta figura, puesto que a partir de la
las partes –cuestión que suele predicarse de ordinario, pero no en forma exclusiva, respecto del
contratista particular-, con lo cual se cumple la directriz consagrada en el artículo 22 del C. de Co. En
esa dirección, ha de concluirse entonces que si el respectivo acto puede catalogarse como civil para
las partes del correspondiente contrato estatal, en primer lugar han de consultarse las disposiciones
del Código Civil y sólo en ausencia de regulación expresa sobre la materia específica dentro de ese
cuerpo normativo, en cumplimiento de los mandatos consagrados en el artículo 8 de la Ley 153 de
1887, será posible, pero entonces por vía de analogía, acudir a las normas de carácter comercial.
misma se tendría, en últimas, que serían autoridades administrativas, esto es
los jefes de las correspondientes entidades estatales contratantes, quienes
terminarían decidiendo si hay lugar a desconocer o no, de manera total o
parcial, los efectos jurídicos que en principio estaría llamado a generar un
pliego de condiciones, esto es un acto administrativo, no obstante la
limitación que al respecto consagra el artículo 238 de la Carta Política en
cuanto le reserva a la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo la
competencia para suspender de manera provisional los efectos de los actos
administrativos que sean susceptibles de impugnación por vía judicial.
3.2.- LA INEXISTENCIA.
“En el mismo orden de ideas, al examinar los elementos esenciales del acto jurídico, también
advertimos que, además de los precisados (manifestación de voluntad, objeto jurídico y
formalidad cuando esta es requerida ad solemnitatem), cada acto en particular debe reunir otros
elementos igualmente esenciales respecto de él, pues de ellos depende su formación específica,
y sin los cuales el acto tampoco existe o degenera en otro acto diferente. Por ejemplo, la
compraventa es un contrato en que una de las partes se obliga a dar una cosa y la otra a pagarla
en dinero (art. 1849). Por tanto, son esenciales en el contrato de compraventa: la existencia, a lo
menos potencial, de determinada cosa vendida, de la cual depende la posibilidad de la obligación
a cargo del vendedor de hacer tradición de la cosa (arts. 1869 y 1870), y la determinación del
precio (art. 1864). Faltando cualquiera de estos elementos esenciales el acto “no produce efecto
alguno”, “no habrá venta”, según expresamente lo declara el Código Civil. (… …).
“De lo expuesto se concluye que la falta de los requisitos esenciales genéricos de todos los actos
jurídicos, produce, inexorablemente, la inexistencia de ellos, al paso que la falta de los requisitos,
también esenciales pero específicos de cada acto en particular, si bien impide la existencia de
este como tal acto particular, puede no aniquilar totalmente su eficacia, si es viable su conversión
en otro acto jurídico diferente”.
el sólo paso del tiempo no convierte en existente lo que nunca ha existido y
porque las partes no pueden ratificar en forma retroactiva un acto o contrato
que jamás se ha perfeccionado.
Esa disposición legal resulta suficiente para sostener que la ley civil
consagró una causal genérica de inexistencia de los actos o negocios
jurídicos –no prevista en los artículos 1740 y siguientes como causal de
nulidad-, consistente en la ausencia de los elementos esenciales del
respectivo acto o contrato, la cual, incluso, podría considerarse fuente de
inspiración del comentado inciso 2º del artículo 898 del estatuto mercantil.
A su turno, los artículos 1857, 2150, 2222, 2237, 2292 y 2411 del
citado Código Civil se encargan de determinar, con total exactitud, a partir
de qué momento o con el lleno de cuáles requisitos se han de tener por
perfeccionados los contratos de compraventa, de mandato, de mutuo, de
depósito, de renta vitalicia y de prenda, respectivamente; así pues, si la
ley señala la forma en que esos tipos contractuales se perfeccionan, es
decir que la ley marca el momento preciso a partir del cual tales contratos
empiezan a existir para el mundo jurídico, claro es que de igual manera
esa misma ley está señalando entonces que mientras dicho
perfeccionamiento no se alcance, los proyectados contratos que
correspondan a dichos tipos no podrán reputarse como existentes.
Ciertamente, son varios los caminos que llevan a concluir que la figura de la
inexistencia jurídica de los actos o contratos también es de recibo pleno en la
contratación pública, así: en primer lugar cabe precisar que en cuanto el
artículo 41 de la Ley 80, proferida en el año de 1993, determinó los requisitos
indispensables para el perfeccionamiento de los contratos estatales, de
manera implícita pero clara le dio cabida a la figura de la inexistencia, puesto
que a partir de dicha disposición resulta evidente que no podrán tenerse por
existentes, es decir que se reputarán como inexistentes para el mundo
jurídico, los pretendidos contratos estatales que no alcancen a
perfeccionarse; en segundo lugar cabe sostener que ante la ausencia de una
regulación expresa y completa acerca de la figura de la inexistencia de los
actos o contratos en el régimen contractual de las entidades del Estado,
necesariamente habrá lugar a la aplicación de los dictados del inciso 2º del
artículo 898 del estatuto de los comerciantes, por cuanto los mismos fueron
incorporados a la Ley 80 por orden expresa del inciso 1º de su artículo 13;
por último, a este respecto, es posible sostener que idéntica razón legal cabe
en relación con las normas legales comentadas que consagran o reconocen
la figura de la inexistencia de los actos o contratos en el estatuto de
contratación civil, según se dejó comentado.
Tal como la norma legal transcrita lo evidencia, en rigor son cuatro (4) los
eventos que dan lugar a la nulidad absoluta, a saber:
En este orden de ideas cabe indicar también que, a mi juicio, en esta causal
primera quedan subsumidas las hipótesis en las cuales la propia ley se
ocupa de sancionar directamente con nulidad un determinado negocio 8, sin
que por ello haya lugar a considerar tales situaciones como integrantes o
constitutivas de causales de nulidad diferentes o adicionales a las
determinadas en el transcrito artículo 899.
Igualmente oportuno resulta poner de presente, tal como el texto del numeral
1º del citado artículo 899 lo determina, que estará afectado de nulidad
absoluta todo negocio jurídico con cuya celebración se hubiere contrariado
una norma imperativa, si y solo si la ley no hubiere dispuesto otra cosa, por
manera que en aquellas situaciones en las cuales la propia ley se encarga de
indicar, en forma expresa, una sanción diferente para los negocios que
estuvieren contrariando normas imperativas, naturalmente las aplicables
8
Así ocurre, por ejemplo, con la disposición contenida en el artículo 1091 del Código de Comercio, en
el cual se determina, de manera directa, que “[e]l exceso del seguro sobre el valor real del interés
asegurado producirá la nulidad del contrato, …”.
serán entonces esas otras sanciones que expresamente estuviere
determinando la ley, casos en los cuales no habrá lugar a la invocación y
aplicación de la mencionada causal primera de nulidad absoluta.
9
En la obra del profesor Jaime Arrubla Paucar, “CONTRATOS MERCANTILES”, editada por Biblioteca
Jurídica DIKÉ, en Medellín, en el año de 1987, se afirma:
“1º. El legislador mercantil introduce una importante variación al establecer la nulidad absoluta como
la regla general de las sanciones. Cuando se contraría una norma imperativa en el ejercicio de la
autonomía de la voluntad; si no hay una sanción específica, tendremos como resultado que habrá
nulidad absoluta. En el campo civil la sanción general no es la nulidad absoluta sino la nulidad
relativa, pues el art. 1741 luego de señalar las causales de nulidad absoluta, concluye: “cualquier
otra especie de vicio produce nulidad relativa”. Es una marcada diferencia en el tratamiento de las
nulidades de las dos codificaciones”.
doctrinantes, cuestión que, además, resultaría contraria al principio que
enseña que la creación de las nulidades se encuentra reservada al
Constituyente o al legislador, por manera que no pueden crearse nulidades
por vía jurisprudencial o doctrinal y que su interpretación debe realizarse de
manea restrictiva, sin que haya lugar, por tanto, a entenderlas en forma
amplia y menos a aplicarlas por vía de analogía.
“Se entiende por causa el motivo que induce al acto o contrato; y por
causa ilícita la prohibida por la ley, o contraria a las buenas costumbres
o al orden público”.
Por su parte, el artículo 1517 del mismo Código Civil se encarga de exigir
que “[t]oda declaración de voluntad debe tener por objeto una o más cosas,
que se trata de dar, hacer o no hacer. …”, a la cual se agregan dos
precisiones básicas que recoge el artículo 1518, a saber: una, que “[n]o solo
las cosas que existen pueden ser objeto de una declaración de voluntad,
sino las que se espera que existan; pero es menester que las unas y las
otras sean comerciales y que estén determinadas, a lo menos, en cuanto a
su género”, y otra, que “[s]i el objeto es un hecho, es necesario que sea
física y moralmente posible”.
“Artículo 1523.- Hay así mismo objeto ilícito en todo contrato prohibido
por las leyes”.
“Artículo 822.- Los principios que gobiernan la formación de los actos y contratos y las obligaciones
disposiciones pertinentes del Código Civil que regulan las materias relativas
a la capacidad de las personas naturales, contenidas en los artículos 1503 y
siguientes, las cuales, después de sentar la premisa general de que “[t]oda
persona es legalmente capaz”, distinguen entre los incapaces absolutos y los
incapaces relativos, al tiempo que determinan la existencia de “otras
[incapacidades] particulares que consisten en la prohibición que la ley ha
impuesto a ciertas personas para ejecutar ciertos actos” (artículo 1504).
de derecho civil, sus efectos, interpretación, modo de extinguirse, anularse o rescindirse, serán
aplicables a las obligaciones y negocios jurídicos mercantiles, a menos que la ley establezca otra
cosa.
“La prueba en derecho comercial se regirá por las reglas establecidas en el Código de
Procedimiento Civil salvo las reglas especiales establecidas en la ley”.
11
Así quedó estructurada esta última categoría, después de que la Corte Constitucional, mediante
Sentencia C-983 de noviembre 13 de 2002, declaró la inexequibilidad del requisito inicialmente
contemplado en la norma legal en cita (artículo 1504 C.C.), según el cual para que se pudieren tener
como incapaces absolutos a los sordomudos era indispensable, además, que ellos no pudieren darse
a entender por escrito.
resuelto este problema por otra vía diferente a la de la incapacidad, al
considerar que los actos que se cumplan por fuera del objeto de la persona
jurídica o excediendo los límites impuestos a su representante no vincularán
a ese ente moral y, por tanto, no le serán oponibles 12.
12
Así lo refleja la sentencia de junio 24 de 1954, proferida por la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia, en la cual, entre otras cuestiones de importancia, se precisó:
“La capacidad de obrar de la persona jurídica resulta, en primer término, del fin que persigue
(teoría de la especialidad); en segundo término, de los estatutos en los cuales se prevén los
medios de realizarlo. Esa capacidad la desempeñan sus órganos, según teoría aceptada por la
Corte para explicar el funcionamiento de los entres morales, especialmente los de derecho
privado. Los artículos 633 y 639 del C.C., y 27 de la ley 57 de 1887 consagran la capacidad de
derecho de la persona jurídica. Es pues, apenas lógico que si sobre la capacidad de derecho se
mide y demarca la capacidad de obrar, y de esta se encarga a los órganos, estos deben moverse
dentro de esa capacidad, es decir, sin sobrepasar los poderes conferidos para ejercerla.
“Por fuera de ellos, los órganos obran como si no pertenecieran a la persona jurídica, y
en tales circunstancias los actos no le son oponibles. Es lo que reza el art. 640 respecto de
las corporaciones y fundaciones”. (Las negrillas no pertenecen al texto original).
Según ese mismo artículo 1742 del C. C., el saneamiento de la nulidad
absoluta se encuentra expresamente autorizado por ratificación de las partes
y si bien es cierto que de esa modalidad de saneamiento se excluyen los
casos en los cuales la nulidad absoluta sea generada por objeto o por causa
ilícitos, no es menos cierto que igualmente se determina que la nulidad
absoluta se saneará en todo caso –esto es incluyendo los eventos de ilicitud
en el objeto o ilicitud en la causa-, por prescripción extraordinaria 13.
Por regla general, en los términos del artículo 1748 del Código Civil, se
contempla la procedencia de la acción reinvindicatoria contra terceros
poseedores, por razón o con ocasión de la declaración judicial de nulidad del
respectivo contrato.
De conformidad con las previsiones del artículo 902 del citado estatuto
mercantil, la nulidad de un negocio jurídico puede ser parcial, de manera
13
Acerca del régimen legal de la prescripción extraordinaria resulta de la mayor importancia consultar,
entre otros, los artículos 2527, 2531 y 2532 del Código Civil, así como la Ley 791 expedida en el año
2002 mediante la cual se introdujeron significativas modificaciones al régimen legal de la prescripción,
incluidas las normas del Código Civil antes citadas y se derogaron las modificaciones que en relación
con dicho régimen adoptó, en su momento, el artículo 1º de la Ley 50 de 1936.
que, con el propósito de proteger o conservar el negocio se tengan por
afectadas únicamente una o varias de sus cláusulas, a menos que “aparezca
que las partes no lo habrían celebrado sin la estipulación o parte viciada de
nulidad”, caso este en el cual se tendrá por nulo “todo el negocio”.
Según el artículo 105 del C. de Co., “[l]a nulidad por ilicitud del objeto o
de la causa podrá alegarse como acción o como excepción por
cualquiera de los asociados [entiéndase de quienes intervienen en la
celebración del respectivo contrato de sociedad] o por cualquier tercero
que tenga interés en ello”.
A los terceros de buena fe que hagan efectivos los derechos que se les
deriven de la celebración del respectivo contrato, las partes del mismo no
podrán oponerles la nulidad que lo afecta (artículo 105 C. de Co.).
Por expresa disposición del artículo 106 del C. de Co., no podrá sanearse
la nulidad absoluta que provenga de ilicitud del objeto o de ilicitud de la
causa, sin embargo, agrega la norma que “cuando la ilicitud provenga de
una prohibición legal o de la existencia de un monopolio oficial, la
abolición de la prohibición o del monopolio purgarán el contrato del vicio
de nulidad”.
Las causales que según las disposiciones del mencionado Código Civil dan
lugar a la nulidad absoluta, consagradas de manera explícita en el artículo
1741, son las siguientes:
“En materia civil son nulos los actos ejecutados contra expresa
prohibición de la ley, si en ella no se dispone otra cosa”.
Varias son las precisiones que deben hacerse a partir del examen de la
norma legal transcrita, a saber:
16
Múltiples son los pronunciamientos, tanto de orden jurisprudencial como doctrinal, que evidencian el
carácter especial que, frente a la legislación civil, corresponde a las disposiciones que integran el
Código de Comercio, al igual que especial resulta en general el Derecho Mercantil frente al Derecho
Civil también identificado de manera generalizada como Derecho Común, alocución que coincide con
aquella que de manera expresa –y a mi juicio con sentido y efecto propios-, utiliza la Ley 80; tales
relaciones se encuentran destacadas, entre otros, en los apartes que se transcriben a continuación:
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia de febrero 7 de 1996, expediente 4602.
Magistrado Ponente, Carlos Esteban Jaramillo Schloss:
“2. Bien sabido es que al igual que ocurre con el Derecho Civil, el Derecho Mercantil se ocupa de
regular relaciones privadas, pero evidentemente no todas sino apenas aquellas que de acuerdo con
el ordenamiento positivo constituyen la que acostumbra a denominarse "materia comercial". Por
eso es necesario, como acontece con cualquier estatuto normativo de carácter especial o
singular, que él mismo se ocupe de fijar la clase de relaciones a las cuales les es
aplicable, y a este objetivo tienden sin duda alguna, por lo que al Código de Comercio
vigente en el país concierne, un buen número de sus disposiciones de entre las que aquí
importa destacar los Arts. 1o, 11, 20, 21, 22, 23, 24 y 100 de dicho cuerpo legal, habida
cuenta que son ellos los que de manera general por lo menos, van a permitir saber, en
cada caso particular, si el negocio, contrato u operación de que se trata da origen o no a
un verdadero "asunto mercantil", independientemente de la calidad subjetiva de empresarios
individuales o sociales (comerciantes) que tengan quienes participaron en su celebración o en su
ejecución, esto por cuanto no es esa calidad, contra lo que podría suponerse sin mayor estudio del
tema, el único elemento que permite reconocer el acto de comercio y calificarlo como tal para los
muchos conceptos en que hacerlo es cuestión jurídica prioritaria”. (Se deja resaltado en negrillas).
Pinzón, Gabino. “Introducción al Derecho Comercial”. Editorial Temis S.A. Bogotá, 1985. Tercera
ordenamiento jurídico. Además resulta indiscutible que cuando el legislador
colombiano ha querido referirse, de manera genérica, al Derecho Privado,
así lo ha hecho17 con toda claridad, por lo cual no hay lugar a entender que
ahora, cuando la norma se refiere, de manera precisa, al Derecho Común,
deba entenderse que en este caso el mismo legislador hubiere confundido o
asimilado la mencionada especie con su respectivo género: el Derecho
edición. Páginas 80 y 81:
MADRIÑAN DE LA TORRE, Ramón. “Principios de Derecho Comercial”. Editorial Temis S.A. Bogotá,
D. C. 2000. Octava edición. Páginas 32, 33, 34 y 35:
“5.- ORDENAMIENTO ESPECIAL.- Como en las características anteriores, la propia historia del
derecho comercial contribuye a demostrar su posición de ordenamiento especial frente al
derecho común o civil. (… …)
“……………………..
“También puede decirse que entre el ordenamiento especial y el común con el cual se
compara, hay las mismas relaciones de especie a género que existen entre los fenómenos
Privado.
NARVÁEZ GARCÍA, José Ignacio. “Derecho Mercantil Colombiano. Parte General”. Legis editores
S.A. Bogotá, D. C. Octava edición. Página 79:
La Ley 100 de 1993, al especificar cuál es el régimen jurídico que en materia contractual deben
observar las Empresas Sociales del Estado –ESE-, dispuso:
“Artículo 195.- Régimen jurídico. Las empresas sociales de salud se someterán al siguiente régimen
jurídico:
“…………………..
6. En materia contractual se regirá por el derecho privado, pero podrá discrecionalmente utilizar
las cláusulas exorbitantes previstas en el estatuto general de contratación de la administración
pública”.
La Ley 142 de 1994, al determinar cuál es el régimen legal que, por regla general, debe aplicarse a
las actuaciones de las Empresas de Servicios Públicos Domiciliarios –ESP-, señaló:
“Artículo 32.- Régimen de derecho privado para los actos de las empresas. Salvo en cuanto la
Constitución Política o esta Ley dispongan expresamente lo contrario, la constitución, y los actos de
las empresas de servicios públicos, así como los requeridos para la administración y el ejercicio de
los derechos de todas las personas que sean socias de ellas, en lo no dispuesto en esta Ley, se
regirán exclusivamente por las reglas del derecho privado”.
La Ley 143 de 1994, “Por la cual se establece el régimen para la generación, interconexión,
transmisión, distribución y comercialización de electricidad en el territorio nacional, …”, en diversos
apartes, cuando así quiso hacerlo, se refirió al derecho privado en los siguientes términos:
“Artículo 8o. Las empresas públicas que presten el servicio de electricidad al entrar en vigencia la
presente Ley, en cualquiera de las actividades del sector, deben tener autonomía administrativa,
patrimonial y presupuestaria.
“…………………
“PARÁGRAFO. El régimen de contratación aplicable a estas empresas será el del derecho
privado. La Comisión de Regulación de Energía y Gas podrá hacer obligatoria la inclusión de
cláusulas excepcionales al derecho común en algunos de los contratos que celebren tales
entidades. Cuando su inclusión sea forzosa, todo lo relativo a estas cláusulas se sujetará al
Estatuto General de Contratación de la Administración Pública”.
Así las cosas, siguiendo esas directrices y a manera de síntesis, se impone
puntualizar que los contratos estatales serán nulos entonces, de manera
absoluta, i) en aquellos eventos establecidos en el Código Civil como
constitutivos de la nulidad absoluta de los actos o contratos, según las
previsiones de los artículos 6 y 1741 y ii) en los casos específicamente
determinados en los diferentes numerales del transcrito artículo 44 de la Ley
80.
“Artículo 10. Cuando el Estado decida convocar a los diferentes agentes económicos para que en
su nombre desarrollen cualquiera de las actividades del sector reguladas por esta ley, éstos
deberán demostrar experiencia en la realización de las mismas y tener capacidad técnica, operativa
y financiera suficiente para suscribir los contratos necesarios para ello, los cuales se regularán de
acuerdo con lo previsto en esta Ley, en el derecho privado o en disposiciones especiales según la
naturaleza jurídica de los mismos”.
“Artículo 13. La Unidad de Planeación Minero - Energética de que trata el artículo 12 del Decreto
2119 de 1992, se organizará como Unidad Administrativa Especial adscrita al Ministerio de Minas y
Energía, con patrimonio propio y personería jurídica y con regímenes especiales en materia de
contratación, de administración de personal, de salarios y de prestaciones y con autonomía
presupuestal.
“La Unidad manejará sus recursos presupuestales y operará a través de contrato de fiducia
mercantil que celebrará el Ministerio de Minas y Energía con una entidad fiduciaria, el cual se
someterá a las normas del derecho privado. Estas disposiciones regirán, igualmente, los actos y
contratos que se realicen en desarrollo del respectivo contrato de fiducia”.
“Artículo 76. Los actos y los contratos, salvo los que se refieren a contratos de empréstito,
celebrados por las sociedades por acciones en las cuales las entidades oficiales tengan
participación en su capital social, sin atención a la cuantía que dicha participación represente, se
regirán por las normas del derecho privado” . (Las negrillas no corresponden al texto original).
contratos estatales:
Como resulta apenas natural, hay lugar a señalar que aquellas causales de
nulidad absoluta de los contratos estatales que provienen del Código Civil,
por la incorporación que de las mismas dispuso a la Ley 80 la parte inicial de
su artículo 44, sin perjuicio de adaptarlas a algunos de los principios que
regulan y orientan tanto la contratación pública como el Derecho
Administrativo en general, deberán ser interpretadas y aplicadas en los
términos en que las mismas han sido entendidas tanto por la Jurisprudencia
que al respecto ha construido la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema
de Justicia, como por la doctrina desarrollada a partir, precisamente, del
estudio de las normas que integran esa codificación y en idéntico sentido
habrá que concluir que en este campo también serán aplicables aquellas
otras disposiciones legales contenidas en el Código Civil que se ocupan de
precisar el sentido y el alcance de las nociones que sirven para estructurar
las causales de nulidad absoluta consagradas en los artículos 6 y 1741 de
ese cuerpo normativo (como el caso de la ilicitud en el objeto, la ilicitud en la
causa, la incapacidad absoluta, etc.), normas a las cuales se hizo referencia
anteriormente en el acápite respectivo (artículos 1503, 1504, 1517, 1518,
1519, 1521, 1523, 1524 C.C.).
Del contenido de esta norma se infiere que para que ésta causal de nulidad
absoluta se configure, hacen falta los siguientes presupuestos: i) La violación
del régimen de prohibiciones consagrado en normas constitucionales o en
normas legales o en cualesquiera otras normas con fuerza de ley; por lo
tanto, la violación de otras disposiciones que no tengan rango constitucional
o que carezcan de fuerza de ley no generará vicio de nulidad en el contrato,
como lo ha admitido la jurisprudencia de la propia Sección Tercera de la Sala
de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado 18 y, ii) La prohibición
respectiva, establecida en la Constitución Política o en la Ley, debe ser
expresa –cuestión que excluye los casos relacionados con prohibiciones
legales implícitas o tácitas-, como también lo ha sostenido la jurisprudencia,
según lo refleja el siguiente pronunciamiento:
“En los casos previstos en los numerales 1o., 2o. y 4o. del artículo
anterior, el jefe o representante legal de la entidad respectiva deberá dar
por terminado el contrato mediante acto administrativo debidamente
motivado y ordenará su liquidación en el estado en que se encuentre”.
3.4.- LA ANULABILIDAD.
“Esta acción solo podrá ejercitarse por la persona en cuyo favor se haya
establecido o por sus herederos, y prescribirá en el término de dos años,
contados a partir de la fecha del negocio jurídico respectivo. Cuando la
nulidad provenga de una incapacidad legal, se contará el bienio desde el
día en que esta haya cesado”.
i).- Que el contrato hubiere sido celebrado por una persona relativamente
incapaz;
ii).- Que el contrato hubiere sido consentido por error;
iii).- Que el contrato hubiere sido consentido por fuerza;
iv).- Que el contrato hubiere sido consentido por dolo.
Tal como lo refleja con claridad el propio texto del aludido artículo 900 del C.
de Co., la acción de anulabilidad sólo podrán ejercerla la persona en cuyo
favor se ha consagrado la figura o sus herederos, es decir aquella afectada
por la correspondiente incapacidad relativa o por el respectivo vicio del
consentimiento, por manera que no podrá ser alegada por el Ministerio
Público ni habrá lugar a su declaración oficiosa por parte del juez.
Sólo resta por agregar que, aunque el Código de Comercio nada dice acerca
del saneamiento y precisamente por ello, la anulabilidad es susceptible de
ser saneada por ratificación de las partes de conformidad con las previsiones
y exigencias consagradas al respecto en los artículos 1743 y 1752 a 1756 del
Código Civil a cuya aplicación debe procederse, bueno es reiterarlo, por la
incorporación que de esas normas ordena expresamente el citado artículo
822 del Estatuto de los Comerciantes.
En relación con las causales que dan lugar a la nulidad relativa de los actos o
contratos –aunque entre ellas se encuentran la incapacidad relativa de la(s)
persona(s) que concurra(n) a su celebración y los vicios del consentimiento:
error, fuerza o dolo-, hay lugar a destacar que en la codificación civil no
existe un listado específico y menos taxativo que al respecto hubiere
dispuesto la ley sino que, como ya se ha señalado en forma reiterada, de
manera general puede sostenerse que la nulidad relativa tendrá origen en
cualquier vicio o irregularidad que afecte la celebración del correspondiente
acto o contrato y que, por exclusión, no sea constitutivo de nulidad absoluta.
Según los precisos dictados del artículo 1743 del Código Civil, la nulidad
relativa sólo puede ser alegada por aquellos en cuyo beneficio se encuentra
establecida por las leyes, o por sus respectivos herederos o cesionarios, sin
que pueda ser declarada de manera oficiosa por el juez, sino a pedimento de
parte y sin que su declaración pueda ser pedida por el Ministerio Público en
el sólo interés de la ley.
La nulidad relativa puede ser saneada por ratificación de las partes, caso en
el cual deben observarse las previsiones y exigencias consagradas en los
aludidos artículos 1752 a 1756 del propio Código Civil.
Según esa misma norma legal y sin perjuicio de las disposiciones especiales
que regulen plazos diferentes, el aludido plazo de cuatro (4) años se
computará de la siguiente manera:
Como es natural, al igual que ocurre con la nulidad absoluta de los contratos
estatales, para el caso de la nulidad relativa también se aplica la figura de la
nulidad parcial a que hace referencia el artículo 47 de la Ley 80, por manera
que hay lugar a concluir que tal nulidad únicamente invalidará la totalidad del
contrato cuando el mismo no pudiese subsistir sin la(s) parte(s) o cláusula(s)
viciada(s).
Tal como lo refleja el texto legal transcrito, única disposición que de manera
expresa se ocupa del tema, en realidad el Código de Comercio no realiza
desarrollos o regulaciones diferentes acerca de la inoponibilidad, sino que se
limita a reconocer el fenómeno y a señalar que él tendrá lugar frente a
terceros en cuanto el negocio jurídico correspondiente no hubiere satisfecho
los requisitos de publicidad que exige la ley.
“Si se quiere una definición del contrato de hipoteca, podría decirse doctrinariamente, utilizando
parcialmente la terminología de la definición de “caución” contendida en el artículo 65 del C. C.,
(también criticada por otros aspectos), que es un contrato solemne en virtud del cual una persona
afecta un inmueble suyo al cumplimiento de una obligación propia o ajena”.
23
El mismo autor en cita, después de poner en evidencia que la definición legal de ‘derecho real’,
Esos aspectos o dimensiones de la misma figura naturalmente resultan
complementarios entre sí, en cuanto el contrato de hipoteca constituye el
título que junto con el respectivo modo (tradición mediante inscripción del
título) le abre paso al derecho real correspondiente.
Así pues, a partir de tal diferenciación estimo que resulta posible concebir
entonces un contrato de hipoteca que habiendo alcanzado de manera
adecuada tanto su perfeccionamiento como su validez (en la medida en que
reúna los requisitos de existencia: voluntad o consentimiento, objeto genérico
contenida en el artículo 665 del Código Civil, de manera expresa cataloga como tal a la hipoteca y que
esa noción no aparece desarrollada en el artículo 2432 de esa misma codificación, en el cual se
consagra e inicia la regulación de la hipoteca, trae a colación la completa presentación que de este
aspecto de la hipoteca realizan en su obra los hermanos Mazeaud, así:
“Y si se quiere también una definición del derecho real de hipoteca, ninguna mejor que la que dan
Henry, León y Jean Mazeaud cuando manifiestan que “La hipoteca es una garantía real que, sin
llevar consigo la desposesión actual del propietario de un inmueble, le permite al acreedor, si no es
pagado al vencimiento, el derecho de embargar y rematar ese inmueble en cualesquiera manos en
que se encuentre, y el de cobrar con preferencia sobre el precio” (Lecciones de Derecho Civil, parte
III, Vol. I, pág. 293)”.
o específico y solemnidades legales esenciales, por haber sido otorgado
mediante escritura pública, así como aquellos que excluyan cualquier evento
de nulidad: consentimiento exento de vicios, objeto lícito, causa lícita,
observancia de la plenitud de los requisitos y formalidades exigidos para el
valor del acto, capacidad plena de las partes), sin embargo no sea oponible a
terceros, sencillamente porque no hubiere generado el derecho real
acompañado de efectos erga omnes, mediante el cual el acreedor
hipotecario queda facultado para perseguir la cosa en manos de cualquier
persona que la esté detentando.
3.6.- LA CONVERSIÓN.
24
Para facilitar su consulta, se transcribe una vez más el texto del inciso 1º del artículo 13 de la Ley
80, según el cual: